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Mi padre

De todos los diferentes tipos de trabajo que realizaba mi padre, ninguno me


fascinaba tanto como su habilidad con el oro, su tacto delicado y, además, este tipo de
trabajo siempre fue una especie de festival: era un verdadero festival que rompía la
monotonía de los días trabajo ordinario.

Así es como una mujer, acompañada por un intermediario, cruzó el umbral del taller,
yo la seguí de inmediato. Sabía lo que quería: había traído oro y quería pedirle a mi
padre que lo transformara en una baratija. La mujer había recogido el oro en pedazos
de Siguiri, donde, durante meses seguidos, habría crujido sobre el río, lavando el barro
y extrayendo pacientemente de él los granos de oro. Estas mujeres nunca venían solas:
¡sabían muy bien que mi padre tenía otras cosas que hacer además de hacer baratijas
para todos y cada uno! E incluso si la fabricación de joyas hubiese sido su ocupación
principal, se habrían dado cuenta de que no eran sus primeros ni sus únicos clientes, y
que sus necesidades no podían ser atendidas de inmediato.

Generalmente estas mujeres exigían la baratija para un cierto estado, tanto para el
festival de Ramadhan como para el de Tabaski; o para algunas otras festividades
familiares, o para una ceremonia danzaria.

Entonces, para mejorar sus posibilidades de ser atendidos rápidamente, y más para
persuadir a mi padre de interrumpir el trabajo que tenía entre manos, solicitaban los
servicios de un cantante de alabanza no oficial, un intermediario, y arreglaban con él de
antemano lo que pagarían a otro por sus buenos oficios, pues cada amuleto tenía su
propiedad particular: pero exactamente qué propiedad: no sé, dejé la casa de mi padre
demasiado pronto.

Desde la terraza bajo la cual jugaba podía vigilar el taller de enfrente y ellos, por su
parte, podían vigilarme a mí. Este taller era el edificio principal de nuestro complejo. Allí
era donde generalmente se encontraba mi padre, supervisando los trabajos, forjando él
mismo las piezas más importantes o reparando mecanismos delicados; aquí era dónde
recibía a sus amigos y a sus clientes, de modo que el lugar sonaba con ruido desde la
mañana hasta la noche. Además, todos los que respondían o salían de nuestro recinto
tenían que pasar por el taller, por lo que había un constante ir y venir, nunca nadie
parecía tener prisa: cada uno se detenía para hablar con mi padre y pasar unos
momentos observando el trabajo que tenía entre manos.

A veces yo dibujaba cerca de la puerta, pero rara vez entraba, porque todos allí me
asustaban y yo salía corriendo en cuánto alguien intentaba ponerme las manos encima.
No fue hasta mucho después que llegué a tener el hábito de agacharme en un rincón
del taller mirando el fuego ardiendo en la fragua.
Mi dominio privado en ese momento consistía en la terraza que se encontraba
afuera de la cabaña de mi padre; y el naranjo que crecía en medio del recinto.

Tan pronto como cruzabas el taller y pasabas la puerta de atrás, podías ver el
naranjo. Si lo comparo con los gigantes de nuestros bosques nativos, el árbol no era
muy grande, pero su masa de hojas brillantes solía proyectar la densa sombra que era
un fresco refugio contra el sol abrasador. Cuando estaba en flor, un perfume
embriagador flotaba sobre todo y mis pequeños amigos también solían echarle una
mano ansiosa. Invitaron a todos los adolescentes y solíamos ir por la comida con el
francos apetitos de lobos jóvenes; pero hubo demasiada, siempre hubo demasiada que
nunca pudimos llegar al final de tal comida.

“¡Mira cuán redonda está mi barriga!” Me escucharía a mi mismo diciendo.

Sí, nuestras pequeñas barrigas estaban redondas, y sentándonos después alrededor


del fuego, solemnemente digiriendo nuestra comida, podríamos fácilmente caer
dormidos si no hubiésemos tenido disposiciones de ánimo naturalmente. Pero
teníamos que mantener nuestra palabra, como nuestros ancianos; no nos habíamos
visto por semanas, a veces meses, y tuvimos muchísimas cosas que decirnos;
muchísimas historias nuevas qué relatar, ¡y ese fue el momento de ellos!

Por supuesto todos nosotros teníamos nuestras propias historias qué contar,
conocíamos muchas de ellas, pero siempre habría algunas historias que estábamos
escuchando por primera vez, y esas fueron las únicas que estábamos ansiosos por
escuchar como nos sentábamos alrededor del fuego, y fueron las letras de estos
cuentos las cuales obtuvieron el mayor aplauso.

De esta manera mi primer día en el país, llegaría a un cierre, a menos que alguien
sacara un tom - tom, para esta que era una ocasión especial. Y en Tundican no había
una noche que tú no escucharas el tom - tom.

Diciembre siempre me cogía en Tundican. Diciembre es nuestra temporada de


sequía, cuando tenemos buen clima y cosechamos nuestro arroz. Año tras año yo era
invitado a esta cosecha la cual siempre es la ocasión de gran juerga y fiesta, y solía
esperar impacientemente porque mi tío llegara y me.recpgiera.

Hubo una conmoción terrible rodeándome; mi madre estaba gritando más fuerte que
nadie; y me dió unas pocas bofetadas. Comencé a barrer, más indispuesto por el
escándalo repentino que por los golpes que recibí. Un poco más tarde, cuando me
había calmado un poco y el grito había cesado alrededor de mí, mi madre
solemnemente me advirtió nunca jugar tal juego otra vez; y se lo prometí, aunque
realmente no podía ver en dónde se encontraba el daño.
La choza de mi padre estaba cerca del taller, y jugaba a menudo allí debajo de la
terraza por todas sus partes exteriores. Era la choza privada de mi padre. Fue
construida como toda nuestras chozas, de barro que había sido fundido y ladrillos
moldeado con agua; y fue orgullosamente redondeado un casco con paja. Se accedía
por una puerta rectangular. Por dentro, una pequeña ventana que deja entrar un eje
delgado de luz. A la derecha había una cama, hecha de tierra batida como los ladrillos,
esparcida con un simple mal de mimbre sobre la cual había una almohada de material
capoc. Detrás de la choza, justo debajo de la ventana donde la luz era más fuerte
estaban las cajas de instrumentos. A la izquierda, estaba una túnica y las alfombras de
rezo. Finalmente, en la cabecera de la cama, sobresaliendo de la almohada y mirando
sobre el tonto de mi padre, había una serie de ollas que contenían extractos de plantas
y la corteza de árboles. Todas estas ollas tenían tapas metálicas y ellas fueron profusa
y curiosamente adornadas con guirnaldas y canchas de courí; no me tomó larga para
descubrir que ellas eran las cosas más importantes en la choza; ellas contenían los
mágicos encantos, esos líquidos misteriosos que mantenían a raya los espíritus
malvados, y, al untar en el cuerpo, lo hacían invulnerable a la magia negra, a todos los
tipos de magia negra. Mi padre, antes de irse a la cama, nunca dejaba de frotar su
cuerpo con un poquito de cada líquido, primero uno, luego sin ninguna preocupación.
Que vienen a correr y jugar y aclimatarse junto a los puestos de vigilancia y deambular
por la hierba alta con los rebaños y manadas, y naturalmente no podría hacer esto sin
dañar mi preciosa ropa.

Al anochecer, mi tío Lansana regresaba del campo. Él me saludaba a su manera,


pues era tímido y hablaba poco. Al trabajar sólo en el campo todo el día, tiendes a ser
callado; piensas en todo tipo de cosas, y luego vuelves a comenzar todo otra vez,
porque los pensamientos son algo que nunca puedes comprender completamente: el
misterio mudo de las cosas, como y por qué te predispones a callar. Es suficiente para
llamar tales cosas para pensar y convertirse en consciente de su insuperable misterio
el cual deja atrás de él una cierta luz en los ojos. Los ojos de mi tío Lansana eran
singularmente penetrantes cuando él te miraba: realmente te miraba: él permanecería
usualmente en ese sueño entrante el cual lo obsesiona interminablemente en el campo.

¡La plataforma en la parte superior tenía que mantenerse alejada del corte fresco!
ganos de maíz, que fueron puestos aquí para ser utilizados en la próxima temporada.

Cuando nosotros estábamos todos juntos en horarios de comida yo a menudo giraba


mis ojos hacia mi tío, y generalmente, después de una o dos veces, yo lograba captar
su atención. Siempre hubo una sonrisa detrás de la gravedad de su mirada, para mí tío
era la bondad, en sí y él me amaba; realmente creo que me amaba tanto como lo hacía
mi abuela. Yo respondía a su gentil y sonriente vistazo, y algunas veces, como yo
comía muy despacio, me hacía olvidar comer.
Ante este conocimiento curioso. Ahora entendí como mi padre obtuvo su información.
Cuando yo abría mis ojos, veía que mi padre me estaba mirando.

" Te he contado todas estas cosas, pequeño, porque tú eres mi hijo, el mayor de
todos, y porque no tengo nada que ocultarte. Hay una cierta forma de comportamiento
para observar, y ciertas maneras de actuar en orden que el espíritu guía de nuestra
raza pueda acercarse además a ti. Yo, tú padre, estaba observando esa forma de
comportamiento la cual persuade nuestro espíritu guía a visitarnos. Pero no obstante
es verdad que si tú deseas que el espíritu guía de nuestra raza te visite un día, si tú
deseas heredarlo en tu vuelta, tú tendrás que comportarte tú mismo en tu propia
manera; de ahora en adelante, será necesario para ti estar más y más en mi
compañía."

Él me miró con ojos ardientes, luego de repente levantó un suspiro.

" Temo, temo mucho, pequeño, que no estés muy a menudo en mi compañía. Tú
estás todo el día en la escuela, y un día tienes que cambiar de esa escuela por una
mayor. Tú me dejarás, pequeño..."

Y de nuevo él levantó un suspiro. Yo vi que su corazón estaba pesado dentro de él.


La lámpara colganda en la terraza emitía un duro deslumbramiento en su cara. Él de
repente me pareció un hombre anciano.

"Padre"! Yo lloraba.

"¡Hijo..." Él susurraba.

Y yo no estaba más seguro si debía continuar asistiendo a la escuela o si debía


permanecer en el taller: Me sentía indiscutiblemente confundido.

"Vete ahora", dijo mi padre.

"Yo quiero..."

Y a menudo pasaba que esa mujer no sabía realmente lo que quería, porque ella
estaba destrozada por el deseo, porque ella le había gustado tener muchas, muchas
baratijas, todas fuera de la misma pequeña cantidad de oro: pero ella ya tenía mucho
más de lo que ella había traído consigo para satisfacer tal deseo, y eventualmente ella
se había contentado a sí misma con un modesto deseo más.

"¿Pará cuándo lo quieres?" Mi padre preguntó.

Y ella siempre lo quería de una vez.

"¿Por qué estas en un apuro? Cómo esperas que yo encuentre el momento?"


"Es muy urgente, puedo asegurarte", la mujer respondía.

Eso es lo que toda mujer dice, cuando ellas quieren un ornamento. Bien, veré lo que
puedo hacer. ¿Ahora estás feliz?"

Luego él tomaba la olla de arcilla que estaba guardada especialmente para la


fundición de oro y virtiendo los granos; luego el cubriía el oro con carbón motorizado,
un carbón que él obtenía mediante el uso de jugos de plantas de excepcional pureza,
finalmente él colocaba un largo montón del mismo tipo de carbón sobre la cosa entera.

Luego, con las piernas cruzadas, en frente de los fuelles; a lmenos el más joven lo
hacía, para que el mayor a veces le fuera permitido tomar parte en el trabajo de
hombres de artesanía y el más joven- en esos días fue Sidafa- sólo tubo que trabajar
los fuelles y observar los procedimientos mientras esperaba su turno para ser elevado
a las faenas menos rudimentarias. Por una hora completa, ellos estarían trabajando la
palanca de fuelles hasta que el fuego en la fragua se saltara en llama, convirtiéndose
en una cosa viviente, un espírito animado y despiadado.

Luego mi padre, usando largas pinzas, levantaba la olla y la colocaba en la candela.

Inmediatamente todo el trabajo se detendría más o menos en el taller: realmente


mientras el oro sea fundido y mientras esté enfriando todo el trabajo con cobre o
aluminuo está sujeto a parar, por miedo a que alguna fracción de estos metales nobles
puedan caer entre el oro. Es sólo el acero que puede aún ser trabajado en tales
momentos. Pero los hombres de trabajo que tenían pedazos de acero para trabajar a
mano acelerarían ya sea para terminarlo o abrirían un cese laboral para sumar a otros
aprendices recogidos alrededor de la forja. De hecho, había a menudo muchísimas de
ellos en estos tiempos apretados alrededor de mi padre que yo, el más pequeño, tenía
que levantarme y empujar abriéndome camino entre ellos, para no perder ninguna
parte de la operación.

Podía suceder que, sintiendo que el tenía la habitación demasiado chica para
trabajar, mi padre parar bien alejaba de él a sus aprendices. El simplemente levantaría
su mano en un simple gesto: en ese momento particular él nunca pronunciaría palabra,
y nadie más lo haría, a ninguno le fue permitido pronunciar una palabra, aún la voz del
intermediario no sería más elevada en canción; el silencio sería roto solamente por el
jadeo de los fuelles y por el débil silbido del oro. Pero si mi padre nunca solía
pronunciar palabras reales en este momento, sé que él estaba pronunciándolas en su
mente; podría verlo en sus labios que se mantuvieron trabajando mientras se inclinaba
sobre la olla y guardaba emocionante el oro y el carbón con un pedazo de leña que
mantendría lleno en llamas, y así tenía que ser constantemente reemplazado por un
pedazo de madera fresca.
¿Cuáles fueron las palabras que los labios de mi padre fueron formando? No lo sé;
yo no lo sé por cierto; nunca le he dicho lo que ellos eran. Pero qué más ellos podrían
haber sido, sin los encantos mágicos? No eran ellos los espíritus de fuego y oro, del
fuego y el aire, el aire respiraba por tuberías de barro, de fuego nacido del aire, del oro
casado con el fuego - no eran estos espíritus que él estaba invocando? ¿No fue su
ayuda y su amistad que el estaba llamando en este matrimonio de cosas elementales?
Sí era casi seguro que esos espíritus que él estaba llamando, para que ellos fueran los
más elementales de todos los espíritus, y su presencia fuera esencial en la fundición
del oro.

La operación que estaba continuando frente a mis ojos era simplemente la fundición
del oro; pero fue algo más que una operación mágica que los espíritus guías podían ver
con favorecer o desfavor; y eso es porque estaría todo alrededor de mí padre ese
silencio absoluto y esa expectativa ansiosa, yo podría comprender, aunque fuera sólo
un niño, que no había arte más grande que la de los mitos dorados. Era aún
demasiado joven para ser capaz de comprender por qué era tan prolongado; no
obstante, yo tenía un indicio, contemplando la casi religiosa concentración de todos
esos presentes como ellos observaban el proceso de mezcla.

Cuando finalmente el oro comenzaba a derretirse, yo solía sentirme gritando, y


quizás todos nosotros habríamos gritado si lo hubiésemos tenido, me levanté y fui a la
choza de mi madre. La noches estaba llena de estrellas chispeantes; un búho estaba
buceando cerca. Ah, cuál era el camino correcto para mí? Sabía yo aún dónde se
ponía ese camino? Mi perplejidad estaba sin límites como el cielo, ay, sin estrellas...yo
entre en la choza de mi madre, la cual en ese.momento era mía además, y fui a la
cama de una vez. Pero el sueño me evadió y me lancé inquietamenente en la cama.

"¿Qué pasa contigo?" Pregunta mi madre.

"Nada". No, No pude encontrar nada qué decir.

"¿Por qué no te vas a dormir?" continúo mi madre.

"No sé".

"Vete a dormir!" Dijo ella.

"Sí ", dije yo.

"Duérmete...nada puede resistir al sueño, " dijo ella tristemente.

¿Por qué, también, apareció tan triste? Había adivinado mi angustia? Cualquier cosa
que viera conmigo ella lo sentía muy profundamente. Estaba tratando de dormir pero
cerré los ojos y me quedé quieto en vano: la imagen de mi padre bajo la luz de la
tormenta no me dejaba. Él de repente había parecido tan viejo, él que estaba tan lleno
de juventud, tan útil tan activo más y más lleno de juventud y más activo que
cualquiera de nosotros y quien en las carreras o razas nunca se dejó superar por nadie
que, cuyos miembros fueron más rápidos que las extremidades de todos nuestros
jóvenes..."¡Padre!.. ¡Padre!..Me quedaba repitiéndolono. Padre, ¿qué debo hacer?,
¿qué es lo correcto hacer?" Y me mantuve quieto, y llorando caí rendido.

¿Por qué somos uno?

Yo era un niño pequeño que jugaba en la cabaña de mi padre.¿Cuántos años


tendría en ese momento? No recuerdo exactamente. Todavía debo haber sido
muy joven de cinco, tal vez seis años. Mi madre estaba en el taller con mi padre y
podía escuchar la voz familiar por encima del ruido del yunque y la conversación
de los clientes.

De repente dejé de jugar, toda mi atención estaba fijada en una serpiente que
se arrastraba alrededor de la cabaña. Ella realmente parecía estar "dando un
giro" por la choza. Después de un momento, me acerqué a ella, había cogido una
caña que estaba tirada en el patio - siempre había algunas tiradas por ahí que
solían romperse de la valla de placa que dice que marcaba el límite de nuestro
recinto- Y empujé esta caña en la boca del reptil. La serpiente no intentó escapar
ella estaba empezando a disfrutar de nuestro jueguito; se estaba tragando
lentamente la caña; era la necesidad misma, pensé, como si fuera una deliciosa
presa, sus ojos brillaban con felicidad voluptuosa; y centímetro a centímetro su
cabeza se acercaba a mi mano, por fin al ritmo fue tragada casi por completo y lo
siguiente se muestra terriblemente cerca de mis dedos.

Me reía, no tenía el menor miedo y ahora sé que la serpiente no habría dudado


mucho más en enterrar sus colmillos en mis dedos si en ese momento Damany
uno de los aprendices no hubiera salido del taller.

El aprendiz le gritó a mi padre y casi de una vez sentí que me levantaban del
suelo, estaba salvado en los brazos de uno de los amigos de mi padre.

El cantor de alabanzas se instalaba en el taller afinaba su cora, que es nuestra


arpa y comenzaba a cantar las alabanzas de mi padre. Esto siempre fue un gran
acontecimiento para mi. Escuchaba recordar las letras de los antepasados de mi
padre y los nombres de estos antepasados desde los primeros tiempos cuando
se desgranaban las coplas. Era como observar el crecimiento de un gran árbol
genealógico que extendía sus ramas a lo largo y ancho y hacía florecer su ramas
ante mi mente, el arpa tocaba acompañando a este cantor pronunciando nombres
expandiéndolo y puntuándolo con notas que ahora eran suaves ahora estridente
¿De dónde sacó la información el cantante de alabanzas? Sin duda, ha
desarrollado una memoria muy retentiva almacenada con hechos que le
transmitieron sus predecesores, ya que esta es la base de todas nuestras
tradiciones orales. ¿Embelleció? La verdad. Es muy probable que sea un halago.
Los cantantes de alabanza hablan de oficio. Me permitieron tomar demasiadas
libertades con la tradición porque es parte de la tarea de los cantantes brillantes
preservarla, pero en aquellos días tales consideraciones no entraban en mi
cabeza, las cuales mantendría en alto y orgulloso porque solía sentirme bastante
borracho con tantos elogios que parece reflejar algo de su plenitud en mi
pequeña persona.

Me di cuenta que la vanidad de mi padre se estaba inflamando y ya sabía que


después de haber bebido esta leche y miel prestaría oído favorable al pedido de
la mujer, pero no estaba solo en mi conocimiento la mujer también había visto los
ojos de mi padre brillar con orgullo satisfecho y ella sostenía los granos de oro
como si todo estuviera arreglado. Mi padre, tomando su balanza, esperaba el oro.

“¿Qué tipo de baratija deseas?" el preguntaría.

Mi padre nuevamente se quedó en silencio por un momento y luego dijo:

"Puedes comprobar por ti misma que no tengo más talento que cualquier otro
hombre, que no tengo nada que otros hombres no tengan también, Y que tengo
menos que los demás ya que lo doy todo y hasta regalaría lo último que tengo la
camiseta en la espalda. Sin embargo, soy más conocido que otros hombres y mi
nombre está en boca de todos y soy yo quien tiene autoridad sobre todos los
herreros de los cinco cantones. Si las cosas son así es en virtud de esta
serpiente que es el espíritu guía de nuestra raza. Es a la serpiente que debo todo
y es el calor también quien me avisa de todo lo que va a pasar, eso nunca me
sorprende cuando me despierto y veo a tal o cual persona esperándome afuera
de mi taller, ya sé que lo hará. No estoy sorprendido cuando tal o cual moto o
bicicleta se estropea o cuando un reloj se accidenta, porque tenía conocimientos
de lo que nos vendría, todo se me transmite en la maldición de la noche junto con
la cuenta de todo el trabajo que tendré que realizar para empezar sin tener que
pensar en ello, sé cómo reparar lo que me traen y son estas las cosas que han
establecido mi fama como artesano. Pero todo esto nunca se olvide. Se lo debo a la
serpiente. Siempre al espíritu guía de la raza".

Se quedó en silencio y entonces entendí por qué mi padre cuando regresaba de un


paseo podía entrar al taller y decirles a los aprendices durante mi ausencia tal o cual
persona ha estado aquí, lo extrañaron de tal manera que vino, tal o cual lugar y trajo
consigo tal o cual trabajo para hacer."Y todos se maravillaron, mis pequeños amigos
también solían echar una mano con entusiasmo, tenían a todo el equipo invitado y
solían ir a buscar comida con los francos apetitos, pero había demasiada, siempre
había demasiada que nunca pudimos llegar al final de esa comida.

"Mira qué redonda está mi barriga!' me oiría deciendo.

Sí, nuestros pequeñas barrigas estaban redondas, y sentado alrededor del fuego
digiriendo solemnemente nuestro comida. Podríamos habernos quedado dormidos
fácilmente si no hubiésemos tenido una disposición tan natural, pero teníamos que
mantener nuestra palabra como nuestros mayores: no nos hemos visto en semanas, a
veces por meses y nosotros tenemos tantas cosas que contarnos, tantas historias
nuevas que contar y ese era el momento para ellas.

Por supuesto, todos tenemos nuestras propias historias que contar, pero siempre
había algunas historias que escuchábamos por primera vez y esas eran las que
estábamos más ansiosos por escuchar mientras nos sentábamos alrededor del fuego y
fueron las letras de estos cuentos las que más aplausos se llevarían.

De esta manera terminaría mi primer día en el campo a menos que alguien trajera un
tom tom porque esta era una ocasión especial y en Tundican no eran todas las noches
que se escuchara el tom tom.

Diciembre siempre me encontró en Tundican. Diciembre es nuestra estación seca


cuando tenemos buen clima y cosecha de arroz año tras año. Me invitaron a esta
cosecha, que siempre es la ocasión para una gran cacería, y solía esperar
pacientemente a mi tío que viniera a buscarme.

Como este curioso conocimiento ahora entendí como mi padre obtuvo su


información cuando levanté mis ojos vi que mi padre me estaba observando.

Te he dicho todas estas cosas, pequeño, porque eres mi hijo, el mayor de mis hijos,
y porque no tengo nada que esconderte. Hay una cierta forma de comportamiento por
observar, y maneras inciertas de actuar para que el espíritu guía de nuestra raza pueda
acercarse a ti también. Yo, tu padre, estaba observando esa forma de comportamiento
que persuade a nuestro espíritu guía para que nos visite, oh tal vez no
conscientemente, pero sin embargo, ¿es cierto que si deseas que el espíritu guía de
nuestra raza te visite algún día si decides heredar a tu vuelta, tendrás que comportarte
de la misma manera; a partir de ahora será necesario que estés cada vez más en mi
compañía."

Me miró con ojos ardientes y de repente exhaló un suspiro.

Temo mucho, tengo mucho miedo, pequeño que no estés lo suficientemente seguido
en mi compañía; estás todo el día en la escuela y un día debeis irte de esa escuela a
una mayor, me dejarás pequeño."
Y nuevamente suspiró y vio que su corazón estaba pesado dentro de él. La alarma
de huracán que colgaba en la terraza le lanzó una mirada dura. De repente me pareció
un anciano.

"¡Padre!... lloré.

"Hijo", susurró.

Y ya no dudaba sobre si debía seguir asistiendo a la escuela o si debía permanecer


en el taller. Me sentí terriblemente confundido.

"Vete ahora"… dijo mi padre.

En este punto no había follaje que disminuyera su intensidad.Cocido por el sol desde
primera hora de la mañana el lastre de piedra roja estaba abrasadoramente caliente,
tanto queel aceite que caía de los motores se evaporaba inmediatamente, sin dejar el
menor rastro. ¿Fue este calor excesivo o el ceite lo que atrajo a la serpiente? No lo sé.

El hecho es que a menudo me encontré con serpientes arrastrándose sobre el lastre


quemado por el sol, e inevitablemente las serpientes solían arrastrarse hacia el recinto.
Desde el día en que me prohibieron jugar con serpientes, corría hacia mi madre tan
pronto como veía una.

"Hay una serpiente!" Yo lloraba

"¿Qué, otra?" mi madre gritaba..

Y ella salía corriendo a ver qué tipo de serpiente era, si era una serpiente como
cualquier otra serpiente, en realidad todas eran muy diferentes, la mataba a golpes de
inmediato y, como todas las mujeres de nuestro país,seponían frenética, golpeando a
la serpiente hasta convertirla en pulpa, mientras que los hombres se contentaban con
un solo y fuerte golpe, bien asestado

Un día, sin embargo, noté una pequeña serpiente negra con un cuerpo
llamativamente marcado que avanzaba tranquilamente en dirección al taller. Corrí a
aviasar a mi madre, como siempre. Pero tan pronto como mi madre vio la serpiente
negra, me dijo gravemente:

"Hijo mío, esta no debes matar, no es como las otras serpientes y no te hará daño,
nunca debes interferir con ellas."

Todos en nuestro recinto sabían que no se debía matar a esta serpiente, except yo y
supongo, mis pequeños compañeros de juegos que todavía eran niños ignorantes.

"Esta serpiente", añadió mi madre, "es el espíritu guía de tu padre".


Miré estupefacto a la pequeña serpiente, ella avanzaba tranquilamente hacia el taller
se movía con gracia muy seguro de sí misma y casi como si fuera consciente de la
inmunidad su cuerpo negro y brillante, brillaba bajo la dura luz del sol. Cuando llegó al
taller,note por primera vez a nivel del suelo un pequeño agujero en la pared por el cual
desapareció la serpiente.

"Mira", dijo mi madre, "la serpiente va a visitar a tu padre."

Aunque estaba familiarizado con lo sobrenatural, este sitio me llenó de tal asombro
que me quedé mudo, ¿Qué negocio tendría una serpiente, con mi padre? ¿Y por qué a
esta serpiente en particular nadie debía matarla? ¡Nadie tubo que matarla porque ella
era el espíritu guía de mi padre! En cualquier caso, esa era la explicación que me había
dado mi madre ¿Pero fue exactamente un espíritu guía? ¿Cuáles eran esos espíritus
guías que encontré en casi todas partes prohibiendo una cosay ordenando hacer otra?
No podía entenderlo en absolute, aunque sus presencias me rodeabon a medida que
me hacía adulto. Había espíritus buenos y había espíritus malos y más malos que
buenos, me pareció. ¿Y cómo iba yo a saber que aquella serpiente era inofensiva?
Parecía igual que cualquier otra serpiente;era, por supuesto, era una serpiente negra; y
ciertamente había algo inusual en ella, pero después de todo, ¡era solo una serpiente!
Estaba absolutamente desconcertado, pero no le pregunté a mi madre sobre eso.

Sentí que tendría que preguntárselo personalmente a mi padre, casi como si el


misterio fuera algo en lo que las mujeres no podían tener parte, era un asunto
misterioso que sólo podía discutirse conmigo. Decidí esperar hasta que cayera la
noche, para que se deslizara por el pequeño agujero en la pared. Como informado de
su presencia, mi padre en ese instante volvía los ojos hacia el agujero y sonreía. La
serpiente avanzaría directamente hacia él, abriendo sus fauces. Cuando estaba a su
alcance, mi padre lo acariciaba con su mano, y la serpiente aceptaba la caricia con un
estremecimiento de todo su cuerpo, nunca vi a la pequeña serpiente intentar hacerle el
más mínimo daño a mi padre. Esa caricia y el temblor de respuesta, pero debería decir,
esa caricia suplicante y ese temblor de respuesta, me llevan cada vez a una confusión
inexpresable, me imagino no sé qué conversación misteriosa... la mano duele, y el
temblor respondió... Sí, fue una conversación. ¿Yo también conversaría así algún día?
No, todavía estaba asistiendo a la escuela. Sí, me hubiera gustado mucho poner mi
mano, mi propia mano, sobre las serpientes, y entender y escuchar ese temblor
también, pero no sabía cómo la serpiente no tendría nada que decirme, tenía miedo de
que lo hiciera. Nunca tengo nada que decirme. Cuando mi padre comprendió que había
acariciado bastante a la serpiente, lo dejó solo, entonces la serpiente se ensuciaría
bajo el borde de una de las pieles de oveja en las que mi padre estaba sentado frente a
su yunque. "Deseo…
Y muchas veces sucedía que la mujer no sabía realmente lo que quería, porque
estaba tan desgarrada por el deseo, porque le hubiera gustado tener muchas, muchas
baratijas, todas de la misma pequeña cantidad de oro, pero Habría tenido que tener
mucho más de lo que había traído consigo para satisfacer tal deseo, y eventualmente
tendría que contentarse con algún deseo más modesto.

“¿Para cuándo lo quieres?”, preguntaba mi padre.

Y ella siempre lo querría de inmediato.

“¿Por qué tienes tanta prisa? ¿Cómo esperas que encuentre tiempo?

“Es muy urgente, no te lo puedo asegurar”, respondía la mujer.

Eso es lo que dicen todas las mujeres cuando quieren un adorno.

“Bueno, veré qué puedo hacer. ¿Ahora estás feliz? “

Luego tomaba la vasija de barro que se guardaba especialmente para la fundición de


oro y vertía los granos, luego cubría el oro con carbón en polvo, carbón que obtenía a
base de jugos de plantas de excepcional pureza, finalmente Colocaba un trozo grande
del mismo tipo de carbón sobre todo. Luego, habiendo visto el trabajo debidamente
realizado, la mujer, ya bastante satisfecha, volvía a sus tareas domésticas, dejando a
su intermediario continuar con los cantos de alabanzas que ya le habían resultado tan
ventajosos. “¿Cómo se dio a conocer?” Yo pregunté.

En primer lugar, se dio a conocer en forma de sueño. Se me apareció varias veces


en sueños, y me dijo el día en que se me aparecería en realidad, me dio la hora exacta
y la puntilla. Pero cuando realmente lo vi por primera vez, me llené de miedo. Lo tomé
por una serpiente como cualquier otra serpiente, y tenía que mantenerme en control,
habría intentado matarlo. Al ver que no lo recibía con amabilidad, se alejó y se fue por
donde había venido. Y allí me quedé mirándolo partir, preguntándome todo el tiempo si
no debería simplemente haberlo matado en ese mismo momento, pero un poder mayor
que yo detuvo mi mano y me impidió perseguirlo. Me quedé mirándolo desaparecer. Y
aun así, en ese mismo momento, lo había superado fácilmente, unas cuantas zancadas
hubieran sido suficientes, pero quedé inmóvil por una especie de parálisis. Así fue mi
primer encuentro con las Serpientes Negras.”

Permaneció en silencio un momento y prosiguió. “La noche siguiente, volví a ver la


serpiente en mi sueño”. “Vine como lo predije”, dijo, “pero tenías la intención de
recibirme con crueldad, así lo leí en tus ojos. ¿Por qué me rechazas? Soy el espíritu
guía de tu raza, que te hago conocer como al más digno. Por tanto, deja de mirarme
con temor y ten cuidado de no rechazarme, porque he aquí, te traigo buena fortuna.
“Después que lo recibí sin temor, lo recibí con bondad, y no me ha traído más que bien”.
Inmediatamente después de la cena, cuando terminaron las charlas, mi padre se
despidió de sus amigos y fue a sentarse bajo la galería de su choza; yo fui y me senté
cerca de él. Comencé a interrogarlo de manera indirecta, como hacen todos los niños,
y sobre todos los temas bajo el sol. Finalmente, sin poder contenerme más, le pregunté:

"Padre mío, ¿qué es esa culebra que viene a visitarte?"

“¿A qué serpiente te refieres?”

"Vaya, la pequeña serpiente negra que mi madre nos prohíbe matar".

“¡Ah!”, dijo.

Me miró durante un largo rato. Parecía estar considerando si responder o no. Tal vez
haya pensado en cuántos años tenía, tal vez se haya preguntado si no sería
demasiado para confiarle un secreto así a un niño de doce años. De repente tomó una
decisión.

“Esa serpiente”, dijo, “es el espíritu que guía nuestra raza. ¿Puedes entender esto?"

“Sí”, respondí, aunque no entendí muy bien.

“Esa serpiente”, prosiguió, “siempre ha estado con nosotros, siempre se ha dado a


conocer a alguno de nosotros. En nuestro tiempo, es a mí a quien se ha dado a
conocer”.

"Eso es cierto", dije.

Y lo dije con todo mi corazón, porque me parecía obvio que la serpiente no podía
haberse dado a conocer a nadie más que a mi padre. ¿No era mi padre el jefe de
nuestro complejo? ¿Era mi padre quien tenía autoridad sobre todos los herreros de
nuestro distrito? ¿No era él el más hábil? Por qué somos uno,yo era un niño pequeño y
jugaba en la cabaña de mi padre. ¿Cuántos años tendría yo en ese momento? No lo
recuerdo exactamente. Todavía debo ser un pequeño, de cinco o tal vez seis años. Mi
madre estaba en el taller con mi padre y podía escuchar sus voces familiares por
encima del ruido del yunque y la conversación de los clientes.

De repente dejé de jugar, toda mi atención estaba fijada en una serpiente que se
arrastraba por la cabaña. Realmente parecía estar “dando una vuelta” por la cabaña.
Después de un momento me acerqué a ella. Había tomado en mi mano una caña que
estaba tirada por ahí, solían romperse de la cerca de redes trenzadas que marcaba el
límite de todo recinto, y clavé esta caña en la boca del reptil. La serpiente no intentó
escapar, empezaba a disfrutar de nuestro jueguito, se tragaba lentamente la caña, la
devoraba, pensé, como si fuera una deliciosa presa, sus ojos brillaban de voluptuosa
dicha, y centímetro a centímetro. Poco a poco su cabeza se acercaba a mi mano. Por
fin, la caña fue tragada casi por completo y las mandíbulas de la serpiente quedaron
terriblemente cerca de mis dedos.

Yo me reía, no tenía el menor miedo, y sé que la serpiente no habría dudado mucho


más en enterrar sus colmillos entre mis dedos si en ese momento Damany, una de las
aprendices, salía del taller. El aprendiz le gritó a mi padre, y casi una vez que sentí que
me levantaban del suelo, ¡estaba a salvo en los brazos de uno de los amigos de mi
padre! El cantor de alabanzas se instalaba en el taller, afinaba su cora, cuyo arpa
amarga, y empezaba a cantar las alabanzas de mi padre. Esto siempre fue una gran
excusa para mí. Oía recordar las hazañas de los antepasados de mi padre, y el nombre
de estos antepasados desde los primeros tiempos, mientras se desgranaban las coplas,
era como observar el crecimiento de un gran árbol genealógico que extendía sus ramas
a lo largo y ancho y florecía. sus ramas y ramitas ante el ojo de mi mente.

El arpa tocaba y acompañaba esta vasta expresión de nombres, ampliándola y


puntuándola con notas que ahora eran suaves, ahora suaves. ¿De dónde obtuvo la
información el cantante de alabanzas? Sin duda, debe haber desarrollado una memoria
muy retentiva, almacenada con hechos transmitidos por sus predecesores, ya que ésta
es la base de todas nuestras tradiciones orales. ¿Embelleció la verdad? ¡Es muy
probable que la adulación sea el valor comercial del cantante de alabanzas! Sin
embargo, no se le permitió tomarse demasiadas libertades con la tradición, ya que
preservarla forma parte de la tarea del cantor de alabanzas. Pero en aquellos días tales
consideraciones no pasan por mi cabeza, que mantenía alta y orgullosa, porque solía
sentirme bastante ebrio con tanto aumento, que parecía reflejar algo de su refulgencia
en mi propia pequeña persona. Me di cuenta de que la vanidad de mi padre se estaba
inflamando, y ya sabía que después de haber bebido su leche con miel prestaría oído
favorable al pedido de la mujer. Pero no estaba solo en mi conocimiento, la mujer
también había visto los ojos de mi padre brillar con orgullo satisfecho, y ella extendía
sus granos de oro como si todo estuviera arreglado, mi padre, tomando su balanza,
pesaba el peso. oro. “¿Qué tipo de baratija deseas?”, preguntaba

Me levanté y fui a la cabaña de mi madre. La noche estaba llena de estrellas


brillantes, un búho ululaba cerca. Ah, ¿cuál era el camino correcto para mí? ¿Sabía ya
dónde estaba ese camino? Mi perplejidad era ilimitada como el cielo, ay, sin estrellas...

Entré en la cabaña de mi madre, que en ese momento también era mía, y me


acosté inmediatamente. Pero el sueño se evadió y yo y yo nos revolvimos inquietos en
mi cama. “¿Qué te pasa?”, le pregunta a mi madre. “Nada” No, no encontré nada que
decir. “¿Por qué no te vas a dormir?”, continuó mi madre “No lo sé”. “¡Vete a dormir!”,
dijo. "Sí, he dicho. “Dormir… Nada puede resistirse al sueño”, dijo con tristeza. ¿Por
qué ella también parecía tan triste? ¿Había adivinado mi angustia? Todo lo que me
concernía lo sentía muy profundamente. Intenté dormir, pero cerré los ojos y me quedé
quieto en vano, la imagen de mi padre bajo la lámpara de tormenta no me abandonaba.

De repente me había parecido tan viejo, él que era tan joven, tan activo, más joven
y más activo que cualquiera de nosotros y que en las carreras nunca se dejaba
adelantar por nadie, cuyos miembros eran más veloces que los de todos nuestros
jóvenes. hombres… “¡Padre!... ¡Padre!... “Seguí repitiéndolo. Padre, ¿qué debo hacer,
qué es lo correcto? Y lloré en silencio, y llorando me quedé dormido. En este punto no
hubo follaje que disminuyera su intensidad. Cocido por el sol desde primera hora de la
mañana, el lastre de piedra roja estaba abrasadoramente caliente, tanto que el aceite
que caía de los motores se evaporaba inmediatamente, sin dejar la menor huella. ¿Fue
este calor excesivo o el aceite lo que atrajo a las serpientes? No lo sé. En el acto a
menudo se encontraban serpientes arrastrándose sobre el lastre quemado por el sol, e
inevitablemente las serpientes solían arrastrarse hasta el recinto.

Desde el día en que me prohibieron jugar con serpientes, corría hacia mi madre
cuando veía una. “¡Hay una serpiente! Yo gritaba “¿Qué, otro?”, gritaba mi madre. Y
salía corriendo para ver qué clase de serpiente era. Si fuera una serpiente como
cualquier otra serpiente (en realidad, ¡todas eran bastante diferentes!), la mataría a
golpes de inmediato y, como todas las mujeres de nuestro pueblo. Por el contrario, ella
se ponía frenética y golpeaba a la serpiente hasta convertirla en pulpa, mientras que
los hombres se contentaban con un solo golpe duro, limpiamente asestado. Un día, sin
embargo, vi una pequeña serpiente negra con el cuerpo marcadamente marcado que
avanzaba tranquilamente en dirección al taller. Corrí a avisar a mi madre, como
siempre. Pero en cuanto mi madre vio la serpiente negra, me dijo gravemente. “Hijo
mío, a ésta no se la debe matar, no es como las otras serpientes, y no te hará daño,
nunca debes interferir con él”. Todos en nuestro recinto sabían que no se debía matar a
esta serpiente, excepto yo y, supongo, mis pequeños compañeros de juego, que
todavía eran unos niños ignorantes…

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