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PARIA

AUGUST STRINDBERG
DRAMATIS PERSONAE

Señora X, arqueóloga.

Señora Y, viajera que viene de América.

(Mujeres de mediana edad.)

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FORMATO

● Lo que está así es lo que queremos cambiar de la versión de Ada y lo que está así

es lo que hemos cogido de la versión del libro físico, traducción de Sara Núñez de

Arenas, que creemos (desde nuestra humildísima opinión, que está mejor escogida)

● Lo que está simplemente así, es una palabra, o varias que hemos escogido, de la

traducción del libro físico

● Lo que está así, pero tachado, y sin nada en rojo despuės, son palabras que

consideramos que “sobran” del texto…

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Sencilla habitación en el campo. La puerta y la ventana del fondo dejan ver un paisaje. En el

centro de la habitación, una mesa grande de comedor sobre la que hay libros, recado de

escribir, objetos producto de hallazgos arqueológicos, en un lado; microscopio, cajas con

insectos y frascos de alcohol, en el otro. A la izquierda, una estantería con libros. Por lo

demás, el mobiliario correspondiente a la casa de un campesino rico.

La señora Y entra con un cazamariposas y una caja de herborización, en mangas de

camisa. Se dirige directamente a la librería, coge un libro y se pone a leerlo. Suena la

campana que señala el final de los servicios en la iglesia del pueblo. Un fuerte sol ilumina el

paisaje y el interior de la casa.

De vez en cuando se oye el cloquear de alguna gallina.

La señora X entra en mangas de camisa. (La señora Y se levanta sobresaltado, coloca el

libro en su sitio, pero al revés. Finge estar buscando otro libro en la estantería.)

Señora X.- ¡Qué calor tan agobiante! ¡Vamos a tener tormenta! ¡Hace un calor sofocante!

¡Creo que vamos a tener tormenta!

Señora Y.- ¿Síí? ¿Cómo lo sabes? Vaya, ¿qué te hace pensar eso?

Señora X.- Las campanas tienen un sonido tan seco, las moscas pican y las gallinas

cloquean. Pensaba haber ido a pescar, pero no encontré ni una lombriz. El tañido de las

campanas suena seco, las moscas son pegajosas y las gallinas cacarean. Iba a ir a pescar,

pero no he conseguido encontrar ningún gusano. ¿No te sientes nerviosa?

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Señora Y.- (prudentemente)¿Yo? Ah, sí. Un poco.

Señora X.- Bueno, tú siempre tienes aspecto das la impresión de estar esperando una

tormenta.

Señora Y.- (sobresaltándose).- ¿Ah, sí? ¿De verdad?

Señora X.- Claro que como te vas mañana no sería raro que fuese Bueno, teniendo en

cuenta que te marchas mañana, no sería raro que te hubiese entrado la fiebre del viaje.

(Pausa.) ¿Alguna novedad? Aquí está el correo. (Coge una carta de la mesa.) ¡Oh! Siempre

que cojo una carta me dan palpitaciones; deudas, sólo deudas! Sufro palpitaciones en el

corazón cada vez que abro una carta… Nada más que deudas, deudas, deudas… ¿Tú has

tenido alguna vez deudas?

Señora Y.- (reflexiona).- ¡Nooo! N…no.

Señora X.- Entonces no comprendes puedes comprender cómo se siente cuando le llegan

facturas a uno que no puede pagar. (Lee una carta) ¡El alquiler sin pagar, el casero arma un

escándalo, mi marido desesperado! ¡Y yo aquí nadando en oro! Y mientras tanto, yo aquí…

rodeada de oro. (Abre una caja con herrajes que está en la mesa y las dos mujeres se

sientan una a cada lado de la mesa.) Mira, aquí tengo oro por valor de seis mil coronas,

producto de que yo mismo desenterré en mis excavaciones de las dos últimas semanas. Me

bastaría esta pulsera este brazalete para conseguir las trescientas cincuenta coronas que

me hacen falta. Y si me quedase con todo me aseguraría un brillante porvenir. Y con el

resto, podría labrarme una carrera brillante . Haría dibujar y grabar inmediatamente las

figuras para mi tesis y luego la publicaría y después me marcharía. Me bastaría con hacer

dibujar estas figuras para mí tratado. Podría conseguir publicarlo y después largarme. ¿Por

qué crees que no lo hago?

Señora Y.- Tendrás miedo a que te descubran. Supongo que tienes miedo a ser descubierta

Señora X.- ¡Quizá sea también por eso! Pero ¿no crees que una persona inteligente como

yo podría arreglárselas para no ser descubierta? Yo ando siempre sola - sin testigos -

hurgando por ahí fuera. ¿Qué tendría de raro el que me quedase metiera con algo de lo que

encuentro en el bolsillo?

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Señora Y.- Nada, pero parece que la venta es muy peligrosa… pero lo más peligroso radica

en la eliminación de la materia.

Señora X.- ¡Bah! Yo fundiría todo y acuñaría ducados, con su peso justo, naturalmente.

Señora Y.- ¡Naturalmente!

Señora X.- ¡Eso lo entiende cualquiera! Porque si quisiese hacer moneda falsa, ¡entonces

no iba a empezar por buscar oro! (Pausa.) Es curioso. De todas maneras, pero si otro

hiciese lo que yo no me atrevo a hacer, lo disculparía; De todas formas, si cualquier otro

hiciera esto que yo ahora no me atrevo a hacer… lo absolvería, sin embargo, yo no podría

sería capaz de absolverme a mí misma. ¡Pronunciaría Podría incluso pronunciar un brillante

discurso en defensa del ladrón, demostraría demostrando que todo este oro es res nullius,

es decir, de nadie, ya que llegó a la tierra en unos tiempos en que no existía el derecho de

propiedad, que ahora era es del descubridor y de nadie más, ya que el propietario del

terreno no lo había calculado el valor de su propiedad, y cosas así! No lo tenía incluido en la

valoración de su propiedad… y así sucesivamente.

Señora Y.- Y probablemente lo harías con mayor facilidad si…, ¡hum!, el ladrón no hubiese

robado por necesidad, si no, por ejemplo, por su manía coleccionista, por interés científico,

por ambición de hacer un descubrimiento. por su aspiración científica de conseguir poseer

un descubrimiento. ¿No es cierto?

Señora X.- Tú quieres decir que yo no podría absolverle si hubiese robado por necesidad,

¿verdad?, así es, porque ese es precisamente el único caso en que la ley no perdona. que

no se acepta como atenuante. ¡Eso es simple y llanamente un robo!

Señora Y.- ¿Y eso no lo perdonarías?

Señora X.- ¡Hum…! ¡Perdonar! ¡¿Cómo iba a hacerlo si la ley no perdona?! ¿Cómo podría

si la ley no lo hace?¡Y tengo que reconocer que me sería difícil acusar de robo a un

coleccionista que se quedase con una pieza antigua que no tuviese en su colección,

encontrada en terreno ajeno!

Señora Y.- Entonces, ¿la vanidad, la ambición disculparían lo que no disculpa excusa la

necesidad?

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Señora X.- Y eso a pesar de que la necesidad seguiría siendo la excusa más fuerte, en

realidad, la única excusa. ¡Sí, así es! ¡Y no puedo cambiarlo! ¡Como tampoco puedo

modificar cambiar mi voluntad de no robar en ningún caso!

Señora Y.- Entonces tú consideras como una gran virtud el que no puedas,

¡hum!, robar.

Señora X.- En mí caso es una fuerza tan irresistible como debe serlo en otros el deseo de

robar. No es, por tanto, una virtud. Yo no puedo hacerlo, y el otro no puede dejar de hacerlo.

y por lo tanto, no es una virtud. ¡Ni yo puedo hacerlo, ni el otro puede resistirse! Como

comprenderás, a mí no me faltan ganas de quedarme con todo este oro. Entonces, ¿por

qué no lo cojo? ¡Porque no puedo! Es una incapacidad, y una carencia incapacidad no es

una virtud. Bien. ¡Eso es! (Cierra la caja.)

(En el cielo han aparecido unos nubarrones aislados que de vez en cuando oscurecen la

habitación. Ahora está tan oscuro como cuando se acerca una tormenta.)

Señora X.- ¡Qué bochorno! ¡Es sofocante! ¡Vamos a tener tormenta! (La señora Y se

levanta y cierra puertas y ventanas.)

Señora X.- ¿Te asusta la tormenta?

Señora Y.- Hay que ser prudente.

(Vuelven a sentarse a la mesa.)

Señora X.- ¡Eres un pájaro bien raro! Hace dos semanas caes aquí como una bomba, te

presentas una tipa curiosa! Llegaste aquí cayendo como una bomba hace dos semanas,

presentándote como una sueca que vive en los Estados Unidos y que anda recogiendo

insectos para un pequeño museo…

Señora Y.- ¡Deja de ocuparte de mí! No hablemos de mí ahora!

Señora X.- Siempre dices lo mismo cuando me canso de hablar de mí y quiero dedicarte

alguna atención. me dispongo a prestarte mi atención. ¡Quizá me caíste tan simpática por

eso, porque me dejabas hablar tanto de mí! Pronto nos sentimos como viejas amigas, tú no

tenías aristas que pudiesen hacerme daño, ni espinas agujas con las que pincharme. Había

algo tan suave en todo tu ser, tenías conmigo la consideración que únicamente las personas

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mejor educadas pueden mostrar. No hacías ruido cuando llegabas tarde a casa, apenas se

te oía al levantarte por las mañanas, dejabas pasar pasabas por alto las pequeñeces,

cedías siempre cuando veías que iba a estallar algún conflicto, en una palabra, eras la

amiga compañera perfecta. Pero al mismo tiempo, eras demasiado complaciente,

demasiado vacua, demasiado taciturna, y eso me llevó a reflexionar sobre ti - eres una

mujer dominada por el miedo y el recelo -, parece como si llevases una doble vida. Parece

como si tuvieras dos personalidades diferentes. Ahora que estoy sentada frente al espejo y

te veo la espalda, ¡es como si viese a otra persona! ¿Me entiendes? ( La señora Y se

vuelve a mirar al espejo)

Señora X.- ¡Imposible! ¡Tú no puedes verte de espaldas! ¡No, no es posible verse a uno

mismo de espaldas! De frente pareces una mujer intrépida que afronta a pecho descubierto

su destino, pero de espaldas bueno, no querría ser descortés - parece como si llevases una

gran carga, como si te agachases para esquivar un bastonazo y cuando te veo los tirantes

rojos cruzados sobre la camisa blanca… me parece estar viendo una gran marca, una

marca de fábrica impresa en un cajón… en una caja de embalaje.

Señora Y.- (se levanta) ¡No puedo respirar! ¡Si la tormenta no estalla pronto creo que me

voy a ahogar!

Señora X.- ¡Tu tranquila, no tardará nada! Está llegando, ¡cálmate! ¡Y luego, el cuello!

¡Parece pedir otra cara, pero una cara de otro tipo de la tuya! ¡Tienes una cabeza tan

estrecha entre las Y también tu nuca.. Parece como si tuvieses ahí otra cara, pero una cara

de un tipo diferente a ti. Y hay una distancia tan terriblemente estrecha entre tus orejas que

a veces me pregunto a qué raza perteneces! (Cae un rayo.) ¡Ha debido caer en la

comisaría!

Señora Y.- (inquieta) ¡En la com… comisaría!

Señora X.- Bueno, eso me pareció. Pero ya puedes estar tranquila, esa tormenta no va a

llegar aquí. Ahora Siéntate y vamos a charlar un poco antes de tu marcha…, ya mañana…

que tenemos que hablar antes de que te vayas mañana. Es sorprendente que tú, una mujer

de la que tan amiga me he hecho en estos días, pertenezcas a ese grupo de personas cuya

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imagen no puedo recordar durante su ausencia. Cuando andas por el campo y me acuerdo

de ti siempre me viene a la cabeza la imagen de una conocida que en realidad no se te

parece en nada, pero con la que tienes algo en común. a la que en realidad no te pareces

mucho, pero con la que guardas cierta semejanza.

Señora Y.-¿Quién es?

Señora X.- no te voy a decir el nombre, pero te voy a contar su historia. Yo estuve yendo a

cenar varios años al mismo restaurante y allí me encontraba, junto al buffet, a una joven

rubia de ojos claros y atormentados. Tenía una habilidad increíble para moverse en medio

de las mayores aglomeraciones sin empujar y sin que lo empuje nadie. capacidad increíble

para hacerse camino entre la multitud sin dar empujones o ser empujada por nadie. Podría

Era capaz de coger un trozo de pan aún estando junto a la puerta, a casi dos metros de la

mesa. ¡Siempre parecía feliz estando entre la gente, y cuando veía algún conocido se

echaba reír a carcajadas y lo abrazaba dándole palmadas en la espalda, como si llevase

años sin ver a nadie! Si alguien le pisaba el pie, le daba un pisotón, sonreía, como pidiendo

perdón disculpas por haberse puesto en medio. su camino. Durante los dos años en que lo

estuve viendo, me divertí bastante y tratando de adivinar su profesión y su carácter, pero

nunca pregunté a nadie quién era. Yo no quería saberlo, porque entonces, en ese mismo

instante, hubiese desaparecido el placer del juego. Lo vi durante dos años y me entretuve

tratando de adivinar su profesión y carácter, pero no pregunté a nadie quién era, no lo

quería saber, porque en ese mismo instante, mi diversión terminaría (hubiese desaparecido

el placer del juego). Esa mujer tenía la misma cualidad que tú: era indeterminable. Unas

veces le suponía maestra, suboficial o farmacéutica; otras, funcionaria municipal o policía

secreta, y, como tú, ella parecía estar formada por dos partes completamente dispares, ya

que la de la de delante no iba con la de atrás. Un día leí por casualidad en el periódico una

noticia de una falsificación de una cuantiosa letra de cambio, cometida por una conocida

funcionaria pública. Después me enteré que mi indeterminable personaje había sido socia

del hermano del falsificador y que se llamaba Straman. También me informaron que el

susodicho Straman había llevado antes una biblioteca ambulante como negocio, y que

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ahora era cronista de sucesos en un gran periódico. a cabo negocios con la biblioteca de

préstamo, pero que ahora era reportera de sucesos policiacos en un periódico importante.

¿Cómo iba descubrir alguna relación ¿Qué conexión podría haber entre la falsificación, la

policía y la sorprendente manera de comportarse del indeterminable? ¡No lo sé, pero al

preguntarle a una amiga si Straman había estado en la cárcel, no me dijo ni que sí ni que

no, no lo sabía! (Pausa.)

Señora Y.- Bueno… ¿Había estado… En la cárcel?

Señora X.- No. No había estado en la cárcel. (Pausa.)

Señora Y.- ¿Quieres decir que era por eso por lo que se sentía tan atraída por la policía y

temía tanto a la gente ofender a los demás?

Señora X.- Sí. Exacto.

Señora Y.- ¿Te hiciste luego amiga suya?

Señora X.- No, no quise. (Pausa.)

Señora Y.- ¿Hubieses iniciado una amistad con ella si hubiese estado… En la cárcel?

Señora X.- Sí, encantada. ¿Por qué no? (La señora Y se levanta y da unos pasos por la

habitación.)

Señora X.- ¡Siéntate ahí quieta! ¿Por qué no puedes estar quieta en la silla?

Señora Y.- ¿Dónde has aprendido esta visión tan tolerante de la conducta humana? ¿Eres

cristiana?

Señora X.- ¡No, es fácil decirlo de lo que te digo! ¿No se nota? (?) (La señora Y hace una

mueca.)

Señora X.-​ La cristiana pide exige el perdón, pero yo pido exijo el castigo de la culpable

para el restablecimiento del con el fin de reestablecer el equilibrio o como tú quieras

llamarlo. ¡Y tú que has estado a la sombra en prisión, deberías saberlo bien!

Señora Y.-​ ​(Se detiene, se queda inmóvil mirando a la señora X, primero con miradas

furiosas y llenas de odio, luego con asombro y admiración)​ ¿Cómo... has... podido...

averiguarlo...tú?

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Señora X.-​¡Tengo ojos para verlo!

Señora Y.-​¿Cómo? ¿Cómo puedes verlo?

Señora X.-​ ¡He aprendido! ¡Es también un arte, como tantas otras cosas! Es un arte en sí

mismo, ¡como tantos otros! ¡Pero ahora no vamos hablar más de eso! no hablemos de eso.

​(Mira su reloj, coloca sobre la mesa un papel, moja la pluma en el tintero y se la tiende a la

Señora Y) Tengo que pensar en los líos de mis negocios. ¿Serías tan amable de testificar la

autenticidad en este pagaré? Lo tengo que entregar mañana en un banco de Malmö y lo

haré de paso cuando te acompañe...

Señora Y.-​Yo no pienso pasar por Malmö.

Señora X.-​¿Ah, no?

Señora Y.-​¡No!

Señora X.-​Bueno, pero de todas maneras podrás testificar la autenticidad de mi firma.

Señora Y.-​¡No! No escribo mi nombre en un papel nunca...

Señora X.-​... nunca más! ¡Esta es la quinta vez que te niegas a firmar! La primera vez fue

el certificado de Correos; fue entonces cuando empecé a observarte y he notado que tienes

horror verdadero terror a tocar una pluma mojada en tinta. Desde que llegaste aquí no has

escrito una sola carta. ¡Enviaste una tarjeta escrita a lápiz! únicamente una tarjeta postal,

que escribiste con lápiz.¿Te das cuenta ya de cómo he descubierto tus malos pasos?

¿Comprendes ahora cómo me he ido dando cuenta e todas tus meteduras de pata?

Además, es la séptima vez que te niegas a ir a Malmö, ciudad en la que no has puesto los

pies desde que llegaste. ¡Y eso que has venido desde los Estados Unidos sólo para ver

Malmö! Andas todas las mañanas más de cinco kilómetros ¡Y cada mañana caminas media

milla hacia el sur, hasta la cuesta del molino, para poder ver los tejados de Malmö. Y

cuando estás aquí, de pie junto a la ventana de la derecha, mirando a través del tercer

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cristal de la izquierda, contando desde abajo, entonces ves las agujas de las torres del

castillo y las chimeneas de la Prisión Provincial. ves las torres del castillo y las chimeneas

de la celda de la cárcel del condado. ¡Ahora comprenderás que no es que yo sea muy

inteligente, si no que tú eres muy tonta!

Señora Y.-​Ahora me desprecias.

Señora X.-​¡No!

Señora Y.-​¡Sí, me desprecias, no tienes otro remedio! Debes hacerlo.

Señora X.- ​¡No! ¡Aquí tienes mi mano! (La Señora Y le besa la mano tendida).

Señora X​​(retira inmediatamente la mano).​- ¡Pero qué haces! ¡Eso lo hacen los perros!

Señora Y.-​ Perdóneme, pero usted ha sido la única que me ha dado la mano después de

saber que...

Señora X.-​¡Y ahora ya no quieres tutearme! ¡Esto es lo que me horroriza, el que después

de haber cumplido la condena tú no te sientas rehabilitada, limpia, tan decente como

cualquiera! ¿Por qué no me cuentas lo que pasó? ¡Cuéntamelo!

Señora Y​​(se mueve en su sitio, intranquila)​.- Sí, te lo voy a contar, pero no vas a creer lo

que te cuente. ¡Verás que no soy una vulgar delincuente y te convencerás de que hay malos

pasos que se dan, ¿cómo te diría?, sí, involuntariamente Te lo contaré y verás que no soy

una vulgar delincuente, te convencerás de que hay errores que son, por así decirlo,

involuntarios.​(se mueve en la silla)​, como si se produjesen por sí solos, espontáneamente,

sin la participación de la voluntad libre albedrío y sin que una pueda hacer nada por evitarlo!

¿Puedo abrir un poco la puerta? ¡Creo que la tormenta ya ha pasado!

Señora X.-​¡Sí, mujer!

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Señora Y​.- (abre la puerta, se vuelve a sentar junto a la mesa con desapasionado

entusiasmo, gestos teatrales y falso tono)​ Bueno, empecemos. Estaba estudiando en la

Universidad de Lund cuando un día me ví en la necesidad de pedir un préstamo bancario.

Yo no tenía grandes deudas y mi padre gozaba de una cierta fortuna..., Bueno, en realidad

no era mucho lo que tenía. Envié, pues, el documento de crédito al segundo fiador para que

me lo firmase, y contra lo que esperaba, me lo devolvió con una carta en la que explicaba

su negativa. Envié el efecto del banco a otro garante para que me lo firmara, y en contra de

todas mis esperanzas, recibí una negativa. El golpe me dejó un rato abatida.

¡Comprenderás que la sorpresa había sido desagradable, muy desagradable! El documento

quedó en la mesa delante de mí y a su lado la carta. Primero recorrí con una mirada

desconsolada las fatales líneas que contenían mi sentencia Mis ojos se posaron al principio

inconsolables sobre las líneas fatales que encerraban mi sentencia -no era, ni mucho

menos, una sentencia de muerte porque yo hubiese podido conseguir con toda facilidad

otros garantes, sí, tantos como hubiese querido -, pero, como te decía, lo que me había

pasado era muy desagradable. Y mientras miraba el papel con toda mi inocencia, mi mirada

se fue fijando poco a poco en la firma al final de la carta, la firma que en su justo lugar de

haber estado en otro sitio, hubiese podido garantizarme mi futuro. Era una firma de

sorprendente caligrafía - tú sabes que cuando una está distraída pensando en sus cosas

puede garabatear en un folio palabras insignificantes, sin darles un sentido especial, hasta

llenarlo. Tenía la pluma en la mano... ​(Coge la pluma) ...a​sí, y de alguna manera comienza a

moverse... de esta manera, y no sé cómo, pero se puso a moverse. Yo no pretendo decir

que hubiese nada misterioso..., espiritista, detrás de mi gesto..., ¡porque no creo en

semejantes cosas!... Fue simplemente un acto mecánico, inconsciente..., lo que me hacía

seguir sentada copiando una y otra vez la hermosa rúbrica..., sin la menor intención de

obtener beneficio alguno de ello, naturalmente. Cuando ya no cabía una firma más en la

carta yo había adquirido una absoluta perfección en la imitación del nombre… Para cuando

no quedaba en la carta espacio en blanco, ya había adquirido una habilidad total para

firmar con ese nombre. ​(Tira violentamente la pluma)​... y me olvidé completamente de todo

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aquello. Aquella Por la noche dormí como un tronco... y al levantarme de la cama me sentí

arrastrado hacia la mesa como si yo, después de una madura reflexión, hubiese tomado la

decisión inquebrantable de estampar aquel nombre al pie del funesto documento. y cuando

me desperté sentí que había soñado, pero no podía recordar el sueño. Era como si una

puerta se abriese y viera el escritorio con el papel del banco como recuerdo. Y cuando me

levanté, fui conducido hacia la mesa, como si después de una madura deliberación hubiera

tomado la decisión inquebrantable de escribir ese nombre en el funesto papel. Yo no

pensaba en las consecuencias, ni en los riesgos -había desaparecido todo titubeo-, era casi

como si estuviese cumpliendo un sagrado deber, ¡y escribí firmé! ​(Se levanta de un salto.) ¿​

Qué pudo ser? ¿Una inspiración, una sugestión como se llama ahora? Pero ¿y el autor?,

¿de dónde me vino? ¡Yo había dormido sola en la habitación! ¿Pudo haber sido mi “yo” sin

civilizar incivilizado, el salvaje que no reconoce las leyes, el que, mientras mi conciencia

dormía, se presentó adelantó con su voluntad delictiva y su incapacidad de para calcular las

consecuencias de una acción así? Dime, ¿qué opinas de todo este asunto?

Señora X​ ​(logra decir penosamente lo siguiente).​ - Te digo, con toda franqueza, que tu

historia no me convence completamente - tiene lagunas, pero, claro, eso puede depender

de que no recuerdes quizás se deba a que ya no recuerdas todos los detalles - y sobre la

sugestión criminal impulsos criminales he leído bastante. Creo recordar que..., ¡hum!... pero

eso da igual ahora..., ya has cumplido tu castigo... y has tenido el valor de confesar tu falta.

¡no hablemos, pues, del asunto!

Señora Y.-​ ¡Oh, sí, vamos a seguir hablando del asunto! Vamos a seguir hablando hasta

que me convenza completamente de mi inocencia. adquiera plena conciencia de no ser ya

culpable.

Señora X.-​¿Aún no lo estás? ¿No la tienes ya?

Señora Y.-​¡No, no lo estoy! No, no la tengo.

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Señora X.-​¿Ves? ¡Eso es lo que me preocupa! ¿Tu no crees que todo el mundo esconde

en su conciencia algo inconfesable? ¿Acaso no hemos robado y mentido todos cuando

éramos niños? ¡Claro que sí! Bueno, pues hay muchas personas que siguen siendo niños

toda su vida, gentes que no pueden dominar sus instintos criminales. ¡Basta con que se les

presente la ocasión y ya tenemos al delincuente! ¡Pero lo que no me cabe en la cabeza es

que no te sientas libre de culpa! Si consideramos a los niños libres de responsabilidad

entonces también deberíamos considerar irresponsable al delincuente. inocentes, entonces

tambie deberíamos considerar así a los criminales. Es extraño. Bueno, da lo mismo, no

importa, quizá tenga que arrepentirme después. termine arrepintiéndome de esto…​(Pausa.)​

¡Yo he matado a un hombre, sí, yo, y nunca he tenido remordimientos!

Señora Y​(extraordinariamente interesada).​- ¿Has matado... tú? ¿Que has…? ¿Tú?

Señora X.-​​¡Sí, yo, justamente yo! ¿Quizá no quieras estrechar la mano de una asesina?

Señora Y​​(de buen humor)​.- ¡Qué tonterías dices!

Señora X.-​​Bueno, pero yo no estuve en la cárcel. Bueno, pero es que yo no he pagado por

mi crimen.

Señora Y​ ​(con familiaridad y cierta superioridad)​.- ¡Mejor para ti! ¿Cómo escapaste al

castigo?

Señora X.-​ ​No me denunció nadie, ni sospecharon de mí, ni hubo testigos. Esto es lo que

pasó. La cosa sucedió así. Unas Navidades un amigo mío me invitó a cazar en los

alrededores de Uppsala y envió a un viejo campesino alcoholizado A principios de julio un

compañero me invitó a ir de caza con él por lod alrededores de Upsala. Bueno, pues envió a

un jornalero borracho a buscarme a la estación. En el camino, el viejo se durmió en el

pescante, el carruaje se enganchó en una verja y acabamos en la cuneta volcados. No

quiero justificarme diciendo que me encontraba en peligro de muerte, pero en un ataque de

impaciencia le dí, por fin, con la mano un golpe en el cuello. ¡Lo que quería era despertarlo,

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pero el resultado fue que ya no se despertó nunca más, sino que murió en el acto! No

quiero culpar a nadie del peligro de muerte que corrimos, pero en un ataque de impaciencia,

le di un pescozón en el cuello para que despertara, y el resultado fue que no despertó más,

murió en el acto.

Señora Y​​(con astucia).​- ¿Y tú no te entregaste a la policía?

Señora X.-​​No, por lo que te voy a explicar. El hombre no tenía parientes ni tampoco había

personas que dependiesen de él para su subsistencia por los siguientes motivos: el hombre

no tenía parientes u otras personas para quienes su vida fuese necesaria, había cumplido

ya su periodo vegetativo y su puesto de trabajo podría ser ocupado por alguien que lo

necesitase más mejor que él. Mi vida, en cambio, Por otro lado, yo era indispensable para la

felicidad de mis padres y la mía propia, y quizá para el progreso de las ciencias. Las

funestas consecuencias de mi acción me habían curado del deseo de andar repartiendo

golpes pescozones en el cuello y yo no estaba dispuesta a destrozar la vida de mis padres y

la mía para satisfacer los principios de una justicia abstracta. un concepto abstracto de

justicia.

Señora Y.-​Ah, sí ¿es ese el valor que le das a una vida humana?

Señora X.-​​En el caso del que te hablo, sí.

Señora Y.-​Y entonces, ¿el sentido de culpabilidad, la idea del equilibrio? Pero, ¿la culpa y

el equilibrio entonces?

Señora X.-​ ​Yo no tenía sentido de la culpabilidad sentimiento de culpa, porque no había

cometido ningún crimen delito. De chico niña yo había dado y recibido golpes parecidos sin

consecuencias muchos pescozones (sin consecuencias), y fue únicamente la ignorancia de

su efecto en un anciano lo que provocó el fatal desenlace. y fue solo mi ignorancia sobre su

efecto en perdonas de edad avanzada lo que ocasionó el fatal desenlace.

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Señora Y.-​ ¡Bien, pero de todos modos son dos años de cárcel por homicidio involuntario,

(Sí, pero el homicidio accidental no tiene más de dos años de trabajos forzados,) lo mismo

que por falsificación de firma de un documento público!

Señora X.-​​¡No creas que no he pensado mucho en eso también! ¡Y cuántas noches no he

soñado que estaba en la cárcel! Dime, ¿es tan duro como dicen estar entre rejas?

Señora Y.-​ Si, claro que es duro. Primero En primer lugar, te desfiguran completamente

cortándote el pelo, de manera que si antes no tenías aspecto de criminal, luego lo tienes sí

lo pareces.. ¡Y al mirarte en el espejo quedas absolutamente convencido de que eres un

delincuente! Para que cuando te mires en un espejo, te convenzas de que eres un

delincuente.

Señora X.-​​¡Es la máscara, tal vez, lo que os arrancan! ¡No está mal pensado! ¿No crees?

Lo cual no está tan mal pensado.

Señora Y.-​¡Si, si, tú bromea! ¡Después te rebajan van rebajando tu ración de comida para

que cada día, cada hora, sientas una diferencia apreciable entre la vida y la muerte notes

una clara distinción entre la vida y la muerte! Te reprimen todas las funciones vitales, tú

sientes cómo te va encogiendo.. Y tu alma, que es lo que tratan de curar allí, que está allí

para curarse, para mejorar, es condenada a una dieta de hambre feroz, se ve arrojada al

pasado, a mil años de nuestros tiempo atrás. No te dejan leer más que libros escritos para

los bárbaros de la época de las migraciones; te explican lo que nunca va a ocurrir en el cielo

Solo puedes leer las escrituras, que fueron redactadas en tiempos de os nómadas salvajes;

solo escuchas hablar de lo que nunca se cumplirá en el cielo, pero lo que está pasando en

la tierra seguirá siendo un misterio para ti. Te arrancan de tu entorno, te degradan

sacándote de tu clase social y colocándote debajo de aquellos que te son inferiores por tu

posición Te ves arrebatado de tu entorno, rebajado de clase y sometido a los que te son

inferiores. ¡Comienzas a imaginarte que estás Te sientes viviendo en la Edad del Bronce, te

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sientes como si anduvieses cubierta con pieles de animales, como si vivieses en una

caverna y comieses de un pesebre! ¡Oh!

Señora X.-​ ​¡Pues yo lo encuentro muy razonable! Aquel que se comporta como si viviese

en la Edad del Bronce debe ir vestido con el traje de esa su época.

Señora Y.-​​(enfadada, rabiosa)​¡Me estás tomando el pelo! ¡Tú que te has conducido como

un hombre de la Edad de Piedra y, sin embargo, has vivido en la Edad de Oro! ¡Sí, tú

búrlate! Que actúas como una mujer de la Edad de Piedra y, sin embargo, vives en la Edad

de Oro.

Señora X.- ​(inquisitiva, mordaz)​.-​​¿Qué quieres decir con las últimas palabras: la Edad de

Oro?

Señora Y​.- ​(con astucia).​- ¡Nada, absolutamente nada!

Señora X.-​ ​¡Mientes! Mientes porque eres demasiado cobarde para decir lo que piensas

acabar la frase.

Señora Y.-​ ¿Cobarde yo? ¿Crees de verdad que soy cobarde? No lo soy cuando me he

atrevido a venir a esta región No lo fui cuando me atreví a regresar a esta comarca, donde

tanto he sufrido. ​(Pausa) ¿Sabes lo que más te hace sufrir cuando estás encerrado allá

dentro? Pues el saber que los otros no están también allí. Pero, ¿sabes qué es lo que más

daño le hace a una cuando está allí dentro? Pues te lo diré. Pensar que hay otros que no

están también encerrados.

Señora X.-​¿​Qué otros?

Señora Y.-​Los que se han salvado de la condena impunes.

Señora X.-​¿​Te refieres a mí?

Señora Y.-​¡Sí!

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Señora X.-​¡​Yo no he cometido ningún crimen!

Señora Y.- ​¿Ah, no?

Señora X.-​​¡No, un accidente no es un crimen!

Señora Y.-​¿Ah, no? ¿Así que es un accidente el cometer asesinato? Oh, ¿es un accidente

cometer un asesinato?

Señora X.-​¡​Yo no he cometido ningún asesinato!

Señora Y.-​¿Y desde cuándo no es asesinato matar a una persona?

Señora X.-​ ¡​No siempre lo es! Hay homicidios por imprudencia, malos tratos con

consecuencias mortales, con las variantes de intencionalidad y no intencionalidad y dentro

de esto, con premeditación y sin premeditación. ¡Pero Y te diré que ahora me das verdadero

miedo, porque perteneces a la categoría humana más peligrosa: la de los tontos!

Señora Y.-​ ¡Vaya, hombre! ¡Ahora resulta que soy tonta! ¡Oye! ¿Quieres que te dé una

muestra de mi inteligencia?

Señora X.-​¡​Habla!

Señora Y.-​ Tendrás que reconocer, después de lo que voy a decir, que razono de una

manera inteligente y lógica… Tú te has visto envuelta en un accidente que pudo haberte

costado dos años de cárcel. Te libraste completamente de la ignominiosa condena. Delante

de ti tienes una mujer - víctima de un accidente, de un impulso inconsciente - que ha

cumplido dos años de trabajos forzados. Únicamente por medio de grandes méritos

científicos podría esta mujer limpiar el baldón que accidentalmente le manchó lavar esa

mancha que ha caído sobre ella contra su voluntad, pero para alcanzar estos méritos

científicos necesita dinero - mucho dinero - y ahora, ¡inmediatamente! ¿No te parece que si

el otro - el que no ha sido condenado - fuese condenado a pagar una indemnización

razonable quedaría restablecido el equilibrio de las relaciones humanas? ¿Qué opinas?

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¿No crees que el otro, el que no recibió castigo, debiera ser castigado por daños y

perjuicios por homicidio para restaurar el equilibrio en la condición humana? ¿No te parece?

Señora X​​(Tranquila).​-​​Que sí. Sí.

Señora Y.-​ ¡Bien, me parece veo que nos entendemos! ¡Hum! ​(Pausa.) ​¿Cuánto

considerarías razonable?

Señora X.-​ ¿Razonable? La ley establece una indemnización de cincuenta coronas como

mínimo. Pero como el difunto no tiene parientes, no hay motivo para seguir hablando del

asunto. Según la ley, los daños y perjuicios por homicidio ascienden a un mínimo de

cincuenta coronas. Pero como el fallecido no tiene ningún pariente, se da por concluido todo

el debate sobre el asunto.

Señora Y.-​¡Vaya, vaya, no quieres entenderme! Entonces voy a hablar más claro: ¡es a mí

a quien tienes que pagar la indemnización!

Señora X.-​¡​Esto es inaudito! ¡Así que la homicida tiene que pagarle la indemnización a la

falsificadora! ¡Y además aquí no hay nadie que me pueda denunciar! Nunca había oído que

los asesinos deban pagar daños y perjuicios a los falsificadores. ¡Y eso que aquí no hay

fiscales!

Señora Y.-​¿Qué no? ¡Aquí estoy yo! ¿No? Bueno… aquí me tienes.

Señora X.-​ ¡​ Ahora comienza a aclararse todo empiezo a comprender! ¿Cuánto pides por

convertirte en cómplice de un homicidio?

Señora Y.-​¡Seis mil coronas!

Señora X.-​¡​Es demasiado! ¿De dónde las voy a sacar?

(La señora Y señala la caja.)

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Señora X.-​¡​No, eso no! ¡No quiero convertirme en una ladrona!

Señora Y.- ​¡No me vengas con remilgos! ¿Quieres hacerme creer que no has cogido nunca

nada de la caja?

Señora X​ ​(como hablando para sí misma)​.- ¡Y pensar que me he equivocado tan

radicalmente contigo! ¡ Pero pasa con las gentes suaves, amables! A la gente le suelen

gustar las personas de carácter suave porque es fácil creer que una cae bien, que a una la

quieren es de su agrado. ¡Preisamente por eso yo he estado siempre en guardia contra las

personas que me caen bien con las personas que me gustan! En fin, ¿así que estás

absolutamente convencida de que ya he sacado oro de la caja?

Señora Y.- ​¡Completamente!

Señora X.-​¿Y me vas a denunciar si no te doy las seis mil coronas?

Señora Y.-​¡Así es! ¡No podrás evitarlo puedes escaparte, así que no merece la pena que lo

intentes!

Señora X.-​ ¡Tú crees que yo voy a darle a mi padre una ladrona por hija, a mi marido

esposo una ladrona por mujer, a mis hijos una ladrona por madre y a mis colegas una

ladrona por compañera de trabajo! ¡Eso nunca! Ahora mismo me voy a comisaría para

entregarme Por mí, puedes ir a comisaría y denunciarme.

Señora Y​​(Se levanta de un salto y recoge sus cosas)​.- ¡Espera un poco momento!

Señora X.- ​¿A qué?

Señora Y​ ​(Tartamudeando).​ - ¡Simplemente pensaba... que como ya no te hago falta...

entonces no necesitaría quedarme... y podría irme ya! Yo solo… no pensaba que…aquí ya

no hago falta… O sea, que no hace falta que siga aquí… y que me puedo ir…

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Señora X.-​¡No, tú no te vas! ¡Siéntate en tu sitio, junto a la mesa, donde estabas, y vamos

a hablar un poco antes de que te marches! Siéntate donde estabas, junto a la mesa, que

antes tenemos que hablar un poco tú y yo.

Señora Y​ ​(se sienta, después de haberse puesto una chaqueta oscura)​.- ¿Qué, qué va a

pasar ahora? Bueno, vamos a ver qué pasa ahora.

Señora X​(mirando fijamente el espejo que tiene ella, está detrás de la señora Y) .- ¡Ahora

me lo explico! ¡Oh! ¡Ahora lo comprendo todo!

Señora Y​​(Inquieta)​.- ¿Qué me ves de extraño? ¿Qué ves que te sorprende tanto?

Señora X.-​ ¡Veo en el espejo que eres una ladrona, una ladrona vulgar y corriente una

simple y vulgar ladrona! Hace un momento, cuando estabas sentada en mangas de camisa,

noté un ligero desarreglo en mi librería, pero no daba en qué podía ser porque estaba

escuchándote y observándote. Ahora, desde que te me has hecho tan antipática, mi mirada

se ha ido aguzando se me ha ido agudizando la vista, y al ponerte esa chaqueta negra veo

el lomo rojo de un libro que antes no se destacaba sobre el rojo de tus tirantes y me doy

cuenta de que has leído la historia de tu falsificación en el trabajo de Bernheim sobre la

sugestión y los impulsos subconscientes y luego has colocado el libro al revés has vuelto a

colocar el libro, pero al revés. ¡Hasta eso, pues, has robado Me robaste hasta esa historia

también! ¡Por todo ello considero que tengo motivos para pensar que tú has robado por

necesidad o por afán de placer! el derecho de deducir que cometiste tu delito por necesidad

o por gusto.

Señora Y.-​¡Por necesidad! Si tú supieses...

Señora X.-​¡Si ​tú​supieses en qué miseria he vivido... y sigo viviendo yo! ¡Pero eso no tiene

nada que ver con nuestro asunto! ¡Sigamos! Que has estado a la sombra encerrada... eso

es prácticamente seguro. Pero en los Estados Unidos, porque lo que me describiste fue la

vida de una cárcel americana. Hay otra cosa casi igual de segura: que tú no has cumplido

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aquí condena por tu delito. y también, es prácticamente seguro que no has purgado tu pena

aquí.

Señora Y.- ​¿Cómo puedes decir eso?

Señora X.-​¡Espera que llegue el comisario de policía y lo sabrás!

(La señora Y se levanta.)

Señora X.-​ ¿Lo ves? La primera vez que mencioné la comisaría, cuando cayó aquel rayo,

¡también hiciste ademán de salir corriendo! Y cuando una persona ha estado en una cárcel,

no se le ocurriría jamás el irse todos los días a la cuesta del molino para contemplarla, o

ponerse detrás tras el cristal de una ventana... En resumen: ¡tú eres al mismo tiempo una

condenada y una no condenada, tu has estado en la cárcel y también has cometido un

delito que no has purgado todavía! ¡Ha sido por eso por lo que fue tan sumamente difícil el

descubrirte!

(Pausa.)

Señora Y ​(Completamente abatida)​.- ¿Puedo marcharme ahora ya?

Señora X.-​¡Ahora sí, ya puedes marcharte!

Señora Y​​(recogiendo sus cosas)​.- ¿Estarás indignada conmigo?

Señora X.​- ¡Sí! ¿Preferirías que te compadeciese?

Señora Y ​(Iracunda)​.- ¿Compadecerme? ¿Te crees superior a mí?

Señora X.- ¡Sí! ¿Preferirías que te compadeciese?

Señora Y.- (Iracunda).- ¿Compadecerme? ¿Te crees superior a míPero es que te

consideras mejor que yo?

Señora X.- ¡Pero claro! ¡Claro que sí, porque soy superior a tiPor supuesto que sí, porque lo

soy! Soy bastante más inteligente que tú, bastante más provechosa para la sociedad y

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menos peligrosa para el derecho de propiedad y más cuidadosa que tú con la propiedad

ajena.

Señora Y.- ¡Tú eres bastante lista sí, eres muy inteligente, pero no tanto como yo! ¡Yo ahora

estoy en jaque, sí, pero, sin embargo, en la próxima jugada te puedo dar mate!

Señora X.- (mirando fijamente a la señora Y).- ¿Quieres que sigamos un rato el

combate jugando un rato?... Y ahora. ¿qué maldad se te ha ocurrido? ¿Qué jugada tienes

ahora en la cabeza?

Señora Y.- Ese es mi secreto.

Señora X.- ¡Deja que te mire! ¡Piensas escribirle un anónimo a mi marido

contándole mi secreto!

Señora Y.- ¡Sí, y tú no podrás eso no puedes impedirlo! Como no te atreves a hacerme

encarcelar, No te atreverás a retenerme, tendrás que dejarme marchar. ¡Y entonces yo haré

lo que me dé la gana!

Señora X.- ¡Ah, canalla! Encontraste mi talón de Aquiles… ¿Tú quieres

obligarme a convertirme en una asesina?

Señora Y.- Una pobre mujer como tú… ¡Imposible!

Señora X.- ¿Ves cómo no todos los hombre somos iguales? ¿Ves? Somos distintas. Esa es

la diferencia que hay entre nosotras y tú sabes que yo no puedo realizar las mismas

acciones que tú. Y ésa es tu ventaja. ¡Pero imagínate que me obligases a hacer lo mismo

que le hice al cochero! Tú sientes que no soy capaz de hacer lo que haces tú, y eso te da

ventaja, ¡pero recuerda que lo mismo me fuerzas a hacer contigo lo que hice con el

cochero! (Levanta la mano como para darle un golpe)

Señora Y.- (Mira a la señora X fijamente a los ojos) ¡No puedes! ¿Cómo va a

poder una persona que no pudo sacar su salvación salvarse metiendo mano en (no fue

capaz de salvarse) de una caja?

Señora X.- Entonces ¿no crees que yo haya robado dinero nada de la caja?

Señora Y.- ¡Eres demasiado cobarde! Como también fuiste demasiado cobarde para decirle

a tu marido que se había casado con una asesina.

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Señora X.- Eres un tipo de mujer muy diferente a mi…, si eres más fuerte o más débil…, no

lo sé…, si más criminal o menos…, ¡me tiene sin cuidado! Pero que eres más tonta…, ¡eso

es evidente! Porque fuiste tonta al escribir el nombre copiar una firma ajena de otra persona

en lugar de mendigar… como he tenido que hacerlo yo. Fuiste tonta al robar la historia de

mi libro… ¿No se te ocurrió pensar que yo habría leído mis libros? Fuiste tonta al creer que

eras más lista que yo y que ibas a poder engañarme y podrías persuadirme para

convertirme en una ladrona. Fuiste tonta al pensar que iba a restablecerse el equilibrio

universal dándole al mundo dos ladronas en lugar de una. Y llegaste al máximo de tu

estupidez al imaginarte que yo había construido la felicidad de mi vida sin haberme

asegurado de la estabilidad de los cimientos. Anda a escribir anónimos a mi marido

contándole que está casado con una homicida… ¡lo sabe desde que éramos novios! ¿Te

das ya por vencida?

Señora Y.- ¿Puedo irme?

Señora X.- ¡Ahora tienes que irte! ¡Inmediatamente! ¡Ya te enviaré tus cosas!

¡Fuera! ¡Largo de aquí!

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