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Todo tiene su tiempo

Todo tiene su tiempo, y todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su hora:

Tiempo de nacer y tiempo de morir; tiempo de plantar y tiempo de arrancar


lo plantado;

Tiempo de matar y tiempo de sanar; tiempo de destruir y tiempo de


construir;

Tiempo de llorar y tiempo de reír; tiempo de estar de duelo y tiempo de


bailar;

Tiempo de esparcir piedras y tiempo de juntar piedras; tiempo de abrazar y


tiempo de dejar de abrazar;

Tiempo de buscar y tiempo de perder; tiempo de guardar y tiempo de


arrojar;

Tiempo de romper y tiempo de coser; tiempo de callar y tiempo de hablar;

Tiempo de amar y tiempo de aborrecer; tiempo de guerra y tiempo de paz.

¿Qué provecho saca el que hace algo, de aquello en que se afana?

He considerado la tarea que Dios ha dado a los hijos del hombre, para que
se ocupen en ella.

Todo lo hizo hermoso en su tiempo; también ha puesto eternidad en el


corazón de ellos, de modo que el hombre no alcanza a comprender la obra
que Dios ha hecho desde el principio hasta el fin.

Yo sé que no hay cosa mejor para el hombre que alegrarse y pasarlo bien
en su vida.

Y también, que es un don de Dios que todo hombre coma y beba y goce del
fruto de todo su duro trabajo.

Sé que todo lo que Dios hace permanecerá para siempre. Sobre ello no hay
que añadir, ni de ello hay que disminuir. Así lo ha hecho Dios, para que los
hombres teman delante de él.

Aquello que fue ya es, y lo que ha de ser ya fue. Dios recupera lo que ya
pasó.
Frutos limpios...

Porque así como por la desobediencia de un hombre los muchos fueron


constituidos pecadores, así también por la obediencia de uno, los muchos
serán constituidos justos. Romanos 5:19.
El enojo en sus ojos era atemorizante. Mirando fijamente al horizonte,
trataba de encontrar palabras que no lo lastimasen tanto, pero no las
hallaba. -Yo... yo soy así. ¿Qué puedo hacer? ¡Es mi naturaleza, mi destino,
mi suerte; y no hay nada que pueda hacer para cambiarlo! Mucha gente
piensa que jamás podrá cambiar de vida, y justifica sus errores, con la idea
de apagar la voz de la conciencia. ¿Tienen ellos la razón? Hoy, tal vez, te
levantaste con el sabor de la derrota en tus labios; te duele la cabeza
intensamente; tu cuerpo siente la resaca de ayer. Y, mirándote al espejo, te
sentencias: Soy así, ¿qué puedo hacer? La Biblia habla acerca de la
naturaleza pecaminosa del ser humano. Desde que venimos al mundo,
traemos la inclinación hacia el mal. El versículo de hoy menciona la
desobediencia de Adán como puerta de entrada del mal a la vida de todos. El
árbol de la humanidad fue contaminado en su raíz, y los frutos son malos. La
vida del ser humano es una incansable lucha en contra de la naturaleza
pecaminosa. Creo que nadie, en sana conciencia, desea hacer el mal; a nadie
le gusta tropezar y caer a cada rato. No le hace bien a nadie prometer y
prometer, sin nunca cumplir. El texto de hoy presenta un contraste entre
Dios y el hombre: si, por un lado, el pecado atacó la raíz de la humanidad y
contaminó todos los frutos, por el otro, Cristo venció el pecado, y trajo
solución y cura. Al comenzar un nuevo día de tu historia, recuerda que todos
tenemos una naturaleza mala, pecaminosa, que se deleita en vivir lejos de
Cristo y que prefiere vivir ajeno a la voluntad de Dios. El Señor Jesús, con el
suave pañuelo de su justicia, nos limpia con cariño; nos limpia de todo y nos
llama justos. Cuando por algún motivo te sientas indigno; en las horas de
mayor angustia, en los momentos de total desánimo; cuando el martilleo de
la culpa te golee sin cesar, recuerda: "Porque así como por la desobediencia
de un hombre los muchos fueron constituidos pecadores, así también por la
obediencia de uno, los muchos serán constituidos justos".

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