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EL RETRATO DE
Dorian Gray
Esta historia ocurrió hace mucho, mucho tiempo, en Londres.
En este lindo lugar, vivió un misterioso joven… Su nombre era
Dorian, Dorian Gray.
Él era un muchacho muy amable, servicial, honesto, atento y con un buen corazón.
Además de todo esto, Dorian era guapo: ojos grandes, pestañas largas, cabello dorado
como el sol, la piel blanca como un fantasma, sus cachetes, rosados como el atardecer
¿Puedes imaginarlo? Era realmente guapo y bueno, como un príncipe salido de un
cuento.
A pesar de que era tan guapo y tan bueno, su vida no siempre fue buena. No creció en casa
con mamá, ni papá, sólo tenía a su abuelo, pero era un abuelo malo. Si se enojaba,
encerraba al pobre niño en un cuarto frío y oscuro; no tenía juguetes, no lo llevaba a la
escuela, no le permitía hacer ruido, jugar, correr, brincar, lo castigaba todo el tiempo
¡Incluso le pegaba!
Un día el señor enfermó y tuvo que irse, no sin antes dejar algo para él ¿un tesoro?,
¿un premio? Una herencia… básicamente, le regaló mucho dinero, oh, y su casa.
Dorian no sabía qué hacer cuando lo recibió. Pasó un tiempo, hizo algunos amigos,
y en el camino, ayudó a muchas personas compartiendo un poco de todo lo que
tenía.
Su vida cambió un día en una linda tarde de verano, el sol calentaba, el airecito
refrescaba y las flores perfumaban todo el jardín de una pequeña casa en la
ciudad. Desde la ventana se veía a un hombre, era amigo de Dorian. Tenía un
nombre curioso... Basil.
Te daré una pista: le encantaba dibujar y colorear las cosas que veía cuando
andaba por ahí.
Justo esa tarde, estaba terminando una
pintura muy especial, la había hecho con
mucho cuidado, con mucho amor, cuidó
bastante los detalles. Era tan buena ¡que
hasta parecía una fotografía!
Exclamó al fondo de la sala Lord Henry, amigo de Basil. Era un hombre poco bueno,
avaro y muy envidioso, quería tener dinero para comprar cuantas cosas quería,
aunque no las necesitara.
Después de alabar un rato su propia imagen, Dorian salió al jardín para tomar un
poco de aire fresco y relajarse. Henry se apareció otra vez:
-Entiende, Dorian, haz caso. Eres muy bello ahora, pero envejecerás y te volverás horrible,
nadie querrá estar cerca de ti. Mejor aprovecha lo bello que eres hoy, haz todo lo que quieras,
no hagas caso de las reglas ni de las personas… el mundo es tuyo, después podrás disculparte.
Pasó un rato, y de repente, Dorian comenzó a llorar muy fuerte:
-Es cierto… No puede ser, ahora soy bello pero algún día se irá mi belleza, ya lo dijo Henry. Nadie
me querrá cuando sea viejo y feo, no puede ser, desearía quedarme así por siempre… Ojalá todo se
quedara como es, quisiera ser algo más, que el tiempo no me alcanzara…
Algo extraño sucedió ese día, de alguna manera, algo o alguien cumplió su deseo…
Nadie se dio cuenta en ese momento.
Desde esa tarde Dorian se interesó en Henry por su forma de pensar, veía el mundo de otra forma, sin
reglas ni límites… No era un buen amigo, pero Dorian quería ser como él, era como un superhéroe.
Ambos siguieron su vida normal. Con los días, Dorian empezó a ser un muchacho
distinto, cambió, se comportaba como si fuera otra persona… ¿sería este su deseo
cumpliéndose?, ¿qué crees que pidió?
Tiempo después, Dorian conoció a Sybil, una linda joven de su edad… Ya sabes lo que
sucede cuando dos personas son amigos: salen a pasear, comen helado y pasan tiempo
juntos. Ella le contó a su familia del misterioso amigo.
Sybil era actriz, y una noche decidió invitar a Dorian a verla participar en Romeo y
Julieta ¡Estaba doblemente emocionada por su papel y por la compañia especial!
Pasaron los días, y Dorian empezó a hacer cosas cada vez más horribles: maldecir,
manipular, mentir, ignorar a quien le pedía ayuda, jugar bromas, burlarse de lo que hacían
o decían los otros, golpear, insultar, robar… No le preocupaba qué tan graves eran las cosas
que hacía o qué tanto hería a los demás, lo único que le interesaba era mantenerse hermoso
para que todos lo quisieran.
18 años pasaron, Dorian dejó de ser aquel muchacho bueno y se convirtió en una
persona horrible, fea, desagradable, horrorosa, pero sólo por dentro… No había
envejecido, su piel seguía tan blanca como la nieve, pero su alma era negra, oscura
como un carbón. Con el tiempo, el retrato fue cambiando, perdió los dientes, tenía
ojeras y heridas por todo el cuerpo, su piel perdió color, su nariz se deformó, se le
cayeron las pestañas, se veía peludo como un animal, tenía costras, granos y marcas…
aquel retrato hermoso, ahora daba mucho miedo.
Dorian nunca hizo caso al retrato, cada vez hacía más daño… Tanto, que hasta fue
capaz de quitarle la vida a alguien… Un día entró a casa y lo vio, ahí en la entrada… la
cosa más fea jamás vista.
-¿Quién te hizo esto?, ¿qué persona molesta por mi belleza fue capaz de transformar mi
retrato en… esto? se repetía mientras aventaba el retrato para no verlo.
-Fuiste tú- le dijo Basil mientras se levantaba de una silla en el rincón- Con tus
palabras y acciones hiciste sentir mal a los otros, pero en tu locura de ser bello por siempre,
descuidaste lo más importante, la belleza de tus actos. Nadie te quería por ser bello Dorian,
si no porque eras un buen muchacho. Te volviste malo. Ahora te quedarás solo para siempre,
porque nadie quiere a las personas que no son buenas con los demás.
-Tú eres mi amigo, no te vayas, ¡soy hermoso, tú lo pintaste! Seguramente me quieres aunque
me envidies por ser bello.
No Dorian, lo siento, no puedo ser amigo de una persona que hace sentir mal a los demás.
Dorian se quedó triste, había perdido al único amigo que tenía… Henry nunca más
apareció. Estaba triste por quedarse sólo, pensó y pensó en todo lo que había hecho
mal, las personas a las que había herido, toda la fealdad que regó en el mundo, y ahí
entendió todo…
Convencido de que lo único con valor en la vida no era la belleza, sino los amigos, la
satisfacción de ayudar, la armonía en su ciudad, la paz en su corazón; Dorian
continuó su vida y envejeció siendo la persona bella que siempre fue y quiso ser. Su
cara se transformó, perdió el cabello, se llenó de arrugas, sus bellas pestañas se
fueron, sus cachetes perdieron vida…
FIN