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EL SACRAMENTO DE LA CONFIRMACIÓN

CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA

Los sacramentos de la iniciación cristiana

Con el Bautismo y la Eucaristía, el sacramento de la Confirmación constituye el


conjunto de los "sacramentos de la iniciación cristiana", cuya unidad debe ser
salvaguardada. Es preciso, pues, explicar a los fieles que la recepción de este
sacramento es necesaria para la plenitud de la gracia bautismal. En efecto, a
los bautizados "el sacramento de la Confirmación los une más íntimamente a la
Iglesia y los enriquece con una fortaleza especial del Espíritu Santo. De esta
forma quedan obligados aún más, como auténticos testigos de Cristo, a
extender y defender la fe con sus palabras y sus obras" (LG 11) [CCE 1285]

La imposición de las manos

Los Apóstoles, en cumplimiento de la voluntad de Cristo, comunicaban a los


neófitos, mediante la imposición de las manos, el don del Espíritu Santo,
destinado a completar la gracia del Bautismo (cf Hch 8,15-17). Esto explica por
qué en la carta a los Hebreos se recuerda, entre los primeros elementos de la
formación cristiana, la doctrina del Bautismo y de la imposición de las manos
(cf Hb 6,2). Es esta imposición de las manos la que ha sido con toda razón
considerada por la tradición católica como el primitivo origen del sacramento de
la Confirmación, el cual perpetúa, en cierto modo, en la Iglesia, la gracia de
Pentecostés" (Pablo VI) [CCE 1288].

Crismación o Confirmación

Muy pronto, para mejor significar el don del Espíritu Santo, se añadió a la
imposición de las manos una unción con óleo perfumado (crisma). Esta unción
ilustra el nombre de "cristiano" que significa "ungido" y que tiene su origen en el
nombre de Cristo, al que "Dios ungió con el Espíritu Santo" (Hch 10,38). Y este
rito de la unción existe hasta nuestros días tanto en Oriente como en
Occidente. Por eso, en Oriente se llama a este sacramento crismación, unción
con el crisma, o myron, que significa crisma. En Occidente el nombre

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Confirmación sugiere que este sacramento al mismo tiempo confirma el
Bautismo y robustece la gracia bautismal [CCE 1289]

Dos tradiciones: Oriente y Occidente

En los primeros siglos la Confirmación constituye generalmente una única


celebración con el Bautismo, y forma con éste, según la expresión de san
Cipriano, un "sacramento doble". Entre otras razones, la multiplicación de los
bautismos de niños, durante todo el tiempo del año, y la multiplicación de las
parroquias (rurales), que agrandaron las diócesis, ya no permite la presencia
del obispo en todas las celebraciones bautismales. En Occidente, por el deseo
de reservar al obispo el acto de conferir la plenitud al Bautismo, se establece la
separación temporal de ambos sacramentos. El Oriente ha conservado unidos
los dos sacramentos, de modo que la Confirmación es dada por el presbítero
que bautiza. Este, sin embargo, sólo puede hacerlo con el "myron" consagrado
por un obispo [CCE 1290]

La unción con el crisma

En el rito de este sacramento conviene considerar el signo de la unción y lo que


la unción designa e imprime: el sello espiritual. La unción, en el simbolismo
bíblico y antiguo, posee numerosas significaciones: el aceite es signo de
abundancia y de alegría; purifica (unción antes y después del baño) y da
agilidad (la unción de los atletas y de los luchadores); es signo de curación,
pues suaviza las contusiones y las heridas y el ungido irradia belleza, santidad
y fuerza [CCE 1293]

El sello del Espíritu Santo

Por medio de esta unción, el confirmando recibe "la marca", el sello del Espíritu
Santo. El sello es el símbolo de la persona, signo de su autoridad, de su
propiedad sobre un objeto -por eso se marcaba a los soldados con el sello de
su jefe y a los esclavos con el de su señor-; autentifica un acto jurídico o un
documento y lo hace, si es preciso, secreto [CCE 1295]

La renovación de las promesas del Bautismo

Cuando la Confirmación se celebra separadamente del Bautismo, como es el


caso en el rito romano, la liturgia del sacramento comienza con la renovación
de las promesas del Bautismo y la profesión de fe de los confirmandos. Así
aparece claramente que la Confirmación constituye una prolongación del
Bautismo. Cuando es bautizado un adulto, recibe inmediatamente la
Confirmación y participa en la Eucaristía [CCE 1298]

La imposición de manos
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En el rito romano, el obispo extiende las manos sobre todos los confirmandos,
gesto que, desde el tiempo de los Apóstoles, es el signo del don del Espíritu. Y
el obispo invoca así la efusión del Espíritu: «Dios Todopoderoso, Padre de
nuestro Señor Jesucristo, que regeneraste, por el agua y el Espíritu Santo, a
estos siervos tuyos y los libraste del pecado: escucha nuestra oración y envía
sobre ellos el Espíritu Santo Paráclito; llénalos de espíritu de sabiduría y de
inteligencia, de espíritu de consejo y de fortaleza, de espíritu de ciencia y de
piedad; y cólmalos del espíritu de tu santo temor. Por Jesucristo nuestro
Señor» [CCE 1299].

La unción con el crisma

Sigue el rito esencial del sacramento. En el rito latino, "el sacramento de la


Confirmación es conferido por la unción del santo crisma en la frente, hecha
imponiendo la mano, y con estas palabras: "Recibe por esta señal el don del
Espíritu Santo [CCE 1300].

Los efectos de este sacramento

De la celebración se deduce que el efecto del sacramento de la Confirmación


es la efusión especial del Espíritu Santo, como fue concedida en otro tiempo a
los Apóstoles el día de Pentecostés. Por este hecho, la Confirmación confiere
crecimiento y profundidad a la gracia bautismal: nos introduce más
profundamente en la filiación divina que nos hace decir "Abbá, Padre"
(Rm 8,15); nos une más firmemente a Cristo; aumenta en nosotros los dones
del Espíritu Santo; hace más perfecto nuestro vínculo con la Iglesia (cf LG 11);
nos concede una fuerza especial del Espíritu Santo para difundir y defender la
fe mediante la palabra y las obras como verdaderos testigos de Cristo, para
confesar valientemente el nombre de Cristo y para no sentir jamás vergüenza
de la cruz [CCE 1302-1303]

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COMENTARIO

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Después de las catequesis sobre el bautismo, estos días que siguen a


la solemnidad de Pentecostés nos invitan a reflexionar sobre el testimonio que
el Espíritu suscita en los bautizados, poniendo en movimiento su vida,
abriéndola al bien de los otros. A sus discípulos Jesús encomendó un misión
grande: «Vosotros sois la sal de la tierra, vosotros sois la luz del mundo»
(cf. Mateo 5, 13-16). Estas son imágenes que hacen pensar en nuestro
comportamiento, porque tanto la carencia como el exceso de sal hacen
desagradable la comida, así como la falta y/o el exceso de luz impiden ver.
¡Quien puede realmente hacernos sal que da sabor y preserva de la
corrupción, y luz que ilumina el mundo es solamente el Espíritu Santo! Y esto
es el don que recibimos en el sacramento de la confirmación, sobre el que
deseo detenerme a reflexionar con vosotros. Se llama «confirmación» porque
confirma el bautismo y refuerza la gracia, como también «crismación», por el
hecho de que recibimos al Espíritu mediante la unción con el «crisma» -óleo
mezclado con perfume consagrado por el obispo-, término que lleva a «Cristo»
el Ungido de Espíritu Santo.

Renacer a la vida divina en el bautismo es el primer paso; es necesario


después comportarse como hijos de Dios, o sea, ajustándose a Cristo que obra
en la santa Iglesia, dejándose implicar en su misión en el mundo. A esto provee
la unción del Espíritu Santo: «mira el vacío del hombre, si tú le faltas por
dentro» (cf. Secuencia de Pentecostés). Sin la fuerza del Espíritu Santo no
podemos hacer nada: es el Espíritu quien nos da la fuerza para ir adelante.
Como toda la vida de Jesús fue animada por el Espíritu, así también la vida de
la Iglesia y de cada uno de sus miembros está bajo la guía del mismo Espíritu.

Concebido por la Virgen por obra del Espíritu Santo, Jesús emprende su misión
después de que, al salir del agua del Jordán, es consagrado por el Espíritu que
desciende y permanece en Él. Él lo declara explícitamente en la sinagoga de
Nazaret: ¡es bonito cómo se presenta Jesús, cuál es el carnet de identidad de
Jesús en la sinagoga de Nazaret! Escuchemos cómo lo hace: «El Espíritu del
Señor sobre mí, porque me ha ungido para anunciar a los pobres la Buena
Nueva» (Lucas 4, 18). Jesús se presenta en la sinagoga de su pueblo como el
Ungido, Aquel que ha sido ungido por el Espíritu.

Jesús está lleno de Espíritu Santo y es la fuente del Espíritu prometido por el
Padre (cf. Juan 15, 26). En realidad, la noche de Pascua el Resucitado sopló
sobre sus discípulos diciéndoles: «Recibid el Espíritu Santo» (Juan 20, 22); y

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en el día de Pentecostés la fuerza del Espíritu desciende sobre los Apóstoles
de forma extraordinaria (cf. Hechos 2, 1-4), como conocemos.

La «respiración» del Cristo Resucitado llena de vida los pulmones de la Iglesia;


y, de hecho, la boca de los discípulos, «colmados de Espíritu Santo», se abren
para proclamar a todos las grandes obras de Dios (cf. Hechos 2, 1-11). El
Pentecostés —que celebramos el domingo pasado— es para la Iglesia lo que
para Cristo fue la unción del Espíritu recibida en el Jordán, es decir,
Pentecostés es el impulso misionero a consumar la vida por la santificación de
los hombres, para gloria de Dios.

Si en cada sacramento obra el Espíritu, está de modo especial en la


confirmación, ya que «los fieles reciben como Don al Espíritu Santo». Y en el
momento de hacer la unción, el obispo dice esta palabra: «Recibe por esta
señal el don del Espíritu Santo»: es el gran don de Dios, el Espíritu Santo. Y
todos nosotros tenemos al Espíritu dentro.

El Espíritu está en nuestro corazón, en nuestra alma. Y el Espíritu nos guía en


la vida para que nos convirtamos en la sal correcta y en la luz correcta para los
hombres. Si en el bautismo es el Espíritu Santo quien se sumerge en Cristo, en
la confirmación es Cristo quien nos colma de su Espíritu, consagrándonos
como sus testigos, partícipes del mismo principio de vida y de misión, según el
designio del Padre celestial. El testimonio prestado por los que se confirman
manifiesta la recepción del Espíritu Santo y la docilidad a su inspiración
creativa.

Yo me pregunto: ¿Cómo se ve que hemos recibido el Don del Espíritu? Si


cumplimos las obras del Espíritu, si pronunciamos palabras enseñadas por el
Espíritu (cf. 1 Corintios 2, 13). El testimonio cristiano consiste en hacer solo y
todo aquello que el Espíritu de Cristo nos pide, concediéndonos la fuerza de
cumplirlo.

[Papa Francisco. Catequesis del 23 de Mayo de 2018]

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Queridos hermanos y hermanas:

Continuando con el argumento de la Confirmación o Crismación, deseo hoy


poner el foco en la «íntima conexión de este sacramento con toda la iniciación
cristiana» (Sacrosanctum Concilium, 71).

Antes de recibir la unción espiritual que confirma y refuerza la gracia del


bautismo, quienes se van a confirmar están llamados a renovar las promesas
hechas un día por padres y padrinos. Entonces son ellos mismos quienes
profesan la fe de la Iglesia, listos para responder «creo» a las preguntas
dirigidas por el obispo; listos, en particular, a creer «en el Espíritu Santo, que es
Señor y da la vida y que hoy, por medio del sacramento de la confirmación está
de un modo especial conferido a ellos, como lo fue a los Apóstoles en el día de
Pentecostés». (Rito de la confirmación n. 26).

Puesto que la venida del Espíritu Santo reclama corazones recogidos en


oración después de la oración silenciosa de la comunidad, el obispo,
manteniendo las manos extendidas sobre los que van a confirmarse, suplica a
Dios que infunda en ellos su Santo Espíritu.

El Espíritu es el mismo, pero viniendo a nosotros lleva consigo la riqueza de


dones: sabiduría, entendimiento, consejo, fortaleza, ciencia, piedad y santo
temor de Dios. Hemos escuchado el pasaje de la Biblia con estos dones que
lleva el Espíritu Santo. Según el profeta Isaías (11, 2) estas son las siete
virtudes del Espíritu derramadas sobre el Mesías para que cumpla su misión.
También san Pablo describe el abundante fruto del Espíritu que es «amor,
alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, dominio de
sí» (Gálatas 5, 22).

El único Espíritu distribuye los múltiples dones que enriquecen la única Iglesia:
es el autor de la diversidad, pero al mismo tiempo el Creador de la unidad. Así
el Espíritu da todas estas riquezas que son diversas pero del mismo modo crea
la armonía, es decir, la unidad de todas estas riquezas espirituales que
tenemos nosotros cristianos.

Por tradición, atestiguado por los Apóstoles, el Espíritu que completa la gracia
del bautismo se comunica a través de la imposición de manos (cf. Hechos 8). A
este gesto bíblico, para expresar mejor el derramamiento del Espíritu que
impregna a quienes lo reciben, se ha agregado una unción de aceite
perfumado, llamado crisma, que ha permanecido en uso hasta nuestros días,
tanto en Oriente como en Occidente.

El aceite -el crisma- es una sustancia terapéutica y cosmética que entrando en


los tejidos del cuerpo medica las heridas y perfuma las extremidades; por esas
cualidades fue asumido por la simbología bíblica y litúrgica para expresar la
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acción del Espíritu Santo que consagra e impregna al bautizado,
embelleciéndolo con carismas.

El sacramento se confiere mediante la unción del crisma en la frente, llevada a


cabo por el obispo con la imposición de la mano y mediante las palabras:
«Recibe por esta señal el don del Espíritu Santo». El Espíritu Santo es el don
invisible otorgado y el crisma es el sello invisible. Recibiendo en la frente el
signo de la cruz con el óleo perfumando, el confirmando recibe una huella
espiritual indeleble, el «carácter», que lo configura más perfectamente a Cristo
y le da la gracias de propagar entre los hombres su «buen perfume» (cf. 2
Corintios 2,15).

Escuchamos de nuevo la invitación de san Ambrosio a los nuevos


confirmandos. Dice así: «Recuerda, pues, que has recibido el signo espiritual
[…] y guarda lo que has recibido. Dios Padre te ha marcado con su signo,
Cristo Señor te ha confirmado y ha puesto en tu corazón la prenda del Espíritu»
(De mysteriis 7,42).

Es un don inmerecido del Espíritu, para acoger con gratitud, haciendo espacio
a su creatividad inagotable. Es un don para custodiar con premura, para
secundar con docilidad, dejándose plasmar, como cera, por su ardiente
caridad, «que refleje a Jesucristo en el mundo de hoy» (Gaudete et exsultate,
23).

[Papa Francisco. Audiencia del 30 de Mayo de 2018]

PREGUNTAS PARA EL TRABAJO PERSONAL

1.- ¿Qué relación existe entre el Bautismo y la Confirmación?


2.- ¿Cuáles son los efectos de la Confirmación en aquel que la recibe?
3.- ¿Por qué en Occidente la Confirmación se da separada del Bautismo?
4.- ¿Pueden confirmar todos los sacerdotes debidamente ordenados?
5.- Comenta esta afirmación: el confirmado se compromete de forma especial a ser
apóstol de Jesucristo en su ambiente. ¿De dónde le viene esta nueva misión?

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ESQUEMA DEL TEMA

El Sacramento del Espíritu Santo

A los bautizados. el sacramento de la Confirmación los une más íntimamente a


la Iglesia y los enriquece con una fortaleza especial del Espíritu Santo. De esta
forma quedan obligados aún más, como auténticos testigos de Cristo, a
extender y defender la fe con sus palabras y sus obras

La imposición de las manos

Los Apóstoles, en cumplimiento de la voluntad de Cristo, comunicaban a los


neófitos, mediante la imposición de las manos, el don del Espíritu Santo,
destinado a completar la gracia del Bautismo (Hch 8,15-17).

Crismación: la unción con el crisma

Para mejor significar el don del Espíritu Santo, se añadió a la imposición de las
manos una unción con óleo perfumado (crisma). Esta unción ilustra el nombre
de "cristiano" que significa "ungido".

Dos tradiciones: Oriente y Occidente

En los primeros siglos la Confirmación constituye generalmente una única


celebración con el Bautismo. En Occidente, por el deseo de reservar al obispo
el acto de conferir la plenitud al Bautismo, se establece la separación temporal
de ambos sacramentos.

La unción en la antigüedad

La unción con aceite en el simbolismo bíblico y antiguo es signo de abundancia


y de alegría; da agilidad (la unción de los atletas y de los luchadores); y es
signo de curación, pues suaviza las contusiones y las heridas.

El sello del Espíritu Santo

Por medio de esta unción, el confirmando recibe "la marca", el “sello” del
Espíritu Santo. El sello es signo de propiedad sobre un objeto y autentifica un
acto jurídico o un documento.

La renovación de las promesas del Bautismo

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La liturgia del sacramento comienza con la renovación de las promesas del
Bautismo y la profesión de fe de los confirmandos. Así aparece claramente que
la Confirmación constituye una prolongación del Bautismo.

La imposición de manos

En el rito romano, el obispo extiende las manos sobre todos los confirmandos,
gesto que, desde el tiempo de los Apóstoles, es el signo del don del Espíritu. A
continuación, el obispo invoca la efusión del Espíritu.

La unción con el crisma

En el rito latino, el sacramento de la Confirmación es conferido por la unción del


santo crisma en la frente, hecha imponiendo la mano, y con estas palabras:
"Recibe por esta señal el don del Espíritu Santo”

Los efectos de este sacramento

Su efecto es la efusión especial del Espíritu Santo, como fue concedida a los
Apóstoles el día de Pentecostés. Por este hecho, la Confirmación confiere
crecimiento y profundidad a la gracia bautismal.

Para ser testigos de Cristo

Además, nos concede una fuerza especial para difundir y defender la fe


mediante la palabra y las obras, como verdaderos testigos de Cristo.

ORACIÓN
Oh Dios que iluminas los corazones de tus hijos con la luz del Espíritu
Santo, haznos dóciles a sus inspiraciones, para que podamos gozar
siempre de sus consuelos. Por N.S.J.C. Amén.

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