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COLECCION LITERATURA LATINOAMERICANA CLARICE LISPECTOR 75 ABR. 2000 LA PASION SEGUN G.H. CASA DE LAS AMERICAS Gaba Casa bs 145 Anténicas, Ina ¥ 6,EL Vepavo, Grupa oe La Hanana, Cuma PROLOGO Clarice Lispector desconcierta por luntad de creacién. Si La pasién segin G. H. es como firneara su autora un libro como otro cualquiera, ¢ ‘i6n del lector al’. vocar el rechazo, ese inevitable asco que, a confesion de la propia escritora, ba padecido su propio esplritu al cfectuarsle relectura de algunas de sus pégines. El jpone una confron- 4 pensamiento de este mujer qui sidad hace pre dominar it y hu se introduce en el mondlogo de G. H., reconociendo trégica de un personaje que asiste a la fentidad y su condicién bumans. silefia. Poco después de cumplir los diecisiete aos, esta joven, nacide en tierra muy lejana, en Ucrania, 7 daaestl/) | } Unién Soviética, pero enteramente brasilena(su fa- milia se trasladé « Recife cuando ella apenas contaba dos meses de edad), publicé su primera novela a la que titularta con una frase joyceana, Perto do coracéo saivagem, (Cerc 1943), y que aria exclomar al critico Alvaro Lins, en una breve nota enviada la autora: «Muchacha, esté muy com: plicado ese corazén salvaje. No entendi nada.» Clarice Lispector habia iniciado en la literatura brasilefia ta linea introspective. ¥ en esa linea subjetiva, bermética, la novelista desarrollard la mayor parte de su produc- cién literarie que « cada rato. estallaba en fuego abierto hacia lo mas profurdo de su conciencia y de su ser. A aquella primera y misteriosa creacién del corazén salvaje Ie siguieron cinco novelas mis y en todas —O lustre (1946). A cidade sitiada (1949). A maca no escuto(1961), O misterio do colho pensante (1967) Uma aprendizag ivro dos prazares (1973), reapareceré siempre la misma cualidad bisic hiciera referencia Antério Candido: la estilo y la necesidad de descubrir en-la reatided y sus objetos, elementos de significaciones inesperadas. Pero donde cobrsré mayor fuerza te babitidad de Clarice Lispector para teftir su universo imaginativo de sensa- ciones e imagenes. sutiles, de sugerente hermetismo, no seré precisartente en el mundo de sus novelas, sino en el de sus relatos cortos. Las colecciones de cuentos Alguns contos (1952), Lagos de familia (1960) y A mulher que matou os peixes (1969) nos revelan las cualidades de su oficio en este género, puestas de manifiesto en el dominio de la idea central, la inten- sidad en el ritmo dramético, la viqueza de tonalidades crométicas que en los relatos «El huevo y la gallinay «El mensaje», «Los obedientes», y en las vitietas, «Ma lester de un dngel» «Reconstitucién de una damas, 8 «Brasilia: cinco dias» y «Verano en ta sala», ofrecen resonancias imprevistas para el lector. Aunque el sensible tono de las obsesiones de Cla- rice Lispector rememoran en mucho las sensaciones de angustia y soledad que varias décadas antes iluminaron los tropismos existenciales de Natalie Saurrate y los, didlogos solitarios de Margarite Duras, los elenrentos de su contexto, el suave ritmo de su expresién brasi leisa, articulan su produccién literaria al mismo proceso creator de otras narradoras latinoamericanas como Bea- trig Guido, Maria Luisa Bombal, Carmen Naranjo; Elena Poniatoswka, Marta Lynch, y a dos de sus com: patriotes de mayor talento: Lygia Fagundes Teles y lida Pinén. Sin admitir el calificativo de narradora sicoldgica, Clarice Lispector nos enfrenta en La pasién segin G. H. —entinot o novela de la creacién misma— a un punto de viste subjetivo, intimo, personal. La estructura lineal de la novela —treintitrés fragmentos encudenados cada uno en su comienzo por ta frase final del fragmento anterior— contrasta con la com- plejidad ¢ intensidad del relato. Entre et tiempo real de lo acontecido y el tiempo de lo que se narra se produce una relacién en ta que el conocimiento, Ia revelacién de la realidad, sélo es posible para la pro- tegonista a través de la accién creadora, de la ficcién literarie, Ese ejercicio intelectual ocupa por st mismo un primer plano y sw simbolizacién nos refiere para- ddjicamente, lo absurdo de su realizacién. En este esquenta lenguaje-texto como tinica posibilidad y, a la vez, como lenguaje o sistema que resulterd anulado por st misnea accién, la autora entra en juego con sus preo- cupaciones existenciales, sts concepciones estéticas y sentimientos, Lo que permanece en La pasion G. H., es el texto, la escritura como biisqueda absoluta: Voy a crear lo que mo sucedié. Sélo porque vivir no es narrable. Vivir no es visible, Tendré que erear sobre la vida. Y sin mentin. Crear si, men tir no. Crear no es imaginacién, es correr el gran nesgo de tener la realidad (...]. Hasta crear la verdad de lo que me sucedid. Ab, seré mis. un grafismo que una escritura, pues intento més una reproduccién que una expres Preguntarse si ha de permunecer perdida en el silencio de los signos, en la inuilidad de su lenguaje, es la interrogacién constante que recorre la historia de G, H. La protagonista dispuesta a referir ta intimidad de su pensamionto, acude desesperadamente al lamsdo de wn tercero 0 ta piedad del préjimo, @ un interlocutor si- fencioso (una mano ajena invocada con insistencia) que asista pasivo pero cercano, a su lenta purgacién y viacrucis espiritual. La frustracién del lenguaje, det ‘acto expresiva, amenaza a la protagonista en su siltimo esfuerzo por comunicarse y trasmitirnos el fracaso de su existencia. Varios nticleos dramaticos sostienen la es tructura literaria de la novela. Esos nticleos que inte- gran lo narrado como texto mismo (la protagonista re- produce lo ocurrido e incluso piensa que su pesadilla, esa representacién de lo acontecido, va a terminar y que volverd a su normelidad, a sus ocupaciones cotidianas, a sus diversiones y amistades), se deserrollan en las ge neralizaciones filosdficas de la novelista (comienzo de lo relatado), en la transformaci6n do la protagonisna en ol sujeto G. H. (reduccién a una universalidad abstracta) yen et proceso de identificacién con el insecto (maxima tension dramética que escenifica el martirio y la pasion de G. H.). "Ver pp. 2526. 10 La historia de La pasién segin G. H. mace de uno sencilla anécdota cotidiana: la protagonista, una escul- tora decide una tranguila manna, luego de ingerin su desayuno, arreghar la babitacién que en su departamento ocupa su sirvienta nombrada Janair, Descubre entonces sobre una de las paredes de aquella babitacion un dibujo primario, obsceno: las siluetas de un hombre, una mu- jer, un perro. Este mural oculto serd el primer sinto ma de extranamiento y degradacién, A este sorpresivo suceso se suma et descubrimiento en el cuero de sus viejas valijas de dos signos, sus iniciales G. H., sedimen: tadas, ajenas, juera de ella misma, La desesperacién.y la angustia se apoderan de la protagonista, atrapada en aguel recinto en el que era imposible trazar un punto que «pudiese Uamarse su comienzo, ni un punto que pudiese ser considerado su fin». La entrada a la babi tacion de Janair semeja ta entrada al vacto, a ka nada, y en esta situacién comienzt el ritual que obsesionarb a G. H.: su encuentro con la cucaracha, su trasmuta- cidn en ella misma, su aceptacién como stmbolo de su de- sintegracién. La contemplacién del insecto (victima de G.H.) y la progresiva identificacion mistica con el mis. mo basta culminar en la ingestion de las viscenas, co- munica la decisién del personaje de Negar hasta el acto infimo y completar su degradacin espiritual. En esta conunion final tampoco G. H. podré encontrar su sal- vacién, Ha logrado tan sélo provocar la néusea, la di- solucién de su identidad, Las espectlaciones filoséficas de Clarice Lispector ‘no son, por supuesto, en este sentido, novedosas. Sus sufrimientos remiten al lector —muy a destienpo— 1 las preocupaciones alienantes de personajes como Ro- quetin en La néusea (1938), Bernard Riewx y Jean Tarrou en La peste (1948), Meursault en El extranjero (1942), Joseph K en El proceso (1925), Gregorio Samse en La metamorfosis (1915), Yozo en Ya no i humano (1945), Holden en Fl cazador fugitivo (1951), quienes expresaron.con su angustia existencial la filo- sofia de Iz crisis del capitalism, haciendo estallar en lo absurdo bumano, el fracaso de su lucha individual con- tra la sociedad. La angustia que Thomas Mann describe ya (anticipéndose a todo lo que vendria después) en el hastio y la enajenacién de tos tltimos Budden. brooks, Thomas y Hanno, y que Franz Kafka llevé a Jo- seph K, absorbiéndolo en su ser burocrético, en G. H. encarna en sus contricciones religiosas. El concepto del ftfierio RietBegcardianc, ob inferno on tno melomo im mi misma vi el infierno», «es que un mundo todo vivo tiene la fuerza de un infierno») caracteriza la agonta de G. H. Es el infierno interioricado: Ia aceptacion cruel del dolor, ta solenne falta de piedad por el propio destino («amar més el ritual de la vida que a st mis mo»). De ese modo, abonda G. H. en la sensacidn de su condena,.en la necesidad de biisqueda irracional de lo neutro («lo neutro era mi raiz més profunde y vital») de lo tonal (alo que yo gustabs en la naturaleza era su inexpresivo-vibrante»). La presencia de dios (ano sé a que llamo Dios pero ast pude Uamérselon) €5 otra expresién més en ese precisar de todo que ro: tiva a la autora. G. H. violenta el movimiento de su conciencia y transforma su brisqueda en carencia y falta: si s6lo sabemos muy poco de dios es porque preci- samos poco: sélo tenemos de El lo que fatalmente nos basta, sélo tenemos de Dios lo que nos cabe en no- sotros [.»] mi actualidad inalcanzable es mi paraiso per- dido»? La presencia de dios se revela. por lo tanto, en una contredictoria relacién de semejanza y fuerza («él querta que fuese su igual y que a El me igualase por un anor del que no era capaz»). El diélogo religioso de G. H. pasa por todas? las gamas de una respuesta mis- 2 Ver p. 146, 12 ‘ tica Wena de contradicciones. En sus ideas toma cuerpo lo demoniaco en lo divino («no puedo impedir sen tirme toda ampliada dentro de mi por la pobreza de lo opaco y lo neutro: la cosa ex viva como las hicrbas. < Y sieso es ef infierno, es et paraiso misnrov), lo sagrado en lo material («la beatitud es el placer continuo»), el ~ antipecado en el pecado, La expiacién cel pecado ori- ‘ginal exige en G. H. el precio de la néusea. Le sensacién de destruccién la obliga a la tinica accién 0 gesto que parece ser capaz de reunir su cuerpo con su alma: la comunién con la masa blanca y repugnante de la cu- caracha. EI baber comido de ella, baber comulgada en sus visceras es para G. H., la revelacién de su in- fierno, Ese acto constituye su despersonalizacién y bo- rror (localizable abora en un vago recuerdo, en una idea). La no respuesta es pues la culminacién de su proceso de reduccién al absurdo y a un estado de ena- jenacién que no puede trascender. Pero ccudl es ese mundo irracional, cosificado, que la autora borra desde un principio y que. sin embargo, subyace en su angustia y sugiere una critice profunda de su contenido? Son las once de la mafana en Brasil, nos reitera la protagonista parte testimoniar con esa afirmacién el contorno geogréfico que la circunda, el tiempo (mafiana o mediodia) que la asedia, el gusto por el panorama —para ella difuso— que abarca su mirada desde lc altura de su edificio. Las relaciones de GH. con su medio real posee una base concreta que ef proceso de despersonatizacién de la protagonista hace surgir precisemente con lucider aplastante. Su imagen ha sido desmistificada. G. H. existe en el tiltimo piso de una estructura, es esa «mujer que vivia, vivia bien en las supercapas de las arenas del mundor. Pa- dece de la «malaise» de su clase, del hastio de su grupo social, de la amargura de quien se sorprende en tun ststema vacio de ka frialdad de alguien que puede at 13 mitir tranguilomente «si no perteneciese por dinero y por cultura a la clase que pertenezco bubria tenido normalmente el empleo de mucama en una gran casa de ricos, donde hey mucho que arreglars? Hasta el momento en que tropieza con el mural de Janair G.H. se reconoce sélo en la imagen repetida de st misma, la aceptado por todo. El lenguaje de Jansir le trasmitiré lo inesperado, lo opuesto a ella. El trazo de este es vigoroso, su caligrafia real, desnuda, sin afcites, Ls sirvienta constituye una revelacién para la protago- nista: es la primera persona realmente exterior de cuya mirada G. H. toma conciencia, y comprende, alemés, que en esa mirada esté contenido un silencioso odio, un mensaje un aviso, que no logra descifrar ain cuando en sus relaciones con ella esté muy presente el dis miento. Janair es el reconocimiento certero, el cuestio- namiento fuera de sus iguates, fuera de su clase social G.H. consigue entonces desvanecer el rostro de esa anta gonista en una buida dle sus propias ideas. Asi en ese es pacio intemporal, e! tiempo se detiene como un globo neutro, G. H. vuelve la espalda al panorama que se extiende a sus pies, a un Rio de Janeiro (la ciudad tam- bién ba gencrado « G. H.) palpitinte en sus favelas ruinosas, turbias, redes, a las que la protagonista des- personaliza,, Borra en el circulo milenario de otras ciuda- des, en otro espacio desconocido. Con esto G. H. com: plete el ritual iniciado, Su entrada al absurdo ha ocurrido con el desplazamiento situacionat de su persona. En la medida en que penetra en las babitaciones del fondo de su apartamento, que abre la puerta hacis lo oscuro, ba: cia el cuarto de Jancir, su sirvienta, hacia «la suciedad de las cosas guarda.'is», G. H. siente que comtenza su despersonalizacién. Atrés ba quedado el grato confort de su vivienda, la elegancia en la que disfruta 3 Ver p. 34. 14 be de su insipida libertad y comprende que ba sido puesta juera de su ambito, fuera de su identidad, ‘ba sido situada en otro mundo socialmente diferente al ‘suyo. Aquel cuarto de Janair era, confiesa G. H., «lo ‘opuesto de ta suave belleza que habia resultado de mi talento para arreglar, de mi talento para vivir, lo opues- to de mi ironia serena, de mi dulce y exenta ironia.»' La existencia de estos dos mundos opuestos, marcados por relaciones sociales diferentes, relaciones de desi- ‘gualdad, delimitan dos émbitos, uno de ellos el bu milde, violento de Janair, y ef otro, el de la enajena- cién, el vacio, dmbito de G. H. que se reduce @ una sole salida: la de la indentificacién con la cuca- racha: «No sé si elle me veta, no sélo que una cucaracha ve. Pero ella y yo nos mirébamos también no sé lo ‘que tra mujer ve. Pero si sus ojos no me vetan, la existencia de ella me existiar? A esa existencis de G. H., inmersa en una nebulosa de desencuentros con Io realidad, le antecede el anticlimax, la ausencia de sentimientos, [2 falta de esperanza, ¥ en ese delirio desaparece G. H., pasién de Clarice Lispector, crénica de su muerte espiritual, lenguaje ee ssignos absurdos, desaparicion de una clase soctal en crisis ‘Triniwan Pérez VALDES 4 Ver p. 43. 5 Ver. p. 75. 15 swestoy procurando, estoy procurando, tentando entender. Intentando dar a algi y no sé a quién, pero no quiero quedarme vivi, No sé qué hacer de lo que esa desorganizacién profunda. No confio en me sucedid, ¢Me sucedié al hecho de no saber cémo vivirla, vi ria amar desorganizacién, y tendria la seguridad de aventurarme, porque después sabria para dénde volver: para la organizacién anterior. A eso preficro desorganizacién, pues no quiero confirmarme en lo que vivi —en la confirmacién de mi perderfa un sentido, con la misma mansa locura que hasta ayer era mi manera sana de caber en un sistema. éTendré que tener el coraje de usar un corazén despro- tegido y de ir hablando para la nada y para nadie? asi como un niffo piensa para la nada- Y correr el riesgo de ser aplastada por la causalidad. No comprendo lo que vi. Y ni siquiera sé si vi, ya que mis ojos terminaron no diferencidndose de la cosa vista. Sélo por un inesperado temblor de lineas, silo por una anomalfa en Ia continaidad interrumpida de ‘mi civilizacién, es que por un instante experimenté la muerte vivificadora, La fina muerte que me hizo mano- seat la prohibida tela de la vida. Est prohibido decir el nombre de la vida. Y yo casi lo dije . Casi no pude de- 20 sembarazarme dle su trama, lo que setia destruccién de mi época dentro de mi. ‘al vez lo que ha sucedido sea una comprensién —y que, pata ser sincera, tengo que continuar no es tando a fa altura de ella, tengo que continuar no enten- digndola. Toda comprensién sibita se parece mucho a tuna aguda incomprensién, No. Toda comprensién sibita es finalmente la reve lacién de una aguda incomprensién, Todo momento de encontrar es un perderse a si mismo-Tal vez me haya ccurrido una comprensién tan total como una ignoran- cia, y yo venga a salir de ella tan intacia ¢ inocente co- ‘mo antes. Cualquier cosa que entienda nunca estaré a la altura de esa comprensién, pues vivir es. sola- mente la altura a la que puedo Tlegar —mi dinico nivel es vivir. Sélo que ahora, ahora sé un secreto. Que ya estoy olvidando, ah siento que ya estoy olvidando... Para saberlo de nuevo, precisarfa ahora remorir. Y saber seré tal vez el asesinato de mi alma humana, ¥ no quiero, no quiero. Lo que todavia podria salvarme seria una entrega a Ia nueva ignorancia, exo seria posible. Pues al mismo tiempo que Iucho por saber, mi nueva igno- rancia, que es el olvido, se torné sagrada. Soy la ves tal de un secreto que no sé més cudl fue. ¥ sirvo al peligro olvidado. Supe lo que no pude entender, mi boca qued6 sellada, y sélo me festaron los fragmentos incomprensibles de’un ritual. Aunque por primera ver sienta que mi olvido esté finalmente al nivel del mun- do. Ah, y ni quiero que me sea explicado aquello que para ser explicado tendria que salir de si mismo. No quiero que me sea explicado lo que precisaria otra vez de Ja valoracién humana para ser interpretado. Vida y muerte fueron mfas, y yo monstruosa, Mi coraje fue el de un sonémbulo que simplemente va. Durante las horas de perdicién tuve el coraje de no com: poner ni organizat, Y sobre todo el de no prever. Has- a mis previsiones condicionaban de anteman isiones de la ya tei el mundo. Hasta que mana, gmi sacrificio consistira en reconocer en el rostro comin de alg ellas olvidaron. Y no saben ya da sirve lo que vi. Escucha, voy a tener ue no sé qué hacer con lo vivido. Pero atin: no To que vi. Lo que vi-destroza mi vida diaria, Disculpa por darte esto, yo . Toma lo 4 perdf si imagino que alguien me esta dan , ‘ano a alguien fue siempre lo que esperé de earia, Muchas veces antes de adormecerme —en esa pequefia Iucha por no perder la conciencia y entrar en el mundo mayor— muchas veces, antes de tener el hacia Ia grandeza del eveio, finjo que al- indo la mano, y entonces voy, voy para de forma que es el suefio. Y cuando agn asf no coraje, entonces sueiio. Tr hacia el suefio se parece tanto al modo como aho- ra tengo para ir a mi libertad. Entzegarme a lo que ro entiendo ser ponerme a la orilla de 1a nada. Serd ir ape- 22 nas yendo, y ¢ cosa sobren domesticado para hacerlo fami cosa valiente que seré entregarme, y que es como dar la mano a la mano mal asombrada del Dios, y entrar por esa cosa forma que es un s0 que no escribo y hablo, yoy a tener que fingic asegurar ésta tu mano —eun cuando no consi- ga inventar tu rostro y tus ojos y tu boca. Pero aunque seccionada, esta mano no me asusta. La invencién de ella viene de esa idea de amor como si la mano estuviese de ima- ? Asi que pueda dejar tu mano caliente, iré sola y con horror. Bl horror sera nti idad hasta que se complete 1a metamocfosis lad, como antes aun erlo me proponia; pero Ia claridad natural de lo que existe, y es esa claridad natural lo que me atertoriza. Aunque yo sepa que el horror —el horror soy yo delante de Tas cosas. Por ahora estoy inventando tu presencia, como un dia también no sabré atriesgarme a morir sola, mori es -sgo mayor, no sabré pasar a Ja muerte y poner el primer pie en la primera ausencia de m{ —también en esa hora iltima y tan primera inventaré tu presencia desconocida y contigo comenzaré a morir hasta poder aprender sola a no existir, y entonces te liberaré. Por 23 ahora te aprisiono, y tu vida desconocida y caliente es- td siendo mi nica ‘iltima organizacién, yo que sin tu mano me’sentiria ahora suelta en la dimensién enorme ue descubri. gEn la dimensién de la verdad? Pero es que nunca le encontré sentido a ls verdad fo le encuentro sentido a la verdad! Es por eso que Ja temfa y la temo, Desamparada, te en “para que hagas de eso una cosa alegre. ¢Por te asustaré y te perderé? pero si no hablo me y por perderme te perder me disminuye, Aquello que probablemente pe: ‘mente tuve, vino a dejarme desamparada como un que anda solo por Ia tierra. Tan desemparada yo de las cosas vibrase con lo que estoy De aquello a lo que en verdad apenas, saber su nombre, {Habra sido el amor lo que vi? @Pero qué amor es é&e tan ciego como el de una célula-huevo? efue eso? ¢aquel horror, eso era amor? amor tan neutro que —no, no quiero hablarme todavia, hablar ahora serfa precipitar un sentido como quien ripidamente se inmo- a en la seguridad paralizante de una tercera pierna © estaré apenas postergando el comenzar a hablar? @Por qué no digo nada y apenas gano tiempo? Por miedo, Es preciso coraje para aventurarme en una ten~ tativa de concrecién de lo que siento. Es como su tu- ‘viese una moneda y no supiera en qué pais vale. se Sera preciso coraje para hacer lo que voy a hacer: decir. Y artiesgarme a la enorme sorpresa que set con la pobreza de la cosa dicha. Asi que la tenga y tendré que acrecentar: jno es €s0, no es eso! Pero es preciso también no tener miedo del ridfculo, yo siem- aunque s 24 pre’preferi el menos.al mas por miedo también del ri- diculo: es que también existe el desgarramiento del pudor, Postergo la hora de hablarme. ¢Por miedo? Y porque no tengo una palabra para decir No tengo una palabra para decit. gPor qué no me callo, entonces? Pero si yo no fuetzo la palabra, el mu- mo me engolfard para siempre en ondas. La palabra y Ia forma seténla tabla donde flotaré sobre las enormes del mutismo, Y si estoy postergando el comienzo es también por- que no tengo gufa. El relato de otros viajetos me ofre ce pocos datos acerca del viaje: todas las informaciones son terriblemente incompletas Siento que una primera libertad esté invadiéndome co a poco... Pues nunca hasta hoy temi tan poco la buen gusto; escribi «olas enormes del muti mor, lo que antes ‘no ditfa porque siempre respeté Ia y su moderacién intrinseca. Dijo «olas enormes inclina humilde, y yo wepto. ¢Habré, en fin, perdido todo un sistema de un gusto? ¢Pero serd ésta mi tnica ganancia? Cudnto deberia_haber vivido. presa para sentirme ahora més 9 pot no seguir temiendo Ia falta de estética. no ptesiento qué mas habré ganado, Poco a ién sabe, lo iré percibiendo. Por ahora el pri + timido que tengo en el de constatar que per el miedo a lo feo, ¥ es tan buena esa pérdida. Es dulzura iero saber qué més gané al perder. Por ahora no colamente al revivirme voy a vivi + Pero geémo revivirme? Si no tengo una palabra na- tural que decir, ¢Tendré que hacer Ia palabra como si fuese a crear lo que me sucedid? Voy a ctear lo que me sucedié. Sélo porque vivir no és narrable, Vi le. Tendré que crear sobre la vida. Y sin mentir. Crear sf, mentir no. Crear 25 sin siquiera entender par: ré en ese lenguaje sondmbulo pierta no nés una reproduc vez pre. menos expresarme, ¢También perdi esto? No, au cuando hacia escultura yo apenas intentaba reproducir, s ciego sélo por el hecho de estar viendo un ts incomprensible? mas grande la 10 antes porque mi +A menos que yo tambi pata postergar —postergar el momento en que tendré que comencat a més me queda por d 26 afios enloquec, quedé fueron fragmentos fonéticos de mi. Vi, y me asusté con la cruda ver lad de un mundo cuyo mayor horror es que él es vivo que, para admitir que estoy tan viva como crudamente viva ara_aguella. mi es el horror. An- nizado, gpero lo puramen- lad que yo tenfa? 7 Es que un mundo todo vivo tiene la fuerza de un Infierno, Ayer de mafiana cuarto de la sirvi taba a un paso del des« paso de mi. Mi lucha maria iba a abrirse con la tranquila ferocidad devoradora de Jos animales del desierto. Iba 2 encontrarme cara a cara conmigo mi n grado de vida tan elemen tal que estaba préximo de lo inanimado. Entretanto ningtin gesto mio ve yo, con los labios secos por la sed, iba a exi Solamente después se me ocur que tontamente se grabara hace afios en mi memoria, apenas el subtitulo de un articulo en una revis yo terminara por no leer: «Perdida sador de un canyor, una mujar lucha des capaz. de percibir las cosas veces que ellas Iegaban.a un yo. Pero es que nunca fi encaminéndose; toda: los instantes, con fech: stertupeién. in aquella mafiana, visto ser, y asi me conocfa. No sé decir lo que yo era. Pero al menos-quiero recordarme: gqué estaba ha- ciendo yo? Eran casi las diez de la maana, y hace mucho tiem: po mi apartamento no me pertenecia tanto. El dia an terior la sirvienta se habfa ido. El hecho de que nadie hablara ni caminase y poder provocar acontecimientos agrandaba en silencio esta casa donde en semi-lujo vivo. Me demoraba en el desayuno —qué dificil se esté ha siendo saber cSmo era yo. Mientras, tengo que hacer el esfuerzo de darme al menos una forma anterior para poder’ entender lo que sucedié al haber perdido. esa forma. Me demoraba en el desayuno, haciendo bolitas de migas de pan —gera eso? jNecesito saber, necesi- to saber lo que yo era! Yo ea esto: distraidamente hacia bolitas redondas con migas de pan, y mi tltima y tranquila ligazén amorosa se habla disuelto amistosa- mente con una caricia, ganando yo de nuevo el gusto ligeramente insfpido y feliz de la libertad, ¢Me ubica esto? Soy agradable, tengo amistades sinceras, y tener conciencia de esa hace que yo sienta por mf misma una amistad agradable, lo que nunca excluyé un sen- timiento isénico por mi misma, aunque sin persecu- ciones. Pero —cdmo era antes mi silencio es lo que no sé y muna supe. Algunas veces, mirando una foto- grafia tomada en Ja playa o en alguna fiesta, percibia con leve aprensién irénica lo que aquel rostro sonriente y oscurecida me velaba: un silencio. Un silencio y un destino que se me escapaban, yo, fragmento jerogli- fico de un imperio muerto o vivo. Al contemplar el retrato vela el mistetio. No. Voy a perder el resto del miedo del mal gusto, voy a comenzar mi sorpresa me tomaba suavemente, solamente ahora sé 29 que exa una sorpresa lo que me tomaba: ¢s que en los como sélo he | ba por un momento el rostro fotografiado y, durante un segundg, en aquel rostro inexpresivo el mundo me ‘ | Ja mirada también inexpresiva. ¢Ese —apenas | ée— fue mi mayor contacto conmigo misma? el ma- | yor ahondamiento mudo a que legué, mi vinculacién més i ciega y directa con el mundo. El resto—el resto e1 siempre las organizaciones de mi misma, ahora lo sé, ia de los otros mds que os nombres Ade- acientaba y me impacienta, es un we solamente traspasa. Creo que desde ia salido del estadio de lo sico- lo mucho, quiero decir, habia we, de alguna manera, todo fo que tuviese q enseguida ivir para que me sobrara os? para vivir. Cumplt tempran los deberes de is sentides, tuve temprano y répidamente dolores y arias —gpara quedar bien pronto libre de mi pe- quefio destino humano? y quedar libre para buscar tragedia. raged» estaba en alguna parte. ¢Dénde estaba destino mayor? uno que no fuese apenas el enredo . La tragedia —que es La aventura mayor: nunca se habfa realizado en mf, Sélo mi destino per sonal era lo que yo conocia. ¥ Jo que queria. En torno mio desparramo la tranquilidad que aca ba de lograr un grado de realizacién, al punto de ser G. H. hasta en las valijas. También’ para mi Hamada vida interior habia adoptado sin sentir mi reputacién me trato como las personas me tratan, soy aqui que de mf ven los otros. Cuando me quedaba no habia una aquello que mi natural que sélo abismo, Un sbismo de nada, Solamente esa cosa grande y vacia: un abismo, retratos fotografiaban un abismo? un Acttio como lo que se ama una persona realizada -mpo, indeterminado ¢ pasado y un presen- aran: se tefieren mo 2 alguien que hace esculturas que no serfan malas si yo fuera menos «amateur». Para una mujer esa reputacién es socialmente para los otros como para socialmente esté entre mi dejaba mucho més sabe qué, auscultando los ot me serd dado y a su vez d haya ono de pre-limax lo que yo veia sonriente fotografia embrujada de un rostro cuya palabra es un silencio inexpresivo, todos los. retratos de personas son un retrato de Mona Lisa BY es sélo eso lo que puedo decir acerca de 1 gSer «sincera»? Relativamente lo soy. No miento para formar verdades falsas. Pero usé demasiado las verda- ides como pretext. gLa verdad como pretexto pata ‘nentir? Yo podria contarme a mi misma lo que me halagase, y también hacer el relato de la sordidez, Pero tengo que tener cuidado de no confundir defecios con Verdades. Tengo miedo de aquello a que me llevaria Una sinceridad: a mi llamada nobleza, que omito, « mi llamada sordidez, que también omito. Cuanto més sin- garme tanto con cera fuese, mas me inclinarfa a hal fas ocasionales noblezas como sobre todo con Ia oca cridad solamente no me lev ic Ia mezquindad. Esa la omito, y yo que me perdoné fe grave y mayor en mi. La mezquindad la confesién me es muchas wnet el campo ausente de mi para poder an- es que andaré. 0 no querer tener vanidad es la peor forma de envanecerse? No, creo que esto preci sando mitar sin que el color de mis ojos importe, iso quedar exenta de mi para ver Y es ex0 todo lo que yo era? Cuando abro la puer ta a'una visita inesperada, lo que sorprendo en el de quien me esté viendo a Ta puerta es que acaban de mi suave pre-climax. Lo entonces de v Sefera de lo que se llama: y necesito i mia Jo menos tenia al «no», fa mi opuesta, No sabia cudl era mi bien, enton. ces vivia con algtin pre-fervor lo que era mi «mal», iendo mi «mal» vivia el revés de aquello que ni siquiera conseguiria querer o intentar. As{ como uien sigue puntualmente y con amor una vida de , y por lo menos tiene lo opuesto de lo que no conoce ni puede ni quiere: una vida de monja, Sélo ahora sé que ya tenfa todo, aunque de modo contrario: me dedicaba a cada detalle del no, Detalladamente no siendo, me probaba que —que era. Ese modo de no ser era tanto més agradable, tan- to més limpio: pues sin se iniea ahora, soy uuna ru ae re Y de cuerpo gracioso. Me encuadraba mesa del desayuno con mi bata blanca, mi_rostro inn y bien esculpido, y un cuerpo simple.. De mf irradiabs especie de bondad que viene de la in- por los propios oy nS, HE anal ero de y —etodavia? No. Desde ya calculo aui que deberd enfrentar mi vanidad seré el uicio de mf misma: tendré toda le aperiencia de quien falls, Pee alli oxssiiia, ose Sélo yo sabré si Ia falla fue necesaria Me levanté finalmente de la mesa del desayuno, medio del dinero razonablemente bien invertido en ido lo bastante, eso me impidié usar esa mi voc si no perteneciese por dinero y por cultura a la clase que pertenezco, habria tenido normalmente cl de mucama en una gran casa de ticos, donde hay mu que arreglar. Arreglar es hallar Ia. m biese sido si ra del «amat ‘manos hubiese podido largamente arreglar :Arree Ja forma? El placer siempre interdicto de arreglar una cass era tan grande para mi que, todavia sentada a la me ya comenzaba a tener placer en el mero planear. Mi- taba el apartamento: gpor dénde comenzaria? Y también para que después, en la séptima hora como en el séptimo dia, quedase libre para descansa: y tener un resto de dia de calma. Calma casi sin ale- aria, lo que me seria un buen equilibrio: con las horas 34 sitado demasiado, habia tenido dem: jue quisiera, y deseaba ahora aquel dia exactamente ‘omo se prometia: pesado y bueno y vacio. Haria de lel mis largo posible. y listo pare ta, Después, desde la cola del aparta- , itia poco a poco «subiendo» hotizontalmente lado opuesto que era el «livi fuese el punto final dé! arreglo de la casa y de Ia mafiana— leeria el diario recostada en el sof y probablemente adormeciéndome. $i el teléfono no so- nara, Pensindolo mejor, resolv{ descolgar el teléfono y asl estaba segura de que nada me pertutbarla ¢C6- mo diré ahora que ya entonces comenzaba a ver lo que sélo seria evidente después? sin saber, ya estaba en la antesala del cuarto, Ya comenzaba sabia; vi desde que naci y no sabia, no s. Dame tu mano desconocida, que I doliendo, Decidida a comenzar el arreglo por el cuarto de la sirvienta atrayesé la cocina que da hacia el patio de servicio, Al final del patio esté el corredor donde se encuentra el cuarto, Antes, sin embargo, me recosté pared del patio para terminar de fumar el ciga 35 Miré para abajo: trece pisos cafan del edifici no sabia que todo eso ya era parte de lo que iba a suceder. Mil veces antes el movimiento probablemente hhabfa comenzado y después se habia perdido. Esa vez él movimiento irfa hasta el fin, y yo no presentia, Miré el patio interno, el fondo de los apartamentos para ‘los cuales mi apartamento se vefa como fondos, Por fuera mi predio era blanco, con lisura de mérmol y lisura de superficie. Pero por dentro el patio era un amontonado oblicuo de marcos, ventanas, cuet- de Iluvias, ventana abierta de par en par cont irando bocas. El cuetpo de mi edificio era como una usina, La minia- tura de la grandeza de un panorama de gargantas y canyons:, alli fumando, como si estuviese en el pico de tuna montafia, miraba el panotama, probablemente con el mismo mirar inexpresivo de mis fotograffas Vela lo que aquello decfa: aquello no decia nada Y recibfa. con atencién esa nada, la recibia con lo que habfa dentro de mis ojos en la fotograffas; sélo ahora imada que recordaba Ia de la naturaleza: se podrfa buscar uranio y de allf podria brotar petréleo. + Estaba viendo lo que sélo tendria sentido més tar de —quiero decir, sélo més tarde tendria una profunda falta de sentido— es el sentido, Todo momento de «falta de sentido» es exactamente Ia temible certeza de que alli esté el sentido, y que no solamente no alcanzo, sino que no quiero porque no tengo garantias, La falta de sentido sélo me asaltaria més tarde, To- mar conciencia de la falta de un sentido habfa sido pre mi modo negativo de sentir el sentido? Hubia sido mi participacién. 36 y con finalidad préctica. : Pero algo de la terrible naturaleza general —que més tarde experimentarfa en mi— algo de la natura Jeza fatal habia salido fatalmente de las manos de la centena de operarios précticos que habla trabajado cafios de agua y de desagtic, sin que gue estaba levantando aquella ruina egipcia a la cual ahora miraba con la mirada de mis fotograffas de pl ya. Sélo después sabria que habta ‘visto; al ver el secreto, reconoc Tiré hacia abajo el cigarrille. encendido, y di un aso atrés, esperando atenta que ningin vecino se aso- ciase al gesto Después, con pensando? por lo menos pensaba en nada. © tal vez, en la hipstesis de que algdn vecino me hu. biera visto hacer el gesto probibido, que sobre todo no combinada con la mujer educada que soy, cosa que me hacfa sonrefr. . 37 Jas cosas guardadas, ; I Pero al abric Ia puerta mis ojos se fruncieron en reverberacién y lo fisico, Es que en ver de ee aba con la de blanca y limpiar Lo que no vienta, sin decirme nad: expoliado de su funcién de depé: 38 . fa vela ahora un cuarto que tenfa un orden calmo y vacio, En mi casa ti iada, sin avisarme, habi aba ahora de un ‘aposei EL euarto icomparablemente superior a comenzado entonces mi suelto encima de una impresién yo sélo percibia te mas abiertos. Y aunque lla me venfa como. Desde la puerta vefa et sol fijo cortando con una tida linea de sombra negra el techo por el medio y un tercio del su te habfa torci nudaba en més 39 natural el contorio a carbén de un hombre desnudo, de una mujer desnuda, y de un perro que estaba mas desnudo que un perro, En los cuerpos no estaba di- Ibujado lo que Ia idesnudez revela, la desnudez venta apenas: de la ausencia de todo e cubre: eran los contornos de una desnudez vacia. El trazo era grueso, hecho con punta quebrada de carbén. En algunos tre- chos el riesgo se hacia doble como si un trazo fuese el temblor del otro.'Un temblor seco de carbén seco. La rigidez ‘de'las lineas incrustaba las figuras agi gantadas y'tontas en la pared como de tres Hasta el perro tenfa Ia locura mansa de aguello que no es movido por fuerza propia. El imperfecto trazo excesivamente firme transformaba al perro en una cosa dura y pettificada, més engarzada en si misma que en Ia pared. asada la primera sorpresa de descubrir en mi pro- , examiné mej esta vez con divertida sorpresa, las figuras sucl pies simplificados no Hegaban a tocar la Tas cabezas pequeria no tocaban Ia Tinea del techo do a la tigider estdpida de las lineas, es figuras sueltas como tes aspiraciones de mo- 1e me incomodaba mas y més Ia dura inmovilidad de las figuras, més fuerte se bi a i Emergian como si hubiesen sid tuna exudacién gradual del interior de la pared, veri Tentamente del fondo hasta hacer sudar la superficie de la cal éspera.. Ninguna figura tenia vinculacién con la otra, y las tres no formaban un grupo: cada figura miraba hacia cl frente, como:sinunea hubiese mirado hacia el cos tado, como si nunea hubiese visto a la otra y no su- era que a su lado existia alguien. Sonret cohibida, .procuraba sonreir: es que cada figura estaba alli en la pared exactamente como yo a Ja puerta del cra una caligea- recuerdo de la sirvienta ausente me ia. Quise acordarme de su rostro, y, admirada, no lo con- segui —de tal modo ella habia ‘acabado de excluirme de mi propia casa, como si me hubiese cerrado la puer- ta y me hubiese dejado remota en relacién a mi morada, recuerdo de su cara me huia, debfa ser un. olvido temporatio. Pero su nombre —es claro, es claro, finalmente me acordé: Janair. Y mirando el dibujo hierético, de re- pente se me ocurtfa que Janair me haba odiado. Yo miraba las figuras de hombre y mujer que mantenfan expuestas y las manos vigoros: Foe als paecien haber sido dejadas por Jian cote mensaje burdo para cuando yo abriese Ia puerta, Mi malestar era de algiin modo divertido: ges que nunca antes se me habia ocurrido que, en el mu ismo de Janais mi vida, que debi sana hombres? gc6mo me habia juzgado Miré el mural donde yo debfa haber sido da... sido juzgada por mis padres y por mi propio ambiente que eran, en suma, hechos de mf misma y para mi misma. Janair era la primera persona realmente exte- mirar yo tomaba coneiencia, con malestar verdadero, por negligencia y desinterés, no me per Ia del silencioso odio de aquella mujer. Lo que me sorprendia es que era una especie de odio desl gado, el peor odio: el indiferente. No un me individualizase sino apenas Ia falta de misericor- -dia, No, ni al menos odio. Fue cuando inesperadamente consegui rememorar su rostro, pero es claro, gcémo habfa podido olvidar? vide nuevo el sostro negro y quieto, vi de nuevo la piel enteramente opaca que més parecia uno de. sus modos de callarse, las cejas extremadamente bien dibu- jadas, vi de nuevo los trazos finos y delicados que mal se divisaban en la negrura apagada de Ia piel, Los trazos —descubrf sin placer— eran trazos de reina. Y también la postura: cl cuerpo erecto,

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