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Paz y Administración" fue una expresión utilizada por el presidente argentino Julio

Argentino Roca en 1883. En ese momento, estas palabras representaban la


aspiración de la clase dirigente de gobernar el país basándose en la paz y el orden,
creyendo que esto era fundamental para mantener la cohesión interna, lograr el
progreso económico y ser reconocidos como una nación civilizada. Sin embargo,
a lo largo de la historia, se ha demostrado que el sistema político establecido
durante el mandato de Roca no se caracterizó por la libertad, los derechos
humanos y la igualdad. En cambio, se estableció un régimen conservador en
Argentina, en el cual unos pocos políticos aseguraron sucesivamente el poder a
través de acuerdos y manipulación del sistema electoral.

Los ideales de la generación

La generación del 80 fue la principal responsable de que el evolucionismo y el positivismo se


instalaran como discursos analíticos en la Argentina.
Como leíste, ambas filosofías aportaban nuevas ideas para interpretar el mundo en el que esos
hombres vivían. En particular, podían ser útiles para explicar los cambios que la sociedad
atravesaba en un momento en el que sus antiguas características se diluían ante la gran masa de
inmigrantes que llegaba.
En los años 80, las intervenciones de estos intelectuales circularon en medio de un clima de gran
optimismo avalado por la confianza que esa generación tenía en el progreso nacional, al que
consideraban indefinido.
En el terreno político fueron muy conservadores, ya que defendieron los avances del gobierno
nacional sobre las provincias y entendieron que el manejo de los asuntos políticos debía quedar
reservado a una élite, dueña del saber y la riqueza. Al respecto, Eduardo Wilde, ministro de
Instrucción Pública de Roca, opinaba acerca del sufragio universal: "Es el triunfo de la ignorancia
universal". Estos hombres querían transformar el país, pero desde arriba, sin permitir que el
resto de la sociedad interfiriera en su proyecto de nación. De hecho, se concebía a la sociedad
como un organismo, y a la crisis social como una enfermedad que había que curar у, si era
posible, extirpar de raíz. El concepto que se tenía de las masas o multitudes era el de una fuerza
fenomenal, pero carente de inteligencia y raciocinio. Esta concepción dominó en gran medida el
discurso y la acción oficial

Los hombres del régimen: liberalismo y positivismo

Con el ascenso de Julio Argentino Roca (1880) a la cargo de presidencia, un nuevo grupo dirigente
se hizo la conducción del país. Muchos de sus integrantes eran nicos y cultos, y contaban con
prestigio social, redes y vinculos políticos en sus lugares de origen o radicación. Asimismo, estos
hombres contaron con un círculo de intelectuales fueron los encargados de conformar un
soporte ideológico al régimen. Este grupo recibió el nombre de "generación del 80".
En este grupo participaron el médico y funcionario José María Ramos Mejía; Carlos Pellegrini
(quien alcano la presidencia en 1890, tras la renuncia del presidente Juarez Celman); el escritor
Lucio V. Mansilla, y el médico y escritor Eduardo Wilde, entre tantos otros. Esta generación,
integrada por jóvenes universitarios, llevó al extremo el programa político delineado en las
décadas anteriores por Juan Bautista Alberdi y Domingo Faustino Sarmiento. No obstante,
también incorporaron a ese programa sus propias improntas.
Estos intelectuales fueron responsables de una sete de discursos que redefinieron la
nacionalidad en la Argentina. En efecto, establecieron una idea de nación que justificó la
subordinación de las identidades regionales impulsaron la idea de el ser argentino
debía estar por encima de las identidades provinciales. En términos económicos, la generación
del 80 adheria al liberalismo. Por eso, defendían la integración plena de la república en el
mercado mundial y para ello fomentaron el desarrollo de las actividades agrícola-ganaderas. Con
este objetivo, desde los ministerios, el periodismo o el palacio legislativo impulsaron medidas
destinadas a eliminar las trabas que podrían impedir el desarrollo pleno del modelo
agroexportador.
Por otra parte, adherían al positivismo, una corriente filosófica que sostenía la única manera
válida de conocimiento era la científica. Pero estos hombres no solo propusieron el positivismo
como base de estudios científicos, sino que lo impulsaron para obtener la modernización de las
instituciones y, más aun, para entender a la sociedad.
Así, el positivismo junto al evolucionismo fueron las bases de un pensamiento ideológico que
justificó la evolución y la selección natural, las diferencias y las jerarquías sociales Sque existían
entre los hombres y las elevó al rango de científicas.
Otro rasgo característico de estos hombres fue su laicismo. Por ello justificaron y apoyaron la
separación entre la Iglesia y el Estado. En este marco, impulsaron la ley de educación común,
laica y gratuita, el establecimiento de una ley que dispusiera el matrimonio civil y la creación del
registro nacional de las personas.

Política y Estado

Cuando Julio A. Roca alcanzó la presidencia en 1880, las fuerzas políticas del interior del país que
lo respaldaron asumieron que el triunfo representaba el establecimiento de una nueva
hegemonía política ca- paz de resguardar algunos intereses provinciales. Estas ideas tenían su
sustento en el hecho de que había sido la alianza conformada por la llamada Liga de
Gobernadores, aunada en torno al Partido Autonomista Nacional, lo que había permitido
derrotar a los porteños.
El PAN, nacido en el seno de un grupo reducido de personas poderosas del Interior, fue una
alianza política entre gobernadores y políticos influyentes. Desde este partido, los hombres del
Interior impulsaron el resguardo de ciertos intereses regionales a nivel nacional. En la práctica,
esto significaba superar los conflictos entre la nación y las provincias que habían dominado la
escena política en el pasado.
Desde entonces, y hasta 1910, Roca y los que lo sucedieron establecieron un complejo sistema
de coopta- ción, acuerdos y alianzas entre las diferentes provincias para mantener y reforzar el
régimen político conserva- dor. De esta forma, los hombres del PAN se aseguraron la sucesión en
el poder, práctica denominada por los contemporáneos como la política del acuerdo. Esta
implicaba arduas negociaciones que incluían recompensas y sanciones entre quienes se
consideraban capacitados para ejercer el poder.
Las ideas políticas de los hombres del PAN permearon al Estado: fue desde su seno, y en nombre
de la Constitución, que llevaron a cabo la tarea de recompensar a las provincias leales o
disciplinar a las díscolas. Así, tal como había hecho Mitre, Sarmiento y Avellaneda, la
intervención federal y el estado de sitio, fueron los dos instrumentos constitucionales que se
emplearon para tal fin.
Por otro lado, durante este período, el Estado nacional era una realidad más tangible que
contaba con diversas instituciones y empleados que podían hacer efectivas las acciones del
gobierno nacional. También era notable su rol en la definición de proyectos de envergadura, lo
que se hizo evidente en obras públicas de infraestructura y en el sistema de transporte.
Durante el gobierno de Roca en particular, se lle- varon a cabo medidas que marcarían la
presencia del Estado en todo el territorio. Por ejemplo, Roca impulsó una reforma monetaria,
que eliminó la emisión y cir- culación de monedas provinciales, estableciendo una moneda
común en todo el territorio nacional. Tam- bién promovió la organización de asuntos impositi-
vos y fiscales, buscando obtener los recursos necesa- rios para su funcionamiento.
En 1884 se sancionó la Ley de Territorios Nacio- nales con el objeto de organizar las antiguas
tierras indígenas incorporadas al resto del territorio luego de las campañas militares. Nacieron,
así, los Territo- rios nacionales de La Pampa, Río Negro, Neuquén y, poco después, Chubut, Santa
Cruz y Tierra del Fuego, Chaco, Formosa y Misiones. El Estado nacional tomó a su cargo esos
territorios recientemente constituidos, fundando ciudades, estableciendo las comunicaciones,
vendiendo las tierras públicas y propiciando el asenta- miento de colonos.
El Estado nacional también hizo sentir su presencia en aspectos relacionados con la educación,
un rubro fundamental para difundir y afianzar los símbolos, las creencias y tradiciones en torno
a la nación; en la asun- ción de nuevas funciones administrativas que antes tenía a su cargo la
Iglesia, y en la creación de ciertas ins- tituciones sanitarias con el objetivo de evitar la difu- sión
de epidemias y enfermedades.
Asimismo, la capacidad represiva del Estado ad- quirió una nueva dimensión al sancionar, a
comien- zos del siglo XX, un nuevo marco legal que posibili- taba la expulsión de los extranjeros
indeseables (ver capítulo 8).

La dinámica electoral

Una de las caracteristicas del régimen conservador


fe in de adscribir formalmente a los procedimientos
democriticos, pero a romperlos en la práctica. Muchos historiadores han señalado que, hacia
fines del siglo XIX, las elecciones eran actos puramente formales. Como ya leste, los acuerdos
entre los políticos notables definían las candidaturas, en tanto que en las prácticas electorales
predominaba el fraude. No obstante, las elecciones fun- conaban como actos legitimadores, por
lo que los comi- cos eran fundamentales.
El número de electores por provincia no era fijo sino que se establecía sobre la base de la
cantidad de personas que la habitaban. Por esta razón, las provin- cias del litoral tenían una
mayor representación, pues debido a los cambios socioeconómicos incrementaron -o
mantuvieron- su número de electores, mientras que otras disminuyeron. Entre Ríos, por
ejemplo, pasó de 18 en 1880 a 22 electores en 1910, en tanto que Santa Fe pasó de 12 a 18 en
el mismo lapso. Por el contra- rio, provincias como Catamarca y Santiago del Estero disminuyeron
su representación.
El mecanismo de votación era notablemente distin- to al que tiene lugar en la actualidad. Por
entonces, los votantes debian acercarse a las mesas de votación con un documento que
acreditara identidad y decir en voz alta por quien votarian: este era el "voto cantado" dabu lugar
al fraude. Pero, además, votaban a una lista de electores, pues las elecciones no eran directas:
se elegia un número determinado de personas que, reuni- das en una instancia llamada Colegio
electoral, votaban efectivamente a los candidatos. Y, además, la lista de electores que obtenia el
mayor número de votantes era la única que llegaba al Colegio electoral. En la práctica, esto
significaba que no existía la posibilidad de otorgar- le representación a las minorías.
Las presidencias del orden conservador
Por otra parte, no todos los argentinos por naci- miento u opción -es decir, aquellos que se
nacionaliza- ban- alcanzaban a votar, pues en los Territorios nacio- nales, por ejemplo, las
autoridades eran gobernadores elegidos por el poder central. Tal decisión se justificaba
aduciendo que los territorios no habían alcanzado aún el estatus de provincias.
Sin embargo, y más allá de todas las limitaciones, el acto de votar era, para un sector de la
población, un modo de intervenir en política, aunque solo afectaba a quienes, de una u otra
forma, estaban integrados en la maquinaria electoral o, dicho de otra manera, eran parte de las
cliente- las políticas de los diversos referentes de los distritos elec- torales. A causa del fraude,
quienes no formaban parte de esta clientela optaban por otras maneras de participar

Una vida política más allá de las urnas


Entre los contemporáneos del régimen conservador, muchos elevaron sus voces impugnando la
política del acuerdo y las prácticas electorales fraudulentas. Muchos cos. Pero también hubo
quienes consideraron que tales prácticas podían erradicarse si se incrementaba el nivel de
participación electoral entre la ciudadanía. Años des- tomaron, como verás más adelante, la
decisión de fundar sus propios partidos políti- pués, muchos historiadores se hicieron eco de
esos reclamos y propuestas: conside-
raron que, en efecto, había una fuerte apatía entre la ciudadanía.
Sin embargo, hoy en día, los historiadores del período entienden que, en las últi- mas décadas
del siglo XIX y comienzos del xx, en la Argentina se habían conformado otras instancias de
participación y debate fuera de la maquinaria electoral. La idea de la apoliticidad entre los
inmigrantes, entonces, fue desplazada.
Asi, diversos estudios señalan como frecuente el hecho de que los inmigrantes se asociaran entre
sí en entidades civiles que, efectivamente, tenían una intensa vida politica. Otros señalaron que
dicha participación se daba a partir de la difusión de la de las propias colectividades.

Pero no solo los inmigrantes tuvieron su prensa, sino que distintos grupos po- liticos o aunados
según los mismos principios ideológicos también colaboraron en la conformación de un intenso
espacio de intercambio y lectura política a partir de à prensa. Los sectores católicos, por ejemplo,
contaban con dos periódicos de relevancia: La voz de la Iglesia y El pueblo. Y también tuvieron
sus propios periódicos aquellos que fundaron nuevas agrupaciones políticas como el Partido
Radical y el Partido Socialista, o los grupos anarquistas. Tales emprendimientos ponen en evi-
dencia que, ante las propias características del régimen político, muchas personas op- taron por
participar de los debates públicos en instancias diferentes al acto de votar. De todas maneras,
también aquellos que apoyaban al PAN buscaron generar una opinión pública favorable al
régimen a partir de la prensa. ¿Para qué? Porque me- posible unificar opiniones y conformar
imágenes homogéneas sobre
diante ella era
la sociedad y el momento político que se estaba viviendo y, así, defender los actos de gobierno
y diseminar los principios ideológicos del liberalismo.

De leyes y confrontaciones

En 1882 se realizó en la Ciudad de Buenos Aires un evento singular: el Congreso Pedagógico. El


objetivo de este congreso era debatir el estado de la educación en el país. Para muchos de los
que asistieron, era necesario que la enseñanza primaria prescindiera de la instrucción religiosa,
que hasta ese entonces se ofrecía en las aulas de las escuelas públicas. Sostenían que era
necesario separar al Estado de las cuestiones religiosas, pues se debía favo- recer la integración
de todos los inmigrantes, más allá de sus credos, y esa integración debía darse en las escuelas
públicas, que eran sostenidas por el mismo Estado.
Sin embargo, otros opinaron lo contrario. Las voces disidentes fueron las de los intelectuales
católicos, quie- nes expresaron que la religión debía seguir impartién- dose en las aulas escolares
y dentro del horario de clases
Documento 2
ya que, como argüían, el catolicismo era el credo m arraigado entre los argentinos. Finalmente,
el Congres Nacional sancionó la Ley de Educación Común, 1884. Quedaba, así, establecido el
carácter obligatona gratuito y laico de la enseñanza primaria pública.
Con la puesta en marcha de este nuevo marco le gal, el gobierno nacional se enfrentó a las
autoridade eclesiásticas. Dicho enfrentamiento se vio agravado cuando se creó el Registro Civil,
y el registro de los nacimientos y las defunciones pasó a depender del Estado, y lo mismo ocurrió
años más tarde cuando se estableció el matrimonio civil (1888). Las tensiones con el Vaticano
llevaron a la expulsión del país del re presentante local del papado. Desde entonces, y hasta el
inicio del siglo xx, la Argentina dejo de tener rela ciones diplomáticas con el Vaticano.

La oposición al régimen: radicales, socialistas y anarquistas


Un año después de la fundación de la Unión Cidesprendió de ella la Unión Civica Radical
vica se
UCR). Esta nueva
agrupación estaba compuesta por
lue-
el sector más intransigente, es decir, aquellos que, l go de la salida de Juárez Celman, decidieron
no acercarse a
a Pellegrini ni al PAN.
Por sus caracteristicas, la UCR fue el primer par- tido político moderno del país pues, a diferencia
del PAN, estableció un programa o plataforma política donde estaban consignados sus principios
y fundamen- tos Asimismo, la UCR también estableció lugares es- pecificos de reunión y debate
llamados comités, donde los adherentes podían participar de la construcción del partido. Estas
caracteristicas rompían con las ideas an- teriores en torno a los partidos como instancias solo de
acuerdos y negociaciones entre los politicos notables.
En los primeros años, la UCR estuvo conducida por Alem y su estrategia consistió en tratar de
derrocar al regimen conservador mediante las armas. Estos inten- tos se llevaron a cabo en dos
ocasiones: 1893 y 1905. Sin embargo, luego del último y fallido intento armado, varios líderes
del nuevo partido plantearon el cambio de estrategia politica.
La nueva etapa que se iniciaba estuvo dirigida por Hipólito Yrigoyen, quien decidió dejar de lado
las armas para pasar a combatir las prácticas electorales fraudulentas. Con este lema, la UCR
logró sumar a un numero creciente de seguidores, sobre todo en los sec- tores medios urbanos,
quienes comenzaron a partici- par de los comités y de las convenciones radicales.
De este modo, la UCR se transformó en el princi- pal baluarte de la necesidad de transformar el
régimen electoral para evitar la violencia y el fraude. Sus lideres decidieron abstenerse de
presentarse a elecciones hasta tanto no se sancionara un nuevo marco legal.
En 1896 los socialistas, que venian actuando en distintas agrupaciones, se aunaron en un solo
partido: fundaron el Partido Socialista. Dirigido, en su mayo- ra, por profesionales de sectores
medios, este partido conformó un programa orientado hacia los trabaja- dores. Impulsó, así, la
reducción de la jornada laboral estableciéndola en 8 horas, el descanso semanal, la prohibición
del trabajo infantil y la creación de tribu-
nales laborales. En el plano politico, los socialistas pro- movieron la reforma electoral que debia
basarse en el voto secreto y universal masculino. A diferencia de los radicales, los socialistas si
se presentaban a elecciones y, de hecho, en 1904-y gracias a una leve modificación en las pautas
electorales que permitió que algunos car- gos fueran ocupados por personas ajenas al PAN- ob-
tuvieron su primera banca en la Cámara de Diputados, ocupada por Alfredo Palacios.
únicas
que
Estas expresiones políticas e ideológicas no eran las existían en aquella época. Desde los años
90, y al calor del arribo de numerosos inmigrantes, lle- garon al Río de la Plata las ideas
anarquistas, también llamadas libertarias por su búsqueda de la conquista de la libertad absoluta
de los individuos, considerada un derecho natural.
El ideario anarquista entendia al Estado como un instrumento al servicio de los intereses de los
podero- sos. Por ello, planteaba una lucha abierta en su contra, defendiendo la idea de que este
debía ser destruido para conformar una sociedad igualitaria y sin explota- dores. A diferencia de
los ideales socialistas que busca- ban reconciliar los asuntos del trabajo y los del capital, entre
los anarquistas se utilizó la huelga general como un arma de combate.
Pero este no fue el único rasgo distintivo de los anarquistas. En efecto, ellos no se organizaron
en un partido político sino a partir de centros de estudios, es- cuelas alternativas y sociedades
de resistencia. Muchos de los anarquistas eran inmigrantes de origen español e italiano, pero
también había trabajadores del Interior que llegaban a las grandes ciudades.
Los anarquistas llevaron a cabo una importante labor periodística que les permitió difundir entre
los trabajadores los ideales libertarios

La presidencia de Juárez Celman. Conflictos y revolución


Luego de los seis años de gobierno de Roca, el can- didato para sucederlo fue el cordobés Miguel
Juárez Celman, un liberal ortodoxo que era concuñado del presidente saliente. En los años
anteriores, Juárez Cel- man se había desempeñado como gobernador, por lo que contaba con
una exitosa experiencia a cargo de su provincia. Por ejemplo, había puesto en marcha obras
públicas de gran envergadura, como la construc- ción del dique San Roque que aseguraría la
provisión de agua a la capital cordobesa. A pesar de ello, fue el respaldo de Roca lo que le dio un
margen importante para desplazar a los otros demás candidatos.
Sin embargo, una vez electo, los problemas comen- zaron a presentarse. Por un lado, intentó
distanciarse de su mentor, lo cual generó conflictos en el seno del PAN. Pero los problemas no
solo provinieron del in- terior del PAN sino, y principalmente, de la situación económica y política
general.
ge-
En efecto, la expansión económica que se había nerado en los primeros años de su presidencia
había incrementado la especulación y el endeudamiento. Para hacer frente a esta situación,
decidió tomar cré- ditos y desprenderse de varias obras y empresas públi- cas. Además, tomó la
decisión de emitir papel moneda sin la autorización del Congreso y sin el respaldo ne- cesario en
oro. Esta decisión redujo el valor del peso y perjudicó el poder adquisitivo de las grandes
mayorías asalariadas. Por el contrario, unos pocos favorecidos incrementaron el juego
especulativo, que alcanzó su apogeo hacia la mitad del año 1889. En junio de 1890, sin embargo,
la comunicación oficial de la imposibi- lidad de continuar pagando los servicios de la deuda
argentina a la casa Baring de Londres, su principal acreedora, precipitó el colapso.
La crisis acarreó el cierre de la mayoría de los ban- cos, la paralización de obras públicas y la
quiebra de numerosas casas comerciales. La desocupación se ge- neralizó y agravó, aún más, la
situación de los trabaja- dores.
A la grave crisis económica se le sumó la crisis po- lítica. En 1889, algunos opositores al
presidente fun- daron una agrupación política denominada Unión Cí- vica de la Juventud (luego
Unión Cívica, al ampliar
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su base de apoyo). Se congregaron en ella hombre
diversas ideas políticas, pero aunados por la situaci de estar excluidos de la mesa política de
Juárez C man: Bartolomé Mitre, Pedro Goyena, Bernardo
Irigoyen, Aristóbulo del Valle y Leandro N. Alem e
algunos de ellos.
Ante la diversidad política de sus
integrantes
cionalistas, intelectuales católicos, antiguos auton mistas porteños-, la plataforma de la coalición
civic fue amplia y hacía especial referencia a la defensa & las libertades políticas y al rechazo del
fraude electe ral. Sin embargo, la indiferencia de Juárez Celman la mala gestión de su
administración finalmente com vencieron a los miembros de la Unión Cívica de debían
reaccionar y tomar cartas en el asunto.
que
El 26 de julio de 1890 algunas tropas armadas a mando de Leandro N. Alem ocuparon el Parque
de Artillería de la Ciudad de Buenos Aires, decididos destituir al cordobés de la presidencia.
Luego de tres días de combate, los revolucionarios fueron vencidos. No obstante, Juárez Celman
quedó sumamente debilitado. Sin el respaldo del Congreso Nacional y con la mayoría de la
prensa en su contra,el presidente debió renunciar, dejando a cargo de la pre sidencia a su
vicepresidente, Carlos Pellegrini.

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