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Gracias Abuelita (Autor Andrés Valencia) (Ilustradora Angie Cuervo)
Gracias Abuelita (Autor Andrés Valencia) (Ilustradora Angie Cuervo)
Gracias
abuelita
Ilustración:
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“Gracias, Abuelita”.
La abuela Cielo, había ensayado todas y cada una de sus recetas medicinales,
desde pócimas y brebajes hasta jaropes y menjurjes, pero nada consiguió
restablecer la salud de Macaria, su única nieta. A regañadientes y con mucho
recelo la abuela Cielo aceptó la visita de uno de los médicos del pueblo;
cualquiera de ellos, para la desconfiada anciana era lo mismo, torpes personajes
envueltos en blancas batas que buscaban inútilmente sanar el cuerpo antes que
el alma.
- Lamento darle malas noticias, no hay nada que podamos hacer por su
nieta. Dijo el médico.
- Siempre pensé que el trabajo de ustedes era animar al paciente mientras el
cielo lo curaba, ahora ni siquiera eso hacen. Contestó Cielo sin salir de la
cocina para despedir al especialista.
La anciana, que tenía un corazón imperturbable, tan duro como una roca, no
soportó más y, sin dejar de organizar los trastos, lloró. Lloró en silencio, sin
lamentos, sin alzar la voz, porque en ocasiones como esta, la que grita de dolor
es el alma. A lo mejor, la sentencia del médico apagó la pequeña luz de
esperanza que aún conservaba y se negaba a aceptar.
- Abuelita. – Dijo Macaria desde la puerta de la cocina, sorprendiendo a la
anciana, que secó sus lágrimas sin que la niña lo notara. – estuve
pensando mucho en el regalo que le pediré a papá Noel. – Continuó.
- Faltan pocos días para Navidad, espero que lo que hayas elegido no le dé
mucho trabajo conseguirlo. Respondió Cielo sin reflejar su tristeza.
- Quiero pasar cada nochebuena de mi vida a tu lado, abuela. La anciana
guardó silencio, no sabía que responderle a su nieta, porque la realidad era
que una vieja y una niña enferma no tenían mucho futuro, pero a su edad
había aprendido que algunas veces las mentiras alientan más que la
verdad.
- Eso está fácil, ahora sube a tu habitación que yo terminaré de hacer tus
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Entre las dos, se pasaron el día adornando cada rincón de la casa. De vez en
cuando, Cielo se detenía para darle un abrazo a su nieta, y no es que sintiera que
la amaba más; eso era imposible. Simplemente se dio cuenta que no la había
abrazado lo suficiente, porque a veces con los seres que amamos no bastan ni un
millón de abrazos. La noche llegó sin que lo notaran, pero el hambre de toda
una jornada de trabajo no pasó desapercibida.
Cielo preparó unos bolillos de pan con crema agria, harina de trigo, mantequilla,
leche, huevos, azafrán y vainas de cardamomo. Los formó enrollando los
extremos como una “s” y en el centro de cada espiral decoró con una uva pasa.
Luego los pintó con huevos antes de hornearlos y, al finalizar, los espolvoreó
con azúcar granulada. Sirvió dos de estos con chocolate a Macaria y se sentó a
su lado para acompañarla a comer.
- Abuelita, en unos años quiero convertir esta casa en una pastelería, donde
venderemos todo lo que tu sabes preparar. No te preocupes porque seré
yo quien va a trabajar. Tú vas a estar muy viejita y las personas que son
muy viejitas merecen descansar. - Dijo la niña que disfrutaba cada
mordisco de su pan.
- Es una buena idea, pero no debo esperar unos años para ser muy viejita, ya
lo estoy. - Respondió Cielo.
- ¡No!, no digas eso. Tú no lo estás, por favor abuelita ya no te pongas más
viejita. - Dijo Macaria con angustia.
Al terminar de comer, Cielo como siempre llevó a la cama a su nieta y cuando
estaba a punto de salir de la habitación, la niña le pidió que le contara el cuento
más lindo que conociera.
- ¿El cuento más lindo? - Preguntó la abuela - y sin esperar respuesta de
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Macaria continuó. -El cuento más lindo me lo contó mi papá una sola
vez, pero fue suficiente para nunca olvidarlo.
- Tú eliges Macaria, como cuál de los dos hermanos quieres vivir tu vida.
Como aquel que se cubrió con el manto de la gratitud y lo cobijó la
felicidad de lo recibido, o como el desdichado que se lamentó por lo que
nunca tuvo.
- Abuelita, ¿y si la hubieran encontrado rápido? ¿El hermano que pasó su
v i d a lamentándose, hubiera sido feliz?
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Cielo leyó la tarjeta que decía: “De tu linda nieta para la mejor abuela del
mundo”. Lo destapó con cuidado de no romper el papel, pues los guardaba para
volver a utilizarlos en otra celebración. Era un álbum de fotografías, la más
grande de las imágenes estaba en la primera página. En ella, se podía ver a la
abuela Cielo acompañada de una mujer mucho más joven con una bebé en sus
brazos y debajo del retrato la niña escribió: “Mis dos mamás y yo”. La anciana,
al ver esto, no pudo evitar llorar por primera vez en frente de su nieta.
- No abuelita, no llores. Recuerda que elegiste vivir como el hermano
agradecido del cuento. No llores, tarde o temprano nos volveremos a
reunir las tres. Trató de consolar la niña a su abuela.
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Dijo Cielo, abrazando a su nieta muy fuerte. Cuando la anciana iba a marcharse,
la niña lo impidió rodeándola con sus brazos para alargar el apretujón por un rato
más.
- Más que eso, señora Cielo, es la causalidad, “causa y efecto”, lo que rige
el universo, y hasta yo debo obedecer sus reglas.
- ¿Que mi nieta esté enferma, es causa de la mala suerte? - Preguntó la
abuela.
La visitante seguía sin tomar una sola galleta, simplemente las olía disfrutando
su aroma.
- No existe la buena o mala suerte, señora Cielo. Es una ilusión. Ustedes
llaman mala suerte a las situaciones que no resultan como esperan. La
buena o mala suerte es un invento del hombre caprichoso, un concepto
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Pero más que nada, te amé mejor al darme cuenta de la verdad y, es que no te
iba a poder disfrutar tanto como a tu mamá. Cuando eres joven, crees que vas
a ser eterna, y eso hace que en muchas ocasiones pospongas hasta amar con
todas tus fuerzas. Pero al comprender que se te acaba el tiempo, aprovechas
cada instante. Hoy entiendo que la muerte es la que le da el valor a la vida.
No existe un amor para la hija y otro para la nieta, porque las nietas son una
extensión de las hijas. Así que lo que llaman “amor de abuela” es el mismo
cariño de una mamá, pero más sabio, más prudente, más tranquilo, mucho
mejor.
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Te amo “hija”, no estés triste. Recuerda vivir como el hermano agradecido del
cuento. Es hora de irme porque, tú misma lo dijiste, cuando estamos muy
viejitas merecemos descansar. Te dejo mi receta de tus galletas favoritas, estoy
segura que serán las más vendidas de tu pastelería.
Con cariño tu abuela Cielo.
Galletas Cielo
300 gramos de harina de trigo.
200 gramos de mantequilla (debe ser mantequilla, no margarina).
100 gramos de nueces y avellanas molidas.
140 gramos de azúcar blanca.
1 cucharadita de esencia de vainilla.
2 huevos de tamaño mediano.
Un poco de azúcar pulverizada para espolvorear.
1 pizca de sal.
6 cucharadas de mermelada de ciruelas.
limón y aquí vienen dos trucos que yo uso, agrega media cucharada de canela
y media cucharada de mantequilla, añade también, un chorrito de agua y
cuándo las ciruelas empiecen a deshacerse puedes macerarlas un poco. Y listo
hija, es una rica receta de mermelada de ciruelas y canela.
Coloca un poco de mermelada sobre las galletas redondas sin agujero. Ahora
pon encima uno de los círculos con el agujero y presionas ligeramente hacia
abajo. Continúa así hasta armar todas las galletas. Espolvorea con azúcar
pulverizada antes de servir; eso es todo, te aseguro las venderás muy bien en tu
pastelería.
Macaria leyó la carta y entendió que su abuela Cielo se había ido para siempre,
no lloró, no se lamentó; cerró sus ojos y valoró el tiempo que pudo disfrutarla.
Sabía que a partir de ahora debía ser tan fuerte y agradecida como ella para seguir
adelante; la niña murmuró: - “Gracias abuelita”.
Tomó el regalo que estaba en el árbol y leyó la tarjeta que decía de: Papá Noel,
para: Macaria, lo destapó y con cuidado desdobló un delantal que tenía pintada
a mano una hermosa imagen de ella con su abuela cocinando y, en la parte de
atrás, una nota que decía: “Ahora tu abuela no solo estará contigo en cada
Navidad, sino también todos los días de tu vida, cuidándote desde el cielo”.
El tiempo pasó y Macaria cumplió el sueño de abrir su pastelería. Cada Navidad,
como se lo prometió a su abuela, preparaba cientos de galletas “Cielo” para
regalar, y el aroma de su receta favorita cubría todos los rincones del pequeño
pueblo, recordándoles a sus habitantes que era nochebuena.
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Instagram
Autor: @andresauriorey
Ilustradora: @angieccuervo