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EL REINADO DE FERNANDO VII (1814-1833)

INTRODUCCIÓN

A principios del S.XIX, España estaba sumida en una profunda crisis: hambrunas, epidemias, derrotas militares… El seguidismo
de Carlos IV y su primer ministro, Godoy, a la Francia napoleónica, no hizo sino agravar la situación. La crisis política provocó
el distanciamiento entre el rey y su heredero, Fernando, quien promovió una revuelta contra su padre, el Motín de Aranjuez
(marzo 1808). Napoleón aprovechó la ruptura entre los reyes españoles para forzar las abdicaciones de Bayona (mayo de
1808) y hacerse con el poder, que, después, cedió a su hermano José (I). A partir de ahí, Fernando VII quedó retenido en
Francia, supuestamente como cautivo, aunque son numerosas las muestras de apoyo a Napoleón, hecho que, por supuesto,
se desconocía en España, donde se luchaba porque pudiese volver a reinar (Guerra de la Independencia, 1808-1813).

Su reinado estuvo marcado, como el resto de Europa en ese momento, por la lucha entre los últimos momentos del absolutismo
y la implantación de sistemas liberales(“revoluciones burguesas”). Se divide en tres etapas: dos, absolutistas (1814-20/ 1823-
33); una, liberal (1820-23).

DESARROLLO

Primera restauración absolutista o Sexenio Absolutista (1814-1820)

Cuando en 1814 el imperio de Napoleón fue finalmente derrotado en Europa, Fernando VII regresó a España (Tratado de
Valençay, diciembre 1813). Los liberales esperaban que jurase la Constitución de 1812, pero los absolutistas querían que
restaurase el Antiguo Régimen.

Un grupo de 69 diputados de las Cortes de Cádiz, de ideología absolutista, entregaron al rey un documento en el que solicitaban
la restauración de la monarquía absoluta y la abolición de la Constitución de 1812. Este documento se conoce como el
Manifiesto de los Persas. También se sumó a esta petición una buena parte del ejército, encabezada por el capitán general
de Valencia, general Elío. Fernando VII aceptó estos planteamientos y promulgó un decreto que derogaba la Constitución y
toda la obra legislativa de las Cortes de Cádiz:“Decreto de Valencia”, mayo de 1814. A continuación, promovió una dura
represión contra los liberales, por lo que muchos de ellos tuvieron que exiliarse (al igual que los “afrancesados”).

Se trataba de un golpe ejecutado por el rey contra las Cortes. Las instituciones previstas por la Constitución fueron anuladas y
se restauraron los consejos y secretarías del Antiguo Régimen, con una diferencia: gobernaría el rey, directamente, lo que se
tradujo en el conocido como “gobierno de camarilla”. La Iglesia recuperó su poder, con la vuelta de las órdenes religiosas
(incluidos los jesuitas), el restablecimiento de la Inquisición y de los diezmos. La nobleza vio restituidos sus derechos de
propiedad, sus privilegios y rentas señoriales, aunque no recuperó los derechos jurisdiccionales. Se eliminó la libertad de
expresión y publicación y muchas universidades expulsaron a los profesores más abiertos a las ciencias y a las ideas liberales.
También se restablecieron los privilegios de la Mesta.

Pero la guerra había dejado un país en ruinas y un estado en bancarrota, en una coyuntura muy compleja en la que las
colonias de América habían iniciado sus procesos de independencia. Para intentar frenar esos procesos, Fernando VII
fortaleció los ejércitos, pero, como el estado no estaba en condiciones económicas para mantenerlos, se produjo un descontento
que fue el caldo de cultivo de los pronunciamientos militares del periodo: el antiguo guerrillero Espoz y Mina; los generales
Díaz Porlier o Lacy; la "conspiración del triángulo", dirigida por Vicente Richard, etc... ,intentos fracasados de golpe de estado
en los que se mezclaba el descontento por la situación económica con el deseo de restaurar la Constitución de 1812.
En 1819 la situación era explosiva: crisis económica, bancarrota del Estado, casos de corrupción de ministros, inestabilidad
de los gobiernos, pronunciamientos..., todo ello agravado por el desastre de la pérdida de las colonias americanas. Las guerras
de independencia habían cortado la llegada de ingresos coloniales (metales preciosos, materias primas,...) y demandaban un
gasto militar insoportable para la Hacienda real, además, los reclutamientos para esos ejércitos provocaron un gran descontento
social.
Trienio Liberal (1820-23):

La situación explotó, precisamente, en las tropas reunidas en torno a Cádiz para embarcar hacia América, en un movimiento
organizado por la masonería, encabezado por el comandante Rafael del Riego (enero de 1820) y que fue seguido por una
serie de movimientos revolucionarios en La Coruña, Zaragoza, Barcelona, Pamplona… Riego proclamó la Constitución de
1812. Fernando VII, viendo que la revolución triunfaba, publicó un manifiesto en que afirmaba: “Marchemos francamente, y yo
el primero, por la senda constitucional”.

Los tres años que duró el régimen liberal fueron el primer ensayo estable de gobierno constitucional de la historia de España.
Se intentaron llevar a cabo los principios que recogía la Constitución de 1812: división de poderes, libertad de prensa,
derechos individuales, supresión de la Inquisición... La Iglesia, defensora del absolutismo en los años anteriores, fue
apartada de los órganos de poder del Estado. Los jesuitas fueron expulsados y las órdenes monásticas fueron disueltas,
expropiándose parte de sus posesiones territoriales. Las Cortes completaron el “programa de Cádiz”: libertad de mercado,
empresa y propiedad privada; abolición del régimen señorial; desamortización de los “bienes de manos muertas”
(monasterios, conventos,…); proteccionismo económico, con la prohibición de importar cereales y harinas...Para defender
el sistema constitucional se restableció la "milicia nacional".

Pero los liberales en el gobierno se escindieron en dos grupos: moderados (doceañistas) y exaltados (veinteañistas). Los
moderados (Martínez de la Rosa) proponían llegar a un pacto con los absolutistas y crear un sistema en el que, a cambio de
restringir algunos principios liberales, los absolutistas aceptasen las nuevas reglas de juego: un sistema constitucional. Los
exaltados (Evaristo San Miguel) creían que los absolutistas nunca aceptarían una constitución y eran partidarios de radicalizar
las medidas liberales con la ampliación del sufragio universal masculino, y reduciendo de manera drástica el poder de la Iglesia
y la nobleza. El debate político tuvo una época de esplendor a través de las "sociedades patrióticas" y de la prensa.

Por su parte, los absolutistas, aprovechando la división de los liberales, conspiraron para hacer fracasar el régimen. El propio
Fernando VII apoyó a agentes que se encargaban de organizar grupos armados golpistas y enviaba emisarios para solicitar
ayuda militar a los gobiernos anti-liberales de Europa (Santa Alianza) con el fin de acabar con su propio gobierno y derogar
la Constitución que había jurado. Había zonas en Cataluña, el País Vasco, Galicia, norte de Castilla, Navarra y Valencia en las
que algunos nobles y clérigos tenían organizadas partidas armadas de "voluntarios realistas" que atacaban a los
ayuntamientos constitucionales. La revuelta absolutista se extendió especialmente en Cataluña, donde se auto-proclamó la
llamada regencia de Urgell (marqués de Mataflorida, obispo de Tarragona y marqués de Eroles). A la acción de los golpistas
se unió la intervención de las potencias europeas: en el Congreso de Verona, la Santa Alianza, decidió enviar a los Cien Mil
Hijos de San Luis (duque de Angulema), un ejército francés que restauró a Fernando VII como rey absolutista. La primera
experiencia de gobierno liberal acabó así, entre abril y septiembre de 1823.
La segunda restauración absolutista. Década Ominosa. (1823-1833)

La vuelta del absolutismo trajo consigo una ola de represión y “terror blanco” contra los liberales. Paralelamente, se creó
la Superintendencia de la Policía y se “depuraron” el ejército, los ministerios, tribunales, universidades, ayuntamientos,... La
Iglesia colaboró en la represión a través de Juntas de Fe (que hacían las veces de la desaparecida Inquisición). Esta ola
represiva provocó que miles de españoles tuvieran que exiliarse a países europeos o hacia las nuevas naciones americanas,
que culminaron su independencia entre 1820-24.

Las principales novedades de esta etapa fueron: 1) se institucionalizó el funcionamiento del Consejo de Ministros, 2) se
reformó la Hacienda (ministro López Ballesteros), 3) se creó el Banco de San Fernando, 4) se aprobó un Código de
Comercio, 5) una Ley de Enjuiciamiento Mercantil, 6) se creó el ministerio de Fomento,… La dirección de esta política de
reformas recayó en una facción del absolutismo heredera del despotismo ilustrado, con el apoyo de la élite burocrática,
burguesía urbana y banqueros; pero provocó la hostilidad de la facción reaccionaria, que se apoyaba en la Iglesia y en los
terratenientes rurales. Los “reaccionarios” (“apostólicos”) criticaban, también, que el rey no hubiera restablecido la
Inquisición y que quisiera desarmar a los “voluntarios realistas”, y empezaron a reivindicar a Carlos M.ª Isidro (hermano de
Fernando VII) como rey. Se levantaron en armas, de nuevo, en País Vasco, Navarra, Cataluña, Valencia,…, organizando
partidas armadas de “voluntarios realistas” que se oponían a las reformas. Por su parte, los liberales, debilitados y divididos,
empezaron a preparar nuevas conspiraciones (Valdés, Manzanares, Fernández Bazán, Mariana Pineda, Torrijos ,...) pero
todas fracasaron y optaron por buscar la alianza con los reformistas del absolutismo.

CONCLUSIÓN

A toda esta inestabilidad interna hay que sumar la pérdida de la mayor parte del Imperio español de América, que supondrá
una sangría económica tremenda por los gastos de las guerras y la pérdida de riquezas.

El problema final del reinado fue la cuestión sucesoria. En abril de 1830, Fernando VII mandó publicar la Pragmática
Sanción, una ley que permitía reinar a las mujeres, y en octubre de ese año nació la princesa Isabel. El rey enfermó en 1832;
su hermano, Carlos Mª Isidro, y los políticos más reaccionarios le obligaron a derogar esa ley, pero María Cristina (su esposa)
tomó las riendas del gobierno y, rodeada de técnicos reformistas, fue apartando a los políticos y militares más reaccionarios y
aprobó por fin una ley de amnistía a favor de los liberales. Además, el rey declaró nulo el decreto que derogaba la Pragmática
Sanción, lo que permitiría reinar a Isabel tras su muerte, pero llevaría a España a la guerra civil por la oposición de los
absolutistas que apoyaban a Carlos Mª (I Guerra Carlista, 1833-39).
BIBLIOGRAFÍA:

-VALDEÓN, J., PÉREZ, J. y JULIÁ, S. (2008): Historia de España. Editorial Austral.

-GARCÍA DE CORTÁZAR (2006): Historia de España. Editorial Planeta.

-FONTANA,J. (2007): La época del liberalismo, volumen 6 de la Historia de España de la Editorial Crítica.

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