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Sotelo, gracias K.

Cross & Botton


The Fall
THE LYCANS, 7

JENIKA SNOW

Sotelo, gracias K. Cross & Botton


Sebastian

Era un monstruo despiadado. La mano derecha del vampiro sociópata


más poderoso del mundo.
Lo único que importaba era saciar mi sed de sangre por matar.
Cuando llegó el momento de acabar con la Asamblea, un grupo de
humanos dementes que utilizaban a las criaturas del Otro Mundo
para su propio y enfermizo entretenimiento, estaba dispuesto a
ensuciar el suelo con sus cadáveres.
E hice bien mi trabajo.
Pero cuando me desperté en medio de la nada y me di cuenta de que
había sido arrojado a otra dimensión, la idea de la muerte fue un dulce
alivio.
Pero entonces me encontró un improbable aliado. Ella me salvó.
Esta pequeña hembra Fae con orejas puntiagudas, colmillos
diminutos, pelo rojo intenso y pecas que me hacían sentir hambre y
sed y morir por ver cada parte de ella.
Ada. Mi compañera.
Fue un comienzo de enemigos a amantes, donde éramos ella y yo
contra todo lo demás en este nuevo y peligroso mundo.
Y por primera vez en mi vida realmente... quería algo para mí. Quería
proteger en lugar de matar.
Quería amar en lugar de odiar.
No sabía si alguna vez podría ser algo más que el villano de mi propia
historia.

Sotelo, gracias K. Cross & Botton


Prefacio
Se unieron, vampiros y Lycans luchando como uno solo para acabar
con la Asamblea, una organización corrupta de siglos de antigüedad
dirigida por la élite y los ricos del mundo humano. El único propósito
de la Asamblea era capturar a las especies del Otro Mundo y utilizarlas
como objetos de exhibición para obtener beneficios.
Los Otro Mundo encontraron una instalación subterránea y mataron
a cualquiera que se les cruzara en su misión de salvar a los que habían
sido capturados.
Ahora había llegado el momento de liberar a las criaturas -buenas y
malas- y acabar por fin con esto.
O eso creían.
Porque aunque un mal terminó... otro comenzó.

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Prólogo
SEBASTIAN

—No voy a hacerte daño. — Su voz era suave, apaciguadora,


como si supiera que yo trabajaba por puro instinto, y supiera que yo
era todo menos un animal salvaje acorralado.

No, pero voy a hacerte daño.


Dioses, su olor.
Se me hizo agua la boca con la sola idea de lo bien que sabría, lo
espesa y rica que sería su sangre cuando cubriera mi lengua y se
deslizara por la parte posterior de mi garganta. El estómago se me
revolvió dolorosamente, esa sensación de escozor me cubrió los brazos
y las piernas, los dedos de las manos y de los pies.
Mi visión se aclaró por una fracción, mi mirada se fijó ahora en
el lado de su garganta, donde podía ver su yugular palpitando.
Apreté los ojos y me eché el brazo por encima, sintiendo el
miembro como si estuviera lleno de plomo.
Ella se acercó más. Me dolían los colmillos, y cada parte salvaje
y depredadora de mí me decía que la dejara seca y me hiciera más
fuerte.
Me tocó el brazo y me rompí.
Era tan buena, mejor que cualquier cosa que hubiera probado,
el vino más dulce. Apoyé mi cuerpo contra el suyo y casi gemí por lo
suave y femenina que era.
Su sangre corrió por mis venas y sentí que mi fuerza se
multiplicaba por diez, creciendo y creciendo hasta que rugió en mi
cabeza.
Y seguí bebiendo hasta la saciedad, tragando bocados a la vez.
Luchó contra mí, pero yo era demasiado codicioso, demasiado
hambriento para detenerme.

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Gemí. Era pequeña, suave.
Era...

Oh, joder.
Me separé de ella y jadeé, apoyándome en mis piernas para
mirarla. El corazón me latía con fuerza, su sangre corría por cada
parte de mi cuerpo y se tejía, curándome desde adentro.
Con cada segundo que pasaba, mi visión se volvía más clara,
más nítida. Podía ver cada detalle en la oscura cueva, cada pequeño
detalle de ella.
Tenía el pelo largo y rojo oscuro, grandes ojos verdes, una
salpicadura de pecas en el puente de la nariz y unos labios rojos que
estaban fruncidos como si estuviera... enojada.
Y con cada segundo que pasaba, su expresión de horror se
convertía en una de ira. Levantó la mano y se tocó el costado de la
garganta, y bajé la mirada para observar cómo retiraba los dedos
cubiertos de sangre.
Me llevé los dedos a los labios, miré los dígitos y un ruido áspero
me abandonó al ver que el rojo cubría las almohadillas.
Acababa... acababa de atacar a mi hembra. Casi la dejé seca.

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Capítulo 1
ADA

Esto era todo. Era mi oportunidad de escapar de este infierno.


Toda la sala se estremeció y los escombros cayeron del techo
cuando los guardias de la sala de observación en la que estaba
encadenada empezaron a ladrar órdenes entre ellos.
Sonreí al ver sus miradas de santa-mierda-qué-demonios-se-
supone-que-hagamos-ahora cruzar sus caras.
Cuando todos sacaron sus locas armas de aspecto futurista y
salieron de la sala, tiré de mis correas.
—Oigan, imbéciles. — grité antes de que el último humano se
fuera.
Miró por encima de su hombro, y tiré de las esposas
místicamente protegidas, señalando en silencio lo obvio.
—Estoy colgada como un cordero de sacrificio aquí, amigo.
Las esposas y la cadena me mantenían los brazos por encima de
la cabeza y la espalda pegada a la pared de piedra. Cuando no hizo
ningún movimiento para ayudarme, emití un sonido frustrado de
indignación.
— ¿En serio vas a dejarme así cuando el maldito lugar se está
cayendo a nuestro alrededor?— Por supuesto, no creía que a ninguno
de esos estúpidos le importaran una mierda las criaturas del Otro
Mundo que tenían aquí, aparte de cuánto dinero podíamos ingresar.
Pero al menos esperaba que vieran que dejarnos morir no era lo
mejor para ellos.
El bastardo humano se marchó sin volver a mirar en mi
dirección.
—Imbécil. — grité y seguí tirando de las cadenas hasta que se
me clavaron en la carne y la sangre goteó por mis antebrazos.

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La habitación parecía temblar a mí alrededor, los paneles del
techo se estrellaban contra el suelo y se abrían, el polvo y la suciedad
llenaban la habitación hasta que tosía y parpadeaba para no llorar.
Dioses, cómo deseaba que el suelo se abriera y me tragara entera
en ese momento.
Levanté la cabeza y miré por encima de mí el sistema de cadenas
y poleas que habían montado para dejarme un par de centímetros de
holgura.
Lo suficiente para ver cómo me retorcía mientras me torturaban,
porque así los espectadores se desahogaban.
Otro estallido rebotó, seguido por el temblor de la habitación y
un destello increíblemente brillante de luz antinatural. Se oyeron
gritos y disparos en la sala, y sentí que la adrenalina me recorría el
torrente sanguíneo.
Durante el último año en que había sido encarcelada por esos
imbéciles despreciables que se hacían llamar la Asamblea, había
aprendido a utilizar mi personalidad sarcástica y ultra-perra para
mantener la cordura y echarles mierda.
Era la única manera de sobrevivir tanto tiempo. Porque si no, el
dolor y el horror que me habían infligido habrían cambiado la persona
que era.
Así que me defendí, y si no podía hacerlo físicamente, entonces
los cortaba con las palabras que salían de mi lengua.
Eso me llevaba a más castigos y dolor.
Pero me había mantenido con vida tanto tiempo, y estaría
condenada si mi caída final fuera porque este maldito lugar se estaba
yendo por el desagüe.
Otra explosión hizo temblar todo el lugar, y agaché la cabeza,
protegiendo mis ojos lo más posible de los restos que llovían.
Más gritos. Más sonidos de guerra justo afuera de la habitación
en la que me encontraba. Oí maldecir a los humanos, seguidos de
rugidos del Otro Mundo.
Las criaturas del Otro Mundo estaban libres.

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Levanté la cabeza para mirar a la entrada de la habitación
cuando oí unos clavos raspando el bloque de hormigón. Un segundo
más tarde, medio cuerpo fue arrojado al otro lado del pasillo, y el
repugnante ruido que produjo al golpear el suelo fue suficiente para
provocarme arcadas.
Y entonces una enorme criatura se puso de pie al otro lado de la
puerta. La parte superior de su cuerpo parecía la de un hombre, con
una piel lisa y oscura y unos músculos duros y ondulados.
Pero la parte inferior de su cuerpo era bestial, con pezuñas en
lugar de pies, pieles que cubrían sus piernas y el bajo vientre, y un
pene vergonzosamente enorme que colgaba entre sus piernas.
Por supuesto, desvié mi atención de eso para mirar su cara, que
seguía pareciendo semi humana, pero tenía unos cuernos arqueados
que se extendían hacia atrás sobre el cráneo, unos ojos brillantes y
unos colmillos que le sobrepasaban el labio inferior.
Se detuvo en el umbral de la puerta y me miró, con la cabeza
inclinada hacia un lado, y su forma era tan grande que no habría
podido atravesar la entrada sin agacharse y girar el cuerpo.
La larga luz fluorescente de la habitación se encendió y apagó
durante un segundo antes de que otro estruendo hiciera vibrar las
paredes.
La luz se estrelló, la bombilla se hizo añicos y sumió la
habitación en la oscuridad. La luz que se derramó en el interior
procedía del parpadeo del resplandor amarillo del pasillo, lo que no
hizo sino resaltar el hecho de que la enorme criatura seguía ahí de pie.
Sus ojos estaban enrojecidos mientras me miraba fijamente, y
yo tiraba una y otra vez de mis ataduras. Pero las cadenas se imponían
mágicamente, y como era Fae, no era más fuerte que un humano.
Además de estar constantemente drogada, no estaba consiguiendo
nada con mi libertad.
—Si solo vas a quedarte ahí mirando, quizá puedas ayudar a una
chica y quitarle estas malditas cosas. — Hice sonar las cadenas. —De
acuerdo... bueno, si no piensas ayudarme, entonces ¿puedes tener la
amabilidad de irte a la mierda y buscar a alguien que pueda ayudar?
Preferiría no ser enterrada viva aquí abajo.

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Probablemente debería haber dejado la última parte para mí.
Cabrear a mi posible ayudante no era la decisión más inteligente.
Puede que solo tenga veintiséis años y no tenga las décadas o siglos
de experiencia vital de muchos en el Otro Mundo, pero era luchadora
y no iba a caer sin luchar.
Dioses, ¿podría este hombre moverse más lentamente? No es que
el maldito lugar se estuviera derrumbando a nuestro alrededor.
Por supuesto, me guardé eso para mí y pegué una sonrisa en mi
cara, una que esperaba que fuera agradecida y no forzada y ansiosa
como el infierno.
Estaba a un metro y medio de mí cuando sus fosas nasales se
encendieron y sus ojos se volvieron negros. Dejó escapar un gruñido
profundo antes de decir: —Hacía mucho tiempo que no comía carne
fresca.

Oh, mierda.
Luché contra las cadenas, pero fue inútil. Me preparé y me puse
en tensión, dispuesta a patear a ese imbécil en su monstruosamente
grande -y muy inhumana- polla si se acercaba más a mí.
Dio un paso adelante, sus pezuñas pisaron el cristal roto y lo
aplastaron aún más hasta que no fue más que polvo debajo de él.
Oí el chasquido de un arma que se disparaba un segundo antes
de que la criatura rugiera y saliera despedida hacia un lado.
Dio un rugido ensordecedor antes de girarse. Pude ver cómo un
humano le apuntaba con una de esas extrañas pistolas que llevaban,
efectuando otro disparo cegador antes de que la criatura del Otro
Mundo se lanzara contra el hombre.
Se produjo otro disparo, que aterrizó justo al lado de mi cabeza
en el cemento.
—Joder. — exhalé y traté de hacerme lo más pequeña posible.
Hubo otro disparo y llovieron bloques de cemento sobre mí, pero
entonces mis brazos se soltaron. Miré hacia arriba y vi que la bala
perdida había atravesado la cadena.

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Oí más crujidos y no me detuve a preocuparme por los cómos o
los porqués ni qué demonios estaba pasando en la habitación con el
humano y la bestia del Otro Mundo.
Me limité a salir de ahí con el sonido de la mierda chocando
detrás de mí siguiendo mi huida.
Corrí por el pasillo, sin tener la menor idea de adónde iba,
esquivando lámparas rotas y trozos de cemento y yeso que caían a mi
alrededor.
Salté por encima de los escombros, me mantuve pegada a la
pared, y cuando llegué a la bifurcación del pasillo, frené y miré a la
vuelta de la esquina. A la izquierda había un grupo de criaturas del
Otro Mundo luchando contra un grupo de guardias humanos.
Y a la derecha estaba benditamente vacía, así que ir por ahí era
una obviedad.
Estaba jadeando, respirando más fuerte que nunca, sintiendo el
sudor y la suciedad pegados a mi piel. Ser Fae significaba que era
rápida y ágil, y como era una hembra de mi especie, también era ágil
pero débil, con un cuerpo pequeño en el que podía meterme en lugares
estrechos para seguir viva.
Durante el último año me habían sedado, torturado y mantenido
como una mascota para quienes estaban dispuestos a pagar
cantidades exorbitantes de dinero para presenciar mi dolor.
Me habían despojado de cualquier tipo de fuerza que tuviera, y
me habían dado plata, la única cosa que era como un ácido para mi
piel y que me hacía totalmente indefensa.
En resumen, todo esto era una mierda.
Doblé otra esquina, tropezando con grandes trozos de roca que
esparcían el suelo, pero cuando oí gritos, sentí que se me erizaban los
pelos de los brazos.
La electricidad me lamió la piel, seguida del sonido de los gritos,
los disparos y luego un rugido impío.
El espectáculo que tenía ante mí era horrendo, algo que parecía
sacado de una novela gráfica para una escena en la que los villanos y
los superhéroes estuvieran en guerra.

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Sabía lo que era esa criatura. Sabía de lo que era capaz.
Un Leandrean.
El varón estaba de pie en el centro del pasillo, con dos metros de
piel gris, músculos duros, pelo largo y blanco, ojos negros como el
carbón y una boca llena de dientes aserrados.
Los guardias formaban un círculo a su alrededor, sus armas se
disparaban pero rebotaban en un campo de fuerza invisible que
rodeaba al macho.
Había oído historias sobre la especie Leandrean, sobre cómo
formaban parte de los Katara del Otro Mundo, una facción malvada
que se aprovechaba de cualquiera, cualquier cosa más débil que ellos.
Pero había una cosa que diferenciaba a los Leandrean de todos
los demás. Y era que ellos eran los guardianes, los poseedores de las
llaves de todas las dimensiones.
Sabía que podían abrir esas puertas tan fácilmente como
encender un interruptor de luz.
Podía sentir la energía que palpitaba en el pequeño espacio, un
viento terrenal que azotaba al hombre del Otro Mundo. Su larga
cabellera blanca se agitaba a su alrededor, con chispas de electricidad
que se movían visiblemente alrededor de su piel cenicienta y grisácea.
Podía oír el crujido y el estallido que provenía de él cuando
levantó las manos, con seis dedos en cada una, con garras de punta
negra que las salpicaban.
Sus ojos estaban completamente negros mientras miraba al
techo, con la boca abierta, sus dientes dentados goteando lo que solo
podía suponer que era sangre humana.
El Leandrean estaba cantando, sus palabras eran extrañas pero
ominosas. Sentí que la presión aumentaba en la habitación, con tanta
fuerza que no podía respirar.
La magia procedente del Otro Mundo era como un latido.

Thump-thump. Thump-thump. Thump-thump.


Aunque no sabía lo que estaba ocurriendo, si fuera una
jugadora, habría apostado a que el Leandrean estaba a punto de

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mandar a todos a otra dimensión. Abriría un portal, si no para
salvarse a sí mismo, sí para desactivar la situación y poder escapar.
Eso significaba que yo estaba justo en el fuego cruzado, y no
había ninguna cantidad de carrera que pudiera protegerme del vórtice
que seguramente me absorbería.
Mierda.
Podía sentirlo en la mismísima boca del estómago, el instinto me
decía que corriera, pero aun así sabía que no serviría de nada. No
había ninguna distancia que me salvara ahora mismo.
Observé con horror cómo la carne de los humanos empezaba a
desprenderse de sus cuerpos como la cáscara de un plátano. Algunos
explotaron, como si la presión de ser totalmente mortales y estar tan
cerca de la criatura del Otro Mundo fuera demasiado.
Con un rugido ensordecedor, la mandíbula del macho del Otro
Mundo se desencajó, haciéndose asquerosamente larga, mientras el
humo negro salía y llenaba todo el pasillo.
Una enorme ráfaga surgió del centro de su pecho, con zarcillos
que envolvían todo lo que encontraba a su paso.
Me empujó hacia atrás con tanta fuerza que me golpeé contra el
bloque de hormigón, y mi cabeza se rompió contra la piedra antes de
caer al suelo.
Y entonces todo se volvió oscuro.

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Capítulo 2
SEBASTIAN

Ni una sola vez se me ocurrió que estaba cometiendo un jodido


error al dejar que la Asamblea me tomara como su prisionero.
Sí, con gusto había tomado fuerzas con los Lycans y los vampiros
para acabar con esos malditos y rescatar a la pareja predestinada de
mi primo psicótico Adryan.
Aunque no tenía la emoción de sentirme feliz o preocupado por
recuperar a la hembra de Adryan, le era leal por encima de todo. Y
diablos... el derramamiento de sangre siempre era un buen momento.
Mi plan era acabar con todos los humanos posibles. Y había
estado hambriento de eso, sediento de que sus muertes fueran nuevas
marcas de conteo que marcaran mi alma negra.
El tiempo parecía fundirse en un carrete rodante y monótono en
este pozo del infierno. Lo único de lo que fui consciente después de
que me cogieran fue de una celda húmeda, de una visión y un oído
drogados y de una fuerza nula.
Y aunque me capturaron, el reconocimiento había sido exitoso.
Habíamos abatido a un montón de humanos. Y yo estaba a punto de
hacerlo de nuevo, a punto de quitar vidas y sumar cuentas.
Durante la última semana me habían llenado de sedantes,
drogas que me debilitaban. Eso les permitía torturarme, llevarme de
un lado a otro para que no opusiera resistencia y así poder hurgar en
mí, abrirme en canal y torturarme para la diversión y el
entretenimiento de los putos humanos ricos.
Pero, maldita sea, estaba listo para luchar, listo para acabar con
esto de una vez por todas, y ese momento era ahora.
Ellos pensaban que yo era demasiado débil para ser una
amenaza... algo que les permitía pensar. Dejé que mi tolerancia
creciera cada vez que sus drogas corrían por mis venas.

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Observé. Escuché. Y planeé infiltrarme en este pedazo de mierda
de adentro hacia afuera.
—Es un gran cabrón. — dijo uno de los guardias que me llevaba
por el pasillo estéril.
—Démonos prisa. — dijo el otro guardia y enroscó más su mano
en mi brazo.
Me habría reído del hecho de que pensara que me estaba
haciendo daño. Maldito humano débil.
—Mierda, ¿cuánto le has dado esta vez? Es un puto peso muerto.
— ¿Preferirías que nos atacara como lo hizo la última vez y
eliminara a todos los soldados?
El otro guardia gruñó, y aceleraron el paso, con los latidos del
corazón acelerados por el esfuerzo.
Era un peso muerto, pero estaba totalmente consciente, listo
para bañarme en sangre.
Y de repente se detuvieron, y uno de ellos murmuró: — ¿Qué
demonios?
Olí a la hembra antes de oírla respirar un fuerte suspiro.
Los grilletes alrededor de mis muñecas eran pesados, la magia
se arremolinaba alrededor de ellos y me quemaba la piel, el olor de mi
carne cocinándose me llenaba la nariz. Puede que en estos momentos
sea imposible romperlas antes de que les parta el cuello, pero
jodidamente se acercaba.
Levanté lentamente la cabeza, los guardias humanos estaban
demasiado concentrados en la mujer que tenían delante como para
notar el cambio en mi movimiento. Fijé mi mirada en la suya, y aunque
sentía las drogas de forma marginal, mi cuerpo debilitado por la
magia, estaba muy preparado para esto.
Apartó su atención de la mía y miró a los guardias. Los humanos
se quedaron boquiabiertos, congelados mientras los tres se miraban
entre sí, la mujer del Otro Mundo tenía una expresión amplia y
aterrorizada.

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La conocía, había oído hablar bastante de ella a Odhran, uno de
los Lycans escoceses que llevaba décadas buscando a su compañera
secuestrada. Se oía a las criaturas rugir y gritar, las peleas estallaban
a nuestro alrededor y en diferentes pasillos. El Otro Mundo estaba
recuperando el poder.
La hembra dio un paso atrás, pero la pared le impidió retroceder
más. Uno de los guardias maldijo, y fue entonces cuando dejé salir a
la bestia.
Le sonreí, con la boca hecha agua por lo que estaba a punto de
ocurrir.
A pesar de las esposas, dejé que todo ese salvajismo saliera de
mí, sacando los últimos restos de droga que corrían por mis venas.
Dejé que toda mi brutalidad sociópata explotara de mí.
El primer guardia que probó la muerte fue el que había
disfrutado torturándome. Rugí y le arranqué la garganta con los
dientes, desgarrando su carne, la sangre salpicando mi cara y mi
pecho. No podía pensar con claridad, no podía concentrarme en nada
más que en arrancarle las extremidades, brazos y piernas que volaban
en todas direcciones.
Tiré su tráquea a un lado antes de ir por el siguiente cabrón.
Tenía su arma apuntando hacia mí, y sonreí, con la sangre de
su amigo goteando de mi boca en lo que sin duda era un espectáculo
espeluznante.
Apretó el gatillo, pero esquivé la bala y le rompí el cuello. Quería
que esto durara, alargar su sufrimiento, pero tenía en cuenta a la
hembra de Odhran, y este maldito lugar estaba implosionando desde
adentro.
Cuando terminé con la masacre, me giré y me enfrenté a la
hembra. Estaba totalmente aterrorizada, el olor de su miedo era como
gasolina en mi nariz. Hizo un ruido de miedo en el fondo de su
garganta.
Me agaché, arranqué la tarjeta de la llave de uno de los humanos
y la pasé por encima de las esposas. El espejismo que la rodeaba se
disipó y el candado se abrió un segundo antes de caer sin

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contemplaciones al suelo. Siseé con los dientes apretados y miré mis
muñecas en carne viva y carbonizadas, llenas de ampollas.
Estaba acechando hacia adelante, solo se detuvo cuando estaba
a un pie de la hembra.
—Ven, hembra.
No se movió, sus ojos todavía grandes, su miedo creciendo.
No tenía tiempo para esto. —Hembra —gruñí— si quieres salir
de aquí con tu compañero, vamos.
Su boca se abrió y se cerró, sin que saliera ningún sonido
mientras su miedo se convertía en confusión, y luego... en esperanza.
No tenía esas emociones que se interponían con el hecho de
saber que había que hacer una mierda para seguir vivo y en la cima.
No permitía que el amor o la tristeza, la felicidad o el anhelo nublaran
mi juicio. No había placer en mi vida.
Solo tenía lealtad y la necesidad de derramar sangre.
— ¿Mi compañero?
Pude ver la esperanza que llenaba su rostro, y me sentí como un
bastardo por sentir indiferencia mezclada con impaciencia.
—Escuché a los guardias hablar de ti, diciendo tu nombre y el
de tu compañero mientras me sacaban de una de sus salas de tortura.
— Intenté alejar el gruñido áspero de mi voz, pero incluso pensar en
la mierda que me hicieron pasar me convirtió en un imbécil
malhumorado. —Si quieres llegar a él, sé dónde está.
Fingiendo que estaba casi en coma por las drogas había llevado
a estos idiotas a tener los labios sueltos a mí alrededor.
—No sé dónde están los otros guardias, y no sé cuánto tiempo
tenemos antes de que entren en tropel. Tenemos que irnos ya. — No
esperé a que me siguiera. O venía conmigo o se arriesgaba sola. Una
parte de mí no quería arrojarla a los lobos, pero no tenía tiempo ni
paciencia para mimar a una hembra que ni siquiera era mía.
Oí que me seguía solo un momento después, y sentí que la
opresión en mi pecho disminuía.

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A pesar de que los pasillos parecían todos iguales, me habían
sacado de mi celda más veces de las que podía contar estando aquí.
Había memorizado el laberinto de pasillos lo suficientemente bien
como para encontrar el camino hacia donde sabía que tenían a
Odhran.
— ¿Quién eres? — susurró detrás de mí, pero seguí avanzando.
Me aseguré de escudriñar todos los espacios disponibles delante
de mí, a los lados, y extendí mis sentidos hacia afuera para no perder
una emboscada. Solo llevábamos un minuto caminando antes de que
extendiera la mano para detenerla.
Podía oler el hedor de la depravación humana.
Apreté mi antebrazo contra su pecho y empujé a la hembra
contra la pared tan repentinamente que oí cómo se le escapaba el aire
de los pulmones. Al instante sentí su disgusto por mi proximidad y
supe que, como no era su pareja predestinada, tocarla le causaría
malestar físico. Bajé mi brazo de ella y me concentré en el frente
mientras los humanos se acercaban.
La miré y levanté la mano para llevarme un dedo a los labios,
asegurándome de que supiera que tenía que guardar silencio. Un
momento después llegó el sonido de voces bajas.
Miré fijamente a la compañera de Odhran, manteniendo mi
compostura tranquila y fácil porque era exactamente lo que sentía.
Pero quería mostrárselo físicamente con la esperanza de que eso la
tranquilizara. Pude ver que había visto mucha mierda, y sabía por su
compañero Lycan que había estado atrapada con la Asamblea durante
décadas.
Inhalé profundamente, oliendo a los humanos de la Asamblea
que se acercaban. Sentí que mis ojos parpadeaban en rojo
intermitentemente, incapaz de ocultar la emoción y el subidón que me
producía la idea de acabar con sus vidas.
Dos machos humanos pasaron desde la dirección opuesta, de
espaldas a nosotros, con su conversación en voz baja. Contuve mi
gruñido, me quedé quieto y no ataqué... todavía.
Quería ir hacia ellos, romperles el cuello y vaciar sus cuerpos de
sangre. Pero me mantuve alejado porque no era el único en el que

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debía pensar en este momento. Llevaría a la compañera de Odhran
aunque me matara.
Cuando los humanos se fueron y ya no pudimos oír sus voces,
le hice un gesto para que me siguiera de nuevo. Fuimos en dirección
contraria, girando a la izquierda y luego a la derecha, mi memorización
de este maldito lugar nos llevó a donde sabía que el Lycan estaba
retenido.
Me detuve cuando llegamos a una gran puerta de metal, la
pequeña ventana alambrada del centro mostraba un trozo del interior.
Había celdas a ambos lados de la sala y un humano apostado al
final de cada punto de la pasarela. Miré a la ninfa y sonreí antes de
usar la tarjeta de acceso que le había robado a los ahora humanos
muertos para abrir la puerta y entré.
Enseguida agarré al guardia más cercano a mí y le rompí el
cuello, y luego le arranqué la garganta al otro. El ruido dentro del
bloque de celdas se multiplicó por diez, ya que las criaturas del Otro
Mundo enjauladas dentro se volvieron locas ante la violencia y el
derramamiento de sangre.
—Aquí adentro. — llamé a la compañera de Odhran, y la vi echar
un vistazo a la esquina antes de entrar vacilante.
El suelo estaba lleno de cadáveres y la sangre salpicaba el
cemento. La ninfa se quedó mirando mientras yo iba de celda en celda
y utilizaba la tarjeta llave para abrir cada una.
Las puertas se abrieron y los enormes machos del Otro Mundo
se liberaron.
—Por aquí, hembra. — grité, luego recorrí el bloque de celdas y
me detuve en la última celda. Tras utilizar la tarjeta de acceso, la
puerta se abrió. Retrocedí justo cuando Odhran salió.
El gran Lycan tenía la cabeza inclinada hacia un lado mientras
me miraba, y cuando incliné la barbilla en dirección a la ninfa, Odhran
giró lentamente la cabeza y la miró.
Ladeé la cabeza hacia un lado mientras observaba a Odhran y
su pareja mirarse a los ojos y mirarse fijamente durante largos
momentos. Y entonces ella corrió hacia él.

Sotelo, gracias K. Cross & Botton


Me giré para darles privacidad mientras iba a liberar al resto de
las criaturas del Otro Mundo. Solo después de que las bestias
estuvieran libres me volví hacia Odhran. Abrazó a su compañera con
fuerza, murmurándole palabras en gaélico.
—Odio interrumpir el feliz reencuentro, pero los dos tienen que
salir de aquí antes de que la mierda llegue al ventilador. — dije en un
tono bajo y rudo. —Ve, toma a tu hembra. Aléjate de aquí.
—Sebastian, ven con nosotros. — La voz de Odhran era firme y
fuerte.
Sacudí la cabeza. —Voy a quemar a este hijo de puta hasta los
cimientos, a bañarme en sus cenizas y a limpiarme los dientes con los
huesos del llamado Tore. — Sonreí al pensar en el jefe de esta
operación demente, el humano responsable de llevarse a la compañera
de Adryan y de crear tanto sufrimiento en mi especie.
—Ve, sigue la carnicería y los cuerpos. Te llevarán al exterior. —
Incliné la cabeza hacia el pasillo.
Odhran permaneció en silencio solo un segundo antes de asentir
una vez. —Buena suerte. Destrúyelos a todos.
Miré fijamente a Odhran durante un momento antes de dejar
que una sonrisa sádica se extendiera por mi rostro.
Ese era mi maldito plan.
Observé a Odhran salir corriendo con su hembra, y sentí una
extraña agitación en mi pecho, una que no pensaba demasiado. Pero
también era una que no podía ignorar.
Maldito anhelo. Eso es lo que era este sentimiento.
No necesitaba una compañera. No necesitaba nada más que la
violencia y la rabia que corrían por mis venas mientras acababa con
ese grupo de malhechores que herían y torturaban a los de mi especie
por puro entretenimiento.
Eso es lo que me decía una y otra vez mientras me imaginaba a
Odhran con su hembra, la pura felicidad y el alivio reflejados en su
rostro mientras la miraba. Este macho era jodidamente devoto. Sabía
que se arrancaría el puto corazón con tal de hacerla feliz.

Sotelo, gracias K. Cross & Botton


Bloqueé todo lo que no tuviera que ver con la violenta necesidad
de venganza y comencé a abrir las celdas.
La seguridad y las cerraduras estaban desactivadas, la magia
vacilaba pero era tolerable.
Dejé salir a Vox y Bane de sus celdas, dos imbéciles del Otro
Mundo a los que había oído discutir sin parar desde que llegué.
Un demonio y un Angelis.
Bane, el demonio imbécil, me miró fijamente, seguramente
contemplando la posibilidad de ir por mí para dejar salir toda la
agresividad clara.
—Podemos luchar entre nosotros. — gruñí, sin intimidarme lo
más mínimo. —Será una pelea brutal, con un gran cabrón como tú,
pero nunca he perdido una pelea. — lo miré fijamente a los ojos. —
Tampoco he luchado nunca contra un demonio, pero hay una primera
vez para todo. — Sonreí lentamente, dejando que viera cómo se
alargaban mis colmillos con la emoción de un alboroto asesino que me
llenaba. —O podemos quemar a este hijo de puta hasta los cimientos
y matar a todos estos guardias de la Asamblea.
Las fosas nasales de Bane se ensancharon, sus ojos brillaron
mientras gruñía antes de marcharse. Vox, el jodido Angelis alado,
sonrió al ver a Bane marcharse.
—Es una perra temperamental. — Vox se rió. Hizo crujir sus
manos llenas de garras y giró la cabeza alrededor de su cuello. La
energía crujió a su alrededor mientras desplegaba sus alas negras, las
garras inclinando los extremos, la envergadura enorme.
Un momento después, Vox desapareció, dirigiéndose hacia el
pasillo por el que Bane acababa de desaparecer.
Estaba seguro de que esos dos tendrían un número de cadáveres
que rivalizaba con el mío.
Y entonces me puse a trabajar de una puta vez para pintar los
suelos y las paredes de rojo.
Liberé a todas las criaturas del Otro Mundo que pude entre los
asesinatos y las mutilaciones de los guardias, pero cuando estaba a
punto de adentrarme en las instalaciones y eliminar a los rezagados,

Sotelo, gracias K. Cross & Botton


sentí un cambio en el aire, un espesamiento que cubría mi piel
empapada de sangre.
Me costaba respirar y me era imposible pensar con claridad.
Pero seguía destruyendo a cualquier humano que se me cruzara,
seguía arrancando gargantas y bebiendo mi ración de sangre. Me
deleitaba en la violencia que me hacía más fuerte.
Nada iba a detenerme... nada hasta que una enorme explosión
palpitó a mí alrededor antes de lanzarme al otro lado del pasillo. El
sonido de mi cráneo rompiendo contra el bloque de hormigón fue lo
último que recordé.

Sotelo, gracias K. Cross & Botton


Capítulo 3
SEBASTIAN

No recordaba una mierda después de una gran explosión y de


haber quedado inconsciente, pero sentía que debería haber sabido
dónde demonios estaba después de despertarme.
Avancé por el bosque, sintiéndome borracho, incapaz de pensar
con claridad, incapaz de ver nada más que colores y formas borrosas
frente a mí. El olor a madera carbonizada y a hollín, a piel quemada y
a sangre me llenaba la nariz.
Me tambaleé y saqué una mano, mi palma conectó con el tronco
de un árbol. Mis garras se clavaron en la corteza.
Maldita sea, hacía calor y había mucha luz, y tenía mucha sed.

El maldito sol olvidado por Dios.


Incliné la cabeza hacia atrás. Los árboles no eran lo
suficientemente gruesos como para cubrir esa maldita bola de luz que
me estaba drenando de adentro hacia afuera. Apagué el sol, y luego
gemí al sentirme como una auténtica mierda, pues mi energía se
estaba agotando exponencialmente.
Necesitaba un refugio hasta que se pusiera el sol, o me
derrumbaría y cualquier mierda podría acabar conmigo. También
necesitaba un cuerpo caliente que dejara seco.

Joder, tengo sed.


¿Cuánto tiempo había estado aquí, deambulando por este
maldito bosque en medio de la nada, jodidamente muerto de hambre?
Días. Tenían que ser días, o al menos lo parecía.
Dioses, tenía hambre, la garganta seca, el dolor en el estómago
como mil agujas que me apuñalaban una y otra vez. A estas alturas,
me estaba quedando sin fuerzas, y las que tenía ya se habían agotado
después de la pelea. No importaba que me hubiera atiborrado de

Sotelo, gracias K. Cross & Botton


sangre humana de la Asamblea. El sol me estaba quitando toda la
fuerza que tenía reservada y me la estaba quitando.
Iba a morir aquí. Estaba jodidamente seguro de ello. Pero, por
Dios, llevaba mucho tiempo vivo y la muerte, sobre todo ahora, me
parecía bastante acogedora.
Sentí que el sudor brotaba de mi cabello mientras seguía
avanzando a trompicones, los gruñidos que salían de mí eran algo que
no podía detener. Todo mi cuerpo se sentía como si estuviera en
llamas, como si me estuviera quemando vivo.
Esto era seguramente lo que se sentía en el puto infierno.
Y justo cuando creía que no podía ir más lejos, me derrumbé,
con las manos y las rodillas en el suelo, el cuerpo temblando... y tan
jodidamente sediento.
Me dejé caer a un lado, con el viento que me sacaba, un trozo de
luz solar asomando entre las copas de los árboles.
Y entonces me desmayé rápidamente y le di la bienvenida a la
muerte, porque mierda, mi hora había llegado hace mucho tiempo.

El sonido del agua que gotea y el olor a tierra húmeda fue lo


primero que percibí. Lo segundo fue el hecho de que estaba
benditamente fresco y oscuro donde me encontraba.
Seguramente el infierno no era tan agradable.
A pesar del interior oscuro y húmedo de dondequiera que
estuviera, todavía estaba demasiado débil, mi cuerpo se sentía como
una cáscara de hambre y dolor. Giré la cabeza cuando oí un
movimiento a mi derecha, pero incluso abrir los ojos era una tarea
ardua, y mi visión era demasiado borrosa para ver algo con claridad.
Una vez que mi visión se ajustó ligeramente, pude ver el
parpadeo de una luz cercana. Un fuego. Una forma, una sombra, se
movió frente a mí. Mostré mis colmillos y utilicé toda la fuerza que
tenía para intentar levantar la parte superior de mi cuerpo del suelo.

Sotelo, gracias K. Cross & Botton


Maldije rápidamente cuando mis brazos cedieron debajo de mí.
Hijo de puta.
Oí una voz. Femenina. Pero mi oído estaba tan jodido que todo
era confuso.
Y entonces la olí. Era difícil distinguir algo aparte del hecho de
que era mujer. Mi mente no funcionaba a pleno rendimiento, estaba
demasiado jodidamente débil, y todos los demás olores circundantes
me nublaban demasiado. Pero a medida que se acercaba, su aroma se
hacía más fuerte.
Jacinto.
—Cálmate. — dijo, y volví a enseñar los colmillos, extendiendo
una mano para alejarla. Nunca me habían llamado un buen tipo y
había matado mi parte justa en mis largos años de vida, pero ahora
mismo ella olía demasiado perfecta como para no hacer daño.
Lo suficientemente buena como para dejarla seca.
Apreté la mandíbula mientras se acercaba, sacudiendo la cabeza
y apretando los ojos con fuerza. Abrí y cerré la boca, tratando de
decirle que se mantuviera alejada, pero no pude formar una maldita
palabra. No quería matarla, pero tenía suficiente hambre como para
hacerlo.
—No voy a hacerte daño. — Su voz era suave, apaciguadora,
como si supiera que yo trabajaba por puro instinto, y supiera que yo
era todo un animal salvaje acorralado.

No, pero voy a hacerte daño.


Dioses, su olor.
Se me hizo agua la boca con la sola idea de lo bien que sabría, lo
espesa y rica que sería su sangre cuando cubriera mi lengua y se
deslizara por la parte posterior de mi garganta. El estómago se me
revolvió dolorosamente, esa sensación de escozor me cubrió los brazos
y las piernas, los dedos de las manos y de los pies.
Mi visión se aclaró por una fracción, mi mirada se fijó ahora en
el lado de su garganta, donde podía ver su yugular palpitando.

Sotelo, gracias K. Cross & Botton


Apreté los ojos y me eché el brazo por encima, sintiendo el
miembro como si estuviera lleno de plomo.
Se acercó, mis colmillos me dolían y cada parte feroz y
depredadora de mí me decía que la dejara seca y me hiciera más
fuerte.
Me tocó el brazo y me rompí.
Era tan buena, mejor que cualquier cosa que hubiera probado,
el vino más dulce. Apoyé mi cuerpo contra el suyo y sentí lo suave y
femenina que era.
Su sangre corrió por mis venas y sentí que mi fuerza se
multiplicaba por diez, creciendo y creciendo hasta rugir en mi cabeza.
Y seguí bebiendo hasta la saciedad, tragando bocados a la vez.
Podía sentir su lucha contra mí. Pero era demasiado codicioso,
demasiado hambriento para detenerme.
Gemí. Era pequeña, suave.
Era...

Oh, joder.
Me separé de ella y jadeé, apoyándome en las caderas para
mirarla. El corazón me latía con fuerza, su sangre corría por cada
parte de mi cuerpo y se tejía, curándolo todo desde adentro.
Con cada segundo que pasaba, mi visión se volvía más clara,
más nítida. Podía ver cada detalle en la oscura cueva, cada pequeño
detalle de ella.
Tenía el pelo largo y rojo oscuro, grandes ojos verdes, una
salpicadura de pecas en el puente de la nariz y unos labios rojos que
estaban fruncidos como si estuviera... enojada.
Su expresión de horror se convirtió en una de ira. Levantó la
mano y se tocó el costado de la garganta, y bajé la mirada para
observar cómo retiraba los dedos cubiertos de sangre.
Me llevé los dedos a los labios, miré los dígitos y un ruido áspero
me abandonó al ver que el rojo cubría las almohadillas.
Acababa... acababa de atacar a mi hembra. Casi la dejé seca.

Sotelo, gracias K. Cross & Botton


—Quítate. — siseó.
Vi unos colmillos diminutos mientras me maldecía, pero al
instante me aparté de ella. Su pelo cayó sobre su hombro mientras se
levantaba, y fue entonces cuando vi unas pequeñas orejas
puntiagudas.
— ¿Esto es lo que obtengo por salvarte la vida?— Entrecerró los
ojos antes de acercarse al fuego y agacharse para rebuscar en una
bolsa. Sacó un trapo y se lo puso en la garganta, lanzándome una
mirada fulminante. — ¿Quién iba a saber que mi compañero era tan
imbécil?

Sotelo, gracias K. Cross & Botton


Capítulo 4
ADA

El imbécil acababa de morderme, me había inmovilizado y me


había clavado los colmillos en un lado del cuello.
Estaba... enojada.
Me llevé el paño a un lado de la garganta, y el escozor de su
mordisco empezó a disminuir lentamente. Mi corazón estaba
acelerado, la adrenalina corría por mis venas porque había temido que
no pudiera parar.
Compañeros predestinados o no, el vampiro no había estado en
sus cabales. Ni siquiera creía que me hubiera oído o visto, si era
sincera.
Lo que hizo que una vocecita susurrara en mi mente que él
“técnicamente” no tenía la culpa de ser un bárbaro porque no había
sabido lo que estaba pasando.
Pero no iba a escuchar esa vocecita. Estaba cansada y tenía
hambre, sed y simplemente había terminado con todo.
También había otra sensación que chocaba con todos esos otros
sentimientos. Y era una que quería ignorar de verdad.
No. No iba a ir ahí. Ni siquiera iba a considerar la idea de que
físicamente... disfrutaba de su mordisco, o de la sensación de su
cuerpo grande y duro sobre el mío.
—Yo...
Lo miré. Exhaló con brusquedad y se pasó la palma de la mano
por la nuca, despejando los mechones cortos y oscuros.
Parecía absolutamente destrozado, pero cuando le miré la boca
y vi un rastro de mi sangre deslizándose por la comisura, cualquier
simpatía que sintiera por su malestar se desvaneció.

Sotelo, gracias K. Cross & Botton


Se volvió, me miró y dio un paso adelante. Levanté la mano, con
la palma hacia fuera, y negué. —Ni se te ocurra.
Apretó los dientes y vi que un músculo debajo de su mandíbula
cubierta de pelos se tensaba. Sus ojos se enrojecieron y sus manos se
cerraron en un puño.

Parece que el enamorado no está acostumbrado a no salirse con la suya.


Aparté el paño y miré hacia abajo, el color sucio saturado de rojo
por mi sangre. No tenía superpoderes curativos a pesar de ser de otro
mundo, así que tendría esta imagen de su falta de control marcada en
mi cuello durante quién sabía cuánto tiempo.
Cuando volvió a mirarme, estábamos en un punto muerto,
ambos nos negábamos a romper el contacto visual, y el sonido de su
rechinar de dientes resonaba en la caverna.
Sus ojos aún estaban rojos, pero después de un segundo los
cerró, sus fosas nasales dilatadas mientras inhalaba y exhalaba
lentamente. Y cuando por fin volvió a abrir los ojos, el color se había
desvanecido y volvía a ser normal.
Y así mismo una expresión estoica apareció en su rostro, sus
hombros y músculos no estaban tensos, y me miró como si tuviera
cero emociones.

Genial. Estoy emparejada con un psicópata.


Me miró fijamente durante demasiado tiempo, sin hablar, solo
esa dura y musculosa pared de vampiro masculino.
Empecé a moverme de pie, sintiéndome ligeramente incómoda,
insegura de cómo iba a reaccionar.
Era un hombre enorme, construido como una excavadora, o más
bien como un tanque. Hasta que fui capturada por la Asamblea, no
había visto a nadie, ni humano ni del Otro Mundo, que fuera tan
enorme como él.
Involuntariamente, di un paso atrás por mera autopreservación.
Yo era una fracción de su tamaño fácilmente, y sabía que este
vampiro podía partirme por la mitad y dejarme seco como si no fuera
más que un chupito para saciar su sed.

Sotelo, gracias K. Cross & Botton


—No sabía que eras tú. — dijo, bajo y profundo. —Si lo hubiera
sabido, no te habría hecho daño.
No respondí porque, sinceramente, no sabía qué decir. Sabía que
era mi pareja predestinada, o lo que los de su clase llamaban el
codiciado.
Sentía nuestra conexión en mis huesos, en la composición
misma de mi ADN. Era una llamada, como si una sirena me atrajera
y se negara a dejarme ir.
Me parecía correcto y perfecto estar en su presencia, y quería
estar más cerca, tocarlo y sentir lo bueno que sería dejar que me
abrazara. Pero eso no significaba que no tuviera libre albedrío.
Eso no significaba que permitiera que las cosas ocurrieran
simplemente porque el destino nos había juntado, tirando de mí hacia
él como si fuéramos imanes.
Así lo había encontrado, algo que me acercaba cada vez más,
como si él fuera la corriente y yo la orilla.
Era grande e intimidante y extremadamente aterrador solo en
apariencia. Pero arrastré su culo hasta la cueva en la que me había
instalado tras encontrarme en este extraño lugar, y esperé hasta que
se despertara.
Entonces me senté a reflexionar sobre lo que iba a hacer. Con él.
Conmigo misma. Demonios, con la propia situación.
Cuando no respondí a sus disculpas, maldijo algo asqueroso, se
dio la vuelta y empezó a pasearse de un lado a otro, con un cuerpo tan
alto que tenía que agacharse ligeramente para que su cabeza no
golpeara la cima rocosa.
Al cabo de un momento se detuvo y miró hacia el túnel que
conducía a la entrada. Aunque estábamos a una buena distancia, se
podía distinguir la luz del sol que entraba.
—No podemos salir de la cueva. Como puedes ver, es de día. —
Señalé la luz que se filtraba y que se veía más adelante.
Gruñó sin mirarme. —Vuelvo enseguida. — Y luego se alejó
merodeando y se perdió de vista.

Sotelo, gracias K. Cross & Botton


Enarqué una ceja y sacudí la cabeza, murmurando: —Por el
amor de Dios.
Un momento después oí su maldición resonando en la cueva,
seguida de la pesada caída de sus pasos, de los guijarros que se
apartaron mientras volvía hacia mí.
No me había movido de donde estaba, mis cejas seguían
levantadas cuando él se detuvo en la apertura del túnel.
Estaba frunciendo el ceño, y sentí que la comisura de mi boca se
contraía. No sabía nada de este hombre, pero su irritación me
resultaba muy divertida.
—Te dije que no podíamos salir de la cueva.
Entrecerró los ojos, exhaló un suspiro y se pasó la mano por la
mandíbula, el sonido de la palma de la mano raspando su barba hizo
que comenzara la tensión en mi vientre.
Maldito sea por ese pequeño sonido de masculinidad que me
hace gracia.
— ¿Qué tal si empezamos de nuevo? — dijo finalmente, con su
mirada recorriendo mi cuerpo de una manera muy poco amistosa y
curiosa.
Su mirada se posó en mi pecho. Inmediatamente levanté los
brazos y los crucé sobre mis pechos, cubriéndome y esperando a que
me mirara antes de levantar una ceja. —Ojos aquí arriba, vampiro.
Gruñó... en realidad tuvo el maldito descaro de gruñirme como
si fuera un inconveniente que le dijera que no me mirara las tetas.
—Haces mucho eso. — bromeé. —Haciendo esos sonidos
intimidatorios como si fueras un maldito león o algo así.
Podía oír el rechinar de sus muelas.
Entrecerré los ojos y le respondí con un gruñido, aunque pensé
que sonaba más como un pomeranio en comparación con él.
Sacudió la cabeza, soltó un duro bufido como si yo fuera un niño
petulante y volvió a pasearse. Estaba concentrado en el suelo, con la
mano trabajando en la nuca como si tratara de quitarse una
torcedura.

Sotelo, gracias K. Cross & Botton


— ¿Qué tal si empezamos por quién soy, quién eres tú y dónde
está exactamente esto?
Cuando no dije nada, hubo más de ese rechinar de dientes que
no debería haber encontrado atractivo de ninguna manera.
Se enfrentó a mí, con las piernas ligeramente separadas, los
brazos cruzados sobre ese pecho demasiado ancho y de aspecto duro,
y me miró fijamente a los ojos.
—Soy Ada.
Hizo un sonido en su garganta que me hizo... sentir cosas.
—Soy Sebastian Darris. — Hizo una pausa como si yo tuviera
que reconocer el nombre.
—No estoy segura de si estás esperando que me sorprenda... No
tengo ni idea de quién eres.
Sus fosas nasales se ensancharon de nuevo antes de componer
esa expresión apática con solo un chasquido de sus dedos.
Mentiría si dijera que el hecho de que sus emociones fueran tan
inestables no me produjo una extraña emoción. Era como estar cerca
de una bestia primitiva y no saber si te arrancaría el brazo o te dejaría
acariciarla.
— ¿Nunca has oído hablar del linaje Darris del Clan de Vampiros
Americanos?
Me encogí de hombros. —Lo siento. — dije. —Sigo sin tener ni
idea de quién eres, aunque la arrogancia que se desprende de ti al
dejarme saber tu nombre me dice que te crees alguien importante...
Dejó escapar una bocanada de aire por las fosas nasales y cerró
los ojos como si pidiera algún tipo de orientación con su paciencia.
Estaba bastante segura de que el fastidio iba en ambas
direcciones.
Me encogí de hombros, haciéndole saber que no tenía ni idea de
lo que estaba hablando con respecto a este clan de vampiros o su papel
en él. —Soy Fae, como estoy segura de que puedes intuir, y me
mantuve al margen. Mi especie no es tan fuerte como otras en nuestro
mundo, y tenía que protegerme, lo que significaba mantenerme

Sotelo, gracias K. Cross & Botton


alejada de los seres del Otro Mundo. Así que oír algo sobre tu grupo
no es algo que hubiera escuchado.
Cruzó esos brazos voluminosos sobre su pecho igualmente
ancho, y me dije que no apreciara la visión de sus músculos
apretándose y flexionándose.
Pude ver por su expresión que no sabía cómo tomarse mi
admisión. No esperaba que lo entendiera, ya que los vampiros eran
uno de los más poderosos del Otro Mundo, no solo por su fuerza, sino
por su rapidez, agilidad e inteligencia.
No digo que los Fae no tuviéramos nuestras propias cualidades
asombrosas, pero teníamos que sacar nuestra fuerza de donde
podíamos.
—Creo que es jodidamente inteligente que te hayas guardado. —
dijo finalmente.
Su elogio no era algo que esperara, y un rubor me invadió.
Mi cara se calentó, mi corazón latió más rápido y aparté la
mirada. Lo oí inhalar bruscamente y cerré los ojos porque sabía que
había percibido el cambio en mí. Diablos, no hacía falta ser del Otro
Mundo para ver que me había avergonzado y me había tomado
desprevenida.
—Puedo oler la sangre que corre por tus venas, oír el frenético
latido de tu pulso, hembra. ¿Tanto te han afectado mis palabras?
Podría haber gemido de mortificación, pero decidí no responder
a su pregunta. Era más seguro así.
—Y para ser sincera, no importa quién seas, ni dónde estemos...
dondequiera que sea esto. — Exhalé, sabiendo que estaba siendo una
perra ahora mismo aunque técnicamente tenía todo el derecho a serlo
dada nuestra situación.
Estaba agotada, sucia y mugrienta, y la perspectiva de meterme
en la cama de mi casa -en otra maldita dimensión- sonaba a gloria.
Pero si íbamos a estar juntos en el futuro inmediato, podría
intentar hacer las cosas un poco menos incómodas. Además, aunque
quisiera abandonarlo, sabía que sería como un perro con un hueso en
lo que a mí respecta.

Sotelo, gracias K. Cross & Botton


Y yo sería ese hueso.
Ser su pareja predestinada significaba que haría todo lo que
estuviera en su mano para mantenerme cerca. Y la verdad era que
ahora mismo necesitaba un amigo.
Me agaché para coger la cantimplora medio llena de agua que
había metido en una de las mochilas. Cuando me encontré en esta
dimensión paralela, había restos esparcidos por todo el lugar,
presumiblemente objetos de la Asamblea y de los guardias que habían
sido lanzados aquí por el Leandrean que abrió el portal.
Dos cantimploras llenas de agua, algunos paquetes de raciones
y barritas energéticas con sabor a cartón, algunas piezas de ropa al
azar. Incluso había algunas armas entre los objetos dispersos.
También encontré un brazo cortado, un puñado de dedos y lo
que supuse que era una cara, pero la parte delantera estaba tan
quemada que parecía más un trozo de barbacoa que lo que fue un
humano.
Tomé un pequeño trago de agua y miré hacia él, sintiendo la
mirada de Sebastian como si sostuviera mi cara entre sus manos,
haciéndome consciente de que estaba aquí mismo.
— ¿Recuerdas algo de... algo?— le tendí la cantimplora.
Cruzó sus fornidos brazos sobre el pecho y negó. Enarqué una
ceja, a punto de insistir en que bebiera algo, pero entonces recordé
que ya lo había hecho.
Yo.
—Espero haber sabido bien. — murmuré, un comentario
sarcástico del que me arrepentí inmediatamente y por el que estuve a
punto de disculparme.
—Lo hiciste. — murmuró, bajo y profundo. —Lo más dulce que
he probado nunca.
Se me cortó la respiración y no pude apartar la mirada de él.
—Si alguna vez bebo de otro ser vivo, me sabrá a agua de perro.
No supe si sentirme halagada por eso u ofendida por estar a un
paso del agua de perro.

Sotelo, gracias K. Cross & Botton


Tras sacudir la cabeza más para aclarar mis pensamientos que
para disuadir de lo que acababa de decir, me centré en la cantimplora
y la volví a guardar en la mochila. Me puse en pie con mi metro sesenta
y cinco de estatura, lo que resultaba irrisorio frente a este vampiro de
casi dos metros.
Podía ser pequeña pero era valiente, y ahora mismo al
enfrentarme a Sebastian me sentía completamente inestable, sobre
todo por lo que era para mí y por lo que acababa de decir.
— ¿Qué recuerdas?— Volví a preguntar, con la esperanza de
reconducir la conversación hacia donde había estado.
Se quedó en silencio un segundo y yo contuve la respiración,
esperando que se pusiera terco, pero solté un suspiro cuando se rascó
la mandíbula y sus hombros se relajaron un poco más.
—Recuerdo haber derribado a un montón de cabrones de la
Asamblea. Recuerdo haber liberado a criaturas del Otro Mundo. — Su
voz era tan profunda que sentí la vibración a lo largo de mi piel. —
Recuerdo mucha sangre, violencia y cadáveres tirados en el suelo por
mi rabia. Pero luego hubo un pulso y una explosión de energía, y me
rompí la cabeza contra la pared antes de que todo se oscureciera.
Miró hacia la entrada de la cueva una vez más, con un músculo
bajo la mandíbula tintineando furiosamente, como si estuviera
reviviendo aquello.
—Y recuerdo haberme despertado en el bosque, dando tumbos
como si estuviera borracho, sin poder ver ni oír, sintiendo cómo ese
puto sol me dejaba seco antes de que la oscuridad me reclamara una
vez más.
Volvió a mirarme, y su mirada recorrió lentamente mi figura. Me
estremecí visiblemente cuando dejó de mirarme y volvió a observar la
cueva.
— ¿Dónde está exactamente?
Me encogí de hombros. —Ni que lo supiera. — Me senté junto al
pequeño fuego que había encendido antes de que se despertara. A
pesar de ser de día en el exterior, el interior de la caverna era frío y
húmedo, con el agua goteando en algún lugar y resonando con
molestia en las paredes.

Sotelo, gracias K. Cross & Botton


Solo se paró un segundo en la caverna antes de acercarse. Lo
miré con recelo, sin saber cuáles eran sus intenciones. Se sentó frente
a mí, con el fuego como una especie de escudo entre nosotros, y me
relajé un poco.
Permanecimos en silencio durante largos momentos mientras yo
miraba las llamas, escuchando el crujido de la madera mientras las
llamas la lamían.
—El humo es verde. — musitó, como para sí mismo, y levanté la
vista, sorprendida al ver que me miraba a mí en lugar de a las llamas.
— ¿De verdad no sabes ni recuerdas nada?— Ante su mirada
estoica, exhalé por la nariz. —Vi a un Leandrean abrir un portal. Vi
cómo los humanos que lo rodeaban se derretían por el poder. Nos
empujó a otra dimensión, que es de donde saqué los pocos
suministros que tengo... porque los encontré esparcidos entre partes
de cuerpos.
Gruñó y volvió a mirar al fuego, como si el hecho de que yo le
dijera lo jodido que era todo esto no le afectara.
Cuando volvió a mirarme tragué saliva, porque la mirada que
tenía era intensa y penetrante. Me miraba fijamente como si yo fuera
suya, y sabía que si íbamos por la suerte o el destino o lo que fuera,
lo era, y él me vería siempre como tal.
— ¿Puedes dejar de hacer eso?
Una ceja oscura se levantó lentamente.

Eso no es nada atractivo. No. No, en absoluto.


— ¿Qué quieres exactamente que deje de hacer?
—Ya sabes. — Hubo una larga pausa en la que ninguno de los
dos habló.
Yo era demasiado testaruda para apartar la mirada de él, y
parecía que él también lo era.
Como no dijo nada, grité: —No dejas de mirarme, y tampoco es
el tipo de mirada que es amistosa, si me entiendes.

Sotelo, gracias K. Cross & Botton


—Eres mi compañera. Eres mía. Voy a mirarte, a deleitarme con el
hecho de haber encontrado a mi hembra después de todo este tiempo.
No respondí, pero sentí que mi rostro se calentaba ante sus
palabras, esa extraña sensación que me recorría. No me gustaba. Ni
un poco.
Me lo repetía a mí misma, pero ni siquiera yo me lo creía.
Nunca había tenido este tipo de atención únicamente sobre mí.
Siempre me mantuve al margen, y después de que mis padres
fallecieran, dejándome sola sin hermanos ni familia cercana, nunca
quise que nadie se fijara en mí. Me conformaba con ser un alma
solitaria en este mundo porque era con lo que me sentía cómoda.
Era más seguro así, para no tener que fingir, poner esa fachada,
un glamour de que todo estaba bien cuando en realidad no lo estaba.
Porque estar solo es una mierda.
—He esperado tanto tiempo por ti...
Se me cortó la respiración y levanté la mirada para mirarlo a los
ojos.
—… que la pura alegría y el placer que obtengo con solo mirarte
es un sustento para mí, hembra.
El corazón me latía tan rápido que, de hecho, levanté la mano y
la coloqué sobre el pecho como si la palma de la mano lo mantuviera
en su sitio.
—Pedirme que deje de mirarte es como pedirme que deje de
respirar. Podría intentarlo, pero al final mi cuerpo sabría qué hacer,
cómo sobrevivir.
Oh dioses. ¿Cómo podía decirme cosas tan dulces, profundas e
intensas, mientras estábamos sentados en esta cueva húmeda...
después de haberme abierto el cuello y casi haberme dejado seca?
Me removí en el suelo, me acerqué las rodillas al pecho y me
rodeé las piernas con los brazos mientras apoyaba la barbilla en ellas,
con la mirada fija en el fuego, sin saber qué decir.
— ¿Por qué no me dices dónde estamos para que pueda
averiguar cómo salir de aquí?

Sotelo, gracias K. Cross & Botton


No se me escapó que cambiara de tema, o que supusiera que
sería él quien tomara el control y resolviera esto. No iba a discutir el
hecho de mi independencia, porque la verdad era que no sabía
exactamente cómo “salir de esto”. Así que si quería ser arrogante, que
así fuera.
Me quedé mirando las llamas por un momento y le dije todo lo
que sabía.
—Fuimos empujados a una dimensión paralela por un
Leandrean. Me topé con él enfrentándose a un puñado de guardias
cuando intentaba escapar de las instalaciones. — Aunque podía sentir
la agresividad que desprendía Sebastian, no lo miré. —No tengo ni idea
de dónde estamos, solo que estamos en un plano diferente. Solo llevo
dos días aquí, por lo que puedo decir. Pero lo que he aprendido hasta
ahora es que el sol aún no se ha puesto desde que estoy aquí.
Fue entonces cuando levanté la vista hacia él. Esperaba que
Sebastian tuviera tal vez una expresión de asombro, o incluso que
estuviera más enojado al saber que estábamos literalmente atrapados
en esta cueva porque él no podía salir. Pero en su lugar había una
expresión de absoluta... nada.
Empezaba a darme cuenta de que esto era justo lo que él era.
—Encontré un montón de restos una vez que me desperté aquí.
Un par de cantimploras, algunos paquetes de raciones, varios
artículos de ropa y armas. — Me aclaré la garganta. —Así que cogí
todo lo que pude encontrar y rebusqué, y he estado en esta cueva
desde entonces. Hasta que te encontré a ti.
—Y me salvaste.
Sentí que eso debería haber sido formulado como una pregunta,
pero fue más bien una declaración aturdida de Sebastian, como si no
pudiera siquiera concebir que alguien lo ayudara.
Lo miré fijamente a los ojos, sus iris eran tan oscuros como sus
pupilas, pero podía ver las llamas reflejadas en los orbes oscuros.
—No podía dejarte ahí. Aunque no fuéramos compañeros, te
habría ayudado.

Sotelo, gracias K. Cross & Botton


No respondió a eso, pero sí desvió la mirada. La mirada en su
rostro era casi como si no pudiera entender lo que acababa de decir.
Sentí un dolor en el pecho mientras lo miraba.
Había una sensación parecida a la compasión por su aspecto. La
idea de que nadie le hubiera mostrado un acto de bondad me parecía
tan extraña, que alguien pudiera estar hambriento de ella y sin
embargo nunca decir las palabras en voz alta.
— ¿Hay alguien más aquí?— El cambio de tema empezaba a ser
obvio al no gustarle hacia dónde se dirigía el tema. Pero dejé que
cambiara sin problemas.
—No he visto a nadie más, pero estoy segura de que hay muchos
más. Cualquiera que estuviese en las inmediaciones de la instalación
tuvo que haber recibido una explosión dentro de esta dimensión, o
haber muerto en el impacto. — Me encogí de hombros —Realmente no
sé cómo funciona esto. Nunca había estado en esta situación.
Asintió pero no respondió y volvió a mirar hacia la entrada. — ¿Y
dices que llevas dos días aquí y no se ha puesto el sol?
Asentí justo cuando él volvió a mirarme.
—Supongo que han pasado dos días. La verdad es que no podría
decírtelo porque aquí todo parece al revés.
Sentí que el cansancio comenzaba a instalarse fuertemente en
mi interior. —Me queda un poco de agua y casi toda la comida todavía.
He estado racionando lo que puedo. Al final voy a tener que
aventurarme.
—No es seguro. — Su tono no admitía discusión, como si
esperara que le obedeciera sin pensarlo. — ¿Qué pasaría si te hicieran
daño? No podría estar ahí para protegerte.
El lado de mi cuello palpitaba, y su mirada se posó en las marcas
de pinchazos gemelas como si lo hubiera sentido, como si hubiera
sentido por dónde habían ido mis pensamientos.
Pero no le tenía miedo y no me molesté en recordar que
momentos antes tampoco había estado segura con él.
—No, probablemente no sea seguro ahí afuera, pero realmente
no tengo ninguna otra opción. No puedo quedarme en esta cueva y

Sotelo, gracias K. Cross & Botton


esperar que un Leandrean venga a verme. Y mis suministros solo van
a durar un tiempo, incluso menos ahora con nosotros dos. Así que voy
a tener que aventurarme en algún momento.
Pero eso no era ahora. Llevaba más tiempo levantada de lo que
podía contemplar, y mi cuerpo cantaba con la idea de acostarse y
dormir.
—La única forma que conozco de salir de aquí es esperar como
el demonio que haya un Leandrean en este plano y hacer que abra el
portal. — Tras revelar eso, no dije nada más y cogí la mochila y me
tumbé, usándola como cojín debajo de mi cabeza.
Este había sido el sueño más incómodo que había tenido, con el
suelo irregular y escarpado y la “almohada” abultada bajo mi cabeza.
Y no había dormido mucho desde que llegué, por razones obvias.
Pero estaba calentita con el fuego, no me moría de sed ni de
hambre, y me sentía aún más segura con Sebastian aquí.
Pero no pensé demasiado en este último tema.
No pude conciliar el sueño, solo dar vueltas en la cama porque
podía sentir agudamente a Sebastian observando. Abrí los ojos y lo
miré. Estaba agachado junto al fuego simplemente mirándome, con
cero emoción en su rostro.
— ¿Qué?— Me metí las manos debajo de la cabeza y traté de
relajarme. Dentro de mí había un carnaval de emociones y
sensaciones, fuegos artificiales que estallaban en una gama de colores
y sonidos.
No se parecía a nada que hubiera experimentado antes.
Y me asustó.
—Me quedaré despierto para asegurarme de que estás a salvo.
Al principio no supe qué decir, porque la mirada seria de su
rostro me decía que no se dejaría convencer de otra manera. Ni
siquiera si le recordaba que había estado aquí sola antes de salvarle
el culo.
—Como quieras. — Le di la espalda al fuego y volví a cerrar los
ojos, pero sabía que esta iba a ser una noche muy larga.

Sotelo, gracias K. Cross & Botton


Capítulo 5
ADA

—Eres una cosita bonita con esas pecas y esos ojos verdes. — Se inclinó hacia
mí y sentí su aliento húmedo recorrer la concha de mi oreja mientras susurraba: —
Casi podría fingir que eres humana.

Me sentí orgullosa de mí misma por no haber vomitado sobre este pedazo de


mierda, pero fingir indiferencia era lo que me mantenía cuerda.

—Dijeron que eras un poco luchadora, pero me pareces bastante dócil. Es una
lástima de verdad. — dijo y me agarró un mechón de pelo, tirando de él mientras
miraba por encima del hombro hacia la puerta abierta.

Éramos los únicos en la sala de sesiones, algo que sabía que él esperaba que
siguiera así durante un tiempo más.

Al ser capturada por primera vez, me di cuenta de que habían sido “suaves”
conmigo, como si quisieran aumentar mi tolerancia antes de empeorar las cosas. ¿Y
la razón de ese dolor y sufrimiento en sus manos? Para que los espectadores del otro
lado de la ventana, justo enfrente de mí, pudieran excitarse mirando.

Tiró de aquel mechón de pelo que estaba frotando entre los dedos y se lo llevó a
la nariz, inhalando profundamente. El sonido de los pasos lo hizo soltar el candado y
retroceder varios pasos más rápido de lo que yo creía humanamente posible.

Nunca pregunté, pero no me hizo falta para comprender que para ellos no
éramos más que especímenes repugnantes, atracciones para los humanos que pagaban
mucho y querían ver a las “criaturas fantásticas” destrozadas una y otra vez.

Así que cualquier excitación o deseo mostrado hacia un Otro Mundo sería visto
como repugnante, prohibido y traicionero.

Pero había presenciado suficientes horrores en este lugar durante el último año
para saber que eso no les impedía tomar lo que no era suyo.

Sotelo, gracias K. Cross & Botton


Había oído los gritos y los llantos. Oí las maldiciones y las amenazas. Y había
deseado poder ayudar a los que estaban siendo heridos de más formas de las que podía
imaginar.

—Hoy es un día especial para ti. — dijo el guardia que entró y me dedicó una
sonrisa asquerosamente grande.

No era de amabilidad y ni siquiera era de felicidad. Había visto esas mismas


sonrisas innumerables veces mientras me torturaban.

La expresión de su cara era de puro placer sádico por lo que me iban a hacer.

—Eres la atracción principal esta noche. — dijo el nuevo guardia cuando entró
en la habitación y cerró la puerta, con una gran bolsa negra colgada del hombro.

Había una mesa de examen metálica en el centro de la sala, y cuando arrojó la


bolsa sobre ella, el tintineo del metal golpeando entre sí de lo que fuera que había dentro
de la bolsa resonó en la sala.

A pesar de que el corazón empezaba a acelerarse y las gotas de sudor me


salpicaban la frente, mantuve una apariencia estoica.

Porque mostrar miedo solo los excitaba más.

Pude oír el sonido de voces elevadas y miré hacia el gran ventanal que había
frente a donde estaba encadenada. Cerré las manos con fuerza, con las uñas cortando
las palmas.

Las ataduras que mantenían mis brazos atados a los lados y sujetos a la pared
me impedían moverme.

Me ardía la espalda, sentía la piel tensa y, mientras observaba cómo los


humanos del otro lado de la ventana empezaban a tomar asiento, sentí que las náuseas
crecientes me reclamaban.

Sus miradas estaban clavadas en mí, sus sonrisas de oreja a oreja, sus ojos
encendidos con una horrenda anticipación sádica.

—V. — se dirigió el guardia al humano que me había tocado momentos antes.


—Bájala y tráela aquí.

Sotelo, gracias K. Cross & Botton


Yo no era más que un objeto para ellos, ni siquiera me veían como una criatura
viva.

El llamado V se acercó a mí, y pude ver que intentaba no mirarme más que con
indiferencia o incluso con asco.

Deshizo las cadenas de la pared y me tiró hacia él con tanta fuerza que perdí el
equilibrio y tropecé.

Detrás de la ventana se oyó una carcajada cuando los humanos que me miraban
atónitos se dieron cuenta de mi inestabilidad.

Caí sobre la mesa de exploración y las esposas que me rodeaban chocaron contra
el metal. Pude ver la ondulación de la magia que los rodeaba y, cuando levanté los
brazos para enderezarme, sentí los miembros como si fueran de plomo, llenos y
pesados, como si no fueran realmente míos, sino solo extensiones de las cadenas que
me mantenían atada.

El guardia me sonrió, y el destello de sus blancos dientes fue todo menos


agradable. Sacó un par de instrumentos. Fue entonces cuando me di cuenta de que
había una elaborada mesa cubierta de terciopelo rojo pegada a la pared, claramente
visible para los espectadores.

Primero sacó una sierra, luego un machete. Sacó unos alicates, unas tijeras de
jardín y, por último, una daga. Las colocó todas sobre la tela de terciopelo, y pude ver
cómo los espectadores humanos se levantaban ligeramente para poder mirar cada
herramienta.

El miedo era un amigo muy real dentro de mí, lo suficientemente pesado y


asfixiante como para que sintiera que mi valentía flaqueaba.

El guardia que había introducido la bolsa en la sala de examen se acercó a un


panel de la pared y presionó un botón mientras miraba a los espectadores.

—Cliente 523A. Usted fue el mejor postor y puede decidir qué herramienta se
implementa para esta sesión.

Pude oír los murmullos de los humanos al otro lado del cristal un segundo
antes de que uno de los hombres con traje planchado se levantara y desapareciera de
la vista.

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Un momento después, atravesó la puerta y entró en la habitación, deslizando
su mirada sobre mí. Tenía un brillo inquietantemente intenso en los ojos.

Luego se centró en la mesa con las herramientas y se acercó a ellas, pasando los
dedos por cada una. Primero cogió la daga y la sostuvo en la mano antes de dejarla en
el suelo e ir por la sierra.

Me sentí mareada, como si fuera a vomitar. Apreté las manos alrededor de la


mesa de examen. Era lo único que me mantenía firme mientras mis rodillas se
bloqueaban y la respiración se detenía en mis pulmones.

Le entregó la sierra al guardia. —Nada de drogas. Quiero que grite de verdad


por el dolor. — El del traje me dedicó una sonrisa más antes de volver a ocupar su
lugar al otro lado de la ventana.

La sangre abandonó mi cerebro y se instaló en las plantas de mis pies mientras


me balanceaba.

—Ponla sobre la mesa.

V me agarró del brazo, pero lo aparté de un tirón, el instinto de supervivencia


surgiendo en mí. Forcejeé y retrocedí, pero me empujaron de nuevo hacia él. El otro
guardia me agarró un mechón de pelo por detrás de la cabeza y tiró de mí hacia delante
y a través de la mesa, de modo que quedé boca abajo sobre ella.

Me colocaron los brazos por encima de la cabeza, me aseguraron las esposas con
un candado, me abrieron las piernas y me colocaron las correas en los tobillos.

Sentí el tacto helado de una cuchilla patinando por mi columna vertebral


cuando me cortaron la raída muda que llevaba. El sonido de la tela que se desgarraba
era siniestro y llenaba la habitación.

Un cálido aliento patinó sobre la cáscara de mi oreja mientras V susurraba: —


¿No vas a ser una cosita bonita para mí y dejar que te oiga suplicar?

Apreté los dientes, giré la cabeza para poder mirarlo a los ojos y dije: —Jo. de.
te.

El dolor se apoderó de mí...

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Me levanté de golpe, con un grito arrancado de mi garganta. O
al menos creí que había gritado. Podía oír el eco en mi cabeza, sentía
las lágrimas calientes recorrer mis mejillas.
Cerré los ojos y me limpié las lágrimas, con el cuerpo dolorido y
sudoroso, mi mente en guerra con lo que era real y lo que era solo un
recuerdo horrible.
El corazón me golpeó contra la caja torácica y el dolor fantasma
de la espalda volvió a manifestarse como un clavo ardiendo que me
desgarra la espalda.
Las pesadillas eran frecuentes, y eran tan graves que era como
si estuviera viviendo ese momento una vez más, experimentando la
tortura, la crueldad y el horror absoluto de lo que me habían quitado.
Por un momento mi mente se desconcertó, confundiendo mi
realidad.
Pero cuando abrí los ojos e inhalé profundamente, percibí la
húmeda cueva y escuché el goteo del agua.

No estaba ahí. No era real.


Sentí la sensación de ser observada.
Mi mirada se dirigió a la entrada de la cueva, donde vi a
Sebastian de pie. Su forma grande y alta estaba envuelta en sombras
y sus ojos brillaban en rojo.
A pesar de su presencia un tanto inquietante, no pude evitar
sentir que empezaba a calmarme al saber que estaba aquí.
Pero entonces me fijé en su postura. Tenía las manos cerradas
en un puño a los lados, y pude ver cómo las flexionaba y relajaba una
y otra vez. Su pecho subía y bajaba, y emitía un gruñido bajo como si
fuera una bestia salvaje incapaz de controlarse.
—Estabas soñando. — Su voz era gutural. Espantosamente baja.
Me pasé una mano por la cara, con la frente salpicada de sudor,
mientras mi mente seguía tratando de ponerse al día con la realidad.
—Una pesadilla. — corregí. —No fue nada. — La mentira me
resultó más fácil de lo que esperaba, pero me desesperaba que dejara

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de observarme, porque su mirada me decía que podía ver a través de
la fachada.
—No parecía nada. — Sus ojos parecieron brillar más. —Estabas
gimiendo, pidiéndoles que dejaran de hacerte daño.
Me mordí la lengua y miré hacia otro lado, odiando que alguien
me viera así.
—Quería ir hacia ti.
Sacudí la cabeza y busqué la bolsa, cogí la cantimplora y bebí
un largo trago de ella, el agua sabía rancia y caliente. —Me alegro de
que no lo hicieras. — susurré. —Habría sido mucho peor. — Porque
que alguien me vea rota de esa manera es una vergüenza que odio
sentir.
—Estaba haciendo guardia en la entrada de la cueva cuando te
oí hacer ruidos. Gritaste. Estaba dispuesto a matar a lo que fuera que
te estuviera haciendo daño.
Le devolví la mirada, sorprendida por la calidez que sentí ante
su admisión de que habría herido a lo que me estaba causando dolor.
Pero mi defecto era el sarcasmo, así que bromeé: —Menos mal
que no acudiste a mí. — Me limpié la boca con el dorso de la mano y
volví a echar la cantimplora casi vacía en la bolsa. —Probablemente
podría haberte hecho mucho daño.
Miré su gran cuerpo, sabiendo que no había manera de que
pudiera hacer ningún tipo de daño a un macho de su tamaño.
Se quedó en silencio mirándome, y a su vez yo me senté en una
tensión incómoda esperando que dijera lo que fuera que tenía en la
punta de la lengua.
— ¿Quieres hablar?
—No. — lo interrumpí y cerré los ojos con fuerza, odiando que la
pesadilla se quedara conmigo mucho después de haber despertado y
saber que ya no estaba atrapada en esa situación.
Pero mi espalda seguía ardiendo, ese dolor sabía que se quedaría
conmigo para siempre, un compañero persistente. Aquellas heridas
habían tardado meses en cicatrizar, en formarse una costra y

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convertirse en las cicatrices que ahora llevaba como recuerdo
constante.
Me aclaré la garganta de nuevo. —No. Está bien. Estoy bien. —
Intentaba convencerme a mí misma más que a él.
Me puse de pie y miré el fuego que seguía ardiendo, dándome
cuenta de que debía haber añadido más leña y avivado el fuego.
— ¿Cuánto tiempo estuve fuera?
Se apoyó en la pared rocosa y cruzó los brazos sobre el pecho. —
Un par de horas, por lo que puedo calibrar de todos modos. Vuelve a
dormir. Deja que te proteja. Mataré todo lo que se acerque.
A pesar de no quererlo, sentí que la comisura de mi boca se
levantaba. Era difícil mantener mi actitud de perra en su lugar cuando
él decía cosas que eran bastante dulces.
— ¿Es ese tu defecto?
Levantó una ceja oscura.
— ¿Matar cualquier amenaza sin más?
—Sí. — dijo sin dudar.
Sentí un inesperado calor entre mis muslos al oírlo decir eso,
como si la perspectiva de que fuera violento para protegerme... me
excitara.

Estoy perdiendo la maldita cabeza.


—Sé lo que es, que tus demonios te persigan mucho después de
haberlos matado.
Su voz era baja y profunda, casi tan baja que no sabía si lo había
oído bien. Pero me miró fijamente como si supiera lo que había soñado,
como si hubiera arrancado las imágenes de mi mente y viera por sí
mismo lo que me habían hecho.
Abrí la boca, sin estar segura de lo que iba a decir, porque la
verdad era que la perspectiva de abrirme a Sebastian no sonaba tan...
mal. Mi corazón pedía a gritos compartir mi dolor, dejar que alguien
me abrazara y me dijera que todo estaba bien. Pero tenía miedo, me
aterraba perder el control, no con él, sino conmigo misma.

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No quería dejar que lo que había pasado definiera para siempre
quién y qué era yo ahora.
Así que no dije nada porque no sabía cómo transmitirle nada de
eso a él, diablos, a nadie. Pero antes de que ese incómodo silencio
pudiera descender más, sentí que mis ojos se abrían de par en par y
que el shock me llenaba.
Al instante sentí un cambio en él. Se puso tenso, ese aire helado
que salía de él, un gruñido que reverberaba a nuestro alrededor.
Me levanté tan rápido que tropecé hacia delante y me enganché
a la pared mientras me dirigía hacia la entrada de la caverna.
— ¿Qué? ¿Qué pasa?— Su voz era dura y alerta mientras se
ponía delante de mí, interponiéndose entre mí y cualquier amenaza
invisible que percibiera.
No estaba pensando cuando extendí la mano y coloqué una en
el centro de su pecho, para reforzarme, o tal vez para empujarlo hacia
atrás y que no me estorbara.
Pero la sensación de su pecho duro y cálido contra mi palma hizo
que mi cuerpo cantara. Supe que él también lo sentía porque su
corazón empezó a latir más rápido bajo mi palma y oí su aguda
inhalación.
Levanté la mirada hacia él y luego bajé la vista hacia el lugar
donde descansaba mi mano, tragando bruscamente al mismo tiempo
que sentía un intenso calor que me recorría.
— ¿Déjame llevar tu carga? — dijo suavemente y se inclinó hacia
abajo, mi respiración se hizo más fuerte y rápida, mi atención se
concentró en sus labios.
Volví a sentir ese calor familiar entre mis piernas. No podía
moverme. No quería hacerlo.
Pero cuando gimió y vi que sus labios se separaban, vi la forma
en que sus colmillos empezaban a alargarse, sentí como si fuera un
chorro de agua fría sobre mí mientras daba un paso atrás y sacudía
la cabeza.

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—Mira. — dije con una voz que ni siquiera sonaba como la mía.
No quitó su atención de mí, pero luego emitió un sonido frustrado y
miró hacia la entrada de la cueva.
Ambos tratábamos de controlarnos. Seguí su línea de visión. Los
dos nos quedamos mirando el abismo de la tierra salvaje a la que nos
habían empujado.
—El sol se ha puesto.
Y eso significaba salir de esta cueva.

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Capítulo 6
SEBASTIAN

No estaba seguro de lo que esperaba cuando Ada me dijo que


habíamos entrado en una dimensión paralela.
Porque, aunque había vivido en la ciudad durante la mayor parte
de mi existencia, mi verdadero hogar estaba situado en medio de la
nada, rodeado de un espeso bosque. Y lo que había visto aquí hasta el
momento no se parecía en nada a lo que ya estaba acostumbrado.
Las montañas estaban a nuestra izquierda, grandes torres de
roca oscura que parecían llegar más alto de lo que podía calibrar. Y a
nuestra derecha había un espeso bosque, los árboles pesados en la
parte superior, la oscuridad los hacía parecer de color casi negro.
Todavía no había visto ninguna otra criatura, del Otro Mundo,
humana o nativa de este plano. Pero los olores eran diferentes. Más
penetrantes, que golpeaban la parte posterior de mi nariz antes de
bajar por mi garganta.
Tuvimos que tomar una decisión rápida sobre cuál sería el plan
para salir de la cueva, porque no sabíamos cuánta oscuridad
tendríamos. Así que decidimos volver hacia la dirección que
suponíamos que tenía el portal por el que habíamos salido.
Era un tiro en la oscuridad -jodidamente irónico-, pero el hecho
de no conocer el terreno de este mundo, ni el grado de cobertura que
tendríamos del sol, nos dejaba pocas opciones realistas y seguras.
Me centré en Ada una vez más, frunciendo el ceño porque ella
insistía en liderar el camino a pesar de que yo quería ir primero por si
había algún peligro que pudiera eliminar y mantenerla a salvo.
Era testaruda, mi hembra, pequeña pero feroz, y eso me excitaba
como nada que hubiera experimentado antes.

Sotelo, gracias K. Cross & Botton


Ni siquiera la emoción de acabar con una vida, el subidón de la
saciedad cuando drenaba un cuerpo y me saciaba de su sangre, se
comparaba con lo que ella me hacía sentir.
El mero hecho de mirarla me producía un inmenso placer.
Hacía todo lo posible por evitarme, por actuar como si no
estuviera aquí. Me enfurecía. Me abrió el pecho y me arrancó el
corazón.
No estaba acostumbrado a sentirme así, ni a sentirme de
ninguna manera.
Todo lo que había sentido era lealtad. A mi hermano Kane. Al
Consejo Vampírico Americano, y a mi primo y líder de dicho consejo,
Adryan.
Pero entonces aquí estaba, sintiendo sensaciones y emociones,
necesidades y deseos jodidamente duros que me estaban volviendo
loco.
Sabía lo que estaba haciendo, sabía que me mantenía a distancia
para protegerse. Podía ver esa cautela en sus ojos, y esa noción se
solidificó cuando se despertó gritando de una pesadilla. No sabía
cuánto tiempo había estado con la Asamblea, pero sabía que habían
herido a mi hembra.
Sabía que probablemente le habían hecho cosas indecibles, que
habían torturado a mi pequeña compañera Fae hasta que tuvo
recuerdos. La hicieron llorar porque recordaba el dolor y el miedo que
le habían infligido.
Si hubiera podido matarlos de nuevo, les habría arrancado con
gusto el corazón a todos y cada uno de ellos y habría hecho una pila
delante de ella como ofrenda.
Mi rabia pesaba dentro de mí, un ente vivo que me costaba
contener.
De hecho, estaba tan consumido por mis pensamientos de ira
por haber herido a mi compañera, que ni siquiera prestaba atención a
nuestro entorno.
Aparte de lo obvio, que esta dimensión era exuberante de
vegetación y montañosa, me había centrado en Ada.

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Y fue exactamente donde mi mirada se posó cuando ella caminó
delante de mí. Los pantalones que llevaba eran oscuros pero
ajustados, y mi visión era tan clara que podía distinguir los montículos
perfectamente redondeados de su trasero.
Caminábamos cuesta arriba, con rocas a nuestro alrededor y la
espesa línea de bosque a nuestra derecha. A nuestra izquierda
estaban las montañas que tapaban todo lo demás.
Ella tropezó y extendí la mano al instante, rodeando su pequeña
cintura y enderezándola.
Me empujó, pero murmuró gracias, sin molestarse en mirarme.
Apreté los dientes, sintiendo que mi deseo por ella aumentaba debido
a su indiferencia.
—Sabes que no tienes que fingir que no estoy aquí. — Había
dicho más palabras desde que me había despertado y conocido a Ada
que en demasiado tiempo.
Era solitario y prefería mantenerme al margen.
Seguía las órdenes de mi primo y la única alegría que tenía era
cuando mataba. No tenía opinión sobre la mayoría de las cosas de una
manera u otra, y me conformaba con quedarme atrás, mirar y
aprender, escuchar y observar.
Y me encontré con que quería conocer cada pequeño detalle de
mi compañera. Nunca me había interesado tanto por otra criatura
viva, ni por nada, desde que ella llegó a mi vida olvidada por Dios.
Quería saber de dónde era, cómo había crecido. Quería saber
cuál era su aroma favorito, si prefería el amanecer a la puesta de sol.
Quería arrancarle la ropa y mirar toda esa piel de alabastro,
imaginando su cuerpo cubierto de las mismas pecas que salpicaban
el puente de su nariz.
—Sé que estás ahí. Créeme. — Su voz se hizo más suave en esa
última parte, como si no quisiera que la oyera.
Mi polla se engrosó aún más.
Me agaché y me ajusté, mi polla casi palpitando solo con el
sonido de su voz. Estar duro por primera vez en mi vida era suficiente

Sotelo, gracias K. Cross & Botton


para hacer que el cerebro de cualquier hombre entrara en
cortocircuito.
Volvió a tropezar y enseñé los dientes antes de avanzar y
detenerme frente a ella. —Necesitas descansar. Hemos estado
viajando sin parar.
Sacudió la cabeza antes de que terminara. —Estoy bien. Quiero
seguir adelante. — Fue a empujarme y gruñí de nuevo.
Ada tenía sudor en la frente, su respiración era agitada, sus
mejillas estaban rojas por el esfuerzo, y podía oír su estómago
gruñendo.
Mi compañera no estaba siendo atendida, y era mi culpa.
Pondría fin a esto. Y aunque me odiara o no, no permitiría que se
pusiera enferma.
—He dicho que no. — Había una clara agresión en mis palabras
que la hizo detenerse inmediatamente.
Resopló, puso las manos en las caderas y me miró fijamente.
— ¿Perdón?
Aunque lo expresó como una pregunta, sabía que era todo lo
contrario. —Vamos a tomar un descanso. Y eso es todo. — Había
estado escudriñando nuestros alrededores constantemente, y sabía
que había un pequeño afloramiento que nos protegería en la remota
posibilidad de que esa bola de puta muerte volviera demasiado pronto,
unos diez minutos atrás.
La miré fijamente, aunque no había ninguna agresividad
procedente de ella. No estaba acostumbrado a que la gente no hiciera
lo que yo decía cuando lo decía, así que una parte de mí estaba
jodidamente frustrado. Pero más que eso, estaba... jodidamente
excitado.
Entrecerró los ojos y frunció los labios, y mi mirada se dirigió a
la gota de sudor que empezaba a recorrer su sien.
Llevaba el pelo rojo oscuro recogido en un moño desordenado en
la parte superior de la cabeza y tenía mechones pegados a la frente y
las mejillas.

Sotelo, gracias K. Cross & Botton


Antes de que pudiera detenerme -porque estaba jodidamente
hambriento de ella- alargué la mano y arrastré el dedo por esa gota de
sudor.
Jadeó pero no se movió, y eso me complació enormemente.
Sus ojos se abrieron de par en par al ver cómo me llevaba la
mano a los labios y me metía el dedo en la boca. La esencia salada de
mi hembra explotó en mi lengua, y un zumbido bajo de placer salió de
mí antes de que pudiera detenerme.
Me dolían los colmillos, mi polla palpitaba y me sentía delirar por
la necesidad de estar más cerca de ella.
—Oh, Dios mío. — susurró y se lamió los labios.
Pude oír lo rápido que latía su corazón y pude ver lo hinchadas
que estaban sus pupilas.
—El destino me dio un pervertido como compañero.
Parpadeé rápidamente, riendo mientras negaba. —Mi hembra es
jodidamente ardiente.
Este tira y afloja con ella me excitaba aún más, y el puto tubo de
acero entre mis piernas era un recordatorio incesante de que Ada no
iba a ceder a ser apareada fácilmente.
Y maldita sea, eso hizo que mi polla se pusiera dura.
Imaginarme sabiendo lo mucho que me deseaba y, sin embargo,
luchando contra mí con uñas y dientes porque Ada quería mantener
la ventaja, era tan afrodisíaco que di un paso más, acercándome a ella.
—Vaya, no sabes mucho de espacio personal, ¿verdad?
Se apartó de mí y se giró, pero yo seguí avanzando hasta que no
tuvo dónde ir porque la ladera rocosa de la montaña le impedía
escapar.
Dejé que una sonrisa se extendiera por mi cara, sintiéndome
como el cazador de mi presa.
—Estás emitiendo energía de polla pequeña.
Sentí que mis ojos se enrojecían antes de estrecharlos hacia ella.
—Se llama energía de polla grande, y tengo esa mierda a raudales.

Sotelo, gracias K. Cross & Botton


El pequeño resoplido que salió de ella me hizo sonreír.
—Hombre, eres arrogante como el infierno, ¿no?— inclinó su
barbilla hacia arriba, pero pude ver cómo sus pupilas se dilataban.
No quería verse afectada por mi proximidad, pero olí el aire
saturado de su curiosidad y deseo.
—Cualquier macho que diga eso seguro que va ligero de equipaje
por abajo, si me entiendes.
Oh. Un maldito desafío.
Hice un sonido primitivo y la apreté de verdad entonces, pero mi
espigada compañera se mantuvo firme, intentando fingir que no la
excitaba intimidándola.
La agarré por la cintura y la empujé hacia delante. Un jadeo
indignado la abandonó. La agarré de la muñeca y empujé su mano
entre nuestros cuerpos para presionar su palma contra mi erección.
Me incliné hacia ella, con los dientes desnudos, sintiendo que
mis ojos se enrojecían de verdad. — ¿Sientes que me estoy haciendo
pequeño, dulzura?
Su mano era pequeña contra mi polla palpitante, y joder, se
sentía increíble.
La forma en que sus ojos se abrieron, el sonido de su respiración
entrecortada y la sensación de sus dedos curvándose -sin duda
involuntariamente- contra la circunferencia me dijeron que ella sabía
que decía la verdad.
—Oh, soy un hombre grande... en todos los aspectos. — Me
incliné hacia ella y dejé que mi mirada bajara hasta su boca, sus labios
carnosos y rosados, ligeramente separados.
Su pecho se agitaba, y pude ver sus pezones apretados bajo el
material demasiado fino de su camisa.
—Pelea conmigo todo lo que quieras, pero en esto no me
doblegaré. Tu seguridad y bienestar son lo primero.
—Seguro que tienes mucho que decir. — dijo sin aliento.

Sotelo, gracias K. Cross & Botton


Tenía mi otra mano en el saliente rocoso junto a su cabeza, todo
mi cuerpo aprisionándola. Joder, era tan pequeña comparada
conmigo, esa muñequita que me devolvía a la vida cuando había
asumido que estaba muerta por dentro.
—Nunca he necesitado decir nada hasta que tú llegaste a mi
vida.
Abrió la boca, y supe que probablemente iba a replicar de forma
inteligente. Pero el sonido de una criatura en la distancia rugiendo,
seguido de un chillido de un animal claramente dolorido, rebotó a
nuestro alrededor, y cerró la boca.
Parpadeó y miró a su alrededor, todo lo que pudo con mi enorme
cuerpo.
La oí tragar saliva antes de que exhalara una lenta respiración.
—Quizá un pequeño descanso no sea tan mala idea.
Mantuve mi sonrisa de diversión para mí, asegurándome de que
mi expresión fuera el comportamiento estoico y apático que siempre
llevaba.
—Pero para que quede claro, me tomo este descanso porque me
duelen los pies y estoy sudando en lugares que ni siquiera sabía que
podía sudar.
Puso sus manos en mi pecho y empujó, pero fue a medias, y
seguro que sentí cómo las yemas de sus dedos pinchaban suavemente
contra mis pectorales.
Pero le di espacio y di un paso atrás.
Aunque mi atención se centraba en mi compañera, tenía los
sentidos atentos a todo lo que nos rodeaba. Inhalé profundamente,
examinando los olores y localizando cualquier amenaza. La criatura o
criaturas que habían hecho ese ruido estaban a una buena distancia,
así que no sentía ninguna amenaza inmediata hacia Ada.
Retrocedí un paso más y miré a mi izquierda, donde sabía que
estaba el afloramiento. Luego miré a la derecha. Pude ver que el
camino que habíamos recorrido se curvaba hacia adelante y volvía a
acercarse a ella. La oí respirar otra vez con fuerza cuando puse mi
mano en el centro de su espalda y le hice un gesto para que avanzara.

Sotelo, gracias K. Cross & Botton


—Quiero ver si hay algo aquí arriba. — murmuré.
No se resistió ni se quejó mientras yo tomaba la delantera para
asegurarme de que estaba a salvo. Mientras subíamos la empinada
colina y doblábamos la esquina, pude ver que una parte de la ladera
de la montaña estaba excavada. No era una abertura demasiado
grande, pero era mejor que el refugio detrás de nosotros. Aquí podría
proteger a Ada de forma mucho más eficaz.
—Aquí. — dije y le hice un gesto para que entrara, pero nos
cambiamos para que yo fuera el que tomara la delantera en caso de
que hubiera algo vivo adentro. Además del olor a tierra húmeda,
percibí otro aroma. A agua fresca.
La cueva solo tenía unos tres metros de profundidad, pero
mientras la guiaba hacia el interior, pude ver la fuente del agua
cuando la caverna se curvó ligeramente hacia la derecha. Unos seis
metros más atrás había un pequeño estanque, un flujo constante de
agua que goteaba por la roca oscura hasta la cuenca del cuerpo.
Recorrí la zona, asegurándome de que no había nada vivo aquí,
de que estaba a salvo y seguro por el momento.
Podía sentir a Ada cerca, y una emoción de intenso placer me
recorrió. Aunque quería actuar como si no fuéramos compatibles y se
mostraba indiferente hacia mí, instintivamente también sabía que la
protegería.
—Nos quedaremos aquí y descansaremos. — La miré y vi que
Ada miraba fijamente el charco de agua, con una expresión casi
anhelante.
Tenía suciedad en su piel de alabastro, sus ropas estaban rotas
y hechas jirones en algunas partes, y me odié por no asegurarme de
que la cuidaran antes de satisfacer mis propias necesidades.
Y esas necesidades significaban tocarla, olerla y pensar en todas
las putas cosas sucias que le haría.
Así que me puse a recoger cosas para crear un fuego. Y cuando
estuvo ardiendo en el centro de la cueva, me acerqué al agua,
sintiéndola, oliéndola y finalmente saboreándola.

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No era la conclusión más inteligente para ver si era segura, pero
me envenenaría diez veces más con tal de atender sus necesidades.
Cuando me sentí seguro de que era seguro para ella, me dirigí a
la entrada de la cueva y miré hacia afuera. Aunque todavía estaba
oscuro, pude ver que la luz del día empezaba a asomar por el
horizonte.
—Hijo de puta. — gruñí. Habíamos llegado justo a tiempo.
— ¿Qué? ¿Qué pasa?— estaba a mi lado un instante después,
escudriñando la zona. — ¿Me estás tomando el pelo?— Su voz era
jadeante e incrédula.
Resopló irritada y se dio la vuelta, volviendo a entrar en la cueva
antes de sentarse frente al fuego.
Ada subió las piernas hasta el pecho y rodeó las rodillas con los
brazos, apoyando la barbilla en ellas y mirando las llamas.
Apreté los dientes, no estaba acostumbrado a este sentimiento
de frustración. El hecho de no poder darle a mi compañera todo lo que
necesitaba, incluso si esas cosas estaban completamente fuera de mi
control, me enfurecía.
¿Cómo podía mantenerse cuerdo otro mundo?
Así que esto era lo que significaba estar emparejado, tener todo
tu mundo girando alrededor de una sola persona.
Esto era lo que significaba saber que vivirías y morirías por el
sonido de su voz, la mirada de deseo y necesidad en su expresión, y
con la promesa del toque de sus dedos contra tu piel.
Me alejé de la cueva y del sol naciente y me dirigí a Ada. Levantó
la mirada hacia mí y yo esperaba ver una pelea reflejada en sus ojos,
pero en su lugar vi una desesperanza que me hizo apretar el pecho.
—Lo siento. Prometo que esta es mi única rabieta. — Exhaló y
soltó una carcajada sin humor. —Soy demasiado mayor para actuar
así, pero me siento... enojada es la única palabra que se me ocurre.
Cerró los ojos, frotando sus dedos sobre ellos. —Solo estoy
cansada. Y hambrienta. — Volvió a mirarme. —Y mataría por un baño
de burbujas ahora mismo. — Resopló.

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No mostré ninguna expresión, solo incliné la cabeza y la observé,
viendo cómo la luz del fuego jugaba a lo largo de sus mechones rojos
como el rubí y cómo sus pecas parecían un poco más oscuras en la
caverna en sombra.

Dioses... era impresionante. Y es toda mía. Solo mía.


Me acerqué a la mochila que había dejado a un lado y empecé a
rebuscar en ella. Cogí una de las barritas de proteínas y la cantimplora
de agua, y se las entregué.
Extendió lentamente la mano y las cogió. —Gracias. — dijo en
voz baja. —Tú también deberías comer algo. — Partió la barrita por la
mitad y me dio una parte.
Sacudí la cabeza. —Cómetela tú. — Abrió la boca para discutir,
pero un firme movimiento de mi cabeza le hizo cerrar los labios. —Solo
quiero cuidar de ti. — Con eso, me di la vuelta y entré en la pequeña
antesala donde estaba la piscina.
El agua estaba tibia, lo que me indicaba que podría haber una
fuente termal en el fondo.
Me agaché y me arranqué una parte de la parte inferior de la
camisa, dejándola sobre el borde de piedra de la pequeña piscina y
volví a salir hacia donde ella estaba sentada.
Ada se había comido la mitad de la barra, y observé en silencio
cómo envolvía la otra mitad y la volvía a meter en la mochila,
racionándola. Mi hembra era inteligente.
—Ven, Ada. — Levantó la vista hacia mí, con las cejas oscuras y
rojizas bajas de nuevo, y sus pequeñas orejas puntiagudas asomando
entre la pesada masa de su pelo color vino.
Me sorprendió que no discutiera, sino que se levantara
lentamente y se dirigiera hacia mí.
— ¿Qué pasa?
Me aparté para que pudiera ver la piscina y señalé la tira de tela
que había sacado de mi camisa.
—Me imaginé que querrías limpiarte. Tengo un trozo de tela para
que te laves. Me quedaré en la otra cueva para darte intimidad. — Me

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quedé mirándola un momento, una reacción egoísta porque me
gustaba mirarla.
Me daba vida, llenaba mis pulmones de oxígeno. Hacía que la
sangre corriera por mis venas. Miró entre mí y aquella tira de tela, y
luego bajó la mirada hacia el lugar donde estaba cortada mi camiseta.
Vi cómo trabajaba su garganta al tragar y vi el rápido latido de
su pulso en la base de su garganta.
— ¿Te has rasgado la camiseta para que tenga algo con lo que
lavarme?— Era difícil calibrar su reacción por el tono de su voz, pero
me di cuenta de que estaba sorprendida.
Me encogí de hombros. —Solo quiero cuidarte. — dije de nuevo
y me di la vuelta, dándole privacidad.
Pasaron solo unos instantes antes de que oyera el sonido de la
ropa que se quitaba y el suave ruido del agua que salpicaba.
Al instante, mi cuerpo reaccionó. Mi pulso se aceleró, mis
músculos se tensaron y mi polla se puso tan dura que palpitaba y
dolía.
Cerré los ojos e inhalé profundamente, mis fosas nasales se
dilataron mientras examinaba los olores en la cueva hasta que
encontré a Ada.
El aroma de las flores silvestres, el aire fresco y la luz del sol se
aferraban a ella.
El sonido del agua continuaba, y en mi mente imaginé su cuerpo
desnudo deslizándose en el agua, las gotas goteando por toda esa piel
de porcelana y pecosa.
Mi polla se sacudió con fuerza y me agaché para ajustarme. Gemí
con el primer contacto del talón de la palma de la mano con la
longitud.
Mi corazón tronó y me dirigí hacia la boca de la cueva, saqué la
polla y me masturbé como un puto pervertido, con los pensamientos
de Ada firmemente plantados en la cabeza.

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Capítulo 7
ADA

No quería sentir nada hacia el vampiro, pero no podía evitar


sentir ese ablandamiento en el centro de mi pecho por lo que había
hecho por mí, no solo ahora, sino desde que habíamos entrado juntos
en esta dimensión.
Incluso se había cortado la camisa para que tuviera algo con lo
que lavarme.
La piscina no era lo suficientemente grande como para sentarse
y estar sumergida, así que me lavé rápidamente la suciedad y la
mugre, me sequé lo mejor que pude y me vestí con la misma ropa.
La sensación de asco de volver a ponérmela era real, pero la
alternativa era pasearme desnuda delante de Sebastian, y no me fiaba
de estar cerca de él con la ropa puesta, y mucho menos sin ella.
Volví a entrar en la zona principal, pero no lo vi junto al fuego.
Un ruido profundo llamó mi atención y miré hacia la entrada de la
cueva.
Lo vi de pie junto a la abertura, pero su postura era extraña, con
los hombros tensos y curvados hacia delante.
Un sonido gutural salió de él, y mi corazón tronó, pensando que
estaba herido.
Casi corrí hacia Sebastian, con el corazón en la garganta,
sintiendo pánico ante la sola idea de que estuviera herido. Y fue
únicamente porque no quería que lo estuviera.
No tenía nada que ver con nuestras circunstancias. Nada que
ver con la sola idea de estar atrapados aquí solos.
Era porque la sola idea de que Sebastian estuviera herido me
hacía sentir un dolor que se instalaba en el estómago y subía hasta la
garganta, enroscando sus gélidas garras a mí alrededor hasta que no
podía respirar.

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Estiré la mano y me agarré a la pared rocosa para estabilizarme
cuando llegué a él.
—Sebastian... — tartamudeé su nombre.
Sabía que no me había oído acercarme, ya que seguía haciendo
esos ruidos tan fuertes y no se había girado para mirarme. Dioses,
debe estar realmente adolorido si pude acercarme a él y ni siquiera se
dio cuenta.
—Sebastian, ¿estás bien?
Su espalda se tensó y se giró. Todo lo demás se desvaneció
cuando me di cuenta de lo que estaba viendo, y por qué había estado
haciendo esos ruidos.
Se había desabrochado los pantalones y había sacado su enorme
erección, la gruesa y larga longitud sostenida en su gran palma.
Dioses, estaba tan duro.

Oh, Dioses. No le dolía. Se había estado masturbando.


Levanté la mirada hacia su rostro y me di cuenta de que había
estado mirando lo que tenía en la mano. Mi cara se calentó y mis ojos
se abrieron de par en par por la humillación.
Durante un segundo ninguno de los dos habló ni se movió. No
podía ni respirar, no podía comprender lo que estaba presenciando. Y
entonces, cuando el shock inicial empezó a desaparecer, sentí algo
más.
Me invadieron sensaciones que nunca había imaginado.
Sentimientos y deseos que hicieron que mi cuerpo se calentara, que
mi núcleo se apretara. Me calenté y me mojé, y un cosquilleo se instaló
entre mis muslos.
Mis pezones se hincharon, mis pechos se sintieron pesados y
sensibles, y volví a mirar su polla.
Era tan grande. Tan larga. Y la gota perlada de la punta crecía a
medida que se filtraba más antes de iniciar su lento descenso goteando
por la parte inferior de su eje.
Dioses, ¿por qué no podía respirar? ¿Por qué no podía llevar
suficiente oxígeno a mis pulmones?

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Y cuanto más tiempo miraba a Sebastian, más cambiaba su
expresión de leve sorpresa a algo más oscuro, más salvaje.
Sus ojos se entrecerraron y bajó la cabeza, manteniendo su
mirada fija en mí. Su postura era casi depredadora.
Empezaron a salir de él sonidos bajos, profundos y rítmicos, un
ruido casi ronroneante, mientras daba un paso hacia mí.
Por instinto, mi mirada bajó hasta la enorme longitud que
sostenía, y un sonido de sorpresa me abandonó al ver que empezaba
a acariciarse de nuevo. Fue completamente desvergonzado por el acto
lascivo y obsceno que estaba presenciando.
—Pensé que estabas herido. — susurré y me encontré dando un
paso atrás.
—Y viniste corriendo en mi defensa. — Su respuesta fue casi
demasiado baja para que la oyera, pero no se me escapó lo complacido
que sonaba.
Otro gruñido áspero lo abandonó cuando me alejé y él se acercó.
Sabía que retroceder era infructuoso, no solo porque era un
depredador acechando a su presa, sino porque realmente no quería
escapar.
Por muy loco y peligroso que fuera este momento, mi cuerpo
sabía lo que quería, y eso era que el macho me mirara como si quisiera
devorar cada centímetro que le ofrecía.
Antes de darme cuenta de lo que estaba sucediendo, tenía la
espalda pegada a la pared de la caverna. Una sensación de déjà vu me
invadió mientras él se acercaba, apiñándome, con su cuerpo tan
grande y alto que bloqueaba todo lo que había detrás de él.
Tenía la cabeza inclinada hacia atrás, con el cuero cabelludo
clavado en las rocas, mientras me concentraba en sus ojos, que ahora
parpadeaban en rojo. El resplandor rubí llenaba el interior de la cueva,
y sentí que mi corazón se aceleraba aún más, y que mi respiración se
hacía más fuerte.
Su brazo derecho se movía lentamente de un lado a otro de una
manera que solo significaba una cosa. Todavía se estaba tocando a sí
mismo.

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Y la forma en que la comisura de su boca se levantó me dijo que
podía sentir lo desequilibrada que estaba por la situación.
Y se excitó con ello.
Debería haberle dado una bofetada por ser tan grosero delante
de mí, por hacer un acto tan íntimo en mi presencia, pero no pude
controlar mi reacción.
Además... estaba excitada, tan increíblemente acalorada que era
imposible que no se diera cuenta. Diablos, incluso si fuera humano,
sabía que sería capaz de ver el cambio en mi cuerpo.
— ¿Qué tan bastardo me hace seguir masturbándome sabiendo
que te hace sentir incómoda?— Colocó su mano libre en la roca junto
a mi cabeza y se inclinó hacia mí.
Aparté la mirada y respiré estrepitosamente mientras el aroma
de un potente vampiro masculino llenaba mi cabeza.
La sensación de la parte superior de su nariz recorriendo la línea
de mi mandíbula casi me hizo emitir un sonido vergonzosamente
excitado.
Luego estaba la sensación de sus labios rozando el costado de
mi garganta, el sonido de él oliéndome, y finalmente el toque de sus
colmillos en mi punto de pulso.
Apreté los muslos mientras me recorría una oleada de acalorado
deseo.
—Mmmm. — tarareó y apoyé las manos en la pared para
estabilizarme. — ¿Sabes a qué hueles? —Dijo en voz baja y sentí las
vibraciones justo entre mis piernas. —A mí. Hueles a mí.
Gemí, un sonido involuntario que debería haberme humillado,
pero en cambio me sentí fortalecida por él. —No soy nada tuyo. No soy
tuya. — Incluso yo podía oír la mentira que había en mis palabras.
—En eso te equivocas. — Contuve el aliento cuando lo sentí
pasar la punta de su lengua de un lado a otro sobre mi pulso. —Eres
mi todo.
Estaba tan cerca que el calor de su cuerpo me rodeaba, quitando
el frío que daba estar dentro de la cueva. Podía oler cada parte de él,

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la naturaleza masculina que se aferraba a él. La poderosa dominación
que llevaba como una segunda piel. También había un matiz oscuro y
picante que hizo que mi cuerpo se encendiera, que sintiera un
cosquilleo y que me quemara por dentro.
—Mía. — gruñó y sentí las vibraciones a través de mi cuello y
directamente hasta mi núcleo.
Me mordisqueó suavemente la piel, con sus colmillos afilados y
provocando que todas las zonas erógenas de mi cuerpo comenzaran a
dispararse rápidamente. No pude evitar pensar en todos los demás
lugares de mi cuerpo en los que podría usar esos colmillos.
Gimió como si leyera mis pensamientos, pero no pude encontrar
en mí la forma de preocuparme o avergonzarme.
Clavé las uñas en la pared de la caverna, contuve la respiración
y sentí que el placer empezaba a aumentar rápidamente solo por la
sensación de sus dientes raspando de un lado a otro.
Dioses, la amenaza de que pudiera perforar mi piel y dejarme
seca me hizo abrir los ojos de golpe mientras el placer crecía y crecía
y crecía.
—Joder, tengo tantas ganas de morderte. — Apretó su muslo
entre mis piernas, levantándolo ligeramente para ejercer presión justo
en la parte más íntima de mí. —Quiero saciarme de ti, beber de ti
hasta emborracharme. — Ronroneó contra mi garganta. —Quiero
separar tus muslos y hundirme hasta el fondo, forzándome a entrar
en tu dulce coño hasta que no sepas dónde empiezas tú y dónde acabo
yo.
Había algo que crecía dentro de mí, que crecía y se enroscaba
más con cada presión de su muslo entre mis piernas, con cada rugido
de sus palabras contra el costado de mi garganta.
—Necesitar algo cuando nunca has necesitado nada en tu vida
es una sensación potente. — gimió y me lamió el costado de la
garganta una y otra vez. —Desear cuando nunca has sentido placer...
— Mordió suavemente, luego con más fuerza. —Y querer matar solo
para presentarte los cadáveres de mi violencia, porque quiero que
sepas que puedo cuidar de ti, me dan ganas de destruir el puto
mundo.

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Sus palabras y su tacto me robaban el aliento, me paraban el
corazón. Incliné la cabeza hacia atrás y cerré los ojos, separando los
labios mientras una nueva ola de deseo y hambre intentaba robarme
la cordura.
Y justo cuando lo que crecía en mi interior estaba a punto de
alcanzar su punto álgido, un rugido ensordecedor sonó justo fuera de
la cueva.
Abrí los ojos de golpe y contuve la respiración mientras miraba
la entrada.
Sebastian se había puesto rígido frente a mí, apretando más su
cuerpo contra el mío en un gesto de protección, con la cabeza ladeada
mientras él también miraba la entrada.
Gruñía por lo bajo y, más rápido de lo que podía prever, volvió a
meterse en los pantalones y se convirtió en un muro entre lo que fuera
y yo.
Durante largos momentos nos quedamos ahí, con mi respiración
lenta y superficial, ya que el miedo a que lo que fuera de este mundo
entrara y nos destrozara era una perspectiva muy real.
Tenía una mano detrás de él y se enroscó alrededor de mi
cintura, sus uñas ahora se convirtieron en garras negras mientras su
agresión y su lado salvaje protector se elevaban. Sabía que los
vampiros eran criaturas despiadadas, casi psicóticas y sedientas de
sangre, y percibí la rabia que emanaba de Sebastian.
Percibí su entusiasmo por matar.
Permanecimos ahí durante largos momentos, y el único sonido
que provenía de Sebastian era el gruñido bajo y rítmico. Solo después
de largos y tensos minutos en este enfrentamiento con una amenaza
invisible, sentí que su enorme cuerpo empezaba a relajarse
ligeramente.
Retrocedió, obligándome a retroceder mientras se mantenía
entre el peligro fuera de la cueva y yo.
Solo cuando volvimos a estar junto al fuego se giró y me miró.
Sus fosas nasales se ensancharon y se relajaron, repitiéndose una y
otra vez mientras su pecho subía y bajaba por su agitada respiración.

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Estaba claro que se debatía con la necesidad de salir a buscar la
amenaza, ya que no dejaba de mirar a su espalda, a la entrada de la
cueva, y de emitir sonidos animales.
—Quiero salir y asegurarme de que las cosas son seguras. — Su
voz era un gruñido aserrado, y seguía relajándose y cerrando las
manos en puños apretados a los lados.
— ¿Crees que algo nos está siguiendo? Estoy segura de que es
solo una criatura nativa.
No contestó de inmediato, pero luego se giró para mirarme de
nuevo. Sebastian dio un paso adelante, y no retrocedí a pesar de que
ahora era bastante aterrador. Su cuerpo parecía más grande, sus
músculos más pronunciados, y el aire a su alrededor era gélido.
Nunca había visto a un vampiro antes de ser tomado por la
Asamblea, y especialmente nunca había visto a uno al borde de perder
la maldita cabeza.
Pero mientras miraba a mi compañero y sentía que su rabia
abarcaba cada centímetro disponible de esta caverna, definitivamente
podía ver por qué su especie era conocida como una de las más
volátiles del Otro Mundo.
—Puedo sentir que no estamos solos. Ya sea que nos esté
cazando o no, sabe que estamos aquí.
Genial. Como si necesitara estar aún más asustada de lo que
estaba.
Tal vez vio algo en mi cara que le hizo leer mi mente, porque
antes de que pudiera sentir que se movía, Sebastian estaba frente a
mí, con sus manos ahuecando cada lado de mi cuello.
Movió sus pulgares de un lado a otro justo debajo de mis orejas
de forma tranquilizadora. Aunque ciertamente no estaba teniendo ese
efecto ya que la excitación seguía aumentando en mí más rápido de lo
que podía controlar.
Me sorprendió este toque aparentemente suave e íntimo. Parecía
tan suave y fuera de lugar con la forma en que se había presentado
hasta ahora.

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No pude hacer nada más que mirarlo, con los labios
entreabiertos, mi respiración comenzando a aumentar porque su
toque me dejó desequilibrada y con el alma al descubierto.
—Si crees que alguna vez dejaría que algo te hiciera daño, estás
a punto de darte cuenta de lo ferozmente protector que soy contigo.
Sentí que me ablandaba mientras él seguía ejerciendo una ligera
presión en mis puntos de pulso.
—Nada va a pasar a través de mí para llegar a ti. Destruiré
cualquier cosa que lo intente. — Sus ojos brillaron en rojo mientras
me miraba fijamente. —No hay nada más peligroso en este mundo que
yo protegiéndote.
Dioses, no podía pensar con él tan cerca.
Me presionó un poco la cabeza para inclinarla ligeramente hacia
atrás y así poder mirar completamente sus ojos brillantes.
— ¿De acuerdo?— Dijo esa palabra con tanta firmeza que no
tuve más remedio que asentir.
Y así como así, retrocedió y respiré una bocanada de aire,
dándome cuenta de que estar atrapada en una dimensión alternativa
no era lo más loco que me había pasado.
Estar emparejada con este vampiro sociópata lo superaba.

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Capítulo 8
ADA

Me sorprendió haber podido conciliar el sueño, sobre todo


después de haber oído a esa criatura varias veces cerca de la cueva.
Pero después de ver a Sebastian pasearse y gruñir y hacer
comentarios guturales y maldiciones intermitentes a cualquier
amenaza que estuviera al acecho, me quedé dormida, solo para
despertarme temblando y hambrienta y de mal humor.
Abrí los ojos para mirar el fuego, que seguía ardiendo sin cesar
en el centro de la cueva. Pero podía oír una tormenta que se estaba
gestando fuera, el aullido del viento, el chirrido de la lluvia golpeando
contra la roca como si este mundo estuviera enojado con nosotros por
el simple hecho de existir.
El sonido de la tormenta resonó en la caverna, y me hice un ovillo
y volví a cerrar los ojos, tratando de volver a dormirme porque
empezaríamos nuestro viaje a... dondequiera que nos dirigiéramos...
en cuanto se pusiera el sol.
Una parte de mí quería buscar a Sebastian en la caverna, para
asegurarme de que seguía aquí. Pero no necesitaba verlo para saber
que estaba cerca. Podía sentirlo, podía sentir que me observaba.
Solo eso debería haberme calentado lo suficiente como para
quitarme los escalofríos.
Solo un momento después de que él invadiera mis pensamientos,
oí que se arrastraba, que se apartaban pequeños guijarros. Antes de
que pudiera reaccionar, se había tumbado detrás de mí, rodeando mi
cintura con un brazo grueso y musculoso y acercándome a la dureza
de su pecho.
Me puse rígida por instinto, pero su brazo era como una banda
que me mantenía cerca de él.

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El calor del cuerpo de Sebastian me rodeó al instante, y ni
siquiera intenté luchar contra la forma en que me ablandé contra él,
dejando que su calor penetrara el frío glacial que se había instalado
en mis huesos.
— ¿Qué estás haciendo?— susurré con fuerza, casi con pánico
en mi voz.
Me sentía demasiado bien teniéndolo tan cerca, y a pesar de
intentar mantener la compostura, mi cuerpo tenía otros pensamientos
en mente.
Ese bajo hervor de excitación que nunca había desaparecido del
todo empezó a aumentar una vez más.
—Estoy cuidando de mi compañera. — Sus dedos se enroscaron
en mi vientre y tragué con dificultad al ver lo bien que se sentía incluso
eso.
Durante largos momentos no hablamos, y me sentí muy
incómoda en mi posición porque mi cuerpo estaba tenso. Esta
incomodidad interna por el deseo que sentía por él me estaba haciendo
perder la cabeza.
Pero él no intentó nada inapropiado y, de hecho, la forma en que
me abrazó fue casi suave, especialmente con la forma en que sentí que
acariciaba sus pulgares de un lado a otro sobre mi antebrazo.
Cerré los ojos y empecé a contar hacia atrás desde cien,
intentando mantener la cordura. Pero era imposible con la sensación
de tenerlo tan cerca.
Se inclinó y apartó el pelo de mi hombro. Y cuando su cálido
aliento me hizo cosquillas en el costado de la garganta, cuando sentí
que pasaba la punta de su nariz por la curva donde se unían mi
hombro y mi cuello, me estremecí físicamente.
El sonido de su inhalación y los ruidos roncos que salían de su
pecho me indicaron lo mucho que disfrutaba con ello. Apreté los
muslos mientras una oleada tras otra de calor y humedad se
derramaba entre mis muslos.
No iba a sobrevivir a la situación con la forma en que las cosas
estaban progresando. Porque sentía que con cada hora que pasaba mi

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compostura y mi necesidad de mantener la distancia con Sebastian se
iban reduciendo lentamente hasta que pronto no sería más que un
muñón.
—No estás jugando limpio. — Las palabras fueron un susurro
sacado de mi boca antes de que pudiera detenerlas.
Su risa era baja y profunda, y el sonido era muy parecido al de
un macho satisfecho. Siguió pasando su nariz por el lado de mi
garganta, inhalando profundamente. Sebastian apartó su mano de mi
antebrazo y extendió la palma sobre mi bajo vientre.
—Cuando se trata de ti, romperé todas las reglas para ganar.
El tenor ronco de su voz no debería haberme afectado como lo
hizo. Era una sensación física y visceral dentro de mí.
Pero ahí estaba yo, exigiendo en silencio que no se detuviera
nunca, e incluso arqueando la espalda y abriendo más el culo hacia
él.
Un suave jadeo me abandonó cuando sentí el contorno muy duro
y muy grande de su erección clavándose en el pliegue de mi trasero.
— ¿Sientes eso? — susurró, con su cálido aliento rozando la
concha de mi oreja. — ¿Sientes lo duro que estoy? —Empujó sus
caderas hacia delante, y un gemido sin fisuras fue arrancado de mí.
—Estoy durísimo desde que me desperté y estabas debajo de mí, con
tu dulce sangre llenando mi boca y deslizándose por mi garganta.
Hice un sonido de necesidad y él gimió.
—No puedo evitarlo cuando se trata de ti. — Estaba bombeando
constantemente contra mí, frotando su polla en mi culo al mismo
tiempo que añadía presión a mi vientre, manteniéndome apoyada
firmemente contra él.
—Tal vez deberíamos centrarnos en asegurarnos de que lo que
sea que está ahí afuera no entre aquí. — Mis palabras sonaban
confusas, entrecortadas. Las empujaba a través de ellas a pesar de
que eran lo último de lo que quería hablar.
—Mmmm. — tarareó y siguió follándome en seco, despacio, con
constancia, como si tuviera todo el tiempo del mundo.

Sotelo, gracias K. Cross & Botton


Era como si hubiera tragado arena. Incluso formar la palabra
más sencilla me exigía toda mi energía.
No se detuvo, y cuando sentí que sus dedos rozaban el dobladillo
de mi camisa, empujando el material hacia arriba, debí haberle dicho
que se detuviera.
No lo hice.
Por supuesto que no lo hice.
—Puedo hacer varias cosas, mi dulce chica. — susurró, pero
sonó más como una promesa de intenciones.
Me subió la camiseta hasta el ombligo, y las yemas de sus
grandes dedos, cálidas y ligeramente callosas, se deslizaron por la
carne expuesta.
Se me puso la piel de gallina y separé los labios, dejando escapar
un sonido que le agradó, porque empezó a chuparme el cuello y a
hacer los ruidos más primarios que jamás había oído.
—Déjame terminar lo que he empezado.
Oh, Dios. Sabía lo que quería decir.
— ¿Quieres que pare? O quieres que...
—Sigue. — Exhalé esas palabras. Sin vergüenza. Ninguna en
absoluto. Porque aquí estaba, presionando mi culo de un lado a otro
contra su dura polla y sintiendo tanta humedad instalarse entre mis
piernas, que el interior de mis muslos estaba resbaladizo.
—Mmmm, mi dulce hembra. No tienes que hacer nada más que
existir y me complaces tanto. — La cálida humedad de su lengua me
arrancó otro gemido. —Quieres ser mi niña buena, ¿verdad? Quieres
complacerme y dejarme seguir, ¿verdad?
—Sí. — le supliqué.
—Lo estás haciendo muy bien, Ada. Tan bien que estoy más duro
que el puto acero. Tan jodidamente duro que me duele la polla. —
Tarareó. —Estoy chorreando presemen como un hijo de puta porque
solo puedo pensar en enterrar mi cara entre tus pálidos y pecosos
muslos y darme un festín con todo ese néctar que se está derramando
para mí hasta que te corras y me empapes la cara.

Sotelo, gracias K. Cross & Botton


Santa mierda. Su charla sucia me iba a hacer ir al límite.
—Puedo oler toda esa miel que se derrama de ese puto coño
apretado. — Me mordió el lado de la garganta, sus colmillos tan
afilados que un escozor se instaló donde me mordisqueó. —Apuesto a
que sabes aún más dulce.
Tiré de mi labio para reprimir los sonidos de animal herido que
seguramente iban a salir de mí.
— ¿Quieres eso, Ada? ¿Quieres complacerme y dejarme hacer
todas las putas cosas sucias que he imaginado hacerle a mi
compañera?— Más mordiscos, más empujones... solo más. —Te
prometo que te haré sentir tan bien. Tan jodidamente bien que nunca
querrás que pare.
Incliné la cabeza hacia atrás y me encontré girándola en su
dirección.
—Mírame. — exigió.
Me obligué a abrir los ojos y me quedé mirando los suyos, rojos
y brillantes. Movió su otra mano alrededor de mi cuerpo y desplazó
esa gran palma alrededor de mi garganta, añadiendo una ligera
presión para que la amenaza de que se me cortara el oxígeno fuera
muy real.
Y eso me hizo mojarme más.
Sebastian jadeaba, resoplaba como si hubiera corrido un
maratón, como si no pudiera recuperar el aliento, y todo porque me
estaba tocando.
Nuestras bocas estaban tan cerca que nuestras respiraciones
coexistían como una sola. Sentí el incesante impulso de inclinarme
ese último centímetro y apretar mis labios contra los suyos, para
aliviar este dolor que me dolía.
— ¿Quieres eso, dulzura? Dime que sí.
—Yo... — Gemí y sentí que mis ojos se entrecerraban cuando
deslizó su mano por debajo de la cintura de mis pantalones, no
bajando tanto como yo quería, pero la promesa de su tacto tan cerca
de esa parte me robó cualquier palabra.

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—Darte placer me hace sentir tan jodidamente bien. Preferiría
comerte el coño toda la noche antes que correrme. — Movió su mano
otro centímetro más abajo. —Abre para mí.
Sentí su voz vibrar contra mi boca e incliné la barbilla hacia
arriba, como una invitación silenciosa a seguir.
—Si me dejaras, te abriría las piernas y adoraría tu coño con mi
boca.
Me sentí muy avergonzada por los sonidos que hacía y por la
forma en que empujaba mi culo hacia atrás y lo frotaba contra su
polla. Pero estaba tan dura. Tan grande que no había forma de
detenerme.
Me sentía tan pequeña comparada con él. Y cuanto más pensaba
en él intentando introducir esa enorme longitud en mi cuerpo, no solo
me aterraba sino que me excitaba hasta el punto de sentirme
delirante.
Separé las piernas todo lo que pude dada la posición, pero fue
todo lo que necesitó.
Sebastian introdujo su mano entre mis muslos y emitió un
gruñido de placer cuando se encontró con toda mi humedad.
—Jesucristo. Estás jodidamente empapada. — Deslizó un dedo a
cada lado de los labios de mi coño, deslizándolos hacia abajo antes de
volver a subirlos y pellizcar mi clítoris en la subida.
Me estremecí y me encontré agarrando su muñeca. Su mano
seguía rodeando mi cuello y mis uñas se clavaban en su brazo como
si fuera lo único que me mantenía estable.
—Te vas a correr por mí como la buena chica que eres. — Pasó
la yema de su dedo índice por el orificio de mi coño y mis músculos
internos se apretaron, deseando que me metieran algo importante
dentro.
Cuando volvió a subir sus dedos por mi raja para rodear mi
clítoris, me mordí el labio con la suficiente fuerza como para saborear
la sangre. Pellizcó el manojo de nervios entre el índice y el pulgar,
frotándolos suavemente, de modo que las chispas de placer estallaron
en mí y no hubo forma de que pudiera mantener la cordura.

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—Ahora. — gruñó contra mi boca, con sus labios pegados a los
míos aunque no me estaba besando.
Jadeábamos con fuerza mientras le daba lo que pedía.
Mi coño convulsionó y mi cuerpo se agarrotó, el placer se
apoderó de mí desde adentro hacia fuera. El éxtasis se rompió en un
millón de pedazos diferentes de luz y sonido y sensaciones exquisitas.
Y justo cuando ese placer llegó a su punto máximo, me encontré
empujada de espaldas, con las piernas abiertas hasta donde me lo
permitían los pantalones, y Sebastian implacable mientras me frotaba
el coño y me llevaba completamente al límite.

—Sebastian... — Su nombre era un sonido estrangulado, pero


estaba demasiado perdida en las sensaciones como para preocuparme
o sentirme avergonzada de haber gritado su nombre mientras me
corría.
—Mmmm, eso es, dulzura. Dioses, me complaces más que nadie.
Arqueé mi espalda, mis pechos se empujaron hacia afuera, mis
pezones tan duros que me dolían. Lanzó otra jugosa maldición justo
antes de añadir más presión a mis labios e introducir su lengua dentro
de mi boca.
Me sentí como una gatita mientras me aferraba a su lengua y
chupaba, maullando porque su sabor bañaba mis papilas gustativas.
Era adictivo, su sabor era picante y puramente masculino.
Era lo más potente que había probado nunca, y sabía que nunca
tendría suficiente.
Y cuando introdujo suavemente la punta de su dedo en mi coño,
sentí que otra explosión alcanzaba las alturas de mi conciencia.
Gimió, su polla tan dura contra mi cadera mientras seguía
empujando contra mí. Hacia adelante y hacia atrás. De un lado a otro.
Su enorme cuerpo se agitó un segundo antes de separarse,
inclinar la cabeza hacia atrás y hacer el ruido más masculino y lleno
de éxtasis que jamás había escuchado.
Mierda, se estaba corriendo y ni siquiera estábamos teniendo
sexo.

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Me quedé clavada en su mirada, en los tendones que salían bajo
su piel dorada mientras se esforzaba, en la forma en que sus colmillos
se alargaban ante mis ojos.
Estaba bajando de mi altura, relajándome contra el suelo de la
caverna, cuando abrió los ojos y me miró.
El rojo se había desvanecido hasta alcanzar su color natural, y
su boca seguía abierta mientras aspiraba grandes bocanadas de aire.
Todavía tenía su mano entre mis muslos, con su grueso dedo metido
en mi coño.
Un pequeño sonido de angustia me abandonó cuando sacó el
dedo y lo mantuvo entre nosotros, el dedo del medio resbalando con
la crema de mi coño y deslizándose a lo largo.
Sentí cómo se me calentaba la cara cuando se lo llevó a la boca
y arrastró la lengua a lo largo de la longitud, lamiendo la excitación
que había sacado de mi cuerpo. Gimió como si fuera lo más dulce que
hubiera probado nunca.
—Tan bueno. — Se metió el dedo corazón en la boca antes de
sacarlo con un sonoro chasquido. Deslizó la mano que tenía alrededor
de mi garganta hasta mi mandíbula, agarrándome fuertemente e
inclinando su boca contra la mía.
El primer sabor de su lengua al forzarla entre mis labios fue una
mezcla de los sabores de ambos. El acto era lascivo, y no quería que
se detuviera.
—Lo haremos todas las noches. Pero la próxima vez. — murmuró
mientras se separaba ligeramente, rompiendo la succión de nuestras
bocas mientras me miraba fijamente a los ojos. —La próxima vez
beberé directamente de la fuente, dulzura.
Debería haber pensado en algo que decir, pero estaba saciada y
agotada de energía y sentí que los ojos se me ponían pesados por el
sueño.
Sebastian puso una expresión de satisfacción en su rostro antes
de que se suavizara y la comisura de su boca se curvara en una
sonrisa.

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—Quién iba a decir que un monstruo como yo podría conseguir
a la chica de sus sueños.
Se me hizo un nudo en la garganta al oír eso, pero antes de que
pudiera responder -si es que había sido capaz de hacerlo- me besó tan
suavemente en los labios que iba en contra de la propia dureza que
siempre parecía rodearle.
—Duerme, Ada. — murmuró y me acomodó para que quedara
tumbada sobre su pecho y fuera del suelo duro. —Duerme y deja que
te cuide.

No me enamoraré de él. No me enamoraré de él.

Maldita sea. Creo que ya estoy empezando a hacerlo.

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Capítulo 9
SEBASTIAN

Nos pusimos en marcha de nuevo. Había permanecido despierto


todo el tiempo que mi compañera dormía, y la sensación de orgullo y
logro que sentía al saber que la cuidaba era insuperable. Y en cuanto
el sol se puso de nuevo, la desperté con suaves besos por el puente de
su nariz pecosa, a lo largo de sus labios, y finalmente pasé mi lengua
por sus labios.
Gimió por mí y arqueó la espalda como un gato satisfecho. Y
cuando abrió los ojos y los fijó en los míos, se tensó y se cerró.
Y ahora me evitaba. Podía sentir su vacilación hacia mí en
oleadas. Y estaba seguro de que era porque estaba avergonzada por lo
que habíamos compartido la noche anterior.
Sabía que era su primer orgasmo. Era la primera vez que le daba
placer a alguien, diablos... que deseaba a una mujer. Eso estaba y
estaría siempre reservado para Ada.
Ella sería la única a la que complacería, la única hembra que me
haría sentir... cualquier cosa.
Le daría una eternidad para que se acostumbrara a esa idea,
para que aceptara el hecho de que no iba a ninguna parte. Ella era
mía y yo era suyo y así era. Pero yo pensaba en cada una de las
palabras que había dicho.
Lo dije en serio cuando le dije que lo haríamos todas las noches,
que la haría correrse antes de que se durmiera, porque si no lo
hacíamos, no podría funcionar. Sus orgasmos me daban mucho
placer.
Me agaché y me ajusté la polla tiesa, tan dura que me dolía.
Me avergonzaba admitir que me había corrido en los pantalones
como un maldito adolescente mientras la hacía correrse. Me había
corrido en todo el cuerpo mientras miraba su cara y veía el rubor que

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cubría sus mejillas, la oía gritar mi nombre de placer, y luego me corrí
un poco más cuando probé el jugo de su coño empapando mis dedos.
Apreté los dientes y contuve mi gemido al recordar vívidamente
su sabor... cómo quería sobrevivir con él.
Joder, quería beber profundamente de su vena que recorría la
longitud de su muslo interior. Jesús, quería emborracharme tanto de
ella que no pudiera mantenerme erguido.
Y aunque con gusto le daría toda mi vida para llegar a un
acuerdo, no podía mentir y decir que no me frustraba al máximo.
Estaba acostumbrado a conseguir lo que quería, cuando quería. Y
aunque mi pequeña y perfecta compañera Fae me había dado el más
dulce placer anoche, estaba luchando demasiado contra esto.
Como si leyera mis pensamientos, Ada me miró por encima del
hombro, sus cejas arqueadas de color rojizo oscuro bajaron por su
propia confusión.
Sonreí y un surco más profundo se formó entre sus ojos antes
de que resoplara y mirara hacia adelante. Me reí profundamente y
aceleré el paso, observando continuamente nuestros alrededores.
Seguíamos dirigiéndonos en la misma dirección de donde suponíamos
que estaba el portal, pero no teníamos ni idea de lo lejos que nos
habíamos alejado de él inicialmente, y por lo que sabíamos esto no era
más que un callejón sin salida.
—Sabes, mi dulce chica, fingir que lo de anoche no ocurrió no lo
hace menos real.
Sus hombros se tensaron pero no respondió, lo que me hizo
sonreír aún más.
Podía oler el hecho de que su coño estaba mojado ahora mismo,
su necesidad de mí más fuerte que cualquier otra cosa, incluso su
necesidad de mantener su independencia y distancia de nuestro
apareamiento.
—No estoy fingiendo nada.
No hablamos durante varios momentos más antes de que
finalmente se detuviera y se girara para mirarme, con las manos en
su cintura metida.

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— ¿De verdad?— Crucé los brazos sobre el pecho y enarqué una
ceja. Por primera vez en mi vida, y desde que encontré a mi pareja, me
sentí divertido. Vivir la vida siendo estoico y sin ningún tipo de
emoción era mi defecto. Esto era... esto era diferente pero bueno.
Era tan pequeña comparada conmigo, y sin embargo tenía esa
disposición ardiente que me excitaba tanto que era casi exasperante.
— ¿Así que no estás intentando fingir que no tenía mi mano
metida entre tus muslos mientras te acariciaba el coño hasta que te
corrías para mí?
Su boca se abrió antes de cerrarla, y el hecho de que sus mejillas
se pusieran aún más rojas hizo que mi polla se sacudiera y se
engrosara aún más.
La vergüenza de Ada era un afrodisíaco, y me encontré dando un
paso más. Pero cuando levantó una mano, con la palma hacia mí, me
detuve.
—No puedo hacer esto contigo. Ahora mismo no.
Apreté las muelas. — ¿Hacer qué exactamente?
Se quedó en silencio un momento, y bajé la cabeza pero seguí
concentrado en ella.
—Eres mía y soy tuyo. Y te seguiré recordando ese hecho hasta
que lo entiendas, Ada. No hay forma de evitarlo. El destino nos dio el
uno al otro, y si crees que puedes escapar del destino, si crees que voy
a dejar que niegues ser mía, descubrirás muy pronto, dulzura, que
siempre consigo lo que quiero.
Su naricita se crispó, y pude oír cómo apretaba la mandíbula
con fuerza, sus dientes chirriando. —No estoy negando nada,
Sebastian.
Mierda, sonaba bien escuchar mi nombre salir de sus labios...
especialmente cuando se estaba corriendo.
Se frotó la frente, y por mucho que quisiera ir hacia ella, para
consolarla, me contuve. Ya me daba cuenta de que iba a ser un cabrón
prepotente cuando se trataba de mi compañera.

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—No estoy negando ni luchando contra nada. — susurró y dejó
caer su mano para agarrar el lateral de su pantalón, sin que su mirada
se apartara de la mía. —Supongo que solo quiero concentrarme en un
evento que cambie mi vida a la vez. — Extendió los brazos como si
señalara el oscuro bosque que nos rodeaba. —Y salir de este infierno
es mi principal prioridad, aunque cada parte de mí diga que acepte
que ahora tengo una pareja y —desvió la mirada antes de decir—
completar el apareamiento debería ser lo primero.
Un profundo rugido de placer me abandonó al oírla decir eso, y
al saber que estaba luchando por su propia conservación y no porque
me viera como una pareja incompatible que el destino le había dado.
—Ah, mi hembra, me complaces al máximo. — Lo único que
importaba ya en mi vida era ella. Y cuanto más tiempo pasara sin
reclamarla, sin perforar su cuello y darle mi marca, más insoportable
sería.
Más enojado y desesperado me volvería.
Más posesivo y obsesivo me volvería en lo que a ella respecta.
Diablos, le rompería el cuello a un cabrón solo por mirarla, y aún
no había reclamado a mi hembra.
—Así que admites que me deseas. — dije con suficiencia y sonreí,
luego me reí cuando ella puso los ojos en blanco.
Sentí que un calor se extendía por el centro de mi pecho cuando
sus perfectos labios rosados en forma de arco se curvaron ligeramente.
—No voy a acariciar aún más tu ego admitiendo nada. — me
lanzó una mirada astuta. —Sabes que te deseo.
Esa frase fue susurrada tan bajo que casi no la oí, pero me
encontré justo delante de ella un segundo después, con mi mano
rodeando su cuello mientras me apiñaba alrededor de su pequeño
cuerpo. Añadí un poco de presión, viendo que sus pupilas se dilataban
y se ponían más duras ante el hecho de que a mi pequeña hembra le
gustaban los deseos más oscuros que tan desesperadamente quería
darle.

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Cuanto más tiempo miraba sus ojos verdes, más sentía que me
perdía. —Tan perfecta. — susurré y deslicé mi mano por la columna
de su cuello para poder deslizar mi pulgar por su labio inferior.
Separó la boca y respiró con fuerza.
—Tan perfecta que no puedo creer que seas real... — Me incliné
hacia ella, inhalando profundamente y emitiendo un sonido
placentero en el fondo de mi pecho. —O que seas mía. — Estaba a
punto de besarla, de apretarla contra el suelo y de enterrar mi cara en
su dulce coño cuando un tenue chirrido demasiado cercano resonó a
nuestro alrededor.
—Sebastian... — susurró, con cautela e incertidumbre en su voz.
—Lo he oído, dulzura. — dije con la misma suavidad.
Me giré y me mantuve de espaldas a Ada, usando mi cuerpo
como escudo.
—También puedo luchar. — La fuerza de su voz me llenó de
orgullo.
Aunque nos mantuvimos lo suficientemente cerca de la montaña
como para poder encontrar una cueva con facilidad y rapidez cuando
saliera el sol, esta noche estábamos más cerca de la línea de árboles
del bosque, para poder divisar cualquier cosa que nos diera
respuestas.
Volví a oír el chirrido y miré hacia las copas de los árboles. Podía
ver con claridad en la oscuridad, pero las densas sombras y el espeso
follaje seguían dificultando la detección de cosas con precisión.
Y aunque el sonido parecía provenir de arriba, resonaba a
nuestro alrededor, rebotando en todas las direcciones, por lo que era
casi imposible determinar su ubicación.
— ¿Tal vez deberíamos ir a buscar una cueva?
Llegué a mi espalda y apreté mi mano alrededor de su cintura,
acercándola a mi espalda mientras seguía dándonos la vuelta y
mirando en todas direcciones.
—No soy una debilucha, pero tampoco tengo idea de a qué nos
enfrentamos, y retirarnos podría ser la mejor idea, Sebastian. — El

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chirrido sonó más fuerte, más cerca. Extendió la mano y agarró mi
camisa, presionando su pecho más cerca de mi espalda.
—Por mucho que me gustaría mantenerte recluida en una cueva
y protegida, tengo la sensación de que lo que sea que hay ahí afuera
nos seguirá. Tengo que encargarme de ello ahora. Sacarlo para que no
sea una amenaza para ti.
Volvió a oírse el sonido, seguido del ruido muy claro de algo
grande y pesado cayendo al suelo. Sentí las vibraciones bajo mis pies
y mantuve a Ada detrás de mí mientras me giraba en la dirección de
la que venía la criatura.
—Quédate detrás de mí y déjame hacer el trabajo pesado. — le
dije en tono bajo. —Pero prepárate, Ada.
— ¿Para qué?— Su voz era un susurro.
—Para cualquier cosa, bebé.
Sentí que mi cuerpo se tensaba cuando lo que había caído al
suelo se movía hacia nosotros. El sonido de su movimiento por el suelo
del bosque se hizo más fuerte y ominoso. El miedo no era una emoción
que hubiera experimentado nunca, pero ahora sentía que algo me
asfixiaba ante la idea de que Ada resultara herida.
Pero ese miedo se desvaneció a medida que mi ira, mi lado
vampírico, se alzaba y tomaba el control. Vi el color rojo, el brillo rubí
de mis ojos que bañaba la zona frente a nosotros y que finalmente
mostraba lo que se nos venía encima.
Mostré mis colmillos, doblando las rodillas y empujando la parte
superior de mi cuerpo hacia delante.
—Mierda. — respiró Ada en un tono aterrorizado.
—Sí, suena bien, dulzura. Quédate atrás.
— ¿Qué es eso?
No tenía ni puta idea, pero iba a destruirlo.
La gran mancha de lo que sea que era esta cosa se acercó. Su
cuerpo parecía gelatinoso, y tenía ocho tentáculos pegados a los lados,
cuatro a cada lado, con garras en cada uno. Su boca estaba formada

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por un pico afilado y sus ojos negros y brillantes mostraban una
inteligencia que me decía que esa cosa iba a dar mucha guerra.
Se escucharon más chirridos mientras golpeaba el suelo con sus
tentáculos y avanzaba.
—Yo lo distraigo y tú atacas.
—E-Espera. ¿Q-qué?— Las palabras de Ada me atraparon tan
desprevenido que me quedé momentáneamente congelado y no impedí
que se echara a un lado. —Joder. Mi compañera está más loca que yo.
Se escabulló hacia un lado y detrás del árbol más cercano. La
criatura giró la cabeza hacia ella y lanzó un chillido, pero yo estaba
cargando hacia adelante, mis uñas ahora garras, la sed de sangre
llenando mi cuerpo de modo que todo lo que podía pensar era en
matar.
—Oye, imbécil, por aquí. — le gritó Ada a la criatura.
Un rugido chirriante sonó de la bestia, y se deslizó hacia mi
compañera. Pero un segundo después estaba frente a ella y la agarré
por los lados.
Mis manos se deslizaron fuera de su cuerpo viscoso, y el cabrón
se giró y se abalanzó sobre mí, el chasquido de su pico juntándose a
escasos centímetros de mi cara me arrancó un gruñido de agresividad.
Caí hacia atrás, cayendo de culo, y el pedazo de mierda no perdió
el tiempo corriendo por el suelo hacia mí. Me levanté y lo alcancé,
preparado para romperle el grueso cuello, cuando una piedra salió
volando por el costado y se conectó con su pico.
Oí el grito de guerra de Ada y rugí yo mismo, gritándole que se
quedara atrás.
—Maldita sea, hembra. Quédate atrás y deja que tu compañero
te proteja.
Ella dio una patada y golpeó con su pequeño pie calzado el
costado de su cuerpo, pero la criatura envolvió su zapato con un
tentáculo y la tiró al suelo.
La oí gritar de dolor, vi cómo su cabeza se quebraba hacia atrás
y conectaba con fuerza con el suelo.

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Y sentí una ira tan potente, tan intensa que la saboreé
recubriendo mi lengua. — Te voy a jodidamente destrozar. — siseé a
la criatura y agarré el trozo de mierda, apartándolo de Ada. Ella dio
una patada, soltando el pie de su agarre, y se revolvió hacia atrás.
Tenía un tentáculo en cada mano, sintiendo que la viscosa
criatura luchaba con más fuerza contra mí. Su mandíbula en forma
de pico se abalanzó sobre mi cara y me sacudí hacia atrás cuando se
abalanzó sobre mí, con un sonido cada vez más fuerte.
—Voy a dar tu cuerpo destrozado a mi compañera como premio.
— grité.
Ada lanzó lo que solo podría llamarse un grito de guerra y se
lanzó hacia adelante, con una gran rama en la mano mientras se
balanceaba.
—Maldita sea, Ada. — grité cuando la rama golpeó el costado de
la criatura, y apenas me arrancó el brazo en el proceso.
—Lo siento. — gritó. —Parecía que necesitabas ayuda.
La criatura giró su ancha y aplanada cabeza hacia Ada y dio un
chasquido, y ella gritó y saltó hacia atrás, balanceando el palo de
nuevo y conectando con su cráneo esta vez.
La criatura emitió un chillido espantoso y se agitó con más
fuerza, y dos de sus tentáculos se enroscaron en mis piernas mientras
intentaba derribarme para que estuviera de espaldas y tuviera más
ventaja.
Mi cuerpo creció, mis músculos se engrosaron. Con un rugido
ensordecedor, sentí que mi cuerpo se transformaba en el de un
depredador letal. Lo único en lo que podía pensar era en proteger a mi
hembra.
Con cada gramo de fuerza que poseía, volví a rugir mientras
partía a la criatura por la mitad, su cuerpo se partió en dos, saliendo
de él sonidos de muerte.
Miré al suelo mientras arrojaba las dos mitades de la criatura a
un lado, mi pecho subía y bajaba al sentir toda la adrenalina correr
por mis venas. Quería matar algo más. Quería ofrecerle partes del
cuerpo a Ada para que supiera que sería capaz de protegerla.

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Cuando sentí que empezaba a calmarme a un nivel más cuerdo
-para mí, al menos-, miré a Ada y la vi mirándome con los ojos muy
abiertos y... con mugre de criatura por todas partes.
La mucosidad oscura la cubría de la cabeza a los pies, y la baba
se deslizaba por sus mechones rojos y oscuros, por la cara y por el
pecho, antes de hacer un ruido de baba al caer al suelo del bosque.
Durante largos momentos nos quedamos quietos, y lo único que
pude hacer fue mirar a mi pobre compañera cubierta de asquerosas
entrañas de criatura de dimensiones paralelas, sabiendo que no debía
hacer lo que estaba sucediendo en ese momento, pero sin poder evitar
la sonrisa que se formó en mi rostro.
—Incluso sucia como la mierda —dije, reprimiendo una risa— te
ves caliente, bebé.
Se sacudió las manos, desprendiendo la baba de su cuerpo, pero
hizo una pequeña mella en la cantidad que la cubría.
Extendí la mano y le pasé un dedo por la frente, quitándole una
gran parte de la baba antes de negar. —No hay que arreglar esto, bebé;
necesitas un baño.
Entrecerró los ojos y me preparé para esa lengua ardiente que a
mi compañera le gustaba usar conmigo, pero me quedé parpadeando
de sorpresa cuando inclinó la cabeza hacia atrás y empezó a reírse.
Ada se puso una mano en el vientre y cerró los ojos con fuerza
mientras reía casi histéricamente. Empecé a preocuparme de que
hubiera perdido la cabeza después de estar atrapada en este agujero
de mierda, pero al cabo de un segundo se puso seria y sacudió la
cabeza, todavía riendo suavemente mientras me miraba fijamente.
—Lo único que puedo hacer es reírme de todo esto. — Levantó
las manos y sonrió.
Joder, era la cosa más bonita que jamás había visto.
Y era toda mía.

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Capítulo 10
ADA

— ¿Crees que es seguro?— Pregunté con escepticismo mientras


miraba el pequeño estanque de agua cristalina que se alimentaba de
la cascada de seis metros de altura que caía del afloramiento rocoso
de arriba.
— ¿En este maldito lugar?
Miré a Sebastian después de que hablara y no pude evitar
reírme.
—No es probable. Pero se ve bien, ¿no?
Di un suspiro de ensueño al ver lo bonito que se veía realmente
“eso” mientras miraba a mi gran y fornido compañero.
Después de sacudir la cabeza para aclarar mis pensamientos,
me centré en el agua de nuevo. Pero al cabo de un segundo sentí un
cosquilleo en la nuca y levanté la mano para frotar la sensación. Miré
alrededor del pequeño claro, pero no vi nada más que gruesos árboles.
No oí más que el grito lejano de extrañas criaturas en este plano. Sin
embargo, no pude evitar la sensación de que nos estaban observando,
y ese pensamiento me puso los pelos de punta.
Cuando miré a Sebastian para ver si él también lo sentía,
cualquier preocupación se esfumó al ver su estado antes de mirarme
a mí misma.
Ambos teníamos mugre de criatura por todas partes, y aunque
el agua no era segura, estaba lo suficientemente desesperada como
para lavar esta mierda.
Se estaba secando en mi pelo, haciéndome sentir una costra en
todo el cuerpo. Por no mencionar que olía fatal, como una mezcla entre
fruta podrida y carne estropeada.

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Me agarré al borde de la camisa, a punto de levantarla, cuando
Sebastian puso su mano sobre la mía y me detuvo, sacudiendo la
cabeza.
—Por el amor de todo lo sagrado, hembra. Déjame hacer el
trabajo pesado.
Recordé cuando dijo esa misma frase antes, y el hecho de que
este macho quisiera mantenerme a salvo de todas y cada una de las
maneras -incluso arriesgando su propia vida para garantizarlo- hizo
que mi corazón se ablandara.
Era difícil fingir que estaba más concentrada en salir de aquí que
en estar cerca de Sebastian.
Porque a cada momento que pasaba lo único que quería era
arrojarme a sus brazos, especialmente cuando me mostraba este lado
tan devoto.
—Trabajo pesado, ¿eh?
Me frunció el ceño, y los dioses hicieron que mi corazón latiera
un poco más rápido.
Exhaló con dureza y se dirigió a la piscina de agua. Tenía unos
cuatro metros de ancho por todos lados y parecía un maldito oasis. El
agua era cristalina y azul, y podía ver el suelo rocoso que había debajo.
El hecho de que no fuera muy profunda también era una ventaja,
lo que me hizo sentir un poco mejor al saber que probablemente no
había ninguna criatura extraña deslizándose por ahí abajo.
Estaba ocupada mirando el agua y escuchando cómo salpicaba
en la cuenca desde la cascada cuando oí el sonido de la ropa crujiendo
a mi lado. Miré justo cuando Sebastian se quitaba la camisa y la
dejaba caer al suelo a su lado.
Mis ojos se abrieron de par en par al ver toda esa carne
masculina, bronceada y dura, de vampiro que quedaba al descubierto.
Y mi cuerpo reaccionó al instante.
Apreté los muslos cuando vi que sus manos se dirigían al botón
de sus pantalones. Contuve la respiración cuando oí cómo bajaba la
cremallera. Y juré que mi corazón palpitó cuando se bajó los vaqueros
y quedaron al descubierto su duro culo y sus musculosos muslos.

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Y entonces ahí estaba él, de pie, completamente desnudo, a
pocos metros de mí, con tanto poder en su cuerpo que me sentía tan
delicada y quebradiza en comparación.
Mientras que yo era pálida y con pecas, él tenía la piel
aceitunada y desgarrada por el poder. Y dioses, el vampiro estaba
cubierto de tatuajes, formas y diseños, líneas y obras de arte que
estaban permanentemente grabadas en su piel y ocultas bajo su ropa.
Levantó el brazo y se pasó la mano por el pelo, despeinando los
cortos mechones negros hasta que se pusieron de punta, lo que me
hizo comprender que, a pesar de no llevar ropa, seguía teniendo la
viscosidad de esa criatura por todo el cuerpo.
Igual que yo.
Pero a mi cerebro se le cruzaron los cables una vez más mientras
miraba su bíceps y cómo se agrupaba y flexionaba, lo grande que se
hacía con ese pequeño movimiento.
—Ada. — gruñó y sentí las vibraciones de su voz desde la
distancia.
Mi columna se partió y levanté la vista de su abultado y
demasiado atractivo bíceps a su rostro, solo para verlo ya mirándome.
Sus ojos brillaron en rojo, y se giró para mirarme
completamente, mostrando todo ese poder masculino ondulante y
definido y una enorme dureza...
—Ven aquí y míralo mejor, Ada. — se burló con esa voz grave y
áspera que me hacía sentir líquida por dentro.
Me di cuenta rápidamente de que era lujuriosa para cualquier
cosa que tuviera que ver con Sebastian.
Su mirada me golpeó en todos los lugares correctos.
Su tacto encendió un fuego en mi cuerpo que sabía que solo él
sería capaz de domar.
La forma en que me miraba era como si yo fuera el aire en sus
pulmones, la sangre en sus venas... lo que le daba cordura.
Quería ser egoísta e ignorar todo lo demás que nos rodeaba.
Quería simplemente desnudarme, presentarle mi cuerpo preparado y

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listo, y dejar que toda esa oscura y deliciosa desviación que sentía
brotar de él me corrompiera.

Dioses, quiero que me corrompa.


Podía interpretar lo que sentía por Sebastian como nada más
que la conexión que los compañeros tenían entre sí, que teníamos ese
vínculo innegable que nos unía. Era solo el destino, la suerte, como
quieras llamarlo, lo que hacía que nos sintiéramos atraídos el uno por
el otro porque estábamos destinados a estar en la vida del otro.
Pero era algo más. Sí, la atracción era innegable y lo consumía
todo, pero había cosas de Sebastian que me atraían y que no tenían
nada que ver con la atracción sexual.
Era inteligente e ingenioso. Y su mordacidad coincidía con la
mía. Estábamos enfrentados y teníamos esa sensación de amor-odio.
Me metía en su piel, pero eso parecía atraerlo aún más, y eso me
excitaba a mí.
Éramos tan diferentes, y estaba claro que éramos los extremos
opuestos de un imán, destinados a acercarse hasta que fuéramos uno.
Me acerqué un paso más, y otro más, hasta que estuve a solo 30
centímetros de donde él estaba. Lo miré, vi que sus ojos estaban
entrecerrados, el claro deseo en su expresión se reflejaba en mí de
manera que sentí que era un contacto real, una presencia física que
me sujetaba y me decía que no luchara contra esto.
Tras un prolongado momento, exhaló y se pasó una mano por la
mandíbula, rascando con las palmas el vello de varios días que cubría
sus mejillas.
Vi cómo sus garras negras volvían a ser uñas romas y cómo sus
ojos rojos se desangraban para volver a ser normales. E hice todo lo
posible para no mirar hacia abajo para ver si seguía igual de largo y
duro.
No dijo nada más mientras se apartaba de mí y caminaba hacia
el borde de la piscina antes de sumergirse.
El agua salpicaba hacia arriba y hacia mí, y a medida que
pasaban los segundos y él permanecía bajo el agua, mi preocupación

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aumentaba. Me acerqué al borde y me agaché, tratando de ver más
allá de la corriente ondulante que su gran cuerpo había provocado.
— ¿Sebastian?— lo llamé por su nombre en voz baja al principio,
y cuando el agua se aclaró y seguí sin poder verlo, grité su nombre
más fuerte.
Salió tan repentinamente que chillé y me caí de culo. El agua
caía en cascada por toda su piel de bronce mientras me sonreía.
Levantó las manos y se frotó las gotas de agua de la cara antes
de pasarse los dedos por el pelo.
Sentí que mi corazón hacía algo raro cuando su sonrisa se
desvaneció y me di cuenta de que su mirada estaba clavada en mi
pecho. Mi vientre se tensó porque sabía lo que estaba mirando, lo que
podía ver.
Y cuando miré hacia abajo, vi la camiseta pegada a mi pecho. Vi
mi pecho sin sujetador en una exhibición obscena, mis pezones con
puntas duras que se clavaban en la tela. Hice un sonido de asfixia.
Agarré el material y lo aparté de mi pecho, pero era demasiado
tarde. La mugre de la criatura y el agua hicieron que la camiseta se
pegara a mi pecho de forma tan evidente que mis malditas areolas
habían quedado en clara exhibición.
Nadó lentamente hacia atrás unos metros, y tragué saliva
mientras me ponía de pie y decía a la mierda. No era que no hubiera
hecho ya cosas muy íntimas conmigo.
Enrosqué las manos alrededor del borde de mi camisa y la
desprendí de mi cuerpo antes de dejarla caer al suelo.
Sebastian no se movió, se quedó dónde estaba y me observó
cómo me imaginaba que un depredador observaba a su presa.
Me obligué a no cubrirme el pecho con los brazos aunque me
daba vergüenza. — ¿Y si empieza a salir el sol?— Miré al horizonte, mi
preocupación por asegurarme de que Sebastian estaba a salvo me
montaba con fuerza y me ayudaba a borrar la timidez que sentía.
—Hay una cueva por la que pasamos. — dijo lentamente.
Deliberadamente. —Lo suficientemente cerca de donde estamos ahora
como para no preocuparme.

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Lo miré al oír ese tono extraño en su voz. Me miró fijamente, con
la frente arrugada, lo que a su vez hizo que la mía hiciera lo mismo,
porque había desaparecido su deseo inmediato y en su lugar había
algo... más.
— ¿Qué? ¿Qué pasa?
Sacudió la cabeza, un tic saltando bajo su mandíbula
desaliñada. —Que quieras asegurarte de que estoy a salvo me hace
sentir de cierta manera. — Miró hacia abajo, ese músculo todavía
trabajando bajo su mejilla.
Quédate quieto, corazón mío. Mi vampiro grande y malo no
estaba acostumbrado a que la gente quisiera cuidarlo.
Volvió a mirar y observó mi cuerpo. Había desaparecido
cualquier tipo de suavidad que yo hubiera sentido... o que él hubiera
sentido en ese rápido momento.
Volvió su deseo como un ente vivo.
—Quítate todo y ven aquí, dulzura. — murmuró y bajó más al
agua, ahora solo se veían su nariz y su parte superior.
Y, oh, era una visión sexy mientras nadaba más cerca de donde
yo estaba.
Apretó sus grandes manos alrededor del borde, con las uñas
clavadas en la tierra. —Vamos, Ada. No me obligues a pedírtelo otra
vez.
El gruñido de su voz hizo que mis músculos internos se tensaran
y me encontré obedeciendo sin dudar. Cuando estuve desnuda ante
él, no sentí ningún pudor, ninguna vergüenza.
Era el primer hombre... el primero que me veía completamente
desnuda, y en cierto modo lo encontré liberador. Mis pezones se
fruncieron y mi coño se empapó por completo.
Mis muslos se apretaron con la esperanza de que no viera lo
resbaladizos que eran mis muslos interiores solo por la forma en que
me miraba, solo por las cosas que decía.

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Había algo peligroso en Sebastian, algo letal que me decía que
tenía que ir con pies de plomo, pero también empujar y ver hasta
dónde podía llegar con él.
Estaba a punto de bajar lentamente cuando, más rápido de lo
que podía prever, Sebastian se puso de pie a su altura, me agarró de
la cintura y me tiró hacia adelante.
Me desequilibré y me caí, pero él me agarró con firmeza mientras
ambos nos estrellábamos contra el agua.
Nos sumergimos al instante, y abrí los ojos para verle mirándome
fijamente. Sus manos me cogieron a ambos lados de la cara, me atrajo
hacia sí y me abrió la boca. Pasó su lengua por la costura de mis labios
y me obligó a aceptar el beso.
Podría haber gemido de placer solo por ese dominio.
Introdujo y sacó lentamente su lengua de mi boca, imitando el
acto que yo deseaba desesperadamente que me hiciera, la experiencia
que quería vivir por primera vez.
Por largos momentos de drogadicción nos besamos y besamos y
besamos un poco más hasta que él nos sacó a la superficie y nuestros
labios se separaron. Tomé una bocanada de aire, pero eso fue todo lo
que me dio antes de que su boca volviera a estar sobre la mía.
Utilizó su cuerpo para acercarnos al borde de la piscina, y rodeé
sus hombros con las manos, abrazándolo con fuerza.
—Tócame. — exigió, y me mordí el labio inferior, lo que atrajo su
atención. —Tócame antes de que haga algo para lo que no estés
preparada.
Parpadeé y volví a centrarme, o lo intenté, pero la niebla me
cegaba, así que lo único que importaba era hacer lo que él decía.
Porque seguramente moriría si no lo hacía.
— ¿Y para qué no voy a estar preparada?— ¿Había dicho eso en
voz alta?
Se acercó hasta que solo un centímetro separó nuestros cuerpos.
—Todas las cosas oscuras y jodidamente depravadas que quiero
hacer desesperadamente en tu cuerpo, Ada.

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Ahí fui de nuevo, mordiéndome el maldito labio con tanta fuerza
que la piel se rompió como la última vez y el sabor cobrizo de la sangre
cubrió la punta de mi lengua.
—Hmmm. — tarareó y extendió la mano, alisando su pulgar
sobre la comisura de mi boca para que la sangre, sin duda, manchara
mi mejilla.
—Sebastian. — susurré y observé embelesada cómo se llevaba el
pulgar a la boca y chupaba la sangre mientras me miraba fijamente a
los ojos.
—Cosas depravadas, bebé. Cosas que te asustarían. — dijo
alrededor de su pulgar. Sabía que no podía haber más sangre en la
almohadilla, pero siguió chupándola como si deseara que la hubiera.
— ¿Cómo qué?— Mi pecho estaba ahora pegado al suyo.
Le dio un lametón más al dígito, arrastrando realmente su
lengua a lo largo de él en una muestra de lascivo disfrute. —Cosas
como lamerte desde la boca hasta los dedos de los pies mientras
arrastro mis garras por tu piel expuesta y abro esa carne de porcelana.
La respiración se hacía más difícil cuanto más hablaba.
—Luego arrastraría mi lengua por esos arañazos, lamiendo esa
sangre porque es lo que necesito para sobrevivir y tú sabes tan
jodidamente dulce.
Extendió la mano y curvó su palma alrededor de mi garganta y
añadió presión. La verdad es que me gustaba la amenaza de que me
cortaran el aire de esta forma tan erótica.
—O cómo quiero empujar dentro de tu apretado coñito hasta las
pelotas, rodear tu garganta con mi mano y apretar lentamente hasta
que apenas puedas respirar pero no quieras que deje de follarte.
Cerré los ojos justo cuando él añadió un poco más de presión.
Dioses, ¿por qué se sentía tan bien oírlo decir estas cosas?
— ¿O qué me dices de hacer que te arrodilles frente a mí,
dulzura?— Abrí los ojos y parpadeé rápidamente para despejar mi
vista borrosa, mi deseo me hacía sentir casi ebria.

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— ¿Y luego qué?— Era una masoquista por esta tortura erótica
que sus palabras provocaban en mí.
Se inclinó hacia delante y se acercó tanto que su boca casi
tocaba la mía de nuevo mientras hablaba. —Haré que tomes cada uno
de los gruesos centímetros de mi polla hasta que golpee el fondo de tu
garganta y te dé una arcada.
Los dos jadeábamos con fuerza y lo único que quería era volver
a besarlo y dejar que mi compañero me follara por fin.
Cuando se apartó demasiado pronto, me sentí despojada y
helada. Me miró fijamente, con los hombros subiendo y bajando
mientras estaba claro que intentaba recuperar su autocontrol.
—Rodéame con tus piernas, bebé.
Lo hice al instante, dejé caer la cabeza hacia atrás y cerré los
ojos al sentir su dura polla encajada justo entre mi raja.
— ¿Cómo de lista estás para mí?
—Tan lista. — gemí, dándome cuenta de que había dicho esas
palabras tan fácilmente. Tan, tan fácilmente.
Empujó sus caderas hacia delante, apretando toda esa enorme
carne masculina contra mí. Chispas de éxtasis me consumieron, y
clavé mis uñas en sus hombros, oyéndolo sisear.
—Eso es, mi dulce chica. Márcame como te voy a marcar a ti.
Se abalanzó sobre mí una y otra vez, moviendo las caderas de
forma que el movimiento provocaba ligeras ondas en el agua que nos
rodeaba. Yo jadeaba, completamente delirante por las sensaciones que
me recorrían.
Enganchó su boca a un lado de mi cuello y empezó a morder la
carne, suave al principio, pero pronto sus dientes se clavaron
realmente en mi piel, sus colmillos profundizando hasta que supe que
había roto la piel.
Gimió y empezó a empujar más fuerte contra mí al mismo tiempo
que arrastraba su lengua por mi garganta.
—Joder. Es más adictivo que todo lo que he probado.

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Podía oler el sabor cobrizo de mi sangre cubriendo el aire entre
nosotros, y mi coño se apretó, mis músculos internos vírgenes
deseando esa gran y gruesa polla entre las piernas de Sebastian.
No necesitaba conocerlo más. No necesitaba que pasara el
tiempo para sentirme cómoda con lo que estaba pasando.
Solo lo deseaba. Y ahora.
—Sebastian...
Levantó la cabeza al igual que yo levanté la mía, nuestras
miradas chocaron. Tenía los labios manchados de sangre y yo me
incliné y arrastré mi lengua sobre ellos, probando el sabor cobrizo de
mi sangre.
Pasé la lengua por el borde de sus labios y él succionó el
músculo, atrayéndolo profundamente y mordiéndolo con suavidad.
Sus colmillos eran tan afilados que mi coño se apretó, se tensó, y un
torrente de humedad se derramó de mí.
—Te deseo. — Mis palabras fueron un gemido contra su boca, y
un segundo después me hizo dar la vuelta.
Sentí la mano de Sebastian en el centro de mi espalda,
empujándome hacia delante hasta que mi culo salió y mis piernas se
abrieron para que él pudiera quedar encajado entre ellas.
—Y me tendrás. Cada puto centímetro.
Estaba tan consumida por mi deseo que no me di cuenta de que
se había quedado quieto detrás de mí. Fue entonces cuando entendí
por qué.
Apoyé la frente en el parche de hierba que tenía delante y cerré
los ojos, odiando que tuviéramos que tener esta conversación ahora
mismo.
Me quitaba completamente del momento.
Sentí el suave roce de sus dedos contra las cicatrices que había
sobre cada uno de mis omóplatos.
No sabía cómo eran, nunca las había visto, pero recordaba el
dolor insoportable de cómo me las había hecho y podía suponer que
eran horribles.

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— ¿Qué son estos?— Su voz era baja. Demasiado baja. Pero
también controlada. Pasó su dedo por mi omóplato izquierdo y luego
hizo lo mismo con el derecho.
Me estremecí con su tacto.
—Cicatrices. — Quise darme la vuelta y esconderme, la
vergüenza por las feas marcas me humillaba.
— ¿Cómo te las hiciste?— Su voz sonó más tensa, y quise mirar
su expresión para calibrar su estado de ánimo, pero me quedé donde
estaba y dejé que me explorara.
Cuando me quedé callada, hizo un ruido áspero detrás de mí y
deslizó su mano entre el suelo y yo para poner la palma de su mano
en mi vientre, tirando de mí hacia atrás para que estuviera a su altura.
Sebastian me apartó el pelo de la oreja y dijo con voz dominante:
—Dime cómo las has conseguido.
—Alguien malo me las dio. — Sentí que las lágrimas pinchaban
mis ojos.
—Tus pesadillas...
Respiré con dificultad al oírlo decir eso, recordando aquella
noche en la cueva en la que me oyó soñar, cuando me había quedado
atrapada en ese pasado, en mi propia cabeza.
Asentí lentamente, sin confiar en mi voz.
— ¿Quién te hizo esto?
—La Asamblea. Me quitaron las alas. — apreté los ojos. —Me las
cortó y se rió mientras las arrojaba a un lado. — Abrí los ojos y miré
fijamente el bosque oscurecido que tenía delante. —Recuerdo lo
húmeda que tenía la espalda, lo mucho que me quemaba. — Me
atraganté con la última palabra. —Recuerdo cómo se me nublaba la
vista por las lágrimas. Y todas las risas. Tanto... — Volví a cerrar los
ojos y sentí que una sola lágrima se deslizaba. Me la limpié con rabia.
No les daría a esos bastardos mi tristeza.
Sebastian no habló, ni siquiera se movió. Había colocado las dos
palmas de las manos en mi espalda, justo sobre mis omóplatos.

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—Las alas de un Fae lo son todo para ellos. Sin ellas nos
despojan de la esencia misma que nos hace... nosotros. — Ya no podía
volar. Ya no podía sentir el tacto sedoso de las alas que me protegían.
Eso era un dolor peor que tenerlos libres de mi espalda.
—Lo mataré. Buscaré al que te hizo daño y le arrancaré la piel
de los huesos.
Cuando sentí que su frente tocaba mi espalda, miré entonces por
encima del hombro, su gran cuerpo encorvado, su respiración agitada.
—Haré pagar al que te hizo daño tan dolorosamente, Ada.
Me di la vuelta, y Sebastian levantó la cabeza justo cuando rodeé
sus hombros con mis brazos y me apreté contra él.
Nos miramos fijamente, y sentí que toda la preocupación de lo
que estaba sucediendo, todos los horrores del pasado, se desvanecían
hasta que no había nada.
En ese momento me sentía vulnerable y desnuda, y lo único que
quería era estar en otro lugar. Ser otra persona.
Enredé mis manos en los húmedos mechones de su cabello en
la base del cráneo, lo acerqué y arrastré mi lengua sobre su labio
inferior una y otra vez antes de succionar la carne en mi boca.
Gruñó y se quedó quieto, como si supiera que necesitaba este
momento para tener el control, para sentir que tenía el poder una vez
más.
Tenía las manos en la tierra a ambos lados de mí, y podía oír
cómo escarbaba el suelo, sus manos empujando profundamente en la
tierra como si buscara estabilidad.
Metí mi lengua en su boca y me retiré. Lo hacía una y otra vez.
Puede que no tenga experiencia en nada sexual, pero está claro que
ser una novata le estaba excitando más a cada segundo que pasaba.
De lo que sí era dolorosamente consciente era de que no iba a
parar cómo avanzaba este momento. Quería llegar hasta el final.
Quería que Sebastian ayudara a lavar todos los horrores a los que
ambos nos habíamos enfrentado.

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Cuando me eché hacia atrás, deslizó sus manos sobre mis
brazos, a través de mis hombros, y cubrió cada lado de mi cuello,
inclinando mi cabeza hacia atrás. Fue él quien arrastró su lengua por
la columna de mi garganta, a lo largo de la línea de mi mandíbula, y
finalmente me besó profundamente.
Murmuré con voz desesperada: —Reclama a tu compañera.

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Capítulo 11
SEBASTIAN

Nunca en mi vida había sentido una posesividad tan feroz, una


necesidad tan potente de... consumir.
Pero mientras entraba en la pequeña cueva que habíamos
reclamado para ese día, sentí como si el ácido corriera por mis venas.
Había una urgencia, una necesidad interminable que era mucho
más fuerte que cualquier sed de sangre que hubiera experimentado.
En cuanto Ada había susurrado esas palabras, salí del agua,
cogí nuestra mierda, me la eché al hombro y me dirigí a la cueva.
Era vagamente consciente de un pinchazo en la nuca por el
inminente amanecer, pero nada de eso importaba. Me habría dejado
quemar con gusto solo por probar otra vez a mi compañera perfecta.
Estaba cálida, suave y flexible en mis brazos, y me acerqué a ella
para tocarle una de las nalgas. Su cuerpo era tan pequeño que mi
mano abarcaba una mejilla perfectamente redondeada.
Estaba tan lejos que solo trabajaba por instinto, y la única tarea
primordial que me impulsaba era consumar el apareamiento y
reclamar por fin lo que era mío por derecho.
Ada.
Tras dejarla en el suelo y besarla -porque estaba tan hambriento
de ella-, encendí rápidamente un fuego y la volví a tener en mis brazos.
—Tengo tanta hambre de ti que estoy voraz. — Enredé una de
mis manos en su pelo y tiré de las hebras húmedas, enroscándolas
alrededor de mis dedos e inclinando su cabeza hacia atrás para que
pudiera pegar mis labios a su garganta.
Chupé lo suficiente como para que quedara una marca, una
marca roja y púrpura. Las quería por todo su cuerpo, un testimonio
de lo mucho que la deseaba.

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Serían una marca que permitiría a cualquiera que mirara a mi
compañera Fae saber que si la tocaban, los arrancaría de cuajo. Con
mucho gusto.
No pude evitarlo, me incliné hacia ella y arrastré mi lengua a lo
largo de su garganta, lamiendo las gotas de agua que se deslizaban
por su piel de alabastro pecosa.
Hice un sonido primario, la necesidad animal que crecía en mí
al saborear la dulzura salada de mi compañera. Mi polla palpitaba y
me dolían los colmillos.
Solo podía pensar en tirarla al suelo y enterrar mi cara entre sus
muslos. Joder, la imagen de sujetar sus piernas abiertas para poder
perforar su arteria femoral al mismo tiempo que la follaba con los
dedos se reproducía con vívido detalle en mi mente.

—Eres una cosita dulce. Mía.


Cuando me retiré y miré su rostro aturdido, una oleada de pura
satisfacción masculina me llenó. Podía oler su deseo, podía oler lo
húmedo que estaba su coño.
No nos habíamos molestado en vestirnos. Diablos, no le había
dado tiempo a darse cuenta de lo que estaba haciendo. Porque en
cuanto la saqué del agua, me la eché al hombro y me dirigí a la cueva.
Sus labios estaban rosados e hinchados por mis besos. No podía
ver bien, no podía pensar racionalmente mientras usaba mi mano en
su pelo para guiarla hacia abajo hasta que estaba de rodillas y me
miraba.
Tenía los ojos entrecerrados y me agarré la polla, rodeando con
mi gran mano su carnosa longitud y apuntando con la punta a su
boca.
El presemen era un flujo constante que salía de la corona, y me
incliné hacia adelante y lo unté alrededor de sus labios, cubriendo su
carne con mi semilla.
Lo quería por todo su cuerpo.
Necesitaba que oliera a mí, que la restregara por cada centímetro
de su ágil figura. Ansiaba marcar cada puto centímetro de ella con mi
sangre y mi semen, cubrirla con mis marcas de mordiscos.

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—Abre esos malditos y bonitos labios. — Apenas reconocía mi
voz mientras le ordenaba hacer cosas que probablemente ni siquiera
había soñado.
Y joder... solo estaba empezando con ella.
—Nunca he...
—Lo sé. — Apreté el puño con más fuerza alrededor de la base
de mi polla y golpeé con él sus labios separados. —Es la primera vez
para los dos. — Gemí y volví a golpear sus labios con la cabeza de mi
polla. —Pero tengo una imaginación muy activa, y las putas cosas
sucias que voy a hacerte...
Respiré bruscamente cuando sacó esa pequeña lengua rosa y
lamió mi polla.
—Mi chica sucia, tan hambrienta de su boca llena de mi polla.
— Casi ronroneé. —Saber que soy el único que sabrá lo cálida que es
tu boca, lo apretado que es tu coño, o lo dulce que sabes, me excita
como un hijo de puta.
Ada mantuvo su mirada clavada en mí mientras separaba sus
labios. Moví la cabeza de mi polla de un lado a otro sobre su boca, con
el presemen en la raja, cubriéndola como un lápiz de labios.
Empujé la cabeza hacia dentro, obligándola a abrir más la boca,
su mandíbula se desencajó ligeramente porque yo era tan grande y su
boca tan pequeña.
Mantuve una mano apretada en la parte posterior de su pelo,
mis garras rozando suavemente su cuero cabelludo mientras
empujaba centímetro tras centímetro dentro de ella. Ada estaba
caliente y templada. Tuvo una arcada cuando la corona golpeó la parte
posterior de su garganta, y gemí por lo bien que sonaba.
—Relájate para mí. Respira por la nariz y traga alrededor,
dulzura. — Tarareé en señal de aprobación cuando lo hizo. —Esa es
mi buena chica.
Me retiré y volví a empujar, haciendo esto una y otra vez hasta
que ella levantó sus manos y las tuvo alrededor de mi cintura, sus
pequeñas uñas romas clavándose en los lados de mi culo.

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Quería que se atragantara con mi polla, quería que estuviera tan
llena de mí que apenas pudiera respirar, que ni siquiera pudiera
pensar con claridad porque estaba demasiado concentrada en
hacerme correr.
Y cuando las lágrimas empezaron a caer por las esquinas de sus
ojos mientras ahuecaba sus mejillas y chupaba realmente mi polla,
sentí que mis pelotas se tensaban y que mi orgasmo inminente
aumentaba.
Quería descargar mi carga en su garganta y en su vientre. Pero
tenía otros planes.
Planes que implicaban estar en lo más profundo de su coño
virgen cuando finalmente me corriera dentro de una mujer por
primera vez en mi vida. Me aseguraría de que su vientre estuviera
bañado en la esencia misma de mí.
—Solo existirás tú. Solo tú.
Fui un bastardo egoísta mientras me empujaba dentro de ella.
—He dicho que aflojes la garganta, bebé.
La hice tomar todo lo que pudo, y cuando trató de empujarme
hacia atrás, le di otro centímetro.
—Lo estás haciendo muy bien. No te detengas. Sé que quieres
que me sienta bien. —gimió mientras clavaba sus uñas en mi culo aún
más fuerte. —Mi dulce chica.
Se atragantó con mi polla, y aún más bonitas lágrimas
resbalaron por sus mejillas.
Cuando saqué mi polla de su boca, un sonoro estallido resonó
en toda la caverna. La levanté del suelo un segundo después y al
instante le rodeé la garganta con la mano, manteniendo la otra
apretada en su pelo.
Y luego procedí a lamerle la cara, arrastrando mi lengua por sus
labios, a lo largo de la línea de su mandíbula, y finalmente lamiendo
las lágrimas que cubrían sus mejillas.
Era dulce y salada y toda mía.
— ¿Todo esto es para mí, Ada?

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Jadeó y asintió.
—Sí, lo son. Solo me vas a dar estas lágrimas, ¿eh?— Su
asentimiento sacó un sonido rudo de mi garganta.
Maulló y gimió, y la besé, hambriento de todo lo que Ada tenía
para darme.
Introduje mi mano entre sus muslos, sintiendo lo empapada que
estaba, su miel cubriendo su coño y el interior de sus muslos.
—Dios, estás tan mojada para mí. — Empecé a chupar su labio
inferior mientras extendía mis dedos por sus pliegues, haciendo que
los dígitos se saturaran de su néctar. —Tu cuerpo está listo para que
me lo folle, ¿no es así, bebé?
No respondió, solo emitió un sonido desesperado.
Dioses, era la criatura más perfecta que había encontrado.
Arrasaría ciudades, apilaría cadáveres tan altos como montañas solo
para mantenerla como mía.
La tenía en el suelo un segundo después, mi locura de lujuria no
se centraba en nada más que en follar con mi compañera.
Estábamos húmedos por el baño y ensuciándonos por el suelo
de la caverna, y Jesús, era la cosa más jodidamente caliente.
Me incliné hacia atrás sobre mis rodillas, coloqué mis manos en
el interior de sus muslos y la abrí todo lo que podía. Los labios de su
coño se abrieron, y me quedé clavado en la vista.
Seguí mirando y bebiendo hasta la saciedad hasta que ella
empezó a retorcerse, con su clara timidez.
—Maldita sea, eres un espectáculo. Solo déjame mirarte, bebé.
—Que me jodan.
Sonreí. —Acuéstate ahí y deja que te trabaje jodidamente bien.
Deja que me preocupe de hacerte sentir bien, dulzura.
Levanté una de sus piernas y comencé a arrastrar mi lengua
sobre la parte superior de su pie, luego a lo largo de su espinilla,
alrededor de su delicada rodilla antes de chupar su carne.

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Raspé con mis colmillos cada centímetro de ella que podía
alcanzar, oyéndola jadear, sabiendo que la estaba arañando,
rompiendo su carne. Olí el delicioso sabor de su sangre de aquellas
eróticas heridas y lo chupé.
—Sabes tan jodidamente bien. Lo mejor que he tenido nunca.
Lamí y chupé sus muslos, pude oler lo húmeda que estaba, esa
resbaladiza sensación que hacía que se me hiciera agua la boca y me
dolieran los dientes.
Mi polla palpitaba, y sentí que salía tanto presemen de mi polla
que me estaba haciendo un puto desastre.
Joder, tenía tantas ganas de comérmela, de chuparle el clítoris,
de meterle la lengua en el coño y ver cómo se deshacía para mí.
En lugar de eso, seguí lamiéndola, perfumándola mientras movía
mi lengua sobre su vientre, alrededor de su ombligo, y hasta sus tetas.
Dioses, sus pechos eran perfectos, firmes y pequeños, sus
pezones de un rosa intenso, las puntas fruncidas. Gruñí por lo bajo y
levanté la mirada al mismo tiempo que rodeaba su pezón con mis
labios, chupándolo hasta que se puso bien duro.
—Mírate. — murmuré contra su pecho. —Levantando las
caderas y tratando de meter mi polla dentro de ti. — Le di a su pezón
un último lametazo lento y minucioso antes de apartarme.
Tenía la espalda inclinada mientras emitía los sonidos más
suaves y necesitados.
— ¿Quieres que tu compañero lama este pequeño coño?
Jadeó, y no esperé a que respondiera. Tenía mis manos detrás
de sus rodillas, levanté sus piernas y las apreté contra su pecho,
abriéndola para poder ver bien todo ese coño rojo, hinchado y húmedo.
—Tan jugoso, bebé. — Me incliné, lo suficientemente cerca como
para poder oler el adictivo y almizclado aroma de mi compañera, pero
no lo suficientemente cerca como para darme un festín con ella.
Levanté la vista hacia su rostro, sostuve su mirada con la mía y
escupí sobre su coño. —No es que necesite que estés más mojada. —
murmuré y volví a escupir sobre su coño, dejando que un reguero de

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saliva saliera de mi boca de una forma lenta y desagradable que hizo
que mi polla se sacudiera. —Pero me gusta hacerte sonrojar haciendo
esto. — Metí la mano entre sus piernas y le unté la saliva por todo el
cuerpo. —Probablemente pienses que esto es desagradable, ¿no?
Asintió y me reí.
—Pero tu coñito está hambriento de mí, ¿no es así?
Asintió de nuevo y siguió con un gemido.
—No te haré sufrir más. — Estaba sobre ella un segundo
después, succionando los labios de su coño en mi boca, arrastrando
mis colmillos a cada lado de ellos antes de chupar ese pequeño clítoris
hinchado.
Aplasté mi lengua, la arrastré desde su agujero hasta el pequeño
manojo de nervios en la parte superior de su coño, y luego la volví a
bajar. La lamí como si fuera un cono de helado derritiéndose en un
puto día caluroso.
Pero no la dejé correrse. Todavía no.
Volví a levantarme, me pasé la mano por la boca y recogí todo el
jugo de su coño, luego arrastré la lengua por el centro de la palma.
Sus ojos revolotearon, a punto de cerrarse.
—Mantén tus ojos en mí, dulzura.
Deslicé mis manos por sus brazos, agarré sus muñecas, y
empujé sus brazos por encima de su cabeza. Sujetándolos con una de
mis manos alrededor de sus delicados huesos, utilicé la otra para
enroscarme detrás de su rodilla, levanté su pierna y me dirigí a su
apretado agujero.
Su vientre se ahuecaba por la fuerza de su respiración, sus tetas
se agitaban y mis colmillos ansiaban perforar la parte inferior de uno
de esos perfectos montículos de carne y beber con fuerza.
La miré a la cara, vi que tenía los ojos muy abiertos y gruñí: —
Esto no se detiene ahora. Eres mía para siempre, Ada. — Y con eso
empujé duro y rápido, haciendo que ella tomara cada pulgada rígida
de mí.

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Gritó mientras arqueaba la espalda y se aferró a mí al instante.
Apreté los dientes.
Tenía los ojos abiertos de par en par mientras me miraba, con
las pupilas completamente dilatadas. Sus pequeños colmillos estaban
tan jodidamente calientes que no me impedí inclinarme y besarla,
arrastrando mi lengua a lo largo de las puntas gemelas, y haciéndole
probar su coño en mi boca.
Cuando me separé, todavía estaba muy dentro de ella, sin
moverme, solo dando a su cuerpo un momento para acostumbrarse a
lo grande que era.
—Siento que me estás partiendo en dos. — exhaló, pero la
mantuve abierta.
—Sí, lo estoy haciendo. — dije. —Mi buena chica. Estás hecha
para encajar conmigo. — Entonces me retiré lentamente, agarrando la
base de mi polla y apretando la longitud de la misma mientras la
miraba. Estaba manchada con su sangre virgen y mis colmillos
ansiaban más.
No pude evitarlo y me desplacé hacia abajo para poder ver
realmente su coño. La sangre se extendía a lo largo de ese pliegue
femenino donde su pierna se encontraba con la parte más íntima de
ella. Arrastré mi lengua a lo largo de él, lamiendo ese premio virginal
que solo sería mío.
—Joder, qué bien sabes. Dulce. — Miré a lo largo de su cuerpo.
—Sabes a mía, Ada. Jodidamente. Mía.
Me levanté y me coloqué de nuevo entre sus piernas, y con un
gruñido salvaje la penetré sin contemplaciones.
Clavé mis pies en el suelo mientras empujaba dentro de ella,
llegando tan profundo como podía. Sus pechos se agitaron y sus
pezones se llenaron de sangre por la fuerza de mi follada.
Era un animal, incapaz de controlarme mientras empezaba a
penetrarla. El sudor caía desde mis sienes hasta su vientre,
mezclándose con las manchas de sangre y las marcas que la cubrían.
Era un espectáculo precioso, ver a mi hembra cubierta de mis
fluidos y marcas de mordiscos.

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Joder, ya estaba cerca, mi preciosa chica lista para darme su
orgasmo.
—Todavía no, Ada. Aguanta, pequeña. Haz que te quedes en el
precipicio. — El sudor oscurecía mi visión mientras me introducía
superficialmente en ella, sin llegar a la profundidad que ninguno de
los dos quería o necesitaba. — ¿Sientes lo bueno que es? Quédate ahí
y será mejor. — Dejé caer la cabeza hacia atrás y cerré los ojos por un
segundo, gimiendo. —Quedarse justo en el borde es tan jodidamente
bueno, Ada.
Abrí los ojos y me centré en mi chica de nuevo. Empujé toda mi
polla dentro de ella, y ella movió la cabeza de un lado a otro como si
estuviera tratando de negarme.
—No puedo. Es demasiado. Eres demasiado.
Cuando saqué la polla y empecé a empujarla de nuevo, empezó
a hablar incoherentemente al principio, pero luego empezó a suplicar.
—No puedo aguantar. Ya no. — Se levantó sobre sus codos y
miró hacia abajo para ver mi polla entrando y saliendo de ella. —
Sebastian.
—Mira cómo me has mojado. Estoy hecho un puto desastre por
tu jugoso coño. — Fui despacio, demasiado despacio para que se
corriera. Pero necesitaba correrme, y mi hembra también.
—Toca ese pequeño y duro clítoris. Sigue. Haz lo que te digo.
Me quedé paralizado mientras ella deslizaba su mano hacia
abajo y empezaba a frotar esa pequeña perla rosada de nervios. Y
cuando lo hizo, empecé a follarla de verdad. Cuando su respiración
cambió y supe que estaba cerca, le ordené que parara.
Gimió y se dejó caer de nuevo al suelo, llorando mientras
suplicaba.
—Por favor. Sebastian, por favor.
Dije una maldición desagradable mientras me retiraba, agarraba
su pequeña cintura para darle la vuelta y ajustaba a Ada para que se
pusiera de manos y rodillas.

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Me recosté sobre mis talones, mirando su pálido trasero, la ligera
salpicadura de pecas incluso en esos perfectos montículos de
melocotón. —Jodidamente me encantan. — gemí mientras le
palmeaba las mejillas. —Incluso cubierta de suciedad, eres lo más
sexy que he visto nunca.
Antes de que pudiera detenerme, bajé la mano y golpeé una
mejilla, observando cómo la carne se agitaba. Jadeó y me miró por
encima del hombro, con los ojos muy abiertos y una respiración
frenética.
Apreté los dedos alrededor de una de las mejillas, mi piel
bronceada era mucho más oscura que su tez de porcelana.
—Eres como una muñequita. Mi jodida muñequita, dulzura.
Mientras la miraba fijamente a los ojos, volví a bajar la mano y
la azoté, sin poder detenerme mientras empezaba a alternar entre su
mejilla izquierda y luego la derecha del culo.

Smack! Smack! Smack!


Ella emitía unos sonidos incomprensibles.
Volví a introducir mi polla en ella. Estaba gruñendo como un
maníaco mientras la follaba.
Y su culo tenía un bonito tono rojo.
Estaba jadeando y sudando cuando finalmente me detuve, con
las huellas de mis manos por toda su piel. Mi polla era un bastardo
duro. Y mientras separaba sus mejillas y apuntaba mi polla justo al
agujero de su coño, supe que nunca sería el mismo gracias a esta
hembra.
Porque nada ni nadie se compararía con ella.
Con ese pensamiento, volví a introducirme con fuerza,
profundidad y rapidez, sin dar tiempo a su cuerpo a adaptarse a la
penetración.
Forcé mi gruesa polla dentro de ella, haciendo un túnel hacia
dentro y hacia fuera, sujetando sus caderas para mantenerla firme
porque ella se movía hacia delante por mi primitiva follada.

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Los sonidos salvajes reverberaban en mi pecho y nos rodeaban,
y supe que no iba a durar.
Iba a correrme y llenarla con tanta cantidad de mi semilla que
se filtraría de su pequeño coño cuando me retirara.
Inclinó la cabeza hacia atrás, con el pelo cayendo sobre un
hombro. Podía oler lo cerca que estaba, su orgasmo, ese aroma
sacarino que me hacía sentir borracho.
Con una mano entre sus muslos y mis dedos frotando su clítoris,
esperé a que empezara a convulsionar, a que su coño se apretara y
ordeñara mi polla para obtener mi semen.
Solo entonces desnudé mis dientes y me incliné hacia delante
para hundir mis colmillos en la columna de su garganta,
introduciéndolos profundamente, sabiendo que le dolía pero también
sintiendo cómo su orgasmo aumentaba por ello.
Y con mi boca pegada a su cuello, me corrí en chorros duros,
gruesos y pulsantes, llenando su vientre. El único pensamiento en mi
cabeza era dejarla embarazada.
Quería verla crecer y redondearse con mi bebé. Quería tenerla
cerca y protegerla, mantenerla para que nunca tuviera que
preocuparse por nada.
Quería matar a cualquiera que pensara en Ada.
Y lo haría. Porque ella era lo único que me importaba. Ella era
mi prioridad.
Me corrí. Y me corrí. Y me corrí. Incapaz de detenerme, mi primer
orgasmo real se apoderó de todo mi cuerpo, por lo que no era capaz de
funcionar aparte de dejar que el placer se apoderara de mí.
Fue cuando finalmente me sacié que mi cuerpo cayó hacia
adelante por sí mismo. Fui lo suficientemente consciente como para
apoyar mis manos en la tierra a ambos lados de su cuerpo,
enjaulándola mientras ambos recuperábamos el aliento.
Levanté ligeramente la cabeza para poder ver la extensión de su
espalda. Su piel de alabastro presentaba arañazos y marcas de
mordiscos, chupones y sangre manchada. Me quedé mirando las
cicatrices a lo largo de sus omóplatos y me encontré inclinándome

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hacia delante y arrastrando mi lengua sobre ellas antes de besarla
suavemente. Quería que supiera que, aunque fuera un cabrón brutal
cuando me follaba a mi compañera, ella era lo más preciado para mí.
Ella era mi todo. Y un cabrón como yo tendría que demostrarle cada
día lo digno que era de tenerla como compañera.
Volví a besar el centro de su espalda antes de levantarme y coger
su barbilla. Le giré la cabeza para que se viera obligada a mirarme.
Atravesé mi lengua con uno de mis colmillos, saboreando la
sangre que cubría el interior de mi boca antes de inclinarme hacia ella
y besarla, haciendo que tomara la esencia misma de mí dentro de su
cuerpo.
Cuando rompí el beso, se inclinó como si quisiera más, con su
mirada pesada.
—Eres la cosa más bonita que he visto nunca. — Le di un beso
más, mis labios se rozaron con los suyos, la sangre se pintó a lo largo
de sus mejillas y su barbilla.
—Dioses. — susurró. — ¿Qué me has hecho?— Se rió
suavemente.
—Te hice mía, cariño. Ahora dilo. — El olor de nuestros fluidos
corporales coexistiendo como uno solo hizo que mi ablandada polla se
sacudiera dentro de ella y se pusiera dura de nuevo.
Se retorció debajo de mí, y apreté mi mano en su vientre para
mantenerla quieta.
—Dilo de una puta vez. — Era una exigencia. No la dejaría ir
hasta que lo admitiera.
Le tomó largos segundos antes de responder. No necesitaba decir
las palabras para sellar su destino para mí, pero aun así quería oírlas
susurrar de sus labios.
—Soy tuya, Sebastian.
Sí, jodidamente lo era.

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Capítulo 12
ADA

Me dolía todo y sentía los fluidos combinados de lo que


acabábamos de hacer embadurnado entre mis muslos.
Me dolía el cuerpo, mi carne estaba cubierta de marcas de
mordiscos y arañazos.
Debería haberme horrorizado. En lugar de eso, me hizo sentir de
cierta manera, una que me excitó de nuevo.
Sebastian nos había hecho un pequeño jergón y me había
colocado sobre su pecho y me había alimentado de su mano,
asegurándose de que había comido y bebido lo suficiente antes de
permitirse el sustento.
Estuvimos así tanto tiempo que me quedé dormida, solo para
que me despertara dándome besos en la cara.
—Es de noche. — me susurró y me besó larga, lenta y
profundamente. —Por mucho que quiera quedarme aquí y abrazarte,
demonios, follarte unas cuantas veces más, mi compañera necesita
sustento real. No puede vivir de barritas de proteínas. — Me besó
profundamente, murmuró que tenía que buscar algo para mí, y nos
fuimos.
Y ahora estábamos caminando una vez más en este mundo
desconocido mientras Sebastian buscaba algo para matar.
La dinámica, el propio aire que nos rodeaba era diferente ahora.
Antes había sido consciente de su presencia, había intentado negarme
el placer que me producía estar cerca de él. Pero ahora, después de lo
que habíamos hecho, después de que me reclamara, me sentía
ultrasensible.
Mi mente y mi cuerpo, el núcleo mismo de lo que era, habían
cambiado por completo.

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Sentía la piel tan sensible que incluso el aire que rozaba mis
brazos expuestos era casi doloroso. Mi pulso era un ritmo rápido y
constante. Estaba agradablemente dolorida en todos los lugares
adecuados, y era muy consciente de que Sebastian era incapaz de
dejar de mirarme.
Sentí su mirada clavada en mí.
— ¿Qué buscas exactamente?— pregunté, tratando de dirigir
mis pensamientos hacia temas más “seguros” para no centrarme en el
hecho de que prácticamente podía sentir su cálido aliento en mi nuca.
—Algo que matar para alimentar a mi demasiada pequeña
compañera. — Su voz, tan cercana y profunda, me hizo tropezar.
Más rápido de lo que comprendí, rodeó mi cintura con su gran
mano y me enderezó.
—Cuidado. — Había una nota de burla en su voz, como si
supiera exactamente lo que me estaba haciendo y le gustara.
— ¿Alguna vez has oído hablar del espacio personal? —
murmuré, con su mano todavía sobre mí, su cuerpo tan cerca que si
me inclinaba ligeramente hacia atrás, mi espalda rozaba su pecho.
—Eso no existe entre nosotros.
Puse los ojos en blanco. —De acuerdo. Bueno, dime qué piensas
cazar exactamente para nosotros, porque corrígeme si me equivoco,
pero no he visto nada aparte de ese monstruo con tentáculos, y seguro
que no me voy a comer uno de esos.
Permaneció en silencio durante largos momentos, y volví a
mirarlo para ver que miraba las copas de los árboles, con el ceño
fruncido.
— ¿Qué? ¿Qué pasa?— Miré hacia donde miraba, pero no vi
nada que justificara una gran reacción. Pero cuanto más tiempo
permanecía en silencio, más sentía ese pinchazo en la nuca. —
Sebastian. — susurré. —Me estás asustando. ¿Tengo que buscar un
arma?
Me miró muy serio. —Yo soy tu arma. — Me estaba empujando
hacia la montaña, mirándome con el ceño fruncido y ordenándome
que me quedara quieta.

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Me quedé boquiabierta mientras se adentraba en el bosque.
Contuve la respiración mientras intentaba ver a través de la espesa
oscuridad, pero un Fae no tenía la mejor visión nocturna. Y a medida
que pasaban los minutos y no oía ni veía nada, empecé a
preocuparme.
Sí, Sebastian podía cuidar de sí mismo, pero estábamos en
aguas desconocidas y quién sabía qué otras criaturas extrañas había
por ahí.
Estaba a punto de llamarlo por su nombre y, demonios, incluso
de intentar algo de valentía y entrar tras él, cuando unos horribles
chillidos llegaron desde el bosque.
El corazón me retumbaba mientras me agachaba y agarraba una
piedra, preparada para golpear un cráneo si algo se acercaba.
— ¿Sebastian?— Susurré con dureza.
Otro chillido, seguido de lo que parecía un batir de alas y un
fuerte golpe.
Me tapé la boca con la mano libre para no gritar y di un paso
tentativo hacia el bosque. No era el movimiento más inteligente,
seguro, pero la sola idea de no ayudar a Sebastian ni siquiera se me
pasaba por la cabeza.
Y justo cuando estaba a punto de entrar y luchar contra
cualquier amenaza invisible que hubiera, el sonido de algo siendo
arrastrado se acercó cada vez más.
Involuntariamente di un paso atrás, pero un momento después
el gran cuerpo de Sebastian emergió del bosque y me hundí aliviada.
Estaba bien.
Fue en ese momento cuando me di cuenta de lo preocupada que
había estado. La mera idea de no volver a verlo hizo que esa punzada
se clavara con fuerza en el centro de mi cuerpo.
Me quedé mirando su cara, sin darme cuenta de lo que
arrastraba tras de sí hasta que lo arrojó entre nosotros con un fuerte
golpe. Fue entonces cuando miré hacia abajo y arrugué la frente ante
la criatura que había matado.

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Era ciertamente un pájaro, con un pico y ojos negros y brillantes.
Tenía unas patas que recordaban a las de una gallina, pero las garras
eran más largas y afiladas que las de cualquier criatura que hubiera
visto.
También estaba cubierto de plumas marrones, verdes musgosas
y bronceadas que, supuse, le ayudaban a camuflarse entre los árboles.
Y era grande, del tamaño de un pavo.
Levanté la mirada del cadáver para observar a Sebastian. Parecía
bastante engreído, con el pecho hinchado y los hombros echados hacia
atrás.
—Lo he matado para ti.
Enarqué una ceja y durante un largo segundo me quedé
mirándolo, pero luego solté la piedra, me tapé la boca y empecé a reír.
Su expresión era de clara confusión mientras daba un paso más
hacia mí. — ¿Qué pasa?
—Has sonado como un cavernícola. — resoplé. Dioses, hacía
tanto tiempo que no me reía.
— ¿Te has hecho daño?— Empezó a pasarme las manos por los
brazos y luego se agachó junto a mis piernas antes de que negara,
todavía riendo, y le agarrara los bíceps para volver a ponerlo a su
asombrosa altura.
—La gente no suele reírse cuando está herida. — dije y me limpié
las lágrimas de los ojos y lo miré. —Toda esta situación es
simplemente... extraña. Creo que voy a estallar. — Mi risa se apagó, y
seguí sonriendo hacia él mientras levantaba la mano y ahuecaba su
mejilla. —Pero... — Sentí que mi cara se calentaba ante lo que estaba
a punto de admitir. —Tú lo haces soportable.
Su barba se estaba convirtiendo en una barba oscura, y no podía
mentir... el vello facial le hacía parecer mucho más atractivo.
Vi cómo su expresión cambiaba de preocupación a algo más
suave. Levantó su mano y pasó sus dedos por mis labios, gruñendo
por lo bajo.

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—Vamos. — dijo y se giró para agarrar la pierna de la criatura-
pájaro con una mano, y tomó la mía con la otra.
Un buen rato después nos encontramos en una pequeña alcoba,
con un fuego encendido gracias a Sebastian. Detenerse probablemente
no era lo mejor, ya que la luz de la luna era limitada en este mundo,
pero no podía encontrar en mí la forma de acelerar las cosas.
Hablamos y nos reímos, nos tiramos trozos de comida mientras
bromeamos, y luego simplemente nos contamos nuestras vidas.
— ¿Así que no tienes familia aparte de tu hermano, Kane, y tu
primo, Adryan, que resulta ser el líder del Clan Vampiro Americano?
Gruñó su afirmación.
—Nunca he oído hablar de él ni de este grupo. ¿Qué es, como un
club o algo así?
Sebastian estaba bebiendo agua, que había recogido de la
pequeña piscina que habíamos encontrado cerca de la alcoba y que
había hervido para asegurarse de que estaba limpia.
Pero después de que hablé, el agua brotó de su boca como si mi
pregunta lo hubiera tomado desprevenido. Tuve que inclinarme hacia
atrás para no empaparme.
— ¿Club? — preguntó incrédulo, tosiendo ligeramente y
limpiándose la boca con el dorso de la mano.
Me encogí de hombros. —Sí, ¿cómo los Boy Scouts en el mundo
humano?
Fue su turno de enarcar una ceja un segundo antes de decir: —
No, bebé. No como los Boy Scouts.
Esperé a que se explayara, pero como no lo hizo de inmediato,
levanté las manos con las palmas hacia arriba, sin duda con cara de
impaciencia.
—Bueno, ¿vas a hablarme de ese gran y malvado clan de
vampiros y de tu primo, Adryan, que lo dirige?
Bebió otro largo trago de agua antes de dármelo. Negué, y
cuando hizo ese típico ceño de Sebastian, puse los ojos en blanco y

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cogí el bidón, para luego beber de él. Le puse una expresión que
hablaba en voz alta. ¿Estás contento ahora?
Volvió a gruñir, apaciguado con mi obediencia. Los machos del
otro mundo eran definitivamente un tipo dominante.
—Adryan es el líder de los vampiros de Estados Unidos, con
conexiones con otros clanes de todo el mundo. Tiene su base en Ryeka,
Nueva York.
Sonaba importante. — ¿Y qué haces exactamente para él?
¿Papeles? ¿Contabilidad?— Fue difícil mantener una cara seria
después de decir eso.
Vi el oscurecimiento de los ojos de Sebastian como si se sintiera
muy ofendido de que yo sugiriera algo así. Me costó mucho no reírme.
—Cumplimiento. — Dijo la palabra con naturalidad e hinchó el
pecho. —Soy el jodidamente mejor.
Era extraño que la arrogancia viniendo de él pudiera ser tan...
sexy.
Y no me sorprendió que su título fuera tan brutal y violento.
Era grande y fuerte, y tenía ese aire que me hacía pensar que
nunca se había permitido tener mucho placer en la vida, si es que lo
tenía.
—Bueno, solo soy yo. — dije y me encogí de hombros, mirando
el pequeño fuego que ardía entre nosotros. Utilicé el pie para acercar
un par de las rocas más grandes que habíamos utilizado para hacer
un borde alrededor de las llamas y la madera.
Cuando levanté la vista por el silencio de Sebastian, vi que me
observaba atentamente, esperando que continuara, que fuera a mi
ritmo.
—Mis padres fallecieron hace diez años. No tengo hermanos.
Solo me he mantenido por debajo del radar porque es más fácil no ser
nadie que ser alguien. — Volví a encogerme de hombros, más para mí
que por lo que había dicho.
Después de eso, el silencio se prolongó de forma incómoda.

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—Ya no estás sola. Nunca más. — Se inclinó y apoyó los
antebrazos en los muslos, mirándome con severidad como si esas
palabras fueran el único vínculo que necesitaba.
Y lo único que pude hacer fue asentir.
Me entregó otro trozo de carne que había arrancado a la criatura
emplumada y que había cocinado en una gran roca sobre el fuego. Me
alegré de que el momento hubiera cambiado a otra cosa.
Cuando negué, su ceño fruncido me hizo poner los ojos en
blanco y tomar lo que me ofrecía.
—Mandón. — murmuré, pero no pude evitar la sonrisa de que
se empeñara en atenderme.
Tuve que admitir que la criatura-pájaro sabía a pollo. ¿No era
siempre así?
Siguió forzando la comida y el agua hacia mí. Finalmente tuve
que fruncir el ceño y sacudir la cabeza mientras extendía la mano para
detenerlo.
Mi estómago estaba más lleno de lo que había estado en mucho
tiempo, y por eso un letargo se instaló en mí, instándome a tumbarme
y dormir.
Resopló aceptando que no podía forzar la situación, y observé
cómo sacaba el resto de la carne del ave y se la comía.
No sabía cómo estaba sobreviviendo con tan poca comida, pero
entonces, como si me lo recordara, sentí un cosquilleo en el cuello.
Antes de darme cuenta de lo que estaba haciendo, levanté la
mano y me toqué el costado del cuello. Sentí dos heridas, una del
primer momento en que se despertó y me atacó, y la segunda fresca
de lo que habíamos hecho horas antes.
Las primeras marcas de pinchazos gemelos estaban casi curadas
y con ligeras costras.
Pero las nuevas... se sentían calientes en el mejor de los sentidos.
Sebastian se dio cuenta de la acción, su enfoque se centró en el
lado de mi garganta. Su mandíbula se apretó y noté que el pulso en la
base de su garganta latía salvajemente.

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Desvió la mirada, y sentí esa incomodidad instalarse en mi
vientre porque me pregunté si tendría hambre. Aunque me había
mordido cuando me reclamó, sabía que no había tomado lo suficiente
para mantener un cuerpo tan grande como el suyo.
Se había contenido, y yo ni siquiera había tenido en cuenta la
sed que debía tener. Hacía días que no bebía profundamente de mí.
Antes de saber lo que estaba haciendo, me levanté de la roca en
la que estaba sentada. Caminé la pequeña distancia alrededor del
fuego para llegar a él y me detuve cuando estuve frente a mi
compañero.
Estaba rechinando sus molares traseros mientras me miraba
fijamente, haciendo todo lo posible para mantener el control.
Me di cuenta de que intentaba no mirar mi garganta, pero no lo
conseguía, y su mirada se dirigía a donde sentía que latía mi pulso.
— ¿Tienes hambre?
Retumbó profundamente.
—Puedo conseguirte otra barra de proteínas ya que no
tenemos...
—No tengo hambre de eso. — Extendió la mano más rápido de
lo que había previsto y me rodeó la cintura con su enorme mano,
empujándome hacia delante de forma que casi perdí el equilibrio y
tuve que agarrarme a sus hombros para estabilizarme.
—Entonces, ¿de qué tienes hambre?— Mi voz era un susurro
mientras me burlaba de él.
Se inclinó hacia mí y me acarició el cuello antes de sacar la
lengua y lamerme. —Ya sabes.
Cerré los ojos y me incliné hacia él, sintiendo una oleada tras
otra de placer solo por estar cerca de él. Ya estaba tan mojada que
cuando apreté los muslos, sentí el resbalón de mi necesidad por
Sebastian.
Controlarme cerca de él era imposible, especialmente ahora que
el sello se había roto, por así decirlo, y él me había reclamado. Como

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si pensara que era un acelerador en mi cuerpo para encenderme, la
marca de apareamiento que me había dado empezó a palpitar.
Fue como si lo supiera, porque arrastró su lengua sobre los
pinchazos, de un lado a otro, chupándome ligeramente mientras
gemía intermitentemente.
—Eres mía.
No respondí porque sabía que no buscaba una respuesta. Estaba
afirmando un hecho.
—Y cualquiera que toque lo que es mío está muerto.
Me estremecí, sintiendo que me mojaba aún más, deseando nada
más que me follara aquí y ahora al aire libre.
Me obligué a dar un paso atrás, pero él volvió a empujarme hacia
delante, gruñendo como una bestia primitiva a la que le han quitado
la comida.
—Como que tienes que estar desnudo, grandulón — Mi cabeza
se inclinó hacia atrás y gemí cuando me chupó el hueco de la garganta
y me agarró el culo. Sus manos eran tan grandes que me abarcaban
toda.
Pero luego me soltó y se apresuró a desabrocharme los
pantalones y a bajármelos. Salí de una de las perneras del pantalón
justo cuando él liberaba su ya dura polla.
La longitud sobresalía y él la agarró, incluso el tamaño de su
palma no empequeñecía la enorme circunferencia de su polla.
Me quedé paralizada al ver el presemen que ya se acumulaba en
la punta.
—Ven aquí. — me ordenó, y un segundo después estaba sentada
en su regazo, levantándome ligeramente para que pudiera hacer una
muesca en mi entrada. —Tan jodidamente jugosa para esta polla.
No perdí ni un segundo mientras me hundía, engulléndolo todo
en un movimiento fluido.
—Este coño me pertenece. — Tenía los dientes desnudos y me
agarraba la cintura con una mano y con la otra ahuecaba una de mis
nalgas. —Dilo.

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—Soy tuya. — grité justo cuando me empujó hacia su polla,
haciéndome tomar cada centímetro.
Cuando estuve a ras de su cuerpo, ambos nos quedamos
quietos, gimiendo, la sensación de estar tan estirados me dejó sin
aliento.
Empecé a cabalgar sobre él. Agarrando sus hombros mientras
subía y bajaba. Me permitió marcar el ritmo durante los primeros
minutos, con los dientes desnudos y una expresión feroz mientras me
miraba fijamente a los ojos, negándose a apartar la mirada.
Sus ojos brillaron en rojo cuando apretó sus garras en mis
caderas y en mi culo y empezó a follarme de verdad. Sebastian me
levantó y me volvió a clavar una y otra vez.
Me folló con fuerza y rapidez hasta que el dolor y el placer se
convirtieron en uno solo. Y cuando me golpeó el culo, el chasquido de
su palma al chocar con mi mejilla fue tan fuerte que juré que delataría
nuestra ubicación a cualquier persona o cosa que estuviera cerca.
Pero no me importaba. Todo se sentía demasiado bien como para
parar.
Rebotaba sobre él, arriba y abajo, con los pechos solo sujetos por
la camiseta, que no ofrecía ningún apoyo. Sentía los pezones duros
como piedras, doloridos, y cuando se inclinó y empezó a chupar un
pezón a través de la camiseta, gemí con fuerza.
Me golpeaba el culo cada vez que me acercaba a su entrepierna,
y luego me apretaba y me obligaba a girar las caderas hacia delante y
hacia atrás, metiéndome la polla hasta que sentí que me iba a partir
en dos.
El escozor que sentía en mi pecho me hacía mirar hacia abajo en
una bruma de excitación nublada. Se retiró y pude ver su boca
manchada de sangre, pude ver los agujeros gemelos en la camisa justo
sobre mi pecho izquierdo. Donde me había mordido.
El hecho de que me hubiera perforado a través de la camisa, tan
frenético en su necesidad de probarme, hizo que mi coño se apretara
alrededor de él, ordeñándolo para que gruñera y empezara a levantar
las caderas de verdad mientras tiraba de mí hacia abajo.

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El sonido de nuestros cuerpos golpeando juntos era obsceno y
tan increíblemente caliente.
—Pon tu culo en ello, hembra. Trabaja ese coño.
El sudor me cubría las sienes mientras seguía rebotando sobre
él, tan cerca y sin embargo mi orgasmo se sentía tan lejano.
—Joder. Sí, eso es. Trabaja ese coñito en esta gran polla. Tómala
como si estuvieras desesperada por sentir que me corro dentro de ti.
Dioses, su charla sucia era el material de primer nivel de mis
fantasías.
Me incliné hacia atrás y apoyé mis manos en sus muslos,
sintiendo cómo los músculos se tensaban bajo mi contacto. Giré mis
caderas, me apoyé en él y busqué mi placer.
Con la cabeza ligeramente echada hacia atrás y el pelo
agitándose salvajemente detrás de mí, estaba tan cerca. Tan cerca.
—Mataré a cualquiera que piense que puede apartarte de mí.
Oh. Sí. Eso era. Justo ahí, esa mierda violenta y súper agitadora
de banderas rojas que lo hizo por mí.
Porque me hizo correrme con tanta fuerza que las estrellas
salpicaron mi visión y sentí que un rubor de humedad se derramaba
de mí.
No podía moverme mientras me dejaba llevar por el éxtasis, pero
de alguna manera seguía rebotando sobre su polla. Me di cuenta de
que tenía sus manos en mi cintura y me levantó antes de bajarme de
golpe, usándome como su propia muñequita.
Y entonces sentí su mano rodeando mi garganta, apretando cada
vez más fuerte hasta que jadeé y lo monté de verdad, mi orgasmo llegó
a su punto máximo mientras gritaba.
Dioses, eso fue todo. Ese peligro de no poder respirar, pero
sabiendo que Sebastian nunca me haría daño, nunca permitiría que
nadie más me hiciera daño.
El placer era... insuperable.

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Fueron largos momentos en los que me lamenté mientras
montaba la ola antes de sentir que empezaba a bajar de mi subidón.
Pero en cuanto fui lo suficientemente consciente de mi entorno,
Sebastian me penetró una y dos veces antes de sacar la tercera. Me
empujó hasta las rodillas y se llevó la mano a su enorme y gorda polla.
Estaba goteando abundantemente, tanto que pensé que ya había
llegado al orgasmo, pero seguía estando tan duro. Tan gruesa. Tan
condenadamente grande.
—Abre para mí. Sé mi buena chica.
Tenía mis manos en la parte superior de sus muslos, mis uñas
se clavaban en sus piernas mientras me acercaba, me inclinaba y me
abría de par en par.
Pasó su resbaladiza cabeza de polla por mis labios, una mezcla
de su semen y mi excitación cubrió mi boca antes de que introdujera
la corona en su interior y lo chupara con avidez.
Gimió y levantó las caderas, empujando otro grueso centímetro
adentro. Hicimos el lento tándem de él empujando superficialmente
hacia arriba mientras yo movía mi boca hacia abajo.
Pero parecía que su impaciencia crecía porque enredó su mano
en la parte posterior de mi pelo y empujó mi cara hacia abajo en su
regazo al mismo tiempo que empujaba hacia arriba.
Me golpeó en la parte posterior de la garganta y tuve una arcada,
tirando hacia atrás y respirando por la nariz bruscamente.
Las lágrimas empezaron a correr por mis mejillas mientras él
gruñía y seguía con la dura fuerza de follarme la cara.
—Ahógate con papi.
Eso no debería haberme excitado como lo hizo, pero fue como
echar gasolina a un fuego ya ardiente.
Apreté las piernas y empecé a mover la cabeza hacia arriba y
hacia abajo, con arcadas cada vez que él empujaba hacia arriba. Mi
cara estaba pegada a su ingle hasta el punto de no poder respirar.
Pero entonces me tiraba de la cabeza hacia atrás sujetándome el pelo
y volvía a repetir la acción.

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Los sonidos que salían de él no se parecían a nada que hubiera
escuchado antes. Eran feroces, como si estuviera con un animal
salvaje en vez de con mi compañero.
Sus embestidas al follarme con la boca eran interminables, pero
no lo habría hecho de otra manera. Estaba tan excitada que me sentía
delirar por ello. Y cuando bajé la mano y empecé a deslizar los dedos
por mis resbaladizos pliegues, gemí con fuerza alrededor de su polla.
—Continúa. Muéstrame cómo juegas contigo. Pero mírame a los
ojos mientras jodidamente lo haces.
Pasé los dedos por mi clítoris y eso fue todo lo que necesité para
correrme. Me dolía la mandíbula de tanto chuparlo, y el placer casi me
hizo detenerme, echándome hacia atrás para poder aspirar grandes
bocanadas de aire.
Pero no dejé de mirarlo a los ojos.
Su agarre en la parte posterior de mi cabeza era implacable
mientras seguía empujando hacia arriba en mi boca, empujando su
polla profundamente en mi garganta.
Mi cara estaba llena de lágrimas cuando me tiró de la cabeza
hacia atrás de repente, y el escozor de sus manos tirando de los hilos
fue suficiente para que otra ronda de placer se disparara por todo mi
cuerpo.
Comenzó a acariciarse a sí mismo mientras se inclinaba hacia
mí, con su mirada fija en la mía, sus dientes desnudos y sus colmillos
largos y extra afilados.
Gimió, se corrió y roció de semen mi cuello y mi pecho, y su
atención se centró en mi garganta. Incliné la cabeza hacia un lado,
ofreciéndosela, sabiendo que estaba muy sediento.
Golpeó como una cobra, hundiendo sus colmillos
profundamente, con tanta fuerza que grité por lo doloroso que era.
Pero esa molestia se convirtió en euforia.
Podía oírlo tragar, profundos maullidos que dejaban a Sebastian
como si nunca hubiera probado nada mejor que yo.

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No supe cuánto tiempo permanecimos conectados así, pero
entonces se separó, respirando profundamente, y volvió a inclinarse
para arrastrar su lengua por las heridas.
—Joder, eres tan perfecta. ¿Cómo me he hecho merecedor de
llamarte mía?— Sus palabras fueron tan bajas que supe que eran para
él.
Se echó hacia atrás y lo miré fijamente en esta brumosa niebla
de felicidad post-eufórica. Podía sentir su cálido y pegajoso semen
sobre mí, y no me moví cuando me pasó el pulgar por la barbilla y el
cuello, frotándose contra mí.
Lo frotó como el desagradable bastardo que era, pero aquí estaba
yo acercándome más, queriendo más de esa perversión.
Me levantó del suelo y me colocó en su regazo un segundo
después, sus grandes y fuertes brazos me rodearon mientras me
acunaba, y apoyé la cabeza en su pecho.
Nos quedamos así, sin hablar ninguno de los dos, y sentí que me
adormecía y me inclinaba aún más contra él al sentir que me pasaba
la mano por la espalda y me besaba la sien.
—Cuando salgamos de este puto sitio te voy a follar hasta que
no puedas caminar recta, dulzura. — murmuró mientras me
abrazaba. —Pero no te preocupes, me aseguraré de que te corras al
menos dos veces antes de dejarte descansar.
Me reí suavemente ante eso, pero mi cuerpo se calentó de nuevo.
Me sentía húmeda por el sudor y su semen, y dolorida por su follada,
pero lista para más.
Me permití absorber este momento de relajación y satisfacción.
Desde aquella primera pesadilla, en la que Sebastian había sido
testigo de mi enloquecimiento, había insistido en abrazarme mientras
dormíamos. Y las pesadillas... se habían mantenido a raya.
Sonreía cuando me besó la parte superior de la cabeza, lo que
me arrancó otro suave suspiro.
—Te voy a trasladar a mi casa y no te dejaré salir de mi
habitación hasta que te haya follado hasta la inconsciencia. — Pasó

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su mano por mi espalda. —No creo que te deje salir de casa. Es la
única forma de asegurarme de que estás a salvo.
Resoplé, pero cuando no dijo nada más, y cuando me di cuenta
de que había puesto un tono serio, levanté la cabeza para mirarlo.
—Espera. ¿Qué?— Su expresión me dijo que no estaba siendo
un macho vampiro engreído como de costumbre. Estaba realmente
serio.
—Acabaré matando a cualquier tipo que se acerque a tu puta
vecindad.
Tenía un aspecto rudo pero sonaba satisfecho, saciado por lo
que acabábamos de hacer y por lo mucho que se había saciado de mi
cuello.
—De hecho... — Me apartó el pelo sudado de la cara mientras
me miraba a los ojos. —Tengo que asegurarme de ser el único dentro
de la casa manteniendo las cosas seguras. Mantendré a las patrullas
de seguridad fuera de la finca, porque seguro que les sacaré los ojos
si alguno de los guardias Lycans te mira siquiera.
Abrí y cerré la boca varias veces mientras procesaba aquello.
Después de un segundo de ordenar mis pensamientos y ser capaz de
formar una frase coherente, me bajé de él, para su decepción.
— ¿Adónde vas?— Se acercó a mí, pero di un paso atrás, fuera
de su alcance.
— ¿Qué pasa? — preguntó en forma puramente masculina,
totalmente ajena.
Me sentía pegajosa, sobre todo entre los muslos, y sin duda mi
camisa estaría crujiente después de que se secara por haberme usado
como su trapo personal de semen. Pero me subí los pantalones a pesar
de todo, me arreglé la camisa para que no estuviera torcida y me crucé
de brazos para mirarlo.
Se echó hacia atrás como un gato viejo que ha atrapado el
canario, todo sonrisas de satisfacción, ojos pesados y un cuerpo que
no debería ser tan caliente.

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También se le ponía dura de nuevo cuanto más me miraba, con
la polla brillante por estar dentro de mí mientras se endurecía y
alargaba.
Y cuando bajó para agarrarse de nuevo, acariciándose
perezosamente de la raíz a la punta, levanté la barbilla indignada y
negué.
— ¿Qué tal si guardas eso? —miré fijamente su polla— y me
explicas qué quieres decir exactamente con eso de tenerme bajo llave,
por así decirlo.
No contestó, siguió acariciándose, pero cuando vio que hablaba
en serio, sus oscuras cejas se fruncieron y negó lentamente. Sebastian
emitió un sonido irritado y se metió de nuevo en los pantalones con
un gruñido de incomodidad. Luego se inclinó hacia delante para
apoyar los antebrazos en los muslos mientras me miraba fijamente.
—Significa exactamente lo que he dicho. — Su tono era tan... era
tan malditamente práctico.
Ante mi ceja arqueada y mi silencio, continuó.
—No voy a dejar que mi compañera se ponga en peligro, algo que,
seamos sinceros, pequeña, pareces hacer bastante.
Hice un sonido muy poco atractivo ante sus palabras, aunque
fueran ciertas. —Tratar de ayudar a salvarte y alejar a criaturas de
dimensiones paranormales con aspecto de locos no es que sea
imprudente.
Se levantó hasta su altura total de más de dos metros y medio
para mirarme fijamente. No le tenía miedo, sabía que preferiría
matarse antes que hacerme daño, pero era un hombre intimidante. Y
estaba acostumbrado a salirse con la suya. Obviamente.
Pero me mantuve firme e incliné la cabeza hacia atrás cuando se
acercó. Me negué a apartar la vista de su mirada demasiado
penetrante.
—No voy a arriesgar tu seguridad. — Soltó esas palabras de una
en una y lentamente, como si realmente quisiera que comprendiera
cada una de ellas. —Y si eso significa hacer que te quedes en mi finca
hasta que te hagas a la idea de cómo se van a llevar las cosas, si eso

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significa que me odies porque lo único que quiero hacer es protegerte,
joder, para poder tenerte en mi vida hasta que exhale mi último
aliento, que así sea, Ada.
No iba a ablandarme ante el hecho de que quisiera protegerme
porque le importaba mucho. No, no iba a dejar que eso se hundiera y
lavara mi molestia.
—No soy una mascota, Sebastian. — Traté de mantener mi tono
más conversacional. Pelear no iba a solucionar nada.
—No, eres mi compañera, y no voy a arriesgar, bajo ninguna
puta circunstancia, tu seguridad. — Se encogió de hombros como si
eso fuera todo. Final. Como si fuera un maldito rey y su palabra fuera
ley. —Mi finca -tu nuevo hogar- tiene cincuenta acres, y hay
suficientes habitaciones adentro, siempre encontrarás algo nuevo que
explorar. — Bajó la cabeza y una lenta sonrisa se dibujó en su rostro
mientras retumbaba: —O tal vez te mantenga en la cama y te folle día
tras día.
Me estremecí ante sus palabras, pero me sentí orgullosa de mí
misma por mantener mi expresión severa en el rostro.
—Sí, creo que haré eso. Follar explorando, ¿no es así, pequeña?
¿No te gustaría que te follara en todas las habitaciones disponibles de
la finca?
Dejé escapar una respiración estremecedora y negué
lentamente, pero lo único que hizo fue una sonrisa más amplia y una
risita baja.
—En cualquier caso, haré lo que tenga que hacer. Yo soy el
dominante, dulzura. Yo pongo las reglas, sí. — No estaba formulado
como una pregunta.
Una vez más era un maldito pez fuera del agua. Balbuceé. Me
dio la espalda para avivar el fuego, y me sentí jodidamente tentada de
llamarle con unas cuantas palabras elegidas.
—Así no es como funciona el apareamiento. — Le dije esas
palabras con fuerza.
Me miró por encima del hombro, con una expresión estoica.
Inamovible. —Lo es cuando estás apareada conmigo, dulzura.

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Levanté las manos justo cuando él se levantó para mirarme de
nuevo, con los brazos cruzados sobre ese pecho ancho y fornido.
—Tal vez diga que se joda el apareamiento y me vaya una vez
que salgamos de aquí. No necesito que un cavernícola prepotente me
mantenga prisionera.
Porque no salir de aquí no era una opción. Estaba pensando
positivamente y todo. Cuando le hice una sonrisa descarada, como si
eso fuera a hacer que cambiara de opinión sobre todo esto, esa
sonrisita se truncó cuando gruñó y acechó.
—Aclaremos una cosa, Ada. — Su voz era peligrosamente baja.
—Solo me han importado dos personas en mi vida. Kane y Adryan. Y
eso es porque son familia. Todo es cuestión de lealtad. — Siguió
acercándose, obligándome a retroceder. —Pero lo que siento por ti —
gruñó— no se parece a nada que haya sentido nunca. Me consume.
Ha cambiado mi forma de pensar y de ver las cosas. Me ha hecho
sentir, Ada.
No podía respirar mientras decía las palabras, sus ojos brillaban
rojos ahora por sus emociones tan claras.
—Y me niego a dejarlo pasar. Me niego a dejarte ir. Nunca.
Mi corazón se aceleró mientras las emociones surgían casi
violentamente en mí.
—Antes de ti solo me movía por este mundo dejado de la mano
de Dios porque era leal a los que me rodeaban. No me importaba morir,
no me importaba cuántos cadáveres ensuciaban el suelo a mis pies.
— Su pecho subía y bajaba por la fuerza de su respiración. —Eres
mía, y haré cualquier cosa para que te quedes conmigo. ¿Lo entiendes,
Ada?— Ahora estaba casi gruñendo. — ¿Entiendes hasta dónde llegaré
para asegurarlo?— Mostró los dientes, sus colmillos se alargaron.
No sabía qué decir ni cómo responder. Estaba tan sorprendida
por la ferocidad con la que actuaba que incluso me costaba respirar.
—Si eso significa matar a todo el mundo para que sea seguro
para ti, que así sea. Si eso significa mantenerte cautiva porque es la
única manera de tenerte, lo haré sin dudarlo.

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—Estás loco. — susurré, asombrada por lo fuerte que se sentía
claramente al respecto. —Soy una persona, Sebastian...
—No. Estoy emparejado. Mi comportamiento es completamente
normal y justificable dadas las circunstancias. — Su mirada era dura,
inflexible. —Y tú eres mía. — Casi rugió esa última palabra, como si
consolidara en su mente que yo no iba a ninguna parte. —Y nada -
nadie- en este mundo me importa más que tú. Así que ódiame, pelea
conmigo, maldíceme. Pero no importa lo lejos que corras, lo mucho
que te escondas, siempre te encontraré.
Levantó la mano, y me puse en tensión, sabiendo que no me
haría daño pero todavía tan incómoda por la vehemencia con la que
reaccionaba a todo esto.
Cuando tomó mi mejilla, mi cuerpo se inclinó instantáneamente,
como si la maldita perra no pudiera controlarse en lo que a él se
refería.
Se inclinó para que estuviéramos nariz con nariz. —Porque sin
ti no hay yo.
Todo lo que pude hacer fue quedarme ahí con los ojos muy
abiertos, mi mente dando vueltas a todo lo que acababa de confesar.
Lo deseaba, sentía una conexión con Sebastian que nunca podría ser
igualada. El destino nos había juntado, pero al mismo tiempo no sería
un juguete que él pudiera pasear a su antojo.
Di un paso atrás, su mano cayó de mi cara, ese sonido rudo de
impaciencia lo abandonó.
—Necesitas arreglar tu mierda. Si quieres que sea feliz, lo
primero que debes saber es que mantenerme prisionera no es el
camino a seguir, amigo. — Le clavé el dedo en el centro de su durísimo
pecho.
Con eso me giré y di dos pasos hacia el bosque. Pero él alargó la
mano y me agarró la muñeca con firmeza.
—Hembra. — gritó. — ¿Adónde diablos vas?
Resoplé de impaciencia y me giré para señalar una roca que
estaba a tres metros de distancia. —A orinar, Sebastian. — Llevaba
una expresión de sorpresa ante mi franqueza, pero cuando no me

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soltó, fruncí los labios. —No voy a dejar que te cierres sobre mi hombro
mientras voy al baño.
Sus fosas nasales se ensancharon y miró hacia donde estaba la
roca.
—Literalmente a tres metros de distancia, grandulón. Ponte aquí
si quieres. — Señalé su lugar. —Podrás oír si viene algo espeluznante,
¿de acuerdo?— Mi tono era duro a pesar de que intentaba mantener
mi fastidio a fuego lento.
La conversación sobre que yo era su pequeña mascota cautiva
con el pretexto de que me protegía no había terminado. Ni mucho
menos.
Asintió con fuerza y finalmente me soltó la muñeca.
Me acerqué a la roca y lo miré de reojo cuando estuve detrás de
ella. Aunque era lo suficientemente ancha como para permitirme
intimidad, la parte superior me llegaba al cuello, lo que me permitía
mirar fijamente a mi compañero, totalmente irracional.
Y sí, ahí estaba él, con los brazos cruzados, las piernas
ligeramente separadas y una mirada feroz en su rostro, como si
supiera que tan pronto como yo terminara, íbamos a resolver esta
mierda y a establecer algunas reglas básicas.
Me bajé los pantalones y me puse en cuclillas mientras miraba
fijamente al bosque oscurecido y hacía mis necesidades. Estaba
extrañamente silencioso, sin los habituales gorjeos y extraños sonidos
de los animales que habitaban este plano, a los que me había
acostumbrado a escuchar de fondo.
Por eso esta extraña quietud me resultaba tan desagradable.
Sacudí la cabeza. —Malditos vampiros masculinos testarudos y
sus egos demasiado grandes. — murmuré para mis adentros mientras
terminaba y me subía los pantalones. Fruncí los labios y arrugué la
nariz mientras miraba mi camisa. Todavía estaba pegajosa y húmeda
por su orgasmo como un géiser sobre mí, y a pesar de la rabia que
sentía, un cosquilleo se instaló justo entre mis muslos.
Había sido tan... salvaje, tan bárbaro al marcarme como si
estuviera reclamando su derecho para que todos lo supieran.

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Nunca había pensado en encontrar a mi compañero. Como solo
tenía veinte años, era joven para los estándares humanos y del Otro
Mundo, no había pensado mucho en encontrar a la persona destinada
a ser mía y viceversa.
Y después de la muerte de mis padres, solo había intentado
sobrevivir y pasar desapercibida. Pero parecía que no lo había hecho
muy bien, ya que la Asamblea me había descubierto.
Las suaves conversaciones que había tenido con Sebastian en
los últimos días, y con él abrazándome como si le reconfortara tanto
como a mí, me hicieron sentir, por primera vez en mi vida, que no
estaba sola.
Habíamos hablado durante esos momentos de tranquilidad,
compartiendo pequeños datos sobre el otro. Supe que tenía ciento diez
años. Su hermano, Kane, era un año mayor.
Me había quedado hipnotizada escuchando cómo me contaba
historias sobre lo que había sido para él. Vivir más de un siglo me dejó
perpleja.
Era mucho más mundano y experimentado que yo, y al oírlo
hablar de cómo se había limitado a pasar por la vida, sin preocuparse
ni siquiera de sí mismo, sentí una punzada en el pecho.
Tenía fama de frío y apático. Muerto por dentro. Y saber que se
sentía así me había chupado literalmente el aire de los pulmones.
Solo podía imaginarme lo que era para él encontrar a su
compañera, lo totalmente absorbente que debía sentirse. Ciertamente,
era muy diferente para mí. Y aunque podía entenderlo y podía ver una
parte de su punto de vista con respecto a mí, iba a tener que aprender
muy rápidamente que esto era una relación. Decidiríamos las cosas
juntos, no él siendo un dictador simplemente porque le aterrorizaba
perderme.
Sintiendo que mi rabia se desvanecía, me giré hacia él, viendo
que estaba exactamente en la misma posición, sin haberse movido ni
un centímetro. También me di cuenta de que sus ojos escudriñaban
la zona como si estuviera buscando alguna amenaza invisible.
Mi irritación se desvaneció lentamente porque no quería que las
cosas se pusieran tensas entre nosotros. Obviamente, no podía

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cambiarlo de la noche a la mañana. No quería hacerlo. Solo quería un
poco de compromiso.
Estaba a punto de rodear la roca cuando algo en su expresión
cambió.
Se puso tenso al instante, sus brazos se desplegaron lentamente
sobre su pecho, sus manos bajaron y se cerraron en puños a sus
lados.
Pude sentir la ira que irradiaba de él, el comportamiento
amenazante que de repente ocupaba su lugar.
Retrocedí porque su aspecto era absolutamente aterrador y no
entendía por qué. Avanzó un paso hacia mí, con la parte superior del
cuerpo encorvándose lentamente hacia delante en una postura muy
depredadora.
Y entonces llegó el gruñido, bajo al principio y aumentando
lentamente el volumen cuanto más tiempo permanecía ahí.
— ¿Sebastian?
—Ven aquí, Ada. — Esas tres palabras eran lo suficientemente
fuertes como para oírlas, lo suficientemente profundas como para
sentir un cuchillo raspando mi cuerpo y pelando lentamente la piel.
La nuca se me erizó y levanté la mano para frotarme la nuca. Se
me erizó el vello del brazo y entonces me di cuenta de que no
estábamos solos.
Había estado tan perdida en mis pensamientos sobre la pelea
con Sebastian que no había prestado atención a mi entorno.
Imprudente.
Sentí que el suelo vibraba cuando un repentino golpe vino de
detrás de mí, como si algo muy grande acabara de bajar de los árboles.

Vocalice, Sebastian, pero tenía demasiado miedo como para darme


la vuelta, incluso para moverme.
Imaginé que se trataba de otra de esas criaturas con tentáculos,
pero entonces oí una serie de pasos. Uno tras otro. Pesados. Lo que
me hizo pensar que lo que había ahí era enorme.

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—Ada, ven aquí, bebé. — Había una tensión en su voz. Me di
cuenta de que temía por mí, que era miedo. —Ven aquí. Ven a mí.
Su rabia era suprema, tangible mientras se arremolinaba a su
alrededor. Sus ojos eran de color rojo sangre, sus dientes desnudos,
colmillos más largos de lo que jamás había visto.
—Cálmate. — susurré. Sabía que tenía que controlarlo. Sabía
que si no lo hacía, reaccionaría por puro instinto primario para atacar.
Y ahora mismo, teníamos que ser sensatos si teníamos alguna
posibilidad de salir de esto.
Sebastian extendió su mano, sus garras largas y negras y tan
afiladas. Y... dioses... ¿estaba temblando ligeramente?
Mi compañero dio un paso más.
—Puedes intentar llegar a ella —dijo la criatura, claramente un
hombre con una voz tan profunda y horrible— Los de tu especie son
rapidísimos, pero no más rápidos ni más fuertes que yo.
Pude oír la diversión en su voz.
—Así que si quieres arriesgar su seguridad pensando que puedes
llegar a ella antes que yo... — La bestia se rió entonces.
—Voy a matarte, mutilar tu cuerpo hasta que esté irreconocible.
Voy a hacer todo esto porque te atreviste a mirar a mi compañera.
Sacar tu dolor va a ser puramente para mi diversión porque soy un
sádico hijo de puta, y ahora has hecho un nuevo jodido e implacable
enemigo.
Más risas detrás de mí.
—Sebastian —susurré de nuevo— Por favor. Cál. ma. te. —
Intentaba mantener la calma, no solo por mí, sino también por mi
compañero. Si actuaba tan aterrorizada como me sentía, sabía que
Sebastian se pondría en modo psicópata.
Sebastian se calmó. Aunque tenía un aspecto feroz, tan enojado
que podría escupir uñas, su atención se centraba en lo que fuera la
criatura que estaba detrás de mí.
Y yo seguía congelada en el lugar, incapaz de moverme.

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Prácticamente podía ver cómo el cuerpo de Sebastian se hacía
más grande, cómo sus músculos se engrosaban, cómo la violencia que
había en él estallaba ante cualquier amenaza que estuviera
acechando.
Escuché un profundo estruendo detrás de mí, tan dentado que
sentí las vibraciones moviéndose a lo largo de mi piel.
Al instante se me puso la piel de gallina en brazos y piernas, y
me estremecí, sintiendo finalmente que algo se rompía dentro de mí
cuando miré por encima del hombro y me asomé a la oscuridad.
Solo pasó un segundo antes de que la criatura emergiera a la luz
de la luna. Sentí que mis ojos se abrían de par en par en señal de
asombro y absoluto horror ante lo que estaba viendo.
Era monstruosamente grande, más de dos metros, con cuernos
que se curvaban hacia arriba y hacia atrás alrededor de la cabeza,
colmillos superiores que sobrepasaban el labio inferior y cicatrices que
salpicaban toda la parte superior de su cuerpo.
Sus ojos pasaron de ser completamente negros a un rojo
brillante.
Me giré lentamente para mirarlo, el instinto de supervivencia que
había en mí me gritaba que no podía darle la espalda.
Estaba concentrado en mí, como si no le importara que mi
compañero estuviera justo detrás de mí emitiendo los más primarios
sonidos de advertencia.
Pero además, esta... esta cosa era la criatura más grande que
había visto en mi vida. Era claramente del Otro Mundo, y aunque no
había conocido a muchas de las diferentes especies -demasiadas para
contarlas-, al menos había oído hablar de ellas.
¿Pero éste? No, nunca había oído un susurro de lo que era.
Tenía que ser de este plano, una criatura jodida que parecía
humana pero que no lo era en absoluto.
Cuando se liberó de la línea de árboles, se detuvo, con la luz de
la luna bañando su rostro. Miró por encima de mi cabeza para mirar
a Sebastian.

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Podía oír a mi compañero gruñendo continuamente, pero no me
atrevía a dejar de concentrarme en la criatura que tenía delante. Un
sonido de horror me abandonó cuando sonrió lentamente, mostrando
sus afilados dientes y colmillos más largos que cualquier cosa que
hubiera visto.
Era un monstruo literal, y retrocedí a trompicones, el peñasco
detuvo mi retirada. Me tapé la boca y grité cuando desplegó sus alas,
con las espinas visibles a través de las membranas negras, y el viento
se levantó mientras las agitaba.
Dioses... la envergadura de las alas era enorme.
El corazón me retumbaba ahora, y lo único en lo que podía
pensar era en llegar a Sebastian.
La criatura me miraba como si estuviera hambrienta, y dado su
tamaño, probablemente necesitaba a unos cuantos de mí solo para
saciar su apetito.
Comencé a rodear la roca, manteniendo mi atención en el
monstruo, moviéndome lentamente.
Se rió por lo bajo y de forma inhumana, el sonido era tan
aterrador como el resto de él. Y cuando avanzó lentamente y adoptó
una postura de ataque, entré en acción.
Me giré, dispuesta a lanzarme hacia Sebastian, aunque la
realidad era que sabía que no podría escapar de algo así.
Sebastian tenía la mirada más horrorizada mientras me miraba
y luego miraba a la criatura, a la que oí acercarse, tan fuerte y pesada
que el propio suelo vibraba con cada paso que daba.
La mirada de mi compañero me decía una cosa. Sabía que salir
de esto iba a ser casi imposible. Su expresión también me dijo una
verdad muy fría y dura.
Era la primera vez que conocía el miedo de verdad.
Un sollozo me desgarró el pecho al pensar que todo terminaría
aquí. Me había esforzado tanto en concentrarme en seguir viva, no
solo en el mundo humano, sino incluso siendo capturada por la
Asamblea antes de ser empujada a este infierno.

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Me negaba a caer por este camino.
No sabía cómo íbamos a salir de esto, pero no iba a quedarme de
brazos cruzados.
Sebastian corrió a toda velocidad hacia mí. Extendí las manos,
queriendo lanzarme contra su cuerpo y dejar que me rodeara con sus
brazos, cuando de repente me vi en el aire, con unas enormes manos
con garras que me rodeaban la cintura mientras me levantaban.
— ¡Diablos!
Mis oídos sonaron cuando Sebastian gritó esa extraña palabra.

—Hijo de puta. Suéltala.


Estábamos en el aire pero flotando a tres metros de altura, como
si se burlara de Sebastian para que intentara atraparme. La criatura
volvió a reírse y clavó sus garras en mí hasta que grité.

—No la toques. Lucha contra mí, Diablos hijo de puta. — Sebastian


gruñó y lanzó un grito de guerra.
Grité y di una patada, me retorcí en sus brazos y me acerqué por
detrás para arrastrar mis uñas por su cara.
Gruñó y chasqueó esos afilados dientes hacia mí, y yo retiré la
mano de un tirón.
Me di la vuelta y grité llamando a Sebastian, todavía tratando de
alcanzar a mi compañero mientras él atravesaba la corta distancia que
nos separaba. Pero ahora estaba demasiado alto.
El rugido de Sebastian sobresaltó a todo el bosque, haciendo que
las criaturas alzaran el vuelo hacia el horizonte.
—Ada. — gritó, aun emitiendo los sonidos más horribles que
jamás había escuchado mientras se acercaba a mí.
Y entonces estaba corriendo a toda velocidad por el bosque,
siguiéndonos mientras me llevaban.

Sotelo, gracias K. Cross & Botton


Capítulo 13
ADA

Había oído los rugidos de Sebastian mientras me llevaban, lo


había visto correr por el bosque, siguiéndonos, golpeando los troncos
de los árboles y arrancando el follaje para dejar libre su camino.
Pero la criatura que me sujetaba fuertemente con un brazo era
demasiado rápida, el viento azotaba a nuestro alrededor cuanto más
alto ascendía.
Había oído a esta bestia de... lo que quiera que fuera, reírse como
si oír a mi compañero rugir en claro tormento y darle caza fuera algo
humorístico.
No estaba orgullosa de cómo le había escupido maldiciones, lo
había llamado de todo y le había prometido cortarle partes del cuerpo
a la primera oportunidad que tuviera.
Nunca respondía, solo me abrazaba con fuerza a su pecho y daba
pequeños resoplidos como si mi ataque fuera similar a las cosquillas.
Ahora me imaginaba que “Diablos” era lo que era o, al menos, su
nombre. Tal vez era de las instalaciones de la Asamblea. Tenía que
suponerlo, ya que Sebastian había utilizado el término, pareciendo
conocerlo.
No sabía cuánto tiempo había volado, pero al cabo de un rato
empecé a agotarme. Claro que una dura follada por parte de tu
compañero haría eso además de estar secuestrada.
Pero justo cuando empecé a sentir que los ojos se me ponían
pesados -por increíble que parezca dado que me estaban llevando por
el aire- aterrizamos con un fuerte golpe.
La cima de una maldita montaña. Ahí es donde nos había
llevado.

Sotelo, gracias K. Cross & Botton


Miré veinte pisos más abajo, observando cómo los guijarros y las
rocas se esparcían alrededor de sus pies en el lugar donde aterrizó, y
cayendo por el desnivel.
Y ahora aquí estábamos, horas después si tuviera que hacer una
conjetura, sentados en esta desagradable y húmeda cueva, el
horizonte comenzando a volverse de tonos anaranjados y rosados.
Me sentí abatida al ver salir el sol. Porque sabía a ciencia cierta
que Sebastian no se detendría hasta encontrarme, pero no había
manera de que pudiera hacerlo con seguridad mientras fuera de día.
Solo esperaba estar todavía de una pieza cuando viniera.
Me mantuve pegada a la esquina de la cueva, con las rodillas
pegadas al pecho y los brazos rodeándolos mientras miraba a Diablos.
Se paseaba por el diminuto interior y sus movimientos me recordaban
a los de un tigre agitado.
Murmuraba en un idioma que nunca había oído, con palabras
entrecortadas por gruñidos y chasquidos de su lengua que componían
el diálogo que decía.
No dejaba de mirar a la entrada de la cueva, con un ceño
claramente fruncido, antes de seguir paseando y hablando consigo
mismo.
Cuando volví mi atención a la entrada, observé cómo el sol
empezaba a salir, con chorros de luz que llenaban los primeros cinco
pies de la cueva. Tampoco me perdí cómo se adentraba en la
oscuridad.

Bueno. Bueno. Bueno. Este gran cabrón no puede soportar la luz del sol.
Eso era prometedor y me daba esperanzas de poder salir de esto.
— ¿Hay demasiada luz ahí afuera para ti?— Tal vez pincharlo no
era el mejor camino a seguir.
Se calmó y se giró lentamente para mirarme, su ancho pecho
barrado subiendo y bajando rápido y con fuerza.
De acuerdo, probablemente debería haber mantenido la boca
cerrada. Apoyé mi espalda en la pared, la roca clavándose en el fino
material de mi camisa.

Sotelo, gracias K. Cross & Botton


—Yo tendría cuidado con lo que me dices, pequeña Fae. No se
puede jugar conmigo.
No respondí, porque, francamente, ¿qué demonios iba a decir?
Así que me quedé sentada y vi cómo volvía a recorrer la longitud de la
cueva y a patear huesos sin parar.
Estaba asustada, aterrorizada, de hecho, pero también estaba
enojada. No tenía ni idea de por qué me había cogido ni de lo que
quería de mí, bueno, aparte de quizás hacer una comida de mí.
Y eso me confirmó que podría ser mi final cuando miré alrededor
de la caverna. Había cadáveres esparcidos por todo el lugar, y el hedor
de su descomposición era suficiente para provocarme arcadas.
Estaba perdido en mis pensamientos mientras miraba la cara
seca, creo que era una cara, de una de esas criaturas con tentáculos.
Pude ver sus brazos secos extendidos alrededor, todos marchitos y
arrugados en los extremos. El propio cuerpo estaba desgarrado, como
si la bestia no hubiera tenido paciencia para desgarrarlo con sus
afiladísimos dientes.
Fue la fuerte caída de sus pasos acercándose lo que hizo que mi
atención se desviara del cadáver hacia Diablos.
Se quedó quieto a un metro y medio de mí, con sus inquietantes
ojos negros que me perforaban el cráneo.
Inclinó la cabeza hacia un lado, tanto como pudo con sus
enormes cuernos, y siguió observándome como si tratara de averiguar
qué era yo.
Y luego sus fosas nasales se ensancharon mientras inhalaba
profundamente. Hizo un sonido de asco mientras bajaba su mirada
hacia mi pecho.
Mi sonido de sorpresa y enojo fue fuerte mientras cruzaba los
brazos sobre mis pechos, protegiéndome lo más posible.
—Hueles a vampiro. — dijo y curvó el labio como si mi olor fuera
de algún modo ofensivo. ¿Como si no pudiera oler que toda esta cueva
apestaba a carne podrida? —Te ha marcado mucho. Bien podría
haberte bañado en su semen.

Sotelo, gracias K. Cross & Botton


Arrugué la nariz cuando se me escapó un grito de sorpresa por
lo crudo de su lenguaje. Pero fruncí los labios y me guardé para mí
todo lo que le hubiera contestado. Lo último que quería era enfurecerlo
aún más. Parecía que el hecho de estar aquí ya era suficiente.
Su enorme cuerpo estaba inclinado hacia delante porque era
muy grande y, con sus cuernos arqueados, no habría podido
mantenerse erguido de todos modos.
Entrecerré los ojos y me mordí la lengua.
Ahora era él quien estrechaba los ojos hacia mí, mirándome
fijamente, pero yo le devolvía la mirada. Probablemente le gustaba que
estuviera aterrorizada, y me negaba a darle esa satisfacción.
Pero entonces inclinó la cabeza hacia atrás y empezó a reírse, lo
que me sorprendió momentáneamente, pero seguí mirándolo.
—Una cosita tan pequeña como tú va a enfrentarse a mí. —
Levantó la mano con punta de garra y se la pasó por la cara.
No dije nada y seguí mirándolo, observando que, aunque su cara
y su cuerpo eran un poco humanos, con dos brazos y piernas, y las
orejas, la nariz, la boca y los dos ojos habituales, nada de esa
familiaridad le quitaba lo inhumano que era.
Siguió riendo y el sonido se hizo más profundo, más aterrador,
si era sincero.
—Podría usarte como palillo, hembra.
Se me hizo un nudo en la garganta y se me secó la boca al oírlo
decir esas palabras. — ¿Y es eso lo que piensas hacer conmigo?
¿Comerme?
A decir verdad, no quería saber si ese era su plan.
— ¿Es eso lo que quieres que haga contigo?— Su voz tenía un
acento grueso y era más grave que todo lo que había escuchado antes.
Y no me gustó cómo me devolvía la pregunta.
—Bueno, si puedo elegir, prefiero que me lleves de regreso a
donde me encontraste. Podemos ir por caminos separados y nadie
tiene que salir herido.

Sotelo, gracias K. Cross & Botton


—Nadie tiene que salir herido... — Repitió mis palabras con voz
monótona.
Sacudí lentamente la cabeza. —No. Nadie tiene que hacerlo. Deja
que vuelva con mi compañero y podremos seguir nuestro camino.
Volvió a mirar hacia la entrada como si realmente estuviera
meditando mis palabras, tal vez cambiando de opinión.
Un poco de esperanza se instaló en mi vientre ante la posibilidad
de que se diera cuenta de que yo era más problemática de lo que valía.
Giró lentamente la cabeza hacia mí, sus ojos, antes
completamente negros, ahora se desangraron lentamente hasta
alcanzar un rojo brillante. Intenté empequeñecerme y supe que había
sido una tontería pensar que podría haberlo persuadido de otra
manera que no fuera la suya.
—Ahora no tienes compañero, hembra.
Sentí que mis ojos se abrían de par en par ante sus palabras. No
tenía ni idea de lo que quería decir con eso, aparte de... — ¿Le ha
pasado algo a Sebastian?— Me enderecé cuando un miedo
escalofriante se estrelló contra mí. — ¿Le has hecho algo?
El corazón me retumbaba y un sudor frío me recorría la frente.
La sola perspectiva de perder a Sebastian... no, no pensaría así.
—No tienes más compañero. Ahora eres mía. Y haré contigo lo
que me parezca. — Dio un paso hacia mí, pero no había ningún lugar
al que pudiera ir, no había más espacio para que pudiera escapar.
— ¿Qué? Tengo un compañero. Soy suya, y vendrá por mí.
Negó lentamente.
—Moriré antes de dejar que me toques. Te cortaré cualquier polla
rara que tengas si intentas acercarte a mí con ella.
Se limitó a reír. —Hembra, no tengo planes de aparearme
contigo. Mi cuerpo solo se excita por mi compañera. ¿Pero una
compañera?— Sonrió. —Te obligaré a quedarte conmigo solo por eso,
porque la soledad es una asesina lenta, sobre todo por lo viejo que soy.
Arrugué la frente. — ¿Quieres un maldito amigo?— Podría
haberme reído si no estuviera tan asustada. —Noticia de última hora,

Sotelo, gracias K. Cross & Botton


psicópata. Si quieres caerle bien a alguien, no vayas a secuestrarlo. —
Sentí que mi ira sustituía a mi miedo. Bien. —Sebastian te matará de
la manera más brutal. — De eso estaba segura.
—Estoy seguro de que vendrá por ti. ¿Pero matarme?— Se rió.
—No es probable, hembra.
Me miró fijamente, haciendo de nuevo ese maldito examen.
—Llevo mucho tiempo solo y vivo en este mundo. — Dio un paso
hacia mí, con sus garras negras clavándose en el suelo. —Un milenio,
hembra, sin fin a la vista.
Había oído hablar de algunas especies del Otro Mundo que vivían
más de mil años, pero sabía que eso era normalmente el límite, lo viejo
de lo viejo.
Si este macho era tan antiguo como decía -un milenio- y seguía
en forma, duro y peligroso como siempre, ¿podría ser inmortal?
Nunca había oído hablar de una criatura que poseyera ese tipo
de longevidad.
—La perspectiva de encontrar a mi compañera no es algo que
haya pensado en tener durante demasiado tiempo. — Mostró los
dientes como si esa última parte lo molestara. —Así que me he
cansado de esperar. Tomaré la compañera de otro.
—No puedes tomar una que no sea tuya. — Sabía que mis
palabras caían en saco roto, y las susurré más para mí que para otra
cosa.
—Oh, tú inocente, ingenua y pequeña hembra. ¿No sabes que
soy el mismísimo diablo? Puedo hacer lo que quiera.

Sotelo, gracias K. Cross & Botton


Capítulo 14
ADRYAN

—Jefe, mira lo que han enviado los Lycans.


Dejé de tamborilear con los dedos sobre la superficie lisa y pulida
de mi escritorio justo cuando Kane entró con una tableta en la mano.
—Banner ha vuelto con nosotros. Por fin. — murmuró la última
parte.
Kane arrojó la tableta delante de mí con demasiada brusquedad,
y el dispositivo se deslizó por el escritorio. —Por el amor de Dios. Si
quieres que mire algo en un dispositivo electrónico, ¿qué tal si no tiras
el puto aparato con tanta fuerza que puede romperse, imbécil?
Kane se limitó a sonreír y se sentó en la silla frente a mí.
A pesar de estar en mi despacho de Sinner, el club del que era
propietario en Ryeka, Nueva York, el silencio nos rodeaba gracias a
que la sala estaba insonorizada.
Cogí la tableta y miré la pantalla. —Soy muchas cosas, Kane,
pero cuando se trata de tecnología, se lo dejo a los bastardos más
jóvenes que saben lo que hacen. — Desvié mi mirada hacia él. — ¿Qué
estoy mirando?
Kane se inclinó hacia delante y apoyó los antebrazos en la mesa,
con una especie de anticipación que cubría su rostro y que nunca
había visto antes.
Por fin habíamos conseguido información sobre el paradero de
Sebastian. No había nada más que hiciera que Kane actuara de forma
tan extraña.
Me quitó la tableta de la mano y empezó a presionar botones. Un
momento después, me puso la maldita cosa en la cara hasta que gruñí
y se la arrebaté de las manos.

Sotelo, gracias K. Cross & Botton


—Cuidado, cabrón. — Me quedé mirando la pantalla. Eran
imágenes de seguridad de la granja de Vermont que habíamos
ayudado a derribar con los Lycans.
El maldito lugar había sido una instalación subterránea secreta
de la Asamblea, y después de matarlos a todos, el lugar había volado
por los aires.
—De acuerdo. — dije esa única palabra lentamente. —No me
estás mostrando nada que no sepa.
Kane gruñó y se acercó a presionar otro botón, cambiando la
señal de seguridad para que mostrara una zona diferente.
Me acerqué y miré el terreno. Supe al instante lo que estaba
viendo.
La misma instalación en la que Odhran y Sebastian habían
quedado atrapados.
Me incliné hacia atrás y miré a mi primo, viendo la tensión
alrededor de sus ojos. Habían pasado semanas desde que toda esa
mierda de la Asamblea había caído, desde que Sebastian había
desaparecido.
Nos habíamos enterado por Odhran de que también habían
derribado esa instalación. Después de eso, enviamos grupos de
vampiros y Lycans por todo el mundo para acabar con la Asamblea,
instalación por instalación.
Y el recuento de cadáveres se acumulaba a nuestro favor.
En los días en que Sebastian guardó silencio de radio, ninguno
de nosotros se preocupó. Sebastian era un hijo de puta de corazón frío
y podía sobrevivir a casi todo.
La misma sangre corría por nuestras venas, así que no
estábamos preocupados. Pero a medida que pasaba el tiempo y no
sabíamos nada de él, vi cómo empezaba a pasarle factura a Kane.
Los hermanos se llevaban solo un año de diferencia y siempre
habían sido inseparables. Yo también sentía malestar por no tener
presente a una de las únicas personas que me importaban en mi vida.
Pero yo tenía una compañera que podía ayudar a llenar ese vacío.

Sotelo, gracias K. Cross & Botton


Kane no la tenía.
Aunque ambos sabíamos que Sebastian no estaba muerto,
porque no sentíamos ese vacío de perder a un pariente de sangre, yo
también sentía esa... nada. Y eso me decía que estaba muy, muy lejos.
—Banner envió todo lo que encontraron. — Sacó un pendrive y
lo puso sobre el escritorio, empujándolo.
—Ponte a ello. ¿Cuál es el clímax de esta historia?
Vi cómo la sonrisa de Kane se extendía mientras se inclinaba
hacia atrás. —Los Lycans se dieron cuenta de que había cosas raras
en las instalaciones... Cosas del otro mundo, hombre.
Tarareé y lo miré fijamente. Me incliné más hacia atrás, el cuero
de mi silla crujió. — ¿Qué demonios significa eso?— Puede que tenga
más de cien años y que forme parte de un mundo sobrenatural, pero
ni de broma sabía la mitad de las mierdas raras que pasaban.
La sonrisa que seguía en la cara de Kane me hizo enarcar una
ceja. —Significa que Sebastian se ha quedado en silencio porque se
abrió un puto portal y su gran culo fue empujado a una dimensión
alternativa.
No me sorprendió el silencio muchas veces en mi larga vida, pero
ahora era una de ellas. — ¿Un portal?
Kane asintió con un poco de entusiasmo. —Sí, jefe. Por eso aún
podemos sentirlo pero se siente…
—Vacío. — terminé y giré mi silla en silencio para mirar la
ventana del suelo al techo que estaba detrás del escritorio y que
mostraba la planta principal del club.
Observé a los humanos que giraban, e incluso a algunas
criaturas del Otro Mundo, abajo.
—Entonces, ¿cuál es el plan? ¿Cuál es el siguiente paso?, porque
no voy a dejar que se quede dónde diablos esté. —espetó Kane.
No respondí durante un largo momento mientras reflexionaba
sobre todo ello, pensando en un plan. Cuando volví a encarar a Kane,
estaba inclinado hacia delante, su expresión me decía que estaba listo
para terminar con esta mierda.

Sotelo, gracias K. Cross & Botton


—Le haré saber a Banner que vamos por Sebastian y a ver qué
demonios pasa con este portal. Si sigue abierto, reuniremos un equipo
y entraremos.
Kane asintió una vez, con el rostro endurecido. — ¿Y qué pasa
si no podemos pasar?
Fue mi turno de inclinarme y juntar las manos. —Entonces
encontraremos una maldita manera de entrar y salir con él. No hay
otra opción.
Un gruñido bajo dejó a Kane, y se inclinó lentamente hacia atrás.
—No hay otra opción.
Sacudí la cabeza. —Es de la familia. Ahora vamos a salvar su
culo.

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Capítulo 15
ADA

Me dolía todo el cuerpo y me moví, haciendo una mueca de dolor


cuando una piedra se me clavó en el culo. Me agaché y la cogí,
lanzándola en dirección a Diablos. Me había dicho que se llamaba
Torvic, aunque yo no había preguntado ni me había interesado en
saberlo.
Torvic había acechado de un lado a otro, mirando
periódicamente hacia la entrada de la cueva, y continuando con sus
murmullos psicóticos y dementes que no podía entender.
Mantuve la distancia y no hablé. Después de todo, no era una
suicida. En cambio, solo había estado pensando, dándole vueltas a
todo en mi mente sobre cómo iba a salir de aquí.
No tenía ninguna duda de que Sebastian sí estaba tratando de
encontrarme, o lo haría en cuanto se pusiera el sol, pero tampoco era
estúpida al pensar que la probabilidad de que me encontraran era
buena.
Estábamos en lo alto de la montaña, y estaba bastante segura
de que en cuanto se pusiera el sol, Torvic se iría y me llevaría más
lejos.
Si estuviera en su lugar y tuviera un vampiro homicida
acechándome para recuperar a su hembra, habría hecho lo mismo.
Por otra parte, esta criatura no parecía tener miedo de nada, así
que tal vez éste iba a ser mi hogar en el futuro inmediato.
Ese pensamiento hizo que arrugara la nariz de nuevo mientras
miraba alrededor del asqueroso espacio.
Me había acostumbrado un poco al olor a putrefacción, pero de
vez en cuando me llegaba un tufillo concentrado de podredumbre que
me hacía casi girar la cabeza para vomitar.
— ¿Cómo te llamas, hembra?

Sotelo, gracias K. Cross & Botton


El sonido de su áspera voz me hizo alejar mis pensamientos y
mirarlo. Fruncí los labios y guardé silencio.
Él también guardó silencio, pero al cabo de un segundo pude ver
la molestia en su rostro mientras se acercaba.
—Estás aquí hasta que yo decida que no, así que podrías decirme
cómo te llamas en lugar de obligarme a hacerlo.
Entrecerré los ojos hacia él y no volví a hablar durante un largo
momento. —Soy la compañera de Sebastian. Eso es lo que soy.
Se acercó más y más hasta que se agachó frente a mí, sus
enormes músculos de los muslos apretados por el cambio de
movimiento, su cuerpo tan grande y ancho que no podía ver nada
alrededor de su forma.
—Quizá te deje aquí arriba mientras voy a buscar a tu vampiro.
— Inclinó la cabeza hacia un lado, como si lo estuviera contemplando.
—Tal vez lo traiga de regreso para que puedas ver cómo le saco los
colmillos y las uñas hasta que tengas ganas de decirme lo que quiero
saber.
Mi corazón tronó y sentí que se me cerraba la garganta. Sabía
que estaba diciendo la verdad.
—Intentémoslo de nuevo. — se inclinó e inhaló bruscamente. —
¿Cómo te llamas?
—Ada. — susurré.
Gruñó, se levantó y se alejó al instante. Exhalé aliviada. Haría
cualquier cosa para asegurarme de que Sebastian estuviera bien.
—Nunca dejaré de intentar alejarme de ti.
No se volvió, ni siquiera respondió mientras volvía a pasearse.
Pasó mucho tiempo antes de que hablara.
—Soy un depredador, hembra. Y como tal la caza es exactamente
lo que me gusta. — Miró por encima de su hombro y me sostuvo la
mirada. —Así que corre. Porque me gusta la persecución. Tal vez, si
tienes suerte, me canse de tu compañía y te deje ir.
Me encontré inclinándome hacia delante ante esas palabras, un
pequeño resquicio de esperanza...

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Su risa me cortó el paso. —Dejarte ir. — murmuró para sí
mismo.
¿Cómo podía responder? No había nada que pudiera decir que
cambiara mi destino. Pero lucharía. Incluso si eso significaba que él
seguiría viniendo por mí.
Me eché hacia atrás y sentí que la depresión y el abatimiento me
rodeaban. Cerré los ojos, el cansancio finalmente pesaba sobre mí
aunque no creía que fuera a poder dormir.
Esto sí que era un infierno.

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Capítulo 16
SEBASTIAN

El maldito sol.
Ese bastardo de bola naranja ardiente en el cielo que no hacía
más que burlarse de mí, obligándome a esconderme en las sombras y
a esperar para ir por mi chica.
Llevaba horas caminando de un lado a otro en el interior de este
pequeño afloramiento rocoso en el que me había tenido que refugiar.
Estaba impaciente, enojado y tan jodidamente asesino que quería que
la sangre me cubriera de la muerte de ese hijo de puta.
También estaba aterrorizado. Por primera vez en mi vida
experimenté lo que era el miedo. Cuando me di cuenta de que Diablos
se llevaría a Ada, sentí que el miedo consumía cada parte de mí.
Y ahora mismo no podía deshacerme de los pensamientos de lo
que le estaba haciendo a mi pequeña compañera.
— ¡Joder!— Rugí, los guijarros se desmoronaron a mi alrededor
cuando las vibraciones de mi grito los hicieron caer.
Llevaba horas dando vueltas. Pero no podía quedarme quieto.
Me dirigí a la entrada de la cueva, siseando mientras el sol me
bañaba, y tiré a ese hijo de puta en el aire.
—Vete a la mierda. — gruñí y me di la vuelta.
Necesitaba todas mis fuerzas, y hacer un berrinche no iba a
ayudar a recuperar a Ada. Así que seguí caminando de un lado a otro,
maldiciendo, tirándome del pelo y visualizándome recuperando a Ada
y desgarrando a ese cabrón de Diablos miembro a miembro.
Lo había reconocido al instante, no solo desde la primera vez que
fuimos tras esos cabrones de la Asamblea, sino también cuando me
habían atrapado.

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Adryan nos había dicho que había visto una criatura en las
instalaciones de Vermont cuando había estado rescatando a su
compañera. Se susurraba entre el Otro Mundo que él era “el diablo”…
y el único conocido en existencia.
Había escuchado dos versiones en mi vida sobre quién y qué era
Diablos.
En una de las leyendas, nació del dolor y la angustia, un
desgarro en la humanidad y las emociones de todas las criaturas del
Otro Mundo.
Su padre era el dios de la muerte. Su madre era la diosa del
dolor.
En la segunda leyenda, mucho más romántica, su madre era la
diosa del amor y se enamoró del dios de la muerte. Él fue el resultado.
Pero el amor no podía convivir con la muerte sin ser arrastrado a la
oscuridad. El yin y el yang.
Así que la vida de Diablos fue de desamor y dolor, un equilibrio
necesario para lo que ocurre cuando no hay consecuencias del amor
y la felicidad y todo lo bueno que puede salir del mundo.
Me pareció que todo eso sonaba a un montón de tonterías.
Pero había visto al enorme y monstruoso imbécil cuando había
estado cautivo en el centro. La mayor parte del tiempo lo mantenían
enjaulado, y con razón. El cabrón medía más de dos metros y lo había
visto matar a un puñado de guardias antes de que le abrieran la jaula.
Que se joda. No me importaba lo peligroso que fuera. Un macho
apareado yendo detrás de su hembra era mucho más peligroso que
cualquier otra cosa. Iba a morir cuando lo encontrara.
Seguí caminando. De un lado a otro. De un lado a otro. Cada vez
estaba más irritado, más lleno de rabia.
La puesta y salida del sol en este plano era tan errática. Un día
teníamos cinco horas de luz, al siguiente veintitrés.
Rezaba como el diablo para que fuera uno de los días más cortos,
porque la sola idea de tener solo una hora de anochecer para buscar
a Ada me desgarraba el maldito corazón.

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Y la verdad era que no sabía si sería capaz de parar aunque
saliera el puto sol. Podía mantenerme en las sombras, pero eran pocas
y lejanas.
Aparte de los afloramientos esporádicos de la montaña, la única
otra oscuridad provenía de las partes sombreadas dentro del bosque
donde el pesado follaje de arriba no estaba desnudo o se balanceaba
por el viento.
Sabía que no estaba lejos, porque ese pequeño trozo de sangre
que habíamos intercambiado era como un faro, una especie de
dispositivo de seguimiento.
Podía sentirlo zumbando dentro de mí, una vibración que era
baja, diciéndome que me estaba acercando a ella... a ese hijo de puta
que destrozaría.
Me pasé las manos por la cara, con la barba espesa por los días
sin afeitar.
El agotamiento pesaba en mí, pero al mismo tiempo estaba
rejuvenecido y dispuesto a luchar, a ponerle las manos encima a ese
puto Diablos.
Y lo encontraría. No había otro resultado.
Sentí que se me tensaba la piel y dejé caer las manos, mirando
hacia la entrada del pequeño afloramiento y observando cómo el cielo
pasaba del azul brillante a los tonos rosados y anaranjados del
crepúsculo.
Dejé que mi sonrisa se extendiera lentamente por mi cara. El
maldito sol se había puesto. Había llegado el momento de recuperar a
mi chica.
Ni siquiera esperé a que el sol se pusiera del todo antes de salir
y adentrarme en el bosque. Siseé ante la luz más brillante que se
desvanecía, maldije cuando la energía comenzó a ser absorbida, pero
pronto me sentí más fuerte mientras la oscuridad se instalaba sobre
mí.
Solo me detuve el tiempo suficiente para inclinar la cabeza hacia
atrás y cerrar los ojos, inhalando profundamente. Podía sentir el

Sotelo, gracias K. Cross & Botton


zumbido de la sangre de Ada moviéndose a través de mí, mostrándome
qué dirección debía tomar.
Estaba lejos, demasiado lejos para mi comodidad, pero me dirigí
en esa dirección, con una sola prioridad en mi mente. A vida o muerte,
iba a recuperar a mi compañera.
Y así corrí. Y corrí. Y corrí.
Llevaba horas viajando, el sudor me cubría, el aire húmedo me
oprimía. Pero estaba ganando velocidad y distancia, el zumbido de su
sangre llenando mi cuerpo y diciéndome que estaba más cerca de
recuperar a Ada.
Había tenido que matar a dos criaturas que se deslizaban desde
las copas de los árboles. Habían sido más de esas cosas parecidas a
los pulpos.
También había un par de imbéciles con aspecto de ciempiés, más
bien una serpiente con mil putas patas y una mandíbula lo
suficientemente ancha cuando se desencajaba como para que la
maldita cosa mostrara hileras de dientes aserrados.
Estaba cubierto de su estiércol, sangre y suciedad. Pero cuanto
más me acercaba y más distancia ganaba, más sentía que mi fuerza y
mi poder se multiplicaban por diez.
Todo este tiempo lo único en lo que podía pensar era en llegar a
Ada y saber que estaba a salvo.
Solo entonces centraría mi rabia en Diablos y le haría tantas
putas cosas deplorables, violentas y brutales a ese imbécil.
Si le hacía daño a un pelo de su cabeza, haría que su tortura
durara días. Le sacaría los ojos y le cortaría la lengua antes de
saltearla en el fuego delante de él. Le arrancaría las garras de los
dedos, le arrancaría cada colmillo de las encías y los ensartaría como
una guirnalda.
Tenía una serie de cosas creativas que planeaba hacerle, cosas
que no serían suficientes para que se llevara a Ada, pero que tendrían
que ser suficientes.
Eran esas cosas en las que había estado pensando cuando sentí
por primera vez la onda de algo que se acercaba. Fue un cambio en el

Sotelo, gracias K. Cross & Botton


aire, un espesor, un calor abrasador que hizo que el depredador que
había en mí se levantara aún más ante la amenaza.
Algo se acercaba y era grande.
No disminuí la velocidad, pero me aseguré de mantener la
atención en mi entorno. Y cuanto más rápido me movía, más sentía
que me arrastraban hacia atrás, como si estuviera atrapado en una
corriente de agua y fuera arrastrado hacia abajo.
Era como si estuviera vadeando un pudín espeso, mis pasos eran
más difíciles de hacer, mis músculos se esforzaban mientras seguía
avanzando.
El sudor me resbalaba por las sienes y se deslizaba por mi cara
mientras enseñaba los dientes y rugía, intentando en vano dar otro
paso, y otro más, pero antes de que pudiera hacerlo, fui empujado
hacia delante por una fuerza invisible y caí de rodillas, con algo pesado
y duro a mí alrededor.
Golpeé el suelo con las manos, intentando levantarme, pero lo
que me mantenía en el suelo era lo más fuerte que jamás había
experimentado.
Y ni siquiera pude defenderme, lo que me enfureció aún más.
Rugí, con los brazos temblando y los músculos tensos. Clavé mis
garras en la tierra y usé toda la fuerza que pude reunir para
impulsarme hacia arriba.
Era como intentar fundirme en el cemento, mi cuerpo se negaba
a atravesar esa fuerza invisible. Pero me habían arrebatado a mi
hembra y nada me impediría llegar hasta ella.
Me puse de pie, con el sudor goteando en mis ojos. Todo mi
cuerpo temblaba por la fuerza de intentar mantenerme erguido.
Una onda sónica me hizo retroceder tres metros y me hizo chocar
con un árbol, la fuerza fue tan poderosa que me dejó sin aire en los
pulmones.
Sacudí la cabeza para despejarla y me levanté, dispuesto a
enfrentarme a quien fuera -o lo que fuera- que se presentara.

Sotelo, gracias K. Cross & Botton


Pero entonces un macho tras otro entró en el claro y formó una
fila a izquierda y derecha, dejando el centro abierto.
Todo mi cuerpo se paralizó mientras miraba al último macho que
atravesaba el bosque y ocupaba el lugar central.
Estaba bastante seguro de que me había roto la cabeza más de
lo que pensaba, porque seguramente no estaba viendo...
—Hola, primo.

Sotelo, gracias K. Cross & Botton


Capítulo 17
ADA

Un fuerte golpe sonó justo delante de mí, y me quedé mirando,


atónita, lo que parecía un ternero peludo tumbado delante de mí.
Diablos arrojó entonces lo que solo pude suponer, con asco, que
era la vejiga de dicho animal, y el agua salpicaba desde las lianas que
aseguraban la parte superior.
— ¿Qué es eso?— Mi tono goteaba de asco mientras miraba el
cadáver y la vejiga, y luego lo miré a él.
—La cena. — Su tono era insípido, como si pensara que yo era
estúpida por no ver lo obvio.
—No voy a comer eso. — Curvé el labio e incliné la barbilla en
señal de indignación. — ¿Quieres que me enferme y me muera?
Necesito que mi comida esté cocinada. Por no mencionar que no voy a
beber agua de la vejiga de un animal. Seguro que no has desinfectado
esa mierda.
Utilicé mi pie para apartar ambos objetos hasta que chocaron
con su espinilla.
La miró y la pateó hacia mí, la pierna golpeó mi pie lo
suficientemente fuerte como para que la sangre del muñón manchara
mis pantalones.
—Come. Nos vamos después. No me detendré porque tu pequeño
estómago de Fae gruña por sustento.
— ¿Adónde nos vamos?— No pude evitar el tono de pánico en mi
voz.
—Muy lejos, cosita. — Se giró y cogió lo que podría haber sido
un brazo por lo que pude ver mientras se lo llevaba a la boca. Rasgó
la carne con los dientes y la sangre le chorreó por la barbilla.

Sotelo, gracias K. Cross & Botton


Me tapé la boca con el dorso de la mano mientras mi reflejo
nauseabundo se disparaba. Junto con el desagradable hedor de la
cueva, no pude contenerme más.
Me giré hacia un lado y vomité, pero no tenía mucho en el
estómago, así que fueron más arcadas que otra cosa.
— ¿Todos los seres del Otro Mundo son tan frágiles como tú,
debilucha?
Escupí para intentar quitarme el sabor agrio de la boca,
asegurándome de mirarlo fijamente mientras lo hacía.
—Prefiero morirme de hambre. — Subí las piernas hasta el
pecho, rodeé las rodillas con los brazos y presenté mi costado,
negándome a mirarlo.
No sé cuánto tiempo estuvimos ahí sentados en silencio, o más
bien yo tratando de ignorar su constante paso. Estaba llegando a un
punto en el que era odioso y distraía.
Esperaba que se tomara un tiempo para descansar, tal vez para
dormir y así poder pensar en cómo escapar, pero no había tenido
oportunidad.
Apoyando la cabeza en la roca, exhalé. Dioses, quería dormir una
eternidad. Quería que Sebastian me abrazara de nuevo mientras me
besaba la parte superior de la cabeza, luego el lateral de la cara, y
presionaba lentamente sus labios contra los míos.
Me mostraría lo suave y gentil que podía ser aunque no estuviera
en su naturaleza.
Algo en el aire cambió, y sentí que se me erizaban los pelos del
brazo al abrir los ojos y mirar a mí alrededor.
El ceño de Diablos se frunció y pude ver cómo se contraían sus
músculos, como si se preparara para lo que fuera a suceder.
Él también lo sentía... fuera lo que fuera.
Se dirigió hacia la entrada de la cueva, y fue entonces cuando
miré rápidamente a mí alrededor, observando un montón de huesos
en la esquina. Uno de ellos parecía largo, con la punta afilada.

Sotelo, gracias K. Cross & Botton


Un hueso de fémur posiblemente, si es que las criaturas de aquí
tenían ese tipo de anatomía. De espaldas a mí, me mantuve en silencio
a un lado del interior rocoso hasta llegar a la pila de huesos, cogiendo
uno y volviendo a mi sitio.
Justo cuando tenía el hueso detrás de mí, encajado entre la
espalda y la roca, se dio la vuelta y volvió a acechar, murmurando en
ese extraño idioma suyo.
El corazón me latía muy rápido, y supe que lo había oído por la
forma en que giró lentamente la cabeza en mi dirección, con el ceño
fruncido.
—Tienes miedo. — retumbó.
—No me digas. — espeté. Ser sarcástica era un buen mecanismo
de defensa. —Ser secuestrada por gente como tú le hace eso a una
persona.
Se giró, mirándome de frente, y dio un paso adelante. Agarré el
hueso con más fuerza, dispuesta a apuñalar al imbécil con él.
Pero justo cuando estaba a punto de defenderme, una repentina
sensación de pesadez se instaló a mí alrededor. Me costaba respirar y
jadeé, tratando de aspirar aire. Me di cuenta de que él estaba sintiendo
los mismos efectos, ya que su gran cuerpo se tensó y sus músculos se
contrajeron.
Sus grandes manos se curvaron con fuerza a los lados, y pude
ver cómo la sangre goteaba de sus dedos y salpicaba el suelo sucio.
El hueso se me cayó de la mano, el peso del aire que me rodeaba
era demasiado intenso para poder controlar mi cuerpo.
Empecé a sentir que las lágrimas bajaban por mis mejillas,
incapaz de detener el intenso miedo que sentía porque... no tenía ni
idea de lo que estaba pasando.
Y entonces, con la misma rapidez con la que lo sentí, se produjo
una enorme ola que recorrió la caverna.
Grité mientras caía de lleno al suelo por la fuerza de la misma,
el lado de mi cara chocó contra las rocas, mis mejillas se clavaron en
las piedras y desgarraron la carne lo suficiente como para arrancarme
un siseo.

Sotelo, gracias K. Cross & Botton


Torvic se dirigía furioso hacia la entrada. Me enderecé y agarré
el hueso, sabiendo que no tenía más tiempo que perder.
Tampoco tenía tiempo para preguntarme qué demonios estaba
pasando.
No sabía qué era eso, pero había captado su atención lo
suficiente como para que esperara que su concentración estuviera en
otra parte.
Había mirado brevemente el exterior de la cueva cuando
aterrizamos por primera vez, pero estaba tan asustada y enojada que
no me había fijado en gran cosa.
Me había fijado en un pasillo estrecho que parecía desviarse
hacia la izquierda. No tenía ni idea de lo que había tras el recodo, pero
era mejor que nada.
Por lo que sabía, era un callejón sin salida, una bajada
empinada, o... una salida de esta maldita montaña.
Ya no estaba pensando. Solo actuaba.

Sotelo, gracias K. Cross & Botton


Capítulo 18
ADA

Me levanté, avanzando a trompicones en mi apuro, con el hueso


aún envuelto fuertemente en mi mano mientras me mantenía pegada
a la pared y me dirigía hacia la entrada. Mi corazón latía tan fuerte
que estaba segura de que él podría oírlo.
Me asomé a la esquina y pude ver a Torvic a unos tres metros
delante de mí, con los pies apoyados en el borde del acantilado, con
las garras clavadas en la piedra. Dioses, quería empujarlo, pero sus
malditas alas impedirían el final que tanto soñaba.
Tenía el cuerpo erguido, los músculos definidos bajo la piel,
como si estuviera tenso y listo para luchar. Tenía las alas plegadas y
pegadas a la espalda, con las puntas de las garras negras.
De espaldas a mí, miré rápidamente hacia la izquierda, viendo el
recodo que daba la vuelta al costado.
Me moví lentamente, con la mirada puesta en Torvic. Mi corazón
latía tan rápido que era doloroso, pero lo que fuera que mantenía su
atención me permitía intentar mi huida.
Porque no era estúpida. Sabía que probablemente me atraparía.
Sabía que él era un cazador y yo la presa.
Pero que me condenen si no lo intento.
Contuve la respiración mientras me arrastraba por el borde, con
el hueso aún en la mano, sin dejar de concentrarme en la bestia que
tenía delante.
Por mucho que intentara ir despacio, el suelo estaba plagado de
guijarros y rocas, y tropecé con una, dándole una patada delante de
mí y haciéndola volar por el suelo y caer por el borde.

Rebotó contra las rocas en su caída, haciendo un click clack click.


Me quedé helada, rechinando los dientes, y supe el momento en que
Torvic se dio cuenta de mi presencia.

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Ladeó la cabeza y se giró lentamente.
Reaccioné.
Me lancé hacia la izquierda, pero él era rápido, incluso para su
enorme tamaño. Se apartó y sentí el viento de su mano rozando mi
pelo.
No sabía si quería hacerme daño, pero no importaba de ninguna
manera. Me negaba a dejar que me dominara.
Podía ser grande y fuerte, pero yo era una Fae y era rápida y ágil
por derecho propio.
Me agaché y me giré, asegurándome de mantenerme de frente a
él para poder observar lo que hacía en todo momento.
Gruñó y maldijo, claramente enojado porque me había escapado
de sus manos.
Desgraciadamente, la nueva posición le daba la espalda a la
curva, bloqueando así mi huida.
Resopló molesto, y juré que si hubiera podido poner los ojos en
blanco en ese momento, probablemente lo habría hecho. Pero seguían
completamente negros, sin señales de rojo que se filtrara a través de
ellos, lo que me decía que esto le parecía más una irritación que otra
cosa.
Retrocedí, sosteniendo el hueso largo en mi mano y apuntando
hacia él.
Torvic se acercó un paso más, y otro más, extendiendo la mano
y curvando los dedos, haciéndome señas. —Ven aquí, hembra. No
tienes que temerme.
Una risa histérica burbujeó en mi garganta, y negué. Se acercó.
Sacudí el hueso, imaginando que el extremo afilado desgarraba su
carne.
Mi pie se enganchó en unos guijarros más grandes y casi tropecé
hacia atrás, pero me corregí en el último momento. El corazón me
retumbaba mientras mantenía el hueso del fémur delante de mí,
usándolo como una espada.

Sotelo, gracias K. Cross & Botton


Rápidamente miré por encima del hombro para ver que estaba
precariamente cerca del borde de la montaña, la caída era algo a lo
que no podría sobrevivir, ni siquiera como Otro Mundo.
El corazón me retumbaba, tenía la garganta apretada y seca, y
lo único que pasaba por mi mente era que lo único que quería era
volver a ver a Sebastian.
Solo podía pensar en cómo deseaba que no nos hubiéramos
metido en esa pelea. Deseaba poder sentir sus brazos rodeándome
mientras me acercaba.
Pero prefería morir, caer por el acantilado antes de permitir que
esta bestia me alejara de mi compañero para que no hubiera ninguna
esperanza de que me encontrara.
Torvic dijo que no quería nada físico conmigo, pero solo porque
su cuerpo no reaccionara de esa manera porque yo no era su
compañera, no significaba que no hubiera otras cosas asquerosas y
volátiles que pudiera hacerme.
—Ven aquí, hembra. Ser melodramática nunca fue algo para lo
que tuviera paciencia.
No podía retroceder más sin el riesgo de perder el equilibrio y
caerme. Y por mucho que quisiera alejarme de Torvic, no quería morir.
No es que el maldito alado no fuera capaz de abalanzarse y
arrancarme del aire.
Dio otro paso adelante y sus alas se desplegaron. Las movió
hacia arriba y hacia abajo, estirándolas, el viento se levantó y azotó
los mechones de mi largo cabello sobre mi cara.
La fuerza era tan grande que me costaba mantener el equilibrio.
Entonces empezó a avanzar y grité.
Seguí balanceándome, el hueso lo golpeó unas cuantas veces,
pero él ni siquiera reaccionó.
Grité y grité, maldiciéndolo, pero fue cuando oí un rugido
familiar en la lejanía que mi corazón se tambaleó a mitad de camino.
Oh, dioses. ¿Podría ser... podría ser Sebastian?
—Ada. No seas tonta.

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Cuando me di la vuelta y me enfrenté a Torvic, retrocediendo
instintivamente ante la amenaza, perdí el equilibrio, mis brazos se
extendieron como si pudiera coger algo y sujetarse.
Pero no lo hice. En mi miedo por mantenerlo alejado, perdí el
equilibrio y caí sobre esa maldita montaña.
Grité tan largo y fuerte que sentí la garganta en carne viva.
El viento me rodeaba, casi sintiendo que me acolchaba desde
abajo mientras caía y caía y caía.
Volví a oír ese rugido y lloré, pero las lágrimas no llegaron a mis
mejillas porque se las llevó el viento cuanto más rápido caía en picado.
Oí un fuerte gruñido un segundo antes de que Torvic se
precipitara por el acantilado, con la mirada fija en mí. Abrió sus alas
negras y pude ver cómo las retorcía y angulaba para controlar su
caída.
Miré por encima de mi hombro, el suelo se precipitaba cada vez
más rápido. Divisé a Sebastian en la línea de los árboles, con su
mirada horrorizada clavada en la mía mientras se lanzaba de nuevo
hacia delante, corriendo a toda velocidad.
Sentí ese cambio en el aire, esa misma espesura que me sofocaba
y oprimía en la cueva. No podía respirar, no podía llorar, y justo
cuando abrí la boca para intentar gritar por Sebastian, para dejar que
su nombre tocara mi lengua por última vez, Torvic enroscó su mano
con garras alrededor de mi muñeca.
Una fuerza invisible me empujó violentamente hacia delante y
mi cuerpo se estrelló contra el de Torvic.
Y entonces no hubo nada.

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Capítulo 19
SEBASTIAN

Miré a mi primo, el jodido Adryan, y luego miré a Kane. Ambos


mantenían la misma expresión de dureza. Estaba seguro de que era
la misma que yo tenía.
—Apareado. — murmuró y sonrió. —Ya era hora, primo.
Entrecerré los ojos y negué. Reflexioné sobre lo que acababan de
decirme. —Absoluta-jodidamante, no.
La impaciencia por no haber podido llegar a Ada se apoderó de
mí, pero la historia que acababa de contarme, cómo había llegado
hasta aquí y cuáles eran sus planes para sacarnos de ahí, me había
conmocionado momentáneamente, de modo que me quedé helado.
Lo acompañaban diez hombres, cinco flanqueando cada lado,
con Kane a su derecha de pie junto a él. También había un hombre de
aspecto esbelto al lado de Kane.
El macho escuálido era un brujo, eso pude olerlo incluso antes
de que Adryan me dijera quién era.
— ¿Este es el que me va a salvar el culo?— Miré al brujo, que se
llamaba a sí mismo Sherbet. —Se llama así por el maldito helado.
Hubo una risita entre los vampiros, pero con un gruñido bajo de
Adryan, se callaron.
Sherbet parecía estar más a gusto en una vieja y polvorienta
biblioteca que en medio de la puta nada en una dimensión paralela.
—Así es. — dijo Adryan. —Es el que nos va a salvar el culo a
todos y nos va a sacar de este infierno.
Me pasé la palma de la mano por la cara, sintiéndome
condenadamente agotado.
Dejé caer la mano a mi lado y miré a Adryan. Podía ser un gran
dolor de cabeza, era muy testarudo y tenía fama de sociópata, pero

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aquí estaba. Había dejado a su compañera -la persona más importante
de su retorcida vida- para venir a rescatar mi culo.
Era conmovedor si me permitía sentir algo por alguien más
aparte de Ada.
Pensé en mi propia compañera.
—No me voy a ir sin ella. — Crucé los brazos sobre el pecho y
miré fijamente a mi primo. Por un momento se quedó mirándome, con
esa expresión de apatía en su rostro, algo que la mayoría de la gente
es incapaz de leer.
La gente no iba en contra de lo que decía Adryan. Era un hijo de
puta demasiado amenazante, y se orinaban solo con estar en su
presencia. Pero yo no le tenía miedo, y él lo sabía.
Y cuando se trataba de Ada, me enfrentaba a cualquiera y a
cualquier cosa. Ella era mi prioridad. Ni siquiera la lealtad a Kane o
Adryan superaba eso.
Pero había estado cerca de él toda mi vida. Lo conocía lo
suficiente como para entender que era tan terco como yo y que estaba
acostumbrado a salirse con la suya.
—Te he dicho que no tienes que irte sin ella. — Levantó la
barbilla hacia el brujo. —Explica cómo va a ser, Sherbet. — Sonrió, y
supe que al imbécil también le parecía jodidamente divertido el
nombre del brujo. —Lo único que tenemos que hacer es ponernos en
marcha y largarnos de aquí.
Adryan echó un vistazo al bosque y gruñó con disgusto. —Este
lugar es un puto asco, Sebastian. Hace calor, hay humedad y huele
raro. — Volvió a mirarme, con los ojos enrojecidos. —Y quiero volver
con Kayla.
Sacudí la cabeza y apreté las muelas traseras.
—Y quiero llegar a mi maldita compañera, Adryan. — Cuando
salí de mi asombro inicial por el hecho de que mi primo y mi hermano
estuvieran realmente aquí, todo había ido a la puta velocidad de la luz.
Estaba muy claro que su impaciencia por salir de aquí era la que
dirigía el espectáculo.

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Al parecer, el tiempo en esta dimensión transcurría de forma
muy distinta a la de nuestro lugar de origen. Mientras que parecía que
solo habían pasado unos días estando aquí, en realidad habían sido
semanas.
Malditas semanas.
—Vimos las imágenes de los drones que los Lycans habían
asegurado por encima de las instalaciones de la Asamblea en Vermont
después de que las elimináramos. — dijo Kane con facilidad.
Pensé en cuando habíamos atacado la casa subterránea del
terror que tenían los humanos de esa organización demente. Quería
volver a matarlos.
—Luego, Rory, el mago de la tecnología residente de los Lycans,
hizo más información e indagaciones sobre la otra instalación en
Europa que había volado por los aires.
Mis músculos se contrajeron al pensar en la otra instalación
subterránea a la que me habían llevado después de destruir la de
Vermont.
—Odhran había escapado, nos contó todo lo que sabía, y por eso
estuvimos indagando mucho en lo que realmente había pasado. —
Adryan fue el que habló, pero mi mente estaba en que Ada estaba
atrapada ahí... en cómo la habían torturado.
—Los Lycans dijeron que había una gran interferencia en las
transmisiones de los drones de esa instalación europea. — Kane habló
de nuevo. —Pero nos dimos cuenta de que no era eso en absoluto.
Levanté la vista y miré fijamente a mi hermano. Nos parecíamos
tanto, y como Kane era solo un año mayor, a menudo nos confundían
con gemelos.
Ya sabía lo que iba a decir, así que dije: —Era un portal lo que
causaba los problemas.
—Sí, hermano.
Sacudí la cabeza, mirando a lo lejos mientras mi sangre seguía
corriendo por mis venas con la impaciencia de llegar a Ada.

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—Tengo que llegar a ella. No tengo tiempo para esta mierda. —
Ya había perdido preciosos minutos hablando con Kane y Adryan
sobre todo esto.
—Estamos seguros como la mierda que no íbamos a dejarte aquí.
—gruñó Adryan en voz baja y con fuerza. Hizo un chasquido con el
dedo hacia el brujo, y Sherbet dio un paso adelante, subiéndose las
mangas de la camisa y exhalando lentamente como si se preparara
para algo.
—Oh, joder, no. — grité. —Por mucho que me alegre de verlos a
los dos y tenga muchas ganas de salir de este maldito lugar... no me
iré sin ella. — volví a decir probablemente por quinta vez desde que
me encontraron.
Adryan mantuvo su expresión impasible mientras me miraba
fijamente, pero luego se inclinó. —Sí, lo sé. Yo tampoco dejaría a Kayla
aquí. Preferiría arrancarme el puto corazón. — Se encogió de hombros
como el bastardo apático que era. Kayla era la única que conseguía
que este sociópata mostrara alguna emoción. —Pero tenía que
intentarlo, incluso si sabía que nunca lo harías.
Maldito imbécil.
—Estás conectado. — Ante mi silencio continuó. —Tomaste su
sangre por el olor de ella aferrándose a ti.
Hice un sonido de advertencia y él sonrió.
—Y supongo que ella tomó la tuya. — enarcó una ceja.
Lo último que quería hacer era hablar con la maldita persona de
lo que hice con mi compañera, pero asentí con fuerza, sabiendo que
esta información era importante.
—Sí, hemos intercambiado sangre. — dije entre dientes y miré a
los otros vampiros, desafiándolos a reírse o hacer una mueca ante esa
información.
Fueron lo suficientemente inteligentes como para desviar la
mirada.
—Entonces están conectados y cuando te saquemos, ella
también lo hará. — dijo Adryan con suavidad. —Ella también será
transportada.

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—Y si no hubiera compartido sangre con ella, ¿qué pasaría
entonces?
Se encogió de hombros con indiferencia. —Supongo que también
la estaríamos buscando, primo. — Mostró una sonrisa sádica. —Y la
verdad es que cuando nos dijiste que la tenía un puto Diablos, el
mismo de las instalaciones, me apetecía un poco de caza. — Dio una
palmada y se frotó las manos, pero un segundo después exhaló como
si estuviera decepcionado. — Pero es un punto discutible porque lo
hiciste.
Volví a negar y di un paso hacia Adryan. Sabía que mi postura
era depredadora y peligrosa. Pero era de mi pareja de quien estábamos
hablando, y yo estaba en un estado volátil por ello.
Aunque los hombres de mi primo se movían con cautela de un
lado a otro, queriendo estar ahí para proteger a su líder, tampoco
querían involucrarse entre nosotros dos. Sabían que no podían acabar
conmigo. Los únicos lo suficientemente fuertes para luchar eran
Adryan y Kane.
—Prefiero quedarme aquí el resto de mi vida si eso significa estar
con ella. No voy a arriesgarme a que me transporten de regreso y ella
no. — Miré fijamente a Adryan. —Déjame preguntarte esto, primo. Si
estuvieras en mi lugar y Kayla fuera la que buscas, con sangre
compartida o no, ¿la dejarías?
Cuando Adryan apretó los dientes y dio un paso amenazante
hacia mí, como si la sola idea de que Kayla estuviera aquí estuviera a
punto de provocarle un episodio maníaco, asentí, con mi punto de
vista hecho.
No tuvo que decir las palabras para que yo supiera su verdad. —
Eso es lo que jodidamante pensé.
—Um, disculpen. — dijo el brujo, y todos volvimos lentamente
nuestra atención hacia él.
Era la mitad de nuestro tamaño y parecía que un viento fuerte
lo partiría por la mitad, pero en ese momento era más fuerte que todos
nosotros. Porque era el único que podía sacarnos del agujero de
mierda.

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—Solo un recordatorio... pero solo tenemos una ventana de
tiempo muy pequeña para hacer esto. — Miró con recelo a todos
nosotros, vampiros que medían 30 centímetros más que él.
Miré entre él y Adryan. — ¿Ahora hay un puto margen de tiempo
de por medio?— Gruñí.
— ¿Podemos empezar con esto?
Entrecerré los ojos al brujo.
—El portal se cerrará antes de que podamos hacerlo.
— ¿Qué demonios?— Miré a mi primo y luego a Kane. —Será
mejor que uno de ustedes, imbéciles, termine la maldita historia de lo
que está pasando.
Adryan exhaló como si le hiciera perder el tiempo.
—Los Leandrean son los que abren el portal. Si no lo mantienen
abierto permanentemente, con el tiempo se cierra lentamente. La
energía sigue en el aire, que es como te hemos encontrado, como he
dicho. — Miró a Sherbet. —Pero un brujo... un brujo tiene la capacidad
de arrancar un portal cerrado mientras aún tenga energía.
Sherbet asintió con un poco de entusiasmo.
—Pero como todo en la vida, Sebastian, hay un maldito límite de
tiempo. Cuando nos dimos cuenta de que había un portal, ya habían
pasado semanas. Tenemos un par de horas como máximo para que el
brujo vuelva a abrir el portal y nos haga retroceder.
—Por supuesto. — Exhalé con brusquedad.
—Pero...
Miré a Adryan y ladeé una ceja.
—Hay más.
Seguro que lo había.
—Lo que pasa con los portales que se han cerrado, es que
aunque un brujo pueda abrirlo, te devuelven al momento en que lo
atravesaste por primera vez.
Fruncí el ceño. — ¿Qué demonios significa eso?

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—Significa, hermano —Kane dio un paso adelante, con su
oscura mirada penetrante— que cuando tú y tu hembra sean
empujados de regreso a través del portal, te llevará al día justo antes
de que se abra el portal. No sabemos la hora, solo que será antes de
que se abra.
Por un momento no supe qué pensar, pero a medida que esas
palabras se abrían paso en mi conciencia, se hacían un hogar ahí, me
di cuenta de lo que Kane estaba diciendo.
— ¿El pasado? ¿Nos han devuelto al puto pasado?
Adryan se encogió de hombros ante mi pregunta. —Yo no hago
las reglas, hombre.
—Justo cuando pensaba que el Otro Mundo no podía estar aún
más jodido. — murmuré y volví a pasarme la mano por la cara,
rascándome la barba. — ¿Y todos ustedes?
Sherbet fue quien respondió. —Volveremos a nuestro pasado. El
mismo mundo, diferentes periodos de tiempo.
—Lo único bueno de este espectáculo de mierda es el hecho de
que nuestros recuerdos estarán intactos.
Pensé en el momento justo antes de que me precipitaran a este
otro mundo. Todavía estaba en las instalaciones subterráneas de la
Asamblea, luchando para liberarme y eliminando a todos los humanos
de mierda que podía.
Mi corazón dio un fuerte tirón cuando me di cuenta de que Ada
estaría en la misma situación.
¿Y si no podía liberarse?
¿Y si la capturaban de nuevo?
¿Y si me la arrebataban y no volvía a encontrarla, solo para tener
el doloroso recuerdo de saber cómo se sentía mi compañera en mis
brazos y no saber si volvería a experimentarlo?
Por un momento pensé en Odhran y en cómo debió sentirse en
esa misma situación. Que le arrebataran a su compañera, para luego
buscarla durante décadas y reunirse con ella.

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La determinación se instaló en mí como un profundo y oscuro
veneno.
Nunca permitiría que eso sucediera. Preferiría arrancarme el
corazón con una cuchara oxidada antes de que volvieran a llevarse a
mi hembra.
El brujo parecía un poco indeciso mientras daba un paso atrás
ante mi mirada.
—Entonces supongo que será mejor que nos movamos para que
pueda encontrar a mi hembra y todos podamos largarnos de aquí.
Adryan dio un paso adelante, y supe que iba a intentar
convencerme una vez más de que Ada pasaría por encima de mí tanto
si estaba a mi lado como si no.
Pero le di una fuerte sacudida de cabeza y gruñí por lo bajo, con
los ojos enrojecidos. Ni siquiera consideraría ese riesgo.
Durante un segundo se quedó mirándome. Levantó las manos y
maldijo: — Por el amor de Dios. Todos ustedes me ponen de los
nervios.
Sabía que no iba a insistir.
—Vamos a movernos. — dijo Kane y levantó la mano en el aire,
haciendo un movimiento en círculo para que el resto de los vampiros
tomaran posición y pudiéramos encontrarla.
Los vampiros tomaron sus posiciones cerca de su líder, y justo
cuando estaba a punto de dirigirlos... escuché su grito.
Me volví absolutamente feroz mientras rugía y empujaba a los
vampiros que estaban lo suficientemente cerca de mí. Fui tan
contundente que retrocedieron a trompicones, algunos cayendo de
culo.
Corrí hacia el lugar de donde provenía el sonido, con el corazón
acelerado y un sudor frío cubriendo todo mi cuerpo. No era consciente
de nada más que de llegar a ella.
Cuando oí su grito de nuevo, aumenté la velocidad, mis
músculos se contraían y relajaban con cada movimiento que hacía.

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Me agaché bajo las ramas, esquivé los árboles y salté por encima
de las rocas en mi prisa por llegar a ella.
Fue entonces cuando oí que Adryan y Kane me seguían, el duro
golpe de sus pies comiéndose el suelo detrás de mí sonaba fuerte y
hacía eco en todo el bosque.
Llegué al borde de la montaña y me detuve momentáneamente
mientras giraba en círculo, respirando con dificultad de modo que solo
podía oír el aire que entraba y salía de mis pulmones.
Intenté calmarme lo suficiente para percibir dónde estaba.
Me obligué a relajarme y a cerrar los ojos, a rechazar el pánico
que me invadía el cuerpo y a concentrarme, y me escudriñé hasta
sentir el zumbido de su sangre en mí.
Arriba. Mira hacia arriba.
Oh. Joder.
Estaba cayendo, de espaldas al suelo, con su larga melena
pelirroja revoloteando a los lados de la cara y los brazos extendidos
hacia arriba como si estuviera desesperada por agarrar algo.
Adryan y los demás llegaron atravesando el bosque y se
detuvieron detrás de mí. Pude oír sus sorprendidos murmullos al
darse cuenta de lo que estaba pasando.
Y entonces Diablos se lanzó hacia ella, extendiendo sus enormes
alas y curvándolas hacia atrás para coger más velocidad mientras se
dirigía hacia ella.
—Ahora, Sherbet. ¡Jodidamente ahora! — rugió Adryan, pero yo
ya estaba escalando la montaña con la esperanza de poder alcanzarla
y amortiguar su caída.
Una puta estupidez por mi parte, porque no podía salvarla de
una caída así.
Podía oír los cánticos detrás de mí, pero estaba demasiado
asustado como para preocuparme de lo que ocurría con cualquier otra
persona que no fuera Ada.
Justo cuando Diablos agarró su muñeca, hubo una enorme onda
de choque que estalló a mí alrededor, presionando mi cuerpo con

Sotelo, gracias K. Cross & Botton


fuerza contra la montaña antes de que me tirara hacia atrás y cayera
por el aire.
Y entonces la nada se apoderó de mí.

Sotelo, gracias K. Cross & Botton


Capítulo 20
ADA

Me quedé sin aire al caer de espaldas, con la cabeza golpeando


el duro suelo.
Por un momento no pude ver nada. Las estrellas danzaban frente
a mi visión y traté de parpadear rápidamente para despejarla.
El cráneo me palpitaba, el cuerpo me dolía y me sentía como en
una especie de trance, como un sueño febril del que intentaba salir.
Podía oler y oír una serie de cosas, que me confundían por ser
familiares y, desde luego, no eran algo que debiera estar en la
dimensión paralela.
Olía a electricidad quemada y a pólvora en el aire. Podía oír cómo
explotaban las cosas y cómo se disparaban las armas. Había gritos
humanos y rugidos de otro mundo.
El olor metálico de la sangre llenaba el aire, no solo la mía,
procedente del lugar donde me había roto la cabeza contra el suelo,
sino la de los humanos y la del Otro Mundo. El aire estaba tan
saturado que podía sentir su sabor cobrizo en la parte posterior de mi
garganta.
Finalmente me levanté, el instinto me decía que retrocediera
aunque no sabía de qué estaba retrocediendo, no sabía de qué estaba
tratando de escapar.
Cuando sentí que algo duro y áspero me impedía moverme,
parpadeé repetidamente para enfocar los ojos.
Todo en mí se calmó.
Sentí que mis ojos se abrían de par en par mientras miraba a mí
alrededor, la pesadilla de estar de regreso en las instalaciones
subterráneas de la Asamblea justo delante de mí.

Sotelo, gracias K. Cross & Botton


—No. — susurré. —No, no, no. — Sentí que una ola de pánico se
apoderaba de mí antes de decirme a mí misma que debía arreglar mis
cosas y resolverlo.
No era porque estuviera aquí. No era porque los enemigos me
rodearan. Ni siquiera porque mi vida estuviera en una especie de
purgatorio infernal.
No, sentí un miedo que me calaba los huesos porque la sola idea
de no volver a ver a Sebastian me quitaba el aire de los pulmones.
Vi que un grupo de criaturas del Otro Mundo se acercaba a toda
prisa y apreté aún más la espalda contra la pared, aterrorizada porque
no tenía ni idea de qué demonios estaba pasando.
Me había caído por la ladera de una montaña, y Torvic me agarró
de la muñeca.
Luego no había pasado nada.
¿Cómo había llegado hasta aquí?
¿Estaba en el infierno?
¿Había muerto y ahora estaba en una especie de horrible
purgatorio en el que estaba en un bucle continuo con los locos
humanos?

Sebastian. Pensé en mi compañero mientras la realidad empezaba


a alcanzarme y a alejar el shock y la niebla de la situación.
No sabía si estaba aquí... pero si estaba en el pasado, sabía que
estaba en algún lugar dentro de estos muros en ruinas.
Y no estaba dispuesta a quedarme aquí y seguir preguntándome
qué demonios estaba pasando.
Me aparté de la pared y avancé a trompicones, con mis pies
tropezando con los grandes escombros que cubrían el suelo.
Chispas de electricidad crepitaron sobre mi cabeza desde los
cables expuestos. Me agaché cuando oí que se disparaba un arma en
otro pasillo.
Hubo un rugido impío que pareció sacudir todos los cimientos,
pero seguí adelante. Sabía que Sebastian estaba aquí. Juré que lo

Sotelo, gracias K. Cross & Botton


sentía, como una cuerda que nos mantenía unidos a pesar de estar
separados.
O tal vez todo esto era una especie de horrible pesadilla, una
especie de Día de la Marmota en el que volvería a vivir este momento una
y otra vez.
La noche de la fuga pasó por mi mente con detalles sangrientos,
y me encontré recorriendo el mismo camino, moviéndome por los
pasillos, recordando todos los detalles de las paredes rotas, todas las
peleas y el derramamiento de sangre, y los sonidos y olores que habían
invadido mis sentidos esa noche.
Me costaba mantener el equilibrio, los nervios me hacían temblar
las manos y sentir las rodillas apretadas.
Seguí mirando por los pasillos, esperando, rezando a cualquier
dios que nos vigilara aquí abajo como ratas en un laberinto, que
encontrara a mi compañero.
El aire me quemaba los pulmones mientras aceleraba el paso,
con una mano en la pared para estabilizarme. Ni siquiera me
importaba escapar. Solo quería encontrar a Sebastian.
Si moría aquí abajo, que así fuera, siempre y cuando él me
rodeara con sus brazos y estuviéramos juntos al final.
Seguí agachándome, esquivando y apartándome del camino del
caos absoluto. La muerte me rodeaba mientras buscaba, demasiado
temerosa de llamar a Sebastian y llamar la atención sobre la compañía
equivocada.
Como si siguiera repitiendo ese mismo día, doblé una esquina y
me detuve en seco mientras contemplaba la escena que tenía ante mí.
El déjà vu me dejó sin equilibrio. Miré al Leandrean de pie en el
centro del pasillo con guardias humanos a su alrededor. Sus balas
rebotaban en el cuerpo del Otro Mundo mientras un viento antinatural
lo envolvía, con el pelo blanco revuelto alrededor de la cara.

No. Dioses, no. No iba a volver ahí de nuevo. Mataría al puto


abridor del portal, y probablemente a mí misma en el proceso, antes
de que me arrastraran a ese infierno.

Sotelo, gracias K. Cross & Botton


Me agaché y recogí un trozo de metal roto que estaba entre los
escombros. Con la mano rodeando por completo el trozo irregular, di
un paso adelante para intentar acercarme lo suficiente como para
utilizar el arma.
Pero antes de que pudiera dar otro paso, noté que una enorme
sombra se acercaba por detrás del Leandrean y sentí que el aire se
volvía gélido.
De repente, una mano atravesó el pecho del Leandrean, los
dedos le abrieron las costillas, el corazón del abridor del portal ahora
estaba en el puño, la sangre goteaba y salpicaba el suelo.
La siguiente secuencia de acontecimientos se produjo tan rápido
que retrocedí, sin voz, mientras veía cómo un demonio y un Angelis
parecían aparecer de la nada y mataban con rapidez y eficacia a los
guardias humanos.
Un sonido nauseabundo y chirriante atravesó mi conmoción
cuando el puño que estaba enterrado en el pecho se retiró y la criatura
se desplomó en el suelo.
El demonio y Angelis estaban despedazando a los humanos,
riendo maníacamente mientras se lanzaban insultos mientras
arrancaban brazos, piernas e incluso sacaban los ojos de sus
enemigos.
—Mi número de cadáveres es mayor que el tuyo, hijo de puta. —
gruñó el Angelis mientras metía la mano en la boca de un humano y
le arrancaba la lengua. Lanzó el trozo de músculo hacia el demonio.
— ¿Tienes hambre, Bane?
—Vete a la mierda, Vox. — gruñó el demonio y apartó la lengua
de una patada antes de presionar con su boca el cuello del humano
que se agitaba con facilidad y le arrancó la garganta.
Aparté la mirada de ellos. Un sollozo me arrancó mientras
miraba a quien estaba de pie al otro lado del pasillo, con la cara
salpicada de sangre, la camisa empapada y los ojos con un tono de
locura.
Y me miraba fijamente como si yo fuera el aire que necesitaba
para sobrevivir.

Sotelo, gracias K. Cross & Botton


Sebastian.
Solté el arma y corrí hacia él, lanzándome sobre él. Le rodeé el
cuello con los brazos, le rodeé la cintura con las piernas y le enterré
la cara en el pliegue del cuello.
Un sollozo roto salió de mí mientras Sebastian me abrazaba, con
sus grandes manos acunando mi culo y su cara enterrada en mi pelo
mientras inhalaba con fuerza, con todo su cuerpo temblando.
—Vamos a salir jodidamente de aquí. — No me bajó mientras
salía.
Y yo estaba más que de acuerdo con eso. Tenerlo abrazado de
nuevo, cuando no sabía si eso sucedería alguna vez, era una sensación
increíble y quería aferrarme a eso el mayor tiempo posible.
— ¿Qué demonios está pasando?— Mi voz se apagó contra su
cuello. Me rodeó con sus brazos y me besó la sien. — ¿Cómo hemos
llegado hasta aquí?
—Te lo explicaré todo cuando te haya sacado de este agujero de
mierda y estés a salvo. — Un beso más en la coronilla de mi cabeza
antes de que gruñera algo por lo bajo al demonio y al Angelis, pero sin
dejar de hacerlo.
Con el Leandrean desaparecido y la amenaza de ser empujada a
otro mundo dejó de ser un problema -al menos hasta donde sabía y
esperaba-, lo único que quería hacer era salir de este infierno.
Al cabo de unos instantes, me zafé de su agarre. Aunque era
rápido, incluso cargando con mi peso, sabía que si teníamos que
luchar, sería más seguro y práctico que no me sujetara.
Emitió un sonido de descontento cuando me deslicé por su
cuerpo, incluso apretó su agarre sobre mí durante un segundo, pero
luego se apoderó de mi mano y volvimos a movernos.
Me mantuvo detrás de su cuerpo, utilizándose a sí mismo como
escudo mientras nos conducía fuera de las instalaciones. El humo
empezaba a llenar los pasillos, así que nos encorvamos más, pero no
disminuimos el ritmo.
Y entonces Sebastian se calmó, con un profundo gruñido
vibrando en su interior. Se acercó a su espalda y me agarró por la

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cintura, sus dedos se clavaron en mi piel mientras me atraía contra
su espalda.
No necesité mirar a su alrededor para saber que había una
amenaza. Podía oler a la criatura del Otro Mundo, un aroma que me
resultaba demasiado familiar.
Torvic.
Miré alrededor del hombro de Sebastian para ver al Diablos
parado a cinco pies de distancia, con la cabeza inclinada hacia un
lado, los ojos entrecerrados mientras miraba a Sebastian.
No teníamos tiempo para esto. Si se enzarzaban en una pelea,
por muy fuerte y poderoso que fuera Sebastian, Torvic era una maldita
bestia. También tenía dientes afilados, manos del tamaño de malditos
garrotes, y no olvidemos sus alas afiladas con punta de garra.
—Tú... — Sebastian dijo esa única palabra en un gruñido. No
había duda de la amenaza detrás de él. —…me quitaste a mi
compañera. — Apretó su mano alrededor de mi cadera con tanta
fuerza que sentí una punzada de dolor.
Me acomodó de manera que mi espalda quedara apoyada en la
pared a nuestro lado.
Oh Dioses, realmente estaba haciendo esto. Pero, de nuevo, esta
era nuestra única salida. Y por supuesto Torvic estaba bloqueando
nuestra salida.
Diablos no habló, pero a pesar de que estaba detrás de
Sebastian, pude ver más allá de su hombro para ver a Torvic
sonriendo.
Los dos machos se enfrentaron entre sí, cambiando ligeramente
a posiciones de ataque.
Sentí un cosquilleo en la nuca y me encontré mirando hacia
atrás y hacia el pasillo del que acabábamos de salir.
Primero no dije nada, pero al cabo de un segundo un humano
apareció cojeando por la esquina. La sangre y el hollín lo cubrían, y
pude ver que sangraba por la sien de un enorme corte.

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Se me paró el corazón, sentí el estómago lleno de plomo y se me
hizo un nudo en la garganta.
Lo conocía. Dioses... lo conocía. Perseguía mis pesadillas y me
había robado la felicidad.
Lo llamaban V.
El macho humano se detuvo y me miró, nuestras miradas se
encontraron, sus fosas nasales dilatadas mientras entrecerraba los
ojos. Sonrió, levantando solo la comisura de la boca mientras fruncía
los labios.
Fui vagamente consciente de que Torvic y Sebastian hablaban
con palabras duras y cortantes detrás de mí. Poco a poco oí un
zumbido en mis oídos. Todo lo demás se desvaneció mientras me
trasladaba de nuevo a aquella noche.
Volví a sentir el dolor. Era una sensación de ardor y desgarro,
mi espalda gritaba a pesar de que las heridas se habían curado.
Pero no me permitía volver a esa oscuridad. No había tenido una
pesadilla desde aquella vez en la cueva en la que Sebastian me había
visto derrumbarme por primera vez. Él me hizo sentir mucho más que
la oscuridad que me había consumido durante la mayor parte de un
año.
Cuando mi cabeza se aclaró, escuché lo que Sebastian y Torvic
estaban diciendo.
—No tengo ningún interés en tu hembra. Ella era un medio para
un fin en ese maldito pozo de desesperación.
Sebastian dio un paso amenazante hacia adelante.
—Pero ahora que estoy fuera de ahí... — Torvic se rió. —Tengo
todo un mundo de hembras que explorar.
No dejé de concentrarme en él. No podía, no mientras él se
acercaba un paso, su sonrisa se extendía, el gran cuchillo que sostenía
captaba la luz superior y brillaba. La sangre goteaba de la hoja y se
me apretó el estómago.

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—Si fuera mi hembra, ciertamente estaría más centrado en
mantenerla a salvo aquí y ahora que en una mierda que ocurrió en
otro tiempo. Literalmente.
De repente, todo estaba demasiado tranquilo, y vi que él también
se callaba, con la mirada puesta en mi hombro, su respiración
visiblemente entrecortada mientras retrocedía un paso.
Miré hacia atrás para ver a Torvic sonriendo a Sebastian, pero
mi compañero estaba mirando hacia el pasillo.
—Esto no ha terminado, hijo de puta. — le gritó Sebastian a
Torvic aunque no lo estaba mirando. —Por llevarte a mi hembra, te
cazaré, te daré una paliza, y quizá, si tienes suerte, no te rebanaré las
pelotas y veré cómo te desangras.
Torvic resopló como si todo eso le pareciera muy gracioso, pero
luego se dio la vuelta y se alejó por el pasillo en dirección contraria sin
decir nada más.
Y entonces nos quedamos los tres solos.
Odiaba que aquel imbécil humano me hiciera sentir de alguna
manera. Yo era fuerte por derecho propio. Pero al verlo de nuevo
después de lo que había hecho, después de haber cortado mi cuerpo
y haberme quitado pedazos... me convertí en un ratón asustado que
se escondía en un rincón.
Sebastian ajustó mi cuerpo para que ahora estuviera
parcialmente frente a mí, pero aún podía ver al humano al otro lado
del camino. Le habría dado crédito por tener una apariencia de valor
y no retroceder o acobardarse frente a un vampiro muy enojado y muy
peligroso, pero que se joda.
—Este es el cabrón que te hizo daño. — Sebastian no lo formuló
como una pregunta, y sabía que no esperaba una respuesta.
Ya lo sabía.
Por mi lenguaje corporal, el cambio en el aire y la forma en que
el humano me miró.
—Tú. — rugió Sebastian y señaló con el dedo a V. —No la mires.

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El humano finalmente tuvo el sentido común de dar un paso
atrás.
—Voy a divertirme matándote lentamente —la profunda voz de
Sebastian bajó aún más— Voy a hacer a mi compañera un collar con
tus putas entrañas.
Sabía que no estaba preguntando por uno de los guardias que
me habían torturado durante el último año, sino que preguntaba
específicamente si era éste el que me había cortado las alas.
Ante mi silencio, emitió un sonido amenazante y dio un paso
adelante, con su mano aún sobre mí, sus uñas ahora convertidas en
garras mientras se clavaban en mi costado, manteniéndome
presionada contra su espalda.
—Vamos, hijo de puta. — V se acercó un paso más, pero no me
extrañó la forma en que avanzó a trompicones. Sacudió la cabeza
como si le costara concentrarse. Más sangre se derramó por su sien,
y sus ojos adquirieron un tono brillante. —Tú y los de tu especie
merecen ser destripados como los cerdos que son. — Levantó el
cuchillo y lo apuntó hacia los dos.
La falsa valentía que escupió me habría parecido graciosa si no
fuera porque me arrastró al pasado con solo verlo.
Era extraño lo fuerte que podía ser tu mente, manteniéndote
encerrada en un tiempo que estaba en el pasado, tu cuerpo
físicamente curado pero el dolor seguía ahí. Me ardía la espalda con el
recuerdo del cuchillo clavándose en mi piel.
Pero cuanto más miraba al humano, más me enojaba.
Sebastian empezó a reírse, pero no había humor en el tono. Era
retorcido y corrupto, como si estuviera pensando en todas las formas
en que haría pagar al humano.
Sebastian miró por el pasillo que Torvic acababa de dejar, y los
sonidos de la lucha y los disparos parecían ahora muy lejanos.
Cuando volvió a encarar a V y dio un paso adelante, su mano se
deslizó lentamente de mi cintura, su cuerpo ahora completamente
frente al mío como un escudo.

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Apreté las manos con tanta fuerza que las uñas me cortaron en
la carne, pero esa punzada de incomodidad me hizo sentir en tierra.
Sebastian volvió a acariciar suavemente mi costado, como si me
asegurara que todo estaría bien. Y lo estaría.
Porque ya no tenía miedo.
Ya no tenía pesadillas.
Y estaba segura de que no iba a dejar que un bastardo humano
me quitara la felicidad que finalmente podría tener.
—Oh... tonto humano. En otro momento, en otro lugar me habría
divertido gustosamente contigo. — Sebastian se acercó más. —Te
habría colgado y habría cogido un cuchillo para pelar tu piel,
pelándola capa a capa hasta llegar al músculo. — otro paso más. —
Habría cogido un alicate y te habría arrancado las uñas. Una por una.
Se rió siniestramente, como si imaginar los mismos actos le
complaciera.
—Habría cogido un par de tijeras oxidadas y sin filo y te habría
cortado las pelotas antes de hacerte llevarlas como un collar.
—Aléjate, demonio bastardo. — gritó el humano.
Se oyó un estruendo y luego un choque cuando el techo del
pasillo se derrumbó, los escombros y los desechos se amontonaron de
modo que todo el pasillo, justo detrás del humano, quedó bloqueado.
Sebastian me había cubierto con su cuerpo para protegerme de
la lluvia, y una vez que el polvo se asentó, ambos nos enderezamos.
V miró por encima de su hombro, la única salida que ahora tenía
bloqueada. Y luego se retiró. Un paso atrás cada vez. Pero no había
escapatoria.
— ¿A dónde crees que vas, hijo de puta?— Sebastian siseó.
Volvió su atención hacia mí después de un prolongado segundo
y ahuecó mi mejilla, mirándome a los ojos por un momento.
—Quédate aquí. Mantén tu espalda contra la pared y quédate
aquí. ¿Entiendes, Ada? Esto será rápido.

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Asentí una vez antes de que Sebastian se inclinara y me besara
en el centro de la frente. Y luego se dirigió a grandes zancadas hacia
el humano.
El humano emitió un sonido casi de dolor y empezó a mover el
brazo frenéticamente, con el cuchillo cortando el aire de un lado a otro.
Pero Sebastian solo se rió. Y cuando el humano estaba de
espaldas a los escombros, sin poder correr, mi compañero estaba
sobre él.
Toda esta situación podría haber durado solo sesenta segundos.
Fue tan rápido, y sin embargo pareció que se desarrolló en cámara
lenta.
Agarró la mano de V que sujetaba el cuchillo y la levantó en alto,
golpeando su brazo contra una de las rocas con tanta fuerza que oí
cómo se rompía el hueso.
El hombre se lamentó y gritó de dolor.
El cuchillo cayó al suelo. Sebastian levantaba al hombre con la
otra mano, con la palma alrededor del cuello, y los dedos de los pies
del hombre colgaban y apenas tocaban el suelo.
Sebastian siseó y golpeó con su puño la cabeza del hombre,
golpeándolo tan fuerte que la sangre salió de su boca y pintó las rocas
de rojo.
Ciertamente no era la forma en que los vampiros solían matar,
pero no podía mentir y decir que no me satisfacía verlo sufrir.
Recordé todas las veces que los humanos me habían golpeado,
magullado, o a éste en particular envolviendo su carnosa mano
alrededor de mi garganta hasta que no pude respirar.
—Ada. Bebé, ven aquí.
Oí disparos en la distancia y me apresuré a acercarme a
Sebastian. Teníamos que salir de aquí. No teníamos tiempo para esto,
pero no podía decirle a mi compañero que se detuviera. No quería que
lo hiciera.

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—Coge el cuchillo, dulzura, y dámelo. No tiene alas, pero le
cortaré lo más parecido. — Se inclinó y gruñó contra la oreja del
humano. —Sus pulmones.
Me encontré agachada y agarrando el mango de la hoja antes de
subirla y mirarla.
Estaba ensangrentada y sucia, y me pregunté cuántas criaturas
indefensas del Otro Mundo habría herido este imbécil con ella.
Cuando levanté la vista, Sebastian había desplazado a V de
modo que su frente estaba hacia las rocas y su camisa estaba
arrancada, con la espalda al descubierto.
El humano murmuraba, suplicaba y pedía que nos
detuviéramos. Sus palabras cayeron en saco roto.
Sebastian me tendió la mano, pero negué y me enfrenté al
humano que moriría aquí abajo como tantos otros inocentes.
—Si tuviéramos tiempo, querría que le cortaras los pulmones. —
murmuré. —Dale la vuelta, Sebastian. — Mi compañero hizo lo que le
pedí al instante. —No te mereces una muerte fácil. Mereces sufrir
durante días, semanas. Pero no tenemos tiempo para eso.
Me acerqué un paso más y vi cómo Sebastian apretaba su mano
alrededor del cuello del humano.
—Has roto una parte de mí, has manchado la felicidad plena que
podría haber tenido. Te mereces la tortura y el dolor. — No me di
cuenta de que las lágrimas rodaban por mis mejillas hasta que saboreé
su salinidad en las comisuras de la boca. —Pero no soy un monstruo.
No como tú. — susurré. —Hoy tienes piedad.
Como si Sebastian conociera mis planes, ajustó su agarre para
tener una mano pesada en el pecho de V. El hombre se agitó sin éxito,
pero su tiempo se había acabado.
Y con ese pensamiento, llevé la hoja a la garganta del humano,
cortando su cuello de oreja a oreja hasta que la herida se abrió y la
sangre brotó.
Sebastian lo dejó caer al suelo. Las manos del humano se
dirigieron inmediatamente a su cuello. Hacía sonidos húmedos y
gorjeantes como si intentara cerrar la herida.

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Pero había mucha sangre, la arteria carótida había sido cortada,
así que no había esperanza para él.
No esperamos a verlo morir. Sebastian me tomó de la mano y
nos fuimos, corriendo por el pasillo hacia la salida. Si alguien se
interponía en nuestro camino, Sebastian lo eliminaba fácilmente. Les
rompía el cuello, les arrancaba la tráquea o les rompía la espalda y los
hacía sufrir. Ningún humano o del Otro Mundo estaba a salvo de la
ira de mi compañero si se interponía en nuestro camino.
Sentí que corríamos y corríamos y corríamos sin que hubiera un
final a la vista, el humo llenaba los túneles tan densamente que me
costaba respirar. Entonces ahí estaba, seis metros más adelante, las
grandes puertas de estilo bahía se abrieron de golpe como si cuerpos
enormes se hubieran estrellado contra ellas una y otra vez.
Un sollozo enloquecido salió de mi garganta al verlas y corrimos
más rápido.
El metal colgaba de las bisagras, doblado y roto. Por fin, nuestra
salida.
Irrumpimos por la salida y tropecé, torciéndome el tobillo y
gritando. Un segundo después, Sebastian me levantó fácilmente en
sus brazos, acunándome de manera que quedé apretada contra su
pecho y su boca quedó en mi sien.
—Ya casi. Ya casi está. Ya casi estás a salvo. — Lo repetía una y
otra vez como si fuera un mantra, como si tratara de convencerse de
que realmente íbamos a escapar.
Solo cuando atravesamos la línea de árboles, redujo la velocidad
y finalmente se detuvo. Pero no me bajó de inmediato, sino que se giró
para mirar las instalaciones en llamas.
La mayor parte estaba bajo tierra, pero había una pequeña
estructura tipo cobertizo, lo suficientemente ordinaria como para que
un transeúnte nunca supiera los verdaderos horrores que había
debajo.
Me retorcí en sus brazos, y él me bajó pero siguió rodeándome
con sus brazos. Tenía la oreja pegada a su pecho mientras miraba al
frente, oyendo los rápidos latidos de su corazón y el aire que corría por
sus pulmones.

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Las llamas y el humo se elevaban hacia el cielo nocturno.
Las criaturas del otro mundo salían del edificio, y los humanos
lo suficientemente estúpidos como para intentar escapar eran
rápidamente tratados de la forma más brutal.
Nos quedamos ahí y observamos. Y solo cuando las brasas
empezaron a desvanecerse, Sebastian me miró. Me cogió la cara y me
pasó los pulgares por las mejillas, y supe que por fin estaba hecho.
No más. Nunca más.
—Se acabó. — susurré, apretando mi agarre sobre él. —Por fin.
—Se acabó. — confirmó. —Y me aseguraré de que no vuelvas a
tener una puta pesadilla. Nunca.
Ahora me tocaba a mí conseguir un felices para siempre. Ahora
era el turno de ambos.

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Capítulo 21
SEBASTIAN

— ¡Sebastian!
Cuando oí el grito de Ada a través de la casa, sentí que mi sonrisa
se extendía lenta y completamente por mi cara.
Me recosté en el sillón de cuero, levanté las manos para que
descansaran detrás de mi cabeza, y miré fijamente a través de mi
oficina.
Tres.
Dos.
Uno.
Las puertas dobles de caoba se abrieron de golpe, y mi feroz
compañera se quedó ahí, con los ojos entrecerrados al captar mi
expresión.
— ¿Dónde están?— Cruzó los brazos sobre el pecho y me miró
fijamente.
— ¿Dónde está qué, dulzura?
Dio un paso hacia adentro y bajó ligeramente la cabeza, pero
mantuvo su mirada en mí. —Mis llaves. ¿Dónde están mis llaves,
Sebastian?
Me encogí de hombros, sabiendo que estaba siendo un cabrón
engreído mientras actuaba como si tuviera mejores cosas que hacer
que discutir esto. — ¿En el estante para llaves que insististe en poner
junto a las puertas principales?
Me mantuve concentrado en ella, con una pequeña sonrisa en
los labios cuando se acercó, cerrando primero una puerta de una
patada y luego cerrando la otra de un golpe.

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Aunque se mostraba enojada, podía oler el deseo que se cocía a
fuego lento bajo la superficie, una buena discusión con ella siempre
hacía aflorar esa reacción.
Lo mismo, pequeña. Lo mismo, pensé mientras me agachaba y
me ajustaba la polla que se ponía dura.
Mi compañera siempre estaba hambrienta de mí.
Me preocupaba que no fuera capaz de satisfacer mi apetito
sexual por necesitarla de todas las formas en que un hombre necesita
a una mujer. Pero me sorprendió saber que tal vez no era yo quien
podía seguir el ritmo.
Porque mi chica tenía un apetito infernal por mí, y yo estaba más
que feliz de aliviar su deseo en cualquier momento y de cualquier
manera.
— ¿Sabes? — dijo con una voz suave, casi cantarina, que al
instante hizo que mis sospechas aumentaran.
Pero no moví ni un músculo, no dejé que la sonrisa en mis labios
se desvaneciera.
—Empecé a buscar mis llaves muy temprano, antes de tener que
salir, porque tenía la sensación de que se iban a perder. — Se acercó
a mi escritorio y pasó el dedo por el borde mientras lo rodeaba
lentamente, acercándose a mí.
Giré en mi silla de cuero para que, cuando se detuviera,
estuviera a solo un par de metros de mí y nada la obstruyera.
Su irritación acabó por desaparecer de su hermoso rostro cuanto
más tiempo me miraba. En su lugar estaba esa suavidad que conocía
muy bien... la que me decía que su excitación estaba tomando el
control.
—Sé que odias que me vaya, pero también sé que quieres que
vaya a esto.
Exhalé con brusquedad ante sus palabras, y la arrogancia me
abandonó mientras dejaba caer los brazos a mi regazo y empezaba a
alisar mis manos subiendo y bajando por mis muslos cubiertos de
holgura. —Sí, dulzura.

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Lo hacía. Joder, odiaba tanto que se fuera. De hecho, lo odiaba
tanto que la había seguido todas las veces. Bueno, hasta que
descubrió que la estaba acosando y puso fin a eso.
Porque la verdad era que, a pesar de lo grande y malo que era,
de las muchas vidas que había quitado durante el último siglo y de
toda la violencia que había infligido, esta pequeña Fae tenía todo el
poder sobre mí.
Todo él.
Si ella decía que retrocediera y le diera espacio... escuchaba.
Adoraba el mismo suelo que ella pisaba.
Pero eso no significaba que no tuviera a alguien más siguiéndola.
Solo había prometido que yo no lo haría.
No había manera de que no la vigilara. Diablos, lo necesitaba por
mi propia y maldita cordura.
Me encontré con pesadillas en las que una fuerza desconocida
me arrancaba a Ada una y otra vez. Me estaba volviendo jodidamente
loco.
Realmente no me importaba ser un psicótico, un imbécil
acosador cuando se trataba de mi hembra. De hecho, abracé el
maldito título.
Me dedicó esa bonita sonrisa que tanto me gustaba ver mientras
se acercaba y colocaba su perfecto culo justo en mi regazo. La acomodé
para que sus dos piernas colgaran sobre el reposabrazos de mi silla.
Ada me acarició la mejilla, alisando sus dedos a lo largo de la
barba que me estaba dejando crecer para ella.
Cuando me afeité la barba la semana pasada, su protesta fue
instantánea. A ella le gustaba el vello facial, así que me dije que no
volvería a afeitarme.
—La verdad es que no quiero ir. — murmuró.
Sus ojos eran tan verdes, tan honestos y a la vez vulnerables que
solo quería tenerla envuelta en la seguridad de mis brazos por el resto
de nuestras vidas.

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Y aunque había soltado toda esa mierda cavernícola de
mantenerla bajo llave, una vez que la tenía a salvo en mis brazos, sabía
que nunca le negaría nada.
La rodeé aún más con mis brazos, sabiendo que probablemente
le costaba respirar, pero no podía dejar de ser tan propietario.
Era tan pequeña en mi regazo, todo en ella encajaba
perfectamente contra mí.
Empujé la larga caída de su cabello color vino lejos de su cuello
y pasé la punta de mi nariz a lo largo, oliéndola a medida que
avanzaba.
Se estremeció entre mis brazos y se apoyó más en mí. Sabía que
no tenía que ir a su cita terapéutica hasta dentro de dos horas, pero
también la conocía lo suficiente como para saber que era una
perfeccionista, mi pequeña compañera, que quería tener todo en
orden.
Por eso sabía que estaría buscando esas llaves mucho antes de
tener que irse.
— ¿Sientes que te ayuda?— murmuré junto a su oreja antes de
besar el punto que había debajo de ella y arrastrar mi lengua por la
concha.
Volvió a estremecerse entre mis brazos y se apartó, mirándome
con una expresión soñadora en el rostro.
—Sinceramente, no lo sé. — Su mirada bajó hasta mi boca, y me
mordí el gemido al ver lo necesitada que estaba mi chica.
Aunque hablábamos a fondo de cualquier cosa, había cosas que
Ada tenía que resolver y ni siquiera yo -la única persona que siempre
pondría sus mejores intereses en el corazón aunque me matara al
final- estaba capacitada para ayudarla.
Y quería lo mejor para ella. Necesitaba que se curara, no por mí,
nunca por mí, sino por ella. No quería que tuviera que mirar su
espalda en el espejo, o que yo besara y tocara esas cicatrices, y que se
viera constantemente empujada a esa pesadilla.
—Pero solo he estado yendo durante un par de semanas. Y
realmente me gusta hablar con esta nueva terapeuta. Tiene los pies

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en la tierra y no me hace sentir como si me estuviera abriendo al
contarle todo lo que pasó.
—Me alegro de que te guste ir. Creo que es bueno, bebé.
Sonrió y asintió.
Solo quería que todo fuera... mejor.
Tener estas nuevas emociones desde que estaba apareado era
algo a lo que todavía me estaba acostumbrando. Siempre había sido
el tipo de macho que se apartaba y observaba, que se quedaba en
silencio y esperaba antes de atacar.
Pero ahora me sentía aún más volátil en lo que respecta a Ada.
Me sentía más peligroso que nunca.
No importaba nada más que asegurarme de que Ada fuera feliz
estando conmigo.
Porque la sola idea de que hubiera un momento en que ella me
mirara y tuviera dudas era un destino peor que la muerte.
— ¿Pero sabes lo que lo hace soportable?— se acercó y ahuecó
ambos lados de mis mejillas. —Tú. — susurró. —Tú haces que todo
valga la pena. Todo.
Nunca había dejado que nadie me tocara, ni un abrazo de mi
hermano, ni una palmada en el hombro de mi primo. Me conformaba
con estar solo y permanecer en soledad. Aislado.
Pero ahora teniendo a Ada en mi vida, me di cuenta de que no
tenerla tocándome era físicamente insoportable.
—Y tú para mí, dulzura. Más de lo que nunca sabrás.
Quería que sus brazos y piernas me rodearan, quería que mi
lengua recorriera cada centímetro de su precioso cuerpo pecoso.
Necesitaba que se corriera contra mis labios mientras me la comía.
Quería sentirla frotar su coño perfecto en mi cara.
Y todo el tiempo le decía una y otra vez que ella era la única parte
buena que me hacía... yo.

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La emoción brotó en mí de forma tan repentina, tan violenta, que
apreté mis dedos en su nuca, apretando fuertemente mis dedos hasta
que ella emitió un suave sonido. No era de angustia.
Era de anticipación.
Cuando se retorció en mi regazo, inhalé profundamente, oliendo
el néctar que brotaba de su apretado y caliente coño.
Mi polla se puso imposiblemente más dura y larga.
Volvió a moverse sobre mí y una pequeña sonrisa cubrió sus
labios. —Vaya, señor Darris — casi ronroneó— parece que su mente
está en la cuneta. — Se inclinó y fue ella quien arrastró su lengua por
mi labio inferior.
Gruñí, sintiendo que mi autocontrol se deshacía lentamente con
cada segundo que pasaba.
Respiraba con más fuerza, nuestras bocas se apretaban,
nuestras miradas se clavaban en las del otro. —Fóllame, Sebastian.
Me volví salvaje tan pronto como las palabras salieron de ella.
—Demuéstrame otra vez que soy tuya.
La empujé hacia delante, nuestros labios chocaron con fuerza,
casi dolorosamente, mientras nuestras bocas chocaban. La besé como
un macho poseído, acariciando su lengua con la mía, haciendo que
me dejara follar su boca.
—Eres mía. De nadie más. — Pasé mi lengua por sus labios, y
gimió, su cuerpo se relajaba más cuanto más la sostenía. —Dilo.
Seguía sin darme lo que quería.
Le mordí el labio con tanta fuerza que le rompí la piel. Joder, su
jadeo de dolor y placer sonó tan jodidamente bonito.
Y todavía no me había dicho lo que quería oír.
¿Quería ser una mocosa? Bien. Eso me excitaba aún más.
Deslicé mi mano desde su cuello para agarrar los largos y
ondulados mechones de su pelo y le eché la cabeza hacia atrás. La
forma en que tenía los ojos entrecerrados, la boca entreabierta y las

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mejillas sonrojadas por el rubor hizo que mi polla se moviera
incómodamente dentro de mis pantalones.
Tenía una erección andante por culpa de esta pequeña hembra
Fae, y ahora mismo mi polla estaba tan dura como el hierro y se
clavaba en su exuberante culo. Y cada vez que ella se retorcía, yo
apretaba los dientes, rechinando las muelas por lo bien que se sentía.
—Dilo de una puta vez, Ada. — Me incliné hacia ella para que
estuviéramos nariz con nariz, el animal que había dentro de mí se
levantó, esa violenta parte vampírica que quería que se sometiera.
Apreté mi mano en su pelo con la suficiente fuerza como para
saber que dolía. Pero olía su coño cada vez más húmedo, ese aroma a
miel me volvía absolutamente loco.
—Soy tuya. — gimió. —Nunca seré de nadie más.
Rodeé su cintura con el brazo, le di otro beso largo y profundo,
y sentí que mi paciencia se acababa.
Pasé el otro brazo por encima de mi escritorio, haciendo que toda
mi mierda saliera volando por encima y se estrellara contra el suelo.
Ada jadeó ante la repentina destrucción, pero lo único que le di
fue un pellizco con mi colmillo en su labio inferior. Me puse de pie y
presioné su vientre contra el escritorio, usando mi pie para separar
sus piernas.
—Pon las manos donde deben estar. — dije en voz baja y
profunda, casi demasiado baja para que me oyera porque estaba a
punto de estallar.
Ella se levantó y se agarró al borde, estirándose para mí,
abriendo su cuerpo exuberante y flexible para que pudiera follarla con
los ojos.
Llevaba un par de leggings, el material se estiraba y se amoldaba
a cada parte perfecta de su cuerpo.
Para ser tan pequeña, Ada tenía el trasero más regordete, uno
que me hizo agua la boca.

Sotelo, gracias K. Cross & Botton


A pesar de saber que tenía que ir a un lugar en un par de horas,
me sentía demasiado animal en este momento como para que me
importara mantener su ropa intacta.
—Voy a follarte, bebé. Te voy a follar tan fuerte que vas a caminar
raro cuando salgas a tu cita. — Agarré el borde de sus pantalones.
Miró por encima del hombro y exhaló con cero convicción: —Ni
lo pienses, Sebastian. Me gustan estos pantalones.
Todo lo que hice fue reírme sombríamente. — ¿Crees que me
dices cómo voy a follar con mi compañera?— Dejé que una sonrisa
lenta y tortuosa se extendiera por mi cara. —Yo hago la follada, bebé.
Ya lo sabes.
Dejé que viera mis colmillos alargados un segundo antes de
inclinarme y arrancarle los leggings como si no fueran más que papel
de seda.
El material se adhirió a su cuerpo durante un segundo antes de
romperse y caer al suelo. Y entonces ahí estaba ella, inclinada sobre
mi escritorio con su pálido y perfecto culo levantado, el diminuto tanga
encajado entre sus nalgas y haciendo que se me hiciera agua la boca.
Tenía las pecas más bonitas por todo el cuerpo, unas que
memorizaba cada vez que la tenía desnuda.
Acercó las piernas y metí el pie entre ellas, pateándolas una vez
más. —Sé una buena chica y haz exactamente lo que quiero, dulzura,
o te haré doler el culo... como a ti te gusta. — Esa última parte fue un
gruñido áspero de mi pecho.
No respondió, pero sacó el culo, lo que me hizo reír con un oscuro
placer.
Le toqué una nalga y luego la otra, pasando la mano por encima
para calentar la piel. Cuando me miró por encima del hombro, le
sostuve la mirada mientras bajaba la mano y la azotaba.

¡Bofetada!
—Ojos al frente, querida.

Sotelo, gracias K. Cross & Botton


Gimió y miró al frente, y yo continué frotando mi mano sobre su
culo. De un lado a otro, suavizando el escozor que acababa de
causarle.
Ver la huella de mi mano ya en el delicioso montículo hizo que
mi polla se sacudiera. Mi polla estaba tan dura que palpitaba detrás
de mis pantalones, clavándose en la cremallera. La azoté una y otra
vez, y luego giré la mano para golpear su coño empapado.
El sonido de mis palmas al chocar con su jugoso coño me hizo
gruñir como una fiera.
Con la mano que tenía libre, me toqué la polla a través de los
pantalones, apretando la circunferencia hasta que siseé y pude ver
cómo se formaba una mancha de humedad en la parte delantera por
el presemen. Ya estaba goteando como un hijo de puta y eso que
acabábamos de empezar.
Retrocedí un paso y me puse en cuclillas, con una nalga en cada
mano mientras agarraba la carne y la apretaba con fuerza.
Mi chica jadeaba pero escuchaba muy bien mientras mantenía
la mirada hacia delante.
—Ahora, ahora, pequeña, puedes decirme lo que quieres. — Pasé
mis colmillos por su trasero, raspando las afiladas puntas en su pálida
carne hasta que vi cómo la piel se abría y la sangre se deslizaba como
líneas de rubí. —Y solo porque te he dado permiso.
Y cuando aplasté mi lengua y lamí esos dulces rastros cobrizos
de su cuerpo, recibí una sacudida por lo deliciosa que era. Me sentí
como un adicto a la cocaína esnifando líneas, pero mi adicción no era
del tipo químico. No, estaba totalmente consumido por esta perfecta
Fae.
—Ahhh. — gritó, pero no me dijo que parara. Abrí más sus
piernas hasta que pude ver lo empapado que estaba el material.
—Mmmm, tan mojada que tu miel gotea por tus muslos, bebé.
Me da hambre. — Pasé mi lengua por los jugos de su coño,
lamiéndolos, gimiendo por más. Y lo conseguí.
—Sebastian. — gritó.

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—Dime lo que quiero oír y te lo daré todo. — Agarré su cintura,
mi agarre lo suficientemente fuerte como para que tuviera moretones,
marcas en esta piel de porcelana que le recordaran a quién pertenecía.
—Quiero que me comas.
Tarareé esas palabras. —Cuéntame más.
Sus jadeos aumentaron y su cuerpo tembló.
—Cuéntame con obsceno detalle lo que quieres que te haga tu
obsesionado compañero.
El sonido de sus uñas arañando la madera era fuerte y me
excitaba como un hijo de puta. Por otra parte, Ada no tenía que estar
en la misma habitación que yo y estaba más duro que un tubo de
plomo.
—Tan bonita. Tan... mía.
Escuché más raspaduras y quise que dejara marcas en mi
escritorio. Quería mirarlos y que me recordara una y otra vez lo fuerte
que le había arado su apretado coño y la había hecho correrse.
—Quiero tu boca en mi coño. — exhaló.
—Cuéntame más. — Todavía estaba en mis rodillas, mi dedo
pasaba por debajo del cordón de su tanga mientras tiraba suavemente
hacia arriba antes de dejar que volviera a encajar en su sitio.

Snap. Snap. Snap.


—Quiero que me lo arranques, Sebastian.

Snap. Snap. Snap.


—Quiero que se clave en mi piel un segundo antes de que caiga
al suelo…
— ¿No sabes, cariño, que cada vez que te arranco las bragas, las
guardo para poder masturbarme con tu olor cuando no estés aquí?
Gimió y le quité la ropa interior entonces, observando como el
elástico hacía una línea roja en su cadera antes de romperse y que yo
la sujetara completamente.

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—Mírame. — le dije esa única palabra, y cuando me miró a los
ojos, me llevé su tanga a la nariz e inhalé profundamente. —Esto es lo
que hago cuando tengo mi enorme y gorda polla en la mano y me
masturbo hasta correrme por todo el lugar. — Dejé que me viera meter
la ropa interior en el bolsillo.
—Eres un bastardo desagradable. — susurró. —Pero me gusta.
—Sé que te gusta, dulzura. — Volví a centrarme en su culo, y
luego la abrí para poder ver esa perfecta raja rosada y húmeda, y el
pequeño agujero anidado entre las mejillas. — ¿Recuerdas la última
vez que te follé el culo? ¿Recuerdas que me dijiste que era demasiado
grande y grueso... que te dolía?
Gimió en respuesta. —Sí. — maulló.
—Dime qué más quieres. Sabes que soy un hijo de puta
asqueroso al que le gusta oírte decir esa mierda asquerosa.
—Quiero que entierres tu cara entre mis muslos y me lamas el
coño hasta que me corra. — Como para enfatizar su punto, inclinó sus
caderas hacia arriba.
—Mmmm, eres una buena chica. — Arrastré mi lengua por su
raja, su coño estaba tan mojado que mi barbilla y mis mejillas ya
estaban empapadas.
Los sonidos descuidados de mi consumo me hicieron palpitar la
polla, y solté sus nalgas, los montículos enmarcando mi cara mientras
la sondeaba con mi lengua y me movía para chupar su clítoris.
Me aflojé el cinturón, me desabroché la cremallera y el botón del
pantalón, y liberé mi polla. La polla estaba lista para salir. Agarré la
longitud y empecé a acariciarme desde la raíz hasta la punta,
exprimiendo el presemen de la corona hasta que sentí que me cubría
la mano.
Mi gemido fue instantáneo al sentir su sabor en mi lengua. Gruñí
contra su coño y luego me dirigí a su hinchado clítoris. Lo chupé y
sentí cómo empezaba a frotar su coño sobre mi cara, sabiendo que así
podría hacerla correrse rápidamente.

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—Dame uno así, dulzura. — Mis palabras fueron amortiguadas
contra su raja, y solo me detuve lo suficiente para exigirle que me diera
esto.
Empezó a empujar su culo y su coño hacia mí, y yo mantuve una
mano en mi polla mientras me masturbaba. La otra mano estaba de
nuevo en su culo, golpeándola cada vez que hacía un profundo tirón
de su clítoris.
—Eso es. Trabaja ese coñito en mí como mi buena chica. — Gemí
y cerré los ojos al sentir que mis pelotas se levantaban. Mi mano
estaba cubierta de presemen, mi cara empapada de su néctar. — ¿Te
gusta poner a papi tan duro que podría correrme sin estar dentro de
ti?
Su gemido fue largo y fuerte mientras se corría para mí.
Empecé a follarla con la lengua, entrando y saliendo de ella
mientras me masturbaba más rápido. Dios, me iba a correr si seguía
así. Pero no había forma de que me detuviera, no hasta que se
desplomara contra mi escritorio porque sus piernas no podían
sostenerla más.
Y sesenta segundos más tarde, hizo eso mientras bajaba de su
altura.
—Ese es uno, bebé. — Le di una fuerte palmada en el culo, y ella
gimió, retorciéndose debajo de mí mientras yo suavizaba el agudo
escozor que sin duda sintió con mi mano.
Cuando me puse de pie, me bajé los pantalones hasta que se
acumularon a mis pies, la azoté de nuevo y le gruñí que se mantuviera
separada, y luego le clavé la punta de mi polla en el agujero de su coño
y la introduje profundamente de un solo golpe brutal.
—Quiero dos más antes de que terminemos aquí.

Smack! Smack!
Le pasé la mano por la nalga izquierda y luego por la derecha, la
carne se sacudió por la fuerza mientras me quedaba sentado dentro
de ella, sintiendo cómo las paredes de Ada se apretaban a mí alrededor
mientras su coño se contraía por el orgasmo.

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—Oh... Dioses. —estaba apretando mi escritorio en este punto
mientras empujaba pulgada tras pulgada de mi polla dentro de ella.
—Siempre estás tan duro. Es demasiado. Eres demasiado grande.
Le di una palmada en el culo mientras le metía otro centímetro
de polla. —Te encanta que te duela. — Las palabras fueron siseadas a
través de los dientes apretados. El sudor me cubría la frente mientras
luchaba por no correrme ya. —Te gusta cuando sientes que estoy
partiendo este coñito en dos.
El sonido de su frente conectando con el escritorio cuando se
apoyó completamente en él fue fuerte en mi oficina.
Empecé a follarla de verdad, sujetando sus caderas mientras
tiraba de ella hacia atrás al mismo tiempo que la penetraba de golpe.
Mis pelotas golpeaban su suave coño cada vez que tocaba fondo dentro
de ella.
Estaba de nuevo al borde de otro orgasmo, y quería sentir sus
paredes chupando mi longitud. No tenía intención de correrme
mientras estaba enterrado en su coño.
No, iba a follarla por el culo y a llenarla ahí, dejándola sentir lo
caliente que estaba mi semen.
Después de eso iba a sacar y ver cómo se deslizaba fuera de ese
apretado agujero como el asqueroso cabrón que era.
Mis uñas eran garras que se clavaban en sus costados. Moví mis
manos hacia arriba, luego las arrastré hacia abajo, pasando las
puntas por sus costados para que las ronchas rojas estropearan su
piel.
Entonces se volvió loca, sacudiéndose debajo de mí, tratando de
empalarse más fuerte y más rápido cada vez que yo empujaba hacia
arriba.
Le golpeé el culo con la suficiente fuerza como para que el
chasquido de mi palma al golpear su carne ahogara todo lo demás.
Mi sudor goteaba sobre su espalda y me incliné hacia delante,
recorriendo con mi lengua la longitud de su espalda y lamiendo la
combinación de nuestro sudor.

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La rodeé y le agarré el cuello, añadiendo presión, sabiendo que
a mi chica le gustaba un poco de dureza.
—Jesús jodido cristo. Eres el culo más caliente, bebé.
—Fóllame más fuerte. — suplicó, con la voz crispada mientras le
apretaba un poco más la garganta.
—Mírame. — exigí, pero no le di la oportunidad de obedecer, ya
que utilicé mi agarre en su cuello para girar su cabeza hacia un lado.
Quería que me mirara a la cara mientras la penetraba, mientras
la llevaba al límite antes de sacarla y volver a hacerlo. Quería que Ada
se estirara tanto que, cuando terminara, se sintiera como si acabara
de perder su virginidad de nuevo.
—Tengo que tener la polla bien mojada para poder abrirte bien
el culo.
Inclinó la cabeza hacia atrás, y la larga caída de su pelo rojo cayó
en cascada sobre un hombro. —Dices las cosas más sucias.
—Te encanta, mi chica sucia.
—Sí.
Clavé mi mirada en su garganta, observando la pesada vena que
subía por el costado de la misma pulsando salvajemente. Se me hizo
agua la boca por probarla.
La penetré una vez, dos veces, y a la tercera me enterré hasta las
pelotas mientras giraba mis caderas. Se corrió por mí, su humedad
brotó de ella y lo hizo todo tan descuidado que tuve que apretar los
dientes para no llegar al orgasmo en ese momento junto con ella.
Antes de que se le pasara el efecto, cuando todavía podía sentir
sus músculos internos apretando mi polla, me retiré y me agarré la
polla, acariciándome de nuevo y mirando mi brillante longitud.
La visión de lo mojado que estaba mi pene por lo preparada que
estaba Ada para mí me excitó como un hijo de puta.
Volví a ponerme en cuclillas y mantuve su culo abierto mientras
miraba ese apretado agujero. La había follado aquí antes, muchas
veces en el último mes desde que habíamos vuelto.

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Pero cada vez que estaba con ella era como la primera. Me volvía
loco, me ponía celoso al pensar que otro hombre pensara en ella.
Y solo esos pensamientos me hacían follar con ella de forma dura
y brusca, la agresividad y la naturaleza territorial de mí salían a relucir
durante el sexo.
Estaba cubierta de moretones, marcas de mordiscos y arañazos.
Pero a mi chica le encantaba todo. Pedía más, incluso me arañaba.
Y yo estaba tan enamorado de ella que, aunque no estuviéramos
apareados, sabía que sería mía. No habría parado hasta hacerlo
realidad.
Cerré los ojos e inhalé profundamente. Olía como el jabón de
limón y vainilla que utilizaba para limpiar su piel. Había un trasfondo
de su transpiración salada pero dulce y el aroma almizclado y
embriagador de su excitación resbalando por su coño.
Cuando abrí los ojos, se me hizo agua la boca al ver su culo. Me
incliné hacia atrás y escupí en ese pequeño agujero, mojándolo bien,
asegurándome de que estaba bien lubricado para cuando me corriera.
Extendí la mano y pasé el dedo por el agujero, empujando
suavemente el dedo y la saliva en el interior. Tendría que estar
empapada para poder soportar mi enorme polla.
Volví a escupirle y ella levantó el culo, gimiendo. Pude ver los
jugos de su coño cubriendo el interior de sus muslos, mi chica
necesitada. Sin poder evitarlo, la lamí hasta dejarla limpia. Era el
sabor más adictivo que jamás había tenido.
Joder, nunca tendría suficiente.
Arrastré mi lengua por su hendidura, introduciéndola en su
coño, y luego continuando hacia arriba hasta rodear su culo. Lamí y
exploré, escupiendo continuamente sobre ella para mojarla.
Solo cuando mi saliva goteaba por sus nalgas, me puse de pie,
busqué mi polla de nuevo y apunté la punta a la entrada.
—Prepárate, cariño. Esto va a doler.
Coloqué la cabeza de mi polla en su culo, pero no empujé dentro.
Empecé a golpear el apretado anillo de músculo con la punta, el sonido

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de la piel húmeda encontrándose con la piel húmeda me arrancó un
gemido.
Empujé la cabeza a través del apretado anillo muscular,
sintiendo su resistencia. —Aguanta, Ada. — dije entre dientes
apretados. —Ya sabes cómo lo hacemos. — Le di un golpe en el culo
lo suficientemente fuerte como para que gritara, con la mejilla
sacudiéndose.
Se hundió, abriéndose, y yo introduje un centímetro más, con el
sudor resbalando por mi sien y la camisa empapada de sudor. Apreté
mis manos alrededor de los carnosos montículos, tomando enormes
trozos de su culo entre mis manos mientras empujaba centímetro tras
centímetro al mismo tiempo que la tiraba de nuevo hacia mí.
Su agujero se abrió, rosado y brillante, estirado alrededor de mi
circunferencia. No podía dejar de mirar, no podía evitar acercar mis
manos y enmarcar donde estaba enterrada.
—Buena chica. Mírate. — exhalé. —Tomando esta gorda polla
como si hubieras nacido para ello. — No podía respirar mientras el
placer aumentaba. Acerqué mis dedos, tocando el anillo de su culo y
mi polla mientras empezaba a follarla.
Me aseguré de ser lento y gentil al principio. Pero ese fue el único
respiro que recibió de mí. Una vez que la tuviera bien estirada, la
follada de verdad ocurriría.
Esto era lo más parecido a hacer el amor que jamás haría.
Deslizando mi mano por el centro de su espalda, metí los dedos
en su pelo y agarré un trozo de su cuero cabelludo, echando su cabeza
hacia atrás. Su boca se abrió y gritó.
Y entonces me follé el culo de mi compañera.
Con una mano en el pelo y otra agarrando su cintura, tiré de ella
hacia atrás mientras la penetraba. Más fuerte, más rápido, cada vez
más brutal, ya que lo único en lo que podía concentrarme era en llegar
al final, en correrme y encontrar ese éxtasis que solo Ada me daría.
Todo lo demás se desvaneció y me concentré en el lugar donde
estaba enterrado, en cómo mi polla desaparecía entre esas mejillas

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pálidas y pecosas, en cómo cada vez que salía, la longitud era
resbaladiza y brillante y... joder, me estaba viniendo.
—Ada. — gemí y dejé que mi cabeza cayera hacia atrás, cerrando
los ojos, tratando de aguantar. Hacer que esto dure. Un poco más. Un
poco más.
Cuando abrí los ojos, fue para ver la cabeza de Ada girada hacia
un lado y su mirada fija en mí.
—Sebastian...
—Sé lo que necesitas. Sí, lo sé porque también lo quiero. — Me
incliné sobre su cuerpo, cubriendo su espalda con mi pecho, aparté
completamente su pelo del cuello y miré fijamente esa arteria
palpitante. Golpeé, hundiéndome profundamente, y saqué la dulce y
espesa ambrosía cobriza que corría por sus venas.
Un gemido me abandonó y la oí gritar mientras se corría.
Metiendo la mano entre sus piernas, introduje dos dedos en su coño
y los bombeé dentro y fuera, sintiendo cómo ordeñaba los dedos. —
Eso duele mucho, ¿verdad, dulzura?— Mis palabras fueron
murmuradas contra su carne porque era demasiado codicioso para
desenganchar mis colmillos. Sabía demasiado jodidamente bien. Lo
mejor.
Gimió y asintió y eso fue lo que me llevó al límite.
Mantuve mis colmillos enterrados profundamente mientras
llegaba al orgasmo, llenando su culo de semen. Los sonidos que salían
de mí eran entrecortados y animales.
Cuando me aparté, vi cómo su sangre goteaba en dos estelas por
su cuello. Me acerqué y la unté, pintándola con la sangre.
—Mírame.
Abrió los ojos, con una expresión aturdida y llena de orgasmos.
Levanté mis dedos ensangrentados y se los llevé a la boca. —Mira qué
bien sabes. — Le metí los dedos en la boca sin esperar respuesta. Pero
a mi chica le encantó. Los chupó, gimiendo alrededor de mis dedos y
sacando más semen de mí.

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Con un gruñido, me retiré hasta que mi polla, aún dura como
una roca, quedó libre. Agarré la longitud y me acaricié, mi cuerpo se
estremeció mientras me corría un poco más. Los chorros de semen
salieron disparados, aterrizando en gruesas cuerdas sobre su culo y
su coño.
—Eso es todo. — Recogí el semen y lo introduje en su coño. —
Pertenezco aquí. Te quiero llena de mi semilla. Siempre.

—Mmmm.
Unté el resto de mi semen por todo su coño y su culo,
asegurándome de que quedaba marcada y olía a mí.
Pasé mis manos por sus costados, besando las partes que podía
alcanzar.
—Mi dulce chica. Eres tan preciosa para mí. — murmuré contra
el centro de su espalda. —Lo más importante de mi vida. — Inhalé
profundamente. Las gotas de sudor desaparecieron al enfriarse su
piel. —Ahora me doy cuenta de que antes de ti estaba muerto. Un
muerto en vida. Solo sobreviviendo. — Me dolía el pecho; se me encogió
el corazón. —Nunca te dejaré ir. Prefiero morir a que eso ocurra.
—No me voy a ninguna parte, Sebastian. —se movió debajo de
mí y retrocedí.
Cuando se puso de pie, alisé su camisa, sus pantalones rotos a
la mierda, pero a ella no le importó mientras me sonreía.
La atraje y rodeé su cuerpo con mis brazos, sin molestarme en
ajustar mis pantalones. Durante largos minutos me limité a abrazarla,
pasando mi mano por su espalda, el demonio sediento de sangre que
había en mí se contentaba por el momento con tener a su compañera
cerca.
— ¿Qué harías…? — dijo en voz baja, y luego se detuvo.
Enterré mi cara en su cabello de nuevo, inhalando el olor más
dulce que se adhería a ella.
— ¿Qué pasa, bebé?
Como no dijo nada durante mucho tiempo, me aparté para
acariciar su cara. — ¿Qué pasa, dulzura?

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Tenía una expresión de nerviosismo en su rostro que me puso
instantáneamente en alerta. Pero antes de que pudiera comenzar a
preguntar quién la había lastimado para poder joderlos, ella sonrió y
tomó mi mejilla. Ese pequeño toque calmó al instante el demonio
vengativo que llevaba dentro.
—Tan protector. — murmuró. —Quería preguntarte qué opinas
de los niños.
Por un segundo su pregunta me cogió desprevenido. — ¿Niños?
Tragó saliva, su garganta trabajando mientras asentía.
El aroma de su nerviosismo se elevó y fruncí el ceño, odiando
que se pusiera nerviosa a mí alrededor. —Nunca en mi vida he tenido
una opinión sobre los niños. — Me encogí de hombros.
Se quedó mirando, con las cejas fruncidas.
— ¿Te ha dicho algo alguna mierdecilla?— Me miró y arqueó una
ceja. —Quiero decir, no hago daño a los niños, pero les doy una severa
charla sobre el respeto. O puedo darle una patada en el culo a su
padre por no enseñarles mejor.
Parpadeó antes de soltar una carcajada. —Dioses, te amo. — En
cuanto dijo las palabras, sus ojos se abrieron de par en par y cerró la
boca.
Mi corazón, que había calmado su frenético ritmo al follar con
Ada, volvió a acelerar ante su confesión.
—Dilo otra vez. — exigí, frenético por escuchar esas tres palabras
que salían de su exuberante boca. Sacudí la cabeza y cerré los ojos,
luego dije más suave, más gentil: —Por favor, dilo otra vez, dulzura.
Ada levantó la mano, me cogió las mejillas y se puso de puntillas
para presionar sus labios contra los míos. —Sebastian Darris... te
amo. — Me besó una vez, dos veces, y un tercer picotazo. —Te amo
tanto que es un poco molesto lo obsesionada que estoy contigo.
La aplasté contra mí y la besé durante tanto tiempo que supe
que no podía respirar. Sabía que la estaba abrazando demasiado
fuerte. Pero, por Dios, no podía evitarlo. Mi compañera me amaba. A
mí. Un maldito loco que había matado por deporte durante más de un

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siglo. Yo, que había sido llamado sociópata y abrazaba ese título
porque era cierto.
Hasta ella.
Hasta Ada.
Me insufló vida, me hizo comprender que había mucho más en...
todo esto que lo que había estado haciendo.
—Te amo. Hasta que mi corazón deje de latir y me pudra en la
tierra. Eres mía y todo mi amor es tuyo. — Mis palabras eran firmes,
la certeza en ellas era clara.
Apoyó su frente en el centro de mi pecho, y seguí recorriendo su
espalda con la mano, y luego subí para acariciar su nuca.
Durante unos largos momentos me dejó abrazarla, tal vez
comprendiendo que necesitaba esto, necesitaba la seguridad de que la
tenía y que nunca la dejaría ir.
— ¿Sebastian?
— ¿Hmmm, dulzura?
Se le cortó la respiración. — ¿Qué dirías si te dijera que me
gustaría hablar de formar una familia?
Me quedé quieto, sus palabras eran algo que nunca en mi vida
había pensado que me dirían.
Me quedé sin palabras, pero entonces sentí que mi sonrisa se
extendía. Me sentí... me sentí jodidamente feliz, mi pecho caliente
porque esta mujer, esta increíble hembra, quería tener una familia
conmigo.
—Quiero darte todo, todo. — La besé cuando abrió la boca,
impidiendo que dijera nada. —Pero en este caso también quiero esto,
Ada. Joder, quiero llenarte, dejarte embarazada y tener al pequeño
Adas corriendo por ahí. — La imagen de eso hizo que mi sonrisa se
ampliara. —Niñas con pelo rojo y ojos verdes como su madre.
— ¿En serio? — susurró, con los ojos muy abiertos.
—Bebé... — Se me apretó el pecho y me pasé la palma de la mano
por él. —De verdad. — Besé la punta de su nariz y me retiré. — ¿Qué

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tal si empezamos con eso ahora mismo?— Antes de que pudiera
responder, la levanté en mis brazos, con su chillido de sorpresa y
felicidad resonando en mi oído.
Le besé la sien mientras salía de mi despacho, subía las
escaleras y entraba en nuestro dormitorio.
—Primero te voy a follar en la ducha, luego en la cama...
—Primero la ducha, luego mi cita de terapia y después la cama.
— dijo entre risas.
Hice un sonido de frustración y abrí la puerta del baño de una
patada. —Bien. Pero para que lo sepas... — la lamí de la barbilla a la
sien. —Te voy a follar dos veces antes de dejarte ir a dormir.
Y ella sabía que cumpliría esa puta promesa.
—Empecemos a hacer ese bebé, dulzura.

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Epílogo
LENNOX

—Esto no es una pérdida de tiempo, Lennox. — dijo la doctora


Bronwyn Mikonovich con esa voz suave y apaciguadora que tiene.
No respondí.
—Esto es bueno para ti. Ha ido bien, ¿no crees?
Resoplé. —Si crees que ser obligado por mi padre a venir aquí
semanalmente mientras me dices toda la mierda que puedo hacer para
'mejorar mi vida', entonces tú y yo tenemos ideas muy diferentes sobre
lo que ha ido bien.
Se echó hacia atrás en su silla y asintió de esa manera que me
molestó muchísimo. Porque realmente parecía que entendía lo que
quería decir.
También la forma en que me miraba fijamente me decía que
podía ver a través de mis tonterías y quería llamarme la atención. Pero
también me dijo que todavía no habíamos llegado a ese punto en
nuestra relación profesional para poder abrirnos de verdad como ella
quería.
Miré mi reloj. —Se acabó el tiempo, Doc. — dije y me levanté, el
sofá detrás de mí parecía un maldito mueble de casa de muñecas
comparado con mi tamaño.
Ella exhaló, pero no dijo nada en respuesta, y se puso de pie
también, dejando su tableta en la mesita junto a su silla y mirándome
para, una vez más, regalarme esa sonrisa apaciguadora.
La empequeñecí tanto que tuvo que inclinar la cabeza hacia
atrás para mirarme a la cara.
Ser un Lycan significaba que era un hombre grande en general,
pero desde mi accidente y la pérdida de la única parte integral de mí -
mi Lycan, mi animal interior-, todo lo que había hecho era
concentrarme en hacer ejercicio.

Sotelo, gracias K. Cross & Botton


Me ayudaba a mantener la cabeza despejada y centrada. Me
ayudaba a no obsesionarme con las cosas que no podía cambiar.
Al pensar en dejar de sentir mi bestia interior dentro de mí, sentí
que esos oscuros zarcillos de la nada empezaban a arrastrarse por mí.
Habían sido mis amigos -o enemigos, más bien- durante mucho
tiempo después de mi accidente, después de que mi cara quedara
marcada cuando atacamos a nuestros enemigos.
Ni siquiera era la maldita cicatriz lo que me molestaba. Era el
hecho de que después de despertarme de mi accidente, no había sido
capaz de sentir a mi lobo.
Era como si me hubiera abandonado en el momento en que más
lo necesitaba.
Sabía que podía sentir lo nervioso que estaba constantemente y
oler esa energía frenética en mí, ya que ella también era una Lycan.
Pero no parecía intimidada. Ni un poco. Por otra parte, estaba
seguro de que ella veía un montón de Otro Mundo que tenía asuntos
mucho más oscuros que yo.
—Te veré la próxima semana, Lennox.
Gruñí mi afirmación, porque tanto ella como yo sabíamos que no
tenía elección.
Padre o no, cuando el rey escocés de los Lycans te decía que
hicieras algo, lo hacías de una puta vez, le dabas las gracias y pedías
repetir.
Salí de su despacho y estaba en mi todoterreno antes de darme
cuenta de que había hecho el pequeño trayecto. Me senté en el asiento
del conductor durante un minuto con las manos en el volante, el cuero
crujiendo mientras apretaba lentamente los dedos alrededor de él.
La verdad era que estaba jodidamente agotado. Mi padre se
había hartado de verme abatido en mi habitación, maldiciendo al
personal en arrebatos de ira por mi frustración, o buscando peleas con
mis hermanos o con la Guardia.
La testosterona y la agresividad en mi cuerpo eran tan altas que
empezaban a ahogarme.

Sotelo, gracias K. Cross & Botton


Llevaba demasiado tiempo sin poder transformarme en mi
animal, algo que podría haber manejado si hubiera sabido que podía
hacerlo en algún momento. Pero no lo sabía. No tenía ni puta idea de
por qué mi bestia interior se había ido o si alguna vez volvería.
Y como no había antecedentes de que esto le ocurriera a nuestra
especie, nadie sabía cómo ayudar.
Era un picor bajo mi piel, un ardor en mis venas. Era esa
sensación de tener tanta sed que duele físicamente.
Me apresuré a volver a la finca, aunque debería haberme tomado
mi maldito tiempo. No quería ver las miradas de compasión que me
lanzaban todos los que me cruzaba.
Al diablo con su compasión.
Nunca podrían saber la destrucción que uno siente cuando ya
no tiene esa otra parte de sí mismo. Me pregunté si esto era lo que se
sentía al tener una compañera y que te la quitaran.
Era un vacío.
Apestaba.
No me molesté en pasar por la puerta principal cuando llegué a
la finca, solo estacioné y me dirigí a una de las entradas menos
utilizadas.
Pude oír voces al otro lado de la propiedad y levanté la vista para
ver a mi padre con unos cuantos de la Guardia, su ejército personal
de Lycans, trabajando en la lucha.
Aunque teníamos todo un nivel inferior en la finca dedicado al
entrenamiento, tener un terreno natural para acostumbrar el cuerpo
a diferentes posturas era mejor.
Agaché la cabeza y entré, cruzándome con algunos miembros del
personal que se dedicaban a limpiar o cocinar.
Estos hombres y mujeres me habían visto crecer hasta
convertirme en el hombre que era hoy. Y me habían visto caer
lentamente en el fondo del barril.
Me pregunté qué pensaban realmente de mí.

Sotelo, gracias K. Cross & Botton


Me pregunté si todavía sentirían simpatía o me regalarían sus
tristes sonrisas si no fuera uno de los príncipes de los Lycans
escoceses.
Una vez arriba, me dirigí por el pasillo a mi habitación,
agradeciendo no haberme encontrado con mi hermano, Tavish, o con
mi madre.
Con Caelan apareado y viviendo con su hembra, solo lo veía
cuando venía de visita o hacíamos ejercicio juntos.
Pero Tavish no estaba casado -como yo- y seguía en la finca. Y
como me había convertido en un cabrón insoportable y huraño, me
encontraba peleando con él casi cada vez que nuestros caminos se
cruzaban.

Es porque quieres volver a sentir.


Me sentía como un maldito idiota la mayor parte del tiempo.
Chasqueando a mi padre, ignorando los suaves impulsos de mi madre
para que me abriera y hablara con ella, y metiéndome en altercados
físicos con mis hermanos. Y joder, ni hablar de ser un imbécil con el
personal y la Guardia.

Sobre todo ella.


Me pasé una mano por la cara. Estaba cansado, pero no era del
tipo físico. No, tenía energía para días en lo que a eso se refiere.
Este agotamiento era del tipo mental y del alma.
Disminuí la velocidad y finalmente me detuve frente a la puerta
de mi habitación, vi que estaba entreabierta y me ericé al instante
cuando inhalé profundamente y capté su aroma.
Uno pensaría que con lo jodidamente miserable que era para
todo el mundo, ella captaría la indirecta y me dejaría en paz, o al
menos se mantendría alejada.
Empujé la puerta para abrirla con más fuerza de la necesaria,
pero estiré la mano y la detuve antes de que se rompiera contra la
pared. La luz del cuarto de baño estaba encendida, y me encontré
acechando la puerta abierta y mirando al interior.

Sotelo, gracias K. Cross & Botton


Aisling estaba doblada por la cintura mientras colocaba una pila
de toallas debajo del lavabo. Su atuendo estándar de sirvienta, blanco
y negro, se ajustaba a sus curvas.
No pude evitar apreciar su aspecto, ni dejar de mirar los
redondeados montículos de su trasero. El material se tensó cuando
cambió de posición y apreté la mandíbula cuando sus generosas
caderas, sus gruesos muslos y su culo se hicieron aún más visibles.
El hecho de que no se hubiera dado cuenta de que estaba ahí
me molestó. ¿Acaso no se cuidaba o era consciente de su entorno? ¿No
sabía cuándo una amenaza estaba justo detrás de ella?
Aunque nunca la lastimaría, ni siquiera soñaría con eso, ella era
una Lycan y debería haber sido capaz de darse cuenta de mi presencia
incluso antes de que entrara en la habitación.
Fruncí el ceño, molesto porque me importaba una mierda.
—Creí que te había pedido que dejaras de entrar aquí. — Mi voz
era un gruñido ronco que la sobresaltó tanto que se levantó de un
salto y gritó, dándose la vuelta mientras apretaba una sola toalla
contra su pecho.
Pero ni siquiera el material de felpa podía ocultar la generosa
hinchazón de sus pechos mientras se agitaba. Solo me dio esa
expresión de asombro durante un segundo antes de que sus ojos se
entrecerraran.
Enderezó los hombros y me miró fijamente. Y sentí... algo. Sentí
que se me tensaban los huesos, que se me contraían los músculos.
¿Era excitación? No sentía la necesidad de abalanzarme sobre
ella y devorarla, pero era una sensación que me llevaba de cabeza a
un territorio desconocido.
Nos miramos el uno al otro, y su pequeña nariz se ensanchó con
indignación cuando inhaló con fuerza. Estaba seguro de que
probablemente estaba pensando en la última vez que nos habíamos
encontrado.
Me había estado trayendo toallas de nuevo, irónicamente, y casi
gruñí en su dirección hasta que salió corriendo de la habitación. Si la

Sotelo, gracias K. Cross & Botton


memoria no me falla, también tiré las toallas fuera de la habitación,
ladrándole que me dejara en paz.
Se había mantenido alejada de mí hasta ahora. Por otra parte,
probablemente no esperaba que volviera.
Aparte de mi familia, Aisling parecía ser la única que apretaba
los dientes y no aguantaba mis tonterías.
Puso la toalla bajo el fregadero y cerró las puertas del armario.
Cuando se enderezó y alisó con la mano el delantal blanco que cubría
su vestido negro planchado, no pude evitar dejar que mi mirada se
detuviera en sus curvas femeninas.
Era linda. Realmente jodidamente linda. Y su cuerpo... tan
curvilíneo y grueso que, de hecho, cerré las manos en puños a los
lados, con las uñas clavadas en las palmas.
El ruido de ofensa que hizo y la forma en que cruzó los brazos
sobre el pecho me hicieron sonreír.
—Sé lo que has dicho. Pero no trabajo para ti.
Levanté una ceja ante el tono cortante de su voz.
—Y cuando el rey o la reina me piden que me ocupe de los
asuntos de la casa, eso incluye venir aquí y hacer mi trabajo, te guste
o no.
Levantó la barbilla como si me mirara con desdén y sentí que la
comisura de mi boca se contraía con diversión.
Podía ser exuberante con un cuerpo de mujer, pero era diminuta
comparada conmigo.
Di un paso hacia el baño, teniendo que girar ligeramente para
que mis hombros pudieran pasar por el ancho de la puerta.
La apretujé, llené el espacio para que ella tuviera que inclinar la
cabeza hacia atrás y mirarme. Y al inhalar profundamente, me
sorprendió oler solo una leve molestia proveniente de ella.
Mi corazón empezó a latir un poco más fuerte, la sangre se movía
más rápido por mis venas. No sabía qué demonios me estaba pasando
ahora mismo.

Sotelo, gracias K. Cross & Botton


Pero a pesar de lo molesto que era, a una parte de mí le gustaba
el misterio de por qué esta pequeña hembra provocaba esta fuerte
reacción en mí cuando nadie más lo había hecho.
Una palabra se filtró en mi mente, pero la aparté. Ya no tenía mi
lobo, ni el instinto que me decía que era mi compañera.
Siendo realista, supuse que me hacía sentir así porque no estaba
acostumbrado a esto de la gente. Estaba acostumbrado a su
aprensión, a la forma en que se mantenían alejados de mí. No estaba
acostumbrado a que se mantuvieran firmes.
—No eres como los demás. — dije distraídamente.
Sus ojos se encendieron ligeramente. —Si tienes un problema
específico con la forma en que hago mi trabajo o completo mis tareas,
eres libre de hablar con el rey y la reina al respecto.
Fue muy difícil no dar un paso más hacia ella. Porque la verdad
era que quería acercarme a ella. Me hablaba como si no fuera nadie
para ella. No me aplacaba, no me veía como a la realeza. Yo solo era
un maldito tipo que la molestaba.
Y a mí... me encantaba eso.
Fruncí el ceño ante mis propios pensamientos, que
probablemente parecían estar haciéndole esa expresión a ella. Y
cuando frunció los labios e hizo un pequeño sonido humph, una vez
más sentí que mi diversión aumentaba.
Dioses, hacía tanto tiempo que no sentía ningún tipo de humor
que era casi extraño para mí.
—Buen día. — dijo, un poco demasiado correcta, como si se
sintiera ofendida por mi actitud hosca.
Aisling fue a pasar por delante de mí, pero no me aparté, lo que
la obligó a detenerse cuando estaba a medio metro de donde yo estaba.
Echó la cabeza hacia atrás y me miró fijamente, y después de un
largo enfrentamiento en el que solo nos miramos el uno al otro, me
moví ligeramente hacia un lado, dejándole solo un pequeño espacio
para que pasara por delante de mí.

Sotelo, gracias K. Cross & Botton


Percibí su irritación e impaciencia, y finalmente retrocedí un pie.
Pasó, y cuando su hombro rozó mi abdomen al salir, sentí una
descarga eléctrica que me recorrió con tanta fuerza que todos los
músculos de mi cuerpo se contrajeron.
Salí del baño y la vi salir. Solo cuando me quedé solo, seguí
pensando en una cosa.
¿Podría ser ella mi compañera? Sin que mi lobo me lo dijera con
seguridad, no podía asegurarlo.
Lo que sí sabía era que quería averiguarlo.

Fin…

Sotelo, gracias K. Cross & Botton

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