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La historia: Capítulo 12,

Las pruebas de un rey. 10 de diciembre de 2018

Mandolina desafinada. ¿Te ha pasado en tu vida?


Buena música aquí. Yo hice casi 100 canciones,
salmos.
Después de tres mil años mis cuerdas vocales
no funcionan muy bien.
Estuve 40 años aquí en este palacio.
Soy el menor de 8 hijos, me llamo David que
significa el amado.
Belén antes de ser el pueblo donde nació Jesús
era la ciudad de David, donde nací yo.
Yo vivía en el campo y aprendí a estar cerca de
Dios y cantarle lo que salía de mi corazón. “Eres mi
escudo, mi fortaleza, mi auxilio, mi luz”.
Ahí en ese campo fue donde Dios mandó
mensajeros cuando nació Jesús.
También mandó mensajeros por mí. Cuando Dios
quiere cambiar tu historia te manda un mensajero.
Yo tenía 16, me quería comprar un burro e
independizarme, pero el banco me daba un préstamo
burromotriz muy caro.
Generalmente los mensajeros no traen buenas
noticias y corrí a la casa. No estaban tan contentos
de verme, especialmente mis hermanos, estaban
confundidos.
Dios le había dicho a Samuel, el profeta que iba
a haber un cambio de rey y lo envió a la casa de Isaí
mi padre. El estaba súper contento y comenzó a
darle órdenes a los hijos: Eliab (fuerte, alto…) ¡Ese
no era! ja ja.
Abinadab, graduado con honores, tampoco.
Sama: el mujeriego, con su manera de caminar, sus
jeans apretados y zapatos de marca, tampoco. Y así
pasaron todos mis hermanos hasta que mi papá
estaba todo confundido. Apariencias externas, pero
Dios mira el corazón, especialmente un corazón
afinado con él.
Algunos de ustedes se ven muy confundidos por
las apariencias. Se preocupan de la ropa, por el auto
que manejan, por el teléfono que usan. No se trata
de ser lindo o feo, gordo o flaco, sino que se trata del
corazón. ¿Está afinado tu corazón con Dios?
Ese día Dios eligió al enano, ja ja. Yo no era
material para ser un rey.
Antes de darme cuenta Samuel me ungió.
“David, tú eres ese hombre”.
Yo quería ser el hombre que Dios quería que yo
fuera. El hombre de acuerdo al corazón de Dios,
afinado por Dios, en el ritmo de Dios. Dios iba a
seguir su historia con mi familia para ser bendición a
todo el mundo.
Llegué a ser el gran rey con una dinastía que
duró 400 años. Para mí era fácil ser el rey, lo mismo
que dependía de Dios para matar los osos y a Goliat
fue la misma confianza para ser rey.
Unifiqué el reino de Israel, llegamos a ser una
potencia. Le ganamos a los edomitas, moabitas,
jesuitas jaja, filisteos. Hice de esta ciudad la capital
y preparé el material para el templo. Eramos un
imperio, una dinastía. Yo era el hombre más popular.
Las muchachas cantaban “Saúl mató a mil y
David a diez miles.”
Estaba en la cúspide. Dios cambió mi historia de
pastorcito a rey. Pastor de gente, hombre de acuerdo
al corazón de Dios.
Y con frecuencia subía yo a esta terraza de mi
palacio y cantaba, y oraba a Dios.
No les puedo explicar cuando fue que me
desafiné. Pero igual seguía con mi vida. Me senté en
el trono de mi propio corazón. Hubo un cambio en
mis valores, me centré en mi mismo.
Yo contemplaba todas las casas desde aquí
arriba y le daba gracias a Dios por servir a este
pueblo y pedía por ellos. Pero un día comenzó a
cambiar mi corazón y al ver la ciudad me decía “Yo
lo hice”.
¿Te ha pasado? Ves una foto de tus hijos, las
calificaciones, tu casa y comienzas a decir, todo es
mío.
Estaba muy ocupado de lo mío. Mi corazón
estaba moldeado según Dios, pero me desafiné. Te
puede pasar a ti también.
Parte de mí no quiere contar esta historia porque
quisiera que me recordaran como el gran rey David,
el que mató a Goliat, pero necesito decírselo para
que sepan que así como Dios cambió mi historia
pudiera cambiar la suya también.
Quizás usted está viviendo con un corazón que
no está afinado por Dios.
Era primavera, yo tenía como 50 años de edad.
Era un día común y corriente. Puedo darle muchas
excusas, estuve toda la noche viendo mapas, estuve
en reuniones con generales, viendo el dinero para la
guerra. Necesitaba un descanso, una distracción y
un día me vine a esta terraza y de repente vi a una
mujer hermosísima. Ella ni cuenta se habría dado de
que alguien estaba de mirón. Me di cuenta de que si
me inclinaba más podía ver su piel como brillaba con
la luz de la mañana.
Mi mirada accidental se transformó en mirada
intencional e intensa. Cuando decidí mirarla así, todo
cambió. Cambió mi vida, cambió mi familia, afectó a
mis hijos y a mis nietos. Fue un reflejo de que mi
corazón había cambiado.
Se me olvidó que no estaba solo. “Carácter es lo
que soy cuando nadie está mirando”.
Envié a buscarla. Cuando cerré la puerta de mis
aposentos le cerré la puerta a Dios. Tuvimos una
aventura. Su nombre era Betzabé. Tenía marido, se
llamaba Urias, uno de mis más fieles soldados.
La noticia me pegó fuerte. Yo era el gran
valiente que mató a Goliat pero cuando ella me habló
caí de rodillas. Me dijo: estoy embarazada.
Nadie podía enterarse, el costo sería muy grande
y decidí cubrir el pecado.
Cuando un pecado te está separando de Dios
tienes dos opciones: taparlo lo cual te va a alejar de
Dios o confesarlo lo cual te va a llevar cerca de Dios.
Yo elegí esconderlo. Estaba huyendo de Dios.
Decidí crear un plan que involucraba a su
esposo. Lo traje de vuelta de la guerra y lo mandé a
su casa. Él no durmió con ella.
Mi corazón estaba desafinado y el de Urías
estaba afinado con Dios. Lo emborraché y aún así no
pude lograr que estuviera con su mujer. Finalmente
lo mandé a matar. Murió y me casé con la viuda.
¿Se han sentido atrapados con una mentira que
crece y crece y está fuera de su control? Esa bola de
nieve comenzó con una pequeña semilla de orgullo.
Fui el más grande hipócrita cantando salmos,
pero por dentro era un cerdo. También escribí en ese
tiempo salmos que rogaban liberación.
Dios mandó a otro mensajero. Natán. Los
profetas dicen lo que tienen que decir, no lo que uno
quiere escuchar.
Cuando Dios quiere cambiar tu historia envía a
un mensajero.
A Natán yo le di permiso para entrar y salir del
palacio. Un día entró y gritó: David! y yo le dije “no
entres que estoy sentado en el trono y él entró de
todas maneras”. Nos reímos mucho de esa vez.
Le di acceso porque me daba buenos consejos y
me hacía buenas preguntas. ¿Tienes a alguien en tu
vida como Natán que conoce a Dios y te ama? Si no,
estás en peligro.
Cuando Natán entró me puse nervioso. Me dijo:
Necesitamos hablar. Nos vinimos a la terraza. Me
dijo que tenía un caso que presentar y ahí me relajé.
Me contó la historia del hombre y su ovejita.
(contar la historia) Yo respondí enojado: ¡Ese
hombre no tiene corazón! ¡Ese hombre no tiene
corazón! LLORAR.
Natan me apuntó y me dijo TÚ ERES ESE
HOMBRE.
Las mismas palabras que me dijo Samuel.
¿Qué le había pasado a mi corazón?
Lo más importante en mi vida pasó después de
eso. Mi historia no tiene que ver con que yo era un
pastor o que maté a ese estúpido gigante. No. Mi
historia realmente tiene que ver con lo que Dios hizo
conmigo después de mi pecado.
Salmo 51:
Ten compasión de mí, oh Dios,
conforme a tu gran amor;
conforme a tu inmensa bondad,
borra mis transgresiones.
Lávame de toda mi maldad
y límpiame de mi pecado.

Yo sé que tú amas la verdad en lo íntimo;


en lo secreto me has enseñado sabiduría.
Purifícame con hisopo, y quedaré limpio;
lávame, y quedaré más blanco que la nieve.
Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, TÚ QUE ME
CREASTE
y renueva la firmeza de mi espíritu.
No me alejes de tu presencia
ni me quites tu santo Espíritu.
Devuélveme la alegría de tu salvación;
que un espíritu obediente me sostenga.

Aquí mismo después pude componer más salmos


y alabanzas al Señor. El me perdonó con su gracia
infinita.
Salmo 103
Alaba, alma mía, al Señor;
alabe todo mi ser su santo nombre.
Alaba, alma mía, al Señor,
y no olvides ninguno de sus beneficios.
Él perdona todos tus pecados
y sana todas tus dolencias;
él rescata tu vida del sepulcro
y te cubre de amor y compasión;
él colma de bienes tu vida
y te rejuvenece como a las águilas.

El Señor es clemente y compasivo,


lento para la ira y grande en amor.

Tan lejos de nosotros echó nuestras transgresiones


como lejos del oriente está el occidente.
Dios cambió mi vida no porque de un niño hiciera
un rey, o porque maté a un gigante, sino porque me
perdonó.
Ustedes no son diferentes a mí. También han
sido ungidos por Dios. También están en armonía
con Dios.
También son como yo, cuando se creen reyes o
reinas pero desentonan.
Hay más gracia en Dios que pecado en ti.
Lo único que se interpone entre tú y Dios es el
orgullo.
Tienes que escoger que harás con tu pecado:
¿esconderlo y apartarte de Dios?, o confesarlo y
acercarte a Dios.
“Les ha nacido hoy, en la ciudad de David, un
salvador…” (porque no nos podemos salvar).
Es el mensaje que Dios te ha enviado.
¿Tu corazón está desafinado?
Dáselo al Señor y él lo afinará.

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