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“Algunas experiencias con adolescentes afectados por dificultades psíquicas

y su análisis en la psicología clínica”.

Resumen

Éste es un trabajo de redacción sobre mis experiencias en la escuela experimental de Bonneuil,


precisamente en el periodo que comprende mi pasantía en las residencias terapéuticas de
acogida nocturna, ésto en el marco de mis estudios universitarios de Maestría. He podido matizar
dichas experiencias con la enseñanza teórica y de establecer mi propia reflexión como futura
psicóloga. Me pareció importante resaltar los ejes de reflexión sobre la identidad, la dignidad y la
discapacidad para proponer una lectura a través de estas tres nociones.

Gracias a estas experiencias, algunas cuestiones sobre ciertas decisiones por parte de la
Institución y de los acompañantes se invitaron a las discusiones con el fin de hacer progresar una
cierta mirada hacia la “discapacidad”. Dichas decisiones, las llamaré “prácticas de riesgo” ya que
pueden frenar el proyecto de autonomía de estos chicos. Sin embargo, eso podría también
permitir alimentar el debate sobre las políticas actuales en el tratamiento institucional y el alcance
de la noción de responsabilidad en el campo de la “discapacidad”.

Palabras claves: acompañante, acompañamiento, dignidad, discapacidad, identidad, psicología,


responsabilidad.

Karla Pedrero
Psicóloga clínica
TABLA DE CONTENIDOS

INTRODUCCIÓN

I. IDENTIDAD, DIGNIDAD Y DISCAPACIDAD.

II. EXPERIENCIAS:
Presentación del establecimiento.
Historia de la institución.
Dinámica de la escuela.
Contexto de la experiencia.
1. Lugar de acogida “Les Aunettes”
Joseph
Grégoire
Patrick
Síntesis
2. Lugar de acogida “182”
Pierre
Loïc
Mathias
Lucien
Charles
Louis
Michel
Síntesis

III. DISCUSIONES.

BIBLIOGRAFÍA
INTRODUCCIÓN

He decidido compartir con ustedes mis diferentes vivencias para mostrarles la


pertinencia de una reflexión hecha en torno a la dignidad e identidad en el campo de la
discapacidad, hoy en día.

La mayor parte de éste trabajo ha sido redactado en el marco de mis prácticas


profesionales en 2014-2015. Me ha parecido esencial de profundizar las discusiones sobre la
posición institucional y profesional, así como la cuestión de la responsabilidad en los adolescentes
con alguna afectación psíquica grave.

De entrada, van a encontrar una reflexión sobre las nociones de identidad, dignidad y
discapacidad; para profundizar en su sentido y vislumbrar sus múltiples lazos en las situaciones
que serán presentadas después. Luego entraré en detalle en las experiencias -como
acompañante de adolescentes en pleno padecimiento psíquico- con el fin de subrayar las
especificidades de cada uno. Y por último, ofreceré una discusión sobre los nexos entre las
políticas de la institución y la administración y las ofertas resultantes para con los adolescentes.

A medida que redactaba este trabajo, el tema de la responsabilidad se impuso. Su


cuestionamiento está íntimamente ligado al trabajo en el campo de la discapacidad, ya sea de la
parte de las y los acompañantes, de los padres y madres de familia, de las organizaciones e
incluso de la persona en situación de discapacidad. Estamos implicados en ésta reflexión sine qua
non a la adquisición de la autonomía de dichas personas. Quizás ésto podría alimentar nuestro
pensamiento y proveernos las herramientas necesarias para la toma de decisiones sobre el futuro
de las personas en situación de discapacidad sin importar su edad, género u otra condición.
I. IDENTIDAD, DIGNIDAD Y DISCAPACIDAD.

Me parece importante de poder comenzar a leer este trabajo a través una lectura de
éstas tres nociones: identidad, dignidad y discapacidad para tenerlas en mente a lo largo del texto.
Es así, pues, que podremos identificar sus eventualidades, o ausencias, en la vida cotidiana de
estos adolescentes.

Leyendo los diversos significados de la palabra Identidad en el portal lexical del Centro
Nacional de Recursos Textuales y Lexicales (CNRTL), encuentro un hilo conductor resumido en la
frase: la durabilidad de la singularidad de un individuo que lo distingue de los demás. Dicho de
otro modo, la identidad habla de una relación hacia uno mismo y a la afirmación y reconocimiento
de mi persona frente a los demás.

Por otro lado, el término de identidad parece ser utilizado en Derecho para “reconocer
una persona y establecer su individualidad ante la ley”. 1 Cuando en psicología, pasa seguido de
hablar de personalidad o de identidad pero en el sentido de una búsqueda subjetiva. En suma,
ésta es entendida de manera general como el conjunto de características psicológicas y psíquicas
de una persona que son manifestados por su comportamiento y en relación a sus deseos. Es decir
-que paradójicamente- es eso que queda inamovible o actualizado en mí después de haber sufrido
intercambios, es eso que me distingue de los demás. Desde donde me parece importante
centrarse en la pregunta sobre el “yo” como referente de ésta identidad percibida de manera
objetiva. Mientras que cuando es percibida subjetivamente, hablamos de “sí (mismo)”. Esta
referencia a la relación privilegiada con nosotros mismos.

Freud nos esboza una representación del yo más completa en su segunda teoría del
aparto psíquico. Ahí detalla sus funciones en relación a las instancias del “ello” y sus
reivindicaciones pulsionales, así como los imperativos del “superyo”. El “yo” supone ser el regidor
de la vida pulsional e intermediario con el mundo exterior. Pero en su búsqueda deberá
confrontarse a algunas representaciones que amenazan el tan querido equilibrio emocional. De tal
manera que implementará el mecanismo de defensa que disimulará toda sospecha de conflicto
interno que le parezca insoportable. Entonces, el yo como terreno de la conciencia pierde su
autonomía e ignora el material reprimido. Asimismo termina por mantenerse al margen de un
conflicto no resuelto pero latente.2

1 “reconnaître une personne et d'établir son individualité au regard de la loi ». La traducción es mía.
Identité. (2012). En el portal lexical del Centre National de Ressources Textuelles et Lexicales.
Consultado en https://www.cnrtl.fr/definition/identit%C3%A9
2 Moi. (1998). En Laplanche, J. y Pontalis, J-B., Vocabulaire de la psychanalyse (2e éd.). Paris: Quadrige/Presses
Universitaires de France. pp. 241-255.
Es de esta manera que en las próximas experiencias señaladas más adelante
propongo de darnos a la tarea de extraer rasgos de la personalidad o del yo de éstos chicos. Con
la intención de resaltar la angustia en la que están inmersos y remarcar a las situaciones que
tienen que enfrentarse todos los días.

En cuanto a la palabra dignidad, podemos percibir el sentimiento de orgullo hacia sí


mismo, considerado como una toma de conciencia de su propio valor y mérito. 1 Podemos sentir
orgullo cuando hemos logrado algo que nos ha costado verdaderos esfuerzos. El hecho de sentir
varias veces ese orgullo puede derivar a un sentimiento de dignidad. Pero, ¿acaso necesitamos
de alguien más para reconocerlo? ¿O sólo se trata de un asunto personal, incluso íntimo?

Después de reflexionar sobre las condiciones de aparición del sentimiento de dignidad,


me ha parecido esencial de mencionar al menos dos: la integridad física y moral. ¿Cuál es la
relación pues con el sentimiento de dignidad? Sin duda no podemos disfrutar de plenamente de
un orgullo cualquiera si hemos sido afectados en nuestra dignidad física y/o moral. Esto señala la
idea que hay límites -físicos y morales en este caso- que han sido traspasados y que han dañado
directamente al individuo en su equilibrio emocional y por consecuencia, psicológico.

Las personas en situación de discapacidad por una condición psíquica o los menores
de edad son por mucho las más vulnerables debido a su inmadurez emocional. Porque ellas no
saben identificar las sutilidades de las agresiones y la premeditación de éstos actos. Lo que los
lleva a no atreverse a defenderse ni a hablar sobre lo sucedido, en algunos casos porque no
saben como contarlo. Cuando ellos o ellas ignoran lo que vivieron, su aparto psíquico puede
implementar un mecanismo de defensa llamado represión. Dicho mecanismo garantiza que el
evento “no se haya pasado”. Sin embargo, el impacto psicológico persiste sin comprender el
origen de ese sufrimiento. Mucho menos la razón de las acciones de los otros. Estamos situados
en el campo de los traumas y del cual la represión es el mecanismo más utilizado. Recordemos
que el “yo” frágil debe ser preservado de los conflictos o al menos de los que le son insoportables.
Un acompañamiento psicológico -o analítico, en función de la situación- es altamente
recomendado para ayudarlos a comprender lo que pasó y trabajar las emociones que puedan
emerger en el transcurso.

Que ellos o ellas tengan la posibilidad de experimentar el orgullo, es el primer paso a


procurarles dar para ofrecerles una vida digna. Digna de ser una persona plena. Que ellos o ellas
se den cuenta de sus capacidades y de lo que pueden realizar por ellos mismos, porque eso tiene
peso a los ojos de los demás pero aún más para ellos mismos. Así se constata que sus esfuerzos
pueden dar frutos.

1 Dignité. (2012). En el portal lexical del Centre National de Ressources Textuelles et Lexicales. Consultado en
https://www.cnrtl.fr/definition/dignit%C3%A9
He ahí la razón por la que cuando ellos han tenido la posibilidad de llevar a cabo una
labor que les ha parecido difícil, ésta es disfrutada más intensamente puesto que se les ha
solicitado esfuerzos constantemente. Ahora bien, nosotros podemos facilitarles el trabajo, o no.
Podemos ayudarles o no. Pero sobre todo no hacerlo por ellos cuando son capaces, porque les
quitaríamos toda posibilidad de sentir la dignidad. Esa recompensa tanto esperada que viene
después del trabajo y que no puede ser otorgada. Pero las personas en situación de discapacidad
necesitan ayuda, ¿cierto? Entonces, ¿cómo posicionarse como acompañante?

La palabra handicap1 es prestada del inglés. Podemos entenderla como “impedimento”.


En 1957, es oficialmente adoptada en Francia según la página de internet dedicada a las Casas
Departamentales de las Personas Discapacitadas (MDPH, por sus siglas en francés). Este término
viene a reemplazar los de incapacitado, inválido e inadaptado. 2Por otro lado me parece pertinente
de citar la definición de handicap tal y como ha sido publicada en el Diario Oficial de la República
Francesa pronunciada en la Ley del 11 de febrero del 2005:

“Art. L.114.- Constituye una discapacidad, en el sentido de la presente ley, toda limitación de
actividad o restricción de participación en la sociedad padecida en su entorno por una persona de acuerdo a
una alteración substancial, duradera o definitiva de una o múltiples funciones físicas, sensoriales, mentales,
cognitivas o psíquicas, de una multiplicidad de discapacidades o de un trastorno de salud invalidante”.3

Ante todo, podemos percatarnos que la diferencia en el uso de la palabra discapacidad califica a
la persona o la cosa -situación o entorno- no es muy precisa. Es decir, tenemos dos vertientes del
significado de discapacidad. Por un lado, para señalar las dificultades -innatas o adquiridas- que la persona
presenta en su desenvoltura. Y por otro, la estructura de su entorno que no ha sido pensado, concebido
para ella.

Después de lo cual encontramos la expresión: “persona en situación de discapacidad”,


podríamos pensar que existe más empatía hacia ésta condición. Lo que es cierto, es que esta nueva
expresión coloca en primera línea las condiciones de aparición del sentimiento de discapacidad. Esto nos
lleva a un cambio en la visión sobre la discapacidad y subraya la importancia del entorno sobre la persona.
De este modo, acentuamos esta condición externa que influencia enormemente el porte de dicha persona.
La discapacidad no recae únicamente como una cualidad-adjetivo que sería ligada inevitablemente a la
persona.

1 Discapacidad. La traducción es mía.


2 Handicap. (2019). En la página de internet dedicada a las casas departamentales de las personas discapacitadas.
Consultado en http://www.mdph.fr/index.php?option=com_glossary&task=list&glossid=1&letter=H&Itemid=55
3 Ley n° 2005-102 del 11 de febrero del 2005 por la igualdad de derechos y oportunidades, la participación y la
ciudadanía de las personas discapacitadas. (2005, febrero 11). Código de la acción social y de las familias – Artículo
L114 | Legifrance. Consultado el 27 de octubre del 2019, en la dirección
https://www.legifrance.gouv.fr/affichCodeArticle.do?
idArticle=LEGIARTI000006796446&cidTexte=LEGITEXT000006074069&dateTexte=20050212
Dicho de otra manera, por la emergencia de un sentimiento de discapacidad -indistintamente de
la naturaleza de la persona-, necesariamente tienen que encontrarse las disposiciones precisas para que
ésta tenga lugar. La persona condicionada se confronta a un lugar también condicionado pero para otro tipo
de población. Definitivamente, se dirá “una persona discapacitada” desde que ésta se encuentra en un
entrono sin ningún acondicionamiento. Así, insistimos en la incapacidad o dificultad: ya sea a desplazarse,
a expresarse o a otro impedimento. Ésta persona termina por soportar esta falta de esfuerzo de la parte de
la sociedad en la que vivimos actualmente. Es una lástima, ya que con las adecuaciones materiales o la
dedicación de las personas para tal propósito, debiera ser posible de vivir naturalmente con la condición
adoptada. De tal manera que el adjetivo discapacitado o discapacitada perdería toda significación en el
individuo.

Ante todo, les presento un trabajo de redacción sobre mis experiencias en la escuela
experimental de Bonneuil. Dichas experiencias me han permitido determinar algunos matices en relación al
aprendizaje teórico en el marco de ésta reflexión. También he podido apreciar el impacto benéfico de la
convivialidad con estos adolescentes. Ellos presentaban dificultades -a diferentes grados-. Estos niños y
adolescentes estaban impedidos en la relación a los demás y eso dificultaba de manera activa en su
inserción en la sociedad contemporánea.

Pero, ¿cuáles son las exigencias de nuestras sociedades contemporáneas? Uno es útil a la
sociedad cuando tenemos algo que ofrecerle. En nuestra sociedad de consumo que va en aumento:
adquirir, demostrar un estatus social, tener un capital cultural -incluso mínimo- son referencias decisivas en
la manea en la que nos presentamos al prójimo. Para éstos adolescentes, cumplir con estas exigencias es
muy difícil.

El desarrollo emocional e intelectual aunque tengan orígenes diferentes terminan por converger
entre ellos. Y si no sabemos controlarlos, se pueden obstaculizar mutuamente. Razón por la cual, se dice
que un equilibrio emocional puede dar lugar a una buena desenvoltura intelectual. Lo que se llama
inteligencia emocional. Y por el contrario, una cierta capacidad intelectual permitiría de arreglar o de evitar,
en la medida de lo posible, situaciones que llevaran a un desamparo emocional. Sabiendo que el término de
inteligencia hoy en día es bastante amplio, he decidido tomar en cuenta aquel donde predomina la
capacidad a resolver problemas.

Si bien me he abstenido de agregar más intercambios con los chicos para concentrarme sobre
ciertas particularidades de éstos, sostengo mi interés de mostrarles cuán diferentes son los unos de los
otros y la importancia de sus particularidades en la atención prestada.

Espero que también puedan aprovechar éstas experiencias y tener presentes que cualquiera
puede experimentar ciertos intercambios en el marco de una formación profesional. Las reflexiones
mencionadas a continuación no hubieran podido ser desarrolladas a profundidad sin la compartición y la
apertura de las personas aquí mencionadas, de las reuniones con los otros practicantes -todos los
miércoles- así como de mi trabajo analítico personal.
II. EXPERIENCIAS
Presentación del establecimiento.
La escuela experimental de Bonneuil es una institución cuya historia incluye una lucha hecha de
numerosos trámites administrativos impuestos por la Seguridad Social. Esta lucha continua hoy en día: la
institución lucha con las Altas Autoridades de Salud con el fin de poder ejercer con libertad por el respeto de
la integridad del ser humano. Lo que conlleva a recibir inspecciones sobre la calidad de cuidados tal y como
está estipulada por la certificación de la Seguridad Social. La apuesta es avanzar a pesar de esos dos
mandatos que pueden ser incompatibles con la misión de la escuela de Bonneuil. Ya que ésta escuela, que
es considerada más bien como un hospital de día, tiene otra definición de salud mental y de cuidados. La
escuela es un establecimiento constituido de tres pabellones y de tres salones grandes situados en el
número 61 y el 63 de la calle Pasteur en Bonneuil-sur-Marne. Ésta es una pequeña ciudad de cerca de
17000 habitantes y no posee ni estación de metro, ni de RER u otro tren regional. Es muy importante
observar que la fachada de la escuela le da más una apariencia de casa particular que de institución
educativa.

Administrativamente, está considerada como un hospital de Día 1 con una residencia terapéutica
de estancia nocturna. El hospital fue creado para los niños, niñas y adolescentes afectados por diferentes
enfermedades mentales que les impiden comunicar, ser independientes y de establecer una relación con el
prójimo. A algunos de estos chicos se les niega la admisión a los establecimientos escolares de la
Educación Nacional lo que vuelve su futuro difícil e incierto.

El equipo de trabajo esta constituido de un grupo multidisciplinario formado por practicantes y


personal permanente en diversos campos como la psicología, los educadores especializados y los
profesores de primaria. La escuela dispone de tres jefes de áreas educativas: uno para la “Fac Spé” -
espacio dedicado a los adolescentes y jóvenes adultos-, otro para “la Communale” -espacio dedicado a los
niños y niñas- y otro para las asignaciones de familia sustituta -estancias de larga temporada con las
familias sustitutas-. Los jefes de área, con los practicantes y el personal permanente, coordinan las
actividades de trabajo en equipo con los niños, niñas y adolescentes así como la creación de talleres y la
organización de salidas en grupo. Una parte importante del equipo de trabajo está formada por tres médicos
paido-psiquiatras que toman a cargo el seguimiento médico y el trabajo de orientación con los padres antes,
durante y después que los hijos han sido inscritos en la escuela de Bonneuil. Estas reuniones con los
padres se hacen en presencia de un jefe de área y un médico paido-psiquiatra para tratar las diversas
preocupaciones que atañen a las familias en cuanto al futuro de su hijo o hija.

Las estancias, parte importante del concepto de institución “éclatée” 2, son propuestas a
adolescentes quienes, de acuerdo a sus necesidades y apuntando a sus proyectos, tienen la confianza de
comprometerse con un cambio en su dinámica habitual para darse la oportunidad de crecer en otro lugar y
poner a prueba los conocimientos y la autonomía adquirida en la escuela o en la residencia.

1 Es un dispositivo ambulatorio que atiende durante el día.


2 En español puede tener los siguientes sentidos: estallada, dividida, fraccionada, reventada, disfrutada, emergente.
Historia de la Institución
El Centro de Estudios e Investigaciones Pedagógicas y Psicoanalíticas (CERPP) 1 ha
sido fundado en 1969. Fue concebido como un lugar conocido como antipsiquiátrico facilitando la
acogida y el acompañamiento de niños, niñas y adolescentes que no encontraban una acogida
adecuada. Esta idea fue implementada por dos psicoanalistas Maud Mannoni y Robert Lefort y
una pareja de educadores, Rose-Marie e Yves Guérin. Los principios de la escuela siguen el
marco de una institución “estallada” donde el único objetivo no es de retener los sujetos sino de
ofrecerles otras posibilidades, de miradas hacia otros lugares. 2 Estas numerosas ofertas de
proyectos al exterior donde el niño o niña oscila entre diferentes lugares es el medio
implementado para que el niño o niña pueda cuestionarse sobre “aquello que yo hago con los
otros, y los otros conmigo”, preguntarse a dónde va, de dónde viene, y así mirarse en cuanto a
sujeto. Gracias a los diferentes encuentros con las personas, lugares y experiencias, el niño o niña
tiene la posibilidad de encontrar otros escenarios para actuar y sentirse plenos.

Esta institución ha encontrado grandes problemas para convertirse en una institución


gestionada por la Seguridad Social. Porque la jerarquización y los reglamentos los cuáles ella pide
insistentemente para la subvención corren el riesgo de chocar con los ideales de la escuela. Esto
le costó de deber funcionar durante los seis primeros años de su fundación -de 1969 a 1975- sin
subvención pública y gracias a una importante “red de apoyo” constituida por las familias y amigos
de los niños acogidos, los participantes profesionales y diversas personas interesadas por la
experiencia. Gesto que he encontrado sorprendente ya que es difícil de encontrar jóvenes que
estén verdaderamente motivados por una causa como el acompañamiento de los niños, niñas y
adolescentes en éstas condiciones particulares de integración social. Hoy en día la pregunta a
formular podría ser, ¿Qué hizo que tantas personas se comprometan para apoyar una escuela
durante tantos años?

A pesar de todo, la escuela se encontró con dificultades económicas. Para continuar


sus actividades, ella debió recurrrir al gobierno y finalmente obtuvo en 1975 la certificación
“Hospital de Día con residencias terapéuticas de estancia nocturna”, convirtiéndose así en un
establecimiento de psiquiatría infanto-juvenil privado sin fines de lucro autorizado por la Agencia
Regional de Hospitalización de Île-de-France. El presupuesto se solicita cada año ante la
Seguridad Social, así como la certificación de los establecimientos de salud implementada por la
Alta Autoridad de Salud (HAS)3, -y por el cual el establecimiento ha sido juzgado satisfactorio
desde el primer procedimiento de acreditación en 2005-. Posteriormente, un seguimiento
necesario de los pacientes llevó a la apertura en 1980 de un servicio de acogida familiar
terapéutica Infanto-juvenil, y en 1995 de un servicio de acogida familiar terapéutica para adultos

1 Por sus siglas en francés para Centre d'Etude et de Recherches Pédagogiques et Psychanalytiques.
2 Mannoni, M., (1973) Éducation impossible. Paris: Seuil. p. 77.
3 Por sus siglas en francés para Haute Autorité de Santé.
en el cual la mayor parte de los familias sustitutas están domiciliadas en provincia. En 2005, la
asociación creó un servicio de acompañamiento teniendo por misión diversas acciones a lado de
pacientes que habían quitado el establecimiento. La totalidad del personal está invitado a
participar en este servicio como voluntario. El CERPP ha sido reconocido de interés general en
abril del 2008.

Actualmente, un presupuesto anual es otorgado con una tarifa por día en función del
número de beneficiarios. Estos precios por día son muy diferentes cuando se trata de un paciente
en hospital de Día o en residencia. El financiamiento de estos dos dispositivos es provisto por la
Agencia Regional de Salud. El hospital de Día está regido por la ley de 1901, la asociación de
derecho privado tiene la libertad de organizarse, decidir y modificar su funcionamiento mientras
que se respeten las leyes en vigor y los fundamentos teóricos, como el concepto de institución
“éclatée”.

Dinámica de la escuela

La escuela abre sus puertas a los niños, niñas y adolescentes a las nueve de la
mañana. Es importante subrayar un desequilibrio en la paridad. De los 30 niños y niñas inscritos,
hay actualmente 26 niños y 4 niñas, de las cuales una llega de vez en cuando a la escuela. Las y
los que ocupan las residencias terapéuticas son dejados con su maleta los lunes en la mañana, ya
sea por sus padres o enviados en taxi o transporte médico privado para asegurar su llegada y su
partida a sus casas todos los viernes en la tarde.

El niño, niña o adolescente llega siempre acompañado por un adulto pero algunos
adolescentes que son más autónomos pueden llegar solos a la institución. Todos tienen la libertad
de pasearse por toda la propiedad. De tal manera que pueden incluso pasar un tiempo con las
secretarias, caso recurrente después de la comida de medio día. En otras palabras, no hay
lugares prohibidos, ellos y ellas pueden errar por donde sea.

La charla en la Communale y en la Fac Spé comienza a las nueve y media de la


mañana. Son lugares en donde se llevan a cabo las reuniones de los niños y niñas y
adolescentes, respectivamente. En esas reuniones -matinales- los participantes se inscriben a los
talleres del día. Los talleres se desarrollan con al menos dos participantes, a excepción de los
talleres personalizados. Los talleres son coordinados por un adulto permanente, asistido por uno o
muchos practicantes. Su contenido apunta esencialmente a desarrollar el trabajo en equipo, el
aprendizaje escolar y la socialización con otras personas.
A la hora de la comida, todo el personal de la escuela, chicos y chicas también, se
reúnen en la recepción del pabellón principal para poner las mesas y comer juntos. Si el día es
soleado y agradable, los adultos acomodan las dos mesas más próximas al jardín en el patio para
disfrutar del sol. Todo mundo toma su lugar, los adultos cuidan que los chicos y chicas respeten su
turno al servirles y participen a la compartición de los platillos. Ellos benefician diariamente de un
platillo completo y equilibrado y de una hora de descanso.1

En el transcurso de la tarde se da lugar -entre otras- a los talleres de pastelería, los


cursos de español, las actividades en el huerto, el baile y los juegos de mesa. Un poco antes de la
colación, el taller de cuentos está abierto a todos. Las historias son narradas en un cuarto con
atmósfera de nido familiar, lo que le confiere un ambiente calmado y sereno. Al final del taller, por
ahí de las cuatro de la tarde, todo el mundo se dirige a la recepción para recibir el muy conocido y
esperado: momento de la colación. El jueves es especialmente dedicado a la presentación de los
postres confeccionados en el taller de pastelería del día anterior. Los adultos cuidan que los
momentos de compartición tengan lugar todos juntos, chicos, chicas y todo el personal, y para ello
se juntan las dos mesas grandes. Del mismo modo que para todo evento social, como los
cumpleaños o las despedidas, por ejemplo.

La escuela cierra a las cinco y media de la tarde. Desde las cuatro hasta las cinco y
media los chicos y chicas pueden disfrutar de la colación y de un tiempo de descanso o de juegos
de mesa a la espera de los taxis, ambulancias o a que los equipos de las residencias terapéuticas
vengan a buscarlos para regresar a sus casas.

N.B.: A continuación, los nombres han sido cambiados para proteger el anonimato de las
personas.

Contexto de la experiencia.
La propuesta para probar otra nueva experiencia en la escuela experimental de
Bonneuil fue confirmada por primera vez durante mi primer mes de prácticas en el externado en
diciembre del 2013, es decir, cuando estaba asistiendo al hospital de Día. Esta propuesta había
sido hecha durante la primera entrevista para acordar las prácticas en la Institución. Caroline M.,
persona encargada de administrar las estancias de los practicantes en las residencias
terapéuticas y en la escuela experimental, me había informado que sólo habían dos lugares
disponibles, uno en el internado y el otro en el externado.

Había sido tan bien recibida desde el principio que no tenia ningún problema a
imaginarme en tal sitio como las residencias, llamados coloquialmente lugares de acogida.

1 Es importante especificar que estas comidas son balanceadas y constan de entrada, plato y postre.
Soñaba con encontrar un lugar para volcarme completamente en mis estudios. Es importante
resaltar que yo llegué a esta escuela sin tener conocimiento de su historia ni de sus fundadores.
No poseía otra herramienta que mi palabra, la atención y la observación de todo lo que se pasaba
alrededor de mí. Sin embargo, en el mes de diciembre del 2013, la Sra. M. me comunicó una lista
de libros que trataban sobre los fundamentos teóricos y las dificultades encontradas a lo largo de
la creación de la escuela. Los necesitaría para comprender mejor el sentido de ésta institución.

Por otra parte, me atrevo. Decido de hacer mis prácticas en un lugar de acogida. La
que me fue propuesta, se llama “Les Aunettes”. Pero nada sería fácil ya que la dirección
administrativa acababa de decidir de cerrarla. Ignorando lo que les había empujado a hacerlo,
continúo mis prácticas en el externado.

En ese momento, no estaba pasando por la mejor situación económica ya que acababa
de renunciar a mi trabajo de estudiante en octubre pasado y encontrar otro que se acordara a los
horarios de las prácticas sería todo un desafío. Entonces, había tomado la decisión de dar
prioridad, en cuanto a la carga horaria, a las prácticas y por lo tanto a las clases de la Universidad.

La confirmación de mis prácticas en un lugar de acogida fue hecha en el mes de enero.


Me mudaba, pues, la última semana del mes de la Ciudad Universitaria de París al lugar de “Les
Aunettes” en Bonneuil-sur-Marne. Viviría en la residencia mientras que la escuela no encontrara
un permanente. Entre tanto, continuaría mis prácticas en la escuela de Bonneuil. Prácticas en
externado que se prolongaron hasta el mes de abril, porque la escuela había encontrado
finalmente un permanente para el lugar de acogida. “Les Aunettes” sería pues oficialmente abierta
a partir del mes de mayo.

1. Lugar de acogida “Les Aunettes” Periodo: mayo-julio del 2014.

El lugar es un departamento de interés social compuesto por cuatro recámaras y tres


áreas comunes (la sala-comedor, la cocina y la sala de baño1). El departamento está situado en el
sexto piso en un conjunto habitacional que está cerca de una zona de actividades comerciales,
enfrente de una mediateca2, de una piscina comunal y a unos metros de la escuela de Bonneuil.
La proximidad de los servicios públicos como la tiendita o el supermercado nos permitía, a veces,
de ir con los adolescentes a hacer las compras. Ellos podían, por ejemplo, escoger lo que
quisieran para el desayuno o ir a comprar pan a la panadería en las tardes.

Es importante de mencionar la relación con el permanente del lugar de acogida ya que


ésta define la manera en la que la dinámica en el lugar se desarrolla. Por desgracia, no se pasó
1 La sala de baño comprende una bañera y el lavabo. El baño estaba a lado.
2 Es una biblioteca pero también cuenta con préstamo de material audiovisual.
muy bien y no pudimos encontrar ni los medios ni la apertura para llevar a cabo una buena
relación. Esto dió una solicitud de cambio de lugar de acogida.

A pesar de las circunstancias, pude experimentar que el centro principal del trabajo con
los adolescentes era la relación con mi homólogo ya que sin los momentos de reflexión y la
compartición de las observaciones, imposible de posicionarse delante ellos y llevarlos hacia una
autonomía. Los esclarecimientos de las ideas y la aceptación de las críticas hacia el otro nos
permitían una mirada diferente hacia ellos. Las posibilidades se abrían ante nosotros.

Sin embargo, en algún momento, creí percibir de la parte del permanente un trabajo de
asistencia y no un trabajo hacia la autonomía, y yo no estaba de acuerdo, ni lista a aceptarlo.
¿Cuál era mi experiencia en ese momento para aceptar o rechazar ciertas acciones? No era el
hecho de no estar de acuerdo sino mi inmadurez para eludirlo una de las causas de mi rechazo.

Habían riesgos a tomar ya que las críticas no constructivas sobre la manera de trabajar
del otro pueden llevarnos a una degradación de la relación. Las “intervenciones” no serían
tomadas tan en cuenta como al susodicho. Era uno de los riesgos de los cuales no habíamos sido
prevenidos.

Acabábamos de llegar al lugar de acogida, yo no sabía exactamente cómo debíamos


trabajar con los adolescentes. Incluso en las reuniones de los lugares de acogida escuchaba
mucho la palabra “acompañar” sin ninguna especificidad. Pensaba, entonces, que era algo así de
“simple” como estar con ellos y enseñarles los buenos modales1, por ejemplo. Para mí era de esta
manera como intentaba de comportarme en el lugar de acogida, con una entrega diaria que
podríamos pensarlo en términos de un compromiso profesional importante. Me ayudaba de las
reflexiones suscitadas en las reuniones de supervisión de prácticas de la Sra. C., donde ella
hablaba de pasividad-actividad. Nociones que había intentado poner en práctica con un chico
cuando estaba en el externado en diciembre pasado. Por consiguiente, me limitaba a la pasividad,
la observación y el acompañamiento de estos adolescentes.

Una de las situaciones que detecté inmediatamente era la necesidad de establecer


limites a los adolescentes. Fue gracias a Joseph y a sus impulsiones de tocar, de hacer y de
comer todo lo que quería cuando quisiera, que la necesidad de imponer ciertos límites se hizo
evidente. Así pues, pude observar la relación fusional2 del permanente del lugar de acogida con
Joseph. Y ello me llevó a la reflexión siguiente: ¿estaría cayendo en el mismo modelo parental? Y
luego a preguntarme: ¿Qué interés de enviar a un adolescente a un lugar donde encontrará el
1 En francés uso la palabra savoir-vivre que tiene una acepción más amplia que va desde la buena educación hasta
cómo ser un buen ciudadano.
2 Según el diccionario Larousse, fusionnel(le) es una palabra que se usa en el psicoanálisis para designar un tipo de
relación arcaica donde el sujeto y el objeto no se distinguen.
mismo modelo parental? Así mismo, decidí intervenir más, sobre todo al momento del “trabajo”
con este adolescente. La idea de consagrarse a un solo adolescente y descuidar a los otros me
parecía poco ético.

Poco a poco me fui fijando en lo que no se debía hacer en un lugar de acogida. No era
mucho, pero era importante. Entonces, en ese momento sabía que la imposición de límites era
crucial para construir un lugar armonioso y evitar de caer en un modelo parental.

Ahora comprendo mejor la situación. Ciertamente, habría podido informarme en las


reuniones de los lugares de acogida pero no encontraba el espacio para expresarme. Es más, no
me sentía a gusto para pedir la palabra. Sólo era una practicante y temía por las reacciones de los
demás hacia las preguntas que podría sacar a colación. Y es que a lo largo de mi estancia en “Les
Aunettes”, nadie nunca me había mostrado esa posibilidad de participación. Cuestionar no era la
costumbre en las reuniones de los lugares de acogida. En cuanto al marco, era difícil de decir, ya
que no me parecía que éste estuviera bien definido.

Incluso en los inicios del funcionamiento de la escuela, los practicantes hablaban desde
entonces de un silencio sobresaliente de la parte de los adultos y de ellos mismos a lo largo de las
reuniones semanales del equipo. Asimismo, nos pudimos hacer a la idea que los que hablaban,
sabían mucho y nosotros sólo debíamos escucharlos. 1 Ellos denuncian el sesgo que se tomaba
que era más bien, conversaciones a modo de querer teorizar una práctica que discusiones sobre
los casos que nos interesaban. Era como si estuvieran todavía prisioneros del saber de la
formación que habían escogido y que no podían responder a todos los cuestionamientos.

Como practicante, creo que las fantasías colectivas alrededor del saber-poder no han
cambiado mucho. He aquí un extracto que ilustra la situación actual:

“Esos que parecían tener el dominio de un saber eran para con los otros, como
partícipes de un cierto poder. Nosotros hemos debido aprender a situarnos en relación a esta
noción discutible del “saber-poder2”: en relación a nuestra dependencia respecto a aquel que se
supone lo posee, y en relación a la dominación a la cual nos sentimos objeto”.3

Entonces, ¿Cómo osaría hacer intervenciones si pensaba que estaba ahí para
aprender de ellos? Un estado de completa pasividad con respecto a ellos que, creía tenían el
saber alimentó mi mutismo. Y yo escuchaba.

1 Mannoni, M., op. Cit., p. 204.


2 Lo que nos fascina, son los modelos que, siguiendo el ejemplo de los modelos publicitarios, nos aparecen siempre
como “fuertes” y sin falla. No obstante, es a partir de una dimensión de falta (en ser) que un discurso que tiene una
relación a la verdad puede sostenerse. Todo discurso que intente formularse a partir de una posición de poderío, es
discurso pedagógico en el sentido en el que se puede a veces calificar de “paranoico”, como vimos en los escritos
del Dr. Schreber [M.M.]. La traducción es mía.
3 Ibid., pp. 204-205. La traducción es mía.
Pues bien, ¿Cómo se pasan estas reuniones? Dejando de lado las cuestiones
administrativas y de organización, no hablábamos casi nada de los chicos y de las preguntas que
podrían surgir. Nunca escuché decir “esto se me dificulta” o “no sé qué hacer con tal o cual” y muy
pocas preguntas sobre los proyectos de los chicos. Esto habla de la confianza que el
establecimiento tenía sobre el personal, pero yo quería aprender de las experiencias de los otros
lugares de acogida.

Entre tanto, yo hablaba con Benjamin respecto a estas reuniones y sus avatares. Le
señalé que Lorenzo, antiguo permanente de la escuela de Bonneuil, acaparaba toda nuestra
atención. Le decía a Benjamin que si incluso era interesante escuchar cómo trabaja y la historia
de los chicos y de la Institución, yo estaba también interesada por el trabajo de los demás.
Encontré un desequilibrio en estas reuniones: de un lado, una persona que hablaba de sus
experiencias y de la clínica institucional y del otro, los demás que no hablaban. O se le dificultaba
sintetizar sus reflexiones o intentaba llenar un vacío durante las reuniones.

Había otro permanente de otro lugar de acogida, Pablo. Él siempre estaba en


desacuerdo sobre lo que Lorenzo decía, pero su rechazo era tan sistemático que yo me
preguntaba si realmente estaba escuchando. El hecho que él se enojara era una de las cosas que
me molestaban más, para empezar por él mismo, ya que veía que no aprovechaba la reunión pero
también porque el ambiente de las reuniones se volvía desalentador. De una parte, veía a Lorenzo
con sus reflexiones detalladas y por lo tanto nada aburridas, Pablo que se refugiaba detrás de su
celular y que no perdía la ocasión de expresar su descontento o desaprobación sobre lo que
Lorenzo decía; luego, otra permanente del lugar de acogida que hablaba todo el día de las
jornadas de los niños pero poco sobre cómo intervenía con ellos, y finalmente Benjamin que
acababa de empezar esta nueva experiencia en un lugar de acogida y que tampoco osaba
intervenir.

En el lugar de acogida “Les Aunettes”, intentaba aprender cómo trabajar en un lugar


como ése con adolescentes perturbados por dificultades psíquicas bastante graves. La primera
vez que le pedí a Benjamin de intervenir era porque ya no aguantaba que Joseph intentara
acariciarme la cara. Constatar que él no hacía nada ante estas situaciones donde intentaba por
todos los medios de me proteger, equivalía a su aprobación. Entonces, le expliqué que sería mejor
si intentaba de ayudarme en estos casos, y no estuvo de acuerdo. Me dijo que era a mí misma de
encontrar mi propia solución.

Era evidente que la configuración del lugar de acogida estaba basado en los propósitos
de la pareja edípica, por lo que me interesé a explicarle la teoría de Edipo 1 pero no concluyó a

1 Complejo de Edipo: Conjunto organizado de deseos amorosos y hostiles que el niño tiene en relación a sus padres.
En su forma dicha positiva, el complejo se presenta como en la historia del mito de Edipo-rey: deseo de muerte del
gran cosa. Así que le pedí si iba a intervenir o no, para saber si yo tendría que actuar por iniciativa
propia. No me dio una respuesta clara.

Un día, decidió de decir a Joseph que estaba prohibido tocar a las chicas que hacían
sus prácticas y que eso me molestaba. Ignoro las razones que lo llevaron a cambiar de opinión.

Yo reflexionaba en una manera de encauzar un movimiento que me era insoportable y


que era una fuente pulsional. Dado que las palabras no tenían ningún efecto en la imposición de
los limites, decidí afrontarlo. Por mi parte ya había desarrollado un reflejo para protegerme de este
gesto que consideraba demasiado impertinente. Ya había sido víctima de una agresión más bien
violenta con una adolescente “Diane” y no había sabido cómo defenderme. De hecho, escuchaba
que los demás respondían agresivamente pero yo no estaba de acuerdo. Aún cuando se puede
considerar como una respuesta inmediata e impensada, yo me decía que si lo anticipaba, quizás
podría evitar reaccionar violentamente. Me dije que un curso de autodefensa podría ser eficaz en
estos casos como una alternativa para contrarrestar estos ataques de los chicos agresivos y
algunos otros más violentos para evitar que ellos sean agredidos o violentados por los adultos que
intentan de defenderse a su manera.

Intentado de encontrar una respuesta, inferí en tres posibles respuestas: ya sea que se
responda de la misma manera, que se intente neutralizar el ataque o que sólo se intente de
proteger nuestro cuerpo pero ésto no nos protege de los golpes y se corre el riesgo de que se
termine muy mal. Así pues, escogí la vía de la neutralización del oponente.

En cuanto a los cursos de autodefensa que apuntan a dicha neutralización, había


escuchado hablar del Aïkido; de sus virtudes con técnicas a manos desnudas ayudándose de la
fuerza del adversario, o más bien de su agresividad y su voluntad de causar daño. 1 Entonces, la
cuestión sería ¿Cómo lograrlo? No tenía idea. Hasta el momento en que Joseph me mostró la vía.

Él tenía la costumbre de chocar la mano del otro y de hacerse chocar la mano, además
de que lo verbalizaba: “¡chócalas!”. Éste fue el gesto el que me serví para desviar sus gestos
inapropiados. Cada vez que se aproximaba hacía mí con la mano por delante yo ponía la mía para
que él la chocara y le decía: “¡Hola!”. He ahí el pequeño gesto que lo impedía acariciarme la cara.

Por otra parte, estaba siendo absorbida por las tareas universitarias para las cuales el

rival que es el personaje del mismo sexo y deseo sexual por el personaje del sexo opuesto. [...] Su eficacia reside en
el hecho de que hace intervenir una instancia prohibitiva (prohibición del incesto) que impide el acceso a la
satisfacción naturalmente buscada y liga inseparablemente el deseo y la ley (punto sobre el cual J. Lacan puso el
acento). En Laplanche,J. y Pontalis, J.-B., op. Cit., pp. 79-84. La traducción es mía.
1 Aïkido. (2008). En Wikipedia, la encyclopédia libre. Consultado en 2015 en https://fr.wikipedia.org/wiki/A
%C3%AFkido
tiempo apremiaba, y ciertamente parecía un poco triste y cansada. Sin embargo, estaba ahí con
los chicos. No me forzaba a hacer algo con ellos pero me quedaba respondiendo a sus
intercambios.

La primera situación en la cual me sentí desanimada fue en mi primera cercanía hacia


Grégoire. En primer lugar, le enseñé unos colores y unas hojas blancas para que las utilizara.
Pero Benjamin no estaba de acuerdo, él decía que yo debía hacer las actividades que yo
apreciaba para que el niño se sintiera interesado y que además estaba cayendo en lo educativo.
Yo le respondí que si hacía eso era porque quería hacerlo y porque quería mostrarle las
posibilidades del lugar de acogida. Como resultado, me sentía desanimada y no tenía ganas de
hacer ninguna actividad con los adolescentes, no me sentía libre de proponerles alguna actividad
ya que pensaba todo el tiempo que él me iba a reprender. Así que, leía, intentábamos jugar a
juegos de mesa y también participar a los quehaceres de la casa. Por ejemplo, los incitaba a
poner o a quitar las vajillas de la mesa.

Benjamin quería que hiciera más cosas pero yo no estaba de acuerdo con lo que él me
pedía, específicamente el aseo de la casa y el aseo de Joseph. Él no estaba de acuerdo con mis
proposiciones de intervención con los adolescentes, especialmente el hecho de explicarles ciertas
decisiones de su parte y que él tomara una cierta distancia respecto a Joseph.

De hecho, quisiera aprovechar para hacer un paréntesis sobre lo que podía ser, según
yo, el lugar de la estudiante de prácticas en un lugar de acogida. Así que para formularlo yo
mantenía diversos discursos. De la parte de la universidad se pregonaba un discurso sobre el
lugar del estudiante de prácticas del cual la base era la pasividad, es decir, una pasividad en el
registro del “hacer” para dejar lugar al otro de actuar. No debíamos sentir obligados a hacer, a
actuar. En corto, no estábamos ahí para hacer. Por lo tanto, tal entrega de tiempo y lugar dedicado
me hacía dudar sobre ciertos límites. De otra parte, en la literatura de Maud Mannoni, escuchaba
que el lugar del estudiante de prácticas era un punto de referencia para la Institución para situarse
frente a los chicos. Es decir, que nosotras y nosotros, en calidad de terceras personas, con otra
mirada fresca y nueva podíamos proporcionar la información necesaria para que los permanentes
pudieran orientarse en su trabajo a través la imagen que ellos nos enviaban.

Regresemos a mi experiencia en el lugar de acogida. Una mañana, Joseph no quería ir


a la escuela y Benjamin había usado todos sus recursos para moverlo del sofá. Entonces, decido
mostrarle un chocolate a Joseph, él lo ve y me sigue hasta la puerta del departamento; lo que nos
permitió ir a la escuela y evitar llegar más tarde de lo que ya estábamos. Benjamin me hizo saber
su desacuerdo hacia mi manera de hacer, me explicó cómo ese gesto podía ser malinterpretado.
Posteriormente, reconocí mi falta. Aunque de todas formas, no había pensado apropiarme de esa
“técnica”, era sólo la idea que había tenido en ese momento que nos podía haber hecho salir de
ese “juego”.

Añadidos a los reproches de tipo personal, no me sentía en la mejor acogida. Terminé


por pedirle qué era lo que esperaba de mí en ese lugar, pero no obtuve una respuesta lo
suficientemente clara que me permitiera posicionarme. Comprendí que tampoco lo tenía claro y
que no quería escucharme así que decidí abandonar el asunto y limitar mi presencia con los
adolescentes. Grave error. En ese momento, no sabía los efectos que dicha posición podía
arrastrar en ese marco.

Finalmente, el cambio de lugar de acogida había sido decidido. Benjamin me lo había


comunicado dos semanas antes de las vacaciones de verano. En su discurso, había percibido que
él esperaba a que yo interviniera en las situaciones más pesadas para él; sin haberlas expresado
en el momento. ¿Cómo podría saberlo? Echar a alguien así porque él no sabía cómo pedir ayuda
en el momento oportuno, me pareció exagerado.

Mucho tiempo después me dí cuenta que también era una de mis preocupaciones
porque lo pude haber hablado con alguien en la escuela pero pensaba que podría resolverlo sola.
En todo caso, le sugerí de no hacer lo mismo con las próximas estudiantes de prácticas, que esta
actitud -imponer tareas y el rechazo- dolían mucho.

Después comprendí el por qué la relación se había degradado mucho. Simplemente


era porque no quería escuchar a alguien que no me escuchaba. Caíamos, pues, en la
incomprensión y el rechazo de uno al otro. Lo que me llevo a una creencia de yo-todo-lo-puedo
porque durante un momento, llegué a pensar que este trabajo se podía hacer sin la ayuda del
otro. Así pues, yo me las arreglaba sin él, pero era solo una ilusión obstinada.

Por otro lado, desde los primeros días, la dinámica del lugar de acogida evolucionaba
en una rutina que comenzaba a instalarse de la siguiente manera: Me despertaba media hora más
temprano que los chicos. Como el permanente del lugar se duchaba en la mañana, él preparaba
el baño de Joseph todas las mañanas. Él despertaba a Joseph mientras yo a Grégoire. Una vez
que Grégoire estaba vestido -por él mismo pero siempre con la presencia de alguien más-,
desayunábamos juntos en la cocina. Luego el permanente nos alcanzaba en la cocina después de
haberse asegurado que Joseph tome su baño durante media hora. Pasados los 20-30 minutos,
Benjamin le hacía saber que él tenía que poner fin al baño e irse a su recámara a vestirse. Yo ya
había escogido su ropa y se los había dado para que se vistiera y se calzara solo. Sólo le
amarraba las agujetas. Benjamin le daba una galleta y un vaso de su bebida preferida antes de ir
a la escuela.
Al regreso de la escuela, Benjamin cocinaba, yo me quedaba en la sala-comedor con
los chicos donde cada uno era libre de hacer lo que quisiera. Poníamos la mesa juntos, Joseph,
Grégoire y yo; y luego pasábamos a la mesa a cenar. Grégoire no tomaba casi nunca el postre.
Luego, él tomaba una ducha para ponerse su pijama e irse a dormir a las 20h30, 21h. Joseph se
iba a dormir siempre más tarde, a las 22h, a veces 22h30.

JOSEPH, 20 años. Acogida de 5 días a la semana.

En el desayuno Joseph tenía a veces la costumbre de tirar pedazos de comida por la


ventana, pero también le daba por escupir el refresco por las ventanas a cualquier hora del día.
Sus gustos culinarios han sido siempre muy limitados y sus maneras de comportarse estando en
la mesa no son refinados. Aún sabiendo utilizar los cubiertos, él prefiere comer con las manos. Se
limitaba a todo tipo de salchichas y gaseosas. Se mostraba siempre atraído por los olores cuando
se estaba cocinando, al punto de ir a la estufa y levantar las tapas de las cacerolas para oler los
aromas. Joseph no habla para entablar una conversación, cuando mucho uno lo puede escuchar
expresar sus solicitudes muy específicas de necesidades básicas de las que no se puede
abstener o también se le puede escuchar canturrear canciones infantiles. Él estaba pasando por
un periodo de anorexia muy severo, del cual se repuso unos días después de su llegada al lugar
de acogida.

Un día, Benjamin tuvo la idea de pedirme mi iPod para hacerle escuchar sus canciones
infantiles favoritas, para ello se sirvió de unas bocinitas móviles y cuando Joseph escuchó la
primera canción: “El león ha muerto esta noche”, sus ojos se abrieron bastante y me miró de un
aire sorprendido. Enseguida, se quedó cautivado por la música e incluso, él cantaba la canción.
Estuvo muy contento y se fue a dormir apaciblemente después de haber escuchado su repertorio
favorito. Esa misma semana, él se mostraría más contento y le volvería el apetito. ¿Qué se repetía
en escuchando esta canción? Es una canción sobre la muerte del rey de la selva. ¿Estaría
proyectando sus deseos edípicos -matar al padre por poseer a la madre-? Quizás a través esta
canción él podía expresar, calmar sus angustias.

Joseph es un chico que goza de una cierta autonomía. Por ejemplo, vestirse y calzarse
lo hace sólo salvo amarrarse las agujetas. Lo ayudo a hacer la maleta, y a vaciarla sólo al
principio. Acomodaba su ropa en los cajones y eventualmente le ayudaba a ponerlos en orden,
asimismo a hacer la maleta todos los viernes. Nadie me había explicado exactamente el objetivo
de una estancia en un lugar de acogida, todo estaba resumido en un “acompañamiento”. Por mi
parte, una de las primeras tareas que pude identificar fue la necesidad de poner límites.
Una de las situaciones que me ayudó a percibir esa necesidad de límites, necesaria
para promover una vida en comunidad, fue, por ejemplo, cuando Joseph se aventaba sobre
cualquier chica para acariciarle la cara. No importaba si ella estuviera de acuerdo o no, él sentía
una gran necesidad que todo límite por la palabra o una prohibición o precaución tomada por la
persona concerniente lo molestaba. A tal punto de intentar varias veces y tocarla a toda costa.
Forzosamente esto me parecía problemático en la relación con él, porque me encontraba sola a
ocuparme de este tipo de comportamientos que yo sentía demasiado invasor hacia mi persona.
Es decir, yo no tenía el apoyo del permanente del lugar.

Me dí cuenta que tenía que actuar rápidamente ya que llegaba al punto de no querer
interactuar con Joseph. Tenía que tomar en cuenta que este tipo de actos no estaban dirigidos
hacia mí en particular. De ahí que una de las preguntas que se hacían en la universidad: ¿A quién
nos dirigimos en la transferencia1? Me vino a la cabeza. Asimismo, estos gestos no tenían un
objetivo específico como hacerme enojar sino que ellos pertenecían a su imposibilidad de lidiar
sus pulsiones.

Entonces, me preguntaba cómo lidiar con éste tipo de comportamientos que no son
forzosamente dirigidos y que no tienen “responsable”? Como responsable, me refiero a la idea
sostenida sobre la calidad de responder a sus actos. En el diccionario Larousse 2, se menciona
una obligación a responder a sus actos y a pesar sus consecuencias. ¿Cómo Joseph podría tener
una idea de las consecuencias? ¿Es mostrándoselas, que tomaría conciencia? ¿Es ésto posible a
través de la imposición de un cierto límite? ¿De qué tipo de límites podemos hablar? Al menos,
mostrarle la línea a no traspasar me parecía importante a resaltar.3

Aparentemente sólo tenía que lidiar con el gesto, la impulsión que nacía en el otro. Me
dije que tenía que encontrar la manera de desviarlo. Me pasó por la cabeza la absurda idea de
encerrarlo en su cuarto si continuaba pero eso no solucionaría nada, ni para él ni para mí porque
de todas maneras continuaría a hacerlo. Sin embargo, yo desarrollaba una capacidad de
respuesta automática cada vez que él se acercaba para acariciarme la mejilla, hay que agregar
que el chico tiene una tendencia a acariciarse el pene o a rascarse el trasero y después tocar las
caras.

1 Transferencia: En psicoanálisis es designado, el proceso por el cual los deseos inconscientes se actualizan sobre
ciertos objetos en el marco de un cierto tipo de relación establecido con ellos y enormemente en el marco de la
relación analítica. En Laplanche, J. y Pontalis J.B., op.cit., p. 492. La traducción es mía.
2 Responsable (2012). En Larousse de poche. Paris: Larousse. p.707.
3 Hoy en día, encuentro una posible respuesta en el capítulo de La agresión y su relación con el desarrollo afectivo,
ahí Winnicott habla sobre la condición de un yo bastante estructurado como para que la cólera, emoción fuertemente
expresada, pueda tomar parte y en consecuencia tener miedo de las represalias; así la destrucción devendría una
responsabilidad del yo. Winnicott, D. (1969) De la pédiatrie à la psychanalyse, Paris: Payot. pp. 158-159. Y yo
agregaría, que eventualmente podría desarrollarse un deseo de reparación. Klein, M. (1968) Psychanalyse d'enfants.
Paris: Payot. p. 144. La traducción es mía.
Por su lado, él también desarrollaba una manera de acercarse. Hasta llegaba a utilizar
la cabeza cuando ya le había agarrado las dos manos. Más adelante, él iba a proceder por efecto
sorpresa al momento en el que le daba la espalda. Tenía dificultad para enojarme con él,
simplemente no quería. Al principio pensaba que ponía a prueba mi capacidad a enojarme; como
todo adolescente hace en su casa para experimentar la autoridad parental. Dicho de otra manera,
a buscar los límites.

En fin, me percaté del hecho que tenía la costumbre de hacerse chocar las manos.
Luego, lo utilicé para desviar la intención de querer acariciar a toda costa. Le decía: “¡Hola!” o
“¡Buenos días!” y él caía redondito en mi táctica. Hasta llegó a proyectar su cólera golpeando tan
fuerte que la otra persona reaccionaba al dolor. Era como si él utilizaba a la otra persona para
expresar lo que él no sabía cómo pero que sentía. También logró obtener una reacción de
descontento de mi parte cuando se acercaba a mí con la intención de chocar mi mano muy fuerte.
Al último minuto yo quitaba mi mano y le decía: “no voy a dejarte chocar mi mano muy fuerte
porque me duele”, o “si estás enojado, vé a otro lado y regresa cuando estés menos enojado”.
Igualmente me había dado cuenta que estaba menos enojado después de haber logrado chocar
mi mano dos o tres veces seguidas. ¿Sería su medio para descargarse de su cólera? Y sin
embargo, no estaba de acuerdo con esta manera y le expliqué claramente que habían otras
maneras de reaccionar sin lastimar al otro.

Imponerle límites no ha sido fácil, sobre todo cuando se trata de sus rituales, por
ejemplo en el momento de terminar la ducha o el baño. Nunca había estado de acuerdo con la
idea que se apropiara del baño habiendo otras personas que esperaban para ducharse antes de
ir a la escuela. Entonces, una vez interrumpí su baño y le dije que tenía que terminarlo porque
Patrick debía ducharse. Evidentemente, no le había gustado la idea y mucho menos a mi manera.
Al momento de quitar el tapón para evacuar el agua, se enojó. Me tendió la mano para que le
regresara el tapón y continuara con su baño; pero me rehusé y en eso recibo un cabezazo de su
parte. De por sí estaba molesta con la idea que tuviera que ser yo quien debía hacerlo. Me sentía
sola frente a esta gran tarea. Ya que, aparentemente, el permanente tenía dificultades para
imponerle límites: ya sea donde el respeto hacia los otros primaba, o sólo para imponerles. El
hecho de encontrarme sola frente a esto no favorecía un estado mental que me permitiera pensar
a una reacción más sutil.

De por sí ignoraba que dar cabezazos le era usual cuando era más joven. Aún más
ignoraba que él había sido un chico muy agresivo y molesto hacía todos, de tal manera que
habían gentes que le huían. Me enteré en ese momento después que Benjamin lo regañó. A eso
agregaría que yo no debía interrumpir así su ritual y que era por eso que me había golpeado. Yo
estaba visiblemente muy molesta.
No obstante, de este pasaje que habla de la relación de Joseph con el baño, se debería
tomar en cuenta la importancia de la imposición de un “ritual” para llevar a cabo una práctica.
Freud señala en su texto de 1907 sobre los actos obsesivos y las prácticas religiosas de la
tonalidad que este tipo de actos compulsivos puede tener en la vida cotidiana. Es decir, actos que
a primera vista pasarían por banales pero que tienen una significación importante para el que la
ejerce. El sujeto está tan atado a ellos que no podría abstenerse.

Así, él muestra en su análisis sobre la observación hecha a los comportamientos


“ceremoniales” y su estrecha relación a los ritos religiosos describiendo un matiz hacia los motivos
conscientes e inconscientes que someterían al sujeto a tales prácticas. Entonces, Freud
explicaría:

“Podemos decir que aquel que sufre de compulsiones y de prohibiciones se comporta como
si estuviera bajo el imperio de una conciencia de culpabilidad del cual del resto no sabe nada, por eso
de una conciencia de culpabilidad inconsciente [...] por otra parte esta conciencia de culpabilidad hace
surgir una angustia de espera siempre a los acechos, [...]” 1

En ese sentido, la persona estaría solamente asegurándose una “protección” para


evitar posibles represalias.

Con la llegada de Patrick al lugar de acogida, precisamente un mes después su


apertura, la dinámica cambió. No nos centrábamos en un solo chico y podíamos dejarlos sin
supervisión. Debo confesar que eso ha mitigado un poco las tensiones en cuanto a nuestras
maneras de acercarnos con los otros dos chicos, Joseph y Grégoire. Ya que Benjamin se ocupaba
particularmente de Joseph no me quedaba de otra que ocuparme de Grégoire. Yo no quería que
el trabajo se fijara así. Fue una de las razones por las cuales yo comenzaría a intervenir en esa
relación fusional entre ellos. Por otro lado, la llegada de Patrick me permitió también de tomar una
cierta distancia con respecto a los otros chicos, y también el hecho que podíamos entablar una
conversación con él permitía de prolongar un poco más esta distancia.

Una de las cosas que percibí al comienzo de mis prácticas es que ciertos adolescentes
llegan a expresar sus solicitudes diciendo “Tu” pero refiriéndose a ellos mismos. Es decir que ellos
hablaban de ellos mismos a la segunda persona del singular. Por ejemplo, un día Joseph pidió
una ducha diciendo: “¿Tu te duchas?” eso me sorprendió porque era la primera vez que lo
escuchaba expresarse muy claramente, para resumir, él formulaba una frase. Él quería

1 “On peut dire que celui qui souffre de compulsions et d'interdictions se comporte comme s'il était sous l'empire
d'une conscience de culpabilité dont au reste il ne sait rien, donc d'une conscience de culpabilité inconsciente [...]
d'autre part cette conscience de culpabilité fait surgir une angoisse d'attente toujours aux aguets, [...]”. Freud, S.
(1907) Actions compulsionnelles et exercices religieux in Névrose, psychose et perversion, (12e éd.:2002) Paris:
Presses universitaires de France. pp. 138-139.
verdaderamente eso e hizo el esfuerzo de dirigir su solicitud al otro. Pero, ¿En dónde se
encuentra la imposibilidad de integrarse en la frase de la solicitud? ¿Se ve en el otro? ¿Piensa
que el otro es una extensión de él mismo? ¿De dónde viene esta incapacidad a integrar el
pronombre “yo”? ¿Quizás un deseo de moverse a través del otro? ¿Sólo podía ver sus deseos
proyectados a través las acciones del otro? ¿Qué -de esto- sería en él inamovible?

Otra experiencia más conmovedora e impresionante se produjo cuando fuimos a


pasear por la ribera del río de la Marne en el mes de mayo del año pasado. Benjamin y Grégoire
se paseaban de un lado y Joseph y yo del otro donde había un muelle. Ahí, reflexionaba a un
posible discurso para los padres sobre la confianza, dado que autorizaba a Joseph a pasearse a
voluntad y “jugar” a las orillas de la Marne.

Él terminó por acercarse a la orilla y tuve que prohibírselo. Le dije varias veces que
tenía que tener cuidado. Él obedecía pero se acercaba otra vez. Entonces, Benjamin que pasaba
por ahí me dijo que no debía preocuparme porque: “él no se caerá nunca... estos chicos tienen un
supersentido del equilibrio”. Le creí porque ese mismo día cuando fui a buscarlo a la escuela, lo
había encontrado meciéndose sobre una silla y equilibrándose sobre las dos patas traseras de la
misma al mismo tiempo que se impulsaba con sus pies. A pesar de la preocupación que eso
pudiera producir al ver el peligro, él no se cayó. En ese momento, no quería decirle que debía
tener cuidado porque corría el riesgo de desconcentrarlo y que cayera.

Así que cada vez que se acercaba y se equilibraba en la orilla del muelle, yo me repetía
las palabras de Benjamin “no se caerá nunca” , cuestión de calmar mis angustias que no le
aportarían nada, por que también me decía que podríamos confiar en él. Yo seguí viendo que él
continuaba a equilibrarse en la orilla del muelle y no se caía. Pero de todas formas empezaba a
pensar en qué podría hacer si él caía al río. ¿Tirarme al río? ¿Ir a buscar ayuda? ¿Gritar por
ayuda? Y de repente... se cae.

Cae en el río y tiro mi chamarra al suelo, corro y me hinco a la orilla del muelle para
darle la mano, él la toma pero no logro sacarlo del agua, es muy pesado. Intento varias veces
sacarlo del agua, jalando su brazo con todas mis fuerzas pero no lo logro. Se da cuenta de mi
incapacidad a sacarlo del río y me suelta, se sumerge y nada a la orilla del río. No lo pierdo de
vista, ya lo esperaba allá pero también me era imposible sacarlo sola. Enseguida Benjamin llega
porque había entendido el sonido que Joseph había hecho al caer, y de una mano lo saca del
agua. Enseguida intenta bromear con él y explicarle lo que había pasado. Durante ese tiempo, yo
había ido a buscar su chamarra. Una vecina nos prestó una toalla y le pusimos chamarras secas.
Llegando a la casa tomó un baño caliente en el cual canturreaba. Me arrepiento sobre todo de mi
incapacidad a pedir ayuda en ese momento.
Lo que he aprendido de esto hace notar una falsa e inútil creencia de yo-todo-lo-puedo
que hubiera podido haber terminado mal. También de una diferencia entre mis angustias y el
sentido de alerta. ¿Hasta donde podría permitirme prohibir? ¿De intervenir en lo real? Fue
investigando sobre las angustias en el Vocabulario del psicoanálisis que encontré un nombre a los
sentimientos que experimenté ese día. El término apropiado era Angustia frente a un peligro real1.
Así pues, se tendría que hacer la diferencia entre la angustia que surge en la ausencia de un
objeto y esta angustia que era consecuente de la realidad. ¿En qué eso me concernía? ¿Porqué
experimentaba esa ansiedad a través sus actos? ¿En qué momento me había ligado a él al punto
de experimentar quizás lo que él debió sentir?

Eso coincide con el concepto de identificación proyectiva normal donde el infante


utilizaría el aparato psíquico del otro para traducirle sus sensaciones irrepresentables para él
mismo; al apoyarse en las sensaciones de las emociones y sentimientos y hacerlas vivir al otro.2

Por otro lado, dos meses después de haber comenzado oficialmente el lugar de
acogida, el educador especializado me pide de hacer el aseo personal de Joseph. A pesar de mi
sorpresa ante esta solicitud, acepto bajo la condición que él me enseñe el procedimiento porque
no tenía ninguna idea de cómo actuar en tal situación. Digamos que bañar a un joven adulto no es
una actividad a la que estaba acostumbrada. Entonces, le pido que me muestre cómo lo hacía él
para que yo lo hiciera la próxima vez.

En ese momento veo que el educador especializado asiste a Joseph, me explico,


Joseph no es el que dirige la ducha. Después de haber terminado, conversamos sobre mis
observaciones. Le explico que cuando mucho me pondría el guante de ducha de manera
“simbólica” para acompañarlo pero que no tenía ninguna intención de tocarlo. Entonces surgió una
discusión. Le hice saber que Joseph podría arreglárselas solo y que no habría necesidad de la
presencia de alguien más para hacerlo. No estuvo de acuerdo, él piensa que el adolescente
tendría dificultades para arreglárselas solo.

Por otra parte, las actividades al exterior se pasaban en una armonía extraordinaria.
Hacíamos pícnics y paseos por el bosque. Una vez hicimos un pícnic en el parque de Créteil.
Joseph se sintió muy atraído por los caballos que estaban detrás del encierro, sin miedo se acercó
y lo invité a acariciarlos. Los chicos se portaron bien y no tuvieron crisis. Joseph no quiso comer
pero tampoco le impidió de ir a pasear por ahí cerca. El hecho que rechazara la comida me ponía
triste y yo insistía pero era en vano. Al menos en el parque tenían la oportunidad de jugar. Para
Joseph era el columpio y para Grégoire era el tiovivo. Joseph paseaba siempre con la mirada
hacia el suelo, atento por donde caminaba.

1 Angoisse devant un danger réel. En Laplanche, J. y Pontalis J.B., op.cit., p.29.


2 Ciccone, A. y Lhopital, M., (2001), Naissance á la vie psychique (2e ed.) Paris: Dunod. p.27.
Una de las situaciones más estresantes que viví en el lugar de acogida fue esa vez que
regresábamos de este paseo en el parque. Veo al educador que regaña a Joseph en el parque, le
pregunto por qué y me responde que me contará después. A la hora de la cena, Joseph se
prepara a comer antes de que todo el mundo sea servido y en eso Benjamin lo para de golpe
atrapándole la mano y lo saca de la mesa, lo conduce a su recámara a pesar de su fuerte
oposición y unos minutos después va a buscarlo pero Joseph rehúsa comer. Él está visiblemente
triste. Después de la cena, mi colega me cuenta que en el parque, Joseph le había escupido,
razón por la que él se había enojado y lo había llevado a reaccionar así. Le dije que debería
explicar todo a Joseph para que él sepa las razones de esa reacción, que el permanente estaba
desbordado por sus emociones y que nosotros, como él, nos resulta difícil controlarlas. Aún así él
rechaza mi propuesta, entonces pienso que alguien tiene que hacerlo y hablo con Joseph para
explicarle lo que acaba de pasar. Al comienzo él estaba enojado pero me miraba a los ojos cuando
le hablaba. Terminó por calmarse y fue a su recámara pero sin querer comer ni beber. Así pasará
varios días como costumbre.

Mi última semana en el lugar de acogida fue agradable, el ambiente era menos tenso.
Coincidía con la semana previa a las vacaciones de verano. Para ese entonces ya había hablado
con los adolescentes de mi partida hacia otro lugar de acogida. Así, una mañana antes de partir a
la escuela, sentada en un sillón de la sala con Joseph que merodeaba por el departamento, él se
acerca a una planta que parecía mucho a una palmerita y de un golpe le arranca una rama para
dármela. Estaba muy asombrada por ese acto, que sentí como viniendo de alguien que te da una
flor. Le agradecí por el bello gesto y aproveché para explicarle que las plantas necesitan tierra y
agua sino pueden morir así que la planté de nuevo en la misma maceta.

Para la fiesta de fin de año escolar, yo estaba sentada en la mesa con los demás
adultos y adolescentes mientras que Joseph se paseaba por todos lados en la escuela. De
repente, llegó hacia mí y me dijo: “Ha'-la'-'gujeta'”. Yo no había entendido nada así que le pedí que
repitiera dos o tres veces hasta que me dí cuenta que me había puesto el pie enfrente para que le
amarrara las agujetas. Fue gracias a ese gesto que había comprendido lo que quería. Sin eso,
nunca hubiera imaginado que él pudiera hacerme tal solicitud ya que durante esos tres meses que
yo había estado ayudándolo a amarrarle las agujetas, él nunca verbalizó la solicitud. Bueno,
tampoco había tenido la necesidad porque yo estaba siempre a su lado para asegurarme que él
se vista o se calce.

GRÉGOIRE, 16 años. Acogida de 4 días por semana alternado con estancias en familia sustituta.

En cuanto a Grégoire, sus interacciones caían más bien en la provocación. Su ecolalia


se basaba en la angustia de las ausencias de las personas que se ocupaban de él,
específicamente sus padres y su familia sustituta en Provincia. Por ejemplo, pedía varias veces,
cuándo vería a su padre: “¿Papá tu lo verás...?” y el interlocutor terminaba la frase. Él tiene una
facilidad para aprender las fechas de sus viajes entre la familia sustituta, su propia familia y el
lugar de acogida. De hecho, está muy atraído por los calendarios en los que se apoya para
mostrar a los demás las fechas más importantes para él. Entonces, ¿Porqué pedirnos algo que ya
sabe?¿En qué medida el responderle lo podría tranquilizar?

Benjamin y yo hablábamos sobre lo que le pasaba a Grégoire. Intentábamos


comprender su angustia que apuntaba a la ausencia de alguien cercano a él. En suma, sus
solicitudes expresaban una pena debido a la separación. Yo no encontraba la manera de que
pasara a otra cosa. Si seguía su discurso, podíamos pasar mucho tiempo en la misma cosa. El
chico no pasaba a otra cosa y pedía todo el tiempo los mismos futuros eventos. Por ese motivo,
intenté mantenerlo en el presente, le preguntaba ¿Dónde estamos? ¿Con quién? Para ver si se
calmaban sus angustias mostrándole un ambiente seguro del que podía disfrutar ahora.

En su proyecto de acogida, por el cual Benjamin se cuestionaba mucho; nada apuntaba


a un trabajo sobre sus angustias de separación que ya padecía. Mucho menos un trabajo sobre la
ausencia-presencia de personas de su entorno. No me daría cuenta de todo esto que después de
haber terminado mi estancia en el lugar de acogida, porque en ese momento estaba muy
absorbida por un trabajo universitario muy importante a entregar del cuál la temática de
investigación era muy diferente.

Por otro lado, sus ecolalias no me molestaban realmente. Lo que me llamaba la


atención era que sus solicitudes -muy repetidas- se inscribían siempre en el futuro. Así pues,
intenté de calmarlo, en la medida de lo posible, y mantenerlo en el presente. Porque para él, la
espera le parecía insoportable.

Él percibía fácilmente las reacciones de los demás frente a sus crisis y los utilizaba a su
provecho para provocar reacciones de cólera en el otro y correr el riesgo de ser maltratado. Es lo
que hacía también en la escuela. Por otra parte, cuando tenía sus crisis, él se miraba en el espejo
o otra superficie reflectora como la puertita del microondas para contemplarse en plena
desesperación en medio del llanto, él pegaba unos gritos ensordecedores frente a su propia
imagen. Él se encontraba preso en un torbellino, el principio mismo de un círculo vicioso.

De él, su ecolalia no me molestaba. Él podía repetir sus preguntas y yo no iba a repetir


la respuesta por lo mucho. Cuando él comenzaba a pedir sin cesar la presencia de su padre, le
respondía una vez e intentaba no repetirme varias veces, de este modo me quedaba tranquila e
ignoraba su “juego”. Por el contrario, Benjamin era más sensible a eso y Grégoire se daba cuenta.
Entonces, se servía con cuchara grande de la situación. Cuando me dí cuenta que las acciones de
Grégoire eran dirigidas a Benjamin, intervenía y lo enviaba a su recámara, allá él podía repetir
todo lo que quisiera sin molestar a los demás. Además le había dado como instrucción de no
regresar hasta que estuviera más tranquilo. ¿Porqué intervenir y no haber dejado a Benjamin
marcar el límite? Benjamin intentaba, pero a mi parecer su reacción reforzaba la actitud de
Grégoire porque él obtenía lo que buscaba: una reacción de cólera. Él caía en su juego.

Una vez, en medio de la noche, él tuvo una crisis de angustia tan fuerte que temía que
sus gritos y llantos pudieran ser entendidos por los vecinos y causarnos problemas. Él gritaba muy
fuerte desde su recámara. En eso Benjamin fue a verlo para hablarle, se calmó pero volvió a
comenzar poco tiempo después que mi colega saliera de su recámara. Era mi turno, fui a verlo a
su recámara y le hablé muy bajito, con la intención que él bajara la voz para escucharme. Él subía
la voz y yo le recordaba que yo no hablaba con la voz alta. Sosteniendo su mirada, le decía que él
podía controlarse, que él podía calmarse y que era la hora de dormir. Después de algunos minutos
me dijo con una vocecita: “Buenas noches”, como diciéndome: “sal de aquí, ya no hay ningún
problema”. Ya no gritó por el resto de la noche, pero la siguiente noche volvió a comenzar de la
misma manera. No osé intervenir porque era a Benjamin a quien reclamaba en sus gritos y
además no quería intervenir todas las veces que gritara.

A Grégoire le gusta mucho la música, de hecho tiene la costumbre de poner la radio en


la mañana antes de ir a la escuela. Es un chico autónomo para ducharse, ir al baño y sabe comer
correctamente con los cubiertos. Pero para vestirse, hacer y vaciar su maleta, necesita que
alguien se quede con él. En el parque, le gusta mucho el contacto con los otros niños, incluso los
buscaba. Su juego preferido es el tiovivo, una vez se cayó por la fuerza centrífuga y sin miedo
quiso intentarlo de nuevo.

Podría decir que he “jugado” con él en dos ocasiones. La primera vez fue una mañana
que estaba -particularmente- de buen humor. Entro en su recámara y le digo: “¡Buenos días!”.
Toco a la puerta y me acerco a despertarlo sacudiendo el colchón con las manos, como imitando
un terremoto. Una vez despierto, se tenía que levantar así que le robé el edredón. Se irguió para
quitármelo de las manos y taparse. Decididamente la recupero y salgo de la recámara. De esta
manera no le quedaba de otra más que levantarse. Me siguió por todo el departamento queriendo
recuperarla de nuevo. Parecía el juego del gato y el ratón. Enseguida regresamos a la recámara y
le dije que se la regresaría pero con una condición: que se vistiera para ir a la escuela. Lo hizo
rápidamente y puse el edredón sobre su cama antes de irnos a desayunar a la cocina. Un poco
antes de partir, llega con el edredón mirándome y riendo como para jugar otra vez. Estuve
sorprendida pero no sabía cómo pararlo porque debíamos ir a la escuela. Él haría lo mismo otro
día, pero esta vez iría más lejos, se pondría la pijama y se acostaría otra vez fingiendo dormir.
La segunda vez que jugué con él fue un día que fuimos a pasear por el bosque, de
regreso tomábamos el camino que nos llevaría al estacionamiento. Tuve la idea de provocarlo
para ver hasta donde podría soportar y tener el reflejo de defenderse. Yo lo molestaba
empujándolo como si él se metiera en mi camino, a veces aventándome contra él. No respondía,
entonces no sé por qué empecé a patear el suelo muy fuerte y ahí me imitó. Luego, lo rebasé y
comenzamos a correr como en una competencia y él me miraba. Él me invitaría a jugar de nuevo
pateando en el suelo a mi lado.

Yo no comprendía bien esta interacción. Mi meta era de hacerlo reaccionar, de


despertar en él un lado agresivo, útil para defenderse y terminamos jugando. Lo que había
planeado no había funcionado. Yo había cambiado de opinión muy rápido. Sin preaviso había
abandonado una idea y apoyado en otra que sería retomada por él. Había pensado en el hecho
que quizás él había aprovechado del momento donde no sabía qué más hacer para introducir su
consigna como proponiéndome algo; cuando de mi lado yo no tenía nada mas que ofrecerle.
¿Quizás eso le era insoportable?

Una de las cosas que más me sorprendió en Grégoire, fue una vez que estábamos
cenando. Había expresado por primera vez: “Yo quiero...”. Probablemente porque había
comprendido que así se hacía entender mejor. Benjamin no lo tomó en serio y solamente la
segunda vez le dijo que: “ No porque dices “Yo” estamos obligados a darte lo que tu quieras”.
Luego Grégoire agregaría a la frase: “Por-fa-vor-Ben-ja-min”. Es importante de precisar que la voz
de Grégoire tiene mucho parecido al tono de voz de un niño de 4 años un poco burlón. En mi
parecer, quería provocarlo otra vez.

PATRICK, 16 años. Acogida de 2 días a la semana.

Patrick es un gran chico que se ve tambaleante, inseguro, frágil en su manera de


posicionarse frente a los demás. Es un chico que pedirá todo el tiempo si lo que quiere hacer está
bien o mal. Sobre todo, tiene una tendencia a abordar la cuestión: “¿Es que tengo derecho a...?”
Como buscando sus límites pero también inseguro de sus opciones.

No fue muy bien recibido por Joseph desde el primer día de su llegada al lugar de
acogida. A penas se bajó del coche para entrar en el edificio Joseph le dio una patada. A partir de
ahí, Patrick le tendrá miedo a tal punto que le huirá siempre.

Este chico estará muy seguido en una ambivalencia en relación a su presencia en “Les
Aunettes”, ya que dirá que no le gusta pero que se divierte de todas formas. Yo le hablé en el
desayuno del hecho de ser sincero con uno mismo. Benjamin y yo hablábamos del hecho que
para su madre es muy difícil dejarlo dos días en el lugar de acogida. Esta situación podría ser
percibida como una traición de su parte si expresaba el deseo de quedarse más tiempo o de
aceptar que le gustaba quedarse en “Les Aunettes”.

Es un chico que le gusta mucho los juegos de mesa y que tiene una buena memoria de
las personas y del lugar donde las conoció por primera vez. Pondrá a prueba estos conocimientos
preguntando: “¿si ves quién es...?” o “¿Tú estabas en “Les Aunettes”, no es cierto?”.

La relación que tiene con su cuerpo es un poco complicado de explicar. Cuando se


siente contento o ansioso lo hace saber saltando o moviendo los dedos de la mano o aplaudiendo
de modo un poco desesperada como si sus sentamientos lo desbordaran. Igualmente su relación
con el equilibrio es complicada ya que se le dificulta saltar con los dos pies un escalon. Se detiene
frente al escalon, reflexiona mucho, se prepara a hacerlo pero termina por no hacerlo porque es
demasiado “peligroso”.

Ha demostrado autonomía y organización para prepararse en la mañana para ir a la


escuela. Estaba titubeando en el momento preciso de apropiarse del espacio disponible para sus
cosas personales, le era difícil de instalarse en su recámara, ordenar su ropa en los cajones y
encontrar un lugar para sus cosas. ¿Es que con ese gesto estaba mostrando su oposición a
quedarse ahí? O ¿Pensaba que instalándose ahí no regresaría a su casa?

SÍNTESIS

Las preguntas que puedo subrayar en cuanto a estos incidentes son alrededor de la
valorización del trabajo en equipo y los límites del espacio psíquico de cada uno. Es decir, eso que
me parece intolerable e impide un espacio para recibir y tratar las diferencias de y con el otro. De
hecho, resalta la pregunta: ¿Se puede trabajar individualmente con estos chicos?¿En qué marco?
¿Qué tipo de relación con mis colegas podría ser emprendido para favorecer el apoyo a los
chicos?

Dado que el dispositivo de los lugares de acogida han sido concebidos sobre la base
de los intercambios y encuentros con otra configuración que el modelo parental de donde
provienen; me parece que un trabajo basado en una relación fusional (adulto-niño) no es
adecuada ya que muchos de entre ellos le sacan partido en el seno de su propia familia.
En cuanto a mi propio espacio psíquico: ¿Porqué no podía aceptar otra forma de
trabajo? Si uno trabaja para el acompañamiento y pues, la inclusión y la aceptación de estos
chicos en una sociedad, ¿Porqué no podía aceptar la forma de trabajo de mi colega? No
estábamos de acuerdo. Él rechazaba mis propuestas y yo rechazaba su “enfoque”, al punto de
que en el último mes cada quién trabajaba según sus conveniencias.

¿Cuál es el efecto en los adolescentes del rechazo de un semejante? Digamos, ¿de un


colega? ¿Cómo puedo pretender aprender a trabajar con las diferencias de estos adolescentes
cuando yo rechazo la manera diferente de proceder de mi colega? ¿Porqué era más fácil de
aceptar las diferencias de los chicos que las de mi colega? No me molestaba que los
adolescentes hicieran cosas de otra manera pero no era el caso con mi colega.

¿El trabajo con la aceptación atañe siempre algo del orden de lo incondicional?
¿Poseemos el espacio psíquico necesario para establecer relaciones diferentes con todas las
particularidades de cada ser humano? Para resumir, era difícil no ser valorada por mi colega, o en
todo caso es lo que dejaba entrever. Como estudiante de prácticas, estaba ahí principalmente
para aprender de él un marco adecuado al lugar de acogida, pero al final, fue a través de la
convivialidad con los chicos que aprendí más. En tres semanas sentí que había aprendido más
que en tres meses en el hospital de día.

En suma, pudo experimentar una falta de experiencia para trabajar con otra persona,
especialmente para manifestarle mi desacuerdo. ¿Cómo manifestar una desaprobación sin herir al
otro? ¿Quién tendría la responsabilidad de eso? ¿Es el que demuestra una oposición o el que la
recibe?¿Es que eso compete de una estructura narcisista bastante estable para recibir cualquier
crítica? O ¿sólo tener conciencia de sí mismo bastaría para reconocer sus propias faltas?

Ignoraba que la relación con un colega, esa que se construye a largo plazo, debería ser
privilegiada en comparación con la de los adolescentes que están ahí por periódos cortos. Aprendí
también que privilegiar la relación con un adolescente no tenía sentido, siendo que un trabajo
hacia la autonomía debía ser efectuado.

2.- Lugar de acogida “182” Periodo: de septiembre 2014 a julio 2015.

En respuesta a la solicitud de Benjamin para cambiarme de lugar de acogida, la


escuela me propuso para el nuevo año escolar otro lugar de acogida. Esta vez sería una casa
grande. Fui entonces colocada en el lugar de acogida llamado “el 182”.
Es una casa antigua situada en la calle General Leclerc en Créteil y es uno de los
primeros lugares de acogida a los que Maud Mannoni se dedicó. La casa es de estilo francés
hecha de piedra con fachada en mampuesto y un techo con doble vertiente. Detrás de la casa,
hay un gran jardín con sillas y una gran mesa de madera y delante de la casa un patio con una
fuente con plantas y flores a su alrededor. El garage fue acondicionado en recámara para las y los
estudiantes de prácticas y dispone de una terraza con una mesita y sillas para desayunar si el día
lo permite.

Entrando a la casa, uno penetra en el comedor con una mesa para 6 personas. A lado
encontramos la sala decorada con muchas plantas y ramilletes muy bonitos con flores a renovar
todas las semanas, así como dos sillas y libros a libre disposición. Atravesando el pasillo hay una
cocina pequeña con una estufa de gas, un lava-vajillas, un viejo refrigerador y el lavabo de origen.
Cerca de la cocina se encuentra el medio baño y a lado la bodega para la despensa. Bajando las
escaleras llegamos al cuarto de lavado y a la sala de televisión, así como una cava utilizada para
guardar los blancos y objetos voluminosos.

En el primer piso se encuentran 3 recámaras, un baño completo y una bodeguita. En


una recámara duerme Lucien; al principio eran dos días por semana pero desde que la
reglamentación para las familias sustitutas cambió, él no ha podido regresar ella... lo hemos, pues,
acogido por la semana y los fines de semana va a casa de sus progenitores. La recámara
contigua es la de Mathias y, Pierre o Michel, eso dependerá de los días de la semana. Y la tercera
recámara es la de Loïc en principio de semana y de Louis el resto de la semana.

El segundo piso es reservado para el permanente del lugar, Lorenzo. Es un señor de


origen italo-argentino relajado y respetuoso con una fuerte presencia en la Institución. Maud
Mannoni le propuso de comenzar un proyecto de lugar de acogida en 1982 y desde ese entonces,
continua de acoger a los jóvenes adolescentes con dificultades psíquicas muy variadas.

Desde el primer día y presentado como un tipo de ceremonia, Lorenzo hizo entender
claramente a los adolescentes que: “La palabra de Karla vale lo mismo que la mía” y dirigiéndose
hacia mí, me dijo que tenía que tener cuidado porque a veces ellos podían aprovecharse del
hecho de ser de nuevo ingreso. Yo no veía en qué ellos podrían aprovecharse de mi presencia,
aún así, lo tenía en mente. No fueron las únicas palabras que hizo escuchar y que quería
transmitir con respecto a la persona que acababa de llegar. Sino, los gestos y las reglas impuestas
y que apuntan al respeto y a la convivialidad. Por toda la casa son válidas y para todos sin
excepción. Veía en todas partes sus intenciones, desde la manera en que cada cosa tenía su
lugar hasta la dinámica hogareña donde el tiempo y las personas tienen un lugar y un límite.
La rutina en el lugar de acogida esta instaurada de la siguiente manera: llego a la casa
por ahí de las 8 de la mañana. Subo al primer piso para despertar a los adolescentes tocando a
sus puertas y diciendo buenos días. Les pregunto si ya se levantaron y si ya se están preparando
para ir a la escuela. Siempre, Loïc abría su puerta para tenderme la mano y decirme buenos días.

Mientras que Lorenzo ponía música para despertarlos, uno puede escucharla que viene
de su recámara; él pone una canción diferente cada mañana. Su voz nos llega con pequeñas
sugerencias que ayudan a llevar la rutina del despertar, del estilo: “¡Abran las ventanas! ¡Para que
se vaya la noche!”. De vez en cuando, desde la cocina, Lorenzo se dirige a ellos diciendo: “¿¡ya
se están moviendo, chicos?!”. Para él lo importante no es de ir hasta ellos para hacer valer su
presencia.

Si es un jueves o viernes por la mañana, acompaño a Michel para que se vista, si no


bajo a la cocina pra preparar el café, la leche y el pan. A veces, es Lorenzo que lo hace, a veces
somos los dos. También me ocupo de preparar las medicinas en la mañana mientras que se visten
y hacen su cama antes de bajar a desayunar.

El momento de reunión en la mesa es muy particular. Ha sido muy dedicado hacia el


respeto, el orden y la palabra. Cada quién tiene su lugar y nadie se sienta en otro lugar que no sea
suyo. Todas las mañanas encuentran pan, café y leche tibia, diferentes sabores de mermeladas,
mantequilla, y crema de avellanas para untar. El jueves y viernes hay té de menta para Michel y
Louis. Todo está al alcance de todos de manera a que ellos se puedan servir solos -no tienen
excusas para no hacerlo- y nos comportamos con sensatez y cortesía con el fin de mantener y
aprovechar de un momento de paz.

En la mesa, es el momento principal donde degustamos la comida juntos. Lorenzo


aprovecha para abordar las situaciones particulares y someter algunos proyectos a los
adolescentes. Podemos decir que es el momento de la compartición tanto de experiencias como
de alimentos. Y si alguien no respeta las reglas de buena conducta en la mesa, él deberá retirarse
para reflexionar sobre su comportamiento. La continuidad de estas reglas -de mantenerse
correctamente en la mesa- han permitido de preservar un ambiente del cual es difícil diferenciarse.
O sea, ¿Quién quisiera ser el primero a exponerse?

Cuando terminamos de desayunar, cada quién se levanta con su taza y sus cubiertos
para ponerlos en el lavabo. Luego nos repartimos las tareas para dejar limpio todo, lavado y bien
ordenado. Salimos siempre un poco antes de las 9, tomamos un pequeño paseo en coche por el
puerto para admirar y disfrutar de la naturaleza antes de dejar a los chicos a la escuela. Este
momento el cual Lorenzo aprovecha diciendo la suerte que tenemos de disfrutar de un trayecto
panorámico como éste mirando la naturaleza, mientras que miles de gentes no tienen de otra más
que pasar sus trayectos de la casa al trabajo en el subterráneo, privados incluso de la luz del sol.

En la tarde, llego por ahí de las cinco y cuarto a la escuela. Esperando a Lorenzo, hablo
con los otros adolescentes, permanentes u otros estudiantes de prácticas sobre su día. Si es
posible me integro a uno de los juegos de mesa que ya están jugando. Lorenzo llega y aprovecha
para conversar con los otros permanentes sobre los eventos importantes o sobre la vida en la
escuela. Él está tan implicado en la dinámica de la escuela que se queda un poco en las mañanas
y a veces regresa después de medio día para tratar temas importantes ligados a los adolescentes,
incluso de aquellos de los que no se ocupa regularmente. Desde su llegada a la escuela por ahí
de las cinco y veinticinco, se asegura que haya pan para el desayuno yendo a tomar lo que quedo
de la cocina de la escuela. A menudo Mathias se siente con la libertad de tomar las llaves del
coche destinado al lugar de acogida 182 y registra en un cuaderno el nombre de Lorenzo como
responsable.

Llegando al lugar de acogida cada quién se ocupa de hacer su cama, de prepararse


para tomar la ducha o “emperifollarse” para ir a su actividad en el exterior. La presentación de su
persona es muy importante en cuanto a la aceptación inmediata de los otros y nos es de gran
importancia a que salgan con buen aspecto. Antes de salir de la casa, Lorenzo les hace notar que
podrían tener la suerte de enamorarse de una chica que cruzaría su camino, precisando que
incluso el amor puede llegar en el transporte público. Lucien responde con un aire moralista que él
no quiere novia por el momento, Mathias se muestra más alborozado a esta idea.

Algunos adolescentes tienen la oportunidad de estar inscritos en una actividad de su


interés en diversos centros de animación. Desgraciadamente, esto no ha podido ser apoyado par
la administración de la escuela desde la aplicación del plan Vigipirata en enero del 2015.
Estábamos restringidos en relación a las salidas y actividades en los centros de inserción socio-
cultural y deportivos localizados en las colonias con riesgo “de atentados terroristas” como en
Créteil y Bonneuil. Lo que perjudica nuestra misión ya que eso afecta el concepto de base “de
institución estallada”.1

Al mismo tiempo, ésto nos deja desamparados frente a los recursos del lazo social que
sostienen al sujeto para soportar y estimular la separación.1

1“La noción de institución estallada, que hemos introducido, apunta a tomar beneficio de todo lo insólito que surge
(este insólito que tenemos por costumbre, al contrario, de reprimir). En vez de ofrecer la pe rmanencia, el marco de la
institución ofrece desde entonces como fondo de permanencia aperturas hacia el exterior, brechas de todo tipo (por
ejemplo, de las estancias fuera de la institución). Lo que permanece: un lugar de repliegue, pero lo esencial de la vida se
desenvuelve en otro lado -en un trabajo o un proyecto en el exterior. A través de esta oscilación de un lugar al otro,
puede emerger un sujeto preguntándose sobre lo que quiere”. Mannoni, M., op.cit.,p.77. La traducción es mía.
1 Ciccone, A. y Lhopital, M., op.cit., p.234.
El miércoles y jueves en la tarde acompañaba a Michel para hacer su cama, vaciar su
maleta y ducharse. Después, me quedaba en la cocina para ayudar a Lorenzo a terminar de
cocinar la cena y si teníamos el tiempo mirábamos el noticiero en lo que se cocinaba la comida.
Cuando algunos adolescentes han terminado de ducharse o solo de ponerse la pijama, escogen
entre quedarse en sus recámaras, leer un libro o mirar la televisión.

Una vez que la mesa está puesta, la cena cocinada y los adolescentes listos, pasamos
a la mesa. Aprovechamos de una buena comida cocinada cuidadosamente y siempre con
verduras y hierbas frescas. Como en la mañana, en la noche discutimos de sus proyectos y
escuchamos, a veces pequeñas anécdotas que tuvieron durante el día o el fin de semana.
Lorenzo aprovecha para hacer chistes y llevar un ambiente alegre a la mesa. No pierde ninguna
oportunidad para hacer valer el respeto y transmitir las reglas del saber-vivir en comunidad, ya sea
a través de sus propias experiencias o las de los antiguos residentes o amigos invitados a cenar.

Pasaba también que a la hora de la comida o de regreso a la casa, yo contara mi


jornada o hablara de mis proyectos así como de eventos importantes que son significativos para
mí, asimismo ellos me contaban lo que habían hecho en la escuela o el fin de semana. Por
ejemplo, lo que les parecía osado y que habían logrado hacer; especialmente, aquello que los
podría hacer sentir orgullosos de ellos mismos.

Confieso que tuve dificultades para hacer bromas del tema que se hablara en la mesa,
creo que eso se adquiere con la experiencia. Para Lorenzo era muy fácil de escoger el chiste
adecuado para la situación abordada y haciendo un matiz hacia la posición que se quiere evitar.
Gracias a esta técnica, él aborda de una manera muy sutil los temas que el adolescente no tocaría
de manera ordinaria, como la infantilización, la relación con su cuerpo y su futuro.

Al termina la cena, nos levantamos de la mesa y los chicos se reparten las tareas
hogareñas como enjuagar los platos antes de meterlos en el lavavajillas, barrer y limpiar la mesa.
Luego, cada quién es libre de hacer lo que quisiera. Algunos van directo a su recámara. Sino
Pierre y Michel bajaban a ver la tele mientras Lucien le daba vueltas a la idea de preparar la mesa
para el desayuno, para, finalmente, ir a acostarse a las nueve y media de la noche.

No me gustaría pasar por alto las veladas especiales que nos eran de gran importancia.
Aunque fuéramos bastantes en la mesa, siempre nos las arreglábamos para encontrar un lugar
para la persona invitada: ya sea un antiguo beneficiario de Bonneuil, estudiante de prácticas o un
amigo o amiga de Lorenzo o mío. Los antiguos estudiantes aportaban sus experiencias, los o las
estudiantes de prácticas con su curiosidad aprenden de los adolescentes y nuestros amigos traían
aceptación. ¿Qué hacía que esas nuevas presencias aportaran una función contenedora? ¿Es
que esta función se pone en marcha al momento de la llegada del invitado o mucho después?
Sería una lástima que no nos sirviéramos de estas experiencias para tejer un futuro con ellos.

Por otro lado, los eventos al exterior nos permitían trabajar nuestra imagen frente a los
demás. Asistíamos tanto como podíamos a los eventos del ayuntamiento, a los eventos privados
como las jornadas de puertas abiertas o inauguraciones y otras actividades culturales como las
exposiciones. ¿Es que ellos percibían la diferencia entre ser anfitrión o ser invitado? De todas
maneras, lo que para Lorenzo significa mucho es transmitirles las reglas del juego, válidas para
todos.

PIERRE, 20 años. Dos días por semana.

Es un chico muy terco y explosivo cuando las cosas no se pasan como él quiere. Le
toma mucho tiempo para ordenar sus cosas y no logra organizarse, o sea imaginar y seguir un
plan de trabajo. Se siente muy molesto cuando se trata de “hacer” las cosas. Se puede enojar si
se le apresura. Es por eso que él es el blanco de los “bromistas” de la escuela. Incluso de su
compañero de piso Mathias que no pierde ninguna oportunidad de molestarlo hasta el punto de
recibir amenazas. Les digo a los dos que una relación puede estar basada en la amistad y no
solamente en la pelea.

Todo lo que confiere un límite lo enoja. Por ejemplo, la salida de la escuela significa:
parar la actividad que está haciendo, también significa apresurarlo porque ha llegado al límite de
la espera. Una vez que está enojado no escucha a nadie. Es muy difícil de calmarlo y puede llegar
a pegar a terceras personas.

¿Porqué escoger la cólera en lugar del diálogo? ¿El buen entendimiento no sería más
económico? Ya que no nos entregaríamos más a esta situación invivible. Ese era mi punto de
vista que no era necesariamente compartido por él. Para él era diferente. Era como si no tuviera
otro conocimiento alguno sobre los tipos de relación. Iré más lejos, lo sentía como si él no había
todavía experimentado otro tipo de relación que no fuera basado en el conflicto. Por cierto,
Winnicot daba ejemplos donde explicaba el comportamiento agresivo por la disposición del mundo
interno del niño. Él explica uno de estos ejemplos con un proceso en el que el niño habría
interiorizado el tipo de relación querellosa que los padres mantienen, para después reproducirlo
con las personas que lo rodean, ligando la mala o incorrecta realidad exterior con lo que esta
“malo” al interior de él.1Para Lorenzo es otra cosa, Pierre sería el perfecto ejemplo del niño “rey”,
ya que todos sus discursos giran alrededor del lugar en la sociedad. De hecho, él lo ha expresado
muy bien en una cena: “Karla, cuando tu novio se asocie a un restaurante, seremos jefes”.

1 Winnicott, D., (1950-1955) L'agressivité et ses rapports avec le développement affectif in De la pédiatrie à la
psychanalyse, 1969, France: Payot pp. 156-157.
Entonces, le respondí que no es mi deseo de tener un restaurante sino el de mi novio y le
especifiqué que en la vida no se es jefe, se deviene.

Uno de los ejemplos más flagrantes sobre las condiciones del niño “rey” es que él sigue
teniendo una nana que según él “llega para ocuparse del gato”. Ya tiene unos 13 años que él está
en la escuela y no ha logrado obtener un oficio, prácticas de formación o incluso comprometerse
en alguna actividad en la escuela. No ha aprendido todavía a leer o a escribir, sin embargo es muy
conocedor de la historia de Francia y la cultura de otros países. Siempre encuentra la oportunidad
de demostrar sus conocimientos y nunca expresa sus dudas. Incluso, está muy seguro que sus
padres se ocuparan de su situación. Entonces, ¿para qué hacer un esfuerzo si ya le arreglaron la
vida?

Como pasatiempo, tiene la costumbre de hacer dibujos muy precisos ayudándose de


una regla, sobre patrones muy cuadrados. Usa toda la hoja y también puede borrar y re-escribir el
trazo repetidamente. Ignoro lo que hace con el dibujo una vez terminado o si lo termina alguna
vez. Una vez, llegué en el momento en el que dibujaba unas “ fronteras” y le dije que: “En la
historia de la humanidad muchos pueblos borraron sus fronteras para el progreso del pueblo,
sobre todo en el comercio, para poder exportar e importar productos que necesitaban”. Enseguida
empezó a contarme historias de guerras, a lo que contesté: “Toda guerra tiene un fin y es gracias
a los acuerdos”. Le dí un ejemplo apoyándome en su dibujo sobre cómo las fronteras podrían dar
lugar a puertas abiertas para el intercambio de diversos productos.

Normalmente, los martes y miércoles cuando desayunamos juntos, nos dirigimos a


Pierre para hablar de sus proyecto a corto y largo plazo. Nos habla sobre cómo sus padres le han
solucionado la vida; ya han preparado todo para su futuro. Especialmente la vivienda y un trabajo
para “discapacitados”. Lorenzo empieza a reírse sobre el hecho que él cree que es un
discapacitado dándole ejemplos en los cuales, en el mejor de los casos podrían avergonzarlo. Él
responde: “es lo que está escrito en el expediente”. A lo que le pregunté su opinión sobre eso. Se
quedó en silencio, no respondió, parecía entre incómodo y confuso. También Lorenzo le hizo notar
que a menudo para él “la falta es siempre la del otro” para subrayar su incapacidad a ser
responsable.

Hubo un día en el que estuvo particularmente lento para bajar a cenar. Lorenzo tuvo
que presionarlo a que terminara su ducha porque habían otras personas que esperaban y él se
enojó por eso. También, al día siguiente para bajar a la mesa, él había perdido tanto tiempo que
Lorenzo le hizo terminar su maleta muy rápido. Finalmente cuando subimos al coche nos mostró
el dedo medio porque lo habíamos “apresurado mucho”. Nos reímos con ese gesto. Como ya
estaba acostumbrada a su mal humor, gruñón por todo; eso no me sorprendía.
Poco tiempo después me enteraría de una posible razón por sus largos plazos en la
casa. La posible causa: su estancia programada para el fin de semana había sido cancelada. A
veces, no nos damos cuenta lo que las estancias y las actividades en el exterior significan para
ellos. Con esos largos retrasos, quizás nos estaba expresando su oposición a esta situación que
venía, por cierto, a cambiar por completo su programa muy cuadrado; así como ponerlo a prueba
frente a cambios espontáneos e inesperados, como la vida, pues. ¿Si no es a través de las
experiencias en la vida que nos volvemos fuertes, entonces sería gracias a qué?

Había sido testigo de sus pequeños progresos. Se enoja menos cuando es la salida de
la escuela. Creo que ha comprendido que a la salida él se encontraba con personas -permanentes
y estudiantes de las prácticas- que lo ayudarían a terminar la jornada de la mejor manera posible.
¿Cómo? Por ejemplo, ví días donde nos habíamos dado cuenta que estaba a punto de explotar, le
sonreíamos y bromeábamos con él, en vez de dejarnos transmitir su mal humor. ¿El resultado?
Cambiaba espontáneamente su mueca de enojo a risotada. Y eso funcionaba de maravilla.

Su relación con Mathias iba mucho mejor. Se pusieron de acuerdo para visitarse en fin
de semana por la primera vez. Mathias debió ir a visitarlo tomando el transporte público solo pero
no llegó a encontrar la casa de Pierre y debió regresar a su casa. No obstante, dijo que había
pedido ayuda a la gente en la calle. Es muy probable que no se haya hecho comprender en razón
de su dificultad para articular bien. Por su parte, Pierre también fue a verlo a su casa y a casa de
una permanente -la que se ocupa de los trabajos en el exterior de Bonneuil- sin ninguna dificultad
y hacia ésta última sin pedir permiso a nadie. Nosotros nos seguimos preguntando cómo pudo
obtener su dirección, quizás la escuchó en alguna parte o la buscó en internet.

Ahora, piensa en contenerse solo cuando empieza a molestar a Mathias. Antes era
impensable que él pudiera tomar conciencia e incluso considerarlo. Cuando percibe que hay
alguien que podría decirle que pare, él toma la iniciativa y se dice: “¡Ok, está bueno, ya le paro!”
Todo eso con una pequeña sonrisa para encubrir la intención, como si todo fuera parte de un
juego.

Pierre tiene la costumbre de decir todo lo que va a hacer o lo que ha hecho en el día.
Es muy meticuloso en su plan de trabajo inmediato, sin que se lo pidamos. A veces, eso le toma
más tiempo que la actividad misma. Entonces, en una velada le dije que no tenía necesidad de
decir todo lo que planeaba hacer. Desde entonces, él me dice de vez en cuando: “Karla, me
acuerdo de lo que tú me has dicho: de no repetir todo lo que hago”, como si fuera necesario para
él de repetirlo para poder aprenderlo.
LOÏC, 20 años. 2 días por semana.

Loïc es un chico relativamente autónomo que no habla mucho. De hecho, le cuesta


trabajo expresar lo que le pasa. Desde que estoy ahí nunca lo he visto bajar a desayunar con
nosotros. Sólo baja en las mañanas para tomar sus medicinas y sube a su recámara cubriéndose
las orejas con las manos. Él se refugia siempre en su recámara y no importa a qué hora toque
para pedir permiso de entrar, él dirá: “¡Adelante!” incluso cuando es inapropiado. Él sabe escribir,
incluso si nunca tiene la iniciativa de hacerlo. Muy rara vez se le puede escuchar canturrear en su
recámara y se dejara ver particularmente contento, con una sonrisa.

La primera impresión que tuve de él en su recámara fue la de un feto que no quiere


nacer. O sea que la recámara sería el vientre materno tranquilizador y que uno tendría que
acercarse despacio para atraerlo hacia la vida en el exterior, aún cuando se pasa en el interior de
la casa. Nunca deja su puerta abierta. Es por eso que intento de quedarme con él y hablarle de mí
para no provocar crisis paranoicas, dejando la puerta abierta. La puerta abierta para mí significa
una oportunidad de abrirse al exterior. Dejé de ser muy “entrometida” desde el día en el que
estaba hablando con él y sucedió lo siguiente: estaba sentada a lado de él y le pregunté algo para
continuar la conversación y de repente me respondió: “Karla, quiero que te vayas, por favor”.
Estaba sorprendida porque no me espera eso para nada, menos aún con esa firmeza en su voz.
Estuvo muy lúcido en su solicitud. Al momento que percibió que yo contaba negociar esa
demanda, estuvo visiblemente molesto por la idea. Entonces, me fui. Lorenzo me aconsejó de
tener cuidado con mis intervenciones si no quería caer en la misma posición que su madre.

Lorenzo y yo nos dimos cuenta que los lunes él está tenso. No toma nunca su ducha el
lunes en la noche y el martes en la mañana pide ir a la escuela a pie. Cuando regresa el martes
en la noche, él está menos tenso y se autoriza a ducharse y a lavarse el cabello dos veces.
Lamentablemente, hay que estar atento a que no se ponga dos veces la misma vestimenta mal
olorosa que molesta visiblemente a los demás. El martes en la noche, baja tranquilamente a la
mesa y cenamos juntos. Nunca se queda para el postre, salvo una vez cuando Lorenzo le cambió
la palabra “gâteau” por “torta” de cumpleaños. Intentó lo mismo después pero no funcionó. Loïc
ama el queso, tanto que se queda en la mesa el tiempo necesario para degustarlo.

Una mañana me pide: “ir a pie”. Lorenzo le dice que primero tiene que pedir permiso a
su mamá. Loïc no comprende la situación y dice “Sí” como para darnos gusto y vuelve a pedir lo
mismo. Lorenzo le dice que primero necesita el permiso de su madre para permitirle ir a pie. Él
responde: “Dr. Perisse” “Quiero ir a pie”. A pesar de esta clara expresión de su deseo, no pudimos
dejarlo ir a pie solo. El establecimiento no está de acuerdo para otorgarle un permiso que no ha
sido acordado por los padres, a pesar de su mayoría de edad. Entonces, me toma del brazo como
si tuviera el permiso para salir. Entonces le propongo de ir en coche pero no me escucha y sale
corriendo. Pregunto rápidamente a Lorenzo lo que se hace en esos casos y me hace seña de ir
con él. Entonces, corro detrás de él y le digo que me espere. Lo hace. Vamos juntos a pie a la
escuela. Me procuro un ritmo adecuado para los dos para disfrutar del paseo. Le recuerdo que me
tiene que esperar porque yo voy con él y él va conmigo.

Una reunión tiene lugar con los padres en la escuela, en la cual ellos han autorizado las
idas y venidas desde el lugar de acogida hasta la escuela a condición que esté acompañado.
Poco tiempo después, la madre envía un mail a la escuela arrepintiéndose de ese acuerdo. Desde
ese entonces, él no tiene derecho de caminar hacia la escuela. Hemos hablado con él para
apoyarlo en la solicitud con sus padres. A pesar de nuestros esfuerzos para apoyar su deseo la
dirección se apoya en la aplicación del plan vigipirata que nos obliga a evitar cualquier salida. De
por sí la dirección no está de acuerdo con el hecho que él pueda hacer los trayectos casa-escuela
solo, por miedo que le pase algo y por lo que la escuela pueda sufrir directamente las
consecuencias de tipo judicial. Hay que precisar que él ya ha hecho tres veces ese trayecto, solo y
acompañado, sin ningún problema.

Loïc puede presentar crisis violentas de cólera, con una causa “evidente” o no. La única
situación que hemos podido elucidar en las reuniones clínicas con las y los practicantes es que
esos ataques violentos que aparentemente no tienen razones evidentes son dirigidos a adultos de
la escuela que llevan el mismo nombre que los adolescentes. Algunas crisis podrían tener como
causa su relación con Lorenzo y conmigo. Por ejemplo, cuando se dirige a Lorenzo es diciéndole
“panzota” o pegándole a un abrigo de él o a sus zapatos. ¿Descarga en esos objetos la angustia
que quisiera descargar en las personas percibidas como perseguidores? Lorenzo se conduce con
reserva cuidando de no intervenir mucho. Como ya lo ha subrayado, hay que tener cuidado de no
caer en la posición invasiva que la madre tiene directamente sobre él. Es por eso que no creo que
él se dirija a Lorenzo como tal pero sí a alguien más que le evoca la autoridad. Lo que coincide
con el concepto de Imago de Jung en 1911 en su libro Metamorfosis y símbolos de la libido.
Laplanche y Pontalis lo evocan como un “prototipo inconsciente de personajes que orienta de
manera elegible el modo en que el sujeto aprehende al prójimo; es elaborado a partir de las
primeras relaciones intersubjetivas reales y fantasiosas con el entorno familiar”.1

Cuando se dirige hacia mí, él dice “golpe'sex” y se dirige hacia mí con la intención
evidente de pegarme. Intento parar su impulsión deteniéndole la mano, expreso mi descontento y
lo animo a calmarse, luego me alejo. En sus crisis intempestivas en la casa, llega a decir: “Barilla”.
Creo que es para referirse a cuando estaba jugando una lotería mexicana con los otros chicos en
el cual utilizábamos la pasta -de la marca Barilla- como fichas.

1 Imago. En Laplanche, J. y Pontalis, J.B., op.cit., p. 196.


Estas expresiones de cólera me hacen pensar a lo que Ciccone y Lhopital llaman
identificación proyectiva, que consiste a atribuir a un objeto nuestros sentimientos buenos y malos.
Lo que nos recuerda las nociones de seno bueno y malo propuestas por Mélanie Klein. Pero éstos
autores agregan una reflexión interesante, a saber, que esta forma patológica de identificación
proyectiva es causa y efecto de un sentimiento de persecución.1

Mélane Klein ha estudiado las angustias primarias así como los mecanismos
paranoides y esquizoides. Ella explica que la escisión del primer objeto, el seno: en bueno -aquel
que gratifica- y en malo -aquel que frustra-, podría servir a una organización de las relaciones de
objeto en dos tipos: el amor y el odio. Esta separación es previa a una integración de las partes
buenas y a una proyección de las partes malas. En fin, la interacción de estos dos mecanismos
permitiría una integración del yo y del superyo. No obstante, la escisión y la identificación
proyectiva cuando se revelan excesivos producen el contrario, un yo que se desintegraría y que
sería percibido como el hecho de “caer en pedazos”. Si ésto es experimentado durante mucho
tiempo, esto conllevaría a un signo de esquizofrenia. 2 Ciccone y Lhopital hablan de “[...] la
desintegración por exceso de escisión da la experiencia de una catástrofe interior y corresponde
cuanto a ella a la fragmentación, a la desintegración explosiva de la que habla Geneviève Haag
(1985c) [...] así como a un lazo de carácter dañino de la identificación proyectiva”.3

La proyección constante de las partes buenas que serían perdidas y las partes malas o
hostigadoras conducen a una actitud de control obsesivo, es decir que tendría un deseo de
controlar el objeto apropiándoselo, penetrándolo. Lo que a su vez despertaría un sentimiento de
miedo a las represalias del mismo objeto. Lo que explica la connotación paranoica.

Por otro lado, Loïc ha tenido progresos: se autoriza a ir más al cine o al centro cultural,
así como a participar a las veladas de cena-aperitivo. Eso no quiere decir que es más llevadero
pero al final acepta. Se queda calmado y tranquilo, cuando mucho tiene pequeñas crisis si la
salida dura bastante tiempo. Si es el caso, mostramos nuestra desaprobación y lo acompañamos
afuera; esperamos a que se calme o nos salimos más temprano. Los otros adolescentes se
preocupan también por él y le dicen que tiene que respirar y eso funciona, no todas las veces pero
sí es importante de quedarse tranquilo con él.

Los días que se está tranquilo cuando salimos, le dan pequeñas crisis de cólera en la
casa. Desde las escaleras él nos muestra su descontento reteniendo sus gritos, apretando fuerte
los dientes y levantando la mano para golpear algo o alguien. Es sobresaliente el esfuerzo que
Loïc hace para no dejarse llevar por las distintas “provocaciones” que el exterior pudiera
1 Ciccone, A. y Lhopital, M., op. cit., p.27.
2 Klein, M., (1946), Notes sur quelques mécanismes schizoïdes in Développement de la psychanalyse par Klein, M. Et
al., 1966, Paris: Presses universitaires de France, p. 275.
3 Ciccone, A. y Lhopital, M., op. cit., p.181.La traducción es mía.
procurarle. Aunque los paseos y las salidas a los espacios abiertos le permiten tomar un segundo
aire y no quedarse encerrado todo el día en su cuarto en el lugar de acogida.

Es muy conocido, gracias a las reuniones con los padres que la relación de Loïc con su
madre es tan fusional que no hay lugar para que el padre ejerza su autoridad. Ciccone y Lhopital
hablaban de una relación con el objeto materno de tipo patológico. Ya que en la pareja padres-
hijos predominan sentimientos de odio y perversión.1¿Cómo se exprimen? Charles Claude
Racamier sostiene en diversas publicaciones (1980, 1986, 1987) que habría una actitud de
desvalorización hacia el objeto que lo llevaría a servirse de él como un objeto-utensilio. Esta
actitud propia del perverso narcisista sería más frecuente en padres de hijos o en adultos
psicóticos. Todo esto con el objetivo de evitar un duelo y de compensar una posible caída en una
depresión así como luchar contra angustias psicóticas.

Las acciones llevadas apuntan a un control total del objeto-utensilio, incluso es utilizado
el término “marioneta” para ilustrar el estado del cual el infante es objeto. Para mantener ese
poder absoluto, una vigilancia de cualquier gesto que pueda demostrar una emergencia de
autonomía sería automáticamente descalificado. ¿En qué medida esto podría favorecer al perfil
del perverso narcisista? Pues en la medida en que esta persona se sirve de la confusión y del
fracaso de una estructuración del yo del objeto para valorizarse a sí mismo. ¿Cuál es el origen de
este perfil? Charles Racamier insiste en una “seducción narcisista” autoerótica sufrida por el futuro
perverso. Y ésta tiene por objeto de constituir “un ser simbiótico único y todo-poderoso, protegido
de las vicisitudes pulsionales, de la ambivalencia y del conflicto edípico, y más aún protegido de
las separaciones y los duelos” (1987). La relación se termina por una falta narcisista jamás
colmada.

Una patología apuntando a la jubilación narcisista de aquel que se ocupa del “objeto”
puede ser mantenida ya sea en el ambiente familiar o en un equipo de acompañantes o personal
de salud. En el ambiente familiar, se pueden revelar signos de descompensación psíquica o física
de un miembro de la familia cuando nuestro paciente muestra signos de capacidad de
individuación. En el equipo de acompañantes o personal de salud, los signos son también
perceptibles. Es por lo regular una persona en un puesto jerarquico elevado en la escala de
competencias médicas o “psi”, que utiliza al equipo de acompañantes o al personal de salud como
lugar para descargar sus conflictos internos. Él gozaría del hecho de imponer el control imposible
de un conflicto y de reprocharles su incapacidad a resolverlo.

Incluso el equipo de acompañantes o personal de salud puede ser actor principal de


una posición de perverso narcisista. Ésto se demuestra en la incapacidad a ver los pacientes de

1 Ciccone, A. y Lhopital, M., op. cit., pp.241-249.


otra manera que como enfermos. Lo que se resume en la frase que Lorenzo expresó a propósito
de una decisión prohibitiva de una salida al exterior basada en la falta de confianza hacia uno de
los adolescentes: “Más peligrosa es la mirada que portamos sobre los chicos”.

MATHIAS, 16 años. 5 días a la semana.

Mathias es un chico de 16 años, autónomo pero con algunas dificultades para articular
cuando habla y para tomar conciencia de su cuerpo. Por ejemplo, dice que no siente el frío o el
dolor, de manera que se viste de forma inapropiada en invierno y nunca dirá que le duele alguna
parte del cuerpo. Según Lorenzo, “tendría una imposibilidad a identificar el dolor a una parte de su
cuerpo".No tenía cepillo de dientes ni desodorante. Podría decir que le faltan las capacidades
sociales de un chico de su edad, de tal manera que está obligado a inclinarse más por las
pantallas y atraído por los personajes de las caricaturas infantiles. Respecto a esto, Lorenzo dirá
que son actitudes propias de un adolescente y que hoy en día incluso algunos adultos tienen la
misma actitud hacia la tecnología.

Mathias caía en una acumulación de dibujos de tipo manga, él podía haber dibujado en
muchas ocasiones el mismo dibujo y encontrarlo igual de único que el primero. Se le dificultaba
ordenar sus cosas y a encontrarles un lugar. Hoy en día, él se preocupa más de sus objetos
personales y se concentra más en la lectura en sus tiempos libres, así como en las actividades
pedagógicas en la escuela. Apenas tiene un par de años que aprendió a leer y a escribir. Su
profesora ha confirmado el progreso que ha hecho en la lectura y las matemáticas pero aún falta
mucho por hacer para que alcance el nivel de los chicos ordinarios de su edad. Sin embargo, él no
se siente desanimado; actitud que apoyamos mucho en el lugar de acogida.

La única manera que ha podido manifestar para establecer una relación entre
compañeros, ha sido provocando al otro; como en el caso de Pierre. Él aprovecha esos
encuentros para molestar al otro. Él no ha encontrado otra forma de relacionarse que la
confrontación, aunque eso no quiere decir que se odien. Incluso entre ellos, después de haberse
peleado se comportan como los mejores amigos. La relación con las estudiantes de prácticas es
muy diferente, ya que se muestra más atento pero un poco tímido, como si las chicas pudieran
hacerlo ruborizarse. Conmigo es muy atento e intenta aplicar los buenos modales que Lorenzo le
ha enseñado para coquetear a las chicas. Mi colega les recuerda también que tengo novio. De
hecho, lo invité a cenar para que se den cuenta de la situación yy establecer un límite; eso no les
impidió que pudieran disfrutar de la compañía. De hecho se mostraron muy entusiastas
mostrándoles la casa y estuvieron atentos a su interés. Aprovechando la visita les hablamos de las
posibilidades de conocer chicas en otro lado o de hacer amigos en los campamentos de verano,
en el transporte público, en el parque, etc.
Poco tiempo después de mi llegada al lugar de acogida, él me propuso que saliéramos
a pasear en bicicleta. Estuve de acuerdo, fijamos entonces un día de la semana para salir a
pasear después de la escuela. Desde mi llegada, me volvió a pedir permiso y enseguida se
preparó a tener acceso a las bicicletas y a los cascos para que saliéramos inmediatamente. Las
veces en las que daba mi acuerdo por adelantado, lo encontraba listo con todo lo necesario para
el paseo. Una vez en la actividad, él no respetaba las consignas del acompañamiento, como si
hubiera olvidado que paseaba en bicicleta con alguien más. Le decía también de no ir tan rápido
que no era una competencia, que el objetivo era de poder disfrutar del paisaje. Él encabezaba el
paseo y yo le recordaba pues la consigna. Le expliqué que yo era quien dirigía. Le costaba trabajo
someterse a las direcciones de otra persona, estaba tan emocionado e impaciente de pasear.
Tuve que decirle que si no me seguía, tendríamos que parar los paseos.

Poco a poco, la rutina se fue instalando con él. Salir en bicicleta después de la escuela
comenzaba a provocar envidias en la escuela; como si tuviera una relación privilegiada. Mathias
adoraba los paseos en bicicleta, como también adoraba los encuentros inesperados al paso de los
diferentes paseos. Por ejemplo, pasamos una vez cerca de La Marne y el pasaje para las
bicicletas era tan restringido que tuvo que bajarse de la bicicleta para pasar a pie. Un señor que
pescaba con su caña nos dijo: “¡¿Cómo nos demoramos los hombres, eh?!”, nos reímos y él
estaba contento. Me pidió de volver a pasar por el mismo lugar para saludarlo. Otras veces, quería
pasar para verlo otra vez pero no tuvimos esa suerte.

Otro encuentro se pasó en el momento en el que subíamos una pendiente bastante


inclinada que nos reclamaba muchos esfuerzos. Las otras veces él tenía que bajar de la bicicleta
para poder subirla. Pero ese día, un coche bajaba y se suponía que teníamos que acercarnos a la
acera. Eso no facilitaba las cosas y a parte nos estaba pegando el sol en la cara; no veíamos casi
nada. De repente, el coche se paró y la chica al volante espero a que termináramos tal proeza
apoyándonos con un : “¡Vamos!, ¡Ánimo!”. Ya imagino la cara que debimos tener para que osara a
animarnos, yo la miraba y ella se reía. Le agradecimos y cuando terminamos de subir la
pendiente, nos reímos bastante. Mathias estaba contento también porque era la primera vez que
él ascendía la pendiente sin bajarse de la bicicleta.

Él me pide siempre en la escuela de ir a pasear en bicicleta o al centro comercial. Él


comienza a preocuparse por su amigo Pierre, me pregunta si podemos invitarlo un día con
nosotros. Le respondo que es una buena idea, entonces lo invitamos pero nos enteramos que no
sabe andar en bicicleta. Entonces, escogemos los paseos en el centro comercial donde les explico
que si quieren algo van a tener que trabajar para comprarse lo que quieren, en vez de pedírselo a
sus padres.
A pesar de su preocupación de compartir momentos con él, Mathias continuaba a
molestar a Pierre. A cada rato le decía: “¡Chiquilla!” y Pierre respondía: “¡Perico!”. En la escuela ya
no los aguantaban y a la casa se pasaba igual. Una noche, cuando estábamos cenando, les dije
que no iba a tolerar ese comportamiento porque era un momento para compartir y no para pelear,
mucho menos en la mesa. Lorenzo les dijo que si querían pelearse que podían hacerlo afuera.
Además, si continuaban que la puerta estaba bien grande y abierta y que podían agarrar sus
cosas y arreglárselas para regresar a sus casas. Después de esta intervención, no se molestaron
más en la mesa y buscaron tener conversaciones más tranquilas.

Yo había discutido con Mathias de la importancia de procurarse estar limpio en las


mañanas o de ponerse guapo. En principio de semana le pedía si esta vez había traído al menos
un cepillo de dientes y me decía que lo había olvidado. Le respondía que podía olvidarse de
encontrar novia porque las chicas prefieren a los chicos limpios y que huelen bien; o “¿tu besarías
una chica que no se cepilla los dientes?”, entonces se reía.

Después de las vacaciones de Navidad, Mathias me sorprendió con un nuevo y


reluciente neceser bien repleto, así que un nuevo abrigo y una nueva camisa y corbata. En las
reuniones con las y los estudiantes de prácticas, la psicóloga pensaba que quizás pudiera haber
tomado esa idea de la corbata de su compañero de piso Pierre. Porque de vez en cuando éste
último bajaba a la mesa vestido de una manera muy formal con una corbata de moño y era el
centro de atención.

Desde entonces Mathias había comenzado su ritual matutino: se “rasuraba”


regularmente con su nueva máquina de afeitar para que le saliera bigote. Después, se ponía su
loción, se peinaba con su nuevo gel y se ponía su perfume nuevo. Michel lo miraba con mucha
atención cómo él se servía de sus cosas para ponerse guapo; estaba presenciando algo inédito.
Mathias bajaba todo orgulloso y listo para ir a la escuela. Yo acentuaba su gesto diciéndole: “¡Eso
es! Un chico aseado, bien vestido y perfumado! ¡Qué bien se siente uno, no?!” y se reía.

En invierno, llevaba un suéter y un abrigo muy delgado o sólo una camiseta y su viejo
abrigo. Lo que es más interesante y que continua de sorprender a Lorenzo es el tema del cuerpo
ausente. ¿Cómo es posible que durante el invierno sólo se ponga una camiseta? En otra ocasión,
no se sentía nada bien, no se veía bien e incluso se levanto de la mesa sin comer su postre.
Lorenzo y yo estábamos preocupados, así que Lorenzo le tomó la temperatura y le dio su
medicina para la fiebre. Le preguntábamos dónde le dolía y no nos respondía; solamente no era
capaz de identificar dónde le dolía. Lorenzo decía que él experimentaba el dolor pero no podía
asociarlo a su cuerpo.
Mathias es un chico afectado por un sobrepeso importante para su edad. Lorenzo dice
que lo subió en muy poco tiempo. A Mathias se le dificulta dejar de comer. De hecho, él come muy
rápidamente casi sin mascar la comida, y agregaría, sin saber qué es lo que está comiendo. Eso
me hacía sentir mal, así que decidí de hablar con él. Afortunadamente que en la escuela hay
personas que comen con él a mediodía y que le recuerdan las consignas para comer
correctamente.

Ya había escuchado hablar que las personas que tienen trastornos alimenticios están
intentando llenar la falta de afecto con la comida. Es por eso que decidí hablar con él. La semana
antes de salir de vacaciones de invierno le expliqué en la mesa que no porque el comía
rápidamente estaría más contento. Lorenzo le recuerda que tiene que cuidarse y pesarse
regularmente en la escuela para tener un control sobre su peso.

En la actualidad ha tenido muchos avances: come menos rápido pero continua a comer
demasiado y detenerse le molesta. Para él, los hábitos en la casa no han cambiado. En las
reuniones y conversaciones con Lorenzo, me entero que la madre está afectada de una
enfermedad crónico degenerativa hereditaria muy grave y que la vuelve impotente y dependiente.
Su padre trabaja tiempo completo y se esfuerza por ocuparse de la casa, de su mujer y de los
otros dos hermanos de Mathias.

Lorenzo le había hecho notar a Mathias que él había estado obligado a controlar su
consumo de comida en la casa porque no lo hacía en la escuela. Yo le expliqué que el sobrepeso
es un problema de salud y que corresponde a cada quién de cuidar de no comer demasiado. Ya
que si no aprendemos a controlarnos, hay un médico que termina diciéndote lo que tienes que
comer para retomar tu peso ideal. “¿Es que quieres que alguien te diga lo que tienes que comer?”
Negó con la cabeza. “Entonces, vas a tener que aprender a controlarte”.

LUCIEN, 17 años. 2/4 días a la semana.

Lucien es un gran chico que le gusta mucho cocinar y jugar con el agua. Dice tener
problemas con su madre, razón por la cual fue colocado en una familia sustituta en provincia. Las
leyes han cambiado y desgraciadamente han afectado la posibilidad de recibirlo. En la actualidad,
ya no beneficia de sus estancias en provincia. Ha estado muy triste y un poco perturbado por la
noticia. Lorenzo le ha explicado que no es por su culpa si no continuaba a vivir con su familia
sustituta -en la cual él ya tenía su lugar-. Son las nuevas leyes concerniendo las familias sustitutas
que no les permiten más recibir dos personas al mismo tiempo y que el organismo de acogida le
está buscando otra familia.
A partir del mes de noviembre él se queda toda la semana en el lugar de acogida y
regresa a su casa los fines de semana. Aquí, muestra iniciativas por las tareas del hogar. Por
ejemplo en la noche después que algunos subieron a sus recámaras y los demás están en el
sótano viendo la televisión, él se apresura a poner la mesa para el desayuno. También, hace
proposiciones para cocinar pasteles y platillos para la cena. Le gusta participar a los juegos con
los demás, especialmente al futbol o a los juegos de mesa. Últimamente, ha propuesto hacer
“competencias” de fuercitas con el brazo con todo el mundo.

Ya que Lucien goza las desgracias de sus compañeros, no titubeara en acusarlos con
un adulto en vez de ayudarlos a solucionar la situación o evitarla. A veces hay momentos en los
que nos encontramos solos. Un día, tuve como reacción de sacarle la lengua; se rió y dijo que iba
a acusarme con Lorenzo. Le dije que no era necesario porque no era nada grave. No quiso
escucharme y me fue a acusar con una gran sonrisa. Lorenzo fingió estar sorprendido de tal
“crimen” y se rió también. Creo que entiende las bromas a través de las expresiones del otro,
especialmente del tono de voz. En todo caso, es lo que parece buscar en las expresiones.

En cambio cuando le enseño pasos de baile, no se lo dice a nadie. Además, cuando


finjo cantar la canción de ópera que pasa en ese momento en la radio parece divertirse. Con él me
pasa de hacer cosas inesperadas para los dos; como bailar ridículamente, sacarle la lengua o
fingir cantar ópera. La única explicación que puedo dar es que me gusta su expresión de asombro
delante tales casos. Se ve a un Lucien muy tierno e inocente.

Por el contrario, hay situaciones en las que no estamos de acuerdo. Por ejemplo, su
gusto particular por el agua. Al principio, intentaba de detenerle su adicción al agua. Así que
cuando estaba ensimismado por el chorro de agua, le decía que tenía que parar porque estaba
desperdiciando mucha agua y que si amaba tanto el agua podía ir a una alberca. Estaba también
un poco molesta con el hecho de desperdiciar tanta agua y él no quería escucharme. Después
recordé una frase de Lorenzo sobre “fijar el síntoma” al ser muy directa. Abandoné el asunto y no
decía nada cuando dejaba correr el agua. Pero al momento de enjuagar los trastes en la noche,
se supone que me tienen que dejar las cacerolas, así que les digo de apurarse porque tengo
mucho trabajo después y que si no se apuraban tendrían que lavar todas las cacerolas. Él había
entendido y ahora se apresuraba, a veces se quedaba enganchado al agua que corría pero
Lorenzo le recordaba que el agua se paga y muy caro. A partir de ahí, yo sostendría ese discurso
que permitía a Lucien a pasar a otra cosa.

Debo confesar que eso me ha parecido muy difícil de retenerme ante tal desperdicio de
agua, aunque sepa que para él es muy difícil de controlarse. Siempre he estado preocupada por el
desperdicio de agua y de electricidad y hoy en día pienso que es un poco egoísta de mi parte.
¿Qué sabemos si es así como domina sus angustias? ¿No sería que sus angustias partirían
suavemente también? De ser así, ¿Cuál sería el costo económico y financiero? Hoy en día
comprendo que si esa es su manera de tranquilizarse, ¿porqué no dejarlo en paz?

En otra ocasión, jugaba con el agua. Puse entonces mi mano bajo el chorro y lo
salpiqué. Él quiso hacer lo mismo pero yo corrí y me siguió. Jugamos por un buen rato a
protegerse del agua, pero cuando quise parar, él no estaba listo, hasta el momento que vió que yo
no respondía a sus provocaciones, se dijo: “¡Ok, ya le paro!”.

Normalmente, el lunes por la noche regresando de la escuela, él me llama para que le


ayude a tender su cama. Lorenzo ya me había prevenido desde el primer día que tenía que tener
cuidado porque estos chicos pueden aprovecharse en demasía de la gentileza de las y los
estudiantes de prácticas. Entonces, viene a buscarme y me pide ayuda para tender su cama, le
respondo que iré en un momento. Al llegar, le pido que me muestre cómo tiende su cama. Veo que
le cuesta trabajo poner la sábana bajera. Lo ayudo y le explico que empequeñeció por el lavado;
que es normal y que le pasa a todo el mundo. A partir de entonces, él tiende su cama sin
problemas, se hizo la costumbre de tenderla todas las mañanas antes de bajar a desayunar. Por
el contrario, no logra doblar las sábanas o su ropa. Ya le mostré cómo doblar sus camisetas. Para
las sábanas, él siente que necesita alguien más para hacerlo porque sólo requeriría movimientos
rápidos y precisos.

CHARLES, 22 años. Una semana y media cada seis semanas o más.

Charles es un chico muy simpático que se queda de vez en cuando en el lugar de


acogida. Está siempre en provincia porque tiene dos familias sustitutas; allá ha tenido la
oportunidad de pasar exámenes de validación oficial como agricultor biológico. Además, se dedica
al cultivo y a la cosecha de plantas de uso medicinal. Él se dedica a pequeños trabajos como
recoger castañas, hacer queso de cabra y ocuparse de los cabritos. Con los salarios obtenidos se
puede pagar sus cursos de dibujo así como abrir una cuenta de ahorro.

Muy seguido, Lorenzo presenta a Charles como un ejemplo a seguir en cuanto a las
buenas maneras y al compromiso en el trabajo. Es un chico que puede sentirse a veces
perseguido cuando sólo te diriges a él. Puede reaccionar con desconfianza, muy molesto; y
después disculparse de su comportamiento inapropiado.

Él tiene claro el lugar del sentimiento maternal. Una noche cuando cenábamos
hablábamos de los cuentos de hada, Lorenzo mencionó el cuento de “Piel de Asno” y la frase de
la canción Los consejos de la hada de las Lilas: “Mi infante, uno no se casa nunca con sus
padres...”. Entonces, Charles dijo: “Podemos amar a nuestra madre pero no casarnos con ella, la
llevamos siempre en nuestro corazón”. Lorenzo retomó lo que él dijo para subrayarlo delante de
los otros adolescentes como un mensaje muy importante.

Su reflexión me lleva a pensar que el objeto externo, en este caso -la madre- podría ser
integrado y encontrar un lugar no-conflictivo en su espacio psíquico ya que ella evoca la
aceptación de una separación y en definitiva una prohibición del incesto.

Esto sostiene un enfoque fenomenológico1 sobre la introyección:

“La introyección consiste pues para el yo en establecer el objeto al interior de él mismo. Este
proceso tiene por consecuencia abandonar el objeto en el mundo concreto, y la introyección puede
producirse cuando nace la situación de pérdida del objeto: el objeto abandonado, ausente, está instalado al
interior del yo, él está introyectado. Del mismo modo, el infante puede abandonar el objeto externo, la fuente
externa de gratificación, si él ha establecido un objeto gratificador interno”. 2

Y ellos continúan especificando que no es tanto el objeto en sí como la relación al


objeto. Éste último prima en la confianza del infante. En suma, tendrá lugar la dicha separación
con el objeto porque el infante habría introyectado este tipo de relación y la separación física no
sera vivida como dolorosa. Esto contribuye al proceso de separación psíquica donde el espacio
para la emergencia del sujeto sería percibido para poder actuar ahí.

Dicho esto, subrayo como uno de los progresos más importantes el hecho que este
adolescente con graves dificultades pueda manifestar en su frase la aceptación de una prohibición
al incesto ya que es bien sabido la gran dificultad que tienen a integrar los límites. La prohibición
del incesto est quizás una de las primeras prohibiciones aprendidas desde la edad más pequeña
que se transmite de generación en generación.

¿Cómo surgió? Freud menciona en su obra Tótem y Tabú que podríamos creer que
existen lazos indirectos con esta ley en las tribus australianas:

“La única cosa que creemos entender, es que el rol del tótem (del animal) como ancestro es
tomado muy en serio ahí. Todo aquello que desciende del mismo tótem es pariente de sangre, es una
familia y, en esta familia, los grados de parentesco más alejados son reconocidos como un obstáculo
absoluto, a la unión sexual”.3

1 La observación fenomenológica considera toda experiencia, percepción y organización interna de los fenómenos tal
y como fueron vividos por aquellos que los experimentaron. Ciccone, A. y Lhopital, M., op.cit., p.5.
2 Ibid., p.19. La traducción es mía.
3 Freud. S. (1913) Totem et Tabou in Oeuvres complètes, Volume XI, (1988) Paris: Presses universitaires de France, p.
203. La traducción es mía.
Se cree que hubo una necesidad de esparcir esta ley en cuanto a las limitantes
matrimoniales, de ahí la correlación entre el sistema totemista y la exogamia.

Aún si Freud toma en cuenta el rasgo infantil en el neurótico, no podríamos pasar por
alto la similitud con este adolescente. De por sí Freud enunciaba:

“El psicoanálisis nos ha enseñado que la primera elección de objeto sexual del niño es una
elección incestuosa concerniendo los objetos prohibidos de la madre y la hermana, y de la misma manera
nos ha enseñado las vías por las cuales el adolescente se entrega a la atracción del incesto”. 1

Charles disfruta de una autonomía casi total, él puede hacer su maleta, organizar su
jornada, bañarse, vestirse solo, comer correctamente e incluso tomar el tren para ir con sus
familias sustitutas en provincia. No lo he visto todavía cocinar pero no dudo que podría aprenderlo
fácilmente. Habla con soltura de sus estancias en las familias sustitutas y explica asimismo los
inconvenientes que pudiera pasar.

Recientemente ha traído su cuaderno de dibujo con sus pinturas al pastel donde ha


dibujado experiencias de su estancia en provincia: donde trabaja, donde pasea y donde los otros
trabajan. De igual manera, en ciertos dibujos llega a proyectar sus angustias en forma de
tormentas en el mar o de rayos en la oscuridad del cielo. Él llega a aceptar los límites o al menos
a encontrar las palabras para expresar su descontento. Por consiguiente, Lorenzo dira que el gran
avance de Charles es que ha aprendido a negociar.

LOUIS, 17 años. 2 días a la semana.

Es un joven que le gusta la fotografía. Se traslada a su trabajo en la panadería de un


conocido supermercado en autobús. Es muy responsable pero extremadamente tímido. Tiende a
evitar la mirada del otro o a mirar al que le habla. Así pues, mirará el piso la mayor parte del
tiempo. Difícil de pensar que podría ser una persona agresiva, pero Winnicott lo explica muy bien:
“Ser débil es una noción igual de agresiva que el ataque del fuerte hacia el débil”. 2Que no la
exprese no quiere decir que no la sienta.

A veces responde a las preguntas antes que le sean preguntadas. Pienso que es sólo
para deshacerse de la situación incómoda. Por ejemplo, cuando le decimos: “¡Buenos días!”, él
responde enseguida: “Sí, estoy bien”.

1 Freud, S. Totem et ..., op.cit., p. 218. La traducción también es mía.


2 Winnicott, D., op. Cit., p. 150. La traducción es mía.
Ha adquirido una autonomía que le permite organizar su jornada, por el contrario sólo
“necesita” ayuda en pequeñas situaciones como tender su cama. Me ha pedido de ayudarlo a
tenderla así que reaccioné como lo hice con Lucien. ¿Cómo es posible que este adolescente tan
autónomo -según yo- de pida ayuda por una tarea tan fácil como tender su cama? Le pedí
entonces que me mostrara en qué podía ayudarlo: “Muéstrame en dónde encuentras la dificultad”.
Y una vez más era la sábana bajera. Resulta que su cama está localizada en una esquina de su
recámara, ésta está contra una de las paredes impidiendo encontrar una posición cómoda para
poner la sábana. Asimismo, le muestro que es posible de mover la cama tanto como queramos
para poder llevar a cabo nuestro objetivo.

Me pidió ayuda otra vez y ví que era para lo mismo así que le dije que él es totalmente
capaz de hacerlo solo. A partir de ese momento, no me volvió a pedir ayuda. Es importante de
mencionar que Louis se muestra más abierto hacia nosotros, desde que la partida de un
permanente con el que mantenía una relación privilegiada. En particular, él participa activamente
lo que le permite integrarse a nuestras conversaciones.

También logra abrirse progresivamente y a expresar en la mesa sus problemas


familiares o sus proyectos de vida. Actualmente, continua a hacer sus prácticas en la panadería de
un conocido supermercado.

MICHEL, 13 años. 2 días por semana.

Es un chico de madre marroquí y de padre guadalupeño. Cuando llegó, tenía la


costumbre de pegarse al cuerpo del otro de una manera violenta. No hablaba y estaba todo el
tiempo sobreexcitado, sobre todo a la llegada y a la partida del lugar. Si se despega de alguien era
para pegarse a alguien más. Tenía dificultad para contenerse o tener gestos finos en la mesa. Por
ejemplo, debido a su ansiedad por tomar una baguette, puede tirar cualquier objeto que esté en su
camino. Por el contrario, es muy sensible a los cumplidos, los escucha, aprecia y refuerza
visiblemente su gesto.

Así fue como una semana antes de las vacaciones de Navidad, fui testigo de lo
siguiente: él había terminado de ducharse y observo un gesto que en mi opinión denotaba
inteligencia pero también una relación con su propio cuerpo muy particular. Cuando se estaba
vistiendo, se detiene, se toca el cabello y toma la toalla para secarse una vez más el cabello. Era
la primera vez que lo hacía y no perdí la oportunidad de decirle que: “¡Michel, eres un chico muy
inteligente! ¡Te diste cuenta que tus cabellos estaban todavía mojados y has decidido de volverlos
a secar. Es un gesto muy inteligente de tu parte!”. Y repite la acción. De hecho, de vez en cuando
lo repite una vez que ha terminado de secar su cuerpo y regresa al cabello. Aunque ya haya salido
del baño, regresa por su toalla para secarse bien el cabello. No sé si es para escucharse de nuevo
adular. Lo que quise resaltar era la iniciativa de cuidado que tiene hacia su propio cuerpo.

Quisiera señalar que esa misma semana me encontraba mala de la garganta y le


hablaba muy bajito. Además, había tomado la decisión de no darle órdenes como a un soldado.
Estaba harta de eso y creo que el hecho de estar enferma, nos convenía a los dos.

La misma situación se pasó cuando se estaba secando el cuerpo. Esta vez se seca la
espalda “como un profesional”, o sea tomando la toalla con las dos manos y moviéndola de arriba
a abajo. Asimismo, para secarse las piernas se sirve del borde de la bañera para apoyar su pierna
y facilitarse la tarea. También se los hice ver como una expresión de inteligencia porque me
parecieron que eran gestos muy elaborados que solicitaban de concentración y organización.

Una de las primeras costumbres que trabajamos fue la “pegadura”. Desde el principio,
intenté de hacerle entender que nada malo le pasaría si se despegaba “de hecho, no es
agradable estar pegado todo el tiempo a alguien” y Lorenzo le decía también: “Tú no eres un
timbre ni yo un sobre para que te me pegues”. Igualmente por las ventanas, no tenía permitido de
pegárseles y si lo hacía, debía inmediatamente limpiar los vidrios ya que dejaba unas marcas ahí.

Ya sea Lorenzo o yo, le recordábamos los límites de la proximidad con el otro. De


hecho, con Lucien, sólo me bastaba hacerle un gesto de desaprobación para que él intentara de
despegárselo. En cuanto a Michel, intento de hacerle comprender que separación no significa
desaparición; que si no está pegado, puede quedarse a lado de nosotros.

El modo “violento” en el cual Michel se pegaba a los demás valía el concepto de


Identificación Adhesiva introducido por Esther Brick y desarrollado por Donald Meltzer y sus
colaboradores en 1975. Se trata de un proceso de identificación primitivo en el cual el agarre sería
una suerte de defensa contra la separación vivida como una amenaza.1Hoy en día, casi no se
pega y si lo hace es de una manera sutil.

Por otro lado, esta atracción compulsiva por las ventanas donde podía pasar mucho
tiempo con la mirada fija hacia el exterior, en el pasaje de los coches e ignorando la voz de los
otros; recuerda a un segundo mecanismo, el de desmantelamiento. Este se explica por un paro
temporal de la atención con el único objetivo de una afinación de los sentidos a los objetos más
atractivos del momento.2

1 Ciccone, A. y Lhopital, M., op.cit., p.102.


2 Ibid., p. 103.
En la actualidad, Michel reacciona más a la palabra y sólo cumple con las tareas del
hogar bajo la supervisión de alguien más. Sin embargo, comienza a mostrar iniciativa para hacer
algunas tareas como limpiar los trastes o servirse agua, té o comida que esté en la mesa.

SÍNTESIS

Desde los primeros días, sentí que Lorenzo había querido instalar una relación que
permitiese el libre intercambio de pensamientos y un respeto por el otro. Me enseñó la importancia
de un marco que pudiera contener las acciones dispersas en un solo lugar donde prime el respeto
hacia el otro. Reglas válidas para todos con la sola función de permitir una convivialidad con el
otro y de permitir diferenciar al otro.

Aprecié mucho la gran habilidad de Lorenzo a asir las anécdotas con la finalidad de
tejer lazos y construir posibilidades. Después de todo, es a ellos de elegir y aún más de ser
responsables de sus elecciones y a nosotros de apoyar su palabra.

Aprendí a privilegiar todo lo que atañe a la cultura ya que ella porta todas las
particularidades del ser humano sin discriminación. Un grupo de fotografía no rechazaría a Louis
que le encanta, o en el caso de Charles que hace dibujos muy detallados o aún Mathias que le
encantan sus cursos de dibujo de mangas. Todos serían bienvenidos con tal de aportar algo que
alimente la mirada del otro.

Estos chicos me han enseñado la importancia de sostener la palabra con el fin de que
ellos puedan confiar y sentirse seguros para que las propuestas puedan surgir. Nosotros, como
acompañantes, tenemos la carga de acordar a sus palabras el mismo valor que a las nuestras.

El lugar de acogida como lugar de vida permite -en otra configuración que la del modelo
parental-, de ofrecer un espacio para recibir el sufrimiento psíquico y también de mostrar las otras
posibilidades de actuar a pesar de ciertas debilidades.

Es importante de señalar el valor de las contribuciones culturales -experiencias,


expresiones, usos y costumbres de mi país de origen- que me permitía de compartir con los
adolescentes ya que eso evocaba una novedad y marcaba una diferencia en relación con sus
costumbres. De una cierta manera, les estaba mostrando otros horizontes.
III. DISCUSIONES

La riqueza de estas vivencias con los adolescentes y jóvenes adultos experimentando


diferentes dificultades psíquicas es inconmensurable. No sería capaz de describir las enseñanzas
sacadas -del atolladero- del cual estuve confrontada para intentar de comprender la paradoja que
puede ser el ser humano.¿De qué manera el ser humano está constituido que todo lo que
compete al amor y al odio llegan a cohabitar en nosotros mismos sin diferenciarlos fácilmente?

Aprendí que una de las fuentes de la psicosis vendría de ésta confusión emocional y de
la incapacidad a ponerlas en palabras de manera a poner una distancia frente a situaciones
percibidas como intolerables. También aprendí a volvernos conscientes de nuestros límites
cuando experimentamos un sentimiento de todo-poderoso así como a tener el coraje y la humildad
para solicitar ayuda. ¿Sería esto posible sin un trabajo de subjetividad de la parte del
acompañante?

De cada encuentro podemos sacar puntos en común con uno mismo para formar un
grupo y de otros puntos, más bien singulares como aquellos que esbozan una personalidad,
permitirían de modelar la relación con el otro. Relación que no sería forzosamente la misma con
otra persona. Razón por la cual sentimos una persona más cerca que otra.

¿Qué permitiría de establecer una relación sólida con el prójimo? ¿No sería una
cuestión de implicación? ¿No sería esa la apuesta de mi trabajo? De hecho, ¿podríamos tener
presente las herramientas del psicólogo antes de definir lo que quisiéramos cumplir? Y, ¿cómo
abordar esta experiencia antes incluso de conocer la teoría? En ese caso, nada estaría escrito,
entonces todo me parecería plausible.

Una cosa me parecía evidente, estos adolescentes vienen a cuestionar de todas sus
fuerzas un sistema por el que todos estaríamos concernidos. Ellos, los más desvalidos en nuestra
sociedad actual tendrían cómplices y voceros para expresar y rendirse ante la evidencia de lo que
ellos viven en el día a día y hacer comprender la pertinencia de las políticas instaladas. Por
consiguiente, sería solamente por la práctica que podríamos recolectar el material necesario para
cuestionar las medidas tomadas en el acompañamiento con el objetivo de permitirles una calidad
de vida digna.

Desgraciadamente, hoy en día las políticas de atención a las personas con dificultades
psíquicas son apenas en favor de la preservación de la dignidad humana ya que algunas vulneran
la libertad de elegir. En cambio, he podido constatar la importancia del lazo cultural para alimentar
una inserción en lo social. Pero, ellas no han podido ser apoyadas ante las instancias
correspondientes. Diríamos que estos diferentes lazos no son reconocidos en la cuota de la
administración. Y con razón, ¿Cómo contabilizar el efecto de un encuentro? ¿Cómo cuantificar
una aceptación en un grupo social? Y sobre todo, ¿cómo asegurar la atención que mantiene la
integridad psíquica y emocional del paciente sin dañar los intereses de la Institución?

En cuanto al trabajo en equipo, la primera “regla” de trabajo que pude aprender y que
guardo presente en mi mente concierne la relación con los colegas. Ella es tan importante, quizás
primordial, en un trabajo de acompañamiento que apunta a una introducción al saber-vivir. No
sería del todo honesta si no llegara a mostrarles las situaciones, citadas previamente, que me han
permitido de establecer una condición de trabajo. Esta condición de trabajo aspira al buen
entendimiento en cuanto a los diferentes puntos de vista, la escucha y el apoyo para avanzar y
posicionarse frente a los adolescentes.

Delion, autoridad en el campo de la psicoterapia institucional, subraya la importancia


para un grupo multidisciplinario el poder comunicar en las reuniones sus experiencias con los
adolescentes “esclarecidas por la presencia y las reflexiones benevolentes de un paido-psiquiatra
o de un psicólogo de formación psicoanalítica”.1No obstante, habría a propósito, un deber de
reflexión que atañería a la responsabilidad de todos los participantes. ¿Cuáles serían las
condiciones requeridas para permitir y llevar a cabo este trabajo de reflexión sobre la clínica
misma? ¿Mejores condiciones de trabajo serían en principio? ¿Es la calidad de las formaciones
académicas para hacer surgir el autodidacta? O ¿No sería necesario una implicación más grande
de la parte de los profesionales? Llevar estas discusiones al centro de los grupos de trabajo no
sería si a caso para darse cuenta de los límites de nuestro trabajo en materia de reflexiones y
aportes.

Recordemos la dialéctica hablar-saber. En las reuniones un silencio podía invadirnos,


mantenido por la creencia que hablar competería del campo del saber. Si seguimos esta lógica,
¿no hablar es no saber? Y ¿qué pasa cuando osamos hablar pero no somos escuchados?
¿Estamos listos a hablar en las reuniones y a confrontarnos con nuestra ignorancia?
Arriesgándose de elegir de qué manera podemos aprender más.

¿Es siempre más importante de demostrar un saber que reflexionar en equipo? De


todas maneras, también aprendí que es importante trabajar con nuestro colega para asegurar un
ambiente tranquilizador a los chicos que propiciaran la base para los intercambios y las iniciativas.
Entonces, ¿de qué manera la configuración de esta institución permitía a estos chicos encontrar
su identidad y experimentar la dignidad? Muchos puntos importantes a tratar. De estas

1 Delion, P. (2013) Écouter, soigner; la souffrance psychique de l'enfant, Paris: Albin Michel, p. 57. La traducción es
mía.
experiencias, mencionaría sólo algunos: la confianza hacia los infantes, un conocimiento y un
recordatorio de los límites de los diferentes marcos sociales propuestos, y finalmente, el respeto,
tanto el espacio de cada uno como de las decisiones y opiniones de los adultos hacia los infantes
y de los infantes hacia los adultos.

En la parte introductoria de este trabajo, había abordado el “yo” y su importancia en la


vida psíquica. Asimismo había propuesto de resaltar los rasgos de personalidad más importantes
de estos chicos para poder identificarlos y ubicarlos unos con otros. ¿Cómo podemos ubicar estos
personajes si no he puesto el diagnostico oficial? Podemos ver que el diagnóstico no es siempre
la referencia por excelencia. ¿Cómo pude saber de quién hablaba si he cambiado sus nombres?
En suma, ¿cómo identificarlos? Por eso creo que es posible a través sus pequeñas
singularidades. Esa mezcla que los hace únicos y diferentes unos con otros. Estas diferencias que
son propias a cada quién y que nosotros como profesionales podemos ayudar a darse cuenta de
ellos, incluso a reforzarlos para que se conviertan en puntos de apoyo. Es ahí dónde comenzamos
a trabajar con su identidad.

Por el contrario, una tarea más difícil está en su camino. El hecho de identificarse, de
hacer consciente sus virtudes así como la valoración de su presencia en cualquier entorno. Para
algunos es más visible que para otros. Por ejemplo, el hecho de utilizar el pronombre Tu en lugar
de Yo. Eso podría ser considerado como una manifestación de su “yo” debilitado. Siendo el yo,
como la entidad que gestiona de alguna manera el mundo interno y externo del individuo para
posicionarse frente a los demás y cumplir sus objetivos. Por otro lado, ¿es que el hecho que
Grégoire utilice la palabra Yo quería decir que estaba representándose frente a los demás? ¿De
tomar conciencia de su presencia, de su persona? Este ejemplo no podría ser muy convincente
para algunos, pero pienso que a lo largo de las experiencias, el infante podría muy bien
comprender el sentido de ésta palabra, de este cambio en su lenguaje, del hecho que las
consecuencias en su uso le trajeron. Es decir, que necesitaría que él constate por él mismo que el
hecho de usar Yo tiene el sentido de representar y diferenciarlo frente a los demás.

Igualmente, estuve muy contenta de constatar que algunos adolescentes podían apelar
al orgullo de una manera pertinente. Cuando habían logrado una tarea en la escuela, no perdían
la oportunidad de compartirlo con nosotros. Es así que pude ser testigo de sus pequeños
momentos de victoria. Ellos aprecian también, quizás mejor que nosotros, la compañía con los
demás. Sus pequeñas victorias son el reflejo de un orgullo hacia ellos mismos que podría ser
considerado por el hecho de haber vivido un momento dignamente, sin ningún sentimiento
negativo -de origen interno o externo- que habría podido enturbiar su camino hacia el hecho
realizado.
Ahora bien, hay algo que me molesta en relación a la representación que la palabra
discapacitado puede remitir. Como vimos en el caso de Pierre, el adjetivo discapacitado no le
molestaba tanto hasta que se le cuestionó. Calificar a alguien de discapacitado, de impedido, de
incapaz, me ha siempre molestado. Ciertamente ellos pueden encontrar dificultades para ejecutar
una tarea específica pero ¿es justo de referirnos a ellos como incapaces cuando con los medios y
las adecuaciones necesarias logran hacerlo? ¿Porque es tan difícil de comprender que pueden
actuar de diferente manera? A veces no es tan diferente. Pienso que tiene que ver algo con el
tiempo de ejecución y la autonomía lo que refuerza los criterios de atribución de la palabra
discapacitado. ¿Es que si les explicamos lo que ese término significa y el alcance de su
significación estarían de acuerdo con ello? No es porque en ellos es más visible el hecho de
requerir ayuda que estas afirmaciones son justas. ¿Esa necesidad de requerir ayuda no sería el
síntoma de una fábrica de normalidades? Es decir que el hecho de pedir ayuda en permanencia
estaría ligado al hecho de ejecutarse en un ambiente que respondería solamente a las
necesidades de una población inserta en un marco de vida dicha normal.1No debe ser fácil
soportar discriminaciones en el día a día y ser disminuido en la sociedad por el hecho de padecer
una cierta condición psíquica. ¿Que se sentirá ser señalado como una persona discapacitada por
encima de tus capacidades?

Si es cierto que este reconocimiento del término discapacitado, en el área


administrativa, les permite tener una atención, en el mejor de los casos, adecuada, y
subvenciones para costear sus necesidades, no creo que por mucho esto esté inscrito en un
trabajo de subjetividad y de una atención que apunte a la autonomía integral de la persona en
situación de discapacidad. ¿Podemos decir hoy en día que las personas afectadas por dificultades
psíquicas graves toman parte activa de las decisiones que las conciernen directamente que estas
sean a corto o largo plazo? Las estamos sometiendo a una condición psíquica del hecho de
asociarlas a un diagnóstico como en el caso de Pierre. Él no veía otra posibilidad, ni su persona.
Ya habían decidido por él desde el momento del diagnóstico sin ver las otras posibilidades que él
podía aportar.

Y, ¿qué pasa cuando nos impiden la posibilidad de decidir por uno mismo del hecho de
estar diagnosticado incapacitado como en el caso de Loïc? Él nos había demostrado muy bien
que las decisiones las podía tomar. Estoy de acuerdo con el hecho que se le podría dificultar ver
las consecuencias; la comprensión de lo abstracto no es su punto fuerte. Pero, no podemos
considerarlo incapaz porque no se lo hemos enseñado antes. Y no es porque tenga un trastorno
psíquico que eso le impide de hacer las cosas que le gustan, como pasear. Pasear no pertenece a
lo abstracto. Si su paseo hubiera estado condicionado por el hecho de tener cuidado, lo habría

1 Utilizo la palabra normal para señalar algo que sería “evidente” ya que es conocido e integrado desde hace tiempo
en nuestro marco de vida sin por lo tanto ser cuestionado en su pertinencia y por eso pasar desapercibido.
Finalmente, no es tan evidente si lo pensamos.
hecho. Precisamente, ya era cuidadoso para cruzar las calles. Él conocía el camino de memoria y
nunca había tenido incidentes. Aún así, las fantasías centradas en posibles accidentes tenían más
peso que las veces donde él ya había hecho el tramo. Él les había demostrado lo contrario varias
veces, pero una vez más, él no había sido escuchado en su petición. Entonces, ¿porqué había
sido tratado toda su vida como una persona incapaz de tomar decisiones? Él estaba siendo
infantilizado por su condición. ¿No es eso una forma de discriminación?

Nosotros, como profesionales, sabemos cuán difícil es para estos infantes o


adolescentes formular sus anhelos. ¿Porqué rechazárselos? ¿Porqué tener que llegar a decirle
que tiene que pedir permiso a sus padres si es él quién hará el trayecto?¿No estamos
anulandolos como sujetos dotados de palabra y deseos? Si es él quien demostró en otras
ocasiones que podía hacerlo, en nombre de qué, ahogamos su palabra? Ahora bien, eso fue
cuestionado a la institución y cada vez caemos en la misma respuesta: la responsabilidad de la
institución. ¿No es responsabilidad de la institución de apoyar al infante en su autonomía? Y,
¿dónde está la responsabilidad del joven? Si no los ponemos en situación, ¿cómo obtener las
situaciones concretas para posicionarlo frente a las responsabilidades? Detrás de estas
decisiones tomadas por él, hay la idea que él no estaría listo a afrontar la responsabilidad de sus
actos. ¿Que le falta para eso? ¿Porqué de entrada no están formados para ello?

Hans Jonas pensó la cuestión de la responsabilidad en sus dos vertientes: natural y


contractual, y su implicación en diferentes campos. Así nos explica que una responsabilidad está
ligada directamente a las obligaciones de una persona que se sostiene como garante. Lo que
quiere decir que al momento en el que cada quien asume un compromiso, está obligado a cumplir
con las obligaciones del mismo.

Por ejemplo, el piloto de un avión es responsable de nuestra seguridad en un tiempo y


lugar concreto, y debe ejercerse ya que tiene los conocimientos para llevar a cabo esta obligación.
Vemos la delimitación de su campo de acción. Así que el piloto sería irresponsable si actuara
contrariamente a su opinión bien fundada.1Vemos esta dialéctica entre poder y/o conocimiento
versus obligación versus responsabilidad. Es decir que la responsabilidad es en relación directa
con las obligaciones morales en una situación preestablecida, y el hecho de haber asumido un
puesto de poder solicita un conjunto de conocimientos que en primera instancia aseguraran las
obligaciones. Las bases de la responsabilidad han sido establecidas. Entonces, ¿no se debería
transmitir los conocimientos necesarios para ejercer su responsabilidad frente a las situaciones las
más comunes?¿No es parte de nuestra responsabilidad como profesionales?

¿Es que el status de infante en las personas en situación de discapacidad no podría

1 Jonas, H. (1979). Le principe responsabilité (3e éd.), 1995, France: Ed. Champs/Flammarion, p. 184.
evolucionar? ¿Cuáles serían las medidas necesarias para que estas personas tomen su vida en
sus manos y no dependan de la opinión de sus padres? En el caso de Loïc se cuestionaron los
límites de la responsabilidad parental. Jonas toca el tema en su libro sobre el principio de la
responsabilidad. Ahí da cuenta que tanto el rol de los padres como el de la educación tienen un
periodo de tiempo donde cada quien debe haber cumplido con su tarea. Para los primeros, el
devenir adulto con su carga de responsabilidades y para el segundo caso, la educación apunta a
la autonomía del individuo y una de sus consecuencias es la responsabilidad.1¿Cuándo
podremos considerar como límite el hecho de haber llevado a cabo estas tareas en las personas
en situación de discapacidad? ¿Sería un lapso de tiempo definido o el alcance de la presunción de
responsabilidad? Y además, ¿qué criterios para definirla? ¿Es un campo del derecho o de la
psicología clínica? O mucho mejor, ¿es posible una colaboración de todas las partes, infantes
incluso, para cumplir con nuestra tarea?

Un acompañamiento dedicado a los padres resulta más que pertinente, necesario. Todo
profesional habiendo ya trabajado en el campo de la discapacidad estaría de acuerdo para que
esto sea una condición en la atención multidisciplinaria de estos chicos. Necesitamos políticas de
salud pública que hagan el acceso a los acompañamientos psicológicos -de padres e infantes en
situación de discapacidad- de acuerdo a los tiempos y necesidades de tratamiento de cualquier
establecimiento. Estaríamos apoyando a las familias y quizás aligerar la carga mental en su vida
cotidiana. Aunque sólo fuera para contribuir al desarrollo de la salud mental de los individuos y
apoyar el proyecto de autonomía del infante.

1 Jonas, H., op.cit., p.211.


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