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PENSAMIENTO DE LA ILUSTRACION Economia y sociedad iberoamericanas en el siglo XVIII PROLOGO IBEROAMERICA EN LA SEGUNDA MITAD DEL SIGLO XVII: LA CRITICA ILUSTRADA DE LA REALIDAD A Susana y Laurita. Ex opjeto de este volumen es ofrecer una seleccién de las piezas mas carac- terfsticas del pensamiento ilustrado tal como se expandidé por Iberoamérica en la segunda mitad del siglo xvim y en los comienzos del x1x, pero una se- Jeccién limitada a Jos escritos de temas econdmicos y sociales. No intenta entonces, una muestra acabada del conjunto de Ja Ilustracién iberoamericana. Quedan fuera de ella, en primer lugar, por la naturaleza del tema, los tra- bajos que ya fuera con intenciones diddcticas, ya con objeto de divulgacién, exhibian las nuevas ideas a través de asuntos no referidos a la realidad ame- ricana. Tampoco incluimos trabajos literarios y cientfficos sobre temas ame- ticanos que, o bien serdn objeto de volimenes especiales de esta coleccién o bien son ajenos al andlisis de Ja sociedad. Por ultimo, hemos debido excluir ciertos documentos que correspondian a la naturaleza del tema pero que integran otro volumen de la coleccidn dedicade a la independencia.' Asi, por ejemplo, trabajos como la Carta a los espafoles americanos, de Viscardo, © la Representacion de los Hacendados, de Moreno, podrd encontrarlos el tector en dicho velumen. E! resultado es una muestra de cierta etapa de la Ilustracién iberoame- ricana —intermedia entre sus primeros pasos, de escasa huella en temas como el de Ia realidad social local, y el posterior y mds conocido de la independen- cia— en la que podemos encontrar varios tipos de documentos caracteris- ticos de la épaca. Asi, por ejemplo, Ia frecuente representacidu, en la que un sector de la sociedad —como los labradores y comerciantes michoacanos— critica los inconvenientes que padece y expone sus demandas. O los informes ! Pensamiento politico de la emancipacion (1790-1825). Seleccién, notas y cronologia de José Luis Romero y Luis Alberto Romero, Caracas, Biblioteca Ayacucho, 1977, 2 vols. Ix y memorias en los que ciertos funcionarios, como el fiscal de Charcas Victorian de Viilava, examinan un problema particular y exponen su juicio al respecto , P y exp i P y la doctrina en que lo fundan. Como es natural, en ciertos casos ef problema de qué escoger y qué dese- char dentro de los limites del volamen —que intenta reproducir documentos completes, ha side arduo. No estamos seguros de haber acertado siempre en la decision. Hemos debido balancear la necesidad de cubrir cierto mini- mo de amplitud geografica, desde la Nueva Espafia al Rio de la Plata, con Ja de ofrecer ejemplares de los principales tipos de documentos y no omitir algunas piezas especialmente importantes por mérito propio come la Diser- tacién del peruana Baquijano, el Ensayo del brasilefio Azeredo Coutinho o la Memoria rioplatense del espafiol Félix de Azara. Posiblemente, entonces, un documento de cierta regién que hemos excluido hubiese sido m4s repre- sentativo que el de alguna otra, incluido para lograr cierto minimo de ampli- tud espacial en la muestra, Por otra parte, la seleccién debia dar lugar a auto- res no sdlo criollos sino también peninsulares, cosa que corresponde a fa naturaleza pte-independentista de esta etapa del pensamiento iberoamericano y dado que las paginas de aquellos funcionarios metropolitanos son muchas veces tanto o mds representativas de la Ilustracién iberoamericana. En buena medida, fueron ellos los intermediarios por los que las nuevas corrientes de pensamiento de la época Ilegaron a [as colonias y muchas veces los mejor formados, hasta ese momento, para exponerlas. Incluimos, por lo tanto, otre tipo de documento, mencs comprometido sectorialmente, mds amplio en sus objetivos politicos. Corresponde a esos funcionarios oficiales celosos de los intereses de la Corona —no es necesario recordar aqui la fuerza de! regalismo en el perfedo borbénico y su encarna- cién en la élite administrativa— que pasan su curiosa y a menudo entusiasta mitada por algunas de las regiones del imperio colonial para informar a las autoridades, o al piblico, de sus caracterfsticas histdricas, econémicas, sociales y culturales, a la vez que propener las politicas necesarias para los objetives de su misidn. Una seleccién como ésta, sin los trabajos de Villava o Azara, seria excesivamente pobre para su objeto. Parte de los trabajos seleccionados estén ditigidos al andlisis de proble- mas econédmicos, pero aun asi suelen trascender este dmbito. Recordemos que la economia politica del siglo xviu fue més Ia ciencia de la sociedad que la disciplina que hoy conocemos por tal. La sociologfa atin no habia nacido y su objeto lo cubtia en gran parte el andlisis econdmico-politico, en cuanto la ética utilitaria caracterfstica de la Ilustracién ponia como objetivo de la ac- cién humana el logro de Ja felicidad a través del bienestar general y por cuanto se consideraba que las riquezas, bien distribuidas, eran el medio eficaz de alcanzarlo. Algo tainbién necesaria de justificaci6n es la presencia de algin trabajo que, como los del obispa novohispano Abad y Queipo, podrian suscitar re- patos en cuanto a su presunta pettenencia a la Ilustracién. Si bien su pensa- miento ha sido considerado, a veces, exponente de la renovacién de ideas en el dmbito cultural mexicano, también ha sido juzgado en ottas ocasiones como x parte de una corriente tradicionalista.' Reparos similares podria merecer el brasilefio Azeredo y Coutinho. Pero al llegar a este punto nos parece conve- niente abordar ya un conjunto de problemas que han preocupado a los histo- riadores de la Ilustracién iberoamericana y cuya dilucidacién podré ayudar a ubicarnos ante algunas dificultades como la recién aludida. Porque el pro- blema de qué documento incluir y cudl no —luego de cubiertos otros requi- sitos de la seleccién no atingentes al contenido de esos documentos— es también el problema de qué debemos entender por Ilustracién iberoamericana y, ain mds, el de si podemos considerar que realmente existid tal fendmeno en Ja cultura del siglo xvi colonial. LA ILUSTRACION [BEROAMERICANA EN LA VISION DEL SIGLO XIX Ex tema de fa Ilastracién iberoamericana ha ido recorriendo el camino que te trazé la evolucién de la historiogeafia contempordnea. Los “pensadores” nacionales de! siglo x1x lo habfan abordado segtin dos grandes lineamientos que conformaban un objetivo y un supuesto propios del perfodo posilumi- nista criollo. El objetivo era rescatar del olvido y enaltecer los considerados fundamentos —o por lo menos antecedentes— del pensamiento y la poli- tica de Ja Independencia. El supuesto lo constituia una concepeién de Ja his- toria come proceso movido por el desarrollo y choque de las ideas de sus actores. Uno de esos hombres del xx, heredero y critico, a la vez, de la [lustracién, puede proveernos una versién rotunda de tal punto de vista: “Es inttil detenerse en el cardcter, objeto y fia de Ja revolucién de la independencia. En toda la América fueron Jos mismos, nacidos del mismo ori- gen, a saber: el movimiento de las ideas europeas”? Este punto de vista tiene su explicacién en la historia politica posterior a los movimientos de independencia. Los proyectos de organizacién de csta- ' José Miranda, en Vida colonial y albores de la independencia —México, Sep-Se- tentas, 1972, p. 202—, incluye a Abad y Queipo en el movimiento ilustrado renovador de la segunda mitad del siglo. Hace fo mismo en, Las ideas y las insittuctones polilicas mexicanas, Primera parte, 1521-1820, México, Instituto de Derecho Comparado —UNAM—, 1952, p. 169, donde fo incluye entre los reformistas, grupo que distingue del de los radicales 0 revolucionarios, Pero en otto lugar de esta misma obra califica de tradicio- nalistas algunas facetas de su pensamiento, coma la defensa del fuero eclesidstico en la primera parte de su esctite sobre la inmunidad personal de] clero. Sin embargo, para Francisco Morales, la argumentacion del obispo electo michoacano aun ¢n este aspecto corresponde a la Ilusiracion: Clero y politica en México (1764-1834). Algunas ideas so- bre la autoridad, ta independencia y ta reforma eclesidstica, México, Sep-Setentas, pp. 51 y ss. Sobre el pensamiento de Azeredo Coutinho véase la Apresestagdo de Sergio Buar- que de Holanda a sus escritos en: J. J. da Cunha de Azeredo Coutinhe, Obras Econd- micas, S30 Paulo, Companhia Editora Nacional, 1966. El trabajo de E. Bradford Burns, “The Role of Azeredo Coutinho in the Enlightenment of Brasil”, The Hispanic American Historical Review, vol. XLIV, mayo 1964, esp. en pp. 151, 153, 160, sostiene en forma mds rotunda que cl anterior Ja inclusién de Coutinho en |a Tlustracién brasilefia 2 Domingo Faustino Sarmiento, Facunda, Bucnos Aires, El Ateneo, 1952, p. 109. XI dos liberales indujeron a rastrear, subrayar y ocasionalmente exagerar, los rasgos liberales del pensamiento dieciochesco iberoamericano, como una forma de darles mayor respaldo con el prestigio de Ja Historia. Curiosamente, cl cambio de actitud hacia el pasado que introdujo el comanticismo origind, en el contexto iberoamericano, una valoracién especial del periodo ilustrado. EI hecho de que el movimiento intelectual del siglo xxx se considere here- dero de la ideologia revolucionaria antimetropolitana, incliné a la condena global del pasado colonial y sdlo eximié de esa condena a las expresiones que pudiesen considerarse anéecedentes de la independencia, es decir, principal- mente, a las manifestaciones ilustradas de fines del siglo xvi1. La polémica actitud del romanticismo hacia el racionalismo dieciochesco, en cuanto atafe a las expresienes iberoamericanas de Ja Ilustracién, fue asi aminorada en ciertos planos. Y consiguientemente, la influencia de la Mustracién perdurd mucho mds tiempo y con singular vigor, aun en pleno periodo romantico y positivista, al ampato también del constante eclecticismo del pensamiento local. De tal manera, una especial versién iberoamericana de aquella concepcién de la lucha universal de las luces contra el oscurantismo conformé el enfoque sobre fa historia intelectual del siglo anterior. La tendencia a construir arque- tipos, por otra parte, indujo a destacar ciertas figuras y ciertas paginas mc- morables. El resultado fue una historia del pensamiento de la Tlustracién como historia de la independencia y sus antecedentes; una historia, enton- ces, con escasos matices, ciertas exageraciones y muchos olvidos. Cierto tipo de reaccién, desenvuelta desde Jas décadas iniciales del si- glo xx, no mejoré demasiado las cosas. La tentativa de desvalorizar el pen- samiento liberal en cuanto hostil a las metrépolis, para exaltar las excelen- cias de otro, tradicionalista y favorable a aquéllas, cambié tas luces de lugar sin mayores logros en cuanto a claridad. Pero, por otto lado, fueron progresos evidentes aquéllos que se lograron en funcién de vincular los escritos del siglo xvii a la historia de conjunto de ese siglo 0, por lo menos, de su seg: mento més conocido, el de las tltimas décadas (mds las primeras del xix que corresponden atin al periodo de la Ilustracién), No ya solamente matices. Dife- rencias, oposiciones, etapas, fueron advirtiéndose gradualmente y generando problemas diversos segtin veremos a Io largo de estas pdginas. Y hasta el mismo supuesto de Ja existencia de una Ilustracién iberoamericana Ilegé a constituirse también como problema. EL PROBLEMA DE “LAS FUENTES” UNo DE LOS temas mas debatidos fue aquel famoso de Jas “fuentes”! del pen- samiento de la independencia, cuya versién original podernos ver reflejada en el citado parrafo de Sarmiento. Si observamos con atencién, veremos que, ' Un tratamiento del problema de amplia repercusidn fue el de Manuel Giménez Ferndndez, “Las doctrinas populistas en la Independencia de Hispano-América”, Anuario de Estudios Americanos, Sevilla, vol. [1], 1946. Su tesis sobre la influencia jesuftica en XIE en realidad, aquel pdrrafo de! autor del Facando consta, no de una, sino de dos tesis: que e! movimiento de la independencia tiene su causa en el plane de las ideas y que éstas no fueron otras que las ideas europeas. Hasta podria considerarse implicita una tercera, muy verosimil si tenemos presente el estilo sin matices de] autor: que en cuanto antecedente inmediato de la independencia, las ideas ilustradas europeas incidieron sin mediacién de un pensamiento americano que hubiese servido para adaptarlas. Una tal visidn de la historia del siglo xix, comtin a la mayor parte del continente, levaba consigo los gérmenes de algunas polémicas futuras que se desenvolverian en torno a la filiacién del pensamiento independentista y en torno a su grado de autenticidad local —o “nacional”— y aun, dijimos, a la verosimilitud de su existencia misma en cuanto corriente intelectual diferenciada de la europea. En cuanto a la influencia de fa Ilustracién europea en e] movimiento inte- leetual anterior a la independencia —e inmediatamente posterior a ella—, multitud de trabajos parciales fueron ratificando [a tesis, al compas de la recoleccidn de las numerosas menciones explicitas, en los escritos de los criollos, de autores como Montesquicu, Voltaire, Quesnay, Turgot, Condor- cet, Filangieri, Genovesi, Galiani, Smith y muchos otros. Pero al compés, también, del andlisis de contenido de aquellas ptoclamas, representaciones, cartas ptiblicas y otros dacumenios, hubiese o no en ellos explicita mencién de los escritos enropeos que influian en el autor. La hueila indudable y pro- funda del pensamiento europeo del siglo xviii en el pensamiento iberoameri- cano no pude ya negarse a la luz de la continua acumulacién de comproba- clones en tal sentido.' Pero, en cambio, podian ser sometidas a critica —y asf ocurrié— algunas tesis confundidas con la anterior: que la influencia de la Ilustracién europea en el mundo intelectual iberoamericano entraié una brusca ruptera con la la independencia fue también recogida por Guillermo Furlong en Nacimsiento y desarro- Ho de ia filosefia en ef Rio de fa Plata, 1536-1810, Buenos Aires, Kraft, 1952, pp. 379 y 88.5 la tesis resultS debiitada por obras como las de Miguel Barllori, 8. J., El abate Viseardo, Caracas, [nstituto Panamericano de Geoptafia e Historia, 1953. Una buena critica del problema cn Tulig Halperin Donghi, Tradicién potitica espatiola ¢ ideologta revolucionaria de Mayo, Buenos Aires, Eudeba, 1961, Respecto del Rio de la Plata, véase nuestro uabajo: Ensayos sobre la “ilustracion" argentina, Parand, Facultad de Ciencias de la Educacién, 1962, pp. 75 y ss. ! Véanse, por ejemplo, trabajos como cl de Ricardo Caillet Bois. Ensayo sobre ef Rio de fa Plata » la Revolucidn Francesa, Buends Aires, Instituto de Investigaciones Histéricas, Facultad de Filosofia y Letras de Ja Universidad de Buenos Aires, 1929, o el de Roland D. Hussey, “Traces of French Enlightenment in Colonial Hispanic Ame- rica”, en A. P. Whitaker [ed.] Latin American and the Enlightenment, New York, 1961. Sobre la Ilusiracién en Hispancamérica puede verse, ademds de los trabajos citades mds adelante, la revisién bibliogréfica que efectué A. P. Whitaker en: "The Enlightenment in Spanish America”, Proceedings of the American Philosophical Society, vol. 102, nt- mero 6, diciembre, 1958; “Changing und unchanging interpretations of the enlightenment in Spanish America’, ob. cit., vol. 114, nim. 4, agosto de 1970, respecto del Brasil, Sergio Buarque de Holanda [Dit.], Histdria geral da civilizagto brasileira, tomo 1, Epoca colonial, 2° volume, Admintstracao, Economia, Sociedade, S30 Paule, Difusao europeia do livro, 1973; E. Bradford Burns, “Concerning rhe Transmission and Dissemination of the Enlightenment in Brazil” en A. Owen Aldridge [Ed.], The ibero-American Enligh- tenment, Urbana (ILI.) University of Illinois Press [1971]. Oura bibliografia serd citada mas adelante en este Prélogo y en las notas a cada documento de esta seleccién. XUL vieja mentalidad, con el mundo del barroco y la escoldstica, que esas influen- cias poseian todas un mismo cardcter liberal y tendiente a la emancipacién politica y que ellas bastarian para explicar el proceso de Ja independencia. RUPTURA O CONTINUIDAD La imacen de una brusca ruptura del nuevo pensamiento con las tenden- cias conformadas a lo largo de los dos primeros siglos de vida colonial, tendid a ser sustituida por Ja de una penetracién moderada y gradual del “espiritu del siglo", fundando el nuevo punto de vista en el conocimiento de trabajos de la época —largo tiempo olvidados— que revelaban diversas formas de conciliacién, de entrelazamiento, de los rasgos ilustrados con las formas tra- dicionales. Se pudo Ilegar asi a hablar de un eelecticismo que podria juz- garse como forma de transicidn hacia manifestaciones mds nitidamente ilus- tradas.' Este eclecticismo no es privativo del Nuevo Mundo, pero fucron aqui mds sensibles sus manifestaciones por el tardio vigor de tres barreras tradicionales para las nuevas formas de pensar: los dogmas de la Iglesia Ca- télica, la Filosofia escoldstica a cllos ligada y la fidelidad politica a las mo- narquias ibéricas. Barreras que podran ser superadas sdlo en momentos muy cercanos ya al proceso de la independencia, y no necesariamente en su con- junto. La conciencia nacional de los pueblos ibéricos era compartida por Jos intelectuales de sus colonias y mientras esto ocurriera, aquellas formas tra- dicionales de pensamiento que sostenian las monarquias no podian ser lesio- nadas. Pero si esta adhesidn a las metrépelis —-adhesién, en el caso hispd- nico, fortalecida por la conciencia de un enemigo suyo, Inglaterra, que eta sentido también como amenaza del mundo colonial—- frenaba el desarrollo del nuevo pensamiento, ella contenia, sin embargo, factores estimulantes para la difusidn de las “luccs del siglo”: el ejemplo reformista de los mo- narcas borbones, en Espafia, el del periodo pombalista, en Portugal. Asi, la politica liberal de hombres como Aranda, Campomanes, Floridablanca, Jo- vellanos y otros, sus escritos indudablemente ilustrades por mds limitaciones que su adhesion a la monarquia les impusiese, fueron poderoso estimulo a las “novedades” que contagiaron a los subditos americanos. Aquella forma moderada de penetracién de las nuevas ideas tuvo ciertas manifestaciones, reiteradas a lo largo de las colonias, que obraron como efi- caces intermediarias entre el nuevo pensamiento y el orden colonial. Asi ocurrid, por ejemplo, con la difusién de esa ingeniosa, amable y no agresiva critica de costumbres que recorre Ios escritos del sacerdote benedictivo fray Benito Jerdénimo Feijéo, O con el recurso de los jesuitas a un Descartes so- {amente cientifico —esto es, expurgado de sus #eréticas ptoposiciones meta- fisicas— para responder a la preocupacién de la Orden por el retraso de su 1 Véase nuestro trabajo ya citado, pp, 12, 21 y ss.; véase también Mario Géngora, Studies in ihe Colonial History of Spanish America, Cambridge, Cambridge University Press, i975, pp. 180 y 181, XIV obra educacional con respecto a la marcha del siglo y Ja consiguiente pérdida de influencia en la sociedad. La critica del espiritu supersticiosa, de la excesiva credulidad en los milagros, del fanatismo, fue realizada por Feijéo en nombre de la pureza de la doctrina catélica. Sin embargo, tanto en Espafia como en sus colonias, resulté un eficaz corrosivo de la vieja mentalidad. Lo mismo puede decirse de su reclamo de mérito para jas actividades utiles y ¢l repudio de los pre- juicios nobiliarios sobre ellas,| o de su postura filosdfica —"“ni esclavo de Aristételes, ni aliaco de sus enemigos”—? propensa a encarecer el espiricu experimental v el abandono del principio de autoridad, pero también a recha- zat ¢l matetialismo de Hobbes 0 Locke y todo lo que hiriese los fundamentos de Ja religion? La lectura de Feijéo fue muy frecuente, tanto en el Perd como en el Rio de la Plata o en México, y contribuyé a preparar el terreno para futuras in- nowaciones mds audaces, en unos casos, o simplemente a adaptar el clima in- telectual colonial a fas novedades del siglo.‘ LOS JESUITAS ¥ SU DISCUTIDA INFLUENCIA EN EL CAMBIO DE MENTALIDAD En cuanto a la forma en que se difunde la influencia cartesiana entre los jesuitas, ya sea en México como en la Cordoba rioplatense, puede set juz- gada, también, come un trdnsito “moderado” hacia Jas luces. Generalmente, ella ha sido sefialada como una sorprendente innovacién en la educacién colonial y hasta como un signo de adelanto de la actividad intelectual colo- nial con respecto a la de la metrépoli Sin embargo, las novedades america- nas no hacian mds que seguir lineamientos generales que la Compafiia habia adoptado para revitalizar su actividad educativa. En 1706, la XV Congre- gacién General de la Orden de los Tesuitas, reunida en Roma, habia exami- nado el problema: “Por una parte —se dijo alii—, hay principios cartesianos que se oponen no solamente a la sana filosofia, sino a los dogmas de la fe y pueden inducir en ertor dogmatico a los incautos. Por otra parte no se puede negar que los cartesianos. con e! estudio y observacién de Ja naturaleza, han descubierto ' Fray Benito Jeronimo Feijoo, Cartas Eruditas, Madrid, Espasa-Calpe, 1944, pp. 28 y 29, 209, 234 y ss; id., Teatro Critico Universal, Madrid, Espasa-Calpe, 1941, vol. III, pp. 87 y 88. 2 Cit. por Jean Sarrailh, La Espafta ustrada de ta segunda mitad del siglo XVII, México, F.C.E., 1997, p. 422. + Feijéo, Cartas Eruditas, ob. cit, pp. 189 y ss. * José Carlos Chiaramonte, ob. cit., pp. 14 y ss.; Mario Géngora, ob. cit., p. 178; Mariano Picén Salas, De la conquista a ta independencia, Tres siglos de Historia cultural Bitpanoamericana, México, F.CE., 1975, pp. 196, 199, 216 y ss. 5 Guillermo Furlong, ob. cit., pp. 179 y ss.; B. Navarro Gonzdlez, Cultura mexicana wiederna ent el siglo XVITI, México, U.N.A.M., 1964, pp. 24 y 5s.; B. Canal Feijéo, cb. cit,, pp. 173 y ss, xV fenémenos que nosotros debemos explicar en la fisica, so pena de ser tenidos por ignorantes en las ciencias naturales. Si abandonamos la parte amena de la fisica y nos encerrames en Jas especulaciones metafisicas, ahuyentaremos de nuestras escuelas a los oyentes, los cuales se suelen quejar de que endere- zamos todo el estudio de la filosofia, exclusivamente a la teologia especulativa y de que en la misma teologia, dejando Jas cuestiones mds utiles, tocantes a la moral o a la polémica, perdemos un tiempo precioso en sucilezas y meta- fisiqueos insustanciales”.' Esa misma Congrevacién General elabord una lista de 30 proposiciones cartesianas que fueron condenadas, en las cuales se resumia lo esencial del pensamiento filosdfico de Descartes. De manera que el cartesianismo que pod{an adoptar y difundir los miembros de la Orden se limité a aspectos cientifico-naturales que no comprometian los fundamen- tos de Ia teologia y la filosofia escolastica. ¢Se puede hablar entonces de una introduccién y difusién del cartesia- nismo pot patte de los jesuitas en Ja cultura colonial? Podria responderse afirmativamente sdlo en el sentido que, ya fuera la inclusién de proposicio- nes cartesianas en la ensefianza de Ja fisica, va fuera la mencidn —y a veces la explicacién— de proposiciones filoséficas para condenatlas, no podian dejar de constituir estimulos a la curiosidad de los discipulos —y por qué no de Jes mismos maestros— para el estudio privado de los textos condenades. Asi sucedié con aquellos maestros de filosofia del Real Colegio de San Carlos, en Buenos Aires, que se sintieron obligados a redactar una Iégica y metafisica segtin método, reglas y principios de “los Modernos”, a fin de reemplazar el anticuado texto escoldstica de Goudin que no congeniaba con los lineamien- ios de su ensefianza de fa fisica. La voluntad de coherencia Ievé aqui a tedu- cir atin mds lo escoldstico y extender lo moderno? Es asi que en un medio de més antigua y mayor vida intelectual, como el de la Nueva Espafia, la ensefianza filosdfica es modificada, en las dos décadas siguientes al promediar del siglo, por un grupo de jesuitas —Clavigero, Ale- gre, Abad y otros— cuya labor, empero, no excede los lineamientos de la XV Congregacién General. Elles abren camino a figuras mds avanzadas —aun- que tampoco abandonen el campo del ecleciicisma—, como Diaz de Gamarra © José Antonia Alzate? La existencia de ciertas formas de transicidn hacia el nuevo pensamiento en el seno de la cultura colonial parece inmegable. E} pensamiente ilustrado no surge bruscamente, en la forma antimetropolitana y librepensadora que adquirird frecuentemente en visperas de la independencia. Existen pasos pre- vios, representados por peninsulares o cricllos generalmente fieles a las mo- narquias y a la Iglesia catdlica. Pero asi como estas formas de transicién no dejan de participar del cardcter innovador de la influencia ilustrada en la cultura colonial, por mds inccherentes que parezcan sus manifestaciones en determinados casos de simulténeo apego al pensamiento tradicional, tampoco es posible considerarlas una manifestacién original elaborada por la cultura 1 Cit, por Guillermo Furlong, ob. cit., pp. 163 y 164 ? Juan Probst, Juan Baltasar Maziel, ef maestro de la generactén de Mayo, Buenos Aires, Universidad de Buenos Aires, 1964, p. 243. 3B. Navarro Gonzalez, ob. cit., lug. cit. XVI colonial. Por eso, cuando un hermoso trabajo como el de Mariano Picén Sa- las, hacia 1944, rechazaba considerar ¢] surgimiento del espiritu de indepen- dencia como un salto brusco desde Ja oscuridad y el silencio coloniales y tendia a swbrayar el mérito del espiritu autéctono en Ja aparicién def nuevo pensa- miento, llevaba 1as cosas al extremo opuesto: “...el propio organismo nativo estaba elaborando su propio sistema critico v su Utopia lejana”.! Con este afin, al juzgar la obra de los jesuitas, en la que destaca por su brillo al grupo mexicano, quiere ver en ella el crisol en que se gesta el espi- titu nacionalista y el descontento que llevarian al periodo revolucionario y sostiene, para apoyar la hipstesis, una fusién de los intereses de Ja Orden con los de las burguesias regionales? . Si lo que se intenta explicar son los contenidos cientificos e ideolégicos de la obra de los primeros ilustrados podria incurritse en sensible confusién por aquel camino. Ya sean las prescripciones de la propia Compafifa, en el caso de los jesuitas, ya los lineamientos del pensamiento de personajes influ- yentes en el mundo borbénico espafiol, ya los de escritores fieles a la Iglesia, como Feijdo, es el grado de innovacién de la cultura catdlica espafiola y en alguna medida europea, el que induce y a la vex marca los limites de avances de la mayor parte del pensamiento criollo pre independentista del siglo xvits. Como terreno de transicién, su pape! no dejd de ser importante. Pero const derarlo producto de! espiritu de libertad ¢ independencia del mundo intelectual colonial, es menos probable, juzgado a la luz de aquellos ejemplos ya comen- tados de influencia espaiiola y europea, Mas atin, si se interpreta que la obra de aquellos jesuitas significaria una formidable innovacién surgida de Jas entrafias de la cultura colonial no se haria otra cosa que reproducir similar error de exageracién y omisién que el que entrafiaba cl supuesto de un pen- samiento revolucionario criallo surgida bruscamente cn la noche colonial. #Hubo o no entonces verdadera innovacién en el dmbito intelectual ibero- americano del siglo xvii? La pregunta procede pucsto que Ja necesidad de reaccionar contra esquematicas interpretaciones del pasado colonial indujo a subrayar les comentados aspectos de continuidad, cambic gradual y pro- ximidad con la cultura metropolitana. Respecto de lo ultimo, fos resultados de los estudios sobre e! tema fueron mostrando que la suposicién de origina- lidad del pensamiento ilustrado iberoamericano, entendida como ruptura con el pensamiento metropolitano, es imposible de sostener y que fue principal- mente a través de sus exponentes peninsulares como la cultura colonial toma contacto con el nuevo pensamiento. En este aspecto, el pensamiento liberal americano nace, no en ruptura sino entroncado con el ibérico, De tal manera, si por Ilustracién iberoamericana deberiamos entender un movi- miento intelectual original dentro de la cultura de la época, la respuesta debera ser negativa. Pero la existencia de un proceso intelectual que comparte un conjunto de orientaciones y fundamentos de la llustraci6n europea ¢s inhe- gable. Y si este movimiento no posee la autenticidad que podemos atribuir a la Llustracién europea, esto no es otra cosa que uno de los rasgos que B. Canal Fei ' . ob. cit., p. 176. 2? Ydem, p. 179. XVII caracterizan {a situacién colonial en su conjunto. Si algo nos dicen esas carac- terfsticas es que no existian en la estructura social iberoamericana ottas con- diciones que las que Hevarian, mds tarde, a teemplazar Ja situacién colonial por la dependencia y que esto no pude menos gue reflejarse en las peculiari- dades de su desarrollo cultural durante el siglo xvun1. Pero si este hecho obliga a modificar ciertos puntos de vista y a incluir en la Tlustracién, entonces, a exponentes mds tempranos de algunas innova- clones —como los divulgadores peninsulares de Feijéo 0 a algunos de los maestros jesuitas de mediados de siglo—, no impide verificar que la inno- vacién existe, si no interpretada como anti-ibética si como rechazo de ciettas pautas culturales y sociales, de ciertas formas de convivencia, de ciertos ras- gos politicos, que predominaban en las colonias iberoamericanas durante el siglo xvii. En las escaramuzas del tolerado terreno de [a critica de costum- bres, los iniciados en las [ecturas del siglo prueban las armas que podrda legar a esgrimirse un dia en empresas mds trascendentes y muy probablemente todavia no presentidas. Pero aun en quienes adhetian explicitamente a los fundamentos de las monarquias ibéricas hay que advertir que al adoptar las concepciones de conjunto de la Ilustracién socavaban aquella fidelidad por cuanto fa Ilustracién compromete la concepcién del mundo que servia de sustento a las monarquias ibéricas.! . Eludida la tendencia a confundit Hustracién iberoamericana con movi- miento antimetropolitano y sorteada, por otra parte, la seductora tentacién de magnificar la originalidad avtéctona de la nueva corricnte, la mayor parte del pensamiento ilustrado iberoamericano aparece, en sus primeras etapas, coma eco del europeo y, por la misma razén, portador del espiritu reformista ¢ innovador de la versién espaiiola o portuguesa de aquél, asi como de sus especificas limitaciones. En cuanto a rasgos de innovacién radical sélo se nos ofrecen en momento muy tardio,icuando la cuprura con las metrépolis es inminente y cuando, luege de Ja independencia, el hecho consumado y el acicate de la lucha im- pulsaba el pensamiento de muchos ctiollos. Por eso la observacién de que Ja Ilustracién iberoamericana es un producto y no una causa de los movi- mientos de la independencia? sdélo seria explicable si limitéramos el cardcter ilustrado a las manifestaciones de total ruptura politica con eb mundo me- tropolitana. En su conjunto, pues, la discusidn roza el problema de Ia dificultad que oftece el pensamiento iberoamericana del siglo xviii para ser incluido en el cencepto de Iustracién, dificultad que no ha logrado sec totalmente salvada, Un ejemplo de esto es el uso de un contradictorio concepto, el de Ilustracién catélica, pata designar a gran parte de ese paraddjico movimiento intelectual que se abre entusiastamente a la seduccién del “espiritu del siglo” pera, al mismo tiempo, salvaguarda y reafirma su adhesién a los dogmas de la Iglesia o su fidelidad a la doctrina del origen divino del poder real. Aunque el con- cepto ha sido acuiado para corrientes de la [lustracién europea, también fue * Mariano Géngora, ob. cit., pp. 185 y 186. A. P, Whitaker, “Changing and unchanging interpretations...”, ob. cit. p. 259. XVIIL aplicade a parte de 1a iberoamericana, como en el caso rioplatense al obispo San Alberto o el canénigo Maziel y, en el novohispano, al obispo Abad y Queipo a el canénigo Pérez Calama.' Este concepto de Ilustracién catélica lleva consigo similar tipo de problema que el implicito en el ya sefialado eclecticismo de la Ilustracién iberoamericana, eclecticismo del que es uno de los aspectos mds Iamativos. Por otra parte, esa perduracién de lo tradicional, esa adhesién a rasgos que suelen ser considerados signo de retraso, supervivencias que entorpecen y limitan al pensamiento innovador, no siempre merece tal juicio. En el cam- po que nos ocupa, la adhesin a ciertos criterios mercantilistas junto a la impregnacién en doctrinas fisiocraticas o smithianas, podrla considerarse quis zis la forma de la originalidad posible para el pensamiento ilustrado local, en tanto que puede interpretarse como el fruto de una adecuada atencién a las peculiaridades de la economia y sociedad locales y no un incoherente tributo a las “preacupaciones del pasado". Pero aun asi, el grado de originalidad no varfa sustancialmente pues se limitarfa a la capacidad de seleccién y adapta- cién de formas del pensamiento europe.” Posiblemente la dificultad pueda salvarse, por lo menos en lo que con- cierne al pensamiento econémica y social, si reparamos en jos intereses que Hevan a los iberoamericanes hacia la cultura ilustrada. En la medida que aceptan, en cuanto los beneficia, la divisién del trabajo que les oftece, tor- pemente, la reforma borbénica y les afrecerd, mas coherentemente, la politica bricdnica, las teorlas econémicas del liberalismo les proporcionan la justifi- cacién de su papel y los argumentos para bregar por sus objetives. Los in- tereses de las grandes ptoducciones exportables y del comercio interregional e intercontinental impulsan a los iberoamericanos hacia el pensamiento de la Ilustracién europea, hacia una visién del mundo y hacia unos criterios cientificos sobre la sociedad y la economia que concuerdan con sus necesi- dades. Pero en la medida en que los mismas factores comprometen otros as- pectos de su insercién en el mundo colonial, ya fuese el tenso equilibrio social, ya aspectos més circunscritos como los intereses lesionados por ja desproteccién ante la competencia externa, se vuelcan hacia formas de pensa- miento incongruentes, en apariencia, con aquellas otras y que mds adelante, durante el siglo x1x, bajo la forma de corrientes neo-mercantilistas Hlegaran a una més consciente oposicién al libre cambio, Y no es necesario que estas dos vertientes requieran siempre distintos protagonistas pues podrd darse 1 Véase “Gallicanism and Catholic Englightenment” en Mario Gongora, ob. cit., pp. 194 y ss. También, Monelisa Pérez Marchand, Dos etapas ideoldgicas del sighe XVIII en México a través de los papeles de la Inquisicién, México, El Colegio de Mexico, 1945, pp. 143 y 144; A. BP. Whitaker, “Changing and unchanging...”, ob. cit., p. 270. 2 Véase "Economistas italianos del sefiecento en el Rio de la Plata”, en José Carlos Chiaramonte, Problemas del eurapeismo en Argentina, Parand, Facultad de Ciencias de la Educacidn, 1964, esp. pp. 43 y 44. (Publicado previamente en Rivista Storica Valiana, anno LXXVI, 1964, fascicalo 1.) XIX en una misma figura Ja oscilacién, segdn las coyunturas, entre formas teéricas ho muy compatibles entre sf.! De esa oscilacién entre libre cambio y proteccionismo dan testimonio algu- nas de las figuras seleccionadas en este volumen. De ese registro de las ten- siones sociales y del papel de la religidn tradicional para contenetlas, nada mds claro que el trabajo de Abad y Queipo sobre Ja inmunidad del clero. Por Io tanto, si la [lustracién europea puede ser entendida como un pro- ceso que parte de la difusién del espirimm de toletancia en cuanto secuela del disgusto por las guerras de religidn y que llega, hacia la ultima parte del siglo, en Francia, a convertirse en un movimiento netamente antifeudal;? si a través de este proceso la historia del siglo xvi europeo y la tradicién cultu- tal que le precede marcan el desattollo de la Ilustracién, las manifestaciones de la cultura del siglo xvi iberoamericano merecerén el concepto de ilus- tradas por razones a veces distintas, aunque conexas, con las de aquella tra- dicién y aquelta historia. Ilustracidn iberoamericana puede entonces consti- tuir una denominacién legitima a condicién de contemplar todos los riesgos de una equivoca identificacién de naturaleza con la europea. ILUSTRACION E INDEPENDENCIA La Iuusrracién iberoamericana implica, entonces, una forma de renovacién intelectual menos radical, durante gran parte de su desarrollo, que lo que se tendié a considerar tradicionalmente, aunque sacude visiblemente muchos aspectos de la cultura colonial. Durante la mayor parte del siglo sus manifes- taciones confluyen mas en la corriente reformista impulsada por la adminis- tracién metropolitana que en las tendencias separatistas de aparicién més tardia. En una revisién de los cambios sobrevenidos en el enfoque de la Uus- tracién hispdnoamericana, A. P. Whitaker sefialaba como el principal de ellos el rechazo de la creencia inicial en una conexién causal ¢ inmediata entre la Tlustracién y la independencia y, por lo tanto, la segregacién del tema de Ia Hlustracién como algo distinto del de la independencia. Afiadia que esto fue puntualizado por Ch. Gibson ya en 1966, quien al hacerlo observaba que este cambio de perspectiva significaba un avance pero dejdba al mismo tiempo un vacio en el punto de transicidn al movimiento de la independen- cia. En opinién de Whitaker, restaba avin considerar hasta qué punto el vacto todavia existia y, ademas, aclarar si el problema mds televante en la consi- deracién de Ja Tlustracién hispanoamericana es el de su relacién con los ort- genes del movimiento de la independencia} 1 Asi, Juan Bautista Alberdi pasaré de su entusiasta Hberalismo econdémico de las Bases (1852) al nacionalismo econémico implicito en {as paginas de escritos contempo- rineos a la crisis de 1866: Juan Bautista Alberdi, Bases y puntos de partida para ia organizaciéy nacional, Buenos Aires, Estrada, 1952, esp. caps. XV a XVIII: id., Obras Selectas, tomo XVII, Estudios politicos, Buenos Aires, La Facultad, 1920, pp. 334 y 335. ? Franco Venturi, “L’Illuminismo nel settecento europeo” en Comité [nternational des Sciences Historiques, Xe. Congrés International des Sciences Historiques, Stockholm, 1960, Actes du Congres, p. 128. + A. P. Whitaker, “Changing and unchanging interpretations”, ob. cit., p. 257, XX

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