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“¿Sigues ahí?


Por: Engel.

Hace tiempo que el cielo no conoce otros colores más allá del rojo y el negro.

Pero no es el rojizo de atardeceres pasados; es el de la sangre diluida o la corrosión. Plagado


por las negruzcas nubes que se mueven lentas, pesadas, ácidas, ya carentes de víctimas para
alarmar, hasta que son engullidas por la infinita oscuridad del período nocturno.

El viento que se levanta de tanto en tanto transporta el olor a óxido entre los escombros y
llena cada superficie de la condenada metrópolis, que no presenta más vida que la de las
llamas de ocasionales incendios que nacen y se extinguen por sí mismos, sin encontrar nada
más que devorar en algún callejón podrido.

Siguiendo las chispas de un cortocircuito, aparece un nido salvaje de cables enormes, como
un montón de serpientes inertes, pero donde se puede seguir el camino de una sobreviviente.
La corriente hace un ruido notorio, sisea, y aquello es lo más cercano a un animal entre toda
esa desolación.

Ni siquiera el par de cuerpos en el desgastado sofá de las ruinas que alimenta el cable parece
una prueba convincente de la existencia de humanidad. Aunque sus posiciones son relajadas,
la falta de expresión en sus ojos secos es igual a la de un adorno cualquiera, igual a la de
cualquier máquina simuladora. El rigor les luce tan natural que es difícil pensar que no han
sido así siempre.

Lo único que sigue despierto en aquel vacío es el aparato que cuelga frente a los cuerpos, la
única luz que se mantiene es la de la pantalla que, insistente, muestra solamente su mensaje:

“¿Sigues ahí?”
Manitos tiernas.

por Casi magenta.

El niño en la iglesia me sacó la lengua.

Y aunque era un niño pequeño, no tuvo escrúpulos en sacarme la tráquea, la laringe y dos
esféricos porotos que me enteré que son las amígdalas.

Era un niño pequeño, pero con una gran carrera para sádico dentista, de rulos negros, mirada
muy vivaz. La gente que escuchaba la misa nos miró y esbozó una tierna sonrisa. La camisita
blanca era tierna, la corbatita era tierna y hasta sus manitas crueles eran tiernas.

Nos miraban con los ojos de la cara, con los ojos de la espalda, con los que tenían en las
manos y con sus propios ojos.

El niño en la iglesia me sacó el hígado y estuvo a punto de sacarme el estómago, pero desistió
porque todavía estaba lleno de un mosto verde cloacal.

¡Menos mal que no dije que tenía hambre: el niño de la iglesia me hubiera sacado hasta las
ganas de comer…
Grendel

Por Mendel

Grendel se levantó como cada mañana. Se dio una ducha, se lavó los dientes, y preparó el
desayuno para ella y su marido, se despidió de él y partió hacia su trabajo.

Grendel trabajaba como vendedora de autos, por lo que constantemente trataba con diferentes
tipos de personas, aunque generalmente eran hombres los clientes que más frecuentaban la
concesionaria. Su carácter fuerte sumado a una personalidad seductora impedía que sus
clientes la menospreciaran o infravaloraran por su sexo, lo que le daba una fuerte ventaja
frente a sus pares masculinos, quienes la respetaban, ya que se trataba de una de las mejores
vendedoras del lugar.

Su esposo, por otro lado, se caracterizaba por tener una personalidad completamente diferente
a la suya. Él se desempeñaba como profesor de matemáticas en una de las escuelas
secundarias de la zona. Su personalidad, por otro lado, era la de alguien introvertido, una
persona tímida y reservada.

Ambos llegaron a conocerse a través de una popular aplicación de citas, y al poco tiempo de
salir se comprometieron y se casaron. Las cosas en un principio iban muy bien entre los dos,
pero con el tiempo su relación se tornó distante.

Grendel, en ocasiones, llegaba muy tarde a casa con la excusa de lo ocupada que estaba con el
trabajo. Su esposo, ya harto de la situación, en una ocasión decidió confrontarla y exigir
explicaciones sobre lo que estaba pasando, y por qué llegaba tantas veces más tarde de lo
normal. Ella intentó explicarle que se debía a la gran actividad de trabajo que le estaba
demandando la oficina, una respuesta que a su marido no le satisfizo demasiado, pero a pesar
de todo la aceptó.

Las peleas que en un momento se habían vuelto algo recurrentes, dejaron de suceder, y la
relación entre ambos cambió. El ya no exigía ni pedía nada de ella, sino que la dejaba ser.

Su rutina seguía siendo la misma de siempre, ella se levantaba, se duchaba, se lavaba sus
dientes, y preparaba el desayuno, solo que ahora, al momento de compartir la comida, él
estaba más silencioso, ya no conversaba ni le respondía nada. Antes de irse al trabajo Grendel
le dio un beso a su marido y volvió a guardar la cabeza en la heladera, que ahora se
encontraba repleta de carne.

Esa misma noche, Grendel llevó a cenar a uno de los hombres que había estado viendo hace
tiempo, luego del trabajo. Ella lo había conocido igual que a su marido, a través de una
aplicación de citas. Solo que esta vez en lugar de cenar estofado de carne cenarían albóndigas
y espagueti.
Un mundo en el que los políticos sean honestos.

por GP

Ha cambiado tanto desde aquel día, aquel día en el que un gran inventor tuvo una idea
que pensó que mejoraría todo, que nos traería paz y seguridad; parecía tan buena la idea
que me emocionó saber que se aprobara su creación y uso. El cambio se hizo, eso es un
hecho; trajo la confianza que se necesitaba y mejoró todo como se había previsto., al
principio fue magnifico, fueron días muy bellos; hasta daba gusto saber que no habría
más mentiras, al fin no habría más inseguridad ya que el que asumiera estaría diciendo
la verdad si decide asegurar el pueblo, hasta sorprendía lo mucho que creció la
economía. Otros países compraron el artefacto milagroso, ganó mucho dinero aquel
visionario del que tanto se burlaron todos cuando habló púbicamente de su idea,
seguramente su financiamiento fue para intentar dejarlo en ridículo cuando no
funcionara, cuando la maquina no respondiera y que todos supieran lo absurdo de la
imaginación que tenía.
“Explorando los límites de la ciencia: un mundo en el que los políticos sean honestos”,
ese era el gran encabezado del diario, se agotó el tiraje antes del mediodía. Se podría
decir que el artefacto era un simple casco con detector de mentiras, pero en realidad no
es que solo detecta mentiras, sino que te hace revelarlas y los motivos por los cuales los
dijiste, en un principio se había pensado para un uso judicial para que acusados y presos
revelen sus crímenes, pero este sujeto quiso llevarlo al próximo nivel. Cuando llegó el
día de la prueba del casco se usaría un ciudadano al azar del público, pero, como el
titular apuntaba con el dedo a ciertos ciudadanos entonces uno de ese grupo dijo que iba
a ser el que lo probara que la máquina que descubre mentirosos miente... No hubo
fianza que lo salvara de su osadía.
La agónica quimera

Por M. F.

Como si recuperara la respiración, logré despertar gracias a la sensación de un líquido que corría
entre mis pies. Me encontraba tendida sobre una gran roca, mis brazos, piernas y cabeza colgaban
sobre la curvatura de la misma. Reincorporé mi cuerpo de a poco mirando lentamente mi
alrededor. De nuevo esa cueva. Esa maldita, larga y estrecha cueva. La penumbra apenas me
dejaba recorrer los detalles de las paredes y de ambos lados solo se divisaba una profunda
oscuridad. En el piso, un pequeño arroyo ocupaba el medio y mantenía húmedos mis pies. No era
la primera vez que me encontraba allí.

Al reconocer completamente el lugar, entonces lo recordé. Estaba huyendo. ¿De qué?


Seguidamente miré hacia atrás, prestando atención, por si lograba escuchar algo. Aún sin
resultados, un escalofrío recorrió todo mi cuerpo y generó una reacción inmediata. Corrí con todas
mis fuerzas hacía el otro lado. Algo me decía que ya llevaba un rato huyendo de algún
depredador. ¿Un ser humano? ¿Un animal? No recordaba bien qué era. Pero no era la primera vez
que me perseguía.

Cuando pasaron lo que se sintieron algunos minutos, comencé a sentir mucha fatiga. Pero lo más
grave era el dolor punzante que provenía de mi abdomen. Sin dejar de correr, utilicé mis manos
para inspeccionar aquello que parecía dejarme sin respiración. Tal y como sospechaba, las
manchas de sangre en mi mano brillaban a la par del agua del arroyo que salpicaba con cada paso.
Me detuve unos segundos para limpiar la herida y la sangre en mis manos. De esta manera, pude
observar el arañazo. Como si se tratara de la garra de algún animal, tres cortes paralelos cruzaban
desde la zona de mis costillas izquierdas hacia la derecha de mi pelvis. Eran lo suficientemente
grandes como para asustar a cualquiera, pero no lo suficientemente profundas como para
preocuparme en ese momento. Volví a limpiar mis manos y busqué en mi cuerpo señales de otra
lesión. Sólo algunos moretones, y algo que me llamo la atención fue la humedad en mi cabello.
¿Había caído en algún momento sobre el arroyo? Tampoco lo recordaba. Entonces, un gruñido
proveniente de la oscuridad me sobresaltó, seguí corriendo. Miré hacia atrás y vi unos grandes
ojos color esmeralda. No era la primera vez que me los encontraba.

Esta vez el miedo me invadió y la adrenalina apaciguó las sensaciones de dolor y cansancio
previas. Podía sentir su respiración, cada vez más cerca. ¿Cómo había logrado huir de él, si ya me
había lastimado? No importaba, aún tenía una oportunidad. Para mi alivio, una diminuta luz se
inauguró a lo lejos. Y mientras corría se hacía cada vez más grande. No era la primera vez que me
sentía esperanzada.

Escuché a mi depredador menguar su paso cuando ya pude vislumbrar el exterior de la cueva. ¿Lo
lastimará la luz? ¿Tiene miedo de alejarse de su escondite? ¿O será que prefiere no mostrarse ante
mí? Porque perfectamente podría acabar conmigo si así lo quisiera. “Pero nunca lo hace, siempre
me deja huir” pensé.

Llegué a la entrada de la cueva y vi por debajo de esta un gran precipicio. No había salida y yo ya
lo sabía. Tenía esa sensación familiar, como un déjà vu. Nunca recordaba cómo aparecía dentro
de ese oscuro lugar, ni estaba segura de quién o qué me perseguía, ni mucho menos comprendía
cómo siempre conseguía sobrevivir. Lo que si estaba segura, en ese momento, era sobre cómo
terminaría. Así, entonces, dejé caer mi cuerpo por el precipicio, esperando encontrar una
sensación de paz, un final menos doloroso y aterrador. Pero, de nuevo, comprendí que no se
terminaría allí. Porque esta no era la primera vez, ni tampoco parecía la última.
Trenes

Por Lonely Reactor

Hace ya mucho tiempo que no he podido soñar nada. No hablo de esperanzas o deseos para el
futuro, sino de esas fantasías oníricas que ocasionalmente se proyectan ante nuestros ojos por las
noches.

No recuerdo cuando dejé de tenerlos, para cuando me percaté de ello ya había pasado un buen
tiempo sin soñar nada. Ni siquiera he tenido esa sensación remanente que viene a veces durante el
día de que estuvimos en ese mundo aunque no recordemos que pasó allí y, la verdad, empieza a
preocuparme

Cuando saqué el tema conversando con un amigue me preguntó, tal vez para divagar un rato, qué
fue lo último que recordaba haber soñado, y haciendo memoria recordé vagamente haber soñado
con un pueblo pequeño aunque bastante urbanizado y, sobre todo, con la estación de trenes que
había ahí, a la cual hacía tiempo no llegaban más trenes

-¿Por qué?- me cuestionó mi oyente y, después de intentar recordarlo un momento, me di cuenta


de que no tenía una respuesta. Todo lo que había pasado en el sueño estaba borroso, no había más
que una sensación de inquietud en aquella ciudad, una atmósfera intranquila y silenciosa como si
una inmensa y perturbadora verdad flotara en el aire como si de neblina se tratase, una verdad que
todos allí conocían pero de la que nadie quería hablar, una verdad a la que solo yo era ajeno y que,
de alguna forma, estaba relacionada al estridente silencio que ocupaba el lugar de los trenes en la
estación.

Tan solo dos recuerdos nítidos quedaban en mi mente de ese añejado sueño, en el primero estoy
yo, viendo a los trenes regresar a la estación después de tanto tiempo y sin razón aparente, y el
segundo es una frase, una frase que en el sueño me es dicha por un personaje desconocido y cuya
apariencia vagamente recuerdo _"Trenes sin memoria atropellan mis recuerdos"_. Y luego nada,
solo la imagen de los trenes difuminándose hasta que despierto. De donde venían los trenes o
hacia donde iban todavía es un absoluto misterio para mi.

-Tal vez se van en ese tren- comenta mi amigue al ver que ya no seguiría con el relato, y notando
mi expresión de desconcierto ante su comentario agrega:

-Tus sueños, quizás desde que volvieron los trenes se van en ellos cuando estás por despertar- dijo
de un modo irónico pero ingenioso, a lo que respondí con un gesto de fascinación dada la
creatividad de su teoría.

No recuerdo como concluyó la conversación, solo me queda el remanente de esa sensación de


asombro por la hipótesis de aquella persona, cuyo aspecto o identidad tampoco recuerdo.

Aun conservo la esperanza de soñar una vez más con ese sombrío personaje y poder concluir con
aquella conversación que ahora vagamente recuerdo, aunque esa esperanza, al igual que ese
sueño, se desvanece un poco más cada día, pues no he vuelto a soñar nada desde hace ya mucho
tiempo, desde el día que los trenes volvieron al pueblo
El Abuelo

por Lugh

Antes las cosas no eran así… cuando tenía tu edad pasabamos tardes enteras al sol trabajando
en el campo, incluso… Si, la historia de siempre. Uno pensaría que cuanto más vive una
persona más tiene para contar, pero parece que no; todas las veces la misma historia…

¿cuántas veces habrán sido? hasta me la se de memoria y la podría contar como si fuera mía
¿o será que luego de tantas veces ahora es parte de mi propia vida? En fin, los arados, la
vaca… uy, recuerdo que la primera vez que lo escuché me impactó muchisimo la parte de la
vaca. No tenía idea que pudieran explotar estando vivas ¡me dio mucho miedo! pero claro,
aún era un niño; luego de la quinta o sexta vez, más que miedo, daba risa… no se, creo que se
me venía a la mente la idea de una piñata llena de caramelos; un poco asqueroso ahora que lo
pienso, cosas de niños.

Cuando sea abuelo ¿tendré cosas para contar? no es que esté haciendo demasiado ahora…
mmm quizás podría contar esa historia, aunque no sea mía. Y es que, aunque no lo parezca,
me gustaba escucharla; y podría ser una buena manera de mantener viva una parte de tí. Algo
raro de pensar cuando estamos todos aquí reunidos justamente para despedir a esa otra parte
tuya que por más que quiera, ya no volverá. Lo que daría por volverte a escuchar contar tu
historia. Lo que daría porque te levantes de ese ataud y vuelvas a ser el de siempre.

— Antes las cosas no eran así —cof cof— cuando tenía tu edad pasabamos tardes enteras al
sol trabajando en el campo…
No te atrevas a mirar.
Por Ann z.
“Jamás lo mires” resonó en mi cabeza…
De pronto las risas de mi primo resonaron en toda la habitación sacándome de mis
pensamientos, había olvidado por completo su presencia, siquiera podía recordar estar con él.
- ¿Qué te ocurre?, ¿Salimos a caminar? – pregunto evadiendo mirarme.
Ignorando su rara reacción acepte su propuesta sin responder a lo demás. Salimos de la
habitación, pero por alguna razón sentí algo mirándome desde la oscuridad del baño, mi piel
se erizo, pero decidí seguir mi camino, el pasillo se me había hecho más extenso de lo normal
como si no tuviese final y a la vez muy desconocido, no parecía mi hogar.
Llegamos al final, pero era completamente diferente a como recordaba, el cielo estaba
nublado y las ráfagas de viento eran cada vez más fuertes. Intentando enfocarme en donde me
encontraba, vi una silueta a lo lejos, se encontraba de espaldas, me acerqué lentamente, pero
me paralice al escuchar en susurro te encontré, sus voces eran como mil voces al mismo
tiempo y no paraban de resonar en mi cabeza una y otra vez.
- Será mejor que corras – grito mi primo haciéndome mirarlo, su mirada estaba vacía y era
como si no me mirara a mí.
Con todo el valor que reuní corrí por pasillos que no llegaban a ningún lado, las pisadas se
escuchaban detrás de mí, las paredes parecían enrojecerse y sentía como si estuviesen llenas
de ojos que solo me observaban a mí y me seguían con cada paso que daba. Sentía el
ambiente más tenso y mi corazón latía como si fuese a estallar, llegue al final donde solo me
separaba una puerta que me sonaba familiar, me apresure a entrar encontrándome con la
habitación de mi tío. Esperé encerrada a que todo acabara, me estaba ganando el miedo y solo
quería llorar, creí estar a salvo, pero algo se movió al fondo de la habitación mientras se
arrastraba hacia mí, abracé mis piernas y cerré mis ojos con fuerza.
Todo se volvió silencio, abrí mis ojos y me encontraba en mi habitación, y mi primo a mi lado
mirándome con confusión. Deje salir un suspiro, parece que solo había sido un mal sueño, le
conté todo a mi primo quien se comenzó a reír como si le hubiese contado un simple chiste; lo
mire desconcertada y de la nada sujetó mi brazo con fuerza mientras sus risas se
distorsionaban y me impedían moverme. Aquello que me atemorizaba, lo que se suponía
haber sido un sueño, entró arrastrándose a la habitación, me jalo de la pierna y caí con fuerza
al piso, y me encontraba mareada, me miró con sus ojos vacíos y una enorme sonrisa mientras
ladeaba su cabeza acercándose más. Desperté de un salto de la cama y mi cuerpo no paraba de
temblar, solo fue un sueño…
Notas del bosque.
Por First patient
El otro día, en una caminata nocturna por el bosque, me encontré una especie de cobertizo, era
raro, estaba en el medio de la nada, la luz estaba encendida y aunque era tarde, así que decidí
acercarme a revisar. Ya en frente de este solo toqué a la puerta, luego de un minuto nadie
abría, así que entré a este lugar, y me encontré con una casetera bastante vieja, me llamaba la
curiosidad, y decidí escuchar que había en ella.
- Hoy es 6 de mayo de 1999, llevo 4 días aislado de la sociedad, en este bosque, se supone que
aquí viene la gente a pensar, pero pasar tanto tiempo afuera sin refugio es difícil, por suerte
encontré esta casetera, así que seguro no voy a volverme loco.
- Hoy es 26 de mayo de 1999, encontré muchas herramientas en buen estado tiradas por ahí,
por lo que pude construir un cobertizo bastante resistente, no hable en estos últimos 20 días
porque quería ahorrar pilas, no se cuanto dure la casetera, pero espero no perderla aún.
- Okay, es 1 de junio de 1999, iba a esperar más tiempo, y reportar cosas que me encontraba a
mi alrededor, como un generador de electricidad que nunca había visto en mi vida, por suerte
tenia instrucciones de como usarlo, volviendo al tema, he notado cosas extrañas, veo sombras
y escucho voces, espero no estar volviéndome loco.
- ¡Mierda! Hoy es 10 de junio de 1999, disculpa la voz agitada, definitivamente hay algo aquí,
me topé con una zona de agua clara, me quería dar un baño, por dios que apestaba, así que me
desvestí y entré al agua, tenía la sensación de que alguien me observaba, pero no le di mucha
importancia, cuando salí y me vestí podía ver sombras en la distancia, una se acercó
rápidamente a mí y me atravesó, sentí mucho frio y miedo, así que corrí al cobertizo, y aquí
estoy grabando para vaya a saber quién.
Antes de empezar con la siguiente fecha, se escucha en la casetera gritos de desesperación y
dolor, pero también se siente como si los gritos vinieran de fuera.
- ¡Es 14 de junio de 1999! ¡La carne se esta desprendiendo de mi cuerpo lenta y
dolorosamente! Ya no puedo soportarlo más, si estas escuchando esto, ¡corre! No vuelvas
aquí, y no dejes que nadie se acerque a este bosque, porque…
La cinta ya se había acabado, y no había ninguna otra a la vista, me traje la casetera conmigo
a casa, en este pueblo ya no hay nadie, y esta es la única forma en la que alguien se comunico
conmigo, todos temen a estas sombras, cuando en realidad son algo hermoso, logran que tu
carne se desprenda y se junte para formar un nuevo tipo de vida, unos organismos más fuertes
y agiles, no tengas miedo, solo déjate llevar por estos seres, que tu vida cambie, solo es un
poco doloroso al principio, ahora, te toca a ti, ven con nosotros, conviértete en alguien mejor.
Se que lo hice sonar como una recomendación, pero la verdad no tienes opción, deberás verlo
por ti mismo, ahora, vamos por ti.
Perforación
Al final del camino el baldío que de día era reunión de fiesta infantil esa noche abrió sus
entrañas de tierra para deleitar las barbas hambientras de seres desconocidos.
Un pozo sin vislumbrar su fondo atraía a todos los infantes de cinco años. Como en Hamelín
un dulce sonido sordo penetraba en las mentes infantiles obligándolos a una caminata zombie.
Uno tras otro caían sin prisa y sin pausa al festín anónimo.
Aquella noche oscura gobernaba los sueños impávidos del pueblo mientras en mí se desvelaba
el insomnio.
Mí hija tenía cinco años… frente al umbral del abismo la vi por última vez.
Por HODI
La Cripta
Me vi obligado a bajar las escaleras corriendo, sus garras y aullidos podia sentirlos en mi
nuca, mas nunca me di vuelta a confrontarlos. Cuando mis piernas no podian dar un paso mas,
vislumbre una luz al fondo del tunel e hice acopio de mis ultimas fuerzas para llegar alli. La
pequeña luz iluminaba sutilmente un gran porton de madera del cual emergia una luz verde
fosforesente por la rendija cercana al piso. Al acercarme, los alaridos y maldiciones a mi
espalda se intensificaron y un aliento fetido, como de carne descompuesta, inundaba el
ambiente.
Un metro antes de alcanzar la puerta...senti como una de las criaturas desgarraba mi espalda
queriendo clavar sus colmillos, sentia que se me escapaba la vida...y la unica oportunidad de
escapar de aquel infierno.
Mas al empujar el porton la luz verde inundo toda la estancia purificando el lugar...se sentia
como si cayera una lluvia que lavaba toda suciedad. y de repende...oscuridad...seguida por
una luz fulminante, tuve que cerar mis ojos porque pense que me quedaria ciego...cuando
pude abrirlos, me encontraba de nuevo en la entrada de la cripa...no se como llegue alli...pero
agradeci al cielo por haber salido de esa pesadilla.
Hoy...treinta dias despues...cuando recuerdo estos eventos, la calma y paz que tengo...solo se
ven turbadas por un recuerdo reprimido o una señal en la niebla. Cuando la criatura me
lasstimo la espalda grito, entre maldiciones, que me estaba condenando yo tambien si abria el
porton...se que es una tonteria pero cada vez me siento mas atraido al cementerio familiar...me
cuesta estar a la luz del sol y casi no pruebo alimento. Aunque sea una estupidez voy a volver
al porton esta noche, no se que mes espera detras de el, pero siento un aire familiar.
Por Jergaita
Aullidos en la medianoche espesa.
por Wun Dar
«No tengo miedo, no tengo miedo». Juan corría tan rápido como sus músculos le permitían.
Ya de medianoche, en su barrio, el peor de la ciudad, eso era imperdonable. En su cabeza aún
resonaba el aullido del lobo… o mejor dicho el hombre lobo.
Recordó las leyendas que circulaban sobre esta monstruosa aparición, aunque la apariencia
del bicho cambiaba de acuerdo a la versión de cada vecino. Se maldijo por entretenerse
jugando al «Mortal Kombat 2». Tres fichines gastados y vencer a Shao Kahn por primera vez
no valía su vida. Pero ya era tarde.
Detrás de él escuchó pasos apurados. No, eran zancadas estruendosas. Había un leve rechinar
sobre el asfalto. Parecían garras o algo así.
Tomó coraje y miró hacia atrás. Sus piernas no se detenían. Una densa bruma brotó de la
nada. No era normal, pensó. El sudor frío era un mar en su espalda. Volvió su mirada hacia
adelante, debía concentrarse.
Chocó contra un muro. Masticó algo en su boca reseca y creyó que eran pelos. Acertó a la
primera. Delante tenía un paredón de dos metros, llenos de pelos, ojos enfurecidos y sangre en
sus grandes dientes caninos.
«Qué colmillos tan grandes tienes… ¿son para comerme mejor?». Hasta en los momentos más
delicados se atrevía a una broma. Con las palabras al aire comprendió que era una mala
decisión.
Erguido sobre dos patas, el lobo aulló un feroz grito que estremeció al vecindario. Las luces
que salían de la ventana de los edificios comenzaron a apagarse como un apocalipsis
inminente.
Juan se levantó, adquirió la posición de Rayden, su personaje favorito, y gruñó con potencia.
El lobo miró con ojos desorbitados, sangró desde su corazón, una Katana atravesó su órgano
vital.
Raúl, su mejor amigo, sonrió. Soltó la espada y el monstruo cayó al suelo. Su héroe era real.
Lo más valioso

por Jurasico

Años atrás la Era de las Ciudades había llegado a su fin. La Catástrofe había obligado a la gente a
vivir en pequeñas comunidades o refugios, sin embargo, las viejas costumbres tardaban en morir y
de vez en cuando estaban obligados a buscar algunos restos del pasado en las ruinas de las
ciudades, enfrentando los peligros que allí acechaban. Esta es una de esas historias…

Jota había encontrado lo que había ido a buscar en un depósito que todavía funcionaba, uno de los
pocos de los que aún les llegaba electricidad. Había conseguido despistar a los mutantes y ahora
se dirigía a su refugio en su destartalado vehículo, lentamente, para gastar menos combustible y
por el deteriorado pavimento de la ruta, al que años de abandono habían dejado resquebrajada y
llena de baches. Incluso a esta distancia de la ciudad había restos de vehículos abandonados a los
costados, recuerdos del éxodo que ocurrió después de la Catástrofe. Mientras pensaba
distraídamente en esas cosas, se sobresaltó al escuchar un fuerte ruido en el techo. Clavó los
frenos y lo que había causado el golpe rodó hacia adelante, empujado por la inercia. ¡Maldita sea!
¡Un Gorjeador! - pensó para sí. Rápidamente cambió de marcha y aceleró, embistiendo a la bestia.
Escucho el sólido golpe y el ruido del faro izquierdo rompiéndose. Seguramente el dinosaurio
tenía algún nombre científico, pero la gente de la zona les decía Gorjeadores, porque parecían
comunicarse entre ellos mediante chillidos y gorjeos, parecidos a los de los pájaros.

- ¡Estúpidos científicos! ¡¿cómo se les había ocurrido revivir a estos bichos justo antes de que
todo se fuera a la mierda?! - vociferó enojado, esperando que el resto de la manada todavía no lo
hubiera rodeado. En los últimos días de la civilización, había sido un logro sorprendente y por lo
tanto se abrieron zoológicos y parques de dinosaurios por todo el mundo, porque ¿quién no
querría pagar para ver dinosaurios de carne y hueso andando por ahí?. Por un tiempo todo
funcionó bien, pero después de la Catástrofe, esos lugares quedaron desatendidos, las criaturas
escaparon y en poco tiempo volvieron a estar en la cima de la cadena alimenticia, que por cierto,
ahora volvía a incluir a los seres humanos, siendo estos las presas más abundantes y por lo general
también las más indefensas y fáciles para estos cazadores. Apretó los dientes y maldijo cuando
vio que el resto de la manada lo estaba esperando en el medio de su camino habitual. Pero Jota no
estaba dispuesto a ser la cena de ningún reptil sobrealimentado, por más que le chillaran y le
mostraran sus plumas y sus dientes de forma amenazadora, tendría que usar el camino difícil y
peligroso en lugar del largo y seguro, aunque, pensándolo bien, ahora de seguro no tenía nada.
Habiendo tomado la decisión, viró violentamente hacia la derecha, se salió de la ruta mientras
apuntaba al otro camino a toda velocidad y los depredadores lo siguieron a la carrera. Casi lo
alcanzan mientras iba a campo-traviesa, pero una vez que pisó el asfalto, pudo subir de marcha y
acelerar, ganándoles terreno a los dinosaurios, esta carretera llevaba al Puente Derrumbado.

Afortunadamente le habían puesto algunos artilugios al coche, que, con suerte, le permitirían
sobrevivir un poco más, sobre todo en los enfrentamientos con otras bandas de saqueadores.

A pocos metros del abismo, aceleró todavía más y activo los impulsores de salto, que le
permitieron cruzar al otro lado, dejando una manada (o bandada) de saurios muy enojados y
dando aterradores alaridos.

Un poco más tarde, llegó al refugio sin más incidentes.

- Llegas tarde, ya pensábamos que no venias - le espetó de mala manera uno de sus compinches.

- ¡Si no te gusta la próxima vez, anda vos a buscar la coca y el hielo para el fernet!
Escalaphobia

Por: Engel.

Me gusta salir con mis amigos, dar vueltas por diferentes lugares y gastar plata bajo la premisa de
que “la vida es una”. Incluso disfruto cuando nos aventuramos en zonas u actividades inusuales.
Pero tengo un límite que me niego a traspasar, y que a la vez ellos se niegan a entender: Yo no
uso escaleras eléctricas.

No me gustan, no confío en ellas y tengo mis razones para eso. Mis amigos no se lo toman en
serio, por lo que a menudo tratan de convencerme de que mi miedo es irracional.¡”Irracional”! se
atreven a decirme, cuando ninguno de ellos sabe más que yo acerca de ese condenado invento.

He estudiado su mecanismo y su historia, en un principio intentando superar mi rechazo, pero


tener mayor conocimiento sólo terminó por darme la razón. Por supuesto, he estudiado las
muertes que ha causado, su fatalidad, pero a nadie parece importarle estos hechos. La mayoría
ignora el riesgo que corre por el mínimo beneficio de no mover sus pies de un piso al otro, pero
yo no, y por eso tengo la libertad de decidir no subirme a una potencial trituradora.

Nadie parece escucharme ni razonar, incluso cuando les repito que cada año mueren más personas
a causa de las malditas escaleras eléctricas que por tiburones (pero los tiburones no son ningún
miedo irracional, a pesar de que vivimos en el mediterráneo). Tienen a una gigantesca máquina
asesina justo frente a sus ojos, y su reacción no sólo es no darle ninguna importancia, sino insistir
en llevarme hacia ella.

Por milésima vez trato de explicar por qué adoptar una atracción de feria para uso cotidiano no
debería ser una buena idea, que lo único absurdo acá es la alergia que de repente todos parecen
tenerle a las escaleras tradicionales y que hay una razón para que la canción de Led Zeppelin no se
llame “Escalator to Heaven”, pero no hay caso.

Aprecio a mis amigos y sus salidas, pero a veces logran que los odie. Sé que no lo hacen con
maldad, supongo que es parte del inexplicable fanatismo que causan las escaleras automatizadas,
que cada vez que hay una cerca terminan por querer hacer que yo también las use.

Una vez más llegamos a esta situación de estrés que podría haber evitado quedándome tranquilo
en casa. Observo aquel mecanismo infernal desde una distancia que considero prudente, me tenso
en mi lugar para que mis amigos/verdugos no puedan empujarme más cerca, y pienso en qué
hacer para que vuelvan a olvidar el tema.

La gente sube y baja completamente indiferente, hasta que el movimiento se detiene, y hay una
pausa de desconcierto. Se oyen un par de quejas pero son interrumpidas por el ruido de un motor
haciéndose cada vez más fuerte y, en un instante, las escaleras colapsan y toman una forma
monstruosa. Las placas se vuelven dientes filosos mientras se mezcla el rugido del motor y el
alarido de las nuevas presas. Miro al chico que está al lado mío; su ropa salpicada de sangre me
confirma que no estoy alucinando. Ja, ja. Yo tenía razón.
La Tortura

Por T.M.

Desperté. Todo era oscuridad, no podía ver ni mis propias manos. El silencio era tal que se
escuchaba como mi sangre recorría mi cuerpo y los latidos de mi corazón retumbaban en mi
cabeza, latidos que cada vez se hacían más ruidosos al punto de que parecía que mi cabeza iba a
explotar. -"tuc-tucutu-TUC ". En un instante, mi corazón parecía que iba a atravesar mi pecho
como queriendo escapar de lo que se aproximaba. - "¿Qué? ¿QUÉÉÉ?"- Grité con incertidumbre.
No recibi respuesta alguna más que el eco preguntándose lo mismo. De a poco sentía que la
desesperación se iba adueñando de mi cuerpo, de mis sensaciones...de mis pensamientos. Jamás
mis sentidos estuvieron tan despiertos, ojalá pudiera dormirlos porque no hacían mas gritarme que
algo se aproximaba. - "TUC-TUCUTU-TUC"-. Comencé a correr sin saber a donde iba, ni por
donde pisaban mis pasos. La oscuridad seguía siendo total. Corri hasta que mi aliento dejo de
brindarles fuerzas a mis piernas. No sabía si había corrido en circulos, si había avanzado escasos
metros o si continuaba en el mismo lugar. - "TUC-TUCUTU-TUC"-. Ya sin voluntad, mis
pensamientos se salieron de control, dándole comienzo al verdadero tormento. Mis más oscuros
pensamientos empezaron a salir de mi, se reían a carcajadas, algunas se escuchaban más distantes
y otras chillando en la puerta de mis oídos -"(JAJAJA) jaja (JAJA) jajaja"- Era imposible verlos,
pero se sentía como me miraban directamente a la cara, sus miradas filosas atravesaban mis
sentidos haciéndome vivir una y mil veces mis temores, mis más oscuros pensamientos. -"TUC-
TUCUTU-TUC"- Desde el suelo, cientos de manos empezaron a agarrar con firmeza mis piernas,
sin poder hacer nada, las manos siguieron subiendo mi cuerpo, fueron agarrando el tronco hasta
llegar a mi cuello. "TUC-TUCUTU-TUC"-. Apretaban tanto mi cuello que no podía respirar,
apretaban tanto mi cuerpo que ya no se escuchaba mi sangre correr, solo el estruendoso crujir de
mis huesos. De repente, un flechazo salió de mi pecho...mi corazón había dejado mi cuerpo por el
inmenso terror a lo que se aproximaba. Esta vez la sangre se oía salpicando en el suelo, mi cuerpo
se ponía cada vez más frio, pero...no podía morir, aun cuando quería hacerlo. -"¿¡Por qué? ¡POR
QUE!?". grité con desesperación. Queria que todo terminara ya, el dolor, mis sentidos gritando,
mi corazón dejando mi cuerpo, mi sangre derramada, parecía toda una puta pesadilla. "TUC-
TUCUTU-TUC"- gritaba mi corazón a la distancia, que aun estando afuera de mi cuerpo, me
avisaba que ESO ya estaba acá. -"¿QUÉ?"- No podía ver nada, no podía sentir nada mas que el
intenso dolor de mi cuerpo destrozado. Entre tanta oscuridad apareció una luz roja como la
sangre. Estaba lejana, era una luz tan tenue que brillaba, pero no iluminaba. De repente las manos,
que demolían todo mi cuerpo, me soltaron. Se reían tan fuerte que no me dejaban escuchar mi
corazón. Caí al suelo moribundo y me arrastré en el piso, me fui acercando a la luz. Mi cuerpo
estaba congelado pero el aire ardía. -"¿llamas? No"- no podía ver nada más que la tenue luz color
sangre. Me arrastre queriendo escapar de mi dolor, de esta absurda tortura. –

“TUC-TUCUTU-TUC”.

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