En el corazón de un inmenso sembradío de maíz, un hombre descubre que cada
paso lo lleva más profundo a un enigma viviente. Rodeado por una oscuridad que parece devorar la luz, el crujido de los tallos secos bajo sus pies es la única evidencia de que no ha sido tragado por la noche. La quietud es sobrenatural, rota solo por sus propios jadeos de terror y el susurro de algo desconocido desplazándose a través del laberinto vegetal. Cada sombra es una promesa de horrores innombrables, cada movimiento en el rabillo de su ojo, un presagio de peligro inminente. La luna, oculta tras velos de nubes errantes, es un faro impotente ante la magnitud del sembradío que parece palpitar con una malicia antigua. El hombre empieza a correr, impulsado por el miedo primordial que se ha apoderado de su ser. Sin embargo, la esperanza de escapar se desvanece con cada vuelta equivocada, cada callejón sin salida que lo confronta con la escalofriante realidad: no está solo. Algo más camina entre el maíz, algo que respira en la penumbra, observándolo, esperando su momento. Mientras la desesperación lo envuelve, el hombre se enfrenta a la posibilidad de que el sembradío sea más que una simple trampa de la naturaleza; Podría ser un ser consciente, un depredador que cultiva el miedo y cosecha almas. En esta carrera contra una entidad que desafía la razón, deberá encontrar la fortaleza para sobrevivir o resignarse a ser parte del susurro eterno del maíz.