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LA EXPRESIÓN PRÁCTICA DE LA IGLESIA

CONTENIDO
1. El propósito eterno de Dios
2. La expresión de Cristo
3. La expresión de la iglesia
4. El aspecto práctico de la iglesia
5. La unidad de la iglesia
6. El terreno de la iglesia
7. Una actitud amplia para guardar la unidad
8. El terreno de la localidad
9. El terreno único de la unidad
10. Entregados incondicionalmente a la iglesia local
11. La bendición sobre el terreno de la unidad
12. La comunión de la iglesia
13. Lecciones prácticas para la vida de iglesia
14. La función de la iglesia
15. Funcionar despojándonos de lo viejo
16. Funcionar liberando el espíritu
17. Funcionar orando-leyendo
18. El gobierno de la iglesia
19. El contenido de la iglesia
20. Edificar en amor
21. El aumento y la propagación de la iglesia
22. La preparación para el regreso del Señor

PREFACIO
Este libro se compone de mensajes que Witness Lee dio en Los Ángeles, California durante
el verano de 1968.
CAPITULO 1
EL PROPOSITO ETERNO DE DIOS
En estos mensajes quisiera hablarles acerca de la expresión práctica de la iglesia.
Con relación a Cristo, necesitamos una experiencia viva, y con relación a la iglesia,
necesitamos una expresión práctica.

LA IGLESIA FUE PLANEADA DESDE LA ETERNIDAD


Efesios 3:10-11 revela que la iglesia existe según el propósito eterno que Dios hizo
en Cristo y es parte del propósito eterno de Dios. Fue planeada desde la eternidad y
no llegó a existir por casualidad. En la eternidad, antes de que el tiempo
comenzara, Dios decidió producir la iglesia.

En las Escrituras, la palabra “propósito” equivale a la palabra “plan”. El propósito


eterno de Dios es Su plan eterno. El hizo un plan en la eternidad, pues es un Dios
de propósito.

¿Qué planeó Dios? El planeó tener una iglesia compuesta de seres humanos que
tuvieran la coordinación de un cuerpo; una iglesia en la cual El impartiría Su
naturaleza divina y con la cual El se pudiera mezclar. En otras palabras, este
Cuerpo sería un vaso corporativo en el cual Dios se depositaría. Esto es lo que El
planeó y éste es el centro de Su propósito. Así que, Dios planeó formar el Cuerpo,
un vaso corporativo en el cual impartiría todo lo que El es, y este vaso se llama la
iglesia.

Por consiguiente, la iglesia es el centro del plan eterno de Dios. ¿Por qué es la
iglesia tan querida y tan preciosa para Dios? Porque ella es el deseo de Su corazón,
es lo que El se propuso formar antes de que el tiempo comenzara. En la eternidad
pasada El planeó obtener la iglesia.

TODAS LAS COSAS FUERON CREADAS


PARA PRODUCIR LA IGLESIA
La revelación completa de las Escrituras muestra que todo el universo fue creado
para producir la iglesia. Aun la revelación de la Deidad en tres Personas tiene como
fin producir la iglesia para cumplir el plan eterno de Dios.

Estamos familiarizados con las tres Personas de la Deidad: Dios el Padre, Dios el
Hijo y Dios el Espíritu. Las tres Personas de la Deidad no existen para que
tengamos la doctrina de la trinidad, sino para que se cumpla el plan de Dios de
producir la iglesia. Su meta es impartirse en el hombre a fin de que la iglesia llegue
a existir.

Algunos hombres viven sin propósito alguno, por ende, su apariencia nunca varía.
Pero un hombre lleno de propósitos se manifiesta de distintas maneras. Si uno lo
visita en su casa temprano por la mañana, verá que él es un padre o un esposo.
Después del desayuno, él irá a la universidad porque es profesor. Luego, por la
tarde en el hospital, lo verá con un uniforme blanco porque también es doctor. En
casa es padre; en la universidad es profesor; y en el hospital es doctor. ¿Por qué
este hombre es tres clases de personas? Porque es un hombre que tiene buenos
propósitos.

No crea que por haber tres Personas en la Deidad existen tres Dioses separados.
No, ellas son uno solo. Mateo 28:19 nos manda que bauticemos a las personas en el
nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo. Aunque son tres, tienen un solo
nombre. No son los nombres del Padre, del Hijo y del Espíritu, sino el nombre. Es
como el hombre que es padre en la casa, profesor en la universidad y doctor en el
hospital; también es tres personas con un nombre.

Estudiemos el caso de la electricidad. La misma electricidad producida en el


generador también está instalada en muchos edificios. ¿Cómo puede la electricidad
del generador circular por edificios que están a muchos kilómetros de distancia?
Debido a la corriente eléctrica. ¿Es diferente la corriente eléctrica a la electricidad?
No, la corriente es simplemente la electricidad en movimiento. Cuando aplicamos
la electricidad a las bombillas, a la calefacción, al refrigerador o a otros aparatos
electrodomésticos, sigue siendo electricidad. Sin embargo, llega a ellos en tres
etapas: primero, es producida en el generador; luego es transmitida al edificio por
la corriente; y por último, es aplicada a los aparatos electrodomésticos. ¿Existen
tres clases de electricidad? No, existe una sola en tres etapas, y el propósito de estas
etapas es que la electricidad sea distribuida y aplicada.

¿Por qué se revela el único Dios en tres Personas? Simplemente por el propósito de
impartirse y aplicarse a nosotros. Dios el Padre es la electricidad que se halla en el
generador; Dios el Hijo es la corriente de la electricidad celestial; y Dios el Espíritu
es la aplicación, la función, de la misma. Todo ello tiene como objetivo que Dios
mismo se nos imparta y se nos aplique para que se produzca y exista la iglesia. Para
producir y para que la iglesia exista, Dios tiene que ser tres personas. Es mucho
más importante que la Deidad lleve a cabo Su impartición en nosotros, a que
nosotros adquiramos el conocimiento de la trinidad.

A fin de que la iglesia pueda existir en este universo y expresar a Dios, se necesitan
los cielos, la tierra, el espacio y una multitud de cosas. Sin todas estas cosas, Dios
no podría tener la iglesia en el universo para expresarse. ¿Por qué Dios se
manifiesta como tres Personas? Por la iglesia. ¿Por qué fue necesario que creara
billones de criaturas? Por la iglesia. El propósito de todo es la iglesia y todo existe
para ella.

A fin de producir la iglesia, también se necesita un hombre que conste de tres


partes, a saber, el espíritu, el alma y el cuerpo. Esto es muy interesante. No sólo es
necesario que exista el hombre, sino que éste conste de tres partes. ¿Por qué es
necesario que el hombre sea tripartito? Porque una parte para la creación, otra es
para él mismo, y una tercera es para Dios. De este modo puede existir en el
universo una iglesia compuesta de hombres.
Si Dios no se manifestara en tres Personas, si no hubiera creado tantas cosas, y si el
hombre no tuviera tres partes, sería imposible que la iglesia llegara a existir. Todas
estas cosas son necesarias para que se obtenga la iglesia. Dios, la creación y el
hombre son indispensables para que exista la iglesia; así que, la iglesia es el centro
del plan eterno de Dios.
CAPITULO 2
LA EXPRESION DE CRISTO
En el capítulo anterior vimos el propósito de Dios, y ahora veremos la expresión de
Cristo. Dios planeó la iglesia con el propósito de expresar a Cristo; por tanto, la
iglesia es la expresión de Cristo. Pero, ¿cómo puede la iglesia ser esto? ¿De qué
manera puede la iglesia expresar a Cristo? La única manera es que la iglesia sea el
Cuerpo de Cristo.

LA IGLESIA: EL CUERPO DE CRISTO


Si uno se analiza, se dará cuenta de que el cuerpo de uno es su expresión. Sin él no
podemos expresarnos. Del mismo modo, Cristo no podría expresarse mediante la
iglesia a menos que ella sea Su cuerpo. Al decir que el cuerpo es la expresión,
necesitamos darnos cuenta de que el cuerpo siempre es uno con la cabeza en vida y
en naturaleza. Nuestro cuerpo tiene la misma vida y la misma naturaleza que
nuestra cabeza. Esto nos dice que la iglesia y Cristo son uno en vida y en naturaleza.
En otras palabras, según este criterio, Cristo es la iglesia. El no sólo es la Cabeza,
sino también el Cuerpo, porque la vida del Cuerpo es Cristo y la naturaleza del
Cuerpo es Cristo. El Cuerpo es Cristo, y Cristo es el Cuerpo.

En la Biblia hay un tipo excelente de Cristo y la iglesia. Me refiero a Adán y Eva.


Hablando con propiedad, Dios no creó un hombre y una mujer; solamente creó a
un hombre. Entonces, ¿cómo llegó a existir la mujer? La esposa era simplemente
parte del esposo. Dios hizo que Adán se durmiera, y al abrir su costado tomó una de
sus costillas. Esta era parte de Adán, y esta parte vino a ser su esposa.

Entonces, ¿qué es Eva? Eva es parte de Adán. Por eso, es correcto decir que Adán
es Eva, porque ella es parte de él. Sabemos, según Efesios 5, que esto es un tipo.
Cristo es el postrer Adán, y Dios hizo que durmiera en la cruz. Su costado fue
abierto y de allí salió sangre y agua (Jn. 19:34). La sangre representa la redención, y
el agua la vida. Ambas son necesarias para producir la Eva espiritual, la novia
espiritual, que es la iglesia.

Necesitamos esta revelación y esta visión para comprender lo que es la iglesia. Ella
es el complemento de Cristo; es parte de Cristo, pues procede de El. Ella salió de
Cristo, fue producida de El, y es parte Suya. El Cuerpo no puede separarse de la
Cabeza. Una persona completa tiene tanto cabeza como cuerpo.

Hoy la iglesia es el Cuerpo de Cristo, el cual fue producido de Cristo y es parte de


El. Por eso Efesios 1:22-23 dice que la iglesia es el Cuerpo, y que el Cuerpo es la
plenitud de Cristo. Cristo es Aquel que todo lo llena en todo. El es universalmente
grande, y como tal necesita un Cuerpo que sea Su plenitud, Su expresión.
LAS RIQUEZAS DE CRISTO Y LA PLENITUD DE CRISTO
En Efesios 1:23 tenemos “la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo”. Esto se
refiere a la plenitud de Cristo. Luego en Efesios 3:8 vemos “las inescrutables
riquezas de Cristo”. ¿Cuál es la diferencia entre la plenitud de Cristo y Sus
riquezas? No es difícil comprender el significado de las riquezas de Cristo. Deben
ser todo lo que Cristo es. Por ser Dios, El es el Padre, el Hijo, el Espíritu, el Señor, el
Cristo y mucho más. Como hombre, es el Apóstol, el Maestro, el Líder, etc. Él es,
verdaderamente, mucho más que todas estas cosas. Además, El es la luz, la vida, el
aire, el agua, el alimento, el vestido y el refugio. Para nosotros, El es todo esto y
más. Las riquezas de Cristo son inagotables.

Entonces, ¿qué es la plenitud? La plenitud es el producto de disfrutar todas las


riquezas de Cristo. Cuando hemos disfrutado y asimilado todas las riquezas de
Cristo, tenemos un resultado, el cual es la plenitud de Cristo.

Muchas veces uso como ejemplo las riquezas de los Estados Unidos para mostrar
esto: la leche, las vacas, los huevos, las gallinas, los melocotones, las ciruelas y
muchas otras cosas son las riquezas de este país. El resultado de disfrutar esta s
riquezas es la plenitud.

Tomemos el caso de hombres de gran tamaño físico. En cierto sentido ellos no son
las riquezas de los Estados Unidos, sino la plenitud de ellas. ¿Cómo llegaron a ese
tamaño? Por haber ingerido tantas gallinas, vacas, leche, huevos y demás alimentos
estadounidenses.

Ustedes los estadounidenses son la plenitud de las riquezas de su país. Si no se


hubiesen alimentado de las riquezas que contienen los alimentos estadounidenses,
serían pequeños. Pero como están llenos de ellas, han llegado a ser la plenitud de
los Estados Unidos. La plenitud es el producto de haber disfrutado las riquezas.
Cuanto más disfrutemos de las riquezas de este país, más llegaremos a ser su
plenitud.

Entonces, ¿qué es la iglesia? Es la plenitud de Cristo. Esto significa que la iglesia es


el resultado de disfrutar las riquezas de Cristo. Todos debemos disfrutar a Cristo.
Esta es la razón por la cual aborrecemos las enseñanzas y las doctrinas muertas, y
preferimos disfrutar a Cristo orando-leyendo la Palabra. Si sólo conocemos las
enseñanzas y las doctrinas, es como si nos aprendiéramos la receta de un manjar o
el menú de un restaurante sin disfrutar la comida. Es mejor olvidarnos de la receta
y del menú, y disfrutar las riquezas de Cristo. ¡Qué rico es El! ¡Y cuán ricamente
podemos disfrutarle día tras día! Cuanto más lo disfrutemos, más creceremos y
llegaremos a ser Su plenitud.

A esto se refiere la expresión. La plenitud es la expresión de Cristo. Nunca


podremos expresar a Cristo sólo estudiando las doctrinas ni podremos manifestar a
Cristo sólo aprendiendo la Biblia. La única forma en que podemos expresar a Cristo
es alimentarnos de El, comer de El, beber de El y ser llenos de El para que nos
nutra. Debemos recibirlo y asimilar todo lo que El es. Entonces, espontáneamente
seremos Su plenitud, la cual es Su expresión.

Esta es la manera de tener una expresión viva de Cristo. Si los hermanos y


hermanas de alguna iglesia no saben cómo alimentarse de Cristo ni disfrutarle ni
asimilar todo lo que El es, será imposible tener una expresión adecuada de la iglesia
en esa ciudad. Las enseñanzas solas no pueden producir una expresión verdadera
de la iglesia en ningún lugar. Debemos reconocer cuánto necesitamos alimentarnos
de Cristo, disfrutarle, comerle y beber de El. Entonces, espontáneamente se
producirá la expresión apropiada de Cristo en nuestra localidad.

La iglesia local es la expresión de Cristo, y ésta sólo puede existir si disfrutamos a


Cristo. Por eso reitero continuamente que debemos disfrutar a Cristo de una forma
práctica y viva. Entonces podremos ayudar a otros a que disfruten a Cristo de la
misma manera. Sólo así llegaremos a ser la plenitud, la expresión de Cristo.

La esencia o substancia de la iglesia debe ser Cristo asimilado en nuestro ser. Esto
es fundamental. Si no sabemos cómo disfrutar a Cristo, cómo beber de El, cómo
alimentarnos de El ni cómo recibirlo en nuestro espíritu y asimilarlo, no será
posible que se produzca una iglesia apropiada en nuestra localidad.

La unidad es el primer factor esencial de una iglesia local. Si no hay unidad, no es


posible tener una expresión local de la iglesia. ¿Podemos tener unidad sólo por
medio de las enseñanzas? No, porque a lo largo de los siglos, en muchos casos,
cuanto más enseñanzas aprendían los creyentes, más se dividían. Debemos prestar
más atención a disfrutar a Cristo que a las enseñanzas. Cuanto más disfrutemos a
Cristo y más nos alimentemos de El, más unidos estaremos.

Me agrada lo que dice el apóstol Pablo en Efesios 3:8: “A mí, que soy menos que el
más pequeño de todos los santos, me fue dada esta gracia de anunciar a los gentiles
el evangelio de las inescrutables riquezas de Cristo”. El apóstol Pablo no predicaba
enseñanzas ni doctrinas, sino las inescrutables riquezas de Cristo. ¿Cuál es el
propósito de las inescrutables riquezas de Cristo? Si leemos los versículos del 8 al
11, veremos que éstas tienen como objetivo producir la iglesia. Todas las riquezas
de Cristo tienen esa única finalidad.

Cuanto más participamos de las riquezas de Cristo, más comprendemos que son
excepcionalmente ricas. Todos debemos aprender, día tras día, a disfrutar estas
inescrutables riquezas; así sabremos qué ministrar a otros. Nuestra intención no
debería ser dar enseñanzas; debemos llevar a cabo la encomienda de ministrar las
riquezas de Cristo.

Nunca olvidaré la lección que aprendí en 1933 con el hermano Watchman Nee. El
no me habló acerca de doctrinas ni enseñanzas, sino que me ayudó a disfrutar a
Cristo. Aunque él ni siquiera usó la palabra “disfrutar”, me ayudó mucho a
disfrutarlo. Un día me preguntó: “¿Qué es la paciencia?”. Era una pregunta muy
práctica. No me atreví a contestar, porque tenía que ser muy significativo que una
pregunta tan sencilla saliera de su boca. De todos modos, me instó a que le dijese
qué era la paciencia. Entonces le dije que la paciencia era soportar los sufrimientos
o el mal trato. Cuando me dijo que eso no era la paciencia, me confundí bastante.
Pensé que si esto no era la paciencia, entonces ¿qué era? Le pedí que me lo dijera
él, pero no me contestó, aunque estuvimos juntos bastante rato. Cuando le
pregunté nuevamente qué era la paciencia, me dijo: “Muy buena pregunta, ¿qué
será?”. Esto verdaderamente me desilusionó. Regresé al lugar donde vivía, y con
lágrimas me arrodillé a pedirle al Señor que me mostrara qué era la paciencia.

En esos días mis ojos fueron abiertos. Vi que la paciencia es Cristo. Cristo debe ser
mi paciencia. Esta era la clave. Y Cristo no sólo debe ser mi paciencia, sino también
el todo para mí. Fue por esta lección que aprendí cómo tomar a Cristo como mi
paciencia, mi humildad, mi amor por otros y mi todo. Esto me ayudó mucho.

El hermano Nee no me dio una enseñanza, sino que me ministró a Cristo como
paciencia de una forma práctica. Y esa lección fue la llave que me condujo a una
nueva esfera en mi experiencia. Con una frase tan corta y sencilla, me ayudó
eternamente.

Eso es lo que necesitamos. No necesitamos más enseñanzas. Antes de conocer al


hermano Nee, recibí muchas enseñanzas y doctrinas de otros. Aunque me senté a
los pies de ellos por muchos años, mis ojos solamente fueron abiertos cuando el
hermano Nee me habló. Vi que lo que yo necesitaba no era enseñanzas, sino
disfrutar las riquezas de Cristo.

Solamente cuando disfrutamos las riquezas de Cristo se puede producir la iglesia;


pues ella no es el producto de las enseñanzas, sino algo nacido de Cristo. La iglesia
proviene del disfrute de las riquezas de Cristo y es parte de El.

En muchos lugares he reiterado que las doctrinas solas no significan nada en lo que
se refiere a la vida de iglesia, y al hacerlo he ofendido a algunos. Pero debo decirlo.
Todos debemos volvernos de las doctrinas a las riquezas de Cristo en el Espíritu. Y
debemos estar dispuestos a volvernos. Si queremos obtener una expresión
apropiada de la iglesia en una localidad, necesitamos disfrutar de verdad las
riquezas de Cristo.
CAPITULO 3
LA EXPRESION DE LA IGLESIA
Hemos visto que la expresión de Cristo es la iglesia. Pero, ¿cómo puede ser
expresada la iglesia? Cristo es expresado por la iglesia, pero ¿cómo se expresa ella?
Debemos ver la expresión de la iglesia.

¿DONDE ESTA LA IGLESIA?


Muchos hablan de que la iglesia es la expresión de Cristo, pero al analizar esto
preguntaríamos: “¿Dónde está la iglesia?”. Es bonito decir que la iglesia es la
expresión de Cristo, pero eso no basta; es necesario ponerlo en práctica. Si usted
platicara conmigo, yo le diría: “Hermano, eso suena muy bueno, pero ¿cómo puedo
entrar en ella? Es maravilloso que la iglesia sea la expresión de Cristo, pero yo
quisiera estar en ella. Dígame dónde está”.

Si le hiciéramos esta pregunta práctica a los muchos maestros que enseñan que la
iglesia es la expresión de Cristo, los arrinconaríamos. Se sentirían avergonzados,
confundidos y enredados, y les sería difícil contestar.

La iglesia como expresión de Cristo es sumamente celestial, espiritual y


maravillosa, pero queremos entrar en ella; ¡queremos tenerla! Puesto que es tan
celestial y maravillosa, ¿dónde está? ¿Dónde podemos encontrar algo tan
maravilloso?

Dichos maestros quizá nos digan que la iglesia es muy espiritual y que, como no es
algo de la tierra, ella se encuentra en los cielos. Si éste fuera el caso, sería imposible
que la iglesia esté en alguna ciudad sobre la tierra, y llegaríamos a la conclusión de
que necesitamos esperar hasta que venga la eternidad; por ende, no hay razón por
la cual tener la iglesia hoy y es innecesario hablar acerca de sus asuntos. Si
debemos esperar hasta que venga la eternidad, no es necesario edificar la iglesia
hoy.

IGLESIAS LOCALES
Esto ha llegado a ser un problema, ya que las personas han visto sólo un aspecto
pero no el otro. Con respecto a la iglesia, existen dos términos en la Biblia: “la
iglesia de Dios” (1 Co. 10:32) y “las iglesias de Dios” (1 Co. 11:16). ¿Hay sólo una
iglesia o son muchas? La iglesia de Dios es universal, pero las iglesias de Dios se
expresan en muchas localidades.

La iglesia es la expresión de Cristo, pero ¿cómo puede ser ella expresada


prácticamente? Sólo por medio de las iglesias locales, es decir, por una iglesia en
cada localidad. Como expresión de Cristo, la iglesia es única universalmente; pero
esta misma iglesia se manifiesta en muchas iglesias locales.
La iglesia jamás podría ser expresada sin las iglesias locales. Puesto que cada iglesia
local es la expresión práctica de la iglesia, el Señor Jesús en Mateo 16:18 mencionó
la edificación de la iglesia sobre la roca, pero en Mateo 18:15-20 habló acerca de la
iglesia local. La iglesia mencionada en Mateo 18 debe ser la iglesia local porque
podemos ir a ella. El Señor dijo que si un hermano tiene problemas con otro, debe
ir a éste primero. Si lo oye, el problema se solucionó, pero si no, entonces debe
llevar consigo a uno o dos testigos para que los escuche a ellos. Si él todavía no oye,
entonces debe llevarse el problema a la iglesia; claro, ésta debe ser la iglesia local.
No podría ser la iglesia universal porque jamás podríamos llevarle un problema a
ella.

Supongamos que usted tiene un problema con algún hermano. ¿Tiene usted una
iglesia adónde ir? ¿En la localidad donde vive, tiene adónde ir? Si no, entonces no
hay una expresión práctica de la iglesia en su ciudad.

¿Qué es la expresión práctica de la iglesia, la cual es la expresión de Cristo? Las


iglesias locales. Sin ellas, la iglesia permanece en la esfera de la terminología y es
imposible que sea expresada. Sin ellas, la iglesia se convierte en algo de los cielos,
algo para el futuro, algo que anhelamos pero que no es real ni práctico hoy en la
tierra.

Sin embargo, según la Biblia la iglesia es sumamente práctica. En Mateo 18 el


Señor Jesús dice que si tenemos un problema con algún hermano, y dos o tres
hermanos no pueden resolverlo, entonces debemos llevarlo a la iglesia. Sin lugar a
dudas, ésta es la iglesia local en el sentido práctico.

Cuando proseguimos al libro de Hechos, pronto vemos la primera expresión de la


iglesia en la tierra. Hechos 8:1 hace mención de “la iglesia que estaba en Jerusalén”.
No dice la iglesia que estaba en los cielos, sino la iglesia que estaba en Jerusalén, la
cual es una iglesia local que expresa a la iglesia universal. En Hechos 13:1 dice:
“Había entonces en Antioquía, en la iglesia local”. Esta es otra expresión de la
iglesia, o sea, otra iglesia local. Ahora podemos ver una iglesia que tiene por lo
menos dos expresiones: una en Jerusalén y la otra en Antioquía. Todas las iglesias
locales son expresiones de la única iglesia (universal).

A medida que repasamos el Nuevo Testamento vemos también “la iglesia que está
en Cencrea” (Ro. 16:1) y “la iglesia ... que está en Corinto” (1 Co. 1:2; 2 Co. 1:1). La
Biblia jamás habla de las iglesias que están en una ciudad, sino siempre de la iglesia
que está en una ciudad, por ejemplo, la iglesia que está en Jerusalén, la iglesia que
está en Antioquía, la iglesia que está en Cencrea y la iglesia que está en Corinto.
Cada iglesia local es una expresión de la única iglesia. Aunque la iglesia es única, las
expresiones de la iglesia son muchas y estas numerosas manifestaciones son las
iglesias locales. Todas las iglesias mencionadas en el Nuevo Testamento se refieren
a las iglesias locales, tales como: “las iglesias ... en Judea” (1 Ts. 2:14, Gá. 1:22), “las
iglesias de los gentiles” (Ro. 16:4), “las iglesias” (Hch. 15:41), “en todas las iglesias”
(1 Co. 4:17) “en cada iglesia” (Hch 14:23), “las iglesias de Dios” (1 Co. 11:16), “las
iglesias de Cristo” (Ro. 16:16), “las iglesias de los santos” (1 Co. 14:33) y “todas las
iglesias” (1 Co. 7:17). Durante el primer siglo, ellas eran las muchas expresiones
locales sobre la tierra de la única iglesia universal, tanto en el mundo judío como en
el mundo gentil.
CAPITULO 4
EL ASPECTO PRÁCTICO DE LA IGLESIA
En el último capítulo se trataron dos puntos: (1) existe la verdadera necesidad de
que las iglesias locales sean la expresión de la iglesia; (2) un grupo de dos o tres que
se congrega en el nombre del Señor no puede ser la iglesia si ella ya existe en esa
ciudad.

Como ya vimos claramente estos dos puntos, en este capítulo queremos avanzar
para ver el aspecto práctico de la iglesia. No estoy hablando de la realidad de la
iglesia, que es Cristo, ni tampoco me estoy refiriendo a la espiritualidad de la
iglesia, que también es Cristo, sino del aspecto práctico de la iglesia, lo cual es algo
más que debemos ver.

EL ASPECTO PRÁCTICO DE LA IGLESIA LOCAL


Una vez el hermano Watchman Nee se quedó en un lugar por cierto tiempo y
cuando estaba a punto de partir, las personas le pidieron que les diera una palabra
de despedida. El les habló de esta manera: “Hoy se habla mucho acerca de la
iglesia, el Cuerpo de Cristo. Dicha plática es como un grupo de carpinteros que
conversan acerca de hacer sillas. He oído muchos discursos buenos acerca de hacer
sillas, pero les preguntaría: ¿Dónde están las sillas?”. Esta palabra es tan simple,
pero muy impresionante y práctica. “¿Dónde están las sillas?”.

Por muchos años han circulado bastantes enseñanzas y escritos acerca de la iglesia,
el Cuerpo de Cristo, pero, ¿dónde están las iglesias que dichas enseñanzas
produjeron? Por largo tiempo se ha hablado de hacer “sillas”, pero difícilmente
encontramos una “silla”.

Por eso, tenemos que ver el aspecto práctico de la iglesia. ¿Qué es el aspecto
práctico de la iglesia? Es la iglesia local. Sin la iglesia local, la iglesia no es factible y
se queda en el aire. Podemos hablar bastante acerca de la iglesia, pero sin la iglesia
local, al final no surge nada práctico. La practicalidad de la iglesia está en la iglesia
local. La iglesia local no sólo es la expresión de la iglesia, sino también el aspecto
práctico de ella. Si queremos practicar la vida de iglesia, es menester la iglesia local.

UNA IGLESIA A LA CUAL PODEMOS IR


En Mateo 16:18 el Señor habla de la iglesia universal cuando dice: “Sobre esta roca
edificaré Mi iglesia”, pero más adelante en Mateo 18:17 vemos la iglesia local. Sé
que algunos maestros cristianos basan su posición doctrinal usando únicamente
Mateo 16:18 y preguntan: “¿Es la iglesia que se menciona en este versículo la iglesia
local?”. Aparentemente presentan un buen argumento. Estamos de acuerdo que
Mateo 16:18 no habla de la iglesia local; sin embargo, tampoco podemos omitir
Mateo 18:17. Debemos continuar de Mateo 16 a Mateo 18. ¿Es la iglesia
mencionada en Mateo 18 la iglesia local o la iglesia universal? Si habla de la iglesia
universal, o sea, de la iglesia en los cielos, ¿cómo podríamos acudir a ella hoy si
tenemos un problema? Mateo 18 dice que si tenemos un problema que la iglesia
debe resolver, debemos acudir a ella. Si esta iglesia no es la iglesia local sino algo en
los cielos, ¿cómo podemos ir hoy a ella?

Si la iglesia local no existe en una ciudad, no importa cuánto platiquemos de la


iglesia, todavía no tenemos algo práctico hoy. He notado que muchos maestros
cristianos hablaron y escribieron mucho de la iglesia, pero al fin y al cabo no
tuvieron algo factible. ¿Dónde está el aspecto práctico de la iglesia en la tierra?
¿Dónde está?

Mateo 16:18 es precioso, pero Mateo 18:17 es práctico. Quizá una iglesia local no es
tan espiritual como debería serlo, pero la experimentamos de una manera muy
práctica. La iglesia en Los Ángeles quizá no sea tan maravillosa como la
mencionada en Mateo 16:18, pero ¡ya la tenemos y la disfrutamos! ¡Aleluya! es una
iglesia a la cual yo puedo ir. Pero a la iglesia mencionada en Mateo 16:18 no puedo
ir. Sí, esa iglesia es maravillosa, pero ¿dónde está?

Por muy pobre o débil que sea la iglesia en Los Ángeles, la tenemos aquí, y esto es
mejor que algo en el aire. Si tenemos un problema podemos ir a ella, lo cual es algo
práctico.

De hecho, Mateo 16:18 está incluido en Mateo 18:17; si tenemos Mateo 18:17,
también tenemos Mateo 16:18. ¿Cómo pudiésemos tener Mateo 16:18 sin Mateo
18:17? No podemos tener la iglesia sin la iglesia local.

Desde Mateo 18 seguimos a los demás evangelios donde observamos que Marcos
no dice nada acerca de la iglesia, ni tampoco Lucas ni Juan. Luego llegamos al libro
de Hechos. ¿Existe un versículo en Hechos que hable de la iglesia universal? En
Hechos, todos los versículos acerca de la iglesia se refieren a las iglesias locales.
Ellas son la iglesia mencionada en Mateo 18 que, como hemos dicho, incluye a la
que se menciona en Mateo 16.

El primer versículo en Hechos que menciona la iglesia es Hechos 5:11 (en 2:47,
según el texto griego, no se incluye la expresión “la iglesia”). Después de la muerte
de Ananías y Safira, vino gran temor sobre toda la iglesia. Indudablemente, ésta era
la iglesia local en Jerusalén. La segunda y tercera vez que se usa la palabra “iglesia”
se encuentra en 8:1 y 3: “La iglesia que estaba en Jerusalén”. La cuarta mención
está en Hechos 9:31: “Entonces la iglesia tenía paz por toda Judea, Galilea y
Samaria”. Todas estas iglesias son las iglesias locales. La iglesia mencionada en
11:22 es “la iglesia que estaba en Jerusalén”; en 11:26, la iglesia en Antioquía; en
12:1 y 5, otra vez la iglesia en Jerusalén; luego en 13:1, “en Antioquía, en la iglesia
local”; y en 14:23, Pablo y Bernabé constituyeron ancianos en cada iglesia.
Obviamente, estas son las iglesias locales. En Hechos 14:27 tenemos otra vez la
iglesia en Antioquía. En 15:3-4 vemos que la iglesia en Antioquía encaminó a Pablo
y a Bernabé, y que la iglesia en Jerusalén los recibió. En 15:22 tenemos otra vez la
iglesia en Jerusalén. En 15:41 se mencionan las iglesias locales de Siria y Cilicia
mientras que en 16:5 son las iglesias del mundo gentil (véase 15:23). En 18:22 de
nuevo vemos a la iglesia en Jerusalén; en 20:17 y 28, a la iglesia en Éfeso.

¿Son todas estas iglesias en Hechos la iglesia que está en los cielos? No, ellas son
las iglesias locales que están en la tierra.

Después de Hechos siguen las epístolas, las cuales tratan principalmente de las
iglesias locales. Solamente un poco más de diez versículos, la mayoría en Efesios,
hablan de la iglesia universal (1 Co. 10:32; 12:28; Ef. 1:22; 3:10, 21; 5:23, 24, 25, 27,
29, 32; Col. 1:18, 24). La epístola a los Romanos fue dirigida a la iglesia que estaba
en Roma, mientras que las epístolas de 1 y 2 de Corintios fueron dirigidas a la
iglesia que estaba en Corinto. Casi todas las epístolas fueron dirigidas a las iglesias
locales.

Después de las epístolas viene el libro de Apocalipsis, el cual es la conclusión del


Nuevo Testamento. Este libro fue dirigido a las siete iglesias locales en Asia (1:4, 11)
y revela que el Señor Jesús está en medio de las iglesias locales. El camina en medio
de los siete candeleros de oro, que son las siete iglesias locales (1:13, 20; 2:1). El
Apocalipsis también revela que la consumación final de la iglesia es la Nueva
Jerusalén por la eternidad (22:1—22:5), pero en el tiempo, mientras vivamos en la
tierra hoy, debemos estar en las iglesias locales. Sin las iglesias locales, no tenemos
el aspecto práctico de la iglesia. Cuando llegue la consumación final, tendremos la
Nueva Jerusalén, pero antes de ese día, hoy en la práctica tenemos las iglesias
locales. Si hoy no tenemos la iglesia local, hablando de modo práctico, no tenemos
la iglesia. La iglesia local es la iglesia puesta en práctica, o sea, que la vida de iglesia
hoy se practica en las iglesias locales.
CAPITULO 5
LA UNIDAD DE LA IGLESIA
Lectura bíblica: Ef. 4:3-6, 13-16
A fin de que la iglesia se exprese debidamente en la práctica, tenemos que conocer
la unidad de la iglesia. La iglesia local apropiada y la práctica apropiada de la iglesia
dependen de que conozcamos la iglesia, y la unidad es el cimiento y la prueba de la
práctica de la vida de iglesia. Si pasamos la prueba de la unidad, nuestra práctica
será apropiada y correcta. Por tanto, debemos entender claramente qué es la
unidad de la iglesia.

LA UNIDAD DEL ESPIRITU


¿Qué es la unidad de la iglesia? El capítulo cuatro de Efesios lo explica: “Diligentes
en guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz; un Cuerpo, y un Espíritu,
como fuisteis también llamados en una misma esperanza de vuestra vocación; un
Señor, una fe, un bautismo, un Dios y Padre de todos, el cual es sobre todos, y por
todos, y en todos” (vs. 3-6).

La unidad de la iglesia es la unidad del Espíritu, la cual consiste del Dios Triuno. En
el capítulo cuatro de Efesios, los siete unos se subdividen en tres grupos, y en cada
grupo está una de las tres Personas de la Deidad. En el primer grupo, vemos al
Espíritu; en el segundo, al Señor; y en el tercero, a Dios el Padre. En el primer
grupo está el Cuerpo, el Espíritu y la esperanza; luego en el segundo grupo vemos al
Señor, la fe y el bautismo; y el último grupo contiene a Dios el Padre. El Cuerpo y la
esperanza se mencionan junto con el Espíritu; la fe y el bautismo, junto con el
Señor; y después, Dios el Padre, quien es sobre todos, por todos y en todos. La
Deidad en tres Personas es nuestra unidad, la cual se realiza en el Espíritu.

La unidad de la iglesia es el Dios Triuno, el propio Dios en tres Personas que se


imparte en nosotros para producir el Cuerpo. Es interesante notar que en estos tres
grupos el Espíritu se menciona primero, luego el Señor y después Dios el Padre.
Este orden concuerda con la formación del Cuerpo y no con la secuencia de la
Deidad, la cual sería Dios el Padre, el Señor y el Espíritu. Pero según la formación
del Cuerpo, primero experimentamos al Espíritu, luego al Señor y después a Dios el
Padre. Esto se debe a que Dios el Padre es la fuente, el Señor es el cauce y el
Espíritu es la aplicación. El Cuerpo llega a existir en el Espíritu y por la aplicación
de éste. Es imposible tener el Cuerpo sin el Espíritu.

Cuando experimentamos al Espíritu, somos guiados al Señor; y cuando tenemos al


Señor, poseemos la fuente, quien es Dios el Padre. Esta es la unidad de la iglesia, y
no es nada menos que el Dios Triuno hecho real en el Espíritu; por lo tanto, la
unidad de la iglesia es la unidad del Espíritu. El Padre está en el Hijo, el Hijo está
en el Espíritu y el Espíritu está ahora en el Cuerpo. Son cuatro en uno: el Padre, el
Hijo, el Espíritu y el Cuerpo.
¿Cómo puede ser esto posible? ¿Cómo puede el Dios Triuno ser uno con el Cuerpo?
Se realiza solamente por la fe y el bautismo: por la fe entramos en el Señor y por el
bautismo se le da fin a toda nuestra vejez; la fe nos introduce en Cristo y el
bautismo nos saca de Adán. Por eso tenemos que creer y ser bautizados a fin de ser
trasladados fuera de Adán e introducidos en Cristo. Nacimos en Adán, así que
estábamos en Adán, pero al creer y ser bautizados, fuimos trasladados fuera de
Adán e introducidos en Cristo.

Cuando creímos entramos en Cristo al creer; y al ser sepultados por el bautismo,


dicha sepultura puso fin a todas nuestras viejas relaciones. Por medio de estas dos
transacciones, estamos en Cristo y El en nosotros. En Cristo somos uno con el Dios
Triuno y tenemos una esperanza. Todo está hecho, ahora sólo anhelamos dicha
esperanza, la cual es nuestro futuro y destino, es decir, la venida de Cristo. Cristo es
nuestra esperanza, la esperanza de gloria (Col. 1:27), y cuando El regrese seremos
glorificados con El e introducidos en Su gloria (Fil. 3:21; 1 Co. 2:7; 1 P. 5:10).

Esta es la unidad. Todos los cristianos son verdaderamente uno en esto, y ningún
creyente genuino difiere; somos iguales en los siete unos. Esta es nuestra unidad, la
cual es la unidad del Espíritu. El Espíritu es la realidad de dicha unidad.

LA UNIDAD DE LA FE
Esta unidad es también la unidad de la fe en la cual todos creemos. La fe, por la
cual somos salvos, es la unidad. Así como en el Espíritu somos uno, así también en
la fe somos uno.

En Efesios 4:13-14 encontramos dos expresiones: “la unidad de la fe” y “viento de


enseñanza”. ¿Cuál es la diferencia entre la fe y la enseñanza? La fe se compone de
lo que nos salva cuando creemos en ello, tal como la Persona y la obra redentora de
Cristo; somos salvos si creemos en esto. Tales cosas son la fe, no la enseñanza. La
enseñanza, o doctrina, no tiene nada que ver con nuestra salvación.

Algunos dicen que tienen fe en el bautismo por inmersión, otros dicen que tienen fe
en el bautismo por aspersión; pero, ¿forman la inmersión o la aspersión parte de la
fe? La fe es absolutamente necesaria para nuestra salvación, pero ni la inmersión ni
la aspersión son necesarias para ser salvos. Algunos que son salvos han sido
bautizados por inmersión, mientras otros que también son salvos quizá hayan sido
bautizados por aspersión. Por tanto, ni la inmersión ni la aspersión tienen nada que
ver con nuestra salvación, lo cual comprueba que ninguna de ellas son parte de la
fe, aunque tampoco son herejías; ambas son doctrinas, pero ninguna es parte de la
fe.

La fe tiene que ver con nuestra salvación: si la tenemos, somos salvos; si no la


tenemos, estamos perdidos. Esto es la fe, pero ¿qué es la doctrina? La doctrina
quizá nos beneficie, pero no tiene nada que ver con nuestra salvación.
En el cristianismo actual hay muchas doctrinas, tales como el lavamiento de los
pies, el cubrirse la cabeza, el bautismo por inmersión o por aspersión, etc. Existen
muchas enseñanzas que son bíblicas, pero que no necesariamente son parte de la
fe; simplemente son doctrinas, pero no tienen nada que ver con nuestra salvación.
Somos salvos mientras creamos en la fe, ya sea que nos cubramos la cabeza o no,
que practiquemos el lavamiento de pies o no, o que seamos bautizados por
inmersión o por aspersión.

He oído a muchos en el pasado citar Judas 3: “Que contendáis ardientemente por


la fe que ha sido trasmitida a los santos una vez para siempre”. Por lo tanto, dicen,
debemos contender por la fe. Algunos toman el bautismo por inmersión como
parte de su fe, así que contienden por ello. Pero tanto el bautismo por inmersión,
como muchas otras enseñanzas, no son parte de la fe; simplemente son doctrinas.
La Biblia nos exhorta a que contendamos por “la fe”, no por ninguna doctrina.
Debemos contender por “la fe”, la fe que salva, no por ninguna doctrina que no
tiene nada que ver con nuestra salvación.

Supongamos que un hermano en la fe insiste en ser bautizado por aspersión. ¿Cuál


debe ser nuestra actitud? Quizá pensamos que es mejor bautizarlo por inmersión,
pero si él insiste en la aspersión, debemos permitírselo. Con tal que tengamos fe en
el Señor, es suficiente. Si usted insiste en la aspersión, todavía soy uno con usted.
Aunque no soy partidario de la aspersión, sigo siendo uno con usted en la fe y en el
Cuerpo. Ninguna doctrina me dividirá de usted, ni en la fe ni en la iglesia.

No debemos tomar cualquier doctrina y hacerla parte de la fe. Si lo hacemos,


seremos una “iglesia” de cierta doctrina y llegaremos a ser una secta de esa
doctrina. Si insistimos en la aspersión o en la inmersión y hacemos de ellas parte de
nuestra fe, seremos una “iglesia” de la aspersión o una “iglesia” de la inmersión;
éstas no son iglesias genuinas sino divisiones. El hecho de que bauticemos por
inmersión o por aspersión no tiene nada que ver con la fe. Somos uno con tal que
guardemos la fe y que no tomemos cualquier doctrina para hacerla parte de dicha
fe. En la fe todos somos uno; pero las doctrinas nos dividen.
CAPITULO 6
EL TERRENO DE LA IGLESIA
Lectura bíblica: Hch. 14:23; Tit. 1:5; 1 Co. 1:10-13; 11:19; Gá. 5:20 (En estos
versículos la palabra herejías significa sectas o escuelas de opiniones); Tit. 3:10
En los capítulos anteriores hemos visto el propósito eterno de Dios, la expresión de Cristo,
la expresión de la iglesia, el aspecto práctico de la iglesia y la unidad de la iglesia. Después
de la unidad, debemos ver el terreno de la iglesia.

LO QUE SIGNIFICA EL TERRENO DE LA IGLESIA


Ante todo, debemos ver el significado de la expresión “el terreno de la iglesia”. Al hablar
del terreno no nos estamos refiriendo al cimiento o fundamento. Temo que muchos
confunden estas dos palabras. El terreno de la iglesia no es el fundamento.

Si tenemos una propiedad sobre la cual deseamos construir una casa, este lote o sitio es lo
que llamamos el terreno. El terreno es el sitio donde se ubica el edificio, el pedazo de tierra
donde se pone el fundamento y se construye el edificio. Casi todo edificio tiene un
fundamento, y en la mayoría de los edificios, la parte principal del fundamento está debajo
de la tierra. Así que, el terreno y el fundamento son dos cosas separadas: el terreno es el
lugar sobre el cual se edifica la casa, y el fundamento es el soporte de la casa.

En 1 Co. 3:11 dice que Cristo es el único fundamento, es decir, Cristo es el cimiento de la
iglesia edificada. El es el fundamento sobre el cual se edifica la iglesia. Pero si Cristo es el
fundamento, ¿cuál es el terreno? El terreno debe ser el lugar en donde edificamos la iglesia
con Cristo el fundamento.

Si coloco un florero sobre la mesa, esa mesa es el terreno que sostiene al florero. Pero si
sostengo el florero en el aire, entonces el florero no tiene terreno en qué apoyarse. Si lo
coloco sobre la cabeza de un hermano, la cabeza es el terreno; si lo sostengo en mi mano,
mi mano es el terreno. Pero ni mi cabeza ni mi mano son el terreno correcto. El florero debe
colocarse sobre la mesa, entonces estará en el terreno apropiado y en el lugar al que
pertenece.

Es posible poner el objeto correcto sobre el terreno equivocado, es decir, tengo el objeto
correcto pero lo pongo sobre el terreno equivocado. No sólo debemos tener lo correcto, sino
también ponerlo sobre el terreno correcto.

JERUSALEN: EL TERRENO DEL TEMPLO


Sabemos que en Jerusalén un templo fue construido conforme al diseño que Dios reveló y
con todos los materiales que El designó. Por tanto, Jerusalén era el terreno del templo.
Aconteció que un día el pueblo de Israel fue llevado cautivo a Egipto, a Siria y a Babilonia.
Supongamos que, en esos tres lugares, los israelitas cautivos hubieran edificado un templo
conforme al mismo diseño y con los mismos materiales. El templo habría estado edificado
de forma correcta, pero se habría puesto sobre el terreno equivocado. De ser así, habrían
sido edificados cuatro templos con el mismo diseño, con los mismos materiales y aun con
las mismas medidas. Parece que todos son correctos, pero cada templo habría tenido un
terreno diferente. Los tres templos fuera de Jerusalén habrían sido igual que el de Jerusalén,
pero habrían sido edificados en el terreno equivocado.

Ahora supongamos que alguien hubiera destruido el templo en Jerusalén, el cual estaba
edificado sobre el único terreno correcto. Y para recobrarlo, se hubiera edificado en su
lugar un templo más pequeño que no era exactamente igual al original. Pero, en Babilonia
se hubiera edificado un templo grande exactamente a la medida del templo original que
estaba en Jerusalén. En otras palabras, el templo en Babilonia se hubiera edificado
conforme a la norma, pero el templo en Jerusalén se hubiera edificado por debajo de la
norma. En esta clase de situación, ¿a qué templo deberíamos haber ido?

Al leer Esdras y Nehemías, vemos la pobre condición que existía entre los que habían
regresado a Jerusalén. Había muy poca espiritualidad entre ellos y algunos hasta se casaron
con mujeres paganas. Sin embargo, Daniel estaba en Babilonia y él era un gigante
espiritual. ¿Por qué iría alguien a Jerusalén para estar con esas personas pobres y
miserables que se habían casado con mujeres paganas? Parece que sería mucho mejor
quedarse en Babilonia con Daniel.

¿Qué haría usted? ¿Se quedaría en Babilonia con Daniel el profeta espiritual, o se regresaría
a Jerusalén para estar con aquellos pobres? Es necesario discernir claramente este asunto.
Daniel era un hombre espiritual, pero no estaba en Babilonia por amor a Babilonia. El abría
su ventana hacia Jerusalén, oraba tres veces al día (Dn. 6:10) y deseaba regresar; pero por el
arreglo soberano de Dios tuvo que quedarse, no por amor a Babilonia, sino por causa de
Jerusalén.

Además, sabemos que la gloria de Dios no estaba en Babilonia. En cierto sentido, Su


presencia sí estaba con algunas personas, pero Su gloria no estaba allí. Cuando el templo
que había sido destruido fue reedificado en Jerusalén, la gloria de Dios lo llenó (Hag. 2:7,
9). La gloria llenó el templo, aunque éste no había sido construido conforme a la norma. La
gloria de Dios estaba en Jerusalén con un pobre grupo de personas, no en Babilonia, y la
razón de este hecho se debía por completo al terreno sobre el cual había sido edificado el
templo.

¿Piensa usted que cuando el templo fue reedificado sobre el terreno correcto, la gloria de
Dios se manifestó porque había cambiado la situación espiritual? ¿Había cambiado la
condición espiritual del pueblo? No, no había cambiado; seguía igual. Sin embargo, debido
a que el templo se erigió sobre el terreno correcto, la gloria shekiná de Dios se manifestó,
aun cuando el templo fue construido por debajo de la norma. La gloria shekiná de Dios no
se manifestó porque la espiritualidad del pueblo hubiera mejorado grandemente; la razón se
debía simplemente al hecho de que regresaron y reedificaron el templo sobre el debido
terreno. Aunque la situación y condición de ellos era pobre, su posición y el terreno eran
correctos. Dios honró el terreno en el cual se apoyaron y sobre el cual edificaron.
El Señor Jesús nació aproximadamente cuatrocientos años después de que regresaron los
cautivos. ¿Nació El del grupo que se quedó con Daniel? No, el Señor Jesús nació del grupo
pobre que regresó a Israel. Al leer los cuatro evangelios, vemos cuán pobre y lastimosa era
la condición del pueblo de Israel cuando el Señor nació; sin embargo, El vino a la tierra por
medio de ellos. ¿Por qué? Simplemente porque vivían en el terreno correcto.

Supongamos que ninguno de los Israelitas esparcidos hubiera regresado a Jerusalén y en


vez, todos hubieran permanecido en Babilonia, o en Siria o en Egipto. Si hubiera sucedido
así, ¿podría el Señor Jesús haber nacido en la tierra de Israel? No, no habría podido, porque
el terreno no habría estado disponible.
CAPITULO 7
UNA ACTITUD AMPLIA
PARA GUARDAR LA UNIDAD
Lectura bíblica: Ro. 14:1-6; 15:7
EL PROBLEMA DE HOY
Los problemas más prevalecientes de hoy en el cristianismo se deben
principalmente a las diferentes opiniones, y estas opiniones surgen porque hay una
escasez de Cristo en los creyentes. Todos tenemos nuestros propios gustos y
conceptos acerca de muchos asuntos, pero si nos aferramos a esas opiniones, sólo
causaremos problemas. Por ejemplo, en cuanto al bautismo, existen muchas
opiniones diferentes que han causado bastantes problemas; sin embargo, si
estamos llenos de Cristo, esas cosas no nos importarán.

LA ACTITUD DEL APOSTOL


La actitud del apóstol Pablo en Romanos 14 en cuanto a las diferentes comidas y a
la observancia de ciertos días era bastante amplia y liberal. Según lo que la Biblia
enseña, se entiende claramente que estamos bajo la gracia de Dios y que no hay
necesidad de hacer distinciones acerca de lo que comemos. Tanto la carne como las
legumbres se pueden comer; no hay diferencia a los ojos de Dios. Podemos comer
legumbres y también podemos comer cualquier clase de carne. Aunque el apóstol
Pablo sabía esto mejor que nadie, en este capítulo él no profirió ninguna palabra
conforme a la doctrina. Por el contrario, dijo: “El que come, no menosprecie al que
no come, y el que no come, no juzgue al que come” (Ro. 14:3). Si usted come de
todo, no menosprecie al que no lo hace; si usted no come de todo, no critique al que
sí lo hace. ¡Qué actitud tan tolerante nos muestra el apóstol y nos exhorta a tomar!
No dijo ni una palabra en cuanto a la doctrina.

En cuanto a la observancia de ciertos días, el apóstol dijo: “Uno hace diferencia


entre día y día; otro juzga iguales todos los días. Cada uno esté plenamente
convencido en su propia mente” (Ro. 14:5). De nuevo, el apóstol tomó una actitud
muy amplia y no dijo lo que era correcto ni lo que era equivocado. Conforme a las
Escrituras, en la era neotestamentaria no debemos guardar ningún día ya que hoy,
bajo la gracia del Señor, todos los días son iguales. Aun el sábado, el séptimo día,
no difiere de ningún otro día. El apóstol conocía esto muy bien pero no habló
acerca de la enseñanza correcta. El no dijo si era correcto valorar un día sobre otro,
o si era correcto estimar todos los días iguales. El sólo dijo: “El que hace caso del
día, lo hace para el Señor; el que come, para el Señor come, porque da gracias a
Dios; y el que no come, para el Señor no come, y da gracias a Dios” (Ro. 14:6). ¡Su
actitud era verdaderamente amplia!

¿Podemos ser nosotros tan liberales? Por la misericordia y la gracia del Señor,
debemos serlo. No quiero decir que debemos ser indiferentes en cuanto al Señor; al
contrario, debemos ser absolutamente firmes y definitivos en cuanto al Señor y a la
iglesia como Su expresión. Pero, ¿podemos ser flexibles y comprensivos en cuanto a
todas las otras cosas? Los hermanos o hermanas deben actuar según los guía el
Señor personalmente. Si ellos tienen la convicción de hacer algo, entonces debemos
permitirles que lo hagan para el Señor; si ellos sienten en su comunión con el Señor
que no deben hacer algo, debemos permitirles que no lo hagan.

No debemos imponer reglamentos sobre otros ni tampoco tratar de hacer que


todos sean iguales. Seremos legalistas si insistimos en que las cosas se hagan de la
misma forma. Por ejemplo, si alguno come legumbres e insiste que todos también
deben comerlas, entonces causará problemas. Con tal que los hermanos y
hermanas no hagan cosas pecaminosas, no debemos corregirlos. Sólo debemos ser
firmes en cuanto a Cristo como vida y a la iglesia como la expresión de Cristo. Con
respecto a las otras cosas, aprendamos del apóstol Pablo a ser amplios y liberales.

INSISTIR SOLO EN CRISTO


Y LA IGLESIA
No debemos insistir en nada; debemos guardar la unidad en la vida de iglesia, a
pesar de todo lo que se nos opone. Debemos ser librados de los elementos sectarios
que están en todas las opiniones discrepantes. ¿Cómo podemos ser librados? ¡Es
posible si sólo nos preocupamos de Cristo y de la iglesia! Debemos llenarnos de
Cristo y ser fervientes en nuestro espíritu para practicar la vida de iglesia.

Supongamos que soy un hermano a quien le gusta practicar algo bíblico, y me


reúno con una iglesia local que se opone a esa práctica. Aunque no están de
acuerdo con ese asunto, reconozco que ellos siguen siendo la iglesia en esa ciudad.
Yo me deleito en esa práctica porque me ayuda a disfrutar a Cristo; pero como la
iglesia no lo aprueba, no debo insistir en practicarlo durante las reuni ones públicas.
Sin embargo, cuando estoy en casa lo practico bastante, y por consiguiente, estaré
ardiendo con Cristo a tal grado que vendré a las reuniones ardiendo. Aunque no
hable de esa práctica, resplandeceré al estar lleno de Cristo. De hecho, a la menor
oportunidad esparciré el fuego de Cristo a la reunión y toda persona con la cual
tenga contacto, ya sea anciano o hermano, arderá. Quizá después de cierto tiempo,
toda la iglesia arderá.

Sólo debemos insistir en Cristo y la iglesia. Si soy obstinado con relación a ciertas
doctrinas y enseñanzas, de seguro causaré problemas en la iglesia. Por ejemplo, si
llego a una iglesia local y siento que no tienen orden, los corregiré. Pero esta
reprensión comprueba que no conozco bien a Cristo como vida y que no estoy
fortalecido en mi espíritu a fin de practicar la vida de iglesia. Por el contrario, si
estoy lleno de Cristo y fortalecido en mi espíritu, no me quejaré de lo que la iglesia
haga o de la doctrina que tenga; sólo alabaré al Señor que existe una iglesia local en
el debido terreno donde puedo ministrar a Cristo. Estaré ardiendo en mi espíritu y
tan lleno de Cristo que, al venir a las reuniones, ministraré Cristo a otros. Estaré
entregado a Cristo y la iglesia y nada más. No me importará lo correcto o lo
equivocado; sólo me preocuparé por Cristo y la iglesia.
Si soy tal persona, tarde o temprano ayudaré a la mayoría de los que buscan al
Señor, y el Cristo que yo experimento y ministro también será la experiencia
viviente de ellos. Esto guardará la unidad y fortalecerá la vida de iglesia. La iglesia
será enriquecida si guardamos la unidad de Cristo; el Cuerpo será dañado si nos
centramos en las doctrinas o las diferentes opiniones. Finalmente, los creyentes en
aquel lugar no se preocuparán de nada más que Cristo y la iglesia. No se
preocuparán por lo que es correcto o equivocado; sólo les importará Cristo y la
iglesia.
CAPITULO 8
EL TERRENO DE LA LOCALIDAD
Lectura bíblica: Hch. 14:23; Tit. 1:5; Ap. 1:11
LA IGLESIA EQUIVALE A LA CIUDAD
Hechos 14:23 dice que se constituyeron “ancianos en cada iglesia”, pero Tito 1:5
dice que se establecieron “ancianos en cada ciudad”. O sea que, “en cada ciudad”
equivale a “en cada iglesia”, y “en cada iglesia” es igual a “en cada ciudad”.
Establecer ancianos en cada iglesia significa constituir ancianos en cada ciudad, no
en cada casa u otro lugar.

Luego Apocalipsis 1:11 dice: “Escribe en un libro lo que ves, y envíalo a las siete
iglesias: a Efeso, a Esmirna, a Pérgamo, a Tiatira, a Sardis, a Filadelfia y a
Laodicea”. ¿Ha notado usted todos los “a” en este versículo? El Señor le dice a Juan
que escriba un libro y lo envíe a las siete iglesias. Después dice: “... a Efeso, a
Esmirna, a Pérgamo, a Tiatira, a Sardis, a Filadelfia y a Laodicea”. Se repite “a”
siete veces. Por tanto, decir “a las siete iglesias” equivale a decir “a las siete
ciudades”, y decir “a las siete ciudades” es igual a decir “a las siete iglesias”.

El hecho de que se usó la palabra “a” tantas veces complica la composición de este
versículo. Debe haber una razón por la cual se repitió. Este versículo comienza
diciendo: “Escribe en un libro lo que ves, y envíalo a las siete iglesias”; luego,
dice a el primer lugar, y a el segundo lugar, y a el tercer lugar, y a el cuarto lugar,
y a el quinto lugar, y a el sexto lugar y a el séptimo lugar. ¿Por qué habló el Señor
de tal manera? Si yo lo hubiera escrito, simplemente diría: “Envíalo a las siete
iglesias que están en Efeso, Esmirna, Pérgamo, Tiatira, Sardis, Filadelfia y
Laodicea”. No es necesario usar tantos “a”.

No creo que nadie escribiría este versículo así como está escrito. Cada uno de
nosotros probablemente pondría los siete nombres de las ciudades después de un
sólo “a”, pero el Señor no lo hizo así. El le dijo a Juan que enviara el libro a las siete
iglesias, luego dijo que lo enviara a esta ciudad y a aquélla. Esto muestra
claramente que una iglesia equivale a una ciudad y que representa a esa ciudad.

Lo que fue escrito y dirigido a la iglesia en Efeso fue enviado a la ciudad de Efeso,
porque a los ojos del Señor la iglesia en Efeso representa a esa ciudad. Si leemos
Apocalipsis 1:11 detalladamente, nos daremos cuenta de que éste es el significado;
este versículo afirma clara y explícitamente que la iglesia en un lugar equivale a la
ciudad en donde dicha iglesia está ubicada, lo cual concuerda con Hechos 14:23 y
Tito 1:5. En estos dos versículos observamos que establecer ancianos en cada iglesia
equivale a establecer ancianos en cada ciudad, y que establecer ancianos en cada
ciudad significa establecer ancianos en cada iglesia. Por consiguiente, queda
abundantemente claro que la esfera y el límite de la iglesia tiene que ser
exactamente igual al de la ciudad; en otras palabras, el límite, la jurisdicción, de la
iglesia es idéntico al de la ciudad.
Debemos creer que las palabras usadas por el Señor al escribir las Escrituras son
extremadamente significativas. ¿Por qué diría Hechos 14:23 que se estableciesen
ancianos en cada iglesia y Tito 1:5, en cada ciudad? ¿Qué relación existe entre la
iglesia y la ciudad? En cierto sentido, la iglesia no tiene nada que ver con la ciudad;
no obstante, según la manera en que el Señor lo estableció, el límite, la jurisdicción,
de una iglesia local tiene que ser igual al límite de la ciudad. En Apocalipsis 1:11 el
Señor Jesús afirma de forma extremadamente clara que la iglesia local equivale a la
ciudad en la cual está ubicada.

LA DEFICIENCIA DE LA ASAMBLEA
DE LOS HERMANOS
Antes de 1828, el año en el cual la Asamblea de los Hermanos surgió, el
cristianismo todavía no había visto claramente el concepto de la iglesia local. Pero
después de 1828, los Hermanos, bajo el liderazgo de John Nelson Darby,
empezaron a ver que la iglesia debe ser local. Por tanto, comenzaron a congregarse
localmente y a usar el término “asamblea local” o “iglesia local”; no obstante, ellos
no comprendían claramente cual era el límite, o confín, de la iglesia local. Al
transcurso del tiempo, la Asamblea de los Hermanos, especialmente los que se
llamaban los Hermanos Abiertos, tenían muchas asambleas locales en una ciudad.
Seis años atrás me encontré con uno de sus líderes quien me dijo que en esa ciudad
había cuatro asambleas de los Hermanos, y cada una de ellas era independiente de
las demás. Es decir, cada asamblea tenía una administración diferente y estaba
separada de las demás. Y otras ciudades tienen aún más asambleas. Ellos tienen
demasiada libertad: cuando unos hermanos en la asamblea se enojan con otros, se
van de allí y comienzan otra reunión; no obstante, ellos dirían que no se dividieron
de los otros sino que todavía son uno en el Señor. Unos se reúnen en una calle, y
otros se reúnen en la calle opuesta, pero ambos reclaman congregarse en el nombre
del Señor. Estas no son asambleas de ciudades sino asambleas de calles. Tienen
hermanos que presiden, no en una ciudad, sino en una calle; esto se debe al hecho
de que los Hermanos nunca han visto el límite, o confín, de la iglesia.
CAPITULO 9
EL TERRENO UNICO DE LA UNIDAD
Lectura bíblica: Dt. 12:5-6, 8, 13-14, 17-18, 26; 14:22-23; 15:20; 16:2, 5-6, 15-
16; 2 Cr. 3:1; Sal. 133:1-3
Las verdades del Nuevo Testamento se ven por medio de la tipología del Antiguo
Testamento. Los tipos son cuadros de lo que es revelado en el Nuevo Testamento, y como
sabemos, un dibujo vale más que mil palabras. Es posible que una larga definición no
explique claramente algún asunto, pero cuando vemos un diagrama, lo entendemos de
inmediato. Así es como el Señor nos enseña. El Antiguo Testamento muestra los dibujos o
cuadros, que son llamados los tipos; luego, el Nuevo Testamento da las definiciones. Si no
entendemos ciertos puntos de la definición, podemos regresar al diagrama y compararlo
con la definición; entonces comprenderemos.

DOS MODOS DE DISFRUTAR A CRISTO


Incluso el terreno de la iglesia tiene un cuadro en la tipología del Antiguo Testamento. El
libro de Deuteronomio proclama lo rica que era la buena tierra y lo maravilloso que era
deleitarse en ella. El maná que fue provisto en el desierto representa un aspecto de Cristo, y
la roca, otro; pero la buena tierra es el tipo que abarca todos los aspectos de Cristo. La
buena tierra es un cuadro completo, un tipo que incluye todas las riquezas de Cristo, y el
pueblo de Dios fue llamado a entrar a este disfrute. Dios estableció dos modos para
disfrutar las riquezas de Cristo que estaban tipificadas en Deuteronomio. El primero
consistía en que las personas podían disfrutar individualmente de las riquezas de la buena
tierra. Cada uno, de modo personal e individual, tenía libertad de disfrutar las riquezas de la
buena tierra a cualquier hora y en cualquier lugar. Sin embargo, existía otro modo: se podía
disfrutar las riquezas de la buena tierra adorando al Señor de manera corporativa. Conforme
a esto, nadie podía escoger personalmente el lugar, porque únicamente existía un solo lugar
que Dios había escogido a través de toda la tierra de Israel. En toda la tierra de las doce
tribus, existía un solo lugar escogido para que todo el pueblo de Dios se reuniera a
deleitarse en las riquezas de la buena tierra y así adorar a Dios colectivamente.

El libro de Deuteronomio separa en dos partes el producto de la buena tierra. La primera


parte es la décima parte, el diezmo. El diezmo debe ser la primera décima parte y no la
última. Este diez por ciento tiene que ser separado para la adoración corporativa de todo el
pueblo de Dios. Ellos no tenían derecho de disfrutar este diezmo en cualquier lugar que
escogieran; tenían que traerlo al lugar que el Señor había escogido. El diezmo es santo para
el Señor. Aunque las personas quizá preferirían disfrutarlo en sus propias casas o en
cualquier otro lugar, no tenían el derecho de hacerlo; tenían que traer este diez por ciento al
lugar que el Señor había escogido.

La otra parte del producto, el noventa por ciento restante, podía ser disfrutado en cualquier
otro lugar porque era el disfrute individual de las riquezas de la buena tierra. Por tanto,
según Deuteronomio, existían dos modos de disfrutar las riquezas de Cristo, individual y
corporativamente.
Unos dicen que Cristo no es estrecho, que El está en todas partes. Sí, esto es verdad. Puedo
disfrutar a Cristo en mi casa y en cualquier lugar. Pero ésta es sólo una manera; existe otro
modo que quizá carezcamos. Podemos disfrutar a Cristo personalmente con el noventa por
ciento, pero así no podemos disfrutarlo como las primicias y la porción máxima.

Cuando nos reunimos en el terreno correcto, es decir, en el terreno establecido por el Señor,
podemos disfrutar la porción máxima de Cristo. Nuestra experiencia da testimonio de esto.
Hay veces que oramos-leemos la Palabra en nuestras casas, disfrutamos al Señor ricamente
y nos sentimos satisfechos; pero cuando venimos a las reuniones de la iglesia local, vemos
que no hay comparación: una es la mejor porción y la otra es inferior. Claro, todo lo de
Cristo es rico, pero aun así existe una diferencia entre las primicias y el resto.

Si fuera posible, jamás me perdería las reuniones de la iglesia en Los Angeles y me


quedaría siempre aquí para disfrutarlas. No sé lo bueno que será cuando estemos en la
Nueva Jerusalén, pero creo que he disfrutado un verdadero anticipo en las reuniones en Los
Angeles. El disfrute en las reuniones de la iglesia local no tiene comparación. El Espíritu
Santo retiene algo especial para la iglesia.

Existen dos modos de disfrutar a Cristo: individualmente y corporativamente, es decir, el


modo personal y el del Cuerpo. ¡Alabado sea el Señor, existe el modo del Cuerpo! El
pueblo de Israel tenía maíz, aceite y todo el producto de la buena tierra, y disfrutaba el
noventa por ciento de todo esto en sus propias casas o en cualquier otro lugar. No hay duda
de que lo disfrutaban, pero no creo que estaban tan emocionados con este disfrute como
cuando participaban en la Fiesta de los Tabernáculos y traían las primicias del producto de
la buena tierra al monte de Sión. Allí se reunía todo el pueblo de Israel y juntaba las
ofrendas para exhibir el rico producto de la buena tierra.

Las tres fiestas principales que traían a todo el pueblo de Israel a Jerusalén eran la Fiesta de
la Pascua, la Fiesta de las semanas y la de los Tabernáculos. Estoy seguro de que todos se
regocijaban cuando llegaba el tiempo de esas fiestas. Mientras ascendían, antes de llegar al
monte de Sión, cantaban el salmo 133: “¡Mirad cuán bueno y cuán delicioso es habitar los
hermanos juntos en armonía!”

Tenemos que entender claramente estos dos modos: debemos disfrutar a Cristo de modo
personal e individual, pero todavía necesitamos aún más disfrutarlo en el Cuerpo de modo
corporativo. Lo máximo de la buena tierra se asigna al disfrute corporativo, es decir, la
mejor porción de Cristo se disfruta corporativamente.
CAPITULO 10
ENTREGADOS INCONDICIONALMENTE
A LA IGLESIA LOCAL
Lectura bíblica: Ro. 16:3-16; 1 Co. 16:19; Col. 4:15-16; Flm. 1-2
LA IGLESIA EN LA CASA
A fin de poder ver claramente la iglesia local, es decir, una iglesia en una ciudad,
debemos examinar el tema de la iglesia en la casa. Quizá algunos piensen que es
posible tener al mismo tiempo la iglesia en la ciudad y la iglesia en la casa.

En las epístolas del Nuevo Testamento, sólo se mencionan cuatro casas en las
cuales había iglesias. En dos de estos casos se menciona la casa de Aquila y Priscila.
La primera cita se da en Romanos 16:5: “Saludad también a la iglesia, que está en
su casa”. Esta es la casa de Priscila y Aquila, quienes en ese tiempo vivían en Roma.
La iglesia en Roma se reunía en la casa de ellos; por tanto, la iglesia en Roma
podría llamarse la iglesia en la casa de Aquila y Priscila. De hecho, la iglesia en
Sacramento se reúne en la casa de un hermano, así que podríamos decir que hay
una iglesia en su casa.

Luego en Romanos 16:10-11 se mencionan dos casas más, pero ninguno de estos
versículos menciona una iglesia. Romanos 16:14 dice: “los hermanos que están con
ellos”. Aunque había hermanos, no dice que había una iglesia. Y Romanos 16:15
menciona: “a todos los santos que están con ellos”, pero tampoco dice que era la
iglesia. Es como el lugar que llamamos la casa Magnolia, la cual usamos hoy en Los
Angeles; muchos santos viven allí, pero no podemos decir que es una iglesia. En ese
tiempo en Roma solamente había una casa donde se reunía la iglesia, y ésa era la
casa de Aquila y la Priscila.

Debemos darnos cuenta de que la iglesia en la casa equivale a la iglesia en la


ciudad. No había dos iglesias en Roma, una llamada la iglesia en Roma y otra que
se reunía en casa de Aquila y Priscila. Simplemente, la iglesia en Roma se reunía en
la casa de esta pareja, así que había una iglesia en su casa.

Luego en 1 Corintios 16:19 dice: “Las iglesias de Asia os saludan. Aquila y Prisca,
con la iglesia que está en su casa, os saludan mucho en el Señor”. Aquí vemos otra
vez la casa de Aquila y Priscila, quienes ahora se han trasladado de Roma a Efeso
según lo relata Hechos 18:18-19. Dondequiera que estuvieran, esta pareja estaba
dispuesta a tener la reunión de la iglesia en su casa, así que la iglesia en Efeso se
reunía en la casa de ellos. En Hechos 18 vemos que Aquila y Priscila viajaron con el
apóstol Pablo de Roma a Efeso. Después de que Pablo se fue de Efeso, ellos
permanecieron allí y la iglesia en Efeso se reunía en su casa. Por eso el apóstol
Pablo mencionó la iglesia en su casa.

En Colosenses 4:15-16 se menciona otra reunión de la iglesia en una casa. El


versículo 15 dice: “La iglesia, que está en su casa”. Esta es la casa de Ninfas. Si
leemos estos versículos detalladamente, observaremos que la iglesia en la casa de
Ninfas era la iglesia que estaba en Laodicea. El versículo 16 dice: “Cuando esta
carta haya sido leída entre vosotros, haced que también se lea en la iglesia de los
laodicenses, y que la de Laodicea la leáis también vosotros”.

La iglesia que estaba en la casa de Ninfas era la iglesia en Laodicea. Esto no


significa que había una iglesia en Laodicea y otra iglesia en la casa de Ninfas. En
Apocalipsis 3:14, la iglesia en Laodicea es la única iglesia en esa ciudad. Es evidente
que no había dos iglesias en Laodicea; solamente había una iglesia en esa ciudad, la
cual se reunía en la casa de Ninfas.

Leamos Filemón 1-2: “Pablo, prisionero de Cristo Jesús, y el hermano Timoteo, al


amado Filemón, colaborador nuestro, y a la hermana Apia, y a Arquipo nuestro
compañero de milicia, y a la iglesia, que está en tu casa”. A fin de entender estos
dos versículos tocantes a la iglesia en la casa de Filemón, es necesario leer
Colosenses 4:9 y 17: “Con Onésimo, amado y fiel hermano, que es uno de vosotros”
(cfr. Flm. 10). “Decid a Arquipo: Mira que cumplas el ministerio que recibiste en el
Señor” (cfr. Flm. 2). Estos dos versículos comprueban que Filemón vivía en
Colosas. La iglesia en Colosas se reunía en la casa de Filemón, y la iglesia que se
reunía en su casa era la iglesia en Colosas.

Cuando Aquila y Priscila vivían en Roma, la iglesia en Roma se reunía en su hogar;


y cuando vivían en Efeso, la iglesia en Efeso se reunía en la casa de ellos. La iglesia
en Laodicea estaba en la casa de Ninfas, y la iglesia en Colosas se reunía en la casa
de Filemón. Estas son las cuatro veces que vemos en el Nuevo Testamento a la
iglesia reunida en una casa.
CAPITULO 11
LA BENDICION SOBRE
EL TERRENO DE LA UNIDAD
Lectura bíblica: 1 Co. 1:10-13; 11:19; Tit. 3:10;
Sal. 133:1-3; Ef. 4:3
Hay cuatro puntos principales en el salmo 133: la unidad, el óleo, el rocío y la
bendición de vida. Disfrutamos la bendición de vida por causa de la unidad. Si no
estamos unidos, perdemos la bendición de vida. La unidad entre los hermanos es el
factor que nos introduce en la vida de bendición. Al comienzo este salmo menciona
la unidad, al final menciona la vida, y entre medio están el óleo, o el aceite de la
unción, y el rocío. Según la tipología, el óleo se refiere al Espíritu Santo, quien es la
tercera Persona de la Deidad en la impartición divina. Pero, ¿qué significa el rocío?
La frescura es algo relacionado con el rocío, pero no es el rocío en sí. Después
veremos lo que es el rocío.

DOS ASPECTOS DE LA UNIDAD


Es interesante notar que sólo se mencionan dos aspectos de la unidad: un aspecto
se compara con el ungüento que se derrama sobre un cuerpo, y el otro se compara
con el rocío que cae sobre un lugar. Estos dos aspectos también existen en la vida
de iglesia, y son, respectivamente, el aspecto del Cuerpo y del lugar. La iglesia es el
Cuerpo de Cristo, quien es el gran Aarón, y la iglesia también es la morada de Dios.
El óleo de la unción que está sobre la Cabeza desciende sobre el Cuerpo de Cristo, y
el rocío del monte Hermón cae sobre Sión, el lugar donde Dios habita. Por tanto,
vemos el Cuerpo de Cristo y la habitación de Dios; el Cuerpo de Cristo tiene el óleo
de la unción, y la morada de Dios tiene el rocío. Para tener el óleo en el Cuerpo y el
rocío en la morada de Dios, necesitamos la unidad. Sin la unidad, no hay óleo ni
rocío. Es necesaria la unidad para participar de estos dos aspectos. Cuando estamos
en unidad, el óleo de la unción fluye sobre el Cuerpo y el rocío cae desde el cielo
sobre la morada de Dios. ¿Se ha dado cuenta alguna vez de que este salmo
menciona estos dos aspectos de la vida de iglesia? En el aspecto del Cuerpo del
Señor, necesitamos que el aceite del Espíritu Santo fluya todo el tiempo, y en el
aspecto de la morada de Dios, necesitamos que el rocío caiga sobre nosotros desde
el cielo.

Los que nos reunimos en Los Angeles realmente hemos probado algo de este óleo y
rocío en nuestra experiencia diaria. En las reuniones, y aun en nuestras casas,
tenemos un sentir interior profundo de que el aceite de la unción está fluyendo, lo
cual es el Espíritu que opera en nosotros por gracia. Al mismo tiempo un riego,
muy fortalecedor y refrescante como el rocío, acompaña el fluir del Espíritu. En la
vida de iglesia, experimentamos por la gracia el dulce fluir del Espíritu, y al mismo
tiempo, tenemos el rocío que nos riega y refresca.
EL ROCIO DE LA GRACIA
Cuando estamos en una condición pobre, necesitamos misericordia; pero cuando
estamos en unidad, tenemos algo más que la misericordia, a saber, el rocío, que es
la gracia suficiente del Señor Jesucristo. “La gracia del Señor Jesucristo, el amor de
Dios, y la comunión del Espíritu Santo, sean con todos vosotros” (2 Co. 13:14). La
comunión del Espíritu Santo es el óleo que fluye, y la gracia del Señor Jesús es el
rocío.

Cuanto más nos congregamos, tenemos comunión unos con otros y nos amamos,
más fluye el Espíritu en nosotros de modo muy dulce, benigno, agradable y
placentero; y al mismo tiempo, sentimos la fortaleza interior, el riego, refrigerio,
consuelo y el poder. Esto es la gracia. En la unidad, experimentamos la comunión
del Espíritu Santo y también la gracia del Señor Jesús. En el aspecto del Cuerpo,
necesitamos el óleo, y en el aspecto de la morada, necesitamos la gracia. Sin la
gracia, estamos muy secos, pero la gracia nos riega y refresca.

En la iglesia local la gracia nos riega día tras día, así como el rocío fresco que cae
cada mañana. Para mí, no hay noches en la vida de iglesia, incluso las reuniones
por la noche son de día. Cuando se celebra la reunión de la mesa del Señor por la
noche, siempre siento que es temprano por la mañana, porque allí está el rocío. Lo
que acompaña a la unidad en la vida de iglesia no es la noche, sino la mañana con
el rocío.

¡Alabado sea el Señor! El óleo y el rocío surgen de la envidada bendición de vida. El


Señor no sólo nos da la bendición, sino que El la manda. Parece que el Señor en el
trono ordena la bendición sobre los que están en el terreno de la unidad. No hablo
de algo que no sé. ¡Les relato lo que he experimentado en los últimos cuarenta
años! No se imaginan cuánto he disfrutado del óleo de la unción y el rocío en estos
últimos años, ¡y sigo disfrutándolos!
CAPITULO 12
LA COMUNION DE LA IGLESIA
Lectura bíblica: 2 Ti. 2:19-21
Después de ver el terreno de la iglesia, es necesario ver la comunión de la iglesia. La
comunión se basa en la unidad y equivale a la unidad. La unidad incluye a todos los
santos, no importa el trasfondo que tengan ni de dónde vengan.

UNO EN VIDA
Los creyentes de Cristo tienen varios trasfondos: unos tienen un trasfondo
presbiteriano; otros, uno bautista; y aún existen otros más. Pero sin importar estos
trasfondos, si son salvos, todos tienen la misma fe porque creen en el mismo Señor
Jesucristo. Ya que todos fueron redimidos por la misma sangre de Cristo, tienen
dentro de sí la misma vida de Cristo. Todos los cristianos somos uno en esta fe que
todo lo incluye.

La comunión se basa en esta unidad. Tenemos comunión unos con otros porque
hemos recibido al mismo Señor, la misma vida divina y la misma redención. No es
necesario preguntarle a otros qué clase de bautismo han tenido ni hablarles de
todas esas doctrinas. Mientras sean santos que no pequen conforme a lo
encontrado en 1 Corintios 5, debemos aceptar a cada uno de ellos como nuestros
amados hermanos y hermanas. Nosotros creemos en el Señor Jesús y ellos
también; ambos poseemos la misma vida divina; ambos hemos sido redimidos por
la sangre de Cristo. Somos iguales.

Es posible que usted tenga un trasfondo muy diferente de otros cristianos; por
ejemplo, quizá ellos no crean en el arrebatamiento parcial, y usted sí. Pero no
importa en qué clase de arrebatamiento creamos, si creemos que Jesucristo es el
Hijo de Dios, que se encarnó como hombre, que murió en la cruz por nuestros
pecados y que resucitó de entre los muertos, entonces somos redimidos,
justificados, regenerados y salvos. Todos los creyentes de Cristo tenemos la vida
divina en nosotros y, por lo tanto, pertenecemos a un solo Cuerpo. Basado en esto,
tenemos comunión los unos con los otros. Quizá hablemos algo con respecto a
ciertas enseñanzas, pero no debemos ir demasiado lejos y jamás debemos discutir;
sólo debemos basar nuestra comunión en el Señor mismo.

LA BASE DE LA COMUNION
No obstante, el problema es el siguiente: si alguno cree en cierta clase de
arrebatamiento, tratará día y noche de convencer a otros de esta doctrina. Y tal
actitud está mal. Si algunos hablan en lenguas, no los critiquemos. Aunque ellos
hablen en lenguas y nosotros no, somos hermanos; por lo tanto, las lenguas no
deben dividirnos. Quizá diferimos en el asunto de las lenguas, pero tenemos
la misma vida. Ya que nacimos del mismo Padre, debemos ser uno. No debemos
menospreciar a otros porque hablan en lenguas, y ellos no deben menospreciarnos
porque nosotros no hablamos en lenguas. He aquí el problema. ¿Podemos recibir la
gracia del Señor a fin de tener una actitud tan amplia? Debemos darnos cuenta de
que ellos son nuestros hermanos, no importa cuánto difieran de nosotros en ciertas
enseñanzas o prácticas. Los amamos porque somos iguales que ellos en la
redención y en la vida, y ésta es la base de nuestra comunión.

Es posible que unos se mantengan sobre el único terreno de la iglesia mientras que
otros no, pero esto no debe impedir la comunión de los unos con los otros. No
obstante, en la práctica esto realmente requiere la gracia y por tanto, necesitamos
decir: “Señor, por Tu gracia y misericordia, no me importan todas las diferencias.
Solamente Tú me interesas. Sólo me importan Tu redención y Tu vida. Por mucho
que este hermano difiera de mí, aun así lo amo”.

Por supuesto, no estamos de acuerdo con ninguna de las divisiones, pero eso no
debe estorbar nuestra comunión. No importa si otros están en las divisiones o no,
nosotros debemos reconocer que ellos son nuestros hermanos. Repito, esto no
quiere decir que estamos de acuerdo con las divisiones. No, no podemos aceptarlas,
pero debemos amar a todos los santos, incluso a los que están en la Iglesia Católica
Romana. Hay algunos verdaderos creyentes en la Iglesia Católica Romana, y ellos
tienen la misma vida divina que nosotros. Quizá usen túnicas clericales, pero en la
redención y en la vida somos iguales.

¿Por qué menosprecia a los que hablan en lenguas? Y ¿por qué menosprecia a los
que no hablan en lenguas? Si usted cree que hablar en lenguas le ayuda, pues
hágalo; pero no desprecie a los que no lo hacen. Y si usted no habla en lenguas, no
desprecie a los que lo hacen. Realmente necesitamos la gracia para guardar la
unidad de este modo. La comunión del Cuerpo y de la iglesia se basa en una sola
cosa: todos hemos sido redimidos por la misma sangre y regenerados con la misma
vida divina.

Podemos practicar algo, pero no debemos tomar nuestra práctica como la base para
tener comunión con otros creyentes. Nuestra práctica quizá concuerde con nuestra
necesidad, pero no debemos hacer de ella la base para tener comunión con otros.
Por ejemplo, nos gusta practicar el orar-leer porque nos ayuda a disfrutar al Señor,
pero jamás debemos tomar el orar-leer como base de la comunión con otros
cristianos. Ya sea que a usted le guste o no orar-leer, no nos importa; sencillamente
lo amamos porque es un hermano.

Algunos que hablan en lenguas siempre les gusta convencer a otros a que hablen en
lenguas. Esto es un problema. Y algunos que practican el bautismo por inmersión
siempre quieren convencer a otros de que acepten la inmersión. Sin embargo,
tenemos que estar dispuestos a abandonar estas prácticas como base de la
comunión. Quizá nosotros practiquemos ciertas cosas porque nos ayudan, pero no
debemos tomar ninguna práctica como la base de nuestra comunión.
Verdaderamente necesitamos la gracia para conducirnos así. Incluso nuestro modo
de hacer las cosas no debe estorbar la comunión. Si la manera en que hacemos las
cosas difiere de la de otros, no debemos decir ni una palabra, porque nuestro modo
de hacer las cosas no es la base de la comunión.
Algunos en el pasado han querido corregirnos pero les hemos dicho que, como
nosotros no los corregimos, ellos tampoco deben corregirnos. No deben manejar
desde el asiento de atrás. ¿Acaso conducen todos los automóviles de la misma
manera? Cuando usted tiene el volante del automóvil, guíe; pero cuando otros
tienen el volante, deje que ellos guíen. ¿Podría usted hacer esto? ¿Podría usted
guardar silencio mientras otros conducen el auto? No es fácil. Si usted maneja de
cierta manera, no espere que otros manejen igual que usted. Por tanto, les dijimos
a los amados hermanos que buscaban corregirnos, que hicieran las cosas como
pensaban mejor; sólo les pedimos el favor de darnos la misma libertad.

En esto consiste aprender la lección de la gracia. En nuestro servicio al Señor quizá


practiquemos muchas cosas, pero ninguna de estas prácticas debe ser la base de la
comunión. Cuando practicamos la vida de iglesia y tomamos la posición del único
terreno de la unidad, no debemos dar énfasis particular a ninguna práctica o
enseñanza; si lo hacemos, nos convertimos en una secta. Si usted prefiere hablar en
lenguas, no insista en que toda la iglesia hable en lenguas. Si insiste, la hará una
secta de hablar en lenguas. La iglesia es amplia, muy amplia, y no se especializa. El
problema ocurre cuando la iglesia no acepta la opinión de usted o la manera en que
usted hace las cosas, entonces usted dirá que la iglesia es intransigente; sin
embargo, en realidad, la persona intolerante es usted. La iglesia no debe
especializarse, sino que debe ser amplia. Si éste es el caso, la iglesia no tendrá una
actitud cerrada, sino amplia.

Ser amplios no significa que aceptamos cualquier cosa, sino que somos generales,
es decir, que no nos imponemos sobre otros ni nos oponemos a ellos. Si usted
sostiene una opinión, debe darse cuenta de que no todos los hermanos tendrán el
mismo concepto. No podemos insistir en que otros siempre tengan la misma
opinión que nosotros.

Debemos tener una actitud amplia. No debemos ser particulares en nada. A


dondequiera que usted vaya, no le exija nada a otros. Quizá el método de ellos es
mejor que el suyo, o el suyo mejor que el de ellos, pero eso no es lo importante. Sin
una actitud amplia no es posible tener verdadera comunión, la cual no se basa en
métodos o prácticas, sino solamente en la misma vida que cada uno tiene por
dentro.

¿Por qué siempre tratamos de convencer a otros? ¿Por qué tenemos que hacerlos
iguales a nosotros? Siempre que todos creamos en el mismo Señor y estemos en el
terreno de la unidad, debemos tolerar cualquier clase de práctica que no sea
pecaminosa. Tenemos que aprender a darles a otros la libertad de hacer las cosas a
su manera.

Jamás debemos usar algo particular como base de la comunión, sino que
respetamos a cada iglesia local, dándonos cuenta de que cada iglesia tiene su
jurisdicción. San Francisco quizá prefiera usar vino en la mesa del Señor, mientras
otra ciudad prefiere usar jugo de uva. Cada iglesia tiene la libertad de hacer lo que
ellos decidan.
¿Por qué debemos llamar la atención a esto? Porque hemos visto en el pasado que
estas cosas han creado muchos problemas. Por eso necesitamos ser muy generales.
Sólo el Señor mismo puede ser la base de nuestra comunión.
CAPITULO 13
LECCIONES PRÁCTICAS
PARA LA VIDA DE IGLESIA
Lectura bíblica: 1 Ti. 3:15
QUE HACER CON LAS DENOMINACIONES
En el capítulo anterior vimos algo referente a la actitud que debemos tener para
con los creyentes que aún permanecen en las denominaciones. Por una parte,
nuestra actitud debe ser muy amplia, con un corazón abierto a todos los santos sin
importar el trasfondo que tengan; pero por otra, si permanecen en las
denominaciones, se nos dificulta identificarnos con ellos. Sin embargo, la
responsabilidad por causar división no es nuestra sino de ellos. Mientras hayamos
regresado a el terreno apropiado de la unidad, quedamos absueltos de toda culpa
por la división. Por esta razón, no podemos ayudarles; lo único que podemos hacer
es regresar al terreno apropiado. En cuanto a posición, el terreno genuino de la
unidad es el lugar correcto donde todos los hijos de Dios podemos identificarnos
mutuamente, pero en la práctica, esto no es posible porque muchos todavía están
en las divisiones.

Ahora veamos qué hacer con las denominaciones. Algunos hermanos que han visto
el error de las denominaciones todavía insisten en que debemos quedarnos allí.
Dicen que si no permanecemos en las denominaciones, se nos acusará de causar
división. Además, dicen que debemos quedarnos para ayudar a otros, porque no
habrá manera de ayudarles si nos vamos. Así hablan algunos de los amados santos
que han visto el error de las denominaciones.

Entonces, ¿están las denominaciones en lo correcto o están equivocadas? Si están


equivocadas, ¿deberíamos quedarnos en ellas? ¿Deberíamos permanecer en algo
que está equivocado? Si no puede salirse de las denominaciones porque otros dirán
que esto causará división, ¡me temo que sea usted un gran diplomático! Usted no es
fiel a lo que ve. Sabe que las denominaciones están equivocadas, pero todavía
permanece porque teme lo que otros digan. Tal actitud no es honrada ni fiel.

Quizá usted diga que debemos tener cuidado de no causar divisiones, pero dejar a
Babilonia y regresar a Jerusalén no es causar una división. Es preciso tener una
conciencia pura: abandonar lo que está mal y regresar a lo que está correcto no
causa división. No importa cuánto diga que es cuidadoso, yo diría que usted está
jugando a la diplomacia, porque en su corazón condena a las denominaciones, pero
aún se queda allí. No creo que los cristianos deben adoptar una actitud así. Y si
usted se queda, ¿qué clase de obra hará? ¿Se quedará en la denominación para
hacer una obra que va en contra de esa denominación? Tampoco debemos ser esa
clase de persona.

Los presbiterianos, por ejemplo, se esfuerzan mucho por edificar su propia


denominación presbiteriana. Si usted está de acuerdo con ellos, debe quedarse;
pero si no, debe decirles claramente que no puede quedarse. Seamos honrados. No
debemos fingir estar de acuerdo con cierta denominación y al mismo tiempo
socavarla día tras día. Esa conducta no es honrada y no está bien. Con el tiempo,
todos los que son así serán expulsados de las denominaciones. Supongamos que
usted es el pastor de una denominación; ¿permitiría que un miembro de su
denominación se quedara y al mismo tiempo minara su obra? Tendría que echarlo.

Todas las cosas deben ser “según su género” como se ve en Génesis 1. Si estamos a
favor de las denominaciones, permanezcamos en ellas; pero si no estamos de
acuerdo con ellas, seamos honrados y digámoslo. En 1927 fui elegido como
miembro del comité ejecutivo de la denominación en la cual estaba, pero les dije
francamente que no podía aceptar la posición y que los iba a dejar. Ese fue el fin de
mi participación en las denominaciones, y sigo creyendo que hice lo correcto.
Somos hijos de la luz, y debemos ser honrados con nosotros mismos y con otros.

Abandonemos la idea de que debemos permanecer en las denominaciones para


ayudar a otros. Si nos quedamos, no somos honestos. Supongamos que usted es
misionero, y que lo envían a trabajar para su misión. Sea honesto con ellos. Si obra
de manera honrada y fiel para la misión, está bien; pero no vaya al campo
misionero y al mismo tiempo intente producir algo diferente, porque eso no sería
honesto. Quizá usted diría que hace algo por Cristo, pero no creo que el Señor
necesite siervos clandestinos.

Debemos ser “según nuestro género”: si somos denominacionales, seamos cien por
ciento denominacionales; si las denominaciones están equivocadas, debemos
dejarlas a cualquier costo. Tenemos que ser lo que somos. No debemos fingir ser
algo, porque eso es ser diplomático. Seamos sencillos, fieles y honrados para con
Dios, para con los demás y también con nosotros mismos. No finjamos.
Manifestemos a los demás lo que somos y cuál es nuestra posición. No debemos
pretender ser algo. Si preferimos el camino de las denominaciones, entonces
debemos apoyarlo. El Señor nunca honra la hipocresía. Debemos ser lo que somos.

Por supuesto, si somos muy francos, quizá ofendamos a algunos; pero con el
tiempo, si no declaramos lo que somos, les ofenderemos más. Desde el principio
debemos manifestar a los demás lo que somos y cuál es nuestra posición. Digo esto
porque es fácil pensar que sería preferible permanecer en las denominaciones; sin
embargo, les digo francamente que eso no funciona.

Hay algunos que afirman que lo dicho anteriormente es lo correcto. Están de


acuerdo que no deben quedarse en las denominaciones para socavar la obra de
ellos; no obstante, dicen que deben quedarse para orar por ellos y ayudarles. Esta
es una buena intención, pero nunca he visto a nadie que haya tenido éxito. Si usted
no cree mis palabras, vaya y vea cómo pierde el tiempo. Procure hacerlo por
algunos años y vea si puede ayudarles. Estoy seguro de que no podrá. No debemos
involucrarnos con tantas cosas y perder el tiempo.
CAPITULO 14
LA FUNCION DE LA IGLESIA
Lectura bíblica: “Pero a cada uno de nosotros fue dada la gracia conforme a la
medida del don de Cristo. Por lo cual la Escritura dice: ‘Subiendo a lo alto, llevó
cautivos a los que estaban bajo cautiverio, y dio dones a los hombres’. (Y eso de
que subió, ¿qué es, sino que también había descendido a las partes más bajas de la
tierra? El que descendió, es el mismo que también subió por encima de todos los
cielos para llenarlo todo.) Y El mismo dio a unos como apóstoles, a otros como
profetas, a otros como evangelistas, a otros como pastores y maestros, a fin de
perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del Cuerpo
de Cristo, hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del pleno conocimiento
del Hijo de Dios, a un hombre de plena madurez, a la medida de la estatura de la
plenitud de Cristo; para que ya no seamos niños sacudidos por las olas y
zarandeados por todo viento de enseñanza en las artimañas de los hombres en
astucia, con miras a un sistema de error, sino que asidos a la verdad en amor,
crezcamos en todo en aquel que es la Cabeza, Cristo, de quien todo el Cuerpo, bien
unido y entrelazado por todas las coyunturas del rico suministro y por la función
de cada miembro en su medida, causa el crecimiento del Cuerpo para la edificación
de sí mismo en amor” Efesios 4:7-16.
La debida expresión de la iglesia se obtiene mediante la función apropiada de ella.
La vida de iglesia no alcanza la debida norma porque le hace falta la función.
Debemos darnos cuenta de que todas las divisiones, con sus formalismos,
conocimiento y doctrinas, estropean la función de la iglesia. Cuando se parte un
cuerpo físico en pedazos, ¿cómo puede funcionar? Cuando el Cuerpo se divide, se
pierden todas las funciones. La sutileza de Satanás consiste en matar la función del
Cuerpo; si estamos divididos, no hay función.

NO HAY FUNCION
EN EL CRISTIANISMO
Los formalismos que se encuentran hoy en el cristianismo matan la función de la
iglesia. Casi todos los miembros de las diferentes denominaciones se han
convertido en miembros inactivos. Como estos miembros no ejercen su función, se
les llama laicos, y no funcionan porque no se consideran expertos. Esta es la
sutileza del enemigo.

Cuando el conocimiento, las enseñanzas y las doctrinas reemplazan a la vida


divina, entonces se pierde la función. Podemos tener mucho conocimiento y al
mismo tiempo carecer de vida. Cuando el Cuerpo carece de vida, es difícil
funcionar. La función requiere que haya crecimiento en vida; si una persona no
crece, es imposible que su cuerpo funcione. Por lo tanto, el conocimiento, las
doctrinas y las enseñanzas matan las funciones del Cuerpo. La Biblia dice: “La letra
mata, más el Espíritu vivifica” (2 Co. 3:6). Si usted está muerto, ¿cómo puede
funcionar? Por eso decimos una y otra vez que debemos volvernos de las doctrinas
al Espíritu. La letra mata, más el Espíritu da vida. Mientras tengamos vida,
creceremos; y cuanto más crezcamos, más funcionaremos.

¡Oh, la sutileza del enemigo! El usa las divisiones, formalismos, doctrinas,


enseñanzas y el conocimiento para matar las funciones del Cuerpo y así paralizarlo,
de tal manera que el Cuerpo sea inútil y pierda significado. Esta es la verdadera
situación del cristianismo de hoy. El cristianismo está paralizado porque no hay
función.

EL RECOBRO DE
LA FUNCION DEL CUERPO
Pero, ¡alabado sea el Señor! en Su recobro, en las iglesias locales, El está
recobrando todas las funciones del Cuerpo. Sin las funciones, la iglesia local no
tiene significado. Por ejemplo, si los creyentes se reúnen pero nadie funciona, ¿qué
es eso? Ciertamente no es la iglesia. En la vida de iglesia práctica, existe la
necesidad desesperada de que todos funcionen. La función de cada hermano y
hermana es necesaria. Todos los que participan en la vida de iglesia deben ser
miembros que siempre funcionan. Cuando todos funcionan, tendremos una vida de
iglesia prevaleciente, práctica, llena de iniciativa y viviente.

La debida edificación de la vida de iglesia depende de nuestra función.


Supongamos que quinientos hermanos y hermanas se reúnen en el terreno de la
iglesia en Los Ángeles pero el noventa y nueve por ciento de ellos no funciona. Sólo
tres hermanos profesionales funcionan y el resto se sienta pasivamente a escuchar.
No sé qué decir acerca de una situación así: quizá estén en el terreno de la iglesia,
pero están paralizados sobre esta base; deben de ser un grupo social, una sociedad
religiosa o alguna clase de organización, porque se reúnen sin funcionar. Una
organización se compone de un grupo de personas, pero este grupo no es un
organismo hasta que todos los miembros funcionen y crezcan juntos. Entonces
llega a ser un organismo en lugar de una organización, y un Cuerpo en vez de un
grupo. Odio que la gente nos llame un grupo, y sería una vergüenza si somos
solamente un grupo. Debemos darnos cuenta de que somos un Cuerpo. ¿Qué es un
cuerpo? Un cuerpo es un organismo en el cual todos los miembros funcionan de
manera viviente. Mientras estoy hablando, no sólo ejercito mi boca, sino que
funciona todo mi cuerpo. Un cuerpo, no es un grupo de huesos colocados juntos. Es
una vergüenza ser llamados un grupo. ¡Debemos ser un Cuerpo viviente!

Supongamos que el cincuenta por ciento de los miembros de mi cuerpo funcionara


y el otro cincuenta por ciento no funcionara. ¿Qué clase de cuerpo sería éste?
¡Estaría paralizado! Aun cuando un hombro no funciona bien, el cuerpo se siente
muy anormal; aun si sólo un dedo pequeño no funciona, el cuerpo siente la
incomodidad. Si no me cree, córtese el dedo pequeño y sentirá el trastorno. Es
necesario que todos los miembros del Cuerpo funcionen, entonces tendremos una
iglesia local viviente, llena de iniciativa y prevaleciente. Todos los miembros del
Cuerpo deben funcionar. Aunque no tenemos un pastor, todos funcionan. Tanto los
hermanos como las hermanas funcionan. Si no funcionamos, no podemos tener la
vida apropiada de iglesia.
CAPITULO 15
FUNCIONAR DESPOJANDONOS
DE LO VIEJO
Lectura bíblica: Ef. 4:13-16, 22-24; Col. 2:6-7; 3:10-11
Hemos demostrado que, para obtener la función apropiada en la iglesia local,
primero es necesario ser capturados por Cristo. Cristo debe ejercer Su victoria
sobre nosotros. Si El no nos derrota, es imposible tener una verdadera función
espiritual en vida. La razón se debe a que la función del Cuerpo es simplemente la
expresión de Cristo. Para tener la expresión de Cristo, debemos ser subyugados,
capturados y poseídos por Cristo. Y después de que Él nos capture, necesitamos
crecer en El. Cuanto más crezcamos en El, más recibiremos de El nuestra función
en la iglesia.

La función debe proceder completamente de Cristo. Si estamos desprovistos y


carentes de Cristo, aunque tengamos muchas actividades, no tenemos ninguna
función en vida. En la iglesia algunos amados hermanos solamente se ocupan de las
actividades, pero ésta no es la función en vida. Dichas actividades provienen de la
vida natural. Por ejemplo, quizá yo sea astuto y esté capacitado para hablar, así que
me levanto a dar un mensaje. Pero ésta no es la función en vida; sino la actividad
del hombre natural. Tales actividades no sirven para la iglesia; sólo son útiles para
una organización social. Estas actividades no expresan a Cristo, porque la
expresión de Cristo es simplemente Cristo manifestado por medio de Sus
miembros.

Por lo tanto, nosotros Sus miembros debemos ser capturados y poseídos por El. Y
debemos crecer, no sólo en El, sino también con El. La verdadera esencia del
crecimiento en vida es Cristo mismo, y al crecer, tendremos la función con Cristo
en vida.

DESPOJARNOS Y VESTIRNOS
Los versículos mencionados en Efesios y Colosenses presentan varios principios
relacionados con nuestra función en la iglesia. Uno de los principios básicos
consiste en que debemos despojarnos del viejo hombre y vestirnos del nuevo.

Me temo que, aunque muchos de nosotros hemos sido cristianos por años, todavía
no hemos aprendido la práctica de despojarnos y vestirnos. Algunos quizá
pregunten: “¿Despojarnos de qué?”. Debemos despojarnos del viejo hombre.
Algunos quizá pregunten: “¿Qué es el viejo hombre?”. El apóstol Pablo dijo que en
el nuevo hombre, el cual es el Cuerpo de Cristo, no hay griego ni judío, circuncisión
ni incircuncisión, bárbaro ni escita. Esto quiere decir que no hay persona natural,
ni religiosa, ni no religiosa, ni culta ni inculta. Debemos despojarnos de nuestra
persona natural; asimismo, si somos personas religiosas, tenemos que despojarnos
de ello. Algunos de nosotros todavía somos muy religiosos; pero en la iglesia no hay
ni circuncisión ni incircuncisión, ni religioso ni tampoco no religioso. Muchos
tienen el concepto de que debemos ser religiosos, pero en la iglesia no hay personas
religiosas. Los religiosos causan un daño terrible a la vida de iglesia, pero los no
religiosos son peores. En la iglesia no hay circuncisión ni incircuncisión, ni
religiosos ni no religiosos, ni tampoco escitas. Escitas se refiere a los que no son
cultos. La cultura, educación y religión no significan nada en la iglesia. La raza no
significa nada; la religión no significa nada; la educación no significa nada; lo que
usted sea no significa nada; y lo que haya logrado no significa nada. No piense que
usted es algo en la iglesia por el hecho de haber obtenido resultados exitosos en la
educación y en la religión. Escuche lo que dijo el apóstol: en el nuevo hombre, el
Cuerpo de Cristo, no hay gentiles ni hebreos, ni religiosos ni no religiosos, cultos ni
incultos; tenemos que despojarnos de todo eso.

Si nunca hemos aprendido a despojarnos del viejo hombre, quizá seamos muy
activos en la iglesia, sin embargo no estamos funcionando. Hay una gran diferencia
entre las actividades y las funciones. Las actividades son naturales, es decir, son
algo de la religión o de la cultura. En la vida de iglesia no necesitamos actividades,
sino funciones. Las funciones son el fluir de vida que manifiesta a Cristo, no son
algo de la religión, ni de la cultura ni de la educación. Es preciso que nos
despojemos de la religión, de la cultura, de la educación y de la habilidad natural.

En nuestra vida cristiana quizá hayamos aprendido a ser corregidos o


amonestados, pero me temo que nunca hayamos aprendido a despojarnos del viejo
hombre. Simplemente tenemos que despojarnos de nosotros mismos, de nuestra
religión y de nuestra educación; sólo entonces puede fluir Cristo. Cuando nos
despojemos de lo que somos y lo que tenemos, de nuestro ser natural, nuestra
religión, nuestra educación y de todo lo demás, entonces podremos funcionar y
expresar a Cristo, quien es el Espíritu vivificante que mora en nuestro espíritu.
CAPITULO 16
FUNCIONAR LIBERANDO EL ESPIRITU
Lectura bíblica: 2 Co. 3:6, 17; Ro. 1:9; 8:4-5; 12:11; 1 Co. 5:3-4
En la iglesia, la verdadera función es la liberación del espíritu. Nuestra función en
la iglesia local depende completamente de que liberemos el espíritu. “El Espíritu
vivifica” (2 Co. 3:6). Este es otro principio básico.

“LA LETRA MATA”


En nuestra función, debemos liberar el espíritu. “La letra mata, más el Espíritu
vivifica”. La letra se refiere a las doctrinas, formalismos, preceptos e incluso los
métodos. Estas cosas son de la letra. Todo lo que no es el Espíritu pertenece a la
letra, y la letra mata.

Lo que hagamos al funcionar en la iglesia debe ser algo que proceda del Espíritu y
debe liberar el espíritu. Si oramos en las reuniones, tenemos que hacerlo liberando
el espíritu; si damos un testimonio, tenemos que hacerlo liberando el espíritu. Todo
debe hacerse no solamente en el espíritu, sino con la liberación del espíritu. Aun
cuando visitamos a alguien para tener comunión con él, tenemos que hacerlo con la
liberación del espíritu. Es necesario que el espíritu sea liberado, porque el Espíritu
vivifica.

Todo lo que no es del Espíritu pertenece a la letra. No digamos que debido al hecho
de que oramos anoche de cierta manera, debemos orar de esa manera todo el
tiempo. Esta actitud es algo de la letra. Quizá la oración estuvo viviente anoche,
pero hoy estará muerta. Anoche se oró en el Espíritu pero hoy esa oración se
convierte en letra, porque sólo se guardó la forma pero no se liberó el espíritu.
Incluso preservar la vieja manera es de la letra. El principio básico consiste en que
siempre que funcionemos en la iglesia, necesitamos la liberación del espíritu.

Quizá usted pregunte si se debe orar en voz alta o en silencio, pero no le puedo
contestar. Si puede liberar el espíritu orando en voz alta, hágalo en voz alta; si
puede liberar el espíritu orando en silencio, entonces hágalo. No hay reglas. Quizá
ayer tuve que orar en voz alta, pero esta mañana tengo que orar en silencio. El
Espíritu a veces sopla muy fuerte y en otras ocasiones, muy silenciosamente. No
debemos tener ninguna regla conforme a cierto método. Todo depende de la
liberación del espíritu.

Otros quizá pregunten si al principio de nuestras reuniones debemos primero pedir


un himno u orar. Pero no es necesario que hablemos de lo primero o lo segundo,
porque si convertimos estas prácticas en formalismos, inmediatamente estamos en
la letra. Todo depende de la liberación del espíritu. Si uno tiene el sentir de orar al
principio de la reunión, debe hacerlo; así la liberación del espíritu será muy
prevaleciente. No es necesario esperar a que se pida un himno. Si alguien piensa
que no debe orar porque no se ha pedido un himno, entonces se mata a sí mismo y
matará a los demás. La letra mata. Por eso estamos peleando en contra del
cristianismo formalizado. La levadura del cristianismo formalizado se ha
introducido furtivamente en las reuniones de las iglesias locales.

En algunas de las iglesias locales, las personas están acostumbradas a un


determinado procedimiento. Por ejemplo, entran, se sientan, aguardan la hora del
comienzo de la reunión, y luego, esperan que alguien pida un himno. Por supuesto,
aunque esto no está escrito en un libro, sí está escrito muy dentro de sus mentes. Si
alguien se comporta o funciona en las reuniones de alguna manera que no
concuerda con el patrón establecido, entonces dicen que eso está mal. Tal actitud
pertenece a la letra. No sólo debemos rechazar esto, sino también luchar en contra
de ello. Debemos luchar contra tales formalismos.

Alabamos al Señor porque la iglesia en Los Ángeles es algo peculiar; sin embargo,
creo que todavía no somos lo suficientemente peculiares. Es necesario que seamos
más peculiares, aun hasta el punto que algún día espero ver a los hermanos y
hermanas cantando himnos por las calles cuando vayan de camino a las reuniones.
Empezarán a cantar himnos y a invocar el nombre del Señor mientras manejan sus
autos yendo a las reuniones, e incluso entrarán al salón de reunión marchando y
cantando un himno. Todos estarán muy alegres, fervientes en espíritu y ardiendo;
no habrá procedimientos ni formalismos, pero tampoco ningún desorden. Todo
estará en buen orden, pero en el espíritu, sin regla alguna.

Algunos dicen que la iglesia en Los Ángeles es “horrible”. Pero aún ¡no es lo
suficiente “horrible!” Necesitamos ser más “horribles”. Queremos estremecer al
cristianismo hasta el grado que todo el universo sea sacudido.

Veamos lo que sucedió el día de Pentecostés. Algo inusual ocurrió aquel día en el
judaísmo, lo cual no estaba de acuerdo con los preceptos del templo. Y creo que el
Señor hará lo mismo hoy en día. ¡Alabado sea el Señor! Algo nuevo y diferente, algo
peculiar y raro, está sucediendo hoy al cristianismo, lo cual al mismo tiempo es
muy espiritual, viviente y lleno de vida.
CAPITULO 17
FUNCIONAR ORANDO-LEYENDO
Lectura bíblica: Dt. 27:14-26; Ap. 5:9-14; 19:1-6; 1 Co. 14:16
En el capítulo anterior mencionamos la liberación del espíritu. Sin la liberación del
espíritu, no existe una verdadera función de vida en la iglesia. Quizá tengamos
ciertas funciones relacionadas con enseñanzas, doctrinas y conocimiento, pero no
podemos tener ninguna función de vida si no experimentamos la liberación del
espíritu. Esto se debe a que sólo “el Espíritu vivifica”. La función de vida en la
iglesia requiere la liberación del espíritu, y hemos encontrado por nuestras propias
experiencias que la mejor manera de liberar el espíritu consiste en orar-leer la
Palabra. Si queremos encontrar una manera que realmente nos lleve a la liberación
de nuestro espíritu, necesitamos probar el orar-leer la Palabra.

“AMEN” A LA PALABRA
Es menester ver algo más referente a orar-leer la Palabra, ya que el orar-leer que
hemos experimentado en el pasado todavía no es adecuado. Cuando oramos-
leemos, estamos palpando la Palabra de Dios. Nosotros los seres humanos somos
muy torpes y lentos cuando venimos a la Palabra de Dios. Quizá seamos
inteligentes al leer libros científicos o filosóficos, pero cuando nos acercamos a la
Biblia estamos ciegos. Aunque algún tema esté claro y definido en la Biblia, es
posible que lo leamos una y otra vez, lo estudiemos diligentemente y hagamos una
investigación cuidadosa, sin jamás verlo.

¿Ha notado usted alguna vez que en Deuteronomio 27:14-26 el pueblo dice “Amén”
a la Palabra de Dios doce veces? ¡Debemos decir “Amén” a la Palabra de Dios! En el
Antiguo Testamento Dios incluso ordenó que Su pueblo hiciera esto. En este
capítulo tuvieron que decir “Amén” después de que se proclamaba la Palabra de
Dios. ¿Ha oído usted alguna vez al pueblo de Dios decir “Amén” a Su Palabra? Hay
nueve bienaventuranzas en Mateo 5. ¿Ha dicho usted alguna vez “Amén” a estas
bienaventuranzas? Yo he sido cristiano por más de cuarenta años, y nunca lo he
oído.

Algunos quizá sostendrán que decir “Amén” es una práctica que pertenece al
Antiguo Testamento, pero en 1 Corintios 14:16 el apóstol Pablo nos dice que oremos
con palabras claras para que otros puedan decir “Amén” a nuestras oraciones. Aún
más, no sólo se dice “Amén” en la tierra, sino también en los cielos. Apocalipsis 5
dice que cuando el Señor Jesús ascendió a los cielos, los cielos se llenaron del
“Amén”. Apocalipsis también muestra que en el futuro habrá un gran “Amén” en
los cielos. No sólo se proclama “Amén” en la tierra, sino también en los cielos.

NO SOLO CANTARLO, SINO PROCLAMARLO


¿En toda la tierra ha visto usted alguna iglesia que hace esto? Quizá dirá que ha
visto bastantes iglesias cantando: “¡Amén! ¡Aleluya!”, pero eso es cantarlo, no
proclamarlo. En Apocalipsis cinco y diecinueve no lo cantan sino que lo hablan; no
es un canto sino una proclamación. ¿Ha visto usted alguna vez que los cristianos se
congreguen sólo para decir: “¡Amen! ¡Aleluya!”? Muchas veces he oído a cristianos
cantar: “¡Amén! ¡Aleluya!”, pero nunca he oído a un grupo de cristianos proclamar:
“¡Amén! ¡Aleluya!”. ¿A qué debemos decir “Amén?”. Debemos decir “Amén” a la
Palabra de Dios. ¿Usted ha oído o practicado esto? Yo creo que el Señor nos guiará
a hacerlo.

Supongamos que estuviéramos leyendo Efesios 4:4-7. Cuando se leyera “un


Cuerpo”, los demás dirían: “¡Amén!” Cuando se dijera: “un Espíritu”, todos dirían:
“¡Amén!”. Y cuando se leyera: “una esperanza”, dirían: “¡Amén!” ... “Un Señor” ...
“Amén”, y así sucesivamente. ¡Creo que sería maravilloso! Congreguémonos para
decir “Amén” a la Palabra del Señor. Al abrir la Biblia, podemos decir “Amén” a
cada palabra. Al decir “Amén” a la Palabra, liberamos el espíritu. Escoja cualquier
libro, cualquier capítulo, cualquier frase y lea; luego diga “Amén” a lo que lea.

Algunas veces debemos dejar que las hermanas lean y que los hermanos digan
“Amén”; otras veces, cuatro hermanos se pueden poner de pie para leer y todo el
resto decir “Amén”. En una congregación grande, diez pueden leer y toda la
congregación puede decir: “Amén”. Creo que esto ya lo hacen en Taipei, donde hay
una multitud que dice: “Amén”.

No podemos ver esto sin la misericordia, la gracia y la iluminación celestial, pero


alabado sea el Señor porque tenemos esta luz. ¿Por qué sólo usamos himnos para
alabar al Señor y no la Biblia? La Biblia está llena de alabanzas. Necesitamos
aprender a proclamar la Palabra juntos, a orar-leer la Palabra juntos. No
necesitamos sólo cantar la música, sino hablar las palabras, es decir, orar-leer las
palabras. Creo que después de un corto tiempo de orar-leer la Palabra de esta
manera, nuestro espíritu será liberado. Esto es maravilloso y muy bueno. No
necesitamos componer nada, porque ya todo está compuesto; sólo necesitamos
orar-leer y decir “Amén” a cada porción de la Palabra.
CAPITULO 18
EL GOBIERNO DE LA IGLESIA
Lectura bíblica: 1 P. 5:1-6; He. 13:17, 24; Ro. 12:8; 1 Co. 12:28
En este capítulo examinaremos otro aspecto de la iglesia local, a saber, el gobierno
de la iglesia. Todo gobierno siempre tiene dos aspectos: la responsabilidad y la
autoridad. Cuando hablemos del gobierno, no debemos tener en cuenta sólo la
autoridad, porque esto no es lo único ni lo primero. Lo principal de un gobierno es
la responsabilidad; sin responsabilidad, no hay autoridad. Los hermanos que
participan en el gobierno de la iglesia deben darse cuenta de que ellos no deben
ejercer su autoridad, sino aceptar su responsabilidad.

LOS ANCIANOS
Si leemos el Nuevo Testamento detalladamente, veremos con claridad que en la
iglesia local debe haber un gobierno con ancianos designados por los apóstoles
(Hch. 14:23; Tit. 1:5). La Biblia nos dice que los ancianos son “los que presiden”. La
versión King James dice: “he that ruleth [el que rige]”, pero el significado
apropiado de las palabras griegas en Hebreos 13:17 y Romanos 12:8 denota “los que
toman la delantera”. Así que ellos son los que llevan la delantera.

Debemos darnos cuenta de que los ancianos de la iglesia local son los que guían.
¿Ha visto usted alguna vez un rebaño de ovejas? Un rebaño siempre tiene algunas
ovejas que van adelante; todas las demás siguen a las ovejas delanteras. Esta es la
verdadera posición de los ancianos. Ellos deben tomar la delantera en el mover del
rebaño. Un buen pastor sabe cómo tratar al rebaño: no es necesario lidiar con todo
el rebaño, sino simplemente con los que van adelante. Cuando los que van adelante
toman la iniciativa, el resto les seguirá. Los ancianos deben ser los que llevan la
delantera en la iglesia local.

LA SITUACION ANORMAL DE HOY


Hoy estamos en una situación completamente anormal. Permítame usar un
ejemplo. Supongamos que una familia, un padre y una madre con doce o catorce
hijos, es criada apropiadamente. En esa familia normal, es fácil actuar de manera
ordenada. Pero en muchos lugares, la vida de iglesia no empieza en condiciones
normales. Es como si el padre y la madre hubieran muerto, y muchos de los catorce
hijos se hubieran ido del hogar; luego, sólo cuatro regresan a tratar de conformar
una familia apropiada. Quizá el mayor tenga sólo dieciocho años, otro dieciséis,
otro catorce y el otro doce. Esta es la situación que tenemos en la vida de iglesia. En
muchos lugares no hay padre, ni madre, ni hermano mayor, ni hermana mayor, y
casi todos los de más edad se han ido. De vez en cuando quizá ellos vengan de visita
para criticar un poco, pero eso es todo. En esta clase de situación, ¿qué haremos?
¿Diremos que como no tenemos padre, ni madre, ni hermano mayor ni hermana
mayor, pues debemos olvidarnos de la familia y vagar por las calles? No, tenemos
que regresar; sin embargo, al regresar, todos somos adolescentes y uno sólo tiene
doce años. De todos modos, por la misericordia y la gracia del Señor, tenemos que
regresar para conformar una familia. Muchas veces el menor, que tiene sólo doce,
es el más sabio, mientras que el mayor, que tiene dieciocho, no es muy sabio. Y
algunas veces, de los cuatro que regresaron, el más sabio es una hermana y
ninguno de los tres hermanos puede compararse con ella. Pero no está bien dejar
que ella tome la delantera. En muchos lugares sucede lo mismo. Los que deben ir
adelante no pueden hacerlo, pero las hermanas, que no deben tomar la delantera,
son bastante dotadas y están capacitadas. Este es el verdadero problema; la
situación es completamente anormal.

En algunos lugares los hermanos han mejorado mucho espiritualmente pero están
bajo la influencia de los problemas de su pasado, como por ejemplo, el haberse
casado dos veces. Por supuesto, estas cosas pertenecen al pasado y están bajo la
limpieza de la sangre, pero siguen siendo problemas. Una iglesia local debe
mantener una norma elevada de conducta, y es preferible que los que toman la
delantera no tengan problemas con su pasado. Así que en esta clase de situación
anormal necesitamos más gracia y más experiencia en vida. Esta situación es como
la familia de sólo cuatro hijos que se junta para practicar la vida familiar. Ellos se
dan cuenta de su triste situación, pero de todos modos deben juntarse como
familia. ¿Cómo lo pueden hacer? Hay una manera. El mayor debe darse cuenta de
que es el mayor, pero que no es el más sabio. Por un lado, él tiene que tomar la
delantera, porque nadie más tiene esa posición; pero por otro, tiene que aprender a
confiar en su hermana, sabiendo que ella es mucho más capaz que él. Los dos,
entonces, llegan a ser uno. El es responsable por la posición, y ella es responsable
por la capacidad que tiene. La hermana se da cuenta de que, aunque ella es más
capaz, no tiene la debida posición. Así que por un lado debe ser fiel a la familia,
pero por otro debe estar dispuesta a permanecer bajo la autoridad y protección de
su hermano. Si dice algo, no debe decirlo directamente sino a través de su
hermano. El hermano no sabe qué decir, pero ella sí. Así que mediante la
coordinación, ella provee la habilidad y él toma la posición; así, los dos trabajan
juntos.

En muchos lugares, entre los hermanos y las hermanas, casi nadie tiene tanto la
posición como también la capacidad. Algunos tienen la posición sin la capacidad, y
otros tienen la capacidad sin la posición. Quizá un hermano que es muy perspicaz y
ha avanzado mucho en el Señor se haya casado dos veces antes de ser salvo. Es
realmente uno con el Señor y, espiritualmente, ha crecido más que los otros
hermanos; pero ¿cómo puede deshacerse de la mancha de su pasado? La mancha
siempre va a estar allí, y por causa de la norma elevada de conducta en la iglesia,
evidentemente no es bueno que alguien con tales antecedentes tome la delantera.

Entonces, algunos dirán que otros deben llevar la delantera. Pero quizá el que tiene
la posición sea como agua pura: no es ni dulce ni salado, o sea, que no puede hacer
nada. Si se le pide que tome la iniciativa, simplemente no lo puede hacer. Así que
necesitamos más misericordia, más gracia y más experiencia en vida. Estos dos
hermanos deben trabajar juntos. El que ha avanzado más espiritualmente debe
darse cuenta de que, aunque sí tiene mucha capacidad espiritual, ha perdido la
norma necesaria. Por tanto, debe darse cuenta de la posición que tiene y ser fiel al
Señor de manera escondida para ser uno con su hermano. Debe ser fiel a la gracia
de Dios y nunca tomar la delantera, pues ha perdido la posición. Si la tomara,
dañaría a la iglesia y afectaría el testimonio de ella. Así que, en fidelidad al Señor,
debe hacer todo lo que pueda respaldando a su hermano y siendo uno con él.

El hermano sencillo, a la vez, debe darse cuenta de que tiene la posición de llevar la
responsabilidad, pero no la capacidad. Aunque esté dispuesto, no tiene la
capacidad; así que necesita al otro hermano. Por consiguiente, estos dos hermanos
deben ser uno. Esto no es fácil. Ellos verdaderamente necesitan la misericordia del
Señor, Su gracia, y mucha experiencia en vida. Si el que es espiritual y ha mejorado
espiritualmente considera que el anciano no está capacitado, entonces, desaparece
toda la vida de iglesia. Es menester que sea uno con su hermano.

Debemos darnos cuenta de que actualmente estamos en una situación anormal.


Todos necesitamos buscar al Señor para obtener más experiencia de vida. Hoy, en
este tiempo de anormalidad, escasamente alguno de entre nosotros está tanto
capacitado como equipado. Por lo tanto, varios hermanos necesitan ser uno. Un
hermano quizá tenga la posición y nada más. Si tiene que tomar alguna decisión,
debe ir a los otros dos hermanos. Si tiene que decir algo, no sabrá qué decir; por
eso, debe acudir a esos dos hermanos para orar con ellos. El se convierte en la boca
de ellos, y ellos llegan a ser la luz de él: los tres son uno. Este es el remedio para la
situación anormal de hoy.

Además, no debemos convertir el gobierno de la iglesia en algo legalista. No


debemos decir que como éstos son los ancianos, ¡que hagan bien el trabajo o que
renuncien! Eso está equivocado. Si tenemos esa actitud, la vida de iglesia sufrirá
daño. Es preciso darnos cuenta de que, aunque los que guían no llenan todos los
requisitos, no debemos ser tan legalistas. Ellos siguen siendo los que toman la
delantera; así que dejémosles tomar su posición. Debemos hacer todo lo posible
por respaldarlos y ayudarlos. No hay necesidad de hacer cambios.

Y los que llevan la delantera deben darse cuenta de que no son tan capaces. No
deben hacer la situación tan legalista de que todo tenga que estar en sus manos.
Eso también está equivocado. Aquí necesitamos la misericordia y la gracia del
Señor.

Debemos ser fieles al Señor y aprender que todos necesitamos el gobierno en la


iglesia. Quizá yo sea más capaz que los que toman la delantera, pero me doy cuenta
de que bajo la soberanía del Señor, no estoy en el gobierno. Por eso me someto por
completo al gobierno. Aunque los que toman la iniciativa en el gobierno no sean
tan capacitados como yo, aún así hago lo posible por respaldarlos. No debo tener
ningún pensamiento de que algún día el Señor quitará a los ancianos y que yo seré
uno de ellos. No, debo ser sumiso al gobierno presente y respaldarlo. Esa es la
actitud que debemos adoptar.

Los que toman la delantera deben darse cuenta de que no deben controlar nada en
la iglesia de manera legalista. Esto no quiere decir que renuncien al orden, sino que
no hay legalismos. Todos estamos en la gracia. Por ejemplo, en algunos lugares, los
que toman la delantera piensan que, por ser ancianos, ellos son los que deben
empezar la reunión; o sea, si ellos no han llegado, nadie debe empezar la reunión.
Si alguien más empieza la reunión, los ancianos se enojan porque les gusta
mantener todo de forma legal en sus manos. Eso está mal.

Luego, otros dicen que los que llevan la delantera restringen al Espíritu Santo.
Según ellos, todos pueden hacer lo que quieran según el Espíritu Santo; por lo
tanto, no necesitan a los guías. Eso también está mal.

He estado muy contento con nuestras reuniones aquí en Los Angeles. No tenemos
ningún reglamento en nuestras reuniones, cada quien es libre de empezar la
reunión y no existe ningún desorden. Creo que eso está correcto. Si usted dice que
no hay gobierno, yo diría enfáticamente que sí lo hay; si usted dice que la iglesia en
Los Angeles está fuera de control y que cada quien es muy libre, yo diría que la
iglesia en Los Angeles está bajo mucho control. Pero si usted dice que hay un
gobierno que ejerce cierto tipo de control, eso no es cierto. No hay control; diría
cien veces que nadie controla.

Lo que quiero decir es lo siguiente: tenemos un gobierno aquí, pero no tenemos un


gobierno legalista. No queremos nada legal, ni nada desordenado. Nos gusta que
todo esté en orden, pero sin legalismos. Esto requiere gracia sobre gracia.

UN CAMBIO EN VIDA
Si todos hemos aprendido la lección de la gracia, dondequiera que estemos,
simplemente iremos a la iglesia que está en el terreno de la unidad. Luego, en esa
iglesia local nos someteremos a la situación que haya allí sin poner nada en duda.
Con la guía del Señor haremos lo mejor posible por ministrar vida a los demás y
respaldar el gobierno de la iglesia. Eso edificará la iglesia y le dará al Señor la
oportunidad de avanzar.

Cuando el rey David era joven, él estaba en una situación anormal. Pero aprendió la
lección y esto abrió el camino para que el Señor actuara; por tanto, el Señor pudo
ponerlo en la posición de rey. Si tenemos la gracia y aprendemos las lecciones de
vida, algún día el Señor pondrá la responsabilidad sobre nuestros hombros. El nos
pondrá en el gobierno de la iglesia. Pero esto debe ser el arreglo soberano del
Señor, no algo que obtengamos con nuestra manipulación.

En la iglesia, cualquier reemplazo o cambio en el gobierno puede causar pérdida.


No necesitamos un cambio externo sino un cambio en vida. Quizá en algunas
iglesias, los que llevan la delantera no están muy capacitados ni son tan vivientes
como usted; pero usted debe ser fiel al Señor ministrando vida, sometiéndose a los
que toman la delantera, y haciendo todo lo posible por respaldar y ayudar al
gobierno actual. Esto ministrará más vida a toda la iglesia, lo cual producirá un
cambio en vida. Quizá después de algunos años, espontáneamente algunos de los
ancianos sean trasladados por el Señor. Entonces, en vida, usted y algunos otros
que tengan experiencia en vida serán puestos por el Señor en el liderazgo. No será
algo hecho por manos humanas, sino por la mano soberana y divina. Será algo en
vida, y no ocasionará ningún daño a la vida de iglesia.
CAPITULO 19
EL CONTENIDO DE LA IGLESIA
Lectura bíblica: Mt. 13:3; 1 Co. 3:6-7; 1 P. 1:23; 2:2, 5; Ef. 2:21; 4:15-16
¿Cuál es el contenido de la iglesia? Algunos quizá contesten que el contenido de la iglesia
es Cristo. Sí, es correcto; pero cuando las personas dicen “Cristo”, algunas veces no
entienden lo que quieren decir. Cristo es el contenido de la iglesia, pero debemos darnos
cuenta de que, como tal, El es vida para nosotros. A fin de ser el contenido de la iglesia,
Cristo debe ser nuestra vida. Cristo no viene solamente a quedarse entre nosotros como el
contenido de la iglesia; no así. Si fuera así, El sólo sería el gobernante de la iglesia y no el
contenido de la iglesia. Para ser el contenido de la iglesia, tiene que ser nuestra vida. El
contenido de la iglesia es Cristo como vida para nosotros. Todos los cristianos reconocen
que Cristo está en la iglesia, pero pocos se dan cuenta de que Cristo en la iglesia significa
que El es vida para nosotros. El no solamente está en medio de los santos, sino que también
es la vida de los santos como el contenido de la iglesia.

Cuando decimos “vida”, debemos darnos cuenta de que la vida no puede separarse del
Espíritu. El Espíritu es la realidad de la vida, y el Espíritu es la vida misma. Así pues,
cuando decimos que Cristo es vida para nosotros, debemos darnos cuenta de que esa vida
está en el Espíritu. Cristo es el Espíritu vivificante en nuestro espíritu. El jamás podría ser
vida a nosotros excepto en el Espíritu divino, y nosotros jamás podríamos disfrutarle como
vida a menos que estemos en el espíritu humano. En el espíritu humano conocemos y
experimentamos a Cristo como Espíritu vivificante. No hablamos aquí de la mera
enseñanza acerca de la vida o de un discurso acerca de la vida, sino de la verdadera
experiencia de vida. Por eso recalcamos que necesitamos volvernos al espíritu y saber cómo
ejercitar nuestro espíritu.

Esto es parecido a nuestra interacción con el aire. Nuestro cuerpo físico existe en una esfera
de aire. En un sentido, el aire es vida para nosotros, pero necesitamos respirarlo. Al
respirar, podemos entrar en la realidad del aire como vida. De la misma manera Cristo, el
Espíritu vivificante, es hecho real a nosotros como nuestra vida sólo cuando ejercitamos
nuestro espíritu para respirar, y no por el entendimiento ni por el conocimiento.

NO LO BUENO, SINO EL ORO


Supongamos que hay dos hermanos en la iglesia. Uno es un hombre bueno por nacimiento,
pero no por regeneración, es decir, nació bueno y apacible. Es difícil que este hermano se
enoje; aun parece que no tiene mal genio. Tiene un modo de ser sumamente apacible. No
importa lo que uno le pueda hacer o decir, jamás se ofende. Parece como si estuviera en
otro mundo, un mundo en el que no se encuentra el mal genio. El tiene una manera de ser
extremadamente suave. Ahora él es salvo, es uno de los hermanos, y todos piensan que es
un hermano admirable.

Otro hermano, por el contrario, se enoja fácilmente. No es refinado, sino que en verdad es
bastante rudo. Todos en la iglesia le tienen miedo, especialmente las hermanas. Le tienen
miedo por su modo de ser tosco y su capacidad de enojarse fácilmente.
Supongamos que tenemos a estos hermanos en la iglesia. Uno es “blanco” y el otro es
“negro”. No me estoy refiriendo al color de su piel, sino a su modo de ser. ¿A quién amaría
usted? ¿al negro o al blanco? Suponiendo que uno de estos dos hermanos fuera a quedarse
con usted, ¿a cuál le gustaría hospedar? ¿Recibiría al blanco y le daría el negro a otro? ¿A
quién escogería? Depende de cuánto usted quiere ser transformado. Sin duda, el negro
contribuirá más para su transformación. No obstante, la respuesta es que no debemos tener
preferencia por ninguno de los dos. No debemos amar ni al blanco ni al negro, porque
ambos son muy naturales. Ninguno de ellos expresa la vida. Uno es blanco, pero no es “de
oro”; el otro es negro, pero tampoco es “de oro”. Lo que Dios quiere es “oro”, no blancos ni
negros. Ni lo bueno ni lo malo es “oro”. No importa si usted es blanco o negro, si no es “de
oro”, Dios no le tomará.

La iglesia no es un lugar para educar, corregir o cambiar a las personas; la iglesia es el


medio para que Dios infunda a Cristo como vida dentro del hombre. Los “negros” necesitan
de esta vida y los “blancos” también. Sin embargo, la situación del cristianismo actual no es
así. El cristianismo hoy intenta educar, corregir y cambiar a las personas. Por ejemplo, si
usted es “blanco”, dicen que está bien; pero si usted es “negro”, tratan de corregirlo,
cambiarlo y mejorarlo. Eso es completamente erróneo. El contenido de la iglesia no es nada
menos que Cristo como vida. Los “negros” indudablemente están carentes de Cristo, pero
también los “blancos”. Todos carecen de Cristo.

Muchas veces los “blancos” llegan a ser una verdadera frustración para la vida. En muchas
iglesias locales, los “negros” son más fáciles de ayudar en lo que a la vida se refiere.
Ministrarle vida a los “negros” es fácil, pero ministrarle vida a los “blancos” es
verdaderamente difícil. Los “blancos” piensan que están bien, y otros también piensan lo
mismo. Dentro de ellos hay cierta clase de orgullo de que son mejores que otros. Los
hermanos y hermanas piensan que no es necesario orar por los “blancos”, pero que sí deben
orar por los “negros”. Con el tiempo, los “blancos” vienen a ser un estorbo para el
ministerio de vida, debido a que es difícil convencerlos de que necesitan aún más a Cristo.
CAPITULO 20
EDIFICAR EN AMOR
Lectura bíblica: Ef. 4:16; 1 Co. 8:1; 1 Co. 13
En este capítulo, necesitamos ver que el amor es el vivir práctico de la iglesia. El
vivir de la iglesia es amor. La palabra vivir también significa “expresión”; la
expresión de una iglesia local es amor. Si sólo manifestamos cierta clase de
enseñanza o formalismo, estamos mal. La expresión de la iglesia local debe ser el
amor.

EL CAMINO MAS EXCELENTE


¿Por qué escribió el apóstol Pablo 1 Corintios 13? Los capítulos 12, 13 y 14 forman
una sección que trata de los dones, y la parte intermedia es el capítulo sobre el
amor. La iglesia en Corinto había perdido la debida expresión de la iglesia local:
ellos se habían vuelto del amor al ejercicio de los dones, y ahora manifestaban los
dones en vez del amor. Lo primero que se veía en Corinto era la práctica de los
dones: principalmente, el hablar en lenguas. Así que el apóstol Pablo les escribió y
los corrigió. Las lenguas y los otros dones no son el camino más excelente; sólo el
amor es el camino excelente, y en un sentido, el amor es el mejor camino. Al final
del capítulo 12, el apóstol Pablo dice: “Anhelad, pues, los dones superiores. Mas yo
os muestro un camino aun más excelente”. ¿Cuál es el camino más excelente? La
respuesta se encuentra en el siguiente capítulo: el amor. El comenzó el siguiente
capítulo de la siguiente manera: “Si yo hablase lenguas humanas y angélicas, y no
tengo amor...” (1 Co. 13:1). Este versículo demuestra que las lenguas y los otros
dones difieren del amor. Es posible tener los dones, y aún así carecer del amor. Es
posible hablar en lenguas humanas y angélicas, y aún así carecer del amor. Si éste
es el caso, somos como bronce que resuena, o címbalo que retiñe. Tenemos el
sonido, pero no el amor; tenemos el ruido, pero no la vida.

He tenido esta inquietud por muchos años porque algunos cristianos ponen
demasiada atención a las lenguas y han pasado por alto este versículo, el cual nos
dice que hablar en lenguas no es algo en vida. Las lenguas sólo son una clase de
sonido; no son vida. El hecho de tener sólo el sonido sin el amor demuestra que
hablar en lenguas no proviene de la vida; de otro modo, el apóstol no hubiera dicho
esto. El comenzó el capítulo diciendo que los creyentes corintios necesitaban vida, y
no sólo el sonido. ¿Cuál es la expresión de la vida? El amor, porque la vida se
expresa en el amor. El amor no es un sonido; el amor es la expresión de la vida.

No tratemos jamás de amar con nuestra propia fuerza. No lo animo a amar, porque
sé que usted no puede amar. Cuanto más lo exhorte a amar, más usted odiará;
cuanto más exijo el amor de usted, más odio recibiré. Nosotros simplemente no
podemos amar. Podemos hacer muchas cosas, pero no podemos amar. Es fácil
hablar en lenguas, pero no es fácil amar. El amor es el camino más excelente; por lo
tanto, es el camino más difícil.
La dificultad más grande en la vida de iglesia es el amor: podemos enseñar, pero no
podemos amar; podemos servir, pero no podemos amar; podemos limpiar, pero no
podemos amar; podemos cortar el césped, pero no podemos amar. Las hermanas
pueden tocar el piano, pero no pueden amar. Nos es fácil orar-leer, pero no
podemos amar. Sencillamente, no podemos amar. Es fácil hacer cualquier cosa,
menos amar.

LA DESCRIPCION DEL AMOR


¿Qué es el amor? Si volvemos a leer la descripción del amor en este capítulo, nos
daremos cuenta de que Cristo es el amor. El amor es Cristo mismo. “El amor es
sufrido. El amor es benigno; no tiene envidia. El amor no se jacta y no se hincha de
orgullo; no se porta indecorosamente, no busca lo suyo, no se irrita, no toma en
cuenta el mal” (1 Co. 13:4-5). El amor es una persona. La descripción entera del
amor en este capítulo le pertenece a una persona viva, y esta persona es Cristo.

¿Qué puede existir por siempre? Sólo Cristo. En este capítulo, el apóstol Pablo
minimiza todas las cosas menos el amor; nada puede compararse con el amor.
Todas las ofrendas, donaciones y dones no pueden compararse con el amor. Aun la
profecía y el conocimiento no pueden compararse con él.

En 1 Corintios 13:8 dice: “El amor nunca deja de ser; pero las profecías se volverán
ineficaces, y cesarán las lenguas, y el conocimiento se tornará inútil”. Pablo usa tres
expresiones en este versículo: se volverán ineficaces, cesarán y se tornará inútil.
¿Qué se volverá ineficaz? ¡Las profecías! ¿Qué cesará? ¡Las lenguas! ¿Qué se
tornará inútil? ¡El conocimiento! Las profecías, las lenguas y el conocimiento se
volverán ineficaces, cesarán y se tornarán inútiles. La Palabra es sumamente clara
en este versículo; sin embargo, muchos de los grupos pentecostales ponen toda su
atención en las profecías y las lenguas. El amor nunca falla. Las profecías se
volverán ineficaces, las lenguas cesarán y el conocimiento se tornará inútil, pero el
amor permanece para siempre. ¿Quién es este amor? Es Dios mismo. Dios es amor.
¿Qué se puede comparar con Dios? ¿Las lenguas? ¿Las profecías? ¿El
conocimiento? ¡No! Sólo Dios es eterno.

“El conocimiento envanece, pero el amor edifica” (1 Co. 8:1). Los cristianos piensan
que necesitan las enseñanzas, pero no es así. No debemos poner demasiada
confianza en las enseñanzas o los dones, sino que debemos poner nuestra confianza
absoluta en el amor.

En la primera de las siete epístolas halladas en Apocalipsis, el Señor Jesús dice que
ellos habían perdido su primer amor. La palabra “primer” en griego también
significa “el mejor”. El primer amor es el mejor amor. Filadelfia, la iglesia a la que
se le escribe la sexta epístola, significa amor fraternal, y ésta es la mejor de las siete
iglesias. La mejor iglesia es la iglesia del amor fraternal, no la iglesia de los dones,
del conocimiento o del poder. El Señor sólo quiere una iglesia de amor.
CAPITULO 21
EL AUMENTO Y LA PROPAGACION DE LA IGLESIA
Lectura bíblica: Jn. 15:4-5, 7-8; Fil. 1:27; Mt. 28:18-20; Hch. 1:8; 8:1
EL AUMENTO DE LAS IGLESIAS
En este capítulo necesitamos ver el aumento de la iglesia. El aumento de la iglesia
consiste en impartir Cristo a otros y hacer de ellos parte de Cristo. Los pámpanos
de la vid dan fruto al impartir la vida de la vid a otros, haciéndolos parte de la vid.
Si los pámpanos de una vida no dan fruto, no habrá aumento en la vid. El fruto de
las ramas es el aumento de la vid. Así que el aumento de la iglesia se realiza cuando
los miembros llevan fruto. Todos los miembros deben llevar fruto; de otra manera,
no habrá aumento en la iglesia local.

Hoy en el cristianismo, casi todo es anormal, aun la predicación del evangelio. El


cristianismo hoy depende de predicadores gigantes que llevan a cabo enormes
campañas de evangelización, pero en la Biblia no es así. En la Biblia, especialmente
en el Evangelio de Juan, la verdadera predicación del evangelio consiste en que
cada miembro dé fruto. Aquí en Los Ángeles, la iglesia no tiene ninguna campaña
de evangelización; sin embargo, cada mes hay un buen número de nuevos
convertidos que entran en la vida de iglesia. Aparentemente no hay predicación del
evangelio; no obstante, los nuevos son añadidos continuamente. Es como el árbol
de la vida en la Nueva Jerusalén: da nuevo fruto cada mes. Esta es la debida
predicación del evangelio, y éste es el aumento de la iglesia, el cual no depende de
grandes predicadores ni de grandes campañas de evangelización. La vida normal de
los miembros de la iglesia consiste simplemente en llevar fruto; entonces la iglesia
recibe el aumento.

La manera apropiada de predicar el evangelio consiste en impartir a Cristo, quien


es vida, a otros. No debemos confiar en los grandes predicadores; nosotros mismos
tenemos que laborar. Cada miembro de la iglesia es un pámpano que puede llevar
fruto. Estudie el árbol frutal: cada clase de árbol frutal da fruto cuando menos una
vez al año; ésta es una ley natural. Creo que como miembros vivientes de la iglesia
local, debemos traer al Señor por lo menos un convertido cada año. Supongamos
que un pámpano de la vid no da fruto año tras año. ¿Qué hacen con él? Lo podan o
lo cortan. Cada iglesia local debe alentar a cada miembro a que traiga al Señor
cuando menos un nuevo creyente cada año. Aun traer diez o doce al Señor cada año
no es demasiado, porque esto simple- mente se asemeja a un racimo de uvas.

En la iglesia local debemos ser fructíferos. Cuando vayamos a la reunión de la


iglesia, debemos llegar con algunos nuevos. No vengan a las reuniones solos; eso no
es una gloria, ¡es una vergüenza! Necesitamos ir a las reuniones con otros para que
la iglesia local aumente.

Algunos de los hermanos jóvenes de Los Ángeles son de origen japonés y fueron
salvos recientemente. Ellos no fueron salvos por medio de reuniones donde se
predica el evangelio, sino por el contacto diario que los miembros de la iglesia
tuvieron con ellos. Esta es la manera apropiada de llevar fruto.

LOS CONCEPTOS ERRONEOS


En la predicación del evangelio, hay algunos conceptos erróneos que debo señalar.
En algunas de las iglesias denominacionales hay mucha actividad en su labor de
llevar el evangelio a la gente. Eso es bueno. Pero el problema radica en que se hace
con demasiada lucha y esfuerzo humano; eso está mal. No obstante, esto no quiere
decir que debemos abandonar la obra de llevar fruto y dejar de producirlo. No
debemos envejecer en cuanto a llevar fruto; debemos ser renovados siempre, ya
que nunca nos jubilamos de la vida espiritual.

Hay otro concepto en el cristianismo, el cual es que debemos esperar y orar por un
gran avivamiento, entonces el Señor enviará un gran orador y nos congregaremos
para llevar a cabo una campaña de evangelización. Eso es anormal. En el capítulo
anterior mencioné que, a fin de edificar la iglesia, no debemos confiar mucho en los
maestros y ministros ya que eso no da resultados. Ahora además digo que no
debemos depender mucho de las grandes campañas de evangelización, ya que eso
también es anormal.

Hay un tercer concepto, al otro extremo, el cual también está mal. Algunos dicen:
“¡Miren a esa gente! ¡Todas sus campañas de evangelización se hacen por la energía
de la carne!”. Por supuesto, entendemos que nuestra predicación del evangelio
debe rebosar de la vida interior. Pero los que juzgan así han criticado a otros por
años; sin embargo, ellos mismos no han dado ningún fruto. Tal parece que la vida
no rebosa en ellos, así que ellos se han ido al otro extremo.
CAPITULO 22
LA PREPARACION PARA EL REGRESO DEL SEÑOR
Lectura bíblica: Lc. 21:24-28; 1 Ts. 5:1-10
EL MOVER DEL SEÑOR EN LA CHINA
A partir de 1920, el Señor empezó en la China una obra maravillosa, especialmente
entre los jóvenes. El evangelio fue llevado a la gente culta, y muchos estudiantes
universitarios del norte y del sur fueron traídos al Señor, entre los cuales estaba
Watchman Nee. Yo fui salvo por la predicación de esos jóvenes, y llegué a la iglesia
sólo unos pocos años más tarde. Poco tiempo después, el Señor comenzó a moverse
en la China a fin de llevar a cabo algo para Sí mismo y para Su iglesia. Esto sucedió
cuando las personas fueron ayudadas a ver con claridad la seguridad de la
salvación. Anteriormente, aunque muchos habían sido introducidos en el
cristianismo, muy pocos entendían claramente la seguridad de la salvación. Si
usted les hubiera preguntado a los cristianos en la China de aquel tiempo si sabían
que eran salvos o no, hubiera descubierto que la mayoría de ellos no sabían;
pensaban que era necesario esperar hasta morir antes de que el Señor les dijera si
eran salvos o no. Pero alabado sea el Señor porque El levantó un grupo de jóvenes
chinos cristianos bajo el liderazgo del hermano Watchman Nee, y la seguridad de la
salvación se definió con claridad.

Después el Señor comenzó a mostrarnos que Cristo es vida para nosotros. Vimos
que Cristo no sólo murió en la cruz por nuestros pecados, sino también para darnos
fin. Cristo murió para que nosotros muriéramos y para que El fuese vida a
nosotros; y así pudiéramos vivir por Su vida de resurrección. El hecho de que Cristo
es vida para nosotros se definió con claridad, y todos aprendimos la lección de
cómo vivir por El. En ese tiempo los mensajes del libro titulado The Normal
Christian Life [La vida cristiana normal] fueron dados en China. Por supuesto,
algunos años más tarde, en 1938 y 1939, estos mensajes fueron dados de nuevo en
Europa por el hermano Nee, los cuales fueron compilados y publicados en dicho
libro.

En aquellos días, después que se expuso con claridad la seguridad de la salvación,


las personas fueron ayudadas a ver que Cristo vive en nosotros para ser nuestra
vida. Entonces, el Señor empezó a recobrar la vida de iglesia. Desde el principio, el
Señor nos mostró estas tres cosas: la seguridad de la salvación, Cristo como vida y
la vida de iglesia. Desde ese tiempo, adondequiera que íbamos, no teníamos
ninguna otra carga salvo estos tres asuntos; sólo teníamos la carga para hablar de la
seguridad de la salvación, de Cristo como vida y de la vida de iglesia. Casi nada se
decía acerca de la profecía.

EL COMIENZO EN LOS ESTADOS UNIDOS


Después el Señor comenzó algo en este país y nos trajo aquí en 1962 para
manifestar Su testimonio. Nos dimos cuenta de que no era necesario hablar de la
seguridad de la salvación, porque muchos cristianos en este país ya lo entendían
claramente. Por consiguiente, en los años recientes nos hemos centrado en dos
asuntos: en Cristo como vida y la iglesia como la expresión de Cristo. En nuestro
ministerio en este país, nunca hemos tocado el tema de la profecía.

JERUSALEN ES DEVUELTA A ISRAEL


Sin embargo, en este capítulo siento que el ministerio debe cambiar su enfoque un
poco, porque la era ha cambiado. ¿Se ha dado cuenta usted de que, desde el verano
de 1967, la situación mundial realmente ha cambiado? Antes de junio de ese año,
Jerusalén, la santa ciudad, fue plenamente hollada bajo los pies de los gentiles.
Ahora, toda la gente sobre la tierra entiende que en junio de 1967, el pueblo de
Israel ganó una verdadera victoria. Con sólo una guerra de seis días, Jerusalén fue
devuelta a Israel de una manera milagrosa. Cuando oí las noticias, me emocioné
grandemente, porque conocía la profecía en Lucas 21:24. Lo profetizado por el
Señor Jesús en Lucas 21:20-24 se cumplió mayormente en el año 70 d. de C.,
durante los tiempos de Tito, príncipe del Imperio Romano. Cuando Tito se apoderó
de Israel, Jerusalén fue completamente destruida, muchos murieron, y los demás
fueron esparcidos. El Señor lo predijo en la primera parte de Lucas 21:24: “Y
caerán a filo de espada, y serán llevados cautivos a todas las naciones”. La última
parte de Lucas 21:24 dice que “Jerusalén será hollada por los gentiles, hasta que los
tiempos de los gentiles se cumplan”. Esta fue la razón por la cual me emocioné
tanto al oír las noticias de que habían devuelto Jerusalén a Israel. Hace más de
cuarenta años supe de esta profecía y ahora he visto su cumplimiento. Justamente
de la noche a la mañana, Jerusalén, que había sido hollada por los gentiles por casi
veinte siglos, fue devuelta al pueblo de Israel. Si leemos Lucas 21:24-28, nos
daremos cuenta de que ésta es la primera y más grande señal del regreso del Señor.

Cuando era un joven cristiano y estudiaba estas cosas, creía en la Palabra de Dios,
pero en mi mente todavía existía una duda. ¿Podía realmente Jerusalén ser
devuelta al pueblo de Israel? ¿Sería esto posible? En ese tiempo me parecía que
fuera imposible, pero ahora todos sabemos que Jerusalén ha sido devuelta. ¿No es
esto maravilloso? Esta es la primera señal del regreso del Señor.

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