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Formes de criminalitat

3º Grado en Criminología

Facultad de Derecho
Universidad de Barcelona

Reservados todos los derechos.


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TEMA 3: PSICOPATOLOGÍA, ALCOHOL Y DROGAS E INCENDIARIOS

Hoy en día es cierto que la relación entre violencia y trastornos mentales está comprobada, aunque
nos vamos a centrar en dos tipos de trastornos mentales, los cuales sin duda tienen mayor relevancia
en la criminología: las enfermedades mentales graves conocidas como psicosis y los trastornos de
personalidad.
El trastorno antisocial de la personalidad es el diagnóstico por excelencia del delincuente reincidente
y violento. Por otro lado también está demostrada la relación entre el TDAH con las conductas
antisociales.

Enfermedad mental severa (psicosis) y violencia


La psicosis es un síndrome que se aplica a diagnósticos tales como la esquizofrenia, los trastornos
delirantes, el trastorno bipolar y la depresión profunda. Los síntomas de la psicosis reflejan profundas
perturbaciones en el pensamiento, la percepción y la conducta.
En cuanto al pensamiento, los síntomas incluyen delirios (creencias extrañas irrebatibles aun en
presencia de la evidencia contraria) y la comunicación alterada (habla ilógica y desorganizada). Las
perturbaciones del pensamiento incluyen alucinaciones (percibir cosas que no existen),
desrealización (sentimiento de que el mundo no es real) y despersonalización (sentimiento de que el
sujeto no es ya una persona real).

Tres hipótesis que relacionan la psicosis y la violencia


● La psicosis es una causa de la violencia: aquí los síntomas de la psicosis podrían generar
un motivo para el acto criminal (delirio de que uno está siendo perseguido, por ejemplo) o
bien con la capacidad del individuo para manejar un conflicto interpersonal. Esta hipótesis
requiere demostrar que la psicosis precede a la violencia en el tiempo.
● La psicosis como consecuencia de la violencia: Quizás el estrés de cometer un acto
violento puede provocar la aparición de la enfermedad mental en individuos que están
predispuestos a ella.
● La psicosis es un correlato de la violencia: en esta hipótesis, la relación entre violencia y
psicosis es de naturaleza estadística (no causal) y por ello, se relacionan con una tercera
variable, que sería la que tiene ese efecto causal de provocar actos de violencia. Este tercer
factor podría ser un conjunto de eventos muy estresantes como por ejemplo un divorcio o
una pérdida del trabajo.

Realmente ninguna de estas tres hipótesis pueden descartarse, pero los investigadores han prestado
especial atención a la primera de ellas (si la psicosis causa la violencia, hay tres mecanismos o
estrategias por los que tal efecto podría aparecer):
- Mediante la acción de focalización, es decir, organizando la toma de decisiones y la
conducta, proporcionando al sujeto un motivo para la violencia: muchos psicóticos dan
explicaciones claras sobre su comportamiento, este comportamiento ha sido descrito como
“principio de racionalidad dentro de la irracionalidad”. Aquí juegan un papel muy importante
los síntomas positivos, que vendrían a ser aquellos síntomas que están presentes (como por
ejemplo podrían ser los delirios o las alucinaciones).
- Ciertas psicosis sin embargo, pueden desestabilizar la toma de decisiones y los
comportamientos, interfiriendo con la habilidad del sujeto de manejar los conflictos
interpersonales. Así, las perturbaciones en el estado afectivo, pensamiento, percepción y
conducta (lo que se conoce como síntomas de desorganización), pueden frustrar a los
psicóticos o a la gente con los que estos se relacionan, lo que aumentaría las opciones de
reaccionar de un modo violento.
- Mediante la acción de la desinhibición, mientras que los síntomas positivos motivan a la
conducta violenta y los síntomas de desorganización desestabilizan la conducta, los

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síntomas negativos (es decir, aquellos síntomas que muestran carencia de emociones,
cogniciones o actos bien adaptados), interfieren con la conducta orientada a la meta.
Se cree que su influencia en la violencia es menor, pero aun así se da en determinadas
circunstancias.

La relación con la violencia


La relación entre la enfermedad mental y la violencia, nunca se tuvo en cuenta hasta la década de

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1990 en la cual diversos científicos estudiaron el tema de cerca y se llegó a la conclusión de que
“existe una relación significativa entre la enfermedad mental y la violencia, pero que en términos
absolutos se trata de una relación modesta”.
Hay estudios que confirman la relación clara entre enfermedad mental y violencia, mientras que hay
otros estudios que ponen a los enfermos mentales como probables “sufridores” de violencia, es decir,
que dicen que es más probable que sean víctimas de violencia.

Por otra parte, se ha encontrado que la relación entre enfermedad mental y violencia no se basa en
el diagnóstico de esta enfermedad, sino en la presencia de los síntomas psicóticos.

Después de muchos estudios consecutivos, a día de hoy, la relación entre psicosis y delincuencia
parece demostrada, si bien es más fuerte en el caso de la delincuencia violenta como agresiones
graves u homicidios. Además, en efecto el abuso de sustancias aparece como un claro potenciador
de la violencia entre los sujetos sufridores de psicosis y aparece siempre entre los factores de riesgo
de violencia a considerar en los programas de tratamiento diseñados para ellos.

Por supuesto, el abuso de sustancias por sí mismo destaca por su fuerte asociación con el delito, y
en particular, con el delito violento.

TRASTORNOS DE PERSONALIDAD Y TRASTORNO ANTISOCIAL DE LA PERSONALIDAD


(TAP).

Tap y abuso de sustancias (patología dual)


Lo habitual es que el abuso de sustancias vinculado con la violencia aparezca junto a otros
diagnósticos (en particular con el grupo B de los trastornos de personalidad, y dentro de este, el
trastorno antisocial de la personalidad).
El TAP y su precursor en la infancia (trastorno de la conducta o trastorno disocial), muestran una
correlación muy fuerte con el consumo de sustancias, particularmente con el alcohol.
Otros cuadros que también suelen relacionarse con el consumo de sustancias y al TAP son la
ansiedad y los trastornos depresivos (el abuso de sustancias se asocia fuertemente también con la
psicopatía, aunque esta no se asocia con la ansiedad y la depresión.

Los consumidores de drogas tienen mucha más relación con el delito y la violencia que los no
consumidores y viceversa: los delincuentes habituales son consumidores frecuentes de todo tipo de
sustancias.

El abuso de sustancias puede incrementar el riesgo de violencia a través de diferentes mecanismos.


El primer mecanismo es directo: el consumo de sustancias provoca desajustes en la capacidad que
tiene el individuo de controlar sus emociones y su impulsividad.
El segundo mecanismo sería indirecto, a través de la potenciación de los síntomas característicos de
otros trastornos, como el trastorno antisocial de la personalidad o el trastorno límite de la
personalidad.

Es importante señalar que no solamente el TAP se relaciona con la delincuencia y la reincidencia


delictiva.

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Banco de apuntes de la
La transmisión de una asociación: la impulsividad
En el apartado anterior hemos visto que el abuso de sustancias y el trastorno antisocial de la
personalidad están sólidamente asociados, pero no hemos dicho nada acerca del porqué de esta
relación.
A través de diferentes estudios, se ha planteado que las mujeres y los hombres con rasgos
antisociales podrían tener una mayor tendencia a tener descendencia juntos, lo que explicaría la
fuerte asociación existente entre drogas y conducta antisocial, ya que se sumaría el efecto del riesgo

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genérico al efecto del riesgo ambiental en la crianza de su descendencia.

Hay diversas líneas de evidencia que sugieren que la relación existente entre los problemas de
conducta en la niñez y la patología adulta son el resultado de mecanismos de riesgo generales, en
lugar de mecanismos específicos.

Por otro lugar, el consumo precoz de alcohol (antes de los 15 años), está asociado con muchos
problemas en la edad adulta, es decir, es un factor general de riesgo para problemas como trastorno
antisocial de la personalidad, alcoholismo y abuso de drogas.

Conclusiones importantes: los problemas de conducta en los jóvenes obedecen a mecanismos de


riesgo generales que se concretan en diagnósticos diversos en la edad adulta.

La impulsividad es un factor importante y presente en muchos trastornos tanto en jóvenes como en


adultos y adolescentes, así mismo, los sujetos que consumen drogas muestran una notable
impulsividad, y esta, como ya sabemos, está presente en sujetos violentos y delincuentes habituales.
La impulsividad es un constructo que incluye aspectos cognitivos y conductuales y que afecta al inicio
del comportamiento en muy diferentes tipos de escenarios.
Las definiciones de impulsividad son variadas pero habitualmente responden a:
- una respuesta rápida, sin prestar atención al contexto.
- una respuesta sin consideración de sus posibles o probables consecuencias.
- la incapacidad para demorar la gratificación.
Es obvio que los drogodependientes manifiestan un estilo de vida caracterizado por rasgos
impulsivos. La influencia de la genética en la impulsividad es manifiesta y esto podría explicar
(juntamente con el riesgo ambiental), que tanto el abuso de drogas como la conducta y personalidad
antisocial tiendan a asociarse de modo tan estrecho.

Otro rasgo que podría incluirse sería la inestabilidad emocional (atributo esencial en la psicopatía y
en el TAP), el cual se manifiesta en la falta de empatía y en la ausencia de remordimientos por las
fechorías realizadas.

El trastorno de déficit de atención e hiperactividad (TDAH)


El diagnóstico de TDAH es importante en la criminología por varias razones:
- presenta una alta prevalencia en la población penal española (entre los delincuentes
juveniles y los adultos).
- los presos con TDAH han delinquido antes que los autores de delitos con otras
enfermedades psiquiátricas, abusan en mayor medida de las drogas y cometen una media
más elevada de delitos que el resto de internos.
- el TDAH muestra más comorbilidad con los diagnósticos de TAP y el abuso de sustancias.

Las dos grandes sintomatologías del TDAH son la falta de atención y la hiperactividad e impulsividad
(son síntomas que entorpecen gravemente la competencia social).
El TDAH se relaciona no solamente con el abuso de drogas sino con otros trastornos como el TAP y
la depresión mayor (un tipo de psicosis).

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LOS ENFERMOS MENTALES COMO VÍCTIMAS

Los enfermos mentales graves presentan mayor incidencia de delitos violentos que los sujetos sin
enfermedad mental, es decir, que están más expuestos a ser víctimas del delito y de la violencia en
general.
Podemos destacar como factores de riesgo de la victimización el abuso de sustancias, vivir en la
indigencia, presencia de síntomas más severos y participar en actividades delictivas.

Implicaciones de la relación entre psicopatía y violencia

Los enfermos mentales graves pueden recurrir a la violencia por diferentes razones así como a
través de diferentes mecanismos, pero hoy en día tenemos claro que no bastan los síntomas de la
enfermedad para explicar la violencia, sino que quizás son incluso más importantes los factores de
riesgo genéricos tales como el abuso de sustancias, la elevada impulsividad, conductas antisociales
y violentas previas, calidad de apoyo social recibido, etc, es decir, factores de riesgo estáticos y
dinámicos sólidamente vinculados con la conducta antisocial.

En general, los tratamientos de delincuentes con psicopatologías graves, lograron reducir de manera
significativa la sintomatología perturbadora, así como mejorar el funcionamiento interpersonal y si se
ajusta a la institución de residencia.

El principio fundamental de intervención podría sintetizarse del siguiente modo: prestemos atención
no solo a la sintomatología patológica de la persona, sino también a todos aquellos aspectos de la
personalidad, estilo de vida y ambiente que en delincuentes sin enfermedades mentales graves
tienen como resultado favorecer su actividad delictiva y violenta.

INCENDIOS INTENCIONADOS
Es un error pensar que la mayoría de incendios forestales son provocados por pirómanos, ya que
estos enfermos mentales son un porcentaje muy pequeño de la población, sino que nos centramos
en personas que se dedican a prender fuego de manera no accidental, con frecuencia repitiendo la
acción numerosas veces.
En esta definición se incluye cualquier motivación para producir el incendio, ya sean actos de
venganza o por motivos económicos, además de la patología conocida como piromanía, y se excluye
el fuego accidental.
Otros factores humanos que provocan incendios derivan del mal estado de las líneas eléctricas, el
ferrocarril, las maniobras militares, del uso de maquinaria y de barbacoas y fuegos campestres.

De cara a los pirómanos, les define la satisfacción emocional que el fuego provoca en ellos; y es por
eso que el diagnóstico excluye cualquier otra motivación de tipo económico, venganza, provocado
para encubrir otro crimen producto de una idea delirante o una alucinación, o como resultado de una
alteración en el juicio debido a condiciones como demencia, retraso mental o intoxicación por
sustancias.
Para calificar a una persona como pirómano tienen que darse estos aspectos:
- tensión o activación emocional antes del acto.
- fascinación o atracción por el fuego y su contexto situacional.
- bienestar, sentimiento de liberación cuando se inicia el fuego, se lo observa o se participa en
sus consecuencias.
- La provocación del incendio no se explica por la presencia de un trastorno disocial, un
episodio maníaco, o un trastorno antisocial de la personalidad.

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Tipología de incendiarios
1. Por beneficio o lucro
El motivo es un beneficio económico. Tal deseo de la ganancia provee al investigador generalmente
de una relación directa o indirecta con el responsable del incendio. Destaca el hecho de que en este
caso, el delincuente es una pseudo-víctima y tiene interés en la propiedad destruida.
(ejemplo: dueño de un bar que quema este para cobrar la póliza de seguros).

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2. Por animosidad o venganza
Un incendio provocado evita la confrontación física, y con ello la posibilidad de que el ofensor resulte
dañado o haya de temer una agresión posterior (aunque esto no siempre es seguro, si la persona
afectada por el incendio concluye quién es el incendiario).
Son muchos los motivos que pueden suscitar un incendio por animosidad.
Realmente no siempre es necesario que se relacionen el ofensor con la víctima, como serían los
casos que conocemos como “agresión desplazada”, en los que por ejemplo, alguien resentido con su
jefe puede quemar una propiedad pública para ventilar sus emociones de ira y resentimiento.

3. Por vandalismo o excitación


El vandalismo supone la destrucción maliciosa de una propiedad pública, y se trata de una conducta
generalmente de la delincuencia juvenil, la cual en ocasiones adopta la modalidad de incendio
provocado.
La razón de cometer un acto así realmente no se sabe del todo, puede ser cualquier cosa.

4. Para ocultar un crimen


Para ocultar un crimen o mejor dicho para destruir las evidencias que revelen que se ha cometido
ese crimen y que puedan señalar al autor de ese hecho. Por lo tanto aquí vemos que el incendio es
secundario, y únicamente se usa para conseguir una meta prioritaria.

5. Por razones políticas

6. Piromanía
Realmente todavía se discuten las diferentes definiciones de piromanía. Mientras unos enfatizan esa
ausencia de control de los impulsos, otros autores lo relacionarían con el efecto de placer o liberación
que puede comportar el hecho de observar las llamas.
Hay una tercera parte que destacan el carácter sexual de la satisfacción que provee.

Patologías mentales asociadas

Entre los sujetos que se comparan con los acusados de incendio, dominan los que han cometido
agresiones graves, agresiones comunes, homicidios, robos con violencia y agresiones sexuales.

Los diagnósticos más frecuentes entre los incendiarios hombres fueron: trastornos de personalidad,
abuso de sustancias (como diagnóstico principal o secundario), y trastorno psicótico.
Entre las mujeres fueron más comunes los diagnósticos de abuso de sustancias, trastorno de
personalidad, y trastorno psicótico.

Realmente, a pesar de las diferencias anteriormente reflejadas, cuando se comparan hombres y


mujeres incendiarios, en sí no se revela ninguna diferencia significativa en las categorías
diagnósticas.

La gran mayoría de los incendiarios no son detenidos, o si lo son, muchas veces no se puede probar
su participación en los hechos. La patología mental está presente en un número importante de los
detenidos y examinados por los forenses, pero probablemente en la gran mayoría de los casos esas

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patologías son solo factores coadyuvantes en la comisión de delitos, es decir, que son importantes,
pero no necesariamente determinantes.

La teoría multifactorial
En el modelo multifactorial que desarrolló Gannon y su equipo para explicar el comportamiento de los
incendiarios, hay dos conceptos importantes:
- el guión (script)

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- y la precio o conocimiento sobre el fuego (la competencia en la ejecución, o expertise).
La noción del guión está bien establecida en la literatura psicológica. En general los guiones son
cogniciones (pensamientos o ideas). Estos pensamientos dirigen la conducta en una situación
determinada, al proporcionar una serie de atajos mentales. Estos atajos, orientan al sujeto en cómo
este percibe un evento o le presta atención, lo organiza y recuerda la información. En pocas
palabras, puede decirse que un guión supone un conjunto de reglas para interpretar un evento o
situación que sirven para una determinada finalidad o meta.

En el caso de los incendiarios, esta idea se puede ver claramente si atendemos a los cuatro guiones
puestos por Butler y Gannon dentro del modelo que crearon para comprender el delito de incendio y
la psicología de los incendiarios.
1. El primero es el fuego como expresión de venganza o advertencia (el sujeto provoca un
fuego porque quiere desquitarse de un agravio sufrido o como una señal de que otra persona
debe actuar de un modo diferente (advertencia) si no quiere que las cosas vayan a peor.
2. El segundo es “el fuego como grito de ayuda”, y nos refiere a un individuo que está
mostrando de una forma desviada la necesidad que tiene de recibir ayuda psicológica,
aunque el autor del incendio no sea consciente de ello.
3. Finalmente, el fuego como calmante, se emplea cuando el que lo inicia busca restablecer un
estado de ánimo positivo, es decir, que antes de que provoque el incendio, este se sentía mal
y el fuego le sirve para sentirse mejor.

Estos dos autores afirman que los guiones del incendio se aprenden desde la infancia. Los niños van
aprendiendo diversas informaciones acerca del fuego (su poder destructivo, los efectos en las
personas, la utilidad que pueden tener en determinadas situaciones…). En pocas palabras, el niño va
estableciendo una relación insana con el fuego.
Una vez se haya establecido dicha relación, que el guión se lleve a cabo en la realidad, va a
depender de otros factores como por ejemplo el hecho de que disponga de actitudes más hostiles
hacia determinadas personas o que haya desarrollado una actividad criminal.

Ámbitos fundamentales de la pericia o competencia: conocimiento sobre el fuego (se refiere a la


capacidad de provocar el fuego en una determinada situación y de manera “profesional”) y las formas
de evitar la captura (tomar precauciones para evitar que la policía lo capture).

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