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I.

El poder de Dios nos liberta para que podamos tomar control de las emociones y
sentimientos

Quien gana ventaja con la permanencia de las heridas espirituales que experimentamos, es
nuestro Adversario espiritual.

El propósito de Dios es que haya sanidad permanente en nuestro mundo interior (1


Tesalonicenses 5:23) Las heridas emocionales comienzan con un hecho traumático que se
transforma en resentimiento y da lugar al odio. A partir de entonces se produce
la amargura de corazón y toma fuerza hasta llevar a la persona a la destrucción física y
espiritual. Satanás se aprovecha de las heridas emocionales (Efesios 4:27)

II. Las heridas emocionales vienen por:

1. Las relaciones rotas. Frecuentes en los matrimonios que terminan en divorcio y


que desencadenan heridas en los cónyuges.

2. No perdonar. La decisión de mantener la herida emocional y no perdonar al


causante del mal, se constituye en una atadura espiritual (2 Corintios 2:10, 11)

3. El Rechazo. Comienza generalmente desde la niñez y persiste en el tiempo. No


obstante, los hechos traumáticos también afectan a los adultos.

4. El Maltrato. Se producen por las reacciones que se reciben de otras personas y que
involucran violencia física y verbal. Causan heridas emocionales.

5. Palabras hirientes. Son términos expresados generalmente por alguien en estado


de exaltación que producen heridas emocionales (Proverbios 10:31; Salmos 37:30)

6. Abuso sexual. Produce heridas emocionales que pueden marcar la vida de una
persona para siempre.
7. Raíces de amargura. Constituyen el producto de heridas sin sanar que nos impiden
una vida plena y desencadenan contaminación espiritual a otras personas (Hebreos
12:15)

Dios quiere que seamos libres de las consecuencias de los hechos traumáticos que nos
afectaron (hebreos 12:1) Dios que nos creó, es el único que puede sanarnos

III. Dios quiere traernos libertad a partir del perdón (Lc. 6:37)

Dios nos perdonó y espera que nosotros perdonemos a quienes nos han causado daño (Ef.
4:32)

Estar atados al pasado cuando no perdonamos, nos impide crecer en todas las áreas de
nuestra vida.

Cuando perdonamos a quienes nos han causado daño, desatamos a quien nos causó daño y
de paso quedamos libres (Juan 20:23) Quien no perdona recibe las consecuencias de su
determinación. Experimentará un estado de tormenta interior permanente (Mateo 18:21-35)

IV. Quien más se perjudica es aquél que no perdona

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