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La hacienda es propiedad de un terrateniente que dirige mediante la fuerza (violencia) y

se encarga de controlar el trabajo dentro de las haciendas, está dirigida para cumplir la
producción en un mercado de escala pequeña, esto para el aumento de su capital y
aumenta su estatus social, la economía de la hacienda exhibió rasgos de autarquía o
«economía cerrada», en todo lo que podía proveer y que no tocara a sus productos
principales. En estos casos, las haciendas se constituyeron como unidades productivas
abiertas orientadas hacia una economía de mercado y al mismo tiempo como unidades
productivas cerradas al beneficiarse.
El propietario de una hacienda era generalmente llamado «hacendado». Aparte del
pequeño círculo en la elite de la sociedad de la hacienda, el resto eran conocidos como
«peones» (trabajadores de a pie ("pe") o montados (gauchos). Los peones trabajaban la
tierra que pertenecía al patrón. Los «campesinos» aparceros trabajaban en minifundios
y donaban una porción de su producto al patrón. La economía del siglo xviii era
principalmente un sistema de trueque, por lo que poca moneda circulaba en la
hacienda. Donde la hacienda incluía minas en funcionamiento, como en México, el
patrón podía ser inmensamente rico.
Al analizar la transformación económica asociada a la colonización de México, Flores
cano enumera sus factores en el orden siguiente:4​

los granos europeos, principalmente el trigo;

la caña de azúcar;

la demanda de productos tropicales, como el tabaco, el cacao, el índigo, el añil, el palo


tinte y otras plantas;

la prodigiosa multiplicación de las vacas, caballos, ovejas, cabras, cerdos, muías y


burros; y finalmente

El fraile evangelizador, sumamente activo en la introducción y adaptación de plantas y


animales, de las técnicas agrícolas y de regadío.

I
Inicialmente, pocos conquistadores se interesaron por las empresas agrícolas, muchas veces
abandonándolas al preferir otras más lucrativas. Hernán Cortés, queriendo fomentar la
agricultura y los deslindes de las propiedades, «dispuso el reparto de terrenos llamados
"peonías", a todos los soldados de a pie que habían participado en la conquista, y "caballerías" a
los que habían combatido a caballo».5​Siguiendo la tradición de la Reconquista en España, los
cabildos de los nuevos pueblos y villas pudieron conceder mercedes de tierras a todos los que
quisieran asentarse en ellas permanentemente. «Este fue el modelo que se adoptó en la
fundación, en abril de 1531, de Puebla de los Ángeles, que fue el primer pueblo de agricultores
donde se aró y cultivó la tierra sin indios de encomienda».6​

En la segunda mitad del siglo xvi el interés de los españoles por la tierra y las actividades agrícolas
aumentó radicalmente. El período estuvo marcado por el auge del sistema de concesión de
mercedes y la fundación de pueblos de indios. El cambio radical del uso de la tierra por efecto de
la extensión de la ganadería llevó a la formación de gran número de estancias ganaderas,
explotaciones agrícolas que aún no tenían las características del latifundio y la hacienda
posteriores. La concesión de tierras a gran número de nuevos colonos dio origen a un nuevo
grupo de propietarios agrícolas que entró en conflicto con los grandes encomenderos originales,
disputándose la tierra, los mercados y la mano de obra.7​

Durante la segunda mitad del siglo xvi también se verificó un cambio profundo en relación con la
mano de obra. Mientras los encomenderos no modificaron el sistema aborigen de producción
preexistente y se limitaron a beneficiarse por el trabajo forzado que los encomendados debían
realizar por períodos preestablecidos en beneficio personal del encomendero, en lugar de la renta
en tributos proporcionada por los indígenas la explotación agrícola y ganadera naciente le ofrecía
a la corona una renta en moneda, mientras requería una mano de obra fija y permanente que la
encomienda no podía proporcionar. Inicialmente, los nuevos empresarios agro-ganaderos
recurrieron a la esclavitud, tanto de indios como de africanos. Después de la prohibición de la
esclavitud de los indios en 1548 y más aún al desplomarse la población india a partir de 1570, los
esclavos provenientes de África fueron los trabajadores permanentes que la economía agraria
necesitaba. Sin embargo, para comienzos del siglo xvii, en toda Nueva España el número total de
esclavos africanos no superaba en mucho a los 100000. Ellos formaban el núcleo de la fuerza de
trabajo permanente. Pero las actividades del agro no habrían podido desarrollarse sin contar con
una gran cantidad de trabajadores temporeros, que solo podían ser indios. A fin de liberar este
recurso y terminar con el monopolio que dominaba la mano de obra, en 1549 la corona decretó la
abolición de los servicios personales de la encomienda. En 1550 se implantó un sistema
sustitutivo, denominado «repartición» o «coatequitl», según el cual los indios tenían la obligación
de trabajar a jornal en las explotaciones españolas. Esta obligación se extendía a entre un 2 y un
4% de la mano de obra activa durante el año, y hasta a un 10% en períodos de cosecha u otras
labores intensas. A fin de reforzar esta obligación, las autoridades coloniales dispusieron que los
tributos deberían pagarse en dinero o en granos, como otra manera de fomentar el trabajo
asalariado en minas, haciendas y servicios públicos
Durante la segunda mitad del siglo xvi también se verificó un cambio profundo
en relación con la mano de obra. Mientras los encomenderos no modificaron el
sistema aborigen de producción preexistente y se limitaron a beneficiarse por
el trabajo forzado que los encomendados debían realizar por períodos
preestablecidos en beneficio personal del encomendero, en lugar de la renta en
tributos proporcionada por los indígenas la explotación agrícola y ganadera
naciente le ofrecía a la corona una renta en moneda, mientras requería una
mano de obra fija y permanente que la encomienda no podía proporcionar.
Inicialmente, los nuevos empresarios agro-ganaderos recurrieron a la
esclavitud, tanto de indios como de africanos. Después de la prohibición de la
esclavitud de los indios en 1548 y más aún al desplomarse la población india a
partir de 1570, los esclavos provenientes de África fueron los trabajadores
permanentes que la economía agraria necesitaba. Sin embargo, para
comienzos del siglo xvii, en toda Nueva España el número total de esclavos
africanos no superaba en mucho a los 100000. Ellos formaban el núcleo de la
fuerza de trabajo permanente. Pero las actividades del agro no habrían podido
desarrollarse sin contar con una gran cantidad de trabajadores temporeros,
que solo podían ser indios. A fin de liberar este recurso y terminar con el
monopolio que dominaba la mano de obra, en 1549 la corona decretó la
abolición de los servicios personales de la encomienda. En 1550 se implantó un
sistema sustitutivo, denominado «repartición» o «coatequitl», según el cual los
indios tenían la obligación de trabajar a jornal en las explotaciones españolas.
Esta obligación se extendía a entre un 2 y un 4% de la mano de obra activa
durante el año, y hasta a un 10% en períodos de cosecha u otras labores
intensas. A fin de reforzar esta obligación, las autoridades coloniales
dispusieron que los tributos deberían pagarse en dinero o en granos, como
otra manera de fomentar el trabajo asalariado en minas, haciendas y servicios
públicos

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