Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Día 32. San Pío y La Inhabitación Trinitaria en El Alma Del Justo
Día 32. San Pío y La Inhabitación Trinitaria en El Alma Del Justo
INHABITACIÓN DE LA TRINIDAD
(Fr. Marie Michel Philipon O.P)
Cuanto más contémplase, a la luz de la fe, las riquezas del Bautismo, tanto más
quédase uno maravillado de las liberalidades divinas. Y no vaya a creerse que esta
gracia inicial sea pasajera. La Trinidad de nuestro bautismo nos acompaña todos los
días de nuestra vida. Presente está siempre el Padre, cuya providencia vela noche y día
sobre sus hijos de adopción. Presente siempre el Hijo, para guardarla de todo mal.
Presente siempre el Espíritu Santo, que nos conduce a través de todas las crucifixiones
de la tierra hacia nuestro destino eterno.
La Trinidad entera permanece inclinada sobre nosotros para cubrirnos con toda su
omnipotente protección. Acaso estemos demasiado acostumbrados a no considerar
sino los esfuerzos personales del alma que tiende a la perfección. Cierto es que esta
colaboración es necesaria, mas no habría que olvidar las mociones incesantes del
Espíritu Santo y la acción primordial de Dios: “Si alguno me ama y guarda mi palabra,
decía Jesús, mi Padre le amará, y vendremos a él y estableceremos en él nuestra
morada”.
Claro es que el Verbo no viene solo al alma. ¿Cómo el Padre y el Hijo podrían separarse
de su Espíritu de Amor? Si la Trinidad toda habita en el alma del cristiano, no es para
permanecer inactiva en ella. “Mi Padre trabaja siempre”, decía Jesús. Esta acción
continua de la Trinidad que mantiene al mundo fuera de la nada, obra más todavía en
el mundo sobrenatural de las almas. El movimiento de vida divina que procede del
Padre en el Hijo y los mantiene unidos, a los dos, en el Espíritu Santo, prosigue en el
exterior por esas misteriosas misiones invisibles que transforman las almas en la
imagen de la Trinidad. Toda nuestra santidad consiste en dejarnos divinizar, Dios
conduce a Dios.
“Dios por medio de la Gracia está en el alma del justo en forma más íntima e inefable, como en su
templo; y de ello se sigue aquel mutuo amor por el que el alma está íntimamente presente a Dios, y
está en él más de lo que puede suceder entre los amigos más queridos, y goza de él con la más
regalada dulzura”
-Papa León XII
FUNDAMENTACIÓN TEOLÓGICA
INHABITACIÓN DE LA TRINIDAD
A todo instante, el Padre envía a su Hijo a las almas. El Padre y el Hijo vienen junto con
su Espíritu. El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo asocian a las almas fieles con su vida de
eternidad. La actividad de las Tres Personas divinas en las almas es inseparable. Fuera
de las operaciones que constituyen el misterio propio de su vida íntima, la acción de la
Trinidad es indivisible. Bien puede apropiarse al Padre el poder que hace de nosotros
hijos de adopción, al Verbo todas las gracias de luz que nos iluminan, al Espíritu de
Amor toda la obra santificadora obrada en nuestras almas; en realidad, las Tres
Personas obran en nosotros de una manera indisociable. Nuestra santidad, como la
encarnación del Verbo, permanece siendo la obra común de la Trinidad.
¿Quién piensa en esta misteriosa e incesante acción de la Trinidad en las almas? Todo
el movimiento de la vida sobrenatural que anima al mundo de los puros espíritus y que
circula en las almas que pertenecen a Cristo, desciende de la Trinidad. Los Ángeles y la
Iglesia triunfante comunican en esta vida trinitaria en la visión del Verbo. A través de
las oscuridades de la fe, la Iglesia de la tierra participa de esta misma vida recibida en
el Bautismo en nombre de la Trinidad.
Basta recordar ejemplos de una Teresa de Ávila, de un San Juan de la Cruz, o más
cercana a nosotros, de una Isabel de la Trinidad que vivió en sociedad casi continua
con las Tres Personas divinas, que habitaban en su alma, habiendo llegado a ser
huéspedes interiores amados y sin cesar adorados. “¡Oh, Dios mío, Trinidad que adoro,
ayudadme a que me olvide de mí por entero para que me establezca en Vos, inmoble y
apacible, como si ya estuviese mi alma en la eternidad! ¡Que nada pueda turbar mi
paz ni hacerme salir de Vos, oh, mi Inmutable; antes bien, que cada minuto me
adentre más lejos en la profundidad de vuestro Misterio!”
“Dios por medio de la Gracia está en el alma del justo en forma más íntima e inefable, como en su
templo; y de ello se sigue aquel mutuo amor por el que el alma está íntimamente presente a Dios, y
está en él más de lo que puede suceder entre los amigos más queridos, y goza de él con la más
regalada dulzura”
-Papa León XII
FUNDAMENTACIÓN TEOLÓGICA
INHABITACIÓN DE LA TRINIDAD
“...Oh, mis ‘Tres’, mi todo, mi beatitud, Soledad infinita, Inmensidad en que me pierdo,
me entrego a Vos como una presa, sepultaos en mí para que yo me sepulte en Vos,
mientras espero ir a contemplar en vuestra luz el abismo de vuestras grandezas”.
El Bautismo nos da esta gracia y, por el carácter que ha impreso y que perdura, exige
que tendamos con todas nuestras fuerzas a ese ideal, mientras dure nuestra vida. Dios
nos debe, en justicia, las gracias de estado que corresponden a esta eminente dignidad
de hijos; nosotros sabemos que su misericordia las multiplicará con superabundante
liberalidad. Un alma, mientras peregrina sobre la tierra, siempre está a tiempo de
recobrarse, para vivir de nuevo y plenamente esa vocación del Bautismo. Pensadlo
bien, pues “el tiempo es breve”.
San Pablo tenía conciencia de estas sublimes realidades de la vida cristiana cuando
repetía a los primeros cristianos “Vosotros sois templos de Dios vivo”, según la
promesa divina: “habitaré en ellos, en medio de ellos andaré. Yo seré su Dios, y ellos
serán mi pueblo”. También apelaba a esta verdad fundamental de la espiritualidad
cristiana, para invitar a los cristianos a conservarse puros y santos en la presencia de
Dios: “¿No sabéis vosotros que sois templo de Dios, y que el Espíritu de Dios habita en
vosotros? Si alguno violare este templo, Dios le destruirá. El templo de Dios es santo y
este templo sois vosotros”. La historia de los orígenes del cristianismo nos muestra
hasta qué punto esta verdad había arraigado en el alma de los mártires. Es también
conocido el sublime gesto del padre de Orígenes que descubrió el pecho de su hijo,
recién bautizado, para adorar en él la presencia de la Trinidad.
“Dios por medio de la Gracia está en el alma del justo en forma más íntima e inefable, como en su
templo; y de ello se sigue aquel mutuo amor por el que el alma está íntimamente presente a Dios, y
está en él más de lo que puede suceder entre los amigos más queridos, y goza de él con la más
regalada dulzura”
-Papa León XII
SOBRE SAN PIO
Padre Pío y la Inhabitación Trinitaria
Otra nota que nos revela la inhabitación trinitaria en el alma del padre Pío, es
el gozo que le producía en el corazón. Vivía, aún en los momentos de mayor
dolor y oscuridad, con una profunda paz en lo más íntimo de su alma.
Desde los 5 años que comenzaron los éxtasis, el padre Pío, vivió inmerso en
los misterios divinos, y el momento de más íntima unión con la Santísima
Trinidad, era, por supuesto, la Santa Misa.
Fe Viva: Para el Siervo de Dios su vida era una vida llena de fe: todo lo
deseaba y realizaba a la luz de la fe. Se nutría de la oración constante,
durante el día y gran parte de la noche, estaba en conversación con Dios. En la
fe, él siempre aceptaba la voluntad misteriosa de Dios. Era un religioso
absorto en las realidades sobrenaturales y contagió a todos con su fe,
irradiándola a aquellos que se le acercaban.
El altar
Caridad Ardiente
Una expresión de su caridad hacia el prójimo era su forma de recibir, por más
de cincuenta años, a tantas personas, que se apresuraban a buscar sus
consejos y consuelos por medio de su sagrado ministerio. Su preocupación
particular: crecer y comportarse según la caridad. Este era el secreto de su
vida penitencial, la cual pasó en el confesionario y dirigiendo a las almas.
“Dios por medio de la Gracia está en el alma del justo en forma más
íntima e inefable, como en su templo; y de ello se sigue aquel mutuo
amor por el que el alma está íntimamente presente a Dios, y está en
él más de lo que puede suceder entre los amigos más queridos, y goza
de él con la más regalada dulzura”
-Papa León XII
PROPÓSITO:
Al ir a a la Santa Misa pediré al Espíritu Santo que me
ayude a vivirla con una gran entrega y amor