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Los espanoles

La vida buena de los españoles transcurre fuera de casa. Así ha sido tradicionalmente, por lo general con
una casi musulmana separación entre sexos. Los varones iban al casino, a los toros, al café; las mujeres
se sentaban en sillas bajas en la calle, en un portal, si hacía buen tiempo o si no, iban a la iglesia. Ésas
son formas de vida pretérita, pero todavía vigentes en su fondo. La tradición mediterránea del ágora
subsiste. La vida más apetecible sigue siendo la de la calle, o por lo menos, negativamente, la que se
hace fuera del hogar.

"Salir" significa realmente que los españoles se relacionan menos con la familia y más, cada uno de sus
miembros del hogar, con sus pares, las personas de parecida edad y con mucha frecuencia del mismo
sexo. Esta constancia se extiende a los A jóvenes e incluso a los adolescentes, quienes reciben mucha
influencia de ese grupo de pares y relativamente escasa de los padres y no digamos de los demás
parientes. Este hecho se traduce en otro de mayor hondura: muchas familias se mantienen
artificialmente unidas, pero no cohesionadas, por razones económicas o de tradición. No sólo los
jóvenes no abandonan el hogar paterno, a pesar de que puedan llevarse mal con los padres, sino que los
cónyuges pueden no llevarse bien entre sí y no recurren al divorcio. La ley de divorcio en España es
sumamente liberal, pero la tasa es bajísima. En definitiva, el hogar se ve más como una unidad de
organización económica que de administración de afectos, siempre en valores relativos respecto a lo
que ocurre en los países europeos con los que gustamos compararnos.

- Armando de Miguel

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