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En las calles de Arequipa brillaba su esencia,

Una chica bella, como una dulce presencia.

Una bella dama, como una dulce presencia

Con paso firme, caminaba con gracia,

La catedral y la plaza eran su morada.

Su vestido de rosas, como un sueño encantado,

Capturaba miradas, dejando a todos admirados.

Sus cabellos oscuros, danzaban con el viento,

Como mariposas que buscan su aliento.

Arequipa se deleitaba con su belleza,

Sus ojos resplandecían, como estrellas en la noche serena.

Cada rincón de su rostro, era poesía viva,

Reflejando el amor que su alma transmitía.

La catedral, testigo mudo de su encanto,

Sus muros antiguos envueltos en un misterio encanto.

Bendecido por sus pasos, el lugar sagrado,

Proclamaba su presencia como un regalo alado.

Y la plaza, testigo de su andar danzante,

Donde sus pies jugaban, como notas de un vals vibrante.

El bullicio se apaciguaba al verla pasar,

El mundo se detenía solo para admirar.

En ese vestido de rosas, radiante esplendor,

Una chica bella, un poema en su honor.

Una bella dama, un poema en su honor


Un lugar donde floreció su pasión

Arequipa quedará grabada en su corazón.

Como el lugar donde floreció su pasión.

Y así, ella seguirá paseando en las calles,

Seguirá paseando en las calles

Con su hermosura que a todos deslumbra y enaltece.

En cada flor que encuentre, será recordada,

En cada flor de texao, será recordada

La chica bella de Arequipa, eternamente amada.

La bella dama de Arequipa, eternamente amada.

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