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VI.

CUARTO PRESUPUESTO
DE LA RESPONSABILIDAD CONTRACTUAL

El daño

A. CONCEPTO DE DAÑO CONTRACTUAL

384. La responsabilidad supone la concurrencia del daño y tie-


ne por objeto, precisamente, resarcir este efecto, de modo de com-
pensar a la víctima del incumplimiento, el menoscabo y privación
patrimonial que se sigue de la infracción de la conducta debida.
Por lo mismo, no hay responsabilidad sin daño, aun cuando exista
incumplimiento.
El concepto de daño en la responsabilidad contractual no es
el mismo que el aplicable a la responsabilidad extracontractual. En
esta última constituye daño indemnizable toda pérdida o menos-
cabo, perturbación o molestia de un interés legítimo ante el orde-
namiento normativo, así dicho interés, atendido su reconocimiento
y amparo jurídico, represente o no un derecho subjetivo.89 A nues-
tro juicio, este amplísimo concepto no es aplicable al daño contrac-
tual, el cual aparece circunscrito en la ley al menoscabo efectivo
experimentado por el patrimonio del acreedor (daño emergente),
a las ganancias y utilidades que pudieron devengarse en su favor (lu-
cro cesante) y que causalmente el incumplimiento no hizo posible
obtener y, aun cuando resulte discutible, al menoscabo extrapatri-
monial o moral que, en ciertos casos, se sigue del incumplimiento.
Así se desprende de lo previsto en los artículos 1556, 1558 y 1559
del Código Civil. Si estas disposiciones se analizan comparativamen-
te con lo dispuesto en el artículo 2329 del mismo cuerpo legal, se
llegará a la conclusión de que en materia contractual impera el

89
En estos términos lo definimos en nuestro libro Responsabilidad Extracon-
tractual. Editorial Jurídica de Chile. Año 1999. Pág. 260.

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RESPONSABILIDAD CONTRACTUAL

principio de “reparación limitada de los daños provenientes del in-


cumplimiento” y en materia extracontractual el principio de la “re-
paración integral de la víctima”.
De lo anterior se desprende que para el legislador es más gra-
ve la infracción del deber de no dañar a nadie en la vida social,
que la infracción de las obligaciones que se asumen en virtud de
un contrato.

385. El daño en materia contractual (relevante para los efec-


tos de la reparación indemnizatoria) puede conceptualizarse dicien-
do que “es el menoscabo o detrimento real o virtual que
experimenta el patrimonio del acreedor como consecuencia del in-
cumplimiento de una obligación emanada de un contrato e ineje-
cución de la prestación convenida”. Dejemos sentado, desde ya, que
utilizamos el adjetivo “virtual” en el sentido de que se trata de aque-
llo que “tiene la virtud de producir un efecto, aunque no lo pro-
duce de presente”, como lo define el Diccionario de la Real
Academia Española. Asimismo, la definición propuesta alude a la
causa que desata el daño, lo cual nos parece indispensable para aco-
tarlo al área contractual. De la manera señalada, dejamos estable-
cido que el daño contractual es diverso del daño extracontractual
en lo que a la reparación indemnizatoria se refiere. Se trata, en-
tonces, de dos especies diferentes de un mismo género. Es más, el
daño contractual es un daño programado, ya que, como se explicó
en las páginas anteriores, los contratantes han descrito la “presta-
ción” (aquello que se trata de dar, hacer o no hacer). Por lo mis-
mo, el daño contractual estará necesariamente referido a la
inejecución de la prestación y al menoscabo que deriva para el
acreedor de la circunstancia precisa de no alcanzarse la meta o pro-
grama descrito en el contrato. El daño contractual, por lo mismo,
tiene normalmente límites bien precisos que están dados por la
descripción que las partes hicieron en el contrato de la “prestación”.
Dicho de otro modo, podría sostenerse que el daño proviene ne-
cesariamente de la circunstancia de no ejecutarse la “prestación”
de la manera en que estaba convenido.

386. Es indudable que el legislador intentó circunscribir el


daño contractual, restringiendo su ámbito, a la inversa de lo que
ocurre con el daño extracontractual. Otra clara manifestación de
ello es la distinción que se contiene en el artículo 1558 del Código
Civil, que sanciona excepcionalmente el incumplimiento doloso.

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CUARTO PRESUPUESTO DE LA RESPONSABILIDAD CONTRACTUAL. EL DAÑO

Esta disposición hace responsable al deudor, en general, “de los per-


juicios que se previeron o pudieron preverse al tiempo del contra-
to” (perjuicios previstos), y al deudor que incumple dolosamente
“de todos los perjuicios que fueron una consecuencia inmediata o
directa de no haberse cumplido la obligación o de haberse demo-
rado su cumplimiento” (perjuicios imprevistos). Por lo tanto, el
deudor culpable sólo responde de los daños que “se previeron o
pudieron preverse al tiempo del contrato” y el deudor doloso de
todo daño directo, así sea previsto o imprevisto.

387. Nos hemos referido al daño como un “menoscabo o de-


trimento” en el patrimonio de una persona. No está de más seña-
lar que el patrimonio comprende, en su aspecto activo, todos los
derechos del individuo susceptibles de evaluarse pecuniariamente
y, en su aspecto pasivo, todas las obligaciones de la misma natura-
leza. Por lo tanto, el daño contractual estará siempre circunscrito
al menoscabo de un derecho o interés patrimonial del acreedor.
Analizaremos oportunamente que la reparación se extiende, de
manera excepcional, a los derechos extrapatrimoniales (con todas
las dificultades que ello implica para los efectos de su evaluación),
como consecuencia de que, en algunos casos, la lesión a un dere-
cho patrimonial se expande hacia el fuero íntimo de la persona,
dando lugar a la indemnización del daño moral.

388. En verdad, no hemos encontrado autores que distingan,


a propósito del daño, los dos ámbitos de responsabilidad (contrac-
tual y extracontractual). Por el contrario, se tiende a la formula-
ción de una teoría unitaria de la responsabilidad, en la cual el daño
es un elemento común. No obstante, a nuestro parecer, esto es erra-
do. Existen en el ordenamiento jurídico chileno disposiciones que,
inequívocamente, limitan el daño contractual y amplían el daño
extracontractual, lo cual es indicativo de que para el legislador no
tiene la misma importancia el quebrantamiento de una obligación
que nace del contrato (y que por lo tanto sólo afecta a quienes in-
tervienen en la convención), que la obligación de diligencia y cui-
dado general destinada a no causar daño en el desarrollo de la vida
social.

389. No hay, por consiguiente, una plena identidad en el daño


indemnizable entre ambos estatutos (contractual y extracontrac-
tual), ni puede este elemento de la teoría general de la responsa-

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RESPONSABILIDAD CONTRACTUAL

bilidad estudiarse como un solo todo. En las observaciones siguien-


tes ello quedará de manifiesto.

390. En suma, en el campo de la responsabilidad contractual el


daño indemnizable pasa siempre por el menoscabo de un derecho
o interés patrimonial, aun cuando, como se dijo, excepcionalmen-
te, pueda extenderse al menoscabo de un derecho extrapatrimo-
nial, como consecuencia de que la lesión es de tal índole que
traspasa la esfera del derecho afectado y alcanza el fuero íntimo
de la persona, según se explicará. Esta última observación recoge
nuestra posición en lo relativo a la indemnización del daño moral
en el campo contractual.

B. CLASIFICACION DEL DAÑO CONTRACTUAL

El daño contractual admite varias clasificaciones, que examina-


remos a continuación.

1. DAÑO REAL Y DAÑO VIRTUAL

391. Atendiendo a nuestra definición del daño contractual, apa-


rece como primera clasificación la de daño real y daño virtual.
El primero (daño real) consiste en el menoscabo o detrimen-
to objetivo del patrimonio del acreedor a consecuencia del incum-
plimiento de la obligación contractual. Se trata, por lo tanto, de
una cuestión objetiva, susceptible de acreditarse con la sola evalua-
ción del derecho o interés lesionado antes y después del incumpli-
miento. Suele esta clase de daños ocasionar controversias. Así, por
ejemplo, a propósito de la “pérdida de una oportunidad” (perte
d’une chance), se ha discutido sobre la naturaleza y certidumbre de
este daño. A juicio nuestro, se trata de un daño real, porque en la
pérdida de la oportunidad está siempre implícita la lesión de un
interés o derecho de cuyo resultado no se tiene certidumbre, pero
que admite la posibilidad de concretarse en una ganancia o bene-
ficio. Por ejemplo, quien incumple un contrato de transporte de
un caballo de carrera que no se presenta a competir por un pre-
mio importante, o en un concurso se descalifica indebidamente a
una persona que participa en él para la consecución de un cargo
público. En ambos casos se les priva del derecho de participar y,

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CUARTO PRESUPUESTO DE LA RESPONSABILIDAD CONTRACTUAL. EL DAÑO

con ello, de la posibilidad, aun cuando remota, de tener éxito. Todo


ello constituye un daño cierto, que es susceptible de evaluarse, no
obstante el hecho de que sean inciertos los beneficios que puedan
seguirse del ejercicio del derecho.
El segundo (daño virtual) no tiene existencia objetiva, pero es
posible deducirlo del curso normal y previsible de los hechos que
se seguirán del incumplimiento sin la intervención del acreedor.
En otros términos, el incumplimiento genera un nuevo escenario
en el que, de acuerdo a la secuencia regular de los acontecimien-
tos, deberían razonablemente seguirse resultados dañosos. A esta
categoría de daños pertenece el llamado “lucro cesante” y el “daño
moral”, como se explicará más adelante. El daño virtual, por lo tan-
to, sólo existe potencialmente al momento de producirse el incum-
plimiento y debería concretarse, siguiendo el curso normal de las
cosas, hacia el futuro. Es por lo tanto un daño cierto que debe eva-
luarse e indemnizarse.

392. Creemos nosotros que el daño contractual necesariamente


debe encuadrarse en una de estas categorías y que, por lo tanto, el
menoscabo patrimonial en que consiste o es real o es virtual. Nó-
tese que el daño contractual afectará siempre derechos o intereses
patrimoniales, aun cuando tratándose del daño moral afecte dere-
chos extrapatrimoniales, pero siempre a condición de que éste se
produzca como consecuencia de la lesión de un derecho o interés
patrimonial. Volveremos sobre este punto.

2. DAÑO CIERTO Y DAÑO EVENTUAL

393. El daño cierto consiste en un menoscabo que se ha pro-


ducido o que con certeza se producirá. Puede el daño derivar
inmediatamente del incumplimiento, caso en el cual estará objeti-
vamente presente, despejándose toda duda a su respecto. Pero pue-
de suceder también que el daño no se haya producido, no obstante
lo cual, atendidas las condiciones que derivan del incumplimien-
to, exista plena certeza de su ocurrencia, obedeciendo siempre al
curso normal de las cosas. Podría decirse, entonces, que el daño
cierto supone la concurrencia de tres requisitos: i) que se produz-
ca en razón de una hipótesis (causa) necesaria, que conduzca ine-
vitablemente al daño; ii) que la hipótesis (causa) se funde en el
desarrollo normal de los acontecimientos; y iii) que la hipótesis

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RESPONSABILIDAD CONTRACTUAL

fundante (causa) del daño, en el caso de la responsabilidad contrac-


tual, considere el incumplimiento como el primer eslabón de la ca-
dena causal que lo provoca. Por consiguiente, la certidumbre del
daño, como se advierte, está íntimamente ligada a la cadena causal
del mismo. El problema de la certidumbre está referido, como re-
sulta obvio, al daño futuro, ya que, una vez que éste se ha desenca-
denado y producido, no es difícil deducir los presupuestos antes
enunciados. De aquí que en otra publicación hallamos entendido que
es cierto el daño que, conforme a las leyes de la causalidad, sobre-
vendrá razonablemente en condiciones normales, a partir de su an-
tecedente causal. Por lo tanto, al producirse el incumplimiento (causa
fundamental y necesaria del daño) puede preverse que éste produ-
cirá efectos nocivos hacia el futuro. El problema, entonces, consiste
no en determinar la causa principal del daño cierto en materia con-
tractual (que siempre consistirá en el hecho del incumplimiento),
sino en la serie de factores sobrevinientes, inesperados o imprevistos
que pueden hacer desaparecer los efectos nocivos del incumplimien-
to. Como se observará más adelante, tratándose del daño contrac-
tual, hay una causa primaria, necesaria, siempre idéntica, sin la cual
el daño indemnizable no existe: el incumplimiento. No sucede lo mis-
mo en presencia del daño extracontractual, el cual estará abierto a
cualquier hecho vinculado a la conducta del dañador.

394. El daño eventual, como dicen los autores, es meramente


hipotético. ¿Qué significa esto? A juicio nuestro, que frente al in-
cumplimiento surge una serie de hipótesis, algunas que afirman al
daño y otras que lo niegan. Si no se puede establecer con preci-
sión y como única hipótesis racionalmente posible aquella que con-
duce al daño, éste resulta ser sólo eventual y, por ende, no
indemnizable. Si se aceptara la reparación, se generaría en favor
del acreedor un enriquecimiento injusto, ya que se estaría obtenien-
do un beneficio en razón de un daño que razonablemente puede
no producirse por causa del incumplimiento.

3. DAÑO DIRECTO Y DAÑO INDIRECTO

395. Intimamente ligado a lo anterior se encuentran los llama-


dos daño directo y daño indirecto.
El daño directo es aquel que deriva de una causa inmediata y
necesaria, sin cuya concurrencia no se habría producido. Por con-

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CUARTO PRESUPUESTO DE LA RESPONSABILIDAD CONTRACTUAL. EL DAÑO

siguiente, sólo puede hablarse de daño directo en relación con una


determinada causa previamente establecida. Así, por ejemplo, en
materia contractual, el daño indemnizable es aquel que proviene
inmediata y necesariamente del incumplimiento, aun cuando para
que tal ocurra deban concitarse otras causas (condiciones). Si el
daño tiene como antecedente una nueva causa que sucede al in-
cumplimiento, el daño será indirecto en la medida que la nueva
causa sea autónoma (independiente del incumplimiento) y no se
siga necesariamente y conforme el orden natural de las cosas de
aquél. Recurriendo a un caso antes expuesto, podríamos reprodu-
cirlo desde esta perspectiva. Si el propietario de un caballo de ca-
rreras contrata su transporte para presentarlo en un premio hípico,
el acarreador que no cumple deberá reparar los perjuicios que se
siguen de su incumplimiento, incluyendo la opción o “chance” des-
perdiciada, pero no pagará el premio ni las utilidades que habría
obtenido el propietario en el supuesto de que el animal hubiere
vencido en la competencia ni los trastornos de salud que sufra aquél
como consecuencia de esta contrariedad. El daño directo (multas
por la no presentación, pérdida de la opción, descrédito por el que-
brantamiento de un compromiso asumido) surge inmediata y ne-
cesariamente del incumplimiento, aun cuando para que exista
perjuicio deban concurrir otras condiciones (como que la reunión
hípica no se suspenda, que el caballo no haya sido anticipadamen-
te descalificado o no sea admitido a competir, etc.).

396. El problema que se suscita en lo relativo al daño directo


dice relación con las concausas. A este respecto hay que aclarar que
habitualmente el daño exigirá múltiples condiciones (concausas)
para producirse. Por lo mismo, lo que interesa es identificar la causa
esencial (tratándose de la responsabilidad contractual ello debe
consistir en el incumplimiento). A partir de éste debe examinarse
si el daño es consecuencia del incumplimiento, o si entre el incum-
plimiento y el daño ha surgido otra causa que, racionalmente des-
vinculada del incumplimiento, es capaz de producir el daño.
Invoquemos nuevamente el ejemplo clásico sobre la materia. Si una
persona compra un animal infectado de peste, a consecuencia de
lo cual se infectan y perecen los demás animales del comprador, el
vendedor, por lo general, responderá de este hecho e indemniza-
rá el valor de todos ellos. Pero no le cabe responsabilidad por los
perjuicios que se siguen para el comprador cuando, por falta de
recursos imputable a estas pérdidas, no puede hacer frente a las

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RESPONSABILIDAD CONTRACTUAL

obligaciones asumidas con un tercero. El daño indemnizable sólo


alcanza al valor del animal infectado y de los animales contagia-
dos, pero no a los daños que emanan de otras causas, aun cuando
ellas estén ligadas o deriven del incumplimiento. Dicho de otro
modo, el incumplimiento genera un nuevo escenario, cuyos efec-
tos se irán concatenando indefinidamente en el tiempo. De mane-
ra que si el deudor respondiera en forma indefinida de los daños
que causalmente se siguen de aquellos otros que derivan inmedia-
ta y directamente del incumplimiento, éste debería hacerse cargo
hacia el futuro de la suerte del acreedor.

397. En consecuencia, el daño indirecto es aquel que deriva


inmediata y necesariamente de una causa autónoma, independiente
del incumplimiento, aun cuando entre éste y la causa directa del
daño existe una secuencia lógica o enlace fáctico. En materia con-
tractual no es difícil dilucidar este problema, porque el daño repa-
rable debe provenir del incumplimiento y no de otra causa, de
modo que basta con suprimir hipotéticamente la causa directa del
daño para demostrar que éste no se habría producido si sólo con-
curre el incumplimiento. Aplicando este criterio al ejemplo clási-
co analizado se comprueba su veracidad. En efecto, la muerte del
animal infectado es consecuencia del incumplimiento, lo propio
ocurre con los demás animales infectados (nada de ello podría ocu-
rrir si se descarta el incumplimiento). Pero la insolvencia del com-
prador frente a sus acreedores deriva de la existencia y condiciones
del crédito, de la falta de reservas para hacer frente a esa obliga-
ción, de la oportunidad en que se comprometió a pagar, etc. Si se
sustraen hipotéticamente estos hechos, ni la quiebra ni los demás
efectos de esta situación se habrían producido.

398. Se ha discutido sobre si es posible estipular que el deu-


dor responde de los daños directos e indirectos. A pesar de las opi-
niones en contrario, nosotros creemos que este pacto adolece de
objeto ilícito. Ello porque de lo previsto en los artículos 1556 y 1558
del Código Civil se infiere que los únicos daños reparables son aque-
llos que provienen “de no haberse cumplido la obligación, o de
haberse cumplido imperfectamente o de haberse retardado el cum-
plimiento”, y de que la sanción para el caso de que el incumpli-
miento sea doloso, consiste en responder de “todos los perjuicios
que fueron una consecuencia inmediata y directa de no haberse
cumplido la obligación o de haberse demorado su cumplimiento”.

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CUARTO PRESUPUESTO DE LA RESPONSABILIDAD CONTRACTUAL. EL DAÑO

Por ende, constituye principio general de derecho que sólo se res-


ponde de los perjuicios directos y jamás de los perjuicios indirec-
tos. Quien asume este último tipo de daños estaría apostando a la
suerte, ya que nadie tiene el control de los acontecimientos ni po-
dría siquiera prever la forma en que ellos se encadenan. De aquí
que se trate de un contrato prohibido en la ley (artículo 1466 del
Código Civil).

4. DAÑO ACTUAL Y DAÑO FUTURO

399. Esta clasificación parece ser redundante. Lo que interesa


es determinar si el perjuicio es cierto o incierto o meramente even-
tual. Pero poco interés suscita el hecho de que el daño ocurra al
momento de producirse el incumplimiento o posteriormente. Se
llama daño actual aquel que se produce inmediatamente después
de ocurrido el incumplimiento, y daño futuro aquel que se produ-
cirá con absoluta certeza hacia el futuro. Por lo tanto, ambos tipos
de perjuicios son indemnizables, ciertos y directos. Si bien uno si-
gue inmediatamente al incumplimiento, el otro requiere de cierto
espacio de tiempo para actualizarse. Como se analizará más ade-
lante, el lucro cesante es un ejemplo típico de daño futuro, ya que
atendida su naturaleza sólo puede existir hacia el futuro con pos-
terioridad al incumplimiento, pero como consecuencia necesaria
e inmediata de este último. Cabe señalar que esta clasificación pue-
de tener importancia para los efectos de la prueba. Acreditar el
daño actual no es difícil, porque está objetivamente presente. No
ocurre lo mismo con el daño futuro, para cuya existencia será ne-
cesario acreditar los presupuestos que hacen cierta su ocurrencia.
Más aún, lo que hemos denominado daño real es actual y lo que
hemos denominado daño virtual es futuro.
Esclarecedor nos resulta el siguiente párrafo de los Mazeaud y
Tunc: “Al exigir que el perjuicio sea cierto, se entiende que no debe
ser por ello simplemente hipotético, eventual. Es preciso que el juez
tenga la certeza de que el demandante se habría encontrado en una
situación mejor si el demandado no hubiera realizado el acto que
se le reprocha. Pero importa poco que el perjuicio del que se queje
la víctima se haya realizado ya o que deba tan sólo producirse en el
futuro. Ciertamente cuando el perjuicio es actual, la cuestión no se
plantea: su existencia no ofrece duda alguna. Pero un perjuicio fu-
turo puede presentar muy bien los mismos caracteres de certidum-

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RESPONSABILIDAD CONTRACTUAL

bre. Con frecuencia, las consecuencias de un acto o de una situa-


ción son ineluctables; de ellas resultará necesariamente en el por-
venir un perjuicio cierto. Por eso, no hay que distinguir entre el
perjuicio actual y el perjuicio futuro; sino entre el perjuicio cierto y
el perjuicio eventual, hipotético. Los autores parecen estar de acuer-
do sobre este principio, aun cuando suelen emplear ya sea uno u
otro término, ya sea ambos concurrentemente: actual y cierto, futu-
ro y eventual, lo cual no deja de crear cierta confusión”.90

400. En suma, el perjuicio cierto puede ser presente, cuando


sobreviene inmediatamente después del incumplimiento, o futuro,
cuando se sabe con certeza que él ocurrirá aun cuando medie un
espacio de tiempo entre el incumplimiento y su ocurrencia. Por lo
general, el daño emergente es un perjuicio presente (aun cuando
pueda ser futuro), y el lucro cesante un perjuicio futuro (puesto
que se presenta en el tiempo después del incumplimiento). De aquí
que esta distinción no constituya un aporte significativo a la teoría
del daño en materia contractual.

5. DAÑO PROBADO Y DAÑO PRESUNTIVO

401. Esta clasificación atiende a la forma en que ellos son esta-


blecidos en el proceso. La regla general está representada por la
categoría de daños probados, vale decir, aquellos que sólo se orde-
na reparar en la medida que hayan sido acreditados en el proceso
a través de los medios reconocidos para estos efectos. La excepción
la constituyen los daños presuntivos, caso en el cual ellos se deducen
en virtud de una disposición legal expresa. Tratándose de perjui-
cios presuntivos, es necesario no acreditar el daño que se reclama,
sino los supuestos indicados en la norma para que se entiendan
producidos. Así, por ejemplo, el artículo 1559 del Código Civil se
refiere a la obligación de pagar una cantidad de dinero, caso en el
cual no es necesario justificar los perjuicios “cuando sólo (se) co-
bra intereses, basta el hecho de retardo”. Por consiguiente, los da-
ños derivados de la mora, tratándose de las obligaciones dinerarias,
se presumen, siempre que se acredite el retardo culpable en el cum-

90
Henri y Léon Mazeaud y André Tunc. Obra citada. Tomo I. Volumen I.
Pág. 301.

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CUARTO PRESUPUESTO DE LA RESPONSABILIDAD CONTRACTUAL. EL DAÑO

plimiento de la obligación. Lo propio puede decirse de lo regla-


mentado en el Título IX del Código Aeronáutico, a propósito de
la “responsabilidad en el transporte aéreo” en que se fijan las in-
demnizaciones que proceden por muerte o lesión del pasajero, o
por retardo en la ejecución del transporte o por la destrucción, pér-
dida o avería de la mercadería durante el transporte aéreo. Por re-
gla general, cuando la ley presume la ocurrencia de un daño, da
derecho a la víctima para acreditar la existencia de mayores per-
juicios, razón por la cual coexisten ambos tipos de perjuicios.
Como resulta fácil comprender, los perjuicios presuntivos son
absolutamente ciertos, tanto que el legislador creyó inoficioso te-
ner que acreditarlos, al menos hasta el monto de lo determinado
en la ley.

6. DAÑO PATRIMONIAL Y DAÑO EXTRAPATRIMONIAL

402. Todo perjuicio consiste, necesariamente, en la lesión de


un derecho o interés de la víctima. Aun cuando pareciere que la
lesión la sufren las cosas y las personas, en verdad el menoscabo
afecta los derechos o intereses de estas últimas. Así, si se destruye
una cosa corporal, la reparación tiene como fundamento la lesión
del derecho que sobre ella tiene quien la detenta (dueño exclusi-
vo, poseedor, coposeedor, mero tenedor, etc.) y cubre el detrimento
experimentado por el derecho.
Si la lesión afecta un derecho o interés susceptible de avaluar-
se en dinero, el perjuicio es patrimonial (puesto que menoscaba
el activo del patrimonio al desvalorizar uno de los intereses y dere-
chos que lo integran). Si la lesión afecta un derecho o interés que
no es susceptible de avaluarse en dinero, el perjuicio es extrapatri-
monial (puesto que no se menoscaba el patrimonio de la víctima).
Cabe observar que ambos tipos de daños son indemnizables, aun
cuando con fundamentos muy diversos. Aquí reside la causa de la
controversia sobre la indemnización del daño moral, por medio de
la cual se repara con dinero (patrimonialmente) un bien (derecho
o interés no patrimonial), puesto que el derecho lesionado no es
susceptible de apreciarse en dinero. Analizaremos esta cuestión al
tratar del daño moral. Por ahora, nos limitaremos a sostener que
si no procediere la reparación de los daños extrapatrimoniales en
materia contractual, una parte de los derechos e intereses del ser
humano, quizás si la más importante, quedaría a merced de aten-

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RESPONSABILIDAD CONTRACTUAL

tados y detrimentos injustos. Si estos daños son reparables en ma-


teria extracontractual, como consecuencia de afectarse un derecho
o interés de esa índole, no se divisa la razón de que no lo sea y con
mayor razón cuando la obligación contractual incumplida y, por
ende, la lesión, afecta también a un derecho o interés extrapatri-
monial. Lo que en verdad ocurre en materia contractual es que cier-
tos atentados pueden afectar tanto derechos patrimoniales como
extrapatrimoniales y, por cierto, todos ellos dar origen a una ac-
ción indemnizatoria, como lo analizaremos más adelante.
Los perjuicios derivados de un incumplimiento contractual, por
ende, pueden traducirse en la lesión de un derecho patrimonial o
extrapatrimonial y, en ambos casos, dar lugar a una acción de in-
demnización de perjuicios, la cual se expresará siempre en una de-
terminada suma de dinero.

7. DAÑO EMERGENTE Y LUCRO CESANTE

403. La clasificación más conocida de los daños distingue en-


tre daño emergente y lucro cesante.
El primero consiste en el detrimento patrimonial efectivo que
experimenta uno de los contratantes con ocasión del incumplimiento
(así se trate de no cumplirse la obligación o de retardarse el cum-
plimiento). Este tipo de daño genera, por lo tanto, un empobreci-
miento real, esto es, la lesión de un derecho que integraba el activo
del patrimonio del contratante. Este daño no es difícil de acredi-
tar, aun en el supuesto de que sea futuro, ya que se traduce en un
hecho positivo, concreto, cuyos antecedentes probatorios pueden
rescatarse. La destrucción de una cosa, la ausencia de un servicio,
el no pago de una suma de dinero, etc. En daño emergente, en
consecuencia, es la diferencia que se produce en el activo del pa-
trimonio de una persona, como consecuencia del incumplimiento
contractual, entre el valor del derecho antes y después del incum-
plimiento. Aclarando este concepto digamos que si una persona es
acreedora de una determinada suma de dinero en virtud de un con-
trato, este derecho forma parte del patrimonio de la misma, sobre
la base de que la cantidad de dinero adeudada se incorporará al
activo tan pronto se dé cumplimiento a la obligación. Si tal no ocu-
rre, hay una lesión que equivale, precisamente, a la cantidad que
se dejó de percibir en razón del incumplimiento y, por lo tanto,
un empobrecimiento patrimonial equivalente.

226
CUARTO PRESUPUESTO DE LA RESPONSABILIDAD CONTRACTUAL. EL DAÑO

El lucro cesante es un concepto más complejo. Se trata siem-


pre de un daño futuro y corresponde a la utilidad, provecho o be-
neficio económico que el contratante deja de obtener como
consecuencia del incumplimiento. Consiste, entonces, en una pro-
yección en el tiempo de los efectos del incumplimiento. En otros
términos, el incumplimiento se transforma en un obstáculo que
impide la percepción de un legítimo provecho económico que ra-
zonablemente, conforme el desarrollo natural de las cosas, ha de-
bido obtener el contratante víctima del incumplimiento. La certeza
y realidad del lucro cesante se deduce de una sucesión causal nor-
mal y previsible, aplicando los estándares ordinariamente acepta-
dos en el medio respectivo. Por ejemplo, la destrucción de un
vehículo destinado al transporte público implica la pérdida de las
utilidades que se siguen de su explotación; o la demora en la en-
trega de una casa habitación, la pérdida de las rentas de arrenda-
miento que debieron obtenerse durante el tiempo de retraso; y el
no pago de una suma de dinero, la pérdida de los intereses que
habría devengado esta cantidad al depositarse a plazo. El lucro ce-
sante, por ende, es una proyección causal que realiza el juez de los
efectos del incumplimiento. Puede suceder que en el tiempo que
media entre el incumplimiento y el provecho futuro sobrevenga un
acontecimiento que elimine el provecho constitutivo de lucro ce-
sante. Recurramos, para analizar este caso, a un ejemplo conteni-
do en otro trabajo nuestro. Si se compra un sembrado que no se
entrega (incumplimiento) y se reclaman las utilidades que éste ha-
bría rendido al madurar (lucro cesante), el vendedor podría adu-
cir en su defensa que el sembrado habría perecido inexorablemente
por efecto de una plaga inatacable que alcanzó a toda la zona e
inutilizó el rendimiento. ¿Qué criterio debe emplear el juez ante
esta alegación? Deberá ponderar la situación del comprador y es-
tablecer si éste, en el supuesto de hallarse en posesión del sembra-
do, pudo evitar su destrucción y, paralelamente, si la plaga es un
hecho de inevitable ocurrencia, atendido el curso natural y previ-
sible de las cosas y la diligencia de que responde el contratante in-
cumplidor. Nótese que no se trata de acreditar un caso fortuito,
sino los efectos de un hecho sobreviniente que altera causalmente
el beneficio futuro que se reclama. De aquí que hayamos sosteni-
do que el lucro cesante resulta de dos elementos: el desarrollo nor-
mal de la relación causal (que determina la causa y sus efectos
posteriores) y la no interferencia de hechos ordinarios, conforme
el curso natural y razonablemente previsible de las cosas. En otras

227
RESPONSABILIDAD CONTRACTUAL

palabras, el lucro cesante corresponde a una utilidad, provecho o


beneficio que ordinaria y razonablemente habría obtenido el con-
tratante víctima del incumplimiento de no mediar este hecho.

404. El establecimiento del daño emergente y del lucro cesan-


te ofrece diferencias bien marcadas. Para acreditar el primero de-
berá estarse al empobrecimiento efectivo sufrido por el patrimonio
del contratante que es objeto del incumplimiento, valorizando la
lesión económica experimentada en sus derechos. Para establecer
el segundo deberán acreditarse todos los elementos que permiten
deducir el perjuicio patrimonial que se deriva de no obtener el be-
neficio que razonablemente y conforme el orden natural de las co-
sas debió conseguirse en el evento de que la obligación se hubiera
cumplido de la manera en que estaba pactado. Así, si se resuelve
un contrato de compraventa por incumplimiento del vendedor,
deberá éste restituir las cantidades recibidas a cuenta del precio,
los gastos del contrato y los intereses por el uso del dinero (daño
emergente). Asimismo, deberá pagar las utilidades que dejó el com-
prador de obtener en el supuesto de que la cosa vendida hubiere
estado en su poder desde la época prefijada en el contrato. El pri-
mero es un daño real y presente. El segundo, un daño virtual y fu-
turo.

405. Esta clasificación de los daños es particularmente impor-


tante, porque se encuentra contemplada en forma expresa en el
artículo 1556 del Código Civil, que dispone: “La indemnización de
perjuicios comprende el daño emergente y lucro cesante, ya pro-
vengan de no haberse cumplido la obligación, o de haberse cum-
plido imperfectamente, o de haberse retardado el cumplimiento.
Exceptúanse los casos en que la ley la limita expresamente al daño
emergente”. De este artículo se sigue que todo daño contractual
en nuestro derecho debe encuadrarse en los límites del daño emer-
gente y del lucro cesante, lo cual equivale a sostener que en caso
de reclamarse la reparación de la lesión sufrida por un derecho
extrapatrimonial (daño moral), este perjuicio debe calificarse en
una u otra categoría. La única respuesta interpretativa posible ante
esta cuestión es sostener que el daño moral (compensatorio de una
lesión extrapatrimonial) se proyecta presuntivamente a los derechos
patrimoniales, provocando un daño que debe indemnizarse. Con-
firma esta interpretación lo expresado en el artículo 2331 del Có-
digo Civil, según el cual “Las imputaciones injuriosas contra el

228
CUARTO PRESUPUESTO DE LA RESPONSABILIDAD CONTRACTUAL. EL DAÑO

honor o el crédito de una persona (derechos extrapatrimoniales)


no dan derecho para demandar una indemnización pecuniaria, a
menos de probarse daño emergente o lucro cesante, que pueda
apreciarse en dinero; pero ni aun entonces tendrá lugar la indem-
nización pecuniaria, si se probare la verdad de la imputación”. Se
trata en este caso de una norma excepcional, referida a una con-
ducta específica (imputación injuriosa contra el honor o crédito
de una persona). En los demás casos, puede sostenerse que la le-
sión a un derecho extrapatrimonial se proyecta a todo el patrimo-
nio de una persona, causando un daño presuntivo que admite
reparación (con todos los inconvenientes que de ello se siguen).
Volveremos sobre este punto.

8. DAÑO PREVISTO Y DAÑO IMPREVISTO

406. La doctrina en general ha descuidado esta clasificación,


a pesar de que nuestra ley civil alude a ella en el artículo 1558. Con
el fin de agravar el incumplimiento, la indicada disposición hace
responsable al deudor a quien puede imputarse dolo de los perjui-
cios previstos e imprevistos (todos aquellos que sean consecuencia
inmediata y directa de no haberse cumplido la obligación o de ha-
berse demorado su cumplimiento). En tanto el deudor culpable res-
ponde de los perjuicios que se previeron o pudieron preverse al
tiempo del contrato. La distinción, entonces, tiene importancia
práctica.

407. Los perjuicios previstos son aquellos que resultan vero-


símiles o probables al tiempo de celebración del contrato, en aten-
ción a la relación causal que los determina. En otros términos, al
momento de perfeccionarse el contrato y surgir la obligación, de
acuerdo al desarrollo racional y normal de la causalidad, es posi-
ble representarse los perjuicios que probablemente se produci-
rán en el evento de que ella –la obligación– no se cumpla. A la
inversa, los perjuicios imprevistos son todos aquellos que se cau-
san, a condición de que sean consecuencia necesaria e inmediata
del incumplimiento. Para establecer estos perjuicios es indiferente
la proyección que los contratantes hagan de los efectos que se se-
guirán del incumplimiento. Así, por ejemplo, si una persona se
obliga a suministrar una determinada cantidad de combustible y
éste se encarece considerablemente por efecto de una acción bé-

229
RESPONSABILIDAD CONTRACTUAL

lica en los países productores del mismo, para fijar la indemniza-


ción en caso de incumplimiento deberá considerarse si al momen-
to de perfeccionarse el contrato, la dicha conflagración constituía
una posibilidad que pudo representarse o se trata de un hecho
entonces absolutamente ajeno a las proyecciones futuras. En el
primer supuesto –la conflagración constituía una posibilidad, aten-
dida la situación internacional– todos los daños que se siguen del
encarecimiento del combustible serán daños previstos. En el se-
gundo supuesto –si la conflagración que encarece el combustible
no constituía una amenaza probable– todos los daños que se si-
guen del encarecimiento de combustible serán daños impre-
vistos.

408. Como puede constatarse, la condición de previstos e im-


previstos de los daños está dada por la posibilidad de representár-
selos razonablemente a la hora de perfeccionarse el contrato, lo
cual implica, como es obvio, estar en condiciones de descubrir la
cadena causal que desemboca en la producción del daño. La re-
presentación del daño no puede tener otra explicación que no sea
la conciencia del obligado de que existe una probable, mas no cier-
ta, cadena causal que culmina en el perjuicio. La ley contempla, a
este respecto, dos situaciones diversas: pueden los contratantes ha-
ber previsto (representado) el daño; o pudieron preverlo (represen-
társelo) al tiempo del contrato. Ambas hipótesis están contempladas
en el artículo 1558 del Código Civil. De ello se sigue que para pro-
bar un daño previsto puede recurrirse a los antecedentes del con-
trato (tratativas, acuerdos preliminares, documentos preparatorios,
etc.) o bien al contexto histórico en que éste se celebró. En otros
términos, puede probarse que las partes se representaron el daño
al contratar o que existían las condiciones necesarias para que ello
ocurriera en el fuero interno de cada contratante. Cabe señalar que
el daño previsto en la responsabilidad contractual debe estar siem-
pre acotado por la “prestación”. Esta es la pauta principal que per-
mite desprender el perjuicio y lo que las partes han debido prever
al momento de obligarse. La previsibilidad del daño, por lo tanto,
debe analizarse en función de la “prestación”. La ausencia de ella
es lo que determina si el daño causado por el incumplimiento pudo
o no representarse al momento de contratar. Este es, entonces, un
elemento que sólo interesa para los efectos de la responsabilidad
contractual y que carece de toda significación tratándose de la res-
ponsabilidad extracontractual.

230
CUARTO PRESUPUESTO DE LA RESPONSABILIDAD CONTRACTUAL. EL DAÑO

409. Nuestra ley civil optó por esta distinción que, sin duda,
puede tener un efecto importantísimo a la hora de fijar la repara-
ción, para sancionar al deudor que deja de cumplir lo convenido
dolosamente. Nos remitimos a lo manifestado a propósito de este
factor en las páginas anteriores.

9. DAÑO COMPENSATORIO Y DAÑO MORATORIO

410. El daño contractual puede clasificarse en compensatorio


y moratorio. El primero parte del supuesto de que la obligación
no se haya cumplido o que su cumplimiento haya sido imperfec-
to. Su objeto, por lo mismo, es sustituir o reemplazar el incumpli-
miento, razón por la cual deberá corresponder económicamente
a lo que el acreedor habría obtenido en el evento de que la obli-
gación se hubiere cumplido del modo en que estaba convenido.
El segundo (daño moratorio) está fundado en el retardo culpable
de la obligación y tiene por objeto redimir el perjuicio que se si-
gue de ello, en el entendido que la obligación puede cumplirse en
el futuro, así sea voluntaria o forzadamente. Ambos daños pueden
concurrir a propósito de una misma obligación, de manera que la
indemnización cubra el contenido de la prestación y los daños que
se siguen por el hecho de no haberse dado cumplimiento en la
oportunidad convenida.

10. DAÑO INTRINSECO Y DAÑO EXTRINSECO

411. Finalmente, algunos autores hablan de daño intrínseco


para referirse a la privación del bien que es objeto de la prestación
debida; y de daño extrínseco para aludir al daño que proviniendo
del incumplimiento recae en sus otros bienes. Mosset Iturraspe so-
bre esta clasificación dice: “Estas especies (de daño) no guardan
sinonimia con otras, tales como ‘daño directo’ y ‘daño indirecto’ y
es discutible su equivalencia con la categoría de los ‘previsibles’ e
‘imprevisibles’. En el célebre ejemplo de Pothier: la venta de la vaca
enferma, los gastos de curación o el valor del animal, si llega a mo-
rir, son daños intrínsecos y la pérdida resultante del contagio de la
enfermedad a los otros animales es un daño extrínseco. En cam-
bio, tanto uno como otro daño se estima ‘daño directo’, ‘porque
son consecuencia inmediata y directa del incumplimiento’; la pa-

231
RESPONSABILIDAD CONTRACTUAL

ralización de las actividades agrícolas o la quiebra se estiman ‘da-


ños indirectos’, porque ‘no son consecuencia absolutamente nece-
saria de la pérdida del ganado’, mediando además ‘otras causas’”.91

C. EL DAÑO MORAL EN LA RESPONSABILIDAD


CONTRACTUAL

412. Párrafo especial merece el daño moral en el ámbito de la


responsabilidad contractual. A la inversa de lo que sucede en el
campo de la responsabilidad extracontractual, en que impera el
principio enunciado en el artículo 2329 del Código Civil sobre la
reparación integral del daño (“por regla general todo daño que
pueda imputarse a malicia o negligencia de otra persona, debe ser
reparado por ésta”), en el campo de la responsabilidad contractual
el artículo 1556 del mismo cuerpo legal limita la indemnización
de perjuicios (“la indemnización de perjuicios comprende el daño
emergente y lucro cesante”). En verdad, esta diferencia obedece a
una cuestión de fondo. Mientras la responsabilidad extracontrac-
tual surge como consecuencia del quebrantamiento de la obliga-
ción genérica de “no causar daño a nadie” en la vida social, que
corresponde al cumplimiento de un deber fundamental para la exis-
tencia y funcionamiento de la comunidad humana; la responsabi-
lidad contractual surge del quebrantamiento de una obligación
específica, generada libremente por las partes en ejercicio de la
autonomía privada. Este antecedente explica que en un caso de-
ban repararse todos los perjuicios, puesto que nadie pudo razona-
blemente proyectarlos en forma anticipada, y en el otro sólo los
perjuicios que pudieron representarse al momento de contratar y,
excepcionalmente, como sanción por la mala fe, todos aquellos que
sean consecuencia inmediata o directa del incumplimiento. Esta
materia está influida, a juicio nuestro, por el hecho de que toda
obligación contractual se asume sobre la base de una “prestación”,
a través de la cual las partes describen, al momento de celebrar el
contrato, en qué consiste el objeto del mismo y cómo y cuándo debe
ser alcanzado. No se trata, entonces, sólo de una obligación (des-
cripción de una conducta típica), sino de una descripción detalla-
da, completa y precisa de los resultados o consecuencias que se

91
Jorge Mosset Iturraspe. Obra citada. Tomo I. Parte General. Pág. 158.

232
CUARTO PRESUPUESTO DE LA RESPONSABILIDAD CONTRACTUAL. EL DAÑO

procuran lograr con la constitución de aquel vínculo jurídico. Por


otra parte, la limitación que nace del artículo 1556 del Código Ci-
vil lleva a pensar que el daño emergente y el lucro cesante tienen
un contenido esencialmente patrimonial, de modo que no cabe en
ellos la lesión que sufre un derecho extrapatrimonial. Fernando
Fueyo se hace cargo de esta observación en los siguientes térmi-
nos: “La contraposición (del daño moral) con los daños patrimo-
niales no debe entenderse en sentido absoluto, esto es, que los
daños morales no afectan al patrimonio. Ciertamente pueden afec-
tarlo, y eso no les quita su carácter; pero sólo de manera indirecta
es tal afectación. En verdad, los bienes personales menoscabados
por el hecho ilícito poseen generalmente valor económico, y por
lo mismo influyen en la capacidad productiva de quien sufrió el agra-
vio. Tal baja de rendimiento produce efectos en el patrimonio. Pero
dicho efecto no constituye daño moral. La valoración exacta de los
daños morales no existe, puesto que su medición material es fran-
camente imposible. Esto es una mera consecuencia de que los bie-
nes personales afectados no admiten una valoración propiamente
tal o estricta. Por lo mismo es que la reparación es satisfactiva, no
compensatoria”.92 Como puede apreciarse, el autor citado se ocu-
pa de explicar de qué manera la lesión a un derecho extrapatri-
monial repercute o se proyecta hacia los derechos patrimoniales,
haciendo necesaria alguna forma de reparación. El profesor Fue-
yo parece intuir que el daño moral al proyectarse a la responsabili-
dad contractual, atendidas la limitaciones impuestas a ésta en la ley,
afecta la capacidad productiva de la víctima, dando lugar a una re-
paración patrimonial que viene dada por un daño extrapatrimo-
nial. La dificultad (o imposibilidad) de compensarse un daño
extrapatrimonial pecuniariamente lo hace desembocar en una so-
lución lógica: dar a esta reparación el carácter “satisfactivo”. Pero
queda en pie lo que hemos venido advirtiendo, en orden a que el
daño moral es consecuencial o derivado desde una doble perspec-
tiva: porque se sigue de la lesión a un derecho (en el campo con-
tractual) o de un derecho o interés reconocido por el sistema (en
el campo extracontractual); y porque se proyecta desde el fuero
interno de la persona a su capacidad productiva, administrativa o
intelectual.

92
Fernando Fueyo Laneri. Obra citada. Págs. 365 y 366.

233
RESPONSABILIDAD CONTRACTUAL

413. Otro autor citado en este trabajo, Christián Larroumet, so-


bre el mismo punto escribe que “Constituye un daño moral el aten-
tado contra los intereses del deudor (debió decir acreedor) distintos
de los que son de orden patrimonial. A diferencia de los perjuicios
económicos, el perjuicio moral, puesto que recae sobre intereses ex-
trapatrimoniales, no es susceptible de ser objeto de una evaluación
en dinero de una manera precisa. Es, por lo demás, una de las ra-
zones por las cuales con frecuencia se ha sostenido que el daño mo-
ral no se debe reparar. Constituyen daños morales el dolor que se
deriva del ataque a la integridad física, la molestia o disgusto que se
experimenta después de una mutilación o de heridas, el atentado
contra el aspecto físico, el atentado contra sentimientos afectivos”.
Más adelante, este autor expresa: “Muy rápidamente en el derecho
francés la jurisprudencia admitió la reparación del daño moral en
la responsabilidad extracontractual. Los obstáculos con que se tro-
pezaba, ya sea por la consideración según la cual no se podía ganar
dinero con intereses extrapatrimoniales, ya sea por la imposibilidad
de la evaluación del daño moral, se han salvado sin mayor dificul-
tad. Por el contrario, en lo concerniente a la responsabilidad con-
tractual, la resistencia fue más tenaz, y fue por esto por lo que sólo
muy tardíamente se admitió la reparación del daño moral sufrido
por el acreedor en virtud de la inejecución de la obligación. Es cierto
que podía haber una razón válida contra el daño moral en materia
de responsabilidad contractual; a saber que el contrato tiene como
efecto establecer una relación puramente económica entre los con-
tratantes. Por lo tanto, únicamente las consecuencias económicas de
la inejecución deberían dar lugar a la responsabilidad contractual”.
Larroumet culmina estas observaciones con el siguiente planteamien-
to: “Si es cierto que el terreno preferido del daño moral es la res-
ponsabilidad extracontractual, esto no impide que la inejecución de
una obligación contractual pueda ser fuente de daño moral para el
acreedor. ¿Se debe excluir su reparación en virtud de que la rela-
ción contractual sólo puede considerarse en el campo económico?
En realidad esta razón no tiene validez. En primer lugar, una cosa
es considerar que el contrato establece una relación económica en-
tre las partes y otra es reparar todas las consecuencias, inclusive no
económicas, que resultan de la inejecución de la obligación impu-
table al deudor. Aquí no se trata de castigar al deudor. La función
de la responsabilidad civil cuando permite la reparación del daño
moral no es una función de orden represivo, contrariamente a lo
que a veces se ha pretendido. Se trata de establecer hasta donde sea

234
CUARTO PRESUPUESTO DE LA RESPONSABILIDAD CONTRACTUAL. EL DAÑO

posible, por el pago de daños y perjuicios, el equilibrio roto en las


relaciones entre acreedor y deudor, por la inejecución de la obliga-
ción y por las consecuencias perjudiciales que ha acarreado. Si en-
tre estas consecuencias se halla el atentado contra los intereses
extrapatrimoniales, debe dar lugar a la reparación. El hecho de que
la relación entre el acreedor y el deudor sea puramente económica
no podrá impedirlo, puesto que la ejecución ha atentado contra in-
tereses, aunque estén por fuera del contrato. Como la ejecución por
equivalencia no es más que una verdadera responsabilidad civil del
deudor, ella debe permitir la reparación de todos los elementos del
daño, sean económicos o no. Además, sabemos que un buen nú-
mero de contratos dan origen a la obligación de no atentar contra
la integridad corporal del acreedor, es decir, una obligación de se-
guridad. Hubiera sido arbitrario e inequitativo admitir compensa-
ción para estas consecuencias no económicas y la obligación de
seguridad no hubiera cumplido plenamente su función. Sin embar-
go, no había en ello una razón para limitar la reparación del daño
moral a la ejecución únicamente de las obligaciones de seguridad.
A partir del momento en que se pudo considerar que no había obs-
táculo para la reparación del daño moral por la responsabilidad con-
tractual, fue necesario admitir esta reparación de una manera
general. Esta fue finalmente la solución de jurisprudencia”. Concluye
Larroumet manifestando que la circunstancia de que el daño mo-
ral no sea fácil de evaluar no impide que proceda su reparación, ya
que “la suma de dinero atribuida al acreedor tiene por objeto per-
mitirle, en cuanto sea posible, olvidar las consecuencias no econó-
micas de inejecución de la obligación”.93 No obstante la claridad de
estos conceptos, no queda claro cuál es el fundamento jurídico últi-
mo de la indemnización del daño moral en el campo contractual,
ya que el contrato implica una relación económica, la ley limita (al
menos en Chile) la reparación al daño emergente y el lucro cesan-
te (ambos tipos de daños patrimoniales), y el derecho infringido tie-
ne un carácter patrimonial. La sola existencia del daño moral en
algunos tipos de incumplimiento contractual, por sí sola, no puede
ser invocada como fundamento suficiente de la procedencia de este
tipo de reparación. No advierte Larroumet que resulta ilógico y ca-
rente de justificación disponer la reparación de un daño extrapatri-
monial con una cantidad de dinero, a pretexto de restaurar el

93
Christian Larroumet. Obra citada. Tomo II. Págs. 81 y siguientes.

235
RESPONSABILIDAD CONTRACTUAL

equilibrio roto. Este es el problema que plantea la indemnización


del daño moral en el campo de la responsabilidad contractual. El
desequilibrio que surge del incumplimiento del contrato es de ca-
rácter económico. El daño moral no altera una relación de esa ín-
dole. Por eso creemos nosotros que un perjuicio extrapatrimonial
sólo puede repararse en la medida que éste se proyecte al área pe-
cuniaria, lo que sucede al afectarse la capacidad del acreedor como
administrador, productor, o sus facultades intelectuales que, por cier-
to, comprometen todas sus actuaciones.

414. Con mayor rigor los hermanos Mazeaud y Tunc sostienen


la procedencia de la indemnización del daño moral en materia con-
tractual, partiendo de disposiciones del Código Civil francés (artícu-
los 1142 y 1149) que ordenan al deudor reparar los daños que
genera el incumplimiento. Al aludir a la discusión que suscita esta
cuestión, señalan que no existen razones para dar a esta materia
un tratamiento distinto en el campo contractual y extracontractual:
“Y tanto más por cuanto no existe ninguna razón para tratar de
manera diferente, desde nuestro punto de vista, los dos órdenes
de responsabilidad. Todos los argumentos invocados a favor de la
reparación del perjuicio extrapecuniario en materia de responsa-
bilidad delictual valen también cuando se trata del incumplimien-
to de un contrato. Tanto en uno como en otro caso, el abono
concedido por daños y perjuicios desempeñará satisfactoriamente
su papel. Y cabe incluso decir que sería más inicuo en materia con-
tractual que en materia delictual negarle una satisfacción a aquel cuyo
patrimonio moral ha sido lesionado; porque ha tenido cuidado de
celebrar una convención para asegurarse una ventaja de orden ex-
trapecuniario; con frecuencia ha prometido una contrapartida en
dinero; por ese hecho, la evaluación del perjuicio se encuentra
grandemente facilitada. ¿Cómo concederle el abono de daños y
perjuicios al que padece sufrimientos por la culpa de un tercero y
no por la de su médico o por la de su transportista? ¿Cómo negar-
le todo recurso al que haya comprado un retrato, precioso recuer-
do de familia, so pretexto de que la pintura carece de valor
pecuniario? ¿Cómo no condenar al pago de daños y perjuicios al
que, por no querer cumplir un contrato relativo a las exequias, re-
tiene los restos del difunto?”.94 En suma, en el derecho francés, ha-

94
Henri y Léon Mazeaud y André Tunc. Obra citada. Tomo I. Volumen I.
Págs. 467 y 468.

236
CUARTO PRESUPUESTO DE LA RESPONSABILIDAD CONTRACTUAL. EL DAÑO

bida consideración de la amplitud de las disposiciones en juego, la


reparación del daño moral no ofrece tantas dificultades como en-
tre nosotros. Pero tampoco estos esclarecidos autores apuntan en
la dirección que estimamos correcta. Nada dicen de la contradic-
ción que implica postular una reparación pecuniaria para resarcir
un daño extrapecuniario, ni sobre la manera de restaurar un equi-
librio económico con una prestación extrapatrimonial.

415. Nuestra posición sobre la materia es clara. Creemos no-


sotros que la reparación del daño extrapatrimonial tiene cabida en
la ley chilena, no obstante las dificultades enunciadas, por las si-
guientes razones:
a. El incumplimiento contractual lesiona siempre un derecho
patrimonial. Como quiera que sea, el acreedor sufre un atentado que
afecta derechos susceptibles de avaluarse en dinero, aun cuando este
atentado comprometa también derechos o intereses extrapatrimo-
niales. En muchos casos el incumplimiento de una obligación sus-
ceptible de evaluarse en dinero acarrea trastornos no patrimoniales
que comprometen la paz, la tranquilidad y la estabilidad psicológi-
ca y afectiva.
b. La lesión al derecho patrimonial, atendida su gravedad y al-
cance y, especialmente, la naturaleza misma de la obligación incum-
plida, puede penetrar la esfera de la intimidad y afectar los
sentimientos del acreedor (derechos extrapatrimoniales). Tal su-
cederá, por ejemplo, siguiendo a los autores antes citados, si una
empresa funeraria abandona los restos de un ser querido sin pres-
tar los servicios de sepultación contratados, o un depositario de ob-
jetos de gran valor de afección destruye aquellas reliquias o abandona
su cuidado. En estos casos, el incumplimiento de la obligación con-
tratada tiene una entidad tal que los efectos de la infracción tras-
pasan la frontera del derecho patrimonial y alcanzan el ámbito de
los derechos extrapatrimoniales (derecho a la dignidad, el presti-
gio, a la vida familiar, etc.). Nadie puede negar que en muchas obli-
gaciones, por sobre su importancia económica, se encuentra su
valor e importancia afectiva, pudiendo lo primero resultar insigni-
ficante ante lo segundo.
c. Podría decirse que toda persona tiene una doble esfera. Ex-
ternamente (en la vida social) se moviliza en función de sus dere-
chos patrimoniales. Internamente (en su fuero íntimo) custodia sus
derechos extrapatrimoniales. De aquí que pueda un mismo aten-

237
RESPONSABILIDAD CONTRACTUAL

tado (incumplimiento contractual) afectar ambas esferas, como


consecuencia de que el daño causado a los derechos patrimonia-
les se proyecta (por la naturaleza de los derechos quebrantados y
la entidad de la lesión) al campo de los derechos extrapatrimonia-
les. Este fenómeno explica que el daño moral se produzca conjun-
tamente con el daño material, a propósito del incumplimiento
contractual. Este resultado explica, también, que en razón de un
mismo acto puedan lesionarse derechos de diversa índole.
d. Si bien es cierto que la ley civil limita, por regla general, la
indemnización contractual al daño emergente y al lucro cesante
(ambos elementos de naturaleza patrimonial), no lo es menos que
el daño a los derechos e intereses extrapatrimoniales, en ciertos
casos, se revierte, alcanzando las aptitudes y la capacidad patrimo-
nial de la persona, extendiendo la cuantía del perjuicio. De suerte
que, presuntivamente, el daño se amplifica al pasar de la esfera pa-
trimonial a la esfera extrapatrimonial y de ésta a aquélla, autoali-
mentándose recíprocamente y haciendo imposible su separación.
e. No puede perderse de vista que existe una unidad ontológi-
ca, que comprende todos los intereses jurídicamente protegidos del
sujeto de derecho. Por lo mismo, nada tiene de extraño que una le-
sión patrimonial se proyecte hacia el campo de los intereses extra-
patrimoniales y que el menoscabo de estos últimos se revierta
nuevamente hacia el campo patrimonial, afectando las aptitudes y
capacidades de la persona (lo cual tiene consecuencias económicas).
f. El daño moral es siempre presuntivo, no existe manera de
acreditarlo y de medirlo con certeza absoluta, porque se trata de
una agresión que afecta la subjetividad de un individuo. Lo que
en verdad es susceptible de probarse son los efectos o consecuen-
cias del daño moral (el decaimiento, el desinterés por el ejercicio
de las actividades normales, la pérdida de la capacidad laboral, los
trastornos síquicos, los temores, la angustia, etc.). De aquí que sea
siempre tan difícil establecer objetivamente la cuantía del daño
moral y que los tribunales de justicia, ante esta dificultad, hayan
optado por arrogarse una facultad discrecional de la que, cierta-
mente, carecen.
g. No cabe duda que existen algunas obligaciones cuyo cum-
plimiento menoscaba más los sentimientos que los intereses eco-
nómicos. Tal ocurre en los ejemplos antes propuestos. Si los daños
indemnizables en materia contractual, como se dijo, son sólo el daño
emergente y el lucro cesante (artículo 1556 del Código Civil), for-

238
CUARTO PRESUPUESTO DE LA RESPONSABILIDAD CONTRACTUAL. EL DAÑO

zoso resulta concluir que la reparación del daño moral (esencial-


mente extrapatrimonial) sólo es posible en la medida que ellos se
proyecten hacia los derechos patrimoniales, afectándolos. Como
tampoco es posible determinar con precisión la cuantía de este per-
juicio, la reparación no puede ser compensatoria, sino satisfacti-
va. “La valoración exacta de los daños morales no existe, puesto
que su medición material es francamente imposible. Esto es una
mera consecuencia de que los bienes personales afectados no admi-
tan una valoración propiamente tal o estricta. Por lo mismo es que
la reparación es satisfactiva, no compensatoria”.95
h. La indemnización del daño moral debe fundarse en un su-
puesto inamovible. Todo menoscabo a los sentimientos íntimos de
la persona (intereses extrapatrimoniales) repercute fatalmente en
su personalidad, su capacidad productiva y su estabilidad emocio-
nal. No es posible establecer con exactitud matemática, como re-
sulta obvio, en qué medida y con qué profundidad operará este
efecto, pero sí que es posible deducir que ello provocará un dete-
rioro en la capacidad laboral, de administración, de reflexión y aná-
lisis de la persona lesionada. ¿Se puede dejar indemne este perjuicio
sobre la base de que no es posible una prueba acabada del daño?
¿Puede alguien negar que el daño moral limita las capacidades y
aptitudes de la persona? El problema, entonces, no es de existen-
cia, sino de prueba. Existe certeza de que el daño patrimonial existe
(al revertirse el daño moral y afectar intereses pecuniarios), pero
no existe certeza sobre la cuantía del mismo. Este es, a juicio nues-
tro, el gran dilema que plantea el daño moral y que sirve a sus de-
tractores para rechazar su reparación.
i. La posición que sustentamos sobre la indemnización de per-
juicios en materia contractual (no sucede lo mismo en materia ex-
tracontractual, porque, como se dijo, en ella impera el principio
de reparación total), transforma el daño moral en daño material
(como consecuencia de afectar aptitudes y condiciones producti-
vas de la víctima), sobre la base de una ficción, que consiste en dar
por establecido que la afectación de los sentimientos más íntimos
de una persona influye poderosamente en sus capacidades y apti-
tudes productivas. De aquí que el daño moral (aceptando esta di-
mensión) sea un daño virtual, futuro, derivado y propiamente una
manifestación específica del lucro cesante.

95
Fernando Fueyo Laneri. Obra citada. Pág. 366.

239
RESPONSABILIDAD CONTRACTUAL

j. Creemos advertir una diferencia fundamental entre la in-


demnización del daño moral en materia contractual y en mate-
ria extracontractual. En esta última área del derecho, la reparación
integral hace posible la indemnización de todo interés afectado por
el ilícito civil, cualquiera que sea su naturaleza. Así se desprende
de lo previsto en el artículo 2329 del Código Civil, que, explícita-
mente, dice que “todo daño que pueda imputarse a malicia o ne-
gligencia de otra persona, debe ser reparado por ésta”. En el
incumplimiento de una obligación contractual se limita la indem-
nización de perjuicios al daño emergente y el lucro cesante, lo cual
excluye la reparación de los intereses extrapatrimoniales afectados.
Por consiguiente, en cumplimiento de esta disposición, nosotros
postulamos la reparación del daño moral como consecuencia de
que éste necesariamente afecta intereses patrimoniales en los tér-
minos ya expuestos.

416. La última jurisprudencia de nuestros tribunales superio-


res ha optado por hacer lugar a la indemnización del daño moral
en materia contractual, aun cuando sin optar por una posición doc-
trinaria demasiado clara. En fallo de 20 de octubre de 1994, la Corte
Suprema, en recurso de casación en el fondo, expresa lo siguiente
a propósito de la procedencia del daño moral:
“6º. Que, desde luego, al decir el artículo 1556 que la indem-
nización de perjuicios comprende el daño emergente y el lucro ce-
sante, no excluye de un modo forzoso la reparación del daño
meramente moral, como quiera que no se ha dicho allí que la in-
demnización sólo comprende o abarca los señalados rubros, caso
en que quedaría marginada cualquier otra consecuencia lesiva de-
rivada del incumplimiento o del cumplimiento imperfecto de de-
beres emanados de un contrato.
”7º. Que menos aún puede sostenerse que la ley haya prohibi-
do este tipo de indemnización, fuera del ámbito de los delitos o
cuasidelitos, por el contrario, los artículos 544 (en relación con el
539) y el 1544 del mismo Código abren la puerta a esta clase de
reparaciones de daños no patrimoniales, uno en las relaciones de
familia y el otro en el área de las convenciones. En efecto, el ar-
tículo 539 al referirse a los tutores y curadores dispone que éstos
serán removidos, entre otras razones, ‘por conducta inmoral de que
pueda resultar daño a las costumbres del pupilo’ y el artículo 544
prescribe que el tutor o curador removido deberá indemnizar cum-

240
CUARTO PRESUPUESTO DE LA RESPONSABILIDAD CONTRACTUAL. EL DAÑO

plidamente al pupilo. En cuanto al artículo 1554, deja a la pruden-


cia del juez moderar el monto de la pena convenida respecto del
incumplimiento de obligaciones que bien pueden estar al servicio
de un interés ajeno a toda ventaja material o pecuniaria de la otra
parte.
”8º. Que los bienes extrapatrimoniales de una persona, como
el honor y la fama, tienen un valor que de ordinario sobrepasa el
de los bienes materiales, con mayor razón si se trata de la salud o
la integridad física o psíquica, de modo que si con respecto a los
perjuicios o daños causados por un delito o cuasidelito civil, la ju-
risprudencia ha dado cabida desde hace tiempo a la indemnización
del daño exclusivamente moral, no se divisa el motivo que justifi-
que que se la niegue si la lesión a esos intereses extrapatrimonia-
les procede de la defección culpable o maliciosa de uno de los
contratantes.
”9º. Que la jurisprudencia de la Corte Suprema ha tenido opor-
tunidad de pronunciarse sobre el tema, por lo menos, en dos oca-
siones en un sentido positivo. Por sentencia de 3 de julio de 1951,
dictada en recurso de casación en el fondo, puntualiza en uno
de sus considerandos: “…En consecuencia, es inconcuso que sien-
do indemnizable el daño material ocasionado por el accidente en
cuestión también lo es el moral, dentro naturalmente del incum-
plimiento de una obligación emanada del contrato, cuando se pro-
duce por culpa del deudor, pues la ley positiva no hace sobre el
particular ninguna distinción” (Revista de Derecho, tomo 48, 2ª par-
te, secc. 1ª, pág. 252). En una segunda sentencia, dictada el 14 de
abril de 1954, también en un recurso de casación en el fondo, opi-
na en términos que inclina a pensar que concuerda con esa tesis
(Revista de Derecho, tomo 51, 2ª parte, secc. 1ª, pág. 74).
”10º. Que sobre todo no hay que olvidar que entre las orienta-
ciones básicas que informan nuestra Carta Fundamental se halla
el artículo 19 Nº 1, a través del cual se asegura no sólo el derecho
a la vida, sino a la mencionada integridad física y psíquica de la
persona. Esta última, como en el caso de autos, puede verse tras-
tornada, precisamente, por la falta en que uno de los contratantes
incurrió frente a los deberes que le imponía el contrato. El mismo
comentario cabe hacer con referencia al Nº 4 del mismo artículo 19,
que se pronuncia en el sentido de que la Carta garantiza con el
mismo énfasis el respeto y protección de la vida privada y pública
y la honra de la persona y de su familia. Se complementan y reafir-

241
RESPONSABILIDAD CONTRACTUAL

man dichas normas constitucionales con lo señalado en el artículo


1º de la misma Constitución Política, en cuanto declara que el Es-
tado está al servicio de la persona humana y que su finalidad es
promover el bien común, para lo cual debe contribuir a crear con-
diciones sociales que permitan a todos y cada uno de los integran-
tes de la comunidad nacional su mayor realización espiritual y
material posible, con pleno respeto a los derechos y garantías que
la Constitución establece.
”11º. Que esta concepción filosófica corresponde a una corrien-
te del pensamiento universal, como se desprende de las declara-
ciones contenidas en diferentes acuerdos internacionales. Así, por
ejemplo, en la Declaración Americana de los Derechos y Deberes
del Hombre, el artículo 5º consigna: ‘Toda persona tiene derecho
a la protección de la ley contra ataques abusivos a su honra, repu-
tación y a su vida privada y familiar’. Lo propio hace el Pacto de
San José de Costa Rica en su artículo 11, en cuanto a que toda per-
sona tiene derecho al respeto de su honra y al reconocimiento de
su dignidad.
”12º. Que, en otros países, la jurisprudencia ha sido más cate-
górica y uniforme en este camino hacia la plena reparación. Así lo
refiere el jurista Fernando Fueyo en su libro Cumplimiento e Incum-
plimiento de las Obligaciones (Editorial Jurídica de Chile, año 1991):
‘En Francia, por ejemplo, a partir de un texto que en términos ge-
nerales contiene la idea de que debe repararse el daño (artículo
1382), la doctrina y la jurisprudencia han elaborado una acabada
teoría sobre la indemnización, que comprende tanto el caso de la
responsabilidad contractual como extracontractual y aun la precon-
tractual… a contar de 1924 aproximadamente se advierte igual con-
sideración de la materia de la reparación de este daño (moral)
tanto en el campo extracontractual como en el contractual…”. Más
adelante similar evolución tuvo la jurisprudencia en Bélgica y Es-
paña. Sin contar con el Código suizo de las Obligaciones, que con-
sagra de manera amplia este principio y lo mismo ocurre en
Argentina. Sobre el particular, dice Eduardo A. Zonnoni (en su
libro El Daño en la Responsabilidad Civil, Editorial Astrea, Buenos
Aires): ‘De lege ferenda, el anteproyecto de 1954 admitía la indem-
nización del daño moral en caso de incumplimiento doloso de la
obligación por el deudor (883), pero de no mediar tal incumpli-
miento doloso, los daños y perjuicios se limitarían al ‘valor del
menoscabo sufrido y de la utilidad dejada de percibir, como con-

242
CUARTO PRESUPUESTO DE LA RESPONSABILIDAD CONTRACTUAL. EL DAÑO

secuencia inmediata y directa del incumplimiento. En cambio, en


el Tercer Congreso Nacional de Derecho Civil (1961) se aprobó el
despacho que recomendaba otorgar al juez la facultad de conde-
nar a la indemnización del agravio moral tanto en los casos de res-
ponsabilidad contractual como extracontractual. El artículo 522 del
Código Civil, substituido por la Ley Nº 17.711, recoge a la letra el
texto de la mencionada recomendación: ‘En los casos de indemni-
zación por responsabilidad contractual, el juez podrá condenar al
responsable a la reparación del agravio moral que hubiere causa-
do, de acuerdo con la índole del hecho generador de la responsa-
bilidad y circunstancias del caso’.
”13º. Que a mayor abundamiento, desde otro ángulo, aun en
el evento de que se estimare que el perjuicio indemnizable fuere
tan sólo el patrimonial, es decir, el que representa una merma en
el haber económico del sujeto, la conclusión sería idéntica, por-
que si la demandante además del disgusto, preocupación y angus-
tia sufrió menoscabo en su buen nombre y prestigio profesional y
comercial, y por lo tanto en su crédito, ya que ha visto deteriorada
la confianza en su persona, y teniendo en cuenta también que es
un hecho no discutido que la señora Rafart era socia en la Socie-
dad Comercial ‘Aldaz y Cía. Limitada’, no puede dudarse que la
capacidad de un comerciante para contar con la fe de terceros para
los efectos de celebrar compromisos o transacciones en su ramo
constituye un bien de muchísima significación, tan real como po-
tencial en el mundo de los negocios, por lo que su detrimento im-
plica una disminución efectiva de su capital y patrimonio, apreciado
éste como el conjunto de valores con traducción material y econó-
mica inmediata y directa en el área mercantil. En consecuencia,
tampoco se habría violentado el artículo 1556 al acogerse la indem-
nización del daño moral, como se ha hecho, porque la anotada le-
sión de esos valores, que conforman con otros el capital comercial
de la demandante, viene a ser un perjuicio asimilable al daño emer-
gente”. (El fallo lleva la firma de los ministros Roberto Dávila Díaz,
Adolfo Bañados Cuadra y Mario Garrido Montt y de los abogados
integrantes Eugenio Valenzuela Somarriva y Mario Verdugo Ma-
rinkovic.)
Como puede apreciarse, se trata de un fallo bien concebido y
con acopio de antecedentes, constituyendo un esfuerzo laudable
por sentar jurisprudencia sobre esta cuestión. Con todo, creemos
nosotros que el artículo 1556 del Código Civil contiene una limita-
ción precisa a la reparación en el ámbito contractual al establecer,

243
RESPONSABILIDAD CONTRACTUAL

de manera perentoria, que “la indemnización de perjuicios com-


prende el daño emergente y el lucro cesante”. Si la indemnización
comprende los dos rubros indicados, ello implica que no cubre ni
alcanza otro rubro. Una interpretación diversa lleva a la conclusión
de que la norma carece de toda importancia y no es más que una
manera, entre muchas otras, de ilustrar una consecuencia jurídi-
ca. Por otra parte, parece indudable, a la luz de las disposiciones
que reglan la responsabilidad contractual, que el daño emergente
y el lucro cesante son dos conceptos de carácter patrimonial, aje-
nos absolutamente al daño extrapecuniario. Nada convincente re-
sulta la invocación a los artículos 544 (en relación al artículo 539)
y 1544 del Código Civil. En ninguno de ellos aparece claro que la
reparación deba extenderse a los perjuicios morales que sufre el
pupilo o el deudor afecto a una cláusula penal. El artículo 544 si
bien ordena indemnizar “cumplidamente al pupilo”, lo hace en el
ámbito de la responsabilidad legal, que, a juicio nuestro, se rige
por las disposiciones de la responsabilidad extracontractual (regla
general).96 En relación al artículo 1544 del Código Civil, se trata
de la reducción de un pacto celebrado entre el deudor y el acree-
dor cuando éste (el pacto), por razones de equidad, resulta enor-
me. En tal caso, se autoriza al juez para moderar la prestación
(cláusula penal), si estaba en entredicho una obligación “de valor
inapreciable o indeterminado”. No creemos que haya en ello un
reconocimiento atendible de que la ley civil, por regla general, acep-
ta la reparación del daño moral en el ámbito contractual.
Los razonamientos encaminados a probar que concurre el daño
moral en algunos casos de incumplimiento contractual son indis-
cutibles. Lo propio puede decirse del reconocimiento del mismo
en la legislación y jurisprudencia extranjeras, en los tratados inter-
nacionales y en las normas y principios en que se sustenta la Carta
Política Fundamental. Pero la existencia del daño no explica, por
sí sola, el deber jurídico de indemnizar. De aquí que suscribamos
plenamente este fallo sobre la base del considerando 13º, que de-
muestra que el daño moral deviene en daño material, al afectar al-
gunas de las aptitudes y capacidades de la persona, lo cual, como
es lógico, redunda en daños de naturaleza material. Esta es una ra-
zón justificatoria que concuerda con los principios contenidos en

96
Pablo Rodríguez Grez. Responsabilidad Extracontractual. Obra citada. Págs. 51
y siguientes.

244
CUARTO PRESUPUESTO DE LA RESPONSABILIDAD CONTRACTUAL. EL DAÑO

el artículo 1556 del Código Civil y que revela la procedencia de la


reparación del daño moral cuando se afecta patrimonialmente a
la víctima del incumplimiento, como consecuencia de la lesión en
su fuero íntimo.

417. En otro fallo, pronunciado con fecha 20 de mayo de 2002


por la Corte de Apelaciones de Concepción, en el considerando 6º,
se expresa lo siguiente: “Que también, como lo afirma el juez en
su sentencia, si bien uno de los aspectos más discutidos en nues-
tro Derecho en materia de responsabilidad civil es el relativo a la
procedencia de la indemnización civil por el daño moral deriva-
do de un contrato, encontrando quienes niegan basamento en una
lectura restrictiva de las normas resarcitorias, en particular del ar-
tículo 1556 del Código Civil, dado que éste únicamente ordena
indemnizar el daño emergente y el lucro cesante, lo que los hace
concluir que el legislador quiso excluir el daño moral, no es me-
nos cierto que hoy en día lo señalado está siendo dejado de lado,
a partir del fallo del Máximo Tribunal, de 20 de octubre de 1994,
que sentó el principio de la plena resarcibilidad del daño no pa-
trimonial producido por el incumplimiento de una obligación con-
tractual. Se señala que el artículo 1556, al no referirse sobre la
procedencia del daño moral, no permite excluirlo sin más. La pro-
cedencia de la reparación del daño moral derivado del contrato
es un imperativo de la simple lógica y de toda equidad, al no exis-
tir fundamentos que autoricen a introducir una distinción tan ra-
dical en el seno de la responsabilidad civil, para considerarlo
únicamente procedente en materia de responsabilidad extracon-
tractual (Carmen Domínguez Hidalgo, “Aspectos modernos de la
reparación por daño moral: contraste entre el derecho civil chile-
no y el derecho comparado”, Revista de Derecho de la Universidad del
Norte, Sede Coquimbo, pág. 45)”. Este fallo lleva la firma de los
ministros Guillermo Silva Gundelach y Eliseo Araya Araya y del
abogado integrante Carlos Alvarez Núñez y se encuentra publica-
do en Gaceta Jurídica, correspondiente al mes de octubre de 2002,
Nº 268, pág. 93. Como puede apreciarse, esta sentencia recurre a
un argumento de autoridad, remitiéndose a lo resuelto por la Cor-
te Suprema. Sin duda, es ésta la tendencia de la jurisprudencia
actual.

418. Para concluir estas reflexiones dejemos constancia de


que, a juicio nuestro, existe una marcada diferencia en la indem-

245
RESPONSABILIDAD CONTRACTUAL

nización de perjuicios en el campo de la responsabilidad contrac-


tual y en el campo de la responsabilidad extracontractual, dife-
rencia que, por cierto, va más allá de la reparación del daño
moral. En la responsabilidad contractual los daños indemnizables
están acotados en la ley, son siempre patrimoniales, están circuns-
critos al daño emergente y al lucro cesante (definidos en lo pre-
cedente), provienen de una causa matriz (el incumplimiento) y
son una proyección de la ausencia de la “prestación” definida por
los mismos contratantes. En la responsabilidad extracontractual
rige el principio de la reparación integral, se indemniza todo daño
que corresponda a la lesión de un interés, así éste sea o no sus-
ceptible de evaluación pecuniaria y, aun, en el supuesto de que
este interés no se halle protegido en la norma jurídica, sino sólo
reconocido por el sistema. El daño moral, por lo mismo, se in-
demniza como tal tratándose de ilícitos civiles y como daño ma-
terial tratándose del incumplimiento de las obligaciones nacidas
del contrato (lo que ocurre porque el daño moral se transforma
en daño material, según se analiza en lo precedente). Por lo mis-
mo, es difícil sostener una teoría unitaria de la responsabilidad,
al menos en este aspecto, ya que lo que determina la reparación
(el daño indemnizable) difiere sustancialmente en uno y otro
campo. Recordemos que el daño proveniente del incumplimien-
to de una obligación contractual está referido a la ausencia de la
“prestación”, vale decir, a un hecho preciso que tiene efectos de-
limitados y que opera en un marco descrito en el mismo contra-
to. No sucede lo mismo en el ámbito de la responsabilidad
extracontractual, puesto que el hecho ilícito puede operar en cual-
quier sentido y dañar, también, una serie ilimitada de intereses
patrimoniales y extrapatrimoniales. Se visualiza, de esta manera,
que la responsabilidad no tiene la misma proyección en uno y otro
campo.

419. Agreguemos, por último, que para fortalecer la tendencia


sobre la reparación del daño moral debe considerarse que a partir
de la Constitución de 1980 se ha acentuado el reconocimiento de
los derechos extrapatrimoniales, razón por la cual si el Código Ci-
vil originalmente no contemplaba su reparación, en el día de hoy
ello debe entenderse como un imperativo insoslayable. El perjuicio
mencionado, por lo tanto, debe estimarse en relación a los derechos
consagrados en la Carta Política y, por este medio, complementa-
da nuestra legislación civil.

246
CUARTO PRESUPUESTO DE LA RESPONSABILIDAD CONTRACTUAL. EL DAÑO

D. REQUISITOS DEL DAÑO PARA QUE SEA


INDEMNIZABLE

420. Para que sea indemnizable el daño debe reunir varios re-
quisitos que enumeraremos en lo que sigue:

a. SÓLO ES REPARABLE EL DAÑO CIERTO

Como se examinó en lo precedente, el daño cierto se opone al


daño meramente conjetural, pero no se opone al daño futuro ni
al daño virtual. En efecto, lo que la ley exige es la certidumbre de
que el perjuicio se produzca de acuerdo al curso normal y el or-
den natural de las cosas. Ningún problema se presenta tratándose
del daño presente (puesto que puede constatarse por los sentidos),
pero no ocurre lo mismo con el daño futuro. Para que este último
sea cierto, su producción debe deducirse de factores objetivos que,
apreciados razonablemente y siguiendo el orden natural de las co-
sas, conduzcan necesariamente a su ocurrencia. Por ejemplo, si la
obligación infringida consiste en la entrega de una partida de me-
dicamentos, los daños que se siguen para los enfermos de un esta-
blecimiento sanitario deben tenerse por ciertos, aun cuando al
momento de ser reclamados no se hayan producido, ya que la fal-
ta de tratamiento médico en la generalidad de los pacientes pro-
voca determinadas consecuencias dañosas. La certidumbre del daño
estará condicionada, por consiguiente, al tipo de enfermedad, a las
propiedades del medicamento y a la oportunidad del tratamiento.
Como puede constatarse, se trata de una cuestión de hecho que
establecen soberanamente los jueces del fondo. Salvo que se trate
de la obligación de pagar una cantidad de dinero, la apreciación
de este daño se hace in concreto. “Al contrario de lo que sucede con
las obligaciones de pagar una suma de dinero, cuyo retardo en la
ejecución da lugar a una reparación basada en el daño presunto y
evaluado en un monto fijo, y, por consiguiente, in abstracto, el prin-
cipio que resulta de la inejecución, de la ejecución defectuosa o
del retardo en la ejecución de una obligación distinta de la del pago
de una suma de dinero, se aprecia in concreto en todos los elemen-
tos que debe probar el acreedor”.97 Se ha comentado especialmen-

97
Christian Larroumet. Obra citada. Tomo II. Pág. 77.

247
RESPONSABILIDAD CONTRACTUAL

te, a propósito de esta característica del daño indemnizable, sobre


la pérdida de una oportunidad. Esta reparación es plenamente ad-
misible, pero el daño no proviene de la realización positiva de la
oportunidad, sino sólo de su existencia, quedando el resultado de
la misma congelado y debiendo avaluarse sólo la posibilidad de lo-
grar un beneficio. Larroumet cita, como ejemplo, el caso de un abo-
gado que comete la falta de no presentarse a alegar oportunamente
ante un tribunal de apelación, haciendo perder a su cliente la
“oportunidad de que la sentencia fuere modificada en la apelación”.
Lo que se evalúa como perjuicio no es el resultado del recurso (la
modificación de la sentencia), sino la pérdida de la oportunidad,
por lo tanto, como es obvio, ello corresponderá a una suma me-
nor al beneficio que se seguiría de la revocación o modificación
de la sentencia. Para cuantificar este daño tampoco puede consi-
derarse la suerte seguida por el recurso, atendido el hecho de que
no intervino el abogado y que resulta, por lo mismo, imposible de-
ducir razonablemente las consecuencias que habría acarreado su
participación en estrados.
Hemos sostenido que para establecer y cuantificar el daño fu-
turo y cierto debe realizarse un examen razonado sobre el curso
natural de las cosas. Por lo tanto, no pueden incorporarse a esta
cadena causal hechos extraordinarios, entendiendo como tales
aquellos de ocurrencia excepcional, que ordinariamente no so-
brevienen. Así, por ejemplo, no podrá alegarse por parte del pro-
veedor de medicamentos de un establecimiento sanitario, que el
tratamiento médico no suministrado al paciente no produjo daño,
ya que después del incumplimiento sobrevino una epidemia de
la enfermedad, por lo cual el establecimiento se vio impedido de
atender a todas las personas afectadas de ese mal. Ello porque el
daño futuro cierto debe deducirse al momento en que se pro-
dujo el incumplimiento y, en ese instante, no era previsible de
acuerdo al curso normal de las cosas, que pudiera desatarse la
epidemia.
En suma, la certidumbre del daño consiste en la convicción o
certeza, insistamos, razonablemente adquirida atendiendo al cur-
so natural de las cosas, de que el daño se producirá en el futuro.
Si el resultado dañoso es eventual, hipotético o meramente conje-
tural, el daño es incierto y, por ende, no indemnizable.

248
CUARTO PRESUPUESTO DE LA RESPONSABILIDAD CONTRACTUAL. EL DAÑO

b. SÓLO ES REPARABLE EL DAÑO DIRECTO

Hemos sostenido en lo precedente que el daño reparable debe


ser consecuencia inmediata y necesaria del incumplimiento. Se trata
aquí, entonces, de un problema causal. Lo que debe determinarse ob-
jetivamente es si del incumplimiento se sigue una consecuencia daño-
sa de manera inmediata y necesaria. Todo incumplimiento genera un
nuevo escenario fáctico. Por lo mismo, si la causa del daño consiste
en un efecto generado a partir del incumplimiento o, más precisamen-
te, la causa surge después del incumplimiento y tiene como presupues-
to la situación forjada por aquél, el daño debe considerarse indirecto.
El daño indemnizable exige que éste se produzca como consecuencia
inmediata, necesaria y directa del incumplimiento. Siguiendo el ejem-
plo clásico, diremos que si se vende un animal infectado que contagia
a otros del corral del comprador, el vendedor responderá de la pérdi-
da del animal vendido y de la pérdida de los demás animales infecta-
dos (resultado necesario e inmediato del incumplimiento), pero no
responderá de que el comprador deje por ello de pagar sus deudas y
de las consecuencias dañosas que se sigan de esta circunstancia, por-
que la causa es un efecto remoto del incumplimiento. Creemos noso-
tros que no es posible pactar que se responde del daño indirecto, ya
que ello adolecería de objeto ilícito por contrariar el orden público y
la moral. En el fondo se estaría contratando sobre una cadena inter-
minable e imprevisible de consecuencias.
Los daños indemnizables en materia contractual se limitan, es-
trictamente, a aquellos que derivan causalmente del incumplimien-
to y no alcanzan a aquellos otros que tienen como causa los efectos
ya producidos del incumplimiento. Podría decirse que el daño di-
recto, en general, es siempre previsible (esto significa que es racio-
nalmente posible representarse el resultado al momento de
contratar), en tanto el daño indirecto es siempre imprevisible (pues-
to que nadie razonablemente puede al momento de contratar re-
presentarse la cadena causal que en forma indefinida seguirá al
incumplimiento). Volveremos sobre este tema al tratar de la rela-
ción causal como elemento de la responsabilidad contractual.

c. SÓLO ES INDEMNIZABLE EL DAÑO AVALUABLE EN DINERO

El daño que proviene del incumplimiento contractual sólo es


indemnizable cuando él puede avaluarse en dinero. Si el daño que

249
RESPONSABILIDAD CONTRACTUAL

provoca el incumplimiento no es susceptible de apreciación pecu-


niaria, no procede la indemnización de perjuicios.
En las páginas anteriores nos referimos latamente al daño mo-
ral, dejando sentado que éste sólo se indemniza como consecuencia
de que el daño extrapatrimonial se transforma en daño patrimo-
nial al afectar la estabilidad psíquica y emocional de la persona,
menoscabando con ello la capacidad laboral, administrativa e in-
telectual de la víctima del incumplimiento. Quedan, por lo mismo,
al margen de la reparación una serie de numerosos intereses que
no pueden avaluarse pecuniariamente, porque no es posible proyec-
tar sus efectos a las indicadas capacidades (laboral, administrativa e
intelectual). En el campo de la responsabilidad extracontractual se
habla hoy día de daño subjetivo (daño a la persona) y de daño ob-
jetivo (daño a las cosas). El primero cubre todos los aspectos de la
persona humana en sus múltiples facetas. Entre estos daños se
enuncia, por ejemplo, “el daño a la vida de relación”, “el daño es-
tético”, “el daño sexual”, “el daño al proyecto de vida”. En gene-
ral, estimamos que ninguno de estos daños tiene cabida en el
campo contractual. Si un deudor no hace entrega de un automó-
vil en la oportunidad convenida, por ejemplo, no puede reclamar-
se que por efecto del incumplimiento se afectó su vida de relación,
o su proyecto de vida, o el atractivo sexual del sujeto. Si estos da-
ños son susceptibles de repararse tratándose de la comisión de un
ilícito civil, se descarta de plano que puedan serlo cuando ellos de-
rivan de un incumplimiento contractual, salvo, por cierto, si el con-
trato incluye estos intereses al definirse la prestación (como si se
contrata a un relacionador público para mejorar la posición social
del acreedor). Pero no cabe la indemnización de este tipo de da-
ños si ellos son atribuidos directamente al incumplimiento, porque
no es posible avaluarlos en dinero, con la sola excepción indicada
(que el derecho afectado esté contenido en la descripción de la
prestación).

d. SÓLO ES INDEMNIZABLE EL DAÑO REAL


O PRESUNTIVAMENTE ACREDITADO

Para que proceda la reparación de un daño proveniente del in-


cumplimiento es necesario que éste se encuentre debidamente acre-
ditado, sea por los medios de prueba en el proceso respectivo o
presuntivamente en razón de una disposición legal que lo establez-

250
CUARTO PRESUPUESTO DE LA RESPONSABILIDAD CONTRACTUAL. EL DAÑO

ca. Ya mencionamos que en este último caso se encuentran las obli-


gaciones dinerarias (artículo 1559 del Código Civil y Ley Nº 18.010)
y algunos casos relativos al contrato de transporte aéreo regulados
en el Código de Aeronáutica o en la Ley Eléctrica, sin perjuicio de
otras leyes especiales. La tendencia actual es amparar al consumi-
dor, siempre en situación desventajosa respecto de productores y
comerciantes. Es, por lo mismo, previsible que estos casos de da-
ños presuntos se irán multiplicando con el correr del tiempo en
procura del equilibrio contractual, no siempre debidamente garan-
tizado con otras tendencias como el dirigismo contractual o el abu-
so del derecho.

e. SÓLO ES INDEMNIZABLE EL DAÑO NO REPARADO

Finalmente, digamos que sólo puede repararse el daño no in-


demnizado. En derecho es inaceptable una doble reparación, por-
que ello constituiría un enriquecimiento sin justa causa. En esta
materia está comprometida, entonces, una cuestión de orden pú-
blico, puesto que si así no fuere, se incitaría a las personas ines-
crupulosas a obtener un provecho indebido con ocasión del
incumplimiento. Toda reparación procura restaurar el equilibrio que
existe entre los contratantes a la hora de perfeccionar el vínculo ju-
rídico que los une. Este equilibrio se rompe en dos supuestos: cuan-
do no se cumple lo pactado y cuando la reparación excede el
perjuicio que provoca el deudor incumplidor.
El artículo 517 del Código de Comercio expresa que “Respec-
to del asegurado, el seguro es un contrato de mera indemnización,
y jamás puede ser para él la ocasión de una ganancia”. Confirma
este principio el artículo 532, que señala que “No es eficaz el segu-
ro sino hasta concurrencia del verdadero valor del objeto asegura-
do, aun cuando el asegurador se haya constituido responsable de
una suma que lo exceda”. En el supuesto que el seguro sólo recai-
ga en una parte del valor del objeto asegurado, el inciso 2º agrega
que “No hallándose asegurado el íntegro valor de la cosa, el ase-
gurador sólo estará obligado a indemnizar el siniestro a prorrata
entre la cantidad asegurada y la que no lo esté”. De estas normas
se sigue que el legislador descarta de plano que por medio del se-
guro se obtenga un lucro. Tan evidente es este principio que el ar-
tículo 534 del mismo cuerpo legal señala que “Aunque el valor (de
la cosa asegurada) haya sido formalmente enunciado en la póliza,

251
RESPONSABILIDAD CONTRACTUAL

el asegurador o asegurado podrán probar que la estimación ha


sido exagerada por error o dolo”. Los incisos siguientes regulan
los efectos que se siguen cuando la estimación ha sido errónea o
dolosa. En el primer caso, la suma asegurada y la prima “serán re-
ducidas hasta la concurrencia del verdadero valor de los objetos
asegurados”. En el segundo, el asegurado no puede exigir el pago
del seguro en caso de siniestro, ni excusarse de abonar al asegura-
dor la prima íntegra, sin perjuicio de la acción criminal. En este
último caso estamos, sin duda, frente a una pena punitiva, ya que
el asegurador experimentará un enriquecimiento, lo cual tiene por
objeto mantener la difusión del riesgo que constituye el fundamen-
to del sistema de seguros. De las disposiciones transcritas se des-
prende con claridad un principio general, conforme al cual la
indemnización de perjuicios no puede convertirse en fuente de lu-
cro para la víctima del incumplimiento. Si ello opera en el contra-
to de seguro, lo mismo debe operar en los demás contratos. A
mayor abundamiento, recordemos que tan arraigado está el prin-
cipio enunciado, que el artículo 553 del Código de Comercio fija
uno de los efectos esenciales del pago del siniestro: “por el hecho
del pago del siniestro, el asegurador se subroga al asegurado en
los derechos y acciones que éste tenga contra terceros, en razón
del siniestro”. Esta disposición aleja toda posibilidad que pueda
aceptarse la acumulación de indemnizaciones.
En síntesis, constituye un principio general de derecho que la
indemnización de perjuicios no es fuente de enriquecimiento ni
puede ella acumularse con otra reparación que haya mitigado to-
tal o parcialmente el daño causado.

E. PRUEBA DEL DAÑO

a. D AÑO MATERIAL

421. Decíamos que sólo es indemnizable el daño probado. En


otros términos, no puede condenarse a nadie a la reparación de
los perjuicios causados por el incumplimiento contractual, si éstos
no se hallan legalmente acreditados ante el juez que conoce del
proceso. Los perjuicios que provienen del incumplimiento deben
estar reconocidos en sentencia judicial ejecutoriada o mediante un
acuerdo explícito celebrado entre deudor y acreedor. Este acuer-
do puede ser anterior al incumplimiento (cláusula penal) o poste-

252
CUARTO PRESUPUESTO DE LA RESPONSABILIDAD CONTRACTUAL. EL DAÑO

rior al incumplimiento (transacción). En este último caso el acuer-


do puede celebrarse durante el juicio (avenimiento) o antes del
juicio para precaver el litigio. Finalmente, como se señaló, los per-
juicios pueden estar establecidos en la ley, caso en el cual hablare-
mos de perjuicios presuntivos.

422. Ahora bien, tratándose de daños materiales establecidos


por sentencia judicial, ellos deben acreditarse por los medios de
prueba que consagra la ley y fijarse su cuantía precisa por parte del
tribunal. Se trata de una cuestión de hecho que no puede ser revi-
sada por la Corte de Casación, salvo que se impugnen las leyes re-
guladoras de la prueba en lo que concierne a la fijación del monto
de la indemnización. El daño emergente, así sea presente o futu-
ro, no ofrece muchas dificultades, puesto que se fundamenta en
hechos objetivos que, tratándose del incumplimiento de un con-
trato, quedan relativamente patentes en su propio texto al enun-
ciarse la prestación comprometida (en tanto proyecto descrito en
el contrato). Este componente de la indemnización puede estable-
cerse mediante prueba directa o indiciaria. Más difícil es probar el
lucro cesante, puesto que sólo puede deducirse de otros elemen-
tos que conduzcan a la conclusión de que el acreedor ha perdido
una ganancia, beneficio o utilidad que con certeza habría podido
obtener en el supuesto de haberse dado cabal cumplimiento a la
obligación contraída. Por consiguiente, el lucro cesante sólo pue-
de establecerse sobre la base de una presunción, nunca de una
prueba directa. Será el juez el encargado de fijar las bases sobre las
cuales se deduce presuntivamente la existencia del lucro cesante, en
el entendido de que ello no es más que una proyección ideal de un
hecho que no ha ocurrido (el cumplimiento de la obligación).

423. Las partes son libres para fijar la indemnización de per-


juicios una vez que el incumplimiento ha ocurrido, los tribunales
sólo proceden en subsidio de un acuerdo formal entre los intere-
sados. Se trata de una cuestión que mira su solo interés individual
y que pueden acordar sometiéndose, como es obvio, a las exigen-
cias contenidas en los artículos 1445 y siguientes del Código Civil.
Además, debe darse cumplimiento a las exigencias impuestas, a pro-
pósito de la transacción, en el Título XL del Libro IV del Código
Civil. Asimismo, las partes están facultadas para fijar el monto de
la indemnización para el caso de incumplimiento, mediante una
cláusula penal.

253
RESPONSABILIDAD CONTRACTUAL

Definida en el artículo 1535 del Código Civil como una cau-


ción, la cláusula penal constituye una evaluación anticipada de los
perjuicios que producirá el incumplimiento de la obligación. Es
posible, también, estipular una pena para el caso de incumplimien-
to, la cual deberá pagarse por este solo hecho. En tal hipótesis, dice
el artículo 1537 del Código Civil, no puede el acreedor demandar
la pena y el cumplimento de la obligación principal, “sino cualquie-
ra de las dos cosas a su arbitrio; a menos que aparezca haberse
estipulado la pena por el simple retardo, o a menos que se haya
estipulado que por el pago de la pena no se entiende extinguida
la obligación principal”. Si la pena, compensatoria de la obligación,
pudiera reclamarse junto al cumplimiento forzoso de la misma, ha-
bría un doble pago, lo cual la ley repudia. Conviene recordar que
tratándose de la cláusula penal, no cabe alegar que los perjuicios
no se han producido. Por el solo hecho del incumplimiento que-
da comprometida la responsabilidad del deudor. El artículo 1542
del Código Civil dice, a este respecto: “Habrá lugar a exigir la pena
en todos los casos en que se hubiere estipulado, sin que pueda a-
legarse por el deudor que la inejecución de lo pactado no ha in-
ferido perjuicio al acreedor o le ha producido beneficio”. Por
consiguiente, en este supuesto prevalece la autonomía privada por
sobre el principio de reparación de los perjuicios. Agrega el artículo
1543 que “No podrá pedirse a la vez la pena y la indemnización de
perjuicios, a menos de haberse estipulado así expresamente; pero
siempre estará al arbitrio del acreedor pedir la indemnización o la
pena”. Con todo, el legislador sanciona la llamada cláusula penal
enorme. Esta limitación está referida a las obligaciones dinerarias
que emanan de contratos bilaterales, cuando la pena consiste tam-
bién en el pago de una cantidad determinada de dinero. La defi-
nición legal es confusa. El artículo 1544 del Código Civil dice que
“Cuando por el pacto principal una de las partes se obligó a pagar
una cantidad determinada, como equivalente a lo que por la otra
parte debe prestarse, y la pena consiste asimismo en el pago de una
cantidad determinada, podrá pedirse que se rebaje de la segunda
todo lo que exceda al duplo de la primera, incluyendo ésta en él”.
La confusión deriva de la última parte de la oración: “incluyendo
ésta en él”. Al parecer se trata de una redundancia innecesaria. Lo
que la ley ordena es rebajar la pena en la parte que exceda al du-
plo de la obligación. Al ordenar que se incluya la obligación en el
duplo, no hace más que repetir lo ordenado. Tratándose del con-
trato de mutuo, la ley, en el mismo artículo, ordena la reducción

254
CUARTO PRESUPUESTO DE LA RESPONSABILIDAD CONTRACTUAL. EL DAÑO

de la pena “en lo que exceda al máximum del interés que es per-


mitido estipular”, y en las obligaciones de valor inapreciable o in-
determinado, “se deja a la prudencia del juez moderarla (la pena),
cuando atendidas las circunstancias pareciera enorme”.

424. Finalmente, recordemos que en las obligaciones de dine-


ro, como se señaló en lo precedente, se aplica el artículo 1559 del
Código Civil y la Ley Nº 18.010 sobre operaciones de crédito y otras
obligaciones de dinero. El referido artículo 1559 se encuentra mo-
dificado por la Ley Nº 18.010, como consecuencia de haber des-
aparecido el llamado “interés legal” (que ascendía al 6% anual) y
ser sustituido por el “interés corriente”, y de haberse derogado la
prohibición de aplicar el llamado “anatosismo” (que consiste en
cobrar interés sobre los intereses adeudados). Por consiguiente, esta
disposición debe entenderse redactada en los siguientes términos:
“Si la obligación es de pagar una cantidad de dinero, la indemni-
zación de perjuicios por la mora está sujeta a las reglas siguientes:
1ª. Se siguen debiendo los intereses convencionales, si se ha pacta-
do un interés superior al corriente, o empiezan a deberse los inte-
reses corrientes, en caso contrario; quedan sin embargo en su fuerza
las disposiciones especiales que autoricen el cobro de los intereses
corrientes en ciertos casos. 2ª. El acreedor no tiene necesidad de
justificar perjuicios cuando sólo cobra intereses; basta el hecho del
retardo. 3ª. Podrá estipularse el pago de intereses sobre intereses,
capitalizándolos en cada vencimiento o renovación. En ningún caso
la capitalización podrá hacerse por períodos inferiores a treinta
días. Los intereses capitalizados con infracción de lo dispuesto en
el inciso anterior se consideran interés para todos los efectos lega-
les y especialmente para la aplicación del artículo precedente. Los
intereses correspondientes a una operación vencida que no hubie-
ren sido pagados se incorporarán a ella, a menos que se establezca
expresamente lo contrario. 4ª. Los intereses atrasados no produ-
cen intereses. Esta regla se aplica sólo a toda especie de rentas, cá-
nones y pensiones periódicas”.
Expliquemos brevemente las razones por las cuales entendemos
que el artículo 1559 del Código Civil queda redactado en la forma
transcrita. El artículo 9º de la Ley Nº 18.010 permite pactar anato-
sismo y regula la forma en que esto puede hacerse, pero el artícu-
lo 26 de la misma ley limita este pacto a las operaciones de crédito
(incluido el mutuo de dinero). No es permitido el anatosismo, en
consecuencia, tratándose de saldos de precio de compraventa de

255
RESPONSABILIDAD CONTRACTUAL

bienes muebles o inmuebles, así lo prescribe expresamente el cita-


do artículo 26. Por otra parte, la regla 3ª del artículo 1559 (que
prohíbe el anatosismo) “se aplica a toda especie de rentas, cáno-
nes y pensiones periódicas” (así lo ordena la regla 4ª del artícu-
lo 1559), materia que no queda comprendida entre las obligaciones
reguladas por el artículo 9º de la Ley Nº 18.010. De lo anterior se
sigue, entonces, que el anatosismo sólo puede pactarse en las obli-
gaciones emanadas de las operaciones de crédito y que los saldos
de precio provenientes de compraventa de bienes muebles e inmue-
bles y de toda clase de pensiones periódicas, rentas y cánones si-
guen regidos por la regla 3ª del artículo 1559 del Código Civil.

425. Se ha discutido si en las obligaciones dinerarias procede


cobrar otros perjuicios fuera de los intereses señalados en el artícu-
lo 1559 precitado. Esta interpretación toma pie del tenor literal de
la regla 2ª, que dice que “el acreedor no tiene necesidad de justifi-
car perjuicios cuando sólo cobra intereses; basta el hecho del re-
tardo”. La redacción del artículo da a entender claramente que si
se cobran otros perjuicios, que no sean los intereses, es necesario
justificar los perjuicios, lo cual coincide con la aplicación de los
principios generales antes analizados. No cabe duda que puede el
acreedor cobrar otros perjuicios provenientes directamente del in-
cumplimiento de una obligación y, en tal caso, la ley sólo presume
como daño los intereses que correspondan. Así, por ejemplo, si se
celebra un contrato de promesa de compraventa y se adelanta el
precio convenido, el acreedor, frente al incumplimiento, no sólo
podrá reclamar la restitución de lo pagado con más intereses, sino
también los demás perjuicios que sean consecuencia necesaria e
inmediata del incumplimiento (encarecimiento de las especies que
se prometían vender, gastos efectuados para preparar su custodia
y almacenamiento, contratos celebrados para su refacción y mejo-
ramiento, etc.). Ahora, si la demanda se limita a reclamar la resti-
tución del precio y los intereses, es obvio que sólo debe probarse
el anticipo del precio. Pero tratándose de operaciones de crédito,
en las cuales sólo existe entre las partes un intercambio dinerario,
afirmar que a título de lucro cesante pueden demandarse otros per-
juicios fuera de los intereses, nos parece inaceptable, porque la ley
presume que el retardo en el cumplimiento de la obligación de pa-
gar una suma de dinero sólo produce intereses y éstos están regu-
lados en la misma ley (interés corriente y máximo convencional).
Otra interpretación conduce al absurdo de obtener por el dinero

256
CUARTO PRESUPUESTO DE LA RESPONSABILIDAD CONTRACTUAL. EL DAÑO

un rendimiento superior al que es permitido y eludir las sanciones


civiles y penales que la ley consagra, precisamente, para desincen-
tivar esta conducta. Más claro, el rendimiento máximo del dinero
está representado por los intereses y en ello está comprometido un
principio de orden público que se extrae de lo previsto en los ar-
tículos 6º, 8º, 9º de la Ley Nº 18.010 y del artículo 472 del Código
Penal. Esta última disposición sanciona el delito de usura, en el cual
el bien jurídico protegido es la propiedad. Resulta absurdo preten-
der legitimar la pretensión de reclamar, a título de perjuicios, una
suma superior a los intereses en las obligaciones dinerarias, pres-
cindiendo de los valores amparados por la ley y de disposiciones
civiles condenatorias de dicha conducta.

b. DAÑO MORAL

426. La prueba del daño moral ofrece múltiples dificultades,


comenzando por definir previamente en qué consiste, cuestión ana-
lizada en las páginas que preceden. Desde ya, digamos que el daño
moral no es el precio del dolor (pretium doloris). Esta ha sido una
de las tendencias más generalizadas sobre su naturaleza y conteni-
do. La ausencia de una concepción sólida y generalizada sobre este
tipo de daños ha dificultado, todavía más, la prueba y fijación de
la reparación subsecuente. Tan anárquica ha resultado esta materia
que los tribunales de justicia se han arrogado la facultad de deter-
minar el daño moral discrecionalmente, invocando una atribución
que la ley no sólo no les concede, sino que les niega expresamen-
te en numerosas disposiciones (artículos 1698 del Código Civil, 170
y 341 y siguientes del Código de Procedimiento Civil, 451 y siguien-
tes del Código de Procedimiento Penal, etc.). Pocos son los elemen-
tos que sirven para la fijación y prueba del daño moral. Desde
luego, el daño moral no puede identificarse en materia contrac-
tual y extracontractual. A juicio nuestro, en el campo contractual
sólo cabe hablar de daño moral en la medida que el incumplimien-
to de una obligación de esta índole (lesión de un derecho patri-
monial) provoca un daño en el fuero íntimo de la persona (lesión
de un derecho o interés extrapatrimonial), en razón de la natura-
leza de la obligación y la gravedad del atentado, el cual se revierte
afectando la capacidad laboral, administrativa e intelectual del in-
dividuo. La indemnización del daño moral en el campo extracon-
tractual obedece a otros parámetros, ya que ellos son causados por

257
RESPONSABILIDAD CONTRACTUAL

un ilícito civil que puede afectar un derecho patrimonial o ex-


trapatrimonial o un mero interés reconocido por el ordenamien-
to jurídico. Por consiguiente, la reparación del daño moral en el
campo contractual está delimitada a un solo efecto (el deterioro
de la capacidad laboral, administrativa e intelectual de la víctima)
y proviene de una sola causa (el incumplimiento de una obligación
nacida del contrato).

427. La prueba del daño moral, desde esta perspectiva, com-


prende los siguientes elementos: a) Naturaleza de la obligación con-
tractual (el incumplimiento de las obligaciones contractuales no
siempre se proyecta hacia el fuero interno del individuo, ello sólo
sucede en ciertos casos, cuando lo que se trata de dar, hacer o no
hacer tiene un valor de afección para el acreedor); b) Gravedad
del incumplimiento (no puede juzgarse de la misma manera el in-
cumplimiento culpable que el incumplimiento doloso, ni darse a
todas las motivaciones la misma importancia); c) Efectos psíquicos,
emocionales y somáticos que provoca en el acreedor el incumpli-
miento. A partir de estos tres elementos es posible probar el daño
moral en la responsabilidad contractual. Desestimamos de plano la
pretensión de una valoración discrecional por parte del tribunal,
ajena, como más de alguien ha postulado, a todo medio probato-
rio reconocido en la ley, porque ello constituye simplemente una
arbitrariedad procesal. El juez debe apreciar en qué medida se ha
deteriorado la capacidad laboral, administrativa e intelectual de una
persona y sobre estas bases medir el perjuicio patrimonial que ello
irrogará al acreedor. Otra solución escapa de la legalidad vigente y
vulnera todas las pautas a que se halla obligado un tribunal de de-
recho. Admitimos que en el campo contractual no se indemniza pro-
piamente el daño moral, sino los efectos que este daño tiene en la
capacidad de la víctima. Pero lo propio ocurre en el campo extra-
contractual, en que tampoco se indemniza el daño moral, sino que
se busca una fórmula “satisfactiva”, como la llama la doctrina, para
mitigar el menoscabo de derechos e intereses extrapecuniarios.

428. La determinación del daño moral ha dado origen a nu-


merosas doctrinas, que mencionaremos muy sucintamente.98 Mu-

98
A esta materia hemos dedicado el párrafo 4.4.4 del capítulo 4 de nuestro
libro sobre la Responsabilidad Extracontractual, ya citado, pág. 327 sobre “Criterios
de valoración del daño moral”.

258
CUARTO PRESUPUESTO DE LA RESPONSABILIDAD CONTRACTUAL. EL DAÑO

chas de estas doctrinas resultan aplicables a la indemnización en


materia contractual.

b.1. Doctrina que determina el daño moral en función


del daño patrimonial causado

Esta doctrina postula una relación directa entre el daño mate-


rial y el daño moral. Por lo mismo, el juez debe fijar la indemniza-
ción por daño moral atendiendo al daño patrimonial sufrido por
la víctima. De ello se sigue que a mayor daño material, mayor será
también el daño moral. Esta posición es inaceptable, tanto más tra-
tándose de obligaciones contractuales, ya que en ellas un perjui-
cio pecuniario mínimo puede provocar una lesión extrapecuniaria
máxima. Piénsese, por ejemplo, en la destrucción por parte de un
restaurador de un cuadro de escaso valor pictórico que representa
el único recuerdo de un familiar próximo, o en el incumplimien-
to del depositario de especies de enorme valor afectivo, pero esca-
so valor económico. En todos estos casos no hay relación alguna
entre el daño material causado y el daño moral que éste provoca.
Por efecto de estas falencias, la doctrina citada carece de adhesión
entre los autores.

b.2. Doctrina que determina el daño moral en función


de la gravedad del incumplimiento

No todos los incumplimientos tienen la misma gravedad, in-


tensidad y trascendencia. Si bien en materia extracontractual este
criterio no sirve para medir la cuantía del daño moral, en algún
grado sí que puede ser útil en materia contractual. Ello porque
un incumplimiento doloso, con repercusión pública, que coloca
al acreedor en una situación difícil en el medio en que se desen-
vuelve, puede ser un antecedente que permita deducir los efec-
tos que este hecho tendrá en su capacidad laboral, administrativa
e intelectual. Debe reconocerse, parodiando a los penalistas, que
existen hechos que agregan ignominia a los efectos propios del
incumplimiento y que ello habrá de afectar más severamente a
quien lo sufre.

259
RESPONSABILIDAD CONTRACTUAL

b.3. Doctrina que determina el daño moral en función


de criterios puramente subjetivos del juzgador

Lamentablemente, es esta la doctrina que predomina en la ju-


risprudencia nacional. Los jueces, por lo general, se arrogan la fa-
cultad de fijar discrecionalmente la cuantía del daño moral,
atendiendo a los hechos establecidos en el proceso y a sus circuns-
tancias. Para estos fines se invoca, como sacrosanta razón, la equi-
dad natural, vale decir, la intuición de justicia que abraza el propio
juez, al margen de padrones objetivos. Esta tesis adolece de un sim-
plimismo abismante, razón por la cual ha sido ácidamente com-
batida por los autores, además de haber generado una verdadera
anarquía a la hora de fijar un criterio común sobre la materia. To-
dos los comentarios de los autores se refieren a la indemnización
del daño moral en materia extracontractual, en donde, sin duda,
tiene una mayor aplicación. En el campo contractual existen es-
casos fallos sobre este tipo de reparación, siguiéndose, equivoca-
damente a juicio nuestro, iguales lineamientos. Por lo mismo, no
nos parece justo reproducir aquí las críticas que hemos dejado sen-
tadas a la prueba y determinación del daño moral a propósito de
la comisión de un ilícito civil. Siguiendo la tesis sustentada sobre
la naturaleza y alcance del daño moral en materia contractual, es
bueno señalar que, siendo el incumplimiento de una obligación
contractual una cuestión eminentemente patrimonial (toda obli-
gación contractual es susceptible de apreciarse pecuniariamente),
no puede el daño moral apreciarse y medirse de la misma mane-
ra que en el campo de los ilícitos civiles. En un caso (responsabi-
lidad extracontractual), el daño moral surge del atentado a un
derecho o interés reconocido y amparado en el ordenamiento ju-
rídico, siendo la lesión a ese derecho o interés afectado lo que sirve
de base para establecer la medida de la reparación. En el otro caso
(responsabilidad contractual), el quebrantamiento de la obligación
se proyecta al fuero interno del acreedor y lesiona su capacidad
laboral, administrativa e intelectual. En consecuencia, no cabe
otorgar una facultad discrecional al juez al margen de toda regu-
lación razonable. De más está decir que esta doctrina, aplicada
para fijar la indemnización en los casos de ilícitos civiles, se ha pres-
tado para abusos y excesos que no deben mantenerse.

260
CUARTO PRESUPUESTO DE LA RESPONSABILIDAD CONTRACTUAL. EL DAÑO

b.4. Doctrina que determina el daño moral en función


de la gravedad objetiva del menoscabo causado

Los partidarios de esta teoría afirman que el dolor, la pena, la


angustia, el temor, la inseguridad, etc., son elementos que permi-
ten medir objetivamente el daño que se ha causado. Por lo tanto,
puede el juez valorar el daño moral considerando esta serie de pa-
rámetros. De aquí que hayamos sostenido, comentado esta tesis, que
se trata de encontrar los hechos y circunstancias objetivas que per-
mitan medir, a través de manifestaciones exteriores, un daño que
se aloja en el fuero interno de la persona. Las evidencias externas
permiten cuantificarlo si se atiende cuidadosamente a todas ellas.
Es indudable que esta doctrina sirve los fines que nos proponemos
encontrar, puesto que si de las circunstancias que rodean el incum-
plimiento contractual, se deducen efectos tan evidentes como los
indicados, es racionalmente aceptable que ello haya deteriorado la
capacidad laboral, administrativa e intelectual de la víctima del in-
cumplimiento contractual. Resulta evidente que en el campo con-
tractual la indemnización por daño moral es manifiestamente más
restringida que en el campo de los ilícitos civiles.

b.5. Doctrina que determina el daño moral atendiendo


a los llamados placeres satisfactivos

En verdad esta doctrina apunta a los fines u objetivos de la in-


demnización más que a la determinación de su cuantía. Sin embar-
go, se afirma que la cuantía está condicionada por el financiamiento
de placeres y satisfacciones que en alguna medida sean capaces de
mitigar el perjuicio causado. Como señala una sentencia argenti-
na, lo que se pretende al hacer ingresar una determinada canti-
dad de dinero al patrimonio de la víctima no es encontrar un
equivalente al valor del dolor sufrido, “porque se estaría en la im-
posibilidad de tarifar en metálico los quebrantos morales, sino de
procurar al lesionado otros goces que sustituyen al perdido”. Es in-
dudable que esta tesis introduce un nuevo factor, partiendo del su-
puesto que no es posible cuantificar el daño moral, sino sólo
equilibrarlo con un placer paralelo que por lo menos atenúe lo que
los autores llaman “modificación disvaliosa del espíritu”. Creemos
que esta proposición se ajusta a una realidad insoslayable, puesto
que por su propia naturaleza el daño moral no puede compensar-

261
RESPONSABILIDAD CONTRACTUAL

se en dinero, razón por la cual se busca otra vertiente para lograr


un justo equilibrio, roto, en este caso, por el incumplimiento con-
tractual. Si se trata de indemnizar propiamente el daño moral, es
bien obvio que es ésta la doctrina más apegada a la realidad, aten-
dida la naturaleza del valor afectado y del poder liberatorio del di-
nero.

b.6. Doctrina que atiende a la falta y la entidad


objetiva del daño

Esta tendencia se ha calificado como “funcional o mixta” del


daño. Se afirma por sus seguidores que el monto de la indemniza-
ción podría elevarse por sobre el perjuicio causado, cuando en ra-
zón del dolo o el grado de culpa del dañador, se estime que éste
debe ser sancionado (daño punitivo). Del mismo modo, la indem-
nización puede disminuir atendiendo a un grado menor de repro-
che al autor del daño. Por lo tanto, para la determinación del daño
moral debe medirse tanto la gravedad del hecho (incumplimiento)
como la entidad objetiva del daño causado, debiendo ponderarse
ambos factores. Claro está que con esta doctrina la indemnización
de perjuicios se transforma en un arma de política legislativa que
no tiende a la restauración del equilibrio contractual, sino a gene-
rar factores correctivos de las relaciones jurídicas.

429. El análisis de estas doctrinas demuestra que nos hallamos


ante una cuestión de suyo compleja. Ello porque se busca la ma-
nera de reparar un daño extrapatrimonial con una prestación pa-
trimonial, lo cual resulta imposible si la reparación tiene por objeto
compensar el daño y reconstruir la situación de que gozaba la víc-
tima antes de la producción del daño. Es, por lo mismo, aceptable
la doctrina que califica esta indemnización como “satisfactiva” y
no compensatoria. Sin embargo, dentro de nuestra concepción del
daño moral en el campo contractual, esta dicotomía no aparece.
Si el daño moral que sufre el acreedor como consecuencia del in-
cumplimiento se proyecta al fuero interno del mismo, ello sólo pue-
de ser indemnizado en la medida que, atendida la naturaleza de
la obligación (de valor de afección) y la entidad del incumplimien-
to, provoque un daño patrimonial (futuro y virtual), que consisti-
rá en la pérdida o menoscabo de las facultades laborales,
administrativas e intelectuales del acreedor.

262
CUARTO PRESUPUESTO DE LA RESPONSABILIDAD CONTRACTUAL. EL DAÑO

Por lo tanto, los presupuestos que deben considerarse para fi-


jar la cuantía de la indemnización deben consistir en la naturaleza
de la obligación, la gravedad del incumplimiento y los efectos psí-
quicos, emocionales y somáticos que producirá en el acreedor el
incumplimiento de la obligación. De lo que destacamos se despren-
de que sólo una escasa proporción de las obligaciones dará lugar
a este tipo de indemnizaciones. Ello sólo sucederá con aquellas cuya
prestación contenga una carga emocional o afectiva que sea capaz
de influir en el fuero íntimo de la persona afectada (tal ocurrirá,
por ejemplo, en las prestaciones profesionales de los médicos, abo-
gados, psicólogos, empleados de confianza, etc.). Por otro lado, la
entidad del incumplimiento será otra manifestación elocuente de
la proyección que puede tener éste en el ánimo o fuero íntimo del
acreedor (un incumplimiento doloso o con culpa grave, con alcan-
ce y escándalo público, proveniente de una persona ligada afecti-
vamente al acreedor, etc.). Por último, sin duda, lo determinante
será la manera en que los elementos anteriores influyan en la psi-
quis del afectado, o en su sensibilidad emocional, o en sus funcio-
nes orgánicas. De esto dependerá que se deteriore la capacidad
laboral del acreedor, o sus facultades para administrar sus bienes y
relaciones de familia, o sus aptitudes intelectuales, todo lo cual re-
dundará necesaria y fatalmente en una caída de su rendimiento y
en perjuicios de orden patrimonial. Podemos sostener, entonces,
que el daño moral se indemniza en el ámbito contractual sólo cuan-
do ello afecta patrimonialmente al sujeto, lo que ocurre como con-
secuencia de proyectarse el daño moral al ámbito patrimonial y
afectar la capacidad de quien es víctima del incumplimiento. No
se nos escapa que no se trata, entonces, propiamente de la indem-
nización del daño moral, sino de una consecuencia patrimonial del
daño moral. De aquí que el reconocimiento del daño moral sea
escaso y esté reducido sólo a situaciones excepcionales, a la inver-
sa de lo que sucede cuando se trata de reparar ilícitos civiles.

430. La fijación del daño moral, por tanto, es una tarea extre-
madamente difícil. El juez deberá concluir, según el mérito gene-
ral del proceso, si efectivamente, por efecto del incumplimiento
contractual, se ha producido la reversión que culmina con el de-
trimento de las capacidades del acreedor y, en tal caso, valorizar y
compensar esta pérdida. Desde este ángulo, la reparación del daño
moral en materia contractual –si es que se puede llamar daño mo-
ral– es más objetiva, real y coherente que tratándose del daño mo-

263
RESPONSABILIDAD CONTRACTUAL

ral en la responsabilidad extracontractual, en donde cabe el pago


de una reparación “satisfactiva” para atenuar los efectos de un me-
noscabo a los derechos e intereses extrapatrimoniales.

F. PROCEDENCIA DEL DAÑO MORAL


EN LOS CASOS DE RESPONSABILIDAD OBJETIVA
POR DAÑOS PRESUNTOS

431. Un punto interesante es determinar si procede la indem-


nización por daño moral cuando se trata de la responsabilidad ob-
jetiva en que la misma ley presume el monto de la indemnización.
Concurren en esta hipótesis dos factores: la presunción de respon-
sabilidad y la presunción del daño. En tal caso se encuentra, por
ejemplo, lo previsto en los artículos 144 y 148 del Código Aeronáu-
tico. El primero dice: “La indemnización estará limitada a una suma
que no excederá de cuatro mil unidades de fomento por muerte
o lesión de cada pasajero. No obstante, podrá estipularse una suma
superior a la señalada en el inciso precedente”. El segundo, por su
parte, señala que “La destrucción, pérdida o avería del equipaje que
se produjere durante el transporte aéreo de éste, o el retardo en
su transporte, serán indemnizados con una cantidad equivalente a
cuarenta unidades de fomento por cada pasajero”. A las disposi-
ciones transcritas habría que agregar el artículo 172 del mismo cuer-
po legal, que prescribe: “En todo caso, el afectado por el daño
podrá demandar una indemnización superior a los límites señala-
dos en el Código, si probare dolo o culpa del transportador, del
explotador o de sus dependientes, cuando éstos actuaren durante
el ejercicio de sus funciones. Cualquier estipulación en contrario
para fijar límites de indemnización inferiores a los establecidos en
este Código, se tendrá por no escrita”. Interpretando armónicamen-
te estas normas, se llega a la conclusión que, en esta rama del de-
recho, existen dos sistemas de reparación, pudiendo optar
libremente el perjudicado por uno u otro. Si se asila en la presun-
ción legal de responsabilidad (responsabilidad objetiva), estará obli-
gado a reclamar sólo la cantidad fijada en la ley (cuatro mil
unidades de fomento por muerte o lesión o cuarenta unidades de
fomento por pérdida o retardo en el transporte del equipaje). Nó-
tese que si se trata de la muerte o lesión del pasajero la ley estable-
ce un límite, de suerte que el juez puede fijar una suma inferior al
máximo establecido. Pero si se trata de la destrucción, pérdida o

264
CUARTO PRESUPUESTO DE LA RESPONSABILIDAD CONTRACTUAL. EL DAÑO

avería del equipaje, o el retardo en su transporte, la indemnización


asciende precisamente a las cuarenta unidades de fomento. Si el
pasajero atribuye al demandado (transportador, explotador o sus
dependientes) dolo o culpa, podrá reclamar todo perjuicio, inclui-
do el daño moral, al margen de los mínimos consagrados en la ley.
En definitiva, será el demandante quien se acoja al régimen de res-
ponsabilidad objetiva o bien al régimen jurídico de responsabili-
dad subjetiva, presumiéndose el perjuicio en el primer caso y
debiendo probarse en el segundo. Queda, por lo tanto, de mani-
fiesto que ambos sistemas de responsabilidad conviven cuando se
trata de casos de responsabilidad objetiva, el cual se ha establecido
a favor de la víctima del daño, pero para el solo efecto de facilitar
una pretensión indemnizatoria cuando ella se formula sobre la base
de determinados límites.

G. APLICACION DEL ARTICULO 173 DEL CODIGO


DE PROCEDIMIENTO CIVIL

432. En el ámbito de la responsabilidad contractual no existe


discusión alguna sobre que es aplicable la reserva de derechos que
consagra el artículo 173 del Código de Procedimiento Civil. Dicha
norma se refiere al hecho de que alguna de las partes sea conde-
nada a la devolución de frutos o a la indemnización de perjuicios
y se haya litigado sobre su especie o monto. En tal caso, dice la ley,
“la sentencia determinará la cantidad líquida que por esta causa
deba abonarse, o declarará sin lugar el pago, si no resultan proba-
dos la especie y el monto de lo que se cobra, o, por lo menos, las
bases que deban servir para su liquidación al ejecutarse la senten-
cia”. En el evento que no se haya litigado sobre la especie y el monto
de los frutos o perjuicios, “el tribunal reservará a las partes el dere-
cho de discutir esta cuestión en la ejecución del fallo o en otro jui-
cio diverso”. De manera que quien demanda indemnización de
perjuicios puede probarlos en el juicio respectivo o reservarse el
derecho a hacerlo en la ejecución del fallo o en un juicio diverso.
Alguna jurisprudencia limita el ejercicio de este derecho a los ca-
sos de responsabilidad contractual, desestimándolo cuando se tra-
ta de la responsabilidad extracontractual. Lo anterior en razón de
que para que se entienda configurado un ilícito civil es necesaria
la concurrencia del daño, lo cual impondría al demandante el de-
ber de probar los perjuicios para que se dé lugar a la demanda.

265
RESPONSABILIDAD CONTRACTUAL

No compartimos este criterio por las razones que se consignan la-


tamente en nuestro libro sobre la responsabilidad extracontractual.
Si bien para que se configure un ilícito civil debe probarse el daño,
ello no implica que éste sea acreditado en forma circunstanciada,
en detalle y en su precisa cuantía, basta, para que se entienda con-
sumado el delito o cuasidelito civil, probar genéricamente que con-
curre el daño.

Hasta aquí las cuestiones principales que plantea el cuarto ele-


mento de la responsabilidad contractual (el daño). Creemos que
de su estudio se desprende que no puede confundirse el daño in-
demnizable cuando éste se produce como consecuencia de la in-
fracción de una obligación contractual, con el daño que se sigue
de la obligación general de no causar daño a otro por obra de un
acto doloso o culpable. A la hora de hacer un estudio comparativo
entre ambos tipos de responsabilidad, dejaremos consignadas las
diferencias que se advierten entre una y otra.

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