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Florencia Corbelle *
Introducción
En este trabajo analizo la historia del activismo cannábico en Argentina, deteniéndome
especialmente en las transformaciones que han experimentado las agrupaciones de larga
data en los últimos doce años. Este recorte temporal no es caprichoso, sino que, por un lado,
toma como punto de partida el año 2010 que, como he analizado en otros trabajos, se trata
de un momento fundacional para el activismo en el que los intentos asociativos previos acaban
por consolidarse dando lugar a la emergencia de una decena de agrupaciones en las
principales ciudades del país (Corbelle, 2015, 2016, 2018); y, por otro lado, se extiende hasta
nuestros días con el objetivo de describir y analizar el impacto que tuvo en estas
organizaciones la difusión de los usos terapéutico medicinales del cannabis y las
modificaciones en materia legislativa que le sucedieron (Corbelle, 2021b; Fusero, 2017;
Labiano, 2018). No obstante, se describe asimismo el período inmediatamente previo a la
conformación de las agrupaciones, esto es, el terreno en el que germinan.
El objetivo es dar cuenta, a partir del análisis de entrevistas realizadas a activistas de extensa
trayectoria que integran organizaciones de larga data radicadas en diferentes puntos del país,
de las características que fueron adquiriendo las agrupaciones y sus acciones colectivas,
atendiendo a su composición, objetivos, demandas, prácticas cotidianas, formas de protesta
y estrategias político-jurídicas, así como también a las relaciones que mantienen entre sí, con
las burocracias estatales y otros colectivos. En poco menos de diez años, las agrupaciones
cannábicas pasaron de ser menos de una decena a contarse en centenas, y a tener –las más
grandes- más de cien socios/as. Este camino no fue lineal y los/as activistas entrevistados/as
distinguen cinco grandes etapas que retomamos aquí para organizar el capítulo: la de los/as
pioneros/as (2000-2009), la de consolidación de las primeras agrupaciones (2010-2012), el
período de especialización y formalización (2013-2015), la etapa del “giro hacia lo medicinal”
(2015-2020) y, por último, el período que culmina en nuestros días con la proliferación de
proyectos de carácter productivo (2020-2022). Para terminar, concluimos con una breve
* Doctora en Antropología Social, licenciada y profesora en Ciencias Antropológicas por la Universidad de Buenos
Aires (UBA). Es Investigadora asistente del CONICET e integra el Programa de Antropología Política y Jurídica,
Instituto de Ciencias Antropológicas, Facultad de Filosofía y Letras, UBA (ICA|UBA).
recapitulación de estos veinte años de militancia y algunas reflexiones en torno a los desafíos
que enfrenta, de cara a las recientes reformas legislativas, el activismo cannábico de larga
data.
Los/as pioneros/as
Es posible que ésta (la clandestina, la que va de onda, de intercambio y con mucha carpa)
sea la única manera viable. Pero también queda el interrogante de qué tan jodido
[complicado] puede ser salir a hacer un poco de ruido, de hasta qué punto podríamos
ayudar a instalar socialmente el consumo de cannabis, si para lograr eso es estrictamente
necesario dar la cara o también es posible conseguirlo desde el anonimato y el bajo perfil
(…)
Pienso que plantar un frente de batalla de plano, en este momento, no sería del todo
sensato. El escenario está un poco más tranquilo que hace unos años atrás, pero todavía
hay mucho facho dando vuelta (…) Sin embargo, pienso que a la vez sí da para llevar a
cabo laburos más “hormigas” en favor del cultivo del cannabis y la despenalización y
eventual legalización de su consumo. Las parades, los festivales, los foros y el intercambio
son un ejemplo de lo que refiero.
(Post de activista en el foro Cannabiscafe, 2006)
El movimiento cannábico argentino 1 comienza a gestarse a principios de este siglo, inicio que
muchos/as adjudican a la baja calidad del prensado paraguayo 2 que comienza a llegar al país
a raíz de la crisis económica de 2001. En ese primer momento, los ámbitos de socialización
por antonomasia eran los foros, los comercios que atendían con las persianas bajas, y eventos
clandestinos de difícil acceso aún para los/as usuarios/as y cultivadores/as de cannabis. La
penalización encubierta del consumo de sustancia psicoactivas así como de todas las
actividades a éste relacionadas, hacían que la desconfianza y el miedo primaran al deseo de
conocerse, de verse las caras, por lo que no había organizaciones de usuarios/as o
cultivadores/as de cannabis. Notable excepción era Cogollos Córdoba, una asociación que
desde 2001 se abocaba a asistir haciendo uso terapéutico del cannabis a personas viviendo
con VIH y cáncer, y que sería secundada años después por Cogollos Rosario, fundada por un
puñado de activistas oriundos/as de la ciudad de Rosario, provincia de Santa Fe.
De hecho, la Copa Cannábica del Plata –primer campeonato de cogollos (flores de marihuana)
de Latinoamérica– fue, por muchos años, el principal símbolo y acto de resistencia del
movimiento cannábico. No sólo porque se trataba de un evento clandestino que desafiaba al
prohibicionismo imperante defendiendo el uso de sustancias psicoactivas y el autocultivo en
nombre de derechos individuales constitucionalmente amparados; sino porque, además,
logró, poco tiempo después de haber sido ideada, que pioneros/as y foreros/as salieran de
atrás del teclado y rompieran con la soledad del anonimato constituyéndose en punto de
caracteriza por su aspecto geométrico, su estructura sólida y compacta así como por contener hojas, tallos,
semillas y sustancias tóxicas como amoníaco, moho y hongos que pueden afectar la salud del/la usuario/a.
encuentro de cultivadores/as y cuna de la, por ese entonces, incipiente “cultura cannábica”.
Sin embargo, la Copa del Plata no fue el único espacio de socialización. Desde un principio,
convivió con encuentros más pequeños e informales y las Cannabis Parade celebradas desde
2005 en la provincia de Córdoba. 3
Con el correr de los años los espacios de encuentro se fueron multiplicando. No obstante, las
reuniones de usuarios/as y cultivadores/as aún se parecían más a las de una logia secreta
que a las de un grupo organizado que buscaba hacer público su reclamo. De hecho, gran
parte de los intentos asociativos que tuvieron lugar en ese entonces, como Arhemptina o
Conciencia Cannabis en Argentina, perecieron antes de consolidarse. Como recuerdan
aquellos/as primeros/as entusiastas, la propuesta era juntarse para conocerse y empezar a
organizar alguna “movida”; pero, por lo general, eran pocos/as los/as asistentes y no faltaba
oportunidad en que, reunidos/as en una plaza, la policía los/as rodeara e “invitara” a retirarse.
De hecho, el único evento público de concurrencia masiva era la Marcha Mundial de la
Marihuana (MMM) –evento que, a diferencia de Brasil y al igual que en otras partes del mundo,
se celebra cada primer sábado de mayo–, que no era organizada por el movimiento cannábico
sino por la Red Argentina en Defensa de los Derechos de los Usuarios de Drogas (RADDUD)
y la Asociación de Reducción de Daños de Argentina (ARDA). Así las cosas, los objetivos y
consignas de estas agrupaciones –i.e. luchar por la despenalización, cambiar la visión sobre
la planta e informar sobre la cultura cannábica– se desvanecieron invisibilizados.
Fue recién en 2007, con la revista THC –i.e. primera publicación nacional especializada en la
temática– ya en las calles, que esta situación comenzó a modificarse. Ello así porque, la
revista, además de otorgarle mayor visibilidad a la cultura cannábica, supo convertirse en
punto de encuentro, espacio de denuncia, información y asesoramiento jurídico para
usuarios/as y cultivadores/as de cannabis. Pero lo cierto es que no fue sino hasta que la
publicación asumió en 2008 la labor de coordinadora de la MMM que logró impulsar la
organización de activistas, hasta entonces dispersos/as, en lo que fueron las primeras
agrupaciones cannábicas sobre todo en el Área Metropolitana de Buenos Aires. 4 Así lo
recordaban algunos activistas entrevistados,
En la revista había un mail donde decía “si querés ayudar mandá un mail”. Fue hace como
seis años, mandé ese mail y nos juntamos en una casa como sesenta personas para mover
la marcha de ese año. De esas sesenta personas, después de la marcha habrán quedado
veinte o treinta que nos seguimos juntando. Quince porque se iba depurando a través del
tiempo y se formó la Co.Cannabis, Colectivo Cannabis. Maneras de trabajo de grupo ‘¿A favor
de todas las drogas o sólo del cannabis?’ Blum, quince y quince. Bueno, ‘Conciliadores’. ‘No,
agresivos, tenemos que salir a exigir nuestros derechos’. Blum, siete y siete. Se fue
depurando. Algunos seguimos laburando, otros se fueron y están laburando afuera porque
están en Colombia o en distintos lados, y bueno algunos de los que seguimos después nos
seguimos juntando con distinta gente, mucha del foro y formamos la Asociación Cannábica
de Buenos Aires (Entrevista a activista, 2011).
de Buenos Aires que la rodean. En el resto del país, la revista incentivó a activistas y lectores/as comprometidos/as
a organizar la marcha en sus respectivas ciudades. Ese año se sumaron las ciudades de Santiago del Estero,
Mendoza, El Bolsón y Comodoro Rivadavia. Además, la THC colaboró económicamente y con material de difusión
con las agrupaciones que ya organizaban la marcha en las ciudades de Córdoba y Rosario.
Se consiguió treinta voluntades para dar una mano a la gente de la THC que, en ese
momento, organizaba la marcha y posterior a eso nos seguimos juntando periódicamente. La
idea era una asociación civil. Se marcaba el tema despenalizar, normalizar y legalizar. Y como
sucede en todo grupo se va desgastando en el tiempo. En el tiempo que son meses. Y de
treinta, veintisiete, veintiuno, dieciocho quedamos siete. Y después ahí hubo diferencias en
cuanto a cómo se iba a manejar la asociación. Una gente más influenciada por una postura,
gente que por ahí pensaba una cosa distinta y ahí quedó tres-cuatro. Quedamos de un lado:
este muchacho colombiano, Rodrigo, que es un sociólogo, otro muchacho Pedro que ahora
ya no está –está militando en la Nacional y Popular– y yo. Y después empecé a conocer a los
chicos [que hoy forman la Agrupación Agricultores Cannábicos Argentinos] porque era de
participar en cualquier movida cannábica (Entrevista a activista, 2012)
Así, pese a que Co.Cannabis como colectivo no prosperó, la semilla del activismo –aunque
no libre de contratiempos– finalmente había germinado. De hecho, para ese entonces, grupos
cada vez más grandes de foreros/as reunidos/as por foro y/o zona geográfica se juntaban
para conocerse y comenzar a organizar talleres de cultivo, ciclos de cine, charlas y otros
eventos cannábicos. Atrás iba quedando la época de los/as pioneros/as, de la “vieja escuela”
en que cultivar era toda una hazaña. Luego de que la Corte Suprema de Justicia de la Nación
declarara en 2009 la inconstitucionalidad de la penalización de la tenencia de drogas para
consumo personal la caída del reinado prohibicionista parecía más cercana y una nueva
generación de activistas dejaba en claro que ya no bastaba con ser cultivador/a. Además de
plantar, había que “plantarse”, “salir del indoor”, “dar la cara”.
Queremos que nos escuchen, no que digan “Esos drogadictos están rompiendo todo”. La
idea es ir cartelito, pasacalle, pero tranca [tranquilos/as], sin bardo [lío]. Si te entrevistan,
decir “Yo laburo y estudio, no soy un delincuente. Las leyes me convierten en delincuente
por consumir y eso tiene que cambiar porque no lo somos”
(Entrevista a activista, 2010)
El 2010 fue un año bisagra para el movimiento cannábico. Se multiplicaron los eventos y las
tiendas de cultivo y salieron al mercado nuevas publicaciones como la revista Haze y, en 2011,
el periódico de distribución gratuita Soft Secrets Latinoamérica; pero, sobre todo, lo que creció
fue la cantidad de usuarios/as y cultivadores/as dispuestos/as a salir a la calle como dejó de
manifiesto la gran convocatoria que tuvo la novena edición de la MMM. En la Ciudad de
Buenos Aires, la marcha dejó de ser una concentración de unos/as pocos/as miles para
convertirse en una marcha multitudinaria que además se replicó en once ciudades del país. 5
Como en años anteriores, el cese de las detenciones, discriminación y maltrato a usuarios/as,
el respeto por las libertades individuales y los derechos de los/as usuarios/as medicinales, la
promoción de políticas de salud, prevención y reducción de daños, y la despenalización de la
tenencia de drogas y el cultivo de marihuana, fueron las consignas que acompañaron el
reclamo. Es más, ese año dos diputadas nacionales presentaron un proyecto de ley elaborado
en conjunto con la revista THC que proponía quitar las medidas de seguridad curativas de la
ley penal y modificaba aquellos artículos que penalizaban la tenencia de drogas y el cultivo
5A saber, Córdoba (Córdoba), Rosario (Santa Fe), Comodoro Rivadavia (Chubut), La Plata (Buenos Aires),
Mendoza (Mendoza), Mar del Plata (Buenos Aires), Neuquén (Neuquén), San Juan (San Juan), Trelew (Chubut),
San Miguel de Tucumán (Tucumán) y Río Cuarto (Córdoba).
de cannabis. El proyecto se sumaba a los confeccionados en ese momento por otros espacios
políticos. De modo que, la modificación de la ley de drogas no sólo estaba en agenda, 6 sino
que usuarios/as y cultivadores/as de cannabis tenían su proyecto.
En este contexto político promisorio, el proceso organizativo que, se había iniciado en 2007 y
que, entre fines de 2008 y principios de 2010, había copado buena parte de las discusiones
que se desarrollaban en los foros especializados, ahora se aceleraba de forma hasta entonces
impensada, cristalizando en la creación simultánea de numerosas agrupaciones cannábicas.
Grupos de amigos/as y foreros/as que ya se encontraban en forma periódica en asados,
talleres, catas, copas y parades, formalizaron sus reuniones y comenzaron a organizarse. Ese
año, se crearon en la provincia de Córdoba y en la provincia y Ciudad de Buenos Aires la
Agrupación Marplatense de Cannabicultores (AMC), la Agrupación Cannabicultores del Oeste
(ACO), el Movimiento Cannábico Argentino (MCA), la Unión Cannabicultores de Zona Sur
(UCZS), la Asociación Cannábica La Plata (ACaLP), la Unión Cannabicultores de Zona Norte
(UNCAZN), la Comunidad Cannábica Cordobesa (CCC) y la Asociación Cannábica de Buenos
Aires (ACaBA); en tanto que, un grupo de usuarios/as de cannabis que se denominaba
autoconvocado comenzaba a reunirse en un parque ubicado en el corazón de la Ciudad de
Buenos Aires. Así lo recordaba un activista entrevistado,
Cuando empecé a conocer a toda la gente del movimiento y demás, Diego [uno de los
directores de la Revista THC] me dijo que me metiera en Plantate, en el foro. Yo cero internet
hasta ese momento, nunca había tocado una máquina. Bueno, me meto en Plantate y empecé
a conocer gente. Se separó por zonas. Estaba la gente del oeste. Entonces se pusieron
Cannabis Social Club del Oeste y hablábamos un grupo de personas, en los asados del foro
siempre nos juntábamos… y del oeste, en un momento, éramos como veintipico. Y en los
asados y demás siempre eran las mismas charlas. Yo venía hace rato con esta problemática
sólo ya en casa y, bueno, empecé a encontrar gente con las mismas inquietudes. Se empezó
a purgar de alguna manera, el grupo quedó cada vez menor, cada vez menor, cada vez
menor… y después en el mismo foro los chicos de Zona Norte se empezaron a agrupar, los
de Zona Sur… (Entrevista a activista, 2012).
6 A fines de la década del 2000 diversas organizaciones de la sociedad civil lograron colocar en la agenda pública
la discusión del modelo prohibicionista de intervención estatal vigente. El debate contó con el respaldo de sectores
de los poderes ejecutivo, legislativo, y judicial, y se plasmó en discursos y decisiones políticas, fallos judiciales y
numerosos proyectos de modificación de la Ley 23737 presentados en 2010 en el Congreso de la Nación.
Conforme varios/as activistas entrevistados/as, estas condiciones adversas y las ideas
discordantes sobre los fines de las agrupaciones –muchas personas, me explicaron,
confundían asociarse para difundir información, visibilizar a las personas usuarias, fomentar
el autocultivo y modificar la ley penal con “fumar porro en el parque”–, acabaron por socavar
la participación en estos espacios; aunque cierto es que la mayoría de los/as activistas
entrevistados/as no dudó en señalar al hostigamiento policial como principal causa del
debilitamiento del ímpetu asociativo. Sea como fuere, muchas agrupaciones perecieron;
mientras que, otras lograron sortear estos obstáculos. Es más, a lo largo y ancho del país se
fueron creando –a partir de las reuniones de autoconvocados/as en Ciudad de Buenos Aires,
el equipo de trabajo de la revista THC y grupos de usuarios/as y cultivadores/as que
organizaban la MMM en distintas ciudades del país– nuevas organizaciones como la
Agrupación Agricultores Cannábicos Argentinos (AACA), el Centro de Estudios sobre la
Cultura Cannábica (CECCa) y Cogollos del Oeste (CodelO) en el Área Metropolitana de
Buenos Aires, la Organización Cannábica Bariloche (OCB) en la provincia de Río Negro, la
Agrupación Cannábica La Rioja en la provincia homónima y la Cofradía Cannábica Bahiense
en la provincia de Buenos Aires.
En síntesis, pese a los contratiempos, el activismo cannábico continuó floreciendo. Más aún,
a lo largo de esos años, sus actividades y acciones políticas se multiplicaron y diversificaron.
Es decir, en este período no sólo proliferaron los ciclos de cine, copas y catas y se organizaron
con mayor periodicidad mesas informativas, charlas abiertas y talleres de cultivo –i.e.
actividades orientadas a informar y concientizar a la sociedad sobre los aspectos legales y
costos sociales del prohibicionismo, las propiedades medicinales e industriales del cannabis,
el uso de sustancias psicoactivas y los beneficios del autocultivo–; sino que se desplegaron
en el espacio público nuevas acciones colectivas. Así, en 2010, se sumó a la MMM la Marcha
Nacional del Cannabis (MNC) 7 y, en 2011, se impusieron las concentraciones como principal
forma de protesta ante casos de detenciones, allanamientos y procesamientos judiciales a
usuarios/as y cultivadores/as de cannabis, que básicamente consistían en manifestarse frente
a comisarías y dependencias judiciales o bien frente al domicilio o local que estaba siendo
allanado con el objetivo de impugnar estas prácticas policiales y judiciales y, al mismo tiempo,
acompañar, brindar ayuda y respaldo.
Ahora bien, aunque el movimiento cannábico creció de forma exponencial durante estos años,
participó activamente del debate parlamentario que se desarrolló entre 2011 y 2012 en el
Congreso de la Nación, durante el cual se debatió la reforma integral de la ley de drogas, e
incluso el piso mínimo de reformas exigidas por el activismo aumentó –como da cuenta el
proyecto de legalización y regulación del cannabis y clubes de cultivo presentado, en 2012,
por la Agrupación Agricultores Cannábicos Argentinos y la Mesa Nacional por la Igualdad y
contra la Discriminación–, 8 lo cierto es que las agrupaciones continuaban enfrentando serias
dificultades para obtener su personería jurídica como asociaciones civiles y contaban entre
7 En la primera edición de la MNC, los manifestantes se movilizaron –al igual que en la MMM– por una nueva ley
de drogas, por campañas de reducción de daños, por la despenalización de la marihuana, por el derecho al
autocultivo y a los usos medicinales e industriales del cannabis. Al año siguiente, las consignas eran la
normalización del cannabis y el reconocimiento del autocultivo y usos medicinales e industriales del cannabis; y,
desde 2012, se movilizan bajo una única consigna: la “legalización y regulación del cannabis para todos sus usos”.
8 La Mesa Nacional por la Igualdad y contra la Discriminación es un espacio de articulación política integrado por
organizaciones que luchan por la igualdad y contra la discriminación de diferentes grupos o sectores sociales
excluidos y vulnerados en sus derechos.
sus filas con usuarios/as y cultivadores/as que habían sido allanados/as y/o estaban o habían
estado detenidos/as y/o procesados/as por tenencia, comercialización y activismo.
En otras palabras, al definirse como personas “responsables” lo que intentaban hacer era fijar
con fines reivindicativos nuevos y más inclusivos parámetros de “normalidad”, apelando a
valores compartidos, a una supuesta “moralidad común” para, en definitiva, poder afirmar
“Nosotros/as, [los/as usuarios/as responsables], no somos adictos/as ni delincuentes, somos
gente normal, gente común [por ende, tenemos los mismos derechos y obligaciones que
ustedes]”; en donde ese “ustedes” presente en el discurso de los/as activistas, eran todas
aquellas otras personas susceptibles de apropiar su reclamo. De este modo, la dimensión
moral del concepto de usuario responsable les permitía posicionarse en lo que intuían eran
términos moral y políticamente positivos y, de esta manera, aumentar sus posibilidades de
generar empatía y concitar adhesiones entre los miembros no-consumidores de la sociedad.
De ahí, el esfuerzo que realizaban para que el universo moral que vehiculiza la categoría se
materializara en las acciones de denuncia, demanda y concientización que desplegaban en
el espacio público y en escenarios institucionales, apelando para ello a recursos verbales y
no-verbales –i.e. determinados usos del espacio y la palabra, la vestimenta, actitudes, gestos,
comportamientos, compañías, saberes y prácticas–, que buscaban dar encarnadura al
concepto de usuario responsable. 9
En otras palabras, las marchas –sobre todo, la MMM– y las agrupaciones se constituyeron en
los dos grandes espacios de encuentro de activistas del período y los principales objetivos por
ese entonces eran la autoprotección, la despenalización de la tenencia de sustancias
psicoactivas ilegales y la difusión del autocultivo. Y, todo ello, parafraseando a otro activista,
debía realizarse de manera responsable, porque justamente la idea era “dar la cara como
usuarios responsables”; mientras que las demandas del activismo, producto del clima de
época y su contacto con la política partidaria en el marco del debate parlamentario por la
reforma integral de la ley de drogas (2011-2012), comenzaban a expresarse en el lenguaje de
los derechos humanos. 10
Especialización y formalización
Durante los años que siguieron al debate parlamentario –que, como he analizado en otros
trabajos, lamentablemente se estancó producto de que sectores afines al prohibicionismo
lograron imponer como falso prerrequisito para la modificación de la ley penal la creación de
un Plan integral para el abordaje de los consumos problemáticos (Corbelle, 2016, 2018)–, las
9 Para un análisis detallado del modo en que el concepto de usuario responsable se materializa en marchas,
concentraciones, mesas informativas, talleres, charlas, etc. ver Corbelle (2016, 2017).
10 Este desplazamiento del lenguaje de los derechos individuales al de los derechos humanos debe enmarcarse
en un clima internacional de creciente crítica al paradigma prohibicionista desde la óptica de los derechos humanos
(Armenta, Metaal y Jelsma, 2012; CELS, 2015; Garzón y Pol, 2015), pero también en la transformación que se dio
a nivel local en los procesos de demanda y reconocimiento de derechos producto de la incorporación de los
tratados de derechos humanos al régimen constitucional así como del inédito apoyo del gobierno nacional de ese
entonces, que aseguró su expansión y consolidación en la arena política democrática; tanto que, han inspirado
políticas, acciones y estrategias desplegadas por diferentes actores en diversos ámbitos. De hecho, el análisis del
modo en que los derechos humanos como valor moral y paradigma de justicia dieron forma, a nivel nacional, a
políticas públicas en materia de investigación de los crímenes de la dictadura, reformas policiales, medidas y planes
de seguridad, e investigación y denuncia de la violencia institucional constituía el objetivo del Proyecto UBACyT
“Políticas de derechos humanos en justicia y seguridad. Etnografías y estudios de caso”, programación científica
2014-2017, dirigido por Sofía Tiscornia, que por ese entonces integraba en calidad de becaria.
agrupaciones no sólo continuaron creciendo en cantidad de socios/as 11 y se constituyeron
como asociaciones civiles, sino que también se fueron especializando,
Empezó una etapa más de formalización, o sea de pedir reconocimiento ante la IGJ
[Inspección General de Justicia], de conformación como asociaciones civiles de esas
organizaciones (…) y se empieza quizás a especificar un poco más el trabajo de las
organizaciones (…) [se] empiezan a definir un poco más los perfiles a tener propuestas más
integrales digamos, no sólo vinculado a un método de acceso como es el autocultivo y una
posición defensiva sino empezar a tratar de elaborar propuestas (Entrevista a activista, 2022)
De todas formas, pese a que los resultados no siempre fueron los deseados, el proceso de
redactar el estatuto resultó de suma utilidad para las agrupaciones que lo transitaron ya que
tuvieron que elegir forma de gobierno, precisar cuestiones patrimoniales, delimitar derechos
y obligaciones de los/as socios/as y autoridades y, por supuesto, definir sus objetivos y las
actividades para llevarlos a cabo. Probablemente sea esta, en parte, la razón por la cual en
este período las organizaciones pasaron de concentrarse en lo meramente “defensivo” a
“elaborar propuestas propias y especializarse”. Como señalaron los/as activistas
entrevistados/as, la mayoría de las agrupaciones se volcó a la investigación de los usos
terapéutico medicinales del cannabis y un grupo muy minoritario a investigar y difundir
información sobre los beneficios del uso industrial del cáñamo. Otras, en cambio, adoptaron
un perfil educativo/formativo dedicándose al dictado de cursos y talleres; mientras que, otro
grupo se abocó más a la comunicación pública e incidencia política. Por último, algunas pocas
agrupaciones adoptaron un perfil más productivo, adquiriendo características similares a un
club de cultivo.
Por esos años, las agrupaciones consiguieron además organizar eventos en otros escenarios.
En abril de 2013, CECCa junto a la Universidad Nacional de Quilmes y con el auspicio de la
Cámara de Senadores de la Provincia de Buenos Aires y la revista THC organizó las I
Jornadas Universitarias sobre Políticas de Drogas y Cannabis. Exactamente un año después,
Nosotros veníamos discutiendo cómo cambiar la ley, cómo generar una situación de
derecho desde perspectiva de derechos humanos respecto a los usuarios y usuarias de
drogas y ahí se generó como que “No, bueno, vamos a resolver este problema urgente del
acceso al cannabis medicinal” y eso me parece que nos lleva hasta ahora
(Entrevista a activista, 2022)
12 Otros eventos organizados por las agrupaciones fueron las actividades desarrolladas por AACA y Salud
Cannábica, en 2012, en el marco de la Semana del Cannabis Medicinal –i.e. volanteadas en las puertas del
Hospital de Enfermedades Infecciosas Dr. F. Muñiz y del Hospital Oftalmológico Santa Lucía, charlas, cine-debates
y mesas informativas que culminaron con un recital frente al Congreso Nacional–, la charla informativa organizada,
en 2013, por la ACO en una escuela secundaria del conurbano y la Conferencia sobre Cannabis realizada en las
ciudades de El Bolsón y Bariloche a mediados de 2014.
Cogollos Córdoba, se presentaba a sí misma como una agrupación abocada a asistir haciendo
uso terapéutico del cannabis a personas viviendo con VIH y cáncer. Es más, como ya hemos
señalado, varias agrupaciones luego se especializaron en los usos terapéutico medicinales
de la planta –tanto que colocaron el término en el nombre de la agrupación, como es el caso,
por ejemplo, de Cannabis Medicinal Bahía Blanca–, organizaron jornadas sobre esta temática
y, en 2012, incluso se creó una red de usuarios/as medicinales: la Red de Usuarios de
Cannabis Medicinal (RUCAM). Pero lo cierto es que la sucesión de hechos que desencadenó
el debate parlamentario por la despenalización de los usos terapéuticos del cannabis que se
desarrolló entre 2016 y 2017 en el Congreso de la Nación y culminó con la sanción de la Ley
de Cannabis Medicinal, tuvo lugar en unos pocos meses y estuvo ligada, en sintonía con los
debates que se estaban sucediendo en la región, 13 a los efectos terapéuticos de la planta,
fundamental, aunque no exclusivamente, en los casos de epilepsia refractaria.
13 Entre 2015 y 2017, Argentina, Chile, Perú, Paraguay, Colombia, México, Colombia, Jamaica y Puerto Rico
sancionaron normativas en materia de cannabis medicinal. Para un análisis comparativo de estos procesos ver,
entre otros/as autores/as, Labiano (2020).
14 La madre y el padre optaron por el uso medicinal de cannabis cuando conocieron el caso de Charlotte Fidgi, una
niña estadounidense que convulsionaba más de trescientas veces por semana y logró mejorar gracias al aceite de
cannabis. Primero probaron con aceite de extracción casera y como los resultados fueron buenos solicitaron la
importación del aceite a la ANMAT. Posteriormente, presentaron un recurso de amparo y consiguieron que la obra
social costeara la importación del aceite (Revista THC Nº89, 2016).
15 Meses después, en pleno debate parlamentario, la ANMAT se desdecía y comunicaba que dada la “gran cantidad
de consultas y solicitudes” recibidas y “de acuerdo a las conclusiones de la revisión sistemática realizada y
disponible al público en el sitio web institucional”, restringiría las autorizaciones a los casos de epilepsia refractaria
de niños y adultos jóvenes. El comunicado en cuestión data del 7 de octubre y se encuentra disponible en la página
de la ANMAT: http://www.anmat.gov.ar/comunicados/aceite_cannabis_para_uso_compasivo.pdf
Congreso de la Nación la despenalización de “la siembra, el cultivo y la producción de
cannabis para la investigación científica tendiente al uso medicinal”; y el intendente de la
localidad llevaba la propuesta aún más lejos al disponerse a conseguir autorización para
cultivar cannabis para el mencionado ensayo clínico esperando poder sumar otro de epilepsia
refractaria. En los meses siguientes emitieron resoluciones similares los municipios de Morón
y Villa Gesell (provincia de Buenos Aires), y Comodoro Rivadavia (provincia de Chubut).
Apenas unos meses más tarde usuarios/as medicinales y sus familiares se habían organizado
y conformado organizaciones no gubernamentales. Es más, en abril de 2016, Cannabis
Medicinal Argentina (CAMEDA), nacida como comunidad virtual a principios de año, 16
organizó en una localidad de la costa bonaerense el Primer Seminario de Cannabis Medicinal
de Argentina y la intendencia de General La Madrid, el Primer Seminario Internacional de
Cannabis Medicinal. De este último evento participó Mamá Cultiva Argentina una asociación
que, inspirada en su homónima chilena, planteaba como objetivos cultivar cannabis en forma
individual y colectiva para niños/as que padecen epilepsia refractaria y otras patologías y
promover leyes que faciliten el acceso al cannabis medicinal sin restricciones económicas. La
agrupación se había presentado públicamente a comienzos de ese mes en la Universidad
Metropolitana para la Educación y el Trabajo en la Ciudad de Buenos Aires y seis meses
después, estaba conformada por más de quinientas familias oriundas de las provincias de
Buenos Aires, Chubut, Entre Ríos, Mendoza y Santa Fe (Romeral, 2016; Salech, 2018). Al
mes siguiente, usuarios/as medicinales y sus familiares encabezaban la MMM.
En síntesis, la difusión de los beneficios terapéuticos del cannabis dio lugar en Argentina a la
emergencia de nuevos actores políticos que exigían la regulación del acceso al cannabis con
fines medicinales: organizaciones conformadas por usuarios/as y familiares –en su mayoría
madres–17 de usuarios/as terapéutico-medicinales y, en algunos casos, profesionales de la
salud y otros/as especialistas que los/as acompañaban. Esto enfrentó a las agrupaciones
preexistentes a un debate interno respecto a cómo incorporar esa demanda a su lucha por
regular el acceso al cannabis para todo fin. Algunas agrupaciones optaron simplemente por
acompañar el reclamo; mientras que otras, se volcaron no sólo a facilitar el acceso al cannabis
brindando información y asistencia en el cultivo y la producción de derivados sobre todo a
personas mayores, sino que además en muchos casos frente a la creciente demanda
destinaron una parte cada vez más importante de sus cultivos a fines solidarios.
16 La asociación creada en 2015 por un matrimonio de profesionales de la salud cuenta entre sus miembros con
“pacientes, padres, cannabicultores, profesionales de la salud y del derecho” y se encuentra abocada a informar,
mejorar la calidad de vida y lograr una alternativa terapéutica para diferentes patologías que no responden a
tratamientos convencionales. Como objetivo se propone “lograr el acceso de los pacientes de forma legal al
cannabis medicinal, acompañados por el sistema de salud, autorizado por entes regulatorios, producido en todas
sus formas posibles bajo normas de seguridad y calidad establecidas (…), y sea cubiertas por los prestadores de
salud”. Información obtenida en: www.cannabismedicinal.com.ar
17 Sobre las dinámicas de género que atraviesan el cuidado de usuarios/as terapéutico medicinales y las demandas
de acceso al cannabis con fines medicinales en la región ver, entre otros/as autores/as, Díaz (2020a), Góngora
(2017) y Prado (2016).
Nación, había presentado en agosto un proyecto que reducía el acceso a la importación de
aceite a través de la ANMAT –útil únicamente en el veinte por ciento de los casos– y proponía
crear un programa para el estudio y la investigación de las propiedades medicinales del
cannabis para generar evidencia científica. Para el activismo y los/as legisladores/as que
los/as acompañaban, en cambio, había suficiente evidencia empírica y se podía mejorar la
calidad de la evidencia científica, pero ante todo se debía dar respuesta a las personas. De
ahí que, “el dolor no puede esperar” haya sido el lema y el derecho a la salud, en un contexto
político en que la alianza gobernante mostraba un profundo desprecio por toda política pública
que se exprese en términos de derechos humanos, su principal “caballito de batalla”.
Ahora, si bien adoptaron este lugar secundario –es decir, se presentaron como productores/as
al mismo tiempo que relegaban “lo productivo” a un segundo plano–, lo cierto es que el
protagonismo y rápido crecimiento que adquirían las nuevas “agrupaciones medicinales” en
el debate generaba gran preocupación en el activismo de larga data. Probablemente es por
ello que, en 2017, finalmente se logra saldar una gran deuda que el activismo tenía pendiente:
la creación de un frente nacional de agrupaciones. Así, tras una década de intentos fallidos, 18
en febrero de ese año en la ciudad de Necochea (provincia de Buenos Aires) nace el Frente
de Organizaciones Cannábicas Argentinas (FOCA), cuyo objetivo es “promover la regulación
del cultivo en todas sus formas y para todos los usos”, y que se plantea como uno de sus
primeros desafíos precisamente el diseño de estrategias para intervenir activamente en el
debate por los usos terapéuticos del cannabis, 19 además de actuar frente a los allanamientos
18 Los primeros intentos tuvieron lugar tan temprano como 2010. Pero, en palabras de un activista entrevistado,
estos esfuerzos fracasaron, fundamentalmente, debido a las rivalidades internas y a la falta de madurez del
activismo. No obstante, lo cierto es que pese al paso del tiempo y la consolidación del movimiento cannábico la
situación no mejoró. De hecho, aunque en 2012 se conformó una coordinadora de agrupaciones de Buenos Aires,
las rivalidades terminaron frustrando nuevamente el diálogo. Recién en 2014, se logró que nuevamente las
agrupaciones se sentaran a discutir sobre la posibilidad de conformar una coordinadora. A esa reunión en Bariloche
(provincia de Río Negro), le sucedieron otras dos más: una en Mar del Plata en 2014 y la otra en Sierra de la
Ventana en 2015, ambas en la provincia de Buenos Aires.
19 Para un análisis del proceso de constitución, composición y funcionamiento del FOCA ver, Corbelle (2020).
y detenciones de usuarios/as y cultivadores/as de cannabis, que crecieron exponencialmente
durante el debate parlamentario (Corbelle, 2021a).
Según las/os activistas entrevistados/as, si bien uno de los aspectos más evidentes que trajo
la difusión de los usos terapéuticos del cannabis fue el incremento en la cantidad de
agrupaciones –“se multiplicaban como conejos, empezaba a haber organizaciones en cada
pueblo, en cada ciudad, en las ciudades grandes se dividían las organizaciones originales y
surgían tres, cuatro o cinco organizaciones distintas”–, “con un discurso basado en lo
terapéutico”; junto con ello, también destacan los cambios en la composición de las
organizaciones de larga data,
…fue el quiebre en una milésima de segundo de una estructura de setenta años. Esas son
las cosas lindas que se fueron dando cuando empezó todo esto del cannabis medicinal. Y ni
hablar el crecimiento de la organización a nivel humano, familia, después de toda esta ola,
porque fue un aluvión social, en que se gestó todo esto. Se destapó una olla y de repente
obviamente empezamos a conocer un montón de gente y (…) a seis años después de esto,
tenemos madres que vienen del palo de lo terapéutico y son parte de la comisión directiva. O
sea, se amalgamó muy bien (…) nos ha pasado esto de tener un intercambio generacional
(…) y encontrabas una ronda con gente que fumaba, gente que no, pibes de 19 o 20 años
que recién arrancan y están con el primer cultivo, y tenías un señor de 80 y una señora de 75
y nada, eso, la comunión. Se diversificó. Y a su vez, se diversificó sin sobresaltos. Como que
pasó a ser algo normalizado (Entrevista a activista, 2022).
Y, en este sentido, los/as activistas coinciden en que, esta “normalización” –i.e. la creciente
aceptación social del cannabis– contribuyó a su vez a que las actividades cotidianas de las
agrupaciones adquirieran un carácter más abierto,
Nosotros pasamos a hacer más abiertamente cuestiones que eran clandestinas o ilegales,
como por ejemplo abastecer aceite. Al principio, medio que se hacía por debajo: “Bueno,
quién sos, de dónde venís, quién te manda”, y hoy me parece que está más formalizado (…).
Hoy mismo tenemos un dispositivo médico funcionando dentro de la agrupación (…) O sea,
antes nosotros no hacíamos talleres así como hacemos ahora abierto, o charlas de “bueno,
a ver si lo traemos a éste que sabe de esto”. No hacíamos tanto esas cosas. Sí capaz como
intervención política, como para generar algo en algún lado, o nos invitaban. Pero no eran
organizadas por la agrupación. A partir del 2015, nosotros hicimos una charla con Mamá
Cultiva que fue de los primeros talleres abiertos, convocando, en el formato que da un poco
Mamá Cultiva y a partir de ahí quedó, se generó la referencia: un día de atención del
dispositivo medicinal, otro día de acompañamiento en el taller de autoproducción –digamos
cómo cultivar la planta, cómo llegar a tener flores, e ir resolviendo dudas–, y después el aceite,
sobre todo cómo interactúa con el cuerpo, toda la parte no sólo práctica sino también más de
cuidado de la salud… (Entrevista a activista, 2022).
Ahora bien, más allá de los cambios generacionales, la creciente apertura de las actividades,
la incorporación de los saberes profesionales de los activistas a las prácticas cotidianas de
las agrupaciones, y el mayor diálogo con las universidades, una “realidad”, que pasó
desapercibida al ojo externo, probablemente debido a la gran repercusión que tuvo “lo
medicinal”, pero que sin dudas advierten los/as activistas es que, “a partir del 2015 se refuerza
muchísimo el lugar del productor, digamos en el movimiento hubo un movimiento paralelo
entre el crecimiento terapéutico y el crecimiento productivo”. Esto reavivará un histórico
debate entre las agrupaciones respecto a lo que algunos/as activistas denominan el
“endoprohibicionismo” y se comienza nuevamente a discutir acera de cómo debían
posicionarse las agrupaciones frente al suministro gratuito, venta directa y/o indirecta (i.e. a
través de cuotas societales) de semillas, cannabis y sus derivados. Hasta ese momento, este
tipo de actividades eran, en general, fuertemente cuestionadas e incluso el estatuto del FOCA
prohibía a las agrupaciones miembro sostenerse a través de la comercialización de cannabis
o sus derivados. En 2018, en la quinta asamblea del FOCA finalmente se acordó remover el
cuestionado artículo quinto. Esto no quiere decir que todas las agrupaciones comenzaran a
comercializar cannabis. Como explicaba una activista entrevistada “muchas organizaciones
20 Par aun análisis de estas actividades de extensión e investigación bajo dinámicas colaborativas y de co-
producción de conocimiento ver, Romero y Aguilar Avedaño (2020).
eligieron no seguir en la línea de la comercialización por distintos motivos: exposición de
matrícula profesional o demás. Pero el endoprohibicionismo en el movimiento, como
movimiento, se cayó en 2018”.
De todas formas, esta veta productiva no terminará de abrirse sino hasta que, en otro
escenario político más propicio, se modifique la reglamentación de la Ley de Cannabis
Medicinal, impulsando esta, a su vez, nuevas políticas y la sanción de otras normativas.
Comprendimos que atrás del cannabis hay una industria, como en todos lados. Crecimos en
la escuela híper-prohibicionista, que ponía en juicio a la persona que era productora o que
vendía (…) Y nos dimos cuenta que eso no es así. (…) También entendemos
cronológicamente, o espaciotemporalmente, que hace diez años no podíamos salir a bancar
a alguien que estuviera vendiendo porro. Pero también fuimos cómplices de que eso no
cambiara antes. Hasta que nos empezamos a dar cuenta, gracias justamente a la Ley
27.350, que hay mucha gente que necesita ir a comprar el cannabis. Hay mucha gente que
se tiene que abastecer y que no lo cultiva. Hay dos millones de variables distintas que
hacen que una persona no se haga el porro ni el aceite
(Entrevista a activista, 2022)
21 Se trata de una de las Redes Institucionales Orientadas a la Solución de Problemas (RIOSP) del CONICET.
Estas redes se conforman a partir de la asociación de grupos de investigación pertenecientes a Organismos de
Ciencia y Tecnología e instituciones públicas y/o privadas y su objetivo es “abordar problemas complejos y
significativos para el desarrollo del medio social, productivo y el ambiente, así como también situaciones de riesgo
o amenazas” (Información extraída de: https://proyectosinv.conicet.gov.ar/riosp/). En el caso particular de la
RACME está además integrada por organizaciones de la sociedad civil y su objetivo es generar un “programa de
investigación y desarrollo multidisciplinario y multicéntrico que aporte soluciones en este tema de amplia demanda
social” (RACME, 2019).
22 El CCH es un espacio de consulta a la sociedad civil que debe difundir información, auditar y generar propuestas
que faciliten los propósitos del Programa creado por la Ley 23750 y estimular el intercambio de información entre
laboratorios y centros de investigación del Cannabis Medicinal. Se encuentra conformado por representantes del
Ministerio de Salud, el CONICET, la ANMAT, la Agencia Nacional de Laboratorios Públicos (ANLAP), el Instituto
Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA), el Consejo Interuniversitario Nacional, la Defensoría General del
Pueblo de la Nación, la Comisión Nacional de Evaluación de Tecnologías de Salud (CONETEC), el Instituto
Nacional de Semillas (INASE) y de asociaciones civiles con personería jurídica que tuvieran dentro de sus fines la
investigación y uso terapéutico del Cannabis.
producción de cannabis y de los que participan empresas, organismos públicos, gobiernos
provinciales y municipales y, en algunos casos, organizaciones cannábicas. 23
23 Al momento de escribir este capítulo había más de veinticinco proyectos de investigación y productivos en
desarrollo en las provincias de Buenos Aires, Chubut, Córdoba, Corrientes, Jujuy, La Rioja, Mendoza, Misiones,
Salta, San Luis, San Juan y Río Negro. El listado de proyectos aprobados se encuentra disponible en,
https://www.argentina.gob.ar/normativa/nacional/ley-27350-273801/normas-modifican
en 2020, hoy año y medio más tarde se está haciendo rizoma, se está enraizando, se está
metiendo, está realmente tejiendo raíces, realmente está unificando a los actores: las orgas
[organizaciones] van a la uni [universidad], la uni llama a la orga. (Entrevista a activista, 2022)
En otras palabras, las asociaciones no sólo donan el germoplasma y sigue el cultivo, sino que
capacitan en las universidades e incluso participan en ocasiones de la elaboración de los
resultados de la investigación y confección de posters científicos.
Por otro lado, desde el 2020, frente a la eminente puesta en marcha del REPROCANN para
ONG y la presentación del Proyecto de marco regulatorio para la industria del cáñamo y del
cannabis con fines medicinales, comienzan a proliferar al interior del activismo propuestas,
organizaciones y proyectos productivos,
Por un lado, muchos están pensando el tema de la transformación de la orga a la cooperativa.
Por otro lado, hay cooperativas en funcionamiento, o proyectos de cooperativa, en
funcionamiento que no están directamente desprendidos de una ONG, o por ahí son un
pequeño desprendimiento que no hace a la ONG (Entrevista a activista, 2022)
Así, al abrirse esta veta productiva se crearon cooperativas, asociaciones de breeders (i.e.
criadores), cámaras empresariales, pero también se reforzó la presentación de los/as
cultivadores/as como trabajadores/as quienes comienzan a debatir sobre la necesidad de
conformar un sindicato para defender sus derechos laborales, “entendemos hoy en día que la
industria del porro tiene que estar regulada. Hay muchos trabajadores que están en la
clandestinidad hace muchos años y que hacen su trabajo y en contraposición a muchos otros
trabajos, brindan calidad de vida, brindan una solución” (Entrevista a activista, 2022). Es más,
varias agrupaciones vienen trabajando con el Instituto Nacional de Asociativismo y Economía
Social (INAES) en un proyecto piloto para fomentar y financiar, en el marco de la
recientemente sancionada ley de producción, el desarrollo de cooperativas que, más allá de
cuales sean sus resultados, da cuenta del creciente diálogo de algunas organizaciones con
diferentes organismos del estado.
Por último, con el cambio de gobierno, también se reavivaron las demandas por la regulación
del cannabis para uso adulto. Desde el FOCA se impulsó la Campaña Nacional Cannabis al
Congreso que demanda una nueva legislación sobre la planta de cannabis y sus derivados
para todos sus usos y reclama a los/as legisladores/as tomar posición pública sobre el tema
y dar tratamiento a los proyectos con estado parlamentario. Y, a fines del 2019, se creó el
Acuerdo por la Regulación Legal del Cannabis, conformado por más de cincuenta organismos
públicos y organizaciones de la sociedad civil –y del que participan varias agrupaciones
cannábicas–, que tiene por objetivo crear un proyecto propio de regulación del cannabis para
uso adulto y la descriminalización de las conductas asociadas al consumo de todas las
sustancias.
Hoy en día, el mundo del activismo cannábico es un espacio conformado mayormente por
agrupaciones de usuarios/as y cultivadores/as de cannabis y, en menor medida, por activistas
dispersos/as: cultivadores/as, organizadores/as de copas, catas y otros eventos cannábicos,
dueños/as de growshops, integrantes de equipos de trabajo de revistas especializadas, entre
otros actores. En lo que respecta a las agrupaciones, existen cerca de doscientas con
presencia en todas las jurisdicciones del país a excepción de la provincia de Formosa, seis
frentes y tres redes (Mapa Federal Organizaciones Cannábicas Argentinas, 2021), que
realizan tareas de incidencia política, asesoramiento legal, formación, producción, elaboración
de fitopreparados, abastecimiento, acompañamiento psicológico, atención clínica y atención
veterinaria. Esto no siempre fue así.
Como fuimos dando cuenta a lo largo del capítulo, en los primeros años de la década del 2000
los/as cultivadores/as y activistas se encontraban en gran medida dispersos/as, reuniéndose
en espacios virtuales y eventos como copas, catas y parades. En este sentido, la revista THC
pero sobre todo la MMM, fungieron como los primeros aglutinantes y, luego, el Fallo Arriola
de la Corte Suprema de Justicia de la Nación (2009), se constituyó en el puntapié final que
animó a muchos/as a salir a la calle y agruparse. De hecho, la mayor parte de las primeras
agrupaciones cannábicas se conformaron en 2010. En ese entonces, eran organizaciones
pequeñas de estructura simple, abocadas a la defensa de sus integrantes y, en sintonía con
el debate parlamentario de la época, su principal objetivo era la modificación de la ley de
drogas, específicamente, la despenalización de la tenencia para consumo personal y del
autocultivo. Si bien el debate en cuestión se estancó, la participación de los/as activistas en
este ámbito no sólo transformó el modo en que presentaban sus demandas, que puede
caracterizarse como un desplazamiento del lenguaje de los “derechos individuales” al de los
“derechos humanos” –en gran medida debido al contacto con la política partidaria pero
también influenciado por el modo en que se formulaban los cuestionamientos al paradigma
prohibicionista a nivel regional–; sino que además, producto de la discriminación y
estigmatización que sufrían en este y otros escenarios, hizo a la construcción de la categoría
de “usuarios responsable” que aún hoy continúa siendo central a su praxis política.
En síntesis, si bien el derecho que se demanda ha ido cambiando con los años en sintonía
con la agenda política y, junto con ello, también lo ha hecho la forma en que se presentan y
conciben a sí mismos los/as activistas, 24 los objetivos, acciones colectivas y prácticas
cotidianas de las agrupaciones –aunque han adquirido un carácter más abierto– no se han
transformado. Estas continúan abogando por un cambio de paradigma, la regulación del
cannabis para todo fin y la modificación de la ley de drogas; y, para ello, realizan las mismas
actividades y acciones políticas que hace veinte años, aunque la composición de las
agrupaciones se haya modificado y los escenarios diversificado producto de la creciente
aceptación social del cannabis y los vínculos que han sabido forjar con el ámbito académico
y científico, otros colectivos y burocracias del estado.
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Carrillo, S. 2021. Comodoro Rivadavia: por estar registrado un cultivador evita ser allanado.
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24 Esto no supone afirmar que las formas en que se presentan a sí mismos/as sea una elección meramente
estratégica. Al contrario, las categorías de usuario responsable, cultivador/a solidario/a anclan en valores centrales
al movimiento cannábico argentino desde sus inicios y hacen a la forma en que estos/as activistas/as se piensan
a sí mismos/as, valoran, conciben y orientan sus prácticas cotidianas, su vida y, por ende, también su praxis política
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