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Formas de Investigacion en Ciencias Soci
Formas de Investigacion en Ciencias Soci
ANTROPOLOGÍA SOCIAL Y
SOCIOLOGÍA.
Introducción.
El trabajo de investigación que se realiza con personas exige en todo momento una
vigilancia epistemológica (Bachelard, 1979), ya que el investigador social se enfrenta
invariablemente con seres humanos que, al formar parte de grupos o comunidades,
objetivan en sus prácticas cotidianas formas de pensar, sentir y actuar que al
experimentarse como cuestiones naturalmente establecidas, son permanentemente
sometidas a valoraciones jerárquicas, socialmente impuestas por los sistemas de
construcción social que legitiman lo instituido históricamente. En este sentido, el
investigador, que también forma parte de grupos o comunidades, tiene una historia
social que lo hace similar a aquéllos a quienes pretende estudiar y analizar.
Debido a la cercanía del investigador con los sujetos que forman parte de su universo
de estudio y de su objeto de análisis, puede suceder que el propósito de interpretación
y comprensión de las diversas problemáticas que se le presentan al investigador se
vea obstaculizado al vaciar en su análisis sus propias valoraciones o tratar de hacerlo
desde las propias valoraciones de los sujetos de estudio. Esto no significa
que las opiniones de los sujetos de estudio o las opiniones del investigador no sean
adecuadas o importantes. Significa que, en todo caso, estamos ante un momento
inicial de un proceso, el cual es indispensable, pero que no da cuenta más que de una
parte de lo que debe conformar su investigación.
Las opiniones de sentido común expresadas por la gente que está involucrada en
sucesos o acontecimientos importantes son una parte fundamental de lo que el
investigador debe recoger en su proceso, pero justamente la vigilancia que éste le
exige consiste en estar alerta a todas las fases del proceso de investigación que
consisten en tomar en cuenta diversas fuentes de información, todo lo cual, junto con
una metodología adecuada le permita ir más allá de lo expresado por el sentido
común. En tanto que el investigador social tiene entre sus principales propósitos el
conocimiento, la explicación, la interpretación y la comprensión de los aconteceres
sociales y humanos, con apoyo de teorías y metodologías adecuadas, es fundamental
que en su tarea, se haga un uso crítico no sólo de los conceptos y teorías de mediano y
amplio alcance, sino de la metodología de investigación existente.
1. Desencuentros.
La demarcación de cada disciplina ha sido sin duda harto azarosa y cada investigador
o estudioso adscrito a su campo sabe, defiende y sigue las pautas que le parecen
relevantes en su desempeño académico, de acuerdo con la orientación teórica que le
parece más adecuada. De manera muy particular, tanto sociología como la
antropología han caminado de manera paralela, sin embargo, las pocas posibilidades
de convergencia son más ficticias que reales, pues las distancias entre las disciplinas
son resultado más de una preocupación de los especialistas por delimitar y conservar
la propiedad sobre ciertos temas y áreas de conocimiento muy concretas, que de las
diferencias naturales de las disciplinas. Es un hecho que la realidad actual en su
complejidad, exige formas de investigación que no aíslen factores cuyas categorías
sociales, económicas, políticas o culturales manejando una variable de manera
privilegiada.
Esta especie de relación binaria que muestra una polarización extrema de las formas
de hacer en cada disciplina, ha predominado en la lucha por los espacios académicos y
por los objetos de estudio que los antropólogos sociales y los sociólogos han empleado
en la definición y reivindicación de su propia ciencia. Incluso, la definición de la
disciplina en torno a un objeto particular, se hace prioritaria para darle a cada una un
sentido propio que la identifique. De manera muy general, puede decirse que esto
sería el caso de reconocer a la cultura como el objeto central de la antropología y a la
sociedad como el de la sociología.
2. Encuentros.
La actual efervescencia de temas comunes que han abordado tanto la sociología como
la antropología: las prácticas sociales, las representaciones sociales, la identidad, los
movimientos sociales, es una muestra de las varias convergencias posibles entre
disciplinas. Sin embargo, la antropología, más que la sociología se ha caracterizado
por su interés en incorporar aspectos diversos en la descripción‐interpretación de las
culturas, precisamente como resultado del polisémico concepto de cultura que, por lo
demás, abarca distintas actividades que realizan los seres humanos.
Cuando se elige una comunidad o un grupo de pobladores para tratar de entender por
qué sus miembros son y piensan de determinada manera y no de otra, lleva implícita
la idea de que nos hemos de acercar a algo diferente a nosotros, diferente a lo que
somos, a lo que conocemos y a lo que entendemos. De no ser así, la banalidad de
querer entender lo obvio impediría siquiera suponer que fuese interesante. En
algunos casos es el exotismo, en otros el atraso, pero en todos, lo otro se presenta
atractivo y promete "descubrimientos" que trascenderán lo ya establecido y, de esta
manera, una de las primeras cosas que se asume al intentar elaborar un estudio que
pretende conocer e interpretar aspectos de la realidad de un grupo social o
comunidad, es enfrentar "in situ" los acontecimientos cotidianos de los involucrados.
La antigua polémica acerca de dos grandes paradigmas de las ciencias sociales y humanas
(galileano y aristotélico) que Mardones y Urzúa (1992) califican de incesante, ha devenido
una serie de reflexiones epistemológicas que invitan a asumir posiciones menos lineales en
la explicación de lo humano y lo social, si bien, como señala Gellner (1997) también han
dado lugar a descripciones someras y poco rigurosas. En todo caso, de acuerdo con Kosik
(1976:25-37), he asumido que la apariencia fenoménica y la esencia de las cosas no
necesariamente coinciden del todo y por tanto, se trata de destruir el mundo de la
“pseudoconcreción” para poder develar la esencia de las cosas a través de la
descomposición del todo. Y, entonces, como discurso que promete una forma novedosa de
interpretación de la realidad, lo anterior se antoja más una serie de buenos deseos del cómo
hacer, que una propuesta viable, cristalizable en prácticas de investigación reales.
Sin embargo, es un hecho que los aconteceres sociales exigen formas de análisis que
propongan no únicamente describir, sancionar o justificar la forma en que los distintos
grupos humanos se relacionan, sino que permitan el reconocimiento del sentido de las
acciones sociales en sus dimensiones tanto subjetivas como colectivas para poder
desentrañar y comprender su complejidad. Evidentemente, esta posibilidad supone no sólo
un dominio o uso de estrategias de recopilación de datos y de información diversa, sino una
empatía con formas de construcción de conocimientos que se arriesgue a “… afrontar lo
entramado (el juego infinito de inter-retroacciones), la solidaridad de los fenómenos entre
sí, la bruma, la incertidumbre, la contradicción” (Morin, 1996:36).
Esta última cuestión sobre la perspectiva epistemológica que sostiene las formas de
hacer investigación resulta pertinente en razón de la simplificación que se ha hecho de
lo correspondiente a las cuestiones técnicas como modelos o paradigmas excluyentes
o, en el mejor de los casos, como necesariamente complementarios: lo cualitativo y lo
cuantitativo. Particularmente me parece mucho más importante y decisiva la manera
en que se concibe la realidad y la forma en que se pretende acceder a su conocimiento.
Concebir a la realidad en general y específicamente a la realidad social y cultural, que
es la que nos ocupa ahora, como algo cambiante, impredecible y en absoluto
movimiento, supone de alguna manera un reacomodo –por llamarle de alguna
manera‐ de las estructuras mentales que se han formado bajo los esquemas de la
necesaria búsqueda de explicaciones certeras y predecibles de la vida social de las
culturas, las cuales finalmente dan cuenta de una parte, la parte simplificada de una
realidad –social o natural‐ que ha tenido que ser extraída de la complejidad inmanente
para su aprehensión racional. A veces, la intención de discernir entre las
contradicciones entre el método hipotético deductivo y las propuestas no causalísticas
de lo social o cultural no es suficiente.
Enseñar a investigar y aprender a investigar son tareas inseparables pero que de las cuales
no hay una forma única. La primera depende de una manera específica de concebir no sólo
al proceso sino a la realidad misma y así, de producir los conocimientos sociales. La
segunda es una práctica que genera formas y estilos de hacer a partir de un compromiso y
una pasión por el conocimiento científico. Evidentemente la investigación sociológica y la
investigación antropológica guardan sus particularidades, pero ambas suponen un largo
proceso de formación de prácticas específicas que no se aprende en cursos o seminarios de
investigación. Estamos ante la conformación de hábitus de la investigación social que
determina la práctica.
La relevancia de la teoría como una lupa a través de la cual se percibe una realidad
particular es mayor de lo que suele creerse. El hecho de que en circunstancias
similares, como las condiciones materiales o laborales para el ejercicio de la
investigación, los estudiosos tengan diversos intereses no es sólo resultado de una
gran diversidad de necesidades sino también de una
diversidad de perspectivas teóricas con las que se aborda la realidad. Un mismo
evento o acontecimiento puede ser analizado de maneras incluso opuestas.
Quizá una de las polémicas más antiguas ‐pero no menos vigentes‐ en el campo, está
dada en torno a la legitimidad científica de estas disciplinas, pero no sólo en
confrontación con las ciencias duras o naturales, sino al interior del mismo. Más allá
de los matices en la discusión sobre el estatus de cientificidad de las disciplinas
sociales, puede aseverarse que prevalece la polarización entre quienes consideran
fundamental el seguimiento de criterios metodológicos rígidamente instrumentados,
como la forma más viable de garantizar la seriedad y la credibilidad de los hallazgos
científicos y, entre aquéllos que consideran que la particularidad metodológica en
estas áreas exigen formas propias que, sin ser menos rigurosas, permitan incorporar
los diversos aspectos de la especificidad de lo humano y lo social, a partir de formas
alternas de acceso al conocimiento en cuestión. La primera tendencia sostiene su
práctica científica en modelos matemáticos que permiten el control en la precisión y la
proposición de leyes o al menos tendencias o proyecciones con base en mediciones
altamente fiables. La segunda tendencia, ocupada de la obtención de información de
más difícil manejo y no de datos, en el sentido contable del término, han incorporado a
su práctica instrumentos más flexibles de acopio de información diversa, como sería el
caso de los registros de observación o las entrevistas abiertas.
5. Cierre.
La investigación no es una actividad que se realiza sólo a partir de una serie de buenos
deseos o como producto de cursos obligados sobre la metodología de investigación. Es
una práctica lograda por medio de una formación ex profeso que, a manera de una
socialización secundaria, supone la incorporación de estrategias, habilidades,
capacidades desarrolladas y optimizadas en un proceso vivencial del saber hacer, a la
luz de la conducción de quien conoce la actividad y por tanto es capaz de integrar a su
alrededor a un conjunto de personas que aprenden haciendo, es decir, que aprenden a
investigar investigando.
BIBLIOGRAFÍA
Bachelard, Gaston (1979) La formación del espíritu científico. México. Editorial Siglo
XXI.
Festinger, Leon y Daniel Katz (1972) Los métodos de investigación en ciencias sociales,
España, Paidós Básica.