Está en la página 1de 3

―Oye, Joey.

¿Hay alguna
posibilidad de que haya un
enchufe ahí atrás?
El camarero, mi nuevo mejor
amigo en las últimas horas,
levanta la vista de su vaso.
―Puedo hacerte algo mejor.
Justo delante de ti, preciosa.
―¡Ah! Práctico. Gracias. ―Me
agacho para mirar debajo de la
barra y, efectivamente, hay un
enchufe que a algún genio
maravilloso se le ocurrió instalar
en la barra del vestíbulo de un
hotel. Inserto la clavija de mi
nuevo cargador de iPhone en la
toma de corriente con un suave y
satisfactorio clic y suelto un
pequeño suspiro de felicidad por
estar de nuevo en línea y ser la
propietaria de un nuevo y
reluciente teléfono. Y
dediquemos un segundo a darle
una palmadita en la espalda a la
Katherine del año pasado por
contratar una tarjeta de crédito
de Apple, que me permitió
comprar mi nuevo teléfono bebé
en la tienda, incluso sin cartera.
El hotel tampoco está mal,
aunque para eso necesité la
ayuda de...
prepárate... Lolo Bauer. (¿Qué,
creías que no tenía apellido? No
pasa nada. Yo tampoco lo
pensaba).
Necesitaba el favor de mi vida y
le pedí a la novia de mi ex marido
que me prestara dinero para un
hotel. Me hizo un favor, me
reservó una habitación con sus
puntos y me llamó un Uber,
además de darme dinero suf i
ciente para... bueno, digamos que
este no es mi primer martini.

También podría gustarte