Soy un hombre rinoceronte y no sé cuando avanza el tiempo, solamente se detiene o avanza
a discreción… yo no sé mucho de muchas cosas. Los hombres rinocerontes no sabemos
mucho de nada…. Sólo queremos vivir… pero la vida no nos deja vivir…por lo tanto, los hombres rinocerontes dudamos de todo; incluso, hasta de nuestros propios recuerdos…por ejemplo, yo recuerdo que yo era feliz…muy feliz…pero ahora no sé si realmente era feliz… o solamente era un falso recuerdo y siempre he sido así… triste, gris y sin sonrisa… me acuerdo de antes de que era un hombre rinoceronte… no era tan gris… y no era tan enfadado….es decir, no me enojaba tanto con mis hijos… me gustaba oírlos gritar… oírlos reír… que se subieran a mi espalda…pero ahora me duele la espalda cuando se suben… me enoja cuando quieren jugar conmigo…y me duele cuando gritan…yo no quería ser un hombre rinoceronte les digo: espero y puedan perdonarme por enojarme tanto… pero en verdad los amo, como a nada en el mundo…salgo corriendo para no gritar, pero cuando menos me doy cuenta, como lugar común en un cuento llega mi esposa… y creo que la estoy convirtiendo en una mujer rinoceronte… y no quiero…huyo de ella corriendo y le mando besos y todo mi amor desde lejos. No porque no quiera darle un beso en sus bellos ojos. No porque no quiera darle un beso en su linda rodilla… es sólo que no quiero que tenga la piel escamosa y gris como la mía…los hombres rinocerontes somos muy contagiosos… y sé que hay mujeres rinocerontes por todo el mundo…y me han dicho que se contagiaron por sus esposos… porque no las sacaban a bailar…o porque no jugaban con ellas en el aire… eso es triste…. Porque bailar es hermoso… nos saca el esqueleto y no da una sacudida…bailar con el aire refresca el alma… una vez me dijeron que un hombre rinoceronte prefirió ir a tomar agua al río en lugar de ir a beber de los brazos de su familia… se quedo solo… yo no quiero quedarme solo… amo mucho a mi esposa y a mis hijos… pero no quiero contagiarlos…ser un hombre rinoceronte no es fácil…contagiamos a la gente y lloramos por las noches por no saber qué hacer. ¿Pero, sabes qué es lo peor de todo? Que nuestras lagrimas son contagiosas… o al menos eso creemos y por eso lloramos en silencio, sin que nadie nos vea llorar. Porque pensamos que así nadie saldrá lastimado o contagiado… he visto familias muy hermosas de rinocerontes y son bellos… porque poco a poco van cambiando. Lloran todos juntos y sus lagrimas se van curando unos con los otros. Yo quiero evitarme el llanto… pero mientras más evito el llanto… más rinoceronte me hago… sé que es difícil… sé muchas cosas que no me ayudan para nada… pero lo que sí sé… es que quiero decirles a mis hijos y a mi familia… que en verdad yo jamás fui un hombre rinoceronte…que fui feliz, que amaba caminar por el parque y el sol al amanecer. Sé que sonará difícil e imposible… pero es verdad, les diré yo jamás fui un hombre rinoceronte…. Que yo nací siendo feliz y amando la vida en cada rincón… que fui más feliz cuando ellos llegaron a mi vida…es sólo que me contagié…¿quién fue? No lo sé… pero espero que él o ella estén bien…ahora que me miro al espejo… lleno de lugares comunes…sé que no pude encontrar la cura a tiempo…no es malo ser un hombre rinoceronte, no es malo ser gris… porqué sé que podemos ser callados, grises sin dejar de ser felices… es sólo que uno se vuelve más triste y nadie no tienen la culpa…