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Los soldados romanos crucificaron a Jesús después de que sufrió un terrible castigo, y se sentaron al pie de la cruz esperando que muriera para poder terminar su trabajo. Mientras tanto, sin compasión, jugaron a los dados para dividir la ropa de Jesús, sin darse cuenta de que estaban presenciando el evento más grande en la historia al cargar Jesús el pecado de la humanidad en la cruz.
Los soldados romanos crucificaron a Jesús después de que sufrió un terrible castigo, y se sentaron al pie de la cruz esperando que muriera para poder terminar su trabajo. Mientras tanto, sin compasión, jugaron a los dados para dividir la ropa de Jesús, sin darse cuenta de que estaban presenciando el evento más grande en la historia al cargar Jesús el pecado de la humanidad en la cruz.
Los soldados romanos crucificaron a Jesús después de que sufrió un terrible castigo, y se sentaron al pie de la cruz esperando que muriera para poder terminar su trabajo. Mientras tanto, sin compasión, jugaron a los dados para dividir la ropa de Jesús, sin darse cuenta de que estaban presenciando el evento más grande en la historia al cargar Jesús el pecado de la humanidad en la cruz.
Después de sufrir un terrible castigo a manos de los soldados, ahí
estaba Jesús clavado en la cruz.
Estos soldados encargados de la crucifixión, seguramente estuvieron
cuando apresaron a Jesús, cuando la multitud enfurecida lo golpeaba y escupía, cuando lo llevaron ante Pilato. Cuando cada latigazo le arrancaba pedazos de carne.
Pero ellos estaban acostumbrados a esto, eran soldados y Jesús no
era el primer hombre en ser castigado y crucificado.
A ellos no les provocaba nada clavarle unas agujas de espinas en la
cabeza o clavos en las manos.
Así que ahí se encontraban, en el pie de la cruz mirando el destrozado
cuerpo de Jesús, esperando a que se mueran para poder terminar su jornada de trabajo y volver con sus familias. Ya que ese día no había sido como los otros, la gente estaba descontrolada y alborotada, el ejército tuvo que poner mucho orden.
Mientras seguían pasando las horas, sin una pisca de compasión,
sentados en el piso tomaron la ropa de Jesús y dejaron al azar para ver quien se quedaba con qué. Tiraron los dados para ver quien se quedaba con sus sandalias, con su túnica, con su turbante. Estos soldados no se daban cuenta que detrás de ellos estaba sucediendo el acontecimiento más grande en la historia de la humanidad. Jesús el hijo de Dios, que nunca conoció pecado, cargaba en sus hombros con el peso del pecado de todos nosotros. Tan cerca de la cruz pero tan lejos de Cristo.
(Hablar)
Cuantos de nosotros estamos jugando en frente de la cruz.
Parece algo irónico porque después de todo, la cruz se ha convertido
en el símbolo que nos recuerda que Cristo trajo salvación. Pero cada fin de semana, muchos de nosotros aún seguimos jugando a los ‘cristianos’.
Amamos los eventos llenos de luces, la buena música, ‘servimos’ los
domingos y nos encanta salir a predicar en grupo. Pero pocas veces a la semana nos acercamos al lugar secreto, para tener comunión con Él.