Está en la página 1de 6

Día 32 San Pío y la Inhabitación Trinitaria en

el alma del justo


Si alguno me ama, guardará mi Palabra, y mi Padre le amará, y
vendremos a él, y haremos morada en él.
(Juan 14,23)

INHABITACIÓN DE LA TRINIDAD
(Fr. Marie Michel Philipon O.P)

Cuanto más contémplase, a la luz de la fe, las riquezas del Bautismo, tanto más
quédase uno maravillado de las liberalidades divinas. Y no vaya a creerse que esta
gracia inicial sea pasajera. La Trinidad de nuestro bautismo nos acompaña todos los
días de nuestra vida. Presente está siempre el Padre, cuya providencia vela noche y día
sobre sus hijos de adopción. Presente siempre el Hijo, para guardarla de todo mal.
Presente siempre el Espíritu Santo, que nos conduce a través de todas las crucifixiones
de la tierra hacia nuestro destino eterno.

La Trinidad entera permanece inclinada sobre nosotros para cubrirnos con toda su
omnipotente protección. Acaso estemos demasiado acostumbrados a no considerar
sino los esfuerzos personales del alma que tiende a la perfección. Cierto es que esta
colaboración es necesaria, mas no habría que olvidar las mociones incesantes del
Espíritu Santo y la acción primordial de Dios: “Si alguno me ama y guarda mi palabra,
decía Jesús, mi Padre le amará, y vendremos a él y estableceremos en él nuestra
morada”.

Claro es que el Verbo no viene solo al alma. ¿Cómo el Padre y el Hijo podrían separarse
de su Espíritu de Amor? Si la Trinidad toda habita en el alma del cristiano, no es para
permanecer inactiva en ella. “Mi Padre trabaja siempre”, decía Jesús. Esta acción
continua de la Trinidad que mantiene al mundo fuera de la nada, obra más todavía en
el mundo sobrenatural de las almas. El movimiento de vida divina que procede del
Padre en el Hijo y los mantiene unidos, a los dos, en el Espíritu Santo, prosigue en el
exterior por esas misteriosas misiones invisibles que transforman las almas en la
imagen de la Trinidad. Toda nuestra santidad consiste en dejarnos divinizar, Dios
conduce a Dios.

“Dios por medio de la Gracia está en el alma del justo en forma más íntima e inefable, como en su
templo; y de ello se sigue aquel mutuo amor por el que el alma está íntimamente presente a Dios, y
está en él más de lo que puede suceder entre los amigos más queridos, y goza de él con la más
regalada dulzura”
-Papa León XII
FUNDAMENTACIÓN TEOLÓGICA

INHABITACIÓN DE LA TRINIDAD

A todo instante, el Padre envía a su Hijo a las almas. El Padre y el Hijo vienen junto con
su Espíritu. El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo asocian a las almas fieles con su vida de
eternidad. La actividad de las Tres Personas divinas en las almas es inseparable. Fuera
de las operaciones que constituyen el misterio propio de su vida íntima, la acción de la
Trinidad es indivisible. Bien puede apropiarse al Padre el poder que hace de nosotros
hijos de adopción, al Verbo todas las gracias de luz que nos iluminan, al Espíritu de
Amor toda la obra santificadora obrada en nuestras almas; en realidad, las Tres
Personas obran en nosotros de una manera indisociable. Nuestra santidad, como la
encarnación del Verbo, permanece siendo la obra común de la Trinidad.

¿Quién piensa en esta misteriosa e incesante acción de la Trinidad en las almas? Todo
el movimiento de la vida sobrenatural que anima al mundo de los puros espíritus y que
circula en las almas que pertenecen a Cristo, desciende de la Trinidad. Los Ángeles y la
Iglesia triunfante comunican en esta vida trinitaria en la visión del Verbo. A través de
las oscuridades de la fe, la Iglesia de la tierra participa de esta misma vida recibida en
el Bautismo en nombre de la Trinidad.

Así en el alma del bautizado se opera una maravillosa transformación. La gracia de


adopción la introduce en la familia de las Tres Personas divinas: allí es donde en
adelante discurrirá su verdadera vida. Todo un organismo sobrenatural, recibido en el
Bautismo con la gracia deiforme, va a permitirle que se establezca haciendo asiento
con Dios, que habite en la Trinidad. Las virtudes cristianas teologales y cardinales,
ayudadas por los dones del Espíritu Santo, realizarán este trato familiar con cada una
de las Personas divinas.
La fe nos abre todos los horizontes sobrenaturales del mundo invisible. En esta luz
divina, puede ella a toda hora elevarse hasta la contemplación de Dios Trinidad, no ya
alejado e inaccesible, sino muy cercano por su amor, que permanece día y noche en el
alma después de su bautismo. Bajo la influencia de la gracia, el alma cristiana se siente
habitada por un Ser que es Amor y que, en todo instante, viene a asociarla a su Vida
eterna. Comienza una intimidad, llamada a crecer a través de todos los
acontecimientos de su existencia sobre la tierra y que nada ya debiera detener.

Basta recordar ejemplos de una Teresa de Ávila, de un San Juan de la Cruz, o más
cercana a nosotros, de una Isabel de la Trinidad que vivió en sociedad casi continua
con las Tres Personas divinas, que habitaban en su alma, habiendo llegado a ser
huéspedes interiores amados y sin cesar adorados. “¡Oh, Dios mío, Trinidad que adoro,
ayudadme a que me olvide de mí por entero para que me establezca en Vos, inmoble y
apacible, como si ya estuviese mi alma en la eternidad! ¡Que nada pueda turbar mi
paz ni hacerme salir de Vos, oh, mi Inmutable; antes bien, que cada minuto me
adentre más lejos en la profundidad de vuestro Misterio!”

“Dios por medio de la Gracia está en el alma del justo en forma más íntima e inefable, como en su
templo; y de ello se sigue aquel mutuo amor por el que el alma está íntimamente presente a Dios, y
está en él más de lo que puede suceder entre los amigos más queridos, y goza de él con la más
regalada dulzura”
-Papa León XII
FUNDAMENTACIÓN TEOLÓGICA

INHABITACIÓN DE LA TRINIDAD

“...Oh, mis ‘Tres’, mi todo, mi beatitud, Soledad infinita, Inmensidad en que me pierdo,
me entrego a Vos como una presa, sepultaos en mí para que yo me sepulte en Vos,
mientras espero ir a contemplar en vuestra luz el abismo de vuestras grandezas”.

No todo el mundo puede pretender una experiencia igual de la inhabitación de la


Trinidad en lo más íntimo del alma. Estos modelos permanecen siendo ejemplos de la
realidad que deberíamos vivir en lugar de arrastrarnos lánguidamente. “No seas un
alma trivial”, escribía a una amiga, Isabel de la Trinidad. Es el peligro que acecha, a
unas más y a otras menos, a las almas cristianas, a quienes la lucha por la vida
amenaza sumergir en la arena movediza de sus preocupaciones materiales y que
carecen de energía como para elevarse sobre sus negocios o sus frivolidades. Se
requiere un esfuerzo vigoroso, en todo momento, para arrancarnos del apresamiento
de la realidad monótona y vivir en unión continua con Dios, no haciendo en la tierra, en
medio de las ocupaciones habituales, sino lo que es eterno y divino.

El Bautismo nos da esta gracia y, por el carácter que ha impreso y que perdura, exige
que tendamos con todas nuestras fuerzas a ese ideal, mientras dure nuestra vida. Dios
nos debe, en justicia, las gracias de estado que corresponden a esta eminente dignidad
de hijos; nosotros sabemos que su misericordia las multiplicará con superabundante
liberalidad. Un alma, mientras peregrina sobre la tierra, siempre está a tiempo de
recobrarse, para vivir de nuevo y plenamente esa vocación del Bautismo. Pensadlo
bien, pues “el tiempo es breve”.

San Pablo tenía conciencia de estas sublimes realidades de la vida cristiana cuando
repetía a los primeros cristianos “Vosotros sois templos de Dios vivo”, según la
promesa divina: “habitaré en ellos, en medio de ellos andaré. Yo seré su Dios, y ellos
serán mi pueblo”. También apelaba a esta verdad fundamental de la espiritualidad
cristiana, para invitar a los cristianos a conservarse puros y santos en la presencia de
Dios: “¿No sabéis vosotros que sois templo de Dios, y que el Espíritu de Dios habita en
vosotros? Si alguno violare este templo, Dios le destruirá. El templo de Dios es santo y
este templo sois vosotros”. La historia de los orígenes del cristianismo nos muestra
hasta qué punto esta verdad había arraigado en el alma de los mártires. Es también
conocido el sublime gesto del padre de Orígenes que descubrió el pecho de su hijo,
recién bautizado, para adorar en él la presencia de la Trinidad.

“Dios por medio de la Gracia está en el alma del justo en forma más íntima e inefable, como en su
templo; y de ello se sigue aquel mutuo amor por el que el alma está íntimamente presente a Dios, y
está en él más de lo que puede suceder entre los amigos más queridos, y goza de él con la más
regalada dulzura”
-Papa León XII
SOBRE SAN PIO
Padre Pío y la Inhabitación Trinitaria

Si la inhabitación Trinitaria es el derramamiento de la


vida divina en el alma del justo, no cabe duda que:

El Padre Pío vivió sumergido en cuerpo y alma en la


vida divina. Lo que veía, lo veía con los ojos de Dios,
veía a la creación como el jardín de Dios, veía a cada Si la
persona, como el gran tesoro de Dios, a cada uno
como el único… Sentía como lo hacía Cristo, de modo inhabitación
ordenado en la mayoría de las veces, y tratando de Trinitaria es el
poner la posición de Dios por encima de la suya. derramamiento
Él entró por la vida de la gracia, en esa vida íntima de
de la vida divina
Dios en que el Padre engendra al Hijo y le da su en el alma del
esencia, y con el que el Hijo recibe esta esencia y la justo, no cabe
devuelve al Padre, el amor en que el Padre y el Hijo duda que:
son una misma cosa, y que ambos lo espiran
simultáneamente como su Espíritu. Y viviendo por la
fe sumergido en ese movimiento divino, el amor de El Padre Pío
Dios se derramaba a través de su mirada, de sus vivió sumergido
palabras, actos, pensamientos y oraciones. en cuerpo y
Sólo alguien que lleva a Dios dentro puede alma en la vida
comunicarlo a otros, y poco lo comunicaron con tanta divina. Lo que
fuerza y claridad como san Pío de Pietrelcina. veía, lo veía con
Se unió a la Santísima Trinidad en Fe, Esperanza y
los ojos de Dios,
Caridad, y esto se refleja en las virtudes, la docilidad veía a la
a las mociones del Espíritu Santo y sus dones. Esta es creación como
la clave de la santidad de san Pío de Pietrelcina: que el jardín de
Dios habitó en él, y él fue una lupa que supo reflejar y
acercarnos esa luz divina. Dios, veía a
cada persona,
Una de las grandes pruebas de esta inhabitación como el gran
trinitaria en el padre Pío, fue que su guía era siempre
Dios, siguiendo las mociones de su corazón, pero
tesoro de Dios,
también las órdenes de la santa Madre Iglesia a a cada uno
través de sus ministros y sus superiores. Su vida como el único…
entera estuvo sumergida en el océano de la fe. Nunca
se guió por respetos humanos, siempre buscó la
voluntad de Dios. Y eso sólo podía hacerlo si lo
llevaba dentro.
SOBRE SAN PIO

Otra nota que nos revela la inhabitación trinitaria en el alma del padre Pío, es
el gozo que le producía en el corazón. Vivía, aún en los momentos de mayor
dolor y oscuridad, con una profunda paz en lo más íntimo de su alma.

Desde los 5 años que comenzaron los éxtasis, el padre Pío, vivió inmerso en
los misterios divinos, y el momento de más íntima unión con la Santísima
Trinidad, era, por supuesto, la Santa Misa.

El Padre Pío sentía de manera profunda, amplia y dramática la necesidad de lo


sobrenatural, la necesidad innata de trascendencia, de infinito. En una de sus
epístolas escribe: “El corazón se siente atraído por una fuerza superior antes
de unirse a Él en el Sacramento… Me voy preguntando a veces si existen
almas que no sientan inflamado su pecho por el fuego divino…” (Epist. I, 317).

El Padre Pío supo amar a sus hijos espirituales y a sus hermanos de


comunidad con la ternura y protección de Dios Padre, tuvo una profundísima
relación esponsal con la Iglesia, a semejanza de Cristo y derramó misericordia
como Nuestro Señor a todos los que Dios puso en sus manos, y comunicó el
amor ardiente del Espíritu Santo al mundo entero, y lo sigue haciendo desde
el cielo con más fuerza que nunca.

Los medios para poner en práctica el misterio de la inhabitación trinitaria son:

Fe viva, caridad: Ardiente, recogimiento profundo, además de hacer actos


fervientes de adoración a los tres divinos huéspedes. El Padre Pío los vivía de
esta manera:

Fe Viva: Para el Siervo de Dios su vida era una vida llena de fe: todo lo
deseaba y realizaba a la luz de la fe. Se nutría de la oración constante,
durante el día y gran parte de la noche, estaba en conversación con Dios. En la
fe, él siempre aceptaba la voluntad misteriosa de Dios. Era un religioso
absorto en las realidades sobrenaturales y contagió a todos con su fe,
irradiándola a aquellos que se le acercaban.

Cuando era niño le gustaba estar aparte y a menudo se recogía en oración.


Si la capilla estaba cerrada, se quedaba rezando sobre una piedra hasta
que su madre lo llamaba.
Se hacía encerrar dentro de la iglesia por el Sacristán; que luego de un
tiempo, hacía abrir la puerta para hacerlo salir.
SOBRE SAN PIO

El altar

Desde las 2.30 de la madrugada, el Padre se recogía en oración para


prepararse a vivir el sacrificio eucarístico. Durante el “confieso” se golpeaba el
pecho con fuertes golpes. Parecía que fueran suyos todos los pecados
cometidos por los hombres y sus ojos no lograban retener las lágrimas.

Una invisible presencia lo deslumbraba, lo retenía en misteriosos diálogos,


apenas intuibles por los movimientos de la cabeza o sus expresiones
estáticas.

Caridad Ardiente

Una expresión de su caridad hacia el prójimo era su forma de recibir, por más
de cincuenta años, a tantas personas, que se apresuraban a buscar sus
consejos y consuelos por medio de su sagrado ministerio. Su preocupación
particular: crecer y comportarse según la caridad. Este era el secreto de su
vida penitencial, la cual pasó en el confesionario y dirigiendo a las almas.

“Dios por medio de la Gracia está en el alma del justo en forma más
íntima e inefable, como en su templo; y de ello se sigue aquel mutuo
amor por el que el alma está íntimamente presente a Dios, y está en
él más de lo que puede suceder entre los amigos más queridos, y goza
de él con la más regalada dulzura”
-Papa León XII

PROPÓSITO:
Al ir a a la Santa Misa pediré al Espíritu Santo que me
ayude a vivirla con una gran entrega y amor

También podría gustarte