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Lo que les voy a contar solo es la historia de un superviviente, alguien que escapo de aquel

carnicero que dice ser alguien puro, lo llaman padre y da conferencias en nombre de un
supuesto dios, esto solo es un montaje de ese ser grotesco.
Era domingo por la mañana, muy por la mañana, había tomado la ruta de la circunvalar
para llegar a la entrada de Monserrate, se me hizo raro, había un olor a azufre en el aire, y
mucha niebla, sin mucha importancia empecé a subir a la mitad empezaba a tener fuertes
dolores de cabeza, no le tome como mal señal y se lo atribuí al cansancio de haber
caminado, llegando a la cima note que había menos gente de lo que normalmente hay.
Aquellos vendedores que se encargaban de atraer turistas me miraban con cierta malicia,
era una mirada que penetraba en lo mas profundo de mi y me mandaba una advertencia a
mi cuerpo de salir de ese lugar, sin embargo, hice caso omiso a mi intuición y seguí
explorando. El aire se sentía mas pesado de lo normal y costaba un poco respirar, es ahí
cuando decidí entrar a la iglesia, de camino allí, las expresiones de aquellos vendedores
pasaron de ser serios y con una mirada aterradora a ser una expresión macabra con una
sonrisa de oreja a oreja.
Ya confesándome con este ser que dirigía el lugar en nombre de alguien, que ahora estoy
seguro que no existe, me dispuse a irme pero es aquí donde el padre me agarra de la
mano y al voltear a mirar veo a este ser de dos metros con una boca que cubría todo su
rostro, unos ojos naranjas que me hacían recordar al mismísimo infierno y unas manos tan
largas y gruesas que parecían troncos. Sali corriendo de allí de inmediato aterrorizado por
aquello que había visto, pero mi vista se había puesto de un todo rojo y amarillo, las
personas que se encontraban ahí comenzaron a perseguirme como si fuera la presa de
esas bestias sedientas de mi sangre.
Al ir bajando sentía que no iba lograr salir con vida, ya abajo en la base de la montaña
sentí que podía descansar, cuando vi no tenía mi brazo izquierdo quizás fue por la
adrenalina del momento, pero parecía que había sido cercenado y quemado para
cicatrizar.
Decidí quedarme al pie de la montaña para advertir a las personas de aquel ente
demoniaco que asecha allá arriba pero simplemente me ven como un loco, un habitante
de la calle más.

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