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La construcción de una sociedad industrial, cuyas fábricas crecían y necesitaban ser

alimentadas constantemente con materia prima, tuvieron la consecuencia de agotar


rápidamente los recursos de Europa, creando así la necesidad de echar mano a los del resto
del planeta.

Pero comerciar en esas condiciones hubiera significado el debilitamiento político de las


naciones industriales. Por lo tanto, la forma de conseguir materias primas fue a través del
dominio militar y político de otras naciones y culturas, a través del colonialismo y el
imperialismo.

Así, los imperios europeos que ya habían tenido épocas de expansión colonial en América y
Asia, procedieron a repartirse África también. Se acercaron de manera agresiva y dominante
sobre los países menos industrializados, para poder comerciar con ellos en términos más
convenientes para Europa.

A esta etapa se la conoce como el Imperialismo, y si bien tuvo inicio de la mano de los Imperios
coloniales europeos (Gran Bretaña, Francia, Holanda, España, Portugal y en menor medida
Alemania), posteriormente se les sumó Estados Unidos.

El Imperialismo condujo inevitablemente al choque de los intereses entre los Imperios


coloniales, lo cual sentó las bases para un conjunto de conflictos, entre ellos la Primera y
Segunda Guerras Mundiales en el siglo XX. Después de esta última los imperios europeos se
derrumbaron y Estados Unidos se constituyó en la potencia imperial del mundo, en
competencia con el bloque socialista liderado por la URSS.

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