La relación entre lo económico y social no es un privilegio en el sentido de que no hay razón alguna para decir económica y social en vez de política y social, literaria y social, religiosa y social o incluso filosófica y social. Fueron razones históricas muy fáciles de determinar una herencia de largas discusiones que hace un siglo dio lugar a lo que se denomina el materialismo histórico, por tanto, cuando en los Annales se habla de lo “social” se refiere a un adjetivo al cual se le han otorgado diferentes significados que al final no quieren decir nada. No hay historia económica y social, solo existe la historia en su unidad, historia que por sí sola es simplemente social que ha elaborado de las diversas actividades y de las diversas creaciones de los hombres de otros tiempos; actividades y creaciones con las que cubrieron la superficie de la tierra y la sucesión de las edades. Por ello la historia es un estudio científicamente elaborado y no como ciencia, pues hablar de ciencia es evocar la idea de una suma de resultados, pero no representa el resorte del motor científico: la necesidad de recobrar, retocar y repensar los resultados adquiridos para readaptarlos a las concepciones y a las nuevas condiciones de existencia que nunca dejan de forjarse el tiempo y los hombres, los hombres en el marco del tiempo. Los hombres son el objeto único de la historia, una historia que se inscribe en el grupo de las disciplinas humanas, una historia que no se interesa en un hombre abstracto, sino, en un hombre que se comprende en el marco de las sociedades de las cuales son miembros. El historiador no debe de hacer pedazos de cadáveres, más bien debe estudiar la vida pasada con la condición de no olvidar las actividades que incriminan al hombre