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Teoría Política III

Unidad 4 - Comunitarismo (1 clase)

Objetivos, Contenidos y Bibliografía

Objetivos específicos:

La unidad se propone analizar la categoría de “comunitarismo”, tanto en su vertiente sociológica como filosófica.

Contenidos:

1. Delimitando la categoría “comunitarismo”. Vertientes sociológicas (Robert Bellah, Amitai Etzioni, Robert
Putnam) y filosóficas (Alasdair MacIntyre, Michael Walzer, Michael Sandel).
2. La visión de Charles Taylor, Samuel Huntington y Amitai Etzioni.

Bibliografía

Amitai Etzioni, La nueva regla de oro: comunidad y moralidad en una sociedad democrática, Paidós,
Buenos Aires, 1999, pp. 23-55 (Capítulo 1: Los elementos de una buena sociedad).
Samuel P. Huntington, ¿Quiénes somos? Los desafíos a la identidad nacional estadounidense, Paidós,
Buenos Aires, 2004, p.19/44.
Charles Taylor, El multiculturalismo y la política del reconocimiento, F.C.E., México D.F., 1993, p.78/91.

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Contenidos Clase 6

1. Delimitando la categoría “comunitarismo”

Tanto la visión utilitarista como la del liberalismo son posiciones que dan primacía al individuo, ya sea porque se
considera que la causa de la unión política es la búsqueda del beneficio personal, ya sea porque se sostiene que
el fin de la comunidad está en la defensa de los derechos individuales. El comunitarismo cuestiona esta visión,
remarcando la idea del “nosotros”, de los vínculos compartidos, la idea de lo común.

El término “comunitarismo”, muy usado a partir de la década de los ochenta, resulta hasta
cierto punto equívoco, ya que agrupa a pensadores de muy distinta procedencia.

Suelen se calificados de “comunitaristas” autores como Robert Bellah, Amitai Etzioni, Robert Putnam, Alasdair
MacIntyre, Charles Taylor, Michael Walzer y Michael Sandel. Ahora bien, las diferencias entre ellos son grandes:
Algunos provienen de la sociología, como Robert Bellah, Amitai Etzioni y Robert Putnam. Otros, como Alasdair
MacIntyre, Charles Taylor, Michael Walzer y Michael Sandel, del campo de la filosofía. Algunos son críticos del
Iluminismo (como MacIntyre), otros, no reniegan de la modernidad. Incluso algunos son “de derecha”, mientras
que otros (como Walzer) se identifican con la Izquierda. (Según Amitai Etzioni “el pensamiento comunitario pasa
por encima de la vieja discusión entre pensamientos de izquierda o de derecha y sugiere una tercera filosofía
social”). Esta heterogeneidad hace que los mismos autores no siempre quieran identificarse como
“comunitaristas” (Walzer a veces toma distancia cuando se lo incluye en esta categoría”), o que algunos
incluyan a determinados pensadores dentro del comunitarismo y otros no (es el caso de los conservadores, a los
que muchos califican de “comunitaristas”, mientras que Etzioni, lo veremos en las páginas que siguen, tiende a
distinguirse de los mismos).

Pese a sus diferencias, todos ellos tienen en común la oposición al “liberalismo” y la pretensión de elaborar un
concepto de sociedad política más denso, para lo que apelan a filósofos como Aristóteles o Hegel(1).

Etzioni, por ejemplo, de origen judío, para el que la vida en el kibbutz (comunidad agrícola israelí)
representó un “curso avanzado intensivo” de comunitarismo recuerda en sus memorias que:

Los miembros del kibbutz no tenían preocupaciones personales. De hecho, cuando uno tuvo una apoplejía a la
joven edad de 30 años, de la que se recuperó muy poco, nadie tenía la menor duda de que el kibutz se haría
cargo de él durante el resto de su vida. (…) El lema “de cada uno según su capacidad, a cada uno según su
necesidad” se ponía verdaderamente en práctica allí (…).

Al mismo tiempo, había muy poco margen para la individualidad o la intimidad. Las comidas se tomaban en el
comedor de la comunidad. (…) Guardar provisiones privadas en la habitación o tienda (el único lugar que tenía
cada uno) era considerado como transgredir el mayor tabú. Cuando alguien recibía un paquete de café como
regalo de un pariente en visita, cometía la más alta traición si se lo quedaba. Su intento de mantener una
propiedad privada desataba una tormenta de condenas (…).

Cuando invité a una chica del kibutz a “dar un paseo después de cenar” sin haber terminado mi
relación con otra chica, tres miembros del kibutz me reprendieron antes de que acabara el día: “¿Es
cierto que pretendes salir con Tamara y Raquél al mismo tiempo?

Eres nuevo aquí, pero…”; “no nos comportamos así en este lugar”. Por honradez debo decir que una invitación a
un paseo después de cenar no era en absoluto tan inocente como podría parecer.(2)

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Destacando los elementos positivos de este tipo de asociación Etzioni estudia en alguno de sus primeros
trabajos, comparando la mayor eficacia del ejército Israelí con los ejércitos árabes, hasta qué punto una
comunidad fuertemente motivada, con vínculos afectivos y finalidades compartidas es más efectiva que una
comunidad menos integrada, análisis que luego trasladará a la sociología de las organizaciones y a la comunidad
política.

El sociólogo estadounidense Robert Putnam, por poner otro ejemplo, analizó en un famoso artículo “Bowling
alone” (Jugando a los bolos solo) la pérdida de capital social en los Estados Unidos. La disminución del número
de personas afiliadas a los clubs, a las asociaciones cívicas y religiosas, etc. servían para poner de manifiesto, a
su entender, la pérdida de capacidad asociativa de los Estados Unidos (una de las características que más había
llamado la atención a Tocqueville en La democracia en América), cambio que necesariamente habría de tener
consecuencias negativas en la política.

En ésta búsqueda de una comunidad más integrada los comunitaristas cuestionan las corrientes
vistas anteriormente.

Rechazan, en primer lugar, la idea de que el motor de la asociación sea la búsqueda del propio beneficio. El
“Manifiesto del comunitarismo” señala: “No puede sobrevivir por mucho tiempo una comunidad si sus miembros
no dedican algo de su atención, energía y recursos a proyectos compartidos. La búsqueda exclusiva del interés
privado erosiona la red de ambientes sociales de los que todos dependemos y es nociva para nuestro
experimento compartido de autogobierno democrático”.(3) Por otro lado discute la propuesta liberal de separar
la justicia del bien. Si ciertos proyectos de vida son mejores ¿por qué debería la comunidad política permanecer
neutra frente a los mismos? Resulta por ello legítimo, para una comunidad política proponerse metas
compartidas. El intento de convertir a la autonomía en el único valor que debe concernir a las pautas de
organización social resulta, afirman, radicalmente insuficiente. Es en la relación con los otros donde aprendemos
“el respeto por los demás, así como el respeto propio; Donde adquirimos un vivo sentido de nuestras
responsabilidades personales y cívicas, junto con una apreciación de nuestros propios derechos y los derechos
de los demás; Donde desarrollamos las habilidades de autogobierno, así como el hábito de gobernarnos a
nosotros mismos, y aprender a servir a los demás, no sólo a nosotros mismos”.(4) La familia y la educación son
fundamentales para que el individuo pueda descubrir la dimensión moral de la existencia.

Muchas de estas inquietudes no son nuevas. Están presentes, por ejemplo, en las críticas que el romanticismo
realizara a la filosofía de la Ilustración. También han sido recogidas por la sociología, cuando remarca la
distinción entre los conceptos de comunidad y sociedad (Es fundamental la obra de Tönnies Gemeinschaft und
Gesellschaft, 1887).

En el próximo apartado analizaremos algunos aspectos del pensamiento de Amitai Etzioni, Samuel P. Huntington,
y Charles Taylor.

2. La visión de Amitai Etzioni

Para exponer el pensamiento de Etzioni partiremos de su trabajo La nueva regla de oro: Comunidad y moralidad
en una sociedad democrática. (Clase 6-anexo 1).

Cuenta Etzioni en su autobiografía, que cuando apenas comenzaba sus estudios en sociología en la
Hebrew University, se encontró “con el pensamiento comunitario de los sociólogos más
importantes.

Estudiamos –nos dice- los complejos trabajos de Ferdinand Tönies, conocido por su distinción entre
gemeinschaft (comunidad) y gesselschaft (sociedad)”, trabajando también sobre “los volúmenes de Émile

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Durkheim, que recalcaba el papel importante de los valores compartidos y los lazos sociales al formar y sostener
una comunidad”. Poco a poco, agrega, dos temas le fueron quedando entrelazados:

En primer lugar, el avance de la modernidad, el progreso de la ilustración, el auge de las nuevas tecnologías e
industrias y el secularismo estaban socavando la sociedad tradicional basada en las pequeñas comunidades. La
nueva sociedad le permitía a uno escapar del conformismo y de la jerarquización de las sociedades pequeñas y
pueblos para vivir en el anonimato de la ciudad, como un individuo aislado; en definitiva ser libre. En segundo
lugar, y simultáneamente, la pérdida del entramado social y el aumento de la soledad humana resultantes
amenazaban la salud mental de la gente y su carácter moral, provocando alienación y criminalidad: hacía que la
gente anhelara una vida más en común.

Además, la gente del mundo moderno se estaba perdiendo no solo la comunidad como un sitio con fuertes
vínculos personales, sino también una vida en la que el orden social estaba basado en valores compartidos y
controles informales, más que en endurecimiento extensivo de la ley. Algunos de nuestros profesores llamaban
a ese deseo “romanticismo”, que no parecía una etiqueta favorecedora cuando se contrastaba con la Ilustración,
pero parecía equivocado descartar este anhelo humano tan profundo.(5)

Son estas ideas, la sensación de que el triunfo de la modernidad con su ideal de autonomía le
daba la posibilidad al individuo de vivir en libertad, pero que al mismo tiempo implicaba la
pérdida de los vínculos interpersonales y tenía consecuencias antisociales las que retomará en
su trabajo La nueva regla de oro, ideas, como veremos, también presentes en autores como
Taylor y Walzer.

Toda la intención de Etzioni será la de poder rescatar, sin perder la idea de libertad, algunos elementos que
existían en la sociedad tradicional, logrando una “combinación de tradición y de modernidad”. Explica de este
modo en el prefacio de la obra:

En el nivel más elevado de generalización, el problema que este libro aborda es la síntesis de ciertos elementos
de tradicionalismo con ciertos elementos de modernidad (…). Hasta el comienzo de la modernidad, los sistemas
de pensamiento (a menudo envueltos en escritos religiosos) se preocupaban por el mantenimiento de la
legitimidad del orden y la afirmación de virtudes sociales adecuadas (…). Gran parte de la doctrina religiosa que
prevaleció en la Edad Media alababa las virtudes monolíticas y legitimaba un orden social establecido, bastante
rígido, jerárquico y omnipresente.

En este contexto, es más útil considerar el pensamiento moderno –con su énfasis en los derechos individuales
universales- como un gran correctivo a las formaciones sociales de la Edad Media (…). Lo que este volumen
sostiene es que, tras haber desarrollado a las fuerzas del tradicionalismo, las fuerzas de la modernidad no
permanecieron inmóviles, sino que, por el contrario, en la última generación (a partir de 1960,
aproximadamente), presionaron sin cesar y erosionaron los fundamentos ya muy debilitados de la virtud y el
orden social (…). En consecuencia, veremos que algunas sociedades han perdido el equilibrio y soportan la
pesada carga de las consecuencias antisociales de la libertad excesiva (…).

Si esta observación es válida, la próxima fase histórica tendrá que encontrar maneras de combinar
las virtudes de la tradición con la liberación propia de la modernidad”.(6)

Etzioni intenta encontrar un término medio entre dos posturas: la de los tradicionalistas religiosos, que acusan al
mundo moderno de haber caído en una profunda decadencia moral, y la de los libertarios que ven al mundo
inundado de amenazas a las libertades individuales por parte de los fanáticos religiosos o elites del poder.
Algunos sistemas enfatizan el orden, otros, la libertad. Según Etzioni, “más que la maximización del orden o de
la autonomía, lo que una buena sociedad requiere es un equilibrio cuidadosamente mantenido entre uno y
otra”.(7) Se trata de buscar un “orden social denso”, pero “plenamente respetuoso de la autonomía”. Frente a
los conservadores que quieren imponer el orden Etzioni insiste en que el orden debe ser voluntario. “El orden de

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las buenas sociedades comunitarias se funda particularmente en medios normativos (educación, liderazgo,
consenso, presión de los pares, exhibición de modelos, exhortación y, sobre todo, las voces morales de las
comunidades)”.(8) Frente a los individualistas defensores de la autonomía, Etzioni sostiene que “no hay ni hubo
nunca individuos tan autónomos como suponen los individualistas. Las personas se constituyen socialmente y
llevan siempre consigo una gran carga de cultura, de influencias sociales, morales y de cualquier otra índole.”(9)
El aislamiento, lejos de enriquecer, tiende a empobrecer a las personas.

En resumen, concluye Etzioni:

Todos los sistemas de pensamiento y de creencia se yerguen sobre la base de un concepto primario. Para los
individualistas, la piedra angulas de la buena sociedad es la persona libre; para los social-conservadores, es un
conjunto penetrante de virtudes sociales encarnado en la sociedad o el Estado. Para los comunitarios, basta una
primera aproximación para sostener que una buena sociedad requiere un equilibrio entre autonomía y orden. Y
el orden tiene que ser de un tipo especial: voluntario y limitado a valores nucleares antes que impuesto y
penetrante. Y la autonomía lejos de carecer de límites, tiene que estar contextuada dentro de un tejido social de
vínculos y valores

3. La visión de Samuel P. Huntington

Etzioni pretende distinguir su propia posición de la de los social-conservadores, entre los que
ubica a Samuel Huntington, el autor de ¿Quiénes somos?: Los desafíos a la identidad nacional
estadounidense (texto que viéramos en la clase 3). No obstante ello, son muchos los autores
que consideran que los pensadores conservadores deberían ser incluidos también dentro de la
categoría de “comunitaristas”.

Huntington tiene, indudablemente en común con el pensamiento comunitarista su preocupación por los valores
compartidos, por el “nosotros” que determina el sentido de la comunidad, al punto que no vacila en referirse a la
“substancia de la identidad nacional estadounidense”. Dicha identidad se define en nuestros días, nos dice, en
términos de una cultura cuyos elementos claves son: “la lengua inglesa; el cristianismo; la convicción religiosa;
los conceptos ingleses del imperio de la ley, la responsabilidad de los gobernantes y los derechos de los
individuos, y los valores de los protestantes disidentes (el individualismo, la ética del trabajo y la creencia en
que los seres humanos tienen la capacidad y la obligación de crear un paraíso en la tierra)”.(10)

Huntington está preocupado por la creciente hispanización de Estados Unidos. Esto supone un desafío para un
país fundado sobre la base de la cultura angloprotestante. “Estados Unidos siempre se ha destacado –nos dice-
por su elevado número de subculturas. Pero también se ha caracterizado por una cultura angloprotestante
dominante compartida por la mayoría de sus habitantes, con independencia de las subculturas particulares de
éstos. Durante casi cuatro siglos, esa cultura de los colonos fundadores ha sido el componente más central y
duradero de la identidad estadounidense. Uno sólo tiene que preguntarse lo siguiente: ¿Estados Unidos sería el
que es hoy en día si en los siglos XVII y XVIII no hubiera sido colonizado por protestantes británicos, sino por
católicos franceses, españoles o portugueses? La respuesta es no. No sería Estados Unidos; sería Quebec,
México o Brasil”.(11)

Ahora bien, a diferencia de Etzioni, Huntington mira las leyes que protegen esta cultura. Lo que Etzioni llama el
elemento de orden. Su preocupación esta puesta en las normas que regulan la política migratoria, los cupos en
las universidades, el uso de la lengua, etc., defendiendo una política que tienda a mantener la unidad cultural de
Estados Unidos, frente a las crecientes fuerzas que la atacan. Detengámonos para ejemplificar en el caso de la

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lengua. El inglés, sostiene Huntington, siempre ha ocupado un lugar central en la identidad nacional
estadounidense.

Las controversias en torno a la lengua de finales del siglo XX han planteado sin embargo dos
cuestiones clave: “¿debería fomentar el gobierno el conocimiento y el uso de otras lenguas distintas
del inglés y restringir la capacidad de las diversas administraciones públicas, empresas privadas en
instituciones en general para hacer obligatorio el uso del inglés?

En la mayoría de los casos, la otra lengua en cuestión es el español, lo cual plantea un segundo (y mucho más
importante) dilema: ¿debería convertirse Estados Unidos en una sociedad bilingüe en la que el español estuviera
en igualdad de condiciones con el inglés? Su respuesta, evidentemente, y en contra de todo tipo de política
multicultural, es la opción por políticas que tiendan a conservar la exclusividad del inglés como lengua nacional.

4. El caso de Charles Taylor

Una situación distinta la presenta el caso de Charles Taylor, revelando hasta qué punto son
distintos los enfoques dentro del mismo comunitarismo.

Pensador canadiense, católico, hijo de padre anglófono y madre francófona Taylor es un defensor de la identidad
del cultural del Québec (el Canadá francófono). Taylor comparte con los autores comunitaristas la crítica al
estado neutro del liberalismo y la convicción de que resulta legítima la defensa de una comunidad más “densa”.
Para el gobierno de Québec, sostiene en su trabajo de 1992, El multiculturalismo y la política del
reconocimiento, “es axiomático que la supervivencia y el florecimiento de la cultura francesa en el Québec
constituye un bien. La sociedad política no es neutral entre quienes aprecian el permanecer fieles a la cultura de
nuestros antepasados y quienes desearían separarse de ella en nombre de algún objetivo individual de
autodesarrollo”(12).

El tema del idioma ha sido, sin duda, central en estos debates. Temerosa de perder su identidad cultural, el
Québec ha realizado una política en materia de lengua tendiente a garantizar la pervivencia del francés. La
Charte de la langue de 1977, afirma, en su artículo primero que el francés es la lengua oficial del Québec y
declara, en su Preámbulo, que la Asamblea Nacional tiene la decisión de “hacer del francés la lengua de
Gobierno y la Ley, así como el lenguaje normal y cotidiano del trabajo, la educación, las comunicaciones, el
comercio y los negocios”. A tales fines la Carta impide, por ejemplo, que pueda exigirse como requisito para dar
un trabajo el conocimiento de otra lengua además de la lengua oficial y obliga a los padres francófonos a enviar
a sus hijos a escuelas de lengua francesa.

Dicha política fue cuestionada, sin embargo, por parte de la comunidad anglófona, que a pesar de ser minoría en
el Québec es mayoría en el Canadá. Acusaron, entre otras cosas a dichas regulaciones de ser violatorias de la
libertad individual.

Indudablemente, contestó Taylor, para muchas personas del Canadá Inglés “el hecho de que una sociedad
política adopte ciertas metas colectivas constituye una amenaza”, ya que consideran que puede imponer a la
conducta de los individuos restricciones que violen sus derechos. Ahora bien, aclara Taylor:

Quienes adoptan la opinión de que los derechos individuales siempre deben ocupar el primer lugar y, junto con
las provisiones no discriminatorias, deben tener precedencia sobre las metas colectivas, a menudo hablan desde
la perspectiva liberal que se ha difundido cada vez más por todo el mundo angloamericano. Su fuente, desde
luego, es Estados Unidos, y recientemente fue elaborada y defendida por algunas de las mejores cabezas
filosóficas y jurídicas de esa sociedad, incluyendo a John Rawls, Ronald Dworkin, Bruce Ackerman y otros.(13)

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Esta postura, agrega, encuentra algunos de sus supuestos en la filosofía de Kant. De acuerdo a esta
perspectiva:

La dignidad humana consiste en gran parte en la autonomía, es decir, en la capacidad de cada quien para
determinar por sí mismo su idea de la vida buena. La dignidad está menos asociada con cierta concepción
particular de la vida buena (…) que con la capacidad de considerar y de adoptar para uno mismo alguna opinión
u otra. Dejamos de respetar esta capacidad por igual en todos los sujetos, se afirma, si elevamos oficialmente el
resultad de las deliberaciones de algunos por encima del de otros. Una sociedad liberal debe permanecer neutral
ante la vida buena.(14)

Pero los individuos, recuerda Taylor, no existen en el vacío, forman parte de una cultura. “Mi propia identidad
depende, en forma crucial, de mis relaciones dialógicas con los demás.”(15) Y el no reconocimiento de esta
identidad puede constituir una forma de opresión.(16) Así como todos deben tener derechos civiles iguales (…)
así también todos deben disfrutar de la suposición de que su cultura tradicional tiene un valor.(17)

Por consiguiente, concluye:

[L]os quebequenses y quienes atribuyen similar importancia a este tipo de meta colectiva, tienden a optar por un
modelo bastante distinto de una sociedad liberal. En su opinión, una sociedad puede organizarse en torno de
una definición de la vida buena sin que esto se considere como una actitud despreciativa hacia quienes no
comparten en lo personal esta definición. Donde la naturaleza del bien requiere que éste se busque en común,
ésta es la razón por la que debe ser asunto de la política pública.(18)

Nuevamente aparece la misma idea que en Huntington, pero ahora aplicada al Quebec. Una comunidad tiene
derecho a impulsar políticas tendientes a defender la identidad cultural por sobre proyectos individuales que
quisieran cuestionarla.

(1) El filósofo argentino Carlos S. Nino pudo titular un artículo dedicado a este debate “Kant versus Hegel, otra vez”,
Política. Revista de Estudios sobre el Estado y la Sociedad, Nº 1 (1996), 123-125.
(2) Amitai Etzioni, El guardián de mi hermano: Autobiografía y mensaje, Ediciones Palabra, Madrid, 2006, p.38/39.

(3) Manifiesto del comunitarismo. Preámbulo. https://communitariannetwork.org/platform


(4) Ibid.
(5) Amitai Etzioni, El guardián de mi hermano: Autobiografía y mensaje, op. cit., p.60.
(6) Amitai Etzioni, La nueva regla de oro: Comunidad y moralidad en una sociedad democrática, Paidós, Barcelona, 1999,
p.17.
(7) Ibid., p.24.
(8) Ibid., p.33
(9) Ibid., p..42.
(10) Samuel P. Huntington, ¿Quiénes somos? Los desafíos a la identidad nacional estadounidense, Paidós, Buenos Aires,
2004, p.20.
(11) Ibid., p.85.
(12) Charles Taylor, “La política del reconocimiento”, en: El multiculturalismo y la “política del reconocimiento”, F.C.E.,
México, 1993, p.87.
(13) Ibid., 84.
(14) Ibid., p.86.
(15) Ibid., p.55.
(16) Ibid., p.58.
(17) Ibid., p.100.
(18) Ibid., p.88.

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Actividades

1) Lee el texto de Amitai Etzioni (Clase 6-anexo 1):

a) ¿Qué diferencia establece entre las posiciones “individualistas”, “socialconservadoras” y “comunitaristas”


respecto de la libertad de expresión? (300 palabras).
b) ¿Qué indicadores considera Etzioni que sirven para medir un “orden social denso”?
Enumérelos. ¿Se le ocurre la posibilidad de agregar algún otro?
c) ¿Qué quiere decir que “los social conservadores tienden a favorecer un Estado (…) capaz de imponer los
códigos morales”? ¿Por qué Etzioni distingue su propia postura de los socialconservadores? (300 palabras).

2) Vuelve a leer el texto de Huntington (Clase 6-anexo 2)


a) ¿Qué elementos considera Huntington (ver clase 3) característicos de la “identidad nacional estadounidense?
Enuméralos.
b) Señala, si consideras que existen, algunos elementos característicos de la identidad nacional argentina.
¿Consideras que algunos de ellos deberían ser defendidos desde el Estado?

3) Resuma las ideas centrales y compare vinculándolo con el tema del comunitarismo los dos textos que siguen,
de Amitai Etzioni y Charles Taylor.

Amitai Etzioni

Mientras cogía copiosas notas en las diversas clases y lecturas, dos temas se me iban quedando entrelazados: en
primer lugar, el avance de la modernidad, el progreso de la ilustración, el auge de las nuevas tecnologías e
industrias y el secularismo estaban socavando la sociedad tradicional basada en las pequeñas comunidades. La
nueva sociedad le permitía a uno escapar del conformismo y de la jerarquización de las sociedades pequeñas y
pueblos para vivir en el anonimato de la ciudad, como un individuo aislado; en definitiva ser libre. En segundo
lugar, y simultáneamente, la pérdida del entramado social y el aumento de la soledad humana resultantes
amenazaban la salud mental de la gente y su carácter moral, provocando alienación y criminalidad: hacía que la
gente anhelara una vida más en común.

Además, la gente del mundo moderno se estaba perdiendo no solo la comunidad como un sitio con fuertes
vínculos personales, sino también una vida en la que el orden social estaba basado en valores compartidos y
controles informales, más que en endurecimiento extensivo de la ley. Algunos de nuestros profesores llamaban
a ese deseo “romanticismo”, que no parecía una etiqueta favorecedora cuando se contrastaba con la Ilustración,
pero parecía equivocado descartar este anhelo humano tan profundo.

Amitai Etzioni, El guardián de mi hermano: Autobiografía y mensaje, Ediciones Palabra, Madrid, 2006, p.60.

Charles Taylor

La primera fuente de preocupación la constituye el individualismo. Por supuesto, el individualismo también


designa lo que muchos consideran el logro más admirable de la civilización moderna. Vivimos en un mundo en el
que las personas tienen el derecho a elegir por sí mismas su propia regla de vida, a decidir en conciencia qué
convicciones desean adoptar, a determinar la configuración de sus vidas con una completa variedad de formas
sobre las que sus antepasados no tenían control. Y estos derechos están por lo general defendidos por nuestros
sistemas legales. Ya no se sacrifica, por principio, a las personas en aras de exigencias de órdenes
supuestamente sagrados que les trascienden.
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Muy pocos desean renunciar a ese logro. (...) Pero muchos de nosotros nos mostramos también ambivalentes.
(...) El lado obscuro del individualismo supone centrarse en el yo, lo que aplana y estrecha a la vez nuestras
vidas, las empobrece de sentido, y las hace perder interés por los demás o por la sociedad.

El peligro no lo constituye el despotismo, sino la fragmentación, a saber, un pueblo cada vez más incapaz de
proponerse objetivos comunes y llevarlos a cabo. La fragmentación aparece cuando la gente comienza a
considerarse de forma cada vez más atomista, dicho de otra manera, cada vez menos ligada a sus
conciudadanos en proyectos y lealtades comunes. Desde luego pueden muy bien sentirse vinculados a proyectos
comunes con otras personas, pero vienen a ser agrupamientos parciales en lugar de ser los propios del conjunto
de la sociedad: así, por ejemplo, una comunidad local, una minoría étnica, los fieles de una u otra religión o
ideología, o quienes fomentan algún interés especial.

Charles Taylor, La ética de la autenticidad, Ediciones Paidós, Barcelona, 1994.

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Clase 7 y Clase 8

Clase 7: Relectura de las Unidades 1 a 4. Los alumnos deberán releer las clases y los textos obligatorios y
plantear preguntas, dudas y comentarios en el foro con miras a un repaso integrador para el parcial.

Clase 8: Parcial escrito.

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