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Scripta Nova

REVISTA ELECTRÓNICA DE GEOGRAFÍA Y CIENCIAS SOCIALES


Universidad de Barcelona. ISSN: 1138-9788. Depósito Legal: B. 21.741-98
Vol. VI, núm. 119 (21), 1 de agosto de 2002

EL TRABAJO

Número extraordinario dedicado al IV Coloquio Internacional de Geocrítica


(Actas del Coloquio)

EL OFICIO DE "NO TRABAJAR". MUJER, BIGAMIA Y TRABAJO EN LA


NUEVA ESPAÑA

Estrella Figueras Vallés


Universidad de Barcelona

El oficio de "no trabajar". Mujer, bigamia y trabajo en la Nueva España (Resumen)

En base a unos procesos de Inquisición llevados a cabo contra mujeres bígamas en México,
se analiza y desmiente en este artículo el interés primordial de acceder al matrimonio como
forma de trabajo en la mujer. Los ejemplos de estas mujeres, las pertenecientes a las clases
populares novohispanas, vienen a demostrar que podían mantenerse por sí solas sin el
apoyo de un marido. Aunque se trata de ejemplos de la época moderna (s. XVI-XVII), la
reflexión histórica sobre el trabajo de la mujer trasciende los parámetros del tiempo e
incluso del espacio geográfico, llegando a considerarse, paradójicamente, como de que el
oficio del trabajo femenino en el hogar, fuera en realidad el oficio de "no trabajar".

Palabras clave: Mujer, trabajo, México, Inquisición

The job of "no working". Woman, bigamy and work in The New Spain (Abstract)

Through some Inquisition treals against bigamist women, this article analyses and belies
the principal interest for a woman to get married as form of to be in work. The examples of
these women whose were within pleople class inThe New Spain show they could subsist
themselves without the support of a husband. Althrough these are examples of modern
period (XVI-XVII c.) the historic thinking about the woman's work transcends the
parameters of time, even the geographical space, arriving to consider the job of femenine
work at home if it were , in fact, the job of "no working".

Key words: Woman, work, Mexico, Inquisition


La reflexión que sugiero establecer en este artículo giraría en torno al trabajo y al
matrimonio en la mujer, determinados además por la característica del matrimonio
denominado bígamo.

Para fundamentar este análisis me he basado en procesos incoados a unas mujeres que
pasaron, debido a este pecado-delito cometido, por el Tribunal del Santo Oficio de la
Inquisición en México1, durante el periodo de los siglos XVI y XVII, cuya lectura de dichos
procesos me ha llevado a considerar y, en consecuencia, desmentir la subordinación de la
mujer en acceder al matrimonio asociando este estado a un "puesto de trabajo" y que éste
fuera además imprescindible para su sustento y mantenimiento.

El matrimonio: Un oficio por definir

Cuando se investiga en los textos y en el contenido de las cláusulas de los contratos


laborales y en las establecidas mediante el matrimonio resaltan, sin embargo, ciertas
similitudes que nos pueden ayudar a destacar y reflexionar sobre generales consideraciones
que han resistido a la crítica del tiempo y de las mentalidades. Ya San Agustín, intentando
relacionar ambos mundos, el del trabajo y el del matrimonio, advertía a las mujeres que sus
contratos matrimoniales habían de considerarlos "como formas legales mediante las cuales
se habían convertido en esclavas y comportarse en consecuencia" 2, pero si leemos
atentamente este texto vemos que estas formas legales de las cuales nos habla San Agustín,
definirían más bien un contrato de compra-venta que aquél que se dispondría al establecer
un matrimonio, pues en la esclavitud, y cuando una persona pasa del poder de un amo a
otro, no es ella misma la que condiciona y gestiona el contrato, entonces hemos de entender
que se trataría más bien de un traspaso de pertenencia, y que así tenían las mujeres que
asumirlo.

Otro religioso que consideraba que el matrimonio era el destino primordial de la existencia
femenina era Fray Martín de Córdoba, y que además reconocía que las mujeres pertenecían
al patrimonio familiar y por tanto eran intercambiables como prenda por razones políticas,
económicas y sociales3.

Al entrar pues en este mundo de, a todas luces, desiguales relaciones laborales se entendía
normalmente que lo que realmente pretendían las mujeres con el matrimonio era asegurarse
un porvenir y subsistencia, para ellas y sus hijos; entonces, al nombrar a la progenie ya
entraríamos, no solamente dentro del ámbito de las relaciones laborales sino también de las
interpersonales y afectivas, donde se gestionaría el equilibrio entre poder, sumisión y
obediencia que cada miembro de la familia habría de asumir.

Estas heterogéneas y múltiples acciones que se producen dentro del núcleo familiar, por
tener los componentes antes citados de dependencia afectiva, resultan incompatibles de lo
que se podría dar dentro de un ámbito enmarcado en la pura clasificación de un trabajo
laboral, y pondría como ejemplo lo que decía Tomás Sánchez referente a la virginidad y si
pecaba la mujer fingiendo su existencia, pues, según él "peca mortalmente, porque el
matrimonio es una especie de venta en que el hombre es como el comprador y la mujer la
vendedora"4. Nos encontramos, pues, con la paradoja de que múltiples aspectos se hallan en
el llamado estado matrimonial: trabajo y mantenimiento del hogar, reproducción biológica
y educación primaria de los hijos, relaciones familiares intra y extra grupales, el de
favorecer el equilibrio entre los miembros de la familia (sea ésta considerada nuclear o
extensa), mantenimiento afectivo entre la pareja y con los hijos, perpetuar el modelo social
marcado (sin transgredir las normas prescritas es decir, evasión del hogar, descuido de las
tareas encomendadas, cuestionar la maternidad u olvidar los principios de ésta), y la
transmisión cultural del grupo social al que se pertenezca.

Todos estos aspectos han sido reconocidos, aunque no de forma explícita, mas bien
sobreentendidos, formando parte del contexto de la propia vida matrimonial, insistiéndose
en la importancia de la mujer como madre de familia en la educación y socialización de la
misma5, como podemos ver por el comentario del humanista Comenius que, aunque
abogaba en la educación de la mujer, no obstante puntualizaba que:

"nosotros pretendemos educar a la mujer, no para la curiosidad, sino para la honestidad y


santidad. Y de todo esto lo que más necesario les sea conocer y poder, ya para proveer
dignamente al cuidado familiar, como para promover la salvación propia, del marido, de los
hijos y de la familia"6 .
Es de destacar, y en ello estaban de acuerdo la mayoría de pedagogos y moralistas, aun
coincidiendo también en las pocas luces intelectuales que adornaban a la mujer y que por
tanto, para evitar un uso inapropiado de sus conocimientos, se les había de restringir el
acceso a ellos que, paradójicamente, se les encomendara la difícil tarea de educar, guiar y
en definitiva salvar de los peligros morales y trascendentales a la propia familia, incluyendo
al marido, que se supondría mejor adaptado para hacerles frente y también con más criterio
y razón.

Sería pues un trabajo a jornada completa que se llevaría a cabo en el espacio de lo privado,
pero que a su vez se exteriorizaría por el ritual del enlace matrimonial y de la demostración
pública, como así se denominaba un determinado proceder, ya que si se hacía "público y
notorio", testimoniaba con ello el carácter de relación que se mantenía, ratificándose de esta
forma el propio contrato.

Pero, tal como apunta Scott el lenguaje es multidimensional, tanto es así que a través el
tiempo ha perdurado incluso esta analogía, asociándose los contratos matrimoniales a los
sociales7. Y no solamente ha persistido en el tiempo la relación de matrimonio/mujer y
trabajo, sino que además no se ha renovado, como así ha sido en las relaciones laborales y
en las reivindicaciones sociales que han ido marcando las pautas de los contratos de trabajo,
pues contradiciéndose así misma tal analogía, se ha visto considerado el oficio ejercido por
la mujer en el hogar como precisamente de "no trabajo", es decir, sin alcanzar los atributos
de prestigio o consideración que toda especialización requiere y así se reconoce,
oscureciéndose en la marginación. A pesar de que, ya dentro del ámbito de las mujeres
denominadas intelectuales, como sería el caso de Josefa Amar y Borbón 8, concedía a la
mujer el privilegio de ejercer un "oficio", el de casadas, como podría ser el de mercader o
soldado en el hombre.
Y es que, en definitiva, por mucho que se quieran aparejar el contrato laboral y el
matrimonial no son, con diferencia, sinónimos. Analicemos pues la teoría de esta reflexión
contrarrestándola con la práctica, en este caso con ejemplos de estas mujeres acusadas de
bigamia y cuya primera impresión, cuando intentamos justificar su comportamiento sería el
de que hubieran querido alcanzar el beneficio de entrar en un estamento que les iba a
proporcionar, mediante este hipotético puesto de trabajo, una estabilidad económica.

Resaltaría, además, que las mujeres bígamas se encontraban en todos los sectores sociales
dentro del mundo hispánico y el americano pero, en honor a la verdad, se ha de añadir que
las mujeres de la élite y las de una alta posición social han quedado mucho más
oscurecidas, sobre todo en lo que a sus comportamientos y transgresiones se refiere, por
obvias razones, que incluiría ocultar las actitudes rebeldes, juzgando y castigando dentro de
la propia familia aquellas fugas que se dieran en los márgenes endogámicos.

Subsistencia y trabajo de las mujeres bígamas

Si bien es cierto que en el siglo XVI se dieron más restricciones al trabajo de la mujer,
excluyéndola además del trabajo especializado9, para consolidar y sustentar con su
presencia en el hogar, a la familia, retomando lo antes dicho, las más desfavorecidas en
alcanzar el acceso al mismo fueron las mujeres con un destino marcado por su posición
social, de las cuales se esperaba que asumieran el rol de dependencia a que fueron
asignadas. Pero, no obstante, aquéllas que no dependían de compromisos familiares con
tanta exigencia, podían e incluso se les exigía que se valieran de su trabajo personal para
mantenerse ellas y ayudar o sostener a su propia familia.

Las mujeres con las que me he encontrado acusadas de bigamia pertenecían a las clases
populares, sin ningún protagonismo histórico a no ser porque se las culpó de haberse
casado dos veces pero que, en contrapartida, nos demuestran una movilidad de acción
mucho más relajada que aquéllas doncellas novohispanas que eran observadas
estrechamente en su comportamiento, para preservar su honra, apartándolas del
contaminante mundo del trabajo, pues éste formaba parte del ámbito de lo público, de lo
masculino, y hasta cierto punto de lo peligroso.

Podemos observar también, al igual como se ha venido haciendo hasta el presente, que el
mundo del trabajo femenino, denominado y determinado con el apelativo de "sus labores"
hasta hace bien poco tiempo, era un oficio con más tiempo de aprendizaje que incluso los
artesanales que hemos podido ver a través de la historia, aquellos en los que un aprendiz se
formaba en una determinada tarea. Las niñas, por filiación y asimilación con el modelo de
la madre, desde bien temprana edad han reproducido los roles de los trabajos domésticos, y
también de la futura maternidad, atendiendo a los hermanos más pequeños, fijando así el
modelo establecido. Este continuum entre la normalidad de género y el desarrollo de una
profesión sin estar cualificada de forma determinada ha tenido "salida" laboral, aunque
tratada, no obstante, de forma precaria y abusiva, pero garantizada en esta mujer que
hablamos, del pueblo. Entonces, cuando ha tenido que solventar problemas económicos
familiares, denominados de "ayuda" al sustento de la misma, ha podido recurrir a sus
saberes cotidianos, es decir guisar, coser, cuidar de niños (a veces como nodrizas),
enfermos y ancianos, administrar con ingenio precarias economías, etc., y reproducir el
modelo que ella misma había heredado, o sea moralizando (en la religión y "recta
conducta") y socializando, en particular a las niñas en un proceder determinado, a parte,
como es natural, de los requisitos prácticos en este modelo de trabajo femenino exigido.

Esta, pues, inevitable dependencia, aunque ha contribuido a su marginación, también la ha


adiestrado en muchos campos de trabajo que, siempre en la oscuridad de su acción, han
servido para solucionar sus necesidades y subsistencia, ello lo podemos ver a través de las
historias de vida de las mujeres que declaraban delante de los tribunales acusadas de
bigamia, por ejemplo Beatriz de Morales declaraba saber y trabajar en "coser y labrar y
hilar oro"10, Lorenza de la Cruz que se dedicaba a "exercisio cosinera" 11, Juana Agustina se
mantenía de "servir a españoles"12 e Isabel de Guzmán era "labrandera"13.

Entonces se puede entender con toda claridad que estas mujeres bígamas no tuvieran
necesidad de casarse otra vez por imperativos económicos porque se desenvolvían con
facilidad dentro del campo laboral, a parte, y éste sería un tema que abarcaría diferentes
perspectivas, de que muchas de las mujeres que he "conocido" a través de los procesos,
habían estado previamente amancebadas, antes de que decidieran casarse con este mismo
hombre con el cual vivían, cometiendo por ello un pecado y un delito.

Tal como anteriormente he señalado se han de diferenciar las actitudes de las mujeres de
alta y las de baja posición social, pero además, es interesante insistir en que se observa un
marcado carácter distintivo entre las mujeres españolas y las americanas, es decir, aquellas
mujeres que viajaron al Nuevo Continente y antes de llegar a él o estando en tierras
americanas se casaron de nuevo, y aquéllas otras que América (concretamente la Nueva
España) era su lugar de nacimiento. Primordialmente lo que se observa entre ambas
mujeres es que las de origen español con su escapada a las Américas, junto con un deseo de
alcanzar su "Dorado" particular, como explicaba Beatriz González de que en el Nuevo
Continente tenía la oportunidad de "casar y remediar a sus hijas" 14 y Beatriz de Morales
comentaba que se podía "ganar mucha plata" 15 en tierras americanas, aspiraban también a
escalar una cierta posición social, mejorar, en definitiva la mediocre o incluso "mala vida" 16
que habían tenido en España, algo muy parecido a lo que podemos encontrar en el
imaginario masculino al lanzarse a la conquista o colonización de los territorios
americanos. Llevaban inevitablemente impresa la imagen y el modelo de una utopía que, en
este aspecto, ciertas mujeres se resistían a que se las excluyera, como sería el de tener una
renovada y propia oportunidad.

Es por ello, que las mujeres americanas, y al hablar de estas mujeres hemos de contemplar
el vasto abanico de las castas, mujeres cuyos parámetros culturales estaban compuestos de
códigos mezclados en muchas ocasiones y diferentes a los europeos, por la lógica de su
propio origen y por imposición en sus reubicaciones territoriales, el ejemplo más patente
sería el de la esclavitud, este componente de imaginario de la "tierra prometida" se ve
suplantado por alcanzar una mejor calidad de vida, llegando a una estabilidad con el
hombre que ellas habían escogido.

Tanto las mujeres que sus primeros maridos habían abandonado (generalmente este era el
caso de las españolas), como las que ellas les habían dejado, yéndose a vivir a otro punto de
la geografía de la Nueva España, podemos ver que viajaron y sobrevivieron tanto en la
Península como en México, solas en muchos de los casos y siendo además muy jóvenes,
como fue el caso de Catalina del Espinal que salió de España con 13 años, llegando con 15
a México, después de vivir dos años en la Isla Española 17. Pues es frecuente leer en los
textos de los procesos por bigamia de que muchas de estas mujeres que huyeron o
abandonaron a sus maridos, estos las reclamaban a la justicia que les fuera devuelta, como a
una propiedad evadida (o hurtada, como a veces puntualizaban), pero ellas no tenían
demasiado inconveniente en ir escapando del acoso o control de su cónyuge o autoridades,
y se iban empleando en diferentes trabajos, como lo había hecho Isabel de Guzmán 18 que,
uniéndose a unos soldados, llegó a Nuevo México, sirviendo en las estancias de Doña
María Delgadillo, en donde se volvió a casar. También lo atestigua el ejemplo de María de
la Cruz19, que estuvo huyendo de los emisarios inquisitoriales, ella y después con el que se
suponía era su segundo marido, trabajando en diferentes haciendas y, recurriendo a sus
tradicionales conocimientos para subsistir, y prescindiendo del tradicional "apoyo" del
marido, que se entendía toda mujer necesitaba para andar por la vida.

Otra de los formas en que se visibiliza el trabajo de la mujer y el rendimiento del mismo
que favorecería a otra persona, sería cuando leemos que unas de estas mujeres se casaron
con esclavos, y singularmente con aquellos que serían sus segundos maridos. A parte del
contrasentido que pudiera parecer aspirar a una mejor situación o incluso calidad de vida
con un hombre que su condición social estaba supeditada a otra persona, o sea, a su
propietario, para este último, no obstante, era muy interesante la mano de obra de la mujer
(libre) que se incorporaba, junto con su marido, al lugar de trabajo donde éste estuviere, es
decir, el amo, propietario de una hacienda sacaba un provecho adicional con este
matrimonio, neutralizando además las posibles aspiraciones de evasión del esclavo por
depender de una familia. Aunque, en las justificaciones y declaraciones de los propietarios
aludían a la salud religiosa y moral de su esclavo, no permitiendo el amancebamiento o las
escapadas de éste por unas relaciones ilícitas. Por otra parte, los hijos eran libres por haber
nacido de una mujer que también lo era, pero aun así el padre podía reclamar, por haberlos
reconocido, a sus hijos, como también lo podía hacer con su mujer, denunciándola a la
justicia si estaban casados, aunque ella fuera libre, y es clarificador el ejemplo anotado en
el proceso de Francisca de Acosta en que el Tribunal de la Inquisición otorgó a su primer
marido, esclavo, de que "alli donde estuviere la pudiere sacar e hacer vida maridable con
ella"20.

Inquisición y castigo

Los procesos de Inquisición en este aspecto nos facilitan una información interesante de lo
que el trabajo de las mujeres encausadas representó para el fisco de esta institución y para
que se considerara que ellas podían ofrecer un capital en mano de obra.

Estas mujeres eran depositadas o encarceladas por requerimiento de la Audiencia, al haber


mediado una denuncia contra ellas, de manera cautelar a fin de que no se evadieran de la
justicia que había de dirimir si eran culpables o no de bigamia. Si eran puestas en el
domicilio de alguien nombrado por la Audiencia o bien que quisiera hacerse cargo de ellas,
a esta persona se le abonaba una cantidad para que pudiera mantener a la mujer, pero
también en muchas ocasiones ella pagaba con su trabajo en la casa sus gastos, aunque este
régimen de carcelería daba lugar en ocasiones a que fueran sometidas a abusos por parte de
estas personas a las que eran encomendadas, como se cita en el proceso a Anna Mª Mulata
en el que su segundo marido, al cual se prohibió que se juntara con ella hasta la resolución
de la causa, pidió que la sacaran del lugar donde estaba depositada, pues era como "esclava
de Estevan Benegas", y se le concedió por este motivo el depósito en otra parte21.

Si, por otra parte, ingresaba en las cárceles de la Inquisición, entonces era la propia
institución que corría con los gastos de su sustento. Es por ello que, como así lo indicaban
los jueces, debido a que la acusada resultaba gravosa al fisco se la tenía que poner a
trabajar, para costearse su encierro, en colegios, hospitales o bien en obrajes, como se hizo
con Juana Agustina e Inés de Cisneros22.

Tengamos en cuenta además, que desde su arresto y depósito (en casas particulares o
cárceles) hasta que se iniciaban los trámites del proceso y el fenecimiento del mismo
podían pasar meses o años, concluyéndose la causa en que, incluso, podía ser inocente del
crimen que se le imputaba, es decir de bigamia, como, por ejemplo, le pasó a María de la
Cruz23. Amén de los embargos de bienes que a estas mujeres se les hacía en cuanto eran
detenidas por los comisarios del Santo Oficio, y que también se justificaban en que servían
para solventar los gastos ocasionados por el propio proceso y pagos a los funcionarios,
aunque en ocasiones las cantidades sacadas de los escuálidos patrimonios, se tenían que
engrosar con el trabajo personal de la acusada.

Pero si la mujer en cuestión tenía una situación económica holgada su "encierro" le


resultaba más llevadero, pues previo pago de una fianza, podía disfrutar de arresto
domiciliario, o bien tener "su casa o ciudad como cárcel" 24, y continuar haciendo una vida
prácticamente normal, ya que algunas incluso declaraban que al estar ausentes de su hogar,
tenían "su casa e hasienda perdida"25.

Reclamaban muchas de ellas que les fuera levantada la carcelería para poder ir a los oficios
religiosos, pero también para poder trabajar, y según ellas, ayudar a su sustento, a pesar de
que se podría suponer que alguien de su familia o conocidos podían ayudarlas en este
aspecto, de lo que se puede deducir que al no estar acostumbradas a no depender de nadie,
lamentaban la inactividad del encierro, tal como podemos leer en su proceso por bigamia a
Juana Vázquez, en el que "pide estar en casa propia para poderse sustentar trabajando"26.

Esta era una de las diferentes varas de medir con que la Inquisición atendía a los delitos de
las mujeres bígamas, pues antes como ahora, una sólida economía favorecía a que un
determinado trámite se hiciera con más rapidez, se tratara a la acusada con ciertos
miramientos y ella por su parte podía a su vez verse respaldada por un abogado que hablara
por ella y respondiera, con conocimientos legales, a las alegaciones fiscales.

Y también, a las mujeres sin recursos económicos, en el momento de dictar la penitencia se


incluía en ella, aparte de otros castigos y como expiación a su pecado, el que fueran puestas
en colegios o instituciones, a Juana Agustina 27 se la condenó a un año (a parte de las otras
penitencias votadas por los inquisidores) a servir en el Recogimiento de Santa Mónica y a
Lorenza de la Cruz tres años sirviendo en el hospital de Jesús justificándose en que se las
condenaba a un régimen carcelario pero donde podían tener a sus hijos con ellas, por
ejemplo en el caso de Thomasa Gerónima 28, recluyéndola cinco años en el Santuario de
Nuestra Señora de los Remedios, y en cuanto a Mariana de Cruz 29, se indicó por parte de
los magistrados que debía servir dos años donde se le señalare por parte del Tribunal
obteniendo, por otra parte, el beneficio que su trabajo proporcionaba a las arcas del Santo
Oficio, habida cuenta y en consideración de que eran muchos los gastos que aquella mujer
había causado al mismo.

Bígamas que lo fueron por libre elección

Después de ver que estas mujeres podían y sabían mantenerse por sí mismas, y como así
también se consideraba que podían hacerlo, veamos el porqué realmente se casaron de
nuevo, al margen de los motivos económicos.

Muchas de estas mujeres transgresoras del matrimonio, se declaraban a sí mismas "débiles


mujeres", y por esta justificación haber hecho un nuevo casamiento al estar "sin abrigo de
marido", como declararía Ana González 30, un abrigo, que a juzgar por la trayectoria de la
vida de esta mujer, se traduciría por una justificación a su propio bienestar.

Después de leer las vicisitudes en las vidas de estas mujeres y los diferentes contratiempos
que solventaron por si solas, se deduce que aducir esta dependencia de un hombre se debía
más bien a una estrategia en sus declaraciones delante del Tribunal, el cual, compuesto
naturalmente por hombres que habían contribuido a crear el modelo femenino, podían e
incluso deberían haber comprendido estas alegaciones. Pero, en más de una de las acusadas,
era tan difícil el crédito que podían ofrecer de su falta de iniciativa y responsabilidad en el
delito cometido, que no fueron atendidas sus argumentaciones frente al Tribunal, como así
sucedió con María de Soto31, una mujer con patrimonio y coraje suficientes como para
desmentir su declarada y pretendida debilidad y carencia de recursos económicos.

Y es que, por muy bien diseñado que estuviere este modelo ideal de la mujer, relativo a su
cortedad y dependencia, formaba parte del imaginario masculino más que de la realidad que
se daba de forma más habitual que ciertos sectores de la sociedad hubieran deseado.

Por otra parte, y como más arriba se ha indicado, muchas de las mujeres que se encuentran
procesadas por bígamas, estuvieron casadas en segundas nupcias con esclavos, entonces
esta vinculación por matrimonio no solamente a un marido sino además a un hombre que
estaba supeditado a un amo, con todos los agravantes y carencia de libertad que ello
suponía, pone en entredicho y desmiente que el matrimonio de estas mujeres hubiera estado
determinado por el acceso a la obtención de un pretendido puesto laboral, por muy
doméstico que éste fuera.

Consideremos también que el matrimonio, por más que se ha intentado presentarlo a la


mujer como forma de liberación sexual, económica y social, no dejaba de ser un vínculo
que coartaba su propia autonomía, en particular en esas mujeres que estamos viendo, cuyo
papel en la sociedad era de atención y servicio de la élite. Tanto es así que, cuando huían de
su marido, se las acusaba de buscar su "libertad", porque se sabía que podían ganarse la
vida, y esto también preocupaba a aquellos maridos que, estando ellos presos, quedaban sus
esposas a su libre albedrío32 y que se corroboraría por parte del primer marido de María de
Abiña, el cual estando en galeras cumpliendo condena por unos delitos que había cometido,
aconsejaba en un escrito que "tuviesen cuenta con la dicha Maria su mujer" durante los
cuatro años de su ausencia, especialmente en vigilar que le guardara la fidelidad debida, lo
cual ella desoyó, pues se casó de nuevo con otro hombre33.

Aun se podría abundar sobre este aspecto cuando hablamos de mujeres casadas con
esclavos, que hipotecaban su estado de libertad en aras de una supuesta protección marital,
es decir que en este caso se ve con claridad la característica de los sentimientos, de aquéllos
que quedaban marginados por minimizarse su protagonismo en la transgresión de la
bigamia, y dando a entender, a partir de los ejemplos de mujeres casadas con esclavos, que
la sumisión heredada en la dependencia de un marido las llevaba a autoesclavizarse, con tal
de verse favorecidas con un matrimonio formal. Pero, se ha de tener en cuenta, y es
entonces cuando, como más arriba se ha apuntado, que se demuestra el componente de la
inclinación amorosa y sexual, a pesar de que resulten valorados en los estudios como
formas marginales en las actuaciones femeninas.

Conclusiones

Llegando a este punto, se habría de dar algún tipo de justificación a la bigamia en la mujer.
Se casaron porque - y en este porque tengo que obligarme a reducir drásticamente las
expectativas de las mujeres que llegaron a un segundo matrimonio prohibido -, en el deseo
de gestionar su propia autonomía íntima y pública, se crearon su particular imaginario de
dependencia al hacerlo con un hombre, incluso con un esclavo, que reuniera el ideal de
matrimonio y su consenso social.

Hemos visto mujeres autónomas en sus actitudes, porque podían y sabían desenvolverse en
un mundo hostil a la independencia de la mujer, pero recordemos también a aquéllas
dependientes de su valor social por nobleza, estatus social o económico, cuyo origen,
aunque en ocasiones no fuera un sinónimo de riqueza material, las obligaba a un régimen
sujeto a muy limitados movimientos fuera del hogar paterno o conyugal. Su misión era,
como antes se ha apuntado, primordialmente, la reproducción social en que estuviere
adscrita, trabajando, sin trabajar, y ganándose el sustento o incluso el lujo material con la
dependencia.

El oficio de "no trabajar", no escrito en ningún código ni reglamento laboral, quedaría


totalmente justificado en estos casos por lo invisible de su ejercicio, ya que negaba la
actividad misma, y además siempre se podría recriminar el desliz o la fuga de los márgenes
marcados como de insolidaridad o ingratitud con aquel o aquellos que las protegieran y
cuidaran de su bienestar.

Resumiendo lo antes dicho, la bigamia no correspondió al deseo de formar parte o alcanzar


un reconocimiento laboral representado en el matrimonio, pues aquél se sobreentendería
encuadrado dentro de los otros compromisos derivados de este cotidiano y antiguo oficio de
"no trabajar".

Notas
(1) Estos procesos de Inquisición forman parte de la documentación utilizada en la elaboración de una tesis
doctoral presentada en el Departamento de Antropología Social e Historia de América y África de la Facultad
de Geografía e Historia de la Universidad de Barcelona, en marzo de 2001.
(2) San Agustín, en Rivera Garretas, 1994, pp. 104-105.
(3) Fray Martín de Córdoba, en Vigil, 1994, p.12.
(4) Sánchez, 1887. Controversia 27.
(5) Un interesante trabajo sobre mujer y trabajo lo podemos encontrar en Borderias; Carrasco; Alemany
(Comps), 1994.
(6) Comenius, 1986, pp. 73-74.
(7) Según M. Foucault en Scott, 1989, p. 89.
(8) Amar y Borbón, según Fray Luis de León, 1994, p.151.
(9) King, 1993.
(10) Archivo General de la Nación, México D.F. (de ahora en adelante AGN), Sec. Inquisición, vol. 185, exp.
5, s/ numeración. Proceso contra Beatriz de Morales.
(11) Archivo Histórico Nacional, Madrid (de ahora en adelante AHN), Sec. Inquisición, Libro 1067, fs. 288-
293 reverso. Proceso contra Lorenza de la Cruz.
(12) AGN, Sec. Inquisición, vol. 185, exp. 6, fs. 1-43. Proceso contra Juana Agustina.
(13) AGN, Sec. Inquisición, vol. 464, s/ exp., fs. 277-291. Proceso contra Isabel de Guzmán.
(14) AGN, Sec. Inquisición, vol. 22, exp. 12, fs. 209-234 y 289-279. Proceso contra Beatriz González.
(15) AGN, Sec. Inquisición, vol. 185, exp. 5, s/ numeración. Proceso contra Beatriz de Morales.
(16) La "mala vida" interpretada en el sentido de penosa existencia o trato vejatorio a que fueron sometidas
esas mujeres por parte del marido. Este es el significado que por mi parte estoy dando a esta expresión, que
como tal también aparece en las declaraciones de los procesos, y así la califica R. Boyer (1991, pp. 271-308).
A. Mª. Atondo (1992) por su parte, denomina la "mala vida" aquella que tiene relación con la prostitución:
mujeres de la "mala vida", apareciendo acuñada esta expresión en el siglo XVIII.
(17) AGN, Sec. Inquisición, vol. 36-1, exp. 2, fs. 142-152. Proceso contra Catalina del Espinal.
(18) AGN, Sec. Inquisición, vol. 464, s/ exp., fs. 277-291. Proceso contra Isabel de Guzmán.
(19) AGN, Sec. Inquisición, vol. 527, exp. 2, fs. 157-252. Proceso contra María de la Cruz.
(20) AGN, Sec. Inquisición, vol. 91, exp. 2, fs. 6-16 reverso. Proceso contra Francisca de Acosta.
(21) AGN, Sec. Inquisición, vol. 318, s/ exp., fs. 232-258. Proceso contra Anna María Mulata.
(22) AGN, Sec. Inquisición, vol. 185, exp. 6, fs. 1-43. Proceso contra Juana Agustina, a la que se puso a
trabajar en un obraje y AGN, Sec. Inquisición, vol. 186, exp. 3, s/ numeración, proceso contra Inés de
Cisneros, en el Colegio de Niñas. En los obrajes, generalmente iban a parar trabajadores, sobre todo mujeres,
forzados o penitenciados en unas condiciones infrahumanas de trabajo (Hernández; Murguialday, 1992, p.
83).
(23) Ya que después de siete años de proceso se comprobó que esta mujer no se había llegado a casar una
segunda vez. AGN, Sec. Inquisición, vol. 527, exp. 2, fs. 157-252. Proceso contra María de la Cruz.
(24) Como así lo solicitó y se le concedió a Catalina del Espinal. AGN, Sec. Inquisición, vol. 36-1, exp. 2, fs.
142-152. Proceso contra Catalina del Espinal.
(25) AGN, Sec. Inquisición, vol. 23, exp. 6, fs. 30-48 reverso. Proceso contra Ana González.
(26) AGN, Sec. Inquisición, vol. 22, exp. 13, fs. 235-276. Proceso contra Juana Vázquez .
(27) AGN, Sec. Inquisición, vol. 185, exp. 6, fs. 1-43. Proceso contra Juana Agustina y AHN, Sec.
Inquisición, Libro 1067, fs. 288-293 reverso. Proceso contra Lorenza de la Cruz.
(28) AHN, Sec. Inquisición, Libro 1067, fs. 94-99. Proceso contra Thomasa Gerónima.
(29) AGN, Sec. Inquisición, vol. 185, exp. 2, s/ numeración. Proceso contra Mariana de la Cruz.
(30) AGN, Sec. Inquisición, vol. 23, exp. 6, fs. 30-48 reverso. Proceso contra Ana González.
(31) AGN, Sec. Inquisición, vol. 36-1, exp. 6, fs. 199-223. Proceso contra María de Soto.
(32) Comentario también formulado por Pita Moreda, 1999.
(33) AGN, Sec. Inquisición, vol. 303, s/ exp., fs. 206-210 reverso. Proceso contra María de Abiña.

Bibliografía

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Ficha bibliográfica

FIGUERAS, E. Mujer, bigamia y trabajo en la Nueva España. Scripta Nova, Revista


Electrónica de Geografía y Ciencias Sociales, Universidad de Barcelona, Vol. VI, nº 119
(21), 2002. [ISSN: 1138-9788] http://www.ub.es/geocrit/sn/sn119-21.htm

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