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Serie: Viviendo Con Propósito

Tema 1: Dios nos llama a nuevos desafíos. La vocación y origen de Abraham.


Pasaje: Génesis 12:1-2
Objetivo: Los oyentes vivirán sometidos al llamado de Dios a nuevos desafíos, creyendo que Él
siempre por su gracia los sostendrá al emprender este llamado.

Introducción

Abram, que tiempo después, recibiría el nombre de Abraham, es considerado el padre de la fe para
la cristiandad. Él fue elegido por Dios para recibir la promesa de la bendición a las naciones. Fue
con él que Dios estableció el pacto que siglos después se haría evidente en el sacrificio de Cristo.
Pero, el comienzo de la historia en la relación de Dios con Abram, fue llena de matices y desafíos.
Cada etapa representaba un nuevo desafío para la fe de este hombre que fue aprendiendo a lidiar
con Dios.

Abram era oriundo de Ur de los Caldeos, pero en el momento del dialogo con Dios, en Génesis 12,
estaba viviendo en una tierra llamada Harán. Y Dios lo invita a hacer una ruptura que sin duda sería
dolorosa para él. Dios le pide que salga de la tierra donde vivía y que corte con la estructura y el
sistema de vida del que formaba parte. Esta orden divina estaba enmarcada dentro de los propósitos
que Dios tenía para Su pueblo, el Señor iba a comenzar un nuevo proceso en su vida y por medio de
él para la posteridad. El libro de Josué 24:2 nos dice que la casa del padre de Abram, es decir, la
parentela, servían a dioses extraños, y por lo mismo, Dios quería que Abram conociese al Dios
único y verdadero. Nosotros estamos en una jornada. Nuestra vida no es estática, sino dinámica.
Vivimos con las consecuencias de nuestras decisiones, sean buenas o malas. Constantemente, se nos
presentan desafíos que requieren sabiduría y destreza. Y en el ámbito espiritual, que en definitiva
afecta las demás áreas de nuestra vida. Dios nos llama a nuevos desafíos que implican voluntades,
decisiones y actitudes.

TRANSICIÓN Dios nos llama:

A UNA RUPTURA DOLOROSA (V 1ª)

a. La voz del Señor Corresponde a una orden

“Pero Jehová había dicho a Abram: Vete de tu tierra y de tu parentela, y de la casa de tu


padre…” (V1a)
El Señor llama a Abraham en medio de una multitud de naciones; y podemos afirmar muy seguros
que es un llamado hecho por libre elección de parte de Dios para llevar a cabo y sin tropiezo, su
plan de salvación. Dios, siempre es el Señor de la primera palabra que desencadena una acción, es
por eso que leemos en el versículo 4a: “Y se fue Abram, como Jehová le dijo…”

Podemos ver a Dios exigiendo una ruptura total de todas las raíces naturales de Abraham que se van
reduciendo paulatinamente conforme las vamos leyendo. Primero le ordena:
1. “Vete de tu tierra…” Podemos ver aquí la vinculación más amplia “la del país” Abraham debe
dejar su tierra. Recordemos que en el momento en que Abraham es llamado a dejar su tierra, él
radicaba en Harán donde temporalmente estaba viviendo con su padre Taré.

“Y tomó Taré a Abram su hijo, y a Lot hijo de Harán, hijo de su hijo, y a Sarai su nuera, mujer
de Abram su hijo, y salió con ellos de Ur de los caldeos, para ir a la tierra de Canaán; y vinieron
hasta Harán, y se quedaron allí.” (Génesis 11.31)
Traigamos a la memoria que original y culturalmente era de Ur de los caldeos. Por cierto era una
civilización muy avanzada a la cual Abram pertenecía.

2. “…y de tu parentela, y de la casa de tu padre…” Abram debe dejar a su padre. Esto significaba
dejar lo más querido y lo que representa para él seguridad y comodidad. Además, en el sistema
patriarcal, implicaba la renuncia de Abram, como primogénito, a la herencia y al estatus social
privilegiado que le correspondía.

3. “…a la tierra que te mostraré.” Abram debía ir a una tierra que en su momento dado Dios le
mostraría. Por tanto era una tierra que él desconocía; humanamente no estaba garantizada la
estabilidad económica que tenía en Harán.

Lo que implicaba para Abraham dejar su tierra y parentela eran tres cosas: Abandono, Renuncias, y
Aceptación de lo desconocido.

Estas tres implicaciones nos indican que el Señor sabe muy bien cuán difíciles son estas
separaciones. Abraham tenía que dejarlo todo –pura y simplemente- y confiar únicamente en la guía
de Dios.

b. “El propósito de emigrar”

En el llamamiento y en el camino que Abraham emprende, no solo se ve la historia remota del


pueblo santo de Dios, sino una característica de todo su vivir ante el Señor. Por ejemplo:

1. Una prohibición a tener comunión con las demás naciones.

“Porque de la cumbre de las peñas lo veré, Y desde los collados lo miraré; He aquí un pueblo
que habitará confiado, Y no será contado entre las naciones.” (Números 23.9)

2. Jamás asentado completamente en la tierra de Canaán sino también allí como extranjero.

“La tierra no se venderá a perpetuidad, porque la tierra mía es; pues vosotros forasteros y
extranjeros sois para conmigo.” (Levítico 25.23)

El autor a los Hebreos escribe:

“Conforme a la fe murieron todos éstos sin haber recibido lo prometido, sino mirándolo de lejos,
y creyéndolo, y saludándolo, y confesando que eran extranjeros y peregrinos sobre la tierra…”
(Hebreos 11.13)

Podemos entender entonces, que el pueblo de Dios se ha visto conducido por un camino
especialísimo cuyo plan y cuya meta quedan enteramente en las manos del Señor.
Por tanto:

¿Qué es necesario para dejar atrás nuestros espacios de seguridad para hacer lo que nos pide Dios?

Ilustración: La historia del hermano Rutilio con su padre llevándolo al campo de la mano en
caminos pedregosos. / “Sabia que mi padre jamás me llevaría a un lugar donde yo me hiciera
daño”-decía Rutilio- “de su mano caminaba confiado porque la compañía de mi padre me infundía
seguridad.”

Lo que se necesita para dejar nuestros espacios de seguridad y cumplir con el propósito personal
que Dios tiene para nosotros es: “CONFIAR” confiar que él tiene todo el control de nuestra vida.
Dios tiene propósitos claros y específicos para ti, él no divaga.

No podemos avanzar en los proyectos de Dios si no dejamos que los nuestros se amolden a los de
Él. Jamás pensemos que podemos incorporar a Cristo en nuestra vida si no abrazamos con fe las
condiciones que él mismo nos da: Abandono, Renuncias, Aceptación de lo desconocido.

Si Dios pone en tu corazón capacitarte en el Seminario con el fin de ordenarte como Pastor, o ser
misionera, prepararte en algún ministerio como música, enseñanza, ministerio Juvenil, intermedio
etc. Necesitas entender que dejarás la comodidad de tu hogar, quizás tendrás que renunciar a un
buen empleo con un excelente salario, dejar las amistades, la esposa, los hijos, a papá, a mamá, con
el único propósito de obedecer al llamado desafiante de Dios.

Ejemplo: Jamás cambiaría el día que sentí más miedo en mi vida/ el día que viaje en avión la
primera vez Rumbo al Df a prepararme para el santo ministerio.

¿A que estamos dispuestos a renunciar por atender el llamado desafiante de Dios?

TRANSICIÓN Dios nos llama:

A UNA AVENTURA DESCONOCIDA (V 1b)

Hay algo interesante que escribe el autor a los Hebreos respecto a esta etapa en la vida de Abram:

“Por la fe Abraham, siendo llamado, obedeció para salir al lugar que había de recibir como
herencia; y salió sin saber a dónde iba.” (Hebreos 11.8)

Abram fue llevado por Dios a una aventura incierta. Pero, la fe de Abram era la fe que está
dispuesta para la aventura. Es asombroso al ver que el llamado de Dios condicionaba a dejar la
tierra, el hogar, familia, el estatus social, y sin embargo fue.

Pero lo más asombroso es que esta fe proviene de Dios como un regalo, un acto de mera gracia de
parte del Señor. (Efesios 2.8)
a. “Andando hacia lo desconocido”

Abraham tenía que salir rumbo a una tierra desconocida, el Señor le dice: “Ve…a la tierra que te
mostraré.” Podemos ver lo incierto, lo oscuro. En nosotros muchas veces nos da miedo lo que nos
pueda suceder si nos atrevemos a tomarle la palabra a Dios y obrar de acuerdo con sus
mandamientos y promesas. Somos muy cuidadosos en lo que al principio de “la seguridad es
primero” se refiere. Pero para vivir la vida cristiana, hace falta estar dispuestos a arriesgarse a la
aventura. Ahora, si pudiéramos ver, así como en un televisor, todo lo que vamos a vivir en nuestro
caminar en Cristo, pues no sería fe realmente. El Cristiano tiene que ponerse en camino a donde la
voz de Dios le llama sin saber cuáles son las situaciones que vivirá durante su caminar. Como
Abraham, tiene que salir sin saber adónde va.

(ii) La fe de Abraham era la fe que tiene paciencia. Cuando llegó a la Tierra Prometida, no se le
permitió tomarla como suya. Tuvo que vivir en ella como forastero, en tienda de campaña, como
sus descendientes habían de vivir después en el desierto. En la vida de Abraham las promesas de
Dios nunca se hicieron realidad; y, sin embargo, nunca perdió la fe.

Es característico de casi todos nosotros que siempre tenemos prisa. Esperar nos es más difícil que
aventurarnos. Y el tiempo más difícil es el de en medio. En el momento de la decisión hay
entusiasmo y emoción; al llegar a la meta está el resplandor y la gloria de la satisfacción; pero en el
tiempo intermedio hay que saber esperar y velar y trabajar, aunque parece que no pasa nada. Es
entonces cuando se abandonan tantas esperanzas, y se reducen tantos ideales, y nos hundimos en la
apatía de los sueños muertos. La persona de fe es la que mantiene viva la esperanza y el esfuerzo a
tope hasta en los días grises en los que parece que no se puede hacer nada más que esperar.

(iii) La fe de Abraham era la fe que mira más allá de este mundo. Leyendas más tardías creían que a
Abraham se le había concedido vislumbrar la Nueva Jerusalén. En el Apocalipsis de Baruc Dios
dice: "Se la mostré a mi siervo en la noche» (4:4). En 4 Esdras dice su autor: «Sucedió que, cuando
estaban practicando la impiedad delante de Ti, escogiste a uno entre ellos cuyo nombre era
Abraham; le amaste y le revelaste a él solo el fin de los tiempos, secretamente, de noche» (4:13).
Nadie ha hecho nunca nada que valiera la pena sin una visión que le permitiera arrostrar las
dificultades y los desalientos del camino. A Abraham se le concedió la visión; y, hasta cuando su
cuerpo estaba deambulando por Palestina, su alma estaba en comunión con Dios. Dios no puede
darnos una visión si no Le dejamos que nos la dé; pero, si esperamos en Él, aunque sea en los
desiertos de la Tierra, nos enviará la visión; y, con ella, la faena y la lucha del camino de cada día
valdrán la pena.

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