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Aceite puro y pan

santo
El SEÑOR dijo “Ordena al pueblo de Israel que traiga aceite puro de olivas
prensadas para el alumbrado, y así mantener las lámparas del candelabro que está
en el tabernáculo frente a la cortina que protege el arca del pacto, continuamente
encendidas. Esta es una ley perpetua: Aarón y los sacerdotes se ocuparán de las
lámparas, a fin de que ardan continuamente en la presencia del SEÑOR. Pon los
panes delante del Señor sobre la mesa; pon un poco de incienso puro cerca de cada
columna; es un recordatorio perpetuo del pacto eterno. Los sacerdotes tendrán el
derecho perpetuo de exigir esta porción. (Lev 24:1-9)
Debemos mantenernos continuamente ardiendo para Dios. Nuestro
combustible es el Espíritu Santo. Como sacerdotes que somos tenemos la
asignación divina de ocuparnos en arder continuamente delante de la presencia de
nuestro SEÑOR y, de esta forma, ser fieles, obedientes al pacto con Él.
El candelabro de siete brazos representa la Iglesia y la lámpara encendida
simboliza el Espíritu Santo morando en nosotros, dirigiendo nuestro espíritu, alma
y cuerpo; transformándonos, de modo que podamos ser luz para el mundo.
Nosotros tenemos que mantener esta relación con Él, no contristarlo.
Una lámpara sin aceite es como asistir a la iglesia, participar de los rituales,
ser muy religiosos, pero sólo en el aspecto externo, lo que nos hace inútiles.
Los panes nos recuerdan Su provisión divina. Tenemos el derecho de pedirle
al Señor que nos alimente espiritualmente con Su Palabra, Su Presencia, Su guía.
El pan simboliza la Palabra de Dios, alimento espiritual sin levadura (corrupción).
El Espíritu Santo hace posible que podamos entenderla y practicarla; así como
también poder llevarla a quien la necesite.

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