Está en la página 1de 27

Módulo 1

Envejecimiento normal y reserva cognitiva.


Funcionamiento normal de las funciones Cognitivas.

Autora: Lic. María Elina Polo

Introducción

Según la Organización Mundial de la Salud, debido al aumento de la


esperanza de vida y a la disminución de la tasa de fecundidad, la
proporción de personas mayores de 60 años está aumentando más
rápidamente que cualquier otro grupo de edad en casi todos los países.
El envejecimiento de la población puede considerarse un éxito de las
políticas de salud pública y el desarrollo socioeconómico, pero también
constituye un reto para la sociedad, que debe adaptarse a ello para
mejorar al máximo la salud y la capacidad funcional de las personas
mayores, así como su participación social y su seguridad. Es por esto que
en el presente módulo proponemos como objetivo principal abordar la
conceptualización del envejecimiento normal y sus características
asociadas desde una perspectiva neuropsicológica.

A- Definición y concepto de envejecimiento

El envejecimiento es un proceso natural de duración variable pero


característicamente homogénea para cada especie. Este proceso está
directamente relacionado con el paso del tiempo. Las contingencias
individuales pueden afectar la calidad del envejecimiento y anticipar o
retrasar la muerte, pero en ningún caso condicionan la duración
biológica teórica de la vida (Mangone et al., 2005).
Comfort (1979) define el envejecimiento como un “incremento progresivo
a lo largo de la vida, o a partir de un estadio dado, en la posibilidad de
que un individuo particular pueda fallecer durante la siguiente etapa o
unidad de tiempo por causa de factores distribuidos al azar como
resultado de una pérdida progresiva de las funciones fisiológicas”.

En el ser humano el envejecimiento cronológico se divide en tres etapas:


- 65-74 años: mayores-jóvenes
- 75-84 años: mayores-adultos o mayores-mayores
- >85 años: muy-mayores
El envejecimiento implica una serie de cambios físicos, psicológicos y
sociales relacionados con cambios en todos los órganos, incluyendo el
cerebro. Con el paso del tiempo se da inicio a una serie de modificaciones
cognoscitivas que involucran la memoria, el lenguaje, la percepción, la
atención y las funciones ejecutivas. Estos cambios cognoscitivos
constituyen uno de los factores centrales de las etapas tardías de la vida
(Ardila y Roselli, 2007).

B- Cambios cognoscitivos durante el envejecimiento

1- PERCEPCIÓN

La percepción se entiende habitualmente como el proceso cognitivo


inicial por el que se construye conocimiento –creencias perceptivas-
incitado y fundamentado en nuestro entorno más contiguo (Tirapu, Rios
Lagos y Unturbe, 2011).
Es una función mental con múltiples manifestaciones en las capacidades
de discriminación, comparación, reconocimiento e identificación de
estímulos. La información es recibida por los sistemas sensoriales y es
transmitida al SNC, donde se la utiliza para cuatro funciones:
Percepción-Control de movimientos-Regulación de los órganos internos-
Mantenimiento de información.
Es la interpretación de sensaciones, el primer paso del procesamiento,
proporcionando datos a otros procesos. También es el último, en éste
intervienen procesos superiores tales como el Aprendizaje y la Memoria.
La Percepción normal es espontánea y automática.

Percepción en el envejecimiento normal


La senectud se asocia con una serie de cambios sensoriales y
perceptuales distintivos. La agudeza visual y auditiva disminuye. Un alto
porcentaje de personas mayores de 65 años son hipermétropes, es decir,
presentan pérdida de la visión cercana, pues el endurecimiento del
cristalino impide la proyección nítida de las imágenes visuales sobre la
retina. También presentan dificultades para adaptarse a la oscuridad y
para discriminar diferentes niveles de iluminación, ya que la pupila
disminuye de tamaño con la edad. Así mismo las cataratas y la hipoacusia
son habituales en la población senil. Además se puede observar también
dificultades en la exploración visual que pueden alterar el proceso
perceptual. Botwinck (1981, citado en Ardila y Roselli, 2007) señala que
hay problemas para integrar la información visual, y que se necesita más
tiempo para reconocer e integrar los estímulos.
En estudios transversales, se describen en general diferencias
significativas entre los diversos grupos de edad en cuanto a la velocidad
de percepción, pues las personas mayores responden con mayor lentitud.
Se calcula que la mayoría de los perfiles disminuidos en otras funciones
neuropsicológicas, como la memoria, se puede deber a esta lentificación
perceptual (Wilson et al., 2000).
El olfato y el gusto no parecen cambiar mucho a través del tiempo,
aunque en pacientes con Enfermedad de Alzheimer se hallan
disfunciones olfativas importantes. Después de la sexta década de la vida
hay disminución en el reconocimiento táctil de formas y en la
discriminación de intensidades dolorosas (Botwinck, 1981, citado en
Ardila y Roselli, 2007). Asimismo, la agudeza sensorial y la habilidad
perceptual disminuyen progresivamente con la edad. Estos cambios
afectan el funcionamiento del individuo en otras áreas de la cognición.

2- FUNCIONES VISOESPACIALES, VISOPERCEPTIVAS Y


VISOCONSTRUCTIVAS

Las funciones visoperceptivas están implicadas en la identificación de


una figura enmascarada entre otras figuras, la identificación de caras no
familiares o de figuras. Las funciones visoespaciales se refieren a la
capacidad para relacionar la posición, dirección o movimiento de objetos
o puntos en el espacio. Las funciones visoconstructivas, son aquellas que
implican la integración visoespacial y visoconstructivas con la actividad
motora, por ejemplo, dibujar figuras tridimensionales o hacer dibujos
complejos.

Funciones visoespaciales, visoperceptivas y visoconstructivas en el


envejecimiento normal
En general, estas funciones muestran un declive significativo en el
envejecimiento, que en muchos estudios se justifica por las pérdidas
sensoriales (visión) o motoras, o por el decremento de la velocidad.
Además, se considera que estas deficiencias están asociadas a un
deterioro del hemisferio derecho, concretamente de la región posterior.
Ardila y Rosselli (1989b) aplicaron una serie de pruebas
neuropsicológicas a 346 sujetos normales entre los 55 y los 80 años, y
encontraron diferencias significativas según la edad y el nivel educativo.
Se evidencio que un solo factor explicaba el 36% de la varianza en los
puntajes; este factor incluía pruebas construccionales, visoespaciales y
visomotoras, por lo cual se propuso como representante en el proceso de
envejecimiento (factor “general” de envejecimiento).
1- MEMORIA

Según Kandel la memoria es la capacidad para retener información del


entorno, en forma de representaciones internas, que se encuentra
codificada en circuitos neuronales, en patrones espacio-temporales de
actividades adquiridas, mediante cambios en las propiedades reactivas
de las neuronas como producto del aprendizaje.
Es la capacidad de adquirir, retener, almacenar y evocar información del
ambiente.

Muchos procesos cognoscitivos median la función mnésica, y todos deben


conservarse para que ocurra un proceso normal de memoria, como la
atención, que ante todo es necesaria para registrar información.
La memoria antigua (o remota) se refiere al recuerdo de eventos
distantes en el pasado, y la memoria reciente a la obtención de nuevos
aprendizajes. La memoria antigua y la reciente pueden referirse al
aprendizaje tanto de habilidades motoras (memoria procedimental), cuya
adquisición puede pasar desapercibida por el sujeto (por ejemplo, andar
en bicicleta), como de aprendizaje que puede expresarse a través del
lenguaje y del cual tenemos conciencia de su adquisición (memoria
declarativa) (Ardilla y Roselli, 2007).

La memoria declarativa incluye al menos dos subtipos: la memoria


episódica y la memoria semántica. La primera, también llamada
experiencial, se refiere al acopio de eventos mediante un código espacial
y temporal, por la que se la considera autobiográfica (actividades
realizadas durante el día, por ejemplo), en tanto que la memoria
semántica incluye los aprendizajes mediados por palabras, símbolos
verbales o relaciones semánticas. La memoria semántica comprende
información verbal, por lo general independiente de su fuente de origen o
de la situación durante la cual se adquirió (memoria de la fuente)
(Mitruchina et al., 1989, citado en Ardilla y Roselli, 2007), y se refiere a
toda información evocada que es independiente de la historia personal
del sujeto. El significado de ciertas palabras o el hecho de nombrar a los
últimos presidentes serían ejemplos de memoria semántica. En la
práctica clínica nos siempre se evalúa la memoria procedimental.
El proceso de la memoria está conformado por tres etapas:

1- Codificación: captación de información en el cerebro, mediante extracción


significado. Es el proceso inicial por el que la información física se
transforma en una representación mental almacenada (Delis y Kramer,
2000). El proceso por el que las características de un estímulo o de un
hecho son tratadas y convertidas en una huella mnésica.

2- Almacenamiento: retención de la información codificada de forma


persistente. Se refiere al mantenimiento de la información para poder
acceder a ella cuando se requiera. Supone una transferencia de una
memoria transitoria a una forma o ubicación cerebral para su retención
permanente o posterior acceso. Milner (1966) describió este fenómeno
como un proceso posterior a la codificación que, presumiblemente, media
en la transición de la memoria del almacén a corto plazo a un almacén
más permanente y estable a largo plazo. A este paso lo llamó
CONSOLIDACIÓN. La consolidación es entendida a menudo como
sinónimo de una huella mnésica duradera. Ésta es formada a partir de la
canalización automática de la información al hipocampo, donde
presuntamente es integrada con los registros perceptivos y semánticos
pertinentes

3- Evocación o Recuperación: Representa el proceso consciente de acceso a


la información almacenada (Delis y Kramer, 2000). El fracaso en la
recuperación de información no necesariamente implica que haya
desaparecido la huella mnésica, también puede representar una
dificultad en el acceso o evocación de la misma.

Además, según la duración podemos clasificarla en:


-Sensorial: memoria ecoica, proveniente del sistema auditivo, y memoria
icónica, proveniente del sistema visual.
-Inmediata: se define como la cantidad o volumen de información
(palabras, números, eventos, etc.) que un individuo es capaz de
reproducir después de una sola presentación, la cual tiene un tiempo de
permanencia de uno a dos minutos. Es una memoria de capacidad
limitada que distingue la amplitud de la memoria auditiva o visual,
denominada volumen de memoria (span). El volumen auditivo puede
referirse a cifras o palabras. El volumen visual mide la retención
inmediata de informaciones visuales, como la disposición espacial.
-Memoria a corto plazo (primaria): representa un almacenamiento
transitorio, frágil y sujeto a agentes interferentes.
- Memoria a largo plazo (secundaria): almacenamiento más permanente
de la información, para que esto sea posible se debe completar un
proceso de consolidación de las huellas de memoria. Este proceso lleva
un tiempo variable y se puede extender de minutos a horas y quizás días,
meses o años (Ardila. 1985a).
Diferentes niveles del sistema nervioso participan en la memoria. Las
lesiones en distintas áreas cerebrales pueden generar, directa o
indirectamente, defectos de memoria. Las lesiones en las estructuras del
tallo cerebral que alteran el nivel de conciencia pueden de manera
indirecta afectar el proceso de memoria. A su vez las lesiones en el
sistema límbico, como el hipocampo, la amígdala, los cuerpos mamilares
y algunos núcleos del tálamo, afectan principalmente el proceso de
almacenamiento de información nueva, pero se conserva la capacidad de
recordar hechos antiguos. Algunos autores (Horel, 1978, citado en Ardila
y Roselli 2007) destacan las conexiones entre las estructuras del sistema
límbico y la corteza temporal en el proceso de almacenamiento y
consolidación. El lóbulo frontal parece contribuir en las estrategias de
almacenamiento y en la capacidad de recuperar los recuerdos, inhibiendo
la información irrelevante.

Figura 1: Principales áreas anatómicas del cerebro asociadas a la función


de la memoria.
Cada uno de los hemisferios cerebrales parece especializarse en la
memorización o reconocimiento de un tipo de material. La forma en que
uno y otro procesan la información recibida determina el tipo de
almacenamiento. Se sabe que el hemisferio izquierdo es responsable de
almacenar y recuperar memorias verbales, mientras que el derecho se
especializa en los estímulos visoespaciales. Los pacientes con lesiones del
lóbulo temporal izquierdo o con daño cerebrovascular de la arteria
cerebral media izquierda tienen serias dificultades para recordar
historias o retener frases. Si se les pide que realicen tareas de memoria
verbal, su desempeño será menor al de pacientes con lesiones homólogas
en el hemisferio derecho. Asimismo, los pacientes cuyo hemisferio
izquierdo está inactivado por amital sódico tienen problemas selectivos
en tareas de memoria verbal (Joseph, 1990).

Memoria en el envejecimiento normal


La senectud se relaciona con una disminución en la capacidad de
memoria y aprendizaje. Se incrementa la tasa de olvido al tiempo que
disminuye la capacidad para adquirir nueva información. Estas
dificultades se inician hacia la quinta década de la vida y van
aumentando de manera progresiva. Este declive de la memoria es lento
en el envejecimiento normal, pero acelerado en caso de demencia (Ardila
y Roselli, 2007).
En general la dificultad que se observa en el anciano es la de recordar
eventos recientes, no obstante, recuerdan con facilidad hechos del
pasado. La memoria que más se altera es la reciente debido a que se
reduce la memoria secundaria (Miller. 1977). El sujeto logra asimilar
información inmediata, pero no la convierte adecuadamente en huella de
largo plazo. Estas dificultades de almacenamiento son evidentes tanto
para material verbal como no verbal (Crook et al., 1986), a pesar de que
se advierten mayores defectos en la memoria no verbal (Eslinger et al.,
1988). La edad reduce no solo la capacidad de almacenamiento sino
también el proceso de evocación (Poon, 1985). Además, las claves
semánticas mejoran la ejecución en pruebas de memoria en sujetos
seniles, lo cual implica dichas dificultades en el recobro de la información
almacenada (Smith, 1977).
En relación a la memoria sensorial Walsh (1975) observó que un estímulo
de solo 50 milisegundos inducía una imagen en apenas 20% de los
ancianos y en el 100% de los adultos. En la memoria inmediata hay
lentificación evidente (Craik, 1877).
La merma en la memoria reciente se relaciona con la lentificación en el
proceso de almacenamiento y con la disminución en las estrategias de
metamemoria. Las personas necesitan más tiempo y más ensayos para
aprender material verbal, pues no utilizan adecuadamente estrategias de
almacenamiento ni de recuperación de la información. Cuando el proceso
de almacenamiento es frágil aumentan los agentes interferentes. La
presencia de cierta interferencia proactiva y retroactiva en el proceso de
retención es normal, así como las dificultades para inhibir lo irrelevante
(Anderson y Crack, 2000). Sin embargo, estos factores interferentes se
incrementan en la senectud. West (1986, citado en Ardilla y Roselli 2007)
describe dificultades en la memoria para actividades cotidianas: localizar
objetos, reconocer caras y lugares, aprender nuevas rutas.

La dificultad en la cronología de los eventos (memoria temporal o


secuencial) es otra característica del envejecimiento.
Las dificultades en la memoria reciente pueden ser secundarias a otras
dificultades cognitivas. Horn (1982) demostró que el deterioro en la
memoria del anciano es uno más de los componentes que caracterizan un
deterioro global asociado con la edad. La lentificación en todos los
procesos cognoscitivos puede reducir el proceso de memoria. Es
evidente, sin embargo, que los puntajes dependen no solo de la edad del
sujeto, sino también de su nivel educativo (Ardilla y Roselli, 1989). La
influencia de la reserva cognitiva en el funcionamiento cognoscitivo se
abordará más adelante con mayor especificidad.
Crook y colaboradores (1986) establecieron los criterios para el
diagnóstico diferencial entre las alteraciones de memoria ligadas al
envejecimiento normal y aquellas que indican demencia:
1) Durante el envejecimiento normal se advierten fallas discretas en la
memoria, sobre todo en personas mayores de 50 años.
2) En el olvido senil benigno las quejas de memoria se reflejan en
actividades cotidianas: se olvidan nombres, números telefónicos, hay
dificultad para recordar información en forma inmediata, y similares.
3) El defecto de memoria debe tener una evolución gradualmente lenta,
sin que se agrave súbitamente en los últimos meses.
4) En el olvido senil benigno el desempeño en pruebas de memoria debe
encontrarse hasta una desviación estándar por debajo de la media
para adultos normales.
5) Existe un funcionamiento intelectual global adecuado, del cual se
desprende un desempeño normal de acuerdo con la edad en pruebas
de inteligencia.
6) No hay indicios de demencia
4- ATENCIÓN Y VELOCIDAD DE PROCESAMIENTO

Algunos autores como Lezak, Howieson y Loring, (2004) hablan de la


velocidad de procesamiento en términos de tasa de actividad. Este
concepto hace referencia a la velocidad en la cual las actividades
mentales son realizadas y a la velocidad en las respuestas motoras. Las
alteraciones en la velocidad de procesamiento o en la tasa de actividad
quedan evidenciadas en un enlentecimiento de la actividad mental con un
retardo en los tiempos de reacción en ausencia de problemas motores.

La atención es un proceso neurocognitivo básico, del cual depende en


gran parte el óptimo funcionamiento de otros procesos cognitivos más
complejos. Luria la definió desde una perspectiva neuropsicológica como
el proceso selectivo de la información necesaria, la consolidación de los
programas de acción elegibles y el mantenimiento de un control
permanente sobre ellos. Así la atención debe considerarse como un
sistema complejo de subprocesos específicos, a través de los cuales
dirigimos la orientación, el procesamiento de la información, la toma de
decisiones y la conducta.

En la actualidad no existe una definición consensuada entre los autores


debido a dos motivos fundamentales; por un lado, existe una dificultad
tanto a nivel experimental como aplicada, de desligar la atención del
resto de los procesos con los que interactúa, así como también por los
problemas a la hora de establecer límites entre diferentes mecanismos
atencionales que interactúan entre sí.
Existen varios modelos explicativos del funcionamiento de la atención.
Aquí abordaremos tres de ellos: La teoría de Mesulam, la teoría
Multicomponente de Posner y el modelo de Corbetta y Shulman (2002).
a) Teoría de Mesulam
Define a la atención como una variedad de fenómenos psicológicos y la
divide de la siguiente forma:

La alteración de estos procesos dará lugar a diferentes dificultades.

b) Modelo de Posner
Teoría multicomponente
La atención es un mecanismo central de control del procesamiento de la
información que actúa de acuerdo con los objetivos del organismo
activando o inhibiendo procesos, y que puede orientarse hacia los
sentidos, las estructuras de conocimiento en memoria y los sistemas de
respuesta. El sistema atencional es un sistema complejo, no unitario,
cuyas partes se concretan anatómicamente en un conjunto de redes de
áreas específicas. Los componentes de cada una de estas redes realizan
una serie de operaciones concretas. La atención se conformaría por tres
redes de áreas, que no son excluyentes mutuamente ni abarcan todos los
aspectos de la atención, pero que sin embargo mantienen una relación
funcional durante la respuesta a estímulos (Posner & Petersen, 1990;
Funes & Lupiáñez, 2002). Postula tres redes neurales o subsistemas
diferentes:
1. Red de alerta o de vigilancia: se encarga de controlar y mantener la
alerta.
A nivel cognitivo, la red de alerta o vigilancia, se relaciona con el control
y el mantenimiento de la alerta. La ALERTA es un mecanismo endógeno,
o definido como el estado óptimo de un organismo para procesar
estímulos. La alerta fluctúa entre dos estados: sueño y vigilia

2. Red de orientación o red de atención posterior: se ocupa de direccionar


la atención. Permite dirigir el foco de la atención, hacia una determinada
fracción del mundo. Orientar es ajustar los canales sensoriales para que
procesen mejor esta fracción del mundo. Depende de la modalidad de
procesamiento que se trate: Auditiva, Visual, etc.

3. Red ejecutiva o red de atención anterior: la atención tiene una capacidad


limitada, por lo cual necesitamos seleccionar una fracción del mundo en
función de ciertos objetivos, para procesar la información con mayor
detalle. Así, la Red Ejecutiva tiene a su cargo la selección del estímulo
que necesitamos procesar, y administrar los recursos atencionales que
son limitados. A nivel cortical participan dos estructuras diferentes: la
corteza cingular anterior y la corteza frontal próxima a esta región (las
áreas motoras suplementaria y el campo ocular frontal) y los ganglios de
la base. Estas estructuras se encuentran en estrecho vínculo con los
ganglios de las bases (núcleos de la subcorteza) y todas reciben
influencia de la vía dopaminérgica que se origina a nivel del tronco del
encéfalo.
Figura 2: Anatomía de las tres redes atencionales: red de alerta, red
de orientación y red ejecutiva. Fuente: Postner y Rothbart, 2007

c) Modelo de Corbetta y Shulman (2002)


La aportación fundamental de estos autores ha consistido en la
incorporación de los resultados de la neurofisiología animal y de la
neuroimagen funcional en humanos a la noción de redes atencionales
distribuidas, pero en interacción. Proponen la existencia de dos redes
cerebrales parcialmente independientes que desempeñan dos tipos de
funciones diferentes y complementarias a la vez en el control de la
atención. Uno de esos sistemas, de localización frontoparietal dorsal,
integraría partes de la corteza intraparietal y del surco frontal superior, y
estaría implicado en los mecanismos de selección de estímulos y
respuestas en virtud de las metas del individuo de manera voluntaria
(sistema de arriba-abajo).
El otro sistema, de localización frontoparietal ventral, incluiría el cortex
temporoparietal y la corteza frontal inferior. Lateralizado en el
hemisferio derecho, estaría especializado en la detección de estímulos
conductualmente relevantes y, en particular, de aquellos salientes,
inesperados o novedosos. Este sistema interactúa con la red
frontoparietal dorsal a modo de “cortocircuito”, redirigiendo la atención
a los eventos novedosos (Tirapu Ustarroz, Ríos Lagos y Maestu Unturbe,
2011).
De este modo, la extensa red frontoparietal dorsal y, en particular,
estructuras como el surco intraparietal (SIP) y los campos oculares
frontales (FEF, por sus siglas en inglés), tendrían la función de generar
sets atencionales (entendidos como la selección de estímulos-respuestas
dirigidos por las metas) y aplicar dichos sets durante el procesamiento de
los estímulos. Este sistema corresponde, según los mismos autores, a los
componentes parietal y frontal de las redes atencionales del modelo de
Mesulam, y extiende a través de los FEF la función de “orientación”
postulada en el sistema atencional posterior del modelo de Posner y
Petersen. En resumen, este sistema sería el responsable del
establecimiento de conexiones entre la información sensorial relevante y
las representaciones motoras adecuadas (Tirapu Ustarroz, Ríos Lagos y
Maestu Unturbe, 2011).

Atención y velocidad de procesamiento en el envejecimiento normal


La lentificación de las respuestas es una característica central del
proceso de envejecimiento. El nivel general de actividad motora
disminuye y los ancianos tienen respuestas más lentas que los adultos
jóvenes.
El tiempo de reacción (TR) se refiere a la latencia de una respuesta. Es el
tiempo que media entre la presentación de un estímulo y la aparición de
la respuesta correspondiente. Las tareas de tiempos de reacción simple
miden la velocidad de respuesta ante un estímulo especifico. Mientras
que las tareas de tiempo de reacción selectivas (TRS) exigen la selección
de una respuesta entre varias, después de haberse presentado el
estímulo. El TR presenta una medida sencilla que se relaciona con la
edad: tiende a incrementarse en los niños y a disminuir poco a poco con
la maduración cerebral, para luego incrementarse de nuevo con la
senectud. Cuando se introduce un reconocimiento activo, como el tiempo
de reacción selectivo, las latencias aumentan para los grupos de todas las
edades. Este incremento, sin embargo, es especialmente notorio en los
extremos (niños y ancianos) (Ardila y Roselli, 2007).
El TR se relaciona con la lentificación motora que aparece durante el
envejecimiento, y parece ser evidente al pasar de los 70 años (Bleecker
et al., 1987). Esta lentificación se produce de manera diferencial en
hombres y mujeres. Bleecker y colaboradores (1987) estudiaron el TR en
176 adultos hombres y mujeres, con edades entre los 40 y los 90 años.
Los hombres fueron consistentemente más rápidos que las mujeres en
todos los grupos de edad y presentaron un incremento en los TR después
de los 80 años, mientras que en el grupo de mujeres este incremento
ocurrió después de los 70 años (Ardila y Roselli, 2007).
Las dificultades atencionales han sido particularmente estudiadas en
pacientes con Trastorno por Déficit de Atención. Al utilizar tareas de
atención dividida (como con el método de audición dicótica), Craik (1977)
descubrió alteraciones atencionales en sujetos seniles normales. Los
jóvenes producen 83% de respuestas correctas, mientras que los
ancianos solo producen 29%, lo cual indica una disminución en tal
habilidad. Sin embargo, los procesos atencionales, la capacidad de
concentrarse, la atención selectiva y la distractibilidad por un
envejecimiento normal no han sido adecuadamente estudiados (Ardila y
Roselli, 2007).

5- LENGUAJE
Es una función cognitiva superior, esencialmente humana, que nos
distingue del resto de los animales.
Los lingüistas consideran que las palabras están formadas por unidades
de sonido denominadas fonemas. El análisis de cómo se procesan los
fonemas se denomina análisis fonológico. Los fonemas, a su vez se
combinan para formar morfemas, que son las unidades más pequeñas
que constituyen la palabra y que tienen sentido. Un morfema puede ser
una base (hacer en deshacer), un prefijo (des en deshacer) o una
inflexión (endo en corriendo o as en niñas). Algunos morfemas son
palabras completas otros deben combinarse para formar palabras. El
léxico es el conjunto de todas las palabras que hay en un idioma. Las
palabras se combinan según determinados patrones y conforman las
reglas de la gramática, también conocidas como “sintaxis”. Un aspecto
clave de la sintaxis es la elección apropiada de los tiempos verbales.
Es interesante el hecho de que los niños desarrollen habilidades
sintácticas independientemente del entrenamiento formal, lo cual
condujo a Chomsky a sugerir que el ser humano posee un mecanismo
innato para el desarrollo del lenguaje. El significado que surge de las
palabras y oraciones es lo que se conoce como “semántica”. La
entonación vocal que puede modificar el sentido literal de palabras y
oraciones es lo que llamamos “prosodia”. Finalmente, la combinación de
oraciones en un relato con sentido se denomina “discurso” (Kolb y
Whishaw, 2003).
El léxico mental es un almacén, una memoria de largo plazo en la que se
guarda distinto tipo de información con respecto a las palabras. Dicho
almacén guardaría al menos tres tipos diferentes de información:
Semántica: Información con respecto al significado de una palabra.
Formal: Información con respecto a la forma sonora de una palabra oral
o a su forma ortográfica, en el caso de una palabra escrita.
Sintáctica: Información con respecto a cómo se combinan las palabras
dentro de una oración.
Lenguaje en el envejecimiento normal
El desempeño en pruebas verbales no varía notablemente con el paso del
tiempo. Como norma general, se asume que los procesos verbales son
muy resistentes al envejecimiento, a diferencia de los conocimientos
experienciales y las habilidades espaciales. Es común que la memoria
semántica se conserve durante la senectud, mientras que la memoria
episódica sufre un mayor deterioro (Mitrushina et al., 1989). Este patrón
típico de envejecimiento (mejor conservación de las habilidades verbales
y mayor decremento de las habilidades no verbales) podría no aplicarse a
sujetos analfabetos (Finley et al., 1991), lo que llevaría a suponer que
tampoco es necesariamente válido en todas las culturas (Ardila y Roselli,
2007).
En general, se acepta que los efectos de la edad sobre el lenguaje no son
evidentes sino a partir de los 80 años. Sin embargo, después de la sexta
década comienzan a observarse algunos cambios sutiles. Botwinick et al.,
(1975, citado en Ardila y Roselli 2007) compararon los resultados de la
subprueba de vocabulario de la Escala de Inteligencia de Wechler entre
jóvenes y ancianos. Encontraron que, a pesar de que estos últimos
producían definiciones adecuadas, estas eran cualitativamente inferiores
a las producidas por los jóvenes, tanto en relación con el tipo de
descripciones como en el manejo de sinónimos. Sin embargo, Mitrushina
et al. (1989, citado en Ardila y Roselli 2007) estudiaron cualitativamente
las respuestas a la misma prueba de vocabulario en 156 sujetos con
edades entre los 58 y los 85 años y no encontraron vínculos significativos
entre la calidad de las respuestas y la edad.
Los resultados obtenidos en los estudios sobre memoria de las palabras
no siempre resultan consistentes. Cerella y Fozard (1984), y Mitchell y
Perlmutter (1986), no hallaron ningún decremento lexical asociado con el
envejecimiento. Cerella y Fozard demostraron cierta estabilidad en el
proceso de registro y evocación de información semántica. Más aún,
funciones lingüísticas como el estilo narrativo pueden mejorar y volverse
más complejas y sofisticadas a una edad avanzada. Sin embargo, otros
estudiosos encontraron que la edad afecta la fluidez verbal dentro de
categorías semánticas (por ejemplo, animales) más que la producción de
palabras dentro de categorías fonológicas (Tombough et al,.1999) lo cual
evidencia que la memoria semántica es más sensible al envejecimiento.
Sin embargo, los ancianos normales muestran fallas discretas en la
capacidad de hallar palabras. También se advierte una tendencia a la
reducción en el repertorio lexical y un incremento en los tiempos
necesarios para recuperar información verbal. La capacidad de
denominación se reduce significativamente durante el envejecimiento, en
particular después de la séptima década (Wingfield y Stine-Morrow,
2000). Esta dificultad es notoria en la tardanza para encontrar la palabra
necesaria, y en el fenómeno de la punta de la lengua.
En conclusión, podemos inferir que el lenguaje no es afectado
significativamente en el envejecimiento normal.

6- FUNCIONES EJECUTIVAS
El término “Funciones Ejecutivas” es un término relativamente reciente
dentro de las neurociencias. La observación de que las áreas cerebrales
prefrontales están involucradas en estrategias cognitivas, tales como la
solución de problemas, formación de conceptos, planeación y memoria de
trabajo, dio como resultado el concepto de “funciones ejecutivas” (Ardila
& Surloff, 2007).
Luria el antecesor directo del concepto de funciones ejecutivas, propuso
tres unidades funcionales en el cerebro: (1) alerta-motivación (sistema
límbico y reticular); (2) recepción, procesamiento y almacenamiento de la
información (áreas corticales post rolándicas); y (3) programación,
control y verificación de la actividad, lo cual depende de la actividad de
la corteza prefrontal (Luria, 1980). Luria, menciona que esta tercera
unidad juega un papel ejecutivo.
Lezak (1983) se refiere al “funcionamiento ejecutivo” para distinguirlo de
funciones cognitivas que explican el “cómo” de las conductas humanas.
Baddeley (1986) agrupó estas conductas en dominios cognitivos que
incluían problemas en planeación y organización de conductas,
desinhibición, perseveración y decremento en fluidez e iniciación.
Baddeley también acuñó el término “síndrome disejecutivo”. Cada
componente del funcionamiento ejecutivo se añade al conjunto de
procesos cognitivos, que incluyen el mantenimiento de un contexto para
la solución de problemas, dirección de la conducta hacia un objetivo,
control de la interferencia, flexibilidad, planeación estratégica y la
habilidad para anticipar y comprometerse en actividades dirigidas a una
meta
La definición de función ejecutiva incluye la habilidad de filtrar
información que interfiere con la tarea, involucrarse en conductas
dirigidas a un objetivo, anticipa las consecuencias de las propias acciones
y el concepto de flexibilidad mental (Denckla, 1996; Goldberg, 2001;
Luria 1969, 1980; Stuss & Benson, 1986). El concepto de moralidad,
conductas éticas, autoconciencia y la idea de los lóbulos frontales, como
un director y programador de la psique humana también se contemplan
dentro de su definición (Ardila & Surloff, 2007).
Luria (1966,1969) relaciona la actividad de los lóbulos prefrontales con la
programación de la conducta motora, inhibición de respuestas
inmediatas, abstracción, solución de problemas, regulación verbal de
la conducta, reorientación de la conducta de acuerdo a las
consecuencias conductuales, integración temporal de la conducta,
integridad de la personalidad y conciencia.
Inicialmente se pensaba que el “lóbulo frontal” y la “corteza prefrontal
eran sinónimos del déficit ejecutivo. Posteriormente, se hizo evidente que
el “síndrome prefrontal” y las “funciones ejecutivas” no son sinónimos.
La corteza prefrontal juega un papel clave de monitoreo en las funciones
ejecutivas, pero también participan otras áreas del cerebro.
Elliott (2003) define el funcionamiento ejecutivo como un proceso
complejo que requiere la coordinación de varios subprocesos para lograr
un objetivo particular. Los procesos frontales intactos, a pesar de no ser
sinónimos del funcionamiento ejecutivo, son parte integral de esta
función. Aunque los esfuerzos para localizar el funcionamiento ejecutivo
en áreas cerebrales frontales discretas no han sido concluyentes, el
punto de vista actual es que la función ejecutiva es mediada por redes
dinámicas y flexibles. Los estudios de neuroimagen han involucrado a
regiones posteriores, corticales y subcorticales en el funcionamiento
ejecutivo (Roberts, Robbins, & Weiskrantz, 2002).
Stuss y Benson proponen el modelo Jerárquico, en el cual las funciones
de la corteza prefrontal componen un sistema con funciones jerárquicas,
independientes, pero interactivas.
Figura 3: Sistema jerárquico de las Funciones Ejecutivas.Fuente: Tirapu
Ustarróz y Luna Lario. Neuropsicología de las Funciones Ejecutivas.

1- Autoconciencia: es la representación de las experiencias subjetivas


actuales en función a las previas. Monitorización de la propia actividad
mental y utilización del conocimiento adquirido para resolución de
nuevos problemas y guiar la toma de decisiones en el futuro.
2- Control ejecutivo/cognitivo: es la anticipación, selección de objetivos,
formulación y planificación previa de posibles soluciones e iniciación de
la monitorización de la respuesta y sus consecuencias.
3- Función prefrontal medial basal: Impulso es la iniciación y
mantenimiento de la actividad mental y conductas motoras, relacionada
con la emoción. La organización temporal implica el mantenimiento de
secuencias de información y percepción temporal de los sucesos
4- Funciones posteriores basales: Atención, percepción, memoria,
lenguaje, cognición visuoespacial, conducta motora y emociones.

Por otro lado, se encuentra la memoria de trabajo (Baddeley & Hitch


,1974), es un sistema de capacidad limitada que permite el
almacenamiento temporal y la manipulación de la información necesaria
para la realización de tareas complejas, como la comprensión, el
aprendizaje o el razonamiento. Es un sistema dinámico, un conjunto de
procesos y mecanismos implicados en el control, la regulación y el
mantenimiento activo de la información al servicio de tareas complejas.
La atención y los procesos ejecutivos son procesos integrales de la
memoria de trabajo.
Los subcomponentes de la memoria de trabajo son:

1- Bucle Fonológico: bucle articulatorio, es un almacén acústico y verbal de


la información. Proporciona el mantenimiento de información verbal.
Comprende un almacén fonológico temporal en el que las huellas
mnésicas decaen a los pocos segundos, salvo que se avive mediante
práctica articulatoria. Es el componente más desarrollado del modelo de
memoria de trabajo. Su función se refleja muy claramente en la tarea del
span de memoria, en la que una secuencia de elementos debe repetirse
en el mismo orden, inmediatamente tras su presentación.

2- Agenda Visuoespacial: es el equivalente al bucle, pero para información


visual

3- Ejecutivo Central: es un sistema atencional de capacidad limitada. Tiene


íntima relación con el sistema atencional supervisor de Norman y
Shallice. Se encarga de focalizar, sostener y cambiar el foco atencional, y
de conectar la memoria de trabajo con la memoria a largo plazo.
Funciona como enlace entre la memoria a largo plazo y dos sistemas
esclavos. El ejecutivo central sería el responsable de la selección y el
funcionamiento de estrategias, así como del mantenimiento y alternancia
de la atención de forma proporcional a la necesidad. Cuando se requiere
de una acción novedosa, como puede ser en el momento de tener que
enfrentarse con un problema inesperado, el ejecutivo central se
sobrepone a los esquemas. Es responsable de la planificación y la
coordinación de actividades.

4- Buffer episódico: Baddeley (2000) es quien propone el término de buffer


episódico y lo define como un sistema de almacenamiento temporal capaz
de integrar información de distintas fuentes, probablemente controlado
por el ejecutivo central. Sostiene episodios en los que la información es
integrada a través del espacio y, potencialmente, extendida en el tiempo.
Además, junta la información para formar episodios integrados, siendo la
interfaz entre los subsistemas de la memoria de trabajo y la memoria a
largo plazo.
El buffer episódico puede almacenar información en un código
multidimensional, como estación temporal entre los sistemas esclavos y
la memoria a largo plazo. Se cree que lo controla el ejecutivo central, que
sería el responsable de ligar información de diferentes fuentes en
episodios coherentes, que se considera que se pueden recuperar
conscientemente.

Figura 4: Gráfica de la memoria de trabajo

Funciones ejecutivas en el envejecimiento normal


Algunas investigaciones sostienen que, de las habilidades cognoscitivas,
las funciones ejecutivas son las más sensibles al proceso de
envejecimiento (Jurado, Matute y Rosselli, 2008). De hecho, las
observaciones de una vulnerabilidad especial del lóbulo prefrontal a los
efectos de la edad junto con la observación del deterioro específico de los
procesos cognitivos han llevado a afirmar que dichos procesos mediados
por el lóbulo frontal son los primeros en sufrir deterioro con la edad
avanzada (Dempster, 1992; West, 1996 citados en Jurado et al., 2008).
Para que se produzca el aprendizaje, es fundamental la actividad de estas
funciones de orden superior, ya que van a permitir a la persona, por un
lado, diseñar y planificar una serie de estrategias, y por otro, observar
críticamente ese proceso, revisar si esas estrategias son las adecuadas,
corregir los errores y modificar las acciones y comportamientos que se
requieren para resolver las situaciones nuevas que el sujeto tiene que
enfrentar en su relación con el medio, permitiéndole así la adaptación al
mismo. De este modo, podemos observar cómo el cerebro, y
particularmente, las funciones ejecutivas permiten la expresión de la
conducta, posibilitando la adquisición de aprendizajes que a la vez van a
provocar cambios en la actividad cerebral manifestándose en el aumento
de conexiones y circuitos neuronales que permitirán una mejor actividad
de estas funciones cerebrales superiores, y otorgará la adquisición de
experiencias que serán necesarias para el logro de aprendizajes nuevos y
de mayor complejidad (Mías, 2000).
Las funciones ejecutivas y el aprendizaje muestran cambios con el paso
de los años. De hecho, los resultados de las pruebas neuropsicológicas
que evalúan el funcionamiento ejecutivo de muchos adultos mayores
sanos presentan, en general, indicios de disfunción, incluyendo excesiva
rigidez mental, alteración de la atención, enlentecimiento del
procesamiento de la información y dificultades para la toma de
decisiones, modificaciones que inevitablemente inciden para que el
proceso de aprendizaje se realice de manera diferente a etapas
anteriores de la vida (Jurado, 2008).
La memoria de trabajo también se ve afectada por la edad. Algunos
estudios sugieren que al reducirse la capacidad de memoria de trabajo se
limita la capacidad para almacenar, monitorear y manipular información,
todo ello al mismo tiempo (Schneder y Pichona-Fuller, 2000).
Facundo Manes y Teresa Torralva (2007), miembros del Instituto de
Neurología Cognitiva (INECO), han demostrado a través de sus
investigaciones que, a pesar de estos cambios, el adulto mayor puede
mantenerse activo cognitivamente, puede seguir aprendiendo, gracias
primordialmente a que el cerebro conserva una considerable plasticidad.
La plasticidad supone la habilidad que poseen las células nerviosas de
desarrollar, mantener y reorganizar sus conexiones y de modificar los
mecanismos implicados en su comunicación con otras células.

C- Cambios físicos
Existe una variedad de cambios físicos en la senectud. Por nombrar
algunos de ellos, sabemos que hay cambios en los órganos de los
sentidos: pérdida de agudeza visual, reducción del campo visual, pérdida
progresiva de audición, atrofia del canal auditivo externo, menor
capacidad para distinguir olores, aumento del umbral gustativo, y menor
sensibilidad al dolor y a la temperatura. Asimismo, la piel pierde su
elasticidad, apareciendo arrugas y manchas.
Por su parte, en el sistema músculo-esquelético disminuye la masa
muscular, mayor fragilidad, se modifica la marcha, aumenta la base de
sustentación y la flexión del tronco, y disminuye el braceo.
En el sistema excretor suele haber déficit en los riñones para filtrar la
sangre e incontinencia urinaria. El sistema respiratorio, reduce la
cantidad y calidad del oxígeno en sangre y el sistema cardiovascular,
tiene cambios en las arterias, se reducen las válvulas cardiacas.
En relación al cerebro, el peso cerebral permanece estable hasta los 45 o
50 años, a partir de este momento comienza un declive lento. Se ha
estimado que para la edad de 86 años el cerebro se habrá reducido cerca
de un 11% si lo comparamos con su peso a los 19 años. conforme decrece
el peso cerebral incrementa los ventrículos y los surcos corticales de
forma concomitante, la sustancia gris y la blanca reducen su volumen,
pero a ritmos diferentes; así a la edad de 20 años, la proporción de
sustancia gris /blanca es de 1,28/1 a los 50 esta proporción es de 1,13/1;
esto refleja la maduración de la sustancia blanca durante la etapa adulta
temprana. Sin embargo, a la edad de 100 años la proporción se
incrementa hasta 1,55/1, lo cual indica una reducción diferencial en
sustancia blanca con la edad. diferentes regiones cerebrales también
disminuyen de volumen a ritmos diferentes (Mataró, 2014).

El estado actual del conocimiento de los cambios cognitivos en el


envejecimiento normal presenta una gran diversidad de resultados,
mostrando distinto grado de afectación en una amplia gama de
funciones: velocidad de procesamiento, memoria, funciones
visoperceptivas, visoespaciales y visoconstructivas, funciones
lingüísticas, atención y funciones ejecutivas (p.ej, Van Hooren et al.
(2007), Van der Elst et al. (2006); Meijer et al. (2009). Ahora bien, esta
afectación no es global, ni siquiera homogénea dentro de una misma
función, sino que se caracteriza por ser una afectación diferencial de los
componentes y/o subcomponentes y procesos que constituyen las
funciones cognitivas

D- Cambios emocionales
Con el paso del tiempo la gente tiende a reducir el número de
actividades, las novedades resultan menos atractivas y en muchos casos
la rutina es fuente de tranquilidad. Estos cambios son evidentes en la
mayoría de las personas a partir de los 70 años, aunque existen
importantes diferencias individuales (Cumming y Benson, 1992). La
tendencia a la depresión constituye la alteración afectiva más frecuente
en la senectud. Los estados emocionales pueden afectar el
funcionamiento cognoscitivo. Asimismo, los pensamientos o estados de
ánimo negativos pueden inhibir el buen funcionamiento en pruebas
cognoscitivas (Isaacowitz et al., 2000).
Hay ciertos aspectos comunes en la vida de la mayoría de las personas
seniles: la presencia de enfermedades, la enfermedad o muerte del
cónyuge -incluidos los amigos o familiares- , ausencia de la familia
inmediata (hijos), merma en el número de intereses y limitaciones físicas
generales. Estos aspectos pueden explicar la frecuencia con que se
manifiesta la depresión. Cuando esta es severa, se trata de una condición
psicológica que no puede ser explicada sólo por factores ambientales y
que requiere tratamiento médico apropiado.
Muchos autores opinan que el envejecimiento no necesariamente se
relaciona con cambios emocionales negativos, sino que, por el contrario,
tiene que ver con un mayor control de las emociones y con una menor
recurrencia de trastornos psiquiátricos (Isaacowitz et al., 2000). Los
cambios emocionales negativos están más vinculados a factores sociales
y culturales (Staundinger y Pasupathi, 2000).

E- Reserva Cognitiva
La reserva cognitiva, es la capacidad que posee la persona para afrontar
severos daños cerebrales conservando sus capacidades funcionales
preservadas, es decir clínicamente libre de signos de deterioro cognitivo.
Con el paso del tiempo se han realizado investigaciones que han
modificado con ciertos matices dicho concepto, en la actualidad la
reserva cognitiva tiende a entenderse como la combinación de una serie
de factores que dan lugar al desarrollo de una capacidad cuya función es
conservar la integridad de las funciones cognitivas durante un lapso
superior al esperado, a partir del deterioro natural de las estructuras y
conexiones cerebrales originadas por causas naturales o patológicas
(Quiroz, 2013).
Dentro de los elementos determinantes de la reserva cognitiva, se
incluyen elementos como: propiedades anatomofuncionales del cerebro,
capacidad intelectual, duración y calidad de la educación, desempeño
profesional o laboral, las actividades de ocio, recreación, la interacción y
las relaciones sociales.
La reserva cognitiva es resultado de un proceso que se inició en las
primeras etapas de la vida y que continúa a lo largo de la misma, por lo
que es probable que pueda ser estimulada y enriquecida por diversos
factores a lo largo del tiempo.
Cuando se empezó a utilizar el término como tal, se relaciona el grado de
reserva cognitiva con el nivel de escolaridad, realizándose varios estudios
al respecto. Se tomó en cuenta el grado de estimulación cognitiva en las
primeras décadas de las personas.En la actualidad sabemos que existen
infinidad de variables que influyen en el desarrollo y el desenvolvimiento
y potenciación de la reserva cognitiva a lo largo de la vida de la persona,
aunque no existen estudios concluyentes con respecto a la importancia
de cada uno de los factores que intervienen.
Existen teorías que proponen que las relaciones sociales incrementarían
la reserva cognitiva dado que las personas deben poner en manifiesto sus
recursos y capacidades para lograr una mejor comunicación, así como
también el aprendizaje de idiomas también se ha considerado una
actividad que ayuda a incrementar la reserva cognitiva.
Ricardo Allegri y Liliana Sabe destacaron el rol de la denominada
“reserva cognitiva” a la hora de combatir el avance del mal de Alzheimer.
Tres años antes, la española Yolanda Vecilla Bravo (2008) publicó una
interesante tesis sobre la misma variable que, si bien “contribuye a
tolerar mejor los efectos de la demencia”, parece terminar convirtiéndose
en parte del problema.
El artículo académico distingue entre “reserva cognitiva” (Re Co) y
“cerebral” (Re Ce). La primera engloba “habilidades psicológicas, fruto
de la experiencia a lo largo de la vida”, como el trabajo y la educación: la
Re Co es más alta en personas con gran demanda intelectual (tanto en
sus trabajos como en sus momentos recreativos), con alto grado de
actividad física durante la infancia, con un buen desarrollo de las
relaciones sociales (numerosas y/o de calidad) entre otras características.
La reserva cognitiva dependería entonces del desarrollo de la
inteligencia potencial, de la capacidad adaptativa del sujeto, de su
eficiencia y flexibilidad para resolver distintos tipos de problema. En
cambio, la reserva cerebral se define por factores biológicos innatos
(tamaño del cerebro, cantidad de neuronas, densidad sináptica,
enfermedades hereditarias) que conforman un tejido cerebral más o
menos plástico. (Bertoni, 2012).

Vecilla Bravo (2008) en su tesis aclara que ambas reservas se encuentran


“intrínsecamente unidas” por un vínculo de reciprocidad “cuyo origen o
principio es bastante borroso”. La interacción es “palpable”: así como
puede aumentar la cantidad de neuronas e incluso la densidad sináptica,
una mayor Re Co también encuentra su límite o techo en las cualidades
innatas que posee la Re Ce.

Según dicha autora “la teoría de la reserva cognitiva explica que una
educación superior y una ocupación laboral elevada son factores de
protección contra la expresión clínica del Alzheimer, pero nunca contra
el daño neuronal” derivado del olvido patológico. En otras palabras, el
nivel de reserva cognitiva incidirá en la manifestación más temprana o
más tardía de los síntomas de la enfermedad. Es cierto que una adecuada
estimulación intelectual mantiene en forma a la reserva cognitiva, y por
lo tanto retarda la aparición sintomatológica del Alzheimer. Pero el
problema es que, en el paciente con alta Re Co, los síntomas terminan
irrumpiendo cuando el daño cerebral está más avanzado que en alguien
con menos Re Co: en esta instancia la reserva cognitiva se queda sin
sustrato biológico (porque la Re Ce es mínima), y entonces la enfermedad
se desarrolla mucho más rápido.
Bibliografía

1. Allegri R, Harris P, Drake M (2000). La evaluación


neuropsicológica en la Enfermedad de Alzheimer. Revista
Neurológica Argentina, 2000; 25 (1); 11-15.

2. Ardila, A. & Ostrosky, F (2012). Guía para el diagnóstico


neuropsicológico. In Medicina de
Psicología.URL:http://medicinapsicologia.ugr.es/file.php/7/Docume
ntos/Libros/Ardila_Ostrosky_2012_Guía_p a r a _ e l _ d i a g n o s t
i c o _ n e u r o p s i c o l o g i c o [27.01.2012]

3. Ardila, A. y Rosselli, M. (2007). Neuropsicología Clínica. México,


D.F. Editorial El Manual Moderno

4. Arnedo, M; Bembibre, J y Triviño M (2012), Neuropsicología a


través de casos Clínicos. Editorial Médica panamericana

5. Butman J.; Arizaga R.L.; Harris p.; Drake M.; Baumann D.; Pascale
A; Allegri R..; MAngone C.; Ollari J.A. (2001) El Mini – Mental State
Examination en español. Normas para Buenos Aires. RevNeurol
Arg; 26 (1): 11-15

6. Esparza Pérez, A M, (2005) La demencia: diagnóstico y evaluación


Revista de Especialidades Médico-Quirúrgicas [en linea] 10
(septiembre-diciembre) : [Fecha de consulta: 4 de julio de 2016]
Disponible en:<http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=47310302>
ISSN 1665-7330

7. Fernández, A & Scheffel, D. (2003). A study ofthe criterion validity


ofthe Mattis Demencia Rating Scale. International Journal of
Testing, 3 (1), 49-58.

8. Jurado Luque, M A; Mataró Serra, M y Pueyo Benito R (2014)


Neuropsicología de las enfermedades degenerativas. Editorial
Síntesis
9. Kolb, B. y Whishaw, I.Q. (2006). Neuropsicología Humana 5ta
Edición. Madrid, España. Editorial Panamericana.
10.Mangone, C.A.; Allegri, R.F.; Arizaga, R.L. y Ollari, J.A. (2005).
Demencia. Enfoque multidisciplinario. Buenos Aire, Argentina.
Editorial Polemos.
11.Pérez García M. (2009) Manual de neuropsicología clínica.
Ed.Pirámide. Madrid, España.

12.Querejeta A.; Farías Sarquís Y.; Moreno M.; Crostelli A. Stecco J.I.;
Venier A.; Godoy J.C; Pilatti, A (2012) Test Neuropsi: Normas
según edad y nivel de instrucción para Argentina. Cuadernos de
Neuropsicología. Panamerican Journal of Neuropsycology; Vol 6,
Nº 2.

13.Rosselli, M y Ardila, A. (2010) La detección temprana de las


demencias desde la perspectiva neuropsicológica. Acta Neurol
Colomb; 26:Sup (3:1):59-68).

14.Tirapu Ustárroz J.; Ríos Lago M. Maestú Unturbe F. (2011) Manual


de Neuropsicología 2ºedición. Ed. Viguera. Barcelona, España.

15.Torralva T, et al. (2011) Validación de la versión en español del


Addenbrooke’s Cognitive Examination-Revisado (ACE-R).
Neurología. doi:10.1016/j.nrl.2010.10.013

16.Torralba, Roca, Gleichgerrcht, López y Mannes, (2009) INECO


Frontal Screening (IFS): A brief, sensitive and specific tool to
assess executive function in dementia Journal of International
Neuropsychological Society, 15 (5).

También podría gustarte