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¿Qué opina usted del eterno bromista que no piensa más que en chancearse a
expensas de los demás?. En todas las fábricas los hay, siempre dispuestos a jugarle una
mala pasada a algún compañero. Lo cierto es que la broma en vez de risas puede traer
sufrimientos. Todos hemos sido testigo muchas veces de las malas consecuencias de esas
jaranas. Parece que los individuos que se dedican a hacer bromas siguen en la infancia sin
haber llegado todavía a la madurez que les permitiría discernir mejor.
Claro está que todos hemos sido jóvenes. ¡Cómo nos divertía ponerle un traspié a
otro muchacho para verlo caer, o discretamente, poníamos una cáscara de plátano en el
piso para que otro la pisara y se diera un resbalón!. Otra broma pesada que se justifica en
la adolescencia es darle un susto a cualquiera, pero con la gente grande, puede resultar en
un ataque al corazón.
Pero eso no es todo, el bromista a veces resulta una víctima también. No es raro
que la presunta víctima se enfurezca y arremeta con lo que tenga a su alcance – una llave,
martillo o cuchillo. Y cuando el bromista acaba en el hospital seguramente que no se ríe de
su hazaña.
Somos adultos y como tales debemos comportarnos, dejemos las bromas para los
holgorios y las “maldades” para los chicos traviesos.*