Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Nacionalismo, 6
Nacionalismo, 6
Los amigos de mi esposo quieren que escriba un breve prefacio para esta
nueva edición de El nacionalismo argentino1.
Me es particularmente difícil.
A medida que él iba escribiendo estas páginas me las leía y comentaba.
Escucho aún su voz que ya ha sido silenciada, acepto y ofrezco el dolor de su
muerte, amo todo lo que él amó, y rechazo lo que él repudiaba.
No tenía tiempo para odiar, se entregaba a la cátedra y a sus libros
apasionadamente, urgido por una ardiente caridad y con esa “tácita
obstinación” (Séneca) del que sabe que el tiempo se va, se está yendo y tal
vez no le permitiera completar su mensaje esclarecedor, sin desaliento, sin
amargura, afirmativo, valiente; con ese valor que da la verdad libremente
reconocida y libremente amada.
“Dios es el verdadero protagonista de la historia”, enseñaba; no hubo
desengaño que lograra socavar su fe en el futuro de la Patria, porque el
hombre es proclive al mal pero la gracia lo rescata de sus miserias, de sus
temores, de sus ataduras carnales y le da la fuerza para vencerlos y para
trascenderlos cuando una gran misión lo reclama.
Entendía que esa misión es restaurar a la Patria en Cristo.
Escribía para todos sus compatriotas, para los mejores, para los que no
estaban definitivamente comprometidos con la antipatria y sus deleznables
servidores, verdaderos lacayos de amos exigentes e innobles.
Se ha dicho que se dirigía, sobre todo, a los miembros de las Fuerzas
Armadas.
Quería que nuestras Fuerzas Armadas volvieran a reencontrarse con el
coraje y la capacidad de actuar en espíritu de servicio; nunca llamó a la puerta
de ningún cuartel, que cada cual leyera las viejas verdades y decidiera las
nuevas actitudes, con espíritu independiente y, por eso mismo, sometido al
esplendor y a las exigencias de la verdad.
Si hubiera escrito a oficiales de las Fuerzas Armadas lo hubiera hecho
como José Antonio: “Si la Providencia pone otra vez en vuestras manos,
oficiales, los destinos de la Patria, pensad que sería imperdonable emprender
el mismo camino sin meta. No olvidéis que quien rompe con la normalidad de
un Estado (yo hubiera escrito: aparente normalidad) contrae la obligación de
edificar un Estado nuevo, no meramente ha de restablecer una apariencia de
orden. Y que la edificación de un Estado nuevo exige un sentido resuelto y
1
La primera edición de esta obra fue publicada por la Editorial Cultura Argentina, Buenos Aires, 1972.
maduro de la historia y de la política, no de una temeraria confianza en la
propia capacidad de improvisación”.
Como tengo que referirme a este libro, lo haré con sus propias palabras,
más definitorias que las mías.
Analiza primeramente el llamado nacionalismo de izquierda que
sostiene la "negación del Verdadero Señor del tiempo y de la eternidad,
Jesucristo".
Citando a H. Coston, escribe: “...la república francesa tiene un Rey:
Rothschild”.
Y agrega: “el egoísmo es el principio de la sociedad burguesa. El dios
del egoísmo es el dinero”. “[...] según este criterio del hombre egoísta el
poder político se haya subordinado al poder económico”.
Estudia a continuación los tres elementos ideológicos que distorsionan y
desvirtúan los principios del nacionalismo: el populismo, el clasismo y el
socialismo.
Del populismo aclara: “[…] el derecho y la ley se fundan en el criterio
más inconsistente, accidental, voluble y arbitrario “[...] la soberanía popular
es la omnipotencia del número [...] el señorío sobre todo lo propio, no resulta
ni de una convención ni del sufragio, sino del sacrificio y la sangre
derramada: compromete a las generaciones que van llegando a renovar el
sacrificio si fuera menester” [...] el populismo es radicalmente subversivo,
antijerárquico e inorgánico [...] la multitud, como tal, es inepta para gobernar;
no puede, por sí misma, decidir ni legislar, ni administrar justicia que son las
funciones propias del gobierno político”.
Del clasismo: “[...] la ideología clasista se traduce en una especie de
maniqueísmo social por cuanto hay una clase de los buenos y otra de los
malos, explotados y explotadores, sin atenuantes” [...] es notorio que los
titulares de los poderes económicos multinacionales están fuera y por encima
de las clases burguesas nacionales [...] los titulares de la internacional del
dinero residen en el extranjero y son invisibles [...] las jerarquías sociales
naturales y todo lo que constituye un orden se estructura jerárquicamente: la
familia, la escuela, la universidad, la profesión, la empresa, el Estado, la
Iglesia […] la dialéctica que informa las ideologías es un hábito perverso de
la mente, una verdadera subversión que construye esquemas aberrantes por
los cuales se hace salir lo superior de lo inferior, la virtud del vicio, el ser del
no ser [...] la justicia de la Nación se alcanza en la caridad de Dios [...] tan
sólo el terror sistemático puede doblegar al hombre [...] el clasismo contradice
la esencia misma del nacionalismo argentino y asociado al populismo lo
convierte en instrumento eficaz de la subversión comunista”.
Del socialismo: “El liberalismo individualista y el liberalismo socialista
son las dos caras de la misma moneda falsa del ateísmo, o mejor, del
Anticristo […] Rousseau niega el dogma del pecado original y postula la
inmaculada concepción o bondad natural, el hombre nace bueno y la sociedad
lo corrompe […] Sociedad sin propiedad privada, sin clases, sin Estado y sin
la Iglesia […] Las cuestiones humanas, incluso la cuestión social, no se
pueden plantear ni resolver con sentido realista fuera de Cristo y de su
mesianismo trascendente […] la ideología socialista propone una historia de
salvación sin Dios, sin alma espiritual e inmortal, sin Divina Providencia [...]
donde el único protagonista es el hombre reducido a un animal súper
evolucionado y movido por sus necesidades materiales […] es un hecho
constante que las universidades, actualmente, son el vivero de la guerrilla y
del terror.”
Y resume:
"El nacionalismo distorsionado por la ideología populista confunde a la
Nación con una clase proletaria.”
“El nacionalismo distorsionado por la ideología clasista no resiste la
confrontación con la realidad social”.
“El nacionalismo distorsionado por una ideología socialista busca la
libertad económica de la Nación [...] en la abolición de la propiedad privada y
en un capitalismo de Estado […] el individualismo y el socialismo son
totalitarios”.
Define después al auténtico nacionalismo argentino: “Constructivo y
restaurador, jerárquico e integrador, cristiano y argentino en su contenido y en
su estilo. Una afirmación soberana frente a la plutocracia y al comunismo.”
Concluye definiendo al nacionalismo sin ideologías como “el único
capaz de establecer el orden de la Nación en los principios supremos que le
dieron el Ser”.
Verdad, Sacrificio, Jerarquía: esta última trilogía reemplaza a la tan
pregonada y desquiciadora de la revolución francesa.
Este pequeño libro, a la luz de la teología y de la metafísica, aclara el
problema del falso y del auténtico nacionalismo.
Agradezco a la Editorial Cultura Argentina que desinteresada y
generosamente publicó varios libros de mi esposo para que su pensamiento
fuera conocido y en la esperanza o certidumbre de que así servían a la Patria.
Ya mi esposo no podrá publicar nuevos libros. Yo pido al lector que
recuerde la muerte de mi esposo, una generosa y meditada oblación; esa
muerte que el P. Torres Pardo en la misa concelebrada calificó de “linda
muerte”.
Sí, fue una linda muerte.
Voy a repetir las palabras que escribí para José Antonio: “Para el que
vive aprendiendo el arte de bien morir, ¡Qué linda muerte, su muerte! Sobre la
camisa azul clavel de sangre florece”.
Y ruego a Dios y a la Virgen Nuestra Señora, que el pensamiento
expuesto en sus libros sea conocido por “un número suficiente de argentinos”
y tal vez podamos decir las palabras finales de la glosa:
“¡Ahora sí, vive la Patria, porque vive de su muerte!”
Me han dicho que en casi todo lo que escribo hablo demasiado de la
muerte.
¿Qué puede realizarse sin espíritu de sacrificio y de donación, sin desear
una muerte que sea un supremo y lúcido holocausto?
Porque por mis venas corre buena sangre requeté: ¡Viva la muerte!
I Parte
EL NACIONALISMO ARGENTINO
EL POPULISMO
EL SOCIALISMO
72
En el esquema dialéctico del marxismo, el trabajador recibe apenas lo
necesario para subsistir con su familia; su condición proletaria es irremediable
y a ella van ingresando las mayorías.
El proceso de la historia conduce inexorable-mente a la liquidación de
este sistema de explotación del hombre por el hombre. Los apropiadores serán
expropiados y la propiedad de los medios de producción pasará a la
comunidad, más concretamente al Estado socialista.
La lucha de clases y la guerra subversiva no son más que el empujón al
proceso de cambio de las estructuras, como se dice en la actualidad. La
dictadura del proletariado es el empujón final, el más violento porque se trata
del terror sistemático para imponer la socialización total de la riqueza, del
trabajo, de la educación, de la cultura, de la recreación, de todas las formas de
convivencia. Cumplida esta depuración de todo resabio individualista,
mentalizada y adaptada la multitud al hombre íntegramente social, se
culminará en la sociedad sin propiedad privada sin clases, sin Estado y sin la
Iglesia del valle de lágrimas que había sido el mundo, antes del retorno
planificado al paraíso comunista de los primeros tiempos. Claro está que
asistido con los prodigios de la técnica y de la organización.
En la raíz del socialismo como de las otras ideologías marxistas, está el
ateísmo, más precisamente la negación de Cristo y de la historia judeocristiana
de la salvación. Esa historia comienza con la separación del hombre respecto
de Dios por obra del pecado original; sigue con el pacto de alianza entre Dios
y el pueblo judío, mantenido por la paciencia amorosa de Dios y un resto fiel
hasta la venida de Cristo; se consuma con la divina redención en el sacrificio
de la Cruz y se continúa en la Iglesia hasta la segunda venida de Cristo para
juzgar a los vivos y a los muertos. Al final nos espera la felicidad eterna en
Dios o la condena eterna en el infierno.
La historia de la salvación es una historia de justicia y de Amor, en cuyo
centro está la Encarnación del Hijo de Dios, cuya pasión, muerte y
resurrección recapitula toda la historia de la humanidad. Nada nuevo puede
acontecer; todo ha acontecido ya. Si por el Amor de Dios que se derrama en
nuestros corazones, creemos en Cristo y nos crucificamos con El en nuestros
amores humanos, somos salvos en esperanza. La vida temporal es un lugar de
prueba y de testimonio en vistas de la Vida Eterna.
Las cuestiones humanas, incluso la cuestión social, no se pueden
plantear ni resolver con sentido realista fuera de Cristo y de su mesianismo
trascendente. Los males sociales proceden del pecado original que es un mal
teológico y no hay, ni puede haber remedio puramente humano. Hemos visto
que la justicia es insuficiente para resolver la cuestión social; hace falta la
caridad de Dios que da más de lo debido e iguala a los hombres en la
disposición al sacrificio, conservando cada uno su lugar propio.
No hay retorno posible al paraíso terrenal. El destino de las naciones se
juega aquí abajo y lo más a que se puede aspirar es hacer del propio país una
tierra habitable y decorosa para sus habitantes, bajo el cuidado de un Estado
soberano. No es razonable, ni prudente, ni cristiano, prometer una felicidad
plena y definitiva, en este mundo; pero hay que asegurar con la ayuda de Dios,
un trato de honor y una suficiencia de vida a todos los hombres en el ámbito
de la Nación soberana y responsable de un destino histórico.
No reconocer los límites del poder político y pretender alcanzar lo
absoluto en esta vida de prueba y de agonía hasta el fin, significa poner en
peligro los bienes relativos. En perspectiva de eternidad, la efectiva grandeza
que pueden ofrecer las personas y las naciones, es el testimonio de fidelidad a
la imagen de Dios en que hemos sido creados, deshecha por el pecado y
rehecha por Cristo en la cruz.
La ideología socialista propone una historia de salvación sin Dios, sin
alma espiritual e inmortal, sin divina redención, sin eternidad, donde el único
protagonista es el hombre reducido a un animal superevolucionado y movido
por sus necesidades materiales. En lugar de un origen teológico, el mal tiene
procedencia histórico-social: la institución arbitraria y convencional de la
propiedad privada. Las desigualdades provocadas por las apropiacio-
75
nes y expropiaciones han promovido odios, violencias y contradicciones
sociales. Los privilegiados han montado en cada época un aparato estatal de
seguridad y represión para mantener su posición y ahogar las protestas de las
víctimas. La historia de la humanidad hasta el presente, sostiene Marx, ha sido
la historia de la lucha entre explotadores y explotados, entre cla-
ses extremas y antagónicas. Las estructuras econó-micas en cada etapa y
las superestructuras socia-les, jurídicas, educacionales, políticas, culturales
son la obra invariable de una situación injusta y conflictiva. El hombre nace
bueno pero la sociedad lo corrompe porque es un semillero de desigual-dades
irritantes y de violencias institucionaliza-das. La causa de los males sociales
son las estruc-turas vigentes, comenzando por la sustitución de la propiedad
privada. La solución está en el cambio de las estructuras, y en primer término,
en la abolición de la propiedad privada de los medios de producción. La
solución está en la socializa-ción de la economía, de la educación, del
derecho, de la política, de la cultura, de la religión, inclusive. El movimiento
de la historia sigue ese curso; pero es menester un empujoncito por medio de
la subversión y del terror. La meta es la sociedad de los iguales que no va a
corromper la bondad nativa del hombre, sino que le va a favorecer y estimular
en su desarrollo, en un medio social idílico, fraterno, solidario. La
humanidad habrá logrado, por fin, la felicidad terrenal, remate de una larga
historia de iniquidades y violencias indecibles para la inmensa mayoría. No
tendrá más necesidad de la religión con su ilusoria promesa de felicidad en el
más allá, porque será dichosa aquí en la tierra.
La ideología socialista tiene, pues, su historia de la salvación; pero se
trata de un mesianismo secular, histórico y social. El Mesías es la propia
víctima, la multitud de los pobres, el proletariado despertado a la conciencia y
a la lucha de clases para su liberación. La fuerza que lo impulsa es el odio
venenoso y destructor, un resentimiento feroz contra toda autoridad, jerarquía
y distinción. La misión salvífica no se consuma en el ofrecimiento de la
víctima, porque los pobres han sido la víctima obligada y crucificada en el
curso de la historia universal; se cumple, por el contrario, sembrando de
víctimas y de ruinas el camino de la liberación. Por el odio será consagrado el
amor; por el terror se llegará a la paz idílica; por el nihilismo se levantará
un mundo afirmativo, armonioso y feliz.
Los agentes de la subversión y del terrorismo no se reclutan entre los
pobres proletarios; son intelectuales y universitarios en la Argentina y en todas
partes. Muchas veces se trata de jóvenes que pertenecen a familias cultas y de
vida desahoga-da. Es un hecho constante que las universidades son el vivero
de la guerrilla y del terror.
Hay en la juventud un ansia de justicia y un espíritu de rebeldía contra el
fariseísmo de los triun-
77
fadores en medio de miserias sociales que claman al cielo. Urgidos por el
afán de hacer algo a favor de los que sufren, se dejan seducir fácilmente por
las ideologías y se entregan sin reservas a la violencia nihilista que creen
redentora. Su evangelio es el “Manifiesto Comunista” de Marx y engels; su
guía para la acción, el “catecismo revolucionario” de Netchaiev en las diversas
versiones en boga.
Las masas proletarias y estudiantiles envenenadas por las ideologías –
populismo, clasismo, socialismo-, no son más que la tropa del ejército de la
subversión cuya vanguardia son los comandos guerrilleros y terroristas.
Detrás está el poder mundial del comunismo que simula un pluralismo de
etiquetas nacionales. Más atrás el imperialismo internacional del dinero que
inspira, financia e instrumenta la subversión comunista en las naciones todavía
libres, paralizando y disociando a las fuerzas de resistencia. A los que
preguntan por una razón que justifique la coincidencia de la plutocracia y del
comunismo, se les responde que la razón es teológica. Coinciden en el
ateísmo, o mejor, en la negación de Cristo y de su divina redención, tanto los
idólatras del dinero como los ideólogos del comunismo esclavista y
aniquilador de la persona humana. La subversión y el terror comunistas no
apuntan jamás contra los señores del dinero, contra los que amasan fortunas
inmensas con las
78
81
un principio importantísimo en la filosofía social: Que así como no es
lícito quitar a los individuos lo que ellos pueden realizar con sus propias
fuerzas e industrias para confiarlo a la comunidad, así también es injusto
reservar a una sociedad mayor o más elevada lo que las comunidades menores
e inferiores pueden hacer. Y esto es jurídicamente un grave daño y un
trastorno del recto orden de la sociedad: porque el objeto natural de cualquiera
intervención de al sociedad misma es ayudar de manera supletoria a los
miembros del cuerpo social y no el destruirlos y absorberlos”.
La doctrina social de la Iglesia confirma en Cristo, el orden natural y
rechaza abiertamente al socialismo que anula o restringe el papel de iniciativa
personal en al actividad económica, a la vez que preconiza un colectivismo
estatal que suprime la propiedad privada, sobre todo, de los medios de
producción.
El orden cristiano en contra de la socialización del trabajo, propende a
que el trabajo asalariado sea fuente de capitalización y de acceso del
trabajador al dominio de la empresa, en una medida proporcionada a su lugar
y función.
El orden cristiano en contra de la socialización o estatización de la
propiedad, exige su efectiva difusión entre todas las clases sociales por esto es
que insiste el Papa Juan XXIII con su predecesores:
“la dignidad de la persona humana exige normal-
mente, como fundamento natural para vivir, el de-
82
83
de la sociedad sobrenatural (Iglesia) para el desarrollo integral de su
personalidad y para alcanzar el fin de su existencia. La sociedad tiene siempre
razón de medio para el hombre, el cual necesita de la familia, de la escuela, de
la propiedad, de la profesión, del municipio, de la Nación y del Estado para la
suficiencia de la vida temporal. Y necesita de la Iglesia para unirse a Dios en
la eternidad. No son dos vidas separadas y paralelas, la vida natural y la
sobrenatural; son una sola vida personal en Cristo que es Dios y hombre, el
Verbo que nos ha creado y que hecho hombre nos ha redimido. Una vida
personal que debe realizar esa unidad de la libertad y de la Gracia, de lo
humano y de lo divino en su vida. El sentido cristiano debe informar lo
económico, lo social, lo educacional y lo político.
84
86
con mayor solicitud a los más necesitados. Lo necesario ha de primar
sobre lo debido y la caridad sobre la justicia.
Se habrá logrado así una economía al servicio del hombre, cuya finalidad
será cubrir las necesidades del pueblo y desarrollar la potencialidad de la
Nación.
Tales son los lineamientos generales de una economía nacional,
estructurada conforme al sentido cristiano de la vida.
El Papa Paulo VI, en su Carta Apostólica publicada el 14 de Mayo de
1971, con motivo del 80º aniversario de la Encíclica Rerum Novarum, insiste
en señalar la contradicción que existe entre la doctrina cristiana y las
ideologías tanto marxista como liberal: “El cristiano que quiere vivir su Fe en
una acción política, concebida como servicio, no puede adherir sin
contradicción a sistemas ideológicos que se oponen radicalmente en los
puntos sustanciales a su Fe y a su concepción del hombre: ni a la ideología
marxista por su materialismo ateo, su dialéctica de la violencia y por la
manera que entiende la libertad individual dentro de la colectividad, negando
al mismo tiempo toda trascendencia al hombre... ni a la ideología liberal que
cree exaltar la libertad individual sustrayéndola a toda limitación estimu-
lándola con la búsqueda exclusiva del interés y del poder, y considerando
las solidaridades sociales como consecuencias más o menos automáticas de
iniciativas individuales y no ya como un fin y un
87
criterio más elevado del valor de la organización social”.
Y agrega como severa advertencia para el cristiano que “adhiere a una
ideología que no repose sobre una doctrina verdadera y orgánica, refugiándose
en ella como una explicación última y suficiente de todo; surge así un nuevo
ídolo del cual se acepta, a veces sin darse cuenta, el carácter totalitario y
obligatorio”.
Es el caso de las ideologías populista, clasista y socialista que hemos
examinado, radicalmente falsas y funestas en su proyección práctica; su ídolo
es la multitud proletaria, creadora, mesiánica y libertadora. La idolatría se
prodiga en las expresiones más serviles de la adulación demagógica: masa
creadora de la historia; el pueblo soberano y protagonista de su destino; la
voluntad popular sagrada e infalible; la clase obrera en la vanguardia de la
liberación nacional; el demos proletario y el demos estudiantil como tribuna
inapelable de justicia, etc.
Son como un remedo de los innumerables nombres de Dios, los que
prodiga la retórica de la adulación idolátrica y demagógica. No es un len-
guaje de amor ni de respeto hacia el prójimo; es un lenguaje de desprecio que
afrenta la dignidad del hombre en el pueblo.
Se pretende encontrar en ese ídolo la justificación de la subversión y del
terror, a los que se interpreta como una acción generosa de
88
89
terse con un programa de acción que vulnere la libertad, la
responsabilidad y la apertura a lo espiritual de la persona humana.
Toda posición política que tienda a socializar la economía, en el sentido
de restringir la libre iniciativa personal y la posesión privada de los bienes de
producción, se aparta de la doctrina social de la Iglesia, porque contradice a la
Fe de Cristo y al orden natural. Un cristiano no puede sostener sin
contradicción que la propiedad privada es un mito; tampoco puede aceptar la
conclusión de la Conferencia General de Medellín (Cap. 1), cuando declara
que “tiene plena conciencia de que el proceso de socialización desencadenado
por las técnicas y medios de comunicación de masas, hace de éstas un
instrumento necesario y muy apto para la educación social, la conciencia en
orden al cambio de estructuras y la vigencia de la justicia”.
El magisterio de la cátedra pontificia no se cansa de repetir que es
necesario e imperioso contrarrestar ese proceso de socialización, para
salvaguardar la libertad y la dignidad de la perso- na. Uniformar, nivelar,
masificar, mecanizar, es siempre atentar contra la responsabilidad perso-nal
y el margen siquiera mínimo de aventura que exige la misión y el destino del
hombre.
Personalidad es distinción y jerarquía; por eso es que el poeta Juan
Ramón Jiménez dice en uno de sus versos: “Lo querían matar los iguales
porque era distinto...”
90
Dios no reparte igual los talentos, ni espera igual de todos los hombres;
cada uno debe responder de lo que ha recibido.
Cristo no ama igual a sus discípulos; tiene preferencias bien señaladas por
Pedro, Santiago, y sobre todo, por Juan. El amor es preferencia la preferencia,
distinción.
Es lícito poseer bienes propios, pero siempre que se usen como si fueran
comunes; esto es, haciendo partícipes a otros. Así enseñaba Aristóteles,
intérprete fiel del orden natural. El cristianismo confirma esa enseñanza
porque Cristo es el autor de la naturaleza.
Extender la propiedad privada es extender la libertad personal y familiar;
restringirla o supri-mirla es atentar contra la libertad. Proponer un socialismo
cristiano es una contradicción en los términos, por más que se intente
parafrasear el Evangelio para justificarlo.
Expropiar a los especuladores extranjeros y nativos, no exige abolir la
propiedad privada para liberar a la Nación y resolver justicieramente la
cuestión social. Cuando los especuladores hayan sido suprimidos o anulados
por drásticas medidas políticas, remontará espontáneamente el valor de la
moneda argentina, aumentará la producción y el consumo; habrá ocupación
plena y se multiplicarán las fuentes de trabajo; se contará con grandes
excedentes exportables y se comercializarán a precios remuneradores para el
productor; la distribución de la riqueza será equi-
91
tativa y la prosperidad general de la población estará asegurada. La
organización de las profesiones logrará plena estabilidad y el equilibrio
renovado entre los agentes de la economía nacional. La caridad extremará la
so-licitud hacia los más necesitados, haciendo que la justicia abunde siempre
más allá de lo debido al otro.
La Iglesia de Cristo también sufre la influencia de las ideologías que
confunden la doctrina y extravían el apostolado de muchos sacerdotes y hasta
de Obispos. Progresistas y tercermundistas predican la secularización del
Evangelio y de la divina redención, en aras de un mesianismo puramente
terrenal: “Hoy la buena nueva debe significar la abolición del régimen de
clases, el fin de la carrera armamentista y la superación de las fronteras
anacrónicas”(P. Cardonnel).
“La revolución juvenil mundial, la revolución científica de nuestro
tiempo, el movimiento contra
la discriminación racial , el movimiento pacifista, en fin toda la
revolución para la secularización” (P. Cox). Se estima que en el pasado, la Fe
cristiana se empleaba para alienar al hombre de la historia, separando el
cristianismo espiritual del cristianis-mo social.
Las nuevas corrientes se aplican a resolver los problemas temporales
del hombre, sin referencia alguna al orden sobrenatural y a la vida eterna.
En este sentido, el Manifiesto del Tercer Mun-
92
93
aunque el cristiano debe luchar para su instauración, sino la donación y el
sacrificio de la propia vida por amor al prójimo en Cristo crucificado. En lugar
de la conducción a la plenitud eterna a través de todas las liberaciones
humanas de que hablan los obispos del tercer mundo, lo que nos aguarda es el
juicio final, en el que rendiremos cuenta personalmente ante Cristo, cuya
sentencia debemos esperar con temor y temblor, si bien confiados en su
misericordia infinita. El cristiano sabe por la Fe que existe el Reino de Dios,
pero también que hay infierno y condenados eternamente.
El curso de la historia de la salvación no es una evolución lineal,
ascendente y progresiva que conducida por Cristo, va a terminar en un fin feliz
para toda la humanidad. La vida de cada hombre es una agonía entre Dios y el
diablo que se dispu tan su corazón hasta el último suspiro. La idea de una
humanidad que se va haciendo cada vez mejor, se inspira en la falsa ideología
del progreso indefinido y es contraria a la divina redención.
En todo tiempo, enseña el Papa Juan XXIII, “el hombre separado de Dios
se vuelve inhumano consigo mismo y con sus semejantes... el aspecto más
siniestramente típico de la época moderna consiste en la absurda tentativa de
querer reconstruir un orden temporal, sólido y fecundo,
En todo tiempo, enseña el Papa Juan XXIII, “el hombre separado de
Dios se vuelve inhumano consigo mismo y con sus semejantes... el aspecto
94
JORDÁN B. GENTA
Buenos Aires, abril 2 de 1972.
Domingo de Pascua de Resurrección.
Apéndice
121
compañías americanas”. Más adelante agrega: “Por lo menos, el 95% de
las estructuras industriales soviéticas han recibido ayuda de las compañías
del oeste”.
Las concesiones se hicieron en la forma de mecanismos contractuales,
por los cuales las firmas americanas y europeas, organizaban y financiaban a
las empresas industriales, dejando su aplicación a organismos soviéticos. En
otros casos, se agregaba la ayuda técnica.
Veamos, por ejemplo, lo ocurrido con la explotación del petróleo. Desde
el año 1921, el gobierno soviético importó cantidades masivas de equipos de
explotación, suministrados por la International Barnsdall Corporation y la
Lucey Manufacturing Co.
En el mismo sentido, Hill Electrical Drill (USA), EMSCO (USA), la
Metropolitan Vickers (auxiliar británica de la Westinghouse) y la General
Electric, participaron ampliamente en el equipamiento de los campos de
petróleo de Baku y de Grozny. Se financiaron también las refinerías y las
obras hidroeléctricas.
Lo mismo ha ocurrido con la explotación del carbón, del hierro, del
cobre, del aluminio, con la industrialización de la agricultura, de la madera,
con la producción de maquinarias y de energía eléctrica. Numerosas
compañías americanas, europeas y japonesas han obtenido concesiones para
el desarrollo de la economía socialista en Ru-
122
sia. Los nombres más representativos de la plutocracia internacional,
como Rockefeller, Tyssen, Rathenau, figuran en la promoción de la
economía soviética.
No es paradójico, sino que responde a la más pura lógica de la
identidad, la decisiva contribución de la plutocracia internacional al triunfo,
consolidación y expansión del socialismo marxista o comunismo ateo.
La perfecta coincidencia entre capitalismo liberal y socialismo
marxista, explica la coexistencia pacífica y el pluralismo ideológico que se
proclama oficialmente en la actualidad; pero nada puede ilustrar mejor las
dos caras de la misma moneda falsa, como la confrontación gráfica del
programa marxista con el que expuso el plutócrata Rathenau en sus dos obras:
“In days to come” (1917) y “The new economy” (1918):
Marx Rathenau
1. Abolición de 1.
la propie- dad privada. Toda propiedad
2. Un impuesto privada deberá ser
sobre la renta, abolida progre-
progresivo y arrasa- sivamente por las tasas
dor. sobre la propiedad y el
3. Abolición del impuesto sobre la renta.
derecho de herencia. 2.
4. Centralización El derecho de
del cré- dito en manos herencia reducido al
del Estado. extremo.
5. Centralizació 3.
n de los El Estado en su
calidad de banquero
absorberá todo el
beneficio neto de la
Medios de in-
transporte y
comunicación en
manos del Estado. 123
6. Aumento del industria tasando
número de usinas del el consu- mo, la renta y
Estado y de los medios la propiedad.
de producción. 4.
7. Obligación El Estado llegará a
igual para todos los ser centro de la
trabajadores. economía.
5.
Todo lo que se
realice en la sociedad
será hecho por el
Estado y para el
Estado. Pleno empleo y
nivelación de todo
trabajo humano.
6.
Pleno empleo y
nivela- ción de todo
trabajo humano
Los amigos de mi esposo quieren que escriba un breve prefacio para esta
nueva edición de El nacionalismo argentino2.
Me es particularmente difícil.
A medida que él iba escribiendo estas páginas me las leía y comentaba.
Escucho aún su voz que ya ha sido silenciada, acepto y ofrezco el dolor de su
muerte, amo todo lo que él amó, y rechazo lo que él repudiaba.
No tenía tiempo para odiar, se entregaba a la cátedra y a sus libros
apasionadamente, urgido por una ardiente caridad y con esa “tácita
obstinación” (Séneca) del que sabe que el tiempo se va, se está yendo y tal
vez no le permitiera completar su mensaje esclarecedor, sin desaliento, sin
amargura, afirmativo, valiente; con ese valor que da la verdad libremente
reconocida y libremente amada.
“Dios es el verdadero protagonista de la historia”, enseñaba; no hubo
desengaño que lograra socavar su fe en el futuro de la Patria, porque el
hombre es proclive al mal pero la gracia lo rescata de sus miserias, de sus
temores, de sus ataduras carnales y le da la fuerza para vencerlos y para
trascenderlos cuando una gran misión lo reclama.
Entendía que esa misión es restaurar a la Patria en Cristo.
Escribía para todos sus compatriotas, para los mejores, para los que no
estaban definitivamente comprometidos con la antipatria y sus deleznables
servidores, verdaderos lacayos de amos exigentes e innobles.
Se ha dicho que se dirigía, sobre todo, a los miembros de las Fuerzas
Armadas.
2
La primera edición de esta obra fue publicada por la Editorial Cultura Argentina, Buenos Aires, 1972.
Quería que nuestras Fuerzas Armadas volvieran a reencontrarse con el
coraje y la capacidad de actuar en espíritu de servicio; nunca llamó a la puerta
de ningún cuartel, que cada cual leyera las viejas verdades y decidiera las
nuevas actitudes, con espíritu independiente y, por eso mismo, sometido al
esplendor y a las exigencias de la verdad.
Si hubiera escrito a oficiales de las Fuerzas Armadas lo hubiera hecho
como José Antonio: “Si la Providencia pone otra vez en vuestras manos,
oficiales, los destinos de la Patria, pensad que sería imperdonable emprender
el mismo camino sin meta. No olvidéis que quien rompe con la normalidad de
un Estado (yo hubiera escrito: aparente normalidad) contrae la obligación de
edificar un Estado nuevo, no meramente ha de restablecer una apariencia de
orden. Y que la edificación de un Estado nuevo exige un sentido resuelto y
maduro de la historia y de la política, no de una temeraria confianza en la
propia capacidad de improvisación”.
Como tengo que referirme a este libro, lo haré con sus propias palabras,
más definitorias que las mías.
Analiza primeramente el llamado nacionalismo de izquierda que
sostiene la "negación del Verdadero Señor del tiempo y de la eternidad,
Jesucristo".
Citando a H. Coston, escribe: “...la república francesa tiene un Rey:
Rothschild”.
Y agrega: “el egoísmo es el principio de la sociedad burguesa. El dios
del egoísmo es el dinero”. “[...] según este criterio del hombre egoísta el
poder político se haya subordinado al poder económico”.
Estudia a continuación los tres elementos ideológicos que distorsionan y
desvirtúan los principios del nacionalismo: el populismo, el clasismo y el
socialismo.
Del populismo aclara: “[…] el derecho y la ley se fundan en el criterio
más inconsistente, accidental, voluble y arbitrario “[...] la soberanía popular
es la omnipotencia del número [...] el señorío sobre todo lo propio, no resulta
ni de una convención ni del sufragio, sino del sacrificio y la sangre
derramada: compromete a las generaciones que van llegando a renovar el
sacrificio si fuera menester” [...] el populismo es radicalmente subversivo,
antijerárquico e inorgánico [...] la multitud, como tal, es inepta para gobernar;
no puede, por sí misma, decidir ni legislar, ni administrar justicia que son las
funciones propias del gobierno político”.
Del clasismo: “[...] la ideología clasista se traduce en una especie de
maniqueísmo social por cuanto hay una clase de los buenos y otra de los
malos, explotados y explotadores, sin atenuantes” [...] es notorio que los
titulares de los poderes económicos multinacionales están fuera y por encima
de las clases burguesas nacionales [...] los titulares de la internacional del
dinero residen en el extranjero y son invisibles [...] las jerarquías sociales
naturales y todo lo que constituye un orden se estructura jerárquicamente: la
familia, la escuela, la universidad, la profesión, la empresa, el Estado, la
Iglesia […] la dialéctica que informa las ideologías es un hábito perverso de
la mente, una verdadera subversión que construye esquemas aberrantes por
los cuales se hace salir lo superior de lo inferior, la virtud del vicio, el ser del
no ser [...] la justicia de la Nación se alcanza en la caridad de Dios [...] tan
sólo el terror sistemático puede doblegar al hombre [...] el clasismo contradice
la esencia misma del nacionalismo argentino y asociado al populismo lo
convierte en instrumento eficaz de la subversión comunista”.
Del socialismo: “El liberalismo individualista y el liberalismo socialista
son las dos caras de la misma moneda falsa del ateísmo, o mejor, del
Anticristo […] Rousseau niega el dogma del pecado original y postula la
inmaculada concepción o bondad natural, el hombre nace bueno y la sociedad
lo corrompe […] Sociedad sin propiedad privada, sin clases, sin Estado y sin
la Iglesia […] Las cuestiones humanas, incluso la cuestión social, no se
pueden plantear ni resolver con sentido realista fuera de Cristo y de su
mesianismo trascendente […] la ideología socialista propone una historia de
salvación sin Dios, sin alma espiritual e inmortal, sin Divina Providencia [...]
donde el único protagonista es el hombre reducido a un animal súper
evolucionado y movido por sus necesidades materiales […] es un hecho
constante que las universidades, actualmente, son el vivero de la guerrilla y
del terror.”
Y resume:
"El nacionalismo distorsionado por la ideología populista confunde a la
Nación con una clase proletaria.”
“El nacionalismo distorsionado por la ideología clasista no resiste la
confrontación con la realidad social”.
“El nacionalismo distorsionado por una ideología socialista busca la
libertad económica de la Nación [...] en la abolición de la propiedad privada y
en un capitalismo de Estado […] el individualismo y el socialismo son
totalitarios”.
Define después al auténtico nacionalismo argentino: “Constructivo y
restaurador, jerárquico e integrador, cristiano y argentino en su contenido y en
su estilo. Una afirmación soberana frente a la plutocracia y al comunismo.”
Concluye definiendo al nacionalismo sin ideologías como “el único
capaz de establecer el orden de la Nación en los principios supremos que le
dieron el Ser”.
Verdad, Sacrificio, Jerarquía: esta última trilogía reemplaza a la tan
pregonada y desquiciadora de la revolución francesa.
Este pequeño libro, a la luz de la teología y de la metafísica, aclara el
problema del falso y del auténtico nacionalismo.
Agradezco a la Editorial Cultura Argentina que desinteresada y
generosamente publicó varios libros de mi esposo para que su pensamiento
fuera conocido y en la esperanza o certidumbre de que así servían a la Patria.
Ya mi esposo no podrá publicar nuevos libros. Yo pido al lector que
recuerde la muerte de mi esposo, una generosa y meditada oblación; esa
muerte que el P. Torres Pardo en la misa concelebrada calificó de “linda
muerte”.
Sí, fue una linda muerte.
Voy a repetir las palabras que escribí para José Antonio: “Para el que
vive aprendiendo el arte de bien morir, ¡Qué linda muerte, su muerte! Sobre la
camisa azul clavel de sangre florece”.
Y ruego a Dios y a la Virgen Nuestra Señora, que el pensamiento
expuesto en sus libros sea conocido por “un número suficiente de argentinos”
y tal vez podamos decir las palabras finales de la glosa:
“¡Ahora sí, vive la Patria, porque vive de su muerte!”
Me han dicho que en casi todo lo que escribo hablo demasiado de la
muerte.
¿Qué puede realizarse sin espíritu de sacrificio y de donación, sin desear
una muerte que sea un supremo y lúcido holocausto?
Porque por mis venas corre buena sangre requeté: ¡Viva la muerte!
I Parte
EL NACIONALISMO ARGENTINO
EL POPULISMO
EL SOCIALISMO
72
En el esquema dialéctico del marxismo, el trabajador recibe apenas lo
necesario para subsistir con su familia; su condición proletaria es irremediable
y a ella van ingresando las mayorías.
El proceso de la historia conduce inexorable-mente a la liquidación de
este sistema de explotación del hombre por el hombre. Los apropiadores serán
expropiados y la propiedad de los medios de producción pasará a la
comunidad, más concretamente al Estado socialista.
La lucha de clases y la guerra subversiva no son más que el empujón al
proceso de cambio de las estructuras, como se dice en la actualidad. La
dictadura del proletariado es el empujón final, el más violento porque se trata
del terror sistemático para imponer la socialización total de la riqueza, del
trabajo, de la educación, de la cultura, de la recreación, de todas las formas de
convivencia. Cumplida esta depuración de todo resabio individualista,
mentalizada y adaptada la multitud al hombre íntegramente social, se
culminará en la sociedad sin propiedad privada sin clases, sin Estado y sin la
Iglesia del valle de lágrimas que había sido el mundo, antes del retorno
planificado al paraíso comunista de los primeros tiempos. Claro está que
asistido con los prodigios de la técnica y de la organización.
En la raíz del socialismo como de las otras ideologías marxistas, está el
ateísmo, más precisamente la negación de Cristo y de la historia judeocristiana
de la salvación. Esa historia comienza con la separación del hombre respecto
de Dios por obra del pecado original; sigue con el pacto de alianza entre Dios
y el pueblo judío, mantenido por la paciencia amorosa de Dios y un resto fiel
hasta la venida de Cristo; se consuma con la divina redención en el sacrificio
de la Cruz y se continúa en la Iglesia hasta la segunda venida de Cristo para
juzgar a los vivos y a los muertos. Al final nos espera la felicidad eterna en
Dios o la condena eterna en el infierno.
La historia de la salvación es una historia de justicia y de Amor, en cuyo
centro está la Encarnación del Hijo de Dios, cuya pasión, muerte y
resurrección recapitula toda la historia de la humanidad. Nada nuevo puede
acontecer; todo ha acontecido ya. Si por el Amor de Dios que se derrama en
nuestros corazones, creemos en Cristo y nos crucificamos con El en nuestros
amores humanos, somos salvos en esperanza. La vida temporal es un lugar de
prueba y de testimonio en vistas de la Vida Eterna.
Las cuestiones humanas, incluso la cuestión social, no se pueden
plantear ni resolver con sentido realista fuera de Cristo y de su mesianismo
trascendente. Los males sociales proceden del pecado original que es un mal
teológico y no hay, ni puede haber remedio puramente humano. Hemos visto
que la justicia es insuficiente para resolver la cuestión social; hace falta la
caridad de Dios que da más de lo debido e iguala a los hombres en la
disposición al sacrificio, conservando cada uno su lugar propio.
No hay retorno posible al paraíso terrenal. El destino de las naciones se
juega aquí abajo y lo más a que se puede aspirar es hacer del propio país una
tierra habitable y decorosa para sus habitantes, bajo el cuidado de un Estado
soberano. No es razonable, ni prudente, ni cristiano, prometer una felicidad
plena y definitiva, en este mundo; pero hay que asegurar con la ayuda de Dios,
un trato de honor y una suficiencia de vida a todos los hombres en el ámbito
de la Nación soberana y responsable de un destino histórico.
No reconocer los límites del poder político y pretender alcanzar lo
absoluto en esta vida de prueba y de agonía hasta el fin, significa poner en
peligro los bienes relativos. En perspectiva de eternidad, la efectiva grandeza
que pueden ofrecer las personas y las naciones, es el testimonio de fidelidad a
la imagen de Dios en que hemos sido creados, deshecha por el pecado y
rehecha por Cristo en la cruz.
La ideología socialista propone una historia de salvación sin Dios, sin
alma espiritual e inmortal, sin divina redención, sin eternidad, donde el único
protagonista es el hombre reducido a un animal superevolucionado y movido
por sus necesidades materiales. En lugar de un origen teológico, el mal tiene
procedencia histórico-social: la institución arbitraria y convencional de la
propiedad privada. Las desigualdades provocadas por las apropiacio-
75
nes y expropiaciones han promovido odios, violencias y contradicciones
sociales. Los privilegiados han montado en cada época un aparato estatal de
seguridad y represión para mantener su posición y ahogar las protestas de las
víctimas. La historia de la humanidad hasta el presente, sostiene Marx, ha sido
la historia de la lucha entre explotadores y explotados, entre cla-
ses extremas y antagónicas. Las estructuras econó-micas en cada etapa y
las superestructuras socia-les, jurídicas, educacionales, políticas, culturales
son la obra invariable de una situación injusta y conflictiva. El hombre nace
bueno pero la sociedad lo corrompe porque es un semillero de desigual-dades
irritantes y de violencias institucionaliza-das. La causa de los males sociales
son las estruc-turas vigentes, comenzando por la sustitución de la propiedad
privada. La solución está en el cambio de las estructuras, y en primer término,
en la abolición de la propiedad privada de los medios de producción. La
solución está en la socializa-ción de la economía, de la educación, del
derecho, de la política, de la cultura, de la religión, inclusive. El movimiento
de la historia sigue ese curso; pero es menester un empujoncito por medio de
la subversión y del terror. La meta es la sociedad de los iguales que no va a
corromper la bondad nativa del hombre, sino que le va a favorecer y estimular
en su desarrollo, en un medio social idílico, fraterno, solidario. La
humanidad habrá logrado, por fin, la felicidad terrenal, remate de una larga
historia de iniquidades y violencias indecibles para la inmensa mayoría. No
tendrá más necesidad de la religión con su ilusoria promesa de felicidad en el
más allá, porque será dichosa aquí en la tierra.
La ideología socialista tiene, pues, su historia de la salvación; pero se
trata de un mesianismo secular, histórico y social. El Mesías es la propia
víctima, la multitud de los pobres, el proletariado despertado a la conciencia y
a la lucha de clases para su liberación. La fuerza que lo impulsa es el odio
venenoso y destructor, un resentimiento feroz contra toda autoridad, jerarquía
y distinción. La misión salvífica no se consuma en el ofrecimiento de la
víctima, porque los pobres han sido la víctima obligada y crucificada en el
curso de la historia universal; se cumple, por el contrario, sembrando de
víctimas y de ruinas el camino de la liberación. Por el odio será consagrado el
amor; por el terror se llegará a la paz idílica; por el nihilismo se levantará
un mundo afirmativo, armonioso y feliz.
Los agentes de la subversión y del terrorismo no se reclutan entre los
pobres proletarios; son intelectuales y universitarios en la Argentina y en todas
partes. Muchas veces se trata de jóvenes que pertenecen a familias cultas y de
vida desahoga-da. Es un hecho constante que las universidades son el vivero
de la guerrilla y del terror.
Hay en la juventud un ansia de justicia y un espíritu de rebeldía contra el
fariseísmo de los triun-
77
fadores en medio de miserias sociales que claman al cielo. Urgidos por el
afán de hacer algo a favor de los que sufren, se dejan seducir fácilmente por
las ideologías y se entregan sin reservas a la violencia nihilista que creen
redentora. Su evangelio es el “Manifiesto Comunista” de Marx y engels; su
guía para la acción, el “catecismo revolucionario” de Netchaiev en las diversas
versiones en boga.
Las masas proletarias y estudiantiles envenenadas por las ideologías –
populismo, clasismo, socialismo-, no son más que la tropa del ejército de la
subversión cuya vanguardia son los comandos guerrilleros y terroristas.
Detrás está el poder mundial del comunismo que simula un pluralismo de
etiquetas nacionales. Más atrás el imperialismo internacional del dinero que
inspira, financia e instrumenta la subversión comunista en las naciones todavía
libres, paralizando y disociando a las fuerzas de resistencia. A los que
preguntan por una razón que justifique la coincidencia de la plutocracia y del
comunismo, se les responde que la razón es teológica. Coinciden en el
ateísmo, o mejor, en la negación de Cristo y de su divina redención, tanto los
idólatras del dinero como los ideólogos del comunismo esclavista y
aniquilador de la persona humana. La subversión y el terror comunistas no
apuntan jamás contra los señores del dinero, contra los que amasan fortunas
inmensas con las
78
81
un principio importantísimo en la filosofía social: Que así como no es
lícito quitar a los individuos lo que ellos pueden realizar con sus propias
fuerzas e industrias para confiarlo a la comunidad, así también es injusto
reservar a una sociedad mayor o más elevada lo que las comunidades menores
e inferiores pueden hacer. Y esto es jurídicamente un grave daño y un
trastorno del recto orden de la sociedad: porque el objeto natural de cualquiera
intervención de al sociedad misma es ayudar de manera supletoria a los
miembros del cuerpo social y no el destruirlos y absorberlos”.
La doctrina social de la Iglesia confirma en Cristo, el orden natural y
rechaza abiertamente al socialismo que anula o restringe el papel de iniciativa
personal en al actividad económica, a la vez que preconiza un colectivismo
estatal que suprime la propiedad privada, sobre todo, de los medios de
producción.
El orden cristiano en contra de la socialización del trabajo, propende a
que el trabajo asalariado sea fuente de capitalización y de acceso del
trabajador al dominio de la empresa, en una medida proporcionada a su lugar
y función.
El orden cristiano en contra de la socialización o estatización de la
propiedad, exige su efectiva difusión entre todas las clases sociales por esto es
que insiste el Papa Juan XXIII con su predecesores:
“la dignidad de la persona humana exige normal-
mente, como fundamento natural para vivir, el de-
82
83
de la sociedad sobrenatural (Iglesia) para el desarrollo integral de su
personalidad y para alcanzar el fin de su existencia. La sociedad tiene siempre
razón de medio para el hombre, el cual necesita de la familia, de la escuela, de
la propiedad, de la profesión, del municipio, de la Nación y del Estado para la
suficiencia de la vida temporal. Y necesita de la Iglesia para unirse a Dios en
la eternidad. No son dos vidas separadas y paralelas, la vida natural y la
sobrenatural; son una sola vida personal en Cristo que es Dios y hombre, el
Verbo que nos ha creado y que hecho hombre nos ha redimido. Una vida
personal que debe realizar esa unidad de la libertad y de la Gracia, de lo
humano y de lo divino en su vida. El sentido cristiano debe informar lo
económico, lo social, lo educacional y lo político.
84
86
con mayor solicitud a los más necesitados. Lo necesario ha de primar
sobre lo debido y la caridad sobre la justicia.
Se habrá logrado así una economía al servicio del hombre, cuya finalidad
será cubrir las necesidades del pueblo y desarrollar la potencialidad de la
Nación.
Tales son los lineamientos generales de una economía nacional,
estructurada conforme al sentido cristiano de la vida.
El Papa Paulo VI, en su Carta Apostólica publicada el 14 de Mayo de
1971, con motivo del 80º aniversario de la Encíclica Rerum Novarum, insiste
en señalar la contradicción que existe entre la doctrina cristiana y las
ideologías tanto marxista como liberal: “El cristiano que quiere vivir su Fe en
una acción política, concebida como servicio, no puede adherir sin
contradicción a sistemas ideológicos que se oponen radicalmente en los
puntos sustanciales a su Fe y a su concepción del hombre: ni a la ideología
marxista por su materialismo ateo, su dialéctica de la violencia y por la
manera que entiende la libertad individual dentro de la colectividad, negando
al mismo tiempo toda trascendencia al hombre... ni a la ideología liberal que
cree exaltar la libertad individual sustrayéndola a toda limitación estimu-
lándola con la búsqueda exclusiva del interés y del poder, y considerando
las solidaridades sociales como consecuencias más o menos automáticas de
iniciativas individuales y no ya como un fin y un
87
criterio más elevado del valor de la organización social”.
Y agrega como severa advertencia para el cristiano que “adhiere a una
ideología que no repose sobre una doctrina verdadera y orgánica, refugiándose
en ella como una explicación última y suficiente de todo; surge así un nuevo
ídolo del cual se acepta, a veces sin darse cuenta, el carácter totalitario y
obligatorio”.
Es el caso de las ideologías populista, clasista y socialista que hemos
examinado, radicalmente falsas y funestas en su proyección práctica; su ídolo
es la multitud proletaria, creadora, mesiánica y libertadora. La idolatría se
prodiga en las expresiones más serviles de la adulación demagógica: masa
creadora de la historia; el pueblo soberano y protagonista de su destino; la
voluntad popular sagrada e infalible; la clase obrera en la vanguardia de la
liberación nacional; el demos proletario y el demos estudiantil como tribuna
inapelable de justicia, etc.
Son como un remedo de los innumerables nombres de Dios, los que
prodiga la retórica de la adulación idolátrica y demagógica. No es un len-
guaje de amor ni de respeto hacia el prójimo; es un lenguaje de desprecio que
afrenta la dignidad del hombre en el pueblo.
Se pretende encontrar en ese ídolo la justificación de la subversión y del
terror, a los que se interpreta como una acción generosa de
88
89
terse con un programa de acción que vulnere la libertad, la
responsabilidad y la apertura a lo espiritual de la persona humana.
Toda posición política que tienda a socializar la economía, en el sentido
de restringir la libre iniciativa personal y la posesión privada de los bienes de
producción, se aparta de la doctrina social de la Iglesia, porque contradice a la
Fe de Cristo y al orden natural. Un cristiano no puede sostener sin
contradicción que la propiedad privada es un mito; tampoco puede aceptar la
conclusión de la Conferencia General de Medellín (Cap. 1), cuando declara
que “tiene plena conciencia de que el proceso de socialización desencadenado
por las técnicas y medios de comunicación de masas, hace de éstas un
instrumento necesario y muy apto para la educación social, la conciencia en
orden al cambio de estructuras y la vigencia de la justicia”.
El magisterio de la cátedra pontificia no se cansa de repetir que es
necesario e imperioso contrarrestar ese proceso de socialización, para
salvaguardar la libertad y la dignidad de la perso- na. Uniformar, nivelar,
masificar, mecanizar, es siempre atentar contra la responsabilidad perso-nal
y el margen siquiera mínimo de aventura que exige la misión y el destino del
hombre.
Personalidad es distinción y jerarquía; por eso es que el poeta Juan
Ramón Jiménez dice en uno de sus versos: “Lo querían matar los iguales
porque era distinto...”
90
Dios no reparte igual los talentos, ni espera igual de todos los hombres;
cada uno debe responder de lo que ha recibido.
Cristo no ama igual a sus discípulos; tiene preferencias bien señaladas por
Pedro, Santiago, y sobre todo, por Juan. El amor es preferencia la preferencia,
distinción.
Es lícito poseer bienes propios, pero siempre que se usen como si fueran
comunes; esto es, haciendo partícipes a otros. Así enseñaba Aristóteles,
intérprete fiel del orden natural. El cristianismo confirma esa enseñanza
porque Cristo es el autor de la naturaleza.
Extender la propiedad privada es extender la libertad personal y familiar;
restringirla o supri-mirla es atentar contra la libertad. Proponer un socialismo
cristiano es una contradicción en los términos, por más que se intente
parafrasear el Evangelio para justificarlo.
Expropiar a los especuladores extranjeros y nativos, no exige abolir la
propiedad privada para liberar a la Nación y resolver justicieramente la
cuestión social. Cuando los especuladores hayan sido suprimidos o anulados
por drásticas medidas políticas, remontará espontáneamente el valor de la
moneda argentina, aumentará la producción y el consumo; habrá ocupación
plena y se multiplicarán las fuentes de trabajo; se contará con grandes
excedentes exportables y se comercializarán a precios remuneradores para el
productor; la distribución de la riqueza será equi-
91
tativa y la prosperidad general de la población estará asegurada. La
organización de las profesiones logrará plena estabilidad y el equilibrio
renovado entre los agentes de la economía nacional. La caridad extremará la
so-licitud hacia los más necesitados, haciendo que la justicia abunde siempre
más allá de lo debido al otro.
La Iglesia de Cristo también sufre la influencia de las ideologías que
confunden la doctrina y extravían el apostolado de muchos sacerdotes y hasta
de Obispos. Progresistas y tercermundistas predican la secularización del
Evangelio y de la divina redención, en aras de un mesianismo puramente
terrenal: “Hoy la buena nueva debe significar la abolición del régimen de
clases, el fin de la carrera armamentista y la superación de las fronteras
anacrónicas”(P. Cardonnel).
“La revolución juvenil mundial, la revolución científica de nuestro
tiempo, el movimiento contra
la discriminación racial , el movimiento pacifista, en fin toda la
revolución para la secularización” (P. Cox). Se estima que en el pasado, la Fe
cristiana se empleaba para alienar al hombre de la historia, separando el
cristianismo espiritual del cristianis-mo social.
Las nuevas corrientes se aplican a resolver los problemas temporales
del hombre, sin referencia alguna al orden sobrenatural y a la vida eterna.
En este sentido, el Manifiesto del Tercer Mun-
92
93
aunque el cristiano debe luchar para su instauración, sino la donación y el
sacrificio de la propia vida por amor al prójimo en Cristo crucificado. En lugar
de la conducción a la plenitud eterna a través de todas las liberaciones
humanas de que hablan los obispos del tercer mundo, lo que nos aguarda es el
juicio final, en el que rendiremos cuenta personalmente ante Cristo, cuya
sentencia debemos esperar con temor y temblor, si bien confiados en su
misericordia infinita. El cristiano sabe por la Fe que existe el Reino de Dios,
pero también que hay infierno y condenados eternamente.
El curso de la historia de la salvación no es una evolución lineal,
ascendente y progresiva que conducida por Cristo, va a terminar en un fin feliz
para toda la humanidad. La vida de cada hombre es una agonía entre Dios y el
diablo que se dispu tan su corazón hasta el último suspiro. La idea de una
humanidad que se va haciendo cada vez mejor, se inspira en la falsa ideología
del progreso indefinido y es contraria a la divina redención.
En todo tiempo, enseña el Papa Juan XXIII, “el hombre separado de Dios
se vuelve inhumano consigo mismo y con sus semejantes... el aspecto más
siniestramente típico de la época moderna consiste en la absurda tentativa de
querer reconstruir un orden temporal, sólido y fecundo,
En todo tiempo, enseña el Papa Juan XXIII, “el hombre separado de
Dios se vuelve inhumano consigo mismo y con sus semejantes... el aspecto
94
JORDÁN B. GENTA
Buenos Aires, abril 2 de 1972.
Domingo de Pascua de Resurrección.
Apéndice
121
compañías americanas”. Más adelante agrega: “Por lo menos, el 95% de
las estructuras industriales soviéticas han recibido ayuda de las compañías
del oeste”.
Las concesiones se hicieron en la forma de mecanismos contractuales,
por los cuales las firmas americanas y europeas, organizaban y financiaban a
las empresas industriales, dejando su aplicación a organismos soviéticos. En
otros casos, se agregaba la ayuda técnica.
Veamos, por ejemplo, lo ocurrido con la explotación del petróleo. Desde
el año 1921, el gobierno soviético importó cantidades masivas de equipos de
explotación, suministrados por la International Barnsdall Corporation y la
Lucey Manufacturing Co.
En el mismo sentido, Hill Electrical Drill (USA), EMSCO (USA), la
Metropolitan Vickers (auxiliar británica de la Westinghouse) y la General
Electric, participaron ampliamente en el equipamiento de los campos de
petróleo de Baku y de Grozny. Se financiaron también las refinerías y las
obras hidroeléctricas.
Lo mismo ha ocurrido con la explotación del carbón, del hierro, del
cobre, del aluminio, con la industrialización de la agricultura, de la madera,
con la producción de maquinarias y de energía eléctrica. Numerosas
compañías americanas, europeas y japonesas han obtenido concesiones para
el desarrollo de la economía socialista en Ru-
122
sia. Los nombres más representativos de la plutocracia internacional,
como Rockefeller, Tyssen, Rathenau, figuran en la promoción de la
economía soviética.
No es paradójico, sino que responde a la más pura lógica de la
identidad, la decisiva contribución de la plutocracia internacional al triunfo,
consolidación y expansión del socialismo marxista o comunismo ateo.
La perfecta coincidencia entre capitalismo liberal y socialismo
marxista, explica la coexistencia pacífica y el pluralismo ideológico que se
proclama oficialmente en la actualidad; pero nada puede ilustrar mejor las
dos caras de la misma moneda falsa, como la confrontación gráfica del
programa marxista con el que expuso el plutócrata Rathenau en sus dos obras:
“In days to come” (1917) y “The new economy” (1918):
Marx Rathenau
8. Abolición de 7.
la propie- dad privada. Toda propiedad
9. Un impuesto privada deberá ser
sobre la renta, abolida progre-
progresivo y arrasa- sivamente por las tasas
dor. sobre la propiedad y el
10.Abolición del impuesto sobre la renta.
derecho de herencia. 8.
11.Centralización El derecho de
del cré- dito en manos herencia reducido al
del Estado. extremo.
12. Centralizació 9.
n de los El Estado en su
calidad de banquero
absorberá todo el
beneficio neto de la
Medios de in-
transporte y
comunicación en
manos del Estado. 123
13.Aumento del industria tasando
número de usinas del el consu- mo, la renta y
Estado y de los medios la propiedad.
de producción. 10.
14.Obligación El Estado llegará a
igual para todos los ser centro de la
trabajadores. economía.
11.
Todo lo que se
realice en la sociedad
será hecho por el
Estado y para el
Estado. Pleno empleo y
nivelación de todo
trabajo humano.
12.
Pleno empleo y
nivela- ción de todo
trabajo humano
Los amigos de mi esposo quieren que escriba un breve prefacio para esta
nueva edición de El nacionalismo argentino3.
Me es particularmente difícil.
A medida que él iba escribiendo estas páginas me las leía y comentaba.
Escucho aún su voz que ya ha sido silenciada, acepto y ofrezco el dolor de su
muerte, amo todo lo que él amó, y rechazo lo que él repudiaba.
No tenía tiempo para odiar, se entregaba a la cátedra y a sus libros
apasionadamente, urgido por una ardiente caridad y con esa “tácita
obstinación” (Séneca) del que sabe que el tiempo se va, se está yendo y tal
vez no le permitiera completar su mensaje esclarecedor, sin desaliento, sin
amargura, afirmativo, valiente; con ese valor que da la verdad libremente
reconocida y libremente amada.
“Dios es el verdadero protagonista de la historia”, enseñaba; no hubo
desengaño que lograra socavar su fe en el futuro de la Patria, porque el
hombre es proclive al mal pero la gracia lo rescata de sus miserias, de sus
temores, de sus ataduras carnales y le da la fuerza para vencerlos y para
trascenderlos cuando una gran misión lo reclama.
Entendía que esa misión es restaurar a la Patria en Cristo.
Escribía para todos sus compatriotas, para los mejores, para los que no
estaban definitivamente comprometidos con la antipatria y sus deleznables
servidores, verdaderos lacayos de amos exigentes e innobles.
Se ha dicho que se dirigía, sobre todo, a los miembros de las Fuerzas
Armadas.
3
La primera edición de esta obra fue publicada por la Editorial Cultura Argentina, Buenos Aires, 1972.
Quería que nuestras Fuerzas Armadas volvieran a reencontrarse con el
coraje y la capacidad de actuar en espíritu de servicio; nunca llamó a la puerta
de ningún cuartel, que cada cual leyera las viejas verdades y decidiera las
nuevas actitudes, con espíritu independiente y, por eso mismo, sometido al
esplendor y a las exigencias de la verdad.
Si hubiera escrito a oficiales de las Fuerzas Armadas lo hubiera hecho
como José Antonio: “Si la Providencia pone otra vez en vuestras manos,
oficiales, los destinos de la Patria, pensad que sería imperdonable emprender
el mismo camino sin meta. No olvidéis que quien rompe con la normalidad de
un Estado (yo hubiera escrito: aparente normalidad) contrae la obligación de
edificar un Estado nuevo, no meramente ha de restablecer una apariencia de
orden. Y que la edificación de un Estado nuevo exige un sentido resuelto y
maduro de la historia y de la política, no de una temeraria confianza en la
propia capacidad de improvisación”.
Como tengo que referirme a este libro, lo haré con sus propias palabras,
más definitorias que las mías.
Analiza primeramente el llamado nacionalismo de izquierda que
sostiene la "negación del Verdadero Señor del tiempo y de la eternidad,
Jesucristo".
Citando a H. Coston, escribe: “...la república francesa tiene un Rey:
Rothschild”.
Y agrega: “el egoísmo es el principio de la sociedad burguesa. El dios
del egoísmo es el dinero”. “[...] según este criterio del hombre egoísta el
poder político se haya subordinado al poder económico”.
Estudia a continuación los tres elementos ideológicos que distorsionan y
desvirtúan los principios del nacionalismo: el populismo, el clasismo y el
socialismo.
Del populismo aclara: “[…] el derecho y la ley se fundan en el criterio
más inconsistente, accidental, voluble y arbitrario “[...] la soberanía popular
es la omnipotencia del número [...] el señorío sobre todo lo propio, no resulta
ni de una convención ni del sufragio, sino del sacrificio y la sangre
derramada: compromete a las generaciones que van llegando a renovar el
sacrificio si fuera menester” [...] el populismo es radicalmente subversivo,
antijerárquico e inorgánico [...] la multitud, como tal, es inepta para gobernar;
no puede, por sí misma, decidir ni legislar, ni administrar justicia que son las
funciones propias del gobierno político”.
Del clasismo: “[...] la ideología clasista se traduce en una especie de
maniqueísmo social por cuanto hay una clase de los buenos y otra de los
malos, explotados y explotadores, sin atenuantes” [...] es notorio que los
titulares de los poderes económicos multinacionales están fuera y por encima
de las clases burguesas nacionales [...] los titulares de la internacional del
dinero residen en el extranjero y son invisibles [...] las jerarquías sociales
naturales y todo lo que constituye un orden se estructura jerárquicamente: la
familia, la escuela, la universidad, la profesión, la empresa, el Estado, la
Iglesia […] la dialéctica que informa las ideologías es un hábito perverso de
la mente, una verdadera subversión que construye esquemas aberrantes por
los cuales se hace salir lo superior de lo inferior, la virtud del vicio, el ser del
no ser [...] la justicia de la Nación se alcanza en la caridad de Dios [...] tan
sólo el terror sistemático puede doblegar al hombre [...] el clasismo contradice
la esencia misma del nacionalismo argentino y asociado al populismo lo
convierte en instrumento eficaz de la subversión comunista”.
Del socialismo: “El liberalismo individualista y el liberalismo socialista
son las dos caras de la misma moneda falsa del ateísmo, o mejor, del
Anticristo […] Rousseau niega el dogma del pecado original y postula la
inmaculada concepción o bondad natural, el hombre nace bueno y la sociedad
lo corrompe […] Sociedad sin propiedad privada, sin clases, sin Estado y sin
la Iglesia […] Las cuestiones humanas, incluso la cuestión social, no se
pueden plantear ni resolver con sentido realista fuera de Cristo y de su
mesianismo trascendente […] la ideología socialista propone una historia de
salvación sin Dios, sin alma espiritual e inmortal, sin Divina Providencia [...]
donde el único protagonista es el hombre reducido a un animal súper
evolucionado y movido por sus necesidades materiales […] es un hecho
constante que las universidades, actualmente, son el vivero de la guerrilla y
del terror.”
Y resume:
"El nacionalismo distorsionado por la ideología populista confunde a la
Nación con una clase proletaria.”
“El nacionalismo distorsionado por la ideología clasista no resiste la
confrontación con la realidad social”.
“El nacionalismo distorsionado por una ideología socialista busca la
libertad económica de la Nación [...] en la abolición de la propiedad privada y
en un capitalismo de Estado […] el individualismo y el socialismo son
totalitarios”.
Define después al auténtico nacionalismo argentino: “Constructivo y
restaurador, jerárquico e integrador, cristiano y argentino en su contenido y en
su estilo. Una afirmación soberana frente a la plutocracia y al comunismo.”
Concluye definiendo al nacionalismo sin ideologías como “el único
capaz de establecer el orden de la Nación en los principios supremos que le
dieron el Ser”.
Verdad, Sacrificio, Jerarquía: esta última trilogía reemplaza a la tan
pregonada y desquiciadora de la revolución francesa.
Este pequeño libro, a la luz de la teología y de la metafísica, aclara el
problema del falso y del auténtico nacionalismo.
Agradezco a la Editorial Cultura Argentina que desinteresada y
generosamente publicó varios libros de mi esposo para que su pensamiento
fuera conocido y en la esperanza o certidumbre de que así servían a la Patria.
Ya mi esposo no podrá publicar nuevos libros. Yo pido al lector que
recuerde la muerte de mi esposo, una generosa y meditada oblación; esa
muerte que el P. Torres Pardo en la misa concelebrada calificó de “linda
muerte”.
Sí, fue una linda muerte.
Voy a repetir las palabras que escribí para José Antonio: “Para el que
vive aprendiendo el arte de bien morir, ¡Qué linda muerte, su muerte! Sobre la
camisa azul clavel de sangre florece”.
Y ruego a Dios y a la Virgen Nuestra Señora, que el pensamiento
expuesto en sus libros sea conocido por “un número suficiente de argentinos”
y tal vez podamos decir las palabras finales de la glosa:
“¡Ahora sí, vive la Patria, porque vive de su muerte!”
Me han dicho que en casi todo lo que escribo hablo demasiado de la
muerte.
¿Qué puede realizarse sin espíritu de sacrificio y de donación, sin desear
una muerte que sea un supremo y lúcido holocausto?
Porque por mis venas corre buena sangre requeté: ¡Viva la muerte!
I Parte
EL NACIONALISMO ARGENTINO
EL POPULISMO
EL SOCIALISMO
72
En el esquema dialéctico del marxismo, el trabajador recibe apenas lo
necesario para subsistir con su familia; su condición proletaria es irremediable
y a ella van ingresando las mayorías.
El proceso de la historia conduce inexorable-mente a la liquidación de
este sistema de explotación del hombre por el hombre. Los apropiadores serán
expropiados y la propiedad de los medios de producción pasará a la
comunidad, más concretamente al Estado socialista.
La lucha de clases y la guerra subversiva no son más que el empujón al
proceso de cambio de las estructuras, como se dice en la actualidad. La
dictadura del proletariado es el empujón final, el más violento porque se trata
del terror sistemático para imponer la socialización total de la riqueza, del
trabajo, de la educación, de la cultura, de la recreación, de todas las formas de
convivencia. Cumplida esta depuración de todo resabio individualista,
mentalizada y adaptada la multitud al hombre íntegramente social, se
culminará en la sociedad sin propiedad privada sin clases, sin Estado y sin la
Iglesia del valle de lágrimas que había sido el mundo, antes del retorno
planificado al paraíso comunista de los primeros tiempos. Claro está que
asistido con los prodigios de la técnica y de la organización.
En la raíz del socialismo como de las otras ideologías marxistas, está el
ateísmo, más precisamente la negación de Cristo y de la historia judeocristiana
de la salvación. Esa historia comienza con la separación del hombre respecto
de Dios por obra del pecado original; sigue con el pacto de alianza entre Dios
y el pueblo judío, mantenido por la paciencia amorosa de Dios y un resto fiel
hasta la venida de Cristo; se consuma con la divina redención en el sacrificio
de la Cruz y se continúa en la Iglesia hasta la segunda venida de Cristo para
juzgar a los vivos y a los muertos. Al final nos espera la felicidad eterna en
Dios o la condena eterna en el infierno.
La historia de la salvación es una historia de justicia y de Amor, en cuyo
centro está la Encarnación del Hijo de Dios, cuya pasión, muerte y
resurrección recapitula toda la historia de la humanidad. Nada nuevo puede
acontecer; todo ha acontecido ya. Si por el Amor de Dios que se derrama en
nuestros corazones, creemos en Cristo y nos crucificamos con El en nuestros
amores humanos, somos salvos en esperanza. La vida temporal es un lugar de
prueba y de testimonio en vistas de la Vida Eterna.
Las cuestiones humanas, incluso la cuestión social, no se pueden
plantear ni resolver con sentido realista fuera de Cristo y de su mesianismo
trascendente. Los males sociales proceden del pecado original que es un mal
teológico y no hay, ni puede haber remedio puramente humano. Hemos visto
que la justicia es insuficiente para resolver la cuestión social; hace falta la
caridad de Dios que da más de lo debido e iguala a los hombres en la
disposición al sacrificio, conservando cada uno su lugar propio.
No hay retorno posible al paraíso terrenal. El destino de las naciones se
juega aquí abajo y lo más a que se puede aspirar es hacer del propio país una
tierra habitable y decorosa para sus habitantes, bajo el cuidado de un Estado
soberano. No es razonable, ni prudente, ni cristiano, prometer una felicidad
plena y definitiva, en este mundo; pero hay que asegurar con la ayuda de Dios,
un trato de honor y una suficiencia de vida a todos los hombres en el ámbito
de la Nación soberana y responsable de un destino histórico.
No reconocer los límites del poder político y pretender alcanzar lo
absoluto en esta vida de prueba y de agonía hasta el fin, significa poner en
peligro los bienes relativos. En perspectiva de eternidad, la efectiva grandeza
que pueden ofrecer las personas y las naciones, es el testimonio de fidelidad a
la imagen de Dios en que hemos sido creados, deshecha por el pecado y
rehecha por Cristo en la cruz.
La ideología socialista propone una historia de salvación sin Dios, sin
alma espiritual e inmortal, sin divina redención, sin eternidad, donde el único
protagonista es el hombre reducido a un animal superevolucionado y movido
por sus necesidades materiales. En lugar de un origen teológico, el mal tiene
procedencia histórico-social: la institución arbitraria y convencional de la
propiedad privada. Las desigualdades provocadas por las apropiacio-
75
nes y expropiaciones han promovido odios, violencias y contradicciones
sociales. Los privilegiados han montado en cada época un aparato estatal de
seguridad y represión para mantener su posición y ahogar las protestas de las
víctimas. La historia de la humanidad hasta el presente, sostiene Marx, ha sido
la historia de la lucha entre explotadores y explotados, entre cla-
ses extremas y antagónicas. Las estructuras econó-micas en cada etapa y
las superestructuras socia-les, jurídicas, educacionales, políticas, culturales
son la obra invariable de una situación injusta y conflictiva. El hombre nace
bueno pero la sociedad lo corrompe porque es un semillero de desigual-dades
irritantes y de violencias institucionaliza-das. La causa de los males sociales
son las estruc-turas vigentes, comenzando por la sustitución de la propiedad
privada. La solución está en el cambio de las estructuras, y en primer término,
en la abolición de la propiedad privada de los medios de producción. La
solución está en la socializa-ción de la economía, de la educación, del
derecho, de la política, de la cultura, de la religión, inclusive. El movimiento
de la historia sigue ese curso; pero es menester un empujoncito por medio de
la subversión y del terror. La meta es la sociedad de los iguales que no va a
corromper la bondad nativa del hombre, sino que le va a favorecer y estimular
en su desarrollo, en un medio social idílico, fraterno, solidario. La
humanidad habrá logrado, por fin, la felicidad terrenal, remate de una larga
historia de iniquidades y violencias indecibles para la inmensa mayoría. No
tendrá más necesidad de la religión con su ilusoria promesa de felicidad en el
más allá, porque será dichosa aquí en la tierra.
La ideología socialista tiene, pues, su historia de la salvación; pero se
trata de un mesianismo secular, histórico y social. El Mesías es la propia
víctima, la multitud de los pobres, el proletariado despertado a la conciencia y
a la lucha de clases para su liberación. La fuerza que lo impulsa es el odio
venenoso y destructor, un resentimiento feroz contra toda autoridad, jerarquía
y distinción. La misión salvífica no se consuma en el ofrecimiento de la
víctima, porque los pobres han sido la víctima obligada y crucificada en el
curso de la historia universal; se cumple, por el contrario, sembrando de
víctimas y de ruinas el camino de la liberación. Por el odio será consagrado el
amor; por el terror se llegará a la paz idílica; por el nihilismo se levantará
un mundo afirmativo, armonioso y feliz.
Los agentes de la subversión y del terrorismo no se reclutan entre los
pobres proletarios; son intelectuales y universitarios en la Argentina y en todas
partes. Muchas veces se trata de jóvenes que pertenecen a familias cultas y de
vida desahoga-da. Es un hecho constante que las universidades son el vivero
de la guerrilla y del terror.
Hay en la juventud un ansia de justicia y un espíritu de rebeldía contra el
fariseísmo de los triun-
77
fadores en medio de miserias sociales que claman al cielo. Urgidos por el
afán de hacer algo a favor de los que sufren, se dejan seducir fácilmente por
las ideologías y se entregan sin reservas a la violencia nihilista que creen
redentora. Su evangelio es el “Manifiesto Comunista” de Marx y engels; su
guía para la acción, el “catecismo revolucionario” de Netchaiev en las diversas
versiones en boga.
Las masas proletarias y estudiantiles envenenadas por las ideologías –
populismo, clasismo, socialismo-, no son más que la tropa del ejército de la
subversión cuya vanguardia son los comandos guerrilleros y terroristas.
Detrás está el poder mundial del comunismo que simula un pluralismo de
etiquetas nacionales. Más atrás el imperialismo internacional del dinero que
inspira, financia e instrumenta la subversión comunista en las naciones todavía
libres, paralizando y disociando a las fuerzas de resistencia. A los que
preguntan por una razón que justifique la coincidencia de la plutocracia y del
comunismo, se les responde que la razón es teológica. Coinciden en el
ateísmo, o mejor, en la negación de Cristo y de su divina redención, tanto los
idólatras del dinero como los ideólogos del comunismo esclavista y
aniquilador de la persona humana. La subversión y el terror comunistas no
apuntan jamás contra los señores del dinero, contra los que amasan fortunas
inmensas con las
78
81
un principio importantísimo en la filosofía social: Que así como no es
lícito quitar a los individuos lo que ellos pueden realizar con sus propias
fuerzas e industrias para confiarlo a la comunidad, así también es injusto
reservar a una sociedad mayor o más elevada lo que las comunidades menores
e inferiores pueden hacer. Y esto es jurídicamente un grave daño y un
trastorno del recto orden de la sociedad: porque el objeto natural de cualquiera
intervención de al sociedad misma es ayudar de manera supletoria a los
miembros del cuerpo social y no el destruirlos y absorberlos”.
La doctrina social de la Iglesia confirma en Cristo, el orden natural y
rechaza abiertamente al socialismo que anula o restringe el papel de iniciativa
personal en al actividad económica, a la vez que preconiza un colectivismo
estatal que suprime la propiedad privada, sobre todo, de los medios de
producción.
El orden cristiano en contra de la socialización del trabajo, propende a
que el trabajo asalariado sea fuente de capitalización y de acceso del
trabajador al dominio de la empresa, en una medida proporcionada a su lugar
y función.
El orden cristiano en contra de la socialización o estatización de la
propiedad, exige su efectiva difusión entre todas las clases sociales por esto es
que insiste el Papa Juan XXIII con su predecesores:
“la dignidad de la persona humana exige normal-
mente, como fundamento natural para vivir, el de-
82
83
de la sociedad sobrenatural (Iglesia) para el desarrollo integral de su
personalidad y para alcanzar el fin de su existencia. La sociedad tiene siempre
razón de medio para el hombre, el cual necesita de la familia, de la escuela, de
la propiedad, de la profesión, del municipio, de la Nación y del Estado para la
suficiencia de la vida temporal. Y necesita de la Iglesia para unirse a Dios en
la eternidad. No son dos vidas separadas y paralelas, la vida natural y la
sobrenatural; son una sola vida personal en Cristo que es Dios y hombre, el
Verbo que nos ha creado y que hecho hombre nos ha redimido. Una vida
personal que debe realizar esa unidad de la libertad y de la Gracia, de lo
humano y de lo divino en su vida. El sentido cristiano debe informar lo
económico, lo social, lo educacional y lo político.
84
86
con mayor solicitud a los más necesitados. Lo necesario ha de primar
sobre lo debido y la caridad sobre la justicia.
Se habrá logrado así una economía al servicio del hombre, cuya finalidad
será cubrir las necesidades del pueblo y desarrollar la potencialidad de la
Nación.
Tales son los lineamientos generales de una economía nacional,
estructurada conforme al sentido cristiano de la vida.
El Papa Paulo VI, en su Carta Apostólica publicada el 14 de Mayo de
1971, con motivo del 80º aniversario de la Encíclica Rerum Novarum, insiste
en señalar la contradicción que existe entre la doctrina cristiana y las
ideologías tanto marxista como liberal: “El cristiano que quiere vivir su Fe en
una acción política, concebida como servicio, no puede adherir sin
contradicción a sistemas ideológicos que se oponen radicalmente en los
puntos sustanciales a su Fe y a su concepción del hombre: ni a la ideología
marxista por su materialismo ateo, su dialéctica de la violencia y por la
manera que entiende la libertad individual dentro de la colectividad, negando
al mismo tiempo toda trascendencia al hombre... ni a la ideología liberal que
cree exaltar la libertad individual sustrayéndola a toda limitación estimu-
lándola con la búsqueda exclusiva del interés y del poder, y considerando
las solidaridades sociales como consecuencias más o menos automáticas de
iniciativas individuales y no ya como un fin y un
87
criterio más elevado del valor de la organización social”.
Y agrega como severa advertencia para el cristiano que “adhiere a una
ideología que no repose sobre una doctrina verdadera y orgánica, refugiándose
en ella como una explicación última y suficiente de todo; surge así un nuevo
ídolo del cual se acepta, a veces sin darse cuenta, el carácter totalitario y
obligatorio”.
Es el caso de las ideologías populista, clasista y socialista que hemos
examinado, radicalmente falsas y funestas en su proyección práctica; su ídolo
es la multitud proletaria, creadora, mesiánica y libertadora. La idolatría se
prodiga en las expresiones más serviles de la adulación demagógica: masa
creadora de la historia; el pueblo soberano y protagonista de su destino; la
voluntad popular sagrada e infalible; la clase obrera en la vanguardia de la
liberación nacional; el demos proletario y el demos estudiantil como tribuna
inapelable de justicia, etc.
Son como un remedo de los innumerables nombres de Dios, los que
prodiga la retórica de la adulación idolátrica y demagógica. No es un len-
guaje de amor ni de respeto hacia el prójimo; es un lenguaje de desprecio que
afrenta la dignidad del hombre en el pueblo.
Se pretende encontrar en ese ídolo la justificación de la subversión y del
terror, a los que se interpreta como una acción generosa de
88
89
terse con un programa de acción que vulnere la libertad, la
responsabilidad y la apertura a lo espiritual de la persona humana.
Toda posición política que tienda a socializar la economía, en el sentido
de restringir la libre iniciativa personal y la posesión privada de los bienes de
producción, se aparta de la doctrina social de la Iglesia, porque contradice a la
Fe de Cristo y al orden natural. Un cristiano no puede sostener sin
contradicción que la propiedad privada es un mito; tampoco puede aceptar la
conclusión de la Conferencia General de Medellín (Cap. 1), cuando declara
que “tiene plena conciencia de que el proceso de socialización desencadenado
por las técnicas y medios de comunicación de masas, hace de éstas un
instrumento necesario y muy apto para la educación social, la conciencia en
orden al cambio de estructuras y la vigencia de la justicia”.
El magisterio de la cátedra pontificia no se cansa de repetir que es
necesario e imperioso contrarrestar ese proceso de socialización, para
salvaguardar la libertad y la dignidad de la perso- na. Uniformar, nivelar,
masificar, mecanizar, es siempre atentar contra la responsabilidad perso-nal
y el margen siquiera mínimo de aventura que exige la misión y el destino del
hombre.
Personalidad es distinción y jerarquía; por eso es que el poeta Juan
Ramón Jiménez dice en uno de sus versos: “Lo querían matar los iguales
porque era distinto...”
90
Dios no reparte igual los talentos, ni espera igual de todos los hombres;
cada uno debe responder de lo que ha recibido.
Cristo no ama igual a sus discípulos; tiene preferencias bien señaladas por
Pedro, Santiago, y sobre todo, por Juan. El amor es preferencia la preferencia,
distinción.
Es lícito poseer bienes propios, pero siempre que se usen como si fueran
comunes; esto es, haciendo partícipes a otros. Así enseñaba Aristóteles,
intérprete fiel del orden natural. El cristianismo confirma esa enseñanza
porque Cristo es el autor de la naturaleza.
Extender la propiedad privada es extender la libertad personal y familiar;
restringirla o supri-mirla es atentar contra la libertad. Proponer un socialismo
cristiano es una contradicción en los términos, por más que se intente
parafrasear el Evangelio para justificarlo.
Expropiar a los especuladores extranjeros y nativos, no exige abolir la
propiedad privada para liberar a la Nación y resolver justicieramente la
cuestión social. Cuando los especuladores hayan sido suprimidos o anulados
por drásticas medidas políticas, remontará espontáneamente el valor de la
moneda argentina, aumentará la producción y el consumo; habrá ocupación
plena y se multiplicarán las fuentes de trabajo; se contará con grandes
excedentes exportables y se comercializarán a precios remuneradores para el
productor; la distribución de la riqueza será equi-
91
tativa y la prosperidad general de la población estará asegurada. La
organización de las profesiones logrará plena estabilidad y el equilibrio
renovado entre los agentes de la economía nacional. La caridad extremará la
so-licitud hacia los más necesitados, haciendo que la justicia abunde siempre
más allá de lo debido al otro.
La Iglesia de Cristo también sufre la influencia de las ideologías que
confunden la doctrina y extravían el apostolado de muchos sacerdotes y hasta
de Obispos. Progresistas y tercermundistas predican la secularización del
Evangelio y de la divina redención, en aras de un mesianismo puramente
terrenal: “Hoy la buena nueva debe significar la abolición del régimen de
clases, el fin de la carrera armamentista y la superación de las fronteras
anacrónicas”(P. Cardonnel).
“La revolución juvenil mundial, la revolución científica de nuestro
tiempo, el movimiento contra
la discriminación racial , el movimiento pacifista, en fin toda la
revolución para la secularización” (P. Cox). Se estima que en el pasado, la Fe
cristiana se empleaba para alienar al hombre de la historia, separando el
cristianismo espiritual del cristianis-mo social.
Las nuevas corrientes se aplican a resolver los problemas temporales
del hombre, sin referencia alguna al orden sobrenatural y a la vida eterna.
En este sentido, el Manifiesto del Tercer Mun-
92
93
aunque el cristiano debe luchar para su instauración, sino la donación y el
sacrificio de la propia vida por amor al prójimo en Cristo crucificado. En lugar
de la conducción a la plenitud eterna a través de todas las liberaciones
humanas de que hablan los obispos del tercer mundo, lo que nos aguarda es el
juicio final, en el que rendiremos cuenta personalmente ante Cristo, cuya
sentencia debemos esperar con temor y temblor, si bien confiados en su
misericordia infinita. El cristiano sabe por la Fe que existe el Reino de Dios,
pero también que hay infierno y condenados eternamente.
El curso de la historia de la salvación no es una evolución lineal,
ascendente y progresiva que conducida por Cristo, va a terminar en un fin feliz
para toda la humanidad. La vida de cada hombre es una agonía entre Dios y el
diablo que se dispu tan su corazón hasta el último suspiro. La idea de una
humanidad que se va haciendo cada vez mejor, se inspira en la falsa ideología
del progreso indefinido y es contraria a la divina redención.
En todo tiempo, enseña el Papa Juan XXIII, “el hombre separado de Dios
se vuelve inhumano consigo mismo y con sus semejantes... el aspecto más
siniestramente típico de la época moderna consiste en la absurda tentativa de
querer reconstruir un orden temporal, sólido y fecundo,
En todo tiempo, enseña el Papa Juan XXIII, “el hombre separado de
Dios se vuelve inhumano consigo mismo y con sus semejantes... el aspecto
94
JORDÁN B. GENTA
Buenos Aires, abril 2 de 1972.
Domingo de Pascua de Resurrección.
Apéndice
121
compañías americanas”. Más adelante agrega: “Por lo menos, el 95% de
las estructuras industriales soviéticas han recibido ayuda de las compañías
del oeste”.
Las concesiones se hicieron en la forma de mecanismos contractuales,
por los cuales las firmas americanas y europeas, organizaban y financiaban a
las empresas industriales, dejando su aplicación a organismos soviéticos. En
otros casos, se agregaba la ayuda técnica.
Veamos, por ejemplo, lo ocurrido con la explotación del petróleo. Desde
el año 1921, el gobierno soviético importó cantidades masivas de equipos de
explotación, suministrados por la International Barnsdall Corporation y la
Lucey Manufacturing Co.
En el mismo sentido, Hill Electrical Drill (USA), EMSCO (USA), la
Metropolitan Vickers (auxiliar británica de la Westinghouse) y la General
Electric, participaron ampliamente en el equipamiento de los campos de
petróleo de Baku y de Grozny. Se financiaron también las refinerías y las
obras hidroeléctricas.
Lo mismo ha ocurrido con la explotación del carbón, del hierro, del
cobre, del aluminio, con la industrialización de la agricultura, de la madera,
con la producción de maquinarias y de energía eléctrica. Numerosas
compañías americanas, europeas y japonesas han obtenido concesiones para
el desarrollo de la economía socialista en Ru-
122
sia. Los nombres más representativos de la plutocracia internacional,
como Rockefeller, Tyssen, Rathenau, figuran en la promoción de la
economía soviética.
No es paradójico, sino que responde a la más pura lógica de la
identidad, la decisiva contribución de la plutocracia internacional al triunfo,
consolidación y expansión del socialismo marxista o comunismo ateo.
La perfecta coincidencia entre capitalismo liberal y socialismo
marxista, explica la coexistencia pacífica y el pluralismo ideológico que se
proclama oficialmente en la actualidad; pero nada puede ilustrar mejor las
dos caras de la misma moneda falsa, como la confrontación gráfica del
programa marxista con el que expuso el plutócrata Rathenau en sus dos obras:
“In days to come” (1917) y “The new economy” (1918):
Marx Rathenau
15.Abolición de 13.
la propie- dad privada. Toda propiedad
16.Un impuesto privada deberá ser
sobre la renta, abolida progre-
progresivo y arrasa- sivamente por las tasas
dor. sobre la propiedad y el
17.Abolición del impuesto sobre la renta.
derecho de herencia. 14.
18.Centralización El derecho de
del cré- dito en manos herencia reducido al
del Estado. extremo.
19. Centralizació 15.
n de los El Estado en su
calidad de banquero
absorberá todo el
beneficio neto de la
Medios de in-
transporte y
comunicación en
manos del Estado. 123
20.Aumento del industria tasando
número de usinas del el consu- mo, la renta y
Estado y de los medios la propiedad.
de producción. 16.
21.Obligación El Estado llegará a
igual para todos los ser centro de la
trabajadores. economía.
17.
Todo lo que se
realice en la sociedad
será hecho por el
Estado y para el
Estado. Pleno empleo y
nivelación de todo
trabajo humano.
18.
Pleno empleo y
nivela- ción de todo
trabajo humano
Los amigos de mi esposo quieren que escriba un breve prefacio para esta
nueva edición de El nacionalismo argentino4.
Me es particularmente difícil.
A medida que él iba escribiendo estas páginas me las leía y comentaba.
Escucho aún su voz que ya ha sido silenciada, acepto y ofrezco el dolor de su
muerte, amo todo lo que él amó, y rechazo lo que él repudiaba.
No tenía tiempo para odiar, se entregaba a la cátedra y a sus libros
apasionadamente, urgido por una ardiente caridad y con esa “tácita
obstinación” (Séneca) del que sabe que el tiempo se va, se está yendo y tal
vez no le permitiera completar su mensaje esclarecedor, sin desaliento, sin
amargura, afirmativo, valiente; con ese valor que da la verdad libremente
reconocida y libremente amada.
“Dios es el verdadero protagonista de la historia”, enseñaba; no hubo
desengaño que lograra socavar su fe en el futuro de la Patria, porque el
hombre es proclive al mal pero la gracia lo rescata de sus miserias, de sus
temores, de sus ataduras carnales y le da la fuerza para vencerlos y para
trascenderlos cuando una gran misión lo reclama.
Entendía que esa misión es restaurar a la Patria en Cristo.
Escribía para todos sus compatriotas, para los mejores, para los que no
estaban definitivamente comprometidos con la antipatria y sus deleznables
servidores, verdaderos lacayos de amos exigentes e innobles.
Se ha dicho que se dirigía, sobre todo, a los miembros de las Fuerzas
Armadas.
4
La primera edición de esta obra fue publicada por la Editorial Cultura Argentina, Buenos Aires, 1972.
Quería que nuestras Fuerzas Armadas volvieran a reencontrarse con el
coraje y la capacidad de actuar en espíritu de servicio; nunca llamó a la puerta
de ningún cuartel, que cada cual leyera las viejas verdades y decidiera las
nuevas actitudes, con espíritu independiente y, por eso mismo, sometido al
esplendor y a las exigencias de la verdad.
Si hubiera escrito a oficiales de las Fuerzas Armadas lo hubiera hecho
como José Antonio: “Si la Providencia pone otra vez en vuestras manos,
oficiales, los destinos de la Patria, pensad que sería imperdonable emprender
el mismo camino sin meta. No olvidéis que quien rompe con la normalidad de
un Estado (yo hubiera escrito: aparente normalidad) contrae la obligación de
edificar un Estado nuevo, no meramente ha de restablecer una apariencia de
orden. Y que la edificación de un Estado nuevo exige un sentido resuelto y
maduro de la historia y de la política, no de una temeraria confianza en la
propia capacidad de improvisación”.
Como tengo que referirme a este libro, lo haré con sus propias palabras,
más definitorias que las mías.
Analiza primeramente el llamado nacionalismo de izquierda que
sostiene la "negación del Verdadero Señor del tiempo y de la eternidad,
Jesucristo".
Citando a H. Coston, escribe: “...la república francesa tiene un Rey:
Rothschild”.
Y agrega: “el egoísmo es el principio de la sociedad burguesa. El dios
del egoísmo es el dinero”. “[...] según este criterio del hombre egoísta el
poder político se haya subordinado al poder económico”.
Estudia a continuación los tres elementos ideológicos que distorsionan y
desvirtúan los principios del nacionalismo: el populismo, el clasismo y el
socialismo.
Del populismo aclara: “[…] el derecho y la ley se fundan en el criterio
más inconsistente, accidental, voluble y arbitrario “[...] la soberanía popular
es la omnipotencia del número [...] el señorío sobre todo lo propio, no resulta
ni de una convención ni del sufragio, sino del sacrificio y la sangre
derramada: compromete a las generaciones que van llegando a renovar el
sacrificio si fuera menester” [...] el populismo es radicalmente subversivo,
antijerárquico e inorgánico [...] la multitud, como tal, es inepta para gobernar;
no puede, por sí misma, decidir ni legislar, ni administrar justicia que son las
funciones propias del gobierno político”.
Del clasismo: “[...] la ideología clasista se traduce en una especie de
maniqueísmo social por cuanto hay una clase de los buenos y otra de los
malos, explotados y explotadores, sin atenuantes” [...] es notorio que los
titulares de los poderes económicos multinacionales están fuera y por encima
de las clases burguesas nacionales [...] los titulares de la internacional del
dinero residen en el extranjero y son invisibles [...] las jerarquías sociales
naturales y todo lo que constituye un orden se estructura jerárquicamente: la
familia, la escuela, la universidad, la profesión, la empresa, el Estado, la
Iglesia […] la dialéctica que informa las ideologías es un hábito perverso de
la mente, una verdadera subversión que construye esquemas aberrantes por
los cuales se hace salir lo superior de lo inferior, la virtud del vicio, el ser del
no ser [...] la justicia de la Nación se alcanza en la caridad de Dios [...] tan
sólo el terror sistemático puede doblegar al hombre [...] el clasismo contradice
la esencia misma del nacionalismo argentino y asociado al populismo lo
convierte en instrumento eficaz de la subversión comunista”.
Del socialismo: “El liberalismo individualista y el liberalismo socialista
son las dos caras de la misma moneda falsa del ateísmo, o mejor, del
Anticristo […] Rousseau niega el dogma del pecado original y postula la
inmaculada concepción o bondad natural, el hombre nace bueno y la sociedad
lo corrompe […] Sociedad sin propiedad privada, sin clases, sin Estado y sin
la Iglesia […] Las cuestiones humanas, incluso la cuestión social, no se
pueden plantear ni resolver con sentido realista fuera de Cristo y de su
mesianismo trascendente […] la ideología socialista propone una historia de
salvación sin Dios, sin alma espiritual e inmortal, sin Divina Providencia [...]
donde el único protagonista es el hombre reducido a un animal súper
evolucionado y movido por sus necesidades materiales […] es un hecho
constante que las universidades, actualmente, son el vivero de la guerrilla y
del terror.”
Y resume:
"El nacionalismo distorsionado por la ideología populista confunde a la
Nación con una clase proletaria.”
“El nacionalismo distorsionado por la ideología clasista no resiste la
confrontación con la realidad social”.
“El nacionalismo distorsionado por una ideología socialista busca la
libertad económica de la Nación [...] en la abolición de la propiedad privada y
en un capitalismo de Estado […] el individualismo y el socialismo son
totalitarios”.
Define después al auténtico nacionalismo argentino: “Constructivo y
restaurador, jerárquico e integrador, cristiano y argentino en su contenido y en
su estilo. Una afirmación soberana frente a la plutocracia y al comunismo.”
Concluye definiendo al nacionalismo sin ideologías como “el único
capaz de establecer el orden de la Nación en los principios supremos que le
dieron el Ser”.
Verdad, Sacrificio, Jerarquía: esta última trilogía reemplaza a la tan
pregonada y desquiciadora de la revolución francesa.
Este pequeño libro, a la luz de la teología y de la metafísica, aclara el
problema del falso y del auténtico nacionalismo.
Agradezco a la Editorial Cultura Argentina que desinteresada y
generosamente publicó varios libros de mi esposo para que su pensamiento
fuera conocido y en la esperanza o certidumbre de que así servían a la Patria.
Ya mi esposo no podrá publicar nuevos libros. Yo pido al lector que
recuerde la muerte de mi esposo, una generosa y meditada oblación; esa
muerte que el P. Torres Pardo en la misa concelebrada calificó de “linda
muerte”.
Sí, fue una linda muerte.
Voy a repetir las palabras que escribí para José Antonio: “Para el que
vive aprendiendo el arte de bien morir, ¡Qué linda muerte, su muerte! Sobre la
camisa azul clavel de sangre florece”.
Y ruego a Dios y a la Virgen Nuestra Señora, que el pensamiento
expuesto en sus libros sea conocido por “un número suficiente de argentinos”
y tal vez podamos decir las palabras finales de la glosa:
“¡Ahora sí, vive la Patria, porque vive de su muerte!”
Me han dicho que en casi todo lo que escribo hablo demasiado de la
muerte.
¿Qué puede realizarse sin espíritu de sacrificio y de donación, sin desear
una muerte que sea un supremo y lúcido holocausto?
Porque por mis venas corre buena sangre requeté: ¡Viva la muerte!
I Parte
EL NACIONALISMO ARGENTINO
EL POPULISMO
EL SOCIALISMO
72
En el esquema dialéctico del marxismo, el trabajador recibe apenas lo
necesario para subsistir con su familia; su condición proletaria es irremediable
y a ella van ingresando las mayorías.
El proceso de la historia conduce inexorable-mente a la liquidación de
este sistema de explotación del hombre por el hombre. Los apropiadores serán
expropiados y la propiedad de los medios de producción pasará a la
comunidad, más concretamente al Estado socialista.
La lucha de clases y la guerra subversiva no son más que el empujón al
proceso de cambio de las estructuras, como se dice en la actualidad. La
dictadura del proletariado es el empujón final, el más violento porque se trata
del terror sistemático para imponer la socialización total de la riqueza, del
trabajo, de la educación, de la cultura, de la recreación, de todas las formas de
convivencia. Cumplida esta depuración de todo resabio individualista,
mentalizada y adaptada la multitud al hombre íntegramente social, se
culminará en la sociedad sin propiedad privada sin clases, sin Estado y sin la
Iglesia del valle de lágrimas que había sido el mundo, antes del retorno
planificado al paraíso comunista de los primeros tiempos. Claro está que
asistido con los prodigios de la técnica y de la organización.
En la raíz del socialismo como de las otras ideologías marxistas, está el
ateísmo, más precisamente la negación de Cristo y de la historia judeocristiana
de la salvación. Esa historia comienza con la separación del hombre respecto
de Dios por obra del pecado original; sigue con el pacto de alianza entre Dios
y el pueblo judío, mantenido por la paciencia amorosa de Dios y un resto fiel
hasta la venida de Cristo; se consuma con la divina redención en el sacrificio
de la Cruz y se continúa en la Iglesia hasta la segunda venida de Cristo para
juzgar a los vivos y a los muertos. Al final nos espera la felicidad eterna en
Dios o la condena eterna en el infierno.
La historia de la salvación es una historia de justicia y de Amor, en cuyo
centro está la Encarnación del Hijo de Dios, cuya pasión, muerte y
resurrección recapitula toda la historia de la humanidad. Nada nuevo puede
acontecer; todo ha acontecido ya. Si por el Amor de Dios que se derrama en
nuestros corazones, creemos en Cristo y nos crucificamos con El en nuestros
amores humanos, somos salvos en esperanza. La vida temporal es un lugar de
prueba y de testimonio en vistas de la Vida Eterna.
Las cuestiones humanas, incluso la cuestión social, no se pueden
plantear ni resolver con sentido realista fuera de Cristo y de su mesianismo
trascendente. Los males sociales proceden del pecado original que es un mal
teológico y no hay, ni puede haber remedio puramente humano. Hemos visto
que la justicia es insuficiente para resolver la cuestión social; hace falta la
caridad de Dios que da más de lo debido e iguala a los hombres en la
disposición al sacrificio, conservando cada uno su lugar propio.
No hay retorno posible al paraíso terrenal. El destino de las naciones se
juega aquí abajo y lo más a que se puede aspirar es hacer del propio país una
tierra habitable y decorosa para sus habitantes, bajo el cuidado de un Estado
soberano. No es razonable, ni prudente, ni cristiano, prometer una felicidad
plena y definitiva, en este mundo; pero hay que asegurar con la ayuda de Dios,
un trato de honor y una suficiencia de vida a todos los hombres en el ámbito
de la Nación soberana y responsable de un destino histórico.
No reconocer los límites del poder político y pretender alcanzar lo
absoluto en esta vida de prueba y de agonía hasta el fin, significa poner en
peligro los bienes relativos. En perspectiva de eternidad, la efectiva grandeza
que pueden ofrecer las personas y las naciones, es el testimonio de fidelidad a
la imagen de Dios en que hemos sido creados, deshecha por el pecado y
rehecha por Cristo en la cruz.
La ideología socialista propone una historia de salvación sin Dios, sin
alma espiritual e inmortal, sin divina redención, sin eternidad, donde el único
protagonista es el hombre reducido a un animal superevolucionado y movido
por sus necesidades materiales. En lugar de un origen teológico, el mal tiene
procedencia histórico-social: la institución arbitraria y convencional de la
propiedad privada. Las desigualdades provocadas por las apropiacio-
75
nes y expropiaciones han promovido odios, violencias y contradicciones
sociales. Los privilegiados han montado en cada época un aparato estatal de
seguridad y represión para mantener su posición y ahogar las protestas de las
víctimas. La historia de la humanidad hasta el presente, sostiene Marx, ha sido
la historia de la lucha entre explotadores y explotados, entre cla-
ses extremas y antagónicas. Las estructuras econó-micas en cada etapa y
las superestructuras socia-les, jurídicas, educacionales, políticas, culturales
son la obra invariable de una situación injusta y conflictiva. El hombre nace
bueno pero la sociedad lo corrompe porque es un semillero de desigual-dades
irritantes y de violencias institucionaliza-das. La causa de los males sociales
son las estruc-turas vigentes, comenzando por la sustitución de la propiedad
privada. La solución está en el cambio de las estructuras, y en primer término,
en la abolición de la propiedad privada de los medios de producción. La
solución está en la socializa-ción de la economía, de la educación, del
derecho, de la política, de la cultura, de la religión, inclusive. El movimiento
de la historia sigue ese curso; pero es menester un empujoncito por medio de
la subversión y del terror. La meta es la sociedad de los iguales que no va a
corromper la bondad nativa del hombre, sino que le va a favorecer y estimular
en su desarrollo, en un medio social idílico, fraterno, solidario. La
humanidad habrá logrado, por fin, la felicidad terrenal, remate de una larga
historia de iniquidades y violencias indecibles para la inmensa mayoría. No
tendrá más necesidad de la religión con su ilusoria promesa de felicidad en el
más allá, porque será dichosa aquí en la tierra.
La ideología socialista tiene, pues, su historia de la salvación; pero se
trata de un mesianismo secular, histórico y social. El Mesías es la propia
víctima, la multitud de los pobres, el proletariado despertado a la conciencia y
a la lucha de clases para su liberación. La fuerza que lo impulsa es el odio
venenoso y destructor, un resentimiento feroz contra toda autoridad, jerarquía
y distinción. La misión salvífica no se consuma en el ofrecimiento de la
víctima, porque los pobres han sido la víctima obligada y crucificada en el
curso de la historia universal; se cumple, por el contrario, sembrando de
víctimas y de ruinas el camino de la liberación. Por el odio será consagrado el
amor; por el terror se llegará a la paz idílica; por el nihilismo se levantará
un mundo afirmativo, armonioso y feliz.
Los agentes de la subversión y del terrorismo no se reclutan entre los
pobres proletarios; son intelectuales y universitarios en la Argentina y en todas
partes. Muchas veces se trata de jóvenes que pertenecen a familias cultas y de
vida desahoga-da. Es un hecho constante que las universidades son el vivero
de la guerrilla y del terror.
Hay en la juventud un ansia de justicia y un espíritu de rebeldía contra el
fariseísmo de los triun-
77
fadores en medio de miserias sociales que claman al cielo. Urgidos por el
afán de hacer algo a favor de los que sufren, se dejan seducir fácilmente por
las ideologías y se entregan sin reservas a la violencia nihilista que creen
redentora. Su evangelio es el “Manifiesto Comunista” de Marx y engels; su
guía para la acción, el “catecismo revolucionario” de Netchaiev en las diversas
versiones en boga.
Las masas proletarias y estudiantiles envenenadas por las ideologías –
populismo, clasismo, socialismo-, no son más que la tropa del ejército de la
subversión cuya vanguardia son los comandos guerrilleros y terroristas.
Detrás está el poder mundial del comunismo que simula un pluralismo de
etiquetas nacionales. Más atrás el imperialismo internacional del dinero que
inspira, financia e instrumenta la subversión comunista en las naciones todavía
libres, paralizando y disociando a las fuerzas de resistencia. A los que
preguntan por una razón que justifique la coincidencia de la plutocracia y del
comunismo, se les responde que la razón es teológica. Coinciden en el
ateísmo, o mejor, en la negación de Cristo y de su divina redención, tanto los
idólatras del dinero como los ideólogos del comunismo esclavista y
aniquilador de la persona humana. La subversión y el terror comunistas no
apuntan jamás contra los señores del dinero, contra los que amasan fortunas
inmensas con las
78
81
un principio importantísimo en la filosofía social: Que así como no es
lícito quitar a los individuos lo que ellos pueden realizar con sus propias
fuerzas e industrias para confiarlo a la comunidad, así también es injusto
reservar a una sociedad mayor o más elevada lo que las comunidades menores
e inferiores pueden hacer. Y esto es jurídicamente un grave daño y un
trastorno del recto orden de la sociedad: porque el objeto natural de cualquiera
intervención de al sociedad misma es ayudar de manera supletoria a los
miembros del cuerpo social y no el destruirlos y absorberlos”.
La doctrina social de la Iglesia confirma en Cristo, el orden natural y
rechaza abiertamente al socialismo que anula o restringe el papel de iniciativa
personal en al actividad económica, a la vez que preconiza un colectivismo
estatal que suprime la propiedad privada, sobre todo, de los medios de
producción.
El orden cristiano en contra de la socialización del trabajo, propende a
que el trabajo asalariado sea fuente de capitalización y de acceso del
trabajador al dominio de la empresa, en una medida proporcionada a su lugar
y función.
El orden cristiano en contra de la socialización o estatización de la
propiedad, exige su efectiva difusión entre todas las clases sociales por esto es
que insiste el Papa Juan XXIII con su predecesores:
“la dignidad de la persona humana exige normal-
mente, como fundamento natural para vivir, el de-
82
83
de la sociedad sobrenatural (Iglesia) para el desarrollo integral de su
personalidad y para alcanzar el fin de su existencia. La sociedad tiene siempre
razón de medio para el hombre, el cual necesita de la familia, de la escuela, de
la propiedad, de la profesión, del municipio, de la Nación y del Estado para la
suficiencia de la vida temporal. Y necesita de la Iglesia para unirse a Dios en
la eternidad. No son dos vidas separadas y paralelas, la vida natural y la
sobrenatural; son una sola vida personal en Cristo que es Dios y hombre, el
Verbo que nos ha creado y que hecho hombre nos ha redimido. Una vida
personal que debe realizar esa unidad de la libertad y de la Gracia, de lo
humano y de lo divino en su vida. El sentido cristiano debe informar lo
económico, lo social, lo educacional y lo político.
84
86
con mayor solicitud a los más necesitados. Lo necesario ha de primar
sobre lo debido y la caridad sobre la justicia.
Se habrá logrado así una economía al servicio del hombre, cuya finalidad
será cubrir las necesidades del pueblo y desarrollar la potencialidad de la
Nación.
Tales son los lineamientos generales de una economía nacional,
estructurada conforme al sentido cristiano de la vida.
El Papa Paulo VI, en su Carta Apostólica publicada el 14 de Mayo de
1971, con motivo del 80º aniversario de la Encíclica Rerum Novarum, insiste
en señalar la contradicción que existe entre la doctrina cristiana y las
ideologías tanto marxista como liberal: “El cristiano que quiere vivir su Fe en
una acción política, concebida como servicio, no puede adherir sin
contradicción a sistemas ideológicos que se oponen radicalmente en los
puntos sustanciales a su Fe y a su concepción del hombre: ni a la ideología
marxista por su materialismo ateo, su dialéctica de la violencia y por la
manera que entiende la libertad individual dentro de la colectividad, negando
al mismo tiempo toda trascendencia al hombre... ni a la ideología liberal que
cree exaltar la libertad individual sustrayéndola a toda limitación estimu-
lándola con la búsqueda exclusiva del interés y del poder, y considerando
las solidaridades sociales como consecuencias más o menos automáticas de
iniciativas individuales y no ya como un fin y un
87
criterio más elevado del valor de la organización social”.
Y agrega como severa advertencia para el cristiano que “adhiere a una
ideología que no repose sobre una doctrina verdadera y orgánica, refugiándose
en ella como una explicación última y suficiente de todo; surge así un nuevo
ídolo del cual se acepta, a veces sin darse cuenta, el carácter totalitario y
obligatorio”.
Es el caso de las ideologías populista, clasista y socialista que hemos
examinado, radicalmente falsas y funestas en su proyección práctica; su ídolo
es la multitud proletaria, creadora, mesiánica y libertadora. La idolatría se
prodiga en las expresiones más serviles de la adulación demagógica: masa
creadora de la historia; el pueblo soberano y protagonista de su destino; la
voluntad popular sagrada e infalible; la clase obrera en la vanguardia de la
liberación nacional; el demos proletario y el demos estudiantil como tribuna
inapelable de justicia, etc.
Son como un remedo de los innumerables nombres de Dios, los que
prodiga la retórica de la adulación idolátrica y demagógica. No es un len-
guaje de amor ni de respeto hacia el prójimo; es un lenguaje de desprecio que
afrenta la dignidad del hombre en el pueblo.
Se pretende encontrar en ese ídolo la justificación de la subversión y del
terror, a los que se interpreta como una acción generosa de
88
89
terse con un programa de acción que vulnere la libertad, la
responsabilidad y la apertura a lo espiritual de la persona humana.
Toda posición política que tienda a socializar la economía, en el sentido
de restringir la libre iniciativa personal y la posesión privada de los bienes de
producción, se aparta de la doctrina social de la Iglesia, porque contradice a la
Fe de Cristo y al orden natural. Un cristiano no puede sostener sin
contradicción que la propiedad privada es un mito; tampoco puede aceptar la
conclusión de la Conferencia General de Medellín (Cap. 1), cuando declara
que “tiene plena conciencia de que el proceso de socialización desencadenado
por las técnicas y medios de comunicación de masas, hace de éstas un
instrumento necesario y muy apto para la educación social, la conciencia en
orden al cambio de estructuras y la vigencia de la justicia”.
El magisterio de la cátedra pontificia no se cansa de repetir que es
necesario e imperioso contrarrestar ese proceso de socialización, para
salvaguardar la libertad y la dignidad de la perso- na. Uniformar, nivelar,
masificar, mecanizar, es siempre atentar contra la responsabilidad perso-nal
y el margen siquiera mínimo de aventura que exige la misión y el destino del
hombre.
Personalidad es distinción y jerarquía; por eso es que el poeta Juan
Ramón Jiménez dice en uno de sus versos: “Lo querían matar los iguales
porque era distinto...”
90
Dios no reparte igual los talentos, ni espera igual de todos los hombres;
cada uno debe responder de lo que ha recibido.
Cristo no ama igual a sus discípulos; tiene preferencias bien señaladas por
Pedro, Santiago, y sobre todo, por Juan. El amor es preferencia la preferencia,
distinción.
Es lícito poseer bienes propios, pero siempre que se usen como si fueran
comunes; esto es, haciendo partícipes a otros. Así enseñaba Aristóteles,
intérprete fiel del orden natural. El cristianismo confirma esa enseñanza
porque Cristo es el autor de la naturaleza.
Extender la propiedad privada es extender la libertad personal y familiar;
restringirla o supri-mirla es atentar contra la libertad. Proponer un socialismo
cristiano es una contradicción en los términos, por más que se intente
parafrasear el Evangelio para justificarlo.
Expropiar a los especuladores extranjeros y nativos, no exige abolir la
propiedad privada para liberar a la Nación y resolver justicieramente la
cuestión social. Cuando los especuladores hayan sido suprimidos o anulados
por drásticas medidas políticas, remontará espontáneamente el valor de la
moneda argentina, aumentará la producción y el consumo; habrá ocupación
plena y se multiplicarán las fuentes de trabajo; se contará con grandes
excedentes exportables y se comercializarán a precios remuneradores para el
productor; la distribución de la riqueza será equi-
91
tativa y la prosperidad general de la población estará asegurada. La
organización de las profesiones logrará plena estabilidad y el equilibrio
renovado entre los agentes de la economía nacional. La caridad extremará la
so-licitud hacia los más necesitados, haciendo que la justicia abunde siempre
más allá de lo debido al otro.
La Iglesia de Cristo también sufre la influencia de las ideologías que
confunden la doctrina y extravían el apostolado de muchos sacerdotes y hasta
de Obispos. Progresistas y tercermundistas predican la secularización del
Evangelio y de la divina redención, en aras de un mesianismo puramente
terrenal: “Hoy la buena nueva debe significar la abolición del régimen de
clases, el fin de la carrera armamentista y la superación de las fronteras
anacrónicas”(P. Cardonnel).
“La revolución juvenil mundial, la revolución científica de nuestro
tiempo, el movimiento contra
la discriminación racial , el movimiento pacifista, en fin toda la
revolución para la secularización” (P. Cox). Se estima que en el pasado, la Fe
cristiana se empleaba para alienar al hombre de la historia, separando el
cristianismo espiritual del cristianis-mo social.
Las nuevas corrientes se aplican a resolver los problemas temporales
del hombre, sin referencia alguna al orden sobrenatural y a la vida eterna.
En este sentido, el Manifiesto del Tercer Mun-
92
93
aunque el cristiano debe luchar para su instauración, sino la donación y el
sacrificio de la propia vida por amor al prójimo en Cristo crucificado. En lugar
de la conducción a la plenitud eterna a través de todas las liberaciones
humanas de que hablan los obispos del tercer mundo, lo que nos aguarda es el
juicio final, en el que rendiremos cuenta personalmente ante Cristo, cuya
sentencia debemos esperar con temor y temblor, si bien confiados en su
misericordia infinita. El cristiano sabe por la Fe que existe el Reino de Dios,
pero también que hay infierno y condenados eternamente.
El curso de la historia de la salvación no es una evolución lineal,
ascendente y progresiva que conducida por Cristo, va a terminar en un fin feliz
para toda la humanidad. La vida de cada hombre es una agonía entre Dios y el
diablo que se dispu tan su corazón hasta el último suspiro. La idea de una
humanidad que se va haciendo cada vez mejor, se inspira en la falsa ideología
del progreso indefinido y es contraria a la divina redención.
En todo tiempo, enseña el Papa Juan XXIII, “el hombre separado de Dios
se vuelve inhumano consigo mismo y con sus semejantes... el aspecto más
siniestramente típico de la época moderna consiste en la absurda tentativa de
querer reconstruir un orden temporal, sólido y fecundo,
En todo tiempo, enseña el Papa Juan XXIII, “el hombre separado de
Dios se vuelve inhumano consigo mismo y con sus semejantes... el aspecto
94
JORDÁN B. GENTA
Buenos Aires, abril 2 de 1972.
Domingo de Pascua de Resurrección.
Apéndice
121
compañías americanas”. Más adelante agrega: “Por lo menos, el 95% de
las estructuras industriales soviéticas han recibido ayuda de las compañías
del oeste”.
Las concesiones se hicieron en la forma de mecanismos contractuales,
por los cuales las firmas americanas y europeas, organizaban y financiaban a
las empresas industriales, dejando su aplicación a organismos soviéticos. En
otros casos, se agregaba la ayuda técnica.
Veamos, por ejemplo, lo ocurrido con la explotación del petróleo. Desde
el año 1921, el gobierno soviético importó cantidades masivas de equipos de
explotación, suministrados por la International Barnsdall Corporation y la
Lucey Manufacturing Co.
En el mismo sentido, Hill Electrical Drill (USA), EMSCO (USA), la
Metropolitan Vickers (auxiliar británica de la Westinghouse) y la General
Electric, participaron ampliamente en el equipamiento de los campos de
petróleo de Baku y de Grozny. Se financiaron también las refinerías y las
obras hidroeléctricas.
Lo mismo ha ocurrido con la explotación del carbón, del hierro, del
cobre, del aluminio, con la industrialización de la agricultura, de la madera,
con la producción de maquinarias y de energía eléctrica. Numerosas
compañías americanas, europeas y japonesas han obtenido concesiones para
el desarrollo de la economía socialista en Ru-
122
sia. Los nombres más representativos de la plutocracia internacional,
como Rockefeller, Tyssen, Rathenau, figuran en la promoción de la
economía soviética.
No es paradójico, sino que responde a la más pura lógica de la
identidad, la decisiva contribución de la plutocracia internacional al triunfo,
consolidación y expansión del socialismo marxista o comunismo ateo.
La perfecta coincidencia entre capitalismo liberal y socialismo
marxista, explica la coexistencia pacífica y el pluralismo ideológico que se
proclama oficialmente en la actualidad; pero nada puede ilustrar mejor las
dos caras de la misma moneda falsa, como la confrontación gráfica del
programa marxista con el que expuso el plutócrata Rathenau en sus dos obras:
“In days to come” (1917) y “The new economy” (1918):
Marx Rathenau
22.Abolición de 19.
la propie- dad privada. Toda propiedad
23.Un impuesto privada deberá ser
sobre la renta, abolida progre-
progresivo y arrasa- sivamente por las tasas
dor. sobre la propiedad y el
24.Abolición del impuesto sobre la renta.
derecho de herencia. 20.
25.Centralización El derecho de
del cré- dito en manos herencia reducido al
del Estado. extremo.
26. Centralizació 21.
n de los El Estado en su
calidad de banquero
absorberá todo el
beneficio neto de la
Medios de in-
transporte y
comunicación en
manos del Estado. 123
27.Aumento del industria tasando
número de usinas del el consu- mo, la renta y
Estado y de los medios la propiedad.
de producción. 22.
28.Obligación El Estado llegará a
igual para todos los ser centro de la
trabajadores. economía.
23.
Todo lo que se
realice en la sociedad
será hecho por el
Estado y para el
Estado. Pleno empleo y
nivelación de todo
trabajo humano.
24.
Pleno empleo y
nivela- ción de todo
trabajo humano
Los amigos de mi esposo quieren que escriba un breve prefacio para esta
nueva edición de El nacionalismo argentino5.
Me es particularmente difícil.
A medida que él iba escribiendo estas páginas me las leía y comentaba.
Escucho aún su voz que ya ha sido silenciada, acepto y ofrezco el dolor de su
muerte, amo todo lo que él amó, y rechazo lo que él repudiaba.
No tenía tiempo para odiar, se entregaba a la cátedra y a sus libros
apasionadamente, urgido por una ardiente caridad y con esa “tácita
obstinación” (Séneca) del que sabe que el tiempo se va, se está yendo y tal
vez no le permitiera completar su mensaje esclarecedor, sin desaliento, sin
amargura, afirmativo, valiente; con ese valor que da la verdad libremente
reconocida y libremente amada.
“Dios es el verdadero protagonista de la historia”, enseñaba; no hubo
desengaño que lograra socavar su fe en el futuro de la Patria, porque el
hombre es proclive al mal pero la gracia lo rescata de sus miserias, de sus
temores, de sus ataduras carnales y le da la fuerza para vencerlos y para
trascenderlos cuando una gran misión lo reclama.
Entendía que esa misión es restaurar a la Patria en Cristo.
Escribía para todos sus compatriotas, para los mejores, para los que no
estaban definitivamente comprometidos con la antipatria y sus deleznables
servidores, verdaderos lacayos de amos exigentes e innobles.
Se ha dicho que se dirigía, sobre todo, a los miembros de las Fuerzas
Armadas.
5
La primera edición de esta obra fue publicada por la Editorial Cultura Argentina, Buenos Aires, 1972.
Quería que nuestras Fuerzas Armadas volvieran a reencontrarse con el
coraje y la capacidad de actuar en espíritu de servicio; nunca llamó a la puerta
de ningún cuartel, que cada cual leyera las viejas verdades y decidiera las
nuevas actitudes, con espíritu independiente y, por eso mismo, sometido al
esplendor y a las exigencias de la verdad.
Si hubiera escrito a oficiales de las Fuerzas Armadas lo hubiera hecho
como José Antonio: “Si la Providencia pone otra vez en vuestras manos,
oficiales, los destinos de la Patria, pensad que sería imperdonable emprender
el mismo camino sin meta. No olvidéis que quien rompe con la normalidad de
un Estado (yo hubiera escrito: aparente normalidad) contrae la obligación de
edificar un Estado nuevo, no meramente ha de restablecer una apariencia de
orden. Y que la edificación de un Estado nuevo exige un sentido resuelto y
maduro de la historia y de la política, no de una temeraria confianza en la
propia capacidad de improvisación”.
Como tengo que referirme a este libro, lo haré con sus propias palabras,
más definitorias que las mías.
Analiza primeramente el llamado nacionalismo de izquierda que
sostiene la "negación del Verdadero Señor del tiempo y de la eternidad,
Jesucristo".
Citando a H. Coston, escribe: “...la república francesa tiene un Rey:
Rothschild”.
Y agrega: “el egoísmo es el principio de la sociedad burguesa. El dios
del egoísmo es el dinero”. “[...] según este criterio del hombre egoísta el
poder político se haya subordinado al poder económico”.
Estudia a continuación los tres elementos ideológicos que distorsionan y
desvirtúan los principios del nacionalismo: el populismo, el clasismo y el
socialismo.
Del populismo aclara: “[…] el derecho y la ley se fundan en el criterio
más inconsistente, accidental, voluble y arbitrario “[...] la soberanía popular
es la omnipotencia del número [...] el señorío sobre todo lo propio, no resulta
ni de una convención ni del sufragio, sino del sacrificio y la sangre
derramada: compromete a las generaciones que van llegando a renovar el
sacrificio si fuera menester” [...] el populismo es radicalmente subversivo,
antijerárquico e inorgánico [...] la multitud, como tal, es inepta para gobernar;
no puede, por sí misma, decidir ni legislar, ni administrar justicia que son las
funciones propias del gobierno político”.
Del clasismo: “[...] la ideología clasista se traduce en una especie de
maniqueísmo social por cuanto hay una clase de los buenos y otra de los
malos, explotados y explotadores, sin atenuantes” [...] es notorio que los
titulares de los poderes económicos multinacionales están fuera y por encima
de las clases burguesas nacionales [...] los titulares de la internacional del
dinero residen en el extranjero y son invisibles [...] las jerarquías sociales
naturales y todo lo que constituye un orden se estructura jerárquicamente: la
familia, la escuela, la universidad, la profesión, la empresa, el Estado, la
Iglesia […] la dialéctica que informa las ideologías es un hábito perverso de
la mente, una verdadera subversión que construye esquemas aberrantes por
los cuales se hace salir lo superior de lo inferior, la virtud del vicio, el ser del
no ser [...] la justicia de la Nación se alcanza en la caridad de Dios [...] tan
sólo el terror sistemático puede doblegar al hombre [...] el clasismo contradice
la esencia misma del nacionalismo argentino y asociado al populismo lo
convierte en instrumento eficaz de la subversión comunista”.
Del socialismo: “El liberalismo individualista y el liberalismo socialista
son las dos caras de la misma moneda falsa del ateísmo, o mejor, del
Anticristo […] Rousseau niega el dogma del pecado original y postula la
inmaculada concepción o bondad natural, el hombre nace bueno y la sociedad
lo corrompe […] Sociedad sin propiedad privada, sin clases, sin Estado y sin
la Iglesia […] Las cuestiones humanas, incluso la cuestión social, no se
pueden plantear ni resolver con sentido realista fuera de Cristo y de su
mesianismo trascendente […] la ideología socialista propone una historia de
salvación sin Dios, sin alma espiritual e inmortal, sin Divina Providencia [...]
donde el único protagonista es el hombre reducido a un animal súper
evolucionado y movido por sus necesidades materiales […] es un hecho
constante que las universidades, actualmente, son el vivero de la guerrilla y
del terror.”
Y resume:
"El nacionalismo distorsionado por la ideología populista confunde a la
Nación con una clase proletaria.”
“El nacionalismo distorsionado por la ideología clasista no resiste la
confrontación con la realidad social”.
“El nacionalismo distorsionado por una ideología socialista busca la
libertad económica de la Nación [...] en la abolición de la propiedad privada y
en un capitalismo de Estado […] el individualismo y el socialismo son
totalitarios”.
Define después al auténtico nacionalismo argentino: “Constructivo y
restaurador, jerárquico e integrador, cristiano y argentino en su contenido y en
su estilo. Una afirmación soberana frente a la plutocracia y al comunismo.”
Concluye definiendo al nacionalismo sin ideologías como “el único
capaz de establecer el orden de la Nación en los principios supremos que le
dieron el Ser”.
Verdad, Sacrificio, Jerarquía: esta última trilogía reemplaza a la tan
pregonada y desquiciadora de la revolución francesa.
Este pequeño libro, a la luz de la teología y de la metafísica, aclara el
problema del falso y del auténtico nacionalismo.
Agradezco a la Editorial Cultura Argentina que desinteresada y
generosamente publicó varios libros de mi esposo para que su pensamiento
fuera conocido y en la esperanza o certidumbre de que así servían a la Patria.
Ya mi esposo no podrá publicar nuevos libros. Yo pido al lector que
recuerde la muerte de mi esposo, una generosa y meditada oblación; esa
muerte que el P. Torres Pardo en la misa concelebrada calificó de “linda
muerte”.
Sí, fue una linda muerte.
Voy a repetir las palabras que escribí para José Antonio: “Para el que
vive aprendiendo el arte de bien morir, ¡Qué linda muerte, su muerte! Sobre la
camisa azul clavel de sangre florece”.
Y ruego a Dios y a la Virgen Nuestra Señora, que el pensamiento
expuesto en sus libros sea conocido por “un número suficiente de argentinos”
y tal vez podamos decir las palabras finales de la glosa:
“¡Ahora sí, vive la Patria, porque vive de su muerte!”
Me han dicho que en casi todo lo que escribo hablo demasiado de la
muerte.
¿Qué puede realizarse sin espíritu de sacrificio y de donación, sin desear
una muerte que sea un supremo y lúcido holocausto?
Porque por mis venas corre buena sangre requeté: ¡Viva la muerte!
I Parte
EL NACIONALISMO ARGENTINO
EL POPULISMO
EL SOCIALISMO
72
En el esquema dialéctico del marxismo, el trabajador recibe apenas lo
necesario para subsistir con su familia; su condición proletaria es irremediable
y a ella van ingresando las mayorías.
El proceso de la historia conduce inexorable-mente a la liquidación de
este sistema de explotación del hombre por el hombre. Los apropiadores serán
expropiados y la propiedad de los medios de producción pasará a la
comunidad, más concretamente al Estado socialista.
La lucha de clases y la guerra subversiva no son más que el empujón al
proceso de cambio de las estructuras, como se dice en la actualidad. La
dictadura del proletariado es el empujón final, el más violento porque se trata
del terror sistemático para imponer la socialización total de la riqueza, del
trabajo, de la educación, de la cultura, de la recreación, de todas las formas de
convivencia. Cumplida esta depuración de todo resabio individualista,
mentalizada y adaptada la multitud al hombre íntegramente social, se
culminará en la sociedad sin propiedad privada sin clases, sin Estado y sin la
Iglesia del valle de lágrimas que había sido el mundo, antes del retorno
planificado al paraíso comunista de los primeros tiempos. Claro está que
asistido con los prodigios de la técnica y de la organización.
En la raíz del socialismo como de las otras ideologías marxistas, está el
ateísmo, más precisamente la negación de Cristo y de la historia judeocristiana
de la salvación. Esa historia comienza con la separación del hombre respecto
de Dios por obra del pecado original; sigue con el pacto de alianza entre Dios
y el pueblo judío, mantenido por la paciencia amorosa de Dios y un resto fiel
hasta la venida de Cristo; se consuma con la divina redención en el sacrificio
de la Cruz y se continúa en la Iglesia hasta la segunda venida de Cristo para
juzgar a los vivos y a los muertos. Al final nos espera la felicidad eterna en
Dios o la condena eterna en el infierno.
La historia de la salvación es una historia de justicia y de Amor, en cuyo
centro está la Encarnación del Hijo de Dios, cuya pasión, muerte y
resurrección recapitula toda la historia de la humanidad. Nada nuevo puede
acontecer; todo ha acontecido ya. Si por el Amor de Dios que se derrama en
nuestros corazones, creemos en Cristo y nos crucificamos con El en nuestros
amores humanos, somos salvos en esperanza. La vida temporal es un lugar de
prueba y de testimonio en vistas de la Vida Eterna.
Las cuestiones humanas, incluso la cuestión social, no se pueden
plantear ni resolver con sentido realista fuera de Cristo y de su mesianismo
trascendente. Los males sociales proceden del pecado original que es un mal
teológico y no hay, ni puede haber remedio puramente humano. Hemos visto
que la justicia es insuficiente para resolver la cuestión social; hace falta la
caridad de Dios que da más de lo debido e iguala a los hombres en la
disposición al sacrificio, conservando cada uno su lugar propio.
No hay retorno posible al paraíso terrenal. El destino de las naciones se
juega aquí abajo y lo más a que se puede aspirar es hacer del propio país una
tierra habitable y decorosa para sus habitantes, bajo el cuidado de un Estado
soberano. No es razonable, ni prudente, ni cristiano, prometer una felicidad
plena y definitiva, en este mundo; pero hay que asegurar con la ayuda de Dios,
un trato de honor y una suficiencia de vida a todos los hombres en el ámbito
de la Nación soberana y responsable de un destino histórico.
No reconocer los límites del poder político y pretender alcanzar lo
absoluto en esta vida de prueba y de agonía hasta el fin, significa poner en
peligro los bienes relativos. En perspectiva de eternidad, la efectiva grandeza
que pueden ofrecer las personas y las naciones, es el testimonio de fidelidad a
la imagen de Dios en que hemos sido creados, deshecha por el pecado y
rehecha por Cristo en la cruz.
La ideología socialista propone una historia de salvación sin Dios, sin
alma espiritual e inmortal, sin divina redención, sin eternidad, donde el único
protagonista es el hombre reducido a un animal superevolucionado y movido
por sus necesidades materiales. En lugar de un origen teológico, el mal tiene
procedencia histórico-social: la institución arbitraria y convencional de la
propiedad privada. Las desigualdades provocadas por las apropiacio-
75
nes y expropiaciones han promovido odios, violencias y contradicciones
sociales. Los privilegiados han montado en cada época un aparato estatal de
seguridad y represión para mantener su posición y ahogar las protestas de las
víctimas. La historia de la humanidad hasta el presente, sostiene Marx, ha sido
la historia de la lucha entre explotadores y explotados, entre cla-
ses extremas y antagónicas. Las estructuras econó-micas en cada etapa y
las superestructuras socia-les, jurídicas, educacionales, políticas, culturales
son la obra invariable de una situación injusta y conflictiva. El hombre nace
bueno pero la sociedad lo corrompe porque es un semillero de desigual-dades
irritantes y de violencias institucionaliza-das. La causa de los males sociales
son las estruc-turas vigentes, comenzando por la sustitución de la propiedad
privada. La solución está en el cambio de las estructuras, y en primer término,
en la abolición de la propiedad privada de los medios de producción. La
solución está en la socializa-ción de la economía, de la educación, del
derecho, de la política, de la cultura, de la religión, inclusive. El movimiento
de la historia sigue ese curso; pero es menester un empujoncito por medio de
la subversión y del terror. La meta es la sociedad de los iguales que no va a
corromper la bondad nativa del hombre, sino que le va a favorecer y estimular
en su desarrollo, en un medio social idílico, fraterno, solidario. La
humanidad habrá logrado, por fin, la felicidad terrenal, remate de una larga
historia de iniquidades y violencias indecibles para la inmensa mayoría. No
tendrá más necesidad de la religión con su ilusoria promesa de felicidad en el
más allá, porque será dichosa aquí en la tierra.
La ideología socialista tiene, pues, su historia de la salvación; pero se
trata de un mesianismo secular, histórico y social. El Mesías es la propia
víctima, la multitud de los pobres, el proletariado despertado a la conciencia y
a la lucha de clases para su liberación. La fuerza que lo impulsa es el odio
venenoso y destructor, un resentimiento feroz contra toda autoridad, jerarquía
y distinción. La misión salvífica no se consuma en el ofrecimiento de la
víctima, porque los pobres han sido la víctima obligada y crucificada en el
curso de la historia universal; se cumple, por el contrario, sembrando de
víctimas y de ruinas el camino de la liberación. Por el odio será consagrado el
amor; por el terror se llegará a la paz idílica; por el nihilismo se levantará
un mundo afirmativo, armonioso y feliz.
Los agentes de la subversión y del terrorismo no se reclutan entre los
pobres proletarios; son intelectuales y universitarios en la Argentina y en todas
partes. Muchas veces se trata de jóvenes que pertenecen a familias cultas y de
vida desahoga-da. Es un hecho constante que las universidades son el vivero
de la guerrilla y del terror.
Hay en la juventud un ansia de justicia y un espíritu de rebeldía contra el
fariseísmo de los triun-
77
fadores en medio de miserias sociales que claman al cielo. Urgidos por el
afán de hacer algo a favor de los que sufren, se dejan seducir fácilmente por
las ideologías y se entregan sin reservas a la violencia nihilista que creen
redentora. Su evangelio es el “Manifiesto Comunista” de Marx y engels; su
guía para la acción, el “catecismo revolucionario” de Netchaiev en las diversas
versiones en boga.
Las masas proletarias y estudiantiles envenenadas por las ideologías –
populismo, clasismo, socialismo-, no son más que la tropa del ejército de la
subversión cuya vanguardia son los comandos guerrilleros y terroristas.
Detrás está el poder mundial del comunismo que simula un pluralismo de
etiquetas nacionales. Más atrás el imperialismo internacional del dinero que
inspira, financia e instrumenta la subversión comunista en las naciones todavía
libres, paralizando y disociando a las fuerzas de resistencia. A los que
preguntan por una razón que justifique la coincidencia de la plutocracia y del
comunismo, se les responde que la razón es teológica. Coinciden en el
ateísmo, o mejor, en la negación de Cristo y de su divina redención, tanto los
idólatras del dinero como los ideólogos del comunismo esclavista y
aniquilador de la persona humana. La subversión y el terror comunistas no
apuntan jamás contra los señores del dinero, contra los que amasan fortunas
inmensas con las
78
81
un principio importantísimo en la filosofía social: Que así como no es
lícito quitar a los individuos lo que ellos pueden realizar con sus propias
fuerzas e industrias para confiarlo a la comunidad, así también es injusto
reservar a una sociedad mayor o más elevada lo que las comunidades menores
e inferiores pueden hacer. Y esto es jurídicamente un grave daño y un
trastorno del recto orden de la sociedad: porque el objeto natural de cualquiera
intervención de al sociedad misma es ayudar de manera supletoria a los
miembros del cuerpo social y no el destruirlos y absorberlos”.
La doctrina social de la Iglesia confirma en Cristo, el orden natural y
rechaza abiertamente al socialismo que anula o restringe el papel de iniciativa
personal en al actividad económica, a la vez que preconiza un colectivismo
estatal que suprime la propiedad privada, sobre todo, de los medios de
producción.
El orden cristiano en contra de la socialización del trabajo, propende a
que el trabajo asalariado sea fuente de capitalización y de acceso del
trabajador al dominio de la empresa, en una medida proporcionada a su lugar
y función.
El orden cristiano en contra de la socialización o estatización de la
propiedad, exige su efectiva difusión entre todas las clases sociales por esto es
que insiste el Papa Juan XXIII con su predecesores:
“la dignidad de la persona humana exige normal-
mente, como fundamento natural para vivir, el de-
82
83
de la sociedad sobrenatural (Iglesia) para el desarrollo integral de su
personalidad y para alcanzar el fin de su existencia. La sociedad tiene siempre
razón de medio para el hombre, el cual necesita de la familia, de la escuela, de
la propiedad, de la profesión, del municipio, de la Nación y del Estado para la
suficiencia de la vida temporal. Y necesita de la Iglesia para unirse a Dios en
la eternidad. No son dos vidas separadas y paralelas, la vida natural y la
sobrenatural; son una sola vida personal en Cristo que es Dios y hombre, el
Verbo que nos ha creado y que hecho hombre nos ha redimido. Una vida
personal que debe realizar esa unidad de la libertad y de la Gracia, de lo
humano y de lo divino en su vida. El sentido cristiano debe informar lo
económico, lo social, lo educacional y lo político.
84
86
con mayor solicitud a los más necesitados. Lo necesario ha de primar
sobre lo debido y la caridad sobre la justicia.
Se habrá logrado así una economía al servicio del hombre, cuya finalidad
será cubrir las necesidades del pueblo y desarrollar la potencialidad de la
Nación.
Tales son los lineamientos generales de una economía nacional,
estructurada conforme al sentido cristiano de la vida.
El Papa Paulo VI, en su Carta Apostólica publicada el 14 de Mayo de
1971, con motivo del 80º aniversario de la Encíclica Rerum Novarum, insiste
en señalar la contradicción que existe entre la doctrina cristiana y las
ideologías tanto marxista como liberal: “El cristiano que quiere vivir su Fe en
una acción política, concebida como servicio, no puede adherir sin
contradicción a sistemas ideológicos que se oponen radicalmente en los
puntos sustanciales a su Fe y a su concepción del hombre: ni a la ideología
marxista por su materialismo ateo, su dialéctica de la violencia y por la
manera que entiende la libertad individual dentro de la colectividad, negando
al mismo tiempo toda trascendencia al hombre... ni a la ideología liberal que
cree exaltar la libertad individual sustrayéndola a toda limitación estimu-
lándola con la búsqueda exclusiva del interés y del poder, y considerando
las solidaridades sociales como consecuencias más o menos automáticas de
iniciativas individuales y no ya como un fin y un
87
criterio más elevado del valor de la organización social”.
Y agrega como severa advertencia para el cristiano que “adhiere a una
ideología que no repose sobre una doctrina verdadera y orgánica, refugiándose
en ella como una explicación última y suficiente de todo; surge así un nuevo
ídolo del cual se acepta, a veces sin darse cuenta, el carácter totalitario y
obligatorio”.
Es el caso de las ideologías populista, clasista y socialista que hemos
examinado, radicalmente falsas y funestas en su proyección práctica; su ídolo
es la multitud proletaria, creadora, mesiánica y libertadora. La idolatría se
prodiga en las expresiones más serviles de la adulación demagógica: masa
creadora de la historia; el pueblo soberano y protagonista de su destino; la
voluntad popular sagrada e infalible; la clase obrera en la vanguardia de la
liberación nacional; el demos proletario y el demos estudiantil como tribuna
inapelable de justicia, etc.
Son como un remedo de los innumerables nombres de Dios, los que
prodiga la retórica de la adulación idolátrica y demagógica. No es un len-
guaje de amor ni de respeto hacia el prójimo; es un lenguaje de desprecio que
afrenta la dignidad del hombre en el pueblo.
Se pretende encontrar en ese ídolo la justificación de la subversión y del
terror, a los que se interpreta como una acción generosa de
88
89
terse con un programa de acción que vulnere la libertad, la
responsabilidad y la apertura a lo espiritual de la persona humana.
Toda posición política que tienda a socializar la economía, en el sentido
de restringir la libre iniciativa personal y la posesión privada de los bienes de
producción, se aparta de la doctrina social de la Iglesia, porque contradice a la
Fe de Cristo y al orden natural. Un cristiano no puede sostener sin
contradicción que la propiedad privada es un mito; tampoco puede aceptar la
conclusión de la Conferencia General de Medellín (Cap. 1), cuando declara
que “tiene plena conciencia de que el proceso de socialización desencadenado
por las técnicas y medios de comunicación de masas, hace de éstas un
instrumento necesario y muy apto para la educación social, la conciencia en
orden al cambio de estructuras y la vigencia de la justicia”.
El magisterio de la cátedra pontificia no se cansa de repetir que es
necesario e imperioso contrarrestar ese proceso de socialización, para
salvaguardar la libertad y la dignidad de la perso- na. Uniformar, nivelar,
masificar, mecanizar, es siempre atentar contra la responsabilidad perso-nal
y el margen siquiera mínimo de aventura que exige la misión y el destino del
hombre.
Personalidad es distinción y jerarquía; por eso es que el poeta Juan
Ramón Jiménez dice en uno de sus versos: “Lo querían matar los iguales
porque era distinto...”
90
Dios no reparte igual los talentos, ni espera igual de todos los hombres;
cada uno debe responder de lo que ha recibido.
Cristo no ama igual a sus discípulos; tiene preferencias bien señaladas por
Pedro, Santiago, y sobre todo, por Juan. El amor es preferencia la preferencia,
distinción.
Es lícito poseer bienes propios, pero siempre que se usen como si fueran
comunes; esto es, haciendo partícipes a otros. Así enseñaba Aristóteles,
intérprete fiel del orden natural. El cristianismo confirma esa enseñanza
porque Cristo es el autor de la naturaleza.
Extender la propiedad privada es extender la libertad personal y familiar;
restringirla o supri-mirla es atentar contra la libertad. Proponer un socialismo
cristiano es una contradicción en los términos, por más que se intente
parafrasear el Evangelio para justificarlo.
Expropiar a los especuladores extranjeros y nativos, no exige abolir la
propiedad privada para liberar a la Nación y resolver justicieramente la
cuestión social. Cuando los especuladores hayan sido suprimidos o anulados
por drásticas medidas políticas, remontará espontáneamente el valor de la
moneda argentina, aumentará la producción y el consumo; habrá ocupación
plena y se multiplicarán las fuentes de trabajo; se contará con grandes
excedentes exportables y se comercializarán a precios remuneradores para el
productor; la distribución de la riqueza será equi-
91
tativa y la prosperidad general de la población estará asegurada. La
organización de las profesiones logrará plena estabilidad y el equilibrio
renovado entre los agentes de la economía nacional. La caridad extremará la
so-licitud hacia los más necesitados, haciendo que la justicia abunde siempre
más allá de lo debido al otro.
La Iglesia de Cristo también sufre la influencia de las ideologías que
confunden la doctrina y extravían el apostolado de muchos sacerdotes y hasta
de Obispos. Progresistas y tercermundistas predican la secularización del
Evangelio y de la divina redención, en aras de un mesianismo puramente
terrenal: “Hoy la buena nueva debe significar la abolición del régimen de
clases, el fin de la carrera armamentista y la superación de las fronteras
anacrónicas”(P. Cardonnel).
“La revolución juvenil mundial, la revolución científica de nuestro
tiempo, el movimiento contra
la discriminación racial , el movimiento pacifista, en fin toda la
revolución para la secularización” (P. Cox). Se estima que en el pasado, la Fe
cristiana se empleaba para alienar al hombre de la historia, separando el
cristianismo espiritual del cristianis-mo social.
Las nuevas corrientes se aplican a resolver los problemas temporales
del hombre, sin referencia alguna al orden sobrenatural y a la vida eterna.
En este sentido, el Manifiesto del Tercer Mun-
92
93
aunque el cristiano debe luchar para su instauración, sino la donación y el
sacrificio de la propia vida por amor al prójimo en Cristo crucificado. En lugar
de la conducción a la plenitud eterna a través de todas las liberaciones
humanas de que hablan los obispos del tercer mundo, lo que nos aguarda es el
juicio final, en el que rendiremos cuenta personalmente ante Cristo, cuya
sentencia debemos esperar con temor y temblor, si bien confiados en su
misericordia infinita. El cristiano sabe por la Fe que existe el Reino de Dios,
pero también que hay infierno y condenados eternamente.
El curso de la historia de la salvación no es una evolución lineal,
ascendente y progresiva que conducida por Cristo, va a terminar en un fin feliz
para toda la humanidad. La vida de cada hombre es una agonía entre Dios y el
diablo que se dispu tan su corazón hasta el último suspiro. La idea de una
humanidad que se va haciendo cada vez mejor, se inspira en la falsa ideología
del progreso indefinido y es contraria a la divina redención.
En todo tiempo, enseña el Papa Juan XXIII, “el hombre separado de Dios
se vuelve inhumano consigo mismo y con sus semejantes... el aspecto más
siniestramente típico de la época moderna consiste en la absurda tentativa de
querer reconstruir un orden temporal, sólido y fecundo,
En todo tiempo, enseña el Papa Juan XXIII, “el hombre separado de
Dios se vuelve inhumano consigo mismo y con sus semejantes... el aspecto
94
JORDÁN B. GENTA
Buenos Aires, abril 2 de 1972.
Domingo de Pascua de Resurrección.
Apéndice
121
compañías americanas”. Más adelante agrega: “Por lo menos, el 95% de
las estructuras industriales soviéticas han recibido ayuda de las compañías
del oeste”.
Las concesiones se hicieron en la forma de mecanismos contractuales,
por los cuales las firmas americanas y europeas, organizaban y financiaban a
las empresas industriales, dejando su aplicación a organismos soviéticos. En
otros casos, se agregaba la ayuda técnica.
Veamos, por ejemplo, lo ocurrido con la explotación del petróleo. Desde
el año 1921, el gobierno soviético importó cantidades masivas de equipos de
explotación, suministrados por la International Barnsdall Corporation y la
Lucey Manufacturing Co.
En el mismo sentido, Hill Electrical Drill (USA), EMSCO (USA), la
Metropolitan Vickers (auxiliar británica de la Westinghouse) y la General
Electric, participaron ampliamente en el equipamiento de los campos de
petróleo de Baku y de Grozny. Se financiaron también las refinerías y las
obras hidroeléctricas.
Lo mismo ha ocurrido con la explotación del carbón, del hierro, del
cobre, del aluminio, con la industrialización de la agricultura, de la madera,
con la producción de maquinarias y de energía eléctrica. Numerosas
compañías americanas, europeas y japonesas han obtenido concesiones para
el desarrollo de la economía socialista en Ru-
122
sia. Los nombres más representativos de la plutocracia internacional,
como Rockefeller, Tyssen, Rathenau, figuran en la promoción de la
economía soviética.
No es paradójico, sino que responde a la más pura lógica de la
identidad, la decisiva contribución de la plutocracia internacional al triunfo,
consolidación y expansión del socialismo marxista o comunismo ateo.
La perfecta coincidencia entre capitalismo liberal y socialismo
marxista, explica la coexistencia pacífica y el pluralismo ideológico que se
proclama oficialmente en la actualidad; pero nada puede ilustrar mejor las
dos caras de la misma moneda falsa, como la confrontación gráfica del
programa marxista con el que expuso el plutócrata Rathenau en sus dos obras:
“In days to come” (1917) y “The new economy” (1918):
Marx Rathenau
29.Abolición de 25.
la propie- dad privada. Toda propiedad
30.Un impuesto privada deberá ser
sobre la renta, abolida progre-
progresivo y arrasa- sivamente por las tasas
dor. sobre la propiedad y el
31.Abolición del impuesto sobre la renta.
derecho de herencia. 26.
32.Centralización El derecho de
del cré- dito en manos herencia reducido al
del Estado. extremo.
33. Centralizació 27.
n de los El Estado en su
calidad de banquero
absorberá todo el
beneficio neto de la
Medios de in-
transporte y
comunicación en
manos del Estado. 123
34.Aumento del industria tasando
número de usinas del el consu- mo, la renta y
Estado y de los medios la propiedad.
de producción. 28.
35.Obligación El Estado llegará a
igual para todos los ser centro de la
trabajadores. economía.
29.
Todo lo que se
realice en la sociedad
será hecho por el
Estado y para el
Estado. Pleno empleo y
nivelación de todo
trabajo humano.
30.
Pleno empleo y
nivela- ción de todo
trabajo humano
Los amigos de mi esposo quieren que escriba un breve prefacio para esta
nueva edición de El nacionalismo argentino6.
Me es particularmente difícil.
A medida que él iba escribiendo estas páginas me las leía y comentaba.
Escucho aún su voz que ya ha sido silenciada, acepto y ofrezco el dolor de su
muerte, amo todo lo que él amó, y rechazo lo que él repudiaba.
No tenía tiempo para odiar, se entregaba a la cátedra y a sus libros
apasionadamente, urgido por una ardiente caridad y con esa “tácita
obstinación” (Séneca) del que sabe que el tiempo se va, se está yendo y tal
vez no le permitiera completar su mensaje esclarecedor, sin desaliento, sin
amargura, afirmativo, valiente; con ese valor que da la verdad libremente
reconocida y libremente amada.
“Dios es el verdadero protagonista de la historia”, enseñaba; no hubo
desengaño que lograra socavar su fe en el futuro de la Patria, porque el
hombre es proclive al mal pero la gracia lo rescata de sus miserias, de sus
temores, de sus ataduras carnales y le da la fuerza para vencerlos y para
trascenderlos cuando una gran misión lo reclama.
Entendía que esa misión es restaurar a la Patria en Cristo.
Escribía para todos sus compatriotas, para los mejores, para los que no
estaban definitivamente comprometidos con la antipatria y sus deleznables
servidores, verdaderos lacayos de amos exigentes e innobles.
Se ha dicho que se dirigía, sobre todo, a los miembros de las Fuerzas
Armadas.
6
La primera edición de esta obra fue publicada por la Editorial Cultura Argentina, Buenos Aires, 1972.
Quería que nuestras Fuerzas Armadas volvieran a reencontrarse con el
coraje y la capacidad de actuar en espíritu de servicio; nunca llamó a la puerta
de ningún cuartel, que cada cual leyera las viejas verdades y decidiera las
nuevas actitudes, con espíritu independiente y, por eso mismo, sometido al
esplendor y a las exigencias de la verdad.
Si hubiera escrito a oficiales de las Fuerzas Armadas lo hubiera hecho
como José Antonio: “Si la Providencia pone otra vez en vuestras manos,
oficiales, los destinos de la Patria, pensad que sería imperdonable emprender
el mismo camino sin meta. No olvidéis que quien rompe con la normalidad de
un Estado (yo hubiera escrito: aparente normalidad) contrae la obligación de
edificar un Estado nuevo, no meramente ha de restablecer una apariencia de
orden. Y que la edificación de un Estado nuevo exige un sentido resuelto y
maduro de la historia y de la política, no de una temeraria confianza en la
propia capacidad de improvisación”.
Como tengo que referirme a este libro, lo haré con sus propias palabras,
más definitorias que las mías.
Analiza primeramente el llamado nacionalismo de izquierda que
sostiene la "negación del Verdadero Señor del tiempo y de la eternidad,
Jesucristo".
Citando a H. Coston, escribe: “...la república francesa tiene un Rey:
Rothschild”.
Y agrega: “el egoísmo es el principio de la sociedad burguesa. El dios
del egoísmo es el dinero”. “[...] según este criterio del hombre egoísta el
poder político se haya subordinado al poder económico”.
Estudia a continuación los tres elementos ideológicos que distorsionan y
desvirtúan los principios del nacionalismo: el populismo, el clasismo y el
socialismo.
Del populismo aclara: “[…] el derecho y la ley se fundan en el criterio
más inconsistente, accidental, voluble y arbitrario “[...] la soberanía popular
es la omnipotencia del número [...] el señorío sobre todo lo propio, no resulta
ni de una convención ni del sufragio, sino del sacrificio y la sangre
derramada: compromete a las generaciones que van llegando a renovar el
sacrificio si fuera menester” [...] el populismo es radicalmente subversivo,
antijerárquico e inorgánico [...] la multitud, como tal, es inepta para gobernar;
no puede, por sí misma, decidir ni legislar, ni administrar justicia que son las
funciones propias del gobierno político”.
Del clasismo: “[...] la ideología clasista se traduce en una especie de
maniqueísmo social por cuanto hay una clase de los buenos y otra de los
malos, explotados y explotadores, sin atenuantes” [...] es notorio que los
titulares de los poderes económicos multinacionales están fuera y por encima
de las clases burguesas nacionales [...] los titulares de la internacional del
dinero residen en el extranjero y son invisibles [...] las jerarquías sociales
naturales y todo lo que constituye un orden se estructura jerárquicamente: la
familia, la escuela, la universidad, la profesión, la empresa, el Estado, la
Iglesia […] la dialéctica que informa las ideologías es un hábito perverso de
la mente, una verdadera subversión que construye esquemas aberrantes por
los cuales se hace salir lo superior de lo inferior, la virtud del vicio, el ser del
no ser [...] la justicia de la Nación se alcanza en la caridad de Dios [...] tan
sólo el terror sistemático puede doblegar al hombre [...] el clasismo contradice
la esencia misma del nacionalismo argentino y asociado al populismo lo
convierte en instrumento eficaz de la subversión comunista”.
Del socialismo: “El liberalismo individualista y el liberalismo socialista
son las dos caras de la misma moneda falsa del ateísmo, o mejor, del
Anticristo […] Rousseau niega el dogma del pecado original y postula la
inmaculada concepción o bondad natural, el hombre nace bueno y la sociedad
lo corrompe […] Sociedad sin propiedad privada, sin clases, sin Estado y sin
la Iglesia […] Las cuestiones humanas, incluso la cuestión social, no se
pueden plantear ni resolver con sentido realista fuera de Cristo y de su
mesianismo trascendente […] la ideología socialista propone una historia de
salvación sin Dios, sin alma espiritual e inmortal, sin Divina Providencia [...]
donde el único protagonista es el hombre reducido a un animal súper
evolucionado y movido por sus necesidades materiales […] es un hecho
constante que las universidades, actualmente, son el vivero de la guerrilla y
del terror.”
Y resume:
"El nacionalismo distorsionado por la ideología populista confunde a la
Nación con una clase proletaria.”
“El nacionalismo distorsionado por la ideología clasista no resiste la
confrontación con la realidad social”.
“El nacionalismo distorsionado por una ideología socialista busca la
libertad económica de la Nación [...] en la abolición de la propiedad privada y
en un capitalismo de Estado […] el individualismo y el socialismo son
totalitarios”.
Define después al auténtico nacionalismo argentino: “Constructivo y
restaurador, jerárquico e integrador, cristiano y argentino en su contenido y en
su estilo. Una afirmación soberana frente a la plutocracia y al comunismo.”
Concluye definiendo al nacionalismo sin ideologías como “el único
capaz de establecer el orden de la Nación en los principios supremos que le
dieron el Ser”.
Verdad, Sacrificio, Jerarquía: esta última trilogía reemplaza a la tan
pregonada y desquiciadora de la revolución francesa.
Este pequeño libro, a la luz de la teología y de la metafísica, aclara el
problema del falso y del auténtico nacionalismo.
Agradezco a la Editorial Cultura Argentina que desinteresada y
generosamente publicó varios libros de mi esposo para que su pensamiento
fuera conocido y en la esperanza o certidumbre de que así servían a la Patria.
Ya mi esposo no podrá publicar nuevos libros. Yo pido al lector que
recuerde la muerte de mi esposo, una generosa y meditada oblación; esa
muerte que el P. Torres Pardo en la misa concelebrada calificó de “linda
muerte”.
Sí, fue una linda muerte.
Voy a repetir las palabras que escribí para José Antonio: “Para el que
vive aprendiendo el arte de bien morir, ¡Qué linda muerte, su muerte! Sobre la
camisa azul clavel de sangre florece”.
Y ruego a Dios y a la Virgen Nuestra Señora, que el pensamiento
expuesto en sus libros sea conocido por “un número suficiente de argentinos”
y tal vez podamos decir las palabras finales de la glosa:
“¡Ahora sí, vive la Patria, porque vive de su muerte!”
Me han dicho que en casi todo lo que escribo hablo demasiado de la
muerte.
¿Qué puede realizarse sin espíritu de sacrificio y de donación, sin desear
una muerte que sea un supremo y lúcido holocausto?
Porque por mis venas corre buena sangre requeté: ¡Viva la muerte!
I Parte
EL NACIONALISMO ARGENTINO
EL POPULISMO
EL SOCIALISMO
72
En el esquema dialéctico del marxismo, el trabajador recibe apenas lo
necesario para subsistir con su familia; su condición proletaria es irremediable
y a ella van ingresando las mayorías.
El proceso de la historia conduce inexorable-mente a la liquidación de
este sistema de explotación del hombre por el hombre. Los apropiadores serán
expropiados y la propiedad de los medios de producción pasará a la
comunidad, más concretamente al Estado socialista.
La lucha de clases y la guerra subversiva no son más que el empujón al
proceso de cambio de las estructuras, como se dice en la actualidad. La
dictadura del proletariado es el empujón final, el más violento porque se trata
del terror sistemático para imponer la socialización total de la riqueza, del
trabajo, de la educación, de la cultura, de la recreación, de todas las formas de
convivencia. Cumplida esta depuración de todo resabio individualista,
mentalizada y adaptada la multitud al hombre íntegramente social, se
culminará en la sociedad sin propiedad privada sin clases, sin Estado y sin la
Iglesia del valle de lágrimas que había sido el mundo, antes del retorno
planificado al paraíso comunista de los primeros tiempos. Claro está que
asistido con los prodigios de la técnica y de la organización.
En la raíz del socialismo como de las otras ideologías marxistas, está el
ateísmo, más precisamente la negación de Cristo y de la historia judeocristiana
de la salvación. Esa historia comienza con la separación del hombre respecto
de Dios por obra del pecado original; sigue con el pacto de alianza entre Dios
y el pueblo judío, mantenido por la paciencia amorosa de Dios y un resto fiel
hasta la venida de Cristo; se consuma con la divina redención en el sacrificio
de la Cruz y se continúa en la Iglesia hasta la segunda venida de Cristo para
juzgar a los vivos y a los muertos. Al final nos espera la felicidad eterna en
Dios o la condena eterna en el infierno.
La historia de la salvación es una historia de justicia y de Amor, en cuyo
centro está la Encarnación del Hijo de Dios, cuya pasión, muerte y
resurrección recapitula toda la historia de la humanidad. Nada nuevo puede
acontecer; todo ha acontecido ya. Si por el Amor de Dios que se derrama en
nuestros corazones, creemos en Cristo y nos crucificamos con El en nuestros
amores humanos, somos salvos en esperanza. La vida temporal es un lugar de
prueba y de testimonio en vistas de la Vida Eterna.
Las cuestiones humanas, incluso la cuestión social, no se pueden
plantear ni resolver con sentido realista fuera de Cristo y de su mesianismo
trascendente. Los males sociales proceden del pecado original que es un mal
teológico y no hay, ni puede haber remedio puramente humano. Hemos visto
que la justicia es insuficiente para resolver la cuestión social; hace falta la
caridad de Dios que da más de lo debido e iguala a los hombres en la
disposición al sacrificio, conservando cada uno su lugar propio.
No hay retorno posible al paraíso terrenal. El destino de las naciones se
juega aquí abajo y lo más a que se puede aspirar es hacer del propio país una
tierra habitable y decorosa para sus habitantes, bajo el cuidado de un Estado
soberano. No es razonable, ni prudente, ni cristiano, prometer una felicidad
plena y definitiva, en este mundo; pero hay que asegurar con la ayuda de Dios,
un trato de honor y una suficiencia de vida a todos los hombres en el ámbito
de la Nación soberana y responsable de un destino histórico.
No reconocer los límites del poder político y pretender alcanzar lo
absoluto en esta vida de prueba y de agonía hasta el fin, significa poner en
peligro los bienes relativos. En perspectiva de eternidad, la efectiva grandeza
que pueden ofrecer las personas y las naciones, es el testimonio de fidelidad a
la imagen de Dios en que hemos sido creados, deshecha por el pecado y
rehecha por Cristo en la cruz.
La ideología socialista propone una historia de salvación sin Dios, sin
alma espiritual e inmortal, sin divina redención, sin eternidad, donde el único
protagonista es el hombre reducido a un animal superevolucionado y movido
por sus necesidades materiales. En lugar de un origen teológico, el mal tiene
procedencia histórico-social: la institución arbitraria y convencional de la
propiedad privada. Las desigualdades provocadas por las apropiacio-
75
nes y expropiaciones han promovido odios, violencias y contradicciones
sociales. Los privilegiados han montado en cada época un aparato estatal de
seguridad y represión para mantener su posición y ahogar las protestas de las
víctimas. La historia de la humanidad hasta el presente, sostiene Marx, ha sido
la historia de la lucha entre explotadores y explotados, entre cla-
ses extremas y antagónicas. Las estructuras econó-micas en cada etapa y
las superestructuras socia-les, jurídicas, educacionales, políticas, culturales
son la obra invariable de una situación injusta y conflictiva. El hombre nace
bueno pero la sociedad lo corrompe porque es un semillero de desigual-dades
irritantes y de violencias institucionaliza-das. La causa de los males sociales
son las estruc-turas vigentes, comenzando por la sustitución de la propiedad
privada. La solución está en el cambio de las estructuras, y en primer término,
en la abolición de la propiedad privada de los medios de producción. La
solución está en la socializa-ción de la economía, de la educación, del
derecho, de la política, de la cultura, de la religión, inclusive. El movimiento
de la historia sigue ese curso; pero es menester un empujoncito por medio de
la subversión y del terror. La meta es la sociedad de los iguales que no va a
corromper la bondad nativa del hombre, sino que le va a favorecer y estimular
en su desarrollo, en un medio social idílico, fraterno, solidario. La
humanidad habrá logrado, por fin, la felicidad terrenal, remate de una larga
historia de iniquidades y violencias indecibles para la inmensa mayoría. No
tendrá más necesidad de la religión con su ilusoria promesa de felicidad en el
más allá, porque será dichosa aquí en la tierra.
La ideología socialista tiene, pues, su historia de la salvación; pero se
trata de un mesianismo secular, histórico y social. El Mesías es la propia
víctima, la multitud de los pobres, el proletariado despertado a la conciencia y
a la lucha de clases para su liberación. La fuerza que lo impulsa es el odio
venenoso y destructor, un resentimiento feroz contra toda autoridad, jerarquía
y distinción. La misión salvífica no se consuma en el ofrecimiento de la
víctima, porque los pobres han sido la víctima obligada y crucificada en el
curso de la historia universal; se cumple, por el contrario, sembrando de
víctimas y de ruinas el camino de la liberación. Por el odio será consagrado el
amor; por el terror se llegará a la paz idílica; por el nihilismo se levantará
un mundo afirmativo, armonioso y feliz.
Los agentes de la subversión y del terrorismo no se reclutan entre los
pobres proletarios; son intelectuales y universitarios en la Argentina y en todas
partes. Muchas veces se trata de jóvenes que pertenecen a familias cultas y de
vida desahoga-da. Es un hecho constante que las universidades son el vivero
de la guerrilla y del terror.
Hay en la juventud un ansia de justicia y un espíritu de rebeldía contra el
fariseísmo de los triun-
77
fadores en medio de miserias sociales que claman al cielo. Urgidos por el
afán de hacer algo a favor de los que sufren, se dejan seducir fácilmente por
las ideologías y se entregan sin reservas a la violencia nihilista que creen
redentora. Su evangelio es el “Manifiesto Comunista” de Marx y engels; su
guía para la acción, el “catecismo revolucionario” de Netchaiev en las diversas
versiones en boga.
Las masas proletarias y estudiantiles envenenadas por las ideologías –
populismo, clasismo, socialismo-, no son más que la tropa del ejército de la
subversión cuya vanguardia son los comandos guerrilleros y terroristas.
Detrás está el poder mundial del comunismo que simula un pluralismo de
etiquetas nacionales. Más atrás el imperialismo internacional del dinero que
inspira, financia e instrumenta la subversión comunista en las naciones todavía
libres, paralizando y disociando a las fuerzas de resistencia. A los que
preguntan por una razón que justifique la coincidencia de la plutocracia y del
comunismo, se les responde que la razón es teológica. Coinciden en el
ateísmo, o mejor, en la negación de Cristo y de su divina redención, tanto los
idólatras del dinero como los ideólogos del comunismo esclavista y
aniquilador de la persona humana. La subversión y el terror comunistas no
apuntan jamás contra los señores del dinero, contra los que amasan fortunas
inmensas con las
78
81
un principio importantísimo en la filosofía social: Que así como no es
lícito quitar a los individuos lo que ellos pueden realizar con sus propias
fuerzas e industrias para confiarlo a la comunidad, así también es injusto
reservar a una sociedad mayor o más elevada lo que las comunidades menores
e inferiores pueden hacer. Y esto es jurídicamente un grave daño y un
trastorno del recto orden de la sociedad: porque el objeto natural de cualquiera
intervención de al sociedad misma es ayudar de manera supletoria a los
miembros del cuerpo social y no el destruirlos y absorberlos”.
La doctrina social de la Iglesia confirma en Cristo, el orden natural y
rechaza abiertamente al socialismo que anula o restringe el papel de iniciativa
personal en al actividad económica, a la vez que preconiza un colectivismo
estatal que suprime la propiedad privada, sobre todo, de los medios de
producción.
El orden cristiano en contra de la socialización del trabajo, propende a
que el trabajo asalariado sea fuente de capitalización y de acceso del
trabajador al dominio de la empresa, en una medida proporcionada a su lugar
y función.
El orden cristiano en contra de la socialización o estatización de la
propiedad, exige su efectiva difusión entre todas las clases sociales por esto es
que insiste el Papa Juan XXIII con su predecesores:
“la dignidad de la persona humana exige normal-
mente, como fundamento natural para vivir, el de-
82
83
de la sociedad sobrenatural (Iglesia) para el desarrollo integral de su
personalidad y para alcanzar el fin de su existencia. La sociedad tiene siempre
razón de medio para el hombre, el cual necesita de la familia, de la escuela, de
la propiedad, de la profesión, del municipio, de la Nación y del Estado para la
suficiencia de la vida temporal. Y necesita de la Iglesia para unirse a Dios en
la eternidad. No son dos vidas separadas y paralelas, la vida natural y la
sobrenatural; son una sola vida personal en Cristo que es Dios y hombre, el
Verbo que nos ha creado y que hecho hombre nos ha redimido. Una vida
personal que debe realizar esa unidad de la libertad y de la Gracia, de lo
humano y de lo divino en su vida. El sentido cristiano debe informar lo
económico, lo social, lo educacional y lo político.
84
86
con mayor solicitud a los más necesitados. Lo necesario ha de primar
sobre lo debido y la caridad sobre la justicia.
Se habrá logrado así una economía al servicio del hombre, cuya finalidad
será cubrir las necesidades del pueblo y desarrollar la potencialidad de la
Nación.
Tales son los lineamientos generales de una economía nacional,
estructurada conforme al sentido cristiano de la vida.
El Papa Paulo VI, en su Carta Apostólica publicada el 14 de Mayo de
1971, con motivo del 80º aniversario de la Encíclica Rerum Novarum, insiste
en señalar la contradicción que existe entre la doctrina cristiana y las
ideologías tanto marxista como liberal: “El cristiano que quiere vivir su Fe en
una acción política, concebida como servicio, no puede adherir sin
contradicción a sistemas ideológicos que se oponen radicalmente en los
puntos sustanciales a su Fe y a su concepción del hombre: ni a la ideología
marxista por su materialismo ateo, su dialéctica de la violencia y por la
manera que entiende la libertad individual dentro de la colectividad, negando
al mismo tiempo toda trascendencia al hombre... ni a la ideología liberal que
cree exaltar la libertad individual sustrayéndola a toda limitación estimu-
lándola con la búsqueda exclusiva del interés y del poder, y considerando
las solidaridades sociales como consecuencias más o menos automáticas de
iniciativas individuales y no ya como un fin y un
87
criterio más elevado del valor de la organización social”.
Y agrega como severa advertencia para el cristiano que “adhiere a una
ideología que no repose sobre una doctrina verdadera y orgánica, refugiándose
en ella como una explicación última y suficiente de todo; surge así un nuevo
ídolo del cual se acepta, a veces sin darse cuenta, el carácter totalitario y
obligatorio”.
Es el caso de las ideologías populista, clasista y socialista que hemos
examinado, radicalmente falsas y funestas en su proyección práctica; su ídolo
es la multitud proletaria, creadora, mesiánica y libertadora. La idolatría se
prodiga en las expresiones más serviles de la adulación demagógica: masa
creadora de la historia; el pueblo soberano y protagonista de su destino; la
voluntad popular sagrada e infalible; la clase obrera en la vanguardia de la
liberación nacional; el demos proletario y el demos estudiantil como tribuna
inapelable de justicia, etc.
Son como un remedo de los innumerables nombres de Dios, los que
prodiga la retórica de la adulación idolátrica y demagógica. No es un len-
guaje de amor ni de respeto hacia el prójimo; es un lenguaje de desprecio que
afrenta la dignidad del hombre en el pueblo.
Se pretende encontrar en ese ídolo la justificación de la subversión y del
terror, a los que se interpreta como una acción generosa de
88
89
terse con un programa de acción que vulnere la libertad, la
responsabilidad y la apertura a lo espiritual de la persona humana.
Toda posición política que tienda a socializar la economía, en el sentido
de restringir la libre iniciativa personal y la posesión privada de los bienes de
producción, se aparta de la doctrina social de la Iglesia, porque contradice a la
Fe de Cristo y al orden natural. Un cristiano no puede sostener sin
contradicción que la propiedad privada es un mito; tampoco puede aceptar la
conclusión de la Conferencia General de Medellín (Cap. 1), cuando declara
que “tiene plena conciencia de que el proceso de socialización desencadenado
por las técnicas y medios de comunicación de masas, hace de éstas un
instrumento necesario y muy apto para la educación social, la conciencia en
orden al cambio de estructuras y la vigencia de la justicia”.
El magisterio de la cátedra pontificia no se cansa de repetir que es
necesario e imperioso contrarrestar ese proceso de socialización, para
salvaguardar la libertad y la dignidad de la perso- na. Uniformar, nivelar,
masificar, mecanizar, es siempre atentar contra la responsabilidad perso-nal
y el margen siquiera mínimo de aventura que exige la misión y el destino del
hombre.
Personalidad es distinción y jerarquía; por eso es que el poeta Juan
Ramón Jiménez dice en uno de sus versos: “Lo querían matar los iguales
porque era distinto...”
90
Dios no reparte igual los talentos, ni espera igual de todos los hombres;
cada uno debe responder de lo que ha recibido.
Cristo no ama igual a sus discípulos; tiene preferencias bien señaladas por
Pedro, Santiago, y sobre todo, por Juan. El amor es preferencia la preferencia,
distinción.
Es lícito poseer bienes propios, pero siempre que se usen como si fueran
comunes; esto es, haciendo partícipes a otros. Así enseñaba Aristóteles,
intérprete fiel del orden natural. El cristianismo confirma esa enseñanza
porque Cristo es el autor de la naturaleza.
Extender la propiedad privada es extender la libertad personal y familiar;
restringirla o supri-mirla es atentar contra la libertad. Proponer un socialismo
cristiano es una contradicción en los términos, por más que se intente
parafrasear el Evangelio para justificarlo.
Expropiar a los especuladores extranjeros y nativos, no exige abolir la
propiedad privada para liberar a la Nación y resolver justicieramente la
cuestión social. Cuando los especuladores hayan sido suprimidos o anulados
por drásticas medidas políticas, remontará espontáneamente el valor de la
moneda argentina, aumentará la producción y el consumo; habrá ocupación
plena y se multiplicarán las fuentes de trabajo; se contará con grandes
excedentes exportables y se comercializarán a precios remuneradores para el
productor; la distribución de la riqueza será equi-
91
tativa y la prosperidad general de la población estará asegurada. La
organización de las profesiones logrará plena estabilidad y el equilibrio
renovado entre los agentes de la economía nacional. La caridad extremará la
so-licitud hacia los más necesitados, haciendo que la justicia abunde siempre
más allá de lo debido al otro.
La Iglesia de Cristo también sufre la influencia de las ideologías que
confunden la doctrina y extravían el apostolado de muchos sacerdotes y hasta
de Obispos. Progresistas y tercermundistas predican la secularización del
Evangelio y de la divina redención, en aras de un mesianismo puramente
terrenal: “Hoy la buena nueva debe significar la abolición del régimen de
clases, el fin de la carrera armamentista y la superación de las fronteras
anacrónicas”(P. Cardonnel).
“La revolución juvenil mundial, la revolución científica de nuestro
tiempo, el movimiento contra
la discriminación racial , el movimiento pacifista, en fin toda la
revolución para la secularización” (P. Cox). Se estima que en el pasado, la Fe
cristiana se empleaba para alienar al hombre de la historia, separando el
cristianismo espiritual del cristianis-mo social.
Las nuevas corrientes se aplican a resolver los problemas temporales
del hombre, sin referencia alguna al orden sobrenatural y a la vida eterna.
En este sentido, el Manifiesto del Tercer Mun-
92
93
aunque el cristiano debe luchar para su instauración, sino la donación y el
sacrificio de la propia vida por amor al prójimo en Cristo crucificado. En lugar
de la conducción a la plenitud eterna a través de todas las liberaciones
humanas de que hablan los obispos del tercer mundo, lo que nos aguarda es el
juicio final, en el que rendiremos cuenta personalmente ante Cristo, cuya
sentencia debemos esperar con temor y temblor, si bien confiados en su
misericordia infinita. El cristiano sabe por la Fe que existe el Reino de Dios,
pero también que hay infierno y condenados eternamente.
El curso de la historia de la salvación no es una evolución lineal,
ascendente y progresiva que conducida por Cristo, va a terminar en un fin feliz
para toda la humanidad. La vida de cada hombre es una agonía entre Dios y el
diablo que se dispu tan su corazón hasta el último suspiro. La idea de una
humanidad que se va haciendo cada vez mejor, se inspira en la falsa ideología
del progreso indefinido y es contraria a la divina redención.
En todo tiempo, enseña el Papa Juan XXIII, “el hombre separado de Dios
se vuelve inhumano consigo mismo y con sus semejantes... el aspecto más
siniestramente típico de la época moderna consiste en la absurda tentativa de
querer reconstruir un orden temporal, sólido y fecundo,
En todo tiempo, enseña el Papa Juan XXIII, “el hombre separado de
Dios se vuelve inhumano consigo mismo y con sus semejantes... el aspecto
94
JORDÁN B. GENTA
Buenos Aires, abril 2 de 1972.
Domingo de Pascua de Resurrección.
Apéndice
121
compañías americanas”. Más adelante agrega: “Por lo menos, el 95% de
las estructuras industriales soviéticas han recibido ayuda de las compañías
del oeste”.
Las concesiones se hicieron en la forma de mecanismos contractuales,
por los cuales las firmas americanas y europeas, organizaban y financiaban a
las empresas industriales, dejando su aplicación a organismos soviéticos. En
otros casos, se agregaba la ayuda técnica.
Veamos, por ejemplo, lo ocurrido con la explotación del petróleo. Desde
el año 1921, el gobierno soviético importó cantidades masivas de equipos de
explotación, suministrados por la International Barnsdall Corporation y la
Lucey Manufacturing Co.
En el mismo sentido, Hill Electrical Drill (USA), EMSCO (USA), la
Metropolitan Vickers (auxiliar británica de la Westinghouse) y la General
Electric, participaron ampliamente en el equipamiento de los campos de
petróleo de Baku y de Grozny. Se financiaron también las refinerías y las
obras hidroeléctricas.
Lo mismo ha ocurrido con la explotación del carbón, del hierro, del
cobre, del aluminio, con la industrialización de la agricultura, de la madera,
con la producción de maquinarias y de energía eléctrica. Numerosas
compañías americanas, europeas y japonesas han obtenido concesiones para
el desarrollo de la economía socialista en Ru-
122
sia. Los nombres más representativos de la plutocracia internacional,
como Rockefeller, Tyssen, Rathenau, figuran en la promoción de la
economía soviética.
No es paradójico, sino que responde a la más pura lógica de la
identidad, la decisiva contribución de la plutocracia internacional al triunfo,
consolidación y expansión del socialismo marxista o comunismo ateo.
La perfecta coincidencia entre capitalismo liberal y socialismo
marxista, explica la coexistencia pacífica y el pluralismo ideológico que se
proclama oficialmente en la actualidad; pero nada puede ilustrar mejor las
dos caras de la misma moneda falsa, como la confrontación gráfica del
programa marxista con el que expuso el plutócrata Rathenau en sus dos obras:
“In days to come” (1917) y “The new economy” (1918):
Marx Rathenau
36.Abolición de 31.
la propie- dad privada. Toda propiedad
37.Un impuesto privada deberá ser
sobre la renta, abolida progre-
progresivo y arrasa- sivamente por las tasas
dor. sobre la propiedad y el
38.Abolición del impuesto sobre la renta.
derecho de herencia. 32.
39.Centralización El derecho de
del cré- dito en manos herencia reducido al
del Estado. extremo.
40. Centralizació 33.
n de los El Estado en su
calidad de banquero
absorberá todo el
beneficio neto de la
Medios de in-
transporte y
comunicación en
manos del Estado. 123
41.Aumento del industria tasando
número de usinas del el consu- mo, la renta y
Estado y de los medios la propiedad.
de producción. 34.
42.Obligación El Estado llegará a
igual para todos los ser centro de la
trabajadores. economía.
35.
Todo lo que se
realice en la sociedad
será hecho por el
Estado y para el
Estado. Pleno empleo y
nivelación de todo
trabajo humano.
36.
Pleno empleo y
nivela- ción de todo
trabajo humano
Los amigos de mi esposo quieren que escriba un breve prefacio para esta
nueva edición de El nacionalismo argentino7.
Me es particularmente difícil.
A medida que él iba escribiendo estas páginas me las leía y comentaba.
Escucho aún su voz que ya ha sido silenciada, acepto y ofrezco el dolor de su
muerte, amo todo lo que él amó, y rechazo lo que él repudiaba.
No tenía tiempo para odiar, se entregaba a la cátedra y a sus libros
apasionadamente, urgido por una ardiente caridad y con esa “tácita
obstinación” (Séneca) del que sabe que el tiempo se va, se está yendo y tal
vez no le permitiera completar su mensaje esclarecedor, sin desaliento, sin
amargura, afirmativo, valiente; con ese valor que da la verdad libremente
reconocida y libremente amada.
“Dios es el verdadero protagonista de la historia”, enseñaba; no hubo
desengaño que lograra socavar su fe en el futuro de la Patria, porque el
hombre es proclive al mal pero la gracia lo rescata de sus miserias, de sus
temores, de sus ataduras carnales y le da la fuerza para vencerlos y para
trascenderlos cuando una gran misión lo reclama.
Entendía que esa misión es restaurar a la Patria en Cristo.
Escribía para todos sus compatriotas, para los mejores, para los que no
estaban definitivamente comprometidos con la antipatria y sus deleznables
servidores, verdaderos lacayos de amos exigentes e innobles.
Se ha dicho que se dirigía, sobre todo, a los miembros de las Fuerzas
Armadas.
7
La primera edición de esta obra fue publicada por la Editorial Cultura Argentina, Buenos Aires, 1972.
Quería que nuestras Fuerzas Armadas volvieran a reencontrarse con el
coraje y la capacidad de actuar en espíritu de servicio; nunca llamó a la puerta
de ningún cuartel, que cada cual leyera las viejas verdades y decidiera las
nuevas actitudes, con espíritu independiente y, por eso mismo, sometido al
esplendor y a las exigencias de la verdad.
Si hubiera escrito a oficiales de las Fuerzas Armadas lo hubiera hecho
como José Antonio: “Si la Providencia pone otra vez en vuestras manos,
oficiales, los destinos de la Patria, pensad que sería imperdonable emprender
el mismo camino sin meta. No olvidéis que quien rompe con la normalidad de
un Estado (yo hubiera escrito: aparente normalidad) contrae la obligación de
edificar un Estado nuevo, no meramente ha de restablecer una apariencia de
orden. Y que la edificación de un Estado nuevo exige un sentido resuelto y
maduro de la historia y de la política, no de una temeraria confianza en la
propia capacidad de improvisación”.
Como tengo que referirme a este libro, lo haré con sus propias palabras,
más definitorias que las mías.
Analiza primeramente el llamado nacionalismo de izquierda que
sostiene la "negación del Verdadero Señor del tiempo y de la eternidad,
Jesucristo".
Citando a H. Coston, escribe: “...la república francesa tiene un Rey:
Rothschild”.
Y agrega: “el egoísmo es el principio de la sociedad burguesa. El dios
del egoísmo es el dinero”. “[...] según este criterio del hombre egoísta el
poder político se haya subordinado al poder económico”.
Estudia a continuación los tres elementos ideológicos que distorsionan y
desvirtúan los principios del nacionalismo: el populismo, el clasismo y el
socialismo.
Del populismo aclara: “[…] el derecho y la ley se fundan en el criterio
más inconsistente, accidental, voluble y arbitrario “[...] la soberanía popular
es la omnipotencia del número [...] el señorío sobre todo lo propio, no resulta
ni de una convención ni del sufragio, sino del sacrificio y la sangre
derramada: compromete a las generaciones que van llegando a renovar el
sacrificio si fuera menester” [...] el populismo es radicalmente subversivo,
antijerárquico e inorgánico [...] la multitud, como tal, es inepta para gobernar;
no puede, por sí misma, decidir ni legislar, ni administrar justicia que son las
funciones propias del gobierno político”.
Del clasismo: “[...] la ideología clasista se traduce en una especie de
maniqueísmo social por cuanto hay una clase de los buenos y otra de los
malos, explotados y explotadores, sin atenuantes” [...] es notorio que los
titulares de los poderes económicos multinacionales están fuera y por encima
de las clases burguesas nacionales [...] los titulares de la internacional del
dinero residen en el extranjero y son invisibles [...] las jerarquías sociales
naturales y todo lo que constituye un orden se estructura jerárquicamente: la
familia, la escuela, la universidad, la profesión, la empresa, el Estado, la
Iglesia […] la dialéctica que informa las ideologías es un hábito perverso de
la mente, una verdadera subversión que construye esquemas aberrantes por
los cuales se hace salir lo superior de lo inferior, la virtud del vicio, el ser del
no ser [...] la justicia de la Nación se alcanza en la caridad de Dios [...] tan
sólo el terror sistemático puede doblegar al hombre [...] el clasismo contradice
la esencia misma del nacionalismo argentino y asociado al populismo lo
convierte en instrumento eficaz de la subversión comunista”.
Del socialismo: “El liberalismo individualista y el liberalismo socialista
son las dos caras de la misma moneda falsa del ateísmo, o mejor, del
Anticristo […] Rousseau niega el dogma del pecado original y postula la
inmaculada concepción o bondad natural, el hombre nace bueno y la sociedad
lo corrompe […] Sociedad sin propiedad privada, sin clases, sin Estado y sin
la Iglesia […] Las cuestiones humanas, incluso la cuestión social, no se
pueden plantear ni resolver con sentido realista fuera de Cristo y de su
mesianismo trascendente […] la ideología socialista propone una historia de
salvación sin Dios, sin alma espiritual e inmortal, sin Divina Providencia [...]
donde el único protagonista es el hombre reducido a un animal súper
evolucionado y movido por sus necesidades materiales […] es un hecho
constante que las universidades, actualmente, son el vivero de la guerrilla y
del terror.”
Y resume:
"El nacionalismo distorsionado por la ideología populista confunde a la
Nación con una clase proletaria.”
“El nacionalismo distorsionado por la ideología clasista no resiste la
confrontación con la realidad social”.
“El nacionalismo distorsionado por una ideología socialista busca la
libertad económica de la Nación [...] en la abolición de la propiedad privada y
en un capitalismo de Estado […] el individualismo y el socialismo son
totalitarios”.
Define después al auténtico nacionalismo argentino: “Constructivo y
restaurador, jerárquico e integrador, cristiano y argentino en su contenido y en
su estilo. Una afirmación soberana frente a la plutocracia y al comunismo.”
Concluye definiendo al nacionalismo sin ideologías como “el único
capaz de establecer el orden de la Nación en los principios supremos que le
dieron el Ser”.
Verdad, Sacrificio, Jerarquía: esta última trilogía reemplaza a la tan
pregonada y desquiciadora de la revolución francesa.
Este pequeño libro, a la luz de la teología y de la metafísica, aclara el
problema del falso y del auténtico nacionalismo.
Agradezco a la Editorial Cultura Argentina que desinteresada y
generosamente publicó varios libros de mi esposo para que su pensamiento
fuera conocido y en la esperanza o certidumbre de que así servían a la Patria.
Ya mi esposo no podrá publicar nuevos libros. Yo pido al lector que
recuerde la muerte de mi esposo, una generosa y meditada oblación; esa
muerte que el P. Torres Pardo en la misa concelebrada calificó de “linda
muerte”.
Sí, fue una linda muerte.
Voy a repetir las palabras que escribí para José Antonio: “Para el que
vive aprendiendo el arte de bien morir, ¡Qué linda muerte, su muerte! Sobre la
camisa azul clavel de sangre florece”.
Y ruego a Dios y a la Virgen Nuestra Señora, que el pensamiento
expuesto en sus libros sea conocido por “un número suficiente de argentinos”
y tal vez podamos decir las palabras finales de la glosa:
“¡Ahora sí, vive la Patria, porque vive de su muerte!”
Me han dicho que en casi todo lo que escribo hablo demasiado de la
muerte.
¿Qué puede realizarse sin espíritu de sacrificio y de donación, sin desear
una muerte que sea un supremo y lúcido holocausto?
Porque por mis venas corre buena sangre requeté: ¡Viva la muerte!
I Parte
EL NACIONALISMO ARGENTINO
EL POPULISMO
EL SOCIALISMO
72
En el esquema dialéctico del marxismo, el trabajador recibe apenas lo
necesario para subsistir con su familia; su condición proletaria es irremediable
y a ella van ingresando las mayorías.
El proceso de la historia conduce inexorable-mente a la liquidación de
este sistema de explotación del hombre por el hombre. Los apropiadores serán
expropiados y la propiedad de los medios de producción pasará a la
comunidad, más concretamente al Estado socialista.
La lucha de clases y la guerra subversiva no son más que el empujón al
proceso de cambio de las estructuras, como se dice en la actualidad. La
dictadura del proletariado es el empujón final, el más violento porque se trata
del terror sistemático para imponer la socialización total de la riqueza, del
trabajo, de la educación, de la cultura, de la recreación, de todas las formas de
convivencia. Cumplida esta depuración de todo resabio individualista,
mentalizada y adaptada la multitud al hombre íntegramente social, se
culminará en la sociedad sin propiedad privada sin clases, sin Estado y sin la
Iglesia del valle de lágrimas que había sido el mundo, antes del retorno
planificado al paraíso comunista de los primeros tiempos. Claro está que
asistido con los prodigios de la técnica y de la organización.
En la raíz del socialismo como de las otras ideologías marxistas, está el
ateísmo, más precisamente la negación de Cristo y de la historia judeocristiana
de la salvación. Esa historia comienza con la separación del hombre respecto
de Dios por obra del pecado original; sigue con el pacto de alianza entre Dios
y el pueblo judío, mantenido por la paciencia amorosa de Dios y un resto fiel
hasta la venida de Cristo; se consuma con la divina redención en el sacrificio
de la Cruz y se continúa en la Iglesia hasta la segunda venida de Cristo para
juzgar a los vivos y a los muertos. Al final nos espera la felicidad eterna en
Dios o la condena eterna en el infierno.
La historia de la salvación es una historia de justicia y de Amor, en cuyo
centro está la Encarnación del Hijo de Dios, cuya pasión, muerte y
resurrección recapitula toda la historia de la humanidad. Nada nuevo puede
acontecer; todo ha acontecido ya. Si por el Amor de Dios que se derrama en
nuestros corazones, creemos en Cristo y nos crucificamos con El en nuestros
amores humanos, somos salvos en esperanza. La vida temporal es un lugar de
prueba y de testimonio en vistas de la Vida Eterna.
Las cuestiones humanas, incluso la cuestión social, no se pueden
plantear ni resolver con sentido realista fuera de Cristo y de su mesianismo
trascendente. Los males sociales proceden del pecado original que es un mal
teológico y no hay, ni puede haber remedio puramente humano. Hemos visto
que la justicia es insuficiente para resolver la cuestión social; hace falta la
caridad de Dios que da más de lo debido e iguala a los hombres en la
disposición al sacrificio, conservando cada uno su lugar propio.
No hay retorno posible al paraíso terrenal. El destino de las naciones se
juega aquí abajo y lo más a que se puede aspirar es hacer del propio país una
tierra habitable y decorosa para sus habitantes, bajo el cuidado de un Estado
soberano. No es razonable, ni prudente, ni cristiano, prometer una felicidad
plena y definitiva, en este mundo; pero hay que asegurar con la ayuda de Dios,
un trato de honor y una suficiencia de vida a todos los hombres en el ámbito
de la Nación soberana y responsable de un destino histórico.
No reconocer los límites del poder político y pretender alcanzar lo
absoluto en esta vida de prueba y de agonía hasta el fin, significa poner en
peligro los bienes relativos. En perspectiva de eternidad, la efectiva grandeza
que pueden ofrecer las personas y las naciones, es el testimonio de fidelidad a
la imagen de Dios en que hemos sido creados, deshecha por el pecado y
rehecha por Cristo en la cruz.
La ideología socialista propone una historia de salvación sin Dios, sin
alma espiritual e inmortal, sin divina redención, sin eternidad, donde el único
protagonista es el hombre reducido a un animal superevolucionado y movido
por sus necesidades materiales. En lugar de un origen teológico, el mal tiene
procedencia histórico-social: la institución arbitraria y convencional de la
propiedad privada. Las desigualdades provocadas por las apropiacio-
75
nes y expropiaciones han promovido odios, violencias y contradicciones
sociales. Los privilegiados han montado en cada época un aparato estatal de
seguridad y represión para mantener su posición y ahogar las protestas de las
víctimas. La historia de la humanidad hasta el presente, sostiene Marx, ha sido
la historia de la lucha entre explotadores y explotados, entre cla-
ses extremas y antagónicas. Las estructuras econó-micas en cada etapa y
las superestructuras socia-les, jurídicas, educacionales, políticas, culturales
son la obra invariable de una situación injusta y conflictiva. El hombre nace
bueno pero la sociedad lo corrompe porque es un semillero de desigual-dades
irritantes y de violencias institucionaliza-das. La causa de los males sociales
son las estruc-turas vigentes, comenzando por la sustitución de la propiedad
privada. La solución está en el cambio de las estructuras, y en primer término,
en la abolición de la propiedad privada de los medios de producción. La
solución está en la socializa-ción de la economía, de la educación, del
derecho, de la política, de la cultura, de la religión, inclusive. El movimiento
de la historia sigue ese curso; pero es menester un empujoncito por medio de
la subversión y del terror. La meta es la sociedad de los iguales que no va a
corromper la bondad nativa del hombre, sino que le va a favorecer y estimular
en su desarrollo, en un medio social idílico, fraterno, solidario. La
humanidad habrá logrado, por fin, la felicidad terrenal, remate de una larga
historia de iniquidades y violencias indecibles para la inmensa mayoría. No
tendrá más necesidad de la religión con su ilusoria promesa de felicidad en el
más allá, porque será dichosa aquí en la tierra.
La ideología socialista tiene, pues, su historia de la salvación; pero se
trata de un mesianismo secular, histórico y social. El Mesías es la propia
víctima, la multitud de los pobres, el proletariado despertado a la conciencia y
a la lucha de clases para su liberación. La fuerza que lo impulsa es el odio
venenoso y destructor, un resentimiento feroz contra toda autoridad, jerarquía
y distinción. La misión salvífica no se consuma en el ofrecimiento de la
víctima, porque los pobres han sido la víctima obligada y crucificada en el
curso de la historia universal; se cumple, por el contrario, sembrando de
víctimas y de ruinas el camino de la liberación. Por el odio será consagrado el
amor; por el terror se llegará a la paz idílica; por el nihilismo se levantará
un mundo afirmativo, armonioso y feliz.
Los agentes de la subversión y del terrorismo no se reclutan entre los
pobres proletarios; son intelectuales y universitarios en la Argentina y en todas
partes. Muchas veces se trata de jóvenes que pertenecen a familias cultas y de
vida desahoga-da. Es un hecho constante que las universidades son el vivero
de la guerrilla y del terror.
Hay en la juventud un ansia de justicia y un espíritu de rebeldía contra el
fariseísmo de los triun-
77
fadores en medio de miserias sociales que claman al cielo. Urgidos por el
afán de hacer algo a favor de los que sufren, se dejan seducir fácilmente por
las ideologías y se entregan sin reservas a la violencia nihilista que creen
redentora. Su evangelio es el “Manifiesto Comunista” de Marx y engels; su
guía para la acción, el “catecismo revolucionario” de Netchaiev en las diversas
versiones en boga.
Las masas proletarias y estudiantiles envenenadas por las ideologías –
populismo, clasismo, socialismo-, no son más que la tropa del ejército de la
subversión cuya vanguardia son los comandos guerrilleros y terroristas.
Detrás está el poder mundial del comunismo que simula un pluralismo de
etiquetas nacionales. Más atrás el imperialismo internacional del dinero que
inspira, financia e instrumenta la subversión comunista en las naciones todavía
libres, paralizando y disociando a las fuerzas de resistencia. A los que
preguntan por una razón que justifique la coincidencia de la plutocracia y del
comunismo, se les responde que la razón es teológica. Coinciden en el
ateísmo, o mejor, en la negación de Cristo y de su divina redención, tanto los
idólatras del dinero como los ideólogos del comunismo esclavista y
aniquilador de la persona humana. La subversión y el terror comunistas no
apuntan jamás contra los señores del dinero, contra los que amasan fortunas
inmensas con las
78
81
un principio importantísimo en la filosofía social: Que así como no es
lícito quitar a los individuos lo que ellos pueden realizar con sus propias
fuerzas e industrias para confiarlo a la comunidad, así también es injusto
reservar a una sociedad mayor o más elevada lo que las comunidades menores
e inferiores pueden hacer. Y esto es jurídicamente un grave daño y un
trastorno del recto orden de la sociedad: porque el objeto natural de cualquiera
intervención de al sociedad misma es ayudar de manera supletoria a los
miembros del cuerpo social y no el destruirlos y absorberlos”.
La doctrina social de la Iglesia confirma en Cristo, el orden natural y
rechaza abiertamente al socialismo que anula o restringe el papel de iniciativa
personal en al actividad económica, a la vez que preconiza un colectivismo
estatal que suprime la propiedad privada, sobre todo, de los medios de
producción.
El orden cristiano en contra de la socialización del trabajo, propende a
que el trabajo asalariado sea fuente de capitalización y de acceso del
trabajador al dominio de la empresa, en una medida proporcionada a su lugar
y función.
El orden cristiano en contra de la socialización o estatización de la
propiedad, exige su efectiva difusión entre todas las clases sociales por esto es
que insiste el Papa Juan XXIII con su predecesores:
“la dignidad de la persona humana exige normal-
mente, como fundamento natural para vivir, el de-
82
83
de la sociedad sobrenatural (Iglesia) para el desarrollo integral de su
personalidad y para alcanzar el fin de su existencia. La sociedad tiene siempre
razón de medio para el hombre, el cual necesita de la familia, de la escuela, de
la propiedad, de la profesión, del municipio, de la Nación y del Estado para la
suficiencia de la vida temporal. Y necesita de la Iglesia para unirse a Dios en
la eternidad. No son dos vidas separadas y paralelas, la vida natural y la
sobrenatural; son una sola vida personal en Cristo que es Dios y hombre, el
Verbo que nos ha creado y que hecho hombre nos ha redimido. Una vida
personal que debe realizar esa unidad de la libertad y de la Gracia, de lo
humano y de lo divino en su vida. El sentido cristiano debe informar lo
económico, lo social, lo educacional y lo político.
84
86
con mayor solicitud a los más necesitados. Lo necesario ha de primar
sobre lo debido y la caridad sobre la justicia.
Se habrá logrado así una economía al servicio del hombre, cuya finalidad
será cubrir las necesidades del pueblo y desarrollar la potencialidad de la
Nación.
Tales son los lineamientos generales de una economía nacional,
estructurada conforme al sentido cristiano de la vida.
El Papa Paulo VI, en su Carta Apostólica publicada el 14 de Mayo de
1971, con motivo del 80º aniversario de la Encíclica Rerum Novarum, insiste
en señalar la contradicción que existe entre la doctrina cristiana y las
ideologías tanto marxista como liberal: “El cristiano que quiere vivir su Fe en
una acción política, concebida como servicio, no puede adherir sin
contradicción a sistemas ideológicos que se oponen radicalmente en los
puntos sustanciales a su Fe y a su concepción del hombre: ni a la ideología
marxista por su materialismo ateo, su dialéctica de la violencia y por la
manera que entiende la libertad individual dentro de la colectividad, negando
al mismo tiempo toda trascendencia al hombre... ni a la ideología liberal que
cree exaltar la libertad individual sustrayéndola a toda limitación estimu-
lándola con la búsqueda exclusiva del interés y del poder, y considerando
las solidaridades sociales como consecuencias más o menos automáticas de
iniciativas individuales y no ya como un fin y un
87
criterio más elevado del valor de la organización social”.
Y agrega como severa advertencia para el cristiano que “adhiere a una
ideología que no repose sobre una doctrina verdadera y orgánica, refugiándose
en ella como una explicación última y suficiente de todo; surge así un nuevo
ídolo del cual se acepta, a veces sin darse cuenta, el carácter totalitario y
obligatorio”.
Es el caso de las ideologías populista, clasista y socialista que hemos
examinado, radicalmente falsas y funestas en su proyección práctica; su ídolo
es la multitud proletaria, creadora, mesiánica y libertadora. La idolatría se
prodiga en las expresiones más serviles de la adulación demagógica: masa
creadora de la historia; el pueblo soberano y protagonista de su destino; la
voluntad popular sagrada e infalible; la clase obrera en la vanguardia de la
liberación nacional; el demos proletario y el demos estudiantil como tribuna
inapelable de justicia, etc.
Son como un remedo de los innumerables nombres de Dios, los que
prodiga la retórica de la adulación idolátrica y demagógica. No es un len-
guaje de amor ni de respeto hacia el prójimo; es un lenguaje de desprecio que
afrenta la dignidad del hombre en el pueblo.
Se pretende encontrar en ese ídolo la justificación de la subversión y del
terror, a los que se interpreta como una acción generosa de
88
89
terse con un programa de acción que vulnere la libertad, la
responsabilidad y la apertura a lo espiritual de la persona humana.
Toda posición política que tienda a socializar la economía, en el sentido
de restringir la libre iniciativa personal y la posesión privada de los bienes de
producción, se aparta de la doctrina social de la Iglesia, porque contradice a la
Fe de Cristo y al orden natural. Un cristiano no puede sostener sin
contradicción que la propiedad privada es un mito; tampoco puede aceptar la
conclusión de la Conferencia General de Medellín (Cap. 1), cuando declara
que “tiene plena conciencia de que el proceso de socialización desencadenado
por las técnicas y medios de comunicación de masas, hace de éstas un
instrumento necesario y muy apto para la educación social, la conciencia en
orden al cambio de estructuras y la vigencia de la justicia”.
El magisterio de la cátedra pontificia no se cansa de repetir que es
necesario e imperioso contrarrestar ese proceso de socialización, para
salvaguardar la libertad y la dignidad de la perso- na. Uniformar, nivelar,
masificar, mecanizar, es siempre atentar contra la responsabilidad perso-nal
y el margen siquiera mínimo de aventura que exige la misión y el destino del
hombre.
Personalidad es distinción y jerarquía; por eso es que el poeta Juan
Ramón Jiménez dice en uno de sus versos: “Lo querían matar los iguales
porque era distinto...”
90
Dios no reparte igual los talentos, ni espera igual de todos los hombres;
cada uno debe responder de lo que ha recibido.
Cristo no ama igual a sus discípulos; tiene preferencias bien señaladas por
Pedro, Santiago, y sobre todo, por Juan. El amor es preferencia la preferencia,
distinción.
Es lícito poseer bienes propios, pero siempre que se usen como si fueran
comunes; esto es, haciendo partícipes a otros. Así enseñaba Aristóteles,
intérprete fiel del orden natural. El cristianismo confirma esa enseñanza
porque Cristo es el autor de la naturaleza.
Extender la propiedad privada es extender la libertad personal y familiar;
restringirla o supri-mirla es atentar contra la libertad. Proponer un socialismo
cristiano es una contradicción en los términos, por más que se intente
parafrasear el Evangelio para justificarlo.
Expropiar a los especuladores extranjeros y nativos, no exige abolir la
propiedad privada para liberar a la Nación y resolver justicieramente la
cuestión social. Cuando los especuladores hayan sido suprimidos o anulados
por drásticas medidas políticas, remontará espontáneamente el valor de la
moneda argentina, aumentará la producción y el consumo; habrá ocupación
plena y se multiplicarán las fuentes de trabajo; se contará con grandes
excedentes exportables y se comercializarán a precios remuneradores para el
productor; la distribución de la riqueza será equi-
91
tativa y la prosperidad general de la población estará asegurada. La
organización de las profesiones logrará plena estabilidad y el equilibrio
renovado entre los agentes de la economía nacional. La caridad extremará la
so-licitud hacia los más necesitados, haciendo que la justicia abunde siempre
más allá de lo debido al otro.
La Iglesia de Cristo también sufre la influencia de las ideologías que
confunden la doctrina y extravían el apostolado de muchos sacerdotes y hasta
de Obispos. Progresistas y tercermundistas predican la secularización del
Evangelio y de la divina redención, en aras de un mesianismo puramente
terrenal: “Hoy la buena nueva debe significar la abolición del régimen de
clases, el fin de la carrera armamentista y la superación de las fronteras
anacrónicas”(P. Cardonnel).
“La revolución juvenil mundial, la revolución científica de nuestro
tiempo, el movimiento contra
la discriminación racial , el movimiento pacifista, en fin toda la
revolución para la secularización” (P. Cox). Se estima que en el pasado, la Fe
cristiana se empleaba para alienar al hombre de la historia, separando el
cristianismo espiritual del cristianis-mo social.
Las nuevas corrientes se aplican a resolver los problemas temporales
del hombre, sin referencia alguna al orden sobrenatural y a la vida eterna.
En este sentido, el Manifiesto del Tercer Mun-
92
93
aunque el cristiano debe luchar para su instauración, sino la donación y el
sacrificio de la propia vida por amor al prójimo en Cristo crucificado. En lugar
de la conducción a la plenitud eterna a través de todas las liberaciones
humanas de que hablan los obispos del tercer mundo, lo que nos aguarda es el
juicio final, en el que rendiremos cuenta personalmente ante Cristo, cuya
sentencia debemos esperar con temor y temblor, si bien confiados en su
misericordia infinita. El cristiano sabe por la Fe que existe el Reino de Dios,
pero también que hay infierno y condenados eternamente.
El curso de la historia de la salvación no es una evolución lineal,
ascendente y progresiva que conducida por Cristo, va a terminar en un fin feliz
para toda la humanidad. La vida de cada hombre es una agonía entre Dios y el
diablo que se dispu tan su corazón hasta el último suspiro. La idea de una
humanidad que se va haciendo cada vez mejor, se inspira en la falsa ideología
del progreso indefinido y es contraria a la divina redención.
En todo tiempo, enseña el Papa Juan XXIII, “el hombre separado de Dios
se vuelve inhumano consigo mismo y con sus semejantes... el aspecto más
siniestramente típico de la época moderna consiste en la absurda tentativa de
querer reconstruir un orden temporal, sólido y fecundo,
En todo tiempo, enseña el Papa Juan XXIII, “el hombre separado de
Dios se vuelve inhumano consigo mismo y con sus semejantes... el aspecto
94
JORDÁN B. GENTA
Buenos Aires, abril 2 de 1972.
Domingo de Pascua de Resurrección.
Apéndice
121
compañías americanas”. Más adelante agrega: “Por lo menos, el 95% de
las estructuras industriales soviéticas han recibido ayuda de las compañías
del oeste”.
Las concesiones se hicieron en la forma de mecanismos contractuales,
por los cuales las firmas americanas y europeas, organizaban y financiaban a
las empresas industriales, dejando su aplicación a organismos soviéticos. En
otros casos, se agregaba la ayuda técnica.
Veamos, por ejemplo, lo ocurrido con la explotación del petróleo. Desde
el año 1921, el gobierno soviético importó cantidades masivas de equipos de
explotación, suministrados por la International Barnsdall Corporation y la
Lucey Manufacturing Co.
En el mismo sentido, Hill Electrical Drill (USA), EMSCO (USA), la
Metropolitan Vickers (auxiliar británica de la Westinghouse) y la General
Electric, participaron ampliamente en el equipamiento de los campos de
petróleo de Baku y de Grozny. Se financiaron también las refinerías y las
obras hidroeléctricas.
Lo mismo ha ocurrido con la explotación del carbón, del hierro, del
cobre, del aluminio, con la industrialización de la agricultura, de la madera,
con la producción de maquinarias y de energía eléctrica. Numerosas
compañías americanas, europeas y japonesas han obtenido concesiones para
el desarrollo de la economía socialista en Ru-
122
sia. Los nombres más representativos de la plutocracia internacional,
como Rockefeller, Tyssen, Rathenau, figuran en la promoción de la
economía soviética.
No es paradójico, sino que responde a la más pura lógica de la
identidad, la decisiva contribución de la plutocracia internacional al triunfo,
consolidación y expansión del socialismo marxista o comunismo ateo.
La perfecta coincidencia entre capitalismo liberal y socialismo
marxista, explica la coexistencia pacífica y el pluralismo ideológico que se
proclama oficialmente en la actualidad; pero nada puede ilustrar mejor las
dos caras de la misma moneda falsa, como la confrontación gráfica del
programa marxista con el que expuso el plutócrata Rathenau en sus dos obras:
“In days to come” (1917) y “The new economy” (1918):
Marx Rathenau
43.Abolición de 37.
la propie- dad privada. Toda propiedad
44.Un impuesto privada deberá ser
sobre la renta, abolida progre-
progresivo y arrasa- sivamente por las tasas
dor. sobre la propiedad y el
45.Abolición del impuesto sobre la renta.
derecho de herencia. 38.
46.Centralización El derecho de
del cré- dito en manos herencia reducido al
del Estado. extremo.
47. Centralizació 39.
n de los El Estado en su
calidad de banquero
absorberá todo el
beneficio neto de la
Medios de in-
transporte y
comunicación en
manos del Estado. 123
48.Aumento del industria tasando
número de usinas del el consu- mo, la renta y
Estado y de los medios la propiedad.
de producción. 40.
49.Obligación El Estado llegará a
igual para todos los ser centro de la
trabajadores. economía.
41.
Todo lo que se
realice en la sociedad
será hecho por el
Estado y para el
Estado. Pleno empleo y
nivelación de todo
trabajo humano.
42.
Pleno empleo y
nivela- ción de todo
trabajo humano
Los amigos de mi esposo quieren que escriba un breve prefacio para esta
nueva edición de El nacionalismo argentino8.
Me es particularmente difícil.
A medida que él iba escribiendo estas páginas me las leía y comentaba.
Escucho aún su voz que ya ha sido silenciada, acepto y ofrezco el dolor de su
muerte, amo todo lo que él amó, y rechazo lo que él repudiaba.
No tenía tiempo para odiar, se entregaba a la cátedra y a sus libros
apasionadamente, urgido por una ardiente caridad y con esa “tácita
obstinación” (Séneca) del que sabe que el tiempo se va, se está yendo y tal
vez no le permitiera completar su mensaje esclarecedor, sin desaliento, sin
amargura, afirmativo, valiente; con ese valor que da la verdad libremente
reconocida y libremente amada.
“Dios es el verdadero protagonista de la historia”, enseñaba; no hubo
desengaño que lograra socavar su fe en el futuro de la Patria, porque el
hombre es proclive al mal pero la gracia lo rescata de sus miserias, de sus
temores, de sus ataduras carnales y le da la fuerza para vencerlos y para
trascenderlos cuando una gran misión lo reclama.
Entendía que esa misión es restaurar a la Patria en Cristo.
Escribía para todos sus compatriotas, para los mejores, para los que no
estaban definitivamente comprometidos con la antipatria y sus deleznables
servidores, verdaderos lacayos de amos exigentes e innobles.
Se ha dicho que se dirigía, sobre todo, a los miembros de las Fuerzas
Armadas.
8
La primera edición de esta obra fue publicada por la Editorial Cultura Argentina, Buenos Aires, 1972.
Quería que nuestras Fuerzas Armadas volvieran a reencontrarse con el
coraje y la capacidad de actuar en espíritu de servicio; nunca llamó a la puerta
de ningún cuartel, que cada cual leyera las viejas verdades y decidiera las
nuevas actitudes, con espíritu independiente y, por eso mismo, sometido al
esplendor y a las exigencias de la verdad.
Si hubiera escrito a oficiales de las Fuerzas Armadas lo hubiera hecho
como José Antonio: “Si la Providencia pone otra vez en vuestras manos,
oficiales, los destinos de la Patria, pensad que sería imperdonable emprender
el mismo camino sin meta. No olvidéis que quien rompe con la normalidad de
un Estado (yo hubiera escrito: aparente normalidad) contrae la obligación de
edificar un Estado nuevo, no meramente ha de restablecer una apariencia de
orden. Y que la edificación de un Estado nuevo exige un sentido resuelto y
maduro de la historia y de la política, no de una temeraria confianza en la
propia capacidad de improvisación”.
Como tengo que referirme a este libro, lo haré con sus propias palabras,
más definitorias que las mías.
Analiza primeramente el llamado nacionalismo de izquierda que
sostiene la "negación del Verdadero Señor del tiempo y de la eternidad,
Jesucristo".
Citando a H. Coston, escribe: “...la república francesa tiene un Rey:
Rothschild”.
Y agrega: “el egoísmo es el principio de la sociedad burguesa. El dios
del egoísmo es el dinero”. “[...] según este criterio del hombre egoísta el
poder político se haya subordinado al poder económico”.
Estudia a continuación los tres elementos ideológicos que distorsionan y
desvirtúan los principios del nacionalismo: el populismo, el clasismo y el
socialismo.
Del populismo aclara: “[…] el derecho y la ley se fundan en el criterio
más inconsistente, accidental, voluble y arbitrario “[...] la soberanía popular
es la omnipotencia del número [...] el señorío sobre todo lo propio, no resulta
ni de una convención ni del sufragio, sino del sacrificio y la sangre
derramada: compromete a las generaciones que van llegando a renovar el
sacrificio si fuera menester” [...] el populismo es radicalmente subversivo,
antijerárquico e inorgánico [...] la multitud, como tal, es inepta para gobernar;
no puede, por sí misma, decidir ni legislar, ni administrar justicia que son las
funciones propias del gobierno político”.
Del clasismo: “[...] la ideología clasista se traduce en una especie de
maniqueísmo social por cuanto hay una clase de los buenos y otra de los
malos, explotados y explotadores, sin atenuantes” [...] es notorio que los
titulares de los poderes económicos multinacionales están fuera y por encima
de las clases burguesas nacionales [...] los titulares de la internacional del
dinero residen en el extranjero y son invisibles [...] las jerarquías sociales
naturales y todo lo que constituye un orden se estructura jerárquicamente: la
familia, la escuela, la universidad, la profesión, la empresa, el Estado, la
Iglesia […] la dialéctica que informa las ideologías es un hábito perverso de
la mente, una verdadera subversión que construye esquemas aberrantes por
los cuales se hace salir lo superior de lo inferior, la virtud del vicio, el ser del
no ser [...] la justicia de la Nación se alcanza en la caridad de Dios [...] tan
sólo el terror sistemático puede doblegar al hombre [...] el clasismo contradice
la esencia misma del nacionalismo argentino y asociado al populismo lo
convierte en instrumento eficaz de la subversión comunista”.
Del socialismo: “El liberalismo individualista y el liberalismo socialista
son las dos caras de la misma moneda falsa del ateísmo, o mejor, del
Anticristo […] Rousseau niega el dogma del pecado original y postula la
inmaculada concepción o bondad natural, el hombre nace bueno y la sociedad
lo corrompe […] Sociedad sin propiedad privada, sin clases, sin Estado y sin
la Iglesia […] Las cuestiones humanas, incluso la cuestión social, no se
pueden plantear ni resolver con sentido realista fuera de Cristo y de su
mesianismo trascendente […] la ideología socialista propone una historia de
salvación sin Dios, sin alma espiritual e inmortal, sin Divina Providencia [...]
donde el único protagonista es el hombre reducido a un animal súper
evolucionado y movido por sus necesidades materiales […] es un hecho
constante que las universidades, actualmente, son el vivero de la guerrilla y
del terror.”
Y resume:
"El nacionalismo distorsionado por la ideología populista confunde a la
Nación con una clase proletaria.”
“El nacionalismo distorsionado por la ideología clasista no resiste la
confrontación con la realidad social”.
“El nacionalismo distorsionado por una ideología socialista busca la
libertad económica de la Nación [...] en la abolición de la propiedad privada y
en un capitalismo de Estado […] el individualismo y el socialismo son
totalitarios”.
Define después al auténtico nacionalismo argentino: “Constructivo y
restaurador, jerárquico e integrador, cristiano y argentino en su contenido y en
su estilo. Una afirmación soberana frente a la plutocracia y al comunismo.”
Concluye definiendo al nacionalismo sin ideologías como “el único
capaz de establecer el orden de la Nación en los principios supremos que le
dieron el Ser”.
Verdad, Sacrificio, Jerarquía: esta última trilogía reemplaza a la tan
pregonada y desquiciadora de la revolución francesa.
Este pequeño libro, a la luz de la teología y de la metafísica, aclara el
problema del falso y del auténtico nacionalismo.
Agradezco a la Editorial Cultura Argentina que desinteresada y
generosamente publicó varios libros de mi esposo para que su pensamiento
fuera conocido y en la esperanza o certidumbre de que así servían a la Patria.
Ya mi esposo no podrá publicar nuevos libros. Yo pido al lector que
recuerde la muerte de mi esposo, una generosa y meditada oblación; esa
muerte que el P. Torres Pardo en la misa concelebrada calificó de “linda
muerte”.
Sí, fue una linda muerte.
Voy a repetir las palabras que escribí para José Antonio: “Para el que
vive aprendiendo el arte de bien morir, ¡Qué linda muerte, su muerte! Sobre la
camisa azul clavel de sangre florece”.
Y ruego a Dios y a la Virgen Nuestra Señora, que el pensamiento
expuesto en sus libros sea conocido por “un número suficiente de argentinos”
y tal vez podamos decir las palabras finales de la glosa:
“¡Ahora sí, vive la Patria, porque vive de su muerte!”
Me han dicho que en casi todo lo que escribo hablo demasiado de la
muerte.
¿Qué puede realizarse sin espíritu de sacrificio y de donación, sin desear
una muerte que sea un supremo y lúcido holocausto?
Porque por mis venas corre buena sangre requeté: ¡Viva la muerte!
I Parte
EL NACIONALISMO ARGENTINO
EL POPULISMO
EL SOCIALISMO
72
En el esquema dialéctico del marxismo, el trabajador recibe apenas lo
necesario para subsistir con su familia; su condición proletaria es irremediable
y a ella van ingresando las mayorías.
El proceso de la historia conduce inexorable-mente a la liquidación de
este sistema de explotación del hombre por el hombre. Los apropiadores serán
expropiados y la propiedad de los medios de producción pasará a la
comunidad, más concretamente al Estado socialista.
La lucha de clases y la guerra subversiva no son más que el empujón al
proceso de cambio de las estructuras, como se dice en la actualidad. La
dictadura del proletariado es el empujón final, el más violento porque se trata
del terror sistemático para imponer la socialización total de la riqueza, del
trabajo, de la educación, de la cultura, de la recreación, de todas las formas de
convivencia. Cumplida esta depuración de todo resabio individualista,
mentalizada y adaptada la multitud al hombre íntegramente social, se
culminará en la sociedad sin propiedad privada sin clases, sin Estado y sin la
Iglesia del valle de lágrimas que había sido el mundo, antes del retorno
planificado al paraíso comunista de los primeros tiempos. Claro está que
asistido con los prodigios de la técnica y de la organización.
En la raíz del socialismo como de las otras ideologías marxistas, está el
ateísmo, más precisamente la negación de Cristo y de la historia judeocristiana
de la salvación. Esa historia comienza con la separación del hombre respecto
de Dios por obra del pecado original; sigue con el pacto de alianza entre Dios
y el pueblo judío, mantenido por la paciencia amorosa de Dios y un resto fiel
hasta la venida de Cristo; se consuma con la divina redención en el sacrificio
de la Cruz y se continúa en la Iglesia hasta la segunda venida de Cristo para
juzgar a los vivos y a los muertos. Al final nos espera la felicidad eterna en
Dios o la condena eterna en el infierno.
La historia de la salvación es una historia de justicia y de Amor, en cuyo
centro está la Encarnación del Hijo de Dios, cuya pasión, muerte y
resurrección recapitula toda la historia de la humanidad. Nada nuevo puede
acontecer; todo ha acontecido ya. Si por el Amor de Dios que se derrama en
nuestros corazones, creemos en Cristo y nos crucificamos con El en nuestros
amores humanos, somos salvos en esperanza. La vida temporal es un lugar de
prueba y de testimonio en vistas de la Vida Eterna.
Las cuestiones humanas, incluso la cuestión social, no se pueden
plantear ni resolver con sentido realista fuera de Cristo y de su mesianismo
trascendente. Los males sociales proceden del pecado original que es un mal
teológico y no hay, ni puede haber remedio puramente humano. Hemos visto
que la justicia es insuficiente para resolver la cuestión social; hace falta la
caridad de Dios que da más de lo debido e iguala a los hombres en la
disposición al sacrificio, conservando cada uno su lugar propio.
No hay retorno posible al paraíso terrenal. El destino de las naciones se
juega aquí abajo y lo más a que se puede aspirar es hacer del propio país una
tierra habitable y decorosa para sus habitantes, bajo el cuidado de un Estado
soberano. No es razonable, ni prudente, ni cristiano, prometer una felicidad
plena y definitiva, en este mundo; pero hay que asegurar con la ayuda de Dios,
un trato de honor y una suficiencia de vida a todos los hombres en el ámbito
de la Nación soberana y responsable de un destino histórico.
No reconocer los límites del poder político y pretender alcanzar lo
absoluto en esta vida de prueba y de agonía hasta el fin, significa poner en
peligro los bienes relativos. En perspectiva de eternidad, la efectiva grandeza
que pueden ofrecer las personas y las naciones, es el testimonio de fidelidad a
la imagen de Dios en que hemos sido creados, deshecha por el pecado y
rehecha por Cristo en la cruz.
La ideología socialista propone una historia de salvación sin Dios, sin
alma espiritual e inmortal, sin divina redención, sin eternidad, donde el único
protagonista es el hombre reducido a un animal superevolucionado y movido
por sus necesidades materiales. En lugar de un origen teológico, el mal tiene
procedencia histórico-social: la institución arbitraria y convencional de la
propiedad privada. Las desigualdades provocadas por las apropiacio-
75
nes y expropiaciones han promovido odios, violencias y contradicciones
sociales. Los privilegiados han montado en cada época un aparato estatal de
seguridad y represión para mantener su posición y ahogar las protestas de las
víctimas. La historia de la humanidad hasta el presente, sostiene Marx, ha sido
la historia de la lucha entre explotadores y explotados, entre cla-
ses extremas y antagónicas. Las estructuras econó-micas en cada etapa y
las superestructuras socia-les, jurídicas, educacionales, políticas, culturales
son la obra invariable de una situación injusta y conflictiva. El hombre nace
bueno pero la sociedad lo corrompe porque es un semillero de desigual-dades
irritantes y de violencias institucionaliza-das. La causa de los males sociales
son las estruc-turas vigentes, comenzando por la sustitución de la propiedad
privada. La solución está en el cambio de las estructuras, y en primer término,
en la abolición de la propiedad privada de los medios de producción. La
solución está en la socializa-ción de la economía, de la educación, del
derecho, de la política, de la cultura, de la religión, inclusive. El movimiento
de la historia sigue ese curso; pero es menester un empujoncito por medio de
la subversión y del terror. La meta es la sociedad de los iguales que no va a
corromper la bondad nativa del hombre, sino que le va a favorecer y estimular
en su desarrollo, en un medio social idílico, fraterno, solidario. La
humanidad habrá logrado, por fin, la felicidad terrenal, remate de una larga
historia de iniquidades y violencias indecibles para la inmensa mayoría. No
tendrá más necesidad de la religión con su ilusoria promesa de felicidad en el
más allá, porque será dichosa aquí en la tierra.
La ideología socialista tiene, pues, su historia de la salvación; pero se
trata de un mesianismo secular, histórico y social. El Mesías es la propia
víctima, la multitud de los pobres, el proletariado despertado a la conciencia y
a la lucha de clases para su liberación. La fuerza que lo impulsa es el odio
venenoso y destructor, un resentimiento feroz contra toda autoridad, jerarquía
y distinción. La misión salvífica no se consuma en el ofrecimiento de la
víctima, porque los pobres han sido la víctima obligada y crucificada en el
curso de la historia universal; se cumple, por el contrario, sembrando de
víctimas y de ruinas el camino de la liberación. Por el odio será consagrado el
amor; por el terror se llegará a la paz idílica; por el nihilismo se levantará
un mundo afirmativo, armonioso y feliz.
Los agentes de la subversión y del terrorismo no se reclutan entre los
pobres proletarios; son intelectuales y universitarios en la Argentina y en todas
partes. Muchas veces se trata de jóvenes que pertenecen a familias cultas y de
vida desahoga-da. Es un hecho constante que las universidades son el vivero
de la guerrilla y del terror.
Hay en la juventud un ansia de justicia y un espíritu de rebeldía contra el
fariseísmo de los triun-
77
fadores en medio de miserias sociales que claman al cielo. Urgidos por el
afán de hacer algo a favor de los que sufren, se dejan seducir fácilmente por
las ideologías y se entregan sin reservas a la violencia nihilista que creen
redentora. Su evangelio es el “Manifiesto Comunista” de Marx y engels; su
guía para la acción, el “catecismo revolucionario” de Netchaiev en las diversas
versiones en boga.
Las masas proletarias y estudiantiles envenenadas por las ideologías –
populismo, clasismo, socialismo-, no son más que la tropa del ejército de la
subversión cuya vanguardia son los comandos guerrilleros y terroristas.
Detrás está el poder mundial del comunismo que simula un pluralismo de
etiquetas nacionales. Más atrás el imperialismo internacional del dinero que
inspira, financia e instrumenta la subversión comunista en las naciones todavía
libres, paralizando y disociando a las fuerzas de resistencia. A los que
preguntan por una razón que justifique la coincidencia de la plutocracia y del
comunismo, se les responde que la razón es teológica. Coinciden en el
ateísmo, o mejor, en la negación de Cristo y de su divina redención, tanto los
idólatras del dinero como los ideólogos del comunismo esclavista y
aniquilador de la persona humana. La subversión y el terror comunistas no
apuntan jamás contra los señores del dinero, contra los que amasan fortunas
inmensas con las
78
81
un principio importantísimo en la filosofía social: Que así como no es
lícito quitar a los individuos lo que ellos pueden realizar con sus propias
fuerzas e industrias para confiarlo a la comunidad, así también es injusto
reservar a una sociedad mayor o más elevada lo que las comunidades menores
e inferiores pueden hacer. Y esto es jurídicamente un grave daño y un
trastorno del recto orden de la sociedad: porque el objeto natural de cualquiera
intervención de al sociedad misma es ayudar de manera supletoria a los
miembros del cuerpo social y no el destruirlos y absorberlos”.
La doctrina social de la Iglesia confirma en Cristo, el orden natural y
rechaza abiertamente al socialismo que anula o restringe el papel de iniciativa
personal en al actividad económica, a la vez que preconiza un colectivismo
estatal que suprime la propiedad privada, sobre todo, de los medios de
producción.
El orden cristiano en contra de la socialización del trabajo, propende a
que el trabajo asalariado sea fuente de capitalización y de acceso del
trabajador al dominio de la empresa, en una medida proporcionada a su lugar
y función.
El orden cristiano en contra de la socialización o estatización de la
propiedad, exige su efectiva difusión entre todas las clases sociales por esto es
que insiste el Papa Juan XXIII con su predecesores:
“la dignidad de la persona humana exige normal-
mente, como fundamento natural para vivir, el de-
82
83
de la sociedad sobrenatural (Iglesia) para el desarrollo integral de su
personalidad y para alcanzar el fin de su existencia. La sociedad tiene siempre
razón de medio para el hombre, el cual necesita de la familia, de la escuela, de
la propiedad, de la profesión, del municipio, de la Nación y del Estado para la
suficiencia de la vida temporal. Y necesita de la Iglesia para unirse a Dios en
la eternidad. No son dos vidas separadas y paralelas, la vida natural y la
sobrenatural; son una sola vida personal en Cristo que es Dios y hombre, el
Verbo que nos ha creado y que hecho hombre nos ha redimido. Una vida
personal que debe realizar esa unidad de la libertad y de la Gracia, de lo
humano y de lo divino en su vida. El sentido cristiano debe informar lo
económico, lo social, lo educacional y lo político.
84
86
con mayor solicitud a los más necesitados. Lo necesario ha de primar
sobre lo debido y la caridad sobre la justicia.
Se habrá logrado así una economía al servicio del hombre, cuya finalidad
será cubrir las necesidades del pueblo y desarrollar la potencialidad de la
Nación.
Tales son los lineamientos generales de una economía nacional,
estructurada conforme al sentido cristiano de la vida.
El Papa Paulo VI, en su Carta Apostólica publicada el 14 de Mayo de
1971, con motivo del 80º aniversario de la Encíclica Rerum Novarum, insiste
en señalar la contradicción que existe entre la doctrina cristiana y las
ideologías tanto marxista como liberal: “El cristiano que quiere vivir su Fe en
una acción política, concebida como servicio, no puede adherir sin
contradicción a sistemas ideológicos que se oponen radicalmente en los
puntos sustanciales a su Fe y a su concepción del hombre: ni a la ideología
marxista por su materialismo ateo, su dialéctica de la violencia y por la
manera que entiende la libertad individual dentro de la colectividad, negando
al mismo tiempo toda trascendencia al hombre... ni a la ideología liberal que
cree exaltar la libertad individual sustrayéndola a toda limitación estimu-
lándola con la búsqueda exclusiva del interés y del poder, y considerando
las solidaridades sociales como consecuencias más o menos automáticas de
iniciativas individuales y no ya como un fin y un
87
criterio más elevado del valor de la organización social”.
Y agrega como severa advertencia para el cristiano que “adhiere a una
ideología que no repose sobre una doctrina verdadera y orgánica, refugiándose
en ella como una explicación última y suficiente de todo; surge así un nuevo
ídolo del cual se acepta, a veces sin darse cuenta, el carácter totalitario y
obligatorio”.
Es el caso de las ideologías populista, clasista y socialista que hemos
examinado, radicalmente falsas y funestas en su proyección práctica; su ídolo
es la multitud proletaria, creadora, mesiánica y libertadora. La idolatría se
prodiga en las expresiones más serviles de la adulación demagógica: masa
creadora de la historia; el pueblo soberano y protagonista de su destino; la
voluntad popular sagrada e infalible; la clase obrera en la vanguardia de la
liberación nacional; el demos proletario y el demos estudiantil como tribuna
inapelable de justicia, etc.
Son como un remedo de los innumerables nombres de Dios, los que
prodiga la retórica de la adulación idolátrica y demagógica. No es un len-
guaje de amor ni de respeto hacia el prójimo; es un lenguaje de desprecio que
afrenta la dignidad del hombre en el pueblo.
Se pretende encontrar en ese ídolo la justificación de la subversión y del
terror, a los que se interpreta como una acción generosa de
88
89
terse con un programa de acción que vulnere la libertad, la
responsabilidad y la apertura a lo espiritual de la persona humana.
Toda posición política que tienda a socializar la economía, en el sentido
de restringir la libre iniciativa personal y la posesión privada de los bienes de
producción, se aparta de la doctrina social de la Iglesia, porque contradice a la
Fe de Cristo y al orden natural. Un cristiano no puede sostener sin
contradicción que la propiedad privada es un mito; tampoco puede aceptar la
conclusión de la Conferencia General de Medellín (Cap. 1), cuando declara
que “tiene plena conciencia de que el proceso de socialización desencadenado
por las técnicas y medios de comunicación de masas, hace de éstas un
instrumento necesario y muy apto para la educación social, la conciencia en
orden al cambio de estructuras y la vigencia de la justicia”.
El magisterio de la cátedra pontificia no se cansa de repetir que es
necesario e imperioso contrarrestar ese proceso de socialización, para
salvaguardar la libertad y la dignidad de la perso- na. Uniformar, nivelar,
masificar, mecanizar, es siempre atentar contra la responsabilidad perso-nal
y el margen siquiera mínimo de aventura que exige la misión y el destino del
hombre.
Personalidad es distinción y jerarquía; por eso es que el poeta Juan
Ramón Jiménez dice en uno de sus versos: “Lo querían matar los iguales
porque era distinto...”
90
Dios no reparte igual los talentos, ni espera igual de todos los hombres;
cada uno debe responder de lo que ha recibido.
Cristo no ama igual a sus discípulos; tiene preferencias bien señaladas por
Pedro, Santiago, y sobre todo, por Juan. El amor es preferencia la preferencia,
distinción.
Es lícito poseer bienes propios, pero siempre que se usen como si fueran
comunes; esto es, haciendo partícipes a otros. Así enseñaba Aristóteles,
intérprete fiel del orden natural. El cristianismo confirma esa enseñanza
porque Cristo es el autor de la naturaleza.
Extender la propiedad privada es extender la libertad personal y familiar;
restringirla o supri-mirla es atentar contra la libertad. Proponer un socialismo
cristiano es una contradicción en los términos, por más que se intente
parafrasear el Evangelio para justificarlo.
Expropiar a los especuladores extranjeros y nativos, no exige abolir la
propiedad privada para liberar a la Nación y resolver justicieramente la
cuestión social. Cuando los especuladores hayan sido suprimidos o anulados
por drásticas medidas políticas, remontará espontáneamente el valor de la
moneda argentina, aumentará la producción y el consumo; habrá ocupación
plena y se multiplicarán las fuentes de trabajo; se contará con grandes
excedentes exportables y se comercializarán a precios remuneradores para el
productor; la distribución de la riqueza será equi-
91
tativa y la prosperidad general de la población estará asegurada. La
organización de las profesiones logrará plena estabilidad y el equilibrio
renovado entre los agentes de la economía nacional. La caridad extremará la
so-licitud hacia los más necesitados, haciendo que la justicia abunde siempre
más allá de lo debido al otro.
La Iglesia de Cristo también sufre la influencia de las ideologías que
confunden la doctrina y extravían el apostolado de muchos sacerdotes y hasta
de Obispos. Progresistas y tercermundistas predican la secularización del
Evangelio y de la divina redención, en aras de un mesianismo puramente
terrenal: “Hoy la buena nueva debe significar la abolición del régimen de
clases, el fin de la carrera armamentista y la superación de las fronteras
anacrónicas”(P. Cardonnel).
“La revolución juvenil mundial, la revolución científica de nuestro
tiempo, el movimiento contra
la discriminación racial , el movimiento pacifista, en fin toda la
revolución para la secularización” (P. Cox). Se estima que en el pasado, la Fe
cristiana se empleaba para alienar al hombre de la historia, separando el
cristianismo espiritual del cristianis-mo social.
Las nuevas corrientes se aplican a resolver los problemas temporales
del hombre, sin referencia alguna al orden sobrenatural y a la vida eterna.
En este sentido, el Manifiesto del Tercer Mun-
92
93
aunque el cristiano debe luchar para su instauración, sino la donación y el
sacrificio de la propia vida por amor al prójimo en Cristo crucificado. En lugar
de la conducción a la plenitud eterna a través de todas las liberaciones
humanas de que hablan los obispos del tercer mundo, lo que nos aguarda es el
juicio final, en el que rendiremos cuenta personalmente ante Cristo, cuya
sentencia debemos esperar con temor y temblor, si bien confiados en su
misericordia infinita. El cristiano sabe por la Fe que existe el Reino de Dios,
pero también que hay infierno y condenados eternamente.
El curso de la historia de la salvación no es una evolución lineal,
ascendente y progresiva que conducida por Cristo, va a terminar en un fin feliz
para toda la humanidad. La vida de cada hombre es una agonía entre Dios y el
diablo que se dispu tan su corazón hasta el último suspiro. La idea de una
humanidad que se va haciendo cada vez mejor, se inspira en la falsa ideología
del progreso indefinido y es contraria a la divina redención.
En todo tiempo, enseña el Papa Juan XXIII, “el hombre separado de Dios
se vuelve inhumano consigo mismo y con sus semejantes... el aspecto más
siniestramente típico de la época moderna consiste en la absurda tentativa de
querer reconstruir un orden temporal, sólido y fecundo,
En todo tiempo, enseña el Papa Juan XXIII, “el hombre separado de
Dios se vuelve inhumano consigo mismo y con sus semejantes... el aspecto
94
JORDÁN B. GENTA
Buenos Aires, abril 2 de 1972.
Domingo de Pascua de Resurrección.
Apéndice
121
compañías americanas”. Más adelante agrega: “Por lo menos, el 95% de
las estructuras industriales soviéticas han recibido ayuda de las compañías
del oeste”.
Las concesiones se hicieron en la forma de mecanismos contractuales,
por los cuales las firmas americanas y europeas, organizaban y financiaban a
las empresas industriales, dejando su aplicación a organismos soviéticos. En
otros casos, se agregaba la ayuda técnica.
Veamos, por ejemplo, lo ocurrido con la explotación del petróleo. Desde
el año 1921, el gobierno soviético importó cantidades masivas de equipos de
explotación, suministrados por la International Barnsdall Corporation y la
Lucey Manufacturing Co.
En el mismo sentido, Hill Electrical Drill (USA), EMSCO (USA), la
Metropolitan Vickers (auxiliar británica de la Westinghouse) y la General
Electric, participaron ampliamente en el equipamiento de los campos de
petróleo de Baku y de Grozny. Se financiaron también las refinerías y las
obras hidroeléctricas.
Lo mismo ha ocurrido con la explotación del carbón, del hierro, del
cobre, del aluminio, con la industrialización de la agricultura, de la madera,
con la producción de maquinarias y de energía eléctrica. Numerosas
compañías americanas, europeas y japonesas han obtenido concesiones para
el desarrollo de la economía socialista en Ru-
122
sia. Los nombres más representativos de la plutocracia internacional,
como Rockefeller, Tyssen, Rathenau, figuran en la promoción de la
economía soviética.
No es paradójico, sino que responde a la más pura lógica de la
identidad, la decisiva contribución de la plutocracia internacional al triunfo,
consolidación y expansión del socialismo marxista o comunismo ateo.
La perfecta coincidencia entre capitalismo liberal y socialismo
marxista, explica la coexistencia pacífica y el pluralismo ideológico que se
proclama oficialmente en la actualidad; pero nada puede ilustrar mejor las
dos caras de la misma moneda falsa, como la confrontación gráfica del
programa marxista con el que expuso el plutócrata Rathenau en sus dos obras:
“In days to come” (1917) y “The new economy” (1918):
Marx Rathenau
50.Abolición de 43.
la propie- dad privada. Toda propiedad
51.Un impuesto privada deberá ser
sobre la renta, abolida progre-
progresivo y arrasa- sivamente por las tasas
dor. sobre la propiedad y el
52.Abolición del impuesto sobre la renta.
derecho de herencia. 44.
53.Centralización El derecho de
del cré- dito en manos herencia reducido al
del Estado. extremo.
54. Centralizació 45.
n de los El Estado en su
calidad de banquero
absorberá todo el
beneficio neto de la
Medios de in-
transporte y
comunicación en
manos del Estado. 123
55.Aumento del industria tasando
número de usinas del el consu- mo, la renta y
Estado y de los medios la propiedad.
de producción. 46.
56.Obligación El Estado llegará a
igual para todos los ser centro de la
trabajadores. economía.
47.
Todo lo que se
realice en la sociedad
será hecho por el
Estado y para el
Estado. Pleno empleo y
nivelación de todo
trabajo humano.
48.
Pleno empleo y
nivela- ción de todo
trabajo humano