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La globalización es siempre un proceso desigual y polarizado que implica simultáneamente mecanismos de

inclusión y de exclusión, de integración y de marginación. De aquí la sostenida vigencia del esquema


centro/periferia para describir este mundo presuntamente globalizado. El fenómeno de la globalización,
tanto desde una perspectiva económica como social, ha sido un tema de debate constante y, como
cualquier proceso de esta magnitud, presenta aspectos positivos y desafíos críticos. Uno de los aspectos
más críticos es la desigualdad que se manifiesta a nivel global. Aunque la globalización lleva consigo el
impulso del crecimiento económico, en términos generales, se puede observar que los mayores
beneficiados son las potencias mundiales. Esto se debe a diversos factores, como el acceso a recursos, los
mercados globales, su liderazgo en tecnología y su influencia en acuerdos comerciales y políticas
internacionales.

La globalización cultural está imponiendo por todas partes las costumbres, la lengua y la forma de vivir de
los países dominantes. Se están destruyendo muchas formas culturales locales y diversas que existían hace
unas pocas décadas. Las culturas minoritarias y las lenguas con pocos hablantes están amenazadas y
podrían desaparecer. Este proceso actúa extendiendo una lógica individualista y mercantil por todos los
rincones del planeta.

A raíz de la globalización, podemos explicar que la industria cultural, un concepto heredado de la escuela
de Frankfurt (Horkheimer, Adorno, etc.), se refiere al conjunto de productos culturales fabricados y
reproducidos en serie gracias a tecnologías industriales y difundidos a escala mundial mediante redes
electrónicas de comunicación. El mejor ejemplo es la moda, que crea una dependencia cultural hacia los
países potencia, llevándonos a consumir sus productos y beneficiándolos en el proceso. La falta de
identidad cultural impide que los productos nacionales crezcan, lo que deriva en que los países potencia
nos impongan sus tendencias mediante modelos que nos forzan a asimilar su cultura.

En resumen, la globalización es un fenómeno complejo que, si bien tiene sus ventajas, también plantea
desafíos significativos en términos de desigualdad económica y homogeneización cultural. Para abordar
estos desafíos críticos, es esencial buscar un equilibrio entre la integración global y la preservación de la
diversidad cultural y económica a nivel local y nacional.

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