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ANALISIS DE LA SENTENCIA 168-13 SOBRE LA PÉRDIDA Y

OBTENCION DE LA NACIONALIDAD
Considero la Sentencia 168-13 como una certera aplicación de la
jurisprudencia dominicana y tengo la convicción de que es absolutamente
correcta y que obliga a enmendar los errores, injusticias e irregularidades que
han tenido lugar durante décadas por el desorden, corrupción y acostumbrada
irresponsabilidad de las autoridades dominicanas encargadas de velar por la
aplicación de las leyes y procedimientos migratorios del país, así como por la
incompetencia del propio gobierno haitiano.

La Sentencia 168-13 se fundamenta en las disposiciones constitucionales que


definen el otorgamiento de la nacionalidad a las personas que califiquen para
ello. De ahí que tome como punto de partida la Constitución del 20 de junio de
1929, la cual expresa en su Artículo 8.2 que son dominicanos todos los que
nacen en el territorio nacional, con excepción de los hijos legítimos de los
extranjeros residentes en la República en representación diplomática o que
estén en tránsito en ella. A partir de esa Constitución, todas las demás han
mantenido esa disposición.

Muchos se han basado en la semántica para analizar el significado de la


palabra “tránsito”, en vez de investigar cuál es la interpretación que de ese
término hacen nuestras leyes. Otros han confundido este vocablo con
“transeúnte”.

La realidad es que, de conformidad con nuestras leyes y procedimientos,


ambos términos están muy bien definidos y se entiende por extranjero
transeúnte toda persona que carece de domicilio o residencia legal en la
República Dominicana, mientras que extranjero en tránsito se refiere a aquellos
que no tienen domicilio social en el país por carecer de un permiso de
residencia.

La sentencia es clara en afirmar que no tiene derecho a la nacionalidad una


persona cuyos padres están en tránsito al momento de ella nacer. En ese
sentido, los hijos nacidos en el país de padres que son extranjeros en tránsito
quedan excluidos para fines de adquisición de la nacionalidad, lo cual también
está de conformidad con la Ley de Inmigración No. 95, del 14 de abril de 1939,
y con su Reglamento No. 279 sobre Aplicación de la Ley de Inmigración, de
fecha 12 de mayo de 1939, así como con la jurisprudencia de la Suprema Corte
de Justicia sobre ese tema.
Debemos reconocer que la nacionalidad es un vínculo jurídico, sociológico y
político cuyo otorgamiento es potestad exclusiva del Estado y que el sistema
para adquisición de la nacionalidad en la República Dominicana se encuentra
basado en un sistema mixto que comprende el ius soli, el ius sanguini y que
ambos sistemas se complementan con la “naturalización”. En el caso que nos
ocupa no existe discriminación racial, ni xenofobia contra ningún haitiano. Es
una simple exposición de motivos jurídicos para adoptar una decisión ajustada
a la ley.

Cuando se analiza la situación de los cientos de miles de inmigrantes haitianos


en el país, debemos llegar forzosamente a la conclusión de que la inmensa
mayoría no dispone de los documentos necesarios para cumplir con las leyes
de inmigración. No tienen actas de nacimiento legales que los padres pudieran
presentar, porque ellos mismos carecen de las pruebas fehacientes con
respecto a sus identidades para poder instrumentar la declaración de sus hijos.

A tal efecto, la cédula de identidad personal y electoral es el documento


esencial para cumplir con el ordenamiento jurídico nacional. De ahí que negar
la cédula a una persona que sea hijo de extranjeros en tránsito es una decisión
correcta y jurídicamente fundamentada.

En todo caso, las personas que han sido afectadas por la decisión del Tribunal
Constitucional no corren el riesgo de convertirse en apátridas como han
afirmado tantos, pues, si un extranjero en tránsito tiene derecho a otra
nacionalidad, nunca podrá ser “desnacionalizado” o transformado en un
“apátrida”. Los inmigrantes haitianos ilegales en la República Dominicana
tienen la nacionalidad haitiana, en virtud de lo que establece el Artículo 11 de la
Constitución de Haití, que reza: “Posee la nacionalidad haitiana todo individuo
nacido de padre haitiano o madre haitiana, los cuales hayan nacido haitianos y
no hayan renunciado a su nacionalidad al momento de su nacimiento”.

ElTribunal Constitucional estuvo consciente del impacto que tendría su


Sentencia 168-13 y es por eso que dispuso que la Junta Central Electoral, el
Registro Civil y la Dirección General de Migración ejecuten medidas para
poner orden al desorden y corrupción que siempre ha prevalecido en los
asuntos de inmigración, además de viabilizar la aplicación del Plan nacional de
regularización de los extranjeros ilegales radicados en el país, que está
previsto en el Artículo 151 de la Ley de Migración No. 285-04 y que nunca se
preparó para determinar las condiciones de regularización de este género de
casos.
Hemos llegado a la Sentencia del Tribunal Constitucional por la forma corrupta,
perversa e inhumana con la cual se ha manejado durante décadas la
inmigración haitiana, pero entiendo que eso no es culpa de dicho Tribunal, cuya
misión en este caso ha sido interpretar si se cumplen o no los preceptos
constitucionales. Ahora resulta que para tanta gente los culpables de la
situación jurídica de los inmigrantes haitianos ilegales y sus descendientes son
los jueces de ese Tribunal.

De ahí la importancia del Plan de Regularización y de los pasos que ha estado


encaminando el Presidente de la República, a fin de hacer posible que los
inmigrantes haitianos ilegales tengan la posibilidad de regularizar su situación
migratoria y evitar que ese conglomerado pueda ser injusta e inhumanamente
afectado y excluido de la sociedad por la aplicación de la sentencia y por el
caos que impera en los poderes e instituciones que tienen la obligación de
cumplir con su parte en este asunto.

Es lógico que, dada la ineficacia del tren administrativo público, haya


desconfianza en la agilidad de los mecanismos que se establezcan y temor de
que se cometan injusticias y arbitrariedades en el proceso, de modo que el
aspecto humano es de gran trascendencia y debe tratarse con sumo cuidado,
lo cual parece ir en consonancia con lo que hace el Presidente Medina. De este
modo, si no se ejecutan las medidas más indicadas y no se actúa con la
responsabilidad y eficiencia debidas, es probable que la situación migratoria de
los haitianos ilegales en el país y sus descendientes se convierta en un drama
humano de grandes proporciones.

Sin embargo, todos debemos estar conscientes de que la sentencia 168-13 es


definitiva, irrevocable y vinculante a los demás poderes del Estado. No
comprendo cómo todavía hay voces que pretenden imponer una violación a
nuestro orden constitucional pidiendo que el Presidente intervenga para
revertirla o que ONG y organismos internacionales pidan que la desconozcan.

Creo que es injusto criticar al Tribunal Constitucional por la valiente y certera


sentencia que ha emitido, sobre todo cuando la misma lo que hace es abrir una
ventana a miles de haitianos ilegales en el país para que puedan regularizar su
situación. Ahora depende de las instituciones del Gobierno, específicamente la
Junta Central Electoral, el Registro Civil y la Dirección General de Migración,
hacer el trabajo que se supone que deben hacer, de modo que no se
produzcan injusticias, ni violaciones a los derechos humanos, ni se mantenga o
empeore la situación provocada por una sentencia que es correcta, pero que
ha puesto en evidencia la perversidad y la irresponsabilidad de militares,
políticos en el poder y empresarios insaciables de mayores riquezas.

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