A estas alturas de mi vida, cuando el otoño está tocando las puertas y en algunos
momentos ya ingresó, me vienen a la mente el recuerdo de muchos pasajes y caminos
recorridos. Aunque el tiempo transcurrido entre tantos recuerdos hace que muchos de ellos sean difusos y lejanos, siempre algunos están tan claros como si fueran de hace algunos instantes. En muchos de ellos, y enfatizo, en muchos de ellos están los amigos, cercanos y no tan cercanos. En otros están aquellas a quién di mi afecto, amor. Aquellas que significaron felicidad, las otras que no tanto, e inclusive aquellas que significaron casi nada. Por mi ocupación, también vienen a mi mente, las imágenes de mis estudiantes. Algunos recibieron mucho, otros un poco, y penosamente, muchos casi nada. Hubiera sido diferente si hubiese sido más perceptivo, y quizás más desprendido con mis afectos, preferencias y actitudes. Hay mucho por lo que me recrimino, pero hay más de lo que me alegro haber vivido. Errores y aciertos, me parece, pueden equilibrar la balanza de la vida. No es difícil imaginar que la melancolía está unida a los sufrimientos, así como la añoranza a los momentos calmos, la alegría al recuerdo de los momentos felices. A pesar de todo lo vivido, por momentos parece que no es suficiente todavía. También hay ocasiones que el tedio o la indiferencia se presentan y conllevan al cansancio. Sin embargo, cuando siento la posibilidad de seguir dando, de seguir sintiendo afecto, de volver a vivir, pareciera que la juventud retorna, y mi existencia se abre a seguir experimentando los avatares de la vida. Disculpas por estas letras toscas, pero es un momento de melancolía que me llevó a plasmarlas.