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Ministerio de Educacion Nacional 258 eR cre omer Me ueod El lunes amanecié tibio y sin lluvia, Don Aurelio Escovar, dentista sin titulo y buen madrugador, abrié su gabinete a las seis. Sacé de la vidriera una dentadura postiza montada ain en el molde de yeso y puso sobre la mesa un pufado de instrumentos que ordené de mayor a menor, como en una exposicién, Llevaba una camisa a rayas, sin cuello, cerrada arriba con un botén dorado, y los pantalones sostenides con cargadores elasticos, &1a rigido, enjuto, con una mirada que raras veces correspondia a la situacion, como la mirada de los sordos. Cuando tuvo las cosas dispuestas sobre la mesa rods la fresa hacia el sillén de resortes y se senté a pulir la dentadura postiza, Parecia no pensar en lo que hacia, pero trabajaba con obstinacidn, pedaleando en la fresa incluso cuando no se servia de ella Después de las ocho hizo una pausa para mirar el cielo por la ventana y vio dos gallinazos pensativos que se secaban al sol en el caballete de la casa vecina. Siguid trabajando con la idea de que antes del almuerzo volveria allover, La voz destemplada de su hijo de once afios lo sacé de su abstraccion, - Papa. “ave. -Dice el alcalde que si le sacas una muela. -Dile que no estoy aqui. Estaba puliendo un diente de oro, Lo retié a la distancia del brazo y lo examiné con los ojos a medio cerrar. En la salita de espera volvié a gritar su hijo, -Dice que si estas porque te esta oyendo, EL dentista siguié exarinando el diente. Sélo cuando lo puso en la mesa con los trabajos terminados, dij: “Mejor. Volvié a operar la fresa, De una cajita de cartén donde guardaba las cosas por hacer, sacé un puente de varias piezas y empez6 a pulir el oro. “Papa, “ave. ‘Alin no habia cambiado de expresién, -Dice que si no le sacas la muela te pega un tito, Sin apresurarse, con un movimiento extremadamente tranquilo, dejé de pedalear en la fresa, la retird del sillén y abrié por completo la gaveta inferior de la mesa. Alli estaba el revalver. “Bueno -dijo-. Dile que venga a pegarmeto. Hizo girar el sill6n hasta quedar de frente a la puerta, la mano apoyada en el borde de la gaveta. El alcalde aparecié en el umbral. Se habia afeitado la mejilla izquierda, pero en (a otra, hinchada y dolorida, tenia una barba de cinco dias. El dentista vio en sus ojos marchitos muchas noches de desesperacién. Cerré la gaveta con la punta de los dedos y dijo suavemente. Ministerio de Edu 6n Nagiénal -Siéntese. Buenos dias -dijo el alcalde. Buenos -dijo el dentista Mientras hervian los instrumentos, el alcalde apoy6 el craneo en el cabezal de lasillay se sintié mejor. Respiraba un olor glacial, Era un gabinete pobre: una vieja silla de madera, la fresa de pedal, y una vidriera con pomos de loza. Frente a la silla, una ventana con un cancel de tela hasta la altura de un hombre. Cuando sintié que el dentista se acercaba, el alcalde afirmé los talones y abrié la boca Don Aurelio Escovar le movié la cara hacia la luz, Después de observar la muela dafada, ajustd la mandibula con una cautelosa presién de los dedos. -Tiene que ser sin anestesia -dijo. -4Por qué? Porque tiene un absceso. ELalealde (0 mird en los ojos. -Esta bien -dijo, y traté de sonreir, Eldentista no le correspondid, Llevé a la mesa de trabajo la cacerola con los instrumentos hervidos y los sacé del agua con unas pinzas frias, todavia sin apresurarse. Después ods la escupideta con la punta del zapato y fue a lavatse las manos en el aguamanil, Hizo todo sin mirar al alcalde. Pero el alcalde no lo perdié de vista, Fra una cordal inferior. El dentista abrié las piernas y apret6 la muela con el gatillo caliente. El alcalde se aferré a las barras de la silla, descargé toda su fuerza en los pies, y sintié un vacio helado en los riftones, pero no soit un suspiro. El dentista s6lo movid, ta mufeca. Sin rencor, mas bien con una amarga ternuta, dijo: -Aqui nos paga veinte muertos, teniente, ELalcalde sintié un crujido de huesos en la mandibula y sus ojos se llenaran de lagrimas. Perono suspiré hasta que no sintid salirla muela. Entonces la vio a través de las lagrimas. Le parecié tan extrafia a su dolor, que no pudo entender la tortura de sus cinco noches anteriores. Inclinado sobre la escupidera, sudoroso, jadeante, se desabotond la guerrera y buscé a tientas el pafiueto en el bolsillo del pantaldn. El dentista le dio un trapo limpio. -Séquese las lagrimas -

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