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La Expresión Práctica de La Iglesia
La Expresión Práctica de La Iglesia
CONTENIDO
1. El propósito eterno de Dios
2. La expresión de Cristo
3. La expresión de la iglesia
4. El aspecto práctico de la iglesia
5. La unidad de la iglesia
6. El terreno de la iglesia
7. Una actitud amplia para guardar la unidad
8. El terreno de la localidad
9. El terreno único de la unidad
10. Entregados incondicionalmente a la iglesia local
11. La bendición sobre el terreno de la unidad
12. La comunión de la iglesia
13. Lecciones prácticas para la vida de iglesia
14. La función de la iglesia
15. Funcionar despojándonos de lo viejo
16. Funcionar liberando el espíritu
17. Funcionar orando-leyendo
18. El gobierno de la iglesia
19. El contenido de la iglesia
20. Edificar en amor
21. El aumento y la propagación de la iglesia
22. La preparación para el regreso del Señor
PREFACIO
Este libro se compone de mensajes que Witness Lee dio en Los Ángeles, California durante
el verano de 1968.
CAPITULO 1
EL PROPOSITO ETERNO DE DIOS
En estos mensajes quisiera hablarles acerca de la expresión práctica de la iglesia.
Con relación a Cristo, necesitamos una experiencia viva, y con relación a la iglesia,
necesitamos una expresión práctica.
¿Qué planeó Dios? El planeó tener una iglesia compuesta de seres humanos que
tuvieran la coordinación de un cuerpo; una iglesia en la cual El impartiría Su
naturaleza divina y con la cual El se pudiera mezclar. En otras palabras, este
Cuerpo sería un vaso corporativo en el cual Dios se depositaría. Esto es lo que El
planeó y éste es el centro de Su propósito. Así que, Dios planeó formar el Cuerpo,
un vaso corporativo en el cual impartiría todo lo que El es, y este vaso se llama la
iglesia.
Por consiguiente, la iglesia es el centro del plan eterno de Dios. ¿Por qué es la
iglesia tan querida y tan preciosa para Dios? Porque ella es el deseo de Su corazón,
es lo que El se propuso formar antes de que el tiempo comenzara. En la eternidad
pasada El planeó obtener la iglesia.
Estamos familiarizados con las tres Personas de la Deidad: Dios el Padre, Dios el
Hijo y Dios el Espíritu. Las tres Personas de la Deidad no existen para que
tengamos la doctrina de la trinidad, sino para que se cumpla el plan de Dios de
producir la iglesia. Su meta es impartirse en el hombre a fin de que la iglesia llegue
a existir.
Algunos hombres viven sin propósito alguno, por ende, su apariencia nunca varía.
Pero un hombre lleno de propósitos se manifiesta de distintas maneras. Si uno lo
visita en su casa temprano por la mañana, verá que él es un padre o un esposo.
Después del desayuno, él irá a la universidad porque es profesor. Luego, por la
tarde en el hospital, lo verá con un uniforme blanco porque también es doctor. En
casa es padre; en la universidad es profesor; y en el hospital es doctor. ¿Por qué
este hombre es tres clases de personas? Porque es un hombre que tiene buenos
propósitos.
No crea que por haber tres Personas en la Deidad existen tres Dioses separados.
No, ellas son uno solo. Mateo 28:19 nos manda que bauticemos a las personas en el
nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo. Aunque son tres, tienen un solo
nombre. No son los nombres del Padre, del Hijo y del Espíritu, sino el nombre. Es
como el hombre que es padre en la casa, profesor en la universidad y doctor en el
hospital; también es tres personas con un nombre.
¿Por qué se revela el único Dios en tres Personas? Simplemente por el propósito de
impartirse y aplicarse a nosotros. Dios el Padre es la electricidad que se halla en el
generador; Dios el Hijo es la corriente de la electricidad celestial; y Dios el Espíritu
es la aplicación, la función, de la misma. Todo ello tiene como objetivo que Dios
mismo se nos imparta y se nos aplique para que se produzca y exista la iglesia. Para
producir y para que la iglesia exista, Dios tiene que ser tres personas. Es mucho
más importante que la Deidad lleve a cabo Su impartición en nosotros, a que
nosotros adquiramos el conocimiento de la trinidad.
A fin de que la iglesia pueda existir en este universo y expresar a Dios, se necesitan
los cielos, la tierra, el espacio y una multitud de cosas. Sin todas estas cosas, Dios
no podría tener la iglesia en el universo para expresarse. ¿Por qué Dios se
manifiesta como tres Personas? Por la iglesia. ¿Por qué fue necesario que creara
billones de criaturas? Por la iglesia. El propósito de todo es la iglesia y todo existe
para ella.
Entonces, ¿qué es Eva? Eva es parte de Adán. Por eso, es correcto decir que Adán
es Eva, porque ella es parte de él. Sabemos, según Efesios 5, que esto es un tipo.
Cristo es el postrer Adán, y Dios hizo que durmiera en la cruz. Su costado fue
abierto y de allí salió sangre y agua (Jn. 19:34). La sangre representa la redención, y
el agua la vida. Ambas son necesarias para producir la Eva espiritual, la novia
espiritual, que es la iglesia.
Necesitamos esta revelación y esta visión para comprender lo que es la iglesia. Ella
es el complemento de Cristo; es parte de Cristo, pues procede de El. Ella salió de
Cristo, fue producida de El, y es parte Suya. El Cuerpo no puede separarse de la
Cabeza. Una persona completa tiene tanto cabeza como cuerpo.
Muchas veces uso como ejemplo las riquezas de los Estados Unidos para mostrar
esto: la leche, las vacas, los huevos, las gallinas, los melocotones, las ciruelas y
muchas otras cosas son las riquezas de este país. El resultado de disfrutar esta s
riquezas es la plenitud.
Tomemos el caso de hombres de gran tamaño físico. En cierto sentido ellos no son
las riquezas de los Estados Unidos, sino la plenitud de ellas. ¿Cómo llegaron a ese
tamaño? Por haber ingerido tantas gallinas, vacas, leche, huevos y demás alimentos
estadounidenses.
La esencia o substancia de la iglesia debe ser Cristo asimilado en nuestro ser. Esto
es fundamental. Si no sabemos cómo disfrutar a Cristo, cómo beber de El, cómo
alimentarnos de El ni cómo recibirlo en nuestro espíritu y asimilarlo, no será
posible que se produzca una iglesia apropiada en nuestra localidad.
Me agrada lo que dice el apóstol Pablo en Efesios 3:8: “A mí, que soy menos que el
más pequeño de todos los santos, me fue dada esta gracia de anunciar a los gentiles
el evangelio de las inescrutables riquezas de Cristo”. El apóstol Pablo no predicaba
enseñanzas ni doctrinas, sino las inescrutables riquezas de Cristo. ¿Cuál es el
propósito de las inescrutables riquezas de Cristo? Si leemos los versículos del 8 al
11, veremos que éstas tienen como objetivo producir la iglesia. Todas las riquezas
de Cristo tienen esa única finalidad.
Cuanto más participamos de las riquezas de Cristo, más comprendemos que son
excepcionalmente ricas. Todos debemos aprender, día tras día, a disfrutar estas
inescrutables riquezas; así sabremos qué ministrar a otros. Nuestra intención no
debería ser dar enseñanzas; debemos llevar a cabo la encomienda de ministrar las
riquezas de Cristo.
Nunca olvidaré la lección que aprendí en 1933 con el hermano Watchman Nee. El
no me habló acerca de doctrinas ni enseñanzas, sino que me ayudó a disfrutar a
Cristo. Aunque él ni siquiera usó la palabra “disfrutar”, me ayudó mucho a
disfrutarlo. Un día me preguntó: “¿Qué es la paciencia?”. Era una pregunta muy
práctica. No me atreví a contestar, porque tenía que ser muy significativo que una
pregunta tan sencilla saliera de su boca. De todos modos, me instó a que le dijese
qué era la paciencia. Entonces le dije que la paciencia era soportar los sufrimientos
o el mal trato. Cuando me dijo que eso no era la paciencia, me confundí bastante.
Pensé que si esto no era la paciencia, entonces ¿qué era? Le pedí que me lo dijera
él, pero no me contestó, aunque estuvimos juntos bastante rato. Cuando le
pregunté nuevamente qué era la paciencia, me dijo: “Muy buena pregunta, ¿qué
será?”. Esto verdaderamente me desilusionó. Regresé al lugar donde vivía, y con
lágrimas me arrodillé a pedirle al Señor que me mostrara qué era la paciencia.
En esos días mis ojos fueron abiertos. Vi que la paciencia es Cristo. Cristo debe ser
mi paciencia. Esta era la clave. Y Cristo no sólo debe ser mi paciencia, sino también
el todo para mí. Fue por esta lección que aprendí cómo tomar a Cristo como mi
paciencia, mi humildad, mi amor por otros y mi todo. Esto me ayudó mucho.
El hermano Nee no me dio una enseñanza, sino que me ministró a Cristo como
paciencia de una forma práctica. Y esa lección fue la llave que me condujo a una
nueva esfera en mi experiencia. Con una frase tan corta y sencilla, me ayudó
eternamente.
En muchos lugares he reiterado que las doctrinas solas no significan nada en lo que
se refiere a la vida de iglesia, y al hacerlo he ofendido a algunos. Pero debo decirlo.
Todos debemos volvernos de las doctrinas a las riquezas de Cristo en el Espíritu. Y
debemos estar dispuestos a volvernos. Si queremos obtener una expresión
apropiada de la iglesia en una localidad, necesitamos disfrutar de verdad las
riquezas de Cristo.
CAPITULO 3
LA EXPRESION DE LA IGLESIA
Hemos visto que la expresión de Cristo es la iglesia. Pero, ¿cómo puede ser
expresada la iglesia? Cristo es expresado por la iglesia, pero ¿cómo se expresa ella?
Debemos ver la expresión de la iglesia.
Si le hiciéramos esta pregunta práctica a los muchos maestros que enseñan que la
iglesia es la expresión de Cristo, los arrinconaríamos. Se sentirían avergonzados,
confundidos y enredados, y les sería difícil contestar.
Dichos maestros quizá nos digan que la iglesia es muy espiritual y que, como no es
algo de la tierra, ella se encuentra en los cielos. Si éste fuera el caso, sería imposible
que la iglesia esté en alguna ciudad sobre la tierra, y llegaríamos a la conclusión de
que necesitamos esperar hasta que venga la eternidad; por ende, no hay razón por
la cual tener la iglesia hoy y es innecesario hablar acerca de sus asuntos. Si
debemos esperar hasta que venga la eternidad, no es necesario edificar la iglesia
hoy.
IGLESIAS LOCALES
Esto ha llegado a ser un problema, ya que las personas han visto sólo un aspecto
pero no el otro. Con respecto a la iglesia, existen dos términos en la Biblia: “la
iglesia de Dios” (1 Co. 10:32) y “las iglesias de Dios” (1 Co. 11:16). ¿Hay sólo una
iglesia o son muchas? La iglesia de Dios es universal, pero las iglesias de Dios se
expresan en muchas localidades.
Supongamos que usted tiene un problema con algún hermano. ¿Tiene usted una
iglesia adónde ir? ¿En la localidad donde vive, tiene adónde ir? Si no, entonces no
hay una expresión práctica de la iglesia en su ciudad.
A medida que repasamos el Nuevo Testamento vemos también “la iglesia que está
en Cencrea” (Ro. 16:1) y “la iglesia ... que está en Corinto” (1 Co. 1:2; 2 Co. 1:1). La
Biblia jamás habla de las iglesias que están en una ciudad, sino siempre de la iglesia
que está en una ciudad, por ejemplo, la iglesia que está en Jerusalén, la iglesia que
está en Antioquía, la iglesia que está en Cencrea y la iglesia que está en Corinto.
Cada iglesia local es una expresión de la única iglesia. Aunque la iglesia es única, las
expresiones de la iglesia son muchas y estas numerosas manifestaciones son las
iglesias locales. Todas las iglesias mencionadas en el Nuevo Testamento se refieren
a las iglesias locales, tales como: “las iglesias ... en Judea” (1 Ts. 2:14, Gá. 1:22), “las
iglesias de los gentiles” (Ro. 16:4), “las iglesias” (Hch. 15:41), “en todas las iglesias”
(1 Co. 4:17) “en cada iglesia” (Hch 14:23), “las iglesias de Dios” (1 Co. 11:16), “las
iglesias de Cristo” (Ro. 16:16), “las iglesias de los santos” (1 Co. 14:33) y “todas las
iglesias” (1 Co. 7:17). Durante el primer siglo, ellas eran las muchas expresiones
locales sobre la tierra de la única iglesia universal, tanto en el mundo judío como en
el mundo gentil.
CAPITULO 4
EL ASPECTO PRÁCTICO DE LA IGLESIA
En el último capítulo se trataron dos puntos: (1) existe la verdadera necesidad de
que las iglesias locales sean la expresión de la iglesia; (2) un grupo de dos o tres que
se congrega en el nombre del Señor no puede ser la iglesia si ella ya existe en esa
ciudad.
Como ya vimos claramente estos dos puntos, en este capítulo queremos avanzar
para ver el aspecto práctico de la iglesia. No estoy hablando de la realidad de la
iglesia, que es Cristo, ni tampoco me estoy refiriendo a la espiritualidad de la
iglesia, que también es Cristo, sino del aspecto práctico de la iglesia, lo cual es algo
más que debemos ver.
Por muchos años han circulado bastantes enseñanzas y escritos acerca de la iglesia,
el Cuerpo de Cristo, pero, ¿dónde están las iglesias que dichas enseñanzas
produjeron? Por largo tiempo se ha hablado de hacer “sillas”, pero difícilmente
encontramos una “silla”.
Por eso, tenemos que ver el aspecto práctico de la iglesia. ¿Qué es el aspecto
práctico de la iglesia? Es la iglesia local. Sin la iglesia local, la iglesia no es factible y
se queda en el aire. Podemos hablar bastante acerca de la iglesia, pero sin la iglesia
local, al final no surge nada práctico. La practicalidad de la iglesia está en la iglesia
local. La iglesia local no sólo es la expresión de la iglesia, sino también el aspecto
práctico de ella. Si queremos practicar la vida de iglesia, es menester la iglesia local.
Mateo 16:18 es precioso, pero Mateo 18:17 es práctico. Quizá una iglesia local no es
tan espiritual como debería serlo, pero la experimentamos de una manera muy
práctica. La iglesia en Los Ángeles quizá no sea tan maravillosa como la
mencionada en Mateo 16:18, pero ¡ya la tenemos y la disfrutamos! ¡Aleluya! es una
iglesia a la cual yo puedo ir. Pero a la iglesia mencionada en Mateo 16:18 no puedo
ir. Sí, esa iglesia es maravillosa, pero ¿dónde está?
Por muy pobre o débil que sea la iglesia en Los Ángeles, la tenemos aquí, y esto es
mejor que algo en el aire. Si tenemos un problema podemos ir a ella, lo cual es algo
práctico.
De hecho, Mateo 16:18 está incluido en Mateo 18:17; si tenemos Mateo 18:17,
también tenemos Mateo 16:18. ¿Cómo pudiésemos tener Mateo 16:18 sin Mateo
18:17? No podemos tener la iglesia sin la iglesia local.
Desde Mateo 18 seguimos a los demás evangelios donde observamos que Marcos
no dice nada acerca de la iglesia, ni tampoco Lucas ni Juan. Luego llegamos al libro
de Hechos. ¿Existe un versículo en Hechos que hable de la iglesia universal? En
Hechos, todos los versículos acerca de la iglesia se refieren a las iglesias locales.
Ellas son la iglesia mencionada en Mateo 18 que, como hemos dicho, incluye a la
que se menciona en Mateo 16.
El primer versículo en Hechos que menciona la iglesia es Hechos 5:11 (en 2:47,
según el texto griego, no se incluye la expresión “la iglesia”). Después de la muerte
de Ananías y Safira, vino gran temor sobre toda la iglesia. Indudablemente, ésta era
la iglesia local en Jerusalén. La segunda y tercera vez que se usa la palabra “iglesia”
se encuentra en 8:1 y 3: “La iglesia que estaba en Jerusalén”. La cuarta mención
está en Hechos 9:31: “Entonces la iglesia tenía paz por toda Judea, Galilea y
Samaria”. Todas estas iglesias son las iglesias locales. La iglesia mencionada en
11:22 es “la iglesia que estaba en Jerusalén”; en 11:26, la iglesia en Antioquía; en
12:1 y 5, otra vez la iglesia en Jerusalén; luego en 13:1, “en Antioquía, en la iglesia
local”; y en 14:23, Pablo y Bernabé constituyeron ancianos en cada iglesia.
Obviamente, estas son las iglesias locales. En Hechos 14:27 tenemos otra vez la
iglesia en Antioquía. En 15:3-4 vemos que la iglesia en Antioquía encaminó a Pablo
y a Bernabé, y que la iglesia en Jerusalén los recibió. En 15:22 tenemos otra vez la
iglesia en Jerusalén. En 15:41 se mencionan las iglesias locales de Siria y Cilicia
mientras que en 16:5 son las iglesias del mundo gentil (véase 15:23). En 18:22 de
nuevo vemos a la iglesia en Jerusalén; en 20:17 y 28, a la iglesia en Éfeso.
¿Son todas estas iglesias en Hechos la iglesia que está en los cielos? No, ellas son
las iglesias locales que están en la tierra.
Después de Hechos siguen las epístolas, las cuales tratan principalmente de las
iglesias locales. Solamente un poco más de diez versículos, la mayoría en Efesios,
hablan de la iglesia universal (1 Co. 10:32; 12:28; Ef. 1:22; 3:10, 21; 5:23, 24, 25, 27,
29, 32; Col. 1:18, 24). La epístola a los Romanos fue dirigida a la iglesia que estaba
en Roma, mientras que las epístolas de 1 y 2 de Corintios fueron dirigidas a la
iglesia que estaba en Corinto. Casi todas las epístolas fueron dirigidas a las iglesias
locales.
La unidad de la iglesia es la unidad del Espíritu, la cual consiste del Dios Triuno. En
el capítulo cuatro de Efesios, los siete unos se subdividen en tres grupos, y en cada
grupo está una de las tres Personas de la Deidad. En el primer grupo, vemos al
Espíritu; en el segundo, al Señor; y en el tercero, a Dios el Padre. En el primer
grupo está el Cuerpo, el Espíritu y la esperanza; luego en el segundo grupo vemos al
Señor, la fe y el bautismo; y el último grupo contiene a Dios el Padre. El Cuerpo y la
esperanza se mencionan junto con el Espíritu; la fe y el bautismo, junto con el
Señor; y después, Dios el Padre, quien es sobre todos, por todos y en todos. La
Deidad en tres Personas es nuestra unidad, la cual se realiza en el Espíritu.
Esta es la unidad. Todos los cristianos son verdaderamente uno en esto, y ningún
creyente genuino difiere; somos iguales en los siete unos. Esta es nuestra unidad, la
cual es la unidad del Espíritu. El Espíritu es la realidad de dicha unidad.
LA UNIDAD DE LA FE
Esta unidad es también la unidad de la fe en la cual todos creemos. La fe, por la
cual somos salvos, es la unidad. Así como en el Espíritu somos uno, así también en
la fe somos uno.
Algunos dicen que tienen fe en el bautismo por inmersión, otros dicen que tienen fe
en el bautismo por aspersión; pero, ¿forman la inmersión o la aspersión parte de la
fe? La fe es absolutamente necesaria para nuestra salvación, pero ni la inmersión ni
la aspersión son necesarias para ser salvos. Algunos que son salvos han sido
bautizados por inmersión, mientras otros que también son salvos quizá hayan sido
bautizados por aspersión. Por tanto, ni la inmersión ni la aspersión tienen nada que
ver con nuestra salvación, lo cual comprueba que ninguna de ellas son parte de la
fe, aunque tampoco son herejías; ambas son doctrinas, pero ninguna es parte de la
fe.
Si tenemos una propiedad sobre la cual deseamos construir una casa, este lote o sitio es lo
que llamamos el terreno. El terreno es el sitio donde se ubica el edificio, el pedazo de tierra
donde se pone el fundamento y se construye el edificio. Casi todo edificio tiene un
fundamento, y en la mayoría de los edificios, la parte principal del fundamento está debajo
de la tierra. Así que, el terreno y el fundamento son dos cosas separadas: el terreno es el
lugar sobre el cual se edifica la casa, y el fundamento es el soporte de la casa.
En 1 Co. 3:11 dice que Cristo es el único fundamento, es decir, Cristo es el cimiento de la
iglesia edificada. El es el fundamento sobre el cual se edifica la iglesia. Pero si Cristo es el
fundamento, ¿cuál es el terreno? El terreno debe ser el lugar en donde edificamos la iglesia
con Cristo el fundamento.
Si coloco un florero sobre la mesa, esa mesa es el terreno que sostiene al florero. Pero si
sostengo el florero en el aire, entonces el florero no tiene terreno en qué apoyarse. Si lo
coloco sobre la cabeza de un hermano, la cabeza es el terreno; si lo sostengo en mi mano,
mi mano es el terreno. Pero ni mi cabeza ni mi mano son el terreno correcto. El florero debe
colocarse sobre la mesa, entonces estará en el terreno apropiado y en el lugar al que
pertenece.
Es posible poner el objeto correcto sobre el terreno equivocado, es decir, tengo el objeto
correcto pero lo pongo sobre el terreno equivocado. No sólo debemos tener lo correcto, sino
también ponerlo sobre el terreno correcto.
Ahora supongamos que alguien hubiera destruido el templo en Jerusalén, el cual estaba
edificado sobre el único terreno correcto. Y para recobrarlo, se hubiera edificado en su
lugar un templo más pequeño que no era exactamente igual al original. Pero, en Babilonia
se hubiera edificado un templo grande exactamente a la medida del templo original que
estaba en Jerusalén. En otras palabras, el templo en Babilonia se hubiera edificado
conforme a la norma, pero el templo en Jerusalén se hubiera edificado por debajo de la
norma. En esta clase de situación, ¿a qué templo deberíamos haber ido?
Al leer Esdras y Nehemías, vemos la pobre condición que existía entre los que habían
regresado a Jerusalén. Había muy poca espiritualidad entre ellos y algunos hasta se casaron
con mujeres paganas. Sin embargo, Daniel estaba en Babilonia y él era un gigante
espiritual. ¿Por qué iría alguien a Jerusalén para estar con esas personas pobres y
miserables que se habían casado con mujeres paganas? Parece que sería mucho mejor
quedarse en Babilonia con Daniel.
¿Qué haría usted? ¿Se quedaría en Babilonia con Daniel el profeta espiritual, o se regresaría
a Jerusalén para estar con aquellos pobres? Es necesario discernir claramente este asunto.
Daniel era un hombre espiritual, pero no estaba en Babilonia por amor a Babilonia. El abría
su ventana hacia Jerusalén, oraba tres veces al día (Dn. 6:10) y deseaba regresar; pero por el
arreglo soberano de Dios tuvo que quedarse, no por amor a Babilonia, sino por causa de
Jerusalén.
¿Piensa usted que cuando el templo fue reedificado sobre el terreno correcto, la gloria de
Dios se manifestó porque había cambiado la situación espiritual? ¿Había cambiado la
condición espiritual del pueblo? No, no había cambiado; seguía igual. Sin embargo, debido
a que el templo se erigió sobre el terreno correcto, la gloria shekiná de Dios se manifestó,
aun cuando el templo fue construido por debajo de la norma. La gloria shekiná de Dios no
se manifestó porque la espiritualidad del pueblo hubiera mejorado grandemente; la razón se
debía simplemente al hecho de que regresaron y reedificaron el templo sobre el debido
terreno. Aunque la situación y condición de ellos era pobre, su posición y el terreno eran
correctos. Dios honró el terreno en el cual se apoyaron y sobre el cual edificaron.
El Señor Jesús nació aproximadamente cuatrocientos años después de que regresaron los
cautivos. ¿Nació El del grupo que se quedó con Daniel? No, el Señor Jesús nació del grupo
pobre que regresó a Israel. Al leer los cuatro evangelios, vemos cuán pobre y lastimosa era
la condición del pueblo de Israel cuando el Señor nació; sin embargo, El vino a la tierra por
medio de ellos. ¿Por qué? Simplemente porque vivían en el terreno correcto.
¿Podemos ser nosotros tan liberales? Por la misericordia y la gracia del Señor,
debemos serlo. No quiero decir que debemos ser indiferentes en cuanto al Señor; al
contrario, debemos ser absolutamente firmes y definitivos en cuanto al Señor y a la
iglesia como Su expresión. Pero, ¿podemos ser flexibles y comprensivos en cuanto a
todas las otras cosas? Los hermanos o hermanas deben actuar según los guía el
Señor personalmente. Si ellos tienen la convicción de hacer algo, entonces debemos
permitirles que lo hagan para el Señor; si ellos sienten en su comunión con el Señor
que no deben hacer algo, debemos permitirles que no lo hagan.
Sólo debemos insistir en Cristo y la iglesia. Si soy obstinado con relación a ciertas
doctrinas y enseñanzas, de seguro causaré problemas en la iglesia. Por ejemplo, si
llego a una iglesia local y siento que no tienen orden, los corregiré. Pero esta
reprensión comprueba que no conozco bien a Cristo como vida y que no estoy
fortalecido en mi espíritu a fin de practicar la vida de iglesia. Por el contrario, si
estoy lleno de Cristo y fortalecido en mi espíritu, no me quejaré de lo que la iglesia
haga o de la doctrina que tenga; sólo alabaré al Señor que existe una iglesia local en
el debido terreno donde puedo ministrar a Cristo. Estaré ardiendo en mi espíritu y
tan lleno de Cristo que, al venir a las reuniones, ministraré Cristo a otros. Estaré
entregado a Cristo y la iglesia y nada más. No me importará lo correcto o lo
equivocado; sólo me preocuparé por Cristo y la iglesia.
Si soy tal persona, tarde o temprano ayudaré a la mayoría de los que buscan al
Señor, y el Cristo que yo experimento y ministro también será la experiencia
viviente de ellos. Esto guardará la unidad y fortalecerá la vida de iglesia. La iglesia
será enriquecida si guardamos la unidad de Cristo; el Cuerpo será dañado si nos
centramos en las doctrinas o las diferentes opiniones. Finalmente, los creyentes en
aquel lugar no se preocuparán de nada más que Cristo y la iglesia. No se
preocuparán por lo que es correcto o equivocado; sólo les importará Cristo y la
iglesia.
CAPITULO 8
EL TERRENO DE LA LOCALIDAD
Lectura bíblica: Hch. 14:23; Tit. 1:5; Ap. 1:11
LA IGLESIA EQUIVALE A LA CIUDAD
Hechos 14:23 dice que se constituyeron “ancianos en cada iglesia”, pero Tito 1:5
dice que se establecieron “ancianos en cada ciudad”. O sea que, “en cada ciudad”
equivale a “en cada iglesia”, y “en cada iglesia” es igual a “en cada ciudad”.
Establecer ancianos en cada iglesia significa constituir ancianos en cada ciudad, no
en cada casa u otro lugar.
Luego Apocalipsis 1:11 dice: “Escribe en un libro lo que ves, y envíalo a las siete
iglesias: a Efeso, a Esmirna, a Pérgamo, a Tiatira, a Sardis, a Filadelfia y a
Laodicea”. ¿Ha notado usted todos los “a” en este versículo? El Señor le dice a Juan
que escriba un libro y lo envíe a las siete iglesias. Después dice: “... a Efeso, a
Esmirna, a Pérgamo, a Tiatira, a Sardis, a Filadelfia y a Laodicea”. Se repite “a”
siete veces. Por tanto, decir “a las siete iglesias” equivale a decir “a las siete
ciudades”, y decir “a las siete ciudades” es igual a decir “a las siete iglesias”.
El hecho de que se usó la palabra “a” tantas veces complica la composición de este
versículo. Debe haber una razón por la cual se repitió. Este versículo comienza
diciendo: “Escribe en un libro lo que ves, y envíalo a las siete iglesias”; luego,
dice a el primer lugar, y a el segundo lugar, y a el tercer lugar, y a el cuarto lugar,
y a el quinto lugar, y a el sexto lugar y a el séptimo lugar. ¿Por qué habló el Señor
de tal manera? Si yo lo hubiera escrito, simplemente diría: “Envíalo a las siete
iglesias que están en Efeso, Esmirna, Pérgamo, Tiatira, Sardis, Filadelfia y
Laodicea”. No es necesario usar tantos “a”.
No creo que nadie escribiría este versículo así como está escrito. Cada uno de
nosotros probablemente pondría los siete nombres de las ciudades después de un
sólo “a”, pero el Señor no lo hizo así. El le dijo a Juan que enviara el libro a las siete
iglesias, luego dijo que lo enviara a esta ciudad y a aquélla. Esto muestra
claramente que una iglesia equivale a una ciudad y que representa a esa ciudad.
Lo que fue escrito y dirigido a la iglesia en Efeso fue enviado a la ciudad de Efeso,
porque a los ojos del Señor la iglesia en Efeso representa a esa ciudad. Si leemos
Apocalipsis 1:11 detalladamente, nos daremos cuenta de que éste es el significado;
este versículo afirma clara y explícitamente que la iglesia en un lugar equivale a la
ciudad en donde dicha iglesia está ubicada, lo cual concuerda con Hechos 14:23 y
Tito 1:5. En estos dos versículos observamos que establecer ancianos en cada iglesia
equivale a establecer ancianos en cada ciudad, y que establecer ancianos en cada
ciudad significa establecer ancianos en cada iglesia. Por consiguiente, queda
abundantemente claro que la esfera y el límite de la iglesia tiene que ser
exactamente igual al de la ciudad; en otras palabras, el límite, la jurisdicción, de la
iglesia es idéntico al de la ciudad.
Debemos creer que las palabras usadas por el Señor al escribir las Escrituras son
extremadamente significativas. ¿Por qué diría Hechos 14:23 que se estableciesen
ancianos en cada iglesia y Tito 1:5, en cada ciudad? ¿Qué relación existe entre la
iglesia y la ciudad? En cierto sentido, la iglesia no tiene nada que ver con la ciudad;
no obstante, según la manera en que el Señor lo estableció, el límite, la jurisdicción,
de una iglesia local tiene que ser igual al límite de la ciudad. En Apocalipsis 1:11 el
Señor Jesús afirma de forma extremadamente clara que la iglesia local equivale a la
ciudad en la cual está ubicada.
LA DEFICIENCIA DE LA ASAMBLEA
DE LOS HERMANOS
Antes de 1828, el año en el cual la Asamblea de los Hermanos surgió, el
cristianismo todavía no había visto claramente el concepto de la iglesia local. Pero
después de 1828, los Hermanos, bajo el liderazgo de John Nelson Darby,
empezaron a ver que la iglesia debe ser local. Por tanto, comenzaron a congregarse
localmente y a usar el término “asamblea local” o “iglesia local”; no obstante, ellos
no comprendían claramente cual era el límite, o confín, de la iglesia local. Al
transcurso del tiempo, la Asamblea de los Hermanos, especialmente los que se
llamaban los Hermanos Abiertos, tenían muchas asambleas locales en una ciudad.
Seis años atrás me encontré con uno de sus líderes quien me dijo que en esa ciudad
había cuatro asambleas de los Hermanos, y cada una de ellas era independiente de
las demás. Es decir, cada asamblea tenía una administración diferente y estaba
separada de las demás. Y otras ciudades tienen aún más asambleas. Ellos tienen
demasiada libertad: cuando unos hermanos en la asamblea se enojan con otros, se
van de allí y comienzan otra reunión; no obstante, ellos dirían que no se dividieron
de los otros sino que todavía son uno en el Señor. Unos se reúnen en una calle, y
otros se reúnen en la calle opuesta, pero ambos reclaman congregarse en el nombre
del Señor. Estas no son asambleas de ciudades sino asambleas de calles. Tienen
hermanos que presiden, no en una ciudad, sino en una calle; esto se debe al hecho
de que los Hermanos nunca han visto el límite, o confín, de la iglesia.
CAPITULO 9
EL TERRENO UNICO DE LA UNIDAD
Lectura bíblica: Dt. 12:5-6, 8, 13-14, 17-18, 26; 14:22-23; 15:20; 16:2, 5-6, 15-
16; 2 Cr. 3:1; Sal. 133:1-3
Las verdades del Nuevo Testamento se ven por medio de la tipología del Antiguo
Testamento. Los tipos son cuadros de lo que es revelado en el Nuevo Testamento, y como
sabemos, un dibujo vale más que mil palabras. Es posible que una larga definición no
explique claramente algún asunto, pero cuando vemos un diagrama, lo entendemos de
inmediato. Así es como el Señor nos enseña. El Antiguo Testamento muestra los dibujos o
cuadros, que son llamados los tipos; luego, el Nuevo Testamento da las definiciones. Si no
entendemos ciertos puntos de la definición, podemos regresar al diagrama y compararlo
con la definición; entonces comprenderemos.
La otra parte del producto, el noventa por ciento restante, podía ser disfrutado en cualquier
otro lugar porque era el disfrute individual de las riquezas de la buena tierra. Por tanto,
según Deuteronomio, existían dos modos de disfrutar las riquezas de Cristo, individual y
corporativamente.
Unos dicen que Cristo no es estrecho, que El está en todas partes. Sí, esto es verdad. Puedo
disfrutar a Cristo en mi casa y en cualquier lugar. Pero ésta es sólo una manera; existe otro
modo que quizá carezcamos. Podemos disfrutar a Cristo personalmente con el noventa por
ciento, pero así no podemos disfrutarlo como las primicias y la porción máxima.
Cuando nos reunimos en el terreno correcto, es decir, en el terreno establecido por el Señor,
podemos disfrutar la porción máxima de Cristo. Nuestra experiencia da testimonio de esto.
Hay veces que oramos-leemos la Palabra en nuestras casas, disfrutamos al Señor ricamente
y nos sentimos satisfechos; pero cuando venimos a las reuniones de la iglesia local, vemos
que no hay comparación: una es la mejor porción y la otra es inferior. Claro, todo lo de
Cristo es rico, pero aun así existe una diferencia entre las primicias y el resto.
Las tres fiestas principales que traían a todo el pueblo de Israel a Jerusalén eran la Fiesta de
la Pascua, la Fiesta de las semanas y la de los Tabernáculos. Estoy seguro de que todos se
regocijaban cuando llegaba el tiempo de esas fiestas. Mientras ascendían, antes de llegar al
monte de Sión, cantaban el salmo 133: “¡Mirad cuán bueno y cuán delicioso es habitar los
hermanos juntos en armonía!”
Tenemos que entender claramente estos dos modos: debemos disfrutar a Cristo de modo
personal e individual, pero todavía necesitamos aún más disfrutarlo en el Cuerpo de modo
corporativo. Lo máximo de la buena tierra se asigna al disfrute corporativo, es decir, la
mejor porción de Cristo se disfruta corporativamente.
CAPITULO 10
ENTREGADOS INCONDICIONALMENTE
A LA IGLESIA LOCAL
Lectura bíblica: Ro. 16:3-16; 1 Co. 16:19; Col. 4:15-16; Flm. 1-2
LA IGLESIA EN LA CASA
A fin de poder ver claramente la iglesia local, es decir, una iglesia en una ciudad,
debemos examinar el tema de la iglesia en la casa. Quizá algunos piensen que es
posible tener al mismo tiempo la iglesia en la ciudad y la iglesia en la casa.
En las epístolas del Nuevo Testamento, sólo se mencionan cuatro casas en las
cuales había iglesias. En dos de estos casos se menciona la casa de Aquila y Priscila.
La primera cita se da en Romanos 16:5: “Saludad también a la iglesia, que está en
su casa”. Esta es la casa de Priscila y Aquila, quienes en ese tiempo vivían en Roma.
La iglesia en Roma se reunía en la casa de ellos; por tanto, la iglesia en Roma
podría llamarse la iglesia en la casa de Aquila y Priscila. De hecho, la iglesia en
Sacramento se reúne en la casa de un hermano, así que podríamos decir que hay
una iglesia en su casa.
Luego en Romanos 16:10-11 se mencionan dos casas más, pero ninguno de estos
versículos menciona una iglesia. Romanos 16:14 dice: “los hermanos que están con
ellos”. Aunque había hermanos, no dice que había una iglesia. Y Romanos 16:15
menciona: “a todos los santos que están con ellos”, pero tampoco dice que era la
iglesia. Es como el lugar que llamamos la casa Magnolia, la cual usamos hoy en Los
Angeles; muchos santos viven allí, pero no podemos decir que es una iglesia. En ese
tiempo en Roma solamente había una casa donde se reunía la iglesia, y ésa era la
casa de Aquila y la Priscila.
Luego en 1 Corintios 16:19 dice: “Las iglesias de Asia os saludan. Aquila y Prisca,
con la iglesia que está en su casa, os saludan mucho en el Señor”. Aquí vemos otra
vez la casa de Aquila y Priscila, quienes ahora se han trasladado de Roma a Efeso
según lo relata Hechos 18:18-19. Dondequiera que estuvieran, esta pareja estaba
dispuesta a tener la reunión de la iglesia en su casa, así que la iglesia en Efeso se
reunía en la casa de ellos. En Hechos 18 vemos que Aquila y Priscila viajaron con el
apóstol Pablo de Roma a Efeso. Después de que Pablo se fue de Efeso, ellos
permanecieron allí y la iglesia en Efeso se reunía en su casa. Por eso el apóstol
Pablo mencionó la iglesia en su casa.
Los que nos reunimos en Los Angeles realmente hemos probado algo de este óleo y
rocío en nuestra experiencia diaria. En las reuniones, y aun en nuestras casas,
tenemos un sentir interior profundo de que el aceite de la unción está fluyendo, lo
cual es el Espíritu que opera en nosotros por gracia. Al mismo tiempo un riego,
muy fortalecedor y refrescante como el rocío, acompaña el fluir del Espíritu. En la
vida de iglesia, experimentamos por la gracia el dulce fluir del Espíritu, y al mismo
tiempo, tenemos el rocío que nos riega y refresca.
EL ROCIO DE LA GRACIA
Cuando estamos en una condición pobre, necesitamos misericordia; pero cuando
estamos en unidad, tenemos algo más que la misericordia, a saber, el rocío, que es
la gracia suficiente del Señor Jesucristo. “La gracia del Señor Jesucristo, el amor de
Dios, y la comunión del Espíritu Santo, sean con todos vosotros” (2 Co. 13:14). La
comunión del Espíritu Santo es el óleo que fluye, y la gracia del Señor Jesús es el
rocío.
Cuanto más nos congregamos, tenemos comunión unos con otros y nos amamos,
más fluye el Espíritu en nosotros de modo muy dulce, benigno, agradable y
placentero; y al mismo tiempo, sentimos la fortaleza interior, el riego, refrigerio,
consuelo y el poder. Esto es la gracia. En la unidad, experimentamos la comunión
del Espíritu Santo y también la gracia del Señor Jesús. En el aspecto del Cuerpo,
necesitamos el óleo, y en el aspecto de la morada, necesitamos la gracia. Sin la
gracia, estamos muy secos, pero la gracia nos riega y refresca.
En la iglesia local la gracia nos riega día tras día, así como el rocío fresco que cae
cada mañana. Para mí, no hay noches en la vida de iglesia, incluso las reuniones
por la noche son de día. Cuando se celebra la reunión de la mesa del Señor por la
noche, siempre siento que es temprano por la mañana, porque allí está el rocío. Lo
que acompaña a la unidad en la vida de iglesia no es la noche, sino la mañana con
el rocío.
UNO EN VIDA
Los creyentes de Cristo tienen varios trasfondos: unos tienen un trasfondo
presbiteriano; otros, uno bautista; y aún existen otros más. Pero sin importar estos
trasfondos, si son salvos, todos tienen la misma fe porque creen en el mismo Señor
Jesucristo. Ya que todos fueron redimidos por la misma sangre de Cristo, tienen
dentro de sí la misma vida de Cristo. Todos los cristianos somos uno en esta fe que
todo lo incluye.
La comunión se basa en esta unidad. Tenemos comunión unos con otros porque
hemos recibido al mismo Señor, la misma vida divina y la misma redención. No es
necesario preguntarle a otros qué clase de bautismo han tenido ni hablarles de
todas esas doctrinas. Mientras sean santos que no pequen conforme a lo
encontrado en 1 Corintios 5, debemos aceptar a cada uno de ellos como nuestros
amados hermanos y hermanas. Nosotros creemos en el Señor Jesús y ellos
también; ambos poseemos la misma vida divina; ambos hemos sido redimidos por
la sangre de Cristo. Somos iguales.
Es posible que usted tenga un trasfondo muy diferente de otros cristianos; por
ejemplo, quizá ellos no crean en el arrebatamiento parcial, y usted sí. Pero no
importa en qué clase de arrebatamiento creamos, si creemos que Jesucristo es el
Hijo de Dios, que se encarnó como hombre, que murió en la cruz por nuestros
pecados y que resucitó de entre los muertos, entonces somos redimidos,
justificados, regenerados y salvos. Todos los creyentes de Cristo tenemos la vida
divina en nosotros y, por lo tanto, pertenecemos a un solo Cuerpo. Basado en esto,
tenemos comunión los unos con los otros. Quizá hablemos algo con respecto a
ciertas enseñanzas, pero no debemos ir demasiado lejos y jamás debemos discutir;
sólo debemos basar nuestra comunión en el Señor mismo.
LA BASE DE LA COMUNION
No obstante, el problema es el siguiente: si alguno cree en cierta clase de
arrebatamiento, tratará día y noche de convencer a otros de esta doctrina. Y tal
actitud está mal. Si algunos hablan en lenguas, no los critiquemos. Aunque ellos
hablen en lenguas y nosotros no, somos hermanos; por lo tanto, las lenguas no
deben dividirnos. Quizá diferimos en el asunto de las lenguas, pero tenemos
la misma vida. Ya que nacimos del mismo Padre, debemos ser uno. No debemos
menospreciar a otros porque hablan en lenguas, y ellos no deben menospreciarnos
porque nosotros no hablamos en lenguas. He aquí el problema. ¿Podemos recibir la
gracia del Señor a fin de tener una actitud tan amplia? Debemos darnos cuenta de
que ellos son nuestros hermanos, no importa cuánto difieran de nosotros en ciertas
enseñanzas o prácticas. Los amamos porque somos iguales que ellos en la
redención y en la vida, y ésta es la base de nuestra comunión.
Es posible que unos se mantengan sobre el único terreno de la iglesia mientras que
otros no, pero esto no debe impedir la comunión de los unos con los otros. No
obstante, en la práctica esto realmente requiere la gracia y por tanto, necesitamos
decir: “Señor, por Tu gracia y misericordia, no me importan todas las diferencias.
Solamente Tú me interesas. Sólo me importan Tu redención y Tu vida. Por mucho
que este hermano difiera de mí, aun así lo amo”.
Por supuesto, no estamos de acuerdo con ninguna de las divisiones, pero eso no
debe estorbar nuestra comunión. No importa si otros están en las divisiones o no,
nosotros debemos reconocer que ellos son nuestros hermanos. Repito, esto no
quiere decir que estamos de acuerdo con las divisiones. No, no podemos aceptarlas,
pero debemos amar a todos los santos, incluso a los que están en la Iglesia Católica
Romana. Hay algunos verdaderos creyentes en la Iglesia Católica Romana, y ellos
tienen la misma vida divina que nosotros. Quizá usen túnicas clericales, pero en la
redención y en la vida somos iguales.
¿Por qué menosprecia a los que hablan en lenguas? Y ¿por qué menosprecia a los
que no hablan en lenguas? Si usted cree que hablar en lenguas le ayuda, pues
hágalo; pero no desprecie a los que no lo hacen. Y si usted no habla en lenguas, no
desprecie a los que lo hacen. Realmente necesitamos la gracia para guardar la
unidad de este modo. La comunión del Cuerpo y de la iglesia se basa en una sola
cosa: todos hemos sido redimidos por la misma sangre y regenerados con la misma
vida divina.
Podemos practicar algo, pero no debemos tomar nuestra práctica como la base para
tener comunión con otros creyentes. Nuestra práctica quizá concuerde con nuestra
necesidad, pero no debemos hacer de ella la base para tener comunión con otros.
Por ejemplo, nos gusta practicar el orar-leer porque nos ayuda a disfrutar al Señor,
pero jamás debemos tomar el orar-leer como base de la comunión con otros
cristianos. Ya sea que a usted le guste o no orar-leer, no nos importa; sencillamente
lo amamos porque es un hermano.
Algunos que hablan en lenguas siempre les gusta convencer a otros a que hablen en
lenguas. Esto es un problema. Y algunos que practican el bautismo por inmersión
siempre quieren convencer a otros de que acepten la inmersión. Sin embargo,
tenemos que estar dispuestos a abandonar estas prácticas como base de la
comunión. Quizá nosotros practiquemos ciertas cosas porque nos ayudan, pero no
debemos tomar ninguna práctica como la base de nuestra comunión.
Verdaderamente necesitamos la gracia para conducirnos así. Incluso nuestro modo
de hacer las cosas no debe estorbar la comunión. Si la manera en que hacemos las
cosas difiere de la de otros, no debemos decir ni una palabra, porque nuestro modo
de hacer las cosas no es la base de la comunión.
Algunos en el pasado han querido corregirnos pero les hemos dicho que, como
nosotros no los corregimos, ellos tampoco deben corregirnos. No deben manejar
desde el asiento de atrás. ¿Acaso conducen todos los automóviles de la misma
manera? Cuando usted tiene el volante del automóvil, guíe; pero cuando otros
tienen el volante, deje que ellos guíen. ¿Podría usted hacer esto? ¿Podría usted
guardar silencio mientras otros conducen el auto? No es fácil. Si usted maneja de
cierta manera, no espere que otros manejen igual que usted. Por tanto, les dijimos
a los amados hermanos que buscaban corregirnos, que hicieran las cosas como
pensaban mejor; sólo les pedimos el favor de darnos la misma libertad.
Ser amplios no significa que aceptamos cualquier cosa, sino que somos generales,
es decir, que no nos imponemos sobre otros ni nos oponemos a ellos. Si usted
sostiene una opinión, debe darse cuenta de que no todos los hermanos tendrán el
mismo concepto. No podemos insistir en que otros siempre tengan la misma
opinión que nosotros.
¿Por qué siempre tratamos de convencer a otros? ¿Por qué tenemos que hacerlos
iguales a nosotros? Siempre que todos creamos en el mismo Señor y estemos en el
terreno de la unidad, debemos tolerar cualquier clase de práctica que no sea
pecaminosa. Tenemos que aprender a darles a otros la libertad de hacer las cosas a
su manera.
Jamás debemos usar algo particular como base de la comunión, sino que
respetamos a cada iglesia local, dándonos cuenta de que cada iglesia tiene su
jurisdicción. San Francisco quizá prefiera usar vino en la mesa del Señor, mientras
otra ciudad prefiere usar jugo de uva. Cada iglesia tiene la libertad de hacer lo que
ellos decidan.
¿Por qué debemos llamar la atención a esto? Porque hemos visto en el pasado que
estas cosas han creado muchos problemas. Por eso necesitamos ser muy generales.
Sólo el Señor mismo puede ser la base de nuestra comunión.
CAPITULO 13
LECCIONES PRÁCTICAS
PARA LA VIDA DE IGLESIA
Lectura bíblica: 1 Ti. 3:15
QUE HACER CON LAS DENOMINACIONES
En el capítulo anterior vimos algo referente a la actitud que debemos tener para
con los creyentes que aún permanecen en las denominaciones. Por una parte,
nuestra actitud debe ser muy amplia, con un corazón abierto a todos los santos sin
importar el trasfondo que tengan; pero por otra, si permanecen en las
denominaciones, se nos dificulta identificarnos con ellos. Sin embargo, la
responsabilidad por causar división no es nuestra sino de ellos. Mientras hayamos
regresado a el terreno apropiado de la unidad, quedamos absueltos de toda culpa
por la división. Por esta razón, no podemos ayudarles; lo único que podemos hacer
es regresar al terreno apropiado. En cuanto a posición, el terreno genuino de la
unidad es el lugar correcto donde todos los hijos de Dios podemos identificarnos
mutuamente, pero en la práctica, esto no es posible porque muchos todavía están
en las divisiones.
Ahora veamos qué hacer con las denominaciones. Algunos hermanos que han visto
el error de las denominaciones todavía insisten en que debemos quedarnos allí.
Dicen que si no permanecemos en las denominaciones, se nos acusará de causar
división. Además, dicen que debemos quedarnos para ayudar a otros, porque no
habrá manera de ayudarles si nos vamos. Así hablan algunos de los amados santos
que han visto el error de las denominaciones.
Quizá usted diga que debemos tener cuidado de no causar divisiones, pero dejar a
Babilonia y regresar a Jerusalén no es causar una división. Es preciso tener una
conciencia pura: abandonar lo que está mal y regresar a lo que está correcto no
causa división. No importa cuánto diga que es cuidadoso, yo diría que usted está
jugando a la diplomacia, porque en su corazón condena a las denominaciones, pero
aún se queda allí. No creo que los cristianos deben adoptar una actitud así. Y si
usted se queda, ¿qué clase de obra hará? ¿Se quedará en la denominación para
hacer una obra que va en contra de esa denominación? Tampoco debemos ser esa
clase de persona.
Todas las cosas deben ser “según su género” como se ve en Génesis 1. Si estamos a
favor de las denominaciones, permanezcamos en ellas; pero si no estamos de
acuerdo con ellas, seamos honrados y digámoslo. En 1927 fui elegido como
miembro del comité ejecutivo de la denominación en la cual estaba, pero les dije
francamente que no podía aceptar la posición y que los iba a dejar. Ese fue el fin de
mi participación en las denominaciones, y sigo creyendo que hice lo correcto.
Somos hijos de la luz, y debemos ser honrados con nosotros mismos y con otros.
Debemos ser “según nuestro género”: si somos denominacionales, seamos cien por
ciento denominacionales; si las denominaciones están equivocadas, debemos
dejarlas a cualquier costo. Tenemos que ser lo que somos. No debemos fingir ser
algo, porque eso es ser diplomático. Seamos sencillos, fieles y honrados para con
Dios, para con los demás y también con nosotros mismos. No finjamos.
Manifestemos a los demás lo que somos y cuál es nuestra posición. No debemos
pretender ser algo. Si preferimos el camino de las denominaciones, entonces
debemos apoyarlo. El Señor nunca honra la hipocresía. Debemos ser lo que somos.
Por supuesto, si somos muy francos, quizá ofendamos a algunos; pero con el
tiempo, si no declaramos lo que somos, les ofenderemos más. Desde el principio
debemos manifestar a los demás lo que somos y cuál es nuestra posición. Digo esto
porque es fácil pensar que sería preferible permanecer en las denominaciones; sin
embargo, les digo francamente que eso no funciona.
NO HAY FUNCION
EN EL CRISTIANISMO
Los formalismos que se encuentran hoy en el cristianismo matan la función de la
iglesia. Casi todos los miembros de las diferentes denominaciones se han
convertido en miembros inactivos. Como estos miembros no ejercen su función, se
les llama laicos, y no funcionan porque no se consideran expertos. Esta es la
sutileza del enemigo.
EL RECOBRO DE
LA FUNCION DEL CUERPO
Pero, ¡alabado sea el Señor! en Su recobro, en las iglesias locales, El está
recobrando todas las funciones del Cuerpo. Sin las funciones, la iglesia local no
tiene significado. Por ejemplo, si los creyentes se reúnen pero nadie funciona, ¿qué
es eso? Ciertamente no es la iglesia. En la vida de iglesia práctica, existe la
necesidad desesperada de que todos funcionen. La función de cada hermano y
hermana es necesaria. Todos los que participan en la vida de iglesia deben ser
miembros que siempre funcionan. Cuando todos funcionan, tendremos una vida de
iglesia prevaleciente, práctica, llena de iniciativa y viviente.
Por lo tanto, nosotros Sus miembros debemos ser capturados y poseídos por El. Y
debemos crecer, no sólo en El, sino también con El. La verdadera esencia del
crecimiento en vida es Cristo mismo, y al crecer, tendremos la función con Cristo
en vida.
DESPOJARNOS Y VESTIRNOS
Los versículos mencionados en Efesios y Colosenses presentan varios principios
relacionados con nuestra función en la iglesia. Uno de los principios básicos
consiste en que debemos despojarnos del viejo hombre y vestirnos del nuevo.
Me temo que, aunque muchos de nosotros hemos sido cristianos por años, todavía
no hemos aprendido la práctica de despojarnos y vestirnos. Algunos quizá
pregunten: “¿Despojarnos de qué?”. Debemos despojarnos del viejo hombre.
Algunos quizá pregunten: “¿Qué es el viejo hombre?”. El apóstol Pablo dijo que en
el nuevo hombre, el cual es el Cuerpo de Cristo, no hay griego ni judío, circuncisión
ni incircuncisión, bárbaro ni escita. Esto quiere decir que no hay persona natural,
ni religiosa, ni no religiosa, ni culta ni inculta. Debemos despojarnos de nuestra
persona natural; asimismo, si somos personas religiosas, tenemos que despojarnos
de ello. Algunos de nosotros todavía somos muy religiosos; pero en la iglesia no hay
ni circuncisión ni incircuncisión, ni religioso ni tampoco no religioso. Muchos
tienen el concepto de que debemos ser religiosos, pero en la iglesia no hay personas
religiosas. Los religiosos causan un daño terrible a la vida de iglesia, pero los no
religiosos son peores. En la iglesia no hay circuncisión ni incircuncisión, ni
religiosos ni no religiosos, ni tampoco escitas. Escitas se refiere a los que no son
cultos. La cultura, educación y religión no significan nada en la iglesia. La raza no
significa nada; la religión no significa nada; la educación no significa nada; lo que
usted sea no significa nada; y lo que haya logrado no significa nada. No piense que
usted es algo en la iglesia por el hecho de haber obtenido resultados exitosos en la
educación y en la religión. Escuche lo que dijo el apóstol: en el nuevo hombre, el
Cuerpo de Cristo, no hay gentiles ni hebreos, ni religiosos ni no religiosos, cultos ni
incultos; tenemos que despojarnos de todo eso.
Si nunca hemos aprendido a despojarnos del viejo hombre, quizá seamos muy
activos en la iglesia, sin embargo no estamos funcionando. Hay una gran diferencia
entre las actividades y las funciones. Las actividades son naturales, es decir, son
algo de la religión o de la cultura. En la vida de iglesia no necesitamos actividades,
sino funciones. Las funciones son el fluir de vida que manifiesta a Cristo, no son
algo de la religión, ni de la cultura ni de la educación. Es preciso que nos
despojemos de la religión, de la cultura, de la educación y de la habilidad natural.
Lo que hagamos al funcionar en la iglesia debe ser algo que proceda del Espíritu y
debe liberar el espíritu. Si oramos en las reuniones, tenemos que hacerlo liberando
el espíritu; si damos un testimonio, tenemos que hacerlo liberando el espíritu. Todo
debe hacerse no solamente en el espíritu, sino con la liberación del espíritu. Aun
cuando visitamos a alguien para tener comunión con él, tenemos que hacerlo con la
liberación del espíritu. Es necesario que el espíritu sea liberado, porque el Espíritu
vivifica.
Todo lo que no es del Espíritu pertenece a la letra. No digamos que debido al hecho
de que oramos anoche de cierta manera, debemos orar de esa manera todo el
tiempo. Esta actitud es algo de la letra. Quizá la oración estuvo viviente anoche,
pero hoy estará muerta. Anoche se oró en el Espíritu pero hoy esa oración se
convierte en letra, porque sólo se guardó la forma pero no se liberó el espíritu.
Incluso preservar la vieja manera es de la letra. El principio básico consiste en que
siempre que funcionemos en la iglesia, necesitamos la liberación del espíritu.
Quizá usted pregunte si se debe orar en voz alta o en silencio, pero no le puedo
contestar. Si puede liberar el espíritu orando en voz alta, hágalo en voz alta; si
puede liberar el espíritu orando en silencio, entonces hágalo. No hay reglas. Quizá
ayer tuve que orar en voz alta, pero esta mañana tengo que orar en silencio. El
Espíritu a veces sopla muy fuerte y en otras ocasiones, muy silenciosamente. No
debemos tener ninguna regla conforme a cierto método. Todo depende de la
liberación del espíritu.
Alabamos al Señor porque la iglesia en Los Ángeles es algo peculiar; sin embargo,
creo que todavía no somos lo suficientemente peculiares. Es necesario que seamos
más peculiares, aun hasta el punto que algún día espero ver a los hermanos y
hermanas cantando himnos por las calles cuando vayan de camino a las reuniones.
Empezarán a cantar himnos y a invocar el nombre del Señor mientras manejan sus
autos yendo a las reuniones, e incluso entrarán al salón de reunión marchando y
cantando un himno. Todos estarán muy alegres, fervientes en espíritu y ardiendo;
no habrá procedimientos ni formalismos, pero tampoco ningún desorden. Todo
estará en buen orden, pero en el espíritu, sin regla alguna.
Algunos dicen que la iglesia en Los Ángeles es “horrible”. Pero aún ¡no es lo
suficiente “horrible!” Necesitamos ser más “horribles”. Queremos estremecer al
cristianismo hasta el grado que todo el universo sea sacudido.
Veamos lo que sucedió el día de Pentecostés. Algo inusual ocurrió aquel día en el
judaísmo, lo cual no estaba de acuerdo con los preceptos del templo. Y creo que el
Señor hará lo mismo hoy en día. ¡Alabado sea el Señor! Algo nuevo y diferente, algo
peculiar y raro, está sucediendo hoy al cristianismo, lo cual al mismo tiempo es
muy espiritual, viviente y lleno de vida.
CAPITULO 17
FUNCIONAR ORANDO-LEYENDO
Lectura bíblica: Dt. 27:14-26; Ap. 5:9-14; 19:1-6; 1 Co. 14:16
En el capítulo anterior mencionamos la liberación del espíritu. Sin la liberación del
espíritu, no existe una verdadera función de vida en la iglesia. Quizá tengamos
ciertas funciones relacionadas con enseñanzas, doctrinas y conocimiento, pero no
podemos tener ninguna función de vida si no experimentamos la liberación del
espíritu. Esto se debe a que sólo “el Espíritu vivifica”. La función de vida en la
iglesia requiere la liberación del espíritu, y hemos encontrado por nuestras propias
experiencias que la mejor manera de liberar el espíritu consiste en orar-leer la
Palabra. Si queremos encontrar una manera que realmente nos lleve a la liberación
de nuestro espíritu, necesitamos probar el orar-leer la Palabra.
“AMEN” A LA PALABRA
Es menester ver algo más referente a orar-leer la Palabra, ya que el orar-leer que
hemos experimentado en el pasado todavía no es adecuado. Cuando oramos-
leemos, estamos palpando la Palabra de Dios. Nosotros los seres humanos somos
muy torpes y lentos cuando venimos a la Palabra de Dios. Quizá seamos
inteligentes al leer libros científicos o filosóficos, pero cuando nos acercamos a la
Biblia estamos ciegos. Aunque algún tema esté claro y definido en la Biblia, es
posible que lo leamos una y otra vez, lo estudiemos diligentemente y hagamos una
investigación cuidadosa, sin jamás verlo.
¿Ha notado usted alguna vez que en Deuteronomio 27:14-26 el pueblo dice “Amén”
a la Palabra de Dios doce veces? ¡Debemos decir “Amén” a la Palabra de Dios! En el
Antiguo Testamento Dios incluso ordenó que Su pueblo hiciera esto. En este
capítulo tuvieron que decir “Amén” después de que se proclamaba la Palabra de
Dios. ¿Ha oído usted alguna vez al pueblo de Dios decir “Amén” a Su Palabra? Hay
nueve bienaventuranzas en Mateo 5. ¿Ha dicho usted alguna vez “Amén” a estas
bienaventuranzas? Yo he sido cristiano por más de cuarenta años, y nunca lo he
oído.
Algunos quizá sostendrán que decir “Amén” es una práctica que pertenece al
Antiguo Testamento, pero en 1 Corintios 14:16 el apóstol Pablo nos dice que oremos
con palabras claras para que otros puedan decir “Amén” a nuestras oraciones. Aún
más, no sólo se dice “Amén” en la tierra, sino también en los cielos. Apocalipsis 5
dice que cuando el Señor Jesús ascendió a los cielos, los cielos se llenaron del
“Amén”. Apocalipsis también muestra que en el futuro habrá un gran “Amén” en
los cielos. No sólo se proclama “Amén” en la tierra, sino también en los cielos.
Algunas veces debemos dejar que las hermanas lean y que los hermanos digan
“Amén”; otras veces, cuatro hermanos se pueden poner de pie para leer y todo el
resto decir “Amén”. En una congregación grande, diez pueden leer y toda la
congregación puede decir: “Amén”. Creo que esto ya lo hacen en Taipei, donde hay
una multitud que dice: “Amén”.
LOS ANCIANOS
Si leemos el Nuevo Testamento detalladamente, veremos con claridad que en la
iglesia local debe haber un gobierno con ancianos designados por los apóstoles
(Hch. 14:23; Tit. 1:5). La Biblia nos dice que los ancianos son “los que presiden”. La
versión King James dice: “he that ruleth [el que rige]”, pero el significado
apropiado de las palabras griegas en Hebreos 13:17 y Romanos 12:8 denota “los que
toman la delantera”. Así que ellos son los que llevan la delantera.
Debemos darnos cuenta de que los ancianos de la iglesia local son los que guían.
¿Ha visto usted alguna vez un rebaño de ovejas? Un rebaño siempre tiene algunas
ovejas que van adelante; todas las demás siguen a las ovejas delanteras. Esta es la
verdadera posición de los ancianos. Ellos deben tomar la delantera en el mover del
rebaño. Un buen pastor sabe cómo tratar al rebaño: no es necesario lidiar con todo
el rebaño, sino simplemente con los que van adelante. Cuando los que van adelante
toman la iniciativa, el resto les seguirá. Los ancianos deben ser los que llevan la
delantera en la iglesia local.
En algunos lugares los hermanos han mejorado mucho espiritualmente pero están
bajo la influencia de los problemas de su pasado, como por ejemplo, el haberse
casado dos veces. Por supuesto, estas cosas pertenecen al pasado y están bajo la
limpieza de la sangre, pero siguen siendo problemas. Una iglesia local debe
mantener una norma elevada de conducta, y es preferible que los que toman la
delantera no tengan problemas con su pasado. Así que en esta clase de situación
anormal necesitamos más gracia y más experiencia en vida. Esta situación es como
la familia de sólo cuatro hijos que se junta para practicar la vida familiar. Ellos se
dan cuenta de su triste situación, pero de todos modos deben juntarse como
familia. ¿Cómo lo pueden hacer? Hay una manera. El mayor debe darse cuenta de
que es el mayor, pero que no es el más sabio. Por un lado, él tiene que tomar la
delantera, porque nadie más tiene esa posición; pero por otro, tiene que aprender a
confiar en su hermana, sabiendo que ella es mucho más capaz que él. Los dos,
entonces, llegan a ser uno. El es responsable por la posición, y ella es responsable
por la capacidad que tiene. La hermana se da cuenta de que, aunque ella es más
capaz, no tiene la debida posición. Así que por un lado debe ser fiel a la familia,
pero por otro debe estar dispuesta a permanecer bajo la autoridad y protección de
su hermano. Si dice algo, no debe decirlo directamente sino a través de su
hermano. El hermano no sabe qué decir, pero ella sí. Así que mediante la
coordinación, ella provee la habilidad y él toma la posición; así, los dos trabajan
juntos.
En muchos lugares, entre los hermanos y las hermanas, casi nadie tiene tanto la
posición como también la capacidad. Algunos tienen la posición sin la capacidad, y
otros tienen la capacidad sin la posición. Quizá un hermano que es muy perspicaz y
ha avanzado mucho en el Señor se haya casado dos veces antes de ser salvo. Es
realmente uno con el Señor y, espiritualmente, ha crecido más que los otros
hermanos; pero ¿cómo puede deshacerse de la mancha de su pasado? La mancha
siempre va a estar allí, y por causa de la norma elevada de conducta en la iglesia,
evidentemente no es bueno que alguien con tales antecedentes tome la delantera.
Entonces, algunos dirán que otros deben llevar la delantera. Pero quizá el que tiene
la posición sea como agua pura: no es ni dulce ni salado, o sea, que no puede hacer
nada. Si se le pide que tome la iniciativa, simplemente no lo puede hacer. Así que
necesitamos más misericordia, más gracia y más experiencia en vida. Estos dos
hermanos deben trabajar juntos. El que ha avanzado más espiritualmente debe
darse cuenta de que, aunque sí tiene mucha capacidad espiritual, ha perdido la
norma necesaria. Por tanto, debe darse cuenta de la posición que tiene y ser fiel al
Señor de manera escondida para ser uno con su hermano. Debe ser fiel a la gracia
de Dios y nunca tomar la delantera, pues ha perdido la posición. Si la tomara,
dañaría a la iglesia y afectaría el testimonio de ella. Así que, en fidelidad al Señor,
debe hacer todo lo que pueda respaldando a su hermano y siendo uno con él.
El hermano sencillo, a la vez, debe darse cuenta de que tiene la posición de llevar la
responsabilidad, pero no la capacidad. Aunque esté dispuesto, no tiene la
capacidad; así que necesita al otro hermano. Por consiguiente, estos dos hermanos
deben ser uno. Esto no es fácil. Ellos verdaderamente necesitan la misericordia del
Señor, Su gracia, y mucha experiencia en vida. Si el que es espiritual y ha mejorado
espiritualmente considera que el anciano no está capacitado, entonces, desaparece
toda la vida de iglesia. Es menester que sea uno con su hermano.
Y los que llevan la delantera deben darse cuenta de que no son tan capaces. No
deben hacer la situación tan legalista de que todo tenga que estar en sus manos.
Eso también está equivocado. Aquí necesitamos la misericordia y la gracia del
Señor.
Los que toman la delantera deben darse cuenta de que no deben controlar nada en
la iglesia de manera legalista. Esto no quiere decir que renuncien al orden, sino que
no hay legalismos. Todos estamos en la gracia. Por ejemplo, en algunos lugares, los
que toman la delantera piensan que, por ser ancianos, ellos son los que deben
empezar la reunión; o sea, si ellos no han llegado, nadie debe empezar la reunión.
Si alguien más empieza la reunión, los ancianos se enojan porque les gusta
mantener todo de forma legal en sus manos. Eso está mal.
Luego, otros dicen que los que llevan la delantera restringen al Espíritu Santo.
Según ellos, todos pueden hacer lo que quieran según el Espíritu Santo; por lo
tanto, no necesitan a los guías. Eso también está mal.
He estado muy contento con nuestras reuniones aquí en Los Angeles. No tenemos
ningún reglamento en nuestras reuniones, cada quien es libre de empezar la
reunión y no existe ningún desorden. Creo que eso está correcto. Si usted dice que
no hay gobierno, yo diría enfáticamente que sí lo hay; si usted dice que la iglesia en
Los Angeles está fuera de control y que cada quien es muy libre, yo diría que la
iglesia en Los Angeles está bajo mucho control. Pero si usted dice que hay un
gobierno que ejerce cierto tipo de control, eso no es cierto. No hay control; diría
cien veces que nadie controla.
UN CAMBIO EN VIDA
Si todos hemos aprendido la lección de la gracia, dondequiera que estemos,
simplemente iremos a la iglesia que está en el terreno de la unidad. Luego, en esa
iglesia local nos someteremos a la situación que haya allí sin poner nada en duda.
Con la guía del Señor haremos lo mejor posible por ministrar vida a los demás y
respaldar el gobierno de la iglesia. Eso edificará la iglesia y le dará al Señor la
oportunidad de avanzar.
Cuando el rey David era joven, él estaba en una situación anormal. Pero aprendió la
lección y esto abrió el camino para que el Señor actuara; por tanto, el Señor pudo
ponerlo en la posición de rey. Si tenemos la gracia y aprendemos las lecciones de
vida, algún día el Señor pondrá la responsabilidad sobre nuestros hombros. El nos
pondrá en el gobierno de la iglesia. Pero esto debe ser el arreglo soberano del
Señor, no algo que obtengamos con nuestra manipulación.
Cuando decimos “vida”, debemos darnos cuenta de que la vida no puede separarse del
Espíritu. El Espíritu es la realidad de la vida, y el Espíritu es la vida misma. Así pues,
cuando decimos que Cristo es vida para nosotros, debemos darnos cuenta de que esa vida
está en el Espíritu. Cristo es el Espíritu vivificante en nuestro espíritu. El jamás podría ser
vida a nosotros excepto en el Espíritu divino, y nosotros jamás podríamos disfrutarle como
vida a menos que estemos en el espíritu humano. En el espíritu humano conocemos y
experimentamos a Cristo como Espíritu vivificante. No hablamos aquí de la mera
enseñanza acerca de la vida o de un discurso acerca de la vida, sino de la verdadera
experiencia de vida. Por eso recalcamos que necesitamos volvernos al espíritu y saber cómo
ejercitar nuestro espíritu.
Esto es parecido a nuestra interacción con el aire. Nuestro cuerpo físico existe en una esfera
de aire. En un sentido, el aire es vida para nosotros, pero necesitamos respirarlo. Al
respirar, podemos entrar en la realidad del aire como vida. De la misma manera Cristo, el
Espíritu vivificante, es hecho real a nosotros como nuestra vida sólo cuando ejercitamos
nuestro espíritu para respirar, y no por el entendimiento ni por el conocimiento.
Otro hermano, por el contrario, se enoja fácilmente. No es refinado, sino que en verdad es
bastante rudo. Todos en la iglesia le tienen miedo, especialmente las hermanas. Le tienen
miedo por su modo de ser tosco y su capacidad de enojarse fácilmente.
Supongamos que tenemos a estos hermanos en la iglesia. Uno es “blanco” y el otro es
“negro”. No me estoy refiriendo al color de su piel, sino a su modo de ser. ¿A quién amaría
usted? ¿al negro o al blanco? Suponiendo que uno de estos dos hermanos fuera a quedarse
con usted, ¿a cuál le gustaría hospedar? ¿Recibiría al blanco y le daría el negro a otro? ¿A
quién escogería? Depende de cuánto usted quiere ser transformado. Sin duda, el negro
contribuirá más para su transformación. No obstante, la respuesta es que no debemos tener
preferencia por ninguno de los dos. No debemos amar ni al blanco ni al negro, porque
ambos son muy naturales. Ninguno de ellos expresa la vida. Uno es blanco, pero no es “de
oro”; el otro es negro, pero tampoco es “de oro”. Lo que Dios quiere es “oro”, no blancos ni
negros. Ni lo bueno ni lo malo es “oro”. No importa si usted es blanco o negro, si no es “de
oro”, Dios no le tomará.
Muchas veces los “blancos” llegan a ser una verdadera frustración para la vida. En muchas
iglesias locales, los “negros” son más fáciles de ayudar en lo que a la vida se refiere.
Ministrarle vida a los “negros” es fácil, pero ministrarle vida a los “blancos” es
verdaderamente difícil. Los “blancos” piensan que están bien, y otros también piensan lo
mismo. Dentro de ellos hay cierta clase de orgullo de que son mejores que otros. Los
hermanos y hermanas piensan que no es necesario orar por los “blancos”, pero que sí deben
orar por los “negros”. Con el tiempo, los “blancos” vienen a ser un estorbo para el
ministerio de vida, debido a que es difícil convencerlos de que necesitan aún más a Cristo.
CAPITULO 20
EDIFICAR EN AMOR
Lectura bíblica: Ef. 4:16; 1 Co. 8:1; 1 Co. 13
En este capítulo, necesitamos ver que el amor es el vivir práctico de la iglesia. El
vivir de la iglesia es amor. La palabra vivir también significa “expresión”; la
expresión de una iglesia local es amor. Si sólo manifestamos cierta clase de
enseñanza o formalismo, estamos mal. La expresión de la iglesia local debe ser el
amor.
He tenido esta inquietud por muchos años porque algunos cristianos ponen
demasiada atención a las lenguas y han pasado por alto este versículo, el cual nos
dice que hablar en lenguas no es algo en vida. Las lenguas sólo son una clase de
sonido; no son vida. El hecho de tener sólo el sonido sin el amor demuestra que
hablar en lenguas no proviene de la vida; de otro modo, el apóstol no hubiera dicho
esto. El comenzó el capítulo diciendo que los creyentes corintios necesitaban vida, y
no sólo el sonido. ¿Cuál es la expresión de la vida? El amor, porque la vida se
expresa en el amor. El amor no es un sonido; el amor es la expresión de la vida.
No tratemos jamás de amar con nuestra propia fuerza. No lo animo a amar, porque
sé que usted no puede amar. Cuanto más lo exhorte a amar, más usted odiará;
cuanto más exijo el amor de usted, más odio recibiré. Nosotros simplemente no
podemos amar. Podemos hacer muchas cosas, pero no podemos amar. Es fácil
hablar en lenguas, pero no es fácil amar. El amor es el camino más excelente; por lo
tanto, es el camino más difícil.
La dificultad más grande en la vida de iglesia es el amor: podemos enseñar, pero no
podemos amar; podemos servir, pero no podemos amar; podemos limpiar, pero no
podemos amar; podemos cortar el césped, pero no podemos amar. Las hermanas
pueden tocar el piano, pero no pueden amar. Nos es fácil orar-leer, pero no
podemos amar. Sencillamente, no podemos amar. Es fácil hacer cualquier cosa,
menos amar.
¿Qué puede existir por siempre? Sólo Cristo. En este capítulo, el apóstol Pablo
minimiza todas las cosas menos el amor; nada puede compararse con el amor.
Todas las ofrendas, donaciones y dones no pueden compararse con el amor. Aun la
profecía y el conocimiento no pueden compararse con él.
En 1 Corintios 13:8 dice: “El amor nunca deja de ser; pero las profecías se volverán
ineficaces, y cesarán las lenguas, y el conocimiento se tornará inútil”. Pablo usa tres
expresiones en este versículo: se volverán ineficaces, cesarán y se tornará inútil.
¿Qué se volverá ineficaz? ¡Las profecías! ¿Qué cesará? ¡Las lenguas! ¿Qué se
tornará inútil? ¡El conocimiento! Las profecías, las lenguas y el conocimiento se
volverán ineficaces, cesarán y se tornarán inútiles. La Palabra es sumamente clara
en este versículo; sin embargo, muchos de los grupos pentecostales ponen toda su
atención en las profecías y las lenguas. El amor nunca falla. Las profecías se
volverán ineficaces, las lenguas cesarán y el conocimiento se tornará inútil, pero el
amor permanece para siempre. ¿Quién es este amor? Es Dios mismo. Dios es amor.
¿Qué se puede comparar con Dios? ¿Las lenguas? ¿Las profecías? ¿El
conocimiento? ¡No! Sólo Dios es eterno.
“El conocimiento envanece, pero el amor edifica” (1 Co. 8:1). Los cristianos piensan
que necesitan las enseñanzas, pero no es así. No debemos poner demasiada
confianza en las enseñanzas o los dones, sino que debemos poner nuestra confianza
absoluta en el amor.
En la primera de las siete epístolas halladas en Apocalipsis, el Señor Jesús dice que
ellos habían perdido su primer amor. La palabra “primer” en griego también
significa “el mejor”. El primer amor es el mejor amor. Filadelfia, la iglesia a la que
se le escribe la sexta epístola, significa amor fraternal, y ésta es la mejor de las siete
iglesias. La mejor iglesia es la iglesia del amor fraternal, no la iglesia de los dones,
del conocimiento o del poder. El Señor sólo quiere una iglesia de amor.
CAPITULO 21
EL AUMENTO Y LA PROPAGACION DE LA IGLESIA
Lectura bíblica: Jn. 15:4-5, 7-8; Fil. 1:27; Mt. 28:18-20; Hch. 1:8; 8:1
EL AUMENTO DE LAS IGLESIAS
En este capítulo necesitamos ver el aumento de la iglesia. El aumento de la iglesia
consiste en impartir Cristo a otros y hacer de ellos parte de Cristo. Los pámpanos
de la vid dan fruto al impartir la vida de la vid a otros, haciéndolos parte de la vid.
Si los pámpanos de una vida no dan fruto, no habrá aumento en la vid. El fruto de
las ramas es el aumento de la vid. Así que el aumento de la iglesia se realiza cuando
los miembros llevan fruto. Todos los miembros deben llevar fruto; de otra manera,
no habrá aumento en la iglesia local.
Algunos de los hermanos jóvenes de Los Ángeles son de origen japonés y fueron
salvos recientemente. Ellos no fueron salvos por medio de reuniones donde se
predica el evangelio, sino por el contacto diario que los miembros de la iglesia
tuvieron con ellos. Esta es la manera apropiada de llevar fruto.
Hay otro concepto en el cristianismo, el cual es que debemos esperar y orar por un
gran avivamiento, entonces el Señor enviará un gran orador y nos congregaremos
para llevar a cabo una campaña de evangelización. Eso es anormal. En el capítulo
anterior mencioné que, a fin de edificar la iglesia, no debemos confiar mucho en los
maestros y ministros ya que eso no da resultados. Ahora además digo que no
debemos depender mucho de las grandes campañas de evangelización, ya que eso
también es anormal.
Hay un tercer concepto, al otro extremo, el cual también está mal. Algunos dicen:
“¡Miren a esa gente! ¡Todas sus campañas de evangelización se hacen por la energía
de la carne!”. Por supuesto, entendemos que nuestra predicación del evangelio
debe rebosar de la vida interior. Pero los que juzgan así han criticado a otros por
años; sin embargo, ellos mismos no han dado ningún fruto. Tal parece que la vida
no rebosa en ellos, así que ellos se han ido al otro extremo.
CAPITULO 22
LA PREPARACION PARA EL REGRESO DEL SEÑOR
Lectura bíblica: Lc. 21:24-28; 1 Ts. 5:1-10
EL MOVER DEL SEÑOR EN LA CHINA
A partir de 1920, el Señor empezó en la China una obra maravillosa, especialmente
entre los jóvenes. El evangelio fue llevado a la gente culta, y muchos estudiantes
universitarios del norte y del sur fueron traídos al Señor, entre los cuales estaba
Watchman Nee. Yo fui salvo por la predicación de esos jóvenes, y llegué a la iglesia
sólo unos pocos años más tarde. Poco tiempo después, el Señor comenzó a moverse
en la China a fin de llevar a cabo algo para Sí mismo y para Su iglesia. Esto sucedió
cuando las personas fueron ayudadas a ver con claridad la seguridad de la
salvación. Anteriormente, aunque muchos habían sido introducidos en el
cristianismo, muy pocos entendían claramente la seguridad de la salvación. Si
usted les hubiera preguntado a los cristianos en la China de aquel tiempo si sabían
que eran salvos o no, hubiera descubierto que la mayoría de ellos no sabían;
pensaban que era necesario esperar hasta morir antes de que el Señor les dijera si
eran salvos o no. Pero alabado sea el Señor porque El levantó un grupo de jóvenes
chinos cristianos bajo el liderazgo del hermano Watchman Nee, y la seguridad de la
salvación se definió con claridad.
Después el Señor comenzó a mostrarnos que Cristo es vida para nosotros. Vimos
que Cristo no sólo murió en la cruz por nuestros pecados, sino también para darnos
fin. Cristo murió para que nosotros muriéramos y para que El fuese vida a
nosotros; y así pudiéramos vivir por Su vida de resurrección. El hecho de que Cristo
es vida para nosotros se definió con claridad, y todos aprendimos la lección de
cómo vivir por El. En ese tiempo los mensajes del libro titulado The Normal
Christian Life [La vida cristiana normal] fueron dados en China. Por supuesto,
algunos años más tarde, en 1938 y 1939, estos mensajes fueron dados de nuevo en
Europa por el hermano Nee, los cuales fueron compilados y publicados en dicho
libro.
Cuando era un joven cristiano y estudiaba estas cosas, creía en la Palabra de Dios,
pero en mi mente todavía existía una duda. ¿Podía realmente Jerusalén ser
devuelta al pueblo de Israel? ¿Sería esto posible? En ese tiempo me parecía que
fuera imposible, pero ahora todos sabemos que Jerusalén ha sido devuelta. ¿No es
esto maravilloso? Esta es la primera señal del regreso del Señor.