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El Sufragio Universal es un derecho registrado en la mayoría de los Estados democráticos y

radica en el ejercicio del voto por parte de todas aquellas personas habilitadas como ciudadanas.

En este sentido, todos los ciudadanos, use o no el derecho, tiene la autoridad de votar y de

gozar de las entornos óptimas para decidir entre los candidatos a un cargo público.

Este derecho se relaciona o contiene en sí mismo el principio de igualdad en cuanto cada voto

representa la opinión o decisión de un ciudadano, lo que supone que cada ciudadano y cada voto

valen lo mismo.

La fuerza pública está compuesta por los militares de tres ramas: fuerza terrestre, naval y aérea;

además de la policía. El trabajo de los militares es avalar la soberanía y la integridad territorial.

Los policías se encargan de la protección interna y el mantener el orden público. Ambas fuerzas

resguardan los derechos, libertades y garantías de los ciudadanos, resguardando la seguridad del

territorio nacional ecuatoriano

A partir del principio del Estado ecuatoriano hasta el año 1946, los militares votaron libre

eligiendo a todas las autoridades, incluidos los senadores funcionales que les correspondían a

las Fuerzas Armadas que participaban del Congreso Nacional. El Gobierno de Velasco Ibarra,

en 1970, los excluyó del voto cuando se declaró dictador.

Así fue como en el 2004, el gobierno de Lucio Gutiérrez presentó un proyecto de reforma

constitucional que permitía el voto de los uniformados, el cual no fue aprobado por los

legisladores de la época quienes vieron en este documento una bomba de tiempo para la

“politización de Fuerzas Armadas”. Cuatro años después, en el 2008, la nueva Constitución

otorgó a policías y militares en servicio activo el derecho al voto facultativo. Han transcurrido

más de quince años desde la aplicación de este derecho en el país y ni los cuarteles, ni las

unidades de policía comunitaria se han partidizado; aunque tampoco se ha evidenciado un

incremento en la concurrencia de los uniformados a la urnas.


Las reglas vigentes son apropiadas para una democracia ciudadana: garantizan la imparcialidad

de los miembros activos de la Fuerza Pública y su sujeción a la autoridad civil, que en tal

sistema de gobierno es la que debe adoptar las decisiones y conducir los destinos de la sociedad.

Los militares y policías no se deben inclinar a favor ni en contra de los partidos y movimientos

políticos; no están al servicio de un partido ni de candidato alguno, sea del gobierno o de la

oposición, sino al del Estado colombiano. Siguen las órdenes de quien haya sido elegido por el

pueblo para gobernar, cualquiera que sea su orientación política.

Tienen, ni más ni menos, el uso legítimo de las armas; pero no a favor de los partidos ni contra

ellos, sino en defensor de la soberanía, la legitimidad y la legalidad.

El ciudadano (fuerza militar) tiene en sus manos una poderosa arma de la democracia, el voto;

es corresponsable de la suerte del país, por esa razón debe estar alejado de las disputas políticas,

las instituciones del Estado son las que deben solucionar los problemas que afectan a la vida

política del país. De manera que en el manejo de los asuntos políticos del Estado es tarea

extraña a los fines de la institución militar, que tiene la obligación ineludible de subordinarse

responsablemente a los poderes totalmente constituidos, porque las Fuerzas Publicas no son

poder constituyente ni destituyente de las autoridades que el pueblo libremente ha elegido.

Los militares y los policías, con su voto tienen la oportunidad de elegir como Presidente a un

estadista que los respete, con liderazgo, participativo, tolerante, respetuoso de la Constitución y

las leyes, sobre todo democrático

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