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A pesar del título de la obra, la protagonista no tiene un nombre oficial:

no tuvo familia para dárselo. Las gentes del pueblo la llaman Nela, por ser hija
de la Canela, Mariquilla o María Nela. Lo cierto es que no la tienen en mucha
estima, pues su orfandad está marcada por el suicidio de su madre, un pecado
en aquella época. La familia que se encarga de ella así se lo ha hecho saber:
ella no sirve para nada y mejor le hubiese sido haber muerto.

Nela ha interiorizado sus palabras y se cree inútil y fea. Quizás sea la


razón por la que se siente tan a gusto con Pablo, a quien sirve como lazarillo.
El joven ciego disfruta de su compañía, su imaginación e inocencia; parece ser
el único capaz de ver más allá de las apariencias.

Tras un año y medio de amistad, ambos empiezan a sentir algo más. Por
eso, cuando el aclamado doctor Golfin llega al pueblo dispuesto a otorgar la
visión a Pablo, las dudas comienzan a martirizar a Nela. ¿La seguirá queriendo
cuando descubra que su belleza es solo interior?

Pérez Galdós solo necesita unas pocas páginas para crear un conflicto
que engancha, invita a reflexionar y produce sentimientos de toda índole al
mismo tiempo. La historia de la pobre Marianela, cuyo potencial y bondad
nunca llegan a ser reconocidos por aspectos superficiales como su pobreza y
su físico, removerá más de una conciencia.

El autor logra involucrar al lector gracias a una cuidada creación de


personajes: no solo Marianela destaca por su realismo, sino que cada uno de
los secundarios que la acompañan podrían pasar por personas de nuestro día a
día.

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