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LA GUERRA DE LAS MOZAS

SAINETE ANÓNIMO DEL SIGLO XVIII

Adaptación de Alejandro Garay

Personajes:

Perico……hortelano joven

Manolo…..su primo

Paquita……muchacha casadera

Rociera…….su amiga

Carmela…..hija de un tendero

Pilarica…….su amiga

Almudena….muchacha casadera

Escenario:

Una plazuela de pueblo

Es domingo y a la salida de la misa los mozos y las mozas en edad de merecer circulan,
con sus mejores galas, sobre los cantos de la plazuela.

Perico: Ya lo decía yo, primo Manolo, que el enamoramiento por la bella Paquita no podía
durarte mucho.

Manolo: Hombre, que dicho de ese modo… cualquiera pensaría que soy un auténtico
bicho.

Perico: Vamos, un monstruo.

Manolo: Un redomado zoquete.

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Perico: Perdona, primo, es que la has dejado batida en llanto. Con lo mona que es, la
muchacha.

Manolo: ¿Mona? ¿Cómo la que trajo el funámbulo en una jaula, el otro día?

Perico: Eres malo. Mira que al salir de la misa, todo en la moza era retorcerse las manos
y suspirar mirando hacia el árbol detrás del que te escondiste.

Manolo: ¡Jesús!, pensé que no se maliciaría que me escondí para no verla.

Perico: Y encima de todo: simplón. Si saliste de la iglesia como alma que lleva el diablo,
hasta tiraste por ahí a alguna beata con todo y rosario; yo pensaba que se te habría
aparecido el alma de tu abuelo difunto o alguna cosa peor, porque no paraste hasta
esconderte detrás del árbol. Mira que lo han visto todos en el pueblo, y la Paquita, pobre,
hasta se paró de puntas para distinguirte entre la muchedumbre. Y tan buena moza que
es, dulce y aseada como pocas. Dejarla así sin más… hombre, alguna explicación tendrás
que darle.

Manolo: ¿Explicación? Ninguna, primo Perico, cómo decirle que es que me he hartado de
tanta perfección. Seguro encontrará otro mozo más acorde con ella, me figuro yo.

Perico: Mira que eres cara dura, Manolo. Pero vámonos de aquí, ahí viene Paquita con
su amiga.

Manolo: ¡Mecachis!, seguro nos habrá visto, te dije que no podía salir de detrás del árbol,
al menos no hasta que la Paquita estuviese bien lejos. Escondámonos en estos arbusto,
con suerte y pasan delante nuestro sin mirarnos.

Se esconden. Entran Paquita Y Rociera

Paquita: ¿Estás segura que los viste venir en esta dirección?

Rociera: Hace un minuto estaban aquí, los vi claramente desde la puerta de la iglesia.

Paquita: Ay, ¿por qué me hace esto, Rociera? ¿Es que no soy suficientemente buena
para él? ¿Es que estoy tan fea que los mozos corren cuando me ven?

Rociera: (Quien se ha dado cuenta de que Perico y Manolo se ocultan detrás del arbusto)
No es culpa tuya, amiga, culpa de ellos, porque son alimañas, culebras, ratas, los
hombres todos. ¿Dónde se va a encontrar ese mequetrefe a moza más dulce y buena que

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tú? Además, sabes bordar y hacer confites, ¿quién más podría ofrecer tanto a cambio de
tan poco? Ese Manolo es un granuja de marca.

Paquita: No hables mal de él, que, con todo, aún le quiero.

Rociera: Porque te ha comido el seso con sus tonterías, si me hubieras hecho caso.

Paquita: No es malo, sólo es… un poco loco.

Rociera: Si me hicieras caso verías mejor por tu futuro y te liarías con Pelagio el indiano,
es buen mozo y trajo buenos oros del Perú. Con suerte y hasta te manda hacer una casa
de dos torres. Eres guapa y eres tonta por no ver tu futuro.

Paquita: Pelagio no me gusta, qué le voy a hacer si el que me gusta es Manolo, con todo
y que es.. que es…

Rociera: Un granuja, un descerebrado, no harías mal en decirlo de vez en cuando, a ver


si te enteras de una vez por todas. Además, dicen que últimamente da vueltas a la casa
de Carmela, la hija del tendero.

Paquita: Esos son chismes de vecindonas. Manolo me quiere… pero está confundido.

Rociera: Chismes o no, ahí vienen Carmela y su amiga Pilarica, ocultémonos detrás de la
fuente, a ver si alcanzamos a escuchar algo.

Paquita: ¿No nos han visto?

Rociera: Espero que no. Vamos.

Se ocultan. Entran Carmela y Pilarica

Carmela: Ay, a mí la verdad me da pena. Mira que hacer correr así a un hombre, se tiene
que ser un verdadero urogallo para espantar al pobre Manolo como lo hizo. No hay
decencia en ella.

Pilarica: (Que también se ha dado cuenta de que Perico y Manolo se ocultan detrás del
arbusto) O es que él no es tan manso como te piensas, en su huída por poco hace caer a
las rezanderas, tal vez le deba algo a Paquita.

Carmela: ¿Deberle? ¿Cómo qué?

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Pilarica: Es posible que le haya prometido matrimonio.

Desde su escondite, Manolo grita ¡NO!

Carmela: ¿Escuchaste algo? Un ruido, como un grito.

Pilarica: Debe ser tu conciencia, yo no oí nada.

Carmela: Como sea, yo no le dije que viniera a traer canciones a mis balcones, él vino
solo. Luego, si la desdichada de Paquita no pudo retenerlo será porque algo le hace falta
a los ojos de Manolo.

Desde su escondite, Paquita grita ¡Mala Pécora!

Carmela: ¿Escuchaste tú? Ahora sí estoy segura de haber oído algo.

Pilarica: Sí, yo también, creo que fue por ahí, detrás de la fuente.

Paquita y Rociera se ven descubiertas

Paquita: ¡No estábamos espiando! Es que…

Rociera: ¡Se me calló una medalla de la Virgen Milagrosa y por eso estábamos detrás de
la fuente!

Paquita: Sí, e-eso, se le calló su medalla, ¿no la han visto?

Pilarica: Yo que tú, no les creería, están locas, todo el pueblo lo sabe.

Carmela: Desde luego que no les creo, entrometidas, pero qué bueno que escucharon lo
que pienso de ti. A ver si al fin dejas en paz a Manolo.

Paquita: ¿Qué te traes tú con mi novio?

Carmela: ¿Tu novio? Claro, tu novio… por eso te huye.

Paquita: No me huye, ¿de dónde sacas tú eso?

Pilarica: Lo vimos bien claro, para que te enteres.

Carmela: Lo vio todo el pueblo. ¿Qué sientes ahora, soñadora?

Paquita: Ganas de cruzarte la cara con un par de bofetones.

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Rociera: (A Pilarica) Y yo a ti, arrástrate de los cabellos por la calle principal del pueblo.

Las mozas se lían a bofetones, jalones y empujones. Manolo y Perico salen de su


escondite.

Manolo: Qué horror, cuatro mujeres trenzándose a palos.

Perico: Tú lo provocaste.

Entra Almudena con un clavel en la boca, las otras continúan riñendo

Manolo: A mí me gustan las mujeres tranquilas. Qué asco, no me fijaría nunca en


ninguna de estas cuatro, son como gallinas. (A Perico) Vámonos. (A Almudena) Hola,
señorita, yo soy Manolo el hortelano. Hombre formal como ninguno.

Almudena: Me llamo Almudena, vine a la feria del santo a comprar claveles.

Manolo: Y de paso podrías llevarte un ramillete que florece en mi corazón. (A Perico)


Recristo, qué guapa que es. (A Almudena) Puedes disponer de mí, con sólo una mirada
tuya podrías ordenarme que te bajara una estrella, yo…

Almudena: No lo sé, los mozos de este pueblo tienen fama de truhanes. A lo mejor eres
uno de esos mentirosillos que les gusta endulzar el oído de las mozas y yo tengo un
corazón muy sensible.

Manolo: Igual que el mío. Vamos, aquí hay mucho jaleo.

Las mozas paran de pelear y miran cómo Manolo sale con Almudena.

Perico: (Muerto de la risa) La culpa es de ustedes, por aguantar a Manolo y a los


hombres como él.

Las cuatro mozas: ¡Con éste nos desquitamos! ¡Vamos a darle de palos! ¡A él!
¡Cobarde, gallina, echémosle al agua, démosle duro con una vara de membrillo!
¡Escupámosle un ojo!

Salen

OSCURO

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