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A. W. Pink
Contenido
Introducción
1. La dirección
2. La primera Petición
3. La segunda Petición
4. La tercera Petición
5. La cuarta Petición
6. La quinta Petición
7. La sexta Petición
8. La septima Petición
9. La Doxología
La Oración del Padre nuestro A. W. Pink
Introducción
Después de todo lo que han hablado y escrito hombres piadosos acerca de la
oración, necesitamos algo mejor que lo que es de mero origen humano para
que nos guíe, si hemos de realizar bien esta tarea esencial. Qué ignorantes y
pecaminosas son las criaturas al intentar llegar ante el Dios Altísimo. Cómo
van a orar aceptablemente a él y obtener de él lo que ellos necesitan, se puede
descubrir solamente cuando el gran Escucha de la oración se complace en
revelar Su voluntad para nosotros. Esto ha hecho Él: (1) a través de la
apertura de un camino nuevo y vivo de acceso a su presencia inmediata para
el primero de los pecadores; (2) mediante la designación de la oración como
el medio principal de interacción y de bendición entre Él y su pueblo; y (3)
mediante el suministro de gracia de un patrón perfecto tras el cual las
oraciones de su pueblo deben ser modeladas. Nótese la sabia enseñanza de
los eruditos de Westminster: "La Palabra de Dios en su totalidad se ha de usar
para dirigirnos en la oración, pero la regla especial de dirección es esa forma
de oración que Cristo enseñó a sus discípulos, lo que se llama comúnmente
La Oración del Padre nuestro." (El Catecismo menor de Westminster).
Desde tiempos muy antiguos se ha llamado "el Padre nuestro", no porque sea
la oración que Él mismo ha dirigido al Padre, sino debido a que fue por
gracia proporcionada por Él para enseñarnos tanto la manera como el método
de cómo orar y los asuntos por los cuales orar. Por lo tanto, debe ser
altamente apreciada por los cristianos. Cristo sabía tanto nuestras necesidades
como la buena voluntad del Padre hacia nosotros, y, por tanto, El
misericordiosamente nos ha proporcionado un simple pero completo
directorio. Cada parte o aspecto de la oración está incluida en ella. La
adoración se encuentra en sus cláusulas de apertura y la acción de gracias en
la conclusión. La confesión es necesariamente implicada, por eso lo que se
pide supone nuestra debilidad o pecaminosidad. Las Peticiones constituyen la
materia principal, como en toda oración. La Intercesión y la súplica en
nombre de la gloria de Dios para el triunfo de Su Reino y voluntad revelada
están involucradas en las tres primeras peticiones, mientras que las cuatro
últimas se preocupan por la súplica y la intercesión en lo que respecta a
nuestras necesidades personales y las de los demás, como se indica por el uso
de pronombres en el plural.
Esta oración se encuentra dos veces en el Nuevo Testamento, fue dada por
Cristo en dos ocasiones diferentes. Esta es, sin duda, una sugerencia para los
predicadores a reiterar que es de fundamental importancia. Las variaciones
son significativas. El lenguaje de Mateo 6:9 insinúa que esta oración se nos
da como un modelo, sin embargo las palabras de Lucas 11:2 indican que debe
ser utilizada como una forma. Como todo en la Escritura, la oración es
perfecta: perfecta en su orden, construcción, y redacción. Su orden es
adoración, súplica, y argumentación. Sus peticiones son siete en total. Es
prácticamente un compendio de los Salmos y el más excelente resumen de
toda oración. Cada cláusula en ella ocurre en el Antiguo Testamento,
denotando que nuestras oraciones deben ser Escriturales si han de ser
aceptables. "Y esta es la confianza que tenemos en él, que si pedimos alguna
cosa conforme a su voluntad, él nos oye" (1 Juan 5:14). Pero no podemos
saber su voluntad si no tenemos conocimiento de Su Palabra.
Se ha afirmado que esta oración ha sido diseñada sólo para el uso temporal de
los primeros discípulos de Cristo, hasta el tiempo en que el Nuevo Pacto fue
inaugurado. Pero ambos Mateo y Lucas escribieron sus Evangelios años
después de que la dispensación Cristiana había comenzado, y ninguno de
ellos ofrece insinuación alguna de que se ha vuelto obsoleta y que ya no es
útil para los cristianos. Hay quienes afirman que esta oración no es adecuada
para los creyentes ahora, en la medida en que las peticiones no se ofrecen en
el nombre de Cristo, y no contienen una referencia explícita a su expiación e
intercesión. Pero esto es una grave mal concepción y un grave error; por
paridad de razonamiento, ninguna de las oraciones del Antiguo Testamento,
de hecho ninguno de los Salmos, ¡podrían ser utilizados por nosotros! Pero
las oraciones de los creyentes del Antiguo Testamento se presentaron a Dios
por amor de su nombre; y Cristo era el Ángel del Pacto, de quien se decía,
"Mi nombre está en Él" (Ex. 23:20, 21). La Oración del Padre nuestro no
solo debe ser ofrecida en dependencia de la mediación de Cristo, sino la que
él dirige especialmente y nos autoriza ofrecer.
En tiempos más recientes, algunos "estudiantes de la profecía" se han
pronunciado en contra de la utilización de esta oración sobre terrenos
dispensacionalistas, argumentando que se trata de una oración judía y
legalista en su tenor. Sin embargo, esto no es nada más ni nada menos que un
intento descarado de Satanás de robar a los hijos de Dios una valiosa parte de
su herencia. Cristo no les dio esta oración a los judíos como judíos, sino a sus
discípulos. Está dirigida a "nuestro Padre", y, por lo tanto, es para ser
utilizada por todos los miembros de Su familia. No sólo se registra en Mateo
sino también en el Evangelio de Lucas, el evangelio de los Gentiles. El
mandato de Cristo, después de Su resurrección, a sus discípulos fue que
enseñaran a los creyentes todo lo que Él les había mandado (Mateo 28:20)
inclusive Su mandamiento en Mateo 6:9 -13. No hay nada inapropiado en
esta oración para el cristiano de hoy, y todo lo que hay en ella es necesario
para él.
Ha sido durante mucho tiempo una cuestión de controversia, que ha dado
lugar a mucha controversia áspera, bien sea que la Oración del Señor ha de
ser considerada como una forma a ser utilizada o como un patrón a imitar. La
respuesta correcta a esta cuestión es que se debe considerar como ambos. En
Mateo es manifiestamente presentado como un ejemplo o patrón del tipo de
oración que se ofrecerá bajo la nueva economía. “Vosotros, pues, oraréis así.”
“vamos a orar con esa reverencia, humildad, seriedad, confianza en Dios,
preocupación por Su gloria, amor a la humanidad, sumisión, moderación en
las cosas temporales, y la seriedad y el fervor que las cosas espirituales
inculcan” (Thomas Scott). Pero en el Evangelio de Lucas 11:2 encontramos
a nuestro Señor enseñando esto: " Cuando oréis, decid:", Es decir, vamos a
usar sus palabras como una fórmula. Es, entonces, el deber de los discípulos
de Cristo en su oración usar ambos; la Oración del Padre nuestro
continuamente como un patrón y a veces como una forma.
En lo que se refiere a aquellos que se oponen a la utilización de cualquier
forma de oración, recordemos que Dios mismo pone a menudo en las bocas
de Su pueblo necesitado el mismo lenguaje que ellos deben emplear al
acercarse a Él. Por ejemplo, dice el Señor a Israel, “Llevad con vosotros
palabras de súplica, y volved a Jehová, y decidle: Quita toda iniquidad, y
acepta el bien, y te ofreceremos la ofrenda de nuestros labios.” (Oseas. 14:2).
Sin duda, tenemos que estar bastante en guardia contra una observancia de la
oración del Padre nuestro meramente formal, y, más aún, contra una
observancia supersticiosa. No obstante, debemos también diligentemente
evitar ir al extremo opuesto de nunca emplearla en absoluto. En la opinión de
este escritor, ella debe ser reverente y sentidamente recitada una vez en cada
servicio público y utilizada todos los días en la adoración familiar. El que
haya sido pervertida por parte de algunos, cuyo demasiado frecuente uso
parece adherirse a las "vanas repeticiones " que el Salvador prohibió (Mateo
6:7), no es ninguna razón válida por la cual debamos todos ser privados de
ofrecerla ante el trono de la gracia en el espíritu que nuestro Señor le ha
inculcado y en las mismas palabras que Él ha dictado.
En cada expresión, petición, y argumento de esta oración, vemos a Jesús: él y
el Padre son uno. Él tiene un "Nombre" dado que está sobre todo nombre. Él
es el bienaventurado y solo Soberano, y su “reino” domina sobre todos. Él es
el "pan de vida" que ha bajado del cielo. Él tenía poder sobre la faz de la
tierra para "perdonar los pecados." El es capaz de socorrer a los que son
"tentados." Él es el Ángel que "redime de todo mal." El Reino, el poder y la
gloria pertenecen a él. Él es el cumplimiento y la confirmación de las
promesas divinas y las garantías de gracia. Él mismo es "el Amén, y testigo
fiel." Tertuliano bien llamó la Oración del Padre nuestro, "El Evangelio
abreviado." Cuanto más claramente entendemos el Evangelio de la gracia de
Dios, "el Evangelio de la gloria de Cristo", más amaremos esta maravillosa
oración y nos gloriaremos en el Evangelio, que es "poder de Dios y sabiduría
de Dios" para todos los que creen, y nos gozaremos con gozo indecible
mientras ofrecemos las peticiones prescritas Divinamente y esperamos
respuestas de gracia (Thomas Houston).
Capítulo 1 - La Dirección
"Padre nuestro que estás en los cielos" Mateo 6:9
Este modelo para los adoradores de la Divinidad concluye con una doxología
o adscripción de alabanza a Aquél a quien va dirigida, evidenciando la
completitud de la oración. Cristo enseñó aquí a sus discípulos no sólo a pedir
por las cosas necesarias para ellos, sino a atribuir a Dios lo que es
propiamente Suyo. La acción de Gracias y la alabanza son una parte esencial
de la oración. Particularmente esto debería tenerse en cuenta en toda
adoración pública, ya que la adoración a Dios es su deber expreso.
Seguramente si le pedimos a Dios que nos bendiga, lo menos que podemos
hacer es bendecirlo también. “Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor
Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares
celestiales en Cristo,…" exclama San Pablo (Ef. 1:3). Pronunciar bendición
sobre Dios no es sino el eco y reflejo de su gracia hacia nosotros. La alabanza
devota, como la expresión de afectos espirituales elevados, es el idioma
propio del alma en comunión con Dios.
Las perfecciones de esta oración como un todo y la plenitud maravillosa de
cada cláusula y palabra en ella no son percibidas dándoles solo un vistazo
rápido y descuidado, sino que llegan a ser manifiestas sólo por una
meditación reverente. Esta doxología puede ser considerada al menos en tres
formas: (1) como una expresión de una alabanza santa y gozosa; (2) como
una súplica y argumento para vigorizar las peticiones; y (3) como
confirmación y declaración de confianza en que la oración será escuchada. En
esta oración el Señor nos da la quintaesencia[2] de la verdadera oración. En las
oraciones dadas por el Espíritu en los Salmos del Antiguo Testamento, la
oración y la alabanza están continuamente unidas entre sí. En el Nuevo
Testamento, el Apóstol Pablo nos da la siguiente instrucción autoritativa:
"Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de
Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias." (Fil. 4:6). Todas las
oraciones de santos eminentes, registradas en la Biblia, se entremezclan con
la adoración de Aquel que habita en las alabanzas de Israel (Sal. 22:3).
En esta oración modelo, Dios es hecho tanto el Alfa como la Omega. Esta
Abre dirigiéndose a Él como nuestro Padre en el cielo; termina alabándole
como el glorioso rey del universo. Entre más estén Sus perfecciones ante
nuestros corazones, más espiritual será nuestra adoración y más reverentes y
fervientes nuestras súplicas. Cuanto más el alma se dedica a la contemplación
de Dios mismo, más espontánea y sincera será su alabanza. “Perseverad en la
oración, velando en ella con acción de gracias;…" (Col. 4:2). ¿No es nuestro
fracaso en este punto el que es tan a menudo la causa de que la bendición se
nos retenga? “Te alaben los pueblos, oh Dios; Todos los pueblos te alaben.
La tierra dará su fruto; Nos bendecirá Dios, el Dios nuestro. " (Sal. 67:5, 6).
Si no alabamos a Dios por Sus misericordias, ¿cómo podemos esperar que
nos bendiga con Sus misericordias?
"Porque Tuyo es el Reino…" Estas palabras establecen el derecho y la
autoridad universal de Dios sobre todas las cosas, por medio de las cuales el
dispone de ellas en función de su placer. Dios es el Soberano Supremo de la
creación, la providencia y la gracia. El reina sobre los cielos y tierra, estando
todas las criaturas y las cosas bajo su control total. Las palabras "…y el
poder…" hacen alusión a la suficiencia infinita de Dios para ejecutar Su
derecho soberano y para hacer su voluntad en el cielo y en la tierra. Puesto
que él es el Todopoderoso, él tiene la habilidad de hacer todo lo que le
plazca. Él nunca duerme ni se cansa (Sal. 121:3, 4); nada es demasiado difícil
para él (Mateo 19:26); nadie le puede resistir (Dan. 4:35). Todas las fuerzas
que se oponen a él y a la salvación de la Iglesia él puede derrocarlas. La frase
"…y la gloria…", expone Su inefable excelencia: ya que él tiene soberanía
absoluta sobre todos y suficiente poder para disponer de todo, es por lo tanto
el todo-glorioso. La gloria de Dios es el gran objetivo de todas Sus obras y
caminos, y de Su gloria, es siempre celoso (Isa. 48:11, 12). A él pertenece la
gloria exclusiva de ser El que responde la oración.
A continuación notemos que la doxología es introducida por la conjunción
porque, la cual aquí tiene la fuerza de “debido a que…” o “por el hecho de
que…” Tuyo es el reino, etc. Esta doxología no es sólo un reconocimiento de
las perfecciones de Dios, sino una súplica más poderosa del porqué nuestras
peticiones deben ser oídas. Cristo está enseñándonos aquí a utilizar el porqué
de la argumentación. Tú eres capaz de conceder estas peticiones, porque
Tuyo es el Reino, etc. Si bien la doxología sin duda pertenece a la oración
como un todo y se puso para vigorizar las siete peticiones, sin embargo, nos
parece que tene referencia especial y más inmediata a la última: "…y líbranos
del mal…”: “…porque tuyo es el Reino…” Oh Padre, el número y la
potencia de nuestros enemigos son realmente grandes, y son lo más
formidables debido a la perfidia de nuestros propios corazones malvados. Sin
embargo, nos sentimos alentados a implorar Tu ayuda contra ellos, porque
todos los intentos realizados por el pecado y Satanás contra nosotros son
realmente agresiones a tu soberanía y dominio sobre nosotros y la promoción
de tu gloria a través de nosotros.
"Porque Tuyo es el reino, y el poder, y la gloria…" ¡Qué aliento tenemos
aquí! Dos cosas especialmente inspiran la confianza hacia Dios en la oración:
la conciencia de que él está dispuesto y que es capaz. Ambos son insinuados
aquí. El que Dios nos ordene, a través de Cristo su Hijo, dirigirnos a él como
nuestro Padre, es una indicación de Su amor y una garantía de Su cuidado por
nosotros. Pero Dios también es el Rey de reyes, que posee poder infinito.
Esta verdad nos asegura su suficiencia y garantiza su capacidad. Como el
Padre, El provee para sus hijos; como el Rey, defenderá sus súbditos. “Como
el padre se compadece de los hijos, se compadece Jehová de los que le temen.
" (Sal. 103:13). “Tú, oh Dios, eres mi rey; Manda salvación a Jacob." (Sal.
44:4). Es para el propio honor y gloria de Dios que él manifiesta su poder y
se muestra a Sí mismo fuerte en su propio nombre. "Y a Aquel que es
poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que
pedimos o entendemos, según el poder que actúa en nosotros, a él sea la
gloria en la Iglesia en Cristo Jesús por todas las edades, por los siglos de los
siglos. Amen" (Ef. 3:20, 21).
¡Qué instrucción tenemos aquí! En primer lugar, se nos enseña a vigorizar
nuestras peticiones con argumentos tomados de las perfecciones divinas. El
reinado universal de Dios, Su poder y Su gloria deben ser convertidos en
súplicas prevalecientes para obtener las cosas que necesitamos. Debemos
practicar lo que Job buscó hacer: " Expondría mi causa delante de él, Y
llenaría mi boca de argumentos." (Job 23:4). En segundo lugar, somos
claramente dirigidos a unir petición y alabanza. En tercer lugar, se nos enseña
a orar con la mayor reverencia. Ya que Dios es un Rey tan grande y
poderoso, que debe ser temido (Isa. 8:13). Por lo tanto, lo que se deduce es
que tenemos que postrarnos ante él en completa sumisión a su voluntad
soberana. Cuarto, se nos instruye realizar una entrega y sometimiento
completos de nosotros mismos a Él; de lo contrario no hacemos sino
burlarnos de Dios cuando reconocemos verbalmente su dominio sobre
nosotros (Isa. 29:13). Quinto, orando así, estamos capacitados para hacer de
su gloria nuestra principal preocupación, esforzándonos así a caminar para
que nuestras vidas muestren su alabanza.
"…por todos los siglos..." Cuán marcado es el contraste entre el Reino, el
poder y la gloria de nuestro Padre y el dominio fugaz y la gloria evanescente
de los monarcas terrenales. El Ser glorioso a Quien nos dirigimos en la
oración, es " Desde el siglo y hasta el siglo,… Dios " (Sal. 90:2). Cristo
Jesús, en quien Él es revelado y a través de quien la oración es ofrecida, "…
es el mismo ayer, y hoy, y por los siglos.” (Heb. 13:8). Cuando oramos
correctamente, miramos más allá del tiempo a la eternidad y medimos las
cosas presentes por su conexión con el futuro. ¡Cuán solemnes y expresivas
son estas palabras por todos los siglos! Los reinos terrenales se desmoronan y
desaparecen. El poder de la criatura es insignificante y momentáneo. La
gloria de los seres humanos y de todas las cosas mundanas se desvanece
como un sueño. Pero el Reino y el poder y la gloria de Jehová no son
susceptibles ni de cambiar ni de disminuir, y no tienen fin. Nuestra esperanza
bendita es esa, cuando el primer cielo y la tierra hayan pasado, el Reino y el
poder y la gloria de Dios serán conocidos y adorados en su maravillosa
realidad por toda la eternidad.
"…Amén." Esta palabra da entender las dos cosas necesarias en la oración, es
decir, un deseo ferviente y el ejercicio de la fe. Para la palabra hebrea Amén
(a menudo traducida"verdaderamente" o "de verdad" en el Nuevo
Testamento) significa "que así sea" o " así será." Este significado doble de
súplica y expectación se insinúa claramente en el uso del doble amén en
Salmos 72:19: "Bendito su nombre glorioso para siempre, y toda la tierra sea
llena de Su gloria. Amén y Amén." Dios ha determinado que será así, y toda
la Iglesia expresa su deseo: "Que así sea." Este "Amén" pertenece y se aplica
a cada parte y cláusula de la oración: "santificado sea tu nombre. Amén", y
así sucesivamente. Al pronunciar el Amén, tanto en oraciones públicas como
en privadas, expresamos nuestros deseos y afirmamos nuestra confianza en el
poder y la fidelidad de Dios. Es en sí misma una petición condensada y
enfática: al creer en la veracidad de las promesas de Dios y descansar en la
estabilidad de Su gobierno, compartimos y reconocemos ambas nuestra
confianza y esperanza en una respuesta de gracia.
[1]
En la versión Reina Valera de 1960, Mateo 6: 11 y Lucas 11. 3 dicen exactamente lo mismo: “El pan
nuestro de cada día, dánoslo hoy.” Mientras que en la versión de King James (KJV) son diferentes; una
traducción literal de ellos seria: Mateo 6: 11: “Danos este día nuestro pan diario.” Y Lucas 11: 3:
“Danos día tras día nuestro pan diario”
[2]
“En la Edad Media, la quintaesencia (latín quinta essentia) era un elemento hipotético, también
denominado éter. Se le consideraba un hipotético quinto elemento o "quinta esencia" de la naturaleza,
junto a los cuatro elementos clásicos: tierra, agua, fuego y aire. (recuperado de:
http://es.wikipedia.org/wiki/Quintaesencia) el 29 de marzo de 2015)