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‘© Yannick Bose, Florence Gauthier y Sophie Wahnich Eicidn propiedad de Ediciones Ue Intervenci6n Cultural Viejo Topo Disefo: Miguel R. Cabot ISBN: 8495356-47-7 Depésita legal: B-40449-05 Iimprime: Trajete Impreso en Espa MAXIMILIEN ROBESPIERRE POR LA FELICIDAD Y POR LA LIBERTAD Discursos Seleccién y presentacién de Yannick Bosc, Florence Gauthier y Sophie Wahnich EL VIEJO TOPO SOBRE EL PROCESO DEL REY “NO HAY PROCESO ALGUNO QUE INCOAR” 3 de diviensbre de 1792, en la Convencién Este discurse fue promunciude por Rebespierre para gue no se retvasa~ se muds tr cuestion de la suerte reservada ail rey tras la insurrecetén del 10 de agosto de 1792. El rey, destronado de hecho por el pueblo, silo ise suspendido y luego encarcelado por los legisladores. Estos romaron la idecividn de rennir una Convencidn. Correspanderia a éta, de nuevo consciwense, declavay, hablando propiamente el destronamienso del rey vl forina que deberia tomar. Pero este destromamiento exa mds que labo riose. Les Convencionales se dividieron, Se puso por delante fa enestién le inviolabitidad reat con la esperanza de salvar una vez mds al rey. in evubaryo, esta inviolabilidad ligada a la Constitucién de 1791 no tiene sentido despues de la insurreecién popular. Esta ha conducido a una indeterruinacién del derecho constiucional, Las inicas normas para ac- inar som, pues, las del derecho natural y del derecho de gentes, “Cuando wae wacion ha sido forzada a recurrir al derecho de insurreccion, vucl- ve ul estaclo de naturaleza en relacién al tiname. ;Cému se puede invo- ear el pete sovial? El tirana lo ha aniquilado”. Por ello el proceso mis- we desprende de la insureeccién, Por una parte, esto supondria aque se bar escablecido ya las veglas juridicas que arin deben establecer- sey por vrre parte seria una desautorizacién del ejercicio del derecho de resistencia a fa opresicn. La euestin que los Convencionales tienen que resolver es la de tas forraas de la fundacion republicana después de fa insurreciéw del 10 de agosto. ‘ 7 Fs esta légica la que Robespierre enuncia tras Saint-fust, De este anode este discurso constituye ante todo una afirmacién polivica a favor 168 de la soberanta popular expresiada por la insurveccidn. Robespierre lucha contra wn proceso que constinuye una empresa de distorsién del acontecimiento revolucionario, "Yo io sé diseutiv largamente cuando estoy convencido de que deliberar es wn esedndalo” Este escindalo es el lel juego ale formas jevidicas eadlucas allt donde s8lo los principios pve den guiar la accidn, También es el de una false *humanidad", mas impresionada por la suerte del rey que por [a del pueblo. Es, en fin, la dela guerra civil que puede extallar si se tarda en grabar en los corazo- nies el desprecia hacia la monarguta, El pueblo, el 10 de agosto, se ha saloado asi mizia, la Convencisn debe hacer también una obra de sal- vacién publica reconociendo que el rey estd ya condenad. “Luis debe morir para que la patria viva". Robespierre argumenta centonces a favor de la pena de muerte. El rey constituye una cruel excepcién. Esta cruel excepcién se abate sobre les enemigos que ponen en peligro el cuerpo social. Aqui el peligro estd coastituido por la natu- rraleaa de los evtnenes del rey: perjuro, traidor a la nacién, Por estos echos no silo es extrario a su pueblo sino a la humanidad. El sobera- no tiene el deber,segtin las reglas del derecho natural, de desembara- zarse de esta bestia foroz. No hacerlo serfa una manera de abandonar “el gobierno recto”, segutit os términos eldsicas de la Repriblica de Jean Bodin y comporsarse como un simple grupo de bandidos. Hay que matar al rey para que se reconozca, en este tiempo de fiundacién, el alor normativo del derecho natural. Ciudadanos, La asamblea ha sido asrastrada lejos de la verdadera cuesti6n. Aqut no hay proceso alguno que incoar. Luis no es un acusado, Vosotros no sois jucces. Vosotros sblo sois y solo podeis ser hombres de estado y representantes de la nacidn, No tenéis que pronunciar sentencia alguna a favor o en contra de un hombre, sino una medida de salva~ ign piblica a rendir, un acto de providencia nacional a ejercer. Un rey destronado, en la Repiiblica, solo es bueno para dos usos, 0 para perturbar la cranquilidad del estado y socavar le libertad, 0 para afir- mar la una y la otta al mismo tiempo. Pero yo sostengo que el cars ter que ha tomado hasta aqui vuestra deliberacidn va directamente contra este fin, En efecto, ;cudl es la decisidn que fa sana politica 165 prescribe para cimentar la Republica naciente? Es la de grabar pro- fundamence en los corazones el desprecio hacia la monarqula y de golpear a los partidarios del rey dejindolos estupefactos, Ast pues, presentar al universo su crimen como un problema, su causa como objeto de la discusién mds imponente, més religiosa, la mas dificil que pueda ocupar a los representantes del pueblo francés; estable- cer una distancia insalvable entre el simple recuerdo de lo que fue y la dignidad de un ciudadano, es precisamente haber encontrado el secrete para volverle de nuevo peligroso para la libertad. Luis fue rey, y la Repdiblica ha sido fundada: la famosa cuestién. gue os ocupa queda zanjada con escas simples palabras. Luis ha sido destronado por sus crimenes. Luis denunciaba al pueblo francés como rebelde. El apel6, para castigarle, a las armas de sus colegas, Jos tiranos. La victoria y el pueblo han decidido que él era el rebel- de. Luis no puede ser juzgado. O dl esté ya condenado o la Repti- blica no esté absuelta. Proponer incoar el proceso a Luis XVI, sea de la forma que sea, ¢s retroceder hacia el despotismo real y consti- tucional. Es una idea contrarrevolucionaria porque pone a la mis- ma revolucién en tela de juicio. En efecto, si Luis atin puede ser objeto de un proceso, puede ser absuelto, Puede set inocente. Qué diigo! Sc le presume la inocencia hasta que sea juzgado. Pero si Luis es absuelto, si Luis puede ser presuntamente inocente, ;qué pasa con la revolucién? Si Luis es inocente, todos los defensores de la libertad se transferman en sus calumniadores. Los rebeldes serian los amigos de Ia verdad y los defensores de la inocencia oprimida. ‘Todos los anifiestos de las cortes extranjeras no son mds que reclamaciones legftimas contra una faccién dominadora. La detencién misma que Luis ha suftido hasta este momento es una vejacién injusta. Los federados, el pueblo de Paris, todos los patriotas del imperio fran- cés son calpables. Y este gran proceso, pendiente ante el tribunal de Ja nacuraleza, encre el crimen y la virtud, entee la libertad y la tita- nia, se decide al fin a favor del crimen y de la tirania Ciudacanos, estad en guardia, Estdis aqui engafiados por falsas nociones. Confundis las reglas del derecho civil y positive con los ics del derecho de gentes. Confundis las relaciones de ios Giudadanos entre ellos con las de las naciones con un enemigo que 166 conspira contra ellas, Confundis también la situacién de un pueblo en feyolucidn con la de un pueblo cuyo gobierno est consolidado, Confundis tuna nacién que castiga a un funcionatio puiblico, con- servando la forma del gobierno, con aquella que destruye el propio gobierno, Referimos a ideas que nos son familiares un caso extra- ordinario que depende de principios que no hemos aplicado jamds. Asi, como estamos acostumbrados a ver los delitos de los que somos testigos juzgados segiin reglas uniformes, nos vemos inducidos naturalmente a creer que en ninguna circunstancia las naciones pue- den, si quieren ser equitativas, castigar de otro modo a un hombre que ha violado sus derechos. Y donde nosotros ro vemos un jurado, un tribunal, un procedimiento, no vemos la justicia. Estos mismos términos que aplicamos a ideas diferentes de las que expresan en el 1uso ordinario, acaban por engafiarnos. Es tal el impetio natural del habitog/que miramos las convenciones més arbitrarias, y a veces la instituciones mas defectuosas, como la regla mas absoluta de lo ver- dadero y de lo falso, de lo justo y de lo injusto. No pensamos que la mayorfa de estos hébitos se basan alin necesariamente en los pre- juicios con los que nos ha alimentado el despotismo. Hemos esta- do tanto tiempo curvados bajo el yugo que nos levantamos dificil mente hasta los principios eternos de la razén, Que todo lo que se remonta a la fuente sagrada de todas las leyes parece tomar a nues- tos ojos un cardcter ilegal, y que el propio orden de la naturaleza nos parece un desorden, Los movimientos majsstuosos de un gran pueblo, los sublimes impulsos de la virtud se presentan muchas ve- ces ante nuestros ojos como las erupciones de un volein o el de- trumbamiento de la sociedad politica. ¥ ciertamente, esta contra- diccién entre la debilidad de nuestras costumbres, la depravacién de nuesttos espiritus y la pureza de nuestzos principios y la energfa de cardcter que supone el gobierno libre que osamos pretender, es la mayor de las causas de los disturbios que nos agitan. Cuando una nacién se ha visto obligada a recurrir al derecho de insurreccién, vuelve al estado de naturaleza en relacién al tirano, Cémo podria éstc invocar el pacto social? El lo ha aniquilado. La hacién puede conservar el pacto social en lo que conciemne a las relaciones de los ciudadanos entre ellos, si lo considera adecuado. 167 oe Pero el clecto de la titania y de la insurreccién es romper entera- mente en relacién al tirano. Es ponerlos reciprocamente en estado de guetta, Los tribunales, fos procedimientos judiciales sélo estin hechos nara los miembros de a ciudad Es um conttadiccidén grosera suponer que la consticucién pueda presidir este nuevo orden de cosas, Serfa suponer que ella se sucede a si misma. :Qué leyes la reemplazan? Las de la nacuraleza, que es {a base de la misma sociedad: la salvacién del pueblo, El derecho de castigar al iano y el de destronarle son la misma cosa, Lo uno 0 acariea consecuencias disti proceso del tirano es la aida de su poder. Su pena, la que exige insurteccidn; su juicio, es la {a libertad del pueblo. Los pueblos no juzgan como k sentencas, sino que lanzan eb las corces judiciales. No pronuncian yo. Ellos no condenan a los reyes, sino que los sumen en la nada. Y esta justicia vale tanto como Ia de los tribanales. Ellos no se arman contra sus opresores sino es para su salvacidn, zedmo se les podria obligar a adoptar un modo de cas- rigar que seria para ellos un nuevo peligro? Nos hemos dejado inducir al error por ejemplos extranjeros que no tienen rada en comtin con nosotros. Que Cromwell hiciera juzgar a Carlos I por una comisién judicial de la que disponta, que Elisabeth hiciera condenar a Maria de Escocia del mismo modo, es porque es natural que los tiranos que inmolan a sus semejantes, no por el pue- bilo, sino por su propia ambicién, busquen engatiar a la opinién del vulga con procedimientos ilusories. ARI no se trata de principios ni ue libertad, sino de bribonerias y de intrigas. ;Pero el pucblo! ;Qué otra ley pucde seguir sino la justicia y fa razén apoyadas en su omni- pocencia? :En que repiiblica la necesidad de castigar al tirano fue motivo de litigio? ;Fuc juzgado Tarquinio? ;Qué se hubiera dicho en Roma si algunos romanos se hubieran declarado sus defensores? ;Y nosotros, qué hacemos? Llamamos a abogados de cualquier parte para defen- der La causa de Luis XVI Consgramos como actos legitimos la que en cualquier pueblo libre setia mirado como el mayor de los crimenes. Nosotros mismos invitamos a los ciudadanos a la bajeza y a la corrupcidn, Bien pode- 268 mos conceder coronas civicas a los defensores de Luis . Puesto que si defienden su causa, pueden esperar hacerla triurfar-Y si ocurriera otra cosa, no representarfais sino una ridicula comedia ante el universo. ;Y ‘osamos hablar de repiiblica! Invocamos procecimientos, porque no tenemos principios. Nos jactamos de nuestra celicadeza, porque no tenemos energla, Ostentamos una falsa humanidad porque ef senti- miento de la verdad humana nos es ajeno. Reverenciamos la sombra de un rey, porque no sabemos respetar al pucblo. Somos tiernos con los optesores, porque no tenemos entrafias pars los oprimidos {EI proceso @ Luis XVI! zPero que es este proceso sino el lama- iento de la insutteccién contra un tribunal o contea una asamblea cualquiera? Cuando un rey ha sido aniquilado por el pueblo, gquién tiene derecho a resucitarlo para hacer de él un nuevo pretexto para cl disturbio y la rebelidn, y qué ottos efectos puede producir este sistema? Abricndo una palestra a los campeones de Luis XVI, reno- vis las querellas del despotismo contra la libertad, consagedis el derecho de blasfemar contra la Repiiblica y contra el pueblo, Pues- ro que el derecho a defender al antiguo déspota conlleva el derecho a decir en qué se basa su causa. Despertiis a todas las facciones, rea- niimdis, envalentondis al realismo alecargado. Se podes tomar partido a favor 0 en contra, Qué legitimo serfa, qué natural serfa repecir por todas partes las méximas que sus defensores podefan pronunciar en vor alta en vuestra barra e incluso en vuestra tribtina! ;Qué repi- blica ésta cuyos fundadores incitan por todas partes a sus advetsi sos para atacarla en su cuna! ‘Ved que ripidos progresos ha hecho ya este sistema. Durante el periodo del mes de agosto ultimo, todos ‘os partidarios de !a ‘monarquia se escondian. Cualquiera que hubiera osado iniciar una apologia de Luis XVI hubiera sido castigado como un traidor. Hoy Jevantan impunemente una frente audaz. Hoy, los escritores mas desacteditados de la atistacracia retoman confiadamente su plumas envenenadas. Hoy escritos insolentes, precursores de todos los atentados, inun- dan la ciudad donde residis, los ochenta y cuatro departamentos y hasta los pérticos de este santuario de la libertad. Hoy, hombres armados, llamados, retenides en estos muros a vuestras espaldas, 169 contra las leyes, han hecho resonar en las calles de esta ciudad gri- tos sediciosos que piden la impunidad de Luis XVI. Hoy Paris al- berga en sur seno hombres reunidos, os dicen, para arrancarlo a la justicia de Ja nacién. Sélo nos falta abrir este recinto a los atletas, que se apresuran a anhelar ¢l honor de romper lanzas a favor de la monarcuia, ;Qué digo! Hoy Luis divide a los mandatarios del pue- blo: unos hablan a favor y otros en contra. Quign iba a sospechar hace dos meses que su inviolabilidad fuera un problema? Pero des- pués de que un miembro de la Convencién nacional (el ciudadano Petion) ha presentado la cuestién sobre si ef rey podia ser juzeado 0 no coms objeto de una deliberacién en serio, preliminar a cualquier ora cuestién, la inviolabilidad, con la cual los conspiradores de la Asamblea constituyente cubrieron sus primeros perjurios, ha sido invocaca para proteger sus whtimos atentados. jOh, crimen! ;Oh, vergiierza! La tribuna del pueblo francés ha rerumbado con el pa- negirico de Luis XVI. jHemas oido alabar las virtudes y los favores del tirano! A duras penas hemos podido arrancar ef honor y Ia liber- tad de los mejores ciudadanos a Ja injusticia de una decisin preci pitada, Qué digo? Hemos visto acoger con una alegrfa escandalo- sa las mas atroces calumnias contra los representantes del pueblo conocidos por su celo por la libertad. Hemos visto a una parte de esta asamblea proscrita por la otra, y denunciada por Ia estupider y Ja perversidad combinadas. La causa del tirano es can sagrada que no puede ser discutida de forma bastante amplia ni bastante libre. 2De qué nos vamos a sorpredéitr? Este doble fendmeno tiene la misma causa. Aquellos que se interesan por Luis 0 por sus seme- jantes deben tener sed de la sangre de los diputados del pueblo para 1, Paraintentar salvar al rey y la monarquia, los Gisandinos no dusdaron en hacer lNegar trepae departamenrales 4 Pari, como hablan hecho en junio de 1792 para Impedie & revolucién del 10 de agosto, Pero vna vee me, le maniobra se volvié con- tra ellos, puesto que los soldados, acogidns por las secciones parisnas, modifcaton, su apreciacidn de la sitacién y compfendieron que hablan sido manipulados 2. Robespiecte se refiere ala campata de calumnias desarrllsds por los Girandi= nos conta la revolucién del 10 de agosto de 1792 y concra la diputacisn de Paris. ‘Véase su repuesta a Louver del 5 de noviembre de 1792, en este mismo velumen, 170 quienes piden por segunda ver su castigo. Ellos sélo pueden perdo- nar a los que sc han suavizado en su favor. El proyecto de encade- nar al pueblo, degollando a sus defensores, nunca ha sido abando- nado. Y todos los bribones que los proscriben hoy, llamindolos anarquistas y agitadores, zno deben excitar las turbulencias que nos presagia su pérlido sistema? Si debemos creerlos, el proceso durard, por Jo menos, varios meses. Llegars hasta la préxima primavera, cuando los déspotas deben desencadenar un staque general contra nosotros. ;Y qué camino abierto a los conspiradores! {Qué alimen- to dado a la intriga y a la aristocracia! Asi, todos los partidarios de Ja tiranfa podrdn animar la audacia del tribural que debe pronun- iar la suerte de Luis con la ayuda de sus aliados y de los ejércitos extranjeros, al tiempo que su oro tentard su fidelidad, “Justo cielo! {Todas las hordas feroces del despotismo se aprestan de nuevo a desgarrar el seno de nuestra patria en nombre de Luis XVI! Luis ain combate contra nosotros desde el fondo de st cala- bozo. :¥ ponen en duda su culpabilidad, si estd permitido trararle ‘como un enemigo! ;Preguntan cules son las leyes que le condenan! Invocan en st su favor la constitucién, Me guardaré bien de repe- tir todos Jos argumentos sin réplica desarrolledos por aquellos que se han dignado combatir esta especie de objecién. Sobre eso solo diré una palabra para aquellos a quienes ellos no han podido con- vvencer. Si él slo pudiera ser castigado con el destronamiento, voso- tos no podiais proclamatlo, sin haber instruido su proceso. Voso- tos no tenéis el derecho de retenerle en la ciccel. El puede pediros su liberacién y dafios y perjuicios. La constitucién os condena: corted a los pies de Luis XVI a pedir clemencia. Por mi parte, me avergonaaria discutir mas seriamente estas argu- cias constitucionales. Las relego a los bancos de la escuela, 0 del palacio, o més bien dicho a los gabinetes de Londres, de Viena y de Berlin, Yo no sé discutie mas extensamente cuando estoy convenci- do de que es un escindalo deliberar. Se dice que se trata de una causa grande que es preciso juzgar con una sabia y lenta citcunscripcidn. ;Séis vosotros quienes magnificdis esta causal (Qué digo? Séis vosotros quienes haccis de ello una causa, Qué encontrdis ahi de grande? zLa dificultad? No. £1 per- m sonaje? Ante los ojos de fa libertad no hay nadie can vil. Ance los ojos ce la humanidad, no hay nadie més culpable. El ya no puede imponer sino a aquelios que son mas cobardes que él. ;Se trata de 1b oportunidad det resultado? Esta es una razén més para que nos apresuremos. Una gran causa es un proyecto de ley popular. Una gran causa es un desgraciado oprimido por el despotismo. ¢Cusl es el motivo de estos retrasos erernos que nos recomenditis? ¢Teméis hetit k opinién del pueblo? Como si el pueblo no temiese otra cosa que la debilidad y la ambicidn de sus mandatarios. Como si el pue- blo fuera un vil rebafio de esclavos estiipidamente unido al estipi- do tirano a quien él ha proscrito, para querer revolcarse en la baje- za y en Ja servidumbre a cualquier precio. Habliis de opinidn. ;No sis les encargados de dirigirla, de fortalecerla? Si ella se extravia, si se deprava za quin achacar la culpa, sino a vosotros mismos? femieis molestar a los reyes extranjeros coaligados contra nosotros? Oh, sin duda, el medio para vencerles debe ser Fingir que se les teme! jl medio para confundie la criminal conspiracion de los dés- potas de Europa, es respetar a su cémplice! ZTeméis a los pueblos extrarjeros? Asi pues, vosocros credis en el amor innato a la tiranfa, Por qué aspirdis a la gloria de liberar al género humano? ;Por qué coniradiccién suponéis que las naciones que na se han asombrado por la proclamacidn de los derechos del hombre se horrorizardn por el castigo de uno de sus mis crucles opresores? En fin, temeis, se di- ce, las miradas de la posteridad. Si, la posteridad se sorprenders, en. efecto, por vuestra inconsecuencia y por vuestra debilidad, y nues- twos -scendientes se reirin al misma tiempo de la presuncidn y de los prziuicios de sus padres. : e Se ba dicho que para profundizar esta cuestién era necesario el genio: yo sostengo que s6lo es necesaria la buena fe, Se trata menos de ilustrarnos que de no cegaenos voluntariamente. :Por qué algo que nos parece claro en un momento, nos parece oscuro en o110? Por qué lo que ha decidido et buen sentido del pueblo, se trans- forma en problema insoluble en manos de sus delegados? /Tenemos derecho a tener una voluntad contraria a la voluntad general y una sabiduefa diferente de la sazén universal? He ofdo a los defensores de fa inviolabilidad proponer un princi- pio audaz que yo mismo habria, casi, deseaéo enunciar, Ellos han dicho que aquellos que, el 10 de agosto, hubieran inmolado a Luis XVI habrian hecho una accién virtuosa. Pero la nica base de esta opinidn no porta ser otia que los erfmenes de Luis XVI y los dere- chos del pueblo. Ahora bien, tras un intervalo de tres meses, zhan cambiado sus crimenes, o los derechos del pueblo? Si entonces se le atrancé a la indignacién puiblica, fue tinicamence y sin duda, para que su castigo, ordenado solemnemente por la Convencién nacio- nal en nombre de la nacidn, fuera mas imponente para los enemi- gosde la humanidad: pero poner en cuestidn si es culpable y si debe set castigado es traicionar la palabra dada al pueblo francés. Quizés hay gentes que, sea pata impedir que fa Asarblea adopte un caréc~ ter digno de sf misma, sea para artebacar a es naciones un ejemplo aque elevarfa ls almas a la altura de los principios republicans, sea por motivos atin més Yergonzosos, no se eafadarian si una mano privada cumpliera las funciones de la justicia nacional, Ciudada- nos, desconfiad de esta trampa: cualquiera que osara dat un tal con- sejo-no servirla mds que a los enemigos del pueblo. Pase lo que pase, el castigo de Luis no ser bueno si no posee el cardeter de un ven- ganza publica. Qué le importa al pucblo el despreciable individuo del tiltimo de los reyes? Representantes, lo que fe importa, fo que os importa a vosotros mismos, es que cumplis los deberes que su confianza os hha impuesto. La Repiiblica ha sido proclamada, Pero, znos la habéis dado vosottos? No hemos hecho atin una sola ley que justifique ese nombre, Ain no hemos reformado ningin abuso del despotism. Quitad los nombres, atin tenemos fa tirana completa y, ademds, facciones viles y charlatanes inmorales, con nuevos fermentos de trastornos y de guerta civil, ;La Reptiblica! ;Pero si Luis atin vive! jInterponeis la persona del rey entre nosottos y Ia libertad! A fuer- za de escrupulos, tememos transformarnos en criminales. Temamos que mostrando demasiada indulgencia por el culpable, no acabe~ mos nosotros en su Lugar ‘Oura dificultad. ;A qué pena condenaremos a Luis? La pena de muerte es demasiado cruel, No, dice otto, la vida es atin mds cruel; yo pido que viva. Abogados del rey, zes por piedad 0 por crucldad 173 que queréis sustracrle a la pena de sus crimenes? Por mi parte, aborrezco la pena de muerte que prodigdis en vues- tras leyes. No siento por Luis ni amor ni odio. Solo odio sus crf- menes. Yo pedi la abolicién de la pena de muerte en la Asamblea que atin lamdis constituyente, No es culpa mia si los primeros principios de la razén le parecieron herejfas morales y polit Pero vosotros, que os atrevisteis a reclamarla para tancos desgr: dos cuyos delitos son menores que los del gobierno, zpor qué fata- lidad os acorddis de ello para defender la causa del mayor de los eri- minales? Pedis una excepcién a la pena de muerte precisamente para el tinico que podria justficarla, Si, la pena de muerte en gene- ral es un crimen, y tan sélo por esa razén, segtin los principios in- destructibles de la naturaleza, sélo puede ser justficada en los casos en que resulta para la seguridad de los individuos o del cuerpo social. Ahora bien, jamés la seguridad ptiblica la aplica contra los delitos ordinarios, porque Ia sociedad puede siempre prevenirlos por ottos medios, y poner al culpable en la impotencia de perjudi- carla, Pero a.un rey destronado en el seno de una revolucién que no est cimentada por Jas leyes, a un rey cuyo simple nombre atrae la calamidad de la guerra sobre la nacién agitada, ni la prisién, ni el cxilio pueden hacer su existencia indiferente para la felicidad pabli- ca. ¥ esta cruel excepcidn a las leyes ordinarias que la justicia admi- te s6lo puede ser imputada a la nacuraleza sus crfmenes. Lamento pronunciar esta fatal verdad, pero Luis debe moris, por- que es preciso que la patria viva, En un pueblo apacible, libre y res- petado tanto dentro como fuera, se podrian escuchar los consejos que se nos dan de ser generosos. Pero un pucblo a quién se dispu- taatin su libertad después de tantos sacrificios y combates, un puc- blo en el que las leyes atin no son inexorables sino inicamente para Jos desgraciados, un pueblo en el que los crimenes de la tiranfa son temas de dispura... Un pueblo tal debe querer que se le vengue. Y la geneiosidad que se os alaba, se parecerfa demasiado a la de una sociedad de bandidos que se reparten el botin, Os propongo decidir ahora mismo sobre la suerte de Luis. En cuanto a su mujer, enviadla a los tribunales, como a todas las per- sonas acusadas de los mismos atentados. Su hijo seré guardado en 174 cl Temple, hasta que la paz y la libertad pablicas estén consolida- das, En cuanto a Luis pido que la Convencién nacional fe declare dese este momento traidor a la nacién francesa, criminal contra la hu- manidad. Pido que se dé un gran cjemplo al mundo en el mismo lugar en que murieron, el 10 de agosto, los generosos martes de la libertad. Pido que este acontecimiento memorable quede consagrado por un monumento destinado a alimentar en el corazén de los pue- blos el sentimiento de sus derechos y el horror ce los tiranos. Y en el alma de los tiranos, cl terror saludable ante la justicia del pueblo. La revolucibn del 10 de agosto la eleccién de la Convencién hablan condenado al rey y a la monarguta, Las maniobras dilatovias de los Girondinos, para salvar al uno y a la otra, fracasaron. Cuatro votacio nes nominates se sucedieron en el 15.y el 19 de enero de 1793, La cul- pabilidad del rey fue reconocida casi por unanimidad (691 si, 27 abs- ‘encionesy 0 no); la llamada al pueblo o referénatum fue rechazada por 424 votos contra 287; la pena de muerte fue decidida por 387 votas, contra 334, ol aplazamiento de la ejecuciin fue rechazado por 389 otos contra 310, EL2 de enero, Le Peletier, que habia vorado la muer- te del rey, fue asesinado por un guardia de corps realista amado Paris. E121 de enero, Luis fue ejecutado’ 4. Ver Albert Soboul, Le Proc de Louis XVI, Patt, Juliand, 1966, 15

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