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Lo Que Nunca Quise Escribir
Lo Que Nunca Quise Escribir
Mariza Canto
Copyright © 2022 Mariza Canto
Copyright © 2011 Alejandro Paul, con nombre
de fuente reservado “Mr. Dafoe”
© Diseño de cubierta Megan Herrera Salazar
Todos los derechos reservados.
ISBN: 9798840262238
DEDICATORIA
Dedicado a todas aquellas personas que toman la valentía para
hacer un cambio, que se arman de valor para no abandonar sus
sueños y continuar a pesar de todo.
CONTENIDO
AGRADECIMIENTOS
PLAYLIST
Someone You Loved —Lewis Capaldi
Before You Go —Lewis Capaldi
You Are The Reason —Calum Scott
Hold Me While You Wait —Lewis Capaldi
Only Love Can Hurt Like This —Paloma Faith
Fix You —Coldplay
Hold On —Chord Overstreed
Don´T Blame Me —Taylor Swift
Falling —Harry Styles
Impossible —James Arthur
Rewrite The Stars —James Arthur, Anne Marie
Fallin´ —Why Dont We.
Happier —Marshmello Ft. Bastille
Mercy —Shaw Mendes.
Dusk Till Dawn —Zayn Feat. Sia
COMO INICIA UNA PESADILLA.
Alexander Campbell.
Paul:
¡Te veo en un par de horas amigo, arrasarás con todo!
Alex tarda cerca de dos horas más en llegar al estudio en el que nos
encontramos, no está de buen humor, y eso se percibe apenas ingresa.
Su madre viene detrás de él, diciéndole algo a lo cual no parece prestar
la más mínima atención.
—Ryan no voy a discutir contigo las decisiones que tomo en la carrera
de mi hijo —expresa la señora Campbell cuando Ryan se coloca a su lado.
—Para tu mala suerte, me contrataste como el manager de Alex, así que
justo ahora, tengo muchos más derechos que tu sobre su carrera, y tengo un
contrato con tu firma que me avala —le recuerda —así que cuando yo diga
que Alex no asiste a una entrevista, es porque no lo hará.
—No puedes…
—¿Quieren dejar de discutir de mi carrera como si yo no existiera? —
casi grita con molestia Alexander haciendo que todos centremos nuestra
atención en él. —Me duele la cabeza, tengo hambre y estoy a punto de
estallar y sus gritos no me están ayudando, ya di esa maldita entrevista
Ryan, no puedes hacer nada así que ahora solo queda ensayar ¿sí? Necesito
acabar con esto rápido para poder ir a dormir.
Sus palabras parecen callar a las dos personas frente a él, cuando
ninguno responde Alex se gira para encaminarse justo al centro del estudio,
camino hacia él, esperando que no termine de desahogar su furia conmigo.
—¿Crees que el café ayude? —murmuro extendiendo el vaso de café
que sostengo en mis manos en su dirección —puede ayudarte con el dolor
de cabeza.
—No lo creo —pronuncia elevando la mirada—. Pero lo aceptaré de
todas formas.
Sonrío. Lo miro a detalle, su rostro está serio, y su mirada apagada. Le
da un corto trago al líquido antes de cerrar los ojos levemente. Mueve la
cabeza en círculos, y el semblante cansado ocasiona una punzada en el
corazón que no entiendo.
—No mencionaste la entrevista ayer —susurro, Alex abre los ojos,
enfocándome por unos instantes antes de darme una respuesta.
—No tenía idea de que había una, hasta que mi madre apareció a las
cinco de la mañana en mi habitación —confiesa —no hubo mucho que
pudiera hacer al respecto.
—No has comido ¿verdad? —inquiero y el niega —veré si puedo
conseguirte algo ¿de acuerdo? Vuelvo enseguida.
Estoy por darme la vuelta cuando él me toma del brazo, deteniéndome.
Su agarre es firme, lo suficiente para impedir que siga caminando, pero no
demasiado para hacer algún daño.
—No es necesario —pronuncia con suavidad. —Estoy bien.
No lo está. Una vocecita suena dentro de mi cabeza.
—Tu madre y Ryan están lo suficientemente entretenidos discutiendo
afuera como para preocuparse por tu comida, puedes comenzar con el
ensayo y cuando regrese, tomar un descanso y comer —sugiero.
—Te preocupas más tú por mí, que ellos —dice con las comisuras
inclinadas en una sonrisa —no tienes que hacerlo.
—Pero quiero, los amigos se cuidan entre sí, ¿o no?
Soy consciente de cómo su sonrisa lucha por ampliarse. Esta vez no me
contradice y termina asintiendo. Le dedico una última mirada antes de darle
la espalda y disponerme a salir del estudio en el que nos encontramos.
A mi regreso, Alex parece estar mucho más animado en comparación a
su llegada. Ryan me observa con curiosidad en cuanto me acerco con las
bolsas de papel en mis manos.
—¿Trajiste el desayuno? —cuestiona cruzándose de brazos.
—Fue un pequeño favor —pronuncio encogiéndome de hombros.
Él sonríe, me observa por un par de segundos antes de caminar hacia
donde los chicos ensayan y hacerles unas señas.
—Alexander debe desayunar, así que démosle un descanso y luego
continuamos —pide. La sonrisa que Alex coloca en el rostro cuando me ve
no me pasa desapercibida.
—Así que lo decías en serio —murmura cuando llega hasta mí.
—Claro que lo decía en serio, debería de sentirme ofendida porque no
confíes en mi palabra. —añado con burla mientras le entrego la bolsa. Él la
toma, revisa el interior mientras se sienta sobre una de las bancas que se
encuentran cerca.
—Oh, claro que confío en tu palabra —asegura con una sonrisa. Me
coloco en la banca que está a su lado, dispuesta a comer también. —Es
delicioso —manifiesta mirando el sándwich que está en sus manos —
¿Dónde los has conseguido?
—En un lugar no muy lejos de aquí.
Alex no responde, ambos permanecemos en silencio simplemente
disfrutando de la comida, cuando está por acabar, se gira hacia mí.
—Gracias —pronuncia con una sonrisa ladeada.
—No me agradezcas, yo también tenía hambre y…
—No, no me refiero solo al desayuno, quiero decir, gracias por todo
Grace —aclara—. Me hace bien tenerte aquí.
Sus últimas palabras parecen causar una revolución en mi interior, tan
fuerte que no encuentro que decir. Él se incorpora, dedicándome una bonita
sonrisa antes de regresar con los demás para continuar con el ensayo.
Y yo me quedo ahí, sin entender muy bien que rayos era lo que ocurría
conmigo.
10 MELODÍAS CON SABOR.
Alexander Campbell.
Grace Baker.
Grace Baker.
Alex se recuperó rápido, permaneció el resto del día en el hospital y
cuando lo dejaron salir, su salida fue un caos. Había reporteros esperando
por saber las causas del ingreso de la estrella del momento a un hospital, y
luego la llegada al hotel fue un caos similar.
La madre de Alex parecía sorprendentemente al margen, escuché un par
de discusiones entre ella y Ryan que parecía que cumplieron con su
propósito de apaciguar a la fiera.
Los ensayos se cancelaron junto con la idea de las nuevas coreografías,
así que, según Ryan, Alex podría concentrarse en descansar este par de días
antes del nuevo concierto.
—Grandioso, lo único que necesitaba —Alex golpea la mesita de noche
—que se llevara las malditas pastillas.
—¿Tus pastillas?
—Las pastillas para dormir —dice en un suspiro —se las llevó todas y
ahora seguramente le ha dado la indicación a cada persona de no
comprarme más.
Arrugo la frente ante la imagen que tengo de él.
—Parece como si estuvieses en abstinencia —me cruzo de brazos —
dijiste que no eras adicto.
—No lo soy —vuelve a suspirar —pero a veces prefiero dormir
profundamente para recuperar energías. No es lo mismo que estar dando
vueltas en la cama fingiendo que estoy dormido.
Sonrío levemente acercándome a él.
—Por suerte para ti, tienes dos días de descanso. Y ya que no tenemos
que hacer entrevistas, creo que podemos pasar tiempo juntos. Ver una
película, o algo así —me encojo de hombros —¿te parece?
—En realidad, necesito un poco de aire fresco —frunce los labios —lo
que resulta imposible, porque no puedo salir de…
—Claro que puedes —una idea se me cruza en la mente.
Una muy loca y probablemente no tan buena idea, porque puedo acabar
despedida, pero no puedo dejarla pasar.
—¿Cómo…?
—Toma una ducha, ponte una ropa cómoda y espera a las diez, cuando
tu madre no tenga la tentación de buscarte —mientras hablo, busco el
número de Paul en mi celular.
—¿Qué vamos a hacer?
—Te daré un poco de aire fresco —le dedico un guiño —confía en mí.
Una sonrisa se extiende por sus labios, me dedica un asentimiento y es
todo lo que necesito para salir de la habitación, marco el número de Paul y
cuando me contesta, me preparo para darle la larga lista de cosas que
necesito hacer.
C ada día que paso a lado de Grace, confirmo que estar con ella
se siente como una especie de respiro. Como si estuviese
contendiendo la respiración, pero estar a su lado se sintiera como tomar una
gran bocanada de aire.
Pasamos un par de horas en el arboreto nacional, simplemente hablando
de cualquier cosa, de mi música, de su trabajo, simplemente…hablando. Y
tener ese momento con ella se sintió exactamente como lo que necesitaba:
como aire fresco.
Nos vemos obligados a volver al hotel cuando la temperatura desciende,
son cerca de las dos de la mañana cuando llegamos porque decidimos dar
un recorrido nocturno en auto antes de tener que regresar. Y a pesar de que
me siento recuperado, mi cuerpo se siente agotado.
Conseguimos entrar sin ser vistos por nadie de mi equipo, lo he pasado
tan bien que realmente no deseo que Grace se marche, pero soy demasiado
cobarde como para pedirle que se quede en la habitación.
—Creo que debería dejarte descansar—expresa cuando ingresamos a la
habitación.
—No, estoy bien —aseguro sentándome al borde de la cama.
—¿De verdad? —cuestiona —son cerca de las dos de la mañana, y no
estás completamente recuperado.
—He resistido cosas peores, no te preocupes.
—Alex, no porque seas una súper estrella tienes que fingir estar bien. Es
de humanos agotarse, y más con el ritmo de vida que llevas.
Suspiro. Una de las tantas cosas que he podido darme cuenta de Grace,
es que observa cada pequeño detalle que he intentado ocultar. Y no sé cómo
sentirme al respecto, no sé cómo sentirme ante el hecho de creer que ella
comienza a descubrir todo aquello que deseo esconder.
—No quiero discutir contigo —extiendo la mano para tomar la suya —
sé que te preocupas, eres una de las pocas personas que lo hace, y lo
agradezco, de verdad. Pero ambos sabemos a dónde nos conducirá esta
conversación.
—Confío en que somos amigos y si alguna vez necesitas hablar de
alguien sobre lo que sea, estaré aquí —pronuncia.
Y a pesar de que sé que su presencia es solamente para escribir sobre mi
vida, se siente bien tener a alguien que se preocupa por mi bienestar. Que
estuviera a mi lado, se siente bien que, después de mucho tiempo, alguien
en verdad consiguiera ver a través de esa faceta de chico feliz y exitoso.
Asiento, es todo lo que puedo hacer. Grace permanece en silencio por
varios segundos antes de ponerse de pie y encaminarse hacia el baño.
Cuando la puerta se cierra, me acomodo sobre la cama. Un suspiro brota de
mis labios mientras mantengo la mirada fija en el techo.
¿Por cuánto tiempo más tendría que soportar esto? ¿Por cuánto tiempo
más sería capaz de ocultarlo?
Cierro los ojos, ante el pensamiento del que definitivamente, no
aguantaría demasiado antes de explotar.
Grace sale del baño un par de minutos después, se acerca hasta la cama
y se desliza hasta que nuestros cuerpos quedan uno al lado del otro, por
instinto, me apego a ella para sentirla más cerca.
—Luces verdaderamente agotado —extiende la mano para acomodar mi
cabello y sonríe levemente —puedo irme…
—Quédate —pido sin pensármelo mucho, mis ojos comienzan a pesar,
y el sueño parece haber decidido apoderarse de mí.
En una situación habitual, tendría que recurrir a los fármacos para
conseguir un poco de descanso, sin embargo, ahora todo se siente distinto.
Grace no protesta. Cierro los ojos y por inercia, dejo descansar mi
cabeza en el hueco de su cuello, inspiro el aroma a dulce que brota de ella,
casi como caramelo. Sonrío levemente, sintiendo esa paz que pocas veces
podía disfrutar embriagarme por completo, y hacerme experimentar una
estadía en el lugar más placentero en el que alguna vez he estado.
Esa noche, tengo la mejor noche de mi vida, duermo en paz, sin la
necesidad de ninguna pastilla para dormir.
Grace Baker.
Alex se duerme contra mi cuerpo, una extraña pero agradable sensación
me envuelve cuando noto su respiración tranquila, cuando me doy cuenta
de lo en paz que luce. No quiero moverme por el riesgo a despertarlo, pero
comienzo a estar incomoda en la posición en la que me encuentro, así que
me deslizo sobre las almohadas y Alexander se remueve, deslizándose
conmigo también.
Mis párpados comienzan a pesar, la cercanía de Alex me resulta
reconfortante. Tan cálida, tan tranquila, mi momento se rompe cuando el
celular suena, me sobresalto sacándolo de mi bolsillo mientras leo el
nombre de Oliver en la pantalla. Son casi las tres de la mañana, y me
extraña tanto que esté llamando, sin embargo, contesto al mismo tiempo
que me escabullo fuera del colchón.
—Grace, lamento llamar a esta hora, pero he terminado de revisar tus
avances.
—No hay problema —le dedico una corta mirada a Alex y decido salir
de la habitación. —¿Qué te ha parecido?
—Es justamente lo que esperaba de ti. Pero necesito más. Recuerda, no
queremos vender la imagen de Alexander como artista, sino como persona.
La gente necesita leerlo y sentir una conexión con él. Sus lados humanos,
esos lados que no se pueden ver bajo los reflectores.
—De acuerdo, lo entiendo —cierro los ojos por unos instantes —veré
que puedo conseguir.
—No espero menos de ti, gran trabajo hasta ahora, Grace.
Es todo lo que dice antes de colgar, miro el celular antes de apagar la
pantalla y girarme para volver dentro. Cuando mis manos se colocan en el
picaporte, dudo en entrar, Alex está dormido, no tendría por qué volver.
Quédate.
Una sonrisa se cuela por mis labios cuando recuerdo su petición, así que
lo decido. Giro el pomo, y abro la puerta. Camino hasta la cama,
deslizándome de nuevo al costado libre, tan cerca del cuerpo de Alex que el
nerviosismo me recorre de nuevo. Las comisuras de mis labios se curvan en
una sonrisa mientras recorro su rostro con la mirada, extiendo la mano,
trazando una línea invisible por el contorno de su mandíbula, la suavidad de
su piel aumenta levemente mi sonrisa.
Lleva la barba perfectamente recortada, su mandíbula marcada reluce
por la posición de su rostro, y cuando observo la nariz perfilada me hace
envidiarlo. Mientras lo observo, tengo la misma intriga… ¿Cómo puede con
tanto? No encuentro una respuesta, pero mientras lo miro, sintiendo el
sueño crecer en mi sistema, me digo a mí misma que estaré aquí, tanto
como se me permita estarlo.
14 UN GRAN PROBLEMA
Alexander Campbell.
Grace Baker.
Los toques en la puerta me indican que Paul y Alexander probablemente
han llegado. Tomo mi bolso, asegurándome de traer todo lo necesario antes
de encaminarme a la puerta.
—Son puntuales —bromeo mientras cierro la puerta detrás de mí.
—Es nuestra mejor cualidad —responde Paul —¿estás lista para
divertirte?
—Definitivamente, creo que lo necesito después de pasar varias horas
sentada frente a la computadora.
Centro mi atención en Alex, quien luce más callado de lo habitual.
—¿Todo bien con el ensayo? —cuestiono cuando Paul se ha adelantado
varios pasos.
—Todo salió bien. ¿Y tú qué tal? ¿Has acabado tus pendientes con el
trabajo?
—Así es, eso me da un par de días de descanso antes de poder enviar
otras páginas a Oliver.
Caminamos en silencio, él no dice nada más durante el trayecto hacia el
auto que espera por nosotros afuera. Siento la necesidad de hablar, pero no
encuentro algo adecuado para decir. Paul es el único que habla, me
sorprendía la habilidad de palabra que poseía, parecía no cansarse nunca.
—Según las reseñas en internet, este es el mejor restaurante de la ciudad
—informa mientras bajamos del auto—. Espero que no hayan comido antes
de venir porque el menú es verdaderamente exquisito.
Él empuja las puertas de cristal para permitirnos el acceso, Alex y yo
compartimos una mirada antes de seguirlo hacia el interior. El restaurante
luce elegante, demasiado, a decir verdad.
Una chica se coloca frente a nosotros, Paul intercambia un par de
palabras con ella antes de que nos conduzca hacia una de las mesas que
están en el lugar. Alex se coloca a un costado, toma una de las sillas
mientras me observa y entiendo lo que hace.
—Gracias —respondo con una sonrisa.
Toma asiento justo a mi costado, y Paul se coloca frente a nosotros. No
tenemos mucho tiempo de hablar porque el mesero llega, deja los menús
frente a nosotros mientras explica cada cosa que se encuentra escrito.
Alexander y Paul ordenan casi de inmediato, mientras que yo intento
decidir porque platillo ordenar.
—¿Acepta una sugerencia? —Él chico me cuestiona logrando que lo
mire.
—Por favor.
—La trufa blanca es nuestra especialidad —comenta —y cabe
mencionar que es el platillo favorito de nuestros comensales, estoy seguro
de que te encantará —me sonríe.
—Oh, en ese caso creo que merece la pena probarla —murmuro
devolviéndole la sonrisa.
—Creo que quiero cambiar mi orden —observo a Alexander hablar —
para mí también será una trufa blanca.
—A ti ni quiera te gus…—no pasa disimulado el golpe que Alex le da a
su amigo bajo la mesa. Retengo la risa mientras regreso mi atención al
chico.
—Serán dos trufas blancas entonces. —El chico asiente, escribe algo en
el papel que sostiene en las manos y luego se marcha.
—¿Qué fue eso? —cuestiono con una sonrisa. Él se encoge de hombros,
restándole importancia.
—Bueno, creo que nos lo debió de haber ofrecido a todos, sobre todo si
es la especialidad de la casa —comenta sin mirarme.
—Tal vez fue porque ambos estaban decididos por lo que ordenar —
respondo—. En todo caso ¿te gusta la trufa blanca?
Paul y Alexander comparten una mirada.
—Lo compartiré con Paul —dice sin responder a mi pregunta.
—Trufa blanca, delicioso —añade Paul haciendo un movimiento de
manos. En este punto la risa es incontenible así que termino riendo frente a
ellos.
Nuestra comida llega un tiempo después, al parecer Paul no mintió al
decir que Alex no es particularmente afecto a la trufa blanca, por lo que es
él quien termina comiéndolo y su amigo pide un platillo distinto.
Cuando terminamos de comer, creo que volveremos inmediatamente al
hotel, sin embargo, los chicos tienen otros planes porque cuando estamos en
el auto, informan que iremos a una famosa pista de hielo en la ciudad.
—Suena como una idea estupenda —expreso —pero creo que me
quedaré de apoyo afuera.
Ambos me observan con confusión.
—Nunca he patinado en hielo —confieso.
—De eso no hay problema, Alex puede enseñarte ¿no es cierto? —
cuestiona dejando una palmada en la espalda de su amigo —es un excelente
patinador.
—Él no miente —concuerda con una sonrisa—. Ven con nosotros, será
divertido.
—Con una condición.
—¿Cuál? —cuestionan ambos chicos al mismo tiempo.
—Que, si sufro una caída, ninguno tome fotografías de aquello—.
Ambos ríen, Alex extiende una de sus manos en mi dirección y la tomo sin
pensarlo, olvidando lo que había pasado con las fotos, olvidando el hecho
de que probablemente mañana habría muchas más, simplemente la tomo.
—Creo que es una mala idea, por completo una mala idea. Tal vez
debería regresar y esperarlos en las gradas.
Hemos llegado a la pista, pero mis intentos de patinaje están fracasando
terriblemente.
—No, de eso nada —afirma Alex—. Toma mi brazo, anda.
Me acerco a él, me sorprende no caer en el intento y me sujeto a su
brazo como si mi vida dependiera de aquello.
—Iremos lento ¿de acuerdo? Solo deslízate —pide—. Tienes que elevar
uno de tus pies cuando te deslices, luego asentar el otro y así
sucesivamente.
—¿Y cómo freno? No quiero estamparme contra el barandal.
—Tienes que patinar con los pies separados, luego sacas el patín hacia
un lado —indica señalando el movimiento—. No mires hacia abajo, eso
puede ocasionar algún accidente.
Los siguientes veinte minutos se resumen en múltiples caídas, y en
Alexander empeñado en enseñarme a patinar. Lo consigo después un largo
rato, o al menos, eso era lo que creía.
—¡Lo hice! —exclamo con emoción mientras me deslizo por la pista,
ambos chicos ríen mientras me observan.
—¿Lo ves? No era tan complicado —exclama Alexander—. Ahora
frena —pide mientras me deslizo hacia él. Intento hacerlo, pero no sale
como debería—. Grace tienes que frenar —repite mientras extiende las
manos hacia adelante.
—Lo intento —exclamo bajando la vista, olvidando lo que dijo al
inicio. Mi descuido hace que no me percate que estoy muy cerca de ellos,
demasiado que Alex no puede apartarse del camino y termino chocando
contra su cuerpo.
Ambos caemos sobre el hielo, las risas de Paul no se hacen esperar
mientras se acerca.
—¿Están bien? —cuestiona mientras extiende una de sus manos para
ayudarme.
—Supongo que si —murmuro. El quejido de Alexander nos hace
mirarlo.
—En realidad creo que mi pierna no lo está —pronuncia con una mueca
de dolor en el rostro.
—Vamos amigo, no bromees —murmura Paul. —Venga.
Se acerca hasta Alex para ayudarlo a ponerse de pie, y cuando él no lo
consigue, me doy cuenta de que estamos en problemas.
En un enorme problema.
15 SER UN POCO MÁS VALIENTE
Alexander Campbell.
Grace Baker.
—¿Le rompiste la pierna? —chilla Jane, mi mejor amiga, desde el otro
lado de la línea.
—¡No! —exclamo casi con horror—. Gracias al cielo no lo hice.
Las carcajadas de mi mejor amiga no se hacen esperar, suspiro mientras
aguardo por un par de segundos a que su risa se calme.
—Grace, me sorprende que no te hayan despedido aún —bromea —casi
le rompes la pierna a una súper estrella. Creo que tus futuros hijos y nietos
tendrán historias bastante entretenidas por parte de su madre.
—Su madre y manager no saben que yo causé su lesión —confieso —él
no quiso que asumiera la culpa.
—Oh —es todo lo que responde. La línea permanece en silencio por un
par de segundos antes de que la voz de Jane se escuche otra vez —¿así que
él no lo dijo?
—Dice que no quiere que me regresen a Baltimore, así que, a mi
parecer, es compasión.
—O que te aprecia lo suficiente como para no querer separarse de ti
todavía.
—¿Qué?
—Grace, es evidente que Alexander Campbell te aprecia, no parece
tener problema con que la prensa haga una relación entre ustedes, y asume
responsabilidades de cosas que no debería, todo para que sigas con él.
—Por Dios, Jane. Lo hace porque somos amigos ¿Qué hay de malo en
eso? ¿Crees que una persona como Alexander Campbell podría fijarse en
alguien sin importancia como yo? —cuestiono.
—No eres alguien sin importancia —reprocha.
—Me refiero a que nuestros entornos son totalmente distintos —aclaro
—. Coincidimos por una relación laboral, Jane. Es todo.
—Bien, como tú digas —murmura dándose por vencida. —Cambiando
un poco del tema, tengo algo importante que decirte.
Ella permanece en silencio, hasta que su grito me hace tener que apartar
el celular un par de centímetros de mi oído.
—¡Jason está en la ciudad! —grita con emoción.
—¡No puede ser! —grito incorporándome de la cama —¿Por qué no
llamó?
Jason Davis es mi mejor amigo desde la preparatoria, no habíamos
tenido mucha comunicación desde que me mude a Baltimore, más que un
par de llamadas cortas y escasos mensajes de texto.
—Vino a verte gracias a las fotografías en internet —informa —dijo que
tenías mucho por contarle.
—¿Y porque no me llamó? —cuestiono con algo de indignación.
—Eso no lo sé —confiesa —seguramente lo hará pronto así que no te
preocupes por eso. O tal vez, podrías enviarle un mensaje de texto.
—Si, tal vez —concuerdo—. Tengo que colgar, adiós.
—Asegúrate de mantenerme al tanto si algo nuevo surge —me
recuerda.
—En realidad espero que nada más surja, porque de lo contrario estaré
de vuelta pronto.
Jane no se molesta en esconder su risa, lo que me hace rodar los ojos y
colgar la llamada.
Suspiro mientras observo la hora en mi celular, debido a que los
conciertos aún no se llevarían a cabo sino hasta dentro de un par de días,
estaba algo estancada con la redacción. Sabía que no pasaría mucho tiempo
antes de que Oliver comenzara a llamar para exigir avances, así que tenía
que encontrar algo con lo cual trabajar.
Me incorporo del colchón para poder buscar mi bolso en donde guardo
los cuadernos y las anotaciones sobre las pequeñas entrevistas que había
tenido con Alexander, cuando me aseguro de tener todo lo que necesito,
salgo en dirección a la habitación de Alex.
En esta ocasión, las habitaciones están un tanto más alejadas que de
costumbre, por lo que me toma un par de minutos más en llegar.
—Comenzaba a preguntarme en donde te habías metido —murmura la
madre de Alexander cuando me encuentro frente a la puerta de la
habitación. No habíamos tenido la oportunidad de hablar mucho, de hecho,
nunca cruzábamos más de cuatro palabras sin que algo le surgiera.
—Tenía que terminar la corrección de un par de cosas —me excuso
intentando darle una sonrisa amable. Ella asiente.
—Oliver me ha enviado un par de archivos sobre los avances del
artículo, lo cierto es que eres bastante talentosa, debo de admitirlo.
—Hago lo mejor que puedo —pronuncio.
—Y mi hijo parece bastante feliz de trabajar contigo —no puedo
descifrar la mirada que me dedica—. Así que espero que esto siga hasta el
final de la gira.
—Pondré todos mis esfuerzos —es lo único que digo, ella sonríe, no es
una sonrisa amable, de hecho, está muy lejos de serlo.
Me esquiva, sin decir algo más. Cuando me aseguro que se ha alejado lo
suficiente, toco un par de veces la puerta.
—Adelante—. La voz de Alex se escucha desde el otro lado. Abro la
puerta con ligereza, ingresando a la habitación—. Vaya, habías tardado en
aparecer.
—Lo siento, tenía un par de asuntos pendientes —informo. Lo observo
con detenimiento, sostiene varias hojas entre sus manos por lo que me
acerco hasta el con curiosidad.
—¿Qué es eso? —cuestiono tomando asiento en la silla que está justo a
su costado.
—El itinerario del concierto —informa sin mirarme —ha habido
algunos cambios, así que tengo que estar al tanto.
—¿No se ha cancelado? —cuestiono. Él eleva la mirada cuando
pregunto.
—Es demasiado pronto como para cancelarlo o posponerlo —informa
—tiene que llevarse a cabo de una manera u otra.
—Pero tu pierna, aún no estás recuperado ¿cómo se supone que harás el
concierto? —cuestiono. Alex ha dejado de mirarme, así que enciendo la
grabadora del celular.
—Encontraremos una manera —masculla elevando los hombros.
—¿Ryan está de acuerdo? —pregunto.
—¿Por qué haces tantas preguntas sobre eso? —cuestiona con una
pequeña sonrisa, no está molesto, en realidad parece un tanto incómodo.
—Solo quiero saber —expreso encogiéndome de hombros —no estás
recuperado de la lesión, de hecho, estás muy lejos de tener una recuperación
y aun así darás el concierto, eso me genera cierta curiosidad.
—No puedo deslindarme de la responsabilidad de dar un concierto por
una lesión. ¿En qué clase de artista me convertiría eso?
—En uno que cuida de su salud física —comento.
—Bueno, tal vez no tendría que preocuparme por eso si no hubieses
caído sobre mí en la pista—. La culpabilidad me invade de nuevo cuando él
dice aquello. Alex parece notarlo, porque hace el ademán de hablar, pero
elevo una de mis manos para pedirle que aguarde.
—Sentirme culpable es en realidad lo que merezco. Aunque eso no
quita el hecho de que tengas que dar un concierto en esa condición.
—Grace, hay cosas que no entiendes —pronuncia —no es tan fácil
como decidir dar un concierto o no, hay miles de personas esperando por
eso. No puedo decir simplemente “se cancela” ¿sabes si quiera todo lo que
eso conlleva?
—No, pero tu madre…
—¿Por qué siempre tienes que involucrar a mi madre? —cuestiona con
brusquedad—. Hasta donde sé este artículo se trata sobre mí.
—Sí, de ti y de todo lo que te rodea. Tu madre forma parte de eso.
Haces esto por ella, ¿no es cierto? Tu madre te está obligando a dar el
concierto.
—Basta ¿sí? Por favor, ambos sabemos a dónde nos llevará esta
conversación y de verdad no quiero terminar discutiendo contigo. No ahora.
—Deberías ser un poco más valiente, y ponerle un alto —no me creo el
haber dicho en eso, no en voz alta. Alex eleva una de sus cejas, sorprendido
ante mis palabras.
Sin embargo, se recompone. Ahí está de nuevo, la misma frialdad que lo
envuelve cuando el tema surge, la misma barrera se alza a su alrededor.
—Y tú deberías limitarte a hacer tu trabajo —espeta. El silencio se
adueña del ambiente, mientras proceso lo que ha dicho. Una ola de
vergüenza me invade, tenía razón, no debía meterme en su vida, él es lo
suficientemente mayor como para decidir qué hacer.
Me incorporo del asiento, tomando mis cosas mientras lo observo.
—No te preocupes, que así será a partir de ahora —aseguro antes de
darle la espalda y abandonar la habitación.
16 DOLOR Y SÚPLICAS.
Alexander Campbell.
Grace Baker.
No he hablado con Alexander desde nuestra discusión, Paul intentó
hablar conmigo para que convenciera a su amigo de no dar el concierto,
pero por primera vez, no deseaba intervenir.
Alex tenía razón, tal vez solo debo de hacer mi trabajo, así que es por
eso que estoy aquí, aguardando en su camerino para realizar la entrevista
que normalmente tendríamos al día siguiente, pero que su madre quiere que
se haga ahora.
El sillón que está en un rincón parece ser lo suficientemente cómodo
para estar por la llegada de Alexander, así que tomo asiento en él, dispuesta
a esperarlo.
—Maldición —elevo la mirada cuando escucho la voz de Alex. él
camina, o intenta hacerlo, hasta llegar al pequeño estante que se encuentra.
Lo observo sacar varias pastillas de un frasco, más de las que deberían ser
necesarias —carajo, esto duele.
—Si quieres provocarte una intoxicación o sobredosis, esa es la
cantidad necesaria —pronuncio. Alex se sobresalta, voltea y recorre la
habitación con la vista hasta localizarme —con una es más que suficiente
para el dolor, aunque en realidad no creo que ayude mucho.
—¿Qué haces aquí?
—¿Qué te parece que hago? —inquiero mientras me incorporo —mi
trabajo.
—En ese caso ¿podrías volver luego? Realmente ahora estoy agotado
—confiesa en un suspiro. Lo observo cerrar los ojos, y hacer una mueca
cuando intenta dar un paso.
—No —sentencio. Alex suspira de nuevo, se recarga en el estante antes
de girarse completamente hacia mí.
—¿Realmente quieres hacer esto ahora?
Su rostro evidencia el cansancio de su cuerpo, la actitud del Alexander
que conozco luego de cada concierto suele ser diferente, muy diferente a
esta. Cuando no obtiene una respuesta de mi parte, se gira otra vez. Lo
observo tomar un par de pastillas y un poco del agua de la botella que tiene
a lado. El silencio se adueña por completo de la habitación, uno incómodo
que me hace considerar la idea de marcharme de aquí.
—¿Por dónde quieres comenzar hoy? —cuestiona después de un rato.
—Tal vez podemos partir desde el momento en el que fuiste realmente
irresponsable al dar el concierto con tu lesión.
—Grace…
—¿Por qué? —cuestiono caminando los pasos que nos separan —¿por
qué no solo dices que no? —añado con suavidad, no pretendo molestarlo,
no es esa mi intención.
Alex me observa con detenimiento, permanece en silencio por algunos
segundos antes de hacer el ademán de decir algo.
—Hay cosas que tengo que hacer, aunque en realidad no quiera hacerlas
—murmura sin mirarme —es más complicado que solo decir “no quiero”.
No sé qué tanto pueda dañarme decir aquello.
—¿Te puede hacer más daño del que ya lo está haciendo decir que sí?
—No, es decir, no lo sé —murmura—. En realidad, no tengo idea de
que pueda ocurrir.
—Lo siento —murmuro después de algunos segundos —por decir
aquello de tu madre en el hotel.
—No deberías estar aquí, Grace, este mundo va a terminar por
consumirte si te involucras demasiado.
—Bueno, creo que en realidad vale la pena consumirse por los amigos
¿no es verdad? —cuestiono extendiendo una de mis manos para tomar la
suya. Alex la observa por varios segundos, sin embargo, no la toma—.
¿Alex?
No dice nada, da un paso en mi dirección y me apega a su cuerpo, lo
hace con fuerza, como si necesitara de la cercanía.
—No vuelvas a ignorarme de esa manera —pide contra mi cuerpo. Las
comisuras de mis labios se elevan, me abrazo a su cuerpo, ejerciendo un
agarre firme porque en realidad, se siente bien. —En verdad te necesito
cerca, más de lo que si quiera puedes imaginar. No quiero que te límites a
hacer tu trabajo, porque de verdad necesito de alguien como tú en mi vida.
No encuentro una respuesta, tampoco entiendo por qué la sensación de
abrazarlo se siente tan bien, no quiero apartarme, pero inevitablemente el
termina haciéndolo.
—Necesitas descansar ahora —pronuncio con una ligera sonrisa—. Has
hecho suficiente dando el concierto con tu lesión. Vamos, te ayudaré —le
tiendo mi brazo, y así lo ayudo a llegar hasta el sofá para que pueda tomar
asiento.
Ryan ingresa en ese momento en la habitación, acompañado de un
hombre más.
—El doctor va a revisarte —informa Ryan —y si dice que la lesión es
aún severa, ten por seguro que cancelaré todos los conciertos siguientes,
hasta que estés completamente recuperado.
—Quédate —pide cuando nota que tengo la intención de marcharme—
puede volver en la camioneta con nosotros ¿verdad Ryan?
Él me observa de una forma que no consigo entender, sin embargo, al
cabo de unos segundos termina sonriendo.
—Sí, seguro —afirma.
El doctor comienza a examinar a Alex, y en ningún momento suelta mi
mano, sin importar la presencia de Ryan o el doctor. Y eso solo hace que mi
corazón amenace con colapsar, ante la necesidad de entender qué es lo que
ocurre en mi interior en cuanto de Alexander Campbell se trata.
17 SENTIMIENTOS
Grace Baker.
Alexander Campbell.
Son cerca de las once de la noche cuando finalmente hemos acabado
toda la comida, y la última película finaliza en la pantalla. Grace se
incorpora, extraño casi de inmediato la cercanía con su cuerpo, pero me las
arreglo para no terminar pidiendo que se quede conmigo.
—Ha sido una tarde realmente estupenda —murmura con una ligera
sonrisa cuando el orden ha regresado a su habitación y la basura de la
comida ha desaparecido.
—Más que estupenda—concuerdo mientras hago el intento de bajarme
de la cama. Con el paso de los días el dolor iba disminuyendo, pero eso no
quería decir que pudiese caminar del todo. Si quería estar bien para los
siguientes conciertos, entonces debía evitar caminar tanto como pudiera.
—¿Necesitas ayuda? —cuestiona Grace mientras se acerca hasta mí.
Acepto la mano que me ofrece, aun cuando no la necesito solo porque
quiero sentir su tacto.
Una vez que la habitación de Grace está totalmente acomodada, es hora
de marcharnos.
—Nos vemos mañana —pronuncio cuando Paul se coloca detrás de mí,
para poder empujar la silla en la que me encuentro —ocho de la mañana, no
quiero que te quedes.
—No tienes de que preocuparte —asegura. Nos despedimos y entonces
salimos de la habitación, Paul está sorpresivamente callado, más de lo
habitual.
—¿Qué ocurre contigo? —inquiero cuando hemos llegado a mi
habitación.
—¿Conmigo? —cuestiona —nada ¿por qué lo preguntas?
—Porque has estado muy callado desde que salimos de la habitación de
Grace.
Él sonríe, y en realidad no entiendo porque lo hace.
—¿Por qué parecías tan contento con el hecho de estar tan cerca de ella?
—ruedo los ojos, sé a dónde nos llevará este camino.
—No tiene nada de malo, somos amigos—. Me excuso.
—Bueno, tal vez ella te vea como amigo, pero tú no la ves de la misma
forma. Empezando la gira sospeché que comenzaba a atraerte, ahora lo
confirmo.
—¿Qué? No, claro que no —aseguro—. Estás malinterpretando las
cosas, solo…
—Alex, por favor —responde en un suspiro —bastan un par de palabras
de esa chica para que termines cambiando de opinión, pides platillos que ni
te gustan solo porque un mesero fue más atento con ella, eso sin mencionar
el hecho de que se te nota en el rostro, que te trae loco.
Hago el ademán de decir algo en el intento de defenderme, pero Paul
sigue hablando.
—La invitaste a la siguiente gira —me recuerda —no creas que no
escuché su conversación. ¿Por qué la invitarías? Porque no quieres
separarte de ella. ¿No es así?
No respondo, no encuentro el valor para decirle que considerar alejarme
de Grace hace que un sentimiento doloroso se me clave en el pecho.
—Alex, Grace es todo lo que está bien en este mundo —dice Paul —
ella te hace bien. Te hace ser ese Alex que conocí antes de la fama. Ella te
hace ser tú.
Sacudo la cabeza.
—No es posible —susurro —sabes que ella no pertenece a este mundo,
la prensa, el ritmo de vida…no quiero involucrarla.
—Tal vez es ella quien debe decidir eso —dice dejando un apretón en
mi hombro —no la dejes ir, no dejes que esto…—señala a nuestro alrededor
—te quite más cosas de las que ya te ha arrebatado.
Paul me lanza una última mirada llena de comprensión antes de
marcharse, y cuando lo hace, el sentimiento de lo que he estado
experimentando en las últimas semanas por Grace explota en mi pecho. Ella
es diferente a todo lo anterior, jamás había conocido a una persona que se
preocupara tanto por mi bienestar como lo hace ella.
Me he sumergido en una lucha constante, una en donde me decía a mí
mismo que estaba bien, y otra gran parte advertía que tenía que alejarme.
—¿Qué rayos estás haciendo conmigo, Grace? —pronuncio en un
susurro. Cierro los ojos, tengo que dejar de pensar tanto en ella, de lo
contrario, estaré en grandes problemas.
Grace Baker.
El tiempo de la gira pasó con rapidez, con tanta que, a pesar de que
deseaba regresar a casa, ahora que nos encontramos en el avión, hay un
extraño sentimiento en mi pecho. De esos que se presentan cuando sabes
que un momento maravilloso está por acabar, solo que esto no es solo un
momento…ha sido por completo una experiencia excepcional.
Me acomodo en el asiento, mientras intento encontrar una postura
adecuada que me permita escribir en la computadora. Oliver quería que el
artículo estuviese terminado al llegar, y aunque tenía la mayor parte
corregida, aún faltaban unos mínimos detalles que no quería dejar pasar.
—¿Estás ocupada? —Alex se escabulle en el asiento de al lado.
—Intento terminar mi trabajo —informo, él se inclina con ligereza, para
poder observar la pantalla. —. Creí que intentarías descansar luego de la
gran firma de ayer.
—No puedo descansar en los aviones —confiesa —los asientos me
resultan un tanto incómodos, así que prefiero descansar cuando lleguemos
al hotel.
—¿No hace falta mucho para eso? —cuestiono—. Haremos vuelo en
escala, nos llevará cerca de veinticuatro horas llegar ¿no planeas descansar
en todo ese tiempo?
—Considerándolo mejor, tal vez duerma un par de horas —afirma—
¿tienes problema si me quedo en este asiento?
—Para nada, puedes quedarte el tiempo que quieras.
Él sonríe. Lo observo sacar su celular, lo eleva un poco y enciende la
cámara.
—Sonríe —pronuncia mientras se apega a mi pecho, hago lo que dice,
intentando dar mi mejor rostro porque debía de admitir que no era tan
fotogénica como me gustaría—. Excelente.
Él baja el celular, lo observo teclear algo en él y luego caigo en cuenta
de lo que hará.
—¿Vas a subirla a Instagram?
—¿Por qué no? —pregunta sin mirarme, un par de segundos después,
mi celular suena. Lo abro, leyendo la notificación que aparece en la parte
superior.
Alexander Campbell te ha etiquetado en una foto.
—Intentas hacer que muera asesinada por una horda de fanáticas
enojadas ¿no es cierto? —pregunto mientras entro a la aplicación para darle
“me gusta” a la fotografía. Sorprendentemente, a pesar de los escasos
segundos que han trascurrido desde que Alexander publicó la foto, esta ha
acumulado una cantidad considerable de reacciones.
—Eso pasa con el tiempo —pronuncia con una ligera sonrisa. Lo
observo conectar sus auriculares al celular y colocárselos momentos
después.
Cuando cierra los ojos y recarga la cabeza en el respaldo del asiento,
regreso mi vista al celular.
“De regreso a casa ¡Nos vemos pronto!”
Sonrío en cuanto leo la descripción de la foto, entro a los comentarios,
intentando no leerlos.
“Ha sido una gira maravillosa, eres increíble.”
Envío el comentario, antes de colocarme los audífonos también y
comenzar a reproducir la lista de canciones de mi celular, cierro los ojos,
recostando mi cabeza contra el respaldo del asiento. Sin embargo, vuelvo a
abrirlos en cuanto siento la mano de Alex deslizarse sobre la tela de mi
pantalón, cuando encuentra mi mano, entrelaza nuestros de dos.
Observo su agarre, él se acomoda mejor en el asiento sin abrir los ojos,
sin ser consciente de que no puedo apartar la mirada de él.
Alexander Campbell acabaría por completo conmigo, pero yo no tenía
ni siquiera la más mínima idea.
19 UN SITIO PARA LLAMAR HOGAR.
Alexander Campbell.
Alexander:
Estoy hablando en serio, Grace. Lo juro.
Grace:
En ese caso, tengo que decir será un honor ser tu invitada.
Alexander Campbell.
Odiaba a mi madre, y también a Ryan por permitir que esto sucediera.
Vanessa se encuentre a mi lado, demasiado concentrada en su celular como
para prestar atención a algo más.
Esto no debía de ser así, se suponía que era Grace con la que debería de
estar llegando, no con Vanessa.
Jeff me mira por el espejo retrovisor, sabe bien que este es uno de esos
momentos en donde puedo perder la cabeza y explotar. Parecía
entusiasmado de ver que esta vez volví siendo el mismo chico que se fue de
gira, pero son estos momentos que me dejan saber que nada en mi vida ha
cambiado.
Mientras seguimos avanzando, intento encontrar una solución para lo
que le diría a Grace. No podía simplemente llegar y decirle: ¿Sabes algo?
Mi madre y Ryan me obligaron a venir con ella, tuve que hacerlo, lo siento.
Quise llamarla, quise decirle que esto no era por mí, pero eso no sería
suficiente excusa. Le pedí a Ryan que la llamara él mismo para explicarle,
pero su contestación fue: no es mi trabajo arreglar tus relaciones personales.
Así que aquí estoy, sintiendo que odio esto mucho más que otras veces.
El auto estaciona en la entrada, cierro los ojos por un par de segundos
intentando prepararme para lo que vendrá a continuación. Cuando abro la
puerta, las luces de las cámaras no se hacen esperar. Sonrío de la mejor
manera que puedo antes de tenderle mi brazo a Vanessa. Ella baja del auto,
con una actuación fenomenal.
Al parecer, su manager había pagado una gran cantidad de dinero a
Ryan para que asistiéramos juntos al lanzamiento, como un medio de
publicidad, y por mucho que intenté negarme, cuando alguien paga para
algo como esto, debo cumplir. Las palabras de mi madre se reproducen en
mi mente mientras atravesamos al grupo de periodistas y nos encaminamos
hacia el jardín. Entonces la veo, luce tan bella como no la había visto nunca.
Porta un bonito vestido amarillo, justo de la parte de la cintura, pero con
una falda suelta que le llega hasta la mitad del muslo, su figura esbelta
evidencia cada curva con el vestido, pero a pesar de que luce fantástica, no
sonríe.
No tiene ese gesto cálido, no tiene la mirada iluminada. Sus labios están
apretados en una fina línea, su entrecejo levemente fruncido y no hace nada
que no sea mirarme como si le hubiese clavado un maldito puñal en el
pecho, y tal vez lo hice. No aparta la mirada de mí, y lo único que quiero es
soltar el brazo de Vanessa e ir hacia donde ella se encuentra. Pero no lo
hago, soy demasiado cobarde como para hacer algo como eso.
Tengo que obligarme a dar la mejor actuación de mi vida en cuanto
Oliver nos da la bienvenida, tengo que obligarme a mí mismo a no perder el
control justo aquí.
Apenas sonrío, no me molesto en dar una respuesta cuando Vanesa me
habla ni en fingir que estoy cómodo con esto, porque no es así. Grace se
aleja, y tengo que hacer uno de todo mi autocontrol para no ir detrás de ella
y explicarle lo que había sucedido.
No dejo de buscarla en ningún momento después de eso. Tengo que
obligarme a lucir realmente feliz ante las personas que se acercan a saludar,
Vanessa luce tan fresca y natural que dudo por un momento sobre el hecho
de que le moleste estar aquí conmigo.
Aprovecho el momento en que ella se encuentra hablando con un par de
personas para librarme de su agarre e intentar encontrar a Grace. Tengo que
hablar con ella. Tengo que decirle que esto está fuera de mi control, que no
quería absolutamente nada de lo que está sucediendo. Camino por el jardín,
recorriendo todo el lugar intentando encontrarla, pero no lo consigo, es
como si hubiese decidido escabullirse para no ser encontrada.
No disfruto en lo absoluto el evento, se suponía que tendría que ser uno
de los mejores, pero termina siendo todo lo contrario. Cuando termina, y las
cámaras se marchan, Oliver nos invita al banquete. Gracias al cielo Vanessa
se ha apartado por un par de minutos, así que cuando veo a Grace delante
de la barra del bufete, no dudo en ir hacia ella.
—Hola —ella se sobresalta, voltea observándome por un par de
segundos antes de regresar su atención a la chica que está con ella. —
¿Crees que podamos hablar?
—Iré con Oliver —murmura la chica frente a ella—. Búscame luego
¿de acuerdo?
Grace asiente, la observo suspirar antes de girarse de nuevo hacia mí.
—¿Qué es lo que quieres? —No me mira cuando pregunta aquello, no
está su habitual tono amable, no me sonríe y no entiendo porque me siento
tan mal por eso.
—Sé que estás molesta, pero puedo explicarte lo que sucedió.
—No, está bien —responde —No tienes que explicarme nada. Es
evidente que decidiste venir con alguien que te diera algún beneficio.
—No, claro que no. Grace esto no es así yo…
—¿No pudiste enviar un solo maldito mensaje? —pregunta con
molestia —¿Diciendo al menos que no te esperara porque ya venias con
alguien más? No quiero escuchar más excusas de tu parte Alexander. ¿Sí?
Por favor, olvidemos esto y disfrutemos del banquete.
Tomo su brazo cuando ella hace el ademán de marcharse, Grace observa
el agarre que ejerzo en su brazo antes de elevar la mirada hacia mi rostro.
—No hagas esto aquí —pide—. Has dejado todo en claro, Alexander.
—Grace…tuve que hacerlo —susurro soltándola —no tuve elección.
—Siempre hay una elección —dice decepcionada —incluso esta vez.
Quiero ir tras ella cuando se marcha y decirle que no, que no es así
como han pasado las cosas. Que no he escogido a alguien que aumenta mi
fama, que eso en realidad no me importa. Pero soy lo suficientemente
cobarde como para no hacer absolutamente nada, más que solo mirarla, sin
ser capaz de decirle la verdad.
21 LA VERDAD PARA SER LIBRE
Alexander Campbell.
Grace Baker.
Sabía que la madre de Alexander era una mujer fría, pero no podía
imaginar que tanto. ¿Amenazar a tu hijo con arruinar su más grande sueño
solo para conseguir controlarlo? ¿Qué clase de madre hacía eso?
Alexander se encuentra a mi lado, mientras ambos observamos la
película que se reproduce frente a nosotros, él había insistido demasiado en
que me quedara, había ordenado pizza, bebidas y mucha botana.
No entendía cómo se mantenía en forma con toda la cantidad de comida
que ingería.
—Tendré que inscribirme a un gimnasio después de esto —mascullo
cuando la película ha terminado—. O terminaré por ser una pelota.
Alex ríe, me observa por un par de segundos antes de negar.
—No lo necesitas —asegura —pero si lo deseas, tengo un gimnasio
aquí, puedes venir cuando quieras.
Levanto la espalda del colchón cuando informa aquello.
—¿En serio? —él me mira —¿tienes un gimnasio en tu casa?
—Claro, está por…—El timbre suena interrumpiéndolo, Alex observa
la puerta antes de incorporarse, aún con el vaso de refresco entre una de sus
manos.
—¡Hola! —un grito emocionado me hace voltear—. ¿Tienes una
reunión y no me invitaste?
—Solo estamos viendo una película —me incorporo cuando los pasos
se acercan. Giro en el momento justo en el que la hermana de Alexander se
detiene a mitad de la sala.
El parecido entre ambos no es demasiado, Megan tiene el cabello rubio,
y los ojos de un verde tan bonito que le dan un aire casi de inocencia.
—¿Grace? —pronuncia con duda.
—La misma —respondo con una pequeña sonrisa. Megan, como
recuerdo que se llama, avanza a pasos rápidos hasta envolverme en sus
brazos.
—¿Qué te trae a mi humilde morada? —cuestiona Alex cuando su
hermana se aparta.
—Lamento interrumpir su cita, pero…
—No es una cita —Alexander y yo hablamos al mismo tiempo. Megan
sonríe con burla, mientras se encoge de hombros.
—Como decía, lamento interrumpir, pero quería venir a felicitarte. El
artículo es increíble ¿tú lo escribiste, cierto? —cuestiona girándose de
nuevo hacia mí.
—Así es, me alegra escuchar que ha sido un éxito rotundo.
—¡Claro que lo fue! —exclama —¿no has leído internet? Al parecer
eres la favorita en el fandom.
—¿En el fandom? —inquiero con curiosidad. Ella asiente, saca su
celular para enseñarme de lo que habla, y me sorprendo al ver la cantidad
de comentarios positivos que el artículo tiene.
—Lo han hecho electrónico, y está llenando el internet. Eres
maravillosa. —afirma.
Observo a Alex por el rabillo del ojo, él sonríe mientras me observa.
Guiña un ojo en mi dirección y luego se concentra de nuevo en su hermana.
Para el final de la tarde, tengo que volver a casa. No olvidaba que había
prácticamente robado el auto de mi mejor amiga para poder llegar hasta
aquí, y ahora parecía que Jane lo quería de vuelta.
—Deberíamos de salir alguna vez —sugiere Megan con una sonrisa—.
Tal vez puedas escribir un artículo sobre mí.
—Oh, no —exclama Alex —no intentes robártela.
Megan rueda los ojos, ambos me acompañan hasta la entrada el auto, y
cuando me subo a él, Alexander permanece a lado de la ventanilla. Se
inclina hacia adelante, mientras coloca uno de sus brazos en la parte
superior de la ventanilla y acerca su rostro hacia mí.
—¿Te veré pronto? —cuestiona—. ¿En las oficinas de la disquera tal
vez?
—No lo sé, depende de que tan pronto tu madre quiera comenzar con el
nuevo proyecto
—Katherine tiene una presentación este fin de semana ¿qué dices si
vienes conmigo? Para compensarte lo del evento de la revista.
—No es necesario, ese asunto ha sido olvidado —aseguro.
—Déjame compensártelo —pide.
—¿Katherine no se molestará si voy contigo? —cuestiono. Él niega —
Lo pensaré —respondo con una sonrisa divertida. Alex se aparta del auto,
mientras niega con la cabeza, pero sin quitar la sonrisa del rostro.
—Quieres hacerme el trabajo difícil ¿eh? —pregunta. Elevo uno de mis
hombros, mientras le dedico un guiño. —De acuerdo, aceptaré el reto —
bromea —te llamo luego ¿vale?
—Vale —él se aleja unos cuantos pasos cuando enciendo el motor del
auto, permanecemos un par de minutos más en silencio, el simplemente
mirando en mi dirección.
Eleva una de sus manos, haciendo un ademán de adiós.
Muevo la palanca del auto para poderlo en reversa y poder ir a casa, no
puedo evitar observarlo mientras ingresa de nuevo a su hogar.
Una sonrisa tira de mis labios mientras piso el acelerador y acelero para
avanzar en la carretera y poder llegar a mi hogar.
22 CAÍDA INEVITABLE
Grace Baker
I ntento darme prisa para poder tomar todas las cosas que necesitaré en
la reunión de trabajo, en menos de una hora me reuniré con Marian
Campbell para discutir los detalles del nuevo trabajo con Alexander.
—¿Llevas todo? —cuestiona Jane apareciendo en mi habitación.
—Lo tengo—afirmo—. ¿Podrías llevarme a Icons? Me ahorrarás al menos
veinte minutos.
—De acuerdo —murmura con una pequeña sonrisa —iré por las llaves.
Doy un par de saltos ante la respuesta, sale nuevamente de la habitación y
doy un último vistazo, asegurándome de tener en verdad todo lo que necesitaré.
Un par de minutos después, ya nos encontramos en el interior del auto, camino a
las oficinas de la revista.
—Así que estarás con Alexander nuevamente —murmura con una sonrisa
divertida en el rostro—. No olvido que te robaste mi auto a media noche, lo que,
por cierto, me hace preguntarme ¿dormiste en la misma habitación que él?
—No —mascullo—. Paul fue lo suficientemente amable como para dejarme
estar en la habitación de invitados.
—¿Vive solo y tiene una habitación para invitados?
—Jane, es una estrella —le recuerdo —¿por qué te sorprende que su casa
tenga una habitación para invitados?
—Tienes razón, debería de sorprenderme el hecho de que no la tuviera —
chasquea la lengua—. Aun no respondes ¿estarás con él?
—Es su madre la interesada en el trabajo —expreso —así que con ella me
reuniré. Deséame suerte, esa mujer es verdaderamente intimidante.
—¿Desde cuando alguien te intimida? —cuestiona dedicándome una rápida
mirada —recuerdo que los intimidados siempre eran tus jefes.
—Esto es diferente —confieso. —Esa mujer es…—intento encontrar la
palabra adecuada para poder describir a la madre de Alexander, sin embargo,
antes de que pueda hacerlo, Jane se adelanta.
—¿Una fiera? —cuestiona con diversión.
—¿A caso has leído las opiniones en internet? —ella asiente mientras ríe.
—Tengo que saber más acerca del chico con el que mi amiga sale.
—Alexander y yo no estamos saliendo ¿Cuántas veces más tengo que
repetirlo antes de que me creas?
Mi amiga parece demasiado divertida con mi respuesta, así que, durante los
siguientes veinte minutos, hago mi mejor esfuerzo para dejar ese tema de lado.
Cosa que en realidad no sucede, para mi mala fortuna.
—Llámame y vendré por ti.
—De acuerdo—. Me alejo un par de pasos cuando el auto avanza, lo observo
alejarse por la carretera antes de darme la vuelta para poder ingresar a las
oficinas de Icons.
—Llegas justo a tiempo —informa Lía apenas pongo un pie dentro—. Ryan
y la señora Campbell están con Oliver ahora mismo. Date prisa.
Es todo lo que dice antes de esquivarme, intento mentalizarme de que esta no
es más que otra reunión de trabajo, sin embargo, no tenía muy claro que es lo que
su madre quería obtener de esto.
Intento no demorarme demasiado tiempo en llegar, dejo un par de golpes
sobre la puerta antes de escuchar un “pase” por parte de Oliver.
—Grace, llegas a tiempo —murmura él con una sonrisa—. Toma asiento.
La madre de Alexander parece no notar mi presencia, continúa conversando
con Oliver, hasta que el tema del trabajo surge.
—El artículo en la revista tuvo una aceptación exitosa —informa con una
sonrisa—. Debo felicitarte por el excelente trabajo que realizaste.
—Me alegra escuchar eso —respondo —ese era el objetivo.
Ella asiente, comparte una mirada con Ryan antes de centrarse de nuevo en
mí.
—Me fue imposible notar que la actitud de Alexander teniéndote en el
equipo de trabajo fue mucho mejor de lo que esperaba —confiesa —parece
agradarle el hecho de que trabajes con nosotros.
No me pasa desapercibida la sonrisa que Ryan coloca en el rostro, y no sé
muy bien cómo es que deba tomar eso.
La señora Campbell me explica entonces que lo que pretenden es hablar un
poco más sobre los futuros proyectos de Alexander, sobre la música nueva que
saldrá y demás aspectos futuros.
Mencionan que podré entrevistar a Alexander en cualquier momento siempre
y cuando no interrumpa sus ensayos y cuando establecen todo lo que necesito
saber, la única respuesta que puedo darles fue el: acepto.
Una parte de mí, una muy grande en realidad, lo hace porque no quiero
apartarme de Alex, porque si de esta manera puedo seguir cerca de él, lo
aceptaré.
—Eres una mujer con suerte —me giro en cuanto escucho la voz de Oliver
—. Y estas son buenas oportunidades.
—¿No tienes problemas con que no pase tanto tiempo como debería en la
revista? Tendré que ir y hacerle entrevistas.
—Eso significa más ganancias para las revistas —me recuerda —Duplicamos
las ventas este mes, no hemos tenido ventas igual a estas desde que creamos la
revista —informa con satisfacción —no nos hará ningún daño que nuestras
ventas sigan creciendo por el hecho de hablar sobre Alexander en ellas. Ahora,
necesito que revises la edición de esta semana, aún necesita correcciones.
—De acuerdo —es todo lo que respondo antes de salir de la oficina de
Oliver.
Mientras vuelvo a mi oficina, considero las palabras de Oliver. El hecho de
que Alex pudiera pensar que todo lo que hago, es por un beneficio propio. Un
cuestionamiento que no había aparecido, hasta ahora.
El pensamiento sobre eso no me deja tranquila, le doy una rápida leída a los
ejemplares de la revista que están sobre mi escritorio antes de dejarlas de nuevo
sobre su sitio, no hay mucho que corregir, Oliver había hecho un trabajo
excelente así que solo me limito a darles la aprobación a los demás chicos del
reparto para que comiencen las impresiones.
No es hasta que recibo un mensaje de Alexander varias horas después, que
mi temor se esfuma.
Alexander:
He recibido la buena noticia de mi madre. Me alegra que seas tú en definitiva
la que realice ese trabajo. ¡Nos vemos!
Las comisuras de mis labios tiemblan, consiguiendo mostrar esa sonrisa que
solo cierta super estrella es capaz de causar.
Alexander Campbell.
El hecho de que mi madre me hubiese dicho que Grace seguiría trabajando
con nosotros es probablemente la mejor noticia que hubiese podido darme.
—Es más que evidente que es una chica talentosa —murmura mi madre
mientras sostiene la taza de café entre sus manos —y a ti parece agradarte, eso
hace el trabajo más sencillo.
—Tengo que agradecerte eso, que al menos te preocupas por encontrar a
alguien con quien me siento a gusto— rueda los ojos, deja la taza sobre la
pequeña mesa de noche antes de incorporarse.
—Sabes bien que me preocupo por ti —pronuncia —simplemente no lo vez
de la manera en la que yo lo hago.
—Sí, bueno, eso no importa.
—Claro que importa —reprocha —porque ante tus ojos y los de todo el
mundo, no soy más que una mujer que se aprovecha de su hijo.
Retengo el impulso de decirle que en realidad eso es verdad.
—Le prometí a tu padre que cuidaría de ti, Alex —pronuncia logrando que la
mire—. Es lo único que estoy haciendo desde entonces.
Aprieto los dientes, odio que mencione a mi padre, porque eso me hace
considerar todos los otros cientos de escenarios que hubiesen sido posibles si tan
solo estuviese aquí.
—¿En serio? ¿Y cómo estás tan segura de que lo estás cumpliendo?
La escucho suspirar, no dice nada más, se limita a tomar sus cosas y
abandonar la habitación.
En cientos de ocasiones he tratado de convencerme que mi madre no es una
mala persona, que solamente intenta hacer lo que ella cree mejor para mí. Me he
repetido eso una y otra vez, durante mucho tiempo, pero nada había cambiado.
Seguía pensando que mi vida iba cuesta abajo desde el momento en el que
acepté que manejara mi carrera y no sabía durante cuánto tiempo más sería capaz
de soportarlo.
Decido que debo dejar de pensar en eso y centrar mi atención en otra cosa,
tan pronto como tomo el celular, sonrío al leer el último mensaje de Grace,
informando sobre su presencia en la disquera el día de mañana. No pienso
demasiado en abrir el chat, y teclear un corto pero directo mensaje.
Alexander:
¿Qué dices si mañana antes de tu reunión vienes el ensayo?
Grace:
¿Es eso posible? No quiero ser entrometida.
Alexander:
No serías entrometida jamás.
Grace:
Lo consideraré.
Alexander:
Espero que le respuesta sea sí.
Grace:
No comas ansias, nos vemos mañana.
Sonrío, bloqueo la pantalla del celular y echo la cabeza hacia atrás. Cada día
que pasa caigo más por ella, pero en este punto, no me molesto ni siquiera en
ocultarlo.
23 UN MOMENTO BASTA
Grace Baker.
Alexander Campbell.
Observo a Grace ingresar a la casa, un suspiro brota de mi cuerpo cuando la
puerta se cierra, y me obligo a mí mismo a volver al auto.
Maldición, estuve tan cerca de besarla, la tentación que tenía por hacerlo
había sido mucho más grande que mi sentido común gritando que estábamos en
un lugar público.
El deseo que tenía por besarla me hizo olvidar que estábamos afuera de un
maldito teatro, lleno de toda clase de personas. No podía permitirme perder el
control con su cercanía, mucho menos cuando eso podía arruinar la amistad entre
ambos.
—Una cita complicada, ¿no es cierto? —siento el auto moverse, y por más
que quiero, no puedo escapar de la mirada de Jeff.
—Quiero pensar que mis impulsos no van a estropear las cosas —el auto para
un par de cuadras después, Jeff estaciona en una de las calles casi desiertas y gira
para poder mirarme.
—Si me permites decirlo, creo que Grace no es de la clase de chicas que se
asustan por esas cosas.
Sacudo la cabeza, no sé cómo manejar la ola de sentimientos que me llenan
cuando estoy con ella, es como si todo esto fuese algo nuevo…algo que no sé
resolver.
—Jamás me he preocupado el hecho de perder a alguien, pero las cosas con
ella son diferentes, ella es diferente. ¿Es eso una locura, Jeff?
—Para nada, Alex —sonríe —eso es amor.
Sacudo la cabeza de nuevo, amor.
Es irónico que escriba canciones sobre el término, que pueda cantar con
fuerza estrofas que mencionan la palabra, pero no pueda permitirme sentirlo.
Amor, el único amor que he recibido en los últimos años es el que proviene de
Megan, y de mis fans.
No me he permitido la cercanía con nadie, la mayoría de las chicas buscaban
el reconocimiento, luego de un par de intentos fallidos, me convencí de que
nunca resultaría.
Que nunca encontraría algo sincero.
Pero con Grace todo es tan distinto, ni siquiera pude considerar el negarme
ante todo lo que ella ocasiona porque no me di cuenta en que punto comencé a
sentir todo esto. Y no lo entiendo. No entiendo lo que ocurre conmigo, no
entiendo la frecuente necesidad que siento por tenerla cerca, porque esté a mi
lado. Su sola presencia parece conseguir calmar todo el torbellino en el que me
sumo día con día.
Jamás he sentido algo como esto, y me aterra la idea de poder echar las cosas
a perder.
—Llévame a casa de Katherine —pido cambiando el tema —necesito un
poco de distracción.
Jeff suspira, pero no objeta. El camino hacia la casa de Katherine solo
ocasiona que le dé vueltas una y otra vez al mismo asunto, cuando llego,
reconozco el auto de Paul en la entrada y a mi amigo a unos metros de distancia.
—¡Qué bueno que has venido! —pronuncia con una sonrisa cuando me ve
bajar del auto—. ¿Grace no vino contigo?
—Tenía trabajo por hacer.
La música retumba contra mis oídos, parece hacerse cada vez más fuerte
conforme avanzamos, Paul habla casi en gritos para hacerme saber que los chicos
se encuentran en el jardín trasero.
—Hasta que te dejas ver —bromea Nicolás cuando llegamos con ellos—.
¿Qué tal todo?
—Siguiendo su curso —respondo mientras tomo la botella que me ofrece. Él
asiente, ocupo una de las sillas que están alrededor de la mesa en donde ellos se
encuentran intentando olvidarme de la castaña.
—¿Estás bien? —Paul se coloca a mi lado—. ¿Pasó algo?
—Creo que Grace va a dejar de hablarme —respondo intentando no sonar
melodramático, pero inevitablemente termina escuchándose así. Paul suelta una
risa, observándome con diversión.
—¿Por qué lo haría?
—Porque estuve a punto de besarla —informo. Paul luce verdaderamente
sorprendido, su expresión me causa algo de gracia, consiguiendo que una sonrisa
se apodere de mis labios—. No me veas así.
—¿Cómo que besarla? —cuestiona. —Alex, ¿acaso le dijiste…?
—No —lo interrumpo —solo…solo quise hacerlo. Pero la prensa llegó,
tomaron fotos y todo se fue al carajo.
—Oh —murmura —así que…
—Así que es probable que esas fotos estén en internet mañana —termino la
frase por él.
—En todo caso ¿por qué tendría que dejar de hablarte?
—Porque dije que no debí de hacer eso, es decir, no lo dije, pero ella lo
entendió y seguramente piensa que, no lo sé, ni siquiera sé que es lo que piensa.
Paul luce divertido, suelta una risa mientras niega un par de veces antes de
acomodarse de nuevo en la silla.
—Estas siendo dramático, y paranoico —afirma—. Grace no es de esas
chicas que se apartan de la nada, te aprecia como para conseguir hacer eso, y tú
la aprecias también. Así que solo continua como si nada hubiese pasado, no
intentes cambiar o arreglar algo que ya pasó. Alex, ella entiende perfectamente lo
que significa estar contigo. Así que deja de estar pensando en que va a
abandonarte.
—No estoy diciendo que va a abandonarme —me defiendo —y parece que
todos opinan lo mismo, incluso Jeff.
—Jeff es sabio —dice dándole un trago a su bebida —deberías escucharlo.
Una sonrisa me asalta mientras observo a Paul. Se incorpora de la silla,
haciendo un ademán con la botella y se une de nuevo a la conversación que
nuestros amigos tienen cerca de nosotros.
Pasa algo de tiempo antes de que me una a ellos también, con el propósito de
alejar a Grace de mi mente, aunque sea solo por un par de horas.
U n par de días bastaron para que las fotos que se nos tomaros a
Alexander y a mi afuera del teatro, le dieran la vuelta al internet. Todas
mis redes sociales estaban llenas de una gran cantidad de mensajes, la mayoría
de ellos con contenido que no era necesario abrir para poder saber cuál era su
intención.
Jane me observa detenidamente desde la cama mientras intento no caer en un
colapso por todo lo que estaba ocurriendo.
—Esto va a arruinarme —aseguro con angustia mientras observo la
fotografía acumular cada vez más miles de reacciones y comentarios.
—¿Ya has hablado con él?
—No ha llamado —murmuro y eso parece aumentar mi estado de frustración
—. No ha dicho nada más desde que se marchó esa noche.
—Aún tienes que verlo para los artículos ¿no es cierto?
—No sé cómo es que lo miraré a la cara —me quejo mientras escondo el
rostro entre las palmas de mis manos —¿cómo es que terminé envuelta en esto?
La risa de Jane me hace mirarla con molestia, me observa con gesto divertido
mientras niega un par de veces.
—Estás siendo demasiado dramática —reprocha. —Alexander seguramente
lo arreglará pronto y no tendrás nada por lo cual preocuparte y si no es así,
entonces no puedes hacer otra cosa que no sea aguantar todo esto. ¿Qué
esperabas del hecho de salir con un artista mundialmente conocido? ¿Privacidad?
Cariño, si esperabas eso eres demasiado ingenua.
—No, es decir, no lo sé —confieso —no esperaba que las circunstancias se
dieran como para favorecer a un beso. Mucho menos en un sitio como ese,
rodeados de tanta gente. Me preocupa más el hecho de haber envuelto a Alex en
un problema.
—¿Con su madre? —asiento. Jane suspira, toma asiento de nuevo en la cama
mientras parece pensar algo.
—Si le hubieses ocasionado algún tipo de problema, ya lo sabrías —
pronuncia en un intento fallido de reconfortarme.
No respondo, cierro los ojos mientras echo la cabeza hacia atrás.
—¿Él te gusta? —La pregunta que hace me obliga a abrir los ojos. No
respondo de manera inmediata, así que ella vuelve a hablar.
—No —pronuncio con rapidez —solo somos amigos.
—Actúas como si sintieras atracción por él, y no te culpo, es demasiado
apuesto como para resistirse. Y estuviste casi dos meses a su lado, así que no
sería extraño que comenzaras a sentir algún tipo de atracción.
—Aunque así fuera, no sería más que otra de sus miles de admiradoras, tal
vez pueda considerar unirme al club de fans.
—Eso no es una negativa —insiste.
—No lo veo de esa forma, simplemente…—detengo mis palabras porque no
encuentro que otra respuesta dar, jamás consideré la posibilidad de sentir algo
por Alexander, es decir, ¿cómo una súper estrella se fijaría en algún como yo?
Considerar que Alexander Campbell podría sentir atracción por mí es…
demasiado.
—¿Simplemente…?
—No podría ser —mascullo —aunque los dos quisiéramos. No podría ser, él
tiene su vida, sus relaciones, ¿Qué oportunidad tendría yo en ese mundo?
Mi amiga ladea la cabeza mientras suaviza la mirada.
—Él te atrae —ahora es una afirmación.
No encuentro la valentía para negarlo esta vez, no sabía con exactitud qué era
lo que ocurría conmigo ante la cercanía de Alex, tampoco la creciente
preocupación que se presentaba cuando se trataba de él, no sabía ni entendía,
porque me importaba de la manera en la que lo hacía.
—La respuesta no importa —pronuncio desviando la mirada.
—Claro que importa —afirma—. Porque él debe de saberlo, no puede ir por
la vida intentando besarte y luego desaparecer.
—Tiene múltiples ocupaciones como para estar preocupado por mí —le
recuerdo —no soy una prioridad así que no debo darme tantas atribuciones.
El sonido de una llamada entrante en mi celular interrumpe la respuesta que
Jane estaba por dar.
El nombre de Alexander se lee en la pantalla, y cuando mi amiga se percata
de eso, me dedica una sonrisa divertida antes de salir de la habitación. Deslizo la
pantalla al mismo tiempo que tomo una inhalación.
—Hola —murmuro apenas tomo la llamada.
—Grace, lo lamento. No pude hacer nada para evitar que las fotos se filtren.
Hablé con Ryan, pero…
—No te preocupes, sabía que algo como esto pasaría —aseguro intentando
restarle importancia—. No es culpa tuya.
—¿Has leído…? —no termina la frase, pero sé a lo que se refiere.
—Sí, lo hice —murmuro—. No hay mucho que pueda hacer al respecto.
—Intentaré al menos que las revistas no tomen las fotos —promete —lo
siento, en verdad.
—Alex, está bien —pronuncio con suavidad—. Si existen culpables, somos
ambos, no solo es culpa tuya. Y no te estoy reprochando nada, así que deja de
disculparte.
La línea permanece en silencio por un par de segundos antes de que él hable
nuevamente.
—¿Tienes planes? —pregunta—. Tal vez pueda ir a tu casa porque en verdad
necesito salir de aquí.
Mi corazón parece dar un vuelco furioso ante su pregunta, y me obligo a
responder porque no quiero que él malinterprete mi silencio.
—Eso suena estupendo.
—De acuerdo, estaré ahí pronto.
—¿Necesitas que te envíe ubicación? —cuestiono.
—No, recuerdo perfectamente el camino, nos vemos en un rato.
Tras darle una afirmación, cuelga la llamada. Aparto el celular de mi oreja
mientras cierro los ojos, tan solo por un par de segundos, pero es más que
suficiente para que mi mente comienza a fabricar todas las ideas que creía
enterradas.
Alexander definitivamente causa algo en mí, pero en este punto, no sabía si
eso me acarrearía más problemas de los que ya tenía.
Alexander Campbell.
Que en las redes se hayan publicados las fotografías de lo que ocurrió en el
teatro solo hizo que mi estado de estrés y frustración aumentara a un grado que
no creí capaz. Conduzco con prisa hacia la casa de Grace, esta vez no llamé a
Jeff porque necesito un momento para pensar, para entender cómo es que estoy
sintiendo la necesidad creciente de estar cerca de ella. Como si fuese la única
capaz de apagar todas las tormentas.
No me gusta ser dependiente, pero parece que, en esta ocasión, estar con
Grace era lo único que necesito. Había intentado todo cuanto estuvo en mis
manos para evitar que las fotos saliesen a la luz, pero poco fue lo que pude hacer.
Y a este paso, sabía que estarían en las revistas pronto.
Me preocupaba que todo lo que estaba sucediendo fuese demasiado para ella,
sabía perfectamente que ella no estaba acostumbrada a ser el centro de atención,
y los comentarios y artículos que comenzaban a surgir eran demasiado duros.
Demasiado crueles.
Para alguien que no está acostumbrado a llamar la atención de los medios,
puede ser una situación difícil de manejar. Así que ahora me encuentro
conduciendo como un desesperado hacia su hogar, con la intención de confirmar
por mi propia cuenta, que todo está bien.
Necesito que sea así.
Estaciono el auto justo en la entrada y me tomo un par de minutos para
corroborar que no hay ningún auto extraño del cual pueda salir algún fotógrafo.
Que conozcan la casa de Grace era lo último que necesito. Cuando me aseguro
de que no hay nada más que mi auto en la calle, bajo. Camino con pasos lentos
hacia la entrada antes de tocar un par de veces el timbre. La puerta se abre, una
chica que no reconozco abre la puerta y parece sorprenderse ante mi presencia.
—¿Grace se encuentra? —cuestiono.
—Jane, déjalo pasar —la voz de Grace se escucha desde el interior.
—Ya oíste —responde la chica mientras se hace a un lado para permitirme
ingresar a la casa. —Voy de salida, así que tienen la casa para ustedes solos. —
asegura dedicándome un guiño antes de salir. Cierra la puerta y permanezco unos
segundos más en el lugar hasta que Grace aparece.
—¿Por qué te quedas ahí? —cuestiona con algo de gracia—. Ven.
Me hace un ademán para que la siga, lo hago en silencio hasta que llegamos a
la que creo es su habitación.
—¿Qué ocurre? —cuestiona—. Estás muy callado y eso no es común.
—Solo quería asegurarme de que estabas bien —confieso mientras me siento
al borde de la cama—. Lo que ocurrió…
—Alex, estoy bien —me interrumpe —no es la primera vez que nuestras
fotos se filtran. Y aunque debo de admitir que es molesto que mi bandeja de
entrada esté saturada, creo que puedo lidiar con eso.
Permanezco en silencio, sacudo la cabeza intentando aclarar toda la maraña
de pensamientos que era mi mente en estos momentos.
—¿Te arrepientes? —inquiere con suavidad —¿Es ese el problema?
Paso las manos por mi cabello con exasperación, no, claro que no me
arrepentía, ese es el maldito problema. No me arrepiento en lo absoluto, y no sé
qué consecuencias puede haber si no consigo controlarme, si sigo necesitándola
cerca, si sigo dándole tanta importancia en mi vida.
—Es que ese es el problema, Grace —confieso observándola —que no me
molesta el hecho de que esas fotos existan, que no me arrepiento de haber
intentado besarte, ese es el problema.
Ella me observa en silencio, baja la vista mientras soy consciente de la forma
en la que parpadea varias veces. Un largo suspiro brota de mis labios.
—No me arrepiento de absolutamente nada que te involucre, pero eso mismo
me hace sentir tan culpable. Porque no mereces nada de lo que yo significo. No
mereces el acoso de la prensa o las fanáticas, no mereces…
—¿Entonces qué merezco, Alex? —cuestiona con suavidad—. No sabes lo
que yo quiero, no me estás dando la oportunidad de decidir aquí.
—Me importas lo suficiente Grace, como para atreverme a hacer algo que
pueda dañar la relación que tenemos.
—No, Alex…
—Te cansarás, terminarás por hartarte de esto y te irás y para mí será
demasiado tarde porque ya te estaré necesitando como nunca antes he necesitado
a alguien —mis palabras están inundadas en desesperación—. Lo hago ahora, te
has vuelto una persona indispensable para mí, Grace, y no quiero que eso sea así
porque cuando te vayas, esto volverá a ser un infierno. Porque cuando decidas
que ha sido suficiente y huyas, para mí no habrá otra opción que permanecer
aquí.
Ella se incorpora, acorta la distancia entre nosotros y coloca sus manos al
costado de mi rostro, se coloca tan cerca de mí que, por una brevedad de
segundo, creo que puedo besarla. Sin importar que pueda ocurrir después.
—No me iré Alex, no me iré a ningún lado a menos que tú me lo pidas —
asegura casi en un susurro—. Estaré aquí. Contigo.
La forma en la que me mira, la manera en la que sus ojos me observan con
esa dulzura explotando en el iris color miel, me arrebatan la razón. Me envuelven
en un torbellino de emociones que nunca antes he experimentado, y dañan mi
cordura.
Nadie me ha mirado así antes, como si fuese importante, como si realmente
significara algo para ella. Quiero que me mire así siempre, quiero ver esa mirada
en sus ojos todos los días. Estoy harto de sentirme tan solo, de hundirme en
soledad mientras todos los demás creen que estoy viviendo el sueño perfecto.
Estoy harto de fingir.
Con ella no tengo que hacerlo, con Grace…puedo ser yo.
No puedo resistirlo más, me inclino hacia ella y coloco las manos a los
costados de su rostro, no hace absolutamente nada por apartarse, así que solo
deslizo la mirada a sus labios, y la beso.
La suavidad de su piel me envuelve, me hace olvidar absolutamente todo lo
que ha ocurrido hace un par de minutos antes, me arrastra hacia un lugar
completamente desconocido, pero que me hace sentir bien.
No se parece en nada a ningún otro contacto, a ningún otro beso. Siento sus
delicadas manos perderse en mi cabello, y me apega a ella. Es un contacto lleno
de firmeza, de sentimiento. Uno que deja una corriente eléctrica en todo mi
cuerpo, en cada vena, en cada fibra.
Es un beso que provoca que todo a mi alrededor se esfume, que todo tiemble
hasta convertirse en polvo.
Es ella quien rompe el contacto, quien se aleja lentamente y parpadea, como
si quisiera asegurarse que esto es real.
—Jamás te pediría que te vayas —susurro, Grace apoya su frente contra la
mía, mientras cierro los ojos intentando convencerme de que esto está bien —.
No quiero que lo hagas jamás.
Vuelvo a besarla, teniendo la firme convicción de que, por una vez en mucho
tiempo, puedo decidir sobre esto.
25 SER UN TODO.
Grace Baker.
Alexander Campbell.
Me veo en la necesidad de marcharme de casa de Grace cerca de una hora
después, sin embargo, mi humor ha mejorado bastante desde que estuve con ella.
No puedo hacer otra cosa que pensar una y otra vez en la sensación de sus labios
con los míos, en lo increíble que fue besarla. Y me siento bien, después de
mucho tiempo, me siento realmente bien con lo que estoy haciendo. No puedo
recordar la última vez que me sentí de esta manera, sintiendo que, aunque sea de
una diminuta parte, seguía teniendo el control sobre mi vida.
El resto del día la paso en casa, incapaz de pensar en otra cosa que no fuera
en la castaña y en lo loco que me está volviendo. Grace Baker logra crear en mí
lo que hace mucho tiempo no experimentaba por nadie. Algo de lo que no me
había dado cuenta, al menos no hasta el día de hoy. No puedo ni deseo seguir
ocultando el hecho de que tiene mi entera atención, quizá más de lo debida, más
de lo que siquiera pude llegar a considerar.
Hubiese deseado que ese sentimiento me acompañase siempre, sin embargo,
al entrar al día siguiente a la oficina de Ryan al día siguiente, sé que hay
problemas. Mi madre habla por el teléfono, parece tener una discusión con
alguien mientras que Ryan permanece sentado detrás del escritorio con los
brazos cruzados, mientras me observa con dureza.
—¿Se puede saber en dónde estabas?
—En casa —respondo —hasta donde sé no había nada que me requiriera en
la disquera.
Ryan toma una inhalación antes de inclinarse hacia adelante para tomar algo
de los cajones de su escritorio, luego, lanza una revista en mi dirección. La
portada es más que clara.
—Grace y tú son la portada —informa después de unos segundos.
—Sabíamos que esto pasaría —me defiendo dejando la revista sobre el
escritorio. —No entiendo cuál es el problema.
—El problema es que comienzas a hacerte de una reputación —reprende mi
madre. —Primero Katherine, y ahora Grace. Nuestros intentos por cuidar de tu
imagen los estás echando a perder.
—Todo el mundo sabe que el asunto de Katherine no son más que
especulaciones de la prensa —le recuerdo—. Lo he aclarado en demasiadas
ocasiones.
—¿Y respecto a Grace? —cuestiona cruzándose de brazos—. Porque no creo
que la intención de besarla en público, haya sido cuestión de trabajo.
—No, claro que no lo fue. ¿Ahora también vas a decirme con quien debo o
no salir?
La mirada de mi madre se endurece, tensa la mandíbula antes de girarse hacia
Ryan.
—¿Podrías dejarnos solos? —cuestiona. Quiero decirle que no lo haga, que
no se marche de la habitación, pero él termina haciéndolo.
—Sé lo que vas a decir —mascullo —pero esta vez no voy a hacerlo.
—Alexander…—el tono de advertencia que usa me hace cerrar los ojos,
intentando retener la frustración que amenaza con desbordarse.
—No, ha sido suficiente —espeto incorporándome —he hecho todo lo que
quieres durante todos estos años, sigo tus malditas ordenes sin reprocharte solo
para que tú encuentres beneficios, hago las giras dando mi mayor esfuerzo para
tenerte contenta, hago todo, absolutamente todo, mamá. Lo único que quiero
ahora es poder decidir a la chica con la que salgo ¿o es que eso también me lo
impondrás?
—Así que Grace y tú están saliendo —afirma con molestia —debí suponerlo,
era de esperarse que terminara en esto.
—No interfieras, déjame al menos decidir sobre esto. Por favor.
Odio sonar suplicante ante mi madre, odio otorgarle ese poder sobre mí, pero
ahora mismo no encuentro otra alternativa.
—Firmarás con la agencia Music Cube —sentencia mencionando a la
agencia que ha estado detrás de mí en los últimos meses.
—¿Qué?
—Si quieres mantener una relación con Grace, firmarás el contrato con esa
agencia.
—¿Qué relación tiene la agencia con esto? —inquiero —pedirán derechos,
no podré cumplir con tantos contratos. Organizarás giras y yo no podré con tanto
trabajo, apenas y consigo cumplir ahora con todo lo que ordenas.
—¿Entonces qué prefieres? —cuestiona como si su planteamiento fuese el
más sencillo del mundo. —Es un trato simple, Alex. Tú haces esto y yo me
comprometo a no interferir en tu vida personal, a la que, por cierto, planeaba
hacerle unos cambios. Tal vez sugerir una relación con Vanessa Anderson, ella
hace bien a tu popularidad.
Observo con horror a mi madre. O la que se dice llamarse como tal.
—¿Te estás escuchando? ¿Ahora vas a obligarme a salir con una chica que no
quiero?
—Es una cosa por otra, Alexander. El poder de decidir, está en ti.
Sabes que es la única manera. Mi mente me repite eso una y otra vez, sin
embargo, no entiendo donde encuentro la valentía para responder.
—No —sentencio. —No haré eso porque sería matarme a mí mismo. ¿Eso es
lo que quieres? ¿Qué termine tan agotado como para no querer continuar? —
cuestiono con brusquedad.
—No desvíes la conversación —advierte —sabes lo que pasará si…
—¡Entonces me conseguiré un maldito abogado! —exploto—. Y encontraré
la manera de anular el contrato. —Eso no parece afectarla en lo más mínimo.
—Inténtalo —dice encogiéndose de hombros —y antes de que siquiera
puedas llevarme ante un juez, no tendrás absolutamente nada.
Me esquiva, dando por terminada nuestra conversación, pero para mí no ha
finalizado.
—¿Por qué parece que disfrutas haciendo mi vida miserable? —Marian se
detiene, gira para conseguir mirarme. Con los ojos estrechados y los labios
apretados —¿por qué haces todo esto? Soy tu hijo…soy…—sacudo la cabeza —
¿ya he dejado de ser tu niño? ¿Qué acaso ya no te importo en lo absoluto?
Su mirada brilla con una emoción que no consigo reconocer.
—¿Qué cambió, mamá? —inquiero acercándome —¿fue el dinero? ¿La
fama?
—Hay una línea —dice ignorando las preguntas —sabes bien que ocurrirá si
la sobrepasas.
No espera una contestación, se gira dándome la espalda y solo se marcha,
dejándome ahí, con las respuestas que sé de sobra nunca tendrían una respuesta.
¿Grace vale todo esto? Una voz en mi cabeza me repite que en realidad no se
trata de Grace, sino de que, por primera vez, quiero salir de esto, no importaba
cual fuese el precio que tuviese que pagar.
26 ARREPENTIMIENTO
Grace Baker.
C amino con prisa mientras me adentro al edifico de la disquera,
tengo una reunión programada con Alexander en algunos minutos
y estoy retrasada. Esperaba no tener que encontrarme con su madre, no
quería enfrentarme a algún reproche por mi impuntualidad.
—Vaya, creí que no llegarías —murmura Alex con diversión cuando
ingreso a la habitación. Sostiene su guitarra entre sus manos, mientras una
sonrisa ladeada se apodera de su gesto.
—Tuve algunos problemas con el auto —me excuso mientras comienzo
a sacar las cosas que necesitaré —¿listo para comenzar?
Él asiente. Deja la guitarra en un estante que se encuentra cerca, y
camina para tomar asiento frente a mí.
—¿Has visto las revistas?
—Estoy aquí para hacerte una entrevista de trabajo, no para hablar
sobre nuestra aparición en una revista —respondo con diversión.
Él echa la cabeza para atrás mientras suelta una pequeña risa.
—Solo quiero saber cómo lo estás tomando, es todo —confiesa.
—Estoy bien, Alex. —aseguro —ya te lo he dicho, no tienes que
preocuparte por nada.
—Bien, de acuerdo. —Una pequeña sonrisa se apodera de sus labios
cuando habla. Acomodo sobre la mesa el cuaderno en el que hacía las
anotaciones correspondientes y enciendo la grabadora de mi celular.
—En los últimos días han salido rumores que podrías firmar un contrato
con otra disquera ¿qué puedes decir sobre eso? —suspira, se acomoda en el
asiento mientras me dedica una mirada.
—Me gustaría que hubieses comenzado por un tema más sencillo. El
tema de la disquera es algo complicado, no es una decisión que se pueda
tomar a la ligera, pero puedo asegurar, de que, por el momento, no tengo en
mente hacer ningún cambio. Todo permanecerá igual.
—¿Eso es una buena noticia?
—No lo sé en realidad, pero espero que lo sea.
Durante la siguiente media hora, el tiempo se resume en intentar aclarar
todas las dudas que, según Oliver, el público tiene sobre la carrera de
Alexander. Para cuando finalizamos y creo tener la información suficiente
para comenzar a trabajar, Alex parece aliviado.
—¿Qué dices si te invito a comer? No nos hemos visto muchos estos
días.
—Eso es porque tanto tú, como yo, tenemos trabajo que hacer —le
aclaro —pero estaré gustosa de aceptar tu invitación.
Él sonríe con satisfacción mientras se incorpora del asiento, me
apresuro a guardar de nuevo todas mis cosas antes de incorporarme
también. Él toma una de mis manos, en un agarre firme mientras salimos de
la pequeña habitación en la que nos encontramos.
—¿Tienes algún lugar en mente? —me cuestiona una vez que estamos
dentro del auto.
—Creo que tú eres de mejores gustos —confieso mientras me coloco el
cinturón de seguridad—. Así que te dejaré el privilegio de elegir.
Él sonríe, me dedica un asentimiento mientras enciende el motor del
auto y nos ponemos en marcha algunos momentos después. Conecto mi
celular al auto para poder ambientar el camino hacia nuestro destino. La
canción Through your eyes comienza a sonar, la voz de Alexander se
escucha por los altavoces y él suelta una pequeña carcajada.
—Me siento realmente halagado por el hecho de que tengas mis
canciones en tu celular —pronuncia mientras me dedica una rápida mirada.
—He caído, no lo puedo negar —confieso mientras sonrío.
Alexander comienza a cantar la canción, debía de admitir que me había
cautivado la letra con escucharla una sola vez, y ahora, el que la cantase a
mi lado, solo me hacía amarla aún más.
La cantamos juntos, me muevo tanto como el cinturón de seguridad lo
permite y cuando le letra acaba, ambos reímos.
—Vaya, parece que conoces la letra bastante bien —murmura Alex
mientras me observa.
—Que te puedo decir, me has cautivado —confieso con una sonrisa.
Él me mira, me observa por un par de segundos antes de regresar su
mirada a la carretera, pero yo no puedo dejar de mirarlo. No puedo dejar de
pensar en que, en definitiva, Alexander me cautivado por completo. Y no
había mucho que yo pudiera, o quisiera hacer al respecto.
Alexander Campbell
El hombre frente a mí es imponente, demasiado. Parece analizar con
cuidado los documentos que sostiene frente a él, antes de suspirar y
observarme.
—Quiero suponer, que en el contrato que firmaste se reconoce que tú
eres el autor intelectual de las obras, y se reconocen tus derechos sobre las
mismas.
—Lo hacen, definitivamente, pero…
—No existe ningún “pero” entonces —afirma. —Alex, tu madre no
puede arrebatarte nada, no sin perjudicarse ella misma en el proceso. ¿Cuál
es la duración del contrato? ¿Tenías un abogado a tu lado?
—Indefinida, y no —respondo con frustración. —Se trataba de mi
madre, el único abogado presente era el que ella contrató.
—Te representó hasta los dieciocho, ¿no es verdad? Luego de eso…
¿dices que ella te obligó a firmar? —parece corroborar algo en los
documentos.
Asiento como respuesta.
—Muchacho, creo que tendremos mucho trabajo —confiesa—. Pero te
aseguro que pondré todo de mi parte para librarte de esto.
—Si mi madre se entera de esto…
—Alex, no me retiraré a no ser que tú ya no requieras de mis servicios
—sentencia —si vuelve a amenazarte o a condicionarte solamente tienes
que llamarme.
—Bill ¿Qué pasa si en verdad le otorgué todo el poder sobre mi carrera?
—cuestiono—. No tengo ninguna copia del contrato, ella se aseguró que no
tuviera ninguna a mi alcance, si se la pido sospechará sobre lo que intento
hacer.
—Necesitaremos obtenerla entonces para que podamos continuar —
pronuncia —sin ella no sé cómo fue el contrato, ni que tanto te
comprometiste a ceder, tampoco tengo idea de las condiciones por las
cuales se elaboró. Además de esto, según lo que dices, tu madre tiene el
poder de representación, necesito saber que decían esas cláusulas.
—Consigue una copia —pide —partiremos de ahí.
Asiento, no digo nada más cuando él sale de la habitación en la que nos
encontramos. Permanezco sentado ahí, intentando entender cómo es que
esto comenzó.
Como es que, con el hecho de firmar un maldito papel, mi vida entera se
había arruinado.
27 CONFIAR
Grace Baker.
C ierro los ojos mientras escucho a mi madre decir lo mismo por
décima ocasión, parece que me ha llamado con el único propósito
de cuestionarme sobre el porqué su hija estaba apareciendo en las revistas y
el internet.
No esperaba mantener esta conversación por teléfono, de hecho, no
tenía planeado que sucediera pronto. Sin embargo, parecía en realidad que
nada estaba saliendo acorde al plan.
—Si ese chico y tú están saliendo seriamente, espero que al menos
tenga la decencia de venir a casa y hablar con tu padre —exige.
—Mamá por favor, no creo que tenga el tiempo para volar hacia Nueva
York para hablar con papá —respondo con obviedad—. Además, aún no es
una relación formal.
—Eso no es lo que dicen…
—Dicen muchas cosas —intervengo. —Mamá, al venir aquí acordamos
algo ¿lo recuerdas? Empezaría mi vida independiente, y aunque saben que
los quiero muchísimo, no creo que obligar a un chico a hablar con papá esté
dentro del trato.
Escucho a mi madre suspirar, parece intercambiar unas palabras con mi
padre y luego, la línea queda en silencio.
—Hola cielito —sonrío en cuanto la voz de mi padre se escucha —
disculpa a tu madre, sabes lo paranoica que se pone cuando de chicos se
trata.
Una pequeña risa me invade mientras adopto una postura más cómoda
sobre la cama.
—Lo sé.
—Sin embargo, ambos estamos un tanto inquietos ¿Cómo conociste a
ese chico? ¿estás segura de que no hay algo detrás de sus intenciones?
Echo la cabeza hacia atrás mientras una ligera sonrisa se plasma en mis
labios.
—Lo conocí en el trabajo, —confieso —Es un buen chico papá, a pesar
de todo lo es.
—Bueno, confío en tu buen juicio —pronuncia luego de algunos
momentos —aunque no me molestaría tener al menos una llamada
telefónica con él, solo para asegurarme.
Una sonrisa divertida se adueña de mis labios mientras niego.
—Lo tendré en cuenta —aseguro. Mi padre se despide, cuando la
llamada se corta, aún permanezco con una diminuta sonrisa en el rostro.
—No fue tan malo —murmura Jane mientras se deja caer a mi costado
en la cama —esperaba un poco más de dramatismo.
—Eso es porque mi padre se adueñó el teléfono —le aseguro.
—Así que… ¿están saliendo de manera formal? —cuestiona. Tomo una
larga inhalación antes de girarme hacia ella.
—No, es decir, no lo sé —confieso—. Creo que ambos queremos ir con
calma, ver que resulta.
—Estoy segura de que lo Alexander siente por ti es más que atracción
—declara—la forma en la que se preocupa por ti y parece no importarle el
romper las reglas cuando está contigo, dice mucho de sus sentimientos.
Tanto que probablemente lo que le impide seguir es que puedas salir
lastimada con todo esto.
—Sé bien todo lo que significa estar con él y estoy dispuesta a asumir el
riesgo —sonrío levemente —Alexander lo vale, vale la pena tomar el riesgo
por él.
Hay un corto silencio entre nosotros.
—Sé lo que eso conlleva, y estoy dispuesta a aceptarlo.
—¿Y él sabe eso? —cuestiona mirándome con curiosidad. —Porque si
no lo sabe, creo que es buen momento para que se lo digas.
—No sé si lo sabe, pero se lo haré saber. No quiero que tenga ni una
sola duda.
Jane parece satisfecha con mi respuesta y pronto ha cambiado el rumbo
de la conversación hacia el asunto de la remodelación de su estudio, es así
que, durante el siguiente par de horas, nos sumergimos en la discusión sobre
qué color combina mejor con las paredes o que papel tapiz va acorde a la
temática del estudio.
Alexander Campbell.
—Supongo que Grace ha hablado contigo —murmura mi madre cuando
ingreso a su lujosa residencia—. De otro modo, es imposible que me visites.
Sonrío, ingresando a la casa cuando ella se hace a un lado para
permitirme el acceso.
—Lo hizo, y lo cierto es que es una parte, lo agradezco —confieso. Ella
parece algo confundida ante mi respuesta —si pensaste que venía a
reclamarte, no vine a eso.
—¿No te molesta el hecho de que el artículo no sea escrito por ella? —
me encojo de hombros.
—Creo que nuestra relación va a mejorar si dejamos a un lado el
trabajo. Podré estar con ella sin tener que cumplir ningún requisito laboral.
—Mi madre rueda los ojos, parece incluso algo más mal humorada a
comparación de mi llegada.
Recorro la sala con la vista, es evidente la remodelación que la
habitación ha sufrido, no solía visitar demasiado a mi madre, pero podía
reconocer cuando la casa había sido remodelada.
—¿Te gusta la nueva decoración? —pregunta mientras cruza frente a
mí.
—Es bonita —confieso mientras la sigo. —Así que en esto gastas todo
mi dinero ¿no es cierto? En remodelaciones.
No responde, se limita a observarme en silencio, hasta que parece
considerar que es buena idea hacerlo.
—No te sorprendas si algún chico aparece en las oficinas de la disquera
para entrevistarte, seguramente va de parte de Oliver —informa cambiando
el tema de conversación—. Tendré que asegurarme que sea tan talentoso
como Grace.
Retengo la sonrisa que amenaza con filtrarse en mis labios.
—Aún estás a tiempo de pedirle a Oliver que le regrese el artículo —
sugiero elevando uno de mis hombros. Ella me observa por un par de
segundos antes de desviar la mirada hacia otro punto de la sala.
—Lo resolveré.
El silencio envuelve el lugar, mientras camino por la sala, reconozco la
puerta que conduce hacia el estudio de mi madre, lugar en donde se
encuentran todos sus documentos.
Consigue una copia.
Las palabras de Bill se reproducen en mi mente, permanezco
observando la puerta por algunos minutos antes de que la voz de mi madre
se escuche de nuevo.
—¿Has compuesto más canciones? —pregunta.
—No —miento. Claro que lo había hecho, tenía varias hojas
perfectamente resguardadas esperando por la melodía, pero no iba a decirlo
—. No he tenido el tiempo…
—Probablemente si tu atención no estuviese en otros asuntos, lo
hubieses conseguido —reprende —tus fans necesitan música, Alex. La
presión va a aumentar y Ryan no podrá conseguir todas las letras. Necesitan
algo de ti.
—Creo que ya están obteniendo algo de mí —murmuro—. Acaba de
pasar una gira, estoy seguro de que podrán esperar al menos un par de
meses antes de crear nuevo material.
—Si esta es tu manera de revelarte por lo que ocurrió en la oficina de
Ryan…
—Esta no es ninguna manera de revelarme. Este es tu hijo diciendo que
necesita más tiempo —reprocho —no soy una máquina que produzca
canciones, tampoco un cheque del cual puedes exprimir tanto dinero como
se te antoje. ¿Es mucho pedir que al menos me dejes tranquilo por un par de
meses?
No tiene oportunidad de responder, el sonido de su celular rompe el
silencio en el que nos habíamos sumergido, se incorpora y se encamina
hacia las escaleras, probablemente se enfrascará en alguna conversación
importante, así que esta es mi oportunidad.
Tan pronto como me aseguro que no se encuentra cerca, me incorporo
del asiento. Gracias al cielo el estudio no tiene seguro, así que puedo entrar
sin ningún inconveniente. Recorro el lugar con la vista, intentando
encontrar el lugar en donde mi madre probablemente guardaría el contrato.
De vez en cuando levanto la vista y presto atención para saber si ella no ha
regresado.
No lo encuentro, no parece estar por ningún sitio y comienzo a creer
que probablemente lo ha llevado a otro lugar. No sería extraño, teniendo en
cuenta la importancia que tiene. Cuando estoy a punto de darme por
vencido, lo veo. El compartimiento inferior del escritorio. No es sorpresa
que tenga llave, así que tanteo por debajo hasta hallar el diminuto metal.
Probablemente es la primera vez, en mucho tiempo, que tendría el papel
en mis manos. Rebusco con prisa entre las carpetas que están en el interior
hasta poder hallarla.
Contrato de cesión de derechos.
Leo el título de la carpeta, sintiendo algo apretar en mi pecho. ¿Cómo es
que pude ser tan ingenuo?
Me obligo a mí mismo a salir de la habitación antes de que mi madre
regrese, me aseguro que aún esté en el piso de arriba antes de encaminarme
hacia el auto, con la carpeta entre mis manos. Lo había conseguido, estaba
tan cerca de poder acabar con esto, o al menos, eso era lo que creía.
Parecía ser un destello de esperanza dentro de todo el caos que este
papel había causado desde su creación, si existía, aunque sea la mínima
posibilidad de acabar con esto, entonces la aprovecharía.
Sin importarme el costo que tuviera que pagar para conseguirlo.
28 PERDER PARA SER VALIENTE
Grace Baker.
Alexander Campbell.
—Has tenido mucho tiempo de descanso —pronuncia Ryan—. Debes
comenzar con los ensayos de nuevo.
—No ha sido…—La dura mirada que me dedica me hace detener mis
palabras.
—Claro que ha sido demasiado, y creo que hasta más que suficiente —
afirma —tu madre está preparada para planear la siguiente gira, sin
embargo, creo que es demasiado pronto para eso.
Claro que es demasiado pronto.
—Sin embargo, hay varios conciertos que comenzaremos a planear —
informa —uno aquí en la ciudad, y un par más en otras ciudades cercanas
—añade—. Necesito que estés preparado para eso. Y tienes un nuevo álbum
que escribir, hace poco más de un año que lanzaste el último, necesitamos
material. Lamento decirte que no seguiré comprando canciones para ti.
—¿Qué? ¿Por qué? —cuestiono—. Ryan…
—Porque necesitas escribir, Alex —me interrumpe mientras se coloca
de pie—. No puedes esperar que siempre las letras vengan hacia ti,
necesitas crearlas, y si no supiera lo bueno que eres en eso, no te lo pediría.
Hacía varios meses que estaba componiendo, las canciones estaban
perfectamente guardadas en mi habitación, sin embargo, ni mi madre ni
Ryan lo sabían. No quería exponerlas, sabía que, si en algún punto mi
madre cumplía sus amenazas, me dolería menos el hecho de que al vender
las letras, estas no fuesen mías.
—Hijo, sé que esto es complicado, pero necesito que pongas de tu parte.
Si quieres crecer tienes que hacerlo, nadie vendrá a resolverte todo, tienes
que esforzarte.
—¿Crees que no lo hago? —cuestiono —¿realmente crees que no me
estoy esforzando?
—Lo que creo es que no estás dando todo. Hace mucho que dejaste de
darlo —afirma —y eso tarde o temprano, va a traer consecuencias.
Tenso la mandíbula, no le doy una respuesta, cuando nota que no tengo
la intención de decir algo más, se marcha de la habitación. Un largo suspiro
brota de mi cuerpo, cierro los ojos mientras echo la cabeza hacia atrás.
Ruego porque no haya otra cosa que me retenga en la disquera, gracias
a Dios es así y pronto me encuentro conduciendo hacia mi hogar. Desde el
momento en el que aquel chico ingresó a la sala y comenzó a hacer toda
clase de preguntas, sin ningún filtro, supe que nada iba a compararse con
tener a Grace. Sabía que solo estaba haciendo su trabajo, pero no dejaba de
sentirse como si quiera saber cada aspecto de mi vida, hasta el más
pequeño.
Extraño a mi chica reportera, vaya que lo hago.
No he intercambiado más que un par de mensajes con ella, había
intentado llamarla, pero cuando lo hice el buzón de voz fue todo lo que
obtuve. Llegar a casa se sintió de todas las maneras, menos de la forma en
la que lo esperé, sabía que Ryan no dejaría pasar el hecho de no haber
escrito nada, así que tenía que darle algo.
Observo las hojas frente a mí, leyendo las líneas que había escrito con
distintos colores de tinta. La guitarra se encuentra justo al lado de la mesa
de noche, la tomo, pasando las yemas de mis dedos sobre las cuerdas, y
cierro los ojos antes de tocar el primer acorde.
Mis dedos parecen cobrar vida conforme los acordes brotan, no sé
cuánto tiempo pasa hasta que lo consigo. Con prisa, abro el cajón para
tomar una de las tantas hojas y una pluma, me gustaba dejarlas a mano
porque no sabía en qué momento podría necesitarlas.
Momentos como este. Escribo con prisa, tachando varias palabras en el
proceso hasta que lo obtengo. Una ligera sonrisa se adueña de mis labios
cuando leo el resultado.
Dejo la hoja junto con las demás, me aseguro de escorarlas
perfectamente antes de volver a colocarlas en su sitio. El timbre de la casa
suena en el momento justo en el que termino de ordenarlas.
—Hola —Katherine aparece frente a mí—. ¿Crees que podamos hablar?
—No lo creo, estoy ocupado y…
—Alex, por favor —pide —realmente no me gusta estar de este modo
contigo. lo detesto tanto. ¿Podemos hablar? ¿Por favor?
A pesar de que no me convencer por completo, me aparto para dejarla
ingresar.
—No quiero que pienses que tengo algo en contra de Grace, me alegra
que estés intentando tener algo con ella, yo solo estoy preocupada, lamento
si mi método para demostrarlo no fue el correcto —añade.
—Realmente no sé si…
—Por favor —me mira de una forma tan suplicante que me hace
suspirar —lo siento, sé que cometí un error y me estoy disculpando por eso.
Hemos sido amigos desde hace años y en todo ese tiempo, sabes que me he
preocupado por ti. Esta no es la excepción.
—Si vuelves a decir algo como eso sobre Grace, no voy a dejarte entrar
de nuevo a mi casa —advierto.
—Vaya que te ha flechado, ¿no es así? —sonríe, no pasa mucho tiempo
hasta que termino haciéndolo también.
Antes de Grace no había existido otra persona ajena a Kat y a los chicos
cerca de mí, todo lo que tenía eran ellos. Pero no me he dado cuenta de lo
que eso significaba, hasta ahora.
—Lo siento —repite mientras se acerca hasta donde me encuentro.
—Está bien —articulo. Ella sonríe, pasan algunos segundos antes de
que ella se abrace a mi cuerpo.
Cuando se aparta, aún mantiene una pequeña sonrisa en los labios.
Luego de eso nos enfrascamos en una entretenida conversación,
Katherine tenía la capacidad de hacer que un momento aburrido cobrara
vida, parecía ser la diversión echa persona. Sin embargo, cuando ella saca la
diminuta bolsa con un contenido que reconozco a la perfección, la diversión
se esfuma.
—Oh vamos, yo prometí no hablar más sobre tu chica, así que te
corresponde mantenerte al margen con esto.
—No pretendas que te deje consumir eso sabiendo que luego tendrás
que manejar de regreso a tu casa —mascullo —y tampoco que lo consumas
aquí.
—¿Desde cuándo te has convertido en un amargado? —cuestiona
mientras se pone de pie—. Aprovecharé esto para decir que es tarde, debo
volver.
—¿Escapando como de costumbre?
—Todos encontramos métodos diferentes para desahogarnos. Nadie
puede juzgarnos. —Me observa por un par de segundos antes de lanzar la
bolsa al sillón —tal vez deberías de intentarlo. Nos vemos, Alex.
Sale de la casa sin voltear, el sonido de su auto al arrancar se escucha y
luego el motor alejándose de la casa.
Papá siempre me advirtió de la vida de excesos en los cuales es fácil
caer una vez que te conviertes en una super estrella, sin embargo, tal vez la
única cosa que le tengo que agradecer a mi madre, es el haberme evitado
caer en adicciones. Marian odiaría que su hijo causara escándalos, así que
durante los primeros años de mi carrera nunca permitió que asistiera a
fiestas, o si lo hacía, en eventos en los cuales era invitado, siempre estaba
presente.
Sin embargo, tal vez debí prestarles más atención a las advertencias de
mi padre, a aquellas que iban más allá de las drogas y adicciones. Tal vez
debí de haberle tomado más importancia cuando dijo que mi madre era
peligrosa.
—Saldré de esta, papá —murmuro observando la fotografía que se
encuentra colgada justo frente a mí, —te prometo que lo haré.
No importa cuánto cueste, he perdido lo suficiente hasta este momento,
y no estaba dispuesto a seguir perdiendo más, no dejaría por nada del
mundo, que me siguiera arrebatando lo que más amo hacer.
Ha sido suficiente.
Grace Baker.
Probablemente nunca había visto tan ansioso a Alexander como luego
de haber cortado la llamada con su abogado. Había pasado largo rato antes
de que pudiera al fin sentirse tranquilo. Es cerca de media noche cuando él
dice que tiene que marcharse, el cansancio es evidente en su rostro, tanto
que me inquieta el hecho de dejar que conduzca de regreso a su hogar.
—Estaré bien —asegura —no tienes de qué preocuparte.
—Me preocupa el hecho de que parece que puedes quedarte dormido en
cualquier momento, no puedes pedirme que me sienta tranquila ante eso.
¿Por qué no te quedas? —cuestiono sin pensar. Él eleva una de sus cejas,
mientras adopta una mirada divertida.
—¿Tu amiga no se molestará si me encuentra durmiendo en el sillón de
la sala?
—No, porque no dormirás en la sala. Dormirás en mi habitación —
aclaro. Alex sonríe, no sé muy bien como descifrar la mirada que me
dedica, y justo cuando estoy por retractarme, él habla.
—Bueno, ante eso no puedo decir que no —pronuncia soltando una risa
quitándose la chaqueta se había puesto algunos minutos atrás. —¿Tienes
que ir a la revista mañana? —pregunta mientras ambos caminamos hacia la
habitación.
—Sí, aún tengo que revisar los artículos que se publicarán.
—Esperaba que pudiéramos pasar algo de tiempo juntos. Pero supongo
que tengo que resignarme, ¿o no?
—Es apenas un pequeño sacrificio —bromeo.
Él sonríe, entramos a la habitación y se quita los zapatos en un
movimiento antes de sentarse en el borde de la cama.
—Ponte cómodo —murmuro—. Ahora vuelvo.
Tomo el pijama del armario, le dedico una mirada a Alex antes de salir
de la habitación para poder ir al baño y cambiarme de ropa.
No me demoro demasiado, sin embargo, cuando regreso, Alex se
encuentra recostado en la cama, cubierto con las mantas y parece haberse
dormido. Sonrío observándolo por algunos segundos antes de rodear la
cama para poder acomodarme en ella.
—Grace —volteo en cuanto Alex habla. Él gira, cruza una mano sobre
mi cintura para apegarme a su cuerpo, su rostro se esconde en el hueco de
mi cuello. —Te quiero.
Mi corazón da un vuelco, una sonrisa se adueña de mi semblante
mientras volteo con ligereza, el rostro de Alex es totalmente sereno, soy
capaz de sentir su respiración ser lenta, y en ese momento sé que se ha
quedado dormido.
—Yo también te quiero —susurro, aunque él ya no puede escucharme.
Grace Baker.
—Qué extraño que tu príncipe no haya llamado —murmura Jane
mientras me observa con diversión.
—Dijo que estaría ocupado—. Me encojo de hombros, restándole
importancia.
—¿Irás al concierto?
—No lo sé, no me ha dado más que una invitación por palabra —
confieso —no creo que el personal de acceso me permita entrar con decir
que la estrella me ha invitado.
Jane ríe, niega un par de veces mientras se incorpora de la cama.
—Es evidente que irás con él, no puede esperar que vayas por tu cuenta
¿o sí?
—Claro que puede esperar eso —mascullo —antes entraba a los
conciertos porque trabaja en eso —le recuerdo —ahora no puedo
simplemente entrar.
—¿Crees que puedas pedir una entrada para mí? —cuestiona
mirándome de la manera más suplicante que puede haber —realmente
quiero ir. Prometo no molestarte cuando estés con él, es más, no notarás mi
presencia.
—¿Por qué no esperamos hasta que me dé un boleto de entrada? —
cuestiono—. Tal vez entonces pueda preguntarle si puedo llevar a un
acompañante, no quiero que piense que soy una aprovechada.
—Alexander sería incapaz de pensar eso sobre ti.
—No quiero arriesgarme —mascullo. Me incorporo del asiento para
salir de la habitación de mi amiga, sabía que si permanecía ahí no dejaría de
insistir.
Una vez en mi habitación, me dejo caer sobre el colchón mientras tomo
mi celular. Observo la pantalla esperando encontrar algún mensaje de Alex,
pero no hay ninguno. Llevábamos casi un día sin hablar, y me sorprendía la
intensidad con la que lo extraño.
Grace:
Espero que haya sido un día genial, las canciones seguramente serán
increíbles. Llámame cuando puedas, te quiero.
Grace Baker.
—¿Por qué no te quedas esta noche? —cuestiona Alex mientras se
remueve al costado de la cama. —Mañana es tu día libre ¿no es así? Puedes
quedarte y pasar el día juntos.
—Suena como una buena idea, pero no tengo un cambio de ropa.
—Puedes ponerte alguna ropa de Megan —sugiere.
—¿A tu hermana no le molestará? —pregunto.
—Déjame llamarla y…
—¡No! —exclamo mientras me incorporo—. No la llames ¿Qué va a
pensar?
—Seguramente pensará que…—detiene sus palabras, una sonrisa pícara
se adueña de su gesto por lo que termino lanzándole una de las almohadas.
—Bien, de acuerdo, no la llamaré —añade entre risas.
—Tengo que irme, se ha hecho tarde —pronuncio. Observo a Alex
incorporarse de la cama y comenzar a colocarse los zapatos.
—Llamaré a Jeff para que venga a recogernos. Es demasiado tarde para
que tomes un taxi a esta hora, no me sentiría tranquilo.
—No es necesario…
—Claro que es necesario, solo dame unos minutos —pide antes de
adentrarse al baño.
Cuando me quedo sola en la habitación, observo cada detalle. Son pocas
las veces que he estado aquí, así que nunca le había prestado especial
atención.
Un par de fotografías se encuentran en el estante, camino hasta llegar
frente a ellas y tomar una entre mis manos. En ella, un Alexander bastante
joven se encuentra sonriéndole a la cámara, junto a él un hombre con el
parecido tan grande que me hace deducir que se trata de su padre.
—Es papá —volteo en cuanto escucho la voz de Alex de nuevo en la
habitación —esa foto fue tomada justo antes del primer concierto.
—Se parecen demasiado —murmuro. Él sonríe.
—Todos decían eso, papá fue músico también —pronuncia observando
la foto —La música country era su favorita y según lo que él me contó,
alguna vez formó parte de una pequeña banda. Él estaba tan orgulloso de
que yo estuviese logrando esto —susurra —Era tan bueno, nunca me sentí
presionado u obligado a hacer algo, él siempre se preocupaba porque
estuviera bien.
Su voz tiembla. Permanece en silencio por algunos segundos antes de
continuar hablando.
—Estoy seguro de que, si me viera ahora, estaría bastante decepcionado
—la tristeza se filtra en su voz mientras observa la fotografía.
—Claro que no. Alex, eres una súper estrella. Tu padre estaría tan
orgulloso de ver en lo que te has convertido. De todo lo que has logrado.
—¿A qué precio? —inquiere —Papá siempre dijo que no debía de
confiar en mi madre. Si le hubiese hecho caso…
—Basta —exijo —tienes que dejar de hacer esto.
—¿Hacer qué?
—No puedes cambiar nada de lo que ha sucedido en los últimos años en
tu vida. Todo está hecho y por muy malo que eso haya resultado hasta este
punto, no puedes regresar el tiempo para hacer algo diferente. Alex, tienes
que aceptar que tus decisiones te trajeron hasta este momento, y son esas
mismas decisiones que te llevarán hacia el futuro que quieres, pero no
puedes pretender conseguir algo, cuando te pasas la vida lamentando de lo
que hiciste en el pasado.
—El pasado es doloroso, sin embargo, nos deja lecciones. Es nuestro
trabajo saber reconocerlas y apreciarlas. Puedes pasarte toda la vida
quejándote de eso, o, por el contrario, puedes aprender y no cometer los
mismos errores. Todo está en ti.
Las comisuras de sus labios tiemblan, tras algunos segundos una ligera
sonrisa se ha adueñado de su gesto.
—Gracias —susurra. Me atrae de nuevo hacia su cuerpo, apegándome a
él. —Prométeme que no te irás nunca. Pase lo que pase, necesito que me
prometas que estarás aquí.
—Estaré aquí, pase lo que pase —susurro de vuelta. La forma en la que
me abraza después de eso se siente bien, se siente realmente bien.
Alexander significa en mi vida más cosas de las que siquiera me había
dado cuenta, y el tiempo se encargaría de aclararme cada una de ellas.
32 CUANDO TE MIRO
Alexander Campbell.
Grace Baker.
“¿Se confirmará la relación ahora con Katherine Fisher?” “¿Qué
ocurrió con la misteriosa chica que trabajaba con Alexander Campbell?”
“Era solo una distracción, no tardará en dejarlo claro”
Es increíble la cantidad de mensajes que había recibido en cuestión de
horas, muchos de ellos carecían por completo de amabilidad, e intentaba no
prestarles atención. Sin embargo, es complicado cuando todas y cada una de
mis redes, se han inundado con ese tipo de palabras.
—Imagino lo complicado que debe de ser —murmura Megan—. Sobre
todo, que no estás familiarizada con este ambiente.
—Intento llevarlo lo mejor que puedo —confieso —como, por ejemplo,
no abrir ninguna de mis redes sociales.
Una sonrisa comprensiva se instala en el rostro de la chica frente a mí.
—Todos parecían esperar una relación con Katherine —murmuro.
—Así es —afirma —pero lo cierto es que probablemente nadie
estuviese contento si eso sucedía, incluyéndome.
—¿Por qué? Es decir, es la mejor amiga de Alex ¿ustedes no se llevan
bien?
Megan niega, le da un sorbo a la taza que sostiene entre sus manos antes
de hablar.
—Siempre he creído que está cerca de Alex porque eso le da cierto
beneficio —confiesa —antes no era llamada para ninguna obra de teatro,
más que un par de eventos locales, nadie sabía de ella. Cuando sus
apariciones con Alex se hicieron más frecuentes, sus oportunidades de
trabajo parecieron incrementarse. Y desde ese momento, no había
oportunidad que ella desaprovechara para ser fotografiada junto a mi
hermano. Alex es demasiado bueno como para pensar mal de ella. Pero no
soy la única que lo piensa. Además, no tolero el hecho de que intente
acercar a Alex a las drogas.
Megan suspira cuando nota la forma en la que la miro.
—Paul me ha dicho que un par de veces ella le ha ofrecido tomar algo a
Alex —confiesa —temía que, al estar en un momento de estrés, él pudiese
aceptarlo.
—Jamás ha dicho algo al respecto —susurro.
—Eso es porque hasta ahora mi hermano ha tenido la voluntad para
rechazarla —asegura —¿puedo confesarte algo?
—Claro que sí.
—Tenía mis dudas respecto a la relación que mantenías al inicio con él
—confiesa —creí que serías alguna de esas tantas reporteras que se
acercaban con el objetivo de sacar información y publicarla. Realmente me
alegra que ese no haya sido el caso, le haces bien, realmente parece estar
feliz contigo.
—Él es una persona increíble, y realmente siento como si esto fuese una
especie de sueño, o algo así —confieso entre risas—. Se siente irreal en
ocasiones. Pero lo cierto es que lo quiero muchísimo, y me gusta estar cerca
de él.
—Eso es evidente. Pero voy a pedirte algo, cuando las cosas se pongan
difíciles, porque vaya que lo hacen, no te alejes de él ¿sí? Son los
momentos cuando Alex más necesita de apoyo. —murmura—. Si crees que
esto es difícil para ti, díselo. No te apartes de pronto.
—No lo haré, se lo prometía a él y esa es una promesa que no planeo
romper —aseguro.
“He encontrado a la mujer con la que quiero estar cada día a partir
Casi dos horas más tarde, el final del concierto se acerca. El sudor cubre
mi cuerpo y moja gran parte de la camiseta que llevo puesta.
—La canción que están por escuchar, es una que acabo de escribir —
una ligera sonrisa se apodera de mis labios ante el grito inundado en
emoción que llena la instancia —la escribí para una chica que seguramente
todos aquí ya conocen. —elevo la mirada, ubicando a Grace.
A pesar de la gran distancia que hay entre en escenario y el balcón, soy
capaz de distinguir la sonrisa emocionada que hay en su rostro.
—Grace Baker, esta canción es para ti —pronuncio. Una luz la ilumina,
permitiéndome verla mejor y el estallido de gritos que eso produce, es
increíble.
Mis dedos rozan la guitarra produciendo un sonido que se extiende por
todo el lugar. Dejo de mirarla para voltear hacia Stephen, mi amigo sonríe
mientras eleva su pulgar en mi dirección indicándome que se encuentra
listo. El segundo acorde suena, la melodía tranquila me hace cerrar los ojos
mientras me preparo para comenzar.
Dime ¿Cómo es que has conseguido esto?
Dime ¿en qué momento te adueñaste de mí?
Dime cómo has hecho para cautivarme,
Para entrar en mi piel.
Grace Baker.
Recorro con prisa los largos pasillos del edificio en donde nos
encontramos, Jane me sigue de cerca, prácticamente corriendo.
—Grace, Alex te está esperando —murmura Ryan con una sonrisa
cuando me mira.
Le lanzo una rápida mirada a Jane, quien está por decir algo cuando
Paul llega. Nos habíamos encontrado en el balcón, al parecer no fuimos las
únicas invitadas de Alexander.
—Ve a ver a tu chico —pronuncia mientras se coloca al lado de Jane —
yo cuido de tu amiga —añade.
Una sonrisa divertida se filtra en mis labios mientras observo al par
entrar en una pequeña discusión. Jane y Paul parecían haber congeniado
bastante bien durante las dos horas que duró el concierto, mi amiga no
había tardado en expresar su fascinación, en secreto, por el amigo de
Alexander.
Empujo la puerta del camerino, Alex voltea en cuanto escucha el sonido
de la puerta y soy consciente de la sonrisa que se apodera de sus labios en
cuestión de segundos. Corro a sus brazos, me abrazo a su cuello mientras
enrosco mis piernas en su cintura, el sonido de la risa de Alexander es lo
único que escucho mientras me aferro a él.
—Es perfecta. ¿Realmente la escribiste para mí?
—¿Por qué te mentiría? Claro que la escribí para ti. ¿Te gustó?
—¿Qué si me gustó? ¡Estoy encantada! —exclamo con la emoción aún
latente en el pecho—. La letra es preciosa.
Se inclina hacia mi cuerpo, sonríe antes de besar mis labios y no puedo
hacer otra cosa que no sea rodear su cuello con mis brazos para sentirlo tan
solo un poco más cerca.
—Tengo que tomar un baño —informa apartándose—no me tardo.
Asiento, él me dedica una mirada antes de tomar la ropa que se
encuentra en el sillón y lo sigo con la vista hasta que entra por una puerta.
Cuando se ha marchado, camino hasta poder tomar asiento en el cómodo
sillón que se encuentra en el centro. Tomo mi celular, para encontrarme con
varias notificaciones en la pantalla.
Un sabor amargo se instala en mi boca cuando las leo, mi bandeja de
entrada de Instagram está repleta, aún más a comparación de las veces
anteriores.
“Roba fama.” “Es evidente que solo estás con él por interés.” “Una
canción para ella ¿Qué sigue?”
Los comentarios en las fotos publicadas también habían sufrido el
ataque de odio. Todos y cada uno de mis posts estaban llenos de palabras
realmente agresivas. A excepción de algunos comentarios, mis redes se
habían convertido en el blanco perfecto para descargar el odio que parecían
sentir hacia mí.
Por largos minutos, me mantengo observando la pantalla, eliminando
mensajes y considerando la idea de bloquear la opción de comentarios en
las fotos.
—Esto es increíble —susurro mientras apago el celular.
—¿Todo en orden? —me sobresalto al escuchar la voz de Alex. Él
camina hasta donde me encuentro, su cabello aún se encuentra húmedo por
lo que frota la toalla en su cabeza antes de sentarse a mi lado.
Desbloqueo el celular, entregándoselo. Alex frunce el ceño mientras
observa la pantalla, lo observo deslizar por todos los comentarios antes de
suspirar.
—No se supone que eso debería de haber pasado —susurra elevando la
mirada. —Lo lamento, no pensé…
—No, no te disculpes —interrumpo —está bien, es decir, es normal. Su
artista favorito encontró pareja, creo que lo más evidente que pasaría es que
descargaran su furia contra mí.
—¿Y por qué no hacen lo mismo conmigo? —inquiere.
—Porque te aman demasiado como para hacerlo —respondo tomando
mi celular de sus manos—. Desactivaré los comentarios, no hay problema.
—Claro que lo hay —insiste—. No tienes necesidad de estar
desactivando…
—Alex, por favor, ya tuvimos está conversación. —le recuerdo. —Te
dije que estaba dispuesta a aceptar todo lo que estar contigo significaba. Te
quiero, y lo que tus fans puedan o no hacer en mis redes, realmente no
cambia lo que siento. Sabía que esto pasaría, no soy ingenua, sé lo que
conlleva, y estoy dispuesta a aceptarlo. Creí que había quedado claro.
—Ahora quedó claro —responde él con una sonrisa tirando de sus
labios. Se incorpora, lo observo tomar su guitarra y un par de bolsas y luego
extiende una de sus manos en mi dirección —¿nos vamos?
—Vamos —pronuncio mientras me pongo de pie. Tomo la mano que me
ofrece, él observa el agarre por un par de segundos antes de comenzar a
caminar.
De reojo, soy capaz de notar que la sonrisa en sus labios no desparece,
aun cuando hemos salido de la habitación.
34 PUNTO DÉBIL.
Grace Baker.
Alexander Campbell.
Saber que Grace había amenazado a mi madre con publicar un artículo
relacionado con lo que estaba sucediendo había hecho que la preocupación
por lo que podría suceder se incrementara en mi sistema. No quería hablar
con mi madre, debía de seguir la recomendación de Bill antes de ir con ella,
pero en este punto, sé que no podía esperanzarme de él. Tengo que hacerlo
yo mismo.
—¿Requerirás apoyo? —Jeff me mira con algo de preocupación.
—Solo que tengas el auto encendido y el pie en el acelerador, ya sabes,
por si necesitamos escapar.
Se ríe, yo también lo hago y eso consigue devolverme un poco de
calma.
—No te preocupes, Jeff. Estaré bien.
Me bajo del auto, una vez que me encuentro en la entrada de la casa de
mi madre, me tomo algunos segundos antes de comenzar a caminar hacia la
entrada y esperar que ella se encontrara ahí. La puerta de la entrada está
abierta, así que no tengo mayor problema en ingresar e ir hacia el estudio,
en donde mi madre seguramente se encuentra.
—Que sorpresa ver que vienes de visita —pronuncia mientras eleva la
mirada de la carpeta que se encuentra entre sus manos. —Supongo que no
vienes a pasar la tarde conmigo.
—Sabes por qué estoy aquí —sentencio—. ¿Cómo pudiste pensar si
quiera en vender la canción? Tengo el derecho de saber esas cosas. No
tienes…
—Claro que tengo el poder para hacerlo —me recuerda —creí que lo
sabías perfectamente. En vez de venir aquí a reclamarme deberías hablar
con tu novia y advertirle que no puede estar haciendo amenazas.
—Lo hizo con justa razón —debato—. Aun no entiendo porque te
empeñas tanto es destruir lo que es importante para mí. Nada, ni siquiera un
maldito papel te da el derecho para hacer eso.
Se incorpora del asiento, deja caer con fuerza la carpeta sobre el
escritorio mientras lo rodea.
—Devuélveme ahora ese contrato —exige—. Sé que lo tomaste, sé que
está en tu poder y tienes que regresármelo.
—¿Para qué? —pregunto—. ¿Para qué me siguas obligando a hacer
cosas que no quiero? ¿Para que sigas manejando mi vida a tu antojo?
—Alexander…
—No voy a darte absolutamente nada. Esto se acabó, mamá.
—Nada ha acabado, cielo —asegura. —El hecho de que tengas el
contrato no te permite hacer nada, tengo muchas copias del mismo por si
algún día decidías hacer una estupidez como esta —informa—. No creas
que puedes ganarme, Alex. Sabes lo único que pasará si haces esto ¿de
verdad lo quieres?
—Lo único que quiero es tener el control de mi vida de nuevo. No quise
ni necesitaba nada de lo que has hecho por mí. Lo hiciste porque tú salías
beneficiada, no porque estuvieses pensando en tu hijo.
—Claro que lo hice por ti, no entiendo cómo es que todavía no lo
comprendes. Pero no importa, no importa que no lo quieras entender porque
la que tiene el control aquí, sigo siendo yo. No me obligues a tomar
medidas más fuertes contigo, Alex.
—¿Más fuertes? —cuestiono. —¿Qué harás? ¿A caso no has tenido
suficiente de mí? ¡Has estado sofocándome desde el instante en el que papá
murió! ¡Has arruinado todo!
—Alex…
—No voy a darte nada, y tampoco voy a permitir que dañes a las
personas que me importan. ¿Quieres vender las canciones? ¡Adelante!
¡Hazlo! Pero entonces dejaré de componer y perderás todo, no habrá
conciertos, no habrá álbumes, no habrá nada con lo cual puedas
enriquecerte.
—No sabes qué es lo que estás diciendo, has perdido completamente la
cabeza y esa chica es la razón ¿no es cierto?
—Lo único que sé ahora y de lo cual no tengo ni una sola duda, es que
papá estaría tan decepcionado de la mujer en la que te has convertido.
Ocurre tan rápido que no tengo tiempo de reaccionar, mi madre estampa
la palma de su mano con fuerza obligándome a voltear el rostro. El ardor en
la zona es inmediato, cierro los ojos con fuerza, repitiéndome una y otra vez
que no debo perder el control.
No aquí, no frente a ella.
Aprieto los dientes tan fuertes que comienzan a doler al cabo de algunos
segundos. Cuando vuelvo a mirar a la mujer que dice llamarse mi madre,
ella me observa con una expresión que probablemente no había visto en su
rostro.
—No vuelvas a decir algo como eso —su voz tiembla. Por una
brevedad de segundo creo que la fortaleza que aparenta se irá, pero me
equivoco. Se recompone con rapidez, demasiada que me sorprende—. No
sabes nada, tu padre no fue un buen hombre, debes bajarlo del pedestal en
el que lo has puesto.
—No hables así de papá —advierto.
—Detente ahora y te prometo que todo mejorará —una sonrisa triste se
adueña de mi rostro.
—¿Cuántas veces me has prometido eso? Y nunca has cumplido.
Recibirás la llamada de mi abogado —informo con firmeza. La sorpresa
surca su rostro, probablemente no esperaba que dijera algo como eso. —Te
llamará, para acordar los detalles de la negociación para terminar ese
contrato.
—¿Realmente quieres hacer todo esto?
—Tal vez ahora la que debe de detenerse eres tú. No yo. No estoy
dispuesto a que sigas controlando todo, te di el poder, y me equivoqué al
hacerlo. Por eso ahora no me detendré hasta arrebatártelo, Marian.
Nunca la había llamado por su nombre, ella parece darse cuenta de eso.
Ni siquiera en una discusión la había dejado de llamar “mamá”. Sin
embargo, ahora no lo merece. Hace mucho que dejó de merecerlo.
Suficiente daño me ha hecho, no estoy dispuesto a que continuara con esto.
No importa el precio que tuviera que pagar porque al final, valdría la pena.
35 SIN PRECIOS
Alexander Campbell.
Grace Baker.
—De acuerdo, creo que esto es acosador —pronuncia Jane mientras
observa la pantalla del celular —¿Crees que ahora haya alguien acechando
en los arbustos para tomar una fotografía?
—No tengo idea —confieso con pesar—. ¿Cómo es que saben en donde
vivimos?
—Fácil —pronuncia Jason —Debieron de haber seguido a tu novio en
alguna de las tantas visitas que te hace —responde con obviedad.
—Creo que deberías de disimular un poco el malestar que Alexander te
provoca —murmura Jane con diversión —¿acaso estás celoso?
—¿Celoso? ¿Por qué habría de estar celoso? —inquiere.
—No estamos hablando sobre los celos de Jason ahora —los
interrumpo.
—Tienes razón, estábamos hablando sobre lo acosador que los
periodistas pueden ser a veces —masculla Jason.
—¿Alex ya te dijo algo sobre esto?
—No, no tiene que estarme llamando cada que una foto nuestra aparece
en internet —confieso —además, está ocupado con el asunto del próximo
concierto así que no creo que llame pronto.
—¿No puede hacer un espacio para llamarte?
—Por favor, Jason, la vida de Alexander dista mucho de ser como la
tuya —reprende Jane—. Tú no haces más que hacer llamadas telefónicas,
Alexander tiene conciertos que dar, ensayos a los que acudir, entrevistas y
canciones que escribir así que, por favor, cierra la boca por un momento.
Elevo una de mis cejas ante lo molesta que Jane luce, nuestro amigo
también parece un tanto sorprendido ante lo que ella ha dicho, sin embargo,
hace lo que dice. Cierra la boca.
—Como decía, seguramente ni cuenta se ha dado de las fotos —informo
—y no quiero llamarlo por algo a lo que ya debí de haberme acostumbrado.
Mi amiga asiente, observa el celular de nuevo y soy consciente de la
mueca que plasma en los labios.
—Son muy duras contigo —susurra. Un largo suspiro brota de mi
cuerpo cuando ella dice aquello.
Lo sé, probablemente más del noventa por ciento de los comentarios
hacia mí son negativos, me han llamado de tantas formas que no soy capaz
de enumerarlas.
—Lo sé —confieso. —Es algo a lo que estoy tratando de
acostumbrarme. Esto será así siempre, o al menos, hasta que se cansen de
atacarme.
—¿Y si nunca se cansan? —cuestiona Jane.
—Intento no pensar demasiado en eso —murmuro.
Mis amigos no insisten más en el tema, así que, durante el resto de la
tarde, intentamos recuperar el tiempo que no habíamos pasado juntos. Cada
uno tenía sus propias ocupaciones, tanto como en el trabajo como en su
vida personal, así que nuestro tiempo de convivencia se había visto
reducido considerablemente.
Para cuando la noche llega, Jason se marcha y Jane y yo decidimos que
sería buena idea ver alguna película para entretenernos, sin embargo, justo
cuando nos disponemos a comenzar, ella me extiende su celular.
—Tienes que leer esto —murmura, tomo el celular, extrañada ante el
repentino tono de preocupación que ha empleado.
“Nadie esperaba que las mejores canciones del álbum de Alexander
Campbell fueran vendidas. Pero al parecer nuestro chico tuvo mejores
planes para sus composiciones”
Mi corazón da un vuelco furioso al leer el nombre de la canción que
encabeza la lista, es la que Alex compuso para mí.
—Su madre realmente lo hizo —susurro sintiendo como la opresión en
mi pecho crece. La preocupación sobre la forma en la que Alex pudo
haberlo tomado se extiende por mi cuerpo, le devuelvo el celular a Jane
para tomar el mío al mismo instante en el que la pantalla se ilumina.
El nombre de Paul se lee en la pantalla así que deslizo el dedo sobre ella
para poder responder.
—Grace ¿leíste la nota? —pregunta, el tono ansioso con el que habla
logra inquietarme.
—Acabo de hacerlo —mascullo —¿Alex como…?
Un ruido seco se escucha, seguidamente el sonido de un cristal
estallando hacen que algo explote en mi pecho.
—Está prácticamente destrozando su sala. ¿Crees…? —No termina de
hablar, un segundo golpe se escucha —¡Alex, basta!
—Dile que estaré ahí en unos momentos —mascullo mientras me
incorporo con prisa de la cama —y por el amor de Dios, no dejes que se
haga daño.
La llamada se cuelga, me apresuro a cambiarme de ropa por alguna más
presentable y luego, me giro hacia mi amiga.
—¿Crees que puedas prestarme tu auto? —pregunto con esperanza de
que ella responda que sí.
—No conducirás en ese estado —establece —te llevaré.
La ansiedad se adueña de mi cuerpo mientras ambas salimos de la casa,
no puedo hacer que desaparezca, no puedo hacer absolutamente nada para
eliminar el sentimiento que amenazaba con controlarme.
No podía hacer nada ante la idea de que, tal vez, Marian Campbell se
había salido con la suya en esta ocasión.
Grace Baker.
Jane se ha mantenido sorpresivamente en silencio desde que subí al
auto. No me ha cuestionado nada sobre lo que ocurrió la noche anterior, y
no sabía cómo es que debería tomarlo.
Por una parte, agradecía el hecho de que no estuviese haciendo
cuestionamientos, porque no encontraría alguna respuesta para darle, pero,
por otro lado, Jane Murphy no se caracteriza por guardar silencio.
A menos que tuviera algo entre manos.
—¿Por qué estás tan callada? — cuestiono después de algunos minutos.
Mi amiga suspira, me observa por algunos instantes antes de regresar su
mirada al frente.
—¿Estas seguras que puedes lidiar con todo esto? —cuestiona.
—¿A qué te refieres? —inquiero.
—A todo lo que Alexander significa, ayer lucías tan preocupada como
probablemente nunca te he visto. —confiesa —y el asunto de que ahora
haya periodistas en nuestra puerta, o que tus redes sociales estén
constantemente llenas de mensajes horribles…—se detiene por algunos
segundos antes de seguir. —¿estas seguras que podrás tolerarlo? No quiero
decir que Alexander sea un mal chico, porque es más evidente que te quiere
y que se preocupa por ti, pero no estoy segura de sí poner tu bienestar sobre
una cuerda floja sea en realidad una buena idea.
—Cuando esto comenzó hablamos ¿recuerdas? —cuestiono —Jane, sé
que estás preocupada, pero debes de confiar en mí cuando te digo que
puedo con esto. Quiero estar con Alex, no puedo hacer nada para cambiar la
forma en la que su entorno se desarrolla, pero puedo acoplarme a él,
adaptarme y entonces todo estará bien.
—¿Y lo estás consiguiendo? —pregunta. —Adaptarte.
—Supongo que si —confieso soltando un suspiro —hago mi mejor
esfuerzo.
—No imagino lo complicado que esto debe ser para Alexander. Basta
ver cómo estaba ayer para saber que su vida no es fácil.
—Sí, vaya que lo es —respondo removiéndome en el asiento. —A
veces vemos a las los artistas y súper estrellas como si tuvieran la vida
resuelta, como si de alguna manera, por el hecho de ser estrellas, no
tuviesen problemas. Como si de alguna forma, la fama los llevase a algún
lugar en donde las preocupaciones no existen. —Jane me observa con
atención mientras hablo —creo que la realidad no puede estar más alejada
de esa idea.
—Necesito que me prometas algo —pide.
—Claro, cualquier cosa.
—Si las cosas comienzan a ponerse feas, prométeme que saldrás de ahí.
No creo tolerar ver como ese mundo te absorbe —confiesa —prométeme
que, si algo como eso pasa, te alejarás. Si Alexander te quiere en verdad
como dice hacerlo, aceptará que te alejes. Grace, por mucho que lo quieras
no estás acostumbrado a ese estilo de vida. No quiero que comience a
arrebatarme a mi mejor amiga.
Una sonrisa comprensiva se instala en mi rostro.
—Bien, te prometo que, si las cosas son más complicadas y no puedo
lidiar con eso, te lo haré saber.
—Esa no es la respuesta que esperaba, pero creo que estoy satisfecha —
responde mi amiga entre risas. Un silencio le sigue a eso, uno largo, pero no
incómodo.
—Oh, se me olvidaba —vuelve a hablar —tus padres llamaron a la
casa.
—¿Y por qué no a mi celular? —cuestiono mientras saco el artefacto de
mi bolso para corroborar que no tengo ninguna llamada perdida ni ningún
mensaje de texto sin leer proveniente de mis padres.
—Eso no lo sé —admite —pero dijeron que estarán aquí el fin de
semana.
—¿El fin de semana? —cuestiono con alarma —eso es en…en un día
—murmuro —¿Por qué no me avisaste antes?
—Porque pasaste prácticamente todo el día con tu novio —reprocha —
de otro modo, tal vez tu hubieses atendido la llamada.
—Grandioso. Debo encontrar una excusa para…
—No lo creo —me interrumpe con una mueca en el rostro —el
propósito de la visita es claro. Me sometieron a un extenso interrogatorio
sobre Alexander. Apenas y pude salir librada de eso, así que, Grace, tus
padres estarán aquí el fin de semana para conocer en persona al chico con el
que sales.
Y de solo considerar que ese encuentro pudiera ocurrir, miles de
escenarios comenzaron a reproducirse en mi mente. Cierro los ojos,
mientras las risas de mi amiga acompañan a mis lamentos.
37 INTENCIONES
Grace Baker.
A lexander no parece tener ni la más mínima pizca de
preocupación, se encuentra sentado en el sillón de la sala mientras
revisa su celular mientras yo intento no sufrir un colapso nervioso.
—¿Cómo puedes estar tan tranquilo? —inquiero mientras me dejo caer
a sus costados—. Mis padres podrán llegar en cualquier momento.
—Estoy nervioso, simplemente no lo demuestro —confiesa guardando
el artefacto en su bolsillo.
—Mamá puede ser muy imprudente a veces —le informo —
probablemente te cuestionará sobre cada aspecto de tu vida que le sea
posible.
—Bien —responde él con una sonrisa ladeada.
—Papá por otro lado es más serio, pero directo así que es seguro que te
lance una que otra pregunta sobre nuestra relación.
—¿Algo más que deba saber sobre los señores Baker? —cuestiona.
Antes de que pueda darle una respuesta, el sonido del timbre resuena por
toda la casa haciendo que mis nervios se disparen.
No es hasta este punto en el que el rostro de Alex cambia, se incorpora
del sillón mientras me observa por un par de segundos antes de dirigir su
mirada a la puerta. Camino con prisa hacia la entrada mientras tomo un par
de inhalaciones antes de atreverme a abrir la puerta.
—¡Cariño! —Mi madre es la primera en lanzarse a mis brazos.
—Hola mamá —respondo con una sonrisa mientras intento no quejarme
por lo fuerte que me ha abrazado.
—Cielito, me alegra ver que estás bien —pronuncia mi padre ahora
abriendo sus brazos. No lo dudo demasiado, camino los escasos pasos que
nos separan para poder ir hacia su encuentro.
El abrazo de mi padre es más suave, más cálido.
—Te eché de menos papá —confieso cuando me aparto —Debieron
llamarme, así hubiese sido más fácil que estuviese preparada para
recibirlos.
—Queríamos que fuese sorpresa —responde mi madre —Ahora dime
¿dónde está ese novio tuyo? ¿A caso no ha venido?
—Buenos días, señores Baker —mis padres, al igual que yo, volteamos
de inmediato cuando Alex habla. La firmeza de su voz me sorprende, y la
postura segura que mantiene mientras camina hacia donde mis padres se
encuentran —es un gusto poder conocerlos al fin.
—Así que tú eres el famoso Alexander Campbell —pronuncia mi padre
dando un par de pasos en su dirección —el novio de nuestra Grace.
—Es un placer conocerlos —Alex lanza una sonrisa encantadora.
—No haré la típica pregunta de cuáles son tus intenciones con mi hija
—responde mi padre —solo diré que espero sean las mejores, porque no
importa que tan super estrella seas, si lastimas a mi cielito…
—Papá…—interrumpo.
—No tengo intención alguna de lastimar a su hija, lo juro. Ella es
alguien importante para mí, tanto como no puedo explicar.
—¿Desde hace cuánto están saliendo? —es mi madre la que interviene
ahora.
—Hace varios meses —respondo —pero podemos dejar a un lado el
interrogatorio —casi suplico —¿por qué no pasan y se instalan?
—No fue tan malo —pronuncia Alex mientras seguimos a mis padres
—creo que he sobrevivido.
—Me alegra que hayas salido vivo de esto —bromeo tomando una de
sus manos. —Ahora, vamos con ellos que esto aún no acaba —articulo
mientras comienzo a caminar con Alex siguiéndome los pasos.
Alexander:
Descansa, Gracie. Nos vemos luego. Te quiero
.
Una sonrisa se plasma en mis labios cuando leo el mensaje de Alex.
Grace:
Descansa, cariño. Yo igual te quiero.
Alexander Campbell.
Conocer a los padres de Grace no fue tan malo como hubiese
imaginado, de hecho, podría decirse que todo salió de maravilla. Contaba
con la aprobación de los señores Baker para salir con su hija, y eso era más
que suficiente.
Suelto un bostezo cuando la película que me encontraba mirando acaba,
me incorporo de la cama mientras apago la televisión para después
encaminarme al baño, no consigo hacerlo ya que el sonido del timbre
resuena por toda la casa.
Es cerca de media noche ¿Quién vendría de visita a esta hora?
Pensando que tal se trata de Megan quien ha venido a pasar la noche de
nuevo en casa, bajo con algo de prisa, sin embargo, cuando abro la puerta,
desearía haber ignorado el timbre.
—Hola —Katherine se encuentra frente a mí, con las manos escondidas
en los bolsillos de su chaqueta mientras me dedica una sonrisa.
—¿Qué haces aquí? —inquiero—. Estaba por irme a la cama y…
—Quiero hablar contigo —murmura—. Quiero saber porque tomas esa
actitud. Ignorando mis llamadas y mensajes y comportándote como si
hubiese sido la causante de algo muy malo.
—He estado ocupado.
—Sí, bueno, no te creo —responde cruzándose de brazos—. Porque el
Alex que es mi mejor amigo, no haría algo como esto.
—El Alex que era tu mejor amigo era muy idiota como para darse
cuenta de lo que estaba sucediendo —espeto—. No creas que no me he
dado cuenta, Katherine. Todo este tiempo realmente pensé que éramos
amigos.
—Alex, soy tu amiga…
—No intentes emplear el discurso de siempre —reprocho—. Sé lo que
haces, ¿por eso te molesta tanto el hecho de que salga con Grace, no es así?
Porque de pronto has dejado de ser el centro de atención.
—¿Esto tiene algo que ver con lo que ocurrió la otra noche? —pregunta.
El hecho de recordarlo hace que algo se remueva en mi sistema. Tenso la
mandíbula mientras desvío la mirada de ella.
—Vete, Katherine —pronuncio haciendo el ademán de cerrar la puerta.
—¿En serio? ¿Estarás enojado conmigo? —exclama—. Hasta donde sé,
no te obligué a tomar nada que tú no quisieras.
Mi cuerpo se tensa, aprieto los dientes mientras la observo con dureza.
—No, no lo hiciste —mascullo —pero sabías perfectamente que no
estaba en mi mejor momento.
—Alexander por favor, no vengas con eso —debate—. No eres un
chiquillo.
—Kat, ha sido suficiente —sentencio —no vuelvas a mi casa a menos
que sea algo verdaderamente importante.
—¿Ella te pidió que te alejes? —un aire de diversión llena su tono de
voz—. ¿Desde cuando haces lo que una chica te pide? ¿Dejarás que te
maneje a su antojo? ¿Le darás ese poder sobre ti?
—Maldición Katherine —exclamo encarándola al tiempo que dejo un
golpe seco sobre la puerta. —No, no me pidió que me alejara de ti. Yo
decidí hacerlo porque ya no eres la misma, no sé en qué momento te
convertiste en esta chica que parece querer siempre ser el foco de atención.
La Katherine que conozco era prácticamente imposible que hiciera algo a
propósito para dañarme —exploto.
Ella permanece en silencio, me tomo un par de segundos para calmar las
emociones que se han presentado en mi cuerpo antes de volver a hablar.
—Lo siento mucho —mascullo —pero no quiero que vuelvas por aquí.
Cierro la puerta, impidiendo que ella diga o haga algo más.
Hacer esto no se siente de la manera en la que pensé que lo haría. No se
siente como un error, se siente como una decisión liberadora. Como si fuese
el único camino a seguir y al hacerlo, te das cuenta que era el camino
correcto.
Alexander Campbell.
Grace ha estado en casa todo el día, y justo ahora, ambos nos
preparamos para asistir al ensayo.
—Me duele la cabeza —dice mientras masajea sus sienes —¿tendrás
alguna pastilla para el dolor?
—Muchas, en realidad —admito —están en el cajón, a un lado de la
cama.
Le doy la espalda mientras busco en el armario una ropa lo
suficientemente cómoda como para permitirme sobrevivir a las horas de
ensayo que venían. Tomo una camisa de algodón y unos pantalones
deportivos a juego, los examino por un par de instantes antes de girarme.
—¿Aún las consumes? — Grace me enseña el frasco de pastillas para
dormir, soy consciente de la mirada preocupada que posee.
—El frasco está intacto. Las tengo aquí porque las tomaba incluso
cuando no estaba de gira. Antes de conocerte…era complicado poder
dormir. A pesar del cansancio…no conseguía hacerlo así que…tomaba
algunas.
—¿No las has vuelto a tomar?
—Ya no —repito con seguridad —las pastillas para dolor están justo al
lado.
La observo dejar el frasco de nuevo en el sitio y tomar la que
corresponde. Cuando me quito la camiseta que traigo puesta para
cambiarme por la limpia, Grace suelta una exclamación.
—¿Cómo consigues un cuerpo así sin ir al Gimnasio? —inquiere con
curiosidad, me giro, encontrando que su mirada está muy lejos de estar
dirigida a mi rostro.
Me siento a su costado, mientras me coloco la prenda.
—Tengo gimnasio en casa —le recuerdo —ejercicio en mis tiempos
libres, ya sabes, tengo que cuidar la imagen.
—No seas mentiroso, que en todo el tiempo que hemos estado saliendo
no has hecho ni un solo ejercicio. ¿Consumes alguna proteína? —inquiere.
—No —respondo. Ella arruga la frente mientras me observa.
—La única opción entonces es que recurriste a una operación y esos
músculos no son reales.
Una carcajada abandona mi cuerpo mientras me giro hacia ella, cuando
me acerco, Grace deja caer la espalda contra el colchón.
—Mi amor, te aseguro que son totalmente reales —pronuncio, Grace
muerde su labio inferior, se desliza de tal manera que logra salir debajo de
mi cuerpo. Me incorporo, solo para conseguir subirme a la cama y tomarla
de la cintura.
—¿Quieres comprobarlos? —cuestiono. Soy consciente del ligero rubor
que se presenta en su rostro, ella dirige su mirada a mis labios y es
suficiente para hacerme eliminar la distancia entre nosotros.
Enrosca sus manos alrededor de mi cuello, mientras me apega un poco
más a ella. La temperatura en la habitación ha subido un par de grados, o al
menos, es eso lo que siento. Se aparta, mientras me observa de una manera
en la que probablemente no lo ha hecho.
Grace jadea cuando abandono su boca para dirigirme a su cuello, soy
consciente de la forma en la que su respiración se agita y justo cuando creo
que ha llegado el mejor momento, mi celular suena. Gruño, mientras me
aparto de ella para poder silenciar el artefacto que está a un costado de la
cama. Por un momento considero que sea Ryan o incluso mi madre quien
está llamando, pero no lo es, es un número privado. Lanzo el celular de
nuevo sobre el colchón mientras regreso mi atención a Grace.
—¿No vas a contestar? —inquiere. Niego, cuando intento besarla, ella
me aparta. —Puede ser algo importante —masculla mientras se desliza por
el colchón.
—Es un número privado, en ocasiones los periodistas o incluso algunas
fanáticas consiguen mi número y suelen llamar, no es importante. Ahora,
ven aquí.
Ella ríe cuando la tomo de la cintura para regresarla a la cama, la
llamada se corta, sin embargo, vuelve a sonar.
—Responde —apresura cuando tomo el celular. Lo extiendo en su
dirección y ella me observa divertida—. ¿Quieres que responda tu celular?
Asiento. Ella lo toma, se acomoda el cabello y eso me causa cierta
gracia. Me aparto de su cuerpo cuando ella se incorpora. La miro
intercambiar algunas palabras con la persona al otro lado de la línea, y tras
algunos segundos, gira hacia mí con una mirada preocupada.
—Es del hospital.
Tomo el celular de inmediato, colocándolo contra mi oreja mientras me
incorporo de la cama.
—¿Alexander Campbell? Llamamos del hospital News & World
Report. ¿Es familiar de Megan Campbell?
Algo en mí se dispara cuando escucho el nombre de mi hermana.
—Sí, es mi hermana —informo.
—La señorita Campbell ha ingresado hace algunos momentos al
hospital, parece estar inconsciente. Este número es al que han asignado
como contacto de emergencia y…
Dejo de escuchar las palabras de la mujer al otro lado de la línea, mi
mente solo puede concentrarse en la idea de que Megan está en el hospital,
está en un maldito hospital.
—¿Señor Campbell?
—Estaré ahí pronto —corto la llamada mientras guardo el celular y
tomo la camiseta que minutos atrás me he quitado.
—¿Qué ocurre? —el tono preocupado de Grace me hace mirarla—.
¿Todo está bien?
—Es Megan —pronuncio sintiendo como con cada segundo, mi
corazón parece aumentar su ritmo—. Está en el hospital.
Y decirlo en voz alta me hacía sentir incluso más aterrado, de lo que
siquiera imaginé poder sentirme.
39 NECESITO LA VERDAD
Alexander Campbell.
Grace Baker.
No sé qué es lo que Alex habló con su madre, sin embargo, debió ser
algo lo suficientemente malo como para conseguir que se mantuviera en
silencio todo el camino.
Cuando llegamos a su hogar, él no dice absolutamente nada. Tampoco
me abre la puerta del auto como es su costumbre, así que una oleada de
preocupación me invade mientras bajo e intento seguirlo al interior de la
casa.
Lo sigo a la habitación, él se dirige al baño y cierra la puerta con fuerza,
el sonido retumba por el lugar debido al silencio que hay. Incapaz de hacer
otra cosa, tomo una inhalación antes de subir a la cama.
Ryan llamó cuando estábamos regresando al hospital, al parecer Megan
no quería que Alex estuviese ahí, eso había sido suficiente para que él
decidiera volver a la casa, sin siquiera insistirle para que cambiara de
opinión.
Mi celular suena, lo tomo leyendo de manera inmediata el nombre de
Jane en la pantalla. Me cuestiona sobre si volveré al departamento esta
noche, pero con la actitud de Alex, no creo que sea una buena idea dejarlo
solo. Respondo que no y le prometo que nos veremos mañana por la
mañana. Dejo el celular a un costado de la cama, cierro los ojos mientras
echo la cabeza hacia atrás. El sonido del agua corriendo es todo lo que se
escucha en la habitación, consiguiendo que un ambiente incómodo
comenzara a instalarse.
Recorro la habitación con la vista, varias veces he estado aquí, pero
pareciera que siempre hay pequeños detalles que no logro percibir. Me
incorporo de la cama, fijo mi mirada en una de las esquinas de la habitación
al tiempo que me acerco a pasos lentos hacia ahí.
Un pequeño cesto lleno de hojas arrugadas de papel se encuentra casi
tan escondido que es poco probable que a simple vista se descubra. Me
coloco en cuclillas mientras extiendo una de mis manos para poder tomarlo.
Una de las bolas de papel arrugado es lo primero que recojo, extiendo la
hoja encontrándome al momento con una caligrafía bastante reconocible.
La hoja está completamente llena de tachones, la rapidez con la que
parecía haber sido escrita la letra hacen que algunas palabras sean difíciles
de entender, y las siguientes hojas que tomo, están prácticamente en el
mismo estado.
—Son basura —me sobresalto cuando la voz de Alex se escucha en la
habitación. Me incorporo al instante, sosteniendo aún un par de hojas entre
mis manos.
—La letra es genial.
—Son basura, ya lo he dicho —responde dándome la espalda. No lleva
camiseta, solamente porta unos pantalones ligeros para dormir logrando
darme una vista excelente de su trabajada espalda.
Los recuerdos de lo que sucedió, o estuvo a punto de suceder, en este
mismo lugar, regresan a mi mente. Me obligo a mí misma a dejar de pensar
en eso porque es evidente que Alex no está bien.
—¿Qué ocurre? —inquiero con suavidad mientras camino unos cuantos
pasos para poder quedar cerca de él.
—Nada —responde sin mirarme.
—Eres un pésimo mentiroso —mascullo.
Él me observa, las comisuras de sus labios tiemblan y tras un par de
segundos, una sonrisa se posa en su rostro, una que no llega a sus ojos.
—¿Qué ocurre, mi amor? —insisto.
Un largo suspiro brota de su cuerpo, desvía la mirada, centrándola en las
fotografías que están colgadas en la pared frente a nosotros.
—Siempre consideré la idea de que el afecto que mi madre sentía hacia
mí era mínimo —masculla bajando la mirada. —Porque no entendía cómo
es que es capaz de hacerme todo esto, como no le importaba el hecho de
que su hijo se estuviera destruyendo por complacerla. Siempre creí que al
menos, sentía cierto grado de amor hacia mí.
—Alex…
—Pero no lo hace —la amargura tiñe por completo el tono de su voz. —
¿Sabes qué fue lo que dijo cuándo le cuestioné sobre lo que le estaba
haciendo a Megan? —me observa y en sus ojos hay una nueva emoción,
una que opaca por completo el brillo de mi chico —Dijo “Sería incapaz de
hacerle algo como eso a Megan, es mi hija, nunca haría algo para dañarla”
—soy consciente de la forma en la que aprieta la mandíbula, como si
estuviese en un intento de contener todas las emociones que lo invaden—.
Es gracioso que yo también soy su hijo, y a mí me daña con toda la
intención del mundo.
Su voz tiembla, sacude la cabeza mientras cierra los ojos. Tomo asiento
a su costado, apegándome tanto a él que consigo cruzar uno de mis brazos
detrás de su espalda. Dejo reposar mi cabeza contra su hombro mientras lo
envuelvo en mis brazos.
—¿Qué clase de madre hace algo como esto, Grace? —cuestiona—. No
se supone que lo hagan.
—No, no se supone —susurro —pero no podemos controlar la forma en
la que los demás deciden actuar. No entiendo el actuar de tu madre, por
mucho que lo he intentado no consigo encontrar una razón, pero…
—No vayas a decir que aun así me quiere —pronuncia—. Es evidente,
Grace. No lo hace. Y esa es la única razón por la cual consigue hacer todo
esto sin el más mínimo remordimiento.
El silencio nos consume, me aparto cuando Alex se incorpora quedando
a un par de pasos de distancia.
—Estoy tan cansado de todo esto —susurra—. ¿Cómo algo que amas
hacer logra conseguir que te sientas tan mal?
—La música no es lo que te hace sentir mal —articulo —es tu entorno
el que se encarga de infundirte estos sentimientos. Alex, tú amas la música.
—Algo en su mirada cambia cuando me escucha decir eso. —Y entiendo
que esto es complicado, mucho más de lo que puedo imaginar, pero el
sentimiento de comenzar a odiar algo que amas, es infundido por el entorno
que te rodea, por las personas que están a tu alrededor. Tú no odias la
música.
—No, no lo hago —confiesa —pero no sé cuánto tiempo más falta para
que comience a hacerlo.
—Ahí está la cuestión —susurro incorporándome—no debes permitir
que te hagan odiar algo que, en el fondo, tú sabes que amas. Pero si te
sientes infeliz, si algo que antes amabas te hace infeliz, para por un
segundo.
Su mirada se profundiza, extiendo la mano para acariciar su rostro, un
gesto suave que elimina la tensión en su cuerpo.
—Detente por un segundo, toma un respiro. Estoy segura que, si hablas
con Ryan, lo permitirá.
Él coloca una de sus manos en mi cintura, me atrae a su cuerpo y pronto
me encuentro envuelta en sus brazos. Soy capaz de sentir la forma en la que
su corazón late, con fuerza, golpeando contra su pecho.
—Te quiero —susurra observándome de una manera profunda —Te
quiero demasiado, Gracie. —Sus palabras son suficientes para ocasionar un
revuelo en mi interior, una revolución, que deseo que no se acabe nunca.
40 A LA LUZ
Alexander Campbell.
¿Eres real?
No quiero despertar, no quiero descubrir que eres un sueño
No quiero despertar por la mañana,
Y descubrir que solo existes al anochecer.
Te volviste mi todo,
llegaste a mí y te volviste una necesidad
algo indispensable para vivir.
Y ahora, no consigo apartarme de ti
no consigo dejarte ir.
Grace:
Tú también eres mi chico ideal.
Grace Baker.
Jane no ha dejado de parlotear sobre lo romántico que fue el hecho de
que Alexander hablara de mí en televisión. Había intentado por todos los
medios que se callara, pero nada dio resultados.
—Estás comenzando a acabar con mi paciencia —mascullo—. Jane,
necesito que te calles ahora.
—¿Por qué eres tan amargada? —se cruza de brazos mientras toma
asiento en el borde del colchón —no luces ni por un segundo emocionada.
—Claro que estoy emocionada —confieso —pero eso no significa que
tengo que estar hablando sobre eso.
—¡Mi mejor amiga es famosa! —chilla elevando los brazos.
—¡No soy famosa! —exclamo—. Alexander es el famoso.
—¡Y tú eres su novia! —ruedo los ojos con exasperación. Esta mujer
iba a provocarme alguna especie de colapso por estrés.
—Murphy, cierra la boca ahora o postearé esa foto tuya que tanto te
avergüenza en mis redes —amenazo —con una bonita descripción al pie de
foto.
—No lo harías —elevo una de mis cejas, tomando el celular. Ella
camina con rapidez hasta arrebatármelo de las manos y lo lanza de nuevo
sobre la cama—. De acuerdo, de acuerdo.
Se deja caer a mi lado, y a pesar de que dijo que dejaría de molestar, la
mirada divertida que me lanza me hace saber que está guardándose sus
comentarios.
—¿Cuándo volverá tu chico? —inquiere en un intento de cambiar de
tema.
— No lo sé, dijo que estaría fuera un par de semanas —confieso —así
que no creo que lo pueda ver pronto.
—¿Tiene otro concierto?
—Han pasado varios días desde que se fue, así que no se con exactitud
cuando esté de regreso —tomo una inhalación antes de dejar caer mi
espalda sobre el colchón.
El sonido del celular se escucha, me veo en la obligación de
incorporarme para conseguir alcanzarlo, un número desconocido se muestra
en la pantalla y pese a que no suelo tomar esas llamadas, esta vez lo hago.
—¿Hola? —inquiero apenas tomo la llamada.
—¿Grace Baker? —la voz de un hombre se escucha al otro lado de la
línea.
—Si ¿Quién habla?
—Soy Tom Clinton, reportero de la revista…
—No sé cómo ha conseguido mi número de teléfono, pero cualquiera
que sea su intención al llamarme creo que no será posible.
—Solamente queremos saber un par de cosas sobre Alexander
Campbell, suponemos que tal vez quiera ayudarnos. La información que
nos pueda brindar será valiosa y le pagaremos…
Cuelgo la llamada sin siquiera esperar que el hombre termine de hablar.
—Primero tengo a reporteros aguardando en la puerta de mi entrada, y
ahora me llaman para pedir información sobre Alexander ¿en qué clase de
personas se han convertido? ¿Por qué el afán de conocer todo sobre la vida
de alguien más?
Un suspiro frustrado brota de mis labios, Jane me observa con atención
mientras vuelvo a recostarme en la cama.
—Es su trabajo, la prensa de eso vive, Grace —me recuerda mientras se
coloca frente a mí—. La cuestión es ¿cómo han conseguido tu número?
—No tengo idea —confieso —pero no sé qué clase de persona puede
creer que daré información sobre mi pareja.
—Bueno, hay mucha gente que lo hace, el dinero mueve todo.
—Sí, bueno, a mí no interesa el dinero —mascullo. —¿En qué clase de
persona me convertiría si le hiciera algo como eso a Alex? Sería incapaz.
—Oh, eres tan buena —Jane se abraza a mi cuerpo, dejándome
confundida ante su repentina muestra de cariño —si ese idiota te dejar ir
¿me das permiso de golpearlo?
—No lo llames idiota —pido —¿Por qué querrías golpearlo?
—Lo llamo idiota ante el supuesto de que sea capaz de dejarte ir,
entonces estoy solicitando tu permiso para patear su trasero —una risa me
invade mientras asiento.
—Si ese supuesto se hiciera realidad, tienes el permiso de patearle el
trasero a Alexander Campbell —afirma—. Con la condición de tomar
algunas fotografías, para poder verlas después.
Ella ríe, me dedica un asentimiento antes de abrazarse a mi cuerpo de
nuevo, esta vez, no me molesto en lo absoluto.
41 SIEMPRE VOLVERÉ A TI
Alexander Campbell.
Grace:
Estoy orgullosa de ti, mi amor. Sigue así. Te echo mucho de menos.
Leo el mensaje varias veces, sin ser capaz de borrar la sonrisa de mis
labios, sin ser capaz de hacer otra cosa que no sea sentirme realmente bien
ante lo que estaba ocurriendo.
Alexander:
También te echo de menos, nos vemos pronto, Gracie.
Coloco el celular a un costado de la cama, dejo caer mi espalda hasta
chocar con el colchón y entonces, un grito eufórico brota de mi cuerpo. Si
el llegar a este punto se sentía bien, no imaginaba la intensidad de la
emoción cuando esto se acabase, cuanto toda esta pesadilla llegara a su fin.
Intenté pasar los siguientes días lo menos ansioso que podía. Los
compromisos en la ciudad habían acabado, así que ahora nos encontramos
en el avión, de regreso a Baltimore.
El par de semanas que nos encontramos lejos fueron mucho menos
tortuosas de lo que consideré, y no podía esperar a que el momento de ver a
Grace otra vez llegase.
La hora y media que faltaba para aterrizar en Baltimore transcurrió con
rapidez, pronto nos encontramos bajando del avión y yendo en busca de
nuestras maletas, tan pronto como caminamos hacia las salidas, me
encuentro a mí mismo buscándola entre la gente que se encuentra esperando
por sus familiares.
Me siento desesperado por verla, necesitando de tenerla en mis brazos
así que cuando la localizo, de pie frente a la multitud sosteniendo un cartel
entre sus manos, es imposible que no corra hacia ella.
Grace se lanza a mis brazos y soy lo suficientemente fuerte como para
recibirla sin terminar cayendo al piso. Ella enrosca sus piernas alrededor de
mi torno mientras sus brazos rodean su mi cuello y se aferra a mí.
—¡Te extrañé tanto! —exclama.
—Yo igual lo hice —confieso mientras escondo mi rostro en el hueco
de su cuello. El habitual aroma dulce que hay en ella me llena por
completo, me hace sentir en casa otra vez.
—Debe ser un recibimiento igual para todos—. Steph nos mira con
fingido recelo mientras se coloca a nuestro costado.
—Bueno, no he visto a mi chico en casi dos semanas, creo que tengo
excusa por esta vez —se defiende Grace con una sonrisa—. ¿O no?
—Solo por esta vez, Baker —advierte señalándola.
Parecía que en las pocas veces en las cuales se habían encontrado,
resultaron suficientes para formar una amistad.
—Hay una ola de reporteros afuera —dice con una mueca—. Apenas y
conseguí entrar sin ser aplastada por la multitud.
—No te preocupes por eso —ahora la voz de Ryan se escucha —los
guarda espaldas llegarán pronto, de hecho, ya están ahí —informa
señalando a un par de hombres que caminan en nuestra dirección.
No era común que Ryan contratara guarda espaldas, de hecho, podía
decirse que tenían que ser ocasiones especiales para que él considerar
utilizar sus servicios.
—Desde ahora irán contigo —informa —por precaución.
Asiento. Tomo la mano de Grace mientras con la otra arrastro la maleta,
ella no mintió al decir que había una ola de periodistas afuera, esperando
por captar algo con sus cámaras. Pronto, nos encontramos rodeados de
varias cámaras, los flashes se disparan y me obligo a colocarme las gafas
cuando la luz blanca es demasiado molesta. Sus preguntas me aturden,
escuchar varias voces al mismo tiempo me dificultaba la tarea de entender
que era lo que querían decir.
Intento responder tanto como me es posible, y como mi entendimiento
me lo permite, sin embargo, cuando notan que tengo la intención de
subirme a la camioneta estacionada a unos metros, ellos lo impiden. Se
agrupan a nuestro alrededor y prácticamente los guarda espaldas tienen que
obligarlos a apartarse.
—Me gustaría responderles a todos —pronuncio captando tu atención
—pero ahora en verdad tengo que irme, ha sido un vuelo largo y deseo
descansar.
Ellos parecen ignorar mis palabras y lanzan sus preguntas casi a gritos,
a duras penas conseguimos entrar al auto. La sensación de ahogamiento
desaparece tan pronto como me encuentro en el interior, me quito las gafas,
centrando mi atención en Grace.
—Eso fue…intenso —dice con una mueca mientras observa a los
reporteros pegados al auto.
El auto avanza, obligando a las personas a apartarse y cuando estamos
lo suficientemente lejos, noto la forma en la que Grace parpadea con
rapidez.
—¿Estás bien?
Una sonrisa se presenta en mis labios cuando recuerdo la conversación
que mantuvimos durante la gira, sobre lo molesto que le resultaba la luz de
los flashes.
—Olvidé darte mis gafas, lo siento.
—No te preocupes, está bien. Simplemente ahora veo luces de colores
por todos lados —dice entre risas. Se desliza por el asiento, abrazándose a
unos de mis brazos.
—Realmente te eché de menos —afirma —verte por televisión
definitivamente no es lo mismo.
—Y mirarte por una pantalla de celular, no se compara a esto —digo
mientras me inclino hacia ella. La sensación de besarla me envuelve,
demostrándome una vez más lo mucho que la he extrañado.
—Pero has vuelto —susurra apartándose de mí —y eso me es suficiente
por ahora.
—Oh, Gracie —ella ladea la cabeza, observándome con dulzura —
cuando se trate de ti, siempre voy a volver. Es una promesa.
Grace sonríe, permanece a escasos centímetros de mi rostro antes de
volver a besarme, sonrío contra sus labios, incapaz de contener todo el
revuelo en mi interior.
Grace Baker.
Alexander ha vuelto a la ciudad, y yo no me he dado cuenta de lo
mucho que lo había echado de menos hasta que lo tuve en mis brazos.
—¿Ya decidiste que hacer en tu cumpleaños? —la pregunta de Alex me
toma por sorpresa, él mira sobre su hombro cuando no obtiene una
respuesta inmediata.
—¿Para mi cumpleaños? —cuestiono.
—Tu cumpleaños es en tres semanas ¿acaso crees que no lo sabía? —
cuestiona dejando a un lado las camisas que sostenía con uno de sus brazos.
—Bueno, es que nunca preguntaste —me defiendo—. Lo que me lleva a
preguntar ¿Cómo lo sabes?
—Tengo mis fuentes confiables de información —dice con una sonrisa
ladeada mientras retoma su tarea de colocar la ropa de nuevo en el armario.
La sorpresa en mi rostro es evidente, tanto que él ríe cuando regresa su
atención en mí. —Grace ¿Qué clase de novio sería si no supiera la fecha de
tu cumpleaños? ¡Sería terrible!
—Es que nunca hablamos sobre esto —me excuso soltando una risa —
ocurrió todo tan rápido que olvide que había detalles que debíamos de saber
el uno del otro.
—¿Eso quiere decir que no sabes la fecha de mi cumpleaños? —
cuestiona cruzándose de brazos.
—Claro que la sé, según Google…—me detengo en cuanto soy
consciente de las últimas dos palabras que he pronunciado. Alex me
observa con diversión al mismo tiempo que eleva una de sus perfectas y
perfiladas cejas.
—¿Buscaste la fecha de mi cumpleaños en Google? —casi parece
incrédulo.
—Nunca me dijiste.
—Porque nunca preguntaste —objeta—. ¿No era más sencillo
preguntarme?
—Bueno, entonces aplica lo mismo para ti —debato. —Al menos tú
sabes la forma en la que conseguí esa información, en cambio yo, no sé si
has mandado a alguien ha investigarme —es realmente patético lo que
acabo de pronunciar y afirmo la sospecha cuando Alex rompe en risas
frente a mí.
—Bien, creo que debemos de dejar este tema a un lado.
—¿Eso quiere decir que si has enviado a alguien a investigarme? —
inquiero con incredulidad—. ¡Alexander!
—¡Claro que no! —exclama divertido — fue tan sencillo como entrar a
tu perfil en Facebook, colocas toda tu información en pública así que no me
fue difícil encontrar la fecha de tu cumpleaños.
Ambos reímos, ante lo realmente ridículo que fueron nuestros métodos
para obtener información.
—No respondiste —me recuerda luego de permanecer algunos instantes
en silencio.
—No lo sé, supongo que pasaré el día con Jane, y contigo, si quieres. —
Alex cierra el armario antes de girarse hacia mí.
—Claramente quiero pasar ese día contigo —dice con obviedad —me
aseguraré de no tener ningún compromiso para esa fecha. Seré todo tuyo.
—Ya eres mío —sentencio —simplemente que a veces te comparto.
El timbre de la casa se escucha antes de que él pueda dar una respuesta.
—¡La pizza llegó! —afirmo mientras me incorporo del colchón.
—Hay dinero en la mesa para que la pagues —informa cuando ve que
tengo la intención de salir de la habitación.
—Esta vez yo invito —Él niega, cierro la puerta antes de que pueda
poner alguna objeción y apresuro mis pasos cuando el timbre suena por
segunda ocasión.
Abro la puerta, encontrándome al repartidor sosteniendo un par de cajas
de pizza entre sus manos. Le entrego la cantidad correspondiente y la
propina y luego de agradecerle, camino de regreso a la cocina.
—¡Alex, baja! —grito mientras camino a la alacena para tomar un par
de platos. El olor me resulta exquisito en cuanto destapo la primera caja, y
me deleito ante lo delicioso que parece lucir. Sirvo las rebanadas en ambos
platos, sin embargo, Alex no ha respondido.
—¡Alex! —llamo de nuevo, el silencio es la única respuesta. Así que
subo las escaleras para poder ir a su habitación de nuevo. —¿Por qué no…?
—Él abre la puerta al mismo tiempo que llego, sostiene mi celular entre sus
manos, y por la forma en la que me observa, sé que algo va mal. —¿Qué
pasa?
El aprieta la mandíbula, soy consciente de que su mirada se ha vuelto
dura, demasiado.
—¿Por qué un reportero te ha hablado? —cuestiona. Inconscientemente
mi mirada viaja hacia el celular que sostiene en una de sus manos.
—Grace, necesito que respondas —masculla—. ¿Por qué un reportero
te ha llamado? ¿Y por qué parece que no es la primera vez que lo hace?
42.- DAME SEGURIDAD.
Alexander Campbell.
Grace Baker.
—De acuerdo, esto está siendo demasiado —la exasperación en mi voz
es evidente mientras observo mi celular sonar de nuevo—. ¿No entienden
que es una respuesta negativa?
—Al parecer no —Jane toma el celular, cuelga la llamada antes de
volver a dejarlo en si sitio—. ¿Alex sabe de esto?
—Lo sabe, pero no hay nada que pueda hacer al respecto —suelto un
suspiro frustrado al mismo tiempo que termino de acomodar mis cosas en el
interior de mi bolso. Voy tarde al trabajo, y la ansiedad de que a cada
minuto mi celular estuviese sonando por llamadas de números
desconocidos, no ayuda demasiado.
—¿Qué dices si intentas cambiar de número de celular? —sugiere.
—Es demasiado complicado —mascullo —tendré que guardar de nuevo
todos los contactos y…—mis palabras se interrumpen por el sonido de una
llamada entrante. Gracias al cielo, esta vez no se trata de ningún extraño.
Tomo el celular cuando leo en nombre de Lía en la pantalla. —Hola —
saludo apenas tomo la llamada.
—Paso por ti en diez minutos —informa —al parecer no eres la única
que llegará tarde.
Sonrío, coloco el celular entre mi oreja sosteniéndolo con mi hombro
para evitar que cayera. Sabía que esta era una postura poco favorable para
mi columna, pero la inexistencia de un tercer brazo hacía que no tuviese
otra opción.
—Le he dicho a Oliver que estamos atascadas en el tráfico —confiesa
con diversión. —Así que, por esta ocasión, no seremos despedidas por
llegar tarde.
—Eso es reconfortante —aseguro—. Te espero.
Ella me da una confirmación antes de colgar la llamada, guardo mi
celular en el interior del bolso mientras repaso la lista mental para
asegurarme que no estoy olvidando nada.
—¿Esta noche si volverás al departamento? —observo a Jane cuando
habla —Últimamente me has dejado demasiado abandonada —retengo la
risa cuando veo el mohín que forma con sus labios—. La casa es muy
solitaria sin ti.
—¿Quién diría que terminarías extrañando mi presencia? —la molesto
—. Solo por eso, si, esta noche pasaré la noche aquí.
—Tal vez podamos ver películas, tendré todo preparado para cuando
vuelvas —asegura.
—Excelente —el sonido de un claxon me indica que Lía ha llegado, me
cuelgo el bolso en uno de mis hombros mientras tomo el par de carpetas
que hay sobre la mesa—. Nos vemos después.
—¡Considera mantener apagado tu celular! —grita cuando ya he salido
de la casa.
Recorro con la vista los alrededores del departamento solo para
asegurarme que no hay ningún reportero cerca. La sensación de estar siendo
acosada no se va en ningún instante, no sé cómo es que Alex puede lidiar
con esto cada día de su vida.
—Hola, gracias por pasar por mí —agradezco cuando ingreso al auto —
me ahorras el llegar muchísimo más tarde. Pescar un taxi a esta hora es
prácticamente imposible.
—Esa fue la razón por la que decidí comprarme un auto —confiesa —
mis constantes retrasos amenazaban con acabar con la paciencia de Oliver.
—Bueno, el auto no ayudó mucho en eso —bromeo. Lía me observa
con una sonrisa mientras me dirige una mirada de fingida molestia.
—Que quede claro, pude llegar con menos tiempo de retraso, pero he
decidido pasar por mi querida amiga —una risa me invade mientras sacudo
la cabeza negando un par de veces.
Oliver no parece muy contento con nuestro retraso, sin embargo, no
menciona nada al respecto. Tan pronto como llego a mi oficina, me enfrasco
en todo el trabajo que tenía por hacer. No quería darle más motivos a Oliver
para que se enfadase aún más, así que, durante el siguiente par de horas, me
sumerjo en las numerosas hojas de artículos por revisar.
El teléfono fijo suena, lo tomo sin molestarme en checar el identificador
de llamadas.
—¿Grace Baker?
—¿Quién habla? —cuestiono mirando el identificador. Suelto una
maldición cuando noto que es un número desconocido ¿cómo rayos han
conseguido el teléfono de la revista?
—Sabemos que tienes información muy valiosa sobre la carrera de
Alexander —asegura —podemos ofrecerte una gran cantidad de dinero por
eso. Si decides trabajar con nosotros como fuente anónima…
—No, no voy a trabajar con nadie —mascullo con molestia —y no sé
cuántas veces más tengo que repetirles que no poseo ningún tipo de
información sobre Alexander. Esto ya pasa por mucho la línea del acoso así
que… ¡Déjenme en paz de una maldita vez!
Dejo con fuerza el teléfono en su sitio mientras un grito frustrado se
escapa de mí.
—Oh, vaya. Esos teléfonos no son baratos, Grace. No me gustaría tener
que descontarlo de tu sueldo.
—Lo lamento —mascullo—. Oliver ¿es posible que la prensa haya
obtenido el número fijo de la revista?
—Grace, nosotros somos la prensa —me recuerda con diversión. —Si a
lo que te refieres es que alguien de nuestra competencia lo haya obtenido,
no sería muy extraño.
Me debato entre decirle lo que ocurre o no, la idea de decirle que
reporteros han estado llamando no creo que le haga demasiada gracia.
Tomando en cuenta que la línea de la empresa debe utilizarse solamente
para trabajo.
—¿Marian Campbell no te ha llamado?
—¿Marian Campbell? ¿Por qué me llamaría?
—Me habló hace un par de días, dijo que tenía un trabajo para ti.
Algo se remueve en mi pecho ante considerar la idea de quien era la
responsable de lo que estaba ocurriendo en mi entorno ahora mismo.
—¿Le diste la línea fija?
—Por supuesto —afirma —Asegúrate de informarme cualquier cosa
que se trate ¿de acuerdo? Recuerda que sigo siendo tu jefe.
Una sonrisa forzada es lo que obtiene como respuesta, él no parece
darse cuenta de eso y abandona la habitación. Algo se retuerce en mi
interior, solo había una forma de la insistencia de los reporteros sobre mí,
tenían una fuerte razón, una razón que, sin duda alguna, había sido
infundada por Marian Campbell.
43 FUEGO ARDIENTE
Alexander Campbell.
Grace Baker.
Alexander pasó la noche en el departamento. Luego de habernos
dormido hasta altas horas de la madrugada, no me extraña que el aún no
diera el más mínimo indicio de despertar.
—¿Tu príncipe azul sigue durmiendo? —cuestiona Jane apareciendo en
la cocina. Lanza un bostezo mientras se acerca a la cafetera, una sonrisa
divertida aparece en mis labios mientras la observo tantear la alacena hasta
conseguir tomar una de las tazas.
—Un día de estos vas a sufrir un accidente —advierto ignorando su
pregunta —por andar más dormida que despierta.
—Cuando ese día pase, habré aprendido la lección —asegura.
Le doy un sorbo a la taza de café que tengo entre mis manos antes de
regresar la mirada a la pantalla de la computadora. Oliver me había enviado
un par de documentos para revisar, mismos que debía incluir en el formato
de la revista en digital que se lanzaría esta semana.
—No respondiste —la miro de soslayo, ella se dirige hacia mí mientras
sostiene su taza con ambas manos a la altura de su pecho.
—Sigue durmiendo —deslizo el cursor por la pantalla, intentando
asegurarme que no hay ningún error en el documento—. No creo que
despierte pronto.
—¿No tienes que ir al trabajo hoy? —se coloca a mi lado, acercando su
rostro a la pantalla con el objetivo de leer —¿Eso es una edición en digital?
—pregunta con curiosidad.
—No tengo que ir al trabajo aún, al menos no en un par de horas —
confieso —y sí, es una edición en digital. Se lanzará esta semana, y no se
supone que puedas ver —bajo la pantalla de la computadora para evitar que
ella siga leyendo.
—Oh, vamos —reprocha —yo te dejo ver mis diseños.
—Eso es porque me tomas como una de tus modelos —objeto.
Ella está por dar una respuesta, pero la aparición de Alexander en el
pasillo la detiene. Viene sin camisa, dando una perfecta vista de su
abdomen que me hace recordar la plática que tuvimos sobre si es o no real.
Suelta un bostezo, talla sus ojos con el dorso de su mano antes de
enfocarnos.
—Buenos días —saluda.
—Buenos días —respondo —Hay café y pan tostado en el horno, por si
quieres desayunar algo.
Asiente, se gira y lo observo caminar hacia la cocina en donde se mueve
sirviendo lo que comerá. Jane lo observa por largo rato, cuando estoy por
cuestionarle, ella lo llama.
—Alexander —él voltea en cuanto escucha que mi amiga pronuncia su
nombre. —¿Aceptarías modelar para mí?
—¡Jane! —exclamo, Alexander parece tomarlo del mismo modo porque
una risa lo invade mientras camina hacia nosotras.
—¡Lo siento! —chilla—. No quise que sonara de ese modo, lo que
quiero decir es que si estarías dispuesto a portar algunos de mis diseños.
—¿Eres diseñadora? —cuestiona con curiosidad.
—Lo soy ¿qué acaso Grace no te ha dicho? —Casi parece ofendida.
—Creo que no tenemos demasiado tiempo para hablar sobre eso —
intercede él—. Estaré encantado, aunque sí esperas algo monetario tendría
que hablar con mi manager porque…
—No, no —Jane sacude las manos frente a ella—. En realidad, lo único
que quiero es que la gente te vea con ellos, tal vez un par de etiquetas en
redes sociales…
—En ese caso tu tendrías que pagarme —la expresión que Jane coloca
en el rostro es demasiado graciosa —la publicidad no es gratis—. Sé que
está bromeando, porque intenta contener la risa mientras observa a mi
amiga.
El rostro desencajado de Jane es suficiente para que ambos estallemos
en carcajadas. El sonido fuerte de nuestras risas llena la estancia mientras
Jane nos reprocha el jugar con ella de esa manera.
—Estoy bromeando, no tienes que pagarme nada. Estaré encantado.
—Es demasiado cruel que asustes a tus amigos de esta manera —
reprocha.
—Oh, Jane ¿somos amigos? —Alex coloca una de sus manos sobre su
pecho mientras emplea un tono de ternura.
—Somos amigos desde el instante en el que comenzaste a robarte a
Grace, eres la única persona con la que la compartiría —asegura.
—Bueno, en algo estamos de acuerdo —concede Alexander.
—¿Quieren dejar de hablar de mí como si fuese una especie de
sándwich que pueden compartir? —cuestiono cruzándome de brazos.
—Eres una especie de Sándwich —bromea Jane—. Que claramente
podemos compartir.
—Ella tiene razón —concuerda él mientras señala a mi amiga.
—No soy ninguna especie de sándwich, y aunque lo fuera, no sería de
ninguno de ustedes —aseguro.
Ahora es turno de ellos el reír, ruedo los ojos mientras concentro de
nuevo mi atención en la computadora. Jane comienza a hablar con
Alexander sobre los diseños que tiene pensado para él y en algún punto se
levanta de la mesa para ir hacia su habitación.
—Sabes que no te veo como un sándwich —asegura mientras arrastra la
silla a mi costado.
—Lo sé. —afirmo—. ¿No planeas comer nada?
El chasquea la lengua, pareciendo recordar lo que hacía antes de venir a
la mesa.
—Voy por café —regresa hasta la cocina, una sonrisa se cuela por mis
labios mientras lo miro antes de ser capaz de regresar, o intentar regresar,
mi atención a la computadora.
Una llamada entrante en mi celular capta la poca atención que le había
puesto al documento frente a mí. Mi cuerpo entero se tensa cuando leo el
nombre en la pantalla.
Inconscientemente dirijo mi mirada a Alex, Jane se encuentra ahora con
él enseñándole algo en su celular.
Me debato entre sí tomar la llamada o no, trascurren un par de segundos
antes de que me atreva a deslizar la pantalla para responder.
—Señora Campbell, que sorpresa recibir su llamada.
—Sé que Alex está contigo ahora mismo —no se molesta en sonar
educada —Sé que pasó la noche en tu departamento y también estoy
enterada del pequeño conflicto que tienes con la prensa ahora. ¿Son
molestos, no es cierto?
—¿En qué puedo ayudarla? —intento mantener la compostura mientras
me repito mentalmente que necesito conservar la calma.
—Grace, seré clara. Creo que eres una chica inteligente, y me agradas
para Alexander. Pero no estoy a favor que lo estés incitando a seguir un
camino que terminará por perjudicarlo.
Alex no parece haberse dado cuenta de que me encuentro hablando por
teléfono. Está demasiado concentrado en mirar lo que Jane le enseña.
—Solamente está siguiendo lo que él desea, nadie puede impedirle eso.
—Claro que alguien puede impedirlo —Asegura—. Tú puedes.
—No voy a hacer nada de lo que me pida, lo siento.
—Grace, no volveré a pedirte esto. No habrá una nueva llamada. Debes
de hacer que se detenga, porque de lo contrario nada bueno saldrá de eso.
Alex ríe por alguna cosa que mi amiga ha dicho, dirige su mirada hacia
mí y su sonrisa vacila cuando me observa.
—Lo siento mucho, me temo que no puedo ayudarla con eso —cuelgo
la llamada, sintiendo mi corazón latir con fuerza.
—¿Todo bien? —Cuestiona tomando asiento a mi costado—. ¿Con
quién hablabas?
“Nada bueno saldrá de esto.”
—Reporteros —miento —siguen siendo igual de molestosos.
—Oh —él rueda los ojos. —Hablaré con Ryan al respecto. Le pediré
que contacte al equipo de publicidad para que se comuniquen con la prensa
y te dejen en paz. —informa.
Se incorpora de nuevo de la silla, dejando un beso en mis labios.
—Iré a ponerme una camisa —pronuncia— vuelvo enseguida.
—De acuerdo —le dedico una sonrisa tan real como me es posible.
No aparto la mirada de él mientras camina hacia el pasillo, lo quiero
tanto como para no importarme lo que su madre pudiera hacer, no voy a
convencerlo de permanecer en un lugar en el que es infeliz.
Alexander merece su felicidad, y yo haré tanto como me fuese posible,
por ayudarlo a conseguirla.
44 DESASTRE
Grace Baker.
Alexander Campbell.
Pasar gran parte del día en el estudio de grabación es sin duda agotador.
Stephen se mantiene recostado en uno de los sillones mientras tararea la
letra de alguna canción que no logro reconocer.
—Steph —llamo. El detiene su canto para mirarme, se quita uno de los
auriculares mientras levanta la espalda del sillón. —¿Cuál crees que sea un
buen regalo para Grace?
—¿Aniversario o algo? —pregunta con curiosidad.
—Es su cumpleaños en una semana. No sé qué pueda darle. Ya sabes,
algo que sea realmente especial. —Él parece pensarlo por algunos instantes.
—¿Qué es lo que le gusta? Eso te ayudará a saber si es algo
extravagante o prefiere la sencillez.
—La sencillez, sin duda alguna —sentencio—. Tal vez deba consultarle
a Megan, ella es mejor en estas cosas.
—Tal vez un viaje o algo —se encoje de hombros —un lugar en donde
estén ustedes dos, sin la atención de las cámaras. Conozco un lugar, está a
las afueras de la ciudad —informa —es un pequeño conjunto de cabañas,
cerca de un lago. Suficiente privacidad, sin Wi-Fi o televisores, al contacto
con la naturaleza al cien por ciento.
—Eso suena como una idea estupenda ¿tienes el número para hacer
alguna reservación? —Él asiente. Toma su celular y un par de instantes
después, me llega el contacto.
—Listo, te lo he enviado —él vuelve a recostar su espalda contra el
sillón —procura llevar protección porque no creo que Ryan le agrade que te
conviertas en padre.
—Oh, cierra la boca Steph —mascullo con diversión.
—Él tiene razón —miro de forma inmediata en cuanto escucho la voz
de Ryan —definitivamente no me agradará que te conviertas en padre.
—No tengo planes de tener descendencia pronto.
—Prefiero prevenirte —advierte señalándome.
—Gracias, Steph —mascullo con sarcasmo —ahora le has dado una
nueva preocupación a Ryan.
Antes de que cualquiera de nosotros tres pudiera decir algo, Tania
ingresa a la habitación.
—¿Qué ocurre Tania? —cuestiona Ryan.
—Tienes que ver esto —pronuncia hacia Ryan. Le tiende el celular, él
lo toma mientras se coloca las gafas que suele emplear cuando requiere leer
algo. Me incorporo del asiento al mismo tiempo que Steph para poder saber
de qué se trata.
Lo escucho soltar una maldición, prácticamente lanza el celular a mi
dirección en cuanto termina de leer.
Nuestro chico favorito ¿controlado por su madre? No es algo oculto,
muchos medios levantaron la sospecha de que Marian Campbell parecía
tener más poder sobre la carrera de su hijo que cualquier otra persona, sin
embargo, ahora todo ha salido a luz.
Una fuente cercana y confiable al cantante ha revelado que, en
realidad, es Marian Campbell quien tiene el poder absoluto de la carrera
de su hijo. Lo que parece ser una especie de contrato figura entre ellos, y
ahora, nuestro chico parece querer librarse de eso.
Se sabe que en un par de semanas se llevará a cabo un juicio para
romper la atadura que mantiene el joven de 25 años con su madre
¿conseguirá su objetivo?
No parece posible, siento como si una opresión se adueñara por
completo de mi pecho mientras un sabor amargo se instala en mi boca.
—¿Cómo rayos se ha enterado la prensa sobre esto? —brama Ryan. —
¿Cómo fuiste tan descuidado para permitir que se supiera?
Tania parece completamente desconcertada, un par de imágenes de
algunas partes del contrato se leen en el artículo.
—¿Cómo…como han conseguido las fotos? —cuestiono sintiendo la
opresión en mi pecho crecer cada vez más. No había forma, de ninguna
jodida manera había forma de que saliera a la prensa.
—¡La prensa va a comerte vivo! —grita —¿Quién tiene idea de esto?
¿Quién más sabe lo que ocurre?
—¡Nadie más! —exclamo —no tengo ni la más jodida idea de que es lo
que pasó, como ellos tienen eso en su poder…yo no…
Ryan maldice, lo observo tomar su celular mientras hace algunas
llamadas y yo, yo intento comprender que rayos ha ocurrido.
—Alex, hay un audio —masculla Tania tendiéndome el celular —se ha
filtrado en las redes y...
Le arrebato el celular, reproduciendo casi de manera inmediata el audio.
—Grace, hay cosas que no entiendes —algo en mi pecho se retuerce
con furia, de una manera tan violenta que, por un instante, dejo de respirar
—No es tan fácil como dar un concierto o no, No puedo decir simplemente
se cancela ¿sabes si quiera todo lo que eso conlleva?
—No, pero tu madre...
—¿Por qué tienes que involucrar a mi madre? Hasta donde sé, este
artículo se trata sobre mí. —los recuerdos de esa conversación llegan a mi
mente, haciéndome sentir herido.
— Sí, de ti y de todo lo que te rodea. Tu madre forma parte de eso.
Haces esto por ella, ¿no es cierto? Tu madre te está obligando a dar el
concierto.
El audio se corta, el ambiente se torna pesado, demasiado. Mi estómago
se contrae, intento no perder el control ante lo que estaba sucediendo, todo
parecía ser irreal, como si no fuese más que una maldita pesadilla.
—¿Cómo consiguieron filtrarse? —inquiere Ryan con molestia—.
Alexander, Grace debió…
—No —lo interrumpo antes de que siquiera pueda terminar de hablar —
ella no tiene nada que ver en esto.
—¿Cómo estas tan seguro? —tenso la mandíbula, aprieto los puños
mientras retengo el impulso de responder—. ¿Cómo tienes la seguridad de
que ella no hizo nada de esto?
—¡Porque no sería capaz! ¡Joder! ¿Cómo puedes desconfiar de ella?
—¡Porque es la única que tiene las malditas grabaciones! —grita —y
probablemente está tan desesperada por librarse de los periodistas, que la
única opción que tuvo, fue darles información. Si ella está involucrada en
esto, sabes lo que pasará ¿no? Hay un contrato…
—Deja a Grace fuera de esto —advierto —no la involucres.
—Alex, ella es la única persona que tiene en su poder esos audios.
—Lo diré una última vez —mascullo con los dientes apretados —deja a
Grace fuera de esto.
Tomo la chaqueta que se encuentra sobre el sillón, no me molesto en
detenerme cuando escucho a Ryan llamándome, no lo hago tampoco cuando
Steph me toma del brazo para impedir que salga de la habitación.
Ahora, en estos precisos instantes, lo único que necesito es estar con
ella. Lo único que quiero, es asegurarme de que Grace, no esté involucrada
en toda esta locura.
45 EN REALIDAD, ¿ALGO BUENO?
Grace Baker.
Alexander Campbell.
No he podido dormir, no he podido hacer otra cosa que no sea mantener
la mirada fija en el techo, intentando encontrar la causa de todo esto.
Intentando encontrar una respuesta ante la pregunta que me había
atormentado desde hace varias horas.
Grace se remueve a mi costado, ella se había dormido desde hace un par
de horas luego de que consiguiera calmar todo el caos en mi sistema.
—¿Aún sigues despierto? —el tono de su voz adormilada me hace
mirarla —¿No puedes dormir?
Niego. Se incorpora con ligereza, solo la suficiente para permitirse
llegar hasta mi costado y colocarse contra mi pecho.
—Deberías intentar descansar —susurra —mañana…
—Mañana será una completa locura —susurro de vuelta—. No puedo
dormir pensando en todo lo que pasará ahora.
—Deberías llamar a tu abogado —sugiere —para que esté a tu lado, sea
lo que sea que pasará mañana, no deberías enfrentarlo solo.
—Tienes razón —concedo —tal vez deba llamarlo.
Ella asiente, acomoda la cabeza contra mi pecho y de manera inmediata
una ligera sonrisa se adueña de mi rostro. Grace conseguía traerme la calma
en momentos en donde sentía que perdería la cabeza por completo. Ella me
regresaba a la realidad.
—Gracie —ella emite un sonido curioso, robándome una leve risa—.
¿Crees que pueda quedarme aquí por algunos días?
Ella se incorpora, sosteniendo su cuerpo con uno de sus codos mientras
me observa.
—Es probable que ahora haya varios reporteros acampando en la puerta
de mi casa —confieso con una mueca —no me agrada la idea de regresar
pronto.
—En ese caso puedes quedarte aquí tanto tiempo como desees —afirma
acercándose para dejar un beso sobre mis labios. La suavidad del mismo me
hace sonreír, coloco mis manos a los costados de su cintura apegándola un
poco más a mi cuerpo.
Me acomodo a su lado, sintiéndome reconfortado, sintiendo que tal vez
puedo aguantar un poco más.
Grace:
Estoy preocupada, Alex, tan solo dime si te encuentras bien.
Alexander Campbell
No puedo pensar con claridad, no puedo hacer otra cosa que no sea
recordar una y otra vez lo que había sucedido en el departamento de Grace.
—Muchacho, creo que tenemos que ir a la disquera —Bill pronuncia
mientras se incorpora del asiento. Había llegado a su oficina hace un par de
horas atrás, no quería ir a casa, los reporteros seguramente estarían ahí,
esperando por una oportunidad para obtener más información. El despacho
de abogados de Bill parecía ser el único lugar en donde podría estar
tranquilo.
—Todo se arruinó ¿no es cierto? —cuestiono con pesar.
—Yo no lo vería por ese lado —afirma —Lo único que tu madre puede
usar en tu contra es la cláusula de confidencialidad. Lejos de eso, no puede
hacer nada más. El juicio sigue en pie, Alex. La fecha sigue siendo la
misma. Nada de lo que está pasando ahora va a cambiar nuestras
intenciones.
—¿Hiciste algo para dejar a Grace fuera de esto?
—No hay mucho que pueda hacer al respecto, Alex —pronuncia —más
que un documento en donde le das la aprobación para hablar de lo que pasa.
Él toma una de las hojas que se encuentran en su portafolio, la desliza
por el escritorio hasta dejarla frente a mí.
—Eso la libra de cualquier problema legal. Si tu madre intenta acusarla
de incumplimiento de contrato, o por revelar información, eso la respaldará.
Sé que Grace puede salir perjudicada en todo esto, y no deseo eso.
Ella no lo merece.
—Solo tienes que fírmalo —informa —y tendrá la validez legal como
para protegerla. Lo que me lleva a preguntar ¿estás seguro que no fue ella la
que dio la información?
—Lo estoy —sentencio —El dinero debe de venir de mi madre, o de
algún sitio relacionado con ella.
—Grace debe de saber la cuenta de la que proviene, con una llamada al
banco se solucionaría —articula —debes hablar con ella, por lo que dices,
seguramente cree que sigues enojado.
—Quiero dejarla fuera de todo esto, Bill —confieso —mientras más
lejos se mantenga estos días, será mucho mejor.
—Esto no se tratará de días, Alex —me incorporo del sillón, pasando
las manos por mi cabello en un gesto frustrado—. Tu novia merece saber lo
que ocurre.
—Bill, si le digo lo que pasa…
—Podrá estar prevenida —interrumpe —Ahora mismo seguramente se
está matando por saber que ocurre contigo, si tu madre aparece y le dice
algo ¿cómo crees que lo tomará? —él comienza a tomar sus cosas, para
después colgarse el portafolio en uno de sus hombros—. Recuerda no darle
más armas.
Tomo la pluma que me ofrece y firmo sin dudar el documento frente a
mí, luego, se lo regreso a Bill quien lo guarda en una de las carpetas que
lleva en el portafolio. Él hace un gesto con la cabeza, indicándome que lo
siga. Mientras lo hago, saco el celular mi bolsillo para enviarle un mensaje
a Grace.
Alexander:
No hables con ningún reportero. Tampoco con mi madre o Ryan, Gracie,
espera a que llegue al departamento. Tengo algo que darte.
Alexander Campbell.
Los días que le siguieron al pequeño encuentro desastroso con mi madre
pasaron con rapidez, he intentado por todos los medios no encontrarme con
ella en la disquera, no respondí las innumerables llamadas que hizo ni
siquiera me atrevía a pasar por Megan cuando me invitó a almorzar. No
quería verla, al menos no hasta después de que el juicio se llevase a cabo.
Ryan es un caso distinto, no puedo escapar de él ya que en los ensayos
siempre está presente, no entiendo porque de pronto, de un día para otro su
actitud ha cambiado. Parece ser que no quería que mi madre se apartara de
esto, no me atrevía a confrontarlo, más en realidad porque no quería
conocer la respuesta.
—¿Cómo va todo? —cuestiona Steph colocándose frente a mí.
—De maravilla —respondo con una ligera sonrisa —¿Cómo te va a ti?
—Bueno, parece ser que mi popularidad ha aumentado desde el par de
canciones que se publicaron.
—Eso es bueno, tengo entendido que cantaras conmigo en los siguientes
conciertos —la emoción estalla en su mirada, me observa incrédulo por
largos minutos antes de ser capaz de responder—. ¿A caso Ryan no te dijo?
—¿Cantar contigo? —cuestiona.
—Steph, los chicos y tú lo han hecho siempre —le recuerdo.
—No, no —hace un movimiento exagerado de manos—. Una cosa es
cantar los coros contigo, detrás de ti. Nadie nos presta atención.
—Bueno, pues en lugar de cantar atrás de mí, cantarás a mi costado —
aclaro —es prácticamente lo mismo. Stephen, esto es una gran oportunidad
para ti, ¿Vas a decir que no?
—No podría decir que no —confiesa —solo estoy algo sorprendido, eso
es todo.
—¡Llegó la comida! —Tania aparece en la pequeña sala en la que nos
encontramos, deja frente a nosotros un par de bolsas de papel con el logo de
un restaurante de comida rápida conocido. —Hamburguesas, papas fritas y
refrescos —informa mientras saca del interior de las bolsas las cosas que
menciona.
—Oh ¿Qué haríamos sin ti? —Steph coloca una de sus manos sobre su
pecho, adoptando un gesto conmovido.
—Morir de hambre, porque ambos son lo suficientemente perezosos
como para no querer ir por comida —reprocha. Ambos reímos,
confirmándole así sus palabras.
—¿En dónde está Ryan? —inquiere Steph —se supone que tenemos
ensayo, y no se ha presentado.
—¿No lo saben?, tiene una conferencia de prensa, junto con tu madre.
Algo se remueve en mi interior, una molestia persistente que hace que el
apetito se esfume por completo de mi sistema.
—¿Conferencia de prensa? ¿Para qué? —Ella se encoge de hombros.
—Creí que lo sabías, Ryan dijo que te llamó.
El sabor amargo se instala en mi boca, algo no andaba bien.
—¿A qué hora es? —inquiero incorporándome.
—Ha comenzado —toma la tableta.
La observo teclear algo en ella antes de colocarla frente a mí. Centro mi
atención en las personas que aparecen en la pantalla, mi madre está de
frente a las cámaras, con Ryan a su costado. Ella habla sobre el
malentendido que hubo referente a la información del contrato, cuando los
reporteros hacen preguntas, su respuesta hace una oleada de ira cruda me
invada.
—Hacemos responsable a la señorita Grace Baker por el escándalo
legal en el que ha intentado involucrarnos. Estamos en proceso legal de
presentar una demanda por filtrar información confidencial, la revista
Icons también es culpable de permitir que los audios de la entrevista que le
realizaron a mi hijo llegaran al público.
La señorita Baker se ha aprovechado de la relación sentimental que
mantiene con Alexander para sacar y publicar tanta información falsa
como le es posible. No ha hecho más que levantar rumores y difamar a mi
familia por dinero. Mi hijo y yo estamos en los mejores términos, no lo
obligo a nada que él no desee hacer.
Míos oídos palpitan, me encuentro apretando los puños, tan fuerte que
mis nudillos han quedado blancos en cuestión de segundos.
—¿Quiere decir que el tema del contrato es mentira? ¿No hay ningún
juicio en puerta?
—Claro que no hay ningún juicio en puerta, es imposible que algo
como eso ocurra.
El zumbido en mis oídos es permanente, produciendo una sensación
molesta. El sabor amargo en mi boca se intensifica y pronto, las náuseas me
invaden. Soy incapaz de permanecer sentado un solo segundo más,
prácticamente lanzo la tableta contra la mesa mientras me aparto con
brusquedad.
—Alex —Steph me llama cuando nota mi intención de salir de la
habitación. —Alex ¿A dónde vas? ¿A dónde crees que vas?
No respondo, no hago nada más que sentir como a cada segundo que
trascurre, la ira cruda me llena por completo, llegando a cada rincón,
apoderándose de mí.
Esto es demasiado. Más de lo que puedo tolerar. Más de lo que siquiera,
puedo permitir.
49 SIN MIEDO
Alexander Campbell.
Grace Baker.
La ansiedad que me producía el hecho de estar en el ojo público es
incontrolable. He pasado todo el día ignorando las llamadas de mi celular,
las de mis padres incluso. He tratado de no pensar que mi vida pende de un
hilo que en cualquier momento puede romperse y hacer caer al vacío.
Alex está dormido cuando llego a la habitación, así que intento no hacer
demasiado ruido para no despertarlo. Me deslizo por el colchón con
lentitud, acomodándome justo a su costado.
—Te estaba esperando —la voz ronca y adormilada de Alex me
sobresalta. Él se apega a mi cuerpo, escondiendo su rostro en el hueco de
mi cuello mientras cruza una de sus manos sobre mi abdomen, siento su
aliento chocar contra mi piel, produciendo un ligero escalofrío.
—Deberías estar durmiendo —susurro acomodándome a su lado.
Él emite un sonido parecido a una afirmación, sin embargo, no obtengo
nada más, una leve risa me invade al notar que ahora, parece estar
profundamente dormido.
Cierro los ojos y por un instante, la sensación de que pronto todo esto
puede acabarse me invade. No sería capaz de alejarme de Alexander, por
mucho que lo deseara.
He desarrollado sentimientos por él como nunca antes, lo necesito
cerca.
—Todo saldrá bien —susurro—. Todo saldrá bien.
Mis intentos de convencerme de eso resultan fallidos, no tenía la
absoluta seguridad de nada, y eso, solamente lo confirmaría más tarde.
50 ESTO SE ACABÓ
Grace Baker.
Alexander Campbell.
Un dolor agudo y penetrante persiste en mi pecho, el sabor amargo en la
boca solo hace que las molestias en mi sistema se intensifiquen.
¿En qué momento esto se había salido de control?
Aumento la velocidad, piso el acelerador con firmeza mientras siento al
auto tomar fuerza a cada segundo que trascurre. No puedo dejar de pensar
en lo mismo una y otra vez, mi mente no puede dejar de repetir lo que había
sucedido momentos atrás.
“Si lo haces, si realmente lo haces, esto se acaba”
El corazón se me estruja cuando recuerdo sus palabras, sé que Grace
solo quiere lo mejor para mí, pero tengo que asegurarme, de cualquier
forma, que mi madre no sea capaz de dañarla de nuevo.
No me preocupo si el auto está bien estacionado o no. Cierro la puerta
del auto con fuerza mientras me adentro al edificio, no hago otra cosa que
no sea caminar con prisa hacia la oficina de Ryan.
Cuando llego, no me molesto en tocar, abro la puerta de la oficina,
posando mi atención en el hombre que hasta hace un par de semanas, era la
persona a la que más confianza le tenía.
—¿Por qué lo hiciste? —él parece sorprendido al verme—. ¿Por qué me
hiciste esto? —Detesto sonar herido, lo detesto profundamente pero no
puedo ocultar el tono de reproche de mi voz.
—Alex…—el parece sorprendido al verme ingresar de esa manera, sin
embargo, se recompone.
—Dime, Ryan ¿por qué? Confié en ti, lo hice ciegamente, joder. Te
confíe lo que ocurría cuando seguramente tú ya tenías idea de todo ¿no es
cierto? —el sentimiento de decepción se apodera cada vez más de mí—.
¿Tan difícil era mirarme a la cara y decirme que ya sabías todo?
—No es como te lo imaginas, hijo…
—No me llames hijo, no lo hagas cuanto tú también me traicionaste.
Cuando tú también me ves como todos ellos, como un medio para
enriquecerte. Solo…solo quiero saber el porqué. De ella lo entiendo, pero
de ti… ¿por qué?
—No lo entenderías —su mirada se ensombrece —lo que tu madre
hace…
—Lo que Marian hace es imperdonable —siseo —y tú estás de acuerdo
con ella. ¿Qué te ofreció? ¿Dinero? ¿Planeas gozar de ese maldito dinero
mientras ella me destruye? —la visión se vuelve borrosa —creí que te
importaba, pero eres igual de mentiroso que ella.
—Tengo mis propios intereses —dice y una ráfaga de frialdad aparece
en su mirada —no voy a decirte que te detengas, pero deberías renegociar,
Alex.
Estoy incrédulo ante las palabras que dice.
—Puedes obtener más derechos, pero tu madre sabe bien lo que hace.
Lo ha sabido siempre. Yo quiero asegurarme de que esta vez no sobrepase
las líneas y…
—Vete al jodido infierno, Ryan. Eres igual de detestable que ella.
—Ahorra tus insultos —la voz de mi madre se escucha —nosotros solo
queremos lo mejor, deberías entenderlo de una maldita vez.
Me obligo a recomponerme, a volver a reunir la valentía que me había
traído hasta este lugar.
—Te advertí que no dañaras a Grace —agradezco que mi voz salga lo
suficientemente estable—y fue exactamente lo que hiciste.
—Eso fue para demostrarte que yo puedo cumplir mis amenazas
perfectamente —habla con tranquilidad mientras cruza por mi lado—. Ryan
¿puedes dejarnos solos?
—No, él se queda —sentencio —ya que al parecer está de acuerdo
contigo en todo lo que haces.
—Deberías intentar entender —dice él saliendo de detrás del escritorio
—Marian, deja que le explique…
—No tienes por qué explicar nada —la firmeza con la que Marian habla
es suficiente para detener lo que tenía por decir—. Déjanos solos.
Ryan me observa por un par de segundos antes de cruzar por mi lado,
dispuesto a salir de la habitación.
—Te dije claramente que no permitiría que involucraras a Grace en todo
esto, y eso fue exactamente lo que hiciste —no me molesto en ocultar el
evidente tono de reproche en mi voz.
—Creí que la querías lo suficiente como para hacer algo por ella —
murmura con una ligera sonrisa —al parecer me equivoqué. ¿O vienes a
pedir que la deje en paz?
—No lo harás, aunque lo suplique —ella emite una leve risa,
consiguiendo que algo en mi pecho se retuerza con furia.
—Sí, en eso tienes razón —pronuncia. —Detén el juicio y ella
recuperará su empleo —habla con tranquilidad, sobre si lo que
estuviésemos debatiendo ahora mismo no fuese lo suficientemente
importante.
—Me has amenazado lo suficiente. —Meto la mano en mi bolsillo,
localizando la pequeña grabadora que había tomado de la habitación de
Grace esta mañana. El artefacto es demasiado práctico, un solo clic y
comienza a grabar todo el sonido del entorno.
Necesito más que mi palabra para ir con la prensa, necesitaba las
pruebas suficientes como para destruir toda la farsa que Marian Campbell
había creado a mi alrededor.
—Y lo seguiré haciendo hasta que entiendas lo que tienes que hacer. Y
como primera demostración, quiero que veas algo.
Permanezco en mi sitio, Marian se aparta y va hasta la esquina de la
habitación en donde abre un compartimiento en el que Ryan guarda sus
cosas, cuando reconozco la funda de la guitarra, mi corazón da un vuelco
salvaje.
—Ten, cielo —la extiende hacia mí. Dudo en tomarla, la tensión se
dispara en mi cuerpo mientras doy lentos pasos hasta conseguir apoderarme
de la funda y cuando lo hago, sé que algo va mal.
La respiración se me corta cuando abro la funda, y descubro la guitarra
destrozada. Tomo una inhalación mientras observo los trozos de madera y
las cuerdas cortadas.
—Tú…—elevo la mirada sintiéndome tan herido —tú…era…era lo
único que tenía de él. Marian…era lo único que me quedaba de papá.
Mis yemas tocan el material destrozado, la visión se me vuelve
completamente borrosa y retengo el sollozo porque estoy tan cansado, tan
hastiado de que ella me vea así.
Me tallo los ojos, no sé qué decir, no sé qué hacer. Todos mis planes
parecen caerse a pedazos mientras miro el último regalo de mi padre
completamente hecho pedazos.
Una parte de mí se desgarra, se siente como caer en un precipicio sin
fin. El dolor me quema por dentro, quiero que acabe, quiero que esta
pesadilla llegue a su fin.
“Llévala contigo siempre, Alex. Es mi regalo ahora que comienzas a
conquistar el mundo”
Recuerdo las palabras de mi padre cuando me la obsequió, lo orgulloso
que parecía.
—Eres tan cruel —espeto sintiéndome furioso con ella —eres
detestable, Marian.
—Tú me obligaste —dice sin inmutarse —tú mismo ocasionaste todo
esto, y no voy a parar, hasta que entiendas quien tiene el control. Hasta que
decidas devolverme el poder.
—No haré nada —siseo —nunca volverás a controlarme, ¿entiendes?
¡Nunca voy a darte nada más!
Su rostro se endurece, y necesito que entienda que no voy a dejarla
ganar.
—¿Sabes algo, Marian? —inquiero. —Megan estará tan decepcionada
cuando sepa lo que ocurre. A pesar de todo te quiere tanto. —Ella sabe
perfectamente mi punto débil, pero yo también conozco el suyo.
Durante largo tiempo, he podido darme cuenta de que el talón de
Aquiles de mi madre tiene nombre y apellido, Megan Campbell. Yo soy
incapaz de dañarla, no le haría absolutamente nada a mi hermana, pero si
podía utilizarla en su contra.
—No involucres a tu hermana en esto —masculla con molestia —ella
no tiene relación aquí.
—Es irónico, que fue exactamente lo que yo dije respecto a Grace, y te
aseguraste de que terminara envuelta en todo esto —doy un par de pasos en
su dirección —no puedo imaginar lo herida que estará al enterarse de todo
lo que has hecho. Te dije que no permitiría que hicieras con ella lo que has
hecho conmigo. No dejaré que conviertas su vida en un completo infierno.
—No intentes adoptar una postura que no te corresponde —advierte.
—La mandaste al hospital, estuvo internada por varios días debido a tu
insistencia en que participara en el modelaje. —le recuerdo —¿acaso
quieres hacer con ella lo mismo que conmigo?
—Alexander…
—¿O es que tienes mejores planeas para Megan? —sé que estoy cerca
de rebasar el límite, lo sé perfectamente y no planeo detenerme—. ¿A caso
vas a arruinarle la vida también?
—¡No te comportes como un maldito hermano protector! —grita—.
¡No tienes ningún derecho!
—¡Claro que lo tengo! —exclamo—. ¡Es mi hermana!
—¡Desearía que no lo fuera! ¡Desearía que ni siquiera fueses hijo de
Nick! ¡Desearía nunca haberte acogido esa noche! —brama con furia, su
grito resuena por toda la habitación, haciendo eco e incrustándose en cada
pared. Repitiéndose en mi mente sin parar.
Sus palabras me golpean con brutalidad, con tanta fuerza que, por un
par de segundos, toda la ira de disipa. Todo el enojo se esfuma de un
momento a otro para ser sustituido por una gran ola de confusión, una que
me golpea con ferocidad, una y otra vez.
—¿Qué? —Mi voz sale en un susurro—. ¿Qué es lo que has dicho?
Marian parece arrepentida, luce como si en cualquier momento pudiese
romperse. Y creo que lo hará, por primera vez en años, veo el
arrepentimiento cruzar en sus ojos. Como si la fortaleza que la cubre al fin
cayera, pero no lo hace.
Se recompone, armándose de nuevo con esa frialdad que la caracteriza.
—Esa es la verdad, me alegra que no seas mi sangre.
Mi corazón late con furia, con una fuerza que pareciera capaz de
traspasarme el cuerpo. Un dolor punzante se clava en mi pecho, mientras
intento entender que rayos ocurre. Mi boca se seca, tanto que, por varios
segundos no soy capaz de hablar. No soy capaz de hacer nada más que
sentir que todo esto, cada vez se convierte en una maldita pesadilla de la
cual quiero despertar.
Me siento envuelto en un torbellino de emociones arrasadoras que no sé
cómo controlar. Es como si de cierta manera, algo me atrajese hasta el
fondo, impidiéndome llegar a la superficie. Ahogándome con cada segundo
que trascurre.
—¿Qué estás diciendo, Marian? —sueno desesperado por saber la
respuesta, la ansiedad es demasiado evidente en mi voz y no me molesto ni
siquiera un poco en intentar ocultarla—¡Respóndeme! —me acerco a ella,
por breves instantes me olvido del lazo que compartimos y la tomo por los
hombros. —¡Responde maldita sea!
Ella eleva las manos, liberándose de mi agarre. El ambiente es pesado,
tanto que me cuesta respirar y cuando responde, cuando al fin lo hace,
desearía que jamás lo hubiese hecho.
Algo en mi se quiebra, se rompe en pequeños trozos cuando la escucho
decir:
—Tú no eres mi hijo, Alexander.
51 LA RAZÓN DE TODO
Alexander Campbell.
Fueron largas horas en las que permanecimos sin tener más noticias del
estado de Alex. Largas horas de incertidumbre en donde la única cosa que
pude hacer, fue rogar al cielo porque él estuviese bien.
Los amigos de Alex habían llegado, y para mi sorpresa, Katherine
también apareció. La chica parecía afectada, Megan había intentado
echarla, sin embargo, Paul lo había impedido. Yo había permanecido a su
lado, para mí era difícil, pero no podía imaginar lo duro que resultaba para
ella, se trataba de su hermano, eso lo hacía mucho más doloroso.
Jeff también está aquí, y parece ser la única persona que consigue
tranquilizar a Megan. El hombre luce preocupado, y culpable porque repetía
que debió estar con Alex.
Todos están tan afectados, tan incrédulos de lo que ocurrió.
—¿Los reporteros siguen ahí afuera?
—No creo que se marchen pronto —masculla Nicolás —Vieron una
foto de Alex en una camilla, no se irán hasta tener alguna información.
¿Dónde está Ryan en todo caso? Él debería de estar aquí para hacer que se
marchen.
—Marian al parecer lo despidió —pronuncia Megan —antes de seguir a
Alex escuché que estaban discutiendo, no se ha aparecido ni contestado las
llamadas desde entonces.
—Sí, bueno, debe de haber alguien que pueda ir y hacer que se
marchen. Será complicado si Alex despierta y se encuentre con que
innumerables personas quieren saber que pasó.
—Tal vez podemos llamar a Bill —la atención de todos se centra en mí
—su abogado.
—¿Tiene un abogado? —inquiere Megan.
—Lo tiene, él puede hablar sobre lo que sea necesario —informo.
—¿Tienes forma de contactarlo? —cuestiona Paul. Asiento.
Alexander había registrado el número de su abogado en mi celular por
cualquier cosa que pudiera necesitar, en ese momento no lo consideré
importante, sin embargo, ahora le agradecía el haberlo hecho. Marco el
número, él contesta al tercer tono y luego de informarle lo que había
ocurrido, él prometió estar aquí en el menor tiempo posible.
El tiempo después de eso se resumió en una larga espera, una
interminable y tortuosa espera, llena de incertidumbre y ansiedad.
Cuando al fin el doctor sale a informar que Alex estaba estable, el alivio
inunda la sala. No sabían cuánto tiempo tardaría en despertar, pero lo haría.
Megan fue la primera persona en entrar a verlo, moría por hacerlo, tenía
que ver por mí misma que se encontraba bien, sin embargo, me obligué a mí
misma a ocultar la necesidad de estar con él.
Megan sale, una mirada es suficiente para comunicarme que puedo
pasar. Camino con lentitud, sintiendo mi corazón aumentar su ritmo de una
manera exponencial. Hay un ligero temblor en mis manos, mismo que
intento ocultar escondiéndolas en mis bolsillos.
El frío de la habitación me golpea, lo hace tan fuerte que me estremezco
por un par de segundos. Mi corazón se encoge con violencia cuando lo
miro, mantiene una mascarilla con lo que deduzco es oxígeno, y varios
cables se conectan en diversas áreas de su cuerpo.
Mis pasos son lentos, hasta conseguir colocarme a su costado.
—Hola —mi voz sale inestable, el nudo en mi garganta aprieta tan
fuerte que, por un segundo, no puedo hablar. Extiendo una de mis manos
para colocarla a un costado de su rostro. Deslizo mi pulgar por su mejilla, lo
frío de su piel me encoge el corazón. —siento tanto no haber estado para ti,
dije que lo estaría, dije que no te abandonaría y lo hice.
Mi voz se rompe, sollozo mirando al hombre que amo lucir tan frágil,
tan vulnerable.
—Te amo, Alex. —susurro —te amo y prometo que estaré para ti a
partir de ahora. No quiero separarme de ti, no quiero hacerlo nunca.
Tomo una de sus manos, mirándola por varios segundos antes de volver
a centrar mi atención en su rostro.
—Todo va a estar bien, mi amor, todo va a estar bien.
53 COMENZAR DE NUEVO.
Alexander Campbell.
Alexander Campbell.
Paul se quedaría en la habitación para invitados, y Grace dormiría en mi
habitación. Se sentía bien tenerla aquí, había olvidado lo reconfortante que
mi cama era y lo bien que se sentía tener a mi chica entre mis brazos.
Hace más de una semana que no duermo aquí, y no es hasta este
momento en donde me doy cuenta de cuanto extrañaba la calidez que estas
cuatro paredes me proporcionaban.
—¿De verdad subiste la fotografía de la pizza? —inquiere Grace con
diversión mientras observa el ultimo post que realicé en Instagram. La
cantidad de comentarios que había recibido solo confirmaban lo que mis
amigos habían dicho sobre las fans.
—Tenía que dar algún indicio de que sigo con vida —respondo —un
trozo de pizza es mejor que mi rostro, eso solo conseguiría preocuparlas
más.
—La barba te sienta bien —pronuncia apartándose de mi cuerpo —
estoy segura de que les hubiese encantado.
Sonrío, sin embargo, me mantengo en el pensamiento de que eso es una
mala idea. El silencio hace acto de presencia entre nosotros,
envolviéndonos por completo y por largos segundos, tengo la necesidad de
decir algo. Pero no encuentro nada inteligente para decir.
—¿Oliver no te ha llamado? —cuestiono.
—Solo para recordarme que tengo que ir por el dinero de mi liquidación
—hay un cierto toque de amargura en su voz. Un suspiro brota de ella
mientras apoya la espalda en la cabecera de la cama y cruza las piernas. —
pero lo he pensado, y aunque me hubiese pedido volver, no es algo que
vaya aceptar. Desconfió de mí, sin darme la oportunidad de mostrar mi
inocencia.
—Tal vez pueda ayudar en algo —murmuro —déjame hacer un par de
llamadas ¿de acuerdo? Y prometo conseguirte una entrevista. Es lo menos
que puedo hacer luego de que por mi causa perdieras tu empleo, déjame
hacer algo por ti.
Sonríe, extiende una de sus manos para acariciar el costado de mi
rostro.
—¿Quién diría que iba a terminar enamorándome de una súper estrella?
—cuestiona con suavidad —creo que es mejor que todas las novelas
románticas que Jane me ha obligado a leer.
Una risa divertida me asalta.
—Creo que aquí el afortunado soy yo por haberte encontrado —
murmuro colocando mi mano sobre la de ella, que aún no aparta de mi
rostro—. Tengo mucha suerte de haber sido obligado a aceptarte como mi
sombra.
—Oh, por favor, sabes que odio ese término —reprocha —creo que lo
que quieres decir, es que estabas destinado a soportar a alguien que te
persiguiera durante tres meses, me parece que eso dijiste. —Se burla.
—Sabes bien que no me refiero a eso —reprocho. Parece divertida, por
lo que termina contagiándome la risa a mí también. —Gracie, intento
hablarte seriamente.
—Bien, bien. Continua —pide haciendo un ademán. Se mantiene en un
intento fallido de permanecer seria, lo que solo hace que termine riendo aún
más.
—De acuerdo, esto es imposible —me rindo.
Tras un par de instantes más riendo ante las repentinas ocurrencias de
Grace sobre nuestro primer encuentro, ambos nos encontramos cubiertos
con las mantas, con la oscuridad de la habitación envolviéndonos y
sintiendo que el sueño ahora sí, podría consumirme por completo.
—Alex —volteo cuando la escucho susurrar mi nombre. —¿Has
pensando en la mujer que Marian mencionó? —inquiere. Tomo una
inhalación, claro que lo he hecho. Por largas horas.
—Si —respondo al fin —lo he hecho más de lo que me gustaría. Pero,
aunque desee hacer algo, no puedo. No tengo ni un solo recuerdo de ella. Ni
una foto, ni un nombre y estoy seguro de que, aunque se lo preguntara a
Marian, ella jamás me lo dirá.
—En todo caso…—un suspiro brota de mis labios cuando continúo
hablando —no sé si quiera seguir descubriendo cosas de mi vida. Si ella me
hubiese querido, si deseara estar a mi lado, me habría buscado. No hubiese
permitido que mi padre me alejara de ella con tanta facilidad. Tal vez
Marian tenía razón, cuando intentó acercarse fue solamente porque mi
carrera comenzaba y probablemente vio que podría obtener algo, no tengo
idea.
—¿Y si no es así? —me obligo a apartarme de su cuerpo para mirarla.
La escasa luz que logra entrar por la ventana es suficiente para que consiga
ver su rostro. —¿Y si hay algo más?
—No lo sé. No estoy seguro de querer averiguarlo —murmuro. —No
quiero que Marian termine teniendo la razón, la que creía que era mi madre
me dañó por largos años, no quiero que eso vuelva a repetirse.
—¿No te intriga que tal vez, no lo sé, pudieses tener más familia? —sé
que no intenta presionarme, pero ahora mismo se siente como si quisiera
obligarme a hacer algo de lo cual no estoy para nada seguro.
—No —respondo —porque no sé si esa “familia”, quiera saber de mí en
primer lugar. —mascullo. —Nunca me buscó, nunca hizo nada para
contactar conmigo. Si lo hubiese querido, si en verdad lo hubiese deseado,
entonces nada importaría. Es lo que hace una madre ¿no? Lucha por estar
con sus hijos, no solo se aparta. Siento que mientras más intente saber de
ella, o de todo lo que ocurrió, más daño me haré. No necesito más de eso,
suficiente tengo ahora con todo lo que ocurre como para destapar más
hechos que logren atormentarme. Si ella me quiso o no, no quiero
averiguarlo.
—¿Y si apareciera? Si de pronto un día viniera a ti, ¿la escucharías?
—Todos merecemos ser escuchados, Gracie —susurro. —Si ella
apareciera, tal vez entonces no sería capaz de guardar mis preguntas. Creo
que solo sería capaz de enfrentarme a la verdad, si ella estuviese aquí.
55 TODO ACABÓ
Alexander Campbell.
Actualidad:
Mi corazón late con tanta fuerza que temo que pueda sufrir un infarto
aquí mismo. No he sido capaz de dejar mirar las fotografías que Lisa me ha
entregado.
El silencio nos consume, Grace se ha encargado de hacer que la fiesta se
acabase casi tan rápido como comenzó. No quería a nadie aquí.
—Alex —pronuncia mi nombre con suavidad, y algo se retuerce en mi
pecho con furia.
—¿Por qué esperaste tanto tiempo? —mi voz sale temblorosa —¿Por
qué no hacerlo antes?
—No podía —susurra. Me incorporo, sintiendo la impotencia llenarme
hasta el último rincón de mi cuerpo. Tomo una inhalación, intentando
comprender todo lo que ha ocurrido en mi vida en las últimas semanas,
intentando encajar todas las piezas del rompecabezas.
—Claro que podías —reprocho —sabías donde encontrarme, sabías
donde encontrar a mi padre, pudiste…pudiste contactar a quien sea. ¿Por
qué no lo hiciste? ¿Por qué esperar hasta ahora?
—Alex…
—¡No! ¡No voy a creer ninguna de tus mentiras! —grito haciéndola
retroceder —No voy a…—mi voz se rompe, aprieto los dientes, tan fuerte
que comienzan a doler. La puerta se abre, Grace ingresa por ella y en cuanto
me ve, camina con prisa hacia mí.
—Señora, lo siento, pero creo que tiene que irse—. No soy capaz de
contradecirla, porque lo único que quiero hacer ahora es sentirme bien.
Por primera vez necesito sentirme bien, necesito que la felicidad en mi
vida dure.
No es hasta que Lisa toma el pomo de la puerta para marcharse, que la
detengo. Si se va, es probable que no regrese y entonces no tendría ninguna
respuesta, no habría forma de saber la verdad.
—No —ella voltea—. No te vayas.
—Alex…
—Necesito hablar con ella…yo…necesito esto —susurro.
—¿Estás seguro? —inquiere ella, extiende una de sus manos para
colocarla al costado de mi rostro. Su tacto es cálido, me dota de un poco de
valentía para poder hacer esto.
—Necesito esto, Gracie —murmuro—. De verdad.
—Bien, entonces estaré abajo —pronuncia con suavidad. Retrocede un
par de pasos, sin apartar la mirada de mí y luego sale. El silencio vuelve a
presentarse, nos envuelvo con rapidez y tengo la necesidad de que diga
algo.
—Necesito la verdad —la súplica es evidente en mi voz y no me
molesto en ocultarla —No me mientas, si estás aquí, quiero que me digas
absolutamente todo.
Ella asiente, deja su bolso de nuevo sobre la cama mientras centra su
mirada en mí.
—Conocí a tu padre mientras el tocaba en un bar, yo era mesera,
trabajaba en el mismo sitio en el que tu padre daría un pequeño concierto
esa noche. No lo había visto nunca, tampoco había escuchado hablar de él,
eran una pequeña banda, pero eso no los hacía menos talentosos.
>>Cuando su concierto finalizó el dueño del bar me envió para darles
algunas bebidas, y lo hice. Ahí comenzamos a hablar, me contó de su vida,
de la carrera que quería formar, en ocasiones se presentaba dos veces por
semana, siempre luego de tocar me esperaba en la parte de atrás. Y
charlábamos, nos hicimos buenos amigos, hasta que comencé a
enamorarme de él.
—Sabías que era casado. ¿Por qué…?
—No, claro que no —aclara —él nunca lo mencionó, jamás dijo que era
un hombre casado. Nunca vi un anillo, tampoco recibía llamadas de alguna
mujer, Alex…yo no sabía nada de la vida que tu padre llevaba. Él me creo
un mundo nuevo, uno en donde él era solo un hombre en busca de su sueño.
Un corto silencio se instala, toda mi atención está en la mujer,
intentando encontrar algún indicio de mentira, pero no hay nada.
—Cuando supe que estaba embarazada de ti, fue cuando él me lo dijo.
—susurra. El tono herido en su voz se deja escuchar —le reclamé, le grité
que no volvería a saber de mí que me iría, pero no lo permitió, era tu padre,
y yo no estaba dispuesta a alejarte de él. Así que dimos por terminado lo
que sea que tuvimos, seguí trabajando en el bar hasta que mi embarazo no
lo permitió.
>>Volví a la casa de mis padres, ellos me acogieron de nuevo hasta que
naciste —la voz se le rompe. —Naciste y las deudas parecieron
incrementar, no era capaz de conseguir una lata de leche para ti, lo intenté,
Alex, juro que lo intenté. Busqué otro empleo, doblaba turnos, trabajaba de
madrugada, pero nada era suficiente. Mi leche no era suficiente, y tu padre
a pesar del dinero que dejaba, no bastaba. Así que él me dijo que te llevaría
a su hogar, que ahí no te faltaría nada. Me dijo que te daría la vida que
merecías, yo trabajaba tanto y eran mis padres quienes cuidaban de ti, tu
padre dijo que no merecías eso…dijo que con él…lo tendrías todo.
—Y decidiste que lo mejor era abandonarme —mis ojos se humedecen,
tanto que me obligo a mí mismo a dejar de mirarla—. Decidiste que lo
mejor era entregarme a otra mujer para que criara de mí.
—No, no fue así —masculla. —Le dije…le dije a tu padre que te
visitaría, que sabrías de mí y él dijo que estaría bien, que tú sabrías la
verdad. Iba a ser exactamente lo mismo, solo que vivirías con él y estarías
mejor. No tenía forma de saber que luego de eso, ellos se mudarían.
—¿Qué?
—Cuando tu padre se fue, pasaron un par de semanas antes de que me
atreviera a viajar hasta Londres —susurra —tu padre vivía ahí, así que junté
el dinero suficiente como para poder viajar, pero cuando llegué, se había
ido. Intenté buscarte, lo juro, intenté llamar a sus amigos de la banda, pero
ellos se rehusaron a darme cualquier información y pronto, era una chica de
veinte años sin dinero ni trabajo en una enorme ciudad. Años después,
cuando pude contactarlo me dijo que esa fue la condición que Marian puso
para aceptarte. Así que el simplemente la escuchó.
—Esa es una maldita excusa —mascullo —si hubieses querido, habrías
luchado por mí. Por encontrarme.
—Tal vez sí, pero estaba asustada, Alex —susurra —regresé a mi hogar
resignada a esperar alguna llamada de tu padre, en donde me dijera el lugar
en donde estaba, en donde me comunicara cuando podría visitarte. Pero esa
llamada nunca llegó. Jamás envío un mensaje de texto, simplemente
desapareció.
—Y cuando lo viste en televisión, cuando lo viste a mi lado ¿no
pensaste que tal vez podrías al fin encontrarme?
—Claro que si —ella intenta acercarse, pero me aparto —Lo hice, fui a
buscarte, pero no me dejó verte. Se aseguró primero de que no te dijera
nada, dijo que estabas bien, parecías tan contento abrazado a esa mujer que
pensé, solo por un momento, que había sido una buena decisión.
—Marian dijo que él quería marcharse contigo —ella niega.
—No, tu padre quería divorciarse, sí. Pero no para irse conmigo. Yo
solo quería tenerte, solo quería estar a tu lado y explicarte las cosas, pero
tenía tanto miedo de que me odiaras, viste a esa mujer como tu madre por
tantos años ¿Qué ibas a pensar si de pronto me aparecía y me presentaba
como tu madre?
—El día de la feria…ese día me llamó y dijo que te llevaría. Me hizo
prometer que me comportaría como una extraña, que no te daría ningún
indicio y te juro, Alexander, que fue lo más difícil que he hecho. El tenerte
tan cerca y no poder abrazarte, el saber que estabas junto a mí y no poder
llamarte hijo. Y luego hablabas de Marian con cariño, hablabas de Megan y
yo…yo me convencí a mí misma de que estabas bien. Que esa mujer te
quería, que era una buena madre.
—Esto es demasiado —pronuncio sintiendo el nudo en mi garganta
apretar con fuerza, sintiéndome sofocado.
—Te quería, y te he querido en todo este tiempo —elevo la mirada,
sintiendo una punzada clavarse en mi pecho.
—¿Por qué no te acercaste? Cuando papá murió ¿Por qué no decirme la
verdad entonces?
Ella me da la espalda, rebusca algo en su bolso antes de entregarme una
carpeta.
—Míralo por ti mismo —pide.
La tomo, debatiéndome entre sí hacerlo o no. Permanezco por un par de
minutos mirando la carpeta cerrada antes de atreverme a abrirla. Cuando lo
hago, la incredulidad me invade.
Son fotos mías, de diferentes edades. En conciertos, en el hotel, luego
de los conciertos, tan antiguas como recientes. En ninguna de ellas estoy en
mi mejor momento.
—¿Qué es todo eso?
—Cuando supe que tu padre falleció creí que al fin podría acercarme,
pero entonces conocí a Marian Campbell. Me dijo sobre el contrato que te
hizo firmar, me dijo sobre todo lo que haría si no me mantenía lejos. No le
creí, me conseguí un abogado, solo por prevención y fue cuando la primera
foto llegó. Te veías tan agotado, tan cansado que fui a hablar con ella,
¿quieres saber que me dijo?
No respondo.
—Dijo que cada vez que intentar acercarme, tú saldrías dañado. —Su
voz tiembla —lo veía por mí misma, Alex. Eras solo un niño que lucía tan
agotado, no podía dar ningún maldito paso sin que una de esas fotos
terminara en mi puerta. Esa mujer estaba acabando contigo por mi culpa.
Dijo que si intentaba contactarte te pondría en mi contra, era tu madre… ¿a
quién ibas a creerle?
—Así que solo te alejaste de nuevo, sabiendo lo mala que Marian era,
decidiste dejarme otra vez.
—Lo hice por ti.
—¿Por mí? Si lo hubieses hecho por mí, tu abogado te hubiese ayudado
a sacarme de ese infierno —reprocho.
—No, es que no lo entiendes —suena desesperada. — ¿Qué crees que
sentía cada vez que una de esas fotos llegaba a mi puerta? Me convenció de
que era por mi causa, cuando me alejé, ella paró. Lucías bien, tu aspecto
mejoró y…—cierra los ojos —y lucías feliz. Me mude a Baltimore, solo
por un par de semanas y entonces volvió a ocurrir. Esta vez no fue una foto,
fueron varias, dijo que, si no me alejaba de una vez por todas, terminaría
contigo. Sabía de lo que era capaz, sabía que podía hacerlo así que…solo
me alejé.
—Ella no se detuvo —mascullo —nunca se detuvo.
—Lo sé —susurra.
—¿Por qué hasta ahora? —mi voz es temblorosa, a pesar de que intento
sonar fuerte.
—Vi las noticias, todo lo que la prensa decía. Así que contacté a tu
manager, le dije la verdad y él me dijo dónde podría encontrarte. Ryan,
como recuerdo que se llama, me dio toda la información necesaria sobre ti,
y cuando iba a visitarte, ocurrió el incidente. No podía perderte, no otra vez,
así que me dije a mi misma que no importaba lo que ocurriese, esta vez te
diría la verdad.
Sus ojos se cristalizan, pero a pesar de eso, me mantiene la mirada.
—Todo lo que hice, lo hice por ti —la sinceridad se evidencia en sus
palabras —pensando que te hacía un bien, creyendo que mis acciones
podrían ponerte a salvo.
Un suspiro tembloroso sale de mí. No soy capaz de decir nada,
absolutamente nada.
—Te juro que te digo la verdad —pronuncia dando un paso en mi
dirección. Abre los brazos, mirándome suplicante. —Alex, cielo…
Escucharla llamarme de esa forma es más de lo que puedo tolerar. El
cariño envuelve su voz. Me sumerge en un torbellino de emociones que
estallan en mi pecho, emociones que no entiendo.
—¿Podrás perdonarme algún día?
—Todo esto es tan…confuso —sacudo la cabeza —¿Cómo sé que no
me estás mintiendo? ¿Cómo sé que no estás intentando…?
—No sería capaz —dice con seguridad —pero entiendo, entiendo que
esto es inesperado, así que… ¿por qué no me das la oportunidad de
mostrarte que estoy hablando con la verdad? Dame la oportunidad de
conocerte.
Lo dudo. Cuando intenta acercarse con los brazos abiertos, me aparto.
Retrocedo instintivamente, porque todo es tan malditamente confuso, todo
esto parece una enredadera imposible de liberar.
—Lo siento tanto, Alex —dice con suavidad —pero estoy aquí,
dispuesta a recuperarte, y no me iré hasta conseguirlo.
La discusión con Marian consiguió mover algo en mí, algo que creía
que ya había sido eliminado. Sin embargo, consigo apaciguarlo lo suficiente
como para mantenerlo bajo control y no preocupar a nadie. Luego de pasar
gran parte del día en la disquera, al fin me encontraba en casa con Grace.
—Así que ¿la fiesta sigue en pie? —inquiere Jane mientras observa a su
amiga.
—No, no quiero una fiesta ¿entienden? —cuestiona—. Solo quiero
pasarla bien ese día, eso es todo. Sin fiestas, ni música, ni mi casa llena de
desconocidos.
—Puede ser en mi casa, el jardín es bastante amplio y respecto a las
personas, solo las que tu consideres.
—Solo las personas que yo elija —advierte. Tanto Jane como yo
elevamos las manos—. Bien, en ese caso, creo que puedo tolerar la idea la
fiesta.
Jane abraza a su amiga al tiempo que lanza un grito emocionado, luego
se va hablando sobre los planes de decoración y comida que tiene en mente.
—No hay nada que pueda hacer para detenerla —pronuncia con pesar,
sin embargo, una divertida sonrisa se presenta en su rostro. —¿Has hablado
con Lisa?
—No he tenido el valor para marcar su número.
—No quiero que te sientas presionado, tú debes decidir el momento en
el que la llamarás, si alguna vez quieres hacerlo claro está.
—A veces siento que nunca seré capaz de devolverte todo lo que haces
por mí. Me has ayudado tanto que no creo ser capaz de pagártelo nunca.
Grace Baker, te convertiste de pronto en todo aquello que necesitaba, me
diste la valentía para hacer un cambio, la esperanza de que no todo estaba
perdido. Tú me salvaste.
Parpadea con rapidez, observándome conmovida mientras coloca sus
manos al costado de mi rostro. Se acerca, plantando sus labios sobre los
míos y no consigo hacer otra cosa más que rodear su cintura para apegarla a
mí.
—Hay algo que he estado pensando—admito armándome de la valentía
para decirle aquello que me ha estado rondando la mente.
—¿Y ese algo es?
—Quiero te mudes conmigo. Quiero que vivamos juntos.
—¿Tú…tú quieres que vivamos juntos?
—Sí, es decir, me gustaría mucho —confieso. Sus ojos brillan con
emoción, una sonrisa se filtra en sus labios, tan bonita y genuina.
Mi ritmo cardiaco aumenta cuando todas esas imágenes que me he
creado en la mente aparecen. Nosotros viviendo juntos, despertando en la
misma cama todas las mañanas, compartiendo el desayuno, las cenas.
—Tengo que hablarlo con Jane —murmura con emoción —no creo que
le agrade demasiado la idea de que abandone el departamento, pero…a mí
también me gustaría muchísimo que vivamos juntos.
Y juro que esa…esa es la respuesta más maravillosa que he escuchado
en toda mi vida.
58 DECISIONES DEL PASADO EN EL
PRESENTE
Alexander Campbell
Grace:
Aún sigues en el auto ¿verdad?
Volteo, como si quisiera descubrirla en algún punto cerca de donde me
encuentro. Dejo de hacerlo cuando una llamada entrante se escucha.
—¿Qué pasa? ¿Por qué no estás ahí? —inquiere apenas respondo,
reconozco el sonido de las voces al fondo.
—No sé si pueda hacerlo —confieso. —Debería estar contigo, es tu
cumpleaños.
—Alex, sabes que no tengo problema en que hayas decidido hacerlo
hoy —me recuerda —yo misma te apoyé. Así que, por favor, baja del auto y
ve a conocerlos.
—No puedo, Grace…—cierro los ojos solo por un par de segundos —
no sé si quiero hacerlo.
—Si no quieres hacerlo está bien, cariño. No te presiones, Lisa lo
entenderá —responde ella en tono suave.
El sonido de la voz emocionada de Lisa cuando la llamé regresa a mi
mente, parecía verdaderamente entusiasmada con mi llamada, y mucho más
aún cuando acepté su invitación para comer juntos.
Bajo del auto, cerrando la puerta y asegurándome de colocarle la
alarma.
—¿Has bajado del auto? ¿Irás con ella? —no me pasa desapercibido el
tono orgullos que emplea.
—Sí, te llamo cuando este de camino a casa —respondo.
—De acuerdo, te quiero.
—Yo igual —sonrío al mismo tiempo que cuelgo la llamada.
Tomo una profunda inhalación antes de atreverme a cruzar la calle.
Cuando me encuentro en la puerta, me debato entre tocar el timbre o
regresar al auto.
—Puedes hacerlo —susurro mientras elevo la mano y alcanzo el
pequeño botón Aguardo por un par de instantes, intentando no colapsar con
la cantidad de nervios que me cargo encima.
La puerta se abre, causando un ligero sobresalto en mí. Un hombre que
parece tener la misma edad que Lisa aparece en mi campo de visión. Parece
un tanto sorprendido al verme, sin embargo, un par de segundos después
una sonrisa cálida se apodera de sus labios.
—Alex, llegaste —pronuncia —Lisa, cariño, ha llegado.
Él se aparta de la puerta, permitiéndome ver el interior. Lisa se
encuentra en una mesa que está repleta de comida, doy un paso al interior al
mismo tiempo que ella se levanta.
—Lamento el retraso —me disculpo.
—No, no te disculpes —responde con una cálida sonrisa—. Pasa, cielo.
Antes de que pueda hacer o decir algo más, un grito emocionado capta
mi atención.
—¡Alex! —una niña de aproximadamente cinco años corre en mi
dirección. No tengo el suficiente tiempo para reaccionar porque de pronto,
la tengo abrazada a mis pies.
—Madison ¿qué fue lo que te dije? —la niña se aparta de mí, y luego
eleva la mirada.
—Mamá dijo podrías incomodarte —susurra.
“Mamá dijo…” ¿A caso ella…?
—¿Es tu hija? —inquiero hacia Lisa. Ella asiente.
Dejo de mirarla para colocarme en cuclillas, Madison, como escuché a
su madre llamarla, me mira con una sonrisa que enseña casi todos sus
dientes.
—Hola, Madison —saludo abriendo los brazos. Ella sonríe aún más si
eso es posible antes de acortar la distancia entre nosotros. Se cuelga de mi
cuello, así que la sujeto mientras me incorporo otra vez—. ¿Cuántos años
tienes?
—Cinco —me enseña la mano, con los cinco dedos levantados
causando que una ligera risa brote de mi cuerpo.
Por Dios, tengo una hermana de cinco años.
—Madie, cielo, ven aquí —el hombre se acerca para tomarla en brazos.
—Lo siento, Alex. Intentamos hablar con ella, pero está muy emocionada
de verte. Por cierto, soy Byron.
—No hay problema —respondo extendiendo una de mis manos para
acariciar el rizo color dorado de Madison—. Un gusto.
—¿Quieres comer algo? He cocinado cosas que creí que podrían
gustarte —informa Lisa. —Ven, siéntate.
Hago lo que pide, me coloco en uno de los asientos de la mesa, y tan
pronto como Byron deja a Madison en el piso, ella corre a mi lado.
Se coloca tan cerca de mí que comienzo a sospechar que quiere que la
abrace, sin embargo, antes de que pueda hacerlo, Lisa habla.
—Madison, ven aquí, cariño. Alex va a…
—No, está bien —la interrumpo. Madison celebra cuando la tomo en
brazos y la coloco sobre mis piernas.
—Mamá dijo que eres mi hermano.
—Creo…es decir, si —respondo con una ligera sonrisa —creo que lo
somos.
Ella lanza un grito emocionado antes de lanzarse a mi cuello. Parece
demasiado emocionada por mi respuesta, una risa abandona mi cuerpo
mientras ella repite una y otra vez que siempre quiso tener un hermano
mayor.
—Madison, suficiente, Madie…—Byron intenta apartarla de mi cuerpo,
pero la niña se rehúsa completamente.
La repentina muestra de cariño ha conseguido aturdirme.
—Lamento si todo esto te incomoda, Alex, de verdad, no se supone que
ella…
—Lisa, está bien —aseguro cuando Madison ya parece haber
abandonado su estado entusiasta —es algo…nuevo, pero estoy bien.
Madison no se aparta de mí ni un segundo, parece estar demasiado
emocionada por mi presencia, intento entablar una conversación cómoda,
aun cuando no sé exactamente qué es lo que tengo que decir.
Ni Byron ni Lisa mencionan algo sobre mi carrera y eso es algo que
agradezco profundamente.
Cerca de una hora después, cuando todos hemos terminado de comer,
Madie me arrastra prácticamente a su habitación.
—Oh, vaya, no sabía que tenía una pequeña fan —murmuro cando
ingreso a su habitación. Hay varios posters míos en las paredes, y un par de
discos sobre la mesita de noche.
—Le gusta demasiado escucharte cantar —confiesa Lisa —mira tus
videos todos los días, estaba muy emocionada por conocerte.
Salimos de la habitación, dejando a Madie con su padre. Cuando
estamos en el pasillo, nos detenemos. Fijo la atención en la pared, donde
innumerables fotografías familiares cuelgan.
—No quiero que pienses que voy a reprochar algo, pero…—me
detengo, considerando las consecuencias de mis palabras —tienes una
familia ahora, parece que fue sencillo continuar sin mí.
—Alex…
—Quiero creerte, Lisa —sacudo la cabeza, volteo asegurándonos que
estamos solos en el pasillo —pero es tan difícil cuando veo la vida que
llevas, y como parece que no me necesitaste. Entiendo…entiendo que
Marian lo haya impedido, pero una madre, Lisa, una verdadera madre hace
hasta lo imposible por sus hijos.
Un destello de culpa se filtra en su mirada. Pero no puedo simplemente
aceptar una disculpa luego de veinticinco años.
—Soy tu mamá…
—Yo ya tengo una madre —ella eleva las cejas, incrédula —una que me
recibió a pesar de no ser su sangre, una que me cuidó como su propio hijo
aún después de que mi padre la traicionara. Yo ya tengo una madre que si lo
fue por años…no puedo quitarle su lugar.
—Te hizo daño —dice casi rencorosa.
—Y es por eso que ahora mismo no está en mi vida —sentencio —pero
no voy a quitarle el mérito por los años anteriores. Fue mala, y cruel. Pero
también fue una madre antes de eso.
Tomo una inhalación, mirando las fotografías familiares, y las
individuales. Las únicas fotos mías, son las que Madie tiene en su
habitación, no hay ninguna otra.
—Gracias por todo, Lisa —me aclaro la garganta —la comida estuvo
deliciosa, y Madie es adorable. Pero tengo que irme.
—Gracias a ti —dice con un tono casi decepcionado —estaremos
encantados de que nos visites otra vez.
Apenas asiento, le sonrío por cortesía y luego me doy la vuelta,
dispuesto a salir para ir al único sitio en donde sí deseo estar.
Grace Baker.
Son cerca de una de la mañana cuando todos se marchan de la casa de
Alexander. Estoy exhausta, siento los párpados pesados y la sensación de
que puedo caer dormida en cualquier sitio que pareciera ser lo
suficientemente cómodo.
Le doy un trago a la lata de refresco que aseguraba tenía la suficiente
cafeína como para mantenerme despierta, mientras continúo con mi tarea de
recoger todos los trastes sucios que habían dejado en la sala.
—Deja eso —elevo la vista cuando escucho la voz de Alex —podemos
limpiarlo perfectamente mañana en la mañana.
—Había olvidado lo desastrosas que terminaban las fiestas en casa —
respondo mientras dejo a un lado la bolsa de basura—. Tu sala quedó echa
un basurero.
—Eso no importa ahora —responde él con una sonrisa —déjalo ya,
debemos ir a dormir.
Le hago caso solo porque el sueño en mi sistema es mucho mayor a mis
ganas de llevarla la contraria. Me quito la falda cuando siento que ha
comenzado a ser demasiado molesta, me cambio el top por una blusa
holgada mientras me deshago de las zapatillas.
No me he mudado oficialmente a la casa, sin embargo, unas cuantas
cosas mías habían terminado por ocupar un espacio en su habitación. Tomo
un poco de desmaquillante para mojar el pequeño algodón y pasarlo por mi
rostro. Alex sale del baño, enfundado en unos pantalones de pijama con
estampado de osos polares. Lo reconozco de inmediato, había sido un
regalo de Jane luego de que él confesara que no tenía ningún pijama con
estampado para nuestras noches de película.
—Los osos polares te sientan bien —aseguro con una sonrisa divertida.
—¿Verdad que sí? —se lanza sobre el colchón, lo observo tomar una de
las almohadas para acomodar su cabeza sobre ellas, al mismo tiempo que
mantiene la mirada fija en mí.
—Dijiste que me lo contarías todo —le recuerdo.
—No quiero hablar en tu cumpleaños sobre la reunión con Lisa —
pronuncia.
—Dejó de ser mi cumpleaños hace una hora y media —objeto —así
que, cuéntame.
Él no habla, supongo que espera hasta que termine con mi tarea de
deshacerme por completo del maquillaje. Cuando termino, le hago una seña
para que aguarde y me encamino al baño de la habitación. Me enjuago la
cara, siguiendo la estricta rutina que Jane me había obligado a practicar y
cuando acabo, salgo del baño sintiéndome nueva.
—Ahora sí —me acomodo a su costado, recargando mi espalda sobre la
cabecera de la cama—. Soy todo oídos.
—Tengo…tengo una hermana, Gracie —comienza a hablar. No me pasa
desapercibido el tono emocionado con el que habla. —Se llama Madison, le
gusta que la llamen Madie —una sonrisa se deja ver en sus labios. —y dice
que soy su cantante favorito.
—Oh ¿de verdad? —inquiero con ternura.
—¡Si! ¿sabes lo emocionada que estaba cuando respondí que si somos
hermanos? —cuestiona—. Creí que a esa pequeña niña le daría un infarto,
aunque es demasiado joven como para sufrir uno.
Una risa brota de mi cuerpo mientras me acomodo sobre la cama, sin
dejar de mirarlo.
—Son una familia estupenda, o al menos, eso es lo que pude ver —
admite. Pese a que mantiene la pequeña sonrisa en los labios, un destello de
duda cruza por su mirada.
—¿Pero…?
—Pero parece que no me necesitan —mi sonrisa titubea —Lisa dice que
Marian no la dejó acercarse, que lo intentó, pero nunca pudo. Sin embargo,
tiene una hija preciosa, un esposo, una casa acomodada, parece tener una
vida estable y, sin embargo, nunca luchó por mí.
Habla en tono suave, no hay rencor en su voz, tal vez solo un poco de
decepción.
—Dijo que es mi madre, pero… ¿por qué siento que Marian es más mi
madre que ella? —gira hacia mí —a pesar del daño…ella me amó, Grace.
No sé en qué punto dejó de hacerlo…pero me amó.
Extiendo la mano, trazando una caricia a lo largo de su brazo.
—Una madre hace hasta lo imposible por recuperar a sus hijos, no se
rinde. Y ella lo hizo, ella se rindió conmigo. No puedo solo aceptarla en mi
vida luego de veinticinco años. Compartimos lazos sanguíneos y saber que
tengo una hermanita es tan maravilloso, pero…no creo que pueda verla
como una madre.
—Eso está bien —me mira como si no esperara una respuesta —eso
está bien, Alex. No estás obligado a tener en tu vida a personas que no
deseas. Lisa puede ser tu madre biológica, pero si no deseas cultivar un
lazo, no es tu obligación. No si ella no se preocupó por fomentarlo.
—Tal vez me lleve tiempo —dice con un gesto pensativo.
—Tómate el que necesites —me apego a él —recuerda, tu bienestar es
primero.
—No puedo creer que todo este resultando bien —confiesa —siento que
de pronto despertaré, y mi vida seguirá siendo la de antes. Todo esto parece
ser un sueño, Grace. Sé que suena patético, pero ¿nunca has tenido la
sensación de vivir en un sueño? Como si de pronto alguien pudiese
despertarte.
—Creo que a todos en determinado momento nos ha invadido esa
sensación. Pero todo esto es completamente real, Alex. Comienza a creerlo.
Un bostezo brota de mis labios mientras me acomodo contra el cuerpo
de Alex. Él también bosteza.
El silencio se apodera de la habitación mientras siento mi cuerpo
relajarse.
—Buenas noches, Gracie —susurra dejando un beso sobre mi cabeza.
—Buenas noches, mi amor.
Yo también tenía la sensación de que estaba en un sueño, la había tenido
desde el momento en el que probé los labios de Alexander por primera vez.
Pero he entendido que esa sensación, no es nada más que un
recordatorio de que hemos conseguido la felicidad.
Grace Baker.
Nuestro viaje a París estaba programado para el viernes de la siguiente
semana, serían dos semanas enteras que pasaríamos en ese lugar, lejos de
toda atención, según Alex. Al parecer había arreglado todo con su manager
para permitirnos la libertad de hacer todos nuestros planes sin apuros. Y
decir que no estaba ansiosa, sería mentir terriblemente.
—Gracie —escucho la voz de Alexander a mis espaldas. Así que aún
con la ropa en mano, me giro hacia él. —Stephen me ha dado una idea.
Quiere que formemos una banda —giro de inmediato cuando termina de
hablar.
—¿Una banda?
—Si —responde con una diminuta sonrisa en los labios. —Él, Ethan,
Jake y yo. Nosotros cuatro. Suena genial ¿no es así?
—Suena más que genial —confieso —¿lo estás considerando?
—Sí, es decir, creo que todo esto es más llevadero si lo haces con
amigos ¿no es cierto? Las giras no serán tan complicadas, creo que, en
cierta parte, nos apoyaremos entre todos.
—Parece una idea estupenda —concuerdo.
—Hay demasiadas cosas que tengo que considerar todavía —confiesa
—solo es una idea, pero…pero me gusta.
Su celular suena, anunciando una notificación. Cuando lo toma, soy
capaz de leer lo que se muestra en él.
—Oh, maldición —masculla. Inevitablemente, a pesar de lo que mis
ojos ven en la pantalla, una carcajada abandona mi cuerpo. —Joder, Grace
¿qué te parece gracioso en esto? —cuestiona.
—Alex, mi amor, al parecer, eres un imán de problemas y malas
noticias—respondo entre risas.
Ahí, en la pantalla del celular, una imagen de Lisa Hale hablando con un
reportero se apreciaba a la perfección. Y no hace falta leer el encabezado,
para saber exactamente qué es lo que ha ocurrido.
60.- VERDADERAS INTENCIONES.
Alexander Campbell.
Grace Baker.
La ansiedad y sensación de emoción recorren cada parte de mi cuerpo.
Observo a Alex terminar todos los trámites en el aeropuerto, y cuando es mi
turno, me sorprende el no haber dejado caer todos los papeles al suelo.
Ambos atravesamos la zona de seguridad, y permanecimos largo rato en
la cafetería mientras aguardábamos que el vuelo saliera. Alex portaba una
chaqueta gris, una gorra y unas gafas oscuras. Llevaba el gorro de la
capucha encima, y me sorprendía el hecho de que ningún guardia parecía
pensar que se trataba de un terrorista o algo por el estilo.
—Creo que puedes bajarte el gorro —sugiero mirando a nuestro
alrededor —no parece que alguien esté interesado en tu presencia. —Él
hace lo que digo, también se quita las gafas solo para dejarme ver la mirada
de fastidio que me dedica.
—Sabes que me gusta prevenir —murmura.
—Sí, pero hace calor —pronuncio con una mueca —¿no tienes calor?
—Él niega.
A excepción de un grupo de chicas, nadie parecía haber reparado en la
presencia de Alexander Campbell en el aeropuerto, así que habíamos tenido
una llegada y estadía tranquila. Creo que también eso estaba relacionado a
que nos encontrábamos en una de las salas VIP.
Cerca de treinta minutos después, los altavoces informan que nuestro
vuelo está por salir. Me aseguro de no olvidar nada en la mesa mientras me
incorporo, Alex toma una de mis manos mientras con la otra sujeta una
maleta llena de cosas que tal vez pudiésemos necesitar.
Serían cerca de dieciséis horas de vuelo, así que Alexander, quien se
había autodenominado experto en vuelos, me obligó a cargar con una
pequeña manta, una almohada para la cabeza, dos pares de auriculares
(aunque para mí un par era más que suficiente) y algunos snacks que el
aeropuerto permitía pasar.
Localizamos nuestros asientos, viajar en primera clase parecía un sueño.
Los asientos eran suaves, había pantallas frente a cada uno, una música
suave se dejaba escuchar y daba la sensación de estar en la sala de alguna
casa.
Cuando nos encontramos en nuestros respectivos asientos, disfruto de la
comodidad de los mismos. Debajo de la pantalla que servía como tv, había
una más pequeña en donde se mostraba todo el menú con opciones de
comida. Dios mío, esto parece irreal.
—Todo un sueño ¿eh? —cuestiona Alex del otro lado. Nuestros asientos
estaban separados por un corto pasillo. El suficiente para permitirles el paso
a las azafatas.
—Vaya que lo es —murmuro con una sonrisa. Lo observo acomodar sus
cosas en el espacio sobre los asientos, y luego, cuando ha terminado se gira
hacia mí.
—¿Lista para conocer París? —extiende su mano a través del pasillo,
sonrío, incapaz de hacer otra cosa más que tomar la mano que me ofrece y
dejar un apretón.
—Lista, completamente lista.
61.- PARÍS.
Alexander Campbell.
Grace Baker.
Esto parece un sueño, todo este viaje de hecho lo parece. Luego de
haber pasado todo el día recorriendo la ciudad, Alexander prácticamente me
ha obligado a cenar en uno de los restaurantes que están apenas a un par de
cuadras del hotel.
El cansancio en mis pies no ha sido impedimento para aceptar sus largas
insistencias, así que aquí estamos, degustando toda una serie de platillos tan
deliciosos que podría comer hasta reventar. Menos de veinticuatro horas es
lo que hemos estado en París, y lo cierto es que ha sido sensacional. Tomé
varias fotografías para enviárselas a Jane y a Lía, y hemos comprado dos
recuerdos de la torre Eiffel en miniatura, tal y como lo solicitaron.
La tranquilidad de la que gozan las calles que nos rodean hacen de
nuestro viaje algo más tranquilo, no hay gente chocando por las avenidas, ni
ruidos de motores en exceso. Parece una ciudad en calma. Y eso me agrada.
Cuando la cuenta llega, me ofrezco a pagar pese a saber que Alexander no
lo permitirá.
—Hagamos algo —sugiero —dejemos las tarjetas en la mesa, y que el
mesero escoja una.
—No, déjame pagar —insiste —Gracie, déjame hacerlo.
—Ya te dejé pagar todas las entradas a los sitios que visitamos hoy, te
dejé comprarme ese delicioso helado de menta e incluso, dejé de protestar
respecto al viaje a Nueva York, así que pagar esta cena, es lo que yo te
estoy pidiendo que me dejes hacer.
Cuando el mesero regresa, le explicamos que necesita elegir una tarjeta
de crédito para pagar la cena. Él parece no entender muy bien lo que
decimos y Alex termina diciendo una frase en francés, lo que, por alguna
extraña razón, me resulta atractivo.
—¡No es justo! —exclamo cuando el mesero toma la tarjeta de
Alexander —¡Se lo dijiste en francés! —reprocho—. Sabes que no entiendo
nada de eso así que le dijiste que escogiera la tuya.
Se carcajea, observándome con diversión mientras sacude la cabeza.
—No, claro que no —se defiende —el escogió la mía ¿no era ese el
trato?
Me cruzo de brazos, bajo la mirada divertida de Alex y la del mesero
también. Termina de retirar nuestros platos de la mesa y cuando salimos,
aún me mantengo con la idea de que el mesero sabía exactamente cuál era
la tarjeta de Alex.
—Haré desaparecer tu tarjeta de crédito si vuelves a jugar sucio.
—Que no jugué sucio —la risa que brota de él evita que crea en sus
palabras. Entrelaza nuestros dedos, mientras con la mano libre se ajusta el
abrigo.
Es increíble la rapidez con la que el clima ha cambiado, habíamos
pasado un calor increíble durante todo el día, sin embargo, la noche parece
ser más fresca, demasiado.
—A ver —él se detiene, ocasionando que, debido al agarre en mi mano,
yo me detenga un par de pasos después. —¿Quieres hacerme el enorme
favor de dejarme consentirte como se debe?
—Alex, no sé qué termino tengas de consentir —pronuncio
acercándome a él —pero creo que lo rebasaste desde el momento en que me
regalaste el viaje, con hoteles y turismo incluido. ¡Reservaste una suite! ¡Y
un vuelo en primera clase!
—Gracie, esto es lo menos que te mereces —debate. Rompe el agarre
entre nuestras manos, solo para colocar sus manos a los costados de mi
cintura. Por inercia, coloco las manos en la parte trasera de su cuello,
entrelazando mis dedos en ese lugar.
—No podré ganar esta discusión ¿verdad? —Él niega. —Bien, entonces
definitivamente, desapareceré tu tarjeta de crédito. —Me aparto de su
cuerpo, comenzando a caminar lejos de él, pero es más rápido de lo que
preveo, en pocos segundos me ha alcanzado y tras un par más, me sostiene
en brazos, tal y como en la torre Eiffel.
Y justo así, riendo y abrazada a su cuerpo, sé que, a su lado, es el único
lugar en donde siempre quiero estar.
62.- PROMESAS.
Alexander Campbell.
dónde iremos hoy? —Grace me cuestiona mientras
— ¿Acompartimos un exquisito desayuno en el balcón de nuestra
habitación. estamos en la suite, en el último piso por lo que la ciudad desde
este punto, es impresionante.
Se puede distinguir perfectamente la torre Eiffel, así como los canales
de agua que dividen la ciudad.
—Iremos a la catedral de Notre Dame —informo. —He reservado un
auto de alquiler, estará aquí en una hora. Podemos ir perfectamente hacia
ahí y luego volver, probablemente hoy solo consigamos visitar un sitio o
dos, pero creo que valdrá la pena.
—Oh, sí. Definitivamente —concuerda, me regala una sonrisa antes de
concentrarse por completo en la comida que está entre nosotros.
Luego del desayuno, nos cambiamos de ropa y Grace organiza en una
mochila todas las cosas que podríamos llegar a necesitar durante el camino.
—¿De verdad? ¿No pudiste alquilar un auto más…normal? —inquiere
con una sonrisa divertida.
—¿Más normal? —arqueo las cejas —¿a qué te refieres con más
normal?
—Este auto grita lujo por donde lo veas —murmura. —Debes dejar de
gastar tanto dinero. —añade en tono suave.
—Gracie, el dinero no supone problema alguno para mí —murmuro con
una sonrisa —no te quejes, solo disfruta.
Le dedico un guiño, mientras abro la puerta del auto para permitirle el
acceso. La catedral de Notre Dame está a casi cuarenta y cinco minutos de
distancia, llegaríamos a una hora en donde probablemente habría gente,
Grace me había obligado prácticamente a comprar un par de boinas, y
pareció considerar que esta era la oportunidad perfecta para lucirlas.
No estaba equivocado, al llegar había una larga fila esperando por
entrar, esta vez ni siquiera nuestros inseparables París Pass pudieron
salvarnos de la espera. Cerca de treinta minutos después, al fin estamos
ingresando.
—Te ves adorable —murmura mientras me acomoda la boina en la
cabeza. —Luces como todo un chico francés.
—Et tu es si belle —Ella voltea, arqueando las cejas, pero dibujando
una genuina sonrisa en el rostro—. Luces tan hermosa.
—¿A caso usaste Google traductor para saber esa frase? —inquiere con
diversión, pero el brillo en sus ojos consigue darle un vuelco a mi corazón.
—Solo por esta vez—confieso—. Ya sabes, quería estar preparado para
la ocasión.
Ver a Grace emocionada por entrar fue todo lo que necesitaba para estar
satisfecho, ella ejerce un agarre firme en mi mano mientras señala algunos
de los lugares de la catedral. Las gárgolas es probablemente la cosa que más
le emocionó a Grace, ella suelta mi mano para tomar fotografías, muchas en
realidad, y luego, como en la torre, le pide a una pareja de desconocidos que
nos tome algunas fotografías.
Grace toma tantas fotos como le es posible, también saca algunas de
nosotros, utilizando la cama frontal y asegurando que las subiría a sus
historias tan pronto le fuese posible.
Nos lleva más tiempo del planeado estar en la catedral, para cuando
salimos el sol está en su punto más alto. Observo a Grace deshacerse del
pequeño abrigo que traía, debido a lo fresca que amenazaba ser la mañana.
Se forma una coleta alta, mientras amarra el abrigo a su cintura.
—Luces como toda una turista —bromeo entrelazando nuestros dedos.
Mientras caminamos hacia el auto, los sonidos de unas pisadas detrás de
nosotros nos hacen voltear. —Oh, grandioso —mascullo al notar a un par
de chicos siguiéndonos con la cámara. —Se habían demorado demasiado
tiempo en aparecer.
No hacemos demasiado caso, llegamos al auto, conseguimos subir antes
de que los reporteros nos alcancen.
—¿Siempre sales huyendo? —Grace inquiere en tono divertido
mientras se coloca el cinturón.
—Sí, bueno, creo que no quería responder a cualquier pregunta que
ellos hicieran —confieso. Grace observa su celular, luego lo extiende en mi
dirección para enseñarme lo que sea que está viendo.
“Viaje romántico en París”
Sonrío al leer el encabezado del artículo que se muestra en la pantalla.
Hay una breve descripción luego de la frase, y justo debajo, una fotografía
de nosotros en la torre Eiffel.
—Dicen que al parecer quieres olvidar tus penas en Francia —habla
Grace.
—Bueno, no precisamente olvidar penas —respondo entre risas. —Pero
mira lo bien que salimos —añado.
—¿Verdad que sí? —cuestiona ella apegándose a mi cuerpo —somos
todos unos modelos.
—¿Es el único artículo? —inquiero.
—Es el único que Jane me envío. —confiesa—. Aunque al parecer las
fotos que posteaste en Instagram les han dado la vuelta a las redes.
—Debes de admitir que eran fotos bastante geniales —comento.
Enciendo el auto, saliendo a la avenida principal para poder dirigirnos
hacia nuestro próximo destino.
El museo de Louvre.
N ueva York nos trató igual de bien que Paris, los siete días que
permanecimos con mis padres fueron tan increíbles y relajantes
como los catorce anteriores.
No me había dado cuenta de cuanto disfrutaba de pasar tiempo con
Alex, lejos de ajetreos de nuestra vida diaria, lejos de compromisos que
cumplir, simplemente siendo nosotros dos, disfrutando de todas las
atracciones que Nueva York tenía para ofrecer.
Fue imposible escabullirnos de los periodistas, aun cuando lo
intentamos con demasiado esfuerzo, en algún punto, algunos de ellos nos
habían cerrado el paso tanto que Alexander tenía que detenerse a hablar con
ellos.
Pese a eso, el tiempo que pasamos en casa también fue igual de
placentero. Perdí la cuenta de cuantas veces mi padre y Alex pasaron
viendo partidos de futbol, emocionándose por cada gol y me resultaba
verdaderamente gracioso la forma en la que mi novio parecía haber creado
una pasión por el deporte.
Sin embargo, nuestros días de placer y descanso han terminado. Y
ahora, nos encontramos haciendo las maletas para poder tomar nuestro
vuelo de regreso a Baltimore.
Observo a Alex doblar la ropa con cuidado antes de acomodarla en el
interior de la maleta, parece estar demasiado concentrado en ordenar la ropa
de manera correcta, tanto que no presta atención a nada más.
Cuando hemos terminado, nos escabullimos en la cama. No es tan
grande como la del departamento, y seguramente era la mitad de grande a
comparación de la que había en su casa, pero nos permitía estar a ambos
perfectamente.
—No puedo creer que se ha acabado —murmuro contra su pecho. Él
acaricia mi cabello, desde la parte alta de mi cabeza hasta llegar a la mitad
de mi espalda.
Sus dedos dibujan siluetas sobre la tela de la blusa que llevo puesta.
Proporcionándome una sensación tan cálida que cierro los ojos.
—Yo tampoco. Ha sido completamente increíble pasar este tiempo
contigo —asegura. —Voy a extrañar esto, el no tener ninguna otra
preocupación que no sea el a que sitio visitaremos mañana.
Me acurruco contra su pecho aún más, como si de esa manera
consiguiera estar mucho más cerca de él.
—Supongo que es lo malo de los viajes —susurro con los ojos cerrados
—. Saber que en algún momento van a acabarse y tendremos que regresar a
nuestra vida diaria.
Alex no responde, se limita a abrazarme y yo disfruto de la sensación de
estar contra su pecho. Me agrada sentir el latir de su corazón, y la forma en
la que su pecho sube y baja con suavidad hasta convertir su respiración tan
lenta, que me da el indicio que probablemente se ha quedado dormido.
Por mi parte, no lo consigo de inmediato. Es una de esas veces en donde
comienzas a recordar todo lo vivido en los días anteriores, como si los
recuerdos se reprodujeran en la menta como una película fotografía, como
si los momentos vividos fuesen videos a los cuales alguien les ha puesto
reproducir.
No sé en qué punto me quedo dormida, pero sin duda alguna lo hago
con los recuerdos de tres semanas, completamente extraordinarias, en
mente.
La alarma no suena al día siguiente, o si lo hizo, ninguno la escuchó. Lo
que nos despertó fueron los gritos de mi madre entrando a la habitación que
hicieron que el pobre de Alexander casi sufriera un paro cardíaco.
Parecía que mi madre había regresado a le época en donde tenía que
gritar apresurándome para que consiguiera llegar temprano al colegio, esta
vez, sin embargo, no había ningún colegio esperando por mi llegada.
—Por Dios, tu madre es más efectiva que un despertador—. Alex suelta
un bostezo mientras caminamos por los pasillos para llegar al avión.
No habíamos alargado mucho la despedida, un par de abrazos y muchos
“te echaremos de menos” por parte de mis padres fue todo lo que nos
permitirnos.
—Lamento que te haya despertado de esa forma —una risa me invade
ante el recuerdo del brinco sobresaltado que Alex sufrió cuando mi
progenitora ingresó al cuarto diciendo que perderíamos el avión—. Sé que
no es nada agradable.
—Al menos me sirvió para que no me metiera en la cama a seguir
durmiendo por un par de horas más —responde divertido.
Subimos al avión, localizando nuestros asientos y tomándonos el tiempo
para acomodarnos en ellos. Esta vez los asientos están juntos, sigue siendo
un vuelo de primera clase, pero mucho más sencillo que el primero que
tomamos.
La distancia es escasa, a comparación a todo el tiempo que habíamos
volado con anterioridad, sería menos de una hora lo que nos tomaría llegar
a casa. Alex se la pasa durmiendo durante todo el trascurso del vuelo, y yo
intento hacerlo, aunque no lo consigo muy bien.
Mi cuerpo parece reflejar todo el agotamiento de las últimas semanas,
para cuando aterrizamos, el dolor en mi espalda comienza a torturarme.
Pese a eso, cuando miro a Jane lucir entusiasmada sosteniendo un cartel con
nuestros nombres, me siento muchísimo más animada.
Alex se niega a darme las maletas y se empeña en llevarlas él hasta el
auto. Jeff, el chofer y gran amigo de Alex también nos recibe con su
habitual sonrisa cálida y nos deja saber lo mucho que nos echó de menos.
Jane apenas y nos acompaña a casa, dice que tiene asuntos que resolver
sobre el estudio de moda así que se marcha apenas llegamos a la entrada de
nuestro hogar.
Llegar se siente bien, se siente como volver a un sitio que te devuelve
las fuerzas y todas y cada una de las energías.
—En casa otra vez —susurra Alex con una sonrisa —estamos de vuelta.
El gesto en su rostro es sincero, tan genuino que me contagia.
—Estamos de vuelta —concuerdo antes de acercarme y envolver mis
manos alrededor de su cuello para besarlo.
Alexander Campbell.
Un par de días después de volver, me encuentro de pie frente a Steph,
tratando de encontrar el momento oportuno para decirle a mi amigo, que
había aceptado su idea.
—¿Por qué parece que quieres decirme algo? —inquiere Steph con
curiosidad mientras ajusta las cuerdas de su guitarra—. ¿A caso me
extrañaste por tu viaje a París y quieres confesármelo ahora?
—Él estuvo bastante deprimido sin ti —bromea Ethan uniéndose a la
conversación.
—Ya lo creo, soy demasiado indispensable en tu vida ¿no es cierto? —
Steph me lanza una mirada divertida.
Ethan arrastra una butaca hasta donde nos encontramos, se sienta
mientras juega con las baquetas entre sus dedos, localizo a Jake, del otro
lado de la habitación y agradezco que todos estuviesen aquí.
Lo haría más sencillo.
—Ya, enserio hombre, dinos que pasa —murmura Steph —¿A caso has
decidido que no nos necesitas?
—No, de hecho, es todo lo contrario —mascullo. Juego con el zíper de
mi chamarra mientras intento encontrar las palabras adecuadas.
Steph arquea la ceja, parece entender a lo que quiero llegar sin haber
dicho ni una sola palabra. Jake se acerca, cuando sospecha que hablamos de
algo importante y termina apoyando uno de sus codos sobre el hombro de
Ethan.
—¿Y bien? —insiste Ethan—. No nos dejes con la curiosidad.
—Stephen el otro día me comentó que tenía la idea de formar una banda
—el rostro de los chicos frente a mí se contrae con emoción —yo creo que
en realidad ya lo somos, pero…pero he pensado que tal vez…no lo sé,
podríamos presentarnos como tal.
El silencio nos consume, se instala entre nosotros mientras me
mantengo con ansias de una respuesta.
—¿Una banda? ¿Quieres que seamos una banda? —inquiere Jake con
incredulidad.
—Chicos, tienen voces increíbles —aseguro. —Y componen tan bien
que creo que esto puede resultar y si no lo hace, ¿qué más da? Quiero hacer
algo nuevo, y no encuentro mejores personas que ustedes, que han estado
conmigo desde que mi carrera comenzó. Ya no quiero salir al escenario y
que griten mi nombre, quiero que griten nuestros nombres.
—Lo tomaste en serio —el susurro emocionado y casi incrédulo de
Steph se hace oír.
—Claro que lo tomé en serio —afirmo. —Puedo hablar con Colton, él
puede representarnos si están de acuerdo, pero…pero necesito saber si están
de acuerdo con esto.
—Es una locura —Ethan masculla incorporándose —Alex, tú eres la
estrella ¿por qué quieres que tres chicos desconocidos se te unan? Nosotros
estamos ahí, contigo, pero nadie nos mira, el centro de atención eres tú y
ahora ¿quieres compartir esa atención con nosotros?
—Si, tal vez es una locura, pero no quiero seguir haciendo esto solo —
afirmo. —Hablo en serio, chicos. Si están de acuerdo…
Un grito emocionado y unísono se escucha interrumpiendo mis
palabras, los tres se lanzan sobre mí como si fuesen niños y, por
consiguiente, los cuatro acabamos en el suelo. Un par de instrumentos caen
también con nosotros, el sonido resuena por la habitación mientras tomo esa
respuesta como un sí.
—¿Y cuál es nuestro nombre? —inquiere Stephen—. Leíste la libreta
¿no?
—Todos son geniales, pero sin duda hay uno que estoy seguro que es el
adecuado
—¿Y bien? ¡Dilo! —exige Jake.
—The Last Desire.
El nombre encaja perfectamente bien con lo que todo esto era, la sonrisa
de los chicos me afirma que es el nombre correcto.
—¡Señoras y señores…con ustedes…The Last Desire! —el grito
emocionado de Stephen mientras toca un par de acordes con la guitarra
eléctrica de Jake nos hacen reír.
Tanto como probablemente no lo he hecho con ellos. Y se siente bien,
increíblemente bien.
Es un fuego arrasador,
una corriente que quema todo a su paso.
Es tan fuerte que debes detenerlo.
Sé valiente, ve contra ella,
no dejes que te consuma,
no permitas que su fuego,
convierta en cenizas tu alma.
Recuerda esto.
No lo saques de tu mente.
No permitas que su fuego,
convierta en cenizas tu alma, eres corriente,
eres electricidad, demuestra tu poder y lucha.
Grita, y hazlo tan alto que todo el mundo te escuche decir: Por mi
fuerza sobreviví.
Luego de la gira, Colton y Daniel decidieron que era buena idea darnos
algo de descanso, además, con los últimos meses de embarazo de Grace,
deseaba pasar tanto tiempo en casa como me fuera posible.
Agradecía que no tuviésemos conciertos, y que ellos fueran tan
considerados con los horarios que debía cumplir en la disquera. Los chicos
nos habían saturado de regalos de toda clase, desde pequeños osos de
peluche hasta prendas carísimas que estaba seguro que nuestra hija solo
podría usar una vez.
Marian también me había llamado, sin embargo, no tomé sus llamadas.
Ni respondí los cientos de mensajes que me dejó. No pude hacer nada con
respecto a los innumerables paquetes que envío hasta nuestra casa, ropa,
accesorios, juguetes. Grace decía que debíamos conservarlos por educación,
de no ser por ella, los hubiese regresado a la paquetería.
—Me pone ansiosa saber que estoy en el noveno mes —Grace confiesa
en un suspiro mientras se acomoda sobre la cama—. Si pudiera mudarme al
hospital, lo haría.
—No seas tan paranoica, Gracie —murmuro —estamos cerca del
hospital, no pasará nada.
—Steph me llamó hoy —informa —quería saber que preferíamos un
Lamborghini rosa o un Mazda dorado.
—¿Planea regalarnos un auto? —cuestiono con incredulidad. Ella suelta
una carcajada.
—No, tonto, para Harriet. Cuando nazca. Quiere lucirse con el regalo y
dice que quiere obsequiarle un auto de batería, ya sabes, de esos que puedes
manejar con controles y meter al bebé adentro.
Harriet es el nombre escogido para nuestra pequeña, luego de una larga
lista de nombres descartados y miles de posibilidades, ambos coincidimos
en que el nombre es hermoso, perfecto para nuestra hija.
Me acomodo a su lado, dejo descansar mi cabeza sobre su hombro
mientras una de mis manos viaja hasta su vientre. Lo acaricio, no puedo
evitar que una sonrisa se coloque en mis labios mientras imparto suaves
masajes, esperando por algún movimiento.
—Creo que prefiero el Lamborghini entonces —murmuro.
—Mis padres llegarán este fin de semana —informa—. Les he dicho
que pueden quedarse en la habitación de invitados.
—Perfecto, estaré más seguro si tienes a tu madre contigo. Aunque le he
pedido a Colton que me mantenga fuera de cualquier actividad que los
chicos realicen, quiero estar contigo.
Ella ladea la cabeza, observándome con adoración.
—Has sido increíblemente estupendo en estos meses —confiesa —has
tomado vuelos larguísimos solo para las consultas.
—Es mi deber como tu prometido y como padre —sentencio —no me
tienes que agradecer absolutamente nada.
—Creo que si tengo porque…—se detiene, una mueca de dibuja en sus
labios antes de relajarse.
—¿Qué fue eso? ¿Una contracción?
—Sí, aunque no fue demasiado larga. —murmura cerrando los ojos por
una brevedad de tiempo —la doctora dijo que debemos ir al hospital
cuando…
Vuelve a detenerse, suelta un quejido mientras coloca las manos sobre
el vientre.
—Gracie ¿están siendo seguidas?
—Las tuve toda la mañana —confiesa.
—¿Toda la mañana? ¿Y por qué no me has dicho nada? —cuestiono con
indignación. Me incorporo de la cama. —Debemos ir al hospital, ahora.
—No, está bien —pronuncia ella sacudiendo las manos—. Aún no es
tiempo.
—Grace, acabas de decirme que querías mudarte al hospital. Y has
tenido las contracciones toda la mañana, definitivamente debemos ir al
hospital. —Cuando me mira, lo noto, el temor en su mirada.
—Gracie…
—¿Qué tal si algo sale mal? —cuestiona—. ¿Qué tal si algo se
complica, Alex?
Me coloco a su lado, tomando una de sus manos entre las mías.
—Mi amor, nada va a salir mal, estarás bien, nuestra hija va a estar bien.
—susurro—. Pero debemos ir al hospital ahora, porque si algo ocurre,
estaré demasiado ansioso como para conseguir conducir de manera segura.
Ella está por hablar, pero un nuevo dolor la invade, es más largo, porque
aprieta con fuerza mi mano por largos segundos antes de que consiga
recomponerse.
—Sí, creo que definitivamente debemos ir al hospital —concede.
Megan, Jane y todos los chicos están en la sala de espera del hospital,
hace aproximadamente dos horas que Grace entró en labor de parto, dos
horas en las que había tenido que aguantar pacientemente ser llamado de
todas las formas posibles.
He perdido la cuenta de cuantas veces Grace ha dicho que me detesta
por hacerle esto, maldiciendo el momento en el que olvidó la pastilla y en el
cual el anticonceptivo falló, y las innumerables veces en las que repitió que
no volvería a acostarse conmigo.
Parecía decirlo tan enserio que, de no encontrarse en semejante estado
de sufrimiento, sin duda lo hubiese tomado muy en serio. Tan enserio como
para suplicarle que se retractara.
La doctora repita las instrucciones, diciéndole cuando debe pujar y
asegurándose de que todo marcha como debe ir, joder, ¿Cómo iba a ir bien
si llevábamos casi tres horas del mismo modo?
Pierdo la noción del tiempo, simplemente permanezco a lado de Grace
intentando serle de apoyo, en algún momento deja de maldecirme para
aceptar la ayuda y escuchar lo que tengo por decir.
—Vamos, Gracie, tú puedes —susurro cuando ella se deja caer contra la
almohada. Ahoga un sollozo mientras niega —mi amor, un poco más.
—Grace, necesito que pujes otra vez, ya casi está, linda —pide la
doctora— tu hija quiere nacer, vamos, Grace, necesito que me ayudes.
—No puedo —el susurro débil que brota de su cuerpo me estruja el
corazón —ya no puedo.
—Claro que puedes amor, una vez más —dejo un beso sobre su frente,
apretando su mano en un intento de darle confort—. Una vez más.
Un grito adolorido brota de ella mientras se inclina hacia adelante, el
agarre en mi mano se vuelve mucho más fuerte y muerdo el interior de mi
mejilla para no quejarme, hace lo mismo un par de veces más antes de que
por fin suceda.
El llanto se escucha, resonando por las paredes, haciéndome sentir una
maldita explosión de sentimientos maravillosos en el pecho. El rostro de
Grace se inunda con alivio mientras me mira.
—Lo hiciste, cariño —susurro limpiando su frente —lo hiciste.
—Felicidades —ambos miramos a la doctora —han sido padres de una
hermosa y saludable niña.
Se acerca con el bulto en brazos, y tan pronto me la entrega, comprendo
cuanto la amo, me doy cuenta de la intensidad con la que mi corazón parece
latir por esta pequeña bebé.
—Por dios, es tan pequeña —mi voz brota en un susurro emocionado,
mi visión se nubla y tengo que dejar de mirarla para conseguir
recomponerme, me giro, observando a Grace quien extiende los brazos para
tomar a nuestra hija.
Se la entrego, y viéndola ahí, con nuestra hija en brazos, sé que esto es
mucho más de lo que una vez soñé, me doy cuenta la intensidad con las que
la amo, comprendo la idea de que soy papá, me he convertido en papá de
una hermosísima niña.
—Se parece tanto a ti —susurra Grace —mira lo hermosa que es.
Me coloco a su lado. Rodeando su espalda para conseguir apegarme a
ella.
—Nuestra pequeña —susurro. —Dios, Gracie, te amo tanto.
Ella me mira, hay un nuevo brillo en sus ojos.
—Nuestra pequeña —repite ella con emoción—. Yo igual te amo tanto,
Alex.
Y aquí sé, que no necesito nada más que a ellas para sentirme tan feliz,
tan pleno y tan satisfecho con mi vida, como lo estoy ahora. Aquí
comprendo, que no necesito ni necesitaré nada más para sentirme
inmensamente feliz.
Hace media hora que hemos salido del quirófano, media hora en la que
han traído a Harriet a los cuneros y no he podido separarme de ella. La
observo a través del cristal, duerme con serenidad, ajena a todo lo que pasa
a nuestro alrededor.
—Tú estabas igual de pequeño cuando llegaste a casa —mi cuerpo
entero se tensa cuando reconozco la voz a mi costado.
No miro de inmediato, tomo una inhalación antes de mirar a la mujer
que se ha colocado a mi lado, Marian Campbell está aquí, mirando a mi hija
con algo parecido a ternura.
—¿Qué haces aquí? —inquiero.
—Megan me informó, quise venir a ver si necesitabas algo —confiesa.
—Estamos bien—. Dejo de mirarla para regresar la atención a mi hija.
Ninguno de los dos habla, una enfermera ingresa, revisa a los bebés
antes de reparar en nuestra presencia. Cuando sale, se acerca.
—¿Es padre? —inquiere.
—Esa de ahí es mi bebé —informo señalando a Harriet. La enfermera
sonríe.
—Puede pasar y tomarla, si desea.
No lo dudo, ingreso a la habitación caminando hasta la cuna de mi
pequeña, me inclino con ligereza para conseguir tomarla en brazos. La
sensación que me invade cuando la tengo contra mi pecho es maravillosa,
es tan increíble que deseo no dejar de sentir esto nunca.
He olvidado la presencia de Marian, así que cuando toca mi hombro,
pidiéndome cargar a Harriet, mi cuerpo entero se tensa.
—Es mi hija —murmuro como si ella no lo supiera —es lo más valioso
que tengo ahora, Marian.
—Lo sé, cielo —susurra con suavidad—. Puedo entender ese
sentimiento, el querer protegerla de todos, de todo. El creerte un superhéroe
que puede cuidarla para siempre—. No hay rastro de maldad en su tono de
voz, tampoco de sarcasmo—. Yo sentí exactamente lo mismo cuando tu
padre te trajo a casa.
Miro a Harriet, ella duerme entre mis brazos, lo pequeño de su cuerpo
crea en mí un instinto de protección mucho mayor al que he sentido con
Grace, o con Megan, un instinto de evitar todo cuanto pudiera hacerle daño.
Doy un paso hacia adelante, Marian sonríe en cuanto se la entrego. La
dulzura que la embarga cuando la tiene en ellos es algo que no había visto
antes en ella. Sonríe, mientras habla con tono dulce y acaricia con suavidad
la mejilla de mi hija.
—Dios mío, es tu retrato —confiesa con una sonrisa. No respondo,
pasan algunos minutos antes de que la enfermera ingrese de nuevo.
—La madre pide verla —informa con amabilidad, así que Marian me la
entrega de nuevo. Yo a su vez se la entrego a la enfermera, no voy detrás de
ella porque Marian toma mi mano, impidiendo que lo haga.
—He intentado llamarte, y te he enviado mensajes —susurra cuando
llegamos al pasillo.
—Lo sé. No me sentía listo para hablar contigo. —confieso.
—¿Y ahora lo estás? —Pareciera que la llegada de Harriet me ha
dotado de una valentía que desconocía.
—Puede ser. —Ella sonríe.
—Ya te he dicho que lo lamento, por todo —susurra con suavidad—. Te
lo he dicho más de una vez, en ninguna de ellas he mentido.
—Lo que pasó no es algo que pueda solucionarse con un simple “lo
siento”. Estuviste a punto de acabar con mi vida, Marian.
Ella cierra los ojos, un gesto de dolor la invade.
—Lo sé, estuve ahí, cuando aún no despertabas —masculla. Me aparto,
mirándola con incredulidad—. Cuando estabas inconsciente, y tu hermana
me echó, no me fui. Conseguí hablar con tu médico, no me enorgullezco de
la manera en la que conseguí que me dejaran entrar, pero lo hice. Verte de
esa manera, tan frágil, me destrozó, Alex. Me hizo pedazos el corazón y
comprendí todo lo que había hecho, me di cuenta de cuánto daño había
causado. Me sentí como un monstro, pensar que tal vez no despertarías fue
una completa tortura. No me lo hubiese perdonado jamás.
Su voz se rompe.
—Verte sobre esa cama, me hizo arrepentirme como nunca antes de
todo lo que hice, de todo lo que dije. Fue como verte el primer día que
llegaste a mi vida, tan frágil, tan indefenso, el instinto de protección volvió,
más fuerte que nunca.
Está llorando ahora, y yo tengo que hacer uso de toda mi fuerza de
voluntad para no romperme, no quería darle ese poder de nuevo. No quería
que me viera frágil otra vez.
—Te amo, y te he amado desde la primera noche que cuidé de ti, solo
que estaba demasiado herida como para admitirlo. Eres mi hijo, lo fuiste y
lo serás siempre, aunque ante tus ojos, yo ya no sea tu madre.
El dolor es palpable en su voz, ella parece interpretar mi largo silencio
como una respuesta, cierra los ojos, el gesto mortificado consigue
ablandarme. Me da la espalda, se aleja un par de metros antes de que sea
capaz de reaccionar y pronunciar su nombre.
—Harriet va a necesitar de una abuela —pronuncio con la voz tan
estable como puedo —a alguien que le dé pasteles de chocolate cuando no
estemos. Y a alguien que le enseñe de moda y elegancia.
Ella solloza, regresando hacia mí.
—Creo que aún estamos a tiempo de solucionarlo ¿no lo crees? —
inquiero. —Aún podemos conseguirlo, mamá.
Me abraza de una forma en la que jamás había sentido, me envuelve en
sus brazos y por primera vez, lo siento como un abrazo de una madre, por
primera vez en mucho tiempo esa calidez llega a mí, tal vez siempre estuvo,
solo que ninguno se daba cuenta. Había demasiado dolor y rencor como
para dejarnos experimentar esta sensación.
—No dejé de considerarte mi madre —susurro contra su cuerpo—.
Puede que haya dicho lo contrario, pero no has dejado de serlo.
—Te recompensaré toda la vida si hace falta —promete colocando las
manos a los costados de mi rostro —cielo, te recompensaré todo si me lo
permites.
La abrazo, claro que iba a permitirlo. Ahora todo está bien, no hay
piezas faltantes en el rompecabezas, no hay rencores adheridos, no hay nada
más que felicidad. Y esta es la forma en la que esperé sentirme, esta es la
manera en la que quiero vivir hasta mis últimos días.
EPÍLOGO.
Grace Baker.
UN AMOR INSTANTÁNEO.
Marian Campbell.
Llegada de Alexander.