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DE COLONIAS A ESTADOS NACIONALES Independencias y descolonizacién en América y el mundo en los siglos XIX y XX Enrique AYALA MoRA Editor @ conreeror CM samemegom ‘De colonias a estados nacionales : independencias y descolonizacién en ‘América y el mundo en los siglos XIX y XX / Enrique Ayala Mora. [et al]: editado por Enrique Ayala Mora. - 1a ed. - Ciudad Aut6noma de Buenos Aires : Corregidor ; Quito : Universidad Andina Simén Bolivar. Sede Ecuador, 2018, 352 p. 323 x 16cm. ISBN 978-950-05-3179-5 |. Historia Contemporinea, 2. Independencia Americana. 3. Descolonizacién. I. Ayala Mora, Enrique TI. Ayala Mora, Enrique, ed, DD 980 Disefio de tapa: Ezequiel Cafaro ‘Todos los derechos reservados. © UNIVERSIDAD ANDINA SIMON BOLIVAR, SEDE ECUADOR ‘Toledo N22-80. Apartado Postal: 17-12-569. Quito, Ecuador. ‘Teléfonos: (593 2) 322 8085, 299 3600. Fax (593 2) 322 8426, wwwiuashedu.ee - uasb@uash edu.ec ISBN: Universidad Andina Simén Bolivar, Sede Ecuador: 978-9978-19-839-1 © Ediciones Comegidor, 2019 Rodriguez Pefta 452 (C1020ADI) Bs. As. Web site: www.cortegidor.com e-mail: corregidor@corregidor.com Hecho el depésito que marca la ley 11.723 ISBN 978-950-05-3179-5 Impreso en Buenos Aires - Argentina Libro de edici6n argentina. Este libro no puede ser reproducido total ni parcialmente en ninguna forma ni por ningtin medio © procedimiento, sea reprogréfico, fotocopia, microfilma- cin, mimesgrafo © cualquier otro sistema mecnico, fotoquimico, electréni- co, infermético, magnético, electrosptico, etc. Cualquier reproduccién sin el _permiso previo por escrito de la editorial viola derechos reservados, es ilegal ¥ ‘constituye un delito. INDICE Introduceién: Independencias y descolonizacién.... ul Primera parte ENFOQUES GENERALES Impedimento y exilio: Las crisis de las monarquias ibéricas ‘en perspectiva atlintica. 35 Luiz Geraldo Sitva Espatia del siglo XIX-y las independencias latinoamericanas...... 57 Juan Marchena Fernéndez Gran Bretafia y las independencias americanss..... 7 Anthony McFarlane Nuevos enfoques teéricos en tomo a las guerras de independencia. a1 Tomés Pérez Vejo Segunda parte INDEPENDENCIAS LATINOAMERICANAS EN EL SIGLO XIX Reyolucién ¢ independeneia de Haiti: Sus percepciones cen las posesiones espatiolas vecinas, 1791-1826. 125 Johanna von Grafensiein Gareis La independencia del Brasil en el contexto latinoamericano: El “otro” que vive al lado Luis Claudio Villafafie Gomes Santos Introduccién © modo algo contradictotio, la idea de integracién latinoamericana nacié de manera simulténea a la independencia de los diversos nue- vos paises del continente, Mientras se ereaban paises que se diferen- ciaban entre si, los préceres y lideres de esas nmevas naciones no dejaban de referirse a una idea de unidad y destino comiin, mas allé de las fronteras nacionales. Si por un lado habia que defini lo que era ser chileno, perua- no 0 colombiano, por otro habfe un sentimiento comin de “americenidad” ‘que se tradujo en muchas ideas ¢ iniciativas concretas que hasta hoy sirven como mitos fundadores de la integracién regional, como el Congreso de Panamé de 1826. A lo largo de la vasta colonia espaftola en América, se alimentaron, por muchas décadas, sentimientos localistas que contrastaban con la condi- cin, comin a todos, de stibditos americanos de la corona espaiiola. Pero las diferencias y tensiones regionales eran apenas una de las muchas con- tradicciones y contrastes que marcaban a las excolonias ibéricas. Las iden- tidades culturales y lealtades politicas en la América colonial fueron el producto de un lento proceso de transposicién y adaptacién del imaginario comiin del Antiguo Régimen curopeo a las condiciones coloniales. La in- mensa complejidad del sistema de lealtades cruzadas, caracteristico de la Europa en transicion hacia el sistema capitalista, seria acentuada por las, grandes desigualdades -econsmicas, sociales y raciales~ de las coloni “un mosaico de grupos de todo tipo, formales e informales, imbricados y Sobrepuestos unos @ otros, que mantienen relaciones complejas con autori- dades dinésticas jgualmente complejas y enmaratiadas”.! ' Frongois-Xavier Guerra, “La nacién hispanics: El problems de los origenes”, en Marcel Gaucher, Pierre Manent y Pierre Rosanvallon, directores, Naciény modernidad, Buenos Altes, Nueva Visin, 1997, p10, 200 | decoous Eevee maou / ra hi Mon ok La disolucién de los 1azos con Ia metrépoli exigié de las ites eriollas ‘un gran esfuerzo, también en el plano ideol6gico, para crear algiin sentido de unidad y coherencia que pudiese sustituir el edificio ideol6gico cons- truido con base en la nocién de filiacién a la Corona espafiola. En el caso brasilefio, la presencia de un principe portugués frente al proceso de eman- cipacién politica dio un sentido de continuidad casi natural a esta idea. Pero, si la América portuguesa contaba con un monarca, la América his- pPénica se vio forzada a realizar la transicién de colonia a nacién modema ‘ompiendo total y sibitamente con el imaginario comiin construido duran- te el perfodo colonial, el cual, bien o mal, consegufa mantener integrado el complejo mosaico de grupos de cardcter territorial (virreinatos, provincias, ciudades, sefiorios), personales (6rdenes y cuerpos de todo tipo) o informa- les (redes de parentesco, de clientela o de intereses), ademas de la impor- ‘ante separacién entre las “repablicas” de los espatioles y de los indigenas, ‘complicada por miltiples grados de mestizaje. Nuevas identidades de norte a sur del continente Los nuevos acuerdos politicos y la construccién de nuevas identidades americanas variaron de acuerdo con las condiciones locales. En las Trece Colonias (econéiica y socialmente mejor integradas), el nuevo pacto 50- cial se dio en tomo @ un complicado arreglo federal que aseguré amplia autonomia para los estados de la Unidn, postergando la solucién de pro- blemas fundamentales relativos al orden social y a la propia identidad de ta nueva repitblica. Entre estos problemas, se destacaba el de c6mo conct- liar la esclavitud practicada en los estados del sur com las ideas de naci y ciudadanfa, La solucién de esta contradiccién tuvo que esperar casi un siglo de vida independiente y solo se dio por medio de una violenta guerra civil. EI movimiento de 1776 no tuvo en su otigen un caracter propiamen- te nacionalista? sino estrictamente autonomista con relaciéa a la corona inglesa. La hegemonia econémica y politica de los estados del norte (mas avanzados econémicamente y sin interés directo en mantenerla esclavitud) 2 Sobre esto, Erie Hobsbawim comenta: “En los Estados Unidos, el discuso anterior (antes de 1830) prefer hablar de ‘pueblo, “unién’, ‘confederecidn’, ‘nuestra tie comin, ‘piblico’,“bienestar public’, o ‘comunidad’, para evita ls implicaciones tmitariasy centralizadoras del término ‘nacin' con relaci6n alos derechos de los est- os federales. Eric John Emest Hobsbawm, Napdes e nacionalismo desde 1870, Rio ‘de Janeiro, Paze Tera, 1990, p. 31. Lamoerenoenon oe. Basi... / Lus Cuno Viasie Gomes Saves | 201 cre6 un proceso gradual, pero de ninguna manera lineal, de construccién de una ciudadania y de una nacionalidad comin. De todos modos, en EUA, el sudo gordiano de fa contradiccién ireconciliable entre la idea de nacién y la conservacién de la esclavitud solo seria cortado con la eclosién del mas violento contflicto militar en la historia del continente americano. En Brasil, la transmigracién de la corte portuguesa y la permanencia del principe heredero en Rio de Janeiro crearon condiciones favorables para la experiencia monérquica. Esta, en tesis, present6 menores riesgos de sub- versién del orden social, pues conservé las bases del imaginario comin de la colonia, apenas transfiriendo la lealtad y el simbolismo dindstico-reli- ‘gioso del rey de Portugal al monarca ahora “brasilefio”. Con la invasién de Portugal por las tropas de Napoleén, la Reina, el Principe Regente y gran parte de la fatnilia real y de la corte portuguesa huyeron hacia Brasil, ins- taléndose en Réo de Janeiro. Nunca un soberano europeo habia visitado, y mucho menos vivido, en territorio americano. La Ilegada de la corte por- ‘uguesa y la transferencia de la sede del Imperio portugues (en América, Africa, y Asia) a Rio de Janeiro fue un hecho sin precedentes en Ia historia, de Los imperios europeos. En 1814 termina la ocupacién francesa, pero la corte no vuelve a Europa. En diciembre de 1815 es creado el Reino Unido de Portugal, Brasil y Algarve; Brasil es, por lo tanto, elevado a una jerar- 4quia equivalente a Portugal. D. Jofo seria aclamado rey en 1818, dos afios después de la muerte de su madre, Rio de Janeiro era entonces la sede de un “emergente imperio”. Después de la expulsién de los franceses, se inicié una disputa entre Rio de Janeiro y Lisboa por la hegemonia sobre las po- sesiones portuguesas, inclusive sobre las provineias brasilefas, algunas de la cuales tenian nexos més fuertes con Lisboa que con la corte carioca. De sa lucha resultaria la independencia brasilefia, conservandose la unidad de la excolonia americana, pero bajo el liderazgo del principe heredero de la Corona portuguesa. El mantenimiento del orden monarquico y de la legiti- midad dindstica fue una solucién esencialmente conservadora, que contri- buy6 a mantener el orden social inalterado en sus grandes lineas. En el caso de las excolonias espafiolas, la ausencia del soberano dificul- taba sobremanera una solucién mondrquica, aunque esa posibilidad haya sido sugerida por algunos. No se debe minimizar el carter integrador de identidad proporeionado por la afiiacién a la Corona espafiole. Es de re- saltar la capacidad de los Estados dinasticos de combinar en una misma uunidad politica poblaciones bastante heterogéneas. Estos no tenfan, como los actuales Estados-nacién, el presupuesto de una identidad horizontal en- tte sus miembros y conseguian reunir bajo el comando politico (cuando no 202 | Decovonus a Estacos mucioues / Enmgue Ava Mona, eos religioso) del soberano territorios de fronteras mal definidas y poblaciones de caracteristicas dispares. El paso de esa estructura politica ~que domin6 el globo por muchos siglos— para la hegemonfa de los Estados-nacién fue un gran desafio, precipitado de forma repentina por la siibita acefalia del Imperio espafiol, en el caso hispanoamericano, Asi, os problemas de esa travesia fueron especialmente istensos para las excolonias de Espafia. En las primeras décadas del siglo XIX, los vin- culos con las monarquias ibéricas segufan siendo un importante factor en la construccién de las identidades de espafioles y portugueses, tanto de los nacidos en la corte como de los nacidos en Ia colonia. La nocién de vincu- los personales entre stibditos y soberano no era afectada por la situacion ‘eogrifica y convertia a los reyes en el punto de unién entre pueblos dis- tintos, Esa comunién politica retiraba su legitimidad de la idea de unidad religiosa, arraigada en el concepto de monarquia catélica. Segin esa refe- rencia, la Divina Providencia habia escogido a las monarqulas catélicas para defender la eristiandad (concepto que se fortalecié en las Iuchas para la expulsién de los moros de Europa) y expandir la fe cristiana, La lealtad al soberano se confundia, de ese modo, con fervor religioso, componente fundamental de la visién prevaleciente del mundo. La América hispénica se vio forzada a realizar la transiciéa de colonia @ nacién modema rompiendo de forma abrupta con el imaginario desarr0- ado durante el periodo colonial. La operacién ideolégica que envolvié al abandono de ese imaginario fue, sin duda, compleja, y arriesg6 subvertir el delicado equilibrio entre las élites criollas y los grupos subordinados. La ausencia del soberano se tradujo en la necesidad imperiosa dz contar con ‘nuevas férmulas de legitimidad politica y se experimenté con la invencién de naciones, con base en la idea de restitucién de la soberania a los pue- blos. Definir quignes eran esos pueblos acabaria por ser la gran pregunta y a excolonia espaftola se escindié progresivamente hasta aleanzar los casi veinte paises independientes que hoy existen en el territorio que fue domi- nado por la Corona espafiola. zAmericanos? Las muevas identidades que se inventaron, teniendo que diferenciarse entre sf, guardaban atin afinided con una determinada nocién te América, Si era necesario definir las diferencias entre, digamos, argentinos, urugua- Yyos y paraguayos, sin embargo existia un sentimiento de unidad sobre esas Laimoerencewan oe. Bassi. / Lufs Cvoo Visarate Goues Saves | 203 diferencias. En los pafses hispanoamericanos esa idea de una “america- nidad” comiin fue trabajada por los prceres de la independencia, aun en contradiccién con la necesidad de enfatizar las particularidades que dis- tinguirfan a cada una de las nuevas naciones. En Ia antigua colonia portu- _guesa en América esa contradiccién fue evitada por la necesidad de dar un sentido de unidad al vasto pais que se separaba de la exmetrépoli. Asi, al contratio de la experiencia hispancamericana, era necesario ocular, y no resaltar, las diferencias entre realidades tan diversas como las de las pro- vincias del sur y del norte del pais. Como se verd, mientras tanto, esa iden- tidad comin, que estaba siendo inventada, no se sustentaria en una idea de América compartida con los paises vecinos. En verdad, més que la creacién de nuevas identidades, el propio modo en que se definian las identidades personales y colectivas estaba pasando por una profunda transformacién, con la superacién de la enmarafiada tela de relaciones ¢ identidades caracteristica de la situacién colonial y con la inyencién de nuevas formas identitarias. Esas identidades recién inventa- as eran innovadoras en dos sentidos. Primero, no habia en el ambito co- Jonial identidades politicamente operacionales que correspondieran a las naciones que surgieron del desmontaje colonial, No habia en la colonia una prefiguracién de Uruguay 0 de Ecuador independiente; ni siquiera de Perit ‘ode México independiente. Las divisiones administrativas de la colonia no se traducian necesariamente cn sentimientos protonacionales, ya que esas, comunidades se dividian internamente en lineas identitarias mucho mas marcadas que las realidades regionales. Segundo, la propia construceién de ‘dentidades nacionales era, en si, una novedad. La transicién de sibditos a ciudadanos no tenia nada de trivial y era, potencialmente, desestabilizado- ra del orden establecido. Los Estados-nacién eran entonces una invencién reciente. Segin Anderson, inclusive, los Estados-nacién americanos “fue~ ron hist6ricamente los primeros ejemplos de ese tipo de Estado en aparecer ‘en el escenario mundial y, asi inevitablemente, fueron el primer ejemplo de ‘eémo esos Estados deberfan parecerse”.> La progresiva reversién del cardcter més inclusivo, social y racialmen- te, de los movimientos independentistas, en camino hacia la consolidacién de Los nuevos Estados surgidos de los escombros del Imperio espafiol, es un testimonio elocuente de la accién conservadora que buscé evitar la des- truccién de las jerarquias internas. Las nuevas naciones acabarian por re- 3) Benedict Anderson, imagined Communities: Reflections on the Origins and Spread of Nationaliom,ediién reviada, Londes-Nueva York, Verso, 1991, p, 46. 208 | Deco Esose onus / Eee Ava Mot cmon cstablecer, con otras bases, muchas de las lineas divisorias de la sociedad colonial, reservando una ciudadania de segunda clase para gran parte de sus poblaciones. Aun asi, los cimientos ideolégicos de esa reformulacién, aunque conservadora, de las relaciones sociales pasaron a tener como base un discurso hasta entonces inédito: sobre pertenecer (y adeccarse) a una nacién y sobre las necesidades (y sacrificios) para el progreso de esta En el caso de la excolonia portuguesa de América, la adopcién de las ‘ideas de nacién y ciudadanfa se complicaba mucho debido a le base esen- cialmente esclavista de la economia. No existia entre los habitantes de la ‘asta colonia portuguesa en el continente americano un sentimiento “na~ nal” ni tampoco una idea de identidad entre las diversas provincias, cuyos lazos con la metrépoli eran, muchas veces, més intensos y més constantes que con tas demés regiones de la colonia americana. Muchos eran los factores que contribufan para la formacién de un verdadero archi- piélago de pequeias (en realidad, muy extensas en términos de tamafio) “patrias” locales: los vastos territorios, la precariedad de los medios de ‘comunicacién y de transporte, la orientacién econémica voleeda hacia la exportacién y tas propias politicas de la corona portuguesa. En el espacio del Imperio portugués de ultramar, a los terrtorios coloniales les estaba destinado el papel de abastecedores de rentas y materias primas para Ia ‘metrépoli, la cual tenfa en ellos un mercado seguro, en la medida en que la ‘manufactura estaba prohibida y el comercio monopolizado, Al eontrario de las colonias espafiolas, no estaba permitido fundar instituciones educativas de nivel superior ni tampoco imprimir libros 0 periédicos, y laimportacién de aquellos estaba rigurosamente controlada. ‘Naturalmente, existieron brechas en esa orientacién vertical de las di- versas zonas coloniales con direccién a la metrépoli y se crearon, también, relaciones de complementariedad econémica y otros tipos de intercambios sociales entre los territorios coloniales (como también entre zonas de co- lonizacién portuguesa y espatiola). El carécter esclavista de la produccién agroexportadora de la colonia obligé a Ia creacién de una economia bipo- lar, uniendo las zonas de produccién esclavistas en Brasil y las zonas de reproduecién de esclavos en el continente africano.’ Los intereambios e intereses entre algunas regiones de la colonia americana y de Africa eran, ppor Io tanto, més intensos que entre muchas de las varias “patrias” de la ‘América portuguesa. La discontinuidad geogréfica no alteré fundamental- 4” Luiz Felipe de Alencasto, “O Fardo dos Bachartis", Novos Estudos CEBRAP, n* 19, 1987, p, 94134 Lpectoaniiind cnt -/ Li Re Veen ores, (208 mente esa realidad. Un “pais” que uniera, por ejemplo, el actual estado de Bahia y regiones de Africa fue, en algiin momento, una posibilidad més concreta que una nacién de dimensiones continentales que abarcara desde la capitania de Grao-Paré hasta la de San Pedro de Rio Grande. Del mismo modo, al sur, se cred en tomo a la Colonia del Sacramento una red de intereses que resulté en un intrincado juego de conflicto y coo- peracién entre las autoridades espafiolas, portuguesas ¢ intereses locales en las dos margenes del Rio de la Plata, animados por el trénsito de ese metal precioso desde las zonas mineras bolivianas. De hecho, el abastecimiento de plata, fundamental para la dinamizacién del incipiente medio circulante de la colonia portuguesa, generé un fiujo de comercio desde el Alto Perit hasta San Pablo y Bahia, mediante el cual el metal precioso se intercambia~ ba por azticar y otros bienes de consumo. La posibilidad de que fas regio nes meridionaies de la colonia portuguesa siguieran un camino propio fue bastante real, como demostraron la Revolucién Farroupilla (que solo ter- ‘minaria en 1845) que llegé a proclamar la independencia de la “Repiblica Riograndense” en el extremo sur del imperio, o la propia imposibilidad de retener a 1a Provincia Cisplatina (que resulté en la independencia de Uruguay, en 1828). Los disefios posibles para las naciones que surgieron del desmontaje det Imperio colonial portugués (en el siglo XIX, en América, y, apenas en la segunda mitad del siglo XX en Asia y Africa) no estaban de ningan modo predeterminados. La hipétesis de una independencia “brasilefia” que abarcase territorios en Africa era tan conereta como para alarmar a Lisboa y Londres, y habria sido factible en caso de que no hubiera enfrentado la ‘oposicién inglesa, que acabé por excluir esa posibilidad en una cléusula para el reconocimiento de la independencia brasilefa. Por otro lado, los sentimientos localistas eran lo suficientemente fuertes para generar revuel- tas que no tenian, entre tanto, alcance més alli de sus “patrias” locales, incapaces de ganar la adhesién de otras reas de tertitorio de 1a colonia, Se puede, sin exagerar, argu sobre las posibilidades de éxito de protona~ cionalidades como la minera, la pemambucana, la gaticha o la paulista, En visperas de la independencia brasilefia,en las cortes de Lisboa, Feijé con- firmaba el entendimiento de que ély los demas dipatados llegados de la co- lonia americana no eran representantes de Brasil, “porque cada provincia se gobierna hoy independientemente”.’ Del mismo modo, dos de los tres 5 Gitado por Pero Octvio Cameito da Cunha, “A fandaeto de um império liberal”, en Sergio Buargue de Holanda, organizadr, Histria gral da chi Brasileira, 1, vol 1, San Pablo, Difuso Europa do Livo,p. 176, 1985. 206] Decaowns Esnoos monies / Ent AdLA Mom cron diputados elegidos por Angola para las cortes se adhirieron a Jacausa de la independencia brasilefia y se quedaron en Brasil.® La tradicional rivalidad entre las coronas portuguesa y espatiola, que se ostré especialmente aguda en la region del Rio de la Plata, tendria una es- pecie de continuidad en los antagonismos y desconfianzas entre el Imperio brasilefio y las repiblicas hispanas. Esa herencia de rivalidad entre portu- gueses y espatioles seria, entre tanto, apenas uno de los elementos -y cier- tamente no el mas importante- que explica esa continuidad. La diferencia de las trayectorias de construccién de los nacionalismos en los dos casos es, un factor de mucha mayor intensidad, que se prolongé durante el siglo XIX yy acentué la idea de alteridad entre Brasil y sus vecinos, La invencién de la nacionalidad brasilefia tuvo una trayectoria compleja, Del mismo modo que en las demas excolonias europeas en las Américas, no existia en Brasil en las primeras décadas del siglo XIX una conciencia ‘nacional ni una identidad brasilefa en los habitantes de las tierras que se convertirian luego en Brasil. La base esclavista de la produccién, comin a las diversas regiones (aunque en grados muy distintos), y la poca integra- cién entre ellas dificultaban sobremanera la posibilidad del éxito inmediato del principio de la soberania popular y de la repiilica para legit macién del Estado brasilefio. La legitimacién del Estado brasilefio recién independien- te se hizo con base en la idea de continuidad, y no de ruptura, con el orden interno heredado del periodo colonial. La idea de nacién que comienza a sser manejada en el discurso oficial de la monarqufa brasiletiadifiere del concepto de “comunidad imaginada” tal como fue definido pot Anderson’ al no integrar a la mayor parte de la poblacién: esclavos, indios, negros, ‘mestizos y hasta blancos pobres. El resultado era una nocién de naciona- lidad altamente excluyemte y elitista.¥ De todos modos, tenfa que crearse 5 Albers da Costa e Silva, Un rio chamado Aténtca 4 djrea no Brasil eo Brasil na ‘Aires, Rio de Janeiro, Nova Frontera / Universidade Federal da Rio de lancio, 2003, pie 7B. Anderson, Imagined Communes. 8 Enevo tambien a experiencia braslia contrast con ade sus vecinos americans. En ‘eso de ets, al menos ineilmente,hubo un lamado al ereacién de un sentido de nacionalided mis ampli. Es verdad qe al comer el siglo XIK es tenevcia se rever- ‘ia pra excl alas masas de mestizos einios de esas nuevas naciones Com real {6 Mallon: “Con la crisis de sistema colonia finals del siglo XVI, racionaidad y ‘ddan fueron, por agin tempo, dea potenialment inchsvas ¢gualtarias de ‘batdasintensamentey entendids de modosdstintos. A par de a segunda ita del siglo XIX entretanto,nacién yciudadanla fueron concepossplicados au grposelee- to, generalmente de propietrios, de origen europeo, alfabetiados y de género maseu- Lisoeroeoci on Buse./ Lis Cune Vase Gomes Sees | 207 una identidad propia para ese nuevo cuerpo politico y esa contradiccién era superada por haber apelado a la nocién de patriotismo y de lealtad a la monarquia y al catolicismo,? conceptos que podian convivir con la exclu- sién forzada de la mayoria de la poblacién del cuerpo politico. La monar- ‘quia brasileiia seria responsable por la propagacién de un sentimiento de patriotismo que superé la lealtad a las “pequefias patrias” locales y regio rales en pro de la idea de una patria que abarcase la totalidad del territorio de la antigua colonia. El desarrollo de un sentimiento nacional brasilefio, ‘como apego a la “comunidad imaginada” definida por Anderson, seria un proyecto desarrollado apenas a partir de la decadencia del Imperio. Este, ‘mientras tanto, fue el responsable de la creacién del sentimiento de Brasil ‘como Ia patria comin de sus habitantes, una nocién ausente antes de la independencia. El “otro” La construccién de nuevas identidades, sean ellas con bases ya naciona- les, como en el caso de las excolonias de Espafia, ea con bases ain dinds- ticas, como en el caso brasilefio, no prescindié de alteridad, de la necesidad de definir al “otro” con relacién al cual esas identidades se definian. La de- limitacién entre lo que se define como “nosotros” y el “otro” constituye un elemento clave en la creacién de identidades socialmente operacionales. Como los EUA, las nuevas repiiblicas hispénicas pronto construirian su identidad en tomo a la idea de superacién de la situacién colonial de una forma radical, una ruptura con el Antiguo Régimen, representado por las monarqufas europeas. El rompimiento no tendria solo una clave geogré- fica, sino que también se traduciria en una diferencia cualitativa entre el lino. Fue apenas en ls primeras décadas del siglo XX que volvieron los debates sobre Ja dindmica de inclusin y exclusion en los Estados-nacién latinoamericanos, debate ‘que continda hasta hoy”. Florencia Elizabeth Mallon, “Decoding the Parchment ofthe Latin American Nation State: Peru, Mexico, and Chile in Comparative Perspective", en James Dunkerey, editor, Studies inthe Formation ofthe Nation Sate in Latin America, Londres, University of London-Institute of Latin American Studies, 2002, p. 13. ‘Noes por casulidad que Estado e Iglesia continuaron ligados al imperio. La actuacién de a Iplesiay su gran capilridad en la sociedad de los ochocientascontibula para legi- timar ala monarquia, con nsituciones como el patronato y las hermandades que tenian gran penetracin aun entre los exclavos, creando nexos entre los estratos sociales mis ‘alos yelsoberano. 208 | DecazmissEsvanswcewes/ Ext Ata Mo, on ‘Viejo y el Nuevo Mundo, América serfa la tierra de la libertad, de las ins- tituciones democriticas, de la ciudadanta, de las repiblicas, en contraste ccon la Europa de las monarquias, de las jerarquias dadas por la condicién de nacimiento, del Antiguo Régimen, En esas circunstancias, el Imperio brasilefio era una extraardinaria ex- cepcién, La continuidad de la monarquia, transferida para un prineipe que se tomaria “brasilefio”, colocaba al Brasil en una posicién tinica -en el continente americano— que se traducia en una manera singular de pensar y legitimar tanto al Estado como a las relaciones sociales en el pais. En un desafio a la geografia, el imperio se vein “europeo” y, en esa l6gica, ci vilizado, en contraste con Ja anarquia e inestabilidad que apuntaba como ccaracteristica de sus vecinos republicanos y, por lo tanto (er esa visién), ‘caudillescos, Para las nuevas repiiblicas americanas, el “otro” eran Europa y el Antiguo Régimen; para el imperio brasifefo, el “otro” estaba junto a ‘sus fronteras: eran las repiblicas vecinas. La identidad brasiletia promovida por el Estado dinéstico se apoyaba en signos de continuidad de la orden interna de la antigua colonia. Débilmente integrado regionalmente y con una poblacién formada en gran parte por esclavos, Brasil enfrentaba extraordinarios desafios para sostener su uni- dad. Esa cuestién, enmarcada por un gran conjunto de circunstancias es- tructurales y fortuitas, fue enfrentada por Ia creacién de una icentidad que, al contrario de la de sus vecinos, no rompia con el pasado colonial y, asi, contomaba la necesidad de la creacién de un sentido de “comunidad ima- ginada” compartido por todos sus habitantes. En tanto, la emancipacién politica, aunque legitimada por signos de continuidad, creaba la necesidad apremiante de identificar ese nuevo cuerpo politico, darle una singularidad que pudiese servir de base para su reconocimiento par sus miembros. Ese proceso de “invencién’” de una identidad se hace también en oposicién al “otro” y, consecuentemente, hay necesidad de definir el terctorio y de- ‘marcar las fronteras no solo fisicas sino, principalmente, sentimentales, que delimiten la “comunidad imaginada’’. En ese contexto, la construccién del “otro” asumié varias formas: brasilefios versus portugueses, brasilefios versus afticanos, América versus Europa, imperio versus republicas, civi- lizacién versus anarquia. La construccién de una identidad “brasilefia” no prescindié del recur- so a la alteridad, en muchas dimensiones. En primer lugar, “ser brasile- fio” en muchos sentidos pas6 a “no ser portugués”, en una tentativa por diferenciarse de la antigua metrépoli. Del mismo modo, se demare6 una Lisecrnenes on Bie../Liecuipe VurnveGoucSuea | 200 alteridad con Africa que diferenciaba a los negros nacidos en Brasil de los nacidos en aquel continente; estos siltimos, aun liberados, no podian tener acceso a la ciudadanfa brasilefia plena, de acuerdo con lo establecido en la Constitucién de 1824. Tampoco los vecinos hispanoamericanos escaparfan de ese proceso de demarcacién de limites por el contraste con el “otto El recurso del contraste con el “otro” indeseado result6 en la tentativa de construir la autoimagen, curiosamente, de un Brasil europeo, “civilizado” yy estable en contraste con la turbulencia de sus vecinos. Si para los demés paises americanos el “otro” era Europa, para el imperio, el “otro” vivia al lado. La historiografia oficial pronto consagré esa férmula. Al analizar los trabajos de Varnhagen y Von Martius, los dos mayores historiadores brasi- lefios de entonces, Prado comenté: Es0s idedlogos del Imperio, que escribieron Ia historia oficial de Brasil de- fendian la monarquia que se oponian a las “repiblicas caétcas” de la parte ‘espafola, De esa manera, estaba clara la diferencia que se debia establecer entre “nosotros” y “ellos”, entre Brasil y los dems paises de América del ‘Sur, donde eampesban el desorden, la desunign y la fragmentaci6n, todas alimentadas por las ideas republicanas Brasil, en oposicién, era fuerte, uni-

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