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Gabinetes de Curiosidades de Manfredo Settala
Gabinetes de Curiosidades de Manfredo Settala
En la Europa de los años 1550-1750, objetos provenientes de la naturaleza y otros creados por
la mano humana, se encontraron cara a cara en los llamados “gabinetes de curiosidades” o
“cámaras de maravillas”, pequeños muebles o espaciosas habitaciones que personas de ciertas
clases sociales y de ciertos oficios y profesiones, se dedicaron a atiborrar, guiados por una
fiebre coleccionista. La consigna de las colecciones, por más distintas que fueran unas de otras,
era el deseo de posesión de objetos destacados por su rareza, maravilla, curiosidad, exotismo.
No es azaroso que la época del apogeo de los gabinetes de curiosidades, anunciada durante la
Edad Media por los thesauri, colecciones de impronta eclesiástica que se conservaban en
iglesias y monasterios, haya sido el Renacimiento, la era de los grandes descubrimientos en el
universo, en el planeta tierra y en el cuerpo humano. Es también el tiempo de los viajes de
placer y de comercio, travesías que le permitieron a exploradores y mercantes volver a sus
tierras natales con souvenirs y adquisiciones que repletarían las salas de los coleccionistas, si
no las suyas propias.
Es así como el afán por conservar objetos extraños (bajo las categorías artificialia o curiosa
artificiosa, naturalia, exotica o scientifica) trasciende la esfera eclesiástica, para instalarse entre
burgueses, boticarios, mercaderes, todos aficionados o eruditos, con presupuestos regulares
para adquirir rarezas, dependiendo de su interés o avidez, oficio e, incluso, del espacio
disponible para la exhibición. En ese sentido, podríamos decir que los gabinetes de
curiosidades son la versión laica de los thesauri. En gran medida, la secularización del
coleccionismo de cosas extrañas, especialmente de obras de arte, piezas de joyería y
decoración, se coordina con una nueva mirada sobre el mundo material, liberada de las
presiones dogmáticas respecto de la futilidad de la posesión de bienes mundanos, así como
también con un renovado espíritu de investigación, que impulsa al coleccionista a emprender
la búsqueda de rarezas por sí mismo y a vivir en carne propia la construcción de su propio
museo variopinto, aun cuando deba penetrar en lugares “bajos”. Philipp Blom explica que tal
fue la revolución renacentista respecto al saber y sus espacios de adquisición que,
por primera vez se aceptó que . . . un mercado de pescado podía ser mejor que una biblioteca. Lo más
probable era que, más que cualquier cantidad de manuscritos latinos, los pescadores hubiesen pescado
en sus redes ejemplares raros y maravillosos . . . El propio [Ulisse] Aldovandri [gran coleccionista y
fundador de la historia natural moderna] recorría los mercados de pescado en busca de nuevos
hallazgos. 4
Hubo gabinetes dedicados solo a la ciencia, al arte o al juego (como el diseñado por Philipp
Hainhofer para el rey Gustavo II Adolfo de Suecia), o bien tipo misceláneo, en los cuales
convivían objetos naturales (fósiles, conchas de mar, animales disecados, especies exóticas de
América, porcelanas asiáticas y morbosos “monstruos” africanos) con criaturas artificiales;
privados (como el de Rodolfo II de Habsburgo) o públicos, que llevaban un meticuloso registro
de visitas (como el de Aldrovandi, que sufrió una avalancha de visitas cuando comenzó a
exhibirse el cadáver de un “dragón”); sofisticadamente ordenados y taxonomizados o
caóticamente dispuestos; para el divertimento o la investigación científica. Cada gabinete era
un mundo en sí mismo, un microcosmos. Y se multiplicaron en todo el continente europeo.
Blom consigna que el holandés Hubert Goltzius registró novecientas sesenta y ocho
colecciones en los Países Bajos, Alemania, Francia, Italia, Austria y Suiza, las cuales presumió
conocer a cabalidad, mientras que solo en Venecia, durante el siglo XVII, habían más de
setenta. El mismo autor señala otra anécdota interesante que da cuenta del tremendo
fenómeno socio-cultural que significaron los gabinetes de curiosidades: en la Holanda del siglo
XVI, hasta las casas de muñecas, para poder considerarse “casas” propiamente tal, debían
contar con un mueble en miniatura en cuyos cajones se encontraban especímenes diminutos
de la naturaleza, como conchas de mar.
Siguiendo a Paula Findlen, para coleccionistas como Settala, “fue la dialéctica entre naturaleza
y arte, manifestada en la confusa yuxtaposición de objetos e instrumentos, más que el vasto
compendio del mundo natural, lo que ellos deseaban representar” 8 . Es decir, la heterogénea
e indistinta concurrencia entre lo natural y lo artificial es la aspiración de este tipo de
gabinetes, la que, sin embargo, halla una suerte de “solución” en aquellos objetos que
amalgaman materias primas provenientes de la naturaleza con el ingenio artístico del ser
humano, como es el caso de un peculiar artilugio decorativo del gabinete de Settala, el cual
consistía en un cuarzo con vetas rosadas, finamente pulido, que gracias a la mano artesana
había adquirido una forma definida y cilíndrica, y que había sido montada sobre una base
trabajada en bronce. En las ilustraciones de este objeto, perteneciente al último volumen de
catálogos ilustrados del museo settaliano, pueden observarse, arriba, los diversos ángulos del
adorno, mientras que en la parte inferior se visualiza la piedra aún en su estado natural.
La yuxtaposición que cruza al gabinete de Settala trasciende lo que se ha dicho hasta aquí: no
solo transparenta la esencia de un espacio de colección de rarezas, con su eclecticismo y
universalidad de objetos, la dialéctica entre naturalia y artificialia-scientifica, la dedicación del
coleccionista a diversos oficios y ocupaciones que decantan en su meticulosa galería y que la
invisten de su sello único, sino también opera como método de disposición de las cosas que la
componen: para Settala, la yuxtaposición permitía al espectador o al erudito visitante una
aproximación contrastiva o bien un estudio comparativo etnográfico-antropológico entre
ciertos objetos como, por ejemplo, aquellos exotica provenientes de la cultura material de
pueblos precolombinos, en especial, brasileños. En el marco de la era de los descubrimientos y
la expansión geográfica de Europa, tanto la mirada curiosa del aficionado como la
contemplación inquisitiva de un misionero jesuíta pronto a embarcar se vieron favorecidas por
este mosaico de objetos.
No cabe duda que la visita a un gabinetto de las características del de Settala debió haber sido
un espectáculo realmente estimulante en términos visuales e intelectuales. Sin embargo,
¿cómo ordenar este aparente caos que, pese a la ubicación precisa de cada ejemplar dentro
del espacio de la colección, congregaba objetos de distintas improntas, orígenes,
funcionalidades o inutilidades, sin tener que descalabrar la instalación de la colección como
espacio de goce estético en sí mismo? 11. El recurso al que Manfredo Settala orientó sus
esfuerzos, así como lo hicieron otros grandes coleccionistas de su época, fue el catálogo, bajo
dos modalidades: el primero de tipo inventario, que corresponde a un catálogo general de
todos los objetos de la colección (que hacia 1660 ascendía a 3.000 ejemplares), sus respectivas
descripciones y datos acerca de su proveniencia, organizados en alrededor de 70 capítulos,
correspondientes a diversas categorías como lentes ópticos, piedras preciosas, porcelanas
chinas, dientes de animales, monedas antiguas. La primera edición de este catálogo fue escrita
en latín por el físico Paolo Maria Terzago, y se publicó en 1664 bajo el título “Musaeum
Septalianum”; la segunda, compuesta por el también físico Pietro Francesco Scarabelli, fue
publicada en 1666, consistió en una traducción del texto latino al italiano, con el fin de que
caballeros y damas curiosas pudieran cumplir su deseo de conocer el museo a través de un
inventario escrito en lengua vernácula. Durante los dos años que mediaron entre ambas
ediciones, la colección de Settala había aumentado, y la edición de 1666 añadía las nuevas
adquisiciones del museo. La segunda modalidad se trataba de un catálogo de tipo visual,
conformado por siete volúmenes (de los cuales actualmente se conservan cinco), y en el que
trabajaron numerosos ilustradores italianos, tales como Domenico Tencala, Francisco Porro,
Francisco Volpino y Carolo Galluzio. Este catálogo fue editado durante la década de 1660 y
estaba organizado temáticamente. Cada hoja estaba íntegramente dedicada a un objeto
particular: su respectiva ilustración, pintada a todo color para emular el objeto real,
protagonizaba el folio, y bajo ella se leían breves anotaciones, hechas por el mismo Settala, en
las que se explicaba qué era y de dónde provenía. A este respecto, Antonio Aimi señala que
“Settala no se aventuró en una teorización precipitada, prefiriendo limitarse al estudio de
objetos individuales, lo que hoy llamaríamos cultura material, rechazando la interpretación
simbólica del objeto, típica de los siglos XVI y XVII, presente incluso en obras de científicos
como Aldrovandi” 12 . La separación del ejemplar curioso desde el conjunto atestado de la
colección, posibilitada por la ilustración, permite, en un nivel profundo, su individualización y
su reivindicación entre el resto de los objetos, particularizándolo, dando cuenta de su
especificidad funcional, cromática, cultural, etcétera.
Ambas modalidades, el catálogo tipo inventario y el catálogo visual, parecen reordenar ese
mundo aparentemente- y exquisitamente- disperso. Y, por supuesto, permite, en un nivel más
superficial, pero no por ello menos relevante, dar a conocer el gabinete de curiosidades a
aquella audiencia limitada para visitarla y, por supuesto, estimular la concurrencia de
potenciales visitantes y viajeros, atraídos por las formas, los colores y las novedades de los
objetos inventariados, descritos e ilustrados. Después de todo, como explica Findlen, el museo
de Settala había sido “diseñado más para sorprender que para informar” 13.
Un epílogo y un funeral
1. Daston, L.-Park, K.: ”Wonders and the Order of Nature, 1150-1750”. Zone Books, California,
2001, p. 68.
2.Pomian, K.: ´The Age of Curiosity’. En “Collectors and Curiosities: Paris and Venice, 1500-
1800”. Traducido por Elizabeth Wiles-Portier. Polity Press, Oxford, 1990, pp. 58-59.
3. Ctd. en Kenseth, J.: ‘A World of Wonders in One Closet Shut’. En “The Age of the
Marvelous”. Hood Museum of Art, Dartmouth College, Hanover, 1991, p. 86.
4. Blom, P.: “El coleccionista apasionado: Una historia íntima”. Anagrama, Barcelona, 2013, p.
29.
5. Ctd. en Findlen, P.: “Possessing Nature:Museums, Collecting, and Scientific Culture in Early
Modern Italy”. University of California Press, California, 1994, p.34.
7. Bacon, F.: “The Letters and the Life of Francis Bacon Including All His Occasional Works:
Namely Letters, Speeches, Tracts, State Papers, Memorials, Devices and All Authentic Writings
Not Already Printed Among His Philosophical, Literary, Or Professional Works”, Volumen 1,
editado por James Spedding. Longman, Green, Longman, and Roberts, Londres, 1868, p. 335.
9. Terzago, P.-Scarabelli, F.: “Museo, ó Galeria adunata dal sapere e dallo studio del Sc.
Canonico Manfredo Settala”. Biblioteca Estatal de Baviera, 1666., p. 3.
10. Pastorini, G.: “Orazion fvnerale per la morte dell’illvstriss. sig. can. Manfredo Settala :
nell’eseqvie celebrate in Milano da svoi sig. nipoti nella basilica di s. Nazaro”. Nella Stampa
Arciuescouale, Milán, 1680, p. 20.
11. En su texto ‘The exotica of the Settala museum and other northern Italian collections’, en
“Turquoise in Mexico and North America: Science, Conservation, Culture and Collections,
editado por J.C. King et al.. British Museum, Londres, 2012, Antonio Aimi considera que el
diseño de la colección de Settala está altamente influenciado por el gusto barroco.
14.Ibid: p.333.
Bibliografía
Aimi, A.: ‘The exotica of the Settala museum and other northern Italian collections’, en
“Turquoise in Mexico and North America: Science, Conservation, Culture and Collections,
editado por J.C. King et al.. British Museum, Londres, 2012.
Bacon, F.: “The Letters and the Life of Francis Bacon Including All His Occasional Works:
Namely Letters, Speeches, Tracts, State Papers, Memorials, Devices and All Authentic Writings
Not Already Printed Among His Philosophical, Literary, Or Professional Works”, Volumen 1,
editado por James Spedding. Longman, Green, Longman, and Roberts, Londres, 1868.
Blom, P.: “El coleccionista apasionado: Una historia íntima”. Anagrama, Barcelona, 2013.
Daston, L.-Park, K.: “Le meraviglie del mondo. Mostri, prodigi e fatti strani dal Medioevo
all’illuminismo”. Carocci, Firenze, 2000.
—. ”Wonders and the Order of Nature, 1150-1750”. Zone Books, California, 2001.
Findlen, P.: “Possessing Nature:Museums, Collecting, and Scientific Culture in Early Modern
Italy”. University of California Press, California, 1994.
Kenseth, J.: ‘A World of Wonders in One Closet Shut’. En “The Age of the Marvelous”. Hood
Museum of Art, Dartmouth College, Hanover, 1991.
Pastorini, G.: “Orazion fvnerale per la morte dell’illvstriss. sig. can. Manfredo Settala :
nell’eseqvie celebrate in Milano da svoi sig. nipoti nella basilica di s. Nazaro”. Nella Stampa
Arciuescouale, Milán, 1680.
Pomian, K.: “Collectors and Curiosities: Paris and Venice, 1500-1800”. Traducido por Elizabeth
Wiles-Portier. Polity Press, Oxford, 1990.
Terzago, P.-Scarabelli, F.: “Museo, ó Galeria adunata dal sapere e dallo studio del Sc. Canonico
Manfredo Settala”. Biblioteca Estatal de Baviera, 1666.